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ANTOLOGÍA DE CUENTOS

El Pirata del Pilcomayo


Por José Luis Claros López
Dedico este libro, al escritor Yacuibeño: José Luis Padilla
Porque su verso y su prosa valiente, se atreve a contar
los sentimientos que otros mortales prefieren callar.
ANTES DE COMENZAR
A LEER ESTOS CUENTOS...

Yacuiba, primavera del año Trece.

Es bueno recordar, que con este pequeño libro de cuentos


titulado: “El Pirata del Pilcomayo” ya van tres libros que
consigo publicar y como resultado de tan simple acto
montones de palabras consiguieron llegar vaya saber hasta
dónde. Quizás por eso desde distintos lugares a veces me
preguntan… porque decidí escribir desde Yacuiba. Es por
una sencilla razón que ahora explicó en versos…

Siento nostalgia estando en las alturas


Veo demasiados carteles y todos los letreros
Que a la vereda de la ruta dicen llegaste a otro lugar
Pero ninguno de esos lugares es mi hogar;
Mi corazón conversa con mi alma,
Como en una historia de primer amor
El recuerdo del chaco me tiene agarrado

Sobrevivo el invierno a las orillas del lago


recordando el calor del pago
Sobrevivo el verano en la ciudad grande
Recordando aquel lugar cruzando el Aguaragüe
donde el silencio todavía existe
como en una historia de primer amor
el recuerdo del chaco me tiene agarrado.

Sin importar el lugar, deseo traer mi hogar


Y mostrarlo al mundo así sea solo en un dibujo
Y que los colores del chaco encanten con su embrujo,
Solo es necesario un momento,
Como en una historia de primer amor
El recuerdo del chaco me tiene agarrado.

Versos sueltos que corresponden al poema: El Recuerdo del


Chaco me tiene agarrado escrito por José Luis Claros López.
La batalla
Por José Luis Claros López

Recorriendo la zona enemiga, ellos encontraron


una feroz resistencia y el jefe de la patrulla
dispuso entonces ordenadamente sus tropas sobre
una dilatada planicie. Los adversarios están casi
frente a ellos a tan corta distancia que comienzan
un enfrentamiento inevitable, gritos de furia y de
dolor inundan el lugar escogido para la batalla,
lanzas vuelan de aquí y de allá oscureciendo el
cielo. Después, al agotarse las armas arrojadizas,
empuñan todos las espadas y se tranzan en
combate de honor, escudos delante, golpeteo
constante, gritos de nuevo y las afiladas armas
que cortan y cercenan, el jefe de la patrulla les
pide más valor a sus hombres, matando con su
propia espada a los cobardes y a los enemigos por
igual, sus ojos están rojos color sangre y su voz
es la voz de la muerte misma y todos huían de él,
se arrojan sobre los cadáveres y por orden suya
los siguen torturando sin piedad los despojan por
entero de toda pertenencia. Finalmente la victoria
es conseguida y los combatientes aclaman al jefe
valiente.

Los pocos prisioneros sobrevivientes a la


matanza tiemblan, tienen sudores fríos, otros
lloran en silencio o incluso son incapaces de
retener la orina que corre tibia por sus piernas
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hasta mojar el terreno. Conocen los terribles que
son sus adversarios y ya solo esperan ser ellos
también torturados sin piedad o pasados con
espadas, la muerte será el descanso y la paz. El
jefe de los vencedores se acerca hasta ellos,
sintiendo el peso de su mirada quedaban
estremecidos por el pánico. Entonces, levantando
su espada escoge a uno de los infortunados
derrotados, para que sus leales guerreros lo
arrastren hasta sus pies colocándolo de rodillas
para que así él pueda cortarle la cabeza.

Levanta su espada y entonces sucede… Una voz


de mujer desde un lugar lejano les grita, que ya
está la comida.

Los niños dejan entonces sus cascos de vikingos,


como también sus espadas de cartón, mientras
que los otros niños que simulaban estar muertos
envueltos en sus propias capas se levantan del
suelo y todos juntos corren alegremente hasta la
mesa familiar.

Así terminan los juegos de los niños, pero cuando


los hombres juegan a la guerra el final del cuento
es muy distinto.

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Desolación
Por José Luis Claros López

El cielo esa noche ya estaba cubierto de nubes en


una coloración rojiza, cuando la tierra comenzó a
estremecerse. El sonido profundo que provenía
desde abajo de la tierra produjo un fuerte
despertar a todos para luego con los ojos abiertos
vivir una pesadilla que los aterrorizara en los
recuerdos hasta muchas generaciones después de
que muriera el último testigo presencial de los
acontecimientos que se sucedieron esa noche,
salieron escapando de sus casas aunque les
costaba mantenerse de pie bajo la llovizna
mientras las construcciones se desmoronaban; los
habían quienes salieron de sus casas a toda prisa
sin calzado, a medio vestir, envueltos en sabanas
o menos que eso para ver con sus ojos como la
tierra comenzó a rajarse en profundas grietas de
donde luego emanaba un olor fuerte de azufre,
tratando de protegerse buscaban un refugio
esquivando a los caballos que galopaban libres
escapando sin rumbo por la calles, como también
tratando de no morir sepultados por las paredes
que se derrumbaban por todos lados y de los
árboles centenarios que derrotados caían para
nunca más levantarse. Una espontanea marea de
gentes corrió hacia la iglesia de ladrillos que se
desplomo como una frágil cabaña de madera;
entonces la tierra dejo de temblar, recién
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entonces se pudieron escuchar con claridad los
ladridos de miedo que los perros emitían
incontrolables, que se mezclaban con los
lamentos de hombres, mujeres y niños. Los
relámpagos iluminaban el cielo encapotado de
rojo permitiendo ver con claridad las sombras
siniestras de los pájaros que se alejaban de los
arboles volando con rumbo al norte, entonces
nuevamente la tierra volvió a temblar, las pocas
paredes que todavía quedaban en pie se
desplomaron. En la calle principal las familias se
abrazaban, aferrándose fuertemente de las manos,
terribles relámpagos iluminaban el cielo, la palma
seca de los techos de algunas casas que se habían
desplomado empezó a quemarse y nadie
intentaba detenerlo, rodeados por una niebla
mezclada con el humo de las casas que ardían
que comenzaron a cubrir el cielo oscureciendo el
ambiente, para ese momento los gritos del dolor
que produce la desesperación cuando se apodera
de los seres humanos crean mayor pánico.

Carlos Maragall logro salir de su habitación en el


momento preciso cuando el techo se desplomo
sobre la cama, luego junto a la marea humana
con dificultad llegó hasta la iglesia que parecía
ser el único edificio seguro en el pueblo. Pero
presenció en aquel instante como un nuevo
temblor destruye la iglesia tirando por los suelos
las campanas haciéndolas pedazos con su caída
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para después ser devoradas por una grieta que se
abrió en la tierra, relámpagos iluminan el cielo;
algunos gritan que se trataba del fin del mundo y
se arrojan de rodillas impotentes esperando la
muerte definitiva, pero en ese caos Augusto el
hijo del carpintero se lanza hacia la iglesia en
ruinas. La llovizna persiste y tan solo Maragall se
arriesga entre las ruinas que arden para poder
ayudar a ese hombre que desesperado buscaba
gritando el nombre de su padre, pero la respuesta
que pueden escuchar es de un par de heridos
quienes piden auxilio y luego de un momento
entre los despojos encuentran al anciano Andrés
Rocha protegiendo con su cuerpo la imagen del
guardián de las llaves de la puerta del cielo, su
hijo al encontrarlo le abrazo con fuerza mientras
sollozaba como un niño pequeño, Carlos en
silencio se acerco a él y le dijo algunas palabras
para intentar consolarlo.

La mañana siguiente, los vecinos del pueblo de


Yacuiba enterraron en su campo santo a los
cuatro muertos durante la noche del terremoto
uno de ellos era el abuelo de Inés. Con el paso de
los años nadie recordará que aquel carpintero
trabajo en la construcción del techo de la Iglesia
muchos años antes. Al siguiente día todo el
pueblo emprendió una larga caminata. Los
encabezaba el Padre Rafael Paoli y llevaban
consigo la imagen de San Pedro rescatada de los
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escombros de la Iglesia. A las cinco de la tarde de
aquel día, entraban a Caiza con la mirada perdida
en la profundidad desdichada de la tristeza; solo
murmuraban que "Yacuiba no existe” y el Padre
Paoli exclamó: “Desolatus magna”. Sin embargo,
con el tiempo todos regresaron al lugar que
consideraban su hogar, nuevamente levantaran
las casas destruidas y consagraran a San Pedro la
nueva iglesia encomendándole la protección
contra todo mal, una de las víctimas más
inocentes de la tragedia es Inés que perdió por el
espanto el don de la palabra, pasaran varios
meses antes que nuevamente gracias a la
paciencia con la cual Carlos Maragall ayuda en
su recuperación que se pudo dar el feliz
acontecimiento de volver a escuchar el sonido de
la voz de Inés. Años después, ambos se casarían
sin presentir lo que sucedería después.

