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Introducción
¿Os imagináis a Rafa Nadal compitiendo un día tras otro sin entrenar? Aunque estamos
acostumbrados a verle competir más que entrenar, la respuesta posiblemente sea que
NO. La realidad es que según confiesa él mismo, entrena más de 180 días año durante
cuatro horas diarias. Eso sin incluir los entrenamientos que hace durante los torneos, a
los que dedica otros 80 días al año de media, cuando las lesiones se lo permiten. Esto
nos deja que entrena, al menos, tres veces más de lo que compite. El entrenamiento es
fundamental para corregir errores, adquirir nuevas competencias, desarrollar las que ya
tiene y, en definitiva, mejorar su rendimiento para poder afrontar los días de
competición en las mejores condiciones posibles. El inevitable paso previo a alcanzar las
metas y los resultados que nos propongamos.
Estaré feliz si, al finalizar esta lectura, eres es capaz de percibir mejoras no solo en tu
rendimiento, sino de ayudar también a otros a lograrlo, mejorar su atención en el
resultado esperado y pasar a la acción de forma efectiva. Y por supuesto, de fortalecer
sus relaciones personales y profesionales.
Pero mejorar el rendimiento es algo así como querer ser más feliz, no es fácil llegar a
donde se quiere fácilmente. Lo primero es construir unos buenos cimientos, y, en el caso
del rendimiento, esos cimientos están basados en el compromiso, la responsabilidad, la
capacidad de adaptarse a nuevas situaciones y, sobre todo, la desconsideración hacia
todo aquello que nos distraiga de nuestro objetivo.
Nos enfrentamos a una era en la que el nivel de competencia es cada vez mayor,
incentivado desde la misma escuela y representado con toda su crudeza en el mundo
empresarial, donde las empresas necesitan reinventarse para seguir creciendo o, en
algunos casos, mantener el “status quo”. Todo ello con el telón de fondo de una cada
vez más innovadora y diferente competencia, cambios continuos, rápidos, constantes e
impredecibles muchas veces que nos llevan a una incertidumbre globalizada. En algunos
Con todo este contexto, parece evidente que no basta con hacer las mismas cosas que
hacíamos, ni con los clientes, ni con los productos y servicios…. ni con nuestro propio
desarrollo. Hace falta diferenciarse. Generalmente, abordamos estas situaciones con la
mentalidad de “mas”; más esfuerzo, más conocimiento, más trabajo… y no es tanto una
cuestión de hacer “mas” como de hacer mejor.
Estamos ante la necesidad inmediata de cambiar nuestra forma de afrontar las distintas
situaciones a las que nos enfrentamos, ya sea en el ámbito académico, deportivo o
empresarial si de verdad queremos seguir mejorando nuestro rendimiento, tanto en
términos de positividad como en términos de productividad.
Para lograrlo, voy a enfocar la respuesta a esa necesidad de cambio desde el caso del
coaching, sin pretender en absoluto que este sea un documento sobre qué es y que no
es el coaching. La razón para hacerlo, es que no importa cuántas definiciones encontréis
sobre lo que es y lo que no es el coaching, la cuestión de fondo está en las dos constantes
que subyacen de todas y cada una de definiciones: gestión del cambio y mejora del
rendimiento.
Existen numerosos estudios que demuestran algo que yo también creo, y es que el
coaching es la herramienta más poderosa que existe para mejorar el rendimiento:
Bersin & Associates Research (Deloitte) enn su estudio concluyo que el coaching
tiene un impacto entre 1,5 y 2 veces mayor en los resultados empresariales que
aumentar los incentivos o comisiones por rendimiento. Además, en ese mismo
estudio, 750 empresas identifican el coaching como el primer factor, entre otros
22 factores para la gestión y mejora del rendimiento.
The Gallup Organisation encontró que las personas que han recibido coaching
alcanzaron;
o 56% mayor fidelidad en sus relaciones profesionales
o 38% de mejora en la productividad
o 27% más de retorno en las inversiones
o 50% bajo el ratio de abandono de la empresa
De acuerdo con el estudio “Amabile” de la Universidad de Harvard indica que el
mayor motivador del rendimiento es sentir que progresas. Las personas que
sienten que están haciendo progresos en su área de responsabilidad y que, para
ello, reciben el soporte que necesitan para superar obstáculos, tienen emociones
más positivas y les llevan a alcanzar su máximo nivel de éxito.
