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C a p ít u l o II

NATURALEZA Y GENEROS DE CAUSAS

1. La n o c ió n d e c a u s a

La causa podría definirse com o aquello que real y positiva­


m ente influye en una cosa, haciéndola depender de algún modo
de sí'.
E ntre las notas que caracterizan la noción de causa y efecto
se encu en tran las siguientes:
-d e p e n d e n c ia efectiva en el ser: es com o la contrapartida
del influjo real de la causa en el efecto. U na causa es causa, ju sta­
m ente en la m edida en que sin ella no puede com enzar a ser, o
subsistir, el efecto. U n a casa, p o r ejem plo, no podría m antenerse
en pie sin los m ateriales que la integran y sin u n a disposición
adecuada de esos elem entos; pero tam poco existiría actualm ente
la casa sin el trabajo de las personas que la han construido,
aunque ese trabajo haya influido, m ás que en el ser actual, en el
hacerse del edificio. Esta doble m anera de influir en el efecto
perm ite definir la causa com o todo aquello de lo que la cosa
depende según su ser o su hacerse;

I. En ambientes neopositivistas o próximos a ellos, se ha pretendido negar


la noción de causa para sustituirla por la de función, susceptible de ser matemati-
zada. Com o afirma B. R u s s e l , «no hay ninguna duda de que el m otivo por el que
la vieja «ley de causalidad» ha continuado ocupando los libros de los filósofos es
simplemente por el hecho de que la idea de función no es familiar a la mayor parte
de ellos» (M ysticism e an d Logic, Londres 1918, p. 194). Esta posición adolece del
defecto característico de todo el neopositivismo: la negación de la metafísica en
favor de la lógica formal.

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METAFISICA

- distinción real de la causa y el efecto: esto es evidente,


pues la dependencia real entre dos cosas entraña necesariam ente
su efectiva distinción;

- prioridad de la causa sobre el efecto: toda causa es


anterior a su efecto según un orden de naturaleza, en cuanto
aquella perfección que la causa otorga o produce en el efecto tiene
que encontrarse de algún m odo «antes» en la causa. En m uchos
casos, esta prioridad de naturaleza supone tam bién u n a an terio ri­
dad tem poral: los padres son antes que los hijos, y el escultor
antes que la estatua. En cuanto a la m ism a acción causal, el efecto
y su causa son correlativos y sim ultáneos: la causa es causa cu an ­
do está causando; el efecto, en el m om ento de ser causado.

2. C a u s a , p r in c ip io , c o n d ic ió n y o c a s ió n

Lo más constitutivo de la noción de causa es su positivo


influjo en el ser del efecto y la correlativa dependencia de éste con
respecto a ella. Esto es lo que distingue a la causa de otras realida­
des en cierto m odo afines, que no siem pre tienen, sin em bargo,
u n a influencia positiva sobre el efecto, com o son el principio, la
condición y la ocasión.
a) E l principio: es aquello de lo que algo procede de cual­
quier modo. P or tanto, toda causa es principio, pero no todo p rin ­
cipio es causa. El principio expresa inicio u orden sin incluir un
influjo positivo en el ser de lo procedido. En este contexto, el
p u n to debe considerarse principio de la línea, las prim eras pala­
bras de un discurso son el inicio del resto de la peroración, y el
abanderado, el que da com ienzo a la com itiva m ilitar, pero ningu­
no de los tres es causa de lo que le sigue.

L a cau sa es, p u es, u n tip o de p r in c ip io , ya q u e añ ad e a


éste el carácter de d e p e n d e n c ia de lo efec tu a d o en r e la c ió n a su
origen. E n señ a la T e o lo g ía q u e en el se n o de la T rin id a d se dan
r ela cio n es de p r o c ed en cia sin q u e h a y a p r o p ia m e n te cau salid ad :
a u n q u e el H ijo p roced e d el P ad re, n o c a b e afirm ar q u e « d e p e n ­
d a» de E l, p u e s e so su p o n d r ía u n a im p e rfe cc ió n en el Ser del
V erb o; p o r e so el P adre es P r in c ip io d el H ijo , y a m b o s d el E sp í­
ritu S a n to , p ero n o p u ed e so sten er se q u e sean C au sa.