Ese miércoles 22 de marzo de 1899 el terremoto


de Yacuiba marco VIII Grados en la Escala
Mercalli “…Cayeron todos los edificios de la
población incluso el hermoso templo
últimamente inaugurado y levantado por la
piedad de los fieles y la activa labor y celo de su
abnegado capellán el R. Padre Rafael Paoli, quien
salvó milagrosamente. Al caer el templo, sepultó
bajo sus escombros a cuatro personas que se
hallaban dentro. Han quedado varios heridos y en
todo el suelo se han abierto profundas grietas…"
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Nº 1651 de “La Estrella de Tarija”, martes 4 de
abril de 1899. Página dos; tercera y cuarta
columna.

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Pan casero y una taza de leche caliente
Por José Luis Claros López

A la media noche se cortó la luz, ahora ya eran


las cuatro de la mañana de un lunes de junio del
año Seis y para este momento el ambiente ya
estaba impregnado por la humedad del sereno.
Mentiría si cuento para que no sea cuento que no
sentía frío. Ahora bien, el “cómo” terminaron
Cantor, Chapaqueño y Pan Casero sentados a las
cuatro de la mañana en una banca de la plaza del
Valle de Nuestra Señora de la Concepción es
muy complicado, así que por tal motivo mejor es
no contarlo tan temprano. Porque lo importante
ahora es contar la historia de lo que sucedió
después. Eran las cuatro y un minuto de la
mañana, hasta ese momento el Cantor continuaba
en silencio abrazando a la sonora y Pan Casero
pidió un cigarrillo más, el Cantor le dirigió una
de aquellas miradas que hacen dar miedo.
Entonces sucedió, Pan Casero se quedó por fin
callado luego de no haber dejado de hablar desde
que se cortó la luz. Primero, lamentándose por el
incidente y luego, narrando por septuagésima
primera o septuagésima segunda vez la historia
de cómo conoció en la “Fuente de los Deseos”
a… la innombrable, dice interrumpiendo la
narración el Chapaqueño mientras ríe por la
ocurrencia de bautizar como la innombrable a la
Margarita, la rueda de amigos festeja la
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ocurrencia solo Pan Casero se queda callado,
después simplemente bebe seco el vaso de “aura
trago” una mezcla conscientemente alcohólica de
singani, con soda sprite y licor de menta que se le
agrega para darle un buen color, luego pide
nuevamente que le llenen el vaso. Tal parece que
ya no quiere contar que sucedió después,
entonces los demás le dicen al Chapaqueño que
se calle y que deje a Pan Casero contar la historia
sin más interrupciones. Eran las cuatro y cinco de
la mañana, entonces solo el sonido producido por
los dedos del Cantor realizando una especie de
clave morse sobre el brazo de la sonora hacían
llevadero el silencio.

A las cuatro y seis los tres escuchamos el ruido


de un vehículo, pensábamos que podía ser el
primer trufi que se dirigía hacia Tarija, pero en
lugar de acercarse hasta la plaza el ruido se alejó
por otra calle, Pan Casero por el frío está con los
brazos cruzados sobre su pecho, Chapaqueño
comentó en aquel momento como si podría ser
importante lo que había leído alguna vez; que
según las leyes de la física, lo que consideramos
frío, en realidad es ausencia de calor y que la
verdad el frío no existe y que se había creado ese
término para describir cómo nos sentimos si no
tenemos calor. Ahora Pan Casero sin pronunciar
palabras, le dice con su mirada, “y eso a quién le
importa, calladito Chapaqueño sos más chura
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persona”. Entonces el Cantor ya no puede más
necesita renegar, así que rompe con su silencio,
porque a quién se le ocurre despachar al taxi que
nos trajo a media noche desde Tarija, solamente a
vos Pan Casero, aurita yo no estaría sufriendo de
ausencia de calor, la sonora estaría depositada
cómodamente sobre su silla y yo estaría
plácidamente dormido aspirando el perfume de
los cabellos de la Lucerito, pero claro ustedes
tenían que cruzarse por mi camino ayer por la
tarde y recordarme vos Chapaqueño, que me lo
hiciste pierna en la universidad con la Lucerito y
que cuando ella se puso brava conmigo por culpa
de los chismes de sus amigas, este Pan Casero
bueno pa’ nada fue útil por primera vez en su
vida, porque resultó para mi suerte ser el mejor
amigo de la Lucerito, pero bueno no es culpa de
ustedes, el más tonto aquí soy yo por haberme
dejado convencer… En fin, pero como pues Pan
Casero vas a despachar el taxi. Y así durante
varios minutos éste continuó desahogándose,
incluso recordando el encuentro. Mientras él
regateaba por el precio de un cd con canciones
del Maestro Nilo Soruco Arancibia que aquél
vendedor de piratería había traído directamente
hasta la Víbora Negra desde su fábrica
clandestina en la calle Cochabamba del barrio La
Loma, por un precio igual y con la misma calidad
de la piratería peruana que cruzaba la frontera por
Desaguadero; escuchó que le llamaban por su
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nombre y al girar, se da con Pan Casero y
Chapaqueño que lo abrazan y le dicen que justo
lo necesitaban para una buena causa. El Cantor
no podía sospechar lo que sucedería ocho horas
después. Luego del encuentro los tres se dieron
modos para seguir conversando mientras caminan
entre la multitud que no dejaba de comprar y
vender a las cuatro de la tarde de aquel domingo
de junio en la Víbora Negra, en cierta manera los
tres amigos solo se dejaron guiar entre la
multitud por el “olor” del pollo que se cocina
sobre las brasas, al final llegaron al lugar de
donde provenía el delicioso aroma, era un puesto
improvisado casi sobre la calle y frente al
gigantesco tobogán, entonces buscaron una mesa
y el Pan Casero continuaba explicándole al
Cantor su plan, Chapaqueño pidió tres platos y
dos chelas bien helenas, luego fue Pan Casero
quien pidió dos chelas bien helenas más, luego
fué nuevamente Chapaqueño y así siguieron
hasta que la señora que atendía les dijo que ya
eran las diez de la noche y que ya solo faltaba
levantar esa mesa para poder retirarse del lugar
para regresar adonde vive porque la verdad, es
bien lejos por el lado de la Panamericana más allá
de la PIL, ellos la miran en silencio como si la
doñita les hubiera contado la fórmula secreta del
saice de Doña Pastora pero en chino mandarín,
entonces la doñita les dice lo mismo pero esta vez
en quechua para que la comprendan por si sus
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clientes no entendían bien el español, los tres la
miran sonriendo y ya solo por fregar la paciencia
le piden entre risas “dos chelas bien helenas más
caserita”, entonces se acercó hasta la mesa el
marido de la caserita que la conoció a ella en
Sacaca y con muy buenos modales primero les
cobra la cuenta, pero después que le pagaron
cambió radicalmente sus buenos modales y les
amenazó que si no se largaban llamaría
inmediatamente a su sobrino quién es policía,
para evitar mayores complicaciones los tres
entonces por fin se levantaron de la mesa,
caminaron medio zigzagueando por el lado del
cementerio, luego por una callejuela oscura hasta
llegar a la esquina de la calle Busch y ahí el
Cantor pidió que lo esperen un cachito para poder
abuenar a la Lucerito y sacar a la sonora,
mientras lo esperaban el Chapaqueño se acercó a
una tienda de las que cierran tarde porque son de
barrio, pero solo compró media cajetilla de
cigarrillos después se arrepentiría de tal decisión,
mientras tanto el frío viento les fue haciendo
perder la borrachera. Esperando al Cantor
pasaron veinte largos minutos y recién entonces
él salió con una sonrisa triunfal en el rostro pero
antes que nos contara porque se había tardado
tanto, la Lucerito se asomó por la ventana y le
gritó poniéndole todo los puntos a las íes sin
necesidad de arrojarle un zapato a la cara, que si
no regresaba hasta las once mejor ya no regrese
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nunca más. El Cantor se quedó sin expresión, era
evidente que ahora ya no inventaría una fabulosa
historia para justificar el porqué se había tardado
tanto. Por las calles de una Tarija nocturna
solitaria y fría de junio, los tres siguieron
caminando hasta llegar a la Domingo Paz, ahí
pararon un taxi. Cuando ya estaban los tres
cómodamente sentados le dicen al taxista el lugar
de su destino, el taxista prendió la luz interior del
auto y giró su rostro para mirarles con
desconfianza mientras muy seriamente les
advertía que no intentaran hacerse los pendejos
con él porque ya era tarde y que si querían ir
hasta el Valle a esa hora, tendrían que pagar por
adelantado, el tipo no era un taxista cualquiera en
el camino les contaría su hoja de vida, que nacido
en Santa Rosa del Sara, que cinco años de
mototaxista en Montero, que diez años de
micrero en el Plan 3000 y obviamente habría
seguido por esos rumbos de no haber sido porque
conoció a la Francisca esa chapaquita que lo
sedujo con sus ojos negros en ese restaurante de
comida tarijeña por la “Tres pasos al frente” y sí
que le costó conquistarla, porque cuando a la
Francisca se le ocurrió volverse a su pago él se
había tenido que venir hasta Tarija como chofer
de flota interdepartamental sin conocer el camino
solo para poder encontrarla, pero bueno al final
no se arrepentía de nada porque después de siete
años ya ni como camba hablaba y por sobre todo
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había comprendido que cuando uno ama de
verdad es capaz de recorrer las distancias que
sean necesarias y de jugárselas a la hora de
conquistar a la mujer amada. En aquel momento,
Pan Casero pagó lo que le dijo el taxista, varios
minutos después que la verdad parecieron como
si fuera más de una hora por fin llegaron a la
plaza del Valle de Nuestra Señora de La
Concepción, el último en abandonar el taxi fue
Pan Casero. Los otros dos habían avanzado sus
buenos pasos cuando se dieron cuenta que ya el
taxista se alejaba por el mismo camino por donde
había ingresado. Entonces el Cantor muy serio le
preguntó a Pan Casero donde vivía la “víctima”.
Pan Casero respondió que no lo sabía pero que
llamaría para preguntar a su amiga de la
Margarita, Chapaqueño entonces dijo en voz alta
“les cuento que no tengo señal en mi celular”,
Pan Casero intentaba llamar y tampoco podía, los
tres se miraron preocupados. Habría que buscar
una cabina. Entonces sucedió, un gato negro pasó
delante de los tres y el Chapaqueño dijo “es de
mala suerte”, los tres sonrieron al mismo tiempo
pero dejaron de sonreír cuando se fue la luz.