Según Gregg Thompson, Presidente de Bluepoint Leadership Development, en
un artículo publicado en EEUU, a través de la cultura del coaching podemos
lograr los siguientes beneficios:
o El desarrollo del talento, más allá de la formación, eliminando
interferencias para mejorar el rendimiento.
o Los personas creen en sí mismas y se sienten reconocidas por sus
contribuciones.
o Se enfocan y entusiasman con sus posibilidades de crecimiento y
desarrollo personal y profesional.
o Los líderes son percibidos como personas creíbles, confiables y
respetables.
o La aceleración en los planes de desarrollo de carrera de las personas pasa
a formar parte de la cultura de la compañía y es percibido por los
empleados.
o El feedback se vuelve una práctica común.
o Las conversaciones difíciles se convierten en rutina.
Durante mi vida profesional en el mundo de la empresa, no han sido pocas las veces que
me he encontrado con ejecutivos a los que he escuchado hablar de eficiencia y mejora,
en términos de resignación, conformismo o autocomplacencia: “Queda poco margen de
mejora” “no lo podemos hacer de otra forma” “ya somos suficientemente eficientes”
“hemos llegado al límite”. En la personal, al igual que en la vida profesional, es también
habitual encontrarse ante situaciones sobre las que aparentemente poco se puede
hacer, con personas rendidas a los límites que sus creencias les han puesto, o
“encantadas de haberse conocido”, por lo buenos que son. Inmóviles frente a la mejora,
en definitiva.
La milla en 4 minutos
Durante años, se sostuvo, incluso desde la comunidad científica, que era imposible para
el ser humano correr la distancia de la milla por debajo de los 4 minutos. “El muro”,
llamaban algunos a esos 4 minutos. Hoy en día puede parecer un objetivo menor (La
actual plusmarca mundial está en 3:43:13 minutos en poder de El Guerrouj), pero en los
años 50 era una de las grandes fronteras del atletismo, algo que parecía fuera del
alcance de la capacidad física. Pero también un reto enorme que mantuvo a atletas y
entrenadores en busca de la forma de conseguirlo durante años.
“La milla en cuatro minutos se había convertido en una especie de Everest. Era un desafío
al espíritu humano, un obstáculo que parecía mofarse de todos cuantos intentaban
vencerlo, un llamamiento punzante contra el que el hombre luchaba en vano”, escribió
años después el propio Bannister en su autobiografía First Four Minutes (Los primeros
cuatro minutos). Algunos calificaron a aquella carrera como la milla milagro.
Sin embargo, lo más prodigioso de su hazaña no fue el hecho en sí de lograr rebajar los
famosos 4 minutos, sino el mensaje que lanzo demostrando que era posible derribar ese
muro. Su referencia generó ese sentimiento, y, curiosamente, el record más famoso del
atletismo, resulto ser también de los más efímeros. Apenas 46 días después, otro atleta
logro arrebatarle la plusmarca mundial a Bannister. La certidumbre, a través de la
experiencia de Bannister, de que se podía conseguir, impulso a otros 37 atletas a lograrlo
en durante ese año y un año más tarde ya eran más de 300 atletas los que habían bajado
de los 4 minutos.
El salto de Fosbury
Richard Douglas Fosbury, conocido como Dick Fosbury, fue un atleta que revoluciono el
salto de altura en los Juegos Olímpicos de Mexico’68. Los mismos en los que Bob
Beamon asombro al mundo con su estratosférico salto de longitud, dejando el record
del mundo en 8,90 metros y Jim Hines bajo de 10 segundos en recorrer la distancia de
los 100 metros por primera vez en la historia.
Hasta entonces, todo el mundo utilizaba mayoritariamente el salto del “rodillo ventral”,
pero Fosbury lo encontraba complicado, lo que le llevo a experimentar un nuevo estilo
de salto que consistía en correr hacia el listón en dirección transversal y siguiendo una
trayectoria curva, para una vez ante el listón saltar de espaldas al mismo y con el brazo
más próximo extendido.
Aunque Fosbury llevaba ya desde los 16 años practicando con esa técnica, poca gente la
había visto cuando llego a los Juegos Olímpicos. Pero aún más les sorprendió ganando
la medalla de oro y logrando la mejor marca del año con 2,24 metros, a solo 4
centímetros del record del mundo, fijado 5 años antes usando la vieja técnica.
Fosbury no logro nunca batir el record del mundo. Posiblemente no era el saltador más
dotado de su época, pero su estilo fue adoptado rápidamente por saltadores, hombres
y mujeres, que, mejor dotados físicamente que Fosbury, no tardaron en superarlo. Hoy
en día, todos los atletas usan esa técnica y su mayor eficacia está totalmente
demostrada (El record del mundo es de Javier Sotomayor con 2,45 metros usando el
salto de Fosbury).
