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eISSN 2448-6302
Noé Blancas-Blancas*
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niveles narrativos. En este trabajo se realiza un acercamiento, desde la narratología, a
los modos de citación de Juan Preciado, centrado en uno de los fragmentos más des-
concertantes de la novela, aquel en el que irrumpe Dorotea, La Cuarraca, con la inten-
ción de establecer las correspondencias entre este recurso narrativo, el discurso de los
muertos y la escritura de Juan Rulfo.
Palabras clave: literatura contemporánea; literatura latinoamericana; análisis litera-
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rio; estilo literario; novela
Abstract: One of the most complex aspects in Juan Rulfo’s narrative is the way in
which characters incorporate their discourses in others’. The case of Juan Preciado,
in Pedro Páramo, is a representative example, since the content is composed, almost
in its entirety, of alien voices, which for their part, make part of others. The above is
* Universidad Autónoma Popular del the trigger for various resources deemed characteristics of Rulfo’s work, namely: oral
Estado de Puebla, México
Correo-e: noe.blancas@upaep.mx structure, timelessness and multiplicity of narrative levels. In this work, an approach,
Recibido: 5 de agosto de 2019
Aprobado: 12 de febrero de 2020 from narratology, to the ways in which Juan Preciado cites, is made on the novel’s
most disconcerting passages, that in which Dorotea, La Cuarraca, intervenes, with a
view to establishing correspondences between this narrative resource, the discourse
of the dead and Rulfo’s writing.
Keywords: contemporary literatura; Latin American literatura; literary analysis; lite-
rary style; novels
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Introducción también porque el recuerdo mismo es desdicha-
do. Dice Margo Glantz: “es la repetición ab aeter-
La muerte como estado de repetición y memoria no de una vida mal vivida, infausta, miserable,
incesante de la vida en Pedro Páramo es un tópi- mezquina, presente en los recuerdos de quienes
co bastante trabajado por la crítica. Poco se ha hablan sin cesar, después de haber sido someti-
dicho, sin embargo, sobre las implicaciones que dos al cese de la respiración y estar aureolados
esta rememoración de la existencia y de los dis- por una nublazón” (2003: 372). Así, los muertos
cursos tiene en ciertos aspectos de la obra, como de Comala, son “réplicas de lo que les acaeció en
los modos de enunciación de los personajes y la vida, con las mismas pasiones y sentimientos”,
multiplicación de niveles narrativos, todo lo cual afirma, por su parte, Francesca Polito di Sabato
constituye una reelaboración textual de los mur- (2006: 488-489).
mullos. Aunque anodino en apariencia, poner el Por otro lado, Bernat Castany Prado conside-
discurso de un personaje en boca de otro cons- ra, incluso, que Pedro Páramo “se inscribe en la
tituye el principio de varios de los recursos más milenaria tradición filosófico-literaria del discur-
importantes de la narrativa rulfiana, entre los so de los muertos” (2017: 157), dadas las impor-
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que destacan la estructura oral, la atemporalidad tantes correspondencias con los Diálogos de los
y la metalepsis. muertos, de Luciano de Samósata. Uno de estos
En su búsqueda del padre, Juan Preciado paralelismos es precisamente la percepción de la
encuentra su propia destrucción. “Me mataron memoria como castigo post mortem, una espe-
los murmullos” (fragm. 37, p. 75)1, dice. Éstos cie de “infierno particular” (Castany Prado, 2017:
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tirio es identificado por José Pascual Buxó (1992: pasadas; si pecan, cometen una y otra vez el
712) como el propio purgatorio; Juan Preciado mismo pecado […]. La muerte es entonces una
desciende a él como “a la memoria agobiante o, prolongada y tediosa imitación de la vida (Bra-
por mejor decir, al tormento de la memoria y de du, 2003: 17).