Junto a este género de principios, que podrían denom inarse


positivos, existe un principio negativo, que es la privación: la

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LA CA USALIDAD

ausencia de una perfección determ inada puede considerarse prin ­


cipio de adquisición del nuevo acto. Al hablar de los principios de
las realidades corpóreas, Santo T om ás connum era a la privación
ju n to con la m ateria y la forma, precisando que estas dos son
causa, y aquélla es sólo principio.
b) L a condición: es el requisito o la disposición necesaria
para el ejercicio de la causalidad: algo m eram ente auxiliar, que
hace posible o im pide la acción de una causa; la condición en
cuanto tal no posee causalidad2. La existencia de adecuadas con­
diciones clim áticas, por ejem plo, es condición para que se des­
arrolle una prueba deportiva, pero no es su causa.
Hay condiciones necesarias, pero no suficientes (para estu­
diar una carrera, por ejem plo, es necesario inscribirse en una U ni­
versidad); otras necesarias y suficientes (para ir al Ciclo, es nece­
sario m orir en estado de gracia). Las condiciones necesarias se
suelen llam ar sine qua non: de lo contrario, son sim plem ente
favorables, convenientes, pero no im prescindibles (por ejem plo,
para aprobar una asignatura, es útil la lectura de tal libro).
c) L a ocasión es aquello cuya presencia, favorece la acción
de la causa: es com o una situación ventajosa para el ejercicio de
la causalidad, pero no im prescindible para que ésta se lleve a
cabo:un día soleado es una buena ocasión para dar un paseo,
pero no es su causa, y ni siquiera un requisito indispensable; una
m ala am istad puede ser ocasión para una conducta moral desvia­
da, pero la causa de ese m al c o m p o rta m ie n to es siem pre la vo­
luntad.

Si b ien la d istin c ió n entre la cau sa y estas otras realid ad es


afin es es clara, a lo largo de la h istoria de la filo so fía se las ha
in te rc a m b ia d o in d eb id a m en te entre sí: alg u n o s filó so fo s, por
e jem p lo , han red u cid o to d o el in flu jo r ecíp ro co de las criaturas
a u n a m era o c a sió n para qu e a ctu a se D io s, ú n ica ca u sa real
según esto s siste m a s (o c a sio n a lis m o )3; o tro s han in terp retad o las
r ela cio n es de su ce sió n c o m o si fueran de c a u sa lid a d , a p lic a n d o

2. A finales del siglo XIX y principios del X X , en los ambientes ligados al


einpirio-criticismo ( M a c h , A v e n a r i u s ) se elaboró una concepción «condicionista»
del mundo: la noción de causa quedó reductivamente asimilada a la de condición.
Según M a x V e r w o r n . uno de sus más característicos representantes, todo proceso
se determina unívocamente por la totalidad de sus condiciones, excluyendo toda
referencia causal. Cfr. Kausale uncí konclitionale Weltanschauum' Bonn 1912.
3. El ocasionalismo, como modo peculiar de interpretar la causalidad, surge
por primera vez en algunos sectores de la teología musulmana. A l g Á z e l niega que
pueda explicarse racionalmente el nexo causal. Y esto por una razón de fondo: si

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M ETAFISICA

el a x io m a p o s t hoc, erg o p r o p te r h oc (su ced e d e s p u é s d e e sto ,


lu e g o su ce d e p o r esto), y d a n d o a sí lugar a lo s d iv e rso s g é n e ro s
de h isto r ic ’ism o (H eg el, C o m te , M arx).

