Está en la página 1de 28

La inclusión 2 : antología / Claudia Sánchez ; Virginia María Amado ; fotogra-

fías de María Fragueiro Frías ; ilustrado por Alejandra Ruth Romero. - 1a ed


ilustrada. - Buenos Aires: Teru teru Ediciones, 2019.
28 p. : il. ; 20 x 14 cm. - (Teru teru ; 1)

ISBN 978-987-86-2128-9

1. Narrativa Infantil y Juvenil Argentina. 2. Inclusión Social. 3. Antología de


Cuentos. I. Sánchez, Claudia ; Amado, Virginia María. II. Fragueiro Frías, María,
fot. III. Romero, Alejandra Ruth, ilus. IV. Título.

CDD A863.9282

© Teru teru Ediciones 2019


Argentina

Ilustraciones y diseño de tapa e interior Alejandra Romero


Correcciones y edición de textos Cecilia María Labanca

www.facebook.com/teruteruediciones
teruteruediciones@hotmail.com

Impreso en Argentina
Queda hecho el depósito legal establecido por la ley 11.723.

Queda prohibida la reproducción total o parcial así como su almacenamiento


o fotocopiado mediante cualquier sistema electrónico o mecánico sin la debida
autorización del autor . Todos los derechos reservados. 
LAS OREJAS DE JACINTA
CLAUDIA SÁNCHEZ

3
CLAUDIA SÁNCHEZ

CLAUDIA SÁNCHEZ, ESCRITORA, DOCENTE, PERIODISTA,


PROFESORA Y LICENCIADA EN LETRAS (UBA), ESPECIALISTA EN LI-
TERATURA INFANTIL Y JUVENIL, CRÍTICA Y COORDINACIÓN DE
TALLERES INFANTILES Y ADOLESCENTES. HA SIDO VICEPRESIDEN-
TE DE ALIJA Y ACTUALMENTE ES VOCAL TITULAR EN LA AALIJ.
LIBROS PUBLICADOS: RE-DIVERTIDO CON LETRAS (LA COLMENA),
EL CUIDADOR DE PÁJAROS Y OTRAS LEYENDAS (EL ATENEO); DÍAS
DE MARGARITAS (LIBRESA, ECUADOR), UN MAR PARA CRISPÍN (CO-
MUNIC-ARTE), LA LUNA DE JUANCHO Y OTROS CUENTOS. (QUIPU).

4
LAS OREJAS DE JACINTA
CLAUDIA SÁNCHEZ

La laguna era un espejo calmo y transparente. Sus aguas la


miraban fijo desde donde estaban (a sus pies) y veían cómo
su cabezota parecía salírsele del cuerpo, cada vez que metía el
hocico para refrescarse.

Los ojos de Jacinta recorrían, distraídos, su imagen y luego


se apartaban con espanto de lo que no querían ver. Entonces
bajaba sus párpados melancólicos y masticaba, sin prisa y con
pausa, algunos pastos tiernos. De vez en cuando se sacudía las
moscas con el mechón de la cola y, asomada a la ventana de
agua, empezaba con su queja de siempre:

_Muuuuu..., muuuuu..., mis orejas están cada vez más

5
grandes, ¡parecen dos hojas de palmera! Ningún toro se fijará
en mí...

No había día en que Jacinta amaneciera


contenta. Se la pasaba rumiando de lunes a
lunes, mañana y tarde, con la mirada perdida.

De tanto oírla lloriquear, las aguas de la laguna


estaban aburridas de sus muuuuuuu lastimeros. Ellas no
mentían y, si Jacinta no estaba conforme, que no se mirase
y listo. Estaban hartas de ser “su charco de lágrimas”. ¡Qué
embromar!

Del dicho al hecho hubo poco trecho. Una noche, las aguas
se fueron a reflejar otros campos, otros pájaros y otras vacas.
Jacinta lloró más que nunca su abandono (eso sí, ahora sobre
la tierra húmeda) y se alejó despacio, arrastrando su pena,
mientras a la distancia se oía el talán del cencerro.

