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Cuando Solo éramos lo

que éramos
Adriana Meléndez Bagué
Para Kelvin Rafael
CAPITULO UNO

Para bailar tango, se necesitan dos

-No, sencillamente, no. De aquí vos no se va. Le costó mucho


llegar, ahora le costará más el marcharse. No, no quiero que vos se vaya.
No es un ruego, no es una orden, es el deber de vos y tenes doscientas y
una razones para quedarte.- Lloro, sufro y callo. No es posible que esto
suceda.
(Seis años antes)

-Felicito a vos, espero que esa sea finalmente la mujer de la vida de


sos y que ella, lo haga feliz. Disculpáme por quererte haber enganchado
con aquella mujer. No sé lo que yo estaba pensando. Sólo le digo que
con ésta mujer, tenes que tener mucho cuidado. Vos sabe que aquí hay
gato encerrado. Vosotros todavía somos jóvenes, no hay que
apresurarnos. A su tiempo maduran las brevas.- y suspiré. Sabía que
algo me decía que yo no estaba siendo muy sincera no conmigo misma.
Y como siempre Rafael lo notó.
-Isabela, Isabelita, Bela. ¿Vos creé que yo le comeré el cuento? Yo
sé lo que yo hago. Además, yo la estoy conociendo y ella me agrada
mucho. Yo quiero que... ¡Ay! Si ya me tengo que ir, me está esperando-
abrió sus ojos verdosos, sonrió y fijó su mirada al suelo.
-¿Vos piensa dejarme aquí sola? ¿Y nuestra práctica del tango? No
hemos terminado ni un tango bien-le di la mirada más fija que pude dar
y usualmente era convincente.
-Eso, ya se me había olvidado; pero Maité espera.- Y se volteó.
-Acábate de ir de una buena vez. Sólo le digo a vos que uno no
cambia lo que ya tiene comprado, por algo que esta separando.-Le dije.
-¿Vos a que se refiere?
- Más vale pájaro en mano, que cien volando.
-Isabela, no la entiendo. ¿Vos no me lo decís claramente? Che, ya
me tengo que ir. ¿Isabela?- Antes de que el mismo Rafael me dijera algo
más, me marché dejándolo con las palabras en la boca.

Ese sólo fue el comienzo de un cambio en la tierna pero sólida


amistad de nosotros. Yo recuerdo cuando sólo éramos lo que éramos y
existen unas 201 razones para recordarlas. Todo al principio era una
amistad tan inocente. Rafael y yo nos conocimos cerca de las cataratas
de Iguazú, en una salida que habían organizado las personas que trabajan
con mi padre. No consideré el viaje muy largo desde Buenos Aires. Yo
recién acababa de llegar de Alaska, un lugar muy distinto; ubicado en los
Estados Unidos de América, donde nací y me crié. Seis meses de sol y
seis meses de luna, pero era lo que yo conocía. Otro idioma, otra cultura.
Siempre me he distinguido de los demás precisamente por tener
una cultura muy diversa y distinta de todos los que me rodean. Mi padre,
el cuarto hijo de sietes hijos, alto, de tez clara, cabello marrón y ojos
oscuros. Amante al fútbol, igual que yo. Mi padre es Argentino, pura
descendencia italiana al igual que mis abuelos, Grimalda y Mario. Mi
madre era de los estados unidos, pero su padre “Papá Monté” era
uruguayo y abuela “Ana” era Puertorriqueña, y abuela Ana sí que tenía
una mezcla de españoles, africanos y hasta indígenas. Madre era la
menor de cuatro hijos y era de tez más oscura, pero de pelo castaño claro
y ondulado. Sus ojos color miel, ella siempre hermosa. Así que con una
gran mezcla, salí algo extraña. Alta, siempre alta para mi edad, lo heredé
de mi padre. Mi tez clara rojiza, pero mis ojos eran parecidos a los de
mi madre pero en un tono más rojizo. Mi cabello marrón bien rizado, eso
lo heredé de abuela Ana. Pero al mudarme a la Argentina, decidí
tintarme el cabello color rojo y abuela Grimalda me lo consintió. Mis
padres por poco se mueren de un ataque, pero se acostumbraron y ya me
conocen como la pelirroja. Mis hermanos eran extraños. El mayor, era
puro padre y la menor, pura “Papá Monté” aunque así de extraño suene.
Cuando llegué a Buenos Aires a la edad de 12, mi castellano no era el
mejor. Tenía miles de confusiones y andaba perdida, no muy contenta.
En las cataratas de Iguazú, quedé impresionada. Mi cultura argentina me
llamaba por la sangre. El tango, un espectáculo hermoso y con mucha
pasión que lo bailan los bailarines, eh. Aunque abuelo Mario me
enseñaba bailar el tango cada vez que nos visitaba y yo lo practicaba de
vez en cuando con papá, el verlo en Argentina, era un arte mayor. Las
calles, de Buenos Aires, tan misteriosas que se ven y que te llenan de
curiosidad. Y ese acento tan único, que podes escuchar a la gente hablar
por horas. Ese acento tan pronunciado, ya se había comenzado a perder
en la familia. Sólo escuchaba esa manera de hablar de parte de papá, en
especial cuando se enojaba.

Como una turista que parecía, todo en Argentina me fascinaba.


Con mi pequeña cámara retrataba todo lo que veía. Las cataratas, las
aves, los animalitos, papá y mamá. Las locuras de mis hermanos las
también retrataba y hasta retrate a personas desconocidas.
En medio de la salida a la catarata de Iguazú, se encontraba un
jovencito a mi lado, de tez clara, alto, grueso y con ojos verdosos, puro
italiano diría yo y me parecía algo raro. Molestaba a su hermana, le
hacía maldades y la chiquitina intentaba defenderse en vano. Les tomé
fotos a ellos también. De tanto caminar, retratar y pensar en comidas
durante el viaje, me dió sed y le pedí a mamá jugo de china. El italianito
se rió de mí en una manera burlona y chillona.

-¿Jugo de china? ¿Vos queres un jugo de china? Yo no sabía que existía


un jugo para las chinas y otros para nosotros los hombres-dijo con una
voz de nena y me daba gracia que se dijera hombre.
-¿Hombre? ¿Vos te llamás un hombre? – antes de que yo
continuara, mamá interrumpió.
-Ella le dice china a la naranja, es que su abuela, que es de Puerto
Rico, la acostumbró a decirle así-mamá habló con una paciencia como
era de costumbre tenerla conmigo, mis hermanos y papá.
-¿China a un jugo?-dijo el italianito con una cara sorprendida.
- A buen entendedor, pocas palabras bastan-le dijo su hermanita a
él con el propósito de hacerlo quedar mal.
- A palabras necias, oídos sordos-le replicó para atrás.
-Chitrulo-le replicó su hermanita.
-Bueno tranquilos pibes, ya saben lo que la china se refiere en
Puerto Rico-mi madre les dijo.
-Vez, yo le dije a vos que era mejor que trajéramos a los mocosos
más temprano, y no lo acostumbráramos con la madre de sos. Ahora
mirá todo el reguerote de palabras que dicen-mi padre le dijo a mi
madre, pero ella por más que quiso resistirse, no se quedó callada.
-Marcos, vos no empieces, estamos disfrutando de la salida. Al fin
y al cabo ya estamos en donde vos es feliz. Vos compró una casa,
cambió los pibes de colegio y ya estamos en su hogar, como queres.
-¿Vos no es feliz? Liliana, ¿vos no es feliz? Ya habíamos hablado
de esto-así continuaron discutiendo.
-Yo sólo quería un jugo de china-dije casi llorando de rabia por
que nunca me hacían caso cuando discutían entre ellos.
-Bela no llores, ya estas grandecita. Además ¿qué le he dicho a vos
de llorar? ¿Cuándo es que lloramos con razón?
-Che, yo no sé la respuesta. Yo sólo sé que quiero un jugo de
china.
-De naranja china, de naranja.-Me dijo el italianito.
-Déjala en paz Rafa. Si ella le quiere decirle así al naranja, que lo
diga-dijo su hermanita.
-De acuerdo nena. Oye china...-me dijo él
-¿Escucháme mocoso, a quien vos le decís china?
-No me llamo mocoso, me llamo Rafael. Y nosotros los puros
argentinos, les llamamos así a las mujeres.
-¿Puros? ¿Puros?
-Otra pelea no, por favor. Ya vamos a parecer a los padres de vos,
sin ninguna ofensa doctorcito-dijo así a mi padre.
-No hay ofensa alguna pibe-sonrió.
-¿Doctorcito? ¿Conoces a mi padre?
-Si… el es amigo de la familia-lo pensó por un momento.
-¿Dónde esta Puerto Rico?-me preguntó.
-Es una bella isla en el caribe.-le dije con orgullo.
-¿Y las demás islas no son bellas?-me dijo.
-Si, lo tienen que ser, pero yo solo he visitado a Puerto Rico por mi
abuela. Es la única isla que he visto con mis propios ojos. Tienen
árboles muy verdosos, playas hermosas y de agua bastante caliente…-
así continué hablándole en mi tan pesado español que pronunciaba con
dificultad. Le hablé de Puerto Rico y un poco de la cultura que yo
conocía, como el baile de la salsa y las muchas fiestas que celebran.
-¿Queres dar una vuelta?-me dijo la hermana del italiano que ya se
aburría de escucharnos a hablar.
-¿De veras queres ir a dar una vuelta, china?-dijo él.
-Si chino- y me reí, pero Rafael no comprendió el chiste. Para mí,
al decirle chino lo llamaba como a un oriental de la China, lo que me
parecía irónico. Pero, el sólo me miró extraño. –Bueno, yo también
tengo nombre y me llamo Isabela Luciano.
-¿Luciano? La hija del doctor. Yo soy de los Ayala. Mucho gusto-
me miró y bajo la cabeza.
-¿Ella es hija del Doctor Luciano?-le dijo a Rafael-Bueno, yo soy
Renata, la hermana de Rafael.
-¿Por qué tanta rareza que yo sea Luciano?-el no dijo nada y me
cambió la conversación.

Mi padre el cardiólogo Dr. Marcos Luciano y mi madre maestra de


bellas artes, se conocieron cuando Papá Monté sufrió un infarto y lo
llevaron al hospital de Alaska. Papá estaba haciendo la residencia en
Alaska, es como decir que estaba en su práctica, al hablar español fue
escogido para ser el intérprete de la familia. Mi madre pensaba que era
el doctor oficial y le preguntó como se encontraba papá Monté. Pero
papá le dio él diagnostico de otro paciente y el no estaba autorizado para
dar información, por lo que todo fue un escándalo. Se pensaba que el
abuelo moriría en poco tiempo. Para apaciguar las cosas tan pronto papá
se dio cuenta del error buscó a mamá. Papá se disculpó con ella y le
ofreció ir a tomar un poco de café. Se dice que luego le ofreció ir a una
comida, y le enseñó a bailar tango. Le ofreció un buen vino, muchos
regalos, hasta el día que le ofreció matrimonio. Sin duda, mi madre
había sido conquistada por aquel practicante de medicina que por poco
mataba su padre por equivocación. Pero gracias a eso, estoy aquí en
vida. ¡Que maravilloso es el mundo! ¿No?

Yo comencé el colegio, tomé clases de baile y me dediqué al tango


aparte del fútbol. En los partidos, siempre veía a Rafael desde la banca
sentado y observando. Se quedaba en la banca con la excusa de que
usaría mi cámara para tomar fotos durante el partido. Yo me preguntaba
por que el gordito no jugaba. ¿Será medio merengue el pibe? Le
pregunté por que no jugaba y me dijo que le daba mucho dolor en el
pecho y casi nunca los otros borregos querían jugar con él. Aparte que
no sabía mucho de fútbol. Esos días fueron críticos, mi padre me estaba
esforzando que me inscribiera a la competencia del SATA, pero yo no
tenía pareja. Así que a mi padre se le ocurrió una brillante idea, mientras
yo seguía pensando que para bailar tango se necesitan dos.
-No tengo con quien bailar papá.
-Pero ¿y el amigo de vos?
-¿De que amigos hablas? ¿El gordito?
-Más respeto Bela, si, Rafael.
-¿Sabrá bailar tango?
-Es argentino, es su deber.
-Nada que ver, por que si es así, mi hermano nada de argentino que
es. Ya esta en la universidad y ni baila boleros.
-Dejalo quieto, que el ya se las arreglará. Pero habla con Rafael.
Nos vemos Bela.
-Che, que cosa. ¿Realmente le preguntaré al italianito?-me dije.
Quedaban pocas semanas para la copa de el SATA y papá seguía
insistiendo que buscara a Rafael. Tanto me insistió que lo llamé. Estaba
algo nerviosa y sin razón de tener que estarlo.

-Alo Renata ¿Tu hermano esta ahí?


-¿Isabela?
-Si
-¿El gordito? Si, el está. Te lo paso ahora.
-Alo-dijo algo extrañado
-Hola mocoso
-Hola China ¿qué vos queres?
-¿Podes pasar por mi casa? Así podemos hablar.
-¿Hablar?
-Si de negocios.
-¿Negocios? Bueno, si vos me lo pide yo voy. Dame unos minutos-
No sabía como pedirle a Rafael que me hiciera ese favor. Pensé en
decirle que lo entrenaba en el fútbol, si él me entrenaba en el tango.
Llegó puntual y nos sentamos. Yo comencé a hablar muy seria, como
si en verdad fueran negocios. El pobre por poco y se tira un pedo allí.
Se reía y no paraba.

-¿Ese es el negocio boluda? Yo no tengo problema. Pero en cuanto


al fútbol, no.
-¿Por qué? Sos sabe que puede contar conmigo. Yo le enseño
fútbol y vos me enseña un mejor tango.
-Gracias, yo tengo mis razones. Mejor me quedo tomándole fotos a
vos desde la banca. Sea como sea, mañana mismo comenzamos con la
práctica para la copa del SATA.
-El SATA-dije, pero aún con la duda de por que al pibe no le gusta
jugar el fútbol.

El SATA (Son Apasionado al Tango Argentino) la competencia y


baile más esperado por mi padre y muchos otros doctores y pacientes. El
SATA es auspiciado por la Fundación CORA (Cardiólogos
Organizados en Reforzar Argentinos). La fundación se basaba en grupos
de cardiólogos que ayudan a los ciudadanos argentinos en encontrar los
mejores productos para los tratamientos de pacientes, las medicinas
necesarias a precios cómodos y los mejores cardiólogos según las
necesidades del paciente. Dr. Luciano era el Presidente, y los principales
co-fundadores eran Dr. Curazaon, Dr. Buenaventura y Dr. Gracia. Yo
aprendí mucho del CORA e hice amistades con los hijos de Curazaon,
Buenaventura, Gracia, los Melendetti y otros que también trabajaban con
la fundación.

La primera práctica de tango con Rafael fue toda una broma.


Éramos unos chiquitos de 12 años, que nos reíamos de todo. “Pavera,
pavera es lo que ustedes tienen” Nos decía la abuela Ana, cuando vino a
visitarnos y nos observaba practicar. Abuela Ana y Abuela Grimalda se
sentaban a hablar por largos ratos. Cuidaban de mi hermanita menor y
cocinaban para la familia. Mientras los abuelos hablaban de música y se
entretenían cantando. Papá trabajaba en el hospital la mayoría del
tiempo. Mi hermano mayor estudiaba en la universidad en Estados
Unidos. Solo lo veía en los veranos. Mamá comenzó a dar clases de
danza en el colegio. Lo hacía por placer y por que contaba con abuela
Grimalda para que nos cuidara. Los papás de mamá solo venían a
visitarnos por poco tiempo todos los años. Pero entre todos los abuelos
nos cuidaban bien.
-Pibe ¿Qué hace?-dijo abuelo Mario
-Bailando-dijo Rafael
-¿Bailando che?-dijo abuelo Monté
-A estos pibes hay que enseñarlos a bailar tango de verdad-dijo
abuelo Mario y le guiñó el ojo a abuelo Monté.
-¡Pero déjanos practicar por Dios!-les grité.
-Así es que se baila-nos dijeron los abuelos, tomando a mis abuelas
y bailando con ellas. Yo quede fascinaba como esos ancianitos bailaban.
Se miraban los unos a los otros con amor. Se trataban con tanta ternura
que me causaba un sentir extraño.
-Yo quiero ser así cuando viejita-dije
-¿Cómo?-me preguntó Rafa.
-Así, bailando tan enamorada y con pasión con mi amado.
-Suerte ¿he?-me dijo y yo le di una de mis famosas miradas.
Cuando los abuelos terminaron de bailar, nosotros les aplaudimos. Ellos
se dedicaron a enseñarnos un poco de historia sobre tango.
Escuchábamos atentos hasta que no aguantábamos más y le decíamos
con toda franqueza que queríamos bailar. Ellos comprendían, siempre
con una sonrisa en la facha.

-El tango surgió para la época del abuelo de mi abuelo. Se dice


que comenzó alrededor de aquí, de Buenos Aires. Allí se encontraban
inmigrantes europeos, campesinos, y algunos de aquí pero sabalajes
como el abuelo del abuelo. Ellos formaron una nueva clase social en
su época. Querían distinguirse como grupo y sentirse aceptados en su
sociedad. Así que decidieron bailar y cantar y expresarse. Muchos tenían
sentimientos tristes y apasionados y se escuchaba a muchos cantar sin
reservas y de ahí los arrabales. Se inventaron el tango. Y es de curioso
saber que sólo lo bailaban los de la clase trabajadora-contaba el abuelo
Mario.
-¿Será cierto lo que nos dice?-me preguntaba Rafael y yo con nada
menos que decir.
- No lo sé.
Le tomaba fotos a Rafael a las escondidas, mientras nosotros
descansábamos, él odiaba tanto las fotos. Decía que se veía gordito y yo
lo fastidiaba más aún.
En poco tiempo descubrimos que aparte de la pasión por la
fotografía, teníamos muchas otras cosas en común y nos hicimos muy
buenos amigos. Él y yo comenzamos a estudiar en el mismo colegio. Me
enseñó la ciudad y llegamos a visitar lugares interesantes de la ciudad.
Vimos muchas obras de teatros juntos y con nuestros amigos. En poco
tiempo, mis amigos, Carina, Mariana, Safíra, Jeremías y Misael llegaron
a hacerse amigos de él y sus amigos como Juanjo y sus primas Paula y
Cecilia llegaron a ser amigos míos. Para el SATA, en nuestro primer
baile llegamos a un tercer lugar.

-No esta mal para una china que no es pura argentina-me dijo
dándome un beso de consuelo en la mejilla.
-No esta mal para un argentino chiquito que ni siquiera juega el
fútbol-le dije pícaramente.
-Lo tomaré a broma-se sonrió y celebramos en su casa.

