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ON BOSLO TST HEE aS / Allos DE BIO IX> DON BOSCO Y¥.SU TIEMPO SEcUNDA panTE Los ANOS DE pio 1x OBRAS DE HUGO WAST Etcion ConmiENTs, RUSTICA Alberta Don Bosca y su tlompo. Los afos de Car ‘Don Bosco su temp, es 0 [HCamine de Tas Lema. 0 miler $ 260 Lacie Miranda. 3 “Tarra de Jagares. 20 fa Consprador a > fae Farge ect oo Las Eppas de Ruth, (Dizionsastoliegndcs) st {Pate de Zara ea eS Lt que o Pen aS {kts es Vendacos 1 oie Negra (Deemiads ore Ren (asa de fs Guervos 2s. Carta One. {Novia de Vacaciones aleare Stare‘ el Unirst: Gaeatas 1 lne Stcrctanitsas) *Confesones de un Novela, EDIOION BIBLIOTECA, ENCUADERHADA Ua Estrela en In Ventana. (Retrato de nator) Fucote daladn eer Deslerto de Piedra: (Gren Bromo de Lit 'S 30.000) El Vengace. ee ludad Turieta, Clad Alegre: Flor do Durazna a3 nas ‘ie = VARIAS raga (Tinducién dal masse Feline Cos 3-200 Fa. (Drasna al ike ‘me Quiere Mucho: (Pieza ‘cémica). EN PREPARACION Moder Literatura Latigamerlcana, Des obras marcas con un areiso exist tambien ana Edin Blow ‘wz, encuederanda, a § 3.00, Brecos ex moacle angen, ‘Don Bosco y su tiempo i } | HUGO WAST C. be LA Acapenta Espanora SEGUNDA PARTE, Los afios de Pio 10 MILLARES BUENOS AIRES EDITORES DE HUGO WAST 1932 Conpebt by Editor de Hage Wast, Gort, #199. TRADUCCIONES 2B EI si nu | dt AH re Desierto de Piedra. Flor de Durazao, rm pane teed Cte, crear dene Hee Rt on Fiatoae nes blondes en pe- | Tie ed Gr ene cone ee | Fase ise AL PORTUGUES Una Estrella en Ta Ventana, ae me panne wea 1 eee cia tans | Het astride Peseta Feet ta oct ta | Fata Ste, ‘Trad. Henry Gross (Editions Bourrelier- | Los Ojos Vendados, Se ccna Aisa _ HEitincomnee Fir ur ei Fea ene manic El amino de as Lames. Hi Camino de ast Provinclano en Vaacones, thelist Sas Vali igre, = EE AL INGLES: iains Green ond Oo Vale nope Tig LAE mb y Jesse Le Cry bates itr, Fe es cpt tan bate i fo cueres Te Sr ll Tovar Wt] 12 Gaede os Greve, Trot Tedeae aon Le que no Perdend Forde Durnzn, | Fee tae | i ts ‘Un Provinciano en Vacacicnes, | PEE. mame, | iri ae oe 1 Toten 5.00 1 | ait Vitae Desierto de i EDICIONES LAsicas esi Sars sm ge a Heese rises Hepa! Qaemion ing (eve | Desir a. veins Cte and aioe | j SEGUNDA. PARTE LOS ANOS DE PIO-IX ce DON BOSCO Y SU TIEMPO W Los ANos DE pio Ix I PROFETIZA: {LUTO EN LA CORTE! En este aite inflamado por la guerra, iba Don Bosco Jevantando su obra de paz. Claro esté, sufria ios contragolpes de todos los suce- 08. Mermaban las dédivas de que vivia su oratorio, pre- cisamente cuando crecian sus necesidades. La politica dejaba en todos los espiritus un sedimen- to de pasién que al menor choque enturbiaba el juicio, envenenaba las relaciones sociales, separaba los amigos, desunia las familias, aventaba hasta las vocaciones s3- gradas. El arzobispo de Turin, monsefior Fransoni, habia expulsado del seminario a gran parte de los clérigos, los cuales se agolpaban a la puerta del palacio, con una tarba de facinerosos, cantando el himno popular genovés: Uti Tela schism Ball, tivlada Dox Bosco ¥ su meror (2) Vines In obra, dl om Loe s80$ DE Cantos ALSEETD. 8 HUGO WAST Insultado en Tas calles, expuesto al asesinato, el arzo- bispo tuvo que refugiarse en Suiza, Sélo después de la abdicacién de Carlos Alberto volvié a Turin Era grande amigo de Don Bosca y protegia su obra, ¥.repetidas veces le habl6 asi: —-Usted no se cree inmortal, gno es cierto? Segura- mente-un dia u otro desaparecerd. {Qué va a ser enton. ces'del oratorio? Piense y forme sucesores para que, aun muerto el fundador, Ia obra se perpettie, ad majorem Dei glociam. Don Bosco sonzeia. Su oratorio de casa Pinaidi, que habia contado has- ta setecientos alumaos, lleg6 a quedarse con diez 0 doce. Pero la perseverancia pudo més que la intriga de los pro. festantes, el celo falso de ciertos catdlicos y el veneno.de la politica. El oratorio renacié con tanto vigor que, a pe- Sar_de lo calamitoso de la época, cuando en el centro de ‘Turin se insultaba al arzobispo, en los humildes convul. gatorios de Don Bosco, dos mil biricchini de vatias eda. es cumplian con la Pascua, recibiendo fa sagrada com. nién. Como estaba dispuesto siempre a prestar un servicio, acudian por centenares a pedirle trabajo o dinero. Habla, ba a todos con jovialidad y los alentaba a refericle toda suerte de penas materiales y espicituales, y exa taro el vi. sitante que una u otra, vez no terminase de rodillas en sl ‘modesto reclinatorio de tablas de su aposento, confecdn- dose con él. YY el que esto hacia gue To buscaba siempre. En visperas de fiestas, quedaba de tal manera cautivado cuando eran muchos Ios que DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 9 sltaba heroics. So- | dispontan 2 comolgar, su tarea res & dpe otros saterdotes para que lo ayadasen Cats Mtr situa en un confsonario y aguadabs ls cls Je pec a estaba alli Don Bosco, ya podian aguardar Fodos acadian a aquel amigo sel ama, que con 888 Feels removia los secretos del corazén. = brs Pabemos que entre «ot bier abi vedas forss de muladar, manchlos con toda suerte de visios, fore groweog, fails para jactarse de 98 ha fenofeda de compateros, pero timidos a los pies del sa- en rueda de ee esor moticé mil. veces No todos sabian que el con! det il ets fe qa cont ni nin os enya sat nfeton: 7 que, por un milagro providencl, no se bs tearm ef tazo de que ai los aportata violaran su fo idable compromiso. “mw. ra cy ona ea verdad cx aque amas f a5 veees tuvieron trator con la Policia. ‘Etter al bintehino se quedaba con los labios pesados, No habia modo de hacerlo comenzar. Una fuerza dia- alia lo amordazaba, mezcla de orgullo y de vergienza. ‘Don Bosco ponia la mano sobre Ja cabeza del mu- ‘nacho. Has almorzado hoy? =isit | —2Tenfas apetito? 