sus tenaces imaginaciones”2. El sufrimiento es
doble por cuanto es imposible sustraerse a ella, y Aquí se introduce una cuestión más: imposibi-
litados para realizar acciones nuevas, lo están
1 Todas las citas pertenecientes a Pedro Páramo corresponden también para generar discursos, pues —dice Bra-
a Rulfo (1981), por lo cual sólo se anota el fragmento en el
que aparecen y el número de página. du, citando a Jung—: “posiblemente las almas de
2 Capaces de rememoración y discurso, advierte Buxó, para los muertos no ‘saben’ sino lo que sabían en el
los muertos, “en ese receptáculo subterráneo (el camposanto
momento de su muerte y nada más” (Carl Jung,
o dormitorio en el que aguardan su prometida resurrección),
quizá su mayor pena resida en esa actividad moral de la me-
moria” (1992: 715). Y agrega: “Pensemos que para la doc- interiores […]. De ahí el ámbito de rumores espesos y de
trina católico-romana el purgatorio no es, como el infierno, imágenes desfasadas en el que les toca hacer penitencia a los
un lugar de blasfemias y alaridos, sino de remordimientos difuntos de Comala” (1992: 716).
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los muertos es un continuo remascar”; el infier- con sus propias palabras6. La multiplicación de
no “es la repetición” (Bradu, 2003: 20).
3 Según la edición de 1981 del Fondo de Cultura Económi-
La condición de la muerte, podemos concluir ca (FCE). Sigo esta versión por ser, como es bien sabido,
la última que revisó Rulfo. Aquí, la novela se divide en 70
por nuestra parte, determina los discursos de los
fragmentos, número que varía en otras ediciones. González
fallecidos: los vuelve meras réplicas. Efectiva- Boixo, quien enumera 69 en su versión para Cátedra (Rulfo,
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2017), ilustra esta discrepancia en Claves narrativas de Juan
mente, el de Juan Preciado constituye una repeti-
Rulfo: “para Edelweis Serra son 63; para Rodríguez Alcalá,
ción de lo que ha escuchado antes y después de 56; para George Ronald Freeman, 68; lo mismo que para
Narciso Costa Ros, también 68; para Adriana Luraschi, 64;
su llegada a Comala. Si la falta de aire favore-
para Befuno Boschi, 66; para José Ortega, 65, etc.” (1993:
ce el hervidero de murmullos y éstos acaban con 182).
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la vida de Juan Preciado, ahogándolo, él termina 4 En Pedro Páramo, novela aural (Blancas Blancas, 2015), se
analiza la multiplicación de los niveles diegéticos que genera,
convirtiéndose también en una multitud rumo- en el discurso de Juan Preciado, la citación en estilo directo.
res, de citas. Como los demás, más que hablar, 5 Anoto aquí los discursos que Eduviges incorpora en el suyo:
De Dolores: “me avisó que usted vendría (fragm. 5, p. 15)”;
repite. Los muertos citan, enuncian, no discur-
“fue a decirme toda apurada que no podía. Que simplemente
sos sino ecos, palabras sin aire, desprovistas del se le hacía imposible acostarse esa noche con Pedro Páramo
[…]. Anda tú por mí. No lo notará […] Hazme ese favor.
aliento originario. El lector, podemos agregar,
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[…] Ve tú en mi lugar. […] ¿Qué te hizo? […] Quisiera ser
también percibe murmullos —tal es la trascen- zopilote para volar a donde vive mi hermana. […] Hasta
luego, don Pedro (fragm. 9, pp. 25-27).
dencia de lo hasta aquí expuesto—.
De Abundio: “Nos contaba cómo andaban las cosas allá”;
Vemos a continuación, primero, los modos “Decía que no tenía sentido ponerse a decir cosas que él no
de citar de Juan Preciado (indirecta e indirecta- oía” (fragm. 9, p. 23).
mente, en abismo, y también metalépticamente), De Inocencio Osorio: “Te vengo a pulsear para que te ali-
vies”; “le pronosticó a tu madre […] que ‘esa noche no debía
y luego, sus implicaciones en la dimensión aural repegarse a ningún hombre porque estaba brava la luna’”
de la narrativa rulfiana. (fragm. 9, pp. 24-25).
De un mozo de la Media Luna: “El niño Miguel ha muerto,
[…] No hace ni media hora. De ser antes, tal vez se hubiera
salvado. Aunque, según el doctor que lo palpó, ya estaba frío
desde tiempo atrás. Lo supimos porque el Colorado volvió
solo […]” (fragm. 12, p. 31).
