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Hay respuestas que no llegan en forma de respuesta. Llegan en forma de experiencia.

De
vivencias. Y esas vivencias no tienen letras. No tienen palabras.
Pero valen igual.
Y en la mayoría de los casos, valen lo que vale una verdad.
Son la verdad.
A veces nos respondemos preguntas que solo nos sirven de información. Que carecen de
sentido absoluto si uno no las siente en el cuerpo.
Y esa es la diferencia.
La respuesta honesta late.
Se siente. Es intransferible. No sé puede traducir. No se cuenta. No es verbal.
Ilumina los ojos de quién la sabe. Lo vuelve un descubridor de un lenguaje que lo transforma
en alguien diferente.
Nadie puede decirte tu verdad.
Podrán darte información. Pero la verdad, se vivencia.
Y para eso, el camino que tenemos que hacer, es hacia adentro.
Mucho tiempo sentía voces adentro que me contestaban en voz baja, lo que yo misma
pensaba en voz alta.
Yo pensaba que era papá. Que mí papá desde las nubes, tenía conocimientos irrefutables.
Pero era yo. Eran mis propias voces en la boca de el. ¿Por qué? Porque en su voz eran más
ciertas. Eran mí guía. Y darle la responsabilidad a otro, me daba seguridad.
Alguien que me guíe. Que me oriente. Que me marque el camino.
Y quieta. Me quedaba quieta, muerta de miedo, preguntando al aire que hacer.
Una locura.
Hasta que un día, caes un tu abismo interior.
Ahí te das cuenta que sos vos y tu silencio. Y que ese silencio, es la respuesta. A ojos cerrados
sentís como se infla el pecho. Te caen cientos de fichas como un dominó y lográs el milagro
que tanto esperabas.
Adentro. Querida. Adentro está la llave.
No necesitas magia.
Solo mucho valor para escucharte.
Para sentirte.
Para olerte.
Para no mentirte más.
En ese silencio, no hay nadie que te mire.
Podrán decirte cómo llegar a ese lugar.
Pero nunca nadie puede saber lo que hay ahí adentro.
Dejá de pedir verdades prestadas.
Abrite en tu silencio.
Rompe tus propios muros.
Dejate sentir.
Y la verdad, te será regalada.
Lorena Pronsky

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