Eran las cuatro y veinte de la mañana, entonces


Chapaqueño dice que podrían haberse arriesgado
en el puesto policial, al menos habrían dormido
en un lugar bajo techo, Pan Casero entonces
cambia de tema recordándoles que a pesar de
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todo el más fregado era el Cantor porque la
Lucerito lo estaría esperando con una sartén en la
mano, pero lo bueno es que como ella era
estudiante de décimo semestre de enfermería
entonces al Cantor le saldrían baratas las
curaciones. Ni el Chapaqueño, ni el Cantor
celebraron el comentario de Pan Casero.

Señora buenas noches va disculpar usted


queremos usar la cabina telefónica; respondieron
los tres casi en coro cuando del interior de la casa
de paredes de adobe una voz de mujer anciana
preguntaba quién golpeaba la puerta, después de
que les escucha decir sus nombres y que
necesitaban usar la cabina telefónica, la voz al
otro lado de la puerta les advirtió que no les
abriría y que se vayan si no querían tener
problemas, luego ellos le preguntaron donde
vivía la familia Ortega, hay muchas familias
Ortega en este pueblo les respondió la voz al otro
lado de la puerta. Estaban por preguntar de nuevo
cuando prefirieron alejarse al escuchar los
ladridos del que parecía ser el perro más grande
del mundo que provenía desde algún lugar en el
interior de aquella casa. Intentaron en otras
cuatro puertas más, obteniendo por respuesta los
ladridos frenéticos de dos o más perros y tuvieron
miedo de que apareciera la policía por eso
regresaron a la plaza. Noventa minutos después
de la media noche, mientras Chapaqueño
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encendía el primer cigarrillo los tres
comprendieron que debieron pensar en un mejor
plan.

Eran las cuatro y media de la madrugada y el


Cantor dijo que solo les quedaba caminar para no
sentir más el frío, así que los tres caminaron por
un buen rato sobre un camino de piedras, hasta
que llegaron a la carretera. A las cinco de la
mañana vieron que se aproximaba un pequeño
micro, veinte minutos después de abordarlo el
Pan Casero comenzó a contarle al chofer la
historia de lo que les sucedió, el chofer entonces
les cuenta que también Margarita es el nombre de
la hija de su compadre Nelson Ortega que vivía
en el Valle, Pan Casero dice que justo así se
llama el padre de la Margarita, el chofer comenzó
a reír mientras les explicaba que la familia que
buscaban vivía tan solo a media cuadra de la
plaza por la vereda de la iglesia, cuando se
bajaron del vehículo, apresuradamente intentó el
Cantor despedirse pero sintió como el
Chapaqueño lo sujetaba por el brazo para que no
pudiera escapar, mientras al Pan Casero le
preguntaba si ahora que ya sabe donde vive la
Margarita vá regresar. Pero él, no respondió y al
escuchar al Chapaqueño preguntarle lo mismo
por segunda vez, lo único que hizo fue meter las
manos a los bolsillos, observar la calle vacía y
decir, tengo sueño. El Cantor, entonces mira la
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hora en el celular ya eran las cinco y treinta de la
mañana apenas hizo eso la batería del celular se
agotó, los tres sintieron el silencio de la soledad
de las historias que a veces terminan no de la
forma que se desea, un silencio de cementerio
interrumpido por un fuerte bocinazo y una voz
que les grita una pregunta: “¿Oigan changos, así
que recién regresaron?” era el mismo taxista de la
noche previa.

A las seis de la mañana Margarita ya estaba


despierta, buscando por todos los rincones la caja
de fósforos para encender la cocina y calentar la
olla con la leche, mientras escuchaba contar a su
madre que llegaba de comprar pan, que unos
borrachos habían ido con quien sabe que mala
intención a la casa de Doña Felicia justo cuando
se corto la luz, con el pretexto de utilizar la
cabina telefónica. Mientras Margarita la
escuchaba sin detener su búsqueda, entró a la
cocina su padre a quien ya las canas le daban el
aspecto de haber nacido cuando era normal
invitar para Corpus Christi vino patero en copa
de ajipa y bostezando preguntó a su hija que
buscaba, la caja de fósforos respondió ella, él
observaba en silencio como también su esposa se
sumaba en la búsqueda de la caja de fósforos que
siempre desaparecía y mientras metía la mano en
su bolsillo sintió la cajetilla de cigarrillos, pensar
que su señora siempre se los “decomisa” porque
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no le gusta que fume, fue entonces cuando los
tres se quedaron estáticos escuchando el sonido
de una guitarra y a una voz de cantor cantando
una romántica copla y a la que luego se sumaron
otras dos voces desafinadas, fue Margarita la que
comprendió que la serenata era en la puerta de la
casa, su padre dijo, pues serán las mañanitas
porque ya son más de las seis.