En la vaqueriza continuaban los festejos: vacas y vaquillo-


nas recibirían la visita de Toribio, por lo menos así lo había
anunciado Don Braulio, el capataz de la estancia. Toribio
estaba en edad de merecer y, como la naturaleza ya lo había
dispuesto, él tenía la ilusión de encargar unos cuantos terneri-
tos.

Todas miraban a Jacinta con extrañeza y burla, porque


¿cómo se le ocurría a ella pensar que sería la elegida?
-comentaba la vacada.

_¡Mirá sus orejas! ¡mua mua mua! Si parecen dibujadas con


6
lentes de aumento -se reía una vaquita de color café con leche.

_¡Mua mu mua mimimi! -se reía otra- ¡No!, ¡seguro que las
marcaron con lupa! -respondía la de color chocolate.

_¡Sus orejas son gigantes! ¡Muuuuuu! -la criticaba una va-


quillona blanca.

_¡Un toro tan apuesto, con medalla de Gran Campeón,


¿cómo va a poner sus ojos en ella! ¡Mu mu! -se indignaba una
vaca negra.

Jacinta tenía un pelaje suave y, en su cuerpo blanco se


dibujaban islas de tinta, con el brillo del cielo nocturno. Sin
embargo, las otras vaquitas sólo le miraban las orejas y la
criticaban con fuertes mugidos. En el fondo, le tenían envidia,
porque las orejas de Jacinta tenían una ventaja: le permitían
oír sonidos lejanos, todos los ruidos que las demás vaquitas
no podían percibir, ni siquiera los humanos. Pero como se
apartaban de ella, Jacinta se quedaba acurrucada en la otra
punta del corral. Cada vez más sola.

Una mañana radiante, los cuernos lustrosos de Toribio se


asomaron al establo. Su cuerpo lucía como el charol. Negro,
negrísimo, requetenegro, entró con paso imperial. Toda la
manada se amontonó para saludarlo. Jacinta no, ella sólo se
atrevió a curiosearlo desde lejos.

Por la tarde, todas se peleaban por pasear con el toro por la


alameda, pues cualquiera se creía con valores suficientes como
para pretender ser “la elegida”.
7
Así pasaron días y días; tantos, que Don Braulio había
perdido la paciencia; más que la paciencia, la esperanza de
emparentar a una de sus vacas con el toro ilustre.

Toribio, por otra parte, prefería salir solo por las noches y
conversar con la luna. Tanto la miraba que terminó enamo-
rándose de su cara redonda y no tenía ojos para ninguna vaca.

Jacinta, por otro lado, hacía lentas caminatas


hasta la ruta y miraba pasar los autos, detrás del
alambrado. Sin esperanza.

Pasaron algunos días, pero una de esas tardes,


un gran rugido la hizo temblar: un trueno que nadie pudo
escuchar. Ella sí porque sus orejas le permitían oír a leguas
de distancia. El cielo todavía estaba con algunas nubes y no
se lo veía amenazante. La tormenta estaba lejos; sin embargo,
Jacinta sabía que venía avanzando, como el galope de un
potro.

BRRRRRRRR BRRRRRRRRR BRRRRRRRRR

Las vaquitas seguían pastando en el valle, lejos del casco de


la estancia, y miraban a Toribio, haciendo caer sus párpados
soñadores.

_Muuuuuuu muuuuuuuuuuu ¡Viene la tormenta! – avisó


Jacinta corriendo hasta el rebaño, pero la miraron sin creerle;
seguían mugiendo entre ellas con ojos criticones.

8
9
_Muuuuuuuuu muuuuuuuuuuu
muuuuuuuuuuuuuuuuuuuu –insistió preocupada-,
las nubes están avanzando hacia la estancia. Créanme
Muuuuuuuuuuuuuuuuuuu, vamos a tener problemas
Muuuuuuuuuuuu. ¡Parece que se está poniendo muy feo!

Pero las vaquitas revolearon sus rabos de mechones largos y


la miraron masticando bocados de hierba.

