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POLITECNICO DE SURAMERICA

DIPLOMADO

DERECHOS HUMANOS-G346-22062020-19072020

DOCENTE: FELIPE GUZMAN

ACTIVIDAD No: 4

INTRGRATES:

LEYNER QUINTO MOSQUERA

MODALIDAD VIRTUAL

Mates 14 de Julio del 2020


ACTIVIDAD 4 DERECHOS HUMANOS

ZIZEK CONTRA LOS DERECHOS HUMANOSA

En este protocolo de lectura, se intentará interpretar y orientar sobre las


principales ideas esbozadas por ZIZEK en “En contra de los derechos humanos”,
publicado en New Left Review, en su edición julio agosto de 2005. Partimos de la
base de que los Derechos Humanos son un concepto en disputa y ZIZEK toma
partido en esta batalla. Su premisa: los Derechos Humanos, por la manera en que
son practicados, en vez de levantarse como una defensa a la humanidad, son
utilizados como “coartada para intervenciones militares, sacralización para la
tiranía del mercado y fundamento ideológico para el fundamentalismo de lo
políticamente correcto”

Ante esta contradicción, ZIZEK se pregunta: “¿puede la “ficción simbólica” de los


derechos humanos recuperarse para la politización progresiva de las actuales
relaciones socioeconómicas? ”

Para responder esa pregunta o argumentar su proposición, ZIZEK plantea tres


supuestos sobre los que se configuran los derechos humanos en nuestras
sociedades capitalistas, supuestos que luego se encargará de desnudar como
“estafas”:

a) los DDHH nos salvan del fundamentalismo,

b) los DDHH descansan y avalan nuestra libertad de elección y nuestro derecho a


perseguir el goce y

c) los DDHH nos defienden de los excesos de poder.

Revisemos lo que se esconde detrás de estas ideas.

DDHH en oposición al fundamentalismo. “El mal, por parafrasear a Hegel, reside


con frecuencia en la mirada que lo percibe” dice ZIZEK para relativizar la
“satanización” etnocentrista que occidente ha descargado sobre los musulmanes o
los turcos, haciéndolos parecer salvajes, retrasados y bárbaros -en comparación
con Europa o el primer mundo- y que se ha venido construyendo hace un par de
siglos, lo que constata con la frase “los turcos no fuerzan a nadie a vivir como
turcos”, que data del siglo XVI.

ZIZEK explica que todo aquello que espanta a los europeos no es más que un
modo de vida que ellos mismos contribuyeron a construir. A la vez, todo aquello
que el viejo continente mira con escándalo (matanzas, expulsión de tribus) son
“pecados” de los que no está libre, ya que la historia da cuenta de Europa también
ha cometido estas “acciones/errores” (España expulsando a los moros, cristianos
y judíos.

Así que, citando el viejo adagio, “el que esté libre de pecado que lance la primera
piedra”. Por eso, ZIZEK acota “a manera de un impecable ejemplo de la
“determinación reflexiva” de Hegel, aquello que los europeos occidentales
observan y deploran en los Balcanes es lo que ellos mismos introdujeron allí

. Dicho en fácil: Europa no tiene moral para criticar el “fundamentalismo salvaje”


del islam, las sociedades capitalistas occidentales en general, ya que “la
internalización “fundamentalista” de rasgos contingentes es en sí misma una
faceta de la democracia liberal capitalista.

Con esto, ZIZEK juega a relativizar el carácter protector de los derechos humanos
ante el fundamentalismo puesto que las sociedades democráticas-liberales-
capitalistas, que levantan el estandarte de los DDHH, resultan tan o más
fundamentalistas que las sociedades que critican.