En el Valle de Nuestra Señora de La Concepción,


ya todo el pueblo estaba despierto y los que
transitaban por las angostas veredas al ver la
escena se detenían para escuchar el trío algo
desafinado cantando frente a la casa de los
Ortega, entonces abrió la puerta el padre de la
Margarita para ver quiénes eran. Pan Casero
después de saludar se recontra enredó intentando
explicar que simplemente traían serenata para la
Margarita, Don Ortega les recordó que las
serenatas son de noche, los tres vieron la cara del
señor que parecía de pocos amigos con sus cejas
muy pobladas todavía negras, su ceño fruncido y
su cabello blanco sin peinar. Entonces
escucharon decir a uno de los curiosos algo en su
favor, pero a Don Ortega no le caía en mucha
gracia la escena que se sucedía en la puerta de su
casa, entonces apareció su esposa y le preguntó
porque cantaban y Pan Casero respondió cual era
el motivo de su canto, ella se alegró bastante y
los invitó a que pasen a desayunar, mientras en la
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calle los curiosos continuaron su camino dejando
de contemplar la escena. Pan Casero al querer
ingresar a la casa se detiene al ver todavía el
rostro con el ceño fruncido de Don Ortega, que
con una voz áspera les recordó que la señora dice
que pasen, al llegar a la cocina la Margarita se
sorprende, Pan Casero le dice que la serenata era
para ella y al decir esto, el Cantor sonrío y
levantando a la sonora nuevamente comenzó a
cantar la canción interrumpida, pero esta vez
fueron los cuatro perros batuques de la casa
quienes hicieron el coro creando un bullicio
insoportable, por ese motivo Chapaqueño se
mordió los labios y Pan Casero ya solo esperaba
que Don Ortega después de permitirles entrar por
la puerta los arrojase por la ventana, pero para su
sorpresa solo escucharon su voz fuerte de hombre
de campo ordenando a los perros que se callen, el
cantor también obedeció la orden y asustado se
terminó sentando sobre una caja de cartón con
botellas de vino patero que por milagro no se
rompieron. Al rato las dos mujeres continuaban
dando vueltas en la cocina, Don Ortega les
pregunta de nuevo que buscaban y ambas le
responden que no encontraban los fósforos, aquí
los tengo le respondió él y sacándolos de su
bolsillo los dejó sobre la mesa con un golpe seco
que retumbó en los cuatro rincones de la casa.
Cuando la leche se calentó, la Margarita con
esmero ayudaba rápidamente a su madre a servir
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las seis tazas, mientras alrededor de la mesa los
cuatro hombres permanecen en silencio, el
Chapaqueño creía estar viviendo una escena del
far west y que Don Ortega en cualquier momento
sacaría un revolver de un escondite secreto bajo
la mesa y llenaría de plomo a Pan Casero por
atreverse a intentar cortejar a la que de seguro
debe ser su única hija, Pan Casero pensaba que la
Margarita se veía hermosísima cuando recién se
despertaba y el Cantor… El Cantor seguía
preguntándose cómo fue posible que se dejara
convencer por segunda vez por el Chapaqueño a
entrar en el mismo taxi para regresar a “este
lugar”. Entonces las dos mujeres depositaron las
tazas con la leche humeante sobre la mesa, luego
trajeron en una canasta el pan y un recipiente con
miel. El padre de Margarita comenzó a desayunar
sin dejar de mirar a Pan Casero, fue aquel
momento cuando el Cantor preguntó a Pan
Casero por la hora, el señor entonces creyó
escuchar otra cosa y le dice al Cantor que lo que
ahora están comiendo si es pan casero y que
Doña Felicia lo saca del horno bien temprano por
la mañana. El Chapaqueño empezó a reír,
mientras explicaba, no señor el Pan Casero es
esté inútil aquí presente señalando a Pan Casero,
le decimos así por..., la cara de Don Ortega
seguía inmutable. Por un motivo que mejor se lo
cuento en otra oportunidad; Don Ortega entonces
mirando a Chapaqueño le dice que con razón eso
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lo explica todo, por su tono de voz joven usted es
del Chaco, aquí en este pedazo de cielo las
serenatas son de noche y no a cualquier hora.
Nada que ver señor, interrumpe ahora el Cantor
quien señalando a su amigo le dice a Don Ortega,
él es de allá, pero lo echaron y lo adoptaron en
Tarija y comienza entonces a reír, el Chapaqueño
le interrumpe para explicar que la verdad sus
padres son de Tomayapo pero que se compraron
en los años ochenta un pequeño terrenito donde
sembraron maíz en el Chaco y que por eso el
nació en la posta de salud que queda justo a la
vera del camino que atraviesa Caiza La Vieja,
que queda más allá de Caiza Estación que a su
vez está por el camino que sale a Caiza Cruce. El
señor los escuchaba en silencio, entonces miró
fijamente a Pan Casero que temblando sostiene la
taza de leche, parecía que le quería decir algo
cuando Pan Casero respondió lo que no le
preguntaron; yo no soy de aquí soy de la frontera,
de Bermejo al otro lado queda el Chaco de Oran
y quiero decirle que desde que conocí a su hija
Margarita sentada en una banca junto a la Fuente
de los Deseos con sus negros cabellos en trenza,
vestida con una corta pollera morada y una blusa
amarilla estampada con amancayas en la noche
del jueves de comadres, me acerqué a ella y le
regalé una flor roja como sus labios y desde aquel
tiempo no he dejado de respetarla, ni de quererla
como si fuera el primer día y que por eso quiero
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decirle a usted señor que deseo ser el novio
formal de su hija y claro está, he venido para
conseguir su bendición. La Margarita estaba roja
tomate, el Chapaqueño y el Cantor ahora solo
deseaban escapar de aquella cocina, el señor se
bebió en un trago largo toda la leche caliente de
la taza sin pestañear. Después mirando a su hija
le preguntó que pensaba de todo esto. Que vá
pensar ella, dijo su madre bien clarito para que su
marido la comprenda, si los dos están
enamorados déjalos pues y mirá que vos nunca
me trajiste serenata. Que las serenata son de
noche no de día, protesta Don Ortega, para el
caso son lo mismo dice su esposa. Don Ortega
observando el brillo inusual en los ojos de su hija
la escucha decir cuánto quiere a Joaquín que así
es como se llama Pan Casero y comprendiendo la
inevitable situación hace escuchar su voz
patriarcal; antes que nada Joaquín límpiese la
cara, porque desde hace rato que se le hizo un
bigote con la leche.

¡Chala la historia Pan Casero!, dice Chicano.


Deja de decir chala, en lugar de churo porque no
puedes comprender Chicano que ya no estás en
Sucre le increpa el Chapaqueño, todos ríen al
darse cuenta que Chapaqueño cumplió con
quedarse calladito sin interrumpir la historia. En
fin, Pan Casero lo bueno es que ahora ya tienes la
bendición de su padre de la Margarita. Y sí, pero
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bueno Chicano hablar de una historia de amor no
siempre puede ser tan simple como decir leche,
para no decir líquido lácteo de color blanco que
segregan las ubres de una vaca y que… ¡Silence!
expresa de golpe la Ingrid que desde hace una
semana es la novia de Chicano y les reclama,
¿Por qué ustedes siempre quieren filosofar con
todo? La rueda de amigos ríe con la observación
de la estudiante de idiomas y se dan cuenta que
ya son más de las diez de la noche y Carlos les
recuerda… a todo esto al final que le pasó al
Cantor hace ya una semana que no lo vemos y ni
siquiera ha venido esta noche, imagínate noche
de San Juan y no hay ni el Cantor, ni el sonido de
su ¿Cómo es que le llama él?… ¡Ah! ya
recuerdo, la sonora. ¡Ups! dice preocupada la
Ingrid para luego entre risas comentar que de
seguro la Lucerito le debe haber mandado al
hospital. No que va, lo que pasa es que para
calmarla cuando regresó a su cuarto faltando
cinco minutos para las once… pero de la mañana;
el Cantor le cantó una serenata, bueno una
mañanita, bueno lo que sea y el resto es otro
cuento. Entonces Chapaqueño comenta que
Cantor está todavía por Villazón, en la casa de
los padres de la Lucerito, explicándoles que se
van a casar, claro que no creo que le cuenten que
ya llevaban viviendo con sus idas y venidas,
como tres años en el mismo cuarto y que cada
que llegaban de visita sus padres de la Lucerito,
23
ambos se las ingeniaban para que nunca los
descubrieran, pero bueno suele suceder.
Chapaqueño entonces llenando él mismo su vaso,
les dice a todos: ¡Salud por eso!, porque se nos
casa el Cantor y porque Pan Casero como si fuera
un cuento y no la vida real al final encontró el
amor junto a la Fuente de los Deseos.

Desde Caparai, invierno del año Doce.

24
Por un plato de picante
Por José Luis Claros López

Sentado a la sombra de un lapacho en flor,


tomando mate de dulce sabor, está sentado Don
Doroteo junto a su perro bien feo, pensando y
repensando porque todavía no estaba durmiendo.
En ese momento pasa por el costado del camino
un chaqueño bien ladino, acompañado del vecino
de Don Doroteo; los dos van para el rodeo.

Al ver a Doroteo meditabundo, no lo piensan ni


un segundo para buscarle charla, y así saborear el
pan casero de Doña Carla, pero Don Doroteo les
recuerda que al fondo y a la izquierda queda la
cocina y los invita a pasar para que de paso
puedan degustar un riquísimo y criollito picante
de gallina. Y con la propuesta se les hace agua la
boca, pero el Chaqueño bien ladino sospecha
porque casi es un adivino y le pregunta entonces
a Don Doroteo si Doña Carla no los va sacar con
duro chicoteo de la cocina sin probar bocado,
quedándose ambos con las ganas del picante
suculento deseado. Don Doroteo les despeja toda
duda, la Doña Carla está con la prima esa bien
bigotuda; los tres lanzan alegre carcajada y
levantando la tranquera entran con rumbo a la
morada de Doroteo, que les confiesa está con
flojera.

25
Entonces, comprenden que si quieren el picante
deberán ir a servirse; así que adelante y con
confianza, les dice Don Doroteo; pasen a llenarse
la panza, pero primero por favor tráiganme
pancito, está hecho con chicharroncito. Luego
que le traen el pan caliente, les avisa que su perro
tiene sed y si no es inconveniente podrían llenar
también su vaso y del perro su fuente, y como la
petición no es insolente, ese mismo rato la
satisfacen, pero luego descubren que en la cocina
no hay una olla de rico picante. Ahora los dos
molestos visiblemente salen a reclamar a Don
Doroteo, recordándole que no son sus peones
para que les mienta tan feo.

