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Evangelio en Tiempos de Pandemia, Ciclo A, 25 Mayo de 2020.
Evangelio en Tiempos de Pandemia, Ciclo A, 25 Mayo de 2020.
1. Los discípulos alaban a Jesús porque ahora pueden entender de mejor manera
lo que Él les ha tratado de decir; Jesús ya no habla en parábolas y los discípulos
se sienten más seguros porque ahora saben que Él lo sabe todo y ahora sí
pueden “creer” que Él viene de Dios. Es interesante esta dupla de “saber” y “creer”
y cómo ambas pueden complementarse en nuestra vida cristiana. Sin embargo,
pareciera ser que Jesús cuestiona y pone en duda esta “creencia” de los
discípulos ante la cercanía de la “hora” (su pasión y su muerte) en donde más bien
se dispersarán y abandonarán a Jesús. Se trata del momento de la prueba en que
la fe muchas veces flaquea y la primera actitud es arrancar o abandonar. Jesús,
sin embargo, tiene clara conciencia de que, aún en tiempos de desolación, el
Padre nunca lo abandona. Los versículos finales son una clara invitación a sus
discípulos para superar el sentido de culpa que les puede invadir producto del
abandono del Maestro (“para que encuentren la paz en mí”) y una exhortación a la
fortaleza en medio del sufrimiento sabiendo que Jesús vencerá el mal.
2.- Elías Canetti en un ensayo titulado “Masa y Poder” afirma que “nada teme más
el hombre que ser tocado por lo desconocido”. En este tiempo de pandemia creo
que hemos experimentado profundamente este temor a lo desconocido. Y también
la incertidumbre de no saber si, finalmente, nos vamos a contagiar o se van a
contagiar aquellos que más queremos. Es una “hora” difícil ciertamente en donde
afloran todos los temores y las angustias. La posibilidad de la muerte se hace más
próxima y, por tanto, nuestra reacción natural es a buscar un “refugio” o un lugar
en donde nos sintamos a salvo, resguardados de la inseguridad y de la incierta y
perturbadora contingencia. La misma situación vivieron los discípulos de Jesús;
claro está, su temor más profundo era la muerte de su Maestro y también la
muerte de ellos por ser sus discípulos y seguidores. Ante esta realidad
abrumadora ellos entraron en la “crisis de fe” en donde su primera manifestación
es la decepción y el abandono. Pareciera ser que su “fe” en Jesús no es suficiente
para enfrentar la “hora” de su Maestro y por ello después se dispersan. Pero
Jesús conoce de sus flaquezas, sabe de sus miedos y por ello es que los anima a
tener “valor”. Mantener la fe en medio de las pruebas de la vida y afrontar los
desafíos de la contingencia con valor y esperanza; esperanza que no es sólo “para
la otra vida” sino esperanza para el presente, para el “hoy”. Como lo ha dicho
sabiamente el Papa Benedicto XVI ( Spe salvi, 35), el actuar y el sufrir son
lugares de aprendizaje de la “fe-esperanza”. Por eso la exhortación final de Jesús:
“Yo he vencido al mundo” . Porque la promesa de Jesús no defrauda y porque
nuestra esperanza puesta en el Señor, aun cuando ya no tenga nada que esperar
de la vida, está cimentada y custodiada por el poder indestructible del Amor de
Jesús por nosotros, entonces, podemos vencer todas las adversidades y todos los
obstáculos que la perturbadora contingencia nos coloque por delante.