Tomó la costumbre para todas las competencias regalarme un


detalle, una flor que colocaba en mi cabello y cuando los nervios me
vencían, me besaba en la mejilla. Cuando comenzábamos el tango, nada
más importaba. Él con sus esmeraldas mirándome y yo con mis rubíes lo
miraba. El y yo, una flor y la pasión que nos unía por bailar. Los pasos
combinados con los latidos de nuestros corazones. Bailamos con tanta
precisión y elocuencia, que nuestra ardua y rigorosa rutina de práctica
era notable. Nos acoplamos uno al otro en poco tiempo y entre nosotros
existía una química única. Trabajamos fuerte, por las tardes y en las
mañanas. Sacrifiqué el fútbol por el tango.

El fútbol, que era mi vida, solo llegó a ser como un juguete viejo
pero de admiración que se deja sobre el ropero para nunca olvidarlo pero
tampoco usarlo. Cambié mi gorra masculina, por una simple flor en mi
cabello. Sin embargo, la pasión por la fotografía aún la conservo, pero el
fútbol solo se convirtió en partidos que ver por la televisión. Mi padre
llegaba tarde y Rafael no le importaba el fútbol ni los deportes y yo veía
los partidos de vez en cuando y sola. Yo estaba triste por el cambio, pero
el tango era mi vida ahora. Mi padre, estaba triste por mi sacrificio pero
orgulloso y exigente en cuanto al tango. Mis padres y los padres de
Rafael siempre nos querían practicando. Yo sé que estaban orgullosos de
nuestros logros, pero estaban obsesionados. “La práctica hace el
maestro” nos decían, pero nosotros no queríamos ser maestros. Cada
uno tenía su razón por practicar el tango. Para despejarse, para
ejercitarse o simplemente por amor al amor al arte. Eso es lo que yo
pienso.

A veces nos levantaban una mañana temprana de un sábado para


practicar. Nosotros no nos queríamos levantar de la cama, pero nuestras
madres siempre lograban levantarnos. “A quien madruga, Dios lo
ayuda” nos decían. Así hacíamos, madrugábamos para ver si Dios en
verdad nos ayudaba en nuestro tango. Y así con la ayuda de Dios y
nuestras madrugadas lo fuimos logrando. En el SATA se encontraban
todas las familias involucradas con el CORA, la MDC y hasta el colegio
donde estudiábamos.

La fundación CORA estaba asociada a la compañía de


medicamentos para tratar enfermedades del corazón. Esa compañía era
de la familia Ayala en asociación con los Cecilia, Constantini,
Carcajéela, Pardo y Oreiro. La Compañía MDC (Medicina del
Corazón) se asociaba con el CORA para ver las necesidades de los
pacientes. Estos encargados de la MDC no eran doctores sino
empresarios. El padre de Rafael era un empresario principal y se asoció
con el CORA mediante la amistad que Papá y ellos tenían por medio
de Susana. La amistad que papá y Susana aún conservan y yo logré a
realizar con Paula. El SATA se fundó con el propósito de generar
ingresos para la fundación y promocionar la MDC. Una competencia
importante tanto para la MDC como el CORA, el colegio, los Ayalas y
los Lucianos, los bailarines argentinos, entre otros.
Entre las familias presentes estaban por ejemplo los Gracia, que
eran la familia de Carina. Carina Gracia, conocida desde mi llegada de
Alaska, se convirtió en mi buena amiga. Solía hacer las tareas de la
escuela con ella. Los Constantini, Susana y su hija Paula que era prima
de Rafael al igual que Cecilia Cecilia de la familia Cecilia; la cual es
buena amiga de nosotros. Los Vientavo, familia de Mariana. Una familia
muy humilde; las travesuras de Mariana eran las mías. Ambas, unas
nenas muy curiosas. Los Curazaon, el Doctor Curazaon y familia cuyo
hijo Misael es buen amigo mío. La familia entera de los Melendetti.
Jeremías Melendetti, buen amigo y gran poeta. Los Elsafty, eran de
descendencia árabe y comerciantes. Safíra Elsafty, una china picara y
muy vivita, muy buena amiga. Los Maradona, familia de mi amor
platónico. Los Carcajéela, familia del amigo de Rafael, Juanjo. Los
Oreiro, Pardo, Cervantilla, Buenaventura, entre otras familias conocidas
siempre estaban respaldando el SATA.

Carina, Mariana, Safíra y yo, junto a Rafael, Misael, Jeremías,


Juan José (Juanjo) y Jorge, nos buscábamos mucho en el colegio y para
la copa del SATA. En el patio del colegio jugábamos y podíamos pasar
nuestras horas libres por los pasillos cantando y bailando. Jorge con
guitarra en mano, Juanjo con sus payasadas, Misael haciendo música
con su boca, Jeremías solo observaba y Rafael cantaba. Las chicas lo
que hacíamos era bailar. Excepto para cuando Safíra quería cantar
también y armar su propio espectáculo. Me encantaba bailar en los
pasillos. Misael y yo nos entendíamos muy bien bailando. Los bailes, los
chistes, las escapadas, las risas y hasta las lágrimas son gratos recuerdos
del colegio. Aquel colegio que tantas cosas vivió por nosotros.
CAPITULO DOS

Unos nacen con estrella y otros nacen


estrellados
Rafael destruyó todo, todo lo lindo de nuestro grupo unido. Se
enamoró; ese mocoso. Aunque Jeremías y Misael eran buenos amigos
míos. Él era mi mejor amigo, mi compañero de baile, mi diario. Yo
contaba mucho con Renata, su hermana y con las nenas. Pero no tanto
como con él. Era algo especial entre nosotros. Nos entendíamos,
sabíamos lo que el otro pensaba o como íbamos a reaccionar. Uno podía
estar escondido para que nadie lo encontrara y el otro sabía donde
estaba. Decíamos las cosas a la misma vez, era extraño. No
necesitábamos palabras para comunicarnos. Nuestras miradas hablaban.
Sus esmeraldas y mis rubíes hablaban por nosotros. Era una química
única. Una amistad que se había adquirido con mucho tiempo. Muchas
conversaciones y secretos. Todo era algo especial, todo lo era. Hasta el
maldito día en el que se enamoró de Maité. Aquella mañana, cuando
teníamos unos quince años, en el campo de fútbol. Yo me había torcido
un tobillo y él fue a buscarme un poco de jugo de naranja para beber en
la banca. Odiaba el agua, y él me complació como solía hacer siempre.

Cuando llegó a comprar el jugo, escuchó una risa única. Pero no


pudo distinguir de quien procedía la risa. Cuando preguntó por el jugo,
el último de naranja lo había comprado ella, Maité. El se volteó a donde
ella y se encontró con la peculiar risa que le llamaba la atención. El se le
acercó con delicadeza y comenzó a hablarle. Le preguntó su nombre, y
de donde era. Mientras yo sudando y con sed en la banca esperaba mi
jugo, y mi amigo. Tanto estuvo él suplicándole que le cambiara el jugo
de naranja por uno de frutas, que ella accedió. Solamente si él prometía
volver a encontrarse con ella, y no había duda de eso, por que
estudiarían en el mismo colegio ese año. Él lo pensó por un momento,
pues estaba hablando con una china que yo le había presentado. Pero de
todas maneras, el no le gustaba para nada, así que accedió. Ella lo cegó,
lo dejó deslumbrado. Cuando Rafael llegó con el jugo, un poco caliente,
yo lo noté cambiado. Renata estaba a mi lado y me miró y lo miró. Ella
se rió. Rafael llevaba una sonrisa victoriosa y me contó lo sucedido.

¿Qué de especial tendría esa tal Maité? Lo especialmente


suficiente para arrebatarme a mi amigo de mis propias manos y dejarme
en el abandono. Cambiada y usada como muñeca de poco valor. Aunque
Carina ya tenía novio, el hermano de Julián Buenaventura, ella nunca
nos abandonaba. Todos nos habíamos enamorado alguna vez. Pero
nunca nos alejábamos. Al contrario, Rafael comenzó abandonarnos por
la altísima Maité. En un par de meses, ella se convirtió en la prioridad en
su vida. Todo era Maité y su familia. Él estableció una amistad tan
estrecha con la madre de Maité que a veces era algo fuera de lo normal.
Pero Rafael andaba con ellos a todos lados, siempre con Maité.

En unas de las competencias del SATA desgraciadamente Rafael


llevó a Maité. La odiaba tanto, era un sentimiento horrible. De sólo
mencionarla producía nauseas. Ella se convirtió en mi gran setenta y
uno. Me recordé de cuando ella nos interrumpía en las prácticas de tango
mas ella sabía que eran necesarias. Pero yo intente cobrármelas de ella.
En unas de las fiestas hechas para las prácticas de la copa del SATA,
Rafael invitó a Maité. Ya no acostumbraba a bailar tanto conmigo. A
nadie le caía bien y el padre de Rafael no lo quería con ella. Su madre
siempre decía, que me prefería a mí que a ella.
Tengo unos 15 años y pensaba ¿Yo con Rafael? “Jamás, Nunca.
¿Yo? ¡Que asco!” Siempre les decía a todos. Rafael siempre lo tomaba a
broma. Paula y Cecilia odiaban a Maité tanto como yo. Paula, Cecilia y
yo decidimos recurrir a otra cómplice, era una actriz talentosa que Safíra
me había presentado. Natalia Cervantilla, hermana de Samuel. Nos
hicimos amigas esa misma noche. Paula dió la idea y yo lo lleve a cabo.
“Todo sea por el amor al arte” mencionó Natalia. Se dirigió hacia
Rafael con cautela. Esa china, de una cabellera negra ondulada y larga lo
miró fijamente y le sonrió.
- Maité ¡que hermosa se ve sos está noche! ¿Me acompaña a tomar
aire?-le dije como el comienzo de nuestro plan.
-Como no, necesito refrescarme. Amor disculpáme un segundo, ya
volveremos- y lo besó.
-Bueno Maité ¿cuánto vos quere a mi Rafael?- fue mi primera
pregunta a ella. No acabábamos ni de salir del lugar.
-¿El Rafael de vos?- Me dijo cuando encendió un faso y me ofreció
uno.
-No gracias. Una mujer tan joven y bella y esta matándose
lentamente con un cáncer pulmonar, que triste-le dije.
-Vos no me cambie de tema. ¿El Rafael de vos?-me dijo botando
todo el humo de su boca en mi cara y yo tosí.
-El solo es mi mejor amigo.
-¿Segura que eso es lo que sólo son?
-Che ¿Acaso lo dudas?
-¿Acaso el te gusta? ¿Qué te pasa pibe?
-Nada. Simplemente nada. Sólo vos tené cuidado con él- nuestra
conversación se acabó y se escuchó el tango y las risas de las viejas
borrachas del vino. Misael se dirigió a mí y me sacó a bailar el tango que
anhelaba bailar. Mi canción favorita que sólo bailaba con Rafael.

-¿Bailas como te ves?-le dijo Natalia a Rafael.


-¿Y como vos me ve?- Rafael preguntó intrigado por esa nueva
dama.
-Elegante, sencillo, buen mozo. Perfecto. ¿Bailas conmigo un tango?
-¿Eso no le dolería a nadie, verdad?
-Si lo decís por mi, sepa que yo soy una sola María.
-Así que vos ¿tan hermosa y sola?- La tomó por la mano, comenzó a
bailar y caer en el plan.
-¡Que lástima que ví a vos entrar con una dama!
-Preocúpese si me hubiese visto entrar con otro caballero. ¿No cree?
-Buen mozo, bailador y gracioso, vos si que es tremendo.
-Yo tengo un amigo tremendo para vos, vez aquel flacucho bailando
con la pelirroja. El guapote aquel. Se llama Misael Curazaon, y es de
familia brasileña.
-Tan directo, sos es bien difícil. Ese Misael Cura... lo que sea, no me
interesa.
-¿Vos es directa?
-Yo sé lo que quiero-le sonrió y cada vez que Rafael intentaba
zafarse de un baile, ella lo inducía a otro tango más. Rafael intentaba que
Misael lo mirara, me miraba a mi igual, para hacerme su acostumbrada
señal de que lo salvara de esa. Pues Maité estaba ya, que si lo tomaba
sólo lo trituraba en mil pedazos.

- Maitécita, como que te lo quieren arrebatar-Paula le dijo.


-Yo estoy segura de lo tengo. Ni esa pibe ni la pelirroja me lo
quitarán-les dió esa mirada de mosquita muerta. Deseaban aplastarla en
ese momento.

- Misael mi amigo del alma. Ella es...-y preguntó a la dama su


nombre.
-Natalia, gracioso. Bailas conmigo, me coqueteas y ni sabe mi
nombre. Estos hombres de hoy día- me dijo.
-Si, son un poco fáciles ¿no crees? Me llamo Isabela, mucho gusto-
le dije.
-Más atención a tu acompañante, Rafa, ¿qué le sucede a vos? El no
es así generalmente...-Comenzaba Misael.
-Amigo, ella no es mi acompañante. Yo vine con Maité. Isabela
¿acaso no es este nuestro baile?
-Si y ya se acaba, que lastima-le di mi mirada rabiosa.
-Bueno pelirroja aún no acaba, así que bailemos este tango-me tomó
de la mano y literalmente me haló al centro.-con permiso Natalia,
disfrute a Misael, es un gran bailarín. Misael, vos dile a Maité que ya
regreso.
-¿Maité?-dijo Misael sorprendido. –Yo esperaba que te quedarás
con Bela, pero no que regresarás con Maité. ¿El padre de sos lo sabe?
-Si Misael, lo sabe y a mi me interesa un pedo lo que piense y ¿por
qué tanta rareza?-dijo Rafael casi ofendido. Pero siguió el baile conmigo
y yo bailando con rabia que corría por las venas de mi sangre. Cada paso
que daba era con fuerza y se escuchaba el retumbe de mis pisadas. El
baile se volvió más que una apasionada manera de conversación. Yo ni
lo miraba, solo quería que el se diera cuenta de lo que estaba sintiendo
en ese momento, celos, envidia y algo más.

-¿Esa Maité es su novia?-dijo Natalia a Misael.


-No, no lo es-contestó Misael. Misael estaba deslumbrado por su
belleza y simpatía. A Natalia le agradó mucho, pero ella estaba
comprometida con su arte. Así que disimulaba lo que sentía. Cuando
Rafael regresaba hacia nosotros, Maité llevaba una sonrisa de victoria y
yo una mirada celosísima.

-Estúpida-dije en voz baja.


-¿Qué decís?-me dijo Rafael.
-Nada, absolutamente nada.
-Estas sumamente extraña. ¿Vos no me quiere con Maité, cierto?
-Cierto, ella es una...
-No te permitiré hablar mal de ella.
-Natalia es mucho más bonita-el miró a sus primas y me miró.
-Ya sabía yo, ustedes tenían un plan. ¿Cierto?
-A vos no le escapa una.
-Yo te conozco tanto, me decepcionas-terminamos de bailar. Tomó
a Maité por la mano y la besó. Maité le tocó los labios, le sonrió, como
si hubiese ganado una victoria.
-No te preocupes, ellos no durarán mucho-me garantizó Paula.
-Total, él es sólo tu amigo ¿no?-Cecilia mencionó.
-Sí, solo somos amigos y nada más- En eso, Safíra llegó.
-¿Rafael y donde dejaste a Natalia?
-¿Cómo sabe que estaba con Natalia? ¿Acaso era un plan entre
ustedes llegar a presentarme a Natalia?-dijo algo ofendido.
-No culpes a Safíra-miró a Paula y Cecilia-Tampoco a tus primas, ya
te dije que yo sola tengo la culpa-le dije.
-Vez amor, esa pibe mocosa no nos quiere juntos. Sácame de aquí,
pero ya- Maité le dijo.
-Si, vayámonos y nosotros, arreglamos cuentas, sabe-pasaron días
en que él volviera a hablarme y cuando lo hizo fue para darme la peor
noticia. La chirusa le prohibió practicar conmigo. Su amada chirusa.

La fiesta de la Copa del SATA no terminó muy bien para nosotros.


Todos nos fuimos enojados. Excepto para Natalia y Misael. Natalia
aprovechó para contarle lo sucedido a Misael y yo le confirme que era
cierto. Se hicieron muy amigos. Pero yo extrañé esa noche a Rafael, que
se había ido con su querida amada.

Ella no era nada del otro mundo. Era un año mayor que nosotros.
Ojos oscuros, pelo corto negro, pero de apariencia llena de altivez.
Bellísima por fuera, pero por dentro, solo nosotras las mujeres sabíamos
la vela que ella encendía. Los hombres, o mejor dicho, los jóvenes, se
cegaban por su luz. Y a Rafael ella cegó. Poco a poco lograba evitar que
Rafael fuera a nuestras prácticas, hasta que lo logró. Yo no tenía a nadie
para el SATA. Pero yo seguí practicando, yo no iba a dejar que ninguna
chirusa me quitara lo que me quedaba, mi baile, mi tango argentino. En
las prácticas de tango, Jeremías me observaba y como el no se atrevía
bailar en el SATA accedió a buscarme un amigo de él. Samuel
Cerventilla. El hermano de Natalia. Yo estaba feliz de que él accediera a
competir conmigo. Pero yo perdí confianza en mí, no estaba segura. Ese
mes era crítico. Yo bailaba con Samuel, todo, era todo puro pasos, nada
de pasión. Practicábamos en el colegio y como mamá era maestra de
danza ella nos concedió su salón durante el recreo.
-Bueno Isabel, le concedo el salón de bailes para que practiquen
fuerte. Pero nada de chabonadas, che.
-Si mamá, como vos diga-le dije.
-No se preocupe Liliana, todo estará bien-así dijo Samuel y todos
los días practicábamos en el salón de bailes. Cerca del salón había un
pasillo donde nuestro grupo de amigos nos acostumbrábamos a sentar a
hablar, pero estaba ocupado por Rafael y Maité. Se podía escuchar las
conversaciones de ellos. Todo ruido hacía eco en el salón. Nosotros
subíamos la música del tango alto para no escucharlos.
-un, dos tres, cinco y seis, un, dos tres, cinco y seis. Vuelta y uno y
dos y...-Decía tratando de enfocarme.
-Que linda se ve sos hoy, lo digo en serio-me decía Samuel.
-Gracias, pero hay que enfocarnos en el tango, ¿he?
-Pero che, llevamos más de tres semanas y no hacemos nada
nuevo-me dijo frustrado.
-Descansemos unos minutos-le dije. Miré por una ventana y ví a
Rafael por el pasillo con Maité. Logré carpetear a Rafael un minuto y
fue suficiente.

