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Carlos Felipe Carrillo Rodríguez

Unidad 8

En la presente reseña, hablaré sobre las lecturas: página 157 a 176 y el capítulo 5 de “Calibán
y las brujas” de Silvia Federici y la introducción y el capítulo 1 de “Crítica de la Razón Negra.
Ensayo sobre el racismo contemporáneo” de Achielle Mbembe.

Un origen distinto pero un destino igual.

Un sentimiento de supremacía, de superioridad, es creado en el imaginario europeo, junto a


la definición del otro como un ser inferior al yo, un otro que se asemeja más a un animal que
a un ser humano, poniendo de manifiesto la carencia de la idea de una coetaneidad, de una
diversidad, de formar una interculturalidad, delegando e instaurando una jerarquización por
medio de la raza, la cultura, la religión, el color de piel, que marcaron la vida y el destino de
los Indígenas y los negros, en donde los primeros son sometidos a una intensa campaña de
civilización y cristianización por medio de la invasión, la imposición de ideas y la colonización,
y los segundos, son tratados como una masa de animales de carga los cuales están obligados,
por el hecho de ser negros, a trabajar en las plantaciones que se instauran en el caribe y en
los Estados Unidos, demacrando y degenerando su vida y su yo, convirtiendo su cuerpo en
algo ajeno, en algo que no les pertenecía, convirtiéndolos en hombre-objetos, hombre-
mercancías y hombres-monedas de cambio(Mbembe 2016:23), dando el nacimiento al
capitalismo.

El capitalismo ha sido construido a base de masacres y genocidios, que han quedado en el


olvido(o que simplemente no queremos recordar); relatos e historias marcadas por el tono
fantasmagórico del ayer y del pasado, de lo irreal, pero que gracias al trabajo de grandes
mentes contemporáneas, son puestas en la mesa para releerlas y examinarlas en el hoy, para
pensarlas como hechos que remiten a un efecto, y ese efecto somos nosotros. Con este
nosotros me refiero a los americanos, abarcando norte, sur y centro, los cuales somos el
resultado de una interculturalidad y de un ir y venir de culturas y creencias, en donde nuestro
origen es diverso y a veces difuso, en donde, nuestros antepasados pueden ser de allí o de
allá, y es que, es precisamente esta falta de origen, de un linaje y una raza pura, en donde nos
alejamos de las diferencias y coincidimos más en las semejanzas como latinoamericanos y
como negros.
Por ello, a causa de esta identidad vagante y ambigua, remito necesaria la idea de volver al
pasado, leerlo y analizarlo, para dar un sentido a nuestra existencia, teniendo como bandera
el saber de dónde vengo, para marcan un para donde voy.

El siglo XV es marcado por la llegada de los españoles a tierras americanas, un aire nuevo y
un paraíso inexplorado está por marcar un punto de partida que pondrá a andar maquinarias
y aparatos alimentados a sangre y fuego, que definirán la historia de América y África.
Cuando los europeos dieron con el continente, se gestó un choque de culturas y un encuentro
con el otro, que no desembocó en un intercambio de saberes y un diálogo por el cual dar a
conocer otra mirada del mundo, sino que conllevo a la masificación de la empresa
cristianizadora y civilizadora (que se estaba gestando en Europa), por medio de la
colonización, que causó el exterminio del 95% de la población aborigen (Federici 2010:157).
Este exterminio, se dio con la consigna y el discurso heroico en el cual el “hombre blanco,
heterosexual, civilizado”, tenía por labor, por encomienda de dios, rescatar al indígena de su
posición animal y salvaje, de caníbal y pecador, de inhumano y diabólico, de demonio y
rebelde; esta tarea fue ejecutada y llevada a cabo por medio de la inquisición en América, la
caza de brujas indígenas y negras, la imposición del trabajo forzado y de un proceso
cristianizador y civilizatorio que obligaba a despojarse de sus costumbres, sus creencias, y en
sí, de su vida a los indígenas. Un ejemplo de ello, entre muchos que hay, fue el cambio de
vestimenta que se les impuso a los nativos americanos, que obligó a las mujeres a cubrirse
los pechos y a los hombres a quitarse el taparrabos y ponerse pantalones (Federici 2010:291–
92). En este choque y creación del otro como un ser inferior, atrasado e infantilizado, conllevo
en la lucha del colonizador con el colonizado, en una lucha anticolonial que los indígenas
plantearon como resistencia (lucha que lideraron las mujeres como ya veremos más adelante),
con la cual formaron una identidad y algo por medio del cual defender y proteger sus
prácticas, saberes y creencias ancestrales que perdura hasta nuestro días, una resistencia de
más de 500 años.