Del “te lo dije” al “te acabo de decir” (El mozo, a su vez, cita a Pedro Páramo: “El patrón don Pe-
dro le suplica. […] Le suplica su compañía”; y a Fulgor Se-
dano: “don Fulgor me dijo que se lo dijera llorando” (fragm.
El discurso de Juan Preciado está conformado 12, p. 31).
en su mayoría por los de otros, como Abundio De Pedro Páramo: “[Osorio] estaba que ni mandado a hacer
la memoria de Juan Preciado, o como la intro- tierra y la descomponían cambiándole los colo-
misión de una situación narrativa ajena a la del res (fragm. 39, p. 84) [las cursivas son mías].
diálogo entre Juan y Dorotea. En todo caso, esta-
mos ante el discurso directo de Dolores. Y será Esta será la última vez que aparece la voz de Dolo-
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sin ton ni son, parecido al que hace el vien- una misma palabra aparecen dos orientaciones
to contra las ramas de un árbol en la noche, de sentido, dos voces (Bajtín, 2003: 276).
cuando no se ven ni el árbol ni las ramas, pero
se oye el murmurar […], hasta que alcancé a Sin embargo, me parece que, si observamos
distinguir unas palabras casi vacías de ruido: con cuidado, Juan Preciado no usa la palabra
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“Ruega a Dios por nosotros” (fragm. 37, pp. de Damiana Cisneros ‘para sus propios fines’
75-77). ni establece con ella ningún debate, sólo incor-
pora lo dicho por este personaje en su discurso,
Evidentemente, no existen aquí marcas de cita- sin entablar un diálogo de conciencias; no hay
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ción. Sin embargo, como bien observa Perus, dos sino una sola orientación de sentido. Ambos
“varias de las imágenes y de los términos de este afirman que los ecos de los muertos emergen de
parloteo [de Dorotea]” aparecen en su discurso; las descarapeladuras de las paredes, repitiendo:
“resuenan en efecto los ecos de las palabras de “¡Ruega a Dios por nosotros!”8. Bajtín agrega:
parece que [los ecos] estuvieran encerrados en el de las paredes parecían destilar los murmullos
hueco de las paredes (frag. 25, p. 54) (fragm. 37, pp. 75-77)
rumor de una fiesta mitote aquel (frag. 25, p. 54) bullicio de la gente (fragm. 37, pp. 75-77)
7 Françoise Perus agrega: “La reelaboración de las considera- distinguir Preciado acaba con él, acaso por haberlo colocado
ciones de Damiana es clara, tanto como la diferencia que de pronto en el lugar de Damiana” (2012: 211).
introduce Preciado. Mientras el ‘ruega a Dios por mí’ que 8 Un profundo estudio sobre la bivocalidad en Pedro Páramo lo
Damiana oye decir a su hermana la deja a ella en la más constituye la tesis de Eustolia Urióstegui, “La voz y la imagen
completa indiferencia, el ‘ruega a Dios por nosotros’ que cree en Pedro Páramo. La poética del recuerdo” (2004).
varios críticos, la ausencia de diálogo —y de dia- del chicote” / “Tocó nuevamente con el mango
logismo— entre los muertos9. del chicote”, etc.), con la función de abrir y cerrar
Veamos ahora un caso de citación más com- un fragmento, o de encabalgar uno con otro, a
plejo. En el fragmento 43, Juan Preciado cree veces, con bastante distancia de por medio, como
escuchar la voz de una mujer y, por Dorotea, se clara alusión a la construcción oral. Aparece tam-
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entera de que se trata de “Doña Susanita”, es bién, frecuentemente, para resumir o ratificar
decir, Susana San Juan: una afirmación inmediata anterior10.