_¡Algo raro está pasando! –exclamó Jacinta muy


asustada- Muuuuuuuuuuuu! Muuuuuuuuuuu
Muuuuuuuuuuu

Las vacas seguían rumiando pasto, y Toribio miraba a


Jacinta con curiosidad, sin comprender, subiendo y bajando
sus pestañas enruladas.

_¿No saben acaso que puedo oír los truenos antes que
ninguna de ustedes? MUUUUUUUUUUUUUUU ¿Cuántas
veces les avisé que se venía una tormenta? ¿Olvidaron que
acerté siempre? MU MU MU –les recordaba con insistencia.

_Muuu muuu muuu, ¡bah bah bah!, no exageres, Jacinta–.


No pasa nada; hay tiempo para volver al establo –le decía una
de las vacas grises.

_ ¡No, amigas!, ¡esta tormenta es la peor de todas!

BRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR
BRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR

10
_¡Bichofeo! ¡bichofeo! -escuchó Jacinta. Era el benteveo que
anunciaba que estaba muy próximo el temporal. El viento
cobró velocidad y arrastraba forrajes y alambrados.

_ Muuuuuuuuuuuu, ¡viene el vendaval! Hasta el pájaro nos


avisa…

_¿Cuántas tormentas ya pasamos, Jacinta? Mu mu mu Esta


es una más –dijo, indiferente, la vaquillona más grandota.

_¡Salgamos de aquí que viene el agua! ¿Oyen? Bueno,


ustedes no, pero yo sí. ¡Es como una cascada… y destruirá
todo! ¡Ayyyy! ¡Se rompió el dique! ¡¡Se rompió el dique!!!

Fue en ese momento cuando la manada empezó a inquie-


tarse. Aunque no lo veían, pensaron que podía ser cierto. ¿Y
si Jacinta tenía razón? ¿Y si esas orejotas, como ya pasó otras
veces, podían anticipar lo que iba a pasar? ¿Y si realmente
estaban en peligro?

_¡Vamos, vamos!, MUUUUUUUU, yo las


guío… por acá, síganme…. MUUUUUUUUUU
¡Subamos a la colina!

Jacinta oyó el estruendo. Sólo Jacinta lo oyó. Sus orejas se


abrían como abanicos cuando sentía ruidos alarmantes. Sus
orejas percibían la catástrofe. En poco tiempo más, una masa
de agua inundaría los campos.

-¡Vamos a la colina! Muuuuuuuu ¡Vamos a la colina! –las


alentaba Jacinta. Entonces las vacas salieron corriendo como
11
estampida detrás de ella, que lideraba la carrera. Y Toribio,
asombrado, se unió a la vacada, junto a Jacinta, que arriaba a
sus compañeras.

Jacinta lo miraba entre sorprendida y emo-


cionada. Toribio la miraba deslumbrado. No
podía creer que Jacinta fuera capaz de semejante
rescate. ¿Cómo no la había descubierto antes?

Las nubes comenzaban a gotear. Una, dos, tres, cuatro… y


las gotas ya eran un hilo de agua que mojaba la tierra. Había
agua por todos lados. Por arriba y por abajo.

_ ¡Vamos! Muuuuuu ¡Corramos juntas! Muuuuuuuuuu ¡No


tengan miedo!

_ ¡Muuuuuuuu Jacintaaaaaaaaaa! ¡Nos vamos a ahogar! –


mugía desesperada una vaca color canela.

_ ¡Muuuuuuuuuu, no se va a ahogar ninguna si me siguen


hasta la colina!, ¡subamos hasta ver el casco de la estancia,
detrás de la alameda! Muuuuuuuuuu ¡Hay que llegar antes de
que caiga el aguacero y de que el agua del dique nos arrastre y
nos cubra! –trataba de convencerlas Jacinta.

Corrieron, corrieron, corrieron y corrieron. Las vacas, con-


ducidas por Jacinta, atravesaron el campo, saltaron troncos
caídos y charco tras charco. Si no se apuraban, el agua
inundaría el valle y ya no podrían salvarse.

