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Aventurerismo Revolucionario PDF
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Lenin
El aventurerismo revolucionario 1
V. I. Lenin
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Aventurerismo revolucionario
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I
Vivimos tiempos turbulentos, en los que la historia de Rusia avanza con
botas de siete leguas y cada ano significa, a veces, más que decenios en
periodos pacíficos. Se hace el balance de medio siglo de la época posterior a
la reforma campesina y se asientan los cimientos de las estructuras
sociopolíticas que determinarán durante largo tiempo los destinos de todo el
país. El movimiento revolucionario sigue creciendo con celeridad
sorprendente y “nuestras tendencias” sazonan (y se marchitan) con rapidez
extraordinaria. Las tendencias que disponen de sólidas bases en el régimen
clasista de un país capitalista en tan rápido desarrollo como Rusia encuentran
“su sitio” casi en el acto y buscan a las clases afines. Un ejemplo: la evolución
del señor Struve. Los obreros revolucionarios proponían, hace solo año y
medio, que se le “arrancase la careta” de marxista; ahora, el mismo actúa ya
sin careta como jefe (¿o lacayo?) de los terratenientes liberales, orgullosos de
su arraigo y su sensatez. Por el contrario, las tendencias que expresan
únicamente la volubilidad tradicional de las opiniones sustentados por los
sectores intelectuales intermedios e indefinidos tratan de remplazar el
acercamiento a determinadas clases con declaraciones, tanto más ruidosas
cuanto mayor es el estruendo de los acontecimientos. “Alborotamos, amigo,
alborotamos”: tal es la consigna de muchas personas de espíritu
revolucionario, arrastradas por el torbellino de los acontecimientos y carentes
de bases teóricas y sociales.
Entre esas tendencias “ruidosas” figuran también los “socialistas-
revolucionarios” [1], cuya fisonomía se dibuja con claridad creciente. Y es
hora ya de que el proletariado examine con atención esta fisonomía y
comprenda de un modo exacto qué representan en realidad quienes lo buscan
por amigo con tanta mayor insistencia cuanto más evidente se hace su
imposibilidad de existir como corriente especial sin acercarse de lleno a la
clase social revolucionaria de verdad.
Circunstancias de tres tipos han contribuido más que nada a descubrir la
fisonomía autentica de los socialistas-revolucionarios. Primero, la división
entre la socialdemocracia revolucionaria y el oportunismo, que se alza bajo la
bandera de la “critica del marxismo”. Segundo, el asesinato del ministro del
interior Sipiaguin por Balmashev [el 5 de mayo de1902] y el nuevo viraje de
algunos revolucionarios hacia el terrorismo. Tercero y principal, el novísimo
movimiento entre el campesinado, que ha obligado a quienes saben nadar entre
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dos aguas y carecen de todo programa a manifestarse post factum con algo, al
menos, que se parezca a un programa. Analicemos estas tres circunstancias,
previniendo que en un artículo periodístico solo podremos abordar
someramente los puntos fundamentales de la argumentación y que quizás la
expongamos con mayor detenimiento en un artículo para alguna revista o
folleto.
Los socialistas-revolucionarios han hecho una declaración teórica de
principios solo en el número 2 de VestnikRusskoiRevoliutsii [2], en un editorial
no firmado y titulado “El crecimiento mundial y la crisis del socialismo”.
Aconsejamos con insistencia este artículo a cuantos quieran tener una idea
clara de la versatilidad y de la más absoluta carencia de principios en el terreno
de la teoría (así como del arte de encubrirlas con un torrente de palabras). Todo
el contenido de este artículo, notable en grado sumo, puede expresarse en dos
palabras. El socialismo ha crecido y se ha convertido en una fuerza mundial,
el socialismo (= el marxismo) se escinde ahora a consecuencia de la guerra de
los revolucionarios (“ortodoxos”) contra los oportunistas (“críticos”). “Como
es natural”, los socialistas-revolucionarios jamás hemos simpatizado con el
oportunismo, pero saltamos de gozo con motivo de la “crítica” que nos ha
librado del dogma; también nosotros emprendemos la revisión de ese dogma,
y aunque todavía no hemos mostrado absolutamente ninguna crítica (a
excepción de la oportunista burguesa), aunque todavía no hemos revisado nada
en absoluto, esta libertad nuestra respecto de la teoría debe sernos reconocida
como un mérito intencionado. Con tanto mayor motivo debe reconocérsenos
el mérito de que, como personas libres de la teoría que somos, defendamos a
capa y espada la unión general y condenemos con fervor toda discusión teórica
de principios. “Una organización revolucionaria seria -nos asegura muy en
serio VestnikRusskoiRevoliutsiien el número 2, pág.127- renunciaría a resolver
los problemas en litigio de la teoría social, que desunen siempre, lo que, como
es natural, no debe impedir a los teóricos buscarles solución”. O dicho más
claro: que el escritor escriba, y el lector lea; mientras tanto, alegrémonos
nosotros con motivo de ese lugar vacío liberado.