Rafael le acarició el cabello y comenzó a cantarle a Maité. Yo me


quería morir. Samuel me invitó a bailar al son del canto de Rafael. Él
desconocía todo y yo acepté. Mientras yo bailaba con Samuel, veía
como Rafael acariciaba tiernamente a Maité cada momento y en cada
paso que yo daba, pareciera que la voz de Rafael aumentaba más fuerte
y retumbaba en mis oídos hasta llegar hasta la parte más recóndita de mi
pensamiento. Debilitaba mi corazón y mis lágrimas se escapaban sin yo
querer que salieran. Pero seguí bailando y no miré a Samuel a los ojos.
Una vuelta, pasos, lágrimas y más vueltas. Di una vuelta en vano,
tropecé y caí al suelo. Recogí mis piernas y solté a llorar de la
frustración. Pegué un golpe al suelo, me lastime la mano, pero yo no
quería que Samuel se acercara. Tanta era mi frustración por no tener a
Rafael, a mi mejor amigo conmigo que cuando Samuel a fuerzas quiso
levantarme del suelo, le di un chirlo al pobre Samuel. El pobre pagó por
nada. Samuel se enojó y se fue. Rafael lo miró extraño y salió tras él.
Maité se asomó a la puerta del salón y me vio.

Yo miré a la puerta y ella me sonrió, pero con una sonrisa


victoriosa. Cuando Rafael regresó, ella se me acercó e hizo el aguaje de
ayudarme. Yo callada me levanté y me fui del lugar. Rafael me llamaba,
pero como no me había hablado antes y ahora pretendía hablarme de la
nada, no lo hice caso. Que se quedara con su chirusa, total, que más
perdería yo. Samuel no me hablaba, y yo corrí a buscarlo por todo el
colegio, hasta que lo encontré y le supliqué perdón. Él me encerró en un
cuartito del colegio y me dijo que no saldríamos hasta que habláramos
de lo que sucedía. Pero le tenía que decir la verdad.
-¿Qué sucede?
-Nada-le dije con la cabeza baja.
-¿Nada? Yo te quiero mucho. Pero mirá como vos me trata.
-Disculpáme por el chirlo, pero nada yo podé decirte. Nada.

El se marchó y yo lloré en mi confusión. Rafael logró hablar con


él, pero no yo no sé de lo que hablaron. Con el tiempo todo se volvió un
poco mejor y dentro de lo que se puede considerar normal. Aunque
Rafael y yo seguíamos separados por Maité y yo ya no encontraba un
amigo en quien confiar. Deposité mi confianza en Jeremías y él me daba
lo mejores consejos. Me animaba cuando me leía sus poemas que
escribía a un amor que no le correspondía. ¿Por qué me gustan tanto sus
poemas? Todo me parecía un enredo. Hacían falta tantas cosas y tantas
personas que logré sentir un vacío en mi corazón. El colmo sucedió
cerca para las pascuas. Juanjo y Jorge Oreiro tuvieron una gran pelea y
envolvieron a Jeremías en el pleito. Jorge y Jeremías a un lado, al otro
lado estaba Juanjo, sujetado por Rafael. ¿Cómo dividirme? Me pregunté.
Sofía, la hermana de Jeremías, se llevó a su hermano a su casa. Y le
advirtió a Juanjo que mejor resolviera las cosas de otra manera.

Esa mañana me encontraba en un mundo de espadas sobre mí.


Jeremías me advertía de Juanjo, y Juanjo de ellos. Pero todos eran mis
amigos. Nuestro grupo fue desvaneciéndose poco a poco. Misael regresó
a Brazil y no se despidió de nadie. Natalia se sentía muy mal. Se le
había ido Misael. Ellos habían estado muy unidos y ella se había
enamorado de él. Pero ella no sería la única en extrañarlo. Carina no
quería mucho trato con Juanjo, su novio se lo había prohibido. A pesar
de que su cuñado, Julián era buen amigo de Juanjo. Mariana era un amor
con Jeremías y a Safíra todo le daba igual.

Con las separaciones y los enredos de amistades surgieron muchos


rumores. Muchos decían que provenían de Jeremías y yo no sabía que
creer. Una vez lo ví hablando a solas con Maité y me estuvo sospechoso.
Pero no dije nada. Después de todo se estaba rumorando de la misma
Maité. Se decía que la boluda de Maité le era infiel a Rafael y que yo
andaba enamorada de Rafael. Yo no decía nada, ni confirmaba ni
desmentía. Yo sólo estaba segura de que sentía una confusión enorme. A
veces me preguntaban si estaba enamorada de él y yo respondía que no,
yo simplemente extraño mi amado amigo. Una tarde Paula me llamó.

-¿Isabel? Es Paula. ¿Podemos hablar?


-Paula, que sorpresa. ¿De que vos quere hablar conmigo?
-Cecilia, Renata y yo estamos un poco aburrida ¿quere ir al teatro?

Accedí a la invitación y disfruté mucho. Pero entonces Paula


empezó a hablar. Me dijo que mi amistad con Rafael no podía romperse
así no más. Cecilia estaba de acuerdo con ella. Pero nada se podía hacer.
Ellas ya habían hablado con Rafael y notaron lo sumiso que él estaba por
Maité. Me dijeron que en las últimas semanas el no hacía nada más que
vivir para Maité. Renata me confesó que hasta comenzó hacer la rutina
de nosotros dos con Maité. Eso me llegó por la sangre y me enfureció.
Las muchachas engañaron a Rafael y me engañaron a mí. Lo habían
citado a él para que buscara a Renata, pero nos dejaron solos cuando el
llegó. Paula decidió llevar a Renata y nos pidieron que habláramos. No
podíamos ni mirarnos.

-¿Como es que llegamos a esto?-me dijo y yo no hablé-Perdoname,


che-me dijo en voz baja.
-No se si pueda. ¿Es cierto que le enseñaste la rutina a la chirusa?-
le dije enojada
-No empecemos, y no es una chirusa, más respeto. Y si, se la
enseñé. Con la misma autoridad que vos se la enseñó a Samuel. ¿O
acaso se te olvidó?
-Samuel y yo teníamos una rutina totalmente nueva y no me grites-
le dije
-Bien. Perdón. Mil veces perdón. ¿Me perdonas, che?
-Ya nada es y ni será igual.
-Mira, ella ya no va intervenir en nuestra amistad. Ni en nuestra
rutina.
-¿Rutina?
-No podemos faltar por primera vez a la Copa del SATA luego de
tantos abriles.
-Queda solo dos semanas.
-¿Che no crees en nosotros?
-Vos sabe que si-Nosotros nos abrazamos. Nos miramos y nos
reímos. Nos pusimos al día con todo lo que no nos habíamos contado en
un mes. Aclaramos rumores y la pasamos bien.
-Che que locura-ambos dijimos a la vez. El se sonrió.
-Es algo único, podemos estar separado por mucho tiempo y aún
conservamos nuestra amistad tan única.
-Tan especial-dije.
-Bueno China ¿cómo la haremos ahora sin Misael?
-Sin Misael y el grupo dividido por culpa de Juanjo.
-Esa es otra historia, yo no le creo nada a Jeremías y desconfío en
él.
-No empecemos-dijimos a la vez de nuevo. Nos reímos y
estuvimos de acuerdo a no tocar el tema en esa noche.

Al otro día caminé hacía el colegio con Jeremías y hablamos largo.


Compartimos poemas y le enseñé mis más recientes escritos. Mi diario
estaba lleno de poemas y de pensamientos. Cuando era hora para entrar
al salón de clases, fui tan de prisa que no me percate que mi libreta de
poemas se me había caído. Una amiga de Maité la encontró. Y cuando
Maite y ella leyeron esos poemas quedaron fascinadas. Maité le llevó la
libreta a Rafael. Le dijo que leyera el poema que se titulaba Un tango
triste y ella le dijo que ese era su favorito. Pero Rafael se dió cuenta que
ese diario no era de ella. Y ella le dijo como llegó a sus manos. Yo me
volví loca cuando me di cuenta que no tenía mi libreta. Salí a donde
Jeremías pero el no sabía nada. Rafael sabía que la escritura en el diario
era mía.
Mientras yo caminaba ligero y él me buscaba, en una esquina
tropezamos. El diario se cayó y yo le pregunté la razón por la cual él
tenía ese diario y él me dió las razones. Y me preguntó sobre el poema.
Por que él desconocía que yo estuviese enamorada. Pues Yaniel
Maradona había salido de mi vida hace un tiempo. Yo le sonreí y no
contesté nada. No supe que decirle. Yo no amaba a nadie, simplemente
escribí por escribir. Al salir del colegio caminé con Mariana y hablando
de lo de siempre. Un maestro nos dió la noticia de que nos había
encontrado un trabajo a medio tiempo y si estábamos interesadas. Con
gusto aceptamos.

Muchos de nosotros comenzamos a trabajar. Carina en un centro


de ventas de autos. Mariana y yo en una empresa de productos
medicinales. Rafael en una tienda artículos. Jeremías como mecánico.
Jorge en una ferretería. Juanjo en una compañía para reparar muebles y
casi todos ocupamos vidas propias. Safíra permanecía en el colegio a
tiempo completo. Pero no era muy divertido. Mariana y yo
disfrutábamos de nuestro trabajo. La pasábamos muy bien, pero la copa
era en una semana. No nos habíamos acostumbrado a esta vida. Colegio,
trabajo y práctica. Yo quedaba rendida al anochecer. Mientras Mariana y
yo trabajamos, practicábamos como unas locas. Los muchachos hacían
lo mismo. Safíra decidió competir con Samuel. Mariana convenció a
Jeremías, por lo menos a un baile en su vida. Él sacó el valor y accedió.
Carina no bailó, pues ella tenía prohibido bailar con Juanjo y esa era
quien quedaba.

A media semana de comenzar el trabajo, una tarde me encontré


con el novio de Carina y su hermano, Julián. El trabajaba en una tienda
cercana a la de Rafael. Comenzamos a hablar y me pareció un joven
muy simpático. En la práctica con Rafael le conté del muchacho que
conocí. Él me dejó a caer en una vuelta y se empezó a reír. Yo no
encontré nada gracioso. Me confesó que ese era el novio de Paula. Yo
quería matarla, ella no me había contado nada. Julián Buenaventura era
amigo de Juanjo y de Samuel. Julián y yo hablamos al otro día y gracias
a él, mi amistad con Samuel volvió a la normalidad. Decidimos ir a
pasear un grupo de amigos. Julián nos acompañaba con Paula. Se veían
muy bonitos juntos. Yo ya extrañaba o bueno desconocía lo que era ser
consentida por un muchacho. Yo quería un novio. Yo estaba conforme
con solo tener a mi buen amigo y practicar con él los tangos como antes.
Todo como antes, tenía la esperanza que todo fuera igual.

Esa última semana de práctica fue agotadora total. Rafael fue muy
puntual y no hablaba de Maité. Lo noté raro. Pero no le di caso al tema.
En esos días Jeremías me decía que cuidara mucho a Rafael. Pero yo no
entendía. Rumores iban y venían. Los mismos rumores sonaron más
fuerte. Maité le era infiel a Rafael y yo andaba enamorada de él. El
jueves ella se presentó a nuestra práctica y el me pidió un minuto.
Discutieron a fuera del salón y yo ni quise escuchar de lo que hablaron.
Cuando regresó no dijo nada. Le salían lágrimas de rabia y era muy
brusco en los movimientos. Pero no me dijo nada de lo que le sucedía,
sino que se disculpó cada vez que me trataba con torpeza y seguimos el
tango.

Yo aún sentía que poco a poco Maité lo seducía más y lo alejaba


de mí. Yo quería decirle de los rumores de Maité, pero no podía. Por que
él sabía que yo no la quería para él. Ellos llevaban dos años juntos, pero
los rumores eran más fuertes. Estos últimos, decían que Leonardo, el
actual novio de Cecilia, hacía unos meses antes que saliera con Cecilia,
había tenido un encuentro pasional con ella. Y yo opté por no decirle
nada, por que él iba a tomar una idea equivocada de mí. Yo calle y no
dije lo que escuché, total, son rumores.

Todos le decían que ella no le convenía. Renata no la quería. Los


padres de él no la aceptaban. Cecilia y Paula estaban furiosas con Maité.
Cecilia y Paula se encontraban en la casa de los Ayalas. Renata les
confesó a ellas que también había escuchado esos rumores. Renata dijo
que lo mejor era que se afrontara los problemas. Cecilia llamó a
Leonardo y Paula a Julián con la excusa de que iban a compartir un buen
rato. Cuando los muchachos llegaron a la casa de los Ayalas, Rafael
salió hacia la práctica final a mi casa. Ellas tenían todo muy bien
calculado. Cuando Rafael se fue, Cecilia afrontó a Leonardo y le pidió la
verdad. El no tuvo reparos en contarle la verdad. Era pasado. Mucho
antes de estar con ella. Le dijo la verdad y los rumores eran ciertos.
Paula quería arrancarle los ojos a Maité. Ella estaba enojadísima.

Julián y Paula se querían tanto que peleaban igual que de fuerte de


cómo se amaban. Esa noche debido al ambiente tan tenso que en esa
casa había, ellos comenzaron a tener una discusión. Paula se sentía muy
mal, se sentía tensa con los problemas de la familia y ahora con los
rumores. Julián recibió una llamada de una amiga y Paula quería saber
con quien él hablaba. Pero todo se volvió un malentendido. Paula
confundió las cosas, pero no quiso disculparse con Julián. Julián y ella
eran orgullosos. No se querían disculpar el uno al otro. Siguieron
sacaron problemas del pasado y perdieron los estribos hasta que
decidieron separarse esa noche. Juraron nunca volverse a hablar. Cecilia
no encontraba que hacer. Julián se fue rastrallando la puerta de la casa y
acelerando su auto. Paula se sentó a llorar con Renata y en medio de
toda esa desesperación Cecilia le exigió a Leonardo que le dijera la
verdad a su primo Rafael. Paula que en medio de llantos se encontraba
lo obligó también. Él accedió.

La familia Ayala estaba al tanto de todo lo sucedido. Cuando Rafael


regresó esa noche, su tía Susana lo sentó para hablar como siempre. En
confianza. Le contó que Paula y Julián, se habían separado y de la
discusión fuerte que tuvieron. Empezó a entrar por el tema del amor.
Con mucho tacto se le acercó y le mencionó sobre Maité. Ella le fue
muy sincera y le dijo de los rumores. Pero él estaba enamorado. No
quería creerle. Esa noche no durmió bien. Me llamó en la madrugada
para contarme todo y yo estaba anonadada con la noticia de Paula y
Julián. Pero no mencioné nada de Maité. Yo solo lo escuché. Hasta que
quedamos rendidos del sueño. A la mañana, me levanté con el teléfono
en la mano y aún Rafael no había colgado tampoco, escuchaba su
ronquido por el teléfono. Colgué el teléfono. Esa noche era la noche de
la Copa.
En esta copa no nos fue muy bien. Ninguno estaba concentrado. Así
que perdimos la Copa. Yo pienso que no habíamos practicado enfocados
lo suficiente. Pero Rafael tenía su problema, que aún callaba. Aparte de
los rumores que se enteró, estaba desconcentrado. Esa noche en la fiesta
todo nos salía mal. Julián en una mesa con Juanjo, Samuel y Natalia.
Julián miraba a Paula y ella lo miraba, pero seguían actuando como
extraños. Natalia estaba triste. Le hacía falta Misael. Juanjo invitó a
Natalia a bailar y Samuel sacó a Renata. Rafael bailó un tango con Maité
y luego me invitó a bailar a mí. Mientras bailaba conmigo, Renata, que
ya había regresado de bailar; le preguntó a Maité si quería acompañarla
a buscar un jugo, por que estaba sedienta. Ella se negó y dijo que iría a
fumar un faso a las afueras. Cuando ella se fue, y Rafael y yo
bailábamos; el novio de Cecilia nos interrumpió.

-Isabela ¿cómo te va?-dijo Leonardo.


-Bien ¿y Cecilia?-le dije
-Allí sentada con Paula y Renata. ¿podes hacerles compañía en lo
que hablo con el hombre aquí?
-Como no.
-Rafael, yo te tengo que decir algo y no se como lo vayas a tomar.
Te juro que te estaré diciendo la verdad. Cecilia me lo pidió así, y te lo
digo por ella y por el bien tuyo. Maité no es una santa como vos la cree.
Yo te conozco poco, pero no le deseo esto a nadie. Me dicen que ustedes
llevan más de dos años formalmente juntos y ella tuvo algo pasional
conmigo hace un año. Y le juro a vos que yo no sabia que ella andaba
con vos, se lo juro.
-Lo triste es que me haz confirmado lo que todos me han dicho. Te
lo creo y esto me duele, no sabes cuanto. Pero fue mejor oírlo de ti
mismo. Pero escúchame, solo confírmame una sola cosa.
-Dígame
-¿Ella no lo besaba de manera especial, o le decía algo?
-Siempre que la besaba, me tocaba los labios, me sonreía. ¿Cariñosa,
no?
-No cambia de estilo. Esto me duele mucho. Yo hablaré con ella.
Dile a Isabela que ya nos largaremos de aquí.
-Vos toma las cosas con calma. Y disculpáme de corazón.
-No te preocupes, solo cuida a Cecilia y si la hieres, sabrás que yo
no tendré calma. Pero sé que vos es sincero.

Él llegó hasta donde Maité y la enfrentó. Ella no hablaba. El silencio


respondió por ella. Ella le rogó que la perdonara, pero ¿cómo iba a
perdonarla cuando en ese momento ella estaba coqueteando aún con
otro? El ya no le creyó más. Me llevó a casa en un silencio profundo. Él
botaba lágrimas por la rabia que llevaba. De ahí que se convirtiese
Rafael en lo que es.
-Bueno, llegamos-dijo en voz baja.
-Rafael, me siento tan mal.
-Dime, china ¿vos sabía lo de Leonardo?
-Yo pensaba que eran rumores. Vos sabe que yo siempre la odié. Y
si le decía algo de ella a vos, pensaba que me no me creerías. Yo no
pensé que fuera ser cierto. Además, ella se veía enamorada, pero no una
santa. Disculpáme.
-¿Por qué vos no me lo dijo?
-Ya te dije, pensé que no me creerías.
-Buenas noches Isabela-¿Isabela? Primera vez que me llama por mi
nombre con ese tono.

Esa noche dormí llorando. Su dolor me dolía a mí. El otro día fue
uno triste. No hubo sol, y pareciera que el día lo acompañaba. Llovía
todo el día. Entre nosotros no había conversación. Su teléfono sonó y en
una grabación, se escuchaba una mujer cantando una canción de amor.
Sin duda fue Maité. Ella lo buscaba, lo llamaba, le escribía. Habían
tardes que él, de la vergüenza y rabia que llevaba dentro de su
desgraciado corazón, se encerraba a llorar y escuchar música rebelde
todo el tiempo. Esa fue su rutina diaria por varios meses. Yo me sentía
impotente de hacer algo. ¿Cómo consolarlo?

