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María Camila Otero Rosales

Medicina

U00106085

¿Qué ha sucedido la cultura y el paisaje santandereano?,  ¿Qué queda del territorio


santandereano que retrató Tomás Vargas Osorio en el siglo XX?

El preámbulo de este texto, sintetiza de manera explícita la esencia del paisaje, describiendo el

paisaje de Santander; para Tomas Vargas Osorio, el lugar que planteaba era el de la ilusión por

el progreso y la crisis por la pérdida de las costumbres, el de la búsqueda de la identidad

individual a través del rompimiento con los paradigmas colectivos, el de la transformación

paralela del paisaje y la cultura. El paisaje es la forma que un pueblo le ha dado al lugar donde

vive. El hombre es definido como un ser con alma de animal quien a diferencia de este último,

posee capacidad de racionalizar; su alma no puede instaurarse sino a partir de la naturaleza, la

cual le permite adquirir cultura, incluso su carácter se asemeja al del ámbito que lo habita.

El alma de los paisajes de Vargas Osorio y de Algelvis es característico del campesino

santandereano, esta cultura ha decaído debido a la civilización, el aburguesamiento de la cultura

y en especial a la falta de autoridad del pueblo debido a que las decisiones son tomadas en torno

al poder. Cuando el hombre empieza a integrarse a la nueva civilización lo único que queda son

concepciones, recuerdos, usos o costumbres desvirtuadas, cosas, artesanías, las cuales son

consideradas “pasadas de moda” debido que la civilización quiere siempre estilizar la cultura.

El paisaje sigue siendo la identificación de la época campesina, aun se observan los estoraques,

ranchos, arboles solitarios, los caminos pero la sociedad no conmemora esto, la sociedad del

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siglo XX prefiere llenarse de elementos modernos para ser considerado a la “moda”, a lo que

caracteriza a este siglo es la vanidad y el vicio generado por la tecnología, no observado en

épocas anteriores.

Vargas Osorio, argumenta que se necesita construir un pueblo a partir de la unión entre la cultura

y la naturaleza, la cultura es referida en cada elemento de este paisaje como lo es un naranjo, un

regato, una maceta de rosas, necesarias para el hombre, el cual debe dedicar un esfuerzo

prodigioso para que ese valle exista, este ha tenido que crear hasta la propia naturaleza. “Se

observa una naturaleza monástica de cuyas grietas brota el dolor áspero de los cactus. Contra

el fondo azul una cabra montaraz recorta su silueta delgada y fina1 [CITATION Tom01 \p 23 \l 9226

]”

Uno de los pueblos de Santander posee un paisaje característico, similar a la edad media, las

casas tan amplias con un interior fresco y profundo debido a que las delimitan las copas de los

naranjos, las calles estrechas y empinadas difíciles de transitar pero necesarias para contemplar

dicha belleza, los jardines, las grandes tachuelas de cobre, una sala espaciosa eran lo principal de

los hogares de aquellos habitantes pero hoy en día, la inmersión de la modernidad ha destruido

un centenar de paisajes, la vegetación se vuelve escasa, se ven ruinas de solares antiguos que

destruye la esencia de un pueblo.

“Porque el hombre es de la misma substancia de su tierra y hasta reproduce en su cuerpo, con

rara fidelidad, las peculiaridades plásticas del paisaje en que actúa”2 [CITATION Tom01 \p 26 \l

9226 ]; el hombre y la naturaleza se interrelacionan lo que permite a este adaptarse, desprender

sus ideas con el mundo, su entorno y la historia, todo lo que observa es esencial para empezar

una nueva era, cada camino que se observa en los pueblos inducen al comienzo de algo, en

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especial para aquel ser solitario quien es considerado dueño y amo de las tierras; engendra

nuevos proyectos entre la naturaleza primitiva y la civilización mecánica y colectivista de

nuestro tiempo.

Aunque los colonizadores, los políticos se han involucrado en tierras como El Valle del río de

oro, aún siguen presentes la cultura y las costumbres de un pueblo, salir a conversar en los

portones, fumar tabaco en las tardes, aquellas mujeres que van hacia el rio con sus tinajas de

barro, la presencia de hojas de sábila en las puertas de la casa para impedir que lleguen los

espíritus son visibles en este pueblo incluso la subsistencia de algunas familias sigue siendo

gracias a la extracción de oro del río.

En otras ciudades, cercanas al río se contempla una vida más efímera, debido a que las ganancias

del trabajo son utilizadas para la “diversión”, existe una sociedad heterogénea entre distintas

culturas quienes no poseen preocupación alguna por la muerte, su vida no tiene valor

trascendental, esta ciudad ha surgido desde que existe la extracción de petróleo pero también esta

misma actividad ha generado la destrucción de la naturaleza y la susceptibilidad de los habitantes

a muchas enfermedades además, es perceptible en estas ciudades la coexistencia de dos espíritus

y de dos estilos de vida distintos y antagónicos.

La coexistencia de dos estilos de vida distintos ha surgido desde la modernidad, aquellos pueblos

viejos quienes mantienen sus costumbres, son estos mismos quienes han sido invadidos por

aquellas personas que poseen un espíritu nómade y democrático con ansias de eliminar lo

antiguo, lo tradicional, conservador y liberal de los pueblos viejos.

El Santander de hace diez años posee elementos característicos de su paisaje quien permitía al

extranjero sentirse en casa, el paisaje permitía al viajero experimentar la emoción de la tierra,

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honda y cálida. La vida no había sido invadida por la modernidad, por las ruedas, por hoteles ni

por la tecnología, aún existía lo sencillo, inocente y claro de los pueblos incluso se percibía la

alegría de los habitantes por su folklore, cantando sus coplas tradicionales, las cuales poseen una

profundidad filosófica, sin ser eliminadas por una canción forastera que no penetra el alma de ese

pueblo.

Ya se ha perdido el pensar de años y años con el fin de acumular prodigiosas reservas filosóficas,

ya se ha eliminado el ensimismamiento meditativo de la sociedad debido a las urgencias

materiales de la vida, el alma santandereana contemplada en su aspiración a la medida, en la

repulsión de lo sobrante no es tan fácilmente observable. Incluso su música ha sido abatida por

canciones forasteras; el paisaje desapareció con la invasión del automóvil, la maleza; no se

observan mansos bueyes incluso han desaparecido las ventas de aquellas clásicas posadas donde

el viajero se hospedaba.

Santander, alma y paisaje nos muestra a través de fotografías y textos complementarios no solo

las riquezas naturales y humanas de la región sino también la condición del ser santandereano,

Vargas Osorio contempla comparaciones entre el ayer de una región y la actualidad de esta

misma, se argumenta un notable cambio que no es característica de todos los pueblos; algunos

mantienen su cultura y su tradiciones pero es evidente que la modernidad ha eliminado mucho de

la esencia de una región.

Aunque desde niño se inculca el amor y el respeto por su tierra, el orgullo y la necesidad de

cuidar el entorno telúrico como fundamento de identidad, como elemento de cultura y como

reserva para el futuro; la globalización, el capitalismo y la expansión de la información ha

distanciado enormemente las costumbre creando una brecha entre lo propio y lo extranjero. 

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Bibliografía
1,2
Vargas Osorio, T. (2001). Santander, Alma y Paisaje. Bucaramanga: Universidad Autónoma
de Bucaramanga.

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