Don Doroteo señalando la gallina les dice ahí


está la gallina bien fina, a la olla con ella, o
prefieren marcharse sin probar el suculento sabor
del picante que hace olvidar el hambre del
hombre y hasta su propio nombre.

No dispuestos a marcharse sin probar el picante,


ellos mismos lo preparan en un instante. Cuando
ya estaba terminado, justo llega Doña Carla que
con dos escobazos los sacó de su casa sin dejarles
decir nada y como si hubiera sido a balazos.

Para qué invitas a ese par de vagos, Doroteo, le


reclama en el acto Doña Carla a su marido; y él
sin ningún rodeo sentado todavía tomando mate a
26
la sombra del lapacho le responde bien pancho,
querían un poco de agua y el agua no se
mezquina, menos al vecino de la esquina. Luego
escucha que le pregunta si ya estaba hecho el
picante.

Claro que sí, responde Don Doroteo, pero estoy


cansado, toda la mañana he trabajado, no seas
mala, tráemelo un platito de picante para
evitarme la fatiga, querida esposa y amiga.

Bien zalamero te pones, y no exagero, pero siento


el aroma del rico picante. Por nada más te
mereces que bien te trate.

27
El último duelo
Por José Luis Claros López

Esta historia concluye en el Valle de Caiza en el


invierno de 1919. Ella sostenía la cabeza de
Carlos entre sus manos mientras observó con
pena y llanto como un hilo delgado de sangre sale
por la boca del hombre que recorrió tan largo
camino para terminar así y entonces él sonríe
mientras siente la mano de Natalia que acaricia
sus mejillas con cariño.

- Quiero que escriban sobre mi tumba: "Aquí


yace el hombre que robo tú corazón". - La
voz de Carlos es casi un susurro, sus ojos se
van cerrando y al final solo oscuridad y
silencio.

Pero toda historia tiene un inicio la del amor de


Carlos por Natalia comenzó en una ciudad muy
lejana pasando las serranías del Aguaragüe
cuando el estudiaba en un internado y ella en una
escuela para señoritas regentada por las hermanas
de una congregación religiosa, esos eran los años
de niñez de Carlos cuando el acostumbraba ver
historias de vaqueros en la sala del Cine Teatro
París, fue una mañana de sol que doblando una
esquina sus caminos se encontraron. A partir de
aquel día, utilizaron distintos métodos para no

28
perder el contacto; todavía eran los tiempos de
las cartas de amor escritas a mano.

Carlos la tarde del 14 de febrero de 1919 no


esperaba recibir sin embargo la noticia de que su
amada Natalia se había marchado a una provincia
lejana ya nunca más se volverían a ver.

Esa noche Carlos dio vueltas en la cama, fuera de


los permisos que recibía para salir del internado
algunas tardes los fines de semana no tendría otra
oportunidad para poder escapar y buscar en un
lugar tan lejano a una mujer que se fue sin
despedirse.

Pero hay pasos que deben darse y cuando es por


una buena causa hasta Dios entiende los motivos,
así que Carlos con el dinero que obtiene al robar
de la sacristía de la Catedral las limosnas
realizadas por las familias más adineradas de la
ciudad con motivo del inicio de la cuaresma,
puede comprar un caballo y lo necesario para
emprender el viaje.

Pasaron varias semanas hasta que al fin Carlos


llegó al Valle de Caiza y encontró la hacienda de
la familia Ramírez. Después de conseguir raptarla
comprende que será largo el camino para escapar
no solo de los padres de Natalia sino también de

29
Pedro Contreras el hombre 20 años mayor con el
cual ella debe casarse.

Las nubes en la noche fueron sus cómplices y la


luna fue guiando su escapatoria, hasta que una
tarde inevitablemente fueron alcanzados por una
partida de jinetes dirigidos por Pedro Contreras,
son demasiados para que Carlos pueda impedirles
que le arrebaten de sus manos a la mujer más
importante de su vida, entonces desafió a Pedro a
jugarse la vida por ella. Ambos se miran
fijamente, un silencio de aterrados y dos miradas
frías como puñales que se atraviesan en la
distancia. El sonido como un estallido de las
descargas de los revólveres euskaro 1890 se llegó
a escuchar en todo el Valle de Caiza.

Pedro Contreras cae de rodillas sobre sí mismo


sin decir más palabras se va muriendo. Sus
jinetes dejan en libertad a Natalia que corre y
rodea con sus brazos a Carlos que la besa
tiernamente la boca mientras comienza a
desfallecer en sus brazos.

Entonces, él abrió sus ojos y ve la televisión


encendida con una película de vaqueros busca su
celular que sonaba insistentemente y contestando
la llamada confiesa que había tenido el más
extraño de los sueños.

30
La Princesa, el Mago y la Bandida
Por José Luis Claros López

Debo confesarte que, desde que mi pensamiento


ha cambiado, ya no existen para mí palabras
ambiguas ni dichos: cada palabra tiene decenas,
centenares de significados. Y ahí empieza lo que
temes… La magia. Lo había escrito Hermann
Hesse dentro de su cuento "Dentro y Fuera";
decido recordártelo porque soy un tipo
complicadamente aburrido que justo recordaba
ese fragmento cuando intentaba ser yo quien
consiguiera robarte una sonrisa.

Lo que recuerdo era que la luna grande iluminaba


el cielo sin nubes, hasta que comenzó a soplar un
viento premonitorio de la pronta llegada de una
lluvia de noviembre y al no existir más testigos,
la plaza se quedo en un cómplice silencio
absoluto.

Recuerdas Princesa que a las once de la noche, te


dije que yo era un Mago y tú ni siquiera reíste
con la ocurrencia. Pero decidiste hacerme caso
cuando te pedí que cerraras los ojos y mientras
murmuraba unas palabras ininteligibles;
arruinaste todo el encantamiento al abrir tus ojos
y muy molesta dijiste que los magos no existen.

31
Lo recuerdo, ese fue otro momento de silencio
absoluto, la lluvia se acercaba y todavía no
sonreía.

Pero todavía recuerdas que justo en ese instante


con su andar vagabundo, sucia y desaliñada, se
fue acercando sigilosamente aquella perrita. Con
su mirar tierno consiguió lo que yo no había
conseguido. El robarte no solo una sino también
muchas sonrisas.

Y tú para hacerme sonreír hasta intentabas ser un


mago... Te quedaste mirando consternado la
escena. Y fue cuando sacabas tú pañuelo que sin
querer quedaste al descubierto porque todos los
caramelos que utilizabas en tus trucos, quedaron
regados por el suelo.

Lo recuerdo Princesa; eran los caramelos de


frutilla que sacaba de atrás de tú oreja. También
recuerdo que tú sentiste tanta pena de aquellos
ojos de hambre con los cuales te miraba el triste
animalito, y le ofreciste un poco de comida pero
sobre todo caricias de afecto.

Y entonces llego la lluvia, nos fuimos


rápidamente intentamos que la perrita que
bautizaste como la bandida nos siguiera pero se
fue con rumbo a otra dirección.

32
Princesa lo más difícil era conseguir que se
dibuje una sonrisa sincera en tus labios, sé que
me contaste que pocos hombres podían conseguir
ese efecto. Por eso bautice como “la bandida” esa
noche de noviembre a la perrita del camino que
se acerco a nosotros en la plaza y te robo tantas
sonrisas.

Y para que me confiesas todo eso justo ahora.


Habíamos quedado que ya no recordaríamos nada
de aquellos momentos.

Te los confieso porque anoche, salí a buscar a "la


bandida" y la busque por todas las calles de
Yacuiba, pero no la puedo encontrar. Es como si
te la hubieras llevado con tú partida. O como si tú
y "la bandida" nunca hubieran existido, si tú no
eres un sueño respóndeme para saber si "la
bandida" está contigo...

La respuesta jamás llegó. La conexión a internet


se había cortado.

33
El Mago y su sombrero
Por José Luis Claros López

Un mago con un sombrero enorme, caminaba en


medio de la oscuridad de un bosque buscando el
camino a un lugar donde sabe que aun existe la
magia.

Al llegar a ese lugar, después de transformar un


dragón en un caballo volador y de vencer al
guardián, descubre que la magia ya no existe;
porque la hechicera se aburrió de tanto esperar un
Príncipe Azul que venciera al dragón y al
guardián. Es así que a la hechicera el Mago la
encontró profundamente dormida.

Entonces el Mago comenzó a sacar muchas cosas


de su sombrero, hasta que encontró una armónica
y comenzó a tocarla; primero se despertaron las
flores, después los pájaros y por último la
hechicera abrió sus ojos y al ver al mago sin
armadura se quedo triste pero entonces, el mago
le dice que llegó hasta ese lugar buscando vivir
donde la magia exista y la encontró dormida;
pero como la Hechicera había despertado la
magia en ese lugar de nuevo existía y el mago
saco de su sombrero una flor y un hacedor de
burbujas y mientras la hechicera toma con sus
manos la flor que le ofrece el mago, se dibuja una
34
sonrisa en su rostro porque comienza a ver un
montón de burbujas en forma de corazón.