Ella jugó con sus sentimientos. A primera instancia él era un


juguete de poco valor, hasta que poco a poco según pasó dos años ella lo
convirtió en su juguete favorito. En dos años ella lo domó, aferrada a él
todo el tiempo y celosísima de él. Tanto se enamoró el de ella, que
cuando sucedió lo sucedido al cabo de esos dos años, el amor lo
transformó.

Aunque hayan pasado varios meses y él diga que ya nada siente


por ella, él no es el mismo de antes y yo tampoco soy la misma. Aquella
noche me dio mucho miedo por como dijo mi nombre en ese tono. Yo
pensé que lo perdería de nuevo. Pero al otro día apareció en casa para
hablar. Me dijo que estaba dispuesto a olvidarla y yo le juré ayudarle.
Ese día ví en sus faroles que habían cambiado. No es mi Rafael.

Rafael no sonríe igual, no camina igual. Cierto que ya no es el


gordito italianito que conocí, que ya sí es casi un hombre. Cuando me
siento a observar todas las fotografías de él, quedo impresionada. ¡Que
mucho ha cambiado! Ahora es todo un buen mozo. Lunfo, delgado,
elegante y voz profunda. Pero ya no tiene la dulzura de antes ni el cariño
natural que poseía. Hasta en las fotos más recientes se ve una sonrisa de
mona lisa. Una sonrisa triste y misteriosa. Con ganas de llorar pero
sonriente. Lo miro y por más que vea en su mirada, que sí, que
verdaderamente es él, es como mirar un simple oasis. Un reflejo de aire.
Ha cambiado tanto, que a veces siento que no lo reconozco. En
ocasiones cuando actuamos de la misma manera, o decimos lo mismo a
la misma vez o nos hablamos por la mirada, me asusta, pero tranquiliza
saber que aún conservamos nuestra amistad. Estos últimos dos años, no
han sido fáciles. Jeremías siempre me advertía que él era un simple
juguete de Maité. Nadie la soportaba.
CAPITULO 3

Unas lágrimas no vienen mal para un


buen cambio
Para las vacaciones de Pascuas viajé a Puerto Rico a ver abuela
Ana. Sería la primera vez que viajaría a una isla y solita. Antes de irme
fui a casa de Rafael. Me despedí de Rafael y lo abracé fuerte. Lo
extrañaría igual que a mi familia, pero sólo era por dos semanas. Mi
mamá me abrazó al dejarme en el aeropuerto y mi papá me miró con
ternura y me besó la frente. Me dijo que saludara a mi hermano de parte
de ellos y le dijera que se extrañaba mucho en casa. Mi hermano mayor
viajó desde los estados unidos a Puerto Rico para estar con los abuelos y
conmigo. Los dos íbamos a pasar una semana con nuestros abuelos.
Abuelo Monté se encontraba muy enfermo y se fueron a vivir allá donde
abuela tenía familia, en el pueblo de Arecibo. Un pueblo al norte de
Puerto Rico; Puerto Rico me pareció una isla encantadora. Sus bailes, la
música, la gente tan alegre y todas las fiestas sin razones que se hacían.
De nada había alegría, hasta en los funerales se pasaba bien. Recuerdo
que un viejo vecino de abuela murió en esos días de mis vacaciones y
asistimos a su funeral. Había una sala de personas que eran sus seres
queridos, y algunos lloraban y otros en una esquina, los más jóvenes
claro, riéndose y comiendo chocolate caliente y galletas con queso.
Pareciera que solo asistían a una pequeña reunión familiar. Pero a la
hora de enterrarlo, todos sufrían y lo lloraban mucho, hasta yo lloré. En
esa islita la gente se da a querer mucho entre sí.

Tan pequeña que es y con personas muy vivas. Mis primos me


enseñaron como bailar salsa. Ellos eran cocolos de corazón. Me
enseñaron otra música como el merengue, la bachata que no les gustaba
oírla mucho pero lo bailaban de todas maneras. A mí me encantaba. Y la
preferida de los muchachos, el reggeton. Fue divertido verlos bailar y
hacer sus travesuras. Viajé por casi toda la isla. Mi familia fue muy
hospitalaria y abuela me dejaba salir para donde yo quisiera cuando se
podía. Aunque con mucho temor. Abuela no quería que yo viera mucho
a abuelo, aunque a veces mi hermano y yo entrábamos al cuarto a
sentarnos a su lado y observarlo. Parecía que no fuera él, sufría mucho y
yo para no pensar tanto en su dolor y no pensar en las cosas que
vendrían, salía de la casa a donde Anabel me llevara.

Mi prima Anabel estaba de vacaciones, pero ella vivía en


Mayagüez. Nos llevó a mí y a mi hermano para su apartamento. Se
encargó de llevarnos de fiesta y de presentarme sus amigos y muchos de
ellos muy lindos. Mi celosísimo hermano los espantó como
pretendientes. Y yo le espantaba las hermosas chicas que a veces lo
rodeaban solo para escucharlo hablar con su acento argentino. Anabel,
me llevó con ella a realizar unas gestiones en su universidad y me
agradó la universidad de ese lugar. La universidad de ese pueblo de
Mayagüez, era enorme. Llovía casi todos los días me decía ella y lo
creo, por que cuando fui quede toda mojada por la lluvia. Muchos
recuerdos pasaron por mi mente esa lluviosa tarde. Muchos recuerdos y
sueños. Yo recuerdo las veces que Rafael y yo jugábamos debajo de la
lluvia, y a veces lavamos el auto a papá, o simplemente corríamos por la
carretera. Al otro día amanecíamos enfermos y graves. Pero no tristes.
Ahora quisiera estar bajo de la lluvia en esa tarde y con él. Mi hermano
interrumpió mi hermoso sueño y me dijo que ya era hora que nos
regresáramos a donde abuela, que el camino era un poco distanciado. Y
nos fuimos, yo no quería irme, yo quería quedarme a soñar toda esa
tarde. De camino, la música me enloquecía y yo más soñaba despierta.

Mi hermano estaba fascinado con Puerto Rico, mucho más de lo


que yo estaba. Fue una semana inolvidable, no pensé tanto en Rafael,
excepto cuando llovía o veía a mis primos bailar salsa y yo extrañaba a
mí queridísimo amigo. Mi familia era loca conque mi hermano yo
habláramos. Le encontraban algo de emocionante a nuestro acento. A
pesar de mi castellano que no es el mejor, como Rafael siempre me
recalcaba, pero cierto era que mi acento argentino se había acentuado
más en mí en los pasados años. Ya habían pasado unos cinco años de mi
llegada a Alaska a Argentina. Llegó el momento en que se acabó la
segunda semana y significaba que nos iríamos.

Mi hermano me miró y me dijo muchas cosas lindas. Tomó el


tiempo y me contó muchos de sus secretos, al parecer andaba
enamorado. Y me dijo lujos y detalles de su relación con esa chica, pero
no estaba seguro de nada y hasta me pidió consejos. Pero nos dimos
cuenta que nos extrañábamos, y quedamos en no separarnos tanto y
comunicarnos más. Cuando yo tuve que partir de regresó a casa, lloré
mucho. Iba extrañar a mi hermano mucho y abuelo Monté que no se veía
bien. Su corazón estaba muy débil y abuela demostraba estar fuerte, pero
yo sé que no estaba lista para esperar lo peor y yo menos. Le di un beso
en la frente a abuelo, le dije cuanto lo amaba y espero que nunca se
olvide de esas palabras. El me miro y me con su esfuerzo me hecho una
bendición. Sus manos estaban heladas y sentían indefensas. Esas manos
que tanto acariciaron a mi abuela, a mi madre y a mí. Esas fuerzas que el
tenía para bailar y cantar tango, se notaba que ya las había perdido.
Cerré la puerta de su habitación y una lágrima salió de mí, miré a abuela
y ella no dijo nada. No dijo absolutamente nada y me besó. Yo me fui al
aeropuerto, lo cual mi tío Carlos me llevó.

Cuando regresé, mamá me abrazó y se echó a llorar y me pidió


que le contará como se veía abuelo y mi hermano. Ella me dijo que
debíamos estar preparadas para esperar lo peor. Mi hermanita no
entendía mucho. Así fue, unas semanas un tío de mamá llamó a casa.

-Hola, muchacha linda ¿cómo estas?-dijo el tío


-Bien ¿con quien hablo?-pregunté, no reconocía la voz.
-Es el tío Carlos, el abuelo de Anabel ¿te olvidaste de nosotros tan
pronto?
-No en lo absoluto, che. ¿Qué sucedió? ¿Todo bien?
-Quisiera hablar con tú mami linda ¿está por ahí?
-Si, un momento-llamé a mamá y le dije que era el tío Carlos. Ella
comenzó a llorar. Ya presentía la noticia. Cuando tomó el teléfono habló
en voz baja y lloró fuerte y alto. De los nervios dio un grito de dolor y
papá salió a donde ella tomó el teléfono y se dio cuenta de lo sucedido.
Mamá viajó al otro día para Puerto Rico. Por lo que mi hermana y yo
nos quedamos con abuela Grimalda y abuelo Mario. Ellos lamentaron
mucho su muerte, en especial abuelo Mario que fue buen amigo de él.
Una de las noches, mientras hacía una tarea del colegio, escuché a
abuelo cantar. Cantaba un bolero.

Un bolero muy apasionado y lindo. Yo reconocía ese bolero. Esa


fue la canción que el y abuelo Monté cantaron cuando Rafael y yo
practicamos por primera vez. Comencé a recordar ese momento. Los
abuelos cantando y bailando con las abuelas. Rafael y yo observando y
yo diciéndole a Rafael que quería ser así cuando vejanca. Recuerdo la
carita de Rafael cuando le decía eso y cuando comenzamos a bailar. Yo
empecé a llorar y salí a donde abuelo. Lo abrasé y lloramos un lindo
rato.
-“Son poco los buenos hombres que cantan un buen tango, y tu
abuelo fue uno. Son poco los hombres que bailan un buen tango. Son
poco, los buenos hombres que existen. Mi nena, cuidate mucho, che.”

Al otro día en el colegio no tenía energía para nada. Mariana me


abrazó y yo solté a llorar. Carina me decía que contara con ellas. Pero yo
no sabía que decir. No sabía que sucedía conmigo. ¿Por qué
envejecemos y morimos? Tantas preguntas que me hice. Yo dude por un
segundo por la existencia de Dios. Pero yo sabía que él existía. Él me
daba las fuerzas para vivir, pero yo me sentía tan sola. Nada era lo
mismo. Esa tarde me prestaron el auto para ir a buscar a mi hermanita al
colegio. De camino tuve un accidente. Me volví loca. Era el colmo de mi
vida. Comencé a llorar y no dije ni una sola palabra. A los minutos
apareció abuelo y me abrazó y me dijo que no me preocupara, que lo
importante era que yo me encontraba con vida. Esa tarde fue horrible.
Cuando llegamos me senté en las escaleras de la entrada de la casa y dije
que me quería quedar afuera a ver las estrellas un rato.

Miré al cielo y ví una estrella fugaz. Cerré los ojos y pedí encontrar
un consuelo. Cuando abrí mis ojos hallé mi consuelo, estaba frente a mí.
Nunca me había sentido tan feliz de verlo y tenerlo en ese mismo
instante. Estaba fatigado y sudado. Llegó en bicicleta a casa de mis
abuelos. Rafael, me miró, me sonrió y yo lo abracé. No quería soltarlo,
no lo quise dejar ir.

-China ya no llores, todo saldrá bien, verás que si-en un intento de


consuelo me decía.
-No sé donde estoy parada ni a que rumbo voy.
-Tranquila chinita. Mañana, te tengo una sorpresa que te va
alegrar.
-¡Contame!
-No puedo, es un secreto. Pero en el colegio lo sabrás.

Hablamos un rato largo sobre todo. De abuelo, de nuestra amistad,


sobre los deseos y de la vida. Cuando se iba a ir yo lo detuve y me paré
enfrente a la bicicleta. Él me culpó de egoísta. Nos quedamos mirando
fijamente a los faroles de cada uno. No dije nada y lo solté. Se fue él, se
fue mi nene Él iba como un loco, gritando y haciendo locuras,
intentando hacerme reír. Pero yo le daba mi sonrisa, pero no reía, nada
me animaba.

En el colegio, Mariana y yo salimos a camina durante la hora del


recreo. En unos de los pasillos escuchamos la música de nosotros, la
cual hacíamos al bailar y compartir en nuestro grupo. Escuchamos la voz
de Misael. ¿Será él? Nos preguntamos. Después de muchos meses de
ausencia, finalmente Misael había regresado. Solté un grito y corrí hacía
el. Comenzamos a bailar como de costumbre, estaba tan feliz de verlo.
Natalia llegó y no dijo nada, quedó pasmada. El la abrazo y ella no sabía
ni que hacer. Fue una sorpresa inesperable.

-Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas-me dijo Rafael.


-¿Esto es? Me alegro tanto. Pero me lo hubiese dicho anoche.
Ese año escolar no terminó mal. Pero todos nos encontrábamos con
sentimientos mixtos. Felices por ingresar al último año del colegio pero
triste por que nos separábamos y había que enfrentar cambios. Ese
verano fue largo para mí. Ese verano, era nuestro último como pibes
traviesos. Rafael y yo hablamos de universidades y lo que queríamos en
la vida. Nuestras metas eran tan parecidas. Elegimos ir a la misma
universidad, pero si estar de acuerdo. Era la mejor universidad y lejos de
nuestra ciudad. Ambos buscábamos independencia. Secretamente, yo
había aplicado a una universidad en Puerto Rico. Yo deseaba regresarme
allá para estar con la abuela. Más ahora, que sentimientos incorrectos
nacían en mí. Yo estaba llena de confusiones. Quiero irme con abuela
Ana y hacerle compañía. Eso aterraba a mi padre y a Rafael.

-China, chinita ¿Por qué sos tenes esta aplicación?


-¿De que aplicación hablas?
-La de Puerto Rico boluda. ¿No pensas en macharte?
-Pensándolo estoy.
-Pero Che, boluda. Sos es loca.
-¿Por qué?
-Por que si-no dijo nada más.

Ese tema se calló por unos días. Rafael y yo volvimos al colegio y


durante el año estuvimos más unidos que nunca jamás. La gente me
decía que yo andaba enamorada de él. Pero es un grave error. Su familia,
hasta su padre y hasta mi padre. “La Chinita se enamoró de Rafael”.
Nuestras amistades, todos parecían querer que estuviéramos juntos. Yo
sólo soy joven ¿qué rayos sé del amor? Sólo me interesaba Yaniel
Maradona. Un alto guapote de tez oscura. Pero yo sabía que el nunca se
fijaría en mí. Yaniel solo me saludaba y no hablábamos mucho, yo
siempre estaba con Rafael. En Alaska, nada de esto me llegó a suceder.
Pero ya son cuatro años que llegué de Alaska. Ya mucho a cambiado,
malditos cambios. ¿Por qué tenemos que crecer? Pero si voy a Puerto
Rico, estaré mejor, igual que antes. Inocente y ajena a todo.
Cuando comenzaron las clases, Misael y Natalia se la pasaban
juntos, enamorados. Natalia le confesó a Rafael que ella se estaba
enamorando de Misael. Y Misael, me lo confesó, él estaba enamorado
de ella. Yo quería matarlo. Él tenía una novia en Brasil. Aunque extraña
la vez que se visitaban. Llevaban desde pibes juntos. Él me decía que su
novia lo trataba mal. Que él estaba cansado de su mal trato. El se sentía
libre y feliz al lado de Natalia. Ella le daba el amor y tiempo que el de
veras necesitaba. Y yo lo comprendo, ser hijo de un cardiólogo, no es
fácil, es poco el tiempo que tus padres pueden dedicarte. Nosotros
siempre estamos en busca de atención. Yo quería un novio, y no lo tenía.
Misael, tenía novia pero se encontraba lejos. De eso nada vale.

-Misael, no jugues con Natalia. Ella es una buena chica-le dije.


-Yo lo sé, yo no juego con ella. Por que es una buenísima chica,
por eso la quiero.
-¿Qué vos piensa a hacer?
-Si mi novia me sigue ignorando y con su mal trato, la dejo. Y me
quedo con Natalia. Yo hablé con Natalia ya, y le he sido muy sincero.
Ella me gusta, pero estoy atado. Cuatro años con una chica, no son
fáciles.
-Comprendo-y así sucedió. Su novia lo siguió ignorando y ellos se
dejaron. Él comenzó a establecer algo más con Natalia. Se veían muy
lindos. Pero cada vez que Rafael los veía, por alguna razón u otra se
entristecía.
-No puedo creer que vas a terminar con una relación tan larga,
Misael.
-Chinita, a veces en la vida son necesarios los cambios.
-Eso, dígaselo a Rafael-le dije.

Cambios, cambios y más cambios. Nuestro primer éxito en el


SATA cambió mucho. Esa noche nunca la olvidaré. Debido a que Maité
y Rafael ya no estaban juntos, había más tiempo para dedicarle al tango
y a nuestra amistad.

-Bueno pibes, ya es su turno-Renata nos presentaba


-No, todavía no-le dije a Renata
-¿Cómo que no boluda?-me dijo Rafael
-Que les vaya bien ¿he?-Nos dijo Renata, marchándose a su silla.
-No, yo no puedo salir. Yaniel Maradona está en el público. Tu
antigua novia, Maité, está allí sentada.
-¿Qué tiene que ver?
-Mucho, tenemos que hacer esto bien. Yo me avergüenzo. Yo no
quiero, me traicionan los nervios. Vos sabe como me pongo, nerviosa y
puedo turbarme.
-Vos se pone roja completa, eso si es cierto. Por eso, esta vez la
flor que le traje fue una rosa roja. Ahí está, en su hermoso cabello rojo.
Bueno pelirroja, chinita querida y amiga del alma. Hace esto de una
buena vez-me dijo.
-Una buena vez, esta bien mocoso. Contigo, pan y cebolla.-me reí
de los nervios y lo miré fijo a los ojos. Así nosotros comenzamos. Ese
tango que bailamos para el SATA en esa noche, fue el más hermoso que
había bailado. Tanta pasión y tanto sentimiento envuelto había en el aire,
que yo me enamoré. Y no sólo del tango argentino.