"la popularidad actual de mi estilo es un premio maravilloso a cuanto tuve que aguantar
al principio con un estilo que no gustaba a nadie. El salto de espaldas ya lo practicaba en
el instituto y todos se reían de mí, considerándome un chiflado y algunos como un “snob”
por salirme de las normas conocidas. Hasta que gané en México 1968 pasando a la
categoría de héroe" declaro Dick Fosbury en una entrevista en 1984.
De este modo encontramos que las personas de alto rendimiento, con Rafa Nadal,
permanecen enfocados en la tarea sin distraerse de su objetivo, confían en su capacidad
de aprender y hacer cosas y están comprometidas con lo que hacen con toda su energía.
Por el contrario, aquellas personas que muestra un bajo rendimiento, por regla general
son incapaces de evitar las distracciones, dudan de su habilidad para tener éxito en su
tarea y su nivel de compromiso e involucración es bajo.
Estamos pues ante la necesidad de un nuevo modelo que nos acerque a nuestro máximo
potencial de rendimiento para alcanzar aquellas metas que nos propongamos, sea cual
sea nuestra actividad.
Las personas que alcanzan un alto rendimiento son distintas a los demás. Lo que les
diferencia no está siempre en lo que saben (todos conocemos gente con grandes
capacidades que no rinde acorde a su potencial). No se trata tanto de saber bien qué
hacer, como de hacer bien lo que sabes. La realidad es que no aplicamos todo nuestro
conocimiento y capacidades para resolver los retos a los que nos enfrentamos
Hay 2 afirmaciones que se mantienen invariables acerca del rendimiento, bien sea
empresarial, deportivo o personal, y son:
Lo que la gente piensa que hace es muy diferente a lo que realmente hace
Entonces, ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestro rendimiento? Estas son algunas
de las claves parar lograrlo.
Cambia la mentalidad
El primer paso tiene que ver con un cambio de mentalidad. Hasta ahora, la mayoría de
las personas piensan que un estancamiento en el rendimiento es el resultado de una
falta de conocimientos o de preparación. Algo así como un modelo basado en la
siguiente ecuación:
R=C+C
Rendimiento = Capacidad + Conocimiento
Para que esta ecuación funcione, el formador tiene que ser realmente un experto que,
además, tenga la capacidad de comunicar eficazmente y el individuo ha de estar
interesado en el conocimiento del experto y tener la capacidad de aplicar lo aprendido.
Es este modelo la mejora del rendimiento viene del exterior.
Para ser efectivos, hay que usar ambos modelos. Añadir conocimientos cuando es
necesario y reducir las interferencias que nos bloquean para mejorar nuestro
rendimiento.
Pero ¿Qué son las interferencias? Pues cualquier cosa que bloquee o altere nuestra
capacidad, limite nuestro aprendizaje o evite que apliquemos eficazmente aquello que
sabemos hacer. Puede tratarse de interferencias internas, aquellas que tienen que ver
con nuestras emociones, prejuicios, opiniones, excusas, justificaciones, omisión de la
responsabilidad o con creencias sobre lo que es y lo que no es posible que hemos ido
adquiriendo a lo largo de nuestra vida, y que nos predisponen a actuar de una forma
determinada. O pueden tratarse de interferencias externas que vienen de factores del
entorno fuera de nuestro control (terceras personas, organizaciones , contexto, legislación,
etcétera). Por poner un ejemplo, estadísticamente recibimos una interferencia
relacionada con las tecnologías cada 11 minutos (e-mail, WhatsApp, etcétera).
Cualquiera de ellas nos distrae de nuestro foco de atención, arroja dudas sobre nuestra
capacidad y la de los demás y apaga nuestra pasión por lo que hacemos. Y dado que
nuestra capacidad está limitada, a mayores interferencias, menor es el rendimiento.
Capacidad
Interferencias
Rendimiento
Mantén la atención
El ejercicio consiste en pedir a alguien que extienda su brazo derecho. Tu objetivo será
el bajar su brazo empujando con tu mano sobre su mano, hasta llevarla a la altura del
bolsillo del pantalón. Comprobaras que no cuesta gran trabajo. Ahora prueba a darle
una pista a tu conejillo de indias; pídele que manteniendo el brazo extendido, concentre
toda su fuerza en que no baje su hombro, mientras tu vuelves a colocar tu mano sobre
la suya empujando de nuevo para bajársela a la altura del bolsillo del pantalón.
Comprobaras que ya no es tan fácil. Es más, probablemente no lo consigas.