Primavera del año Once.

35
Cuando el niño conoció al mendigo
Por José Luis Claros López

Tiempo después el conejo transformado en niño


caminaba por un sendero, flanqueado por arboles
gigantes, escuchando los sonidos del monte y del
viento entre las hojas de los arboles junto con el
cantar alegre de las aves; contemplando de rato
en rato el color de las flores amarillas a la vera
del camino, hasta que de pronto notó la presencia
de un hombre que vestía ropas raídas que el
tiempo había desgastado, allí lo vio, sentado
sobre una roca cansado y con mirar muy triste.
Era un solitario mendigo. El niño podía ver más
allá de sus harapos, más allá de su rostro cansado
y de sus ojos tristes por ese motivo se acercó a él
para saludarlo cortésmente, después le preguntó
algunas cosas simples. El mendigo algo
sorprendido por la locuacidad de su interlocutor,
trató de evadir sus preguntas y le sugirió que
siguiera el camino para que pueda llegar pronto a
destino.

En ese instante el niño recordó a su amigo, el


mago y se le ocurrió regalarle una sonrisa al
mendigo antes de proseguir su caminata. El niño
entonces acercándose, le mostro sus manos y
después en un rápido movimiento hizo aparecer
un puñado de caramelos, los ojos tristes del
mendigo se alegraron y con gran entusiasmo
36
repasó mentalmente bellos momentos vividos
recordó aquellos años cuando poseía tantas
riquezas, que solamente prefería divertirse y vivir
el momento a pensar en el futuro; ahora era un
pobre vagabundo sin nada en este mundo. Así
que agradeció recibir ese dulce regalo y le dijo al
niño que los caramelos son como las ilusiones,
endulzan la vida por un momento, pero luego
todo vuelve a ser como antes. El niño escuchó
como en un sueño mágico, la voz del mago en el
viento y se animó a hacer eco de su mensaje;
repitió sus palabras, compartiéndolas para que
pueda conocerlas también el mendigo. Y le dijo:
“El mundo está en realidad construido de sueños,
su mirada esta triste, pero es porque no quiere ver
las cosas bellas que le rodean, su rostro está
cansado, pero es porque no se da cuenta que
todavía puede volver a levantarse y seguir
caminando hasta llegar a donde usted quiera
llegar.”

El mendigo con el rostro cansado y los ojos


tristes, escuchaba atento y atónito al niño luego
como despertando ambos de un sueño,
simplemente se miraron por última vez y se
despidieron El niño siguió su camino, el mendigo
se olvido de su cansancio para poder ponerse de
pie y mirando el sol, sus ojos brillaron.

Último sábado del año doce.


37
Al pie de la serranía del Aguaragüe
Por José Luis Claros López

Mientras el sol comienza a morir aquel veintisiete


de marzo del año 76 el Padre Oliverio
nuevamente se encuentra en el viejo camino
tantas veces recorrido rumbo a Sanandita,
entonces sucedió el primer incidente se escuchó
el sonido fuerte del motor de su vieja motocicleta
que acababa de averiarse y desde aquel momento
el Padre Oliverio comprendió que tendría
necesariamente que continuar a pie y acomodó a
su fiel y moderno rocinante a un costado de la
brecha para luego continuar a pie el resto del
camino.

A las diez de la noche Juan Carlos Gareca salió


de su habitación al escuchar el sonido de una voz
proveniente del exterior pidiendo auxilio. La
mujer que se encontraba casi de rodillas tenía el
cuerpo y la ropa cubierta de sangre, había sido
atacada y sobrevivió de milagro por un extraño
ser que luego escapo al monte.

Al día siguiente Juan Carlos Gareca y otros


vecinos de Sanandita acompañaron a la mujer de
nombre Clara Isabel al lugar donde ella fue
atacada y encontraron solamente los restos de su
esposo desparramados sobre el suelo y a pocos
metros un sombrero gastado de fieltro negro y
38
enorme. Desde aquel atardecer todos los vecinos
de Sanandita se refugiaban en sus hogares
trancando puertas y ventanas incluso antes que el
sol se oculte en el horizonte.

Clara Isabel desapareció tres días después de


forma misteriosa.

A orillas del río Copiasuti existen todavía hoy


algunos ancianos que de noche cuentan la historia
sobre la desaparición de Clara Isabel. Pero sin
embargo en Sanandita ya nadie lo recuerda
porque ya ha pasado mucho tiempo.

Entonces, sucedió el siguiente incidente a las


siete de la noche del día de la desaparición de
Clara Isabel un grupo de pobladores salieran al
monte a buscar respuestas. Era la noche del
Veinticuatro de marzo del año 76.

Él los observa llegar en medio del monte,


reconoce la luz de sus linternas y de una vieja
lámpara a queroseno de fabricación argentina
modelo 1947 y su primer reacción es subir
apresuradamente un árbol desde donde observa
con facilidad al grupo de personas que se
adentran en la oscuridad del monte. Los observa
y calcula el momento oportuno para proceder y
luego simplemente se arroja en el aire desde la
altura donde se encontraba vigilante. Nadie
39
escucharía los gritos de auxilio de aquellos
desafortunados.

Juan Carlos Gareca y el resto de los vecinos de


Sanandita entonces tuvieron miedo al monte, a la
oscuridad y a todo lo extraño que sucediera
durante el día y durante la noche, también
comenzaron a creer en todas las viejas historias
que se escuchaban en el chaco desde mucho antes
que los primeros colonos cruzaran al margen
oriental de las orillas del río Itau. Desde esa
noche de la desaparición de Clara Isabel todos en
Sanandita pensaron por un momento que algún
engendro salido de lo profundo del infierno había
subido por algún orificio de la tierra de esos
muchos que existían en la zona y que habían
dejado de ser simples mudos testigos de lo que
alguna vez fue la explotación petrolera. Incluso
decían haber visto junto al cadáver del esposo de
Clara Isabel un liquido similar al petróleo que
consideraron la sangre negra del engendró. El
veinticinco de marzo de 1976 Juan Carlos Gareca
se armara de valor y saldrá al monte sin nada más
que un crucifijo de madera de quebracho y un
viejo revolver única herencia que le dejo su tío
Ernesto luego de combatir durante trece meses y
catorce días en las arenas del chaco hasta caer
prisionero en el desastre de Picuiba.

40
Al día siguiente enviaron por el Padre Oliverio
para oficiar una misa por el descanso de las almas
de los pobladores de Sanandita que habían
fallecido en tan extraños sucesos. A las dos y
treinta y cinco minutos exactos de la tarde de
aquel Veintiséis de Marzo de 1976 Juan Carlos
Gareca ingreso triunfal por la calle principal de la
población de Sanandita y llevaba consigo la
cabeza de Clara Isabel entonces narro como
encontró en medio del monte primero el cuerpo
de la mujer decapitada y sin manos como si se
tratase de una guitarra mucho tiempo después en
un mural sobre la Plaza Manuel Rodríguez
Magariños se verá el cuerpo de Clara Isabel
aunque eso nadie lo sabe. Luego Juan Carlos
Gareca guío a casi todos los pobladores de
Sanandita al lugar exacto en donde se encontraba
el cuerpo de Clara Isabel a pocos metros un
hombre pequeño de orejas grandes yacía frío e
inerte. Juan Carlos Gareca narro que antes de
matarlo de un balazo en la cabeza ese hombre
confesó los crímenes cometidos en contra de las
personas que según el asesino porque no eran
más que ladrones que estaban saqueando la
sangre de la tierra y que debía matarlos para
salvarse de la maldición que le fue impuesta por
haber participado en la construcción del primer
pozo.

41
La noche del veintisiete de marzo del año 76 el
Padre Oliverio llegó a Sanandita caminando y al
día siguiente oficio una misa. Con el paso del
tiempo nadie volvería a recordar está historia
hasta el momento en que el viejo Juan Carlos
Gareca una tarde muchos años después vio aquel
mural y recordó el cuerpo de Clara Isabel y
también recordó como hizo justicia con sus
propias manos matando al pobre desquiciado que
según cuentan todavía algunos de los pobladores
que habitan al pie de la Serranía Aguaragüe y las
orillas del río Copiasuti resucitó porque estaba
maldito y luego se fue a vivir a lo profundo de la
serranía muy cerca de un lugar donde una
gigantesca piedra negra marca el inicio de una
nueva brecha.