Los DDHH descansan en nuestra libertad de elección y en nuestro derecho a


perseguir el goce. Primero, ZIZEK se esmera en abrir nuestros ojos y hacernos
notar que la libertad de elección es una ilusión. Ejemplifica esto con la costumbre
Amish de exponer a los jóvenes al mundano capitalismo y hacerlos escoger entre
la recatada vida Amish y la descontrolada vida del placer y el consumo. Los
jovencitos Amish siempre vuelven al nido original. Otro ejemplo: las mujeres
musulmanas que “deciden” utilizar el velo, lo que no es realmente una iniciativa
propia, sino que es una meta-elección, una decisión a partir de una paleta de
ofertas preestablecidas, propuestas sin nuestra deliberación. Más casos: durante
el gobierno de Clinton “la camarilla médica (…) logró convencer al público de que
la idea del servicio universal de asistencia médica en salud podría atentar contra la
libre elección en este ámbito.

Una falacia similar a la pronunciada en Chile el año 2011. Ante la demanda de


educación pública des arancelada, el oficialismo se encargó de esparcir el mito de
que una educación gratuita para todo (un beneficio general) atentaría contra los
derechos de los más pobres (beneficio particular), ya que estos últimos
financiarían la educación de los más ricos. Otra meta elección del gobierno de
Piñera: plantear como solución a las demandas estudiantiles la ampliación de
acceso al crédito (libertad de consumo), para que cada joven goce de la libertad
de escoger en qué universidad endeudarse de por vida. Algo que ZIZEK describe
muy bien: “la ideología dominante se empeña en vendernos, cual si fuesen la
oportunidad de nuevas libertades, las propias incertidumbres resultantes del
desmantelamiento del Estado de bienestar.

Nuevamente, el argumento ha sido volteado: ¿qué libertad de elección defienden


los DDHH si ésta es limitada e ilusoria o juega, evidentemente, a defender y a no
permitirnos mirar/escoger más allá de la lógica neoliberal? Nuestras decisiones
jamás extrapolarán el campo de acción del modelo. Aquello que deseamos hemos
sido educados para desearlo. DDHH y goce. Utilizando como base el argumento
de la exhibición del cuerpo femenino o su erotización, ZIZEK explica: “para
Occidente, el derecho de las mujeres a mostrarse de modo provocativo al deseo
masculino ha sido legitimado como su derecho de disfrutar a voluntad de sus
cuerpos. Para el Islam, el control de la sexualidad femenina se ha legitimado como
la defensa de la dignidad de la mujer, para evitar que sean reducidas a objetos de
explotación masculina. Con eso tenemos las dos caras de la moneda: la
satanizada vida musulmana y la bendita vida occidental (como hemos entendido
en los marcos de este ensayo). ZIZEK apunta que ese derecho de goce de los
cuerpos (o mi libertad a vivir mi sexualidad como quiera) es, finalmente, entendido
como tolerancia al otro, siempre y cuando se respete cierta distancia, sin caer en
hostigamientos. Algo así como los lugares comunes “mientras yo y los míos
estemos bien” o “mientras no me afecte a mí”. Esta lógica, dice ZIZEK, es
aplicable al militarismo humanitario y pacifista. “Los derechos humanos son
pasables si se los “reconsidera” a fin de incorporar a ellos la tortura y un estado de
emergencia permanente. La democracia está bien si se la limpia de sus excesos
populistas y se limita su ejercicio a aquellos lo suficiente maduros para practicarla.
Es decir, que todo funcione mientras conserve límites, mientras juegue dentro de
una manera “correcta” y preestablecida de hacer las cosas, es decir, que no
escape al modelo de democracia liberal de occidente. En resumen, para que la
libertad sea realmente libertad no puede ser totalmente libre. Es una democracia
que se cuida y se protege a sí misma, inmunizada, como diría Alain Brossat.
Luego, ZIZEK juega a explicarnos la paradoja del goce. Hay algunos
“fundamentalismos” que llaman a la renuncia del placer, basta ya de decadente
auto indulgencia, renunciad y purificaos. Los que implican en sí mismos un placer,
explica ZIZEK, toda vez que vivir el placer abiertamente conlleva sacrificios. “En el
primer caso, los placeres son mi deber, y la aspiración “patológica” al placer se
encuentra situada en el ámbito formal de la obligatoriedad. En el segundo, el
deber es mi placer y cumplir mi deber se halla localizado en la esfera formal de las
satisfacciones “patológicas”. Es decir, esa búsqueda del placer termina siendo una
ideología superior por la que hay que realizar sacrificios. Una vez más, el
argumento es volteado. ¿Qué libertad de goce es aquella defendida por los DDHH
que trae amarrada la obligatoriedad y el fundamentalismo del placer? DDHH
como guardianes de los excesos de poder. ZIZEK comienza describiendo la
configuración del poder contemporáneo, que no necesariamente recae en un
único grupo social, a la vez que un líder ejemplificado en Bonaparte,
probablemente Perón para un caso Latinoamericano- puede jugar hábilmente a
representar a distintos grupos sociales. No obstante, explica ZIZEK, el líder ha de
permanecer por encima de las clases, jugando a representarlas a todas en general
y a una en particular.