“Concentra todos tus pensamientos sobre lo que está en tus manos. Los
rayos del sol no queman hasta que mantienen el foco”
- Alexander Graham Bell -
A partir de ahí fueron varios los “cestos” de bolas con los que estuvieron practicando, y
algo parecido a esto era lo que iba pasando durante el primero:
Al terminar ese primer cesto, interrumpí para preguntar qué es lo que estaba pasando:
(Entrenador) – “Nada, mete la pala… hace este movimiento con la muñeca (me hizo una
indicación) y se mete debajo de la bola. Y entonces cuando llega a la pared, en vez de
caer, que es lo que buscamos, hacemos que salga para arriba”
(Entrenador) – “Y lo que buscamos es que en lugar de hacer esto, ella corte la bola con
la pala sin necesidad de meter la muñeca…… que venga la pala cortada para delante,
para que la bola toque la pared y caiga”
(Jugadora) – “No sé qué pasa, tenía un buen saque y ahora…..meto la pala por debajo y
rebota mucho”
En ese momento tocaba recoger las bolas para volver a entrenar con un nuevo cesto de
bolas. Mi propuesta fue probar algo nuevo;
(Yo) - “Cuando cojas la bola, lo que quiero que mires son las letras de la pelota, y me
digas en alto, si están hacia arriba, hacia abajo, hacia un lado, detrás (dices “nada”). Es
lo único que quiero que pienses…. tienes que poner toda tu atención en la bola, sin
preocuparte del saque….tu objetivo es ver las letras de las bolas, nada más”.
Cuando terminó el cesto, su entrenador la felicitó, “los mejores saques que has hecho
en mucho tiempo”. Ella reconoció que al principio le costaba ver las letras en la bola,
pero que poco a poco se fue concentrando y le fue pareciendo más fácil. Había mejorado
su concentración, dejando a un lado las interferencias y poniendo atención en lo que de
verdad era importante, la bola. A partir de eso su gesto técnico había vuelto a ser como
antes. No es que hubiese aprendido a sacar de repente ¡Había vuelto a hacer lo que ya
sabía a hacer! Así de simple, cambiando el foco de atención, cambias el rendimiento y
mejoras el resultado.
Porque esta secuencia de cuatro pasos no es más que una serie de principios universales
y lógicos para la toma de decisiones. Primero decidimos que queremos hacer, nuestro
objetivo, y a partir de ahí exploramos con qué recursos contamos, que opciones
tenemos en base a eso y que vamos a hacer.
La palabra GROW en ingles significa CRECER, si bien es un acrónimo del nombre en inglés
de la secuencia de fases que representa:
G (Goal) – Objetivo
R (Reality) – Realidad
O (Options) – Opciones
Para poner nuestros recursos y talento a trabajar, necesitamos saber dónde queremos
ir, cual es el resultado que queremos alcanzar. Nuestro cerebro trabaja por objetivos y
si no le decimos lo que queremos, andará despistado y disperso, dirigidos por nuestro
subconsciente, que funciona por hábitos y repetición automática, y que está al mando
el 99% del tiempo.
Para entender la importancia de fijar metas a nuestro cerebro, quiero hacer referencia
al libro Lo que no te enseñan en la escuela de negocios de Harvard, de Mark McCormack.
El libro en cuestión habla de un estudio realizado en Harvard en 1979 y 1989. En este
estudio, se preguntó en 1979 a los graduados de programa MBA si se habían fijado por
escrito unas metas claras para el futuro una vez terminado el Master y si habían hecho
planes para alcanzarlas. Solo un 3% contesto que tenía metas y planes escritos. Otro
13% si tenía las metas claras, pero no las había traducido en un plan escrito concreto y
el 84% no tenía más meta que disfrutar el verano y luego “ya veríamos”.
Diez años después, en 1989, entrevistaron de nuevo a los miembros de aquella clase y
descubrieron que el 13% que tenía metas no escritas ganaban, como promedio, el doble
que el 84% de estudiantes que no tenía ninguna meta. Pero lo más sorprendente es que
ese 3% que tenía metas claras y planes escritos estaba ganando de media diez veces más
que el otro 97%.
Al igual que en este estudio, ocurre en cualquier situación de la vida; siempre hay
personas que se fija objetivos y personas que no lo hacen nunca. Y estoy seguro que no
es necesario entrar a detallar que grupo de personas alcanzan mejores resultados y
cuáles no.