3. LO S TIPOS PRINCIPALES DE CAUSA

Si el rasgo distintivo de la causalidad es la dependencia en el


ser, pueden considerarse tantas especies de causas com o m aneras
diversas de subordinación real.
En prim er lugar, puede observarse u n a dependencia del
efecto en relación a sus principios intrínsecos constitutivos: si un
objeto pierde la m ateria de que está hecho, o la form a plasm ada
en dicha m ateria, deja de ser lo que era: y así, el ser de una estatua
depende del m aterial del que está hecha y de la form a que la co n ­
figura. A parecen así dos géneros de causa, m aterial y form al, p re­
sentes en todas las realidades corpóreas.
P or otra parte, el ser de lo causado depende de dos p rin ci­
pios extrínsecos: la causa eficiente y la causa final. Lo que está en
potencia sólo puede pasar al acto en virtud de otro ente en acto:
la m adera no puede hacerse a sí m ism a u n a silla, sino que requie­
re la intervención de u n agente externo, que actualice su ap titu d
p ara ser silla. A su vez, el agente obra siem pre por un fin, y sus­
traído éste se suspende tam bién la acción y el efecto que se obtie­
ne de esa acción: si el carpintero no se propusiera construir una
silla, un arm ario, una m esa, esos m uebles no dejarían de ser u n a
m era posibilidad.
E n sum a, es causa la materia de la que algo está hecho
(causa material); la fo rm a intrínseca a la cosa, que actualiza a esa
m ateria (causa form al); el principio que hace surgir la fo rm a en la
materia (causa eficiente); y, por último, el fin hacia el que tiende
el agente (causa final).
T odas las dem ás especies de causas pueden reducirse a algu­
n a de estas cuatro: la causalidad de la sustancia con respecto a

hubiese causalidad creatural, la acción de D ios quedaría sometida a la necesidad


que impone la naturaleza. Por tanto, no hay más causalidad que la divina.
M a l e b r a n c h e , uno de los grandes ocasionalistas modernos, sostiene, com o
A l g a z e l , que la relación causa-efecto en las criaturas depende de la voluntad de
Dios. Pero al entender la voluntad divina en forma diversa a la del filósofo m usul­
mán, origina un nuevo tipo de ocasionalismo. La voluntad djvina -según M a l e ­
b r a n c h e - no actúa arbitrariamente, sino de m odo ordenado. El orden consubstan­
cial a la divinidad im pone a las cosas una sucesión regular, de modo que la causa­
lidad real queda reducida a la sucesión ordenada de eventos dispuesta por Dios
(Cfr. Entreíiens sur la m étaphysique, IX, 13).

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L A CAU SAL ID AD ’

sus accidentes propios es m aterial y en cierto m odo eficiente,


aunque en distinto sentido; la del acto de ser en relación a la esen­
cia puede asim ilarse a la de la form a respecto a su m ateria; la cau­
salidad de un instrum ento pertenece al género de la causa eficien­
te; la de los m odelos o ejem plares que el artista im ita al realizar
sus obras, al de la causa form al y final; la de Dios, referida a las
criaturas, en cam a en m odo cabal el tipo de causalidad eficiente.

C ausa «per se» y causa «per accidens»

Ju n to a las causas propiam ente dichas, o causas per se,


encontram os las llam adas causas accidentales o per accidens.
La causalidad per accidens tiene lugar cuando el efecto
alcanzado está fuera del fin propio al que tiende la acción. Por
ejem plo, el estudio es causa per se de la adquisición de la ciencia
y causa accidental de un galardón.
Podem os considerar la accidentalidad en cuanto a la causa o
en relación al efecto:
a) Por parte de la causa: en este sentido, es causa acciden­
tal todo aquello que se une a la causa «per se» y que no está
incluido en su naturaleza en cuanto causa: la causa per accidens
no produce ella m ism a el ser del efecto, sino que sim plem ente se
halla en conexión extrínseca con la causa en sentido propio. Por
ejem plo, si u n a persona es a la vez arquitecto y m úsico, su p re p a­
ración m usical será sólo causa p er accidens de las casas que cons­
truya, ya que realm ente no influye en ellas.
La desconexión real de este tipo de causa per accidens res­
pecto al efecto puede parecer obvio, y lo es. Sin em bargo, es obje­
to de frecuentes equívocos en la vida ordinaria. P or ejem plo: las
m alas actuaciones de un cristiano en el terreno profesional no
pueden im putarse a la Iglesia católica, ni a él m ism o en cuanto
cristiano, ya que el estar bautizado es algo accidental con respecto
a la causa p ro p ia de sus deficiencias profesionales.
b) Por parte del efecto: se da este tipo de causalidad per
accidens siem pre que al efecto propio de u n a causa le acom pañe
otro que, en sentido estricto, no es alcanzado p o r la virtud de esa
causa. D en tro de este grupo cabe considerar tres casos principales:
- rem oción del obstáculo (removens prohibens, el que
rem ueve lo que prohíbe un efecto): lo que elim ina el im pedim en­
to que hace im posible que u n a causa realice su efecto natural y
propio, es causa p er accidens de ese efecto. P o r ejem plo, la perso­

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METAFISIC A

na que corta la cuerda que sostenía u n a lám para es causa acciden­


tal de la caída, siendo la causa en sentido propio la m u tu a atrac­
ción entre ella y la tierra en virtud de la gravedad.