de sus queridos “descamisados”). “Pese al juego de representación, el líder se


encuentra sobre las clases y no les debe subvención real: “Las leyes no me atan
realmente, puedo hacer lo que me plazca (…)”. Este exceso obsceno es un
componente necesario del concepto de soberanía”16. Con esto planteado, Zizek
salta al siguiente punto: las teorizaciones sobre las experiencias terroríficas del
siglo XX. Para él, hay tres teorizaciones principales, en la que la tercera se basa
en lo desarrollado por Etienne Balibar, quien -junto con otros- supone que la
modernidad ha abierto un espacio de nuevas libertades y a la vez de nuevos
peligros. Ideas clave que se desprenden del extracto: uso de la fuerza como
instrumento político, violencia como disputa del poder político, no existe poder sin
violencia, la esfera política implica necesariamente algún tipo de violencia. A partir
de estos enunciados, Zizek plantea que “en la sociedad humana, la política es el
principio estructural general, de modo tal que cada intento por neutralizar algún
contenido parcial como apolítico constituye un gesto político par excellence”17.
Por lo tanto, plantear a los DDHH como defensores del exceso de poder y simular
que esta tarea es “apolítica”, neutral o “independiente” es cándido o hipócrita,
puesto que las intervenciones humanitarias -por más que lleven el estandarte de
los derechos- implican posiciones o declives políticos. Parafraseando a Gramsci,
la ideología nunca es más campante que cuando se la declara ausente. Así, Zizek
nos llama a problematizar “la política aparentemente despolitizada de los derechos
humanos y plantearla como la ideología del intervencionismo militar que sirve
finalidades político-económicas”18. Es decir, no jugar a la asepsia, sino evidenciar
los síntomas ideológicos de este juego “benefactor” de los derechos humanos.
Como sucedió en Chile durante el 2011 y el movimiento estudiantil, el gobierno
tildó a los estudiantes de “ideologizados”19, como si ellos, como clase política,
como militantes de un partido político, no poseyeran una ideología también. Como
si el conflicto educación de mercado vs. educación pública no fuera un conflicto
entre posiciones políticas. Volviendo a los derechos humanos, Zizek afirma que
estos “constituyen una universalidad ideológica falsa que enmascara y legitima
una política concreta del imperialismo, las intervenciones militares y el
neocolonialismo de Occidente”20. ¿Derechos humanos como defensa del poder?
¿No será más honesto plantear a los DDHH como los conocemos como un
instrumento político, como funcionales al poder y violencia del neoliberalismo del
primer mundo? d) El retorno de la universalidad. Tras desnudar, desde la mirada
de Zizek, las trampas que enaltecen a los derechos humanos, el autor lleva el
debate a aspectos teóricos, en el juego de lo particularuniversal, donde uno de los
tantos componentes que conforman el grupo “hombres acogidos por los derechos
humanos”, finalmente totaliza a los demás (Mouffe)21: varón-blanco-propietario.
Luego, dice Zizek, no basta con reconocer esta idea, sino que hay que desviar la
mirada hacia la aparición de la universalidad en sí
16 17 18 19 Íbid. Íbid. Íbid. Pinilla, C. (2011, octubre). “Chadwick: “La Confech ha
sido tomada por los grupos más ultra, intransigentes e ideologizados”. Emol.
Obtenido el 31 de mayo de 2012 en http://bit.ly/L7kYqY 20 Zizek, S. (2011,
diciembre) “En contra de los derechos humanos”. Suma de Negocios. N°2. pp 115-
127. 21 Laclau, E. y Mouffe, C. (2000). El reverso de la diferencia. Identidad y
política. Venezuela, Nueva Sociedad.