Existe, como en el estudio, un tercer grupo de personas. Aquellas que se fijan objetivos,
pero que son poco concretos y claros. “Hacer más deporte”, “no suspender ninguna
asignatura” o “Mejorar mi paciencia” no son objetivos correctamente enunciados. Los
objetivos tienen que ser más clarificadores y concretos y, además, estar expresados en
positivo, enfocados en lo que SI queremos hacer o ser. “Sacar una nota media de 8 en
todas las asignaturas” ya empieza a parecer un objetivo. Además piensa cual sería un
Para clarificar y estipular los objetivos utilizamos un filtro conocido como SMART
(Inteligente en inglés). La palabra SMART, al igual que la palabra GROW en la que se basa
la secuencia de fases que estamos describiendo, es, en realidad, un acrónimo de los
adjetivos que debe cumplir un objetivo:
M (Measureable) – Medible
A (Ambitious) – Ambicioso
R (Realistic) – Realista
Especifico (Specific)
Si en nuestro objetivo nos planteamos vender más, primero tendremos que clarificar
para que queremos vender más; para aumentar nuestra cuota de mercado, para
incrementar los ingresos, reducir los costes de producción y mejorar los márgenes
operativos, poner la empresa en valor y venderla, ganar más comisiones….. Existen
multitud de respuestas y todas pueden ser validas, solo es cuestión de encontrar la tuya,
la que conecta con tu verdadero motivo para poner en marcha.
A partir de aquí nos será, igualmente, más fácil hacer específico el objetivo: Quiero ganar
un 3% de cuota de mercado o quiero mejorar un 8% mi margen antes de impuestos, por
ejemplo.
Medible (Measureable)
Un objetivo que no se puede medir, aunque sea emocionalmente, no nos sirve de nada,
ya que no vamos a saber si lo hemos alcanzado o si estamos avanzando hacia él. Por lo
tanto, es importante fijar como vamos a medir el resultado, con qué frecuencia vamos
a hacerlo y que hitos o marcadores intermedios nos vamos a poner para saber que nos
mantenemos en el camino.
Además, nos va a permitir “trocear” el objetivo en objetivos más pequeños que nos
ayuden a “digerir” nuestro objetivo mayor. Ir alcanzando esos pasos intermedios va a
fomentar la motivación para llegar al resultado final que nos hemos propuesto. Y aunque
no lleguemos al resultado final deseado, nos va a servir para darnos cuenta de cómo
hemos avanzado.
Ambicioso (Ambitious)
El objetivo tiene que tener un componente de reto. Decíamos antes que a nuestra
mente le gusta fijar metas y establecer retos, de otro modo pierde el interés y se
despista. Pero además de representar un reto, tiene que ser alcanzable. Si nos pasamos
de retador, puede generar altibajos en nuestro nivel de motivación ya que no todos los
días estaremos al cien por cien motivado. Sin embargo, si nos movemos en ese equilibrio
de lo que nos supone un reto que al mismo tiempo percibimos como alcanzable, el
objetivo no peligrará.
Realista (Realistic)
El objetivo, además de ser posible, tiene que ser realista para que continuemos
peleando por nuestras metas. Si tu objetivo depende cien por cien de terceros, olvídate,
tu objetivo es irrealista. Concéntrate en lo que depende de ti, si es un treinta por ciento,
pues en ese treinta, y si es en un cincuenta, pues en ese cincuenta. Entrar en el debate
de lo que otros podrían o deberían hacer para que tu alcances tu objetivo, es entrar en
un debate inútil.
Utiliza tus fortalezas, tus recursos, tanto a nivel de conocimientos, como financieros y
aprende a acceder a los recursos con los que no cuentas hoy. No se trata de rechazar la
ayuda de aquellos que nos puedan ayudar en pos de nuestro objetivo, sino de no
depender de esa ayuda y, por supuesto, de evitar que esa dependencia en terceras
personas se convierta en la excusa perfecta para justificar nuestro fracaso. Que cuando
te hagas la pregunta “¿De quién depende este objetivo?”, la respuesta sea siempre “de
mi”.
Todo objetivo ha de contar, por lo tanto, con una fecha de inicio y una fecha final para
alcanzar el resultado que nos hayamos fijado, y el plazo resultante tiene que tener
sentido para contar con posibilidades de ser alcanzado. Un plazo demasiado corto puede
resultar poco realista y un plazo demasiado largo puede producir dispersión o llevarnos
a procrastinar.
Ecológico (Ecological)
Conviene preguntarse, pues, si hay algo a lo que tenemos que renunciar para alcanzar
este objetivo y si estamos dispuestos a hacerlo. Igualmente como afecta esto a nuestro
entorno, a quien perjudica o beneficia las consecuencias de que alcancemos la meta. Se
trata de mantener un equilibrio, no de alcanzar un objetivo a toda costa y por encima
de todos.