42
La casa de los niños solos
Por José Luis Claros López

Tres días después del Domingo de Resurrección


luego de confesarse y comulgar al medio día, por
la tarde ella simplemente se fue sin decir adiós,
no se despidió de nadie para evitar preguntas que
no quiere responder como por ejemplo cuando
piensa retornar, simplemente vendió todas las
cosas que todavía existían en la casa con el
dinero reunido compro un pasaje con destino a
Camiri y se subió al tren que sigue la ruta
paralela a la carretera Yacuiba – Santa Cruz.

Así de aquella manera ella se fue para Camiri


mientras sus hijos dormían por hambre la siesta
de la tarde, los abandona en Yacuiba y ya nunca
más volvió.

Así de aquella manera sus tres hijos se quedaron


en la vieja casa donde aprendieron a caminar, sin
más pertenencias que la cama en donde dormían,
sin pan pero con techo y con la necesidad ahora
de aprender a trabajar.

Mientras en el horizonte un sol de Domingo de


Resurrección se ocultaba, los niños se
despertaron y comprendieron que ahora estaban
solos.

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Durante un tiempo todas las mañanas caminaban
juntos a la escuela y cuando sus respectivos
profesores preguntaban por su madre siempre
decían que ahora estaba de viaje pero que
volvería, cuando la campana del colegio les decía
que ya era la salida y el reloj marcaba el medio
día los tres niños regresaban caminando con sus
zapatos gastados a la casa sin mesas y sin sillas
porque su madre las vendió para comprar su
pasaje y solamente les queda el sentarse los tres
en el piso frío y vacío del cuarto que también es
su dormitorio para comer de un mismo plato la
poca comida que con cariño una mujer pobre que
vive en la casa de a lado con un marido
alcohólico y con siete hijos les comparte sin
decírselo a su marido por el temor a ser golpeada,
por las tardes los niños salían a jugar con
juguetes imaginarios como una manera feliz de
construir un mundo en medio del abandono pero
luego llega la noche, la soledad, el frío y de
aquella manera los tres niños comparten la misma
cama y se cubren solo con una toalla, mientras
por encima del techo que tiene varios agujeros
por donde caen gotas de agua durante la
temporada de lluvias para ellos el cielo
permanece cubierto de nubes sin estrellas fugases
a las cuales pedir un deseo.

Paso el tiempo sin miramiento y los niños


abandonaron la escuela porque sus maestros los
44
expulsaban siempre por no tener el uniforme o
los útiles que les pedían y se hicieron grandes
aprendiendo a trabajar en variados oficios, al
mismo tiempo que las paredes de la vieja casa se
fueron rajando por la humedad que siguió a
muchas tormentas.

Paso el tiempo y de a poco primero con una mesa


y tres sillas, luego con otras cosas también la casa
nuevamente se fue llenando. Un Domingo de
Resurrección muchos años después los tres niños
ahora ya grandes consiguieron el dinero
suficiente para poder reparar las paredes de la
casa vieja.

La pobre mujer que vivía en la casa de al lado y


les compartía todos los medios días durante
muchos años la poca comida que tenia para su
propia familia un día la internaron en el hospital
por una golpiza que su marido en su borrachera le
había propinado. Los tres niños ahora grandes el
día mismo que se enteraron fueron a visitarla y el
médico les dijo que la mujer estaba muy mal que
moriría. Ellos se pusieron muy tristes y la
acompañaron hasta el último momento y ella les
dice que se los agradecía porque ninguno de sus
siete hijos se acordó de ella aunque los mandaron
a llamar sin embargo ella les confiesa que no se
moría triste porque la vida sea así en su instante
final le enseñaba que si se hacían buenas
45
acciones la vida regresaba esas buenas acciones
por eso la vida le permitía no morir sola y
abandonada sino acompañada de los tres niños
ahora grandes que un día se despertaron y
descubrieron sin explicaciones lo que significaba
la soledad. Dos noches después cuando ya
falleció los tres niños ahora grandes pagaron la
cuenta del hospital y también los gastos del
entierro.

Sin embargo, la tarde del día del entierro de la


pobre mujer que vivía en la casa de a lado,
sucedió que a su puerta llego una mujer anciana
diciéndoles que era su madre y los tres niños
ahora grandes escucharon como aquella mujer
anciana les pide que no la odien y que la dejen
vivir sus últimos años en esa casa. Los tres niños
ahora grandes por un momento se alejan de la
puerta mientras la mujer permanece de pie sin
atreverse a entrar y luego de conversar sin
levantar mucho la voz, toman una decisión y se
acercan nuevamente a ella y le dicen que
justamente esa misma mañana habían enterrado a
una mujer que con simples palabras y acciones
les había enseñado que a pesar de todo se debía
ser bueno y no devolver mal por mal y la mujer
anciana que decía ser su madre comenzó a llorar
y cuando ellos quisieron ayudarla para que
pudiera entrar a la casa para su asombro ella
comenzó a hacerse transparente como una figura
46
etérea y antes de desvanecerse del todo les dice
que ya ella se había muerto muchos años antes y
que desde aquel tiempo no podía dormir por las
noches o en el día porque la pesaba penando por
el mundo hasta que se atrevió a recordar el
camino para volver a la misma casa donde una
tarde del Domingo de Resurrección de muchos
años antes abandono a tres niños que ahora eran
grandes y que ahora gracias a ellos ya ella podía
descansar en paz porque había comprendido que
no todas las historias son iguales y luego se
desvaneció en el aire.

Los tres niños se hicieron grandes y con el


tiempo a cada uno le llego su hora y se fueron
para siempre de nuestro mundo sin jamás hacerle
mal a nadie. Ahora cuando alguien pasa por esa
calle y pregunta a cualquier vecino quien es el
dueño de aquella casa siempre escucha la misma
respuesta que aquella es la casa de los niños solos
que no aprendieron a odiar.

47
Historia de un esclavo y de un poeta
Por José Luis Claros López

El esclavo le dice al poeta que quiere que le


enseñe a vivir. El poeta le responde al esclavo
con una pregunta: ¿Acaso no querías morir?

El esclavo se queda callado, en el reloj de la


computadora ya casi son las 12. El poeta le dice
al esclavo: nadie puede enseñar ese tipo de cosas,
simplemente se aprende a vivir.

El esclavo se queda callado, en el reloj de la


computadora ya son las 12. El poeta sigue
escribiendo y el esclavo se sigue muriendo.
Luego de repente, el esclavo pregunta al poeta:
¿Vos como aprendiste a vivir? Y entonces el
poeta le responde al esclavo diciéndole lo
importante primero es aprender a sentir amor.

El esclavo le dice al poeta: Pero dicen que sufrir


por amor es peor que morirse. El poeta entonces
le dice al esclavo: Eso es mentira.

El esclavo en ese momento comprende que debe


atreverse a vivir sin el temor que produce la duda
a equivocarse y en su cara se dibuja una sonrisa
de felicidad que no había sentido en muchos
años.

48
El poeta no lo puede ver, pero también siente una
paz y felicidad interior en el reloj de la
computadora ya no son las 12.

El poeta nunca más volverá a saber del esclavo,


porque el esclavo dio el primer paso y es libre
con la libertad que produce una felicidad que lo
llevará a recorrer los caminos de la vida hasta
encontrar y aprender a sentir amor y solo
entonces el esclavo comprenderá que sufrir por
amor no era peor que morirse y que a pesar de
todo la vida es bella.

49
El pirata del Pilcomayo
Por José Luis Claros López

[...] Y si caigo, / ¿qué es la vida? / Por perdida /


ya la di, / cuando el yugo / del esclavo, / como un
bravo, / sacudí. [...] Fragmento de “La Canción
del pirata” de José de Espronceda, publicado por
primera vez en 1835 en la revista española: El
Artista.

Era otro tiempo, era otra la historia... el Profesor


sin mucha gloria enseñaba sin importar ningún
contratiempo, sobre las cosas y su significado en
una pizarra gastada por el tiempo pasado, esos
fueron los días cuando el Anselmo, que después
robaría por primera vez en el Alto Palermo
conoció en viejos libros de páginas amarillas de
las historias verdaderas y otras llenas de
mentiras, de piratas como Baba Aruj y sus viajes
sin fin; de Alonso de Contreras, El Olonés y de
Juan Florin. El tema de los piratas un gran interés
le producía, de otras cosas nada sabía. Y hasta la
Isla del Tesoro había leído, pero sabía que no
todo era cuento y por eso lo había creído; sobre
todo durante aquellos años atesoraba los
poquísimos comics de Sandokan que llegaban
hasta sus manos, aunque no tuviera en la boca un
pedazo de pan.

50
Pero la edad de la inocencia no dura toda la vida
y Anselmo se volvió un experto suicida en la
pelea de cuchillos su arma preferida y con la cual
también le causaron más de una herida.