Tomando esto en cuenta, es posible apreciar
—[…] ¿Qué le oíste decir? que, en el fragmento que nos ocupa (43), Juan
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su madre murió de tisis. Era una señora muy ciado sintetiza también el discurso de Susana. Y
rara que siempre estuvo enferma y no visita- esto ocurre porque, sin saberlo —precisamente,
ba a nadie. en ese momento se ha quedado dormida—, Doro-
—Eso dice ella. Que nadie había ido a ver a su tea repite aquello que Juan ha escuchado en la
madre cuando murió. voz de Susana. Esto se confirma porque, en el
—[…] Claro que nadie se paró en su casa por fragmento 42, Susana San Juan ha estado reme-
el puro miedo de agarrar la tisis. ¿Se acordará morando la muerte de su madre:
de eso la indina?
—De eso hablaba (fragm. 43, p. 101).
10 Los casos son muchos; bastan unos pocos ejemplos: “‘Soy
9 La constante incorporación de discursos ajenos no llega a Miguel Páramo, Ana. No te asustes.’ Eso me dijo” (fragm.
convertir en diálogo el monólogo de los muertos. Bradu re- 15, p. 36); “Falló a última hora —eso es lo que le dije—”
laciona esta ausencia con los espacios entre un fragmento y (fragm. 17, p. 41); “‘Ruega a Dios por nosotros.’ Eso oí que
otro: “Los espacios en blanco son diques de nada, que com- me decían” (fragm. 37, p. 77); “¿Eres tú la que ha dicho todo
primen, que impiden el diálogo, el intercambio, la transfor- eso, Dorotea?” (fragm. 43, p. 100); “Pero que le había dolido
mación” (2003: 33). más su muerte. Eso dice” (fragm. 56, p. 127).
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este discurso sí de otro muy parecido, según se que sí aparecen respecto de lo dicho por Susa-
desprende de su diálogo con Dorotea. Juan cita, na San Juan). Así, no se trata de un discurso
pues, a Dorotea, para citar a Susana San Juan. metadiegético.
La impresión de que los discursos se repiten en Al observar esta especie de ‘empate’ de nive-
los de los otros personajes, como en una multi- les narrativos, percibimos que el discurso del
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plicación de espejos, una cita en abismo, es aquí hombre baleado irrumpe en el mismo nivel diegé-
muy palpable. tico en el que se desarrolla del diálogo entre Juan
Aunque de manera muy distinta, pero no y Dorotea. Lo anterior podría compararse con la
menos compleja, Juan vuelve a incorporar en el inserción del discurso de Dolores Preciado en el
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suyo el discurso de Susana San Juan en el frag- fragmento 37. Pero la semejanza es sólo aparen-
mento 56. Lo hace prácticamente en el momen- te, pues el de Dolores Preciado no es introducido
to en que ella lo está escuchando. Esto determina por nadie, mientras que el del hombre baleado,
varios aspectos de la cita; primero, que se enun- aunque nadie lo cita, es percibido por el lector a
cie en presente: “Dice que ella escondía sus pies partir de la perspectiva de Juan y Dorotea. Se tra-
entre las piernas de él”; “Dice que él le mordía los ta, indudablemente, de una transgresión de nive-
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pies”; “Eso dice”, “Dice que la noche en la cual él les narrativos.
tardó en venir […]” (pp. 127-128) [las cursivas Conviene aquí recurrir a los preceptos de
son mías]. La simultaneidad provoca también Genette. El narratólogo considera transgresivo
que, en ocasiones, se utilice el relativo sólo como cualquier tránsito de un nivel narrativo a otro
introductor: “Que dormía acurrucada, metién- que no esté asegurado por la narración (Genette,
dose dentro de él”; “Y que allí estaban sus pies 1989: 289); también, “toda intrusión del narra-
[…]” (127-128) [las cursivas son mías]. Tal cita- dor o del narratario extradiegético en el universo
ción automática, en presente, suscita también diegético (o de personajes diegéticos en un uni-
que Juan no asuma una postura ante este discur- verso metadiegético, etc.) o a la inversa” (1989:
so, sino que se vuelva un mero transmisor. Una 290). Lo mismo sucede con las transposiciones
vez más, la palabra es percibida en dos voces al de la “frontera movediza, pero sagrada, entre
mismo tiempo; o, dicho de otra manera, como si dos mundos: aquel en que se cuenta, aquel del
pasara por un filtro que, a la vez que la diluye, que se cuenta” (Genette, 1989: 291). Estas trans-
la duplica. gresiones constituyen un caso de metalepsis,
dos por Genette. Sin embargo, tomando en consi- palabra tiene aquí ciertos rasgos de bivocalidad.