No es necesario, por supuesto, analizar en serio esta teoría del apartamiento
del socialismo (con motivo, en realidad, de las discusiones). A juicio nuestro,
la crisis del socialismo obliga a los socialistas más o menos serios a redoblar
precisamente la atención por la teoría, a adoptar de modo más resuelto una
posición determinada con rigor, a deslindarse con mayor decisión de los
elementos vacilantes e inseguros. En cambio, a juicio de los socialistas-
revolucionarios, puesto que “incluso entre los alemanes” hay escisión y
disensión, el propio Dios nos ordena a los rusos que estemos orgullosos de no
saber adónde vamos. A nuestro parecer, la falta de teoría niega el derecho de
existencia a la tendencia revolucionaria y, tarde o temprano, la condena de
manera ineluctable a la bancarrota política. En cambio, a juicio de los
socialistas-revolucionarios, la falta de teoría es una cosa muy buena,
especialmente cómoda “para la unificación”. Como ven, no podremos
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responde: contra los ministros, y no contra el zar, pues “el zar no llevará las
cosas al extremo” (¿cómo lo han sabido??) y, además, “esto es más fácil” (¡así
se dice textualmente!): “ningún ministro puede atrincherarse en palacio como
en una fortaleza”. Y esta argumentación termina con el siguiente
razonamiento, digno de ser inmortalizado como modelo de “teoría” de los
socialistas-revolucionarios:
“Contra la multitud, la autocracia tiene a los soldados; contra las
organizaciones revolucionarias, a la policía secreta y uniformada; pero ¿que
podrá salvar... (¿a quién?, ¡a la autocracia?; ¡el autor, sin darse cuenta, ha
identificado ya a la autocracia con el ministro, contra quien es fácil disparar!)
...de individuos aislados o de pequeños grupos que se preparan constantemente
para el ataque, incluso en secreto los unos de los otros(!!), y atacan? No hay
fuerza que valga contra la calidad de incapturable. Por tanto, nuestra tarea es
clara: eliminar a todo verdugo autocrático y autoritario por el único
procedimiento que la autocracia nos ha dejado (!): la muerte”. Por muchas
montañas de papel que escriban los socialistas-revolucionarios, asegurando
que con su prédica del terrorismo no relegan ni desorganizan la labor entre las
masas, no podrán refutar con torrentes de palabras el hecho de que
precisamente la octavilla citada expresa con exactitud la verdadera psicología
del terrorista contemporáneo. La teoría de la transferencia de la fuerza se
completa de manera lógica con la teoría de la calidad de incapturable, teoría
que pone definitivamente cabeza abajo no solo toda la experiencia del pasado,
sino todo el sentido común. Que la “multitud” es la única “esperanza” de la
revolución y que contra la policía solo puede luchar una organización
revolucionaria que dirija (de hecho, y no de palabra) a esa multitud son cosas
tan elementales que da vergüenza demostrarlas. Y solo la gente que lo ha
olvidado todo y no ha aprendido absolutamente nada es capaz de resolver la
cuestión “al revés”, llegando al fabuloso y absurdo disparate de que a la
autocracia pueden “salvarla” de la multitud los soldados, y de las
organizaciones revolucionarias, la policía, ¡¡pero nada la salvará de los
individuos sueltos que se dediquen a cazar ministros!!
Este fabuloso razonamiento que -estamos seguros de ello- se hará celebre,
en modo alguno es una simple curiosidad. Alecciona también porque pone al
desnudo, al llevarlo con audacia hasta el absurdo, el error fundamental de los
terroristas, el error común de los terroristas y los “economistas” (¿quizás haya
que decir ya: de los antiguos portavoces del finado “economismo”?). Este error
consiste, como hemos indicado ya muchas veces, en no comprender el defecto
principal de nuestro movimiento. Debido al desarrollo del movimiento a
velocidad extraordinaria, los dirigentes se han rezagado de las masas, y las
organizaciones revolucionarias no han crecido en la misma proporción que la
actividad revolucionaria del proletariado, resultando incapaces para ir en
cabeza y dirigir a las masas. Ninguna persona concienzuda que conozca algo,
por poco que sea, el movimiento duda hoy de que haya tal desproporción. Y
como esto es así, también es evidente que los actuales terroristas son
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II
La actitud de los socialistas-revolucionarios ante el movimiento campesino
ofrece un interés especial. Precisamente en el problema agrario se han
considerado siempre fuertes, sobre todo, los representantes del viejo
socialismo ruso, sus herederos populistas-liberales[6] y los numerosos
partidarios de la crítica oportunista en Rusia, los cuales afirman a gritos que la
"crítica" ha infligido ya la derrota definitiva al marxismo en este dominio.