-Vos se veían bellísimos. Felicidades-me dijo la madre de Rafael


-Mejor de lo que pensaba-Renata dijo con sarcasmo.
-Muy bonito-dijo mi madre.
-¡Que bello! Hicieron un buen papel-Mariana Vientavo gritó.
-China, estoy orgulloso de ti y de ti Rafael-papá nos dijo.
-Gracias doctorcito-Rafael contestó y tomó mi mano.
-Rafael, espectacular. Felicitaciones mi vida. Y a ti te quedo muy
bonito Isabela-la voz de Maité, me causó un sentimiento ajeno que yo
conocía.

Ella abrazó a Rafael y le susurró palabras en el oído. Yo no


aguante y halé a Rafael hacía donde mi y lo abrasé. No quería soltarlo, y
mucho menos para dejarlo libre, cerca de Maité que le había hecho tanto
daño. Renata sabía lo que pasaba, estaba atenta. Maité intentó sujetarlo
por la mano pero Renata le buscó conversación. Maité no ignoraba lo
que estaba sucediendo. Ella sabía que yo estaba celosa y no le quería
dejarlo soltar. Mientras abrazaba a Rafael, escuché el latido de su
corazón. No era común, pero en sus brazos y cerca de su corazón, me
sentía en mi lugar. Él me abrazó fuerte y yo lo abrasé hasta que
finalmente tuve que respirar. No quería dejarlo ir, yo no quería.

Esa noche llegué a mi aposento y me tiré en la cama. Me quité la


rosa del pelo y comencé a llorar.

-China ¿qué le pasa a vos? ¿Por qué lloras? ¿Cuándo es que


lloramos con razón china?-Papá entró a mi cuarto. Yo aún llevaba la
ropa de la competencia y miraba la rosa roja que me había dado Rafael y
nuestra foto.

-No sé, papá-alcancé esconder la fotografía.


-Bueno chiquita, vos sabe que soy doctor, contame lo que le pasa a
vos y te recetaré algo.
-Pero papá, vos es cardiólogo, no podes recetarme nada, boludo.
-Vos llora y es por un hombre.
-Si, es cierto.
-Vos llora por amor, y eso, es una enfermedad del corazón. Y
como papá y doctor, siempre estaré para recetarte, mi pequeña china-yo
lo abrasé. Yo no tenía que decirle nada, el ya sabía lo que me sucedía.
Mamá entró al cuarto y le susurró a papá unas palabras. Me besó la
frente y con su dulzura me miró.

-Vos ya está echa una naifa, ya mismo voy y la pierdo.


-Callate mamá, yo siempre seré tu nena.
-Eso decís ahora boluda, eso lo decís ahora. Acostate, que mañana
es un día largo.
-Liliana, la nena ya no es nena. Además que la naifa aquí y yo
tenemos de que hablar. ¿Verdad?
-Si-mamá lo miró con celos. Ella al parecer quería que confiara en
ella y no en papá. Era gracioso como se miraban.
-Isabela, te estas enamorando ¿cierto?
-No sé papá. Yo he tenido varios amigos y me han gustado muchos
pibes, pero...
-Pero vos no se había enamorado de su mejor amigo-no dije nada-
Padre soy, la conozco a vos.
-Es que sentí una rabia con Maité cuando ella se le acercó. Y
aunque puede ser que sean celos, pensando que ella pueda ocupar mi
lugar, pero es que son lugares diferentes. Yo solo soy su amiga. Ella era
el amor de Rafael. Pero ella lo traicionó, ella lo abandonó. ¿Ahora quiere
ganárselo? No mijito, eso si que no.

-Se te salió lo de boricua, vos se pareció a la abuela Ana.


-Papá, en serio-dije entre sonrisa.
-Yo te comprendo. ¿Sabe que su mamá era y es mi mejor amiga?
-¿Y tanto que pelean?
-Por lo mucho que nos amamos. Tuvimos nuestras diferencia
siempre.
-Yo pensé que ustedes se conocieron en el hospital.
-Si, pero yo tenía una novia, Susana Ayala. La tía de Rafael que es
la señora Constantini ahora.
-¿La mamá de Paula?
-Sí, ella. Cuando invité a tomar café a tu mamá, comenzamos a
hablar. Yo hablaba de Susana y tu mamá de su antiguo amor. Yo le
presenté a Susana a tu madre. No teníamos las intenciones de
enamorarnos. Pero Susana me dejó por diferencias de metas y por
Constantini; regresó a la Argentina. Quedamos como amigos, pero yo
quede destrozado. Invité a tu madre a cenar e hicimos una bonita
amistad. Tanto tiempo pasé con ella que con la dulzura y belleza de tu
madre, me borró a Susana. Bailando tango con ella, descubrí que
ciertamente ella era la mujer de mi vida. Su mirada me lo decía, que ella
era para mí y nadie más.
-Y así fue. Pero papá, esto es distinto. Rafael y yo somos amigos
desde que éramos pibes.
-Nadie manda en el corazón. Pero no temas de enamorarte de él. Es
normal, tienes 17 años.
-Soy una pibe buena y tonta ¿verdad? Yo no quiero ser así ya.
-A mí me encanta que seas así. Chinita no llores y cuenta conmigo
para lo que sea. ¿Si?
-De acuerdo, buenas noches papá.
-Buenos noches luego que vos se bañe y se lave la boca.
¡Bochorno! Como dice tu abuela. ¡Vergüenza! Debe de darle a vos que
con tanta edad y hay que enviarla a bañarse. Déle, y costase temprano.
Chau.
-Che, uno nunca se salva de nada-empecé a contarle a papá mis
secretos y tener confianza con él.

Aunque le contaba a mamá, con papá era más sincera. Llegué a


conocer más sobre mi padre y todo lo debido con la fundación que él
presidía, el CORA. Me era curioso como la fundación y la MDC
trabajaba. Pero todo era por una razón, así que no le pregunté a papá
mucho sobre eso.
CAPITULO 4

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la


vida
Rafael y pasábamos todo el tiempo juntos en el colegio, todo el
tiempo juntos. Iba a mi casa para hablar o bromear. Salíamos los fines de
semanas. Carina ya estaba celosa y Mariana decía que yo también había
cambiado. Paula y Cecilia sabían que yo me estaba enamorando cada día
más. Pero yo siempre lo negué. Siempre, aunque yo sabía que era cierto.
Yo no quería que nuestra amistad se arruinara para nada. Somos unos
pibes, unos mocosos que del amor no sabemos nada. Una noche que
salimos a ver una obra teatral. Fuimos solos, por que no había quien nos
acompañara. Paula enfocada en sus estudios, Cecilia con Leonardo,
Renata con prácticas de fútbol y los demás ni se diga. Luego de la obra,
caminamos hasta la plaza.

-La plaza es más linda en la noche ¿qué cree vos?-me dijo.


-Si lo es-le contesté mientras miraba la luna. De ahí el se volvió
como enloquecido. Se trepó por las fuentes y monumentos. Y yo
riéndome pero histérica que se cayera. -¡Mocoso, sos se va a caer!-le
gritaba. -¿Qué importa?-parecía que retaba la misma muerte. Me di
cuenta, que este no era el mismo Rafael, callado, atontado y fino que yo
conocía. Una barra cercana empezó a tocar un tango, el cual ya
habíamos coreografiado. Estábamos sentados la fuente mirando las
estrellas cuando escuchamos aquel apasionado tango.

-La invito esta bella pieza, mi bella china-me dijo pícaramente en


son de broma.
-Acepto caballero, pero vos es loco y que bailar en medio de la
plaza, que las gente nos vea.
-¡Que importa!-así comenzamos nuestro tango. Bailábamos y ni las
estrellas ni la gente alrededor ya existían. Yo solo sentí que mi corazón
iba al son de mis pasos. Y entre más cerca de él, mas latía. Y mis ojos
miraban sus esmeraldas y mis labios deseaban besarlo. Pero el escudo de
nuestra amistad lo protegió. Me dio nuestra vuelta más lenta y
apasionada que nunca. Y al terminar quedamos cerca uno del otro.
Juraría yo que me besaría en ese momento. La gente alrededor nos
aplaudió y mi cara se convirtió en un tomate. Nos reíamos toda la noche
de eso. Nos volvimos a sentar en la fuente. Y me dijo que se sentía
extraño. Yo decía en mi mente, que no tan extraño como yo.

-Tiremos una moneda en la fuente y pidamos un deseo-le dije.


-Bien. ¿Qué deseaste?
-Eso no lo puedo decir-y nunca se lo he dicho. La verdad es que
desee por tres deseos. Que Rafael algún día me besara, que yo lo
arrancara de mi corazón y que él fuera feliz con la mujer de sus sueños.
No deseaba mucho, digo yo.

Todo estaba planificado, en diciembre yo partiría a Alaska para


visitar unas amistades y aprovecharía para secretamente recorrer por la
Universidad de Alaska también y conocerla. Tenía mis opciones
abiertas. Yo pensaba estudiar fotografía. Siempre me ha encantado.
Mamá tenía una constante pelea por todo el dinero que yo gastaba en
fotos. Todas las fotografías que yo tenía. Pero tenía que aceptar que eran
gratos recuerdos y fotos muy bien tomadas. Él único que no apreciaba
mi arte era claramente Rafael. Él era mi objeto preferido en retratar. Yo
parecía que tuviera una obsesión con retratarlo. Pero lo cierto era que me
encantaba verlo enojar. Al igual que él me fastidiaba por el más mínimo
error que yo cometiera. En especial al hablar. Mi castellano es pésimo,
pero durante los años a mejorado, aunque conservo mi tan gracioso
acento. Por eso bromeamos que el será un famoso profesor de estudios
hispánicos.

A pesar de todas las bromas y de lo que hablábamos en realidad


pareciera que Rafael realmente me extrañaría.

-Chinita, volve rápido ¿si?


-Intentaré.
-Vos se va olvidar de mí. Yo lo sé.
-Italianito bello, sabe que no es cierto. Es más-miré mis manos y ví
mi sortija de lagarto-toma este anillo y pontela. Cada vez que lo veas
acordate de mí. ¿Me das la de vos?
-Bien, pero no la botes. Me siento que me caso-y se rió-su anillo era
sencilla, un simple aro.

Esa sortija fue mi gran tesoro. Cada vez que la tenía puesta la
observaba por ratos. Me sentía cerca de él, aunque nos encontráramos en
polos opuestos. Fueron muchos días sin él. Todo lo que veía, me
acordaba a él. Su simple aro le hacía falta detalle. Decidí llevarlo a
incrustar su nombre y el año de nuestra graduación. Estaba original y
había quedado muy bien. Mis amistades en Alaska estaban tan felices de
verme y yo de verlos. Los extrañaba mucho y todos habían cambiado.
Un viejo amigo me invitó a una actividad de la ciudad y acepté la
invitación. Mientras caminaba observé mi mano y me sonreí, me acordé
de Rafael. Mi amigo me preguntó sobre la sortija y le conté. Al final de
la noche fuimos a un concierto que disfrutamos muchísimo. Al regreso a
casa, volví a contemplar la sortija en mi mano, pero esta vez, algo estaba
raro. Miré mi mano, pero la sortija no la tenía. “¡No podé ser! He botado
a sortija del mocoso. ¡Me va a matar!”. Me volví loca y me amigo
intentó a ayudar a buscar, pero era imposible. Yo no sabía que hacer
¿qué le iba a decir a Rafael? Mi amigo me llevó al mismo lugar donde
incrusté el nombre a la sortija. Compré dos aros iguales, y le incrusté lo
siguiente: “Rafael e Isabel, amigos eternos”. Habían quedado muy bien,
espero que me perdone. Al final de mi viaje en Alaska, comprendí que
ya me había acostumbrado a Argentina. Tal vez sería bueno regresar a
Alaska, pero allá no me iría mal. Lloré mucho al despedirme de mis
amigos, pero estaba feliz de volver.

Cuando llegué a Argentina, le pedí al taxi que me dejará en casa de


Rafael. Llegué a su casa. Pero durante la semana que viajé, el mundo
giró. Llegue a su casa y Renata me dijo que el no se encontraba. Me
quedé con ella hablando hasta que llegó él.
-¡Tuve un accidente con el auto!-esa fue la bienvenida que me dio.
Me abrazó y me contó sobre su accidente. Luego le confesé lo de la
sortija y se enojó. Pero le regalé la nueva. Le gusto mucho, pero miró
hacía abajo y no dijo nada.

-Rafael contále ya y yo los dejo solos para que hablen. Buenas


noches Isabela-me dijo Renata. Pero el tono de Renata no me agradó
para nada.

La mirada de él me decía algo que yo no quería oír. Rafael se había


vuelto a enamorar y lo noté en su sonrisa. Me contó de su nuevo amor.
Laura. Un año menor de nosotros y estudia en nuestro colegio. Delgada,
simpática, pelo rizo. Por lo menos no me cae mal. Pero no, lo perdía. No
sabía como reaccionar, estaba feliz pero muriéndome.

En el colegio me sentía frustrada. A un lado Natalia y Misael, al


otro lado Carina y su novio y así en parejas por todos lados. Hasta
Rafael. Cada vez que me sentaba en una esquina a escribir, los veía
juntos. Nosotros nos mirábamos a los faroles con disimulo. Entre él y yo
siempre ha existido una amistad, algo más que eso, pero era algo
especial; podíamos tener conversaciones mediante nuestras miradas. En
esa ocasión, yo le decía que lo extrañaba, que me sentía fuera de lugar y
que no quería que la distancia que Laura, por naturaleza ocasionaba
existiera. Ella es su novia y necesita de su tiempo. Las cosas no serían la
misma. Cuando uno tiene un novio o novia, hay que darle respeto. Los
mejores amigos del sexo opuesto tienen que desaparecer por obligación.
Pero yo no estaba preparada para vivir sin su amistad, su compañía y sin
él. Su mirada me decía que él tampoco quería esta distancia.

Yo me sentía sola, sin nadie con quien hablar. Mariana se la pasaba


llamándome para comprobar que estaba bien. Carina siempre me
buscaba la vuelta y Safíra hacia de sus travesuras. Natalia me presentó a
su hermano Samuel, que me pareció interesante y buen bailarín, pero
nada más. Ellas hacían lo posible por mantenerme despejada. Natalia
comenzó oficialmente a concertar citas con Misael y ya Misael ni me
buscaba mucho, a menos que estuvieran el y Natalia juntos. Juanjo la
pasaba molestándome. Y yo con unas ganas de morderlo y dejarle un ojo
morado. Pero Carina siempre me calmaba.

A Laura y Rafael los ví bailar tango en las calles, beber y reírse. Se


tomaban de la mano y él de vez en cuando le cantaba. Rafael siempre ha
sido un pibe detallista y con voz encantadora. Reservado, un pibe muy
bueno, amoroso y delicado. Yo me quería morir cada vez que me
contaba los detalles de su relación con ella. Pero para eso son las amigas.
Para escucharlo era mi propósito con él. ¿Por qué mi destino no pudo ser
para amarlo? Miré al cielo y volví a desear que llegara en un instante.
Pero cuando abrí los ojos, solo ví sombras. Comprendí lo que abuela
Grimalda siempre dice; Unos nacen con estrella y otros nacen
estrellados. Ni se diga como yo nací. Yo lo miraba y a veces quería
atacarlo. Quería besarlo y me controlaba. Yo me decía a mi misma que
no era posible. Sentimientos incorrectos. “Isabela no, él es como tu
hermano. Tiene novia y la quiere. El no es para ti. El no es para mí. El
no es para mí. El no es para mí. El no es para mí. Me lo repetía
constantemente. Pero su relación con Laura se rompió. La ví llorar y me
dijo que ellos se habían separado esa tarde. ¡Yo estaba feliz!
Obviamente no le dije nada. Corrí a donde Rafael y lo miré. Lo admire y
suspiré mentalmente. Rafael la dejó por que no sentía nada en su
corazón por ella. La quería, pero no la amaba. Decidió estar solo de
nuevo. Nada más de amores. En unos meses se graduaría y se iría a vivir
a otra ciudad. No valía de nada enamorarse.
-No vale enamorarse. Yo quiero estar como tú. Libre y sin pensar
en nadie. ¿Cómo se siente eso?-me dijo.

Yo no dije nada. Por días actuaba rara.


CAPITULO 5

Una pequeña confesión…

Por días las cosas comenzaron a cambiar. Ahora peleábamos por


nada. Por estupideces y sencillez. Sabíamos que sucedía algo extraño.
Renata le decía a Rafael que yo estaba enamorada de él. Paula me
aconsejaba que lo olvidara. Cecilia no decía nada. Mis amigas me daban
esperanza, excepto Mariana. Jeremías, me comprendía y compartíamos
los sentimientos. Escribíamos poemas muy profundos. Misael intentaba
buscarme información pero nada lograba. Juanjo me decía un día que
Rafael se estaba enamorando de mí y otro día me decía que lo olvidará.
Yo estaba confusa. Todos en colegio sabían que yo estaba enamorada de
Rafael. Pero el lo dudaba.
-Tenemos que hablar le dije a Rafael.
-Contáme chinita-me dijo-yo abrí una carta que llevaba en mis
manos, se suponía que fueran apuntes, pero lo leí todo.