10h, sit =\Calintos hermanos tienes en tu casa? : alee bist reftaba fal penetrar con sagacidad nla materia propia dé la confesin 11 asbadan Don Bosco confeabo durante diz 0 doe 10 ‘HUGO WAST hhoras seguidas. Y muchas veces, en los dias de gran con- curtencia, le dieron las doce de 1a noche en el sillén don- de permanecia clavado. La fatiga le rendfa, y en mitad de una confesién qued4base dormido. El penitente, sobreco- gido por aquel indicio de sobrehumana fatiga, respetaba el suetio de Don Bosco, y sentindose en el reclinatorio esperaba-que despertase. Igual hacian los otros mucha- chos que aguardaban su turno. Pasaba una hora, pasa- ‘ban dos... La campana de fa Consolata tocaba las tres de la mafiana, Don Bosco sacudfa el sopor, y al indeciso fulgor de la mariposilla de aceite veia sus chicos tendidos en el suelo 0 dormidos de rodillas. —iSefior, Sefior!—decia sontiendo—. El espiritu es pronto, pero la carne es débil... Vamos a ver... ;Dénde estébamos? ;Ta, Albera! Albera se despertaba y proseguia ta confes Bosco Io. absolvia. —Ya no vale la pena de ir a la cama mos. Despedia a uno y lamaba a otro, hasta que venia la hora de celebrar la misa. Sucedié una vez que Don Bosco se durmié. con la cabeza apoyada en el respaldo del sillén, contra el brazo que tenia puesto alli el muchacho que'se confesaba. Este permanecié quieto, Dieron las cinco de la mafiana, y Don Bosco se despabilé y prosiguié confesando. En el recreo, ese dia vié que el chico tenfa el brazo en cabestrillo. —iQué te pasa? —No es nada. —jMuéstrame eso! Don Continue- DON BOSCO ¥ SU TIEMPO in El brazo estaba livido, negro, por haber permaneci- do tantas horas apretado contra ef silléa, sin que el jo- vencito osara moverse por no turbar el frégil reposo de aquel santo. Ciertamente, muchos de los biricchini sentian fuerte repugnancia por l2 confesién. Participaban de las diver- siones, de las meriendas, de los trabajos. Asistian 2 las funciones religiosas, pero no consentfan en confesarse Algunos, por temor que Don Bosco les perdiera estima- cin cuando conociera sus pecados. A éstos, justamente, era a los que con més empeiio bbuscaba. Uno de ellos nos ha dejado la historia de su pri- ‘mera confesién. ‘Tenia diecisiete afios y hacia varios meses que iba al oratorio y seguia todas las distribuciones con entusiasmo. Pero no se resolvia a confesarse. Siempre hallaba un pre- texto para aplazarlo, ‘Un dia estaba jugando entusiasticamente a la barra, cuando ve a Don Bosco. —,Quieres ayndarme a hacer una cosa urgente? —Con mucho gusto. —Te prevengo que te va a dar_trabajo. —No importa; soy bastante fuerte. —Ven conmigo a la iglesia Entran en la.sacristia y Don Bosco le sefala un re- clinatorio. El iricchino se lo echa al hombro, cteyendo que debe transportarlo. —iNo, no! Déjalo alli: arrodillate. Yo me siento sPara qué? —Para confesarte, 12 “HUGO WAST DON BOSCO ‘Y SU TIEMPO B —iAb, no! No estoy preparado. —Ya sé; pero puedes prepararte. Yo xezaré mi bre- viatio, y ti hards el examen. Te doy-todo el tiempo que quieras, y también te ayudaré. El muchacho, conmovido, se entrega. —iHa hecho bien en sorprenderme asi! {Nunca me habrfa atrevido a confesarme! Tnnumerables testimonios de contemporéneos prue~ ban que Don Bosco tenia, por milagro de Dios, el pri legio de leer en las conciencias. Un dia llega un muchacho de aspecto arisco y orgu- tHoso. Se advierte que Iucha entre el deseo de pertenecer al Oratorio, donde otros de su edad estudian, juegan, tra- bajan, y su repugnancia a las cosas de 1a iglesia. —2Agqui se hacen frailes?—pregunta con insolencia. Han pasado algunos afios, 7 ya en el modesto orato- rio de casa Pinardi hay un seminario en que se preparan los futuros salesianos. —Si—responde Don Bosco jovialmente—; aqui se ° hhacen frailes y también otras cosas. —Yo quiero entrar, pero no quiero. que me, hagan fraile. Bs obligatorio hacerse? —No. Se concede como wna gracia especial al que muestra tener vocacién y las demas disposiciones. Pero al que no las tiene, no se le permite vestir sotana. —Bueno, estoy conforme: yo entraré, pero a con- dicién de que no me hagan fraile. Puedes estar tranquilo: nadie te hard, si no tienes vocacién. —Aunque tuviera vocacién; yo pido ahora que no the hagan fraile Don Bosco se echa a ieir y lo admits, con la tet- minante condicién de no hacerlo fraile aunque quie- a, Pasado un tiempo lega un dia de confesiones. Yo quiero confesarme, pero no con usted, ni aqui. Quiero confesarme en la Consolata. : ‘Don Bésco lo mira con temnura y tristeza, y le dice bajando la voz: "—Si, anda a confesarte; pero no olvides de decir esto, ¥ esto, ¥ esto. Y Ie declara tres pecados que atormentaban Ia con- ciencia del pobre muchacho, y que sunca se atrevia a confesar. —Desde que usted sabe mis pecados—responde con un sollozo—, no necesito ir a otra parte. El mismo protagonista ha contado afios después la escena. Cierta vez un joven clérigo esperaba su turno cerca del confesonario de Don Bosco. Angustidbanlo mil penas interiores. Sentfase oprimido de culpas, que no acertaba a distinguir en qué consistiesen. —iOb, si Don Bosco leyese en mi alma y adivinase Jo que no sé expresar! ‘Apenas ha hecho este soliloquio, siente una mano que {e toca el hombro: —Vete a comulgar; no necesitas confesarte. Tran- quilizate. . Es Don Bosco mismo que le habla. El joven, conmo- vido