En una ocasión me encontré con un cliente que afrontaba su tercer intento de ascenso
en la empresa después de varias frustraciones de las que culpaba a la empresa, a sus
compañeros, etc. Durante nuestra primera sesión de coaching descubrió que lo que de
verdad pasaba es que no estaba dispuesto a transigir a determinadas cuestiones ni
renunciar a otras tantas, necesarias para optar con éxito a ascender en su carrera
profesional, ya que de hacerlo podía perjudicar a su familia e implicaba renunciar a
determinados valores que eran importantes para él. Lo que había ocurrido es que estaba
persiguiendo un objetivo que no quería alcanzar y se auto-boicoteaba
inconscientemente. Al no haber sido consciente de ello, buscaba justificaciones en los
demás. Explorar la ecología del objetivo le sirvió para quitarse una pesada mochila que
le acompañaba desde hacía más de 2 años.
Recompensa (Rewarding)
Si al final del camino, nada va a cambiar, no vas a ser una persona diferente, mejor ¿Qué
sentido tiene un proceso de cambio? Y llegados a este punto, es importante también
conocer las consecuencias de no alcanzar el objetivo.
Una vez que hemos definido de forma concreta y específica cual es nuestro objetivo,
debemos explorar a fondo nuestra situación actual con respecto a ese objetivo. Por
poner un ejemplo, si ya tenemos claro que queremos ir a Australia por nuestro viaje de
novios (el destino), ahora toca centrarnos en donde estamos ahora con respecto al
objetivo, tanto desde un punto de vista físico como de cualquier otro hecho relevante
(económico, climatológico, logístico, etcétera) que nos permita enfocar ese destino con
mayor claridad o, incluso, modificarlo si después de esa exploración pensamos que es
mejor, por ejemplo, Argentina.
Buscaremos ampliar nuestra perspectiva permitiéndonos tener una visión mucho más
completa y objetiva de la situación en la que nos encontramos en este momento.
Uno de los enemigos de la mirada objetiva pueden llegar a ser las emociones, ya que las
emociones influyen en la forma en la que percibimos la situación, a los demás e, incluso,
a nosotros mismos, y pueden tener un impacto importante en el logro de nuestro
objetivo. Ahora bien, no se trata de controlar las emociones, sino de identificarlas, para
saber el impacto que están teniendo en nosotros, y gestionarlas. Pretender controlar
una emoción es como pretender controlar una ola. No la puedes parar a la mitad de su
recorrido, al menos sin que produzca una erosión en la barrera (como un acantilado),
Para llegar a este punto es necesario realizarse o realizar (si es que somos nosotros los
que estamos tratando de mejorar el rendimiento de otra persona) preguntas que
faciliten esta exploración objetiva. Algunas de esas preguntas pueden ser las siguientes:
Y, por supuesto, cualquier otra que consideres que ayuda a arrojar claridad sobre la
realidad y a eliminar o reducir los obstáculos que impiden nuestro mejor desempeño.
De esta manera podrás identificar con qué recursos cuentas para alcanzar los resultados
que te has marcado como objetivo (que seguramente son muchos más de los que
pensabas antes de hacer este ejercicio de objetividad) e incluso, verificar como de
realista o relevante es el objetivo o si necesitas realizar alguna modificación del objetivo.
Además de las preguntas que hemos visto como ejemplo, una de las herramientas más
utilizadas en el ámbito empresarial para hacer una buena exploración de la realidad, es
la conocida como análisis DAFO, por sus siglas en español, o SWOT su equivalente en
inglés.
Fortalezas: Son nuestros puntos fuertes, aquellos aspectos más destacables tanto a nivel
personal como profesional o académico si hacemos el análisis a nivel individual o de
nuestra empresa o proyecto si es lo que en este momento queremos analizar. Aquí
incluiremos nuestras capacidades, habilidades, conocimientos y cualquier otro atributo
destacable. Normalmente es una de las partes que más nos cuesta completar, dado que
tendemos a focalizarnos más en los aspectos negativos, así que es conveniente no ser
tímidos cuando realicemos el “estudio a fondo” de nuestros puntos fuertes.
Debilidades: Nuestros puntos débiles, aquellos que reducen o limitan nuestra capacidad
de desempeño y dificultan el logro de nuestros objetivos. Pueden ser características de
naturaleza negativa o simplemente la falta de características importantes. Aquí es
donde más nos tendemos a explayar.
Amenazas: Todo aquello que sucede o puede suceder en nuestro entorno y que puede
poner en riesgo nuestro objetivo o, directamente, impedir su logro. Aquí podría estar la
competencia con la que nos vamos a enfrentar en el camino a nuestro objetivo y, en
general, cualquier obstáculo o dificultad que provenga del exterior.