E l re m o v e n s p ro h ib e n s es o b je to de un a m p lio u s o en t e o ­
logía. P o n g a m o s un e jem p lo . Se d ic e qu e el p e c a d o o rigin al es
ca u sa p e r a c c id e n s de la m u erte y otras c o n se c u e n c ia s q u e
sig u en n a tu ra lm e n te a la n a tu ra leza h u m a n a , y q u e se e n c o n tr a ­
ban im p e d id a s p or el esta d o de ju s tic ia o rigin al e n q u e D io s la
h ab ía cread o. P or la n atu raleza c o rr u p tib le d e l c u e r p o , la m u e r ­
te es u n a e x ig e n c ia natu ral de la e sp e c ie h u m an a; p ero D io s,
ju n to c o n la gracia h ab ía c o n c e d id o al h o m b re - e n el e sta d o de
ju s tic ia o r ig in a l- un c o n ju n to de p r iv ile g io s q u e eran c o m o un
fren o para lo q u e recla m a b a la n a tu ra leza h u m an a; el p e c a d o ,
al destru ir el e sta d o de ju s tic ia orig in a l, se c o n s titu y ó e n ca u sa
p e r a c c id e n s de e so s e fec to s n atu rales.

C onviene n o tar que cuando los efectos accidentales siguen


necesariam ente a la acción de la causa per accidens, pueden acha­
carse a ella, aunque en rigor no los produzca directam ente. Suce­
de así, p o r ejem plo, en el caso antes citado de la lám para; o en el
del director de un colegio, que pudiendo, no im pide la entrada de
un profesor con m ala doctrina, siendo responsable del daño que
se derive en la form ación de los alum nos;
- efecto secundario fortuito: cuando al efecto propio de
u na causa le aco m paña otro no exigido necesariam ente p o r la efi­
ciencia causal, la causa es per accidens con respecto al efecto deri­
vado. Si u n labrador encuentra un tesoro m ientras ara, el hallazgo
no puede considerarse efecto propio de su acción, sino algo que le
sucede en este caso, pero no en otros m uchos similares;
- coincidencia temporal: se puede hablar tam bién, aunque
en sentido im propio, de causalidad p er accidens cuando no existe
ningún orden real entre dos efectos, sino sólo el de la estim ación
que puede hacer u n a persona basándose en su coincidencia tem ­
poral. Con frecuencia se yerra al in terp retar este tipo de causali­
dad p er accidens com o si fuera causalidad propia: p o r ejem plo,
cuando se afirm a, apoyándose en que el desarrollo de las ciencias
experim entales coincidió con u n a clara decadencia de la m etafísi­
ca, que la regresión en los estudios filosóficos es causa del floreci­
m iento de las ciencias.

El e stu d io de la c a u sa lid a d p e r a c c id e n s p resen ta v astas


a p lic a c io n e s en el á m b ito d e la ética; el m al m o r a l, c o m o to d o

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LA CA U S A L ID A D

m a l, n o tie n e ca u sa p e r se: el e fe c to d e la c a u sa lid a d p ro p ia del


p eca d o r es sie m p r e a lg o p o s itiv o , a lgo b u e n o en sí m is m o - l a
c o n se c u c ió n d e u n o s b ie n e s m a ter ia le s, en el robo; la sa tisfa c ­
c ió n se n sib le en la gula, e t c .- , p ero q u e está p r iv a d o de su o rd e­
n a c ió n al fin ú ltim o d el h o m b re y, p or ta n to , tie n e razón de m al
m oral.

B ib l io g r a f ía

T h . d e R e g n o n , La m étaphvsique des causes selon Saint


Thom as et Albert le Granel, Paris 1 9 0 6 . C . G iac 'ON, La causaUtá
nel razionalism o moderna, Fratelli Booca, M ilan-R om a 1 9 5 4 . P.
G a r i n , Le problém e de la eausalité et Saint T hom as d'Aqnin,
B cauchesne, París 1 9 5 8 .

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