“Debido a que en estos días el tiempo se ha ido volando, he decido


hablar sobre lo que me pasa durante este tiempo. Pues parece ser que
estoy creciendo muy súbitamente. Tengo que ir asumiendo
responsabilidades y aceptando los riesgos de ser una mujer. Entre más
días pasan suele parecer que más me pelean mi familia y me pelea vos.
Quisiera siempre estar con todas las hormonas revueltas, las
curiosidades raras y las locuras apropiadas para una adolescente
traviesa. En Alaska, cuando niña me solía parecer que nunca llegaría a
ser una adolescente. “No es justo, no es justo. Yo quiero ser grande ya.”
Solía repetírmelo todas las veces que podía, como deseos reprimidos de
ser grande. Lo que nunca pensé fue que crecer fuera tan duro. Y no es
que duela físicamente ese proceso, pero sí es un dolor de cabeza. Al
igual que terminas con dolores de cabeza y hasta de corazón. Nunca se
comprende las etapas de la vida. Cuando estas en la niñez anhelas ser
joven, cuando eres joven ser un adulto es de lo más fascinante, pues
haces lo que se te de la gana y una vez llegues a la vejez quisieras tener
los quince de nuevo. No quiero vivir una vida monótona ni llena de
escaleritas de etapas en las que vas subiendo y subiendo. Cuando llegas
a una etapa quieres otra etapa y otra y otra. Como se suele decir “uno
siempre quiere lo que no puede tener”. Y hablando de ese tema, uno le
gusta lo difícil. Uno es bien masoquista. Por que ¿a quién le gusta lo
fácil? Buscando lo difícil, se me ocurrió la brillante idea de
enamorarme de mi mejor amigo, el cual conocía súper bien desde hacía
cuatro años. El pobre acaba de quedar destrozado de su última
relación. Yo estaba pasando mucho tiempo con él y todo el mundo llegó
a la conclusión que yo andaba enamorada de él antes que yo misma me
diera cuenta. Hasta su padre lo decía. Pero ahí no queda todo. Por que
aprendí otra lección. Cuando se es mejor amigo con el sexo opuesto,
siempre hay uno que se enamora y otro que ama, pero como hermano.
Aprendí otra más en general. Uno no escoge el amor, el amor escoge
uno. A veces nos enamoramos de la persona menos indicada y no somos
correspondidos, pero eso es parte de la vida. A veces es triste que
pertenezcas a un grupo de amigas y muchas tengan sus novios. La que
queda es vos. Unas se casan y otras felices hablando de sus amores.
Todo, todo de lo más espectacular. por que vos no vas a dejar que el
mundo le caiga encima. Si no que será vos la que caiga encima del
mundo gritando: ¿qué rayos sucede conmigo? Pero nada, nada pasa.
Por que sigues viva y el que pasa es el tiempo y el mundo. ¿El tiempo?
Ahí es que uno se da cuenta que el tiempo pasa rápido, ciertamente
rápido. No sé que decisiones tomar en cuanto a que estudiaré, donde
estudiaré y ni por que. Pensar que en unos meses me gradúo, luego voy
a la universidad y me caso. ¡Que horror! ¿Casarme, yo? Ni sé con
quién, pero en una vida normal, eso es lo que se supone que suceda.
Aunque mi vida no es nada de normal. Otra vez me pongo a pensar.
¿Qué tal si muero mañana, en una semana o en dos años? No cumpliré
con mis sueños, ni mis metas. El mundo girará y girará, mientras yo este
a 5 pies bajo tierra. Mi familia llorará y no querrán más que
recordarme bonito. Mis amigos me recordarán con lágrimas mirando
las fotografías de los días alegres. Los demás me dedicarán algo que ni
yo me enteré, “blah”, yo no estaré aquí y tal vez unos ni se enterarán de
mi muerte. Ni que yo fuera tan importante. ¡Pero para mí lo soy! Yo no
quiero morir todavía. Menos si antes haberme casado en un traje rojo y
probado la otra parte de la vida. Lo normal que diría una joven. Si le
dijeran a vos, “Le quedan 24 horas de vida ¿qué harías?” Yo, no
respondo, pero es obvia la contestación, creo, si soy normal, o si no lo
soy, no sé. Estoy enloquecida, pero pobre del miserable que realmente
ha enloquecido. Es como vivir sin sentido. Aunque yo no sé lo que es
estar en el estado de verdadera locura, creo yo que sigo en mi sano
juicio. Pero es cierto que todos tenemos un poco de locura por dentro.
Que en realidad la locura de la persona normal, digo si yo soy normal,
son en realidad deseos reprimidos y ocultos. Lo que es seguro es que
estamos en este momento vivitos y coleando, obvio. Y que cada día
crecemos y envejecemos, sí, aunque algunos les duelan, esa es la
realidad. Pero yo no quiero crecer tan rápido. ¿Cómo se detiene el
tiempo? Ya nada se resuelve con lágrimas de cocodrilo. Todo es una
realidad. Me gradúo, mis amigos y yo nos separamos. El amor de mi
vida, me mirará a los ojos y no dirá nada, absolutamente nada. Pues el
tiempo pasa y yo, seguiré aquí, donde creo estar sentada. En un mundo
de locura. ¿Y vos, que tenes que decir?”

-Nada
-¿Seguro que nada?
-Nada, absolutamente nada-aunque si me gustará saber quien es el
amor de la vida de sos. Estoy confundido. ¿Vos ensayo esto? ¿Acaso vos
siente algo por mí?
-Este es todo el punto, yo creo que si haz captado.
-¡Pero sos es loca! Vos es como mi hermana. Yo no puedo verte
con esos ojos. Isabela ¿Por qué me hace esto?
-Yo no escogí esto.
-Pero, yo no entiendo, yo nunca te di esperanzas. China, yo no
puedo sentir nada por ti.
-¿Seguí enamorado de la boluda de Maité, Cierto?
-No, Maité mató los sentimientos. Cierto que la amé aún después
de su engaño, pero ya ella mató todo. Yo no quiero nada con nadie
ahora. Ni con Laura que la quise mucho. Chinita, nosotros solo somos
buenos amigos. Lo siento, pero vos tenes que olvidarme de esa manera.

Yo no sabia si llorar. Pero no tenía ganas. Ya sabía que el no sentía


nada por mi. Fui una estúpida en creer que me pudiera amar. Pero es que
el solo es mi mejor amigo. Los amigos no se pueden enamorar. Y un
hombre y una mujer no pueden ser solamente amigos, nunca.
Comprendí que uno no puede o no debe convertir un mejor amigo en el
amor de su vida. Sino que uno tiene que convertir tu amor seguro en el
mejor amigo.

Días después el llegó a casa. Mi hermanita me llamó. El me dijo


muchas cosas bonitas. Me invitó a una fiesta en casa de Cecilia.
Disfrutamos mucho. Mientras bailábamos el me dijo que Juanjo lo
estaba molestando.

-Juanjo me tiene una broma.


-¿Con que?
-Con que nosotros terminaremos juntos y casados-yo me reí
cuando me dijo eso.
-¿Y que vos le dijo?
-Nada, le metí un golpe.
-¿Por qué?
-Por que puede tener razón. Dejemos que las cosas y el tiempo
pase. Tal vez en unos años podremos estar juntos y nos iremos a vivir a
un apartamento. Uno que sea tuyo, por que yo como que no quiero
comprar uno-me volví a reír. No creía en lo que Rafael me decía, pero
por un momento me hacía feliz. Esa noche no pude dormir. Cuando
alcancé a dormir, esa noche soñé algo extraño, casi real. Era con una
canción que había escuchado en la radio, la cantaban Álvaro Torres y
Selena. Y tenía el tema muy parecido a nuestra situación. De pronto la
canción se convirtió en una conversación de nosotros.

-Como ya sé que eres un sueño Inalcanzable me basta y sobra con


que sepas cuánto te amo, mi amado amigo, el mejor. Por que daría lo
que soy, el que me roba a manos llenas el corazón-dije.
-No es que yo sea indiferente a lo que vos sientes, si yo
pudiera amarla así yo la maría. Pero el amor no se improvisa nace de
pronto así sin más. No es una cosa de poner aquí o allá-Me dijo Rafael
con la cabeza baja, suspiró y continuó-Si el sentimiento fuera igual en
vos y en mi, vuestro amor seria de gloria y éxtasis.
-Pero querer y amar no es lo mismo, siempre es más grande el
amor que el cariño-ya casi lloraba y cerré los ojos.
-Y aunque tengamos tantas cosas en común puede ser que pague
yo o pagues vos-me acarició la cara-Si el sentimiento que nos une no es
el mismo sigamos siendo mejor...-Nos miramos y a la vez dijimos.
- Buenos amigos.
-Te esperaré un día y otro lleno de ansias. Hasta que quieras
abrigarme dentro de la alma de vos. Quiero vivir con la ilusión de algún
día me amarás, no importa el tiempo que tenga que esperar a vos-lo
miré a los ojos.
-Toda las cosa que me decís son tan bellas, que a veces siento
que me estoy enamorando. Pero despierto y me detengo
antes de entrar en un error, pues vale más un buen amigo que un mal
amor-caminó hacía atrás de mi. Me abrazó por la espalda y me repitió
con palabras dulces y voz solloza.
-Si el sentimientos fuera igual en ti y en mi nuestro amor seria
de gloria y éxtasis-me abrazó más fuerte.
-Pero querer y amar no es lo mismo, siempre es más grande el
amor que el cariño-una lágrima se me escapó y tenía un taco en mi
garganta.
-Y aunque tengamos tantas cosas en común puede ser que pague
yo o pagues tú-me besó la mejilla y entonces yo hablé.
-Si el sentimiento que nos une no es el mismo sigamos siendo
mejor...-nos reímos irónicamente y con suspiro dijimos-
- Buenos amigos-me besó la otra mejilla y se marchó. Se fue en
aquel tren de nunca jamás. Yo no reté mirar hacía atrás. Ya sabía que el
amor de mi vida se iba, se marchaba para siempre.
Desperté. Comprendí que no podía forzarlo a quererme. Si no me
amaba no era su culpa. Yo intenté salir de casa para hablar con él,
cuando mi hermana me detuvo. Me dijo que había llegado una
correspondencia para mí de la Universidad de Puerto Rico. Cuando la
abrí, me emocioné, me habían aceptado. Estudiaría Ingeniería Eléctrica,
pero podría tomar cursos de fotografías en Puerto Rico. Me vendría bien
para olvidar a Rafael. Cuando mi padre escuchó mi grito de emoción,
me sentó.

-Papá tengo que ir a donde Rafael a contarle y a decirle otras cosas.


-No nena, hablemos primero.
-Pero papá, yo me quiero ir.
-Nena, quédate en Argentina. No te vayas. No le digas nada a
Rafael.
-Papá, yo tengo que ir a hablar a Rafael. Tengo que decirle que no
quiero vivir una falsa. El no me ama y yo comprendí eso papá. El amor
no se puede forzar. Y Puerto Rico me vendrá bien-le dije. Pero papá me
dio una noticia.
-Nena, perdón.
-¿Por qué me pedís disculpa?- le dije confundida-No me podes
obligar a quedar aquí-le dije seriamente.
-No, no es eso- y bajo la cabeza. Me confesó todo. Mientras
hablaba yo no podía creerlo. Él me hablaba y mis lágrimas bajaban de la
rabia. Sentí que mi padre me había traicionado y me había vendido. El y
el papá de Rafael habían planeado que nos enamoráramos para que el
CORA y la MDC se unieran. Comprendí por que la obsesión de que
practicáramos fuerte y todos los días. Yo caí en la trampa. Yo baile
tango apasionado, en las calles de buenos aires, en la copa del SATA, en
su casa, en mi casa y hasta debajo de las estrellas. Bebí del vino tinto,
probé de su piel y lo amé. Pero el solo me vio como su hermana querida
a quien el siempre llevará en su corazón.
CAPITULO 6

Paradoja
No llegué ir a su casa. No le hable en esos días y no tome sus
llamadas ni recados. El día de la graduación fue un día extraño. Entré y
me encontré con las nenas, Carina, Mariana y Safíra. Todas elegantes y
preciosas. Natalia y Misael. En la graduación nos felicitamos y me
disculpé por no atenderlo cuando me buscaba. Ese día cenamos juntos.
Pero mi corazón sufría. En el baile, no lo esperaba. No me entusiasme
por arreglarme mucho. Paula me animaba, diciéndome que siempre
había que lucir. Pero yo no quería verme linda. Si él no estaba ¿para
qué? No quería que nadie más me mirara. Total, a él ni le importaría.
Pero lo ví entrar al baile. El si fue al baile y yo lo ví y me deshice.
Distanciarnos era imposible, nuestras miradas siempre hablaban. Mi
mirada lo extrañaba con amor y su mirada me extrañaba con un cariño.
No sabía que hacer. Bailamos y nos divertimos. Pero nada más. Renata
me decía que pronto no me haría falta y que con el tiempo lo olvidaría.
Julían me decía lo mismo. Aunque él no hizo caso a su propio consejo.

La última discusión que habían tenido era realmente una tontería.


Aunque durante el tiempo en que estuvieron separados Julián comenzó a
salir con otra, por despecho. Una tal Marina. Ni flaca, ni gorda, blanca
como la nieve y un pelo castaño ondulado. Su mirada era seria y no era
nada de simpática. La conoció en la universidad y tenía sus mismos
sueños y metas, ser doctora. Una mujer brillante y con buena perspectiva
de salir exitosa en el mundo del trabajo. El empezó a salir con ella y
Paula los veía. Ella se moría de celos por dentro. Yo era su diario, la
única que lo sabía. Al igual que Julián me contaba que sólo estaba con
Marina para celar a Paula, el solo amaba a Paula.

Paula y él comenzaron de cero. Comenzaron a ser amigos de


nuevo. En el baile el se le acercó y la saludó. Tenía un traje blanco,
corbata blanca y hasta sus zapatos eran blancos. Para diferenciar, Paula,
como siempre, pareciera que estuviera en acorde con él. Llevaba un traje
blanco, una rosa blanca en el pelo y zapatos blancos. El le ofreció bailar.
Ella se negó y cuando el indignado se iba a marchar ella lo invito a
sentarse para charlar. Hablaron y hablaron largo tiempo. El se armó de
valor y la volvió a invitar a un tango y esta vez ella no se resistió y
bailaron.

Ella se moría por dentro al estar cerca de él. Ver su mirada tan
profunda que la deseaba tanto como ella lo deseaba a él. Ese cabello
negro lacio y esas cejas que acompañaban sus atrevidos labios y le
brindaban una sonrisa maliciosa. Los labios que se le acercaban a la
oreja y le murmuraban palabras. Los labios que ella solo admiraba y no
prestaba atención a lo que decían. Y las manos que la tomaban por una
mano y la otra en su cintura. Ella sentía con su pecho el corazón de
Julián latir. Su corazón latía igual. Sin duda, aún ella lo amaba, no se
podía haber olvidado de su amor tan fácilmente como que ella juraba.

El miraba esos ojos olivos, ese pelo castaño, que había sido
cortado hasta las barbilla. Esa rosa blanca en el cabello que la hacía lucir
angelical. Su sonrisa victoriosa que nunca cambiaba. Su voz ronca que le
respondía con un simple si o un mero no a sus preguntas. El le encantaba
como ella bailaba, con delicadeza. Lo miraba de una manera que decía
cuanto ella lo extrañaba. El la apretaba más y la acercaba más a él cada
vez que tenía la oportunidad en el baile. Sin duda el la amaba, como
siempre aceptó.

Cuando terminaron de bailar, Paula se le escapó por un segundo.


Vino a donde de mi y me miró con una mirada diferente. Ella sonreía y
no había bebido tanto, no aún. Tomó el vino de mis manos, el propio
vino que yo bebía y se lo bebió. Me dijo que estaba hablando con Julián
y que iría a hablar con el de nuevo, pero esta vez irían al último piso del
hotel, para ver la vista hermosa de Buenos Aires. Yo no dije nada, ella
parecía una borracha, y lo estaba pero de felicidad. No quise aguarle la
noche para contarle sobre lo triste que me sentía, así que solo le sonreí y
ella se fue. Me quede sola y sin mi vino, así que me serví otra copa más.
Mientras ella caminaba hacía donde ella pensó haber dejado a
Julián, un abrazo la tomó de sorpresa. Era Julián, ella lo invitó al último
piso, tal como me lo había dicho. Al entrar al elevador, nadie más estaba
adentro. Ella se recostó de la pared, suspiró y lo miró como hacía en sus
tiempos con él. Era un pequeño mensaje. El entendió y se le acercó, ella
lo tomó por la corbata y lo besó. Lo besó como no lo había besado en
tantos meses de enojo. Cuando iban por el quinto piso el elevador se
detuvo y ellos volvieron a su estado normal. Cecilia y Leonardo entraron
y la miraron con rareza, pero conversaron con normalidad, como en los
viejos tiempos. Llegaron al último piso y Cecilia tomó a Paula por el
brazo y la apartó.
-¡Estas borracha!-Le dijo.
-Cecilia, no lo estoy. Simplemente, lo he perdonado. Lo amo y no
puedo vivir sin él.
-Sábete que el no te conviene.
-El amor es ciego, y yo estoy ciega y loca por el. Disculpáme.
-Bueno, vos no se atreva a vení llorando a donde mí por ese.
-No se preocupe, iré a donde Isabela-Terminaron de hablar y
volvieron a donde sus amados. Acaramelados las dos parejas, viendo la
vista hermosa se dijeron muchas cosas. Entre eso, promesas de amor.

Julián no quería volver a separarse de ella, aunque así tuvieran la


peor pelea de la historia. El amor se trataba de resolver las diferencias
que se tienen. Hablarse, comunicarse, tener confianza y decir la verdad.

-Paula, perdoname por lo boludo que he sido con sos. Te prometo


que no te mentiré. Que haré lo que vos quiera. ¿Vos quiere que deje la
escuela de medicina? Vos pedímelo, y yo estudiaré otra vocación.
-No, no se trata de que dejes de estudiar lo que quieres. Yo te amo
no importa la profesión. Solo no quiero que esa se tu prioridad en la
vida. Disfruta de ella, del aire, de las vistas, de los segundos, de los
besos, de mí. Pero no te enfoques en estudiar y estudiar, aparta tiempo
para otras cosas, para buscar de Dios por ejemplo.
Se seguían amando. En una esquina estaban ellos festejando.
Cecilia y Leonardo susurrándose el uno al otro. Misael y Natalia se
robaron la pista de baile. Jorge estaba feliz con Carolina. Jeremías y
Juanjo estaban solteros y cada uno con sus sufrimientos. Pero creo que
eran los únicos solteros del baile, aparte de Rafael y yo. Esa noche nos
dijimos muchas cosas bonitas. Dijimos que había que distanciarnos por
el bien de nosotros. Yo le dije que me iba a estudiar a Puerto Rico. Él lo
aceptó.

-Tal vez sea lo mejor-me dijo.


-Tal vez-le dije-Devolvéme el anillo.
-No, Vos perdió la mía, ya esta es mía.
-Pero acaso no entendés, que si algún día volvés con Laura, o tenés
otra novia, ¿que te va decir sobre el anillo?
-Laura nunca me dijo nada.
-Por que nunca tuvo la oportunidad de preguntártelo, Anda Rafa,
dame el anillo. ¿Qué vos le va a decir a su futura novia?
-Nada, que Isabela, mi mejor amiga, me regaló el anillo y ella
estaba enamorada de mí.
-Eso no es justo. Vos ya sabe. Dame el anillo-y se negó-Bien, pero
te juro que no me iré de aquí sin el anillo.
-Veremos, es lo único que me queda de nuestra amistad.
¿Pretendes quitármelo?
-Es lo único que me ata a ti. ¿Queres que siga sufriendo?
-Yo quiero que sos sea feliz, pero el anillo es mío.
-Nos veremos algún día mocoso. Te extrañaré y me despedí de él.
Esos últimos días lloré mucho. Mi hermanita me consolaba y no me
quería dejar sola. Decía que me iba extrañar mucho más que a nuestro
hermano. Antes de ir al aeropuerto fui a casa de Rafael y me despedí de
todos. Yo noté que nuestras familias estaban furiosas por no haber
logrado lo cumplido. Desconocía si Rafael conocía del plan. Rafael no
estaba allí, no se sabía dónde el estaba. Yo le dejé una carta con Renata
y le pedí permiso para entrar a su cuarto. Afortunadamente había dejado
el anillo donde yo esperaba y me lo llevé. Me marché sin mirar atrás. En
la carta le dije que lo quería mucho y lo iba extrañar. Mientras iba hacía
al aeropuerto cada lugar que veía me acordaba de una memoria de algún
buen rato que pasé con Rafael. Lloré y me despedí de mi familia.