Toribio corría junto a ella, y la miraba orgulloso al verla


12
tan valiente. Sólo tenían que subir como pudieran y llegar a
la cima. Estaban agitadas, luchando con la lluvia y el viento.
Arriba estarían a salvo, pero costaba llegar. Una lluvia
continua mojaba la piel de la manada. Los ojos de Jacinta
estaban calmos, a pesar de la tormenta. Los ojos de Toribio
brillaban como nunca antes lo habían hecho. Había que llegar
antes del diluvio y tener más fuerza que el viento para que no
pudiera voltearlas. Casi estaban ahí, un esfuercito más…

_¡Vamos muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu! –
la vaquería mugía de contenta. Ya estaban en la
cima. Desde allí, veían cómo se inundaba todo.
Las copas de los árboles se resistían a desapare-
cer.

A la distancia adivinaron la figura de Don Braulio, que se


acercaba a caballo. El casco de la estancia estaba cerca. El
establo las esperaba.

Las vaquitas entraron con la piel mojada y sus patas enchas-


tradas de barro, pero respiraban con alivio. Afuera seguía la
furia de los truenos, la violencia de la tormenta. Afuera, el
agua tapaba el valle.

Jacinta lo había anticipado, con sus superorejas que todo lo


oían.
A partir de ese momento, las vacas comenzaron a mirar a
Jacinta con respeto, agradecidas por haberlas salvado.

Pasaron varias semanas y las aguas bajaron. Atrás quedaron


la inundación y la tempestad. En pocos días comenzarían a
13
construir otro dique.

_Jacinta, mumumu, -se acercó una vaquita rojiza-. ¡Cuánto


que oyen tus orejotas!
_Sí, mu mu mu –agregó la de color café con leche-, son
graaaaandes, pero no tanto… hasta te quedan lindas. Y las
demás se unieron al mu mu mu mu, formando un coro.

Jacinta las miraba satisfecha por el elogio, pero bajaba las


orejas, para que no se notaran demasiado. Toribio se acercó
a ella y la invitó a dar un paseo hasta la laguna, que con el
tiempo había vuelto a su lugar.

_Muuuuuuuuuu. Son hermosas tus orejas, Jacinta –le dijo,


entornando la mirada.

Jacinta no sabía qué responder ante el piropo y se le ocurrió


agregar:
_Muuu muuu. Tus cuernos son muuuuuy importaaaantes.

Y se fueron caminando los dos, lejos de la vaqueriza.


Mientras, el rebaño se paseaba asombrado al verlos intercam-
biar mugidos.

_Mu mu mu, quién hubiera pensado… –comentó una


vaquita blanca, dando un suspiro- Toribio y Jacinta… mu mu
mu ¿qué me dicen? Las demás se tragaron los mugidos.

Nuevos días amanecieron sin nubes. El sol ardiente había


secado la tierra y nacían brotes nuevos. Jacinta miraba a
14
Toribio tan emocionada que sus orejas se movían al ritmo del
tic-tac del corazón.

_Muuuuuuuuuuuuu. ¡Tus orejas lucen como las


alas de un ángel! –y le acarició la cabeza con su
hocico.
Jacinta se estremeció y se le aflojaron las patas.

_¡Muf muf muf muf muf! -se rio Toribio y le


lamió las orejas.

Jacinta y Toribio anudaron sus colas de mechas suaves, y


juntos se asomaron al agua mansa. Un cielo transparente los
invitaba a soñar.

15

“LA LAGUNA ERA UN ESPEJO CALMO Y TRANSPARENTE.

16
17
“NO HABÍA DÍA EN QUE JA CINTA AMANECIERA CONTENTA.
SE LA PASABA RUMIANDO DE LUNES A LUNES, MAÑANA Y
TARDE, CON LA MIRADA PERDIDA.”