Estrategia de supervivencia: Como voy a evitar que mis debilidades permitan que las
amenazas me devoran.
Estrategia ofensiva: De qué manera voy a capitalizar y catalizar mis fortalezas para
aprovechar las oportunidades que se me presentan.
Yo, personalmente, soy partidario de esta última. No quiero decir que no tengamos que
mejorar aquello que tiene connotaciones negativas (debilidades), sino que es mucho
más efectivo explotar las fortalezas que tenemos y que no son pocas.
Por supuesto, podemos dedicar todo el tiempo del mundo a desarrollar aquello que
supone una debilidad, incluso hasta llegar a convertirlo en una fortaleza, pero eso te
llevará tiempo y para entonces, quizás, las oportunidades hayan pasado. O quizás mejor,
dedicar tu esfuerzo y tu tiempo en concentrar tu energía en aquello que te supone una
ventaja competitiva para alcanzar tu objetivo y que supone una habilidad que otros,
posiblemente, no tengan. Es decir, caminar cuesta abajo o caminar cuesta arriba.
Una vez que tenemos claro el objetivo y hemos explorado a fondo la situación actual
frente a ese objetivo, es hora de estimular nuestro cerebro para enumerar todas las
opciones que tenemos disponibles, de dejar fluir toda nuestra creatividad.
Este estudio se basaba en una prueba diseñada por la Doctora Bet Jarman y el Doctor
George Landla para NASA para medir el potencial creativo de ingenieros y científicos, y
que habían resultado ser altamente eficientes. Se hacían varias preguntas y se buscaban
múltiples respuestas posibles. Una de las preguntas que se hacían, por ejemplo, era que
se imaginaran todos los usos posibles y alternativos de un tenedor.
El estudio se realizó a 1.600 niños de cinco años, y el protocolo indicaba que a partir de
un número determinado de respuestas era considerado un genio creativo. ¿Cuál fue el
porcentaje de genios creativos entre esa muestra de niños? Sorprendentemente, del 98
por ciento. ¡Es asombroso la cantidad de usos que un niño de cinco años le puede
encontrar a un tenedor! Lo que ese estudio demostró es que el noventa y ocho por
ciento de los niños nacen con capacidades extraordinarias para la creatividad.
El estudio era a largo plazo, por lo que cinco años después, cuando esos niños tenían
diez años se les volvió a hacer la prueba. El resultado fue también asombroso, pero en
sentido negativo, ya que tan sólo el treinta y ocho por ciento llegó a los mismos niveles
que tenían a la edad de cinco años.
Cuando habían cumplido quince años se repitió el test con un resultado del doce por
ciento en los mismos niveles que tenían a los cinco años. Era como si todos esos niños
hubiesen nacido genios y después de varios años en la escuela se estuvieran volviendo
tontos. Llevados por la curiosidad, La misma prueba se efectuó en ese momento a
280.000 adultos. Los resultados reflejaron que tan sólo el 2 por ciento llegaba al nivel de
genio.
Por lo tanto, llegados a esta fase, la cantidad de las opciones o ideas que generemos es
mucho más importante que la calidad de las mismas. Para ello, es importante evitar
emitir juicio alguno sobre las distintas opciones que van apareciendo, eliminando
supuestos y suposiciones y exponiendo cada una de ellas sin inhibición, por muy absurda
que parezca. Fosbury no hubiese inventado el estilo de salto de altura que hoy utilizan
todos los saltadores si hubiese pensado con la limitación de pensar en lo que es y lo que
no es posible, en lo que pensaran o dejaran de pensar los demás o en el desgaste de
intentarlo. Tampoco Roger Bannister hubiese roto el muro de la milla de cuatro minutos
si hubiese hecho caso a lo que los demás decían.
A partir de la exploración, esta vez sí, a fondo de todas las opciones surgidas del proceso
creativo anterior, iremos reduciendo el número de opciones aplicando distintos
pensamientos:
Estos son solo 3 ejemplos del proceso mental a través del cual podemos cotejar los pros
y contras de cada una de las opciones que tenemos. Edward de Bono desarrolló un
método ampliamente utilizado en el mundo empresarial, conocido como Los seis
sombreros para pensar que no hace sino que reproducir de forma sencilla los procesos
Finalmente, de Bono propone el sombrero Azul, el color del control y la gestión del
proceso. Con él se consolida y resume todo lo que se ha dicho, llegándose a las
conclusiones.