La resistencia anticolonial, fue una resistencia por la cual se conservó el culto hacia las huacas,
la protección hacia la cultura indígena, los antiguos saberes africanos que fueron
transportados por mar y que se instauró en el Nuevo Mundo, nunca desapareciendo ni
alejándose. En este sentido, la lucha anticolonial se daba por varios grupos y en distintas
partes y periodos de la historia a partir del siglo XV. Por un lado, tenemos la lucha de los negros
contra la colonización y su reivindicalización como seres humanos libres de amo, por otro,
tenemos la lucha indígena comandada y liderada por las mujeres, y por último, la lucha de las
mujeres negras por preservar su origen y el lazo que las ataba con su madre África: los saberes
y el culto afro transmitido de generación en generación por años.

En primer lugar, ampliare el tema de la campaña cristianizadora y civilizadora que se gestó en


el Nuevo Mundo. Esta campaña, trajo consigo, o mejor dicho, creo consigo el imaginario
europeo de una América salvaje, caníbal y demoniaca. Este imaginario que se creó, rayo el
subconsciente tanto de la clase popular como en la clase alta de Europa, al crear imágenes,
pinturas, textos y obras de teatro que tomaban como eje central la brujería, el canibalismo y
el sacrificio de niños humanos (Federici 2010:295–96).Esta identidad relegada a un mundo el
cual no se conoce, este afán por marcar a los aborígenes como “seres del demonio” y “esclavos
del diablo”, solo fue una manera de justificar el saqueo, la masacre, el genocidio y el
exterminio de los nativos, fue una manera de satanizarlos y marcarlos como un enemigo y
una fuente de peligro para el yo, peligro que solamente desaparecería si el sujeto que lo
causaba también lo hacía.
De esta manera, el ataque cristianizador y civilizatorio, quería imponer la religión cristiana
como la única y la portadora de la salvación humana, se tachó y se dejó de lado lo que el
indígena veía de lo otro, su forma y asociación con el mundo fue tildada de precaria, de
insolente, demonizada por la existencia de la homosexualidad y la sodomía, en donde lograr
entenderlas por parte de occidente era imposible, ya que este giraba en un aire de
superioridad, imponiendo a diestra y siniestra sus ideas y sus verdades absolutas. Un ejemplo
de ello, lo vemos en este testimonio: “Ni los argumentos, ni las súplicas, ni las lágrimas [como
comentaba un contemporáneo] [...] podían persuadir a muchos a abandonar a sus amigos
indios. Por otro lado, los niños indígenas habían sido educados cuidadosamente entre los
ingleses, vestidos y enseñados, y sin embargo no hubo ningún caso de alguno que se quedara
con ellos, sino que regresaban a sus naciones” (Federici 2010:162).
¿Pero por qué?¿ por qué pasó esto?, porque precisamente, las ideas, la forma de vida, las
creencias y la cultura no se imponen, son algo que se ponen en la mesa, se miran y cada cual
debe hacerse cargo de lo que quiere. Ello es algo que nosotros, occidente, no hemos
entendido todavía.

Volviendo al cauce, al igual que en Europa, en América se gesta una caza de brujas, que atacó
a la mujer, por ser líder y tomar en sus manos la lucha anticolonial. En este punto, hablamos
de la resistencia tanto afro como indígena. Por un lado, tenemos a las mujeres indígenas que
se abanderaron, protegieron y cuidaron su antigua cultura. De ello, podemos dar cuenta
cuando Federici nos relata: “las mujeres huían a las punas, inaccesibles y muy distantes de las
reservas de sus comunidades nativas. Una vez en las punas (...), rechazaban enérgicamente la
ideología colonial, que reforzaba su opresión, negándose a ir a misa, a participar en
confesiones católicas o a aprender el dogma católico. Y lo que resulta aún más importante, las
mujeres no rechazaban solo el catolicismo sino que volvían a su religión nativa y ,hasta donde
les era posible, a la calidad de las relaciones sociales que su religión expresaba”(2010:306)
También, podemos dar cuenta de la fuerza que tomaron las mujeres en el movimiento, al
gestar revueltas y muestras de rebeldía a las autoridades en Oaxaca y el Chiapas (Federici
2010:307).
En este sentido, al igual que la caza de brujas que se gestó en Europa, en América se creó la
persecución de las mujeres a cuestas del papel que jugaban en torno a la creación de una
fuerza protectora y una salvación de su cultura, al igual que la caza de brujas en Europa, fue
llevaba contra las mujeres por su postura anti-feudal y proteccionistas de las tierras
comunales.
Por otro lado, las mujeres negras, cargaron consigo en sus hombros la tradición y los saberes
ancestrales de su tierra natal: África. Desde el asentamiento obligado y forzoso que se les dio
en el caribe, comenzaron a transmitir la cultura africana para preservarla y que lograse escapar
a las fuerzas dominantes. En este punto, hasta hoy día, Haití se presenta como símbolo de
lucha y de un futuro de lo posible, ya que su independencia y descolonización de los franceses,
vino a darse en 1804 (Mbembe 2016:45), gracias a la lucha de los negros y sus prácticas
ancestrales.