misma, como abstracción que no tiene su reverso en realidad y que impide a los
individuos edificarse en un lugar concreto de la sociedad (Marx). Como
complemento, Zizek parafrasea Rancière, quien hace una lectura distinta respecto
de la relación teoría-materialidad. Para Rancière, “en el sentido más subversivo de
una tensión en la cual la “apariencia” de égaliberté no es “mera apariencia” sino
una ficción simbólica que, como tal, posee una eficacia propia que le permite
movilizar la rearticulación de relaciones socioeconómicas reales a través de su
“politización” gradual”22. Es decir, no es menos importante cuál es la carga que
tenga achacado el concepto “derechos humanos”, ya que esa carga se traduce en
práctica política cotidiana. Para complementar, Zizek suma a Lévi-Strauss, con su
concepto de “eficiencia simbólica”: “la apariencia de égaliberté es una ficción
simbólica que posee, como tal, una eficiencia real propia”23. Con esto, Zizek
quiere advertirnos que hacer el ejercicio de criticar los derechos humanos como
una ilusión que contrasta con una realidad distinta, es decir que no tiene un
reverso “tangible” en la práctica diaria, es una cínica tentación. Por eso, propone la
apropiación subversiva de los súbditos de algo que originalmente fue la estructura
ideológica impuesta por “colonizadores”, con ejemplos como el caso mexicano de
la Virgen de Guadalupe. Es decir, nos llama a secuestrar la ficción simbólica de
los derechos humanos, a apropiárnosla subversivamente. Para avanzar en ello,
Zizek vuelve a Rancière, ya que -según dice- el filósofo francés ha planteado “una
muy elegante solución a la antinomia entre derechos humanos que pertenecen al
“hombre como tal” y la politización de los ciudadanos”24 y explica que los
derechos humanos no pueden presentarse como algo ahistórico y ajeno a la
contingencia de las luchas políticas, pero tampoco especificarlos con momentos
históricos o luchas particulares. No hemos de pensarlos como algo preexistente,
sino señalando “el ámbito preciso de la politización propiamente dicha” 25. Es
decir, convirtiéndose en un universal que contenga a particulares reivindicativos.
Sin embargo, planteada la salida aparece la paradoja: “en el preciso momento en
que intentamos concebir los derechos políticos de los ciudadanos sin referencia
alguna a los derechos humanos universales “meta-políticos”, perdemos la política
en sí misma, es decir, la reducimos al juego “pos-político” de negociación de
intereses particulares”26. Y en vez de dominar el referente hombreblanco-hetero-
propietario, entran a predominar los antes exlcuídos, universalizando y
“eclipsando” al resto de los particulares contenidos bajo la etiqueta derechos
humanos. Como cierre, volvemos a la pregunta inicial: “¿puede la “ficción
simbólica” de los derechos humanos recuperarse para la politización progresiva de
las actuales relaciones socioeconómicas? ”. Sí, puede, pero cayendo en la triste
paradoja de, al tiempo de rescatar a unos opacados, quitar visibilidad a otros

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