hasta las lagrimas, besa la’ mano que io acaticia y se levanta confortado. ‘oda 1a vida de este hombre es un tefido de maravi- 14 HuGo WAST Ilas semejantes. Muchos de los que 10 conocieron y ¢#a- taron por largos afios han escrito piginas precioses, epi- sodios en que fueron protagonistas 0 testigos. “Muchas veces vi que al acercérsele un joven para confesarse, él le decia antes de oftle: “Ve y comulga’ Después, hallindole en el recreo, le explicaba al ofdo: ‘Beas cosas de que te querias actsar no son pecados” Corria entre los alumnos Ia versién de que Don Bos. co “Ieia en las frentes". Los nuevos resistianse a creer tal especie hasta que comprobaban la verdad. ‘Un dia estaba Don Bosco en el comedor, después de ta cena, Uno de los que no querian creer, porque no ha- Dian visto, se abre paso entre los otros alumnos y le dice en vor alta: —1Y bien, Iéame los pecados! Don Bosco to mira, le hace agachar la cabeza y le habla al ofdo, El muchacho no dijo mas, y alejése con- movido y humillado. "En ofa ocasién, en vispera de festa, sale al patio des- pués de haber confesado largas horas. Varios otros sacer- Gotes han confesado también, de modo que él, bumana- mente, no puede saber eudles de sus alumnos se han pre- parado 0 no para la comunién del dia siguiente. Sin embargo, Ie basta mirarlos. Llama a uno y le dice tocndole 1a frente: —=iNo te has lavado la cara! —Si, Don Bosco. —iTe digo que no! Y le habla al ofdo; el muchacho se aleja abochorna- do y esa misma noche se confiesa, ‘Otra vez a uno de sus muchachos lo detiene al pasar: DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 15 Y i esta noche murieras, squé seria de ti? Su estilo de confesor era petsonalisimo. No tenfa el mismo discurso para todos. Dos o tres palabras, que iban rectas al corazén, bastaban para obtener transformacio- snes maravillosas. 'Y usaba de tal caridad, que s6lo no conociéndolo po- dia alguien vacilar en abrirle el tesoto del alma, Sus ojos, que penetraban las conciencias, adivinaban también el porvenir. Generalmente sus ptedicciones se re- ferian cosas y personas de sus oratorios. Sin embargo, algunas veces Dios concedidle el terrible privilegio de es- crutar el futuro politico, Entonces, como los profetas de 1a Biblia, no temid afrontar la célera de los grandes, comunicindoles sus visiones. Era rey Victor Manuel Il, y el Parlamento de Tu- rin, que ya habia sancionado muchas leyes anticatdlicas, se disponia a votar la célebre ley Ratazzi, que, so pretex- to de favorecer al pequefio clero, suprimia conventos y se apoderaba de sus bienes. ‘Una de las instituciones amenazadas era la abadia de Altacomba, ricemente dotada por los antiguos condes de Saboya, que en la carta de fundacién fulminaba mal- diciones contra aquel de sus descendientes que osara apo- derarse de los bienes abaciales. Don Bosco habla de la injusticia que se est prepa- rando, y teme que las maldiciones caigan sobre la casa eal. Uno de sus estudiantes se procura una copia de aque- lla carta de fundacién y se la envia al rey, firmando la esquela con su propio nombre. El rey lee el extrafio documento y logra saber que a 16 HUGO: WAST €l firmante es un alumno de Don Bosco. Pero no piensa jimpedir Ia sancién del proyecto Ratazzi. "Y esa noche Don Bosco tiene un suefio. Le parece ha- arse en el patio de casa Pinardi, a la hora del recreo. ¥ ve entrar un paje de librea encarnads, como los de la casa real. “—iUna gran noticia! —iCuil —Anuncia: gran funeral en Ia corte. Repitiendo este grito, sale y desaparece. Don Bosco pasa la maiiana escribiendo, y cuando va al refectorio, ‘habla con sus alumnos: —He escrito tres cartas delicadas: una al Papa, otra al rey y otra al verdugo. ‘Todos quieren saber qué ha escrito al rey, y él les refiere to que ha sofiado. Gran funeral en Ia corte! ‘Transcurren cinco dias. Y nuevamente ve al paje. de librea encarnada, que lega a caballo, cual si tuviera prisa: —jAnuncia ahora no gran’ funeral en la corte, sino grandes funerales en Ia corte! Don Bosco se despierta leno de angustia y escribe a Victor Manuel otra carta, Pero el rey no piensa atajar ‘un proyecto que dari al tesoro muchos millones. El 9 de enero del 55 comienza Ia discusién de la ley, y con ella Jas maldiciones a cumplirse. El ra de enero muere Ia reina Maria Teresa, madze del rey. El 20 de enero muere fa reina Maria Adelaida de Austria, su esposa, El r1 de febrero le toca el turno a Fernando de Saboya, duque de Génova, su hermano. 'Y el 17 de mayo el hijo menor del rey, que lleva su nom- bre: Victor Manuel, A’ cada muerte se suspenden las se- DON Bosco ¥ SU TIEMPO 7 siones de la Cémara en sefial de dielo, y con llas la dis- casién de la ley Ratazzi. Don Bosco, entre tanto; prosigue su valiente campa- fia. Ha reimpreso las maldiciones de los condes de Sabo- ya, ¥ publica en dos opisculos de las Lecturas Catélicas, que él mismo edita, una obra de Nilisen con este titulo, ‘que causa un vivo escindalo: “Cémo se roban los bienes de la Iglesia. En la tapa del fibrito hay esta sentencia terrible: “La familia del que robs a Dios no Wega a ln cuarta genera ign. La discusi6n se termina el 22 de may ina el 22 de mayo, y la ley apro- bada por el Parlamento queda a la firma del rey. ‘Tercera letra de Don Bosco, en latin, y en el vigoro- s0 estilo de los profetas: “Dicit Dominus: ecunt mala su- pee mala in domo tua". Dice él Sefior: caezin males so- bre males en tu casa. _EI rey, que no podia quitar del pensamiento las an- teriores:cartas de Don Bosco, lee y queda inquieto., Se jacta de ser catélico; todos