18
19
FOTOGRAFÍAS DE :

MA RÍA FRAGUEIRO FRÍAS ES MAMÁ DE SIMON ,DE 3 AÑOS


Y MUJER DE MA RTIN. ES PROFESORA DE MATEMÁTICAS EN
UNA ESCUELA PROVINCIAL DE MA R DEL PLATA Y FOTÓGRAFA.
ACABA DE PUBLICA R JUNTO A SU HIJO UN CUENTO INVENTADO
POR AMBOS, “ SÚPER-TOMI, UN OSO DE PELUCHE”.

20
BOMBÓN, SALTÍN Y EL INVITADO
VIRGINIA AMADO

21
VIRGINIA AMADO

ESCRITORA NACIDA EN CHIVILCOY EN 1954, DOCENTE.

ACTUALMENTE RESIDE EN LA CIUDAD DE LA PLATA. SE HA

DESEMPEÑADO EN LOS DISTINTOS NIVELES DE ENSEÑANZA,

DIVERSOS CARGOS Y ROLES. AUTORA DE NUMEROSOS

TRABAJOS DE POESÍA Y NARRATIVA PARA ADULTOS Y NIÑOS,

HA PUBLICADO EN ANTOLOGÍAS, REVISTAS Y CD, OBTE-

NIENDO ALGUNAS PREMIACIONES. CONCURRE A TALLERES,

CURSOS, ENCUENTROS DE LETRAS , DONDE LA LECTURA, EL

ANÁLISIS Y REFLEXIÓN LITERARIA DEVIENEN EN EXPRESIÓN.

22
BOMBÓN, SALTÍN Y EL INVITADO
VIRGINIA AMADO

HABÍA UNA VEZ DOS HERMOSOS PERRITOS CACHORROS DE


PELO BRILLANTE, BLANCO Y TOSTADO, HOCIQUITO HÚMEDO
Y VIVACES OJOS RENEGRIDOS. ERAN HERMANOS Y SE QUERÍAN
MUCHO.

UN DÍA, DECIDIERON SALIR DE LA CASA PARA CONOCER EL


MUNDO. PIDIERON PERMISO A LOS PAPÁS Y ELLOS LOS DEJARON
PERO RECOMENDÁNDOLES QUE SE CUIDARAN.

LO PRIMERO QUE PROMETIERON ERA QUE NUNCA NUNCA SE


IBAN A SEPARAR NI ALEJAR.

BOMBÓN ERA EL MÁS DULCE Y TRANQUILO.


SALTÍN ERA MUY INQUIETO. SE LA PASABA
CORRIENDO, SALTANDO Y BRINCANDO.

ESE DÍA SE FUERON MUY CAMPANTES A UNA PLAZA, MOVIENDO


LAS COLAS. CON SUS OREJITAS SUBIENDO Y BAJANDO SALUDABAN
A OTROS PERROS QUE ENCONTRABAN EN EL CAMINO. EN LA
PLAZA, HABÍA UNOS NENES JUGANDO A LA PELOTA. SALTÍN
CORRIÓ HACIA ELLOS.

-VENÍ - DECÍA BOMBÓN- NO TE ALEJES TANTO, ESPERAME.

PERO SALTÍN NO ESCUCHABA. ESTABA ENCANTADO CON LA


PELOTA VERDE QUE UNA ABUELA HABÍA SACADO DEL BOLSO
Y LUEGO SE LA HABÍA DADO A SU NIETITO PARA QUE TODOS
PATEARAN. ATRAÍDO POR UNAS MARIPOSAS QUE PASABAN, DEJÓ
DE MIRAR AL HERMANO.
23
SE ACERCÓ A UN GRAN PERRO CON SUS PELOS
LLENOS DE NUDOS, EMBARRADO Y CON SU PATA
LASTIMADA, A QUIEN LE PROPUSO COMBATE,
PERO EL PELUDO AMIGO, CON SUS OJITOS
NUBLADOS POR LA VEJEZ Y EL DESCUIDO, NO LO
ACEPTÓ.