El orden en el que se usen los sombreros puede variar, aunque, desde mi punto de vista,
cuando hablamos de generar opciones el sombrero verde debería ser el primero.
En multitud de ocasiones no cuesta dar ese paso, ya que puede representar un riesgo
que nos lleve al fracaso y pensamos que es mejor continuar optimizando el plan antes
de actuar. Pues toca cambiar la mentalidad. En primer lugar, porque no hay éxito o
fracaso salvo desde el pensamiento subjetivo ya que lo único objetivo que existe son los
resultados, esperados o no esperados, pero al fin y al cabo, solo resultados. Y en segundo
lugar, porque no se llega a la meta desde la teoría o el exceso de información, sino
actuando, aunque sea por el método de prueba y error que nos permite cambiar esa
ecuación de observa, optimiza y actúa por la de actúa, observa y optimiza. No hay mejor
maestro que la práctica.
Por lo tanto, con la información que tienes, ahora tienes que decidir cuál de las opciones
que se presentan ante ti es la que genera todo tu interés para pasar a la acción. O puede
que sea más de una las que conforme tu plan de acción. Al igual que hacíamos con la
definición del objetivo, debemos asegurar que nuestro próximo paso es, como mínimo,
SMART. Es decir;
¿Qué obstáculos podrías encontrarte por el camino? ¿Cómo los vas a superar?
Recorre el camino
La secuencia de fases representa un modelo universal lógico para definir una meta,
evaluar la información relevante al respecto de esa meta, explorar las opciones con las
que contamos y definir un plan de acción que nos permita emprender la marcha. Es
como si pusiéramos nuestra embarcación destino a la isla de Formentera desde el
puerto de Cartagena, estableciendo el rumbo que nos llevará hasta la meta.
Sin embargo, el mar no es un medio inmóvil. Las mareas, el viento o las olas pueden
afectar a la embarcación desviándola de su rumbo de destino. Durante el trayecto, es
necesario hacer uso continuo de las distintas herramientas que disponemos para
verificar nuestra posición y destino. Esas herramientas nos dan la información necesaria
para corregir el rumbo y poder llegar al destino. El GPS, las cartas náuticas, la sonda, la
corredera, el astrolabio, el cuadrante o el sextante, entre otros, nos proporcionan esa
retroalimentación o feedback necesario para llevar eficientemente la embarcación a
buen puerto.
Al igual que en el entorno náutico, el feedback es la más efectiva herramienta de las que
disponemos para mantener el foco hacia un objetivo. En el entorno profesional, la
competencia, el mercado, los clientes, etcétera son nuestras olas, viento y mareas.
Y este feedback no solo tiene que ser reactivo ante una situación de cambio o bloqueo.
Al igual que hablábamos de la navegación, podemos hacer uso de la retroalimentación
para anticipar proactivamente situaciones que vamos a enfrentar (como hacemos con
Un dialogo sincero es siempre para mejor munición para que las cosas pasen. Y como la
nieve, cuanto más suavemente cae, más tiempo permanece y más profundamente cala
en nosotros.
El espíritu del feedback incluye valorar tus propias reflexiones sobre tu desempeño, así
como las de las personas con las que te relacionas habitualmente (líderes
departamentales, clientes, colaboradores, profesores, etcétera). Con ese objetivo es
conveniente solicitar feedback de forma regular y realizar tu propio auto-feedback.
Cuando recibimos feedback, no somos distintos a las personas a las que damos
feedback. De inicio no es extraño experimentar cualquiera de las cinco reacciones
siguientes:
A la hora de dar y recibir feedback, seis son las habilidades críticas que debemos poner
en acción:
Conclusión
Aprender y, por lo tanto, mejorar, forma parte del estado natural de las personas. Como
decía al principio, si practicas estos conceptos serás capaz de liberar todo tu talento para
mejorar tu rendimiento y alcanzar mejores resultados. Para ello, es importante
comprometerse a realizar todas aquellas pequeñas cosas que van a producir un gran
cambio.
Para ayudarte, te lanzo el reto de los 21 días. Un plan para implementar estos cambios
y observar los resultados ¿Qué vas a hacer en los próximos 21 días con lo que he
compartido contigo? ¿Cuál es el plan para dar pasos que te acerquen a dónde quieres
estar?
Es importante tener una visión y unas metas, pero dar saltos no nos va a llevar más
rápidamente a ellas. Avanza paso a paso, cada paso que vas a dar, por pequeño que este
sea es la tarea más importante que tienes en ese momento. No conozco a ninguna
persona de éxito que no haya puesto todo lo que tiene en cada en cada paso del camino.