También nuestros socialistas-revolucionarios ponen de vuelta y media, como
suele decirse, al marxismo: “prejuicios dogmáticos... dogmas ya caducos y
hace mucho refutados por la vida..., la intelectualidad revolucionaria ha
cerrado los ojos ante los problemas del campo, la labor revolucionaria entre
los campesinos estaba prohibida por la ortodoxia”, y otras muchas cosas del
mismo estilo. Hoy está de moda soltar coces a la ortodoxia. Pero ¿en qué
variedad habrá que clasificar a los coceadores que no tuvieron tiempo siquiera
de bosquejar su propio programa agrario antes de que comenzara el
movimiento entre los campesinos? Cuando Iskra, ya en el número 3, esbozó
su programa agrario, Vestnik Russkoi Revoltutsii solo pudo balbucear: “Con
semejante planteamiento del problema se esfuma en grado considerable otra
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por alguna gente ligera de cascos libertad respecto del dogma. En cuanto se
llega a los hechos, vemos que los socialistas- revolucionarios no poseen ni una
sola de las tres condiciones necesarias para presentar un programa socialista
consecuente: ni una idea clara del objetivo final, ni una comprensión justa del
camino que conduce a ese objetivo, ni una noción exacta del verdadero estado
de cosas en el momento actual y de las tareas inmediatas de este momento. Al
mezclar la socialización de la tierra con su nacionalización burguesa y
confundir la primitiva idea campesina de la pequeña parcela en usufructo
igualitario con la doctrina del moderno socialismo sobre la transformación de
todos los medios de producción en propiedad social y la organización de la
producción socialista, no han hecho otra cosa que eclipsar el objetivo final del
socialismo. La idea que tienen del camino que conduce al socialismo queda
caracterizada admirablemente con la sustitución de la lucha de clases por el
desarrollo de las cooperativas. Al apreciar el momento actual de la evolución
agraria de Rusia han olvidado una pequeñez: los restos del régimen de la
servidumbre que oprimen al campo ruso. La famosa trinidad que expresa sus
concepciones teóricas -intelectualidad, proletariado y campesinado- se ha
completado con otra trinidad “programática” no menos famosa: socialización
de la tierra – cooperativas- sujeción a la parcela.
Compárese con esto el programa de Iskra, que señala un solo objetivo final
a todo el proletariado en lucha, sin reducirlo a un “mínimo” ni rebajarlo para
adaptarse a las ideas de algunos sectores atrasados del proletariado o de los
pequeños productores. El camino para lograr este objetivo es el mismo en la
ciudad y en el campo: la lucha de clase del proletariado contra la burguesía.
Pero, además de esta lucha de clase, en nuestro campo sigue sosteniéndose
otra: la lucha de todo el campesinado contra los restos de la servidumbre. Y en
esta lucha, el partido del proletariado promete su apoyo a todo el campesinado,
se esfuerza por señalarle el verdadero objetivo de su impulso revolucionario,
por encauzar su rebelión contra su verdadero enemigo, considerando
deshonesto e indigno tratar al mujik como a un menor sometido a tutela y
ocultarle que, en el momento actual, solo puede conseguir de inmediato la
abolición total de los restos y vestigios de la servidumbre, solo puede desbrozar
el camino para una lucha más amplia y más difícil de todo el proletariado
contra toda la sociedad burguesa.
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[1] Partido de los socialistas-revolucionarios (eseristas) : partido
pequeñoburgués formado en Rusia a fines de 1901 y comienzos de 1902
mediante la unificación de diversos grupos y círculos populistas. Los eseristas
se llamaban socialistas, pero su socialismo era utópico y pequeñoburgués.
El programa agrario de los eseristas contenía la reivindicación de suprimir
la gran propiedad agraria, abolir la propiedad privada de la tierra y entregar
toda la tierra a las comunidades campesinas para el usufructo igualitario del
suelo con repartos periódicos según el número de bocas o de miembros de la
familia aptos para el trabajo (la llamada “socialización de la tierra”).
En realidad, el “usufructo igualitario del suelo, basado en el trabajo propio”,
al conservarse las relaciones de producción capitalistas, no habría significado
el paso al socialismo y habría conducido únicamente a suprimir las relaciones
semifeudales en el campo y acelerar el desarrollo del capitalismo. Los eseristas
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