deración que ni Juan ni Dorotea introducen dicho El discurso de Susana se incorpora a partir de un
discurso y que el lector lo percibe en el mismo rodeo citacional muy complejo: Juan Preciado lo
nivel diegético en el que ellos dialogan, podemos resume primero a partir de las afirmaciones de
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advertir que se produce la sensación de escuchar Dorotea (fragm. 43), y después, de manera auto-
‘realmente’ a este muerto, es decir, de participar mática (fragm. 56), muy cercana al estilo directo
de la situación narrativa entre Juan y Dorotea: —pero sabemos que es indirecto porque no es la
como si el lector oyera al mismo tiempo y junto a voz de Susana, sino la de Juan Preciado—. El del
ellos, pero de forma independiente. En tal senti- hombre baleado ofrece un caso bastante trans-
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do, este discurso podría leerse como metaléptico. gresivo, pues irrumpe en el mismo nivel diegético
Por otra parte, el discurso de este persona- en el que acontece el diálogo entre Juan y Doro-
je muestra un rasgo inquietante, también cita a tea. Este discurso y el de Susana que aparece en
otros: “Dicen que se me torció un ojo desde enton- el fragmento 56 constituyen los casos más raros
ces” (fragm. 43, p. 101); principalmente, a Pedro de citación.
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Páramo: “Quería averiguar si yo había estado en Concluyo con un ejemplo aún más peculiar.
Vilmayo dos meses antes. El día de San Cristó- Se trata de una autocita que aparece en el frag-
bal. En la boda” (fragm. 43, p. 101) [las cursivas mento 65, doblemente significativa pues es la
son mías]. Y aun se repite a sí mismo: “¿En cuál última intervención de Juan y Dorotea:
boda? ¿En cuál San Cristóbal? Yo chapoteaba
entre mi sangre y le preguntaba: ‘¿En cuál boda, —Yo. Yo vi morir a doña Susanita.
don Pedro?’ No, no, don Pedro, yo no estuve […]’ —¿Qué dices, Dorotea?
” (fragm. 43, p. 101). Todavía más. Si observa- —Lo que te acabo de decir (fragm. 65, p. 147).
mos bien, el hombre no sólo alude a sí mismo,
sino que cita a Pedro Páramo mediante su pro- Es claro que Dorotea se cita a sí misma al con-
pio discurso: “¿En cuál boda? ¿En cuál San Cris- testar la pregunta de Juan Preciado. No repite lo
tóbal? […] ‘¿En cuál boda, don Pedro?’”. Así, en que ha afirmado (“Yo vi morir a doña Susani-
su voz se percibe su enunciación presente, una ta”), sino que sustituye o resume su discurso con
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sin pronunciar su verdadero nombre. Primero la autocita— un desdoblamiento: Dorotea apela a
describe: “Ha de ser la que habla sola. La de la un discurso que pertenece a un pasado, así este
sepultura grande”, y sólo después de esa peyo- ‘acabe de’ pasar, con lo que desdobla su discurso.
rativa descripción revela su identidad, pero aún Este recurso no pertenece exclusivamente a
lo hace con el mismo diminutivo, muy cercano a Dorotea: como hemos visto, lo dicho por Susa-
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la forma del apodo, que usa en el fragmento 65: na San Juan también es citado automáticamen-
“Doña Susanita” (al final del fragmento 43 la lla- te por Juan Preciado en el fragmento 56. Sólo
mará, aún más despectivamente, “la tal Susani- que en este último no hay autocita ni, por tanto,
ta”, p. 104). desdoblamiento.