Abuela estaba feliz de que le hiciera compañía. Yo le escribía a mi


familia en argentina todos los meses. Mi hermano me visitaba cada vez
que podía viajar a Puerto Rico. Ya el había realizado su vida. Hasta se
había casado.

Durante estos tres años yo realicé muchas amistades. Sobre todo


me estreché mas con mi prima Anabel, nos convertimos inseparables.
Salíamos juntas a todos lados y vivamos juntas con al abuela, que nos la
llevamos para Mayagüez. Finalmente decidí empezar estudiar Ingeniería
Eléctrica. Los primeros meses de estudios fueron terribles para mí.
Fracasé en muchos de mis exámenes y cometí muchos errores.

Conocí a Eduardo, un joven muy apuesto. Trigueño, labios grades,


alto e inteligente. Me hacía reír mucho. El estaba en la banda del colegio
y yo decidí unirme al equipo de fútbol femenino. Lo veía casi todos los
días y nos convertimos en solamente muy buenos amigos a distancia. Yo
le había tomado un temor a tener amigos cercanos. Finalmente hacía un
par de meses antes de regresar a Argentina para una boda, algo me llamó
la atención de él. Comenzamos a salir. Y una noche me besó.

Hacía mucho tiempo que no besaba, pero el me cautivó. Decidí


darle una oportunidad al amor. No lo amaba aún, pero me sentía
protegida y querida por él. Su color de piel me atraía mucho, su mirada
me intrigaba. Pero su amistad incondicional fue lo que me dio confianza
que tal vez, el no me rompería mi corazón, que seguía latiendo por
Rafael. Pero eso nadie lo tenía que saber. No era de importancia. Total,
Rafael tenía novia, según me habían contado. Y con el tiempo lo
olvidaría y Eduardo sería mi nuevo amor. Así fue mi pensar.
CAPITULO 7

Un regreso para un último tango

En estos tres años no me comuniqué con Rafael. Solo lo que mi


hermana y Renata me escribían. Regresó con Laura, pero parecían tener
mucha falta de comunicación. No eran muy afectuosos entre ellos.
Estaba estudiando estudios hispánicos. Tomó en serio lo de ser profesor.
Me contó de todas mis amistades, que ellos estudiaban en Argentina,
excepto por algunos. Paula y Julián se separaron. Comprendieron que a
veces es mejor separarse y coger otro rumbo que seguir lastimando a una
persona que uno ama. Terminaron como buenos y maduros adultos.
Paula fue a terminar sus estudios en la universidad Autónoma de Madrid
en España. Julián se fue a seguir estudios en medicina en los Estados
Unidos y la Fundación le tenía una beca. Cada uno visitaba la Argentina
cada vez que tenían la oportunidad. Misael y Natalia también se
separaron. Misael consiguió un trabajo en Brazil y de vez en cuando el
me escribía y viajaba a Puerto Rico a visitarme. Natalia estudiaba para
se maestra pero se mudó lejos de Buenos Aires y a decir verdad nadie
sabe mucho de ella. Escuché que se casó, pero no se si sea cierto. Jorge
al igual se separó de Carolina y quiso pretender a Sofía la hermana de
Jeremías, pero ella no quería estar con él. Pero la vida siempre da vueltas
y quien sabe. Mariana, se hizo una gran profesional dedicada a su
trabajo. Carina seguía estudiando seguía con su novio de siempre. Safíra
y Jeremías estudiaban en el mismo Buenos Aires. Juanjo, trabajaba para
una empresa aérea. Casi todos estudiaban y trabajaban. Todos estaban
bien. Papá estaba un poco enfermo, pero nada muy grave. Cecilia y
Leonardo que seguían muy enamorados estaban por casarse y me
invitaron a su boda. Así que papá hizo arreglos para que ese verano
volviera a la Argentina. Me sentía con muchos miedos y con muchas
dudas. Quería regresar y ver a Cecilia y Leonardo casarse, ver mis
amistades y familia, pero ciertamente no quería volver a ver a Rafael.
Tres veranos habían pasado y yo regresaría a mi Argentina. Hice
una para en Brazil donde Misael y yo viajamos juntos a la Argentina.
Durante largas horas hablamos y nos abrazamos, recordando tantos
viejos y buenos momentos. “No hay nada que lamentar, todo fue por que
fue” me dijo “y así es mejor”. Paula y Cecilia me buscaron al aeropuerto
y Misael tomó un taxi para su casa, para yo poder disfrutar de hablar con
ellas. Fuimos a cenar y cenando me dieron una noticia. Paula se iba
casar así que tenía que extender mis vacaciones para quedarme todo el
verano. Ya hablaban de tener hijos y de cómo iban a planearle sus vidas.
Objeté de primera, pero la idea de los bebés me parecía tierna. Yo quería
que la hija de Paula se llamara por lo menos Lea Isabel o algo así en
honor a mí. Pero no me tomaron en serio.

Visité a todos. Carina, igual de hermosa con el hermano de Julián.


Mariana y Safíra estaban comprometidas con hombres guapos y
elegantes. Jeremías escribió un libro de poemas que fue todo un éxito y
su hermana Sofía se hizo profesional y trabajaba para una empresa muy
importante. Misael, Juanjo y Samuel, me invitaron unos tragos y
hablamos algo. Juanjo trabajaba dos trabajos, en la empresa aérea y
tenía un negocio de ebanistería y Samuel como contable de una
compañía. Ellos me dijeron que las cosas entre Rafael y Laura no
andaban bien. También que Maité fue diagnosticada con cáncer y que
Rafael la visitaba de vez en cuando, habían quedado como buenos
amigos. Los demás andaban bien, por algún lugar en Buenos Aires.

Llegué a mi casa y casi no reconocí a mi hermana. Estaba preciosa.


Mi madre se había cortado el pelo y papá tenía muchas canas. Mis
viejitos a estaban viejitos. Lo primero que hicieron fue interrogarme
sobre como estaba abuela, como era la esposa de mi hermano, como me
iban mis estudios en Puerto Rico y hasta me preguntaron de Eduardo.
No hable mucho de él.
Me sentía tan extraña en mi propia casa que a veces no podía
dormir pensando en todos los cambios que habían pasado y miraba mis
álbumes de fotos del colegio. De vez en cuando lloraba en silencio, para
no despertar a mi hermana.

Unos cuantos días antes de la boda yo me encontraba escribiendo


un mensaje electrónico a Eduardo en la oficina de papá. Cuando
encontré un expediente médico. Era de Rafael. Papá había observado a
Rafael desde que llegamos a vivir a Argentina. Decía que Rafael tenía
una pequeña perforación en el corazón. Pero ahora había crecido la
perforación y su corazón estaba débil, muy débil. Mi padre era el
cardiólogo principal en atender a Rafael y su padre agradecía todo lo que
mi padre había hecho. Le escribió una carta dándole las gracias,
diciéndole de su tristeza por que Rafael y yo, nunca pudimos
enamorarnos y así el CORA y la MDC quedarán unidas de algún modo
que no comprendí. Le expresó su angustia de saber que el corazón de
Rafael ya necesitaba una operación, y su expresó su temor ante la
operación pues según él “hay muchos riesgos’. Cuando leí la carta
enloquecí. Lo primero que pensé fue que Rafael iba morir. Aunque en si,
en la vida, todos morimos. Pero no podía aceptar verlo morir, no a él y
no tan joven. Lloré, grité. ¿Por qué tantos misterios? ¿Por qué las
mentiras? Yo aún no había visto a Rafael y ahora ¿cómo podría mirarlo
a los ojos sabiendo que no le queda mucho? Fui al hospital en busca de
papá.

-Papá encontré esta carta y el expediente de Rafael-entré a su


oficina y le dije gritándole.
-Ahí está el expediente que buscaba. Gracias nena por traérmelo-
me dijo fríamente.
-Escucháme papá-le dije llorando-¿vos por que no me dijo nada?
Vos pretendías que me enamorará de Rafael. Pero yo no quería amar a
mi mejor amigo. Pero vos me dijo que no tuviera miedo. El daño lo
sufrimos ahora nosotros. ¿Papá no entiendo? Como quiera me ibas a ser
sufrir. Rafael ahora está a punto de morir del corazón y yo también
moriré del dolor que llevo por haber arruinado nuestra amistad. Y vos
nunca me lo dijo. Nunca. Sos se mudó de Alaska para acá, para
atenderlo a él, nunca me dijiste nada. ¿Por qué papá? Yo pensaba que
entre nosotros había una confianza mayor que la yo tenía con mi madre.

El solo me observó. Sacó otros papeles, acomodo una silla y me


señalo que me sentará. Se sentó en su escritorio y pareciéramos más un
doctor y paciente que padre e hija.

-Chinita...-Me intentó consolar-¿Bueno china, cuando es que


lloramos con razón?”
-No me llames así y no me preguntes eso, solo contestáme.
-Nena, ¿Qué quieres que le diga a vos?
-La verdad, y que me expliques lo que tiene Rafael.
-¿Recordas cuando jugabas fútbol y no quería?
-Si ¿pero que tiene que ver?
-Ahí comienza los síntomas de su enfermedad. Los niños con esa
enfermedad, no muestran ganas de jugar o estar muy activos como es lo
acostumbrado.
-¿Cuál es la enfermedad?
- Defecto Septal Auricular, o sea, perforaciones en el corazón.
-¡Pero eso es grave!
-Normalmente, si no se atiende a tiempo puede resultar en otros
problemas como arritmias, alta presión, alteraciones en la presión
sanguínea e insuficiencia cardiaca. En casos exagerados, la perforación
puede hacerse más grande y si no se atiende puede conducir a un paro
cardiaco y hasta la muerte.
-El no puede morir ¿Por qué no se ha hecho nada si lo sabían desde
antes?
-Bela, espera que termine. La mayoría de los cardiólogos y
cirujanos no corrigen estos defectos si es del género masculino. Estos
son observados de cerca por sus cardiólogos, en caso de Rafael, por mí,
hasta la edad adulta. Con el género femenino el riesgo es muy distinto.
Por lo que se decidió observarlo cuando pequeño para ver si al llegar a la
adultez existieran otras posibilidades de operaciones de menos riesgos y
seguros. El único medio para sellar ese órgano era hasta hace pocos años
una operación a corazón abierto, ahora se corrige a través de una
incisión en la aurícula derecha.
-Aséele la incisión y el estará mejor.
-Bela, no es tan fácil, existen complicaciones luego de esa incisión.
Una de las complicaciones en la corrección de un DSA es el fenómeno
conocido como Síndrome Post-Pericardiotomía. Esta puede aparecer
alrededor de 7 días después de la operación. Liquido se acumula en el
pericardio, el saco que envuelve al corazón. Si se permite que se
acumule demasiado liquido, la presión sobre el corazón ocasionará que
no funcione correctamente. Si esto sucede, la situación se vuelve de vida
o muerte para el paciente.
-¿Qué se puede hacer?
-Tomar las cosas con calma.
-¿Y sobre unir la MDC y el CORA mediante nosotros?
-Grave error el siquiera pensarlo, pero en verdad pensábamos que
ustedes terminarían juntos, perdonános china-.
-No quiero verlo, me da miedo.
-No nada de eso. Lo verás en la boda de Cecilia y habla con él. No
le digas que tu sabes, el nunca quería que supieras. Era un pibe
orgulloso. Vos sabe como él era. Ya lo tenés que ver esta hecho un buen
caballero. Laura y el no están juntos.
-Lo sé papá, pero el nunca me va amar.
-Ve a la boda y baila un último tango con él y antes de que te
regreses a Puerto Rico ¿Si?
-No será fácil, yo lo sigo amando a pesar de Eduardo, y mi vida en
Puerto Rico. Yo nunca lo dejé de amar y ahora me enteró de su
enfermedad. De que se puede morir…-Mamá entró a la oficina.
-Tu hermana me dijo lo que ha sucedido. Isabela.
-Mamá- no pude decirle nada, solo la abracé y me eché a llorar
como una pibe. Mi hermana entró y abrazo a papá.
-Nena, ya calmáte. No te precipites a las cosas. Tú papá está
haciendo todo lo posible por hacerle bien a Rafael-me dijo la voz
lenitiva de mamá.
-Es cierto, nena. No llores, que a Rafael no le gustaría verte así-
dijo papá.
-Está loco por verte de nuevo y bailar tango-me dijo mi hermana
sonriéndome.
-Papá ¿El tango no le afecta su corazón?
-No, no, al contrario es un ejercicio pasivo que lo fortalece en
cierta manera, por que cuando...-papá se puso rojizo, me indicó que
llamará a una enfermera y yo veía todo ocurrir lento. Mamá se volvió
loca y mi hermana salió corriendo a buscar una enfermera. Papá tuvo un
infarto. Como si fuera poco en tan poco tiempo, el mundo se me había
echado encima.

Papá se recuperó, irónicamente sus colegas lo atendieron


inmediatamente. En las noches que pase a su lado me sentaba a escribir
en mi diario que ya estaba hecho en un libro. Recuerdo que fue en esa
noche que escribí el proverbio que he dejado que me guíe en mis
momentos difíciles. Escribí: “Novas a dejar que el mundo caiga encima
de ti, sino que serás tu quien caiga encima del mundo”. Cada vez que
abría el diario y lo leía, sonreía.

Durante esos días que papá pasó en el hospital, mucha gente lo


visitó. Pero por cosas de la vida, cada vez que Rafael iba a visitar a papá,
era mi turno de descanso y nunca lo veía. Una noche papá me dijo que
Rafael había ido a verlo y que procuró por mí. Yo le pedí que no hablara
de él. Pro me dijo unas palabras que me aturdió.
-Recuerda que el amor no se puede esforzar.
-Lo sé papá, por eso deje ir a Rafael aquella vez.
-No lo digo por Rafael, sino por ti.
-¿Qué decís?
-Buenas noches nena-se viró de otro lado y me ignoro.

Yo me quedé pensando en sus palabras. No pude dormir en toda


esa noche. Daba vueltas en la cama, me arropaba con la sabana, volvía a
desarroparme. Me levantaba al baño, volvía a costarme. Me volvía a;
levantar me tomaba un poco de leche con chocolatina. En fin, solo pude
pensar.
Yo deje ir a Rafael cuando todo parecía marchar bien entre
nosotros. Yo estaba muy ilusionada, pero sabía que no podía esforzarlo a
amarme y yo sabía que su excusa de que comenzaba a sentir algo, era
mentira. Me convencí que si en serio comenzaba a surgir algo, saliera de
su corazón, a pesar que yo concluyera con la falsa. Mi celular sonó. Era
Eduardo quien me llamaba desde Puerto Rico. ¡Ya me había olvidado de
él! Fue entonces que comprendí lo que papá me quiso decir.
-Hola amor, no me has llamado desde que llegaste-me dijo.
-Es que no he tenido tiempo, papá sufrió un ataque del corazón y
todo ha estado fuera de control. Perdoname.
-No te preocupes, espero que este bien. Me preocupa mucho. Te
extraño.
-Eduardo. ¿Tú me amas?
-Pues claro y tu chiquita, ¿tu me amas?
Un silencio se escuchó a pesar de las distancias entre nosotros. Se
escuchaba mi respiración, mi tensión. El suspiró fuertemente.
-Ya sabía que algo malo pasaba entre nosotros. Tu regreso a
Argentina te iba a cambiar.
-No se trata de eso, Eduardo. Eduardo tú me encantas, pero no
puedo fingir y obligar a mi corazón a amarte del mismo modo que tú te
entregas. No es justo para los dos-El no dijo nada.
-Yo creo que es mejor que lo nuestro se quede aquí. No te puedo
obligar a amarme. Pero recuerda que si te amo chiquita, y mucho que te
amo.
-Gracias, gracias por todo. Recuerdos a tu familia, te aprecio
mucho Eduardo, te quiero con mucho cariño, eres un gran hombre. De
veras lo eres-le dije.
-Yo te amo, y sé que no te puedo obligar a amarme. Nos vemos
chiquita, adiós.

Así nos despedimos y lloré. Por que aunque no lo amaba de


corazón, si compartí muchos momentos lindos con él. Y me dolió su
dolor de no poder amarlo. Por que yo pasé por lo que el pasó. Y me
dolió escuchar sus palabras y yo no poder corresponderle.
Es una cadena este rollo del amor. Unos aman, otros no pueden
amar y etcétera. Lloré un poco, pero no podía seguir engañando a mi
corazón ni a él.

El día tan esperado por todos llegó. El día de la boda alcanzó


nuestra existencia. Yo me preparaba para ir a la boda, y Paula me llama
al celular. Comenzamos a hablar tanto que se me hizo tarde. Le recordé
que nos veríamos dentro de poco y así le corté. Yo estaba casi lista.
Saqué mi vestido rojo, me miré al espejo. Me hice una cola de caballo
atada y me coloqué la flor. Una flor roja, en honor a los viejos tiempos.
“Un último tango de amor bailaré” me dije. Yo me preguntaba como se
vería Rafael. ¿Estaría más grueso? ¿Su rostro habrá cambiado? ¿Estaría
igual de encantador? Llegue a la boda y todo estaba decorado tan
hermoso. Flores blancas por todos lados. Colgadas del techo, pétalos en
el suelo, y hasta las damas estaban de blanco. Flores en los candelabros.
Mentas en las mesas. Los mejores vinos para beber. Pensé reconocer
unos cuantos invitados, Juanjo una mesa hablando irónicamente con una
prima de Maité, me pregunté como ella estaría y donde se encontraría.
Reconocí a Julián de lejos, sentado y muy callado. Misael me miraba
haciendo caritas y haciéndome reír. Así reconocí a muchos hasta que ví
a Leonardo que estaba parado en una esquina junto a su hermano. Se
veía nervioso y desesperado y con una sonrisa insegura. Las familias
inquietas y susurrando. Esperando la llegada de la hermosa Cecilia
Cecilia. Me imagino que Leonardo se estaría preguntado-¿Vendrá o no
vendrá? ¿Me dejará plantado en altar? Ella sabe que la amo ¿será
capaz?-yo me hacía un mar de risas por dentro viéndolo sudar.