Tiempo después de cumplir los 33 años un 21 de


agosto, la Policía de la provincia de Buenos Aires
con mucho costo atrapó al Anselmo junto con sus
otros colegas, que la piratería del asfalto tenían
por pegas “cada uno tenía un rol bien definido en
la banda pero este Anselmo los manda y
asaltaban, muchas veces con gorra de la policía, a
todo tipo de transporte de mercadería pero
cometieron errores dejando un rastro y los
descubrieron cuando robaban el camión de Juan
Castro” luego del incidente paso algunos años de
“vacaciones” a la fuerza. Cuando sus vacaciones
terminaron, sin mucha pereza Anselmo que
también era conocido más por la chapa de
“pirata” porque desde los 18 años estaba tuerto;
se levanta el día de su liberación convencido que
ya era buen momento para dar giro a su vida
dejando su lugar de nacimiento, cambió su lugar
de trabajo, dirigiendo sus pasos hacia el norte,
cruzó la frontera sin ninguna precaución
caminando tranquilamente sin que ningún
Gendarme impaciente le pidiera su identificación
y ni siquiera le miraban con cara de policía, ahora
el Pirata Anselmo estaba en Bolivia.

51
No tardo en decidirse a continuar con su antigua
forma de vida suicida y escogió a los
contrabandistas que pasaban su mercadería desde
el Paraguay en la zona del Pilcomayo como sus
nuevas víctimas a las que les quitaría su alegría.
Formar otra banda no fue difícil, el río Pilcomayo
se moría y muchas gentes de las proximidades,
que vivieron del río durante generaciones ahora
no tenían ya ni que comer, ni agua potable para
beber. El hambre, siempre produce desesperación
y la pobre gente sufría.

El pirata Anselmo, saco partido de la situación.


Muchas fueron sus víctimas a partir de la
ocasión, realmente no podía quejarse había
encontrado una tierra donde la ley del más fuerte
se imponía y donde la justicia era solo un
recuerdo distante.

Y así Anselmo vivió por un tiempo, siendo


conocido como el pirata del Pilcomayo; hasta ese
día… Ese día cuando la vida de Anselmo
nuevamente un giro daría.

Anselmo sin sentimientos ni remordimientos, se


fue acercando hasta el río contemplando con
hastío el atardecer en el horizonte, solo le
acompañaba el sonido tranquilo del monte y al
ver su rostro reflejado en el agua recordó también

52
esos años sin tregua, cuando los milicos hacían lo
que querían y una cosa llevó a la otra.

Pero al ver reflejada en el agua del río las


cicatrices de su rostro, comprendió que ya habían
pasado más de un lustro desde la tarde de su
primera fechoría, pero el sonido de unos pasos
terminó bruscamente con sus meditaciones.

El pirata Anselmo, permitió que se acercase más


el sonido y entonces se volteó bruscamente como
en un salto de una fiera del monte, ahora blandía
su cuchillo a un niño sucio, vestido en harapos,
que lo miraba con curiosidad y sin prejuicio. Le
grita que se largue, pero el niño no hace caso,
pero cuando él intentó aproximarse, sucedió algo
extraño el niño había desaparecido por encanto.

A partir de entonces durante cada día, Anselmo


era víctima de su compañía porque se le apareció
en distintos lugares y horas produciéndole
profundo malestares por la forma con la cual esos
ojos le miraban con curiosidad. Lo estaba
enloqueciendo, pues Anselmo le hablaba y no le
respondía, con el paso de los días; más de uno en
su banda notaría que su líder estaba cambiando
en su temperamento, sus ojos revelaban algún
tipo de malestar o de sufrimiento.

53
Una madrugada, mientras en una hamaca colgada
de unos árboles dormía, sintió como que aquel
niño lo miraba en la oscuridad y se despertó
asustado abriendo los ojos con cobardía. La
sensación tenía su razón, el niño de verdad estaba
en la oscuridad mirándole con sus ojos de
curiosidad. Como tantas otras veces el Pirata
Anselmo le preguntó por su nombre. El niño
ahora sí respondió y le dijo que quería ser como
él para no sufrir en la vida por el hambre, hambre
de agua y de comida. Luego el niño se fue,
desapareció otra vez. Como desaparecen los
recuerdos de un sueño malo.

Así pasaron los años. Anselmo ahora un anciano


de nuevo cayó preso. Y en la cárcel encontró al
pequeño niño ahora ya un hombre grande; ambos
se reconocieron al instante. Anselmo esa noche
no conseguía dormir, porque sentía una pena
inmensa y se arrepintió de todo lo malo que había
hecho en su vida, fue como si se le hubiera
movido a sus 45 años algo en su corazón y sintió
paz. Entonces… Anselmo el Pirata del
Pilcomayo, al fin pudo descansar.

54
¿Cuántas veces?
Por José Luis Claros López

- ¿Cuántas veces Usted empezará de nuevo


con esta historia?

Caminando, él llegó a la dirección que estaba


anotada en un pedazo de papel donde catorce días
antes su amigo escribió a toda prisa para poder
abordar a tiempo la flota que se desplazaba
lentamente en dirección a la salida de la terminal.

La dirección era la correcta y ambos se


encontraron, sin embargo antes de llegar a este
instante se sucedieron varios momentos pero que
no vale la pena que sean contados.

- Usted es de los que sigue luchando -


escucha él que ella le dice.

- Si así es - respondió él.

Entonces ella le preguntó, cuantas veces estaba


dispuesto empezar de nuevo con esta historia y él
respondió: Las veces que sea necesario.

Diciembre año diez.

55
ANTOLOGÍA DE CUENTOS
56
El Pirata del Pilcomayo
Por José Luis Claros López

57
Dedico este libro, al escritor Yacuibeño: José Luis Padilla
Porque su verso y su prosa valiente, se atreve a contar
los sentimientos que otros mortales prefieren callar.

58
ANTES DE COMENZAR A LEER ESTOS CUENTOS...

Es bueno recordar, que con este pequeño libro de cuentos


titulado: “El Pirata del Pilcomayo” ya van tres libros que
consigo publicar y como resultado de tan simple acto
montones de palabras consiguieron llegar vaya saber hasta
dónde. Quizás por eso desde distintos lugares a veces me
preguntan… porque decidí escribir desde Yacuiba. Es por
una sencilla razón que ahora explicó en versos…

Siento nostalgia estando en las alturas


Veo demasiados carteles y todos los letreros
Que a la vereda de la ruta dicen llegaste a otro lugar
Pero ninguno de esos lugares es mi hogar;
Mi corazón conversa con mi alma,
Sobrevivo el invierno a las orillas del lago
recordando el calor del pago
Sobrevivo el verano en la ciudad grande
Recordando aquel lugar cruzando el Aguaragüe
donde el silencio todavía existe
Solo es necesario un momento,
Como en una historia de primer amor
El recuerdo del chaco me tiene agarrado.

Los anteriores versos corresponden al poema: “El Recuerdo


del Chaco me tiene Agarrado”, escrito por José Luis Claros
López.

Yacuiba, primavera del año Trece.

59
INDICE
PÁGINA

La Batalla 1
Desolación 3
Pan Casero y una taza de leche caliente 8
Por un plato de picante 25
El último duelo 28
La Princesa, el Mago y la Bandida 31
El Mago y su sombrero 34
Cuando el niño conoció al mendigo 36
Al pie de la serranía del Aguaragüe 38
La casa de los niños solos 43
Historia de un esclavo y de un poeta 48
El Pirata del Pilcomayo 50
¿Cuántas veces? 55

60
Este libro se terminó de imprimir
En Yacuiba, Bolivia el 21 de septiembre de 2013
En la Editorial e Imprenta del
Proyecto Cultural NEMBOATI
Con el Apoyo del
Centro de Estudios para el
Desarrollo Alternativo y Democrático
CEDAD

Diseño Gráfico de Portada


Cortesía Luis Castellanos F.

61
INDICE
PÁGINA

La Batalla……………............................... 1
Desolación……………………………….. 3
Pan Casero y una taza de leche caliente…. 8
Por un plato de picante…………………... 25
El último duelo…………………………... 28
La Princesa, el Mago y la Bandida………. 31
El Mago y su sombrero………………….. 34
Cuando el niño conoció al mendigo……... 36
Al pie de la serranía del Aguaragüe……... 38
La casa de los niños solos……………….. 43
Historia de un esclavo y de un poeta…….. 48
El Pirata del Pilcomayo………………….. 50
¿Cuántas veces?.......................................... 54
Este libro se terminó de imprimir
En Yacuiba, Bolivia el 21 de septiembre de 2013
En la Editorial e Imprenta del
Proyecto Cultural NEMBOATI
Con el Apoyo del
Centro de Estudios para el
Desarrollo Alternativo y Democrático
CEDAD

Diseño Gráfico de Portada


Cortesía Luis Castellanos F.

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