los principes de su raza Io ban side es ademés muy superscioso, Para aqustar su conciencia, antes de promulgar Ia ley convosa una Co- isin de teblogos. i aS 1Qué dificil es fallar contra los deseos de un’ rey! Los doctores en ciencias eclesidsticas se reunen y resuelven que l-rey puede en concincia firmar la ley. ‘Treinta y cinco Ordenes religiosas cayeron bajo sus sanciones, y fueron despojadas de sus derechos y sus bie- 2 334 ce 5.400 perms 2Quién piensa en la cuarta generacién cuando puede usurpar los millones del Seior? Victor Manuel estaba en 18 HuGo WAST el vigor de una juventud entusiasta y sensual. Se le habia ‘pasado la iritacin y tenia ganas de conocer a aquel audaz Fheerdote que no tenia pelos ni en fa lengua ni en los picos de la pluma. Pane, caballo, y en compafia del general conde de ‘Angrogna, como quien da un-paseo, llega hasta Valdocco 5 J ve jugar a los biricchini en el patio de casa Pinardl, Mas Don Bosco no est. ‘La célera, que se ha apagado en el Snimo del rey, s¢ enciende en el del cortesano, que piensa obtener una re- tractacién. “Y, en efecto, dias después penetra a caballo en el pa- tio del oratorio, seguido de su asistente, —(Dénde est Don Bosco? : En en aposento—le responden los biriechini alar- mados. —iAllé voy! Echa pie a tierra, y como duefio de casa al despacho de Don Bosco. penetra en seffindole a gobernar sus estados? "Yo le he escrito, pero sin pretender tanto como Dues es usted un impostor, un fanético, un rebel- de, que ha ultrajado Ia majestad del rey. Y debe darle una satisfaccién. —2De qué manera? —Escribiéndole una carta. voy a dictarle. —iEs usted Don Bosco? “Soy yo. : TIBI que se ha atrevido a escribir cartas al rey, en | | t Siéntese y escriba lo 1 DON BOSCO Y SU TIEMPO 9 ‘Don Bosco, humildemente, se sienta y toma la pluma, y el irritado’general le dicta una retractacién. S=NNo, sefior conde: yo no escribo eso. BI general, impetuosemente, echa mano a la empu- fadura de su espada. —iQuién dice que no va a escribir Io que yo le mande? —iYo no voy a escribir eso! Y aunque usted esté armado y yo no tengo armas, ni sabria usarlas si las tu- viera, no le temo, sefior general —1Que no me teme?—ruge el conde de Angrogna, mis isritado por aquella tranquilidad que por un verda- exo insulto. —No, porque sé con quién trato. Usted es un caba- lero, un soldado valeroso, que se sentiria deshonrado si atropellara a un pobre sacerdote desarmado como yo. Y fan seguro estoy, que si hubiera sabido que iba a venir a visitarme, le habria evitado esta molestia yendo yo mis- mo a su palacio, Alli, con tranquilidad, habriamos halla- do una férmula para dar satisfaccién al rey, salvando mi conciencia, Y usted, mi general, en vez de insultarme, habria mandado traer una de sus mejores botellas, ¥ yo habria bebido a su salud. El conde de Angrogna no sabe qué responder. {Se burlan de él, acaso? No parece. La cara de Don Boséo res- pira franqueza y lealtad. —1Usted dice que es capaz de ir a mi casa? —Si, mi general. Bueno; mafiana, a las tres, lo espero. Y ef general sale, haciendo sonar la espada contra la bota, HUGO WasT Al dia siguiente Don Bosco se presenta en su pa- ack Bn buena armonia, pesando las palabras, queda pron- | fo escrita una carta que satisface a los dos y desagraviard seguramente al rey. Un criado se presenta con una botella.y una bandeja de bizcochos. : El general ofrece uno a su huésped. y éite, sontien- do, le dice: —iPuedo comerlo? {No contiene ‘ninguna sustan- A a Stee os EB arzobispo le ha dicho: “Cuando usted fate, equién De Angrogna se rie cordialmente y se come Ia mitad SMa obra” : del bizcocho, regdndolo con un trago. Don Bosco lo imi. meer Fransoni lo habria ayudado para fundar mie eae jp Coneregaciéa que Don Bosco viers en sidne, Panay be tm furioso adversario ha hecho un cordial amigo, | Primer ministro, Méximo d'Azagli, que sabe eubrir con En cuanto al rey, no se acuerda ya de las vrofeng | palabras catslicns Procedimientos dignos de Mazzini, ex, de Den Bosco, Su pequeiio reino entra en las filas de las | Pet 8 te a Turin, Jo aprisiona, y como no puede grandes naciones, impulsedo impetuosenente eco arrancatle Ia renuincia al arzobispado, Jo destiny a eerie os eapetales se dan Ia mano con los sectatios de la Se acaba de aliar con Francia e Inglaterra.’ Va a asis. tir a los Congresos donde se elabora la guerra y la paz del mundo. Va 2 participar de la guerta de Crimea, del lado de los vencedores. Va a preparar el desquite de Novata y ts unidad de la peninsula. ;Quién piensa en la cuatta ge, neracién? a i : —iPensé que no viniese! i | ca 1 ENREDADO EN DEUDAS de luvia; clida y asfixiante'en el Yernne » cay Ewia constrnir una iglesia espaciosa y un gran lo. Sal para dormitorio y taller del centenar do iévenes que, Sin contar los externos, albergaba el oratoric. iUna iglesia y un colegio! Yel portamonedas de Don Bosco estaba exhausto, Y, 22 HUGO WAST ' Jo que es peor, sus enemigos del campo cat6lico to habian | desacreditado entre sus bienhechores. Al més enconado | te dice un dia con tocante humildad: “Vea el dafio que | 1 on ie mermreont: fe he bt | gado a cambiar todos mis benefactores.” | En ua siglo en que el dinero es rey absoluto, Don Bosco mostré genio de financista, audacia de aventurero, confianza en Dios. Cuando se le ocurre empezar a construir su primera jglesia, que llamari San Francisco de Sales, y que ser fa verdadera porcitincula de su Orden, no posee més qué | deudas. Debe al panadero, al sastre y al proveedor de viveres, y hasta al barbero. Debe adem4s 20.000 liras al abate Rosmini. 