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Respecto a la cita resumen, Dorotea ya ha Al autocitarse resumiendo, Dorotea omite su
realizado este procedimiento antes. Su primera discurso original: se refiere a él sin citarlo o, qui-
intervención, que abre el fragmento 37, “¿Quie- zás, para no hacerlo —lo cual se correspondería
res hacerme creer que te mató el ahogo?” (fragm. con lo apuntado acerca de su reticencia—; al mis-
37, p. 74), resume todo lo que Juan le ha dicho mo tiempo, apela a la memoria de Juan Preciado
sobre su muerte: que, estando en la casa de —como si dijera: ‘recuerda lo que te dije’13—. Es
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Donis —más exactamente, en su cama, con su decir, pone en evidencia que Juan la ha escucha-
mujer-hermana—, el calor lo hizo salir a la pla- do y que él debió haber retenido sus palabras en
za y que ahí falleció por falta de aire12. Dorotea, la memoria. Con esta apelación, Dorotea apela no
sólo a una Dorotea ‘anterior’, sino también a un
11 Quizá no sea forzado relacionar el término ‘lo’ con el pro- Juan ‘anterior’, aquel que ‘acaba de’ escuchar la
nombre ‘eso’ que aparece en varias ocasiones también a
modo de cita resumen de un discurso acabado de decir,
confesión. Y así, la autocitación recoge una doble
como se menciona en la nota al pie anterior.
12 Juan Preciado dice, antes de que irrumpa la voz de Dolores:
“Yo me sentía nadar entre el sudor que chorreaba de ella y Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta que se hizo tan
me faltó el aire que se necesita para respirar. Entonces me delgado que se filtró entre mis dedos para siempre” (fragm.
levanté […]. 36, p. 74).
Salí a la calle para buscar el aire […]. 13 Dice Federico Campbell: “Más que reproducir, la memoria
inventa. Recategoriza. Reclasifica. No repite. Reorganiza”
Y es que no había aire; sólo la noche entorpecida y quieta, (2003: 435). Estamos de acuerdo con esta aseveración,
acalorada por la canícula de agosto. siempre que tengamos en cuenta que, por más que Dorotea
No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que salía de ordene y se tome el tiempo para pensar y darse cuenta de las
mi boca, deteniéndolo con las manos antes de que se fuera. cosas, los discursos que cita son siempre los mismos.
del cual van disolviéndose en ecos. A este recur- do va perdiendo su autonomía, y disminuyendo
so se podría atribuir, en buena medida, prime- también el tiempo respecto del discurso original,
ro, la percepción de que las voces adquieren una con lo que va, entonces, disolviéndose en resú-
dimensión aural —pues van de boca en boca— menes y eufemismos. Observa Fabienne Bradu:
; y luego, de que escuchadas y repetidas infinita-
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personajes —diríamos, los vivos—, están pobla- ‘lo que te acabo de decir’ de Dorotea, podemos
dos de citas y de citas de citas. Juan Preciado, en observar dos formas de incorporación de discurso
los primeros fragmentos, incorpora discursos aje- bien distintas. En el primer caso, se integra uno
nos predominantemente en estilo directo, multi- lejano que, repitiéndose literalmente, evidencia
plicando niveles diegéticos; pero luego, a partir las marcas de la enunciación original y las de la
cita. En el segundo, se alude a un discurso inme-
14 Florence Olivier observa esta condena también en el narra-
diato anterior que, resumiéndose eufemística-
dor de “Luvina” (Rulfo, 1989): “Reducido al papel de testi- mente, desdibuja las marcas de su enunciación
go, incapaz de ser actor o portador de la buena palabra del
saber escolar, ha sido condenado a decir para siempre jamás
una realidad que le ha confiscado toda ilusión. Como los vie- 15 Françoise Perus considera que esta aparente alusión al ín-
jos de Luvina, que no pueden emigrar y dejar a sus muertos, cipit de la novela: “Vine a Comala porque me dijeron que
él no puede abandonar el recuerdo del no-tiempo de Luvina; acá vivía mi padre”, no necesariamente implica que ambas
donde los muertos parecen enterrar a los vivos, donde los intervenciones forman parte del diálogo que sostienen Juan
lugares de unos y otros se confunden extrañamente. El cuen- Preciado y Dorotea en la tumba (2012). Sin embargo, es cla-
to esboza claramente el proyecto literario de Pedro Páramo” ro que Juan le ha contado a Dorotea la razón de su viaje en
(1992: 736). algún momento, y a esa circunstancia se alude aquí.
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