CUANDO VOLVIÓ LA VISTA, ¡QUÉ SUSTO! NO VEÍA A BOMBÓN


POR NINGÚN LADO. EMPEZÓ A CORRER.

-PERRITO DESOBEDIENTE, ¿DÓNDE TE HABRÁS METIDO?- PENSÓ


BOMBÓN.

RECORRIÓ LA PLAZA DE PUNTA A PUNTA: NI EN LAS HAMACAS,


NI EN EL TOBOGÁN, NI EN LOS SUBE Y BAJA, NI EN LA CANALETA
NI JUNTO AL VENDEDOR DE GLOBOS. NADA DE NADA.

DE REPENTE, ESCUCHÓ EL TRENCITO QUE SE ACERCABA. IBA


LLENO DE NENAS CON CHUPETINES Y NENES CON MOLINETES.
POR ALLÁ, ATRÁS DE TODOS, EN EL VAGÓN DE LA CAMPANITA, LO
VIO ACURRUCADO.

-SALTÍN - LE DIJO - ¡QUÉ SORPRESA! SOS MUY TRAVIESO, ¿QUÉ


HACES AHÍ?

PERO SALTÍN NO PODÍA RESPONDER. ESTABA


TAN ASUSTADO …TANTO, PERO TANTO , PERO
TANTO, QUE CUANDO EL TREN SE DETUVO, DIO
UN BRINCO Y CORRIÓ RÁPIDAMENTE HASTA
LLEGAR A BOMBÓN.

SE ABRAZÓ A ÉL, LO APRETÓ FUERTE Y LE DIJO: -TUVE MUCHO


24
MIEDO; NUNCA MÁS ME VOY A ALEJAR SIN AVISAR.

-CLARO - DIJO BOMBÓN MIENTRAS LE BESABA EL HOCIQUITO;


TENÉS QUE DECIRME, ASÍ SÉ DÓNDE ESTÁS.

-AHORA CONTAME, ¿DÓNDE ESTABAS?

-ESTABA TRATANDO DE HACERME AMIGO DE ESE PERRO QUE


VES ALLÁ, EL VIEJO-

- ¿AQUEL SUCIO, LASTIMADO Y DE LA CALLE?-

-SÍ, SÍ- DIJO SALTÍN .

-NO TENÉS QUE TENER ESA


CLASE DE AMIGOS, NO ES DE
BUENA FAMILIA CANINA COMO
NOSOTROS.

-¡AY!, ¡QUÉ MAL QUE PIENSES


ASÍ!, TODOS SOMOS IGUALES.
BOMBÓN LO PENSÓ UN
RATITO Y DIJO: - TENÉS
RAZÓN, VAMOS A BUSCARLO
Y TRATEMOS DE HACERNOS
AMIGOS.

FUERON CAMINANDO
DESPACIO Y, MUY SUAVEMENTE,
LE HICIERON UNA CARICIA.

EL PERRO GRANDE,

25
VIEJECITO Y TRISTE, SE SINTIÓ CONFIADO Y LES BRINDÓ SU PATA
LASTIMADA, ALLÍ DONDE NECESITABA EL AMOR.

JUNTOS, DECIDIERON LLEVARLO A SU CASA;


MAMÁ AL PRINCIPIO LOS MIRÓ RARO PERO PAPÁ
LE HIZO UN GUIÑO DE OJOS Y LUEGO AMBOS
ACEPTARON AL INVITADO; SE BAÑARON JUNTOS
Y COMIERON RICOS HUESITOS DE CHOCOLATE.

ESA NOCHE DURMIERON ABRAZADITOS Y FELICES PORQUE, EN


FAMILIA, HABÍAN APRENDIDO LA ALEGRÍA DE COMPARTIR Y EL
INFINITO AMOR DE LA SOLIDARIDAD.

26
“UN DÍA, DECIDIERON SALIR DE LA CASA PARA CONOCER EL MUNDO. “

27
“ S E A C E R C Ó A U N G RA N P E R R O C ON S U S P E LO S L L E N O S D E N U D O S . . . ”

28

También podría gustarte