'A pesar de todo, encarga los panos. Se los hacen, los {Se anima a edificarme esta iglesia? —Con todo gusto. Le advierto que no estoy sobrado de dinero —Eso no importa. Mis bien... escaso, Quiero decir que hay dias ey que no tengo un céntimo. Pero al dia siguiente, sin duda, tendré Ia bole dena. “-Ni al siguiente, aii al otro, Me acontece pasar un semana y mas viviendo de la caridad. El constructor se pone frio. Entonces iremos despacio. fo, nol Yo quiero que vayamos aprisa, y qu antes de un afio inauguremos la iglesia. } } modifica, los aprueba. Llama a un constractor y le ee-/ fila el terreno vacio de casa Pinardi. DON: BOSCO ¥ SU TIEMPO 23, El constructor mira aquel rostro entusiasta y radian- te, aquellos ojos negros, que parecen penetrar el porvenit. —iAsi Io haremos! Antes de un afio bendecité su iglesia! ‘Como no bastasen las limosnas, anuncia una colosal toteria. Conferencias, carteles y volantes, Incendia a todo ‘Turin. Pide que le den para rifarlos toda clase de objetos, libros, paiios y adornos. Facilita 1a entrega autorizando a recibirlos a comerciantes de diversos barrios. Recoge millares de objetos. Los clasifica, los restaura, los numera, Su actividad y su ingenio despiertan admira- cién en unos y envidia en otros, y atrecian las murmura- ciones. ‘Se encoge de hombros. Estamos en los primeros dias de 1852. Las reinas Maria Adelaida y Maria Teresa han sido de tas primeras, en contribuir con diversos donativos, que, por venir de Ta casa real, serén premios codiciadisimos, Mas de tres mil mémeros premiados habré. __A cincuenta céntimos el niimero se empieza a difun- dig Ia loterfa. En todas las casas de Turin, en todo el Piamonte, hasta en Roma, halla adquirentes; no pocos toma el Papa; Victor Manuel hace igual, y muchos obis- pos también. Don Bosco logra vender 74.000 miimeros de su loteria. Son 37.000 liras. Su iglesia esta concluida y pagada, y se inaugura él 20 de junio de 1852, No tenia campanario, ni sacris- tia. Eso, para més adelante. “Después de haber hecho una casa para el Sefior—dice Don Bosco—, hagamos otra para sus hijos.” Sin perder tiempo, en un terreno préximo a la casa 24 HUGO WAST Pinardi, empieza a construir un vasto edificio para dor- mitorio y talleres de sus albergados. En Turin se estila construir las casas con galerias 0 pérticos. Asi construye ‘Don Bosco las styas, porque la galeria es un precios re- curso en los dias de luvia. ‘Las gentes, viendo, tantos operatios y materiales #e~ nidos alli, se preguntaban: "De donde saca Don Bosco dinero para estas empresas "Y Don Pacchiotti, aquel sacerdote amigo styo, uno de los que quisieron Ilevarle al manicomio, se le acerca hnumildemente. —iTengo ahora que comerme un perro? —sPor qué? Porque yo. habia dickio que si usted era capaz de hacer una iglesia y un colegio, yo era capaz de comerme un perro. “Aperias construfda la casa, instalé en ella los primeros talleres salesianos. Inquietdbale el que sus biricchini traba- jasen con diversos patronos y compafieros, cuyas ideas } moral no eran siempre seguras. Comenz6 abriendo una Sastreria, de la que él mismo fué maestro. y una zapateria No le preceupaba la colocacién de sus productos, porque ain salir del Oratorio, tenia clientes sobrados éntre sus propios alumnos, ‘Luego Ia carpinterta, la herrerla y. Ia encuaderna- cién. Lo mis dificil era una imprenta, por lo costoso de su instalacién, tipos, méquinas, maestros; mas tampoco tardé. Desde 1862 funciona su primera imprenta, y de ella salen, no solamente los libros que él escribe, -y que son muchos, sino innumerables obras de propaganda, entre ices DON BOSCO ¥ SU. TIEMPO 25 ellas las Lectuas Carétcas, opiisculos mensuates que hat flgado a trajesfantsticos en todos Ton idiomas. Al afio siguiente monta una fundiciin de tipos: al otro, una libreria: después, una fabrica de sombreros y una escuela de pintira La obra esti Ianzada y nadie podré detener su pro- sgres0, porque la mano de Dios la guia y Ia sostiene. Don Bosco le ha trazado normas geniales de tal modo aie, sa instituci6n, sin apartarse del espirita de su fun- dacién, podra adaptarse a todos los tiempos y a todos SS tos pafses. Don Bosco venia del puebl fa | i : a lo, conocia las necesidades Yet pueblo, se habia ganado la vida como pastor, como sastre, como herrero, como pastelero, y llegaba en una épora en que la voluniad popular iba a sustituit a la vo- luntad de tos reyes y hasta al nombre de Dios, Las Congregaciones ensefiantes jesuitas, escdlapios, barnabitas, oratorianos, se dedicaban a educat a los hijs lla aristocracia, porque habian sido fundadas en épo- cas en que sélo fos nobles aspiraban a la instruccién, La transformacién de las ideas y de la economia, ba determinado en el obrero modeeno un movimiento as censional. Tiene conciencia de su poder y quiere que si hie adgies I netrcién que a €l no le don. in vez de atajar esta tendencia, legiti -tendencia, legftima e invenci. ble, Don Bosco trata de encatzaria, Como un jardinero proviencal Ie ale al encuentro con su azada, fe despea el camino y le traza los canales por, donde su paso ha de serfecundo y no destructor a 0s hijos del pueblo no‘ tienen eém Lo 10 pagar Ja ins- truccién. El Estado moderno la hace obligatoria y gra~ 26 HuGo WAST tuita, pero también laica y, en el fondo, atea. Bste es el peligro. Don Bosco abre escuelas, también populares Y gratuitas; pero catélicas "A pesar de la miseria de sus recursos, deseubre ave; ‘yas formas de pedagogia. Implanta Jas primeras escuelas octurnas en Italia; crea las escuelas profesionales, y con tus largas excarsiones a pie, en el verano, alrededor de Castelnuovo, acompafiado de muchos alumnos, inventa desde 1850 fo que ahora se llama el camping. vacaciones al aire libre, o el scoutismo. 