Ahora bien, con todo lo visto“(...) resulta irónico que sea Calibán- y no su madre Sycorax-, a
quien los revolucionarios latinoamericanos tomaron después como símbolo de la resistencia
a la colonización. Pues Calibán solo pudo luchar contra su amo insultandolo en el lenguaje que
de él había aprendido, haciendo de este modo que su rebelión dependiera de las
“herramientas de su amo”. También pudo ser engañado cuando le hicieron creer que su
liberación podría llegar a través de una violación a través de iniciativa de algunos proletarios
oportunistas blancos, trasladados al Nuevo Mundo, a quienes adoraba como si fueran dioses.
En cambio, Sycorax, una bruja “tan poderosa que dominaba la luna y causaba los flujos y
reflujos “(...), podría haberle enseñado a su hijo a apreciar los poderes locales-la tierra, las
aguas , los árboles, los “tesoros de la naturaleza”- y esos lazos comunales que, durante siglos
de sufrimiento, han seguido nutriendo la lucha por la liberación hasta el día de hoy(...)”
(Federici 2010:308). Con ello, quiero dejar en el aire la idea de repensar nuestras figuras de
lucha, ya que la historia y los acontecimientos, han borrado nombres de grandes figuras que
se pierden en el mar del olvido. Por ello, considero necesario el abanderarse con figuras que
representen una lucha que nos identifique y nos una.

Otro acontecimiento que creó un punto de giro en torno al negro y su destino, fue la creación
de las leyes. Las leyes jugaron un papel importante, en el sentido de crear una jerarquización
racial, al despojar al negro de derechos como ciudadano que antes había tenido, en este
aspecto, fue donde se formuló y se disipó la posibilidad y el ideal de cooperación entre blancos
pobres y negros esclavos (Federici 2010:164). Y es de esta forma, es que hablo de un origen
distinto y un mismo destino, el origen como América y África, el destino, como la lucha
latinoamericana por librar.
Además, quiero resaltar en que debemos, como unidad, como comunidad latinoamericana,
pensar formas de lucha que disipen e incluyan a los grupos humanos que siempre han sido
excluidos (los negros, los indígenas, las mujeres) y que den paso a una construcción colectiva
de mecanismos de resistencia y emancipación frente a las corrientes dominantes y/o
hegemónicas que hemos visto a través del curso. Un punto esencial y tal vez difícil de cambiar
y replantear, es el tema de la academia; la academia no como un centro erudito y clasista, que
excluye y despoja del conocimiento por medio de su lenguaje y palabras que usa, ¡no!,
tenemos que pensar la academia como una fuerza convergente que ayuda y contribuye por
medio de su saber, al surgimiento y el planteamiento de una nueva utopía; una utopía que
incluye a todo aquel que se vea reflejado como ser humano, y que ayude a transitar un mejor
camino hacia el futuro.
En este sentido, creo necesario el dejar la pregunta planteada por Mbembe acerca de lo que
hoy vivimos y lo que se viene a causa de ello:“¿quién sería capaz de negar hoy en día que por
fin ha llegado el momento de comenzar de cero, asentarse y fundar algo absolutamente
nuevo?” (2016:30), dejando en la atmósfera el sentimiento de lucha...

Pregunta:
¿Cómo plantear desde la academia, una forma de lucha que escape a las formas dominantes
y excluyentes, como lo es el lenguaje, para formar una lucha y una resistencia que abarque y
cobije al indígena, al afro, y formar una identidad colectiva a partir del sustantivo
“latinoamericanos”?

Bibliografía.
Federici, Silvia. 2010. Calibán y La Bruja. Mujeres, Cuerpo y Acumulación Originaria. Madrid:
Traficantes de sueños.
Mbembe, Achille. 2016. Crítica de La Razón Negra. Ensayo Sobre El Racismo Contemporáneo.
Barcelona: Futuro Anterior Ediciones.

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