Cuando ella entró por la puerta, el lugar quedó en silencio. Se veía


hermosa en su traje blanco. Parecía tan inocente, pura y bella. En medio
de ese silencio, sólo se escuchó la voz de Leonardo “Por eso fue que me
enamoré de esa mujer, por eso es que ella será mi esposa hoy”. Sonrió
con sonrisa de conquistador y de victoria. Cecilia y él no dejaban de
mirarse. Las madres en una esquina llorando. Paula y yo, en la mesa solo
contemplando todo. Cecilia desfiló y fue la ceremonia más bella que
había visto. En medio de la ceremonia, escuché una voz.
-Tanto tiempo chinita-Oí la voz familiar de Rafael. Yo solo quería
morirme, me hacía tanta falta escucharlo. Cerré los ojos, bajé la cabeza y
suspiré. El saber que el pronto podría morir me amortiguaba. Yo no
tenía mucho valor, pero con pocas ganas salió una voz de mi boca. Y
dije palabras que salieron de mi innatamente.

-Hola mocoso ¿cómo vos se siente?


-¿Sigo siendo el mocoso, ah? Estoy con dolores en el pecho, pero
bien. ¿Puedo unirme ha ustedes? Gracias. Se te ha cambiado un poco el
acento. ¿Sigues siendo argentina?
-Cien por ciento argentina, pero con un toque de boricua, italiana,
uruguaya y de todo un poco, como siempre. Yo soy especial-se rió.
-Si, en verdad lo eres. Siento lo de tu papá, de doctor ahora
paciente. ¿Irónico no?
-Así es la vida. Pura ironía y paradójica.
-Contáme de vos-Hablamos durante la ceremonia, pero me
mantuve enfocada en los novios. Rafael tuvo que señalarme a Renata
por que no la conocí, había crecido tanto y era una de las damas. Todos
estaban tan cambiados. Yo me sentía feliz de verlos de nuevo. Cuando
Cecilia y Leonardo se besaron conmovieron a todos. De veras que
Leonardo tiró la bola al cielo en la fiesta. Todos hablamos y bailamos.
Bebimos y reímos.

Rafael y yo nos encontrábamos bailando a las afuera del lugar. Era


un patio hermoso. Habían colgado luces blancas en los árboles y aparte a
luna, esas eran las únicas fuentes de iluminación. Me remonte hacía tres
años atrás, cuando bailábamos en medio de la plaza, que locura.
Mientras bailábamos, Rafael se quejaba inconcientemente del pecho,
más blanco que nunca. Yo me asusté. Le dije que si le dolía mucho que
me avisara e iríamos al hospital de inmediato. Pero terco y orgulloso
como siempre, siguió bailando. “La función debe seguir” me dijo,
haciéndome sonreír con sus chifladuras.
-¿Qué pasa, vos no queres terminar?-y me sonrió
-¿Vos se siente bien?
-Si china, todo bien. Ahora vos solo preocúpese por hacer lo mejor
que sabe hacer, luego de pelear conmigo, báilame este tango. Oye, ¿vos
me robó mi anillo? Yo lo sigo esperando. Cada vez que veía un anillo
parecido, me recordaba de ti. Que tendencia más espantosa.-Eso no es
gracioso, lo que yo digo, lo cumplo-bailamos tan apasionado como la
vez que sentí que el tal vez me amaba. Cuando me murmuraba las cosas
linda y los sueños que podríamos lograr juntos. Mi corazón se agitó
mucho y el de él también. Terminando el me dió una vuelta y quedamos
de cara a cara. Sentía su respiración en mi cara. Ví sus ojos más verdes
que nunca, me sonrió y se desmayó. Yo no lo soltaba, grité y pedí
auxilio. Cuando Julián llegó para socorrerlo, le dije lo que Rafael tenía.
Todo lo mas disimulado posible para no aguarle la noche a Cecilia, ella
no podía saber nada. Julián lo hizo reaccionar y entre Juanjo y el lo
llevaron al auto.

-Todo esta bien, déjenme levantarme-Hacia fuerzas inútilmente.


-Calláte boludo, y no hagas fuerza, solo respira. Calláte, todo
saldrá bien-le decía en susurros.

Lo llevaron al hospital y en el hospital busque a papá en su cuarto


pero ya no estaba. Pero no era posible, yo enloquecida y mi madre me
encontró e intentó de localizarme. Papá llegó y me dijo que encontró a
Rafael y le haría la incisión de inmediato. Esas palabras fueron
consoladoras para mí. Durante la operación la pasé con su madre y
familia. Yo estaba en mi mundo y solo pensaba en razones por que lo
amaba, por que no podía olvidarlo. Llegue a 201 razones. Cada razón me
tomó aproximadamente un minuto para analizar y fueron 201 minutos de
angustias que esperé hasta que la operación finalizó. 201 razones.

Yo solo quería ver a Rafael. Cuando entre el cuarto el no se veía


muy bien.Su madre lo besó, y nos marchamos. Esa noche no pude pegar
los ojos para dormir. En la madrugada una luciérnaga me levantó.
-Condenado cucubano-dije, frase que tomé de abuela Ana-A esta
hora y esta luciérnaga molestándome con la luz verde, me tiene mal-
pero, no es posible. Estoy dormida. La luz verde brillaba y más volaba
cerca de mi cara. Un espantoso ladrillo de un pero me despertó. –Ahora
si, algo no anda bien-salí corriendo al carro directo al hospital. La mamá
de Rafael estaba allí, llorando.

-Isabelita, nena- me dijo su mamá llorando.

-¿Qué sucede? ¿Se murió, le pasó algo?-dije sin casi respiración.

-No esta respondiendo bien.

-Yo quiero verlo, quiero verlo-mientras lloraba desesperada.

-Bela calmáte, calmáte y te dejaré pasar-me dijo papá-el está


conciente, no lo hagas agitar mucho.
CAPITULO 8

Doscientas y una razones

Entré al cuarto, el me sonrió.

-Isabela, chinita ¿cómo estas?


-Calla, no hables.
-Solo dime ¿qué nos sucedió?

Miró hacia arriba, buscando las respuestas en el aire. Sentí que lo


que él sentía. Estaba débil y no podía casi respirar. El pecho comprimido
y con dolor por su operación.
-Crecimos, crecimos bajo misterios y mentiras. Cometimos errores,
pero nos levantamos, y tú te levantarás de aquí pronto.
-No, ya yo me muero, tenes que aceptarlo.
-No, papá te hizo la incisión, ya estarás mejor, tenes que luchar
boludo. Tenes que luchar por todos.
-¿Qué paso por lo que nosotros luchábamos? ¿Qué pasó con
nuestra amistad? ¿Qué paso con lo que teníamos?
-¿Teníamos? ¿Cuándo?
- Cuando sólo éramos lo que éramos.
-Contame vos, cuando te pongas bien lo que éramos.
-No, recordáme vos ahora lo que vosotros éramos, por que yo me
voy ya llegué a mis 21 años, llegue lejos, costó mucho.

-No, sencillamente, no. De aquí vos no se va. Costase mucho


llegar, ahora costase más el marcharse. No, no quiero que vos se vaya.
No es un ruego, no es una orden, es el deber de vos y tener doscientas y
una razones para quedarte.- Lloró, sufro y callo. No es posible que esto
suceda.
-Contadme, y dime las 201 razones.
-Yo recuerdo cuando sólo éramos lo que éramos y ahora hay 201
razones. Todo al principio era una amistad tan inocente-así comencé y le
conté nuestra historia.

-¿Y las 201 razones? No las he escuchado-guiñó su ojo.


-Mejor léelas, aquí vos tiene el papel donde le escribí esas razones.
201 minutos que esperé en la sala de espera para tu operación. 201
razones por las que te amo y debo de olvidarte.

1. Por nuestra amistad


2. Por el tiempo que compartiste conmigo
3. Por el tiempo que compartí contigo
4. Por los secretos dichos
5. Por los secretos callados
6. Por lo que dije
7. Por lo que no dije
8. Por lo que dijiste
9. Por lo que no dijiste
10. Por lo que yo lloré
11. Por lo que tu lloraste
12. Por nuestros acuerdos
13. Por mi vida
14. Por tu vida
15. Por tus metas
16. Por mis metas
17. Por tus sueños
18. Por mis sueños
19. Por tantas cosas en común
20. Por tu dulzura
21. Por mis celos
22. Por tu dolor
23. Por mi dolor
24. Por nuestras extrañas coincidencias
25. Por tus amigos
26. Por mis amigas
27. Por nuestras amistades
28. Por tu finura
29. Por mi brusquedad
30. Por nuestras risas
31. Por nuestros enojos
32. Por nuestras peleas
33. Por tu rebeldía
34. Por mi curiosidad
35. Por mis confusiones
36. Por tu confusión
37. Por los sacrificios que hice por ti
38. Por los sacrificios que intentaste por mi
39. Por tus puños
40. Por mis mordidas
41. Por las practicas de tango
42. Por nuestras travesuras
43. Por las noches de baile en el SATA
44. Por la salsa que bailamos
45. Por la noche en la plaza
46. Por los teatros visto
47. Por los teatros hechos
48. Por mi abrazo de cariño
49. Por tu abrazo de consuelo
50. Por compartir la misma luna
51. Por el pastel de chocolate que vos compartiste
52. Por intentar de seducirte
53. Por tu ejemplo de buen amigo
54. Por tus llegadas y partidas inesperadas
55. Por la cena a la que nunca me llevaste
56. Por las sortijas de amistad
57. Por la sabana regalada
58. Por mis cartas
59. Por mis poemas
60. Por mis cuentos
61. Por todo lo que escribí
62. Por tu pequeño poema
63. Por la libélula que asesinaste
64. Por tus lavadas a mi carro
65. Por el dibujo y los insultos que hice
66. Por la crema en tu cachete
67. Por mi perfume de curiosa
68. Por tu rico olor
69. Por tú otro tú
70. Por mí otra yo
71. Por un viaje en mi carro
72. Por una perdida en tu carro
73. Por mi egoísmo
74. Por tu egocentrismo
75. Por mi dominación
76. Por tu repugnancia
77. Por las fotos que te tome
78. Por las fotos que no te tome
79. Por las fotos que tu me borraste
80. Por las fotos que tu me tomaste
81. Por el abrigo que me prestaste
82. Por tu llegada en la noche en una bicicleta
83. Por el día de nuestra graduación
84. Por la noche en la feria
85. Por el brazalete que me rompiste
86. Por el brazalete de goma que te rompí
87. Por la sortija que boté
88. Por mis caricias a tu pelo
89. Por tus bofetadas a mi corazón
90. Por tu sensibilidad
91. Por mi frialdad en mi corazón
92. Por mis lágrimas calladas
93. Por tus pensamientos
94. Por mis pensamientos
95. Por nuestras creencias
96. Por hacer las cosas bien ante nuestro Dios
97. Por como te conocí
98. Por como traté a mi madre
99. Por como trataste a tú madre
100. Por como tu enseñabas
101. Por como yo enseñé
102. Por que té ví en tu casa
103. Por que me viste en mi apartamento
104. Por creerte inocente
105. Por creerme candela
106. Por no creer en tu capacidad
107. Por no creer en mis valores
108. Por tus promesas en vano
109. Por tus promesas no cumplidas
110. Por los secretos que rompí
111. Por hablar de ti
112. Por tu hablar de mí
113. Por mis envidias
114. Por tu sarcasmo
115. Por el amor a la música
116. Por los largos viajes en la guaguas escolares
117. Por las películas vistas
118. Por las canciones escuchadas
119. Por oírte cantar
120. Por guiar mi carro
121. Por tu fidelidad a la amistad
122. Por tu rareza
123. Por tu sonrisa
124. Por tu mirada
125. Por tu altura
126. Por tu peinado
127. Por mi locura
128. Por mi mirada
129. Por mis intenciones dichas
130. Por mis intenciones calladas
131. Por tus intenciones
132. Por tu sinceridad
133. Por mi sinceridad
134. Por tu firmeza
135. Por mi debilidad
136. Por tus consejos
137. Por los consejos que te di
138. Por lo que ví de ti con tu pasado amor
139. Por lo que tu viste de mis pasados amores
140. Por el labio roto que me dejaste
141. Por cargar mis libros
142. Por tu ayuda para mudarme a mi apartamento
143. Por mi ayuda en arreglar tu apartamento
144. Por tus mentiras
145. Por mis mentiras
146. Por las tardes que pasamos en la sala de abuela
147. Por tu preocupación de mi nueva vida sola
148. Por tu buena intención conmigo
149. Por quererme como una hermana
150. Por fallarte al amarte
151. Por intentar amarme
152. Por aguantar todas tus ignorancias
153. Por aguantar todas tus incoherencias
154. Por soportarte
155. Por soportarme
156. Por aguantar todos mis berrinches
157. Por el deseo de ser alguien
158. Por todas las estrellas
159. Por tu querer ser un padre
160. Por yo querer ser una buena madre
161. Por mudarnos al mismo pueblo
162. Por tu lograr tu carrera
163. Por yo decidirme por una carrera
164. Por servir de chaperones
165. Por mi atrevimiento de hablar
166. Por tu anonadad
167. Por pensar que eras diferente
168. Por equivocarme
169. Por verme como siempre
170. Por alejarme de ti
171. Por aprender que el amor es bondadoso
172. Por aprender que el amor no es egoísta
173. Por aprender que el amor no se vanagloria
174. Por aprender que el amor no se regocija con la maldad
175. Por aprender que en el amor se sufre
176. Por aprender que en el amor todo lo aguanta
177. Por aprender que en el amor se calla
178. Por aprender que en el amor se espera
179. Por aprender que el verdadero amor nunca falla
180. Por tu querer que te olvide
181. Por quererte olvidar
182. Por haber tenido la esperanza de que me amarás
183. Por querer que me quieras
184. Por reconocer que el amor no es obligado
185. Por reconocer que el amor no es esforzado
186. Por la forma en que me miras
187. Por como te admiro secretamente
188. Por la forma en que sabes lo que pienso sin yo decir nada
189. Por las extrañas concurrencias de nuestras casualidades
190. Por la forma tan fácil en que me enojas
191. Por la manera en que me ignoras cuando te ignoro
192. Por el beso en la mejilla cuando tengo miedo
193. Por tu camisa, que me secó tantas lágrimas
194. Por los abrazos que nos daban energía
195. Por todas nuestras peleas incoherentes
196. Por las cosas que hablé de ti a tu espalda
197. Por desearte lo mejor, pero muriéndome por dentro
198. Por soñarte despierta, dormida e inconscientemente
199. Por sencillamente el pasado tan hermoso que tuvimos, aunque todo
fuera y es diferente
200. Por mi gran y sincero amor
201. Por lo que éramos.

-De verás que vos ciertamente me seguí amando. Vos es una


masoquista.
-Vos nunca dejarás de ser lo que fue para mí.
-Quédate conmigo hoy.
-Tenes que dormir y descansar.
-Quédate, y cuéntame una historia para poderme dormir.
-Vos nunca cambias.
-Ni lo haré.
CAPITULO 9

Una rosa negra…

El tiempo se fue volando. En un suspiro toda la vida giró y las


maravillas del mundo me hicieron crecer y madurar como mujer. Ver los
milagros que Dios nos brinda como abrigar un pequeño ser en el vientre
y ver una criatura nacer, es el mejor sentimiento que se pueda tener. Pero
así como pequeños seres llegan y despiertan, otros tienen que partir y
dormir. Tres abriles después de aquella noche en el hospital, caminaba
yo por el cementerio. Cada paso me costaba, cada respiro me
desalentaba. Lloraba sin cesar. Llevaba un traje negro y unos lentes
oscuros para que las personas que visitaban las otras tumbas no vieran
mis ojos hinchados. Tenía una rosa negra en mi mano junto a la libreta
que me había acompañado durante todos estos años. Busqué la tumba,
que me parecía nunca poder alcanzar. Cuando la encontré, sonreí y entre
mi alegría de ver el nombre, comencé a llorar. Me senté en la tumba a
terminar de escribir, a terminar lo que una vez comencé como memorias
de mi vida que nunca quería olvidar. Por que la vida pasa, y cuando se es
hora de morir, nada queda, solo las huellas que uno deja en la vida, en el
camino y las personas. Coloque la rosa a un lado de mí y escribí y lloré.
Las lágrimas bajaban de mis mejillas sin cesar, estaban acompañadas por
un terrible sentimiento. Sentía que me iba, cosquillas por el cuerpo me
debilitaban y mi corazón quería salirse, yo no sabía si escribía con
coherencia. Si lo que escribía tenía errores, si escribía todo lo que en
verdad sentía. Era tanto lo que quería escribir. Yo quería recordar
momentos alegres, lo que ha pasado en estos últimos días y lo que
soñaba para un futuro.
-Me haces tanta falta. ¿Por qué amamos? ¿Por qué sentimos tanto dolor
cuando extrañamos?-dije en voz baja. En ese momento escuché unas
pisadas detrás de mí y una voz me susurró.
-Por que existen 201 razones para amar y un siente dolor, siente pesar
cuando uno recuerda todos los momentos lindos, los buenos momentos
de la vida-Sentí la mano en mi hombro de consuelo. Y escuché otra
pequeña voz.
-Oye papá, que le sucede a mamá ¿Por qué ella llora?
-Bueno mi pequeña chinita, mamá llora, por que ama y extraña mucho a
su papá. El ya no está aquí para ella.
-Mamita, yo estoy aquí…te amo-me dijo la belleza de tres añitos que
con su pelo rizado y su gran sonrisa me abrazó, mi bella hija Deyanira.
-Yo también chinita, yo también.
-Bela, ya lloverá, las nubes están grises y hace mucho frío. ¿Nos
vamos?- antes de irse se volteó y miró la tumba-Nos veremos mi
doctorcito-dijo, tomó la nena en sus brazos, la besó y ella algo
confundido dijo adiós, sin saber de quien se despedía y soltó una
pequeña risa.

Pensé en todo lo que quería de mi vida. Quiero ser la mejor madre


para mi hija, la mejor compañera, amante y amiga de mi esposo. El
consuelo de mi madre y mi familia. La fortaleza para mis amigos. Ser
como abuela Ana, fuerte cuando abuelo murió. Como mamá, realista.
Quiero ser como ellas, para cuando llegue el día de perder al otro que
amo tanto, poder sobrevivir como lo han hecho ellas. Recordar lo bonito
que éramos y dar el ejemplo a Deyanira.
Terminé de escribir y me levante. Se me sequé las lágrimas de la
cara. Sentí un viento que me acarició y escuché su natural pregunta que
me hacía al verme llorar.

“¿Bueno china, cuando es que lloramos con razón?”


Al fin pude encontrar esa repuesta y no es hasta este día que logré
contestársela.

-Bueno viejito, al recordar cuando solo éramos lo que éramos.

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