'Se ateve a mas, 2 1o que el Estado mismo no se ha atrevido, y discurre los internados semi-grattitos para ‘Obreros, en que el estudiante halla casa, alimentos, copa ‘maestros, por... veinte liras al mes. El progreso moral e intelectual de Ja juventud obrera es su preoeupacin, La clase obrera, en general, ha ganado fuerzas y libertades politicas: pero el obrero, en particu- lr, es més débil que nunca. Politicamente, es fuerte; pero la evolucién de Ia in- Gustria lo ha despojado de lo que en el pasado constituia fu valor, y lo arroja mutilado a fa terrible lucha por la vida. "Antes, el hijo del obrero aprendia en el taller de su padre o en el de un maestro, ¥ el. aprendizaje duraba has- Ea que era capaz de instalarse por su propia euenta o en traba como socio en Ia casa donde trabajaba. "Ahora no existe el aprendizaje. La Revolucién fran- esa, al abolir las asociaciones profesionales, como aten- cerias a ia libertad, ha abolido la Gnica escuela integral Gel obrero. Ahora ya no existe el aprendiz, porque no existe el aptendizaje, el verdadero aprendizaje que antes oH DON BOSCO ¥'sU TIEMPO 7 hacfa de un joven oficial un artesano, y, a menudo, ur artista. Ahora, el obrero no conoce ningéin oficio completo Ee-un par de brazos que, a cualquier edad, oe z tun patrén, se negocan como Una mercancia en una Bolsa de Trabajo: “Se necesitan diez ojaladores, tre: minervistas, ocho foguistas.” El obrero de hoy no conoce de su oficio mas que ur ee enervante y a veces embrutecedor: hacei ojales en un cuero, accionar ‘el pedal de una minerva cee en una hornilla. fae 2 esta mutilaciéa del artesano, los economistas | aes del trabajo, y es una gran conquista de "Dero se inventa una méquina que hace ojale pot el petrdleo, y el ojalador, ¥ el minervista,'y el foguis ‘ta, que sdlo saben una fraccién de su oficio, se encuentras sin trabajo, obligados a ensayar otra cosa, a una edad e1 que el aprender es rudo, a veces tragico. Las escuelas profesionales, concebidas por Don Bos co desde los primeros tiempos, restablecen el artes piven al aprendizaje, cuya abolicién ha resultad ital para el individuo y para la sociedad, ‘Con un golpe genial, Don Bosco ha refandido tre instituciones: la escuela, en que se ensefian conocimiento suficientes, sin propésito de hacer literatos ni filésofos el internado, que antes no existia sino para los ricos, tlle, donde pace l ofa a a escuela profesional salesiana no es una a: m, artificial de elementos disparatados. Es un Gace 28 HUGO WAST viente, su alma es el honor del trabajo, consecuencia de Ja dignidad del obrero. La mejor escuela es la del ejemplo, Don Bosco tie- ne a gloria saber de todo. El, que celebra misa, y es- cribe al Rey, y es visitado por los ministros, ayuda a su madre a mondar papas y sirve la'sopa a sus bicic- chin. : Todavia su iglesia no posee campanario. Con el tiem- po se lo construira, Entretanto, la campana del Angelus en la torre de la Consolata, a las cuatro y media de la ma- lana, es su despertador. Vergiienza Je da! jHoy no la ha sentido! Nunca duerme més de cinco horas, y una vez por semana, pasa Ta noche integramente en vela. El librero Paravia, que imprime sus Lecturas Catéli- cas, un folleto, nada pequefio, cada semana, le avisa que no tiene originales. Hay que escribir. ‘Como Lope de Vega en veinticuatro horas hacia un drama, Don Bosco, sentindose en su esctitorio a las diez u once de Ia noche tiene a fas cinco de la mafiana la mitad del tomito: durante.e! dia lo concluye, y Paravia lo deja en paz. iAy, no lo deja en paz! Le est& debiendo diez mil li- ras por diversas impresiones, y s6lo Dios sabe“de dénde va a sacatlas, A las tres de fa tarde vence la letra que le ha firmado ‘También al panadero, y al farmacéutico, y al pro- veedor de pafios... Deus providebit, Deus providebit! ‘Pugs bien, hoy ha velado hasta cerca de las tres, en que terminé la correccién de ta segunda edicién de su Historia Ectesidstica. Para soportar mejor el frfo y resis- DON BOSCO ¥. SU TIEMPO 29 tit al cansancio, tendidse en el modesto sofé que adorna su aposento, y se envolvié las piernas con una manta y esctibié sobre una tabla que le sieve de pupitre. La postura no es incémoda por un rato: Al cabo de dos Boras el cuerpo se entumece, ot pies se hela, Ia cabeza arde. A eso de las tres puso fin a lat Historia Eclesidstica, y se dispuso a escribir las reglas de la Sociedad que el arzo- bispo le ha aconsejado que funde, para que su obra no des- apatezca a su muerte ero los ojos se le cezraton y se durmié con la pluma en los dedos yertos. Se durmié tan profundamente que no sinti§ la campana del Angelus; y desperté, no por su voluatad, sino por [a congoja de una horrible pesa- dilla, Cada vez que emprende la redaccién de las reglas, algo le ocurre que se Io impide, Si es de dfa, visitas, ne- gocios, mil interrupciones: si es de noche, Io invade un suefio invencible, y se duerme, y le parece que ha saltado sobre su cama un oso deforme, que lo aplasta y Io asfi- xia Cuando se despierta, se halla cubierto de sudor y fa- tigado en extremo. Comprende que el enemigo del hombre pone todo su empefio en estorbar el nacimiento de su Sociedad, que hha de hacer mucho bien en el mundo. Razén de més para insistic : Habria querido hojear las reglas de otras Congrega- ciones, para inspicarse con la experiencia ajena; pero no ha haliado quien se las preste: las comunidades reigiosss no facilitan a exteafios los libros que las contienen. Sal- ‘dré del paso con lo que-sabe de historia eclesiéstica, y lo 30 HUGO WAST que le ha sugerido su propia experiencia y los consejos de personas prudentes. ' iIncretbie! Una de ellas es el ministro Ratazzi, ene- migo declarado de tantas Congregaciones. ‘Un dia, Ratazzi, alarmado ante el avance de fas ideas antisociales, le ha dicho: —Yo quisiera que usted, Don Bosco, viviese muchos afios para bien de la juventud. Pero lo cierto es que us- ted es mortal como todos, y un dia desaparecers. {Qué seré entonces de su obra? jLo ha pensado? jQué me- didas ha tomado para asegurar Ia existencia de su Ins- tituto? Don Bosco, risueflamente, le responde: A decir verdad, excelencia, tengo el pellejo duro y no pienso morir tan pronto. Ni tampoco se me ocu- rte cémo podria, si muriese, continuar trabajando... ;Qué opina vuestra excelencia? }Qué me sugiere? : —Por mi consejo, usted debe reunir unos compafie- ros de confianza y formar una Sociedad imbuida en su espititu, préctica en sus métodos, para que contingen su trabajo cuando usted haya desaparecido. iVaya un consejo en boca de aquel hombre! Una luz de ironia chispea en los ojos de Don Bosco. Ratazzi, el autor de la ley de supresin de tantas Congregaciones re- ligiosas, le sugiere la fundacién de una nueva. Con un granito de picardia, le contesta: —1Vnecelencia me habla de fundar una Congrega- cin religiosa? En estos tiempos? —{Religiosa? Yo no he dicho religiosa. —Tiene que serlo... Cémo podria perpetuarse una Sociedad cuyos miembros no estuviesen unidos por un DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 3H vinculo religioso? yCémo podria permitirlo el Gobierno ‘que acaba de dictar leyes suprimiendo estas Sociedades? [Las leyes! {EI Gobierno! 1Yo sé lo que quieren! —replica Ratazzi con alguna impaciencia—. {Haga us- ted una Sociedad conforme a los tiempos! —2Y c6mo seria? —Una Sociedad que no sea una mano muerta, sino una mano viva, en la que fos bienes no pertenezcan a un ente moral que no pueda disponer de ellos, sino a los s0- cios. Que éstos conserven sus derechos civiles, obedezcan a las leyes del Estado, paguen impuestos, sean una So- Giedad de loadanoe ire, que ven juntor con a fin —Y tal Sociedad, jseria tolerada? {Me lo asegura vuestra excelencia? —1Ya lo creol No hay Gobierno civilizado que pue- da impedir la formacin de tales Sociedades —Y bien, sefior ministro, trataré de complacerlo. Dén Bosco habia reflexionado mucho y sabia todo aquello, pero conveniale dejar creer al poderoso ministro que la Sociedad cuyas reglas estaba redactando era obra de su consejo. Asi le granjearia su proteccién Todo se andaré, Dios mediante, pero entre tanto, son las cinco de la mafiana y hay que vencer Ia pe- reza, ‘Ya en el patio, leno de sombras todavia, junto a la fuente, se agrupan los més madrugadores de sus alum- _ nos. Oye la voz de Cagliero, que no tardara en ser clé igo, y sacerdote, mis atin, obispo, y, finalmente, carde- nal de la Santa Iglesia... Estas cosas las ve Don Bosco en su imaginacién, y a veces no discierne si es un suefio 0 Se HUGO WAST si es una profecia, Tal vez ahora es suefio, el suefio que 1 logrado vencer nD Chater Cagle! ;Tedeme un cubo de agua esca de Ia fuente! so tarda tn apace futnso cara con agua de quel cafio inagotable, que todavia ahora existe y sit- ve en el gran patio de los estudiantes, en Via Cottolen- Dee elie ae ba, piense un instante si se afeitaré é mismo, o irda que lo desuelle el barbetito de la calle Dora Grossa; deci dese por esto, y baja en dos trancos la escalera Minutos después esté en su confesonario, rodeado de biricchini. A as seis, la misa. A eso de las nueve, cuando ha podido abandonar {a sacristia, va unas veces al refec. torio; otras, a la cocina, y bebe una taza de café negro con achicoria. A menudo se olvida de endulzarlo, y tar vez le pone leche. IAL taller! {Qué obrero ha perdido el mundo! Las t- Jeras del sastre, la lezna o la trincheta del zapatero,'la garlopa del carpintero, son instrumentos déciles en sus manos. No ejecuta maravillas, no, por cierto: pero su obra es simple, recia, cSmoda. Las diez, las once, las doce, jCémo pase ef tiempo cuando se trabaja alegremente! La campana llama al se. fectorio y €1 casi ha olvidado que a las tres de la tarde tiene que pagar esa letca del impresor Paravia, Sino Io face, petdesd el crédito y, 10 que es peor, ictogard un grave daiio al. buen hombre. {Diez mil liras, y no tiene ‘mds que un pufiado de cobre! Va a su pieza y vuelve de manteo y sombrero. DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 33 —Don Bosco, gno almuerza con nosotros? _Almorzad vosotros por mi, y después del almuer- 20 id a rezar al Santisimo Sacramento. Quedaos alli han, ta las tees, encomendéndole un asunto que me preocups, Con esto, sale. No tiene un plan determinado, Piese, que deberd iz a muchas casas, entte ellas a la del minis Covous, que es amigo y protector del Oratorio, pero que no quiere darle sunca nada si no va a peditselo als hora del almuerzo, ‘Muchas veces Ie ha dicho: >, Guando tenga un asunto, no vaya al Ministerio, ‘aya a mi casa, En mi mesa hay siempre un cubierto pare Es la verdad. Y cuando ha ido, trado un billete bajo el plato. Cavour es catélico de raza, aunque sus ideas y sus ser laudables. Desciende, por de Ia ilustre familia de San Francisco de Sa. ies y ésa es una de las razones que le hacen estimar a Den Bosco y proteger su obra, iSolo que esa ved necesita diez nil liras! Mie afi sila Divina Providencia le mandara el doble, esa mina noche no le quedarfa ni un céntimo. Al pasar por la iglesia de la Consolata, var un avemaria a la patrona del Piamonte que lo salve de aquella deuda y, via siempre ha encon- entra a re- ¥ a pedirle con él, al pobre Para- En una callejuela préxima, que lo lleva hacia el Ar- senal, se Ie bace encontradizo un criado, que le saluda o, petuosamente, Si no me engaiio, usted es Don Bosco, —Asi es, para servitlo. —Me alegro-de aborrarme’el viaje: iba en su busca ‘Mi sefior me envia a entregarle esta carta... Parece que hay valores dentro. “=4¥ quién me la manda? No debo decirle sino que ese dinero es para us| ted... ;Que lo pase bien, sefior Don Bosco! ji que fuera un Angel!—exclama Don Bosco mi- rindolo desaparecer por la callejuela de donde vino— {Pero un angel con esos botines de clavos y esos calzone de pana! No, no es un angel... Ni yo soy un santo pany aque el Sefioz me mande Angeles... Veamos qué es esto. {Pues son titulos de la Deuda piblica, al portador! {Dier mil Tiras! {Més: doce, quince, diecisiete mil Jiras! {Obj Sefior, Sefior, que has querido salvar mi Oratorio porquy es tuyo! YY sin més, va a casa de Paravia y de sus otros acreedo: res urgentes ¥ les ofrece en pago aquellos tivalos de Deuda, que ellos negociarin fécilmente. Y a eso de laj tres, vuelve’a gu casa y almuerza las sobras de una me] nestra fria, Este hombre, que tiene deidas y firma pagarés, y et: cribe al Rey y alterna con ministros enemigos de la Tele} sia, y suscribe hipotecas y maneja titulos de la -Deudi piblica, es.un santo. Un santo modemo, ciertamente: pero que hace mils} ‘gros como los de Jesiis, como los de la leyenda dorada| Maestro Vicente—preguntaban a San Vicente Fe| rrer—, jciintés milagros habéis hecho? ‘Yel gran taumaturgo espafiol respondia con und incomparable simplicidad: oe HUGO WAST « | DON BOSCO Y SU TIEMPO 35 Comes unos tres mil. Ni se emocionaba, ni menos sé envanecia, dé tario y décil'de Ia Providencia. 7 Asi, Don Bosco realizaba prodigios con la misma sen- cillez con que firmaba una catta o hilvanaba,un iraje sera Ja polenta a sus biriechin ‘ancisco Dalmazzo es un muchacho de quince af a-quien hn puesto de interno en el Oratore, Goths Ret6rica, pero no puede resignarse a la pobreza y di Giplina de a cara ¥ ba eactito que lo vengeas Teco Ese domingo espera a su madre, que vive fuera de Tu: Entretanto va a hacer su ‘lt é a hacer su tiltinia confesién con Don Bosco en ta sacrstia, Apenas se attodill, ono much cho legs corriendo y grita : No se puede dar desayune porique no hay pa Dejemos'la palabra al mismo Dalmazzo que fe re. latado con hermosa sencillez el episodio. Don Bosco respond: "—Id a traerlo de la panaderia del seiot May el nombre de nuestro panadero). ee El chico repli "No ha trafdo, sii quiere eraet mis por pagan he odo que le deben mis de diez mili" Don Bosco greg: —Id a buscar en la despensa todo Io ved salgo queda en el efector)? 8 YS Y El otro se fue, y yo segui confesindome sin preocu- yarme del des Parme del desayano, porque esperaba partir dentro de un 36 HUGO WAST = Apenas habia acabado y la misa a punto de termi- ar, cuando viene el mismo a decir a Don Bosio: wTSTodo lo que he podido juntar son unas cua sRotas (panecillos)- : i Pe Boao aegula confesndo seangitamente Ts bce signo que no se preocupe, que ya int El y, en efecto, conclulda la confesién se levanta y se va a la puerta ¢ Ja sacistia, por donde salian los muchachos de Ta ig; Ma y donde era costumbre distibuirles el pan para al once fe cia’ mila- ‘Recordando haber ofdo que Don Bosco acs ila- gros, ¥lleno de catiosidad, corri para saber cmo se arr Bit | sali enconteé a mi madre que venia a levarme- dije que me esperase un momento, pues queria Ue Don Bosco, sobre un escalén superior. En ese iastan- te comenzaba a repartir el pan. Miré al canasto: conte- y no. quince o veinte pafotas. aan peerclt uaa a cada muchacho que sale, Is dice una palabra, lee dirige una sonrisa y ellos le besan fa mano. ‘Todos reeiben un panecillo y son trescientos, y Yor concluido el reparto, vuelvo a mirar Ja canasta, 7 326 ta misma cantidad que al principio, sin que hubie- tan tealdo ms pan ni cambiado Ia cesta, Coro disare: a mi madre y le digo que no me quiero ir de uns She perdone el haberla hecho. venir 2 Turin. inttil- iene ¥ le euento lo que he visto con mis propios oP ' Francisco Dalmazzo quedé para siempre en el Orato- DON Bosco ¥ sU TIEMPO a rio, Iegé a set sacerdote salesiano y murié siendo supe- rior del Seminario de Catanzaro. Dia de la Virgen, 8 de septiembre. La iglesia esté ena de muchachos: seiscientos que van a comulgar. Se hha preparado un gran copén Teno de hostias, que Don Bosco va a consagrar en la misa. Pero el sactistin se olvida de Hlevarlo al altar, y s6lo se acuerda cuando ha pasado el instante de la consagra- cin. Ahora, su distraccién no tiene remedio. 2Qué va a ocurtir, Sefior? sCudl no seré la desilusin de esos centenates de muchachos que se aprestaban a co- mulgar? Ells, que no saben nada, van legando al comulga- torio; Don Bosco tampoco sabe; abre el sagrario, ¥ s6lo encuentra un pequefio copén con unas pocas hostias Mira bien; nada més. Comprende que su sactistin se ha distrafdo. Allza los ojos al cielo y habla asi a Ia Virgen: —Sefiora, jvas a dejar 2 tus hijos que se vuelvan ayunos? Coge el coponcito y empieza a dar 1a comunién. Y aquellas pocas hostias se multiplican, y el sacristan, deses- perado, asiste al prodigio y después de la misa muestra a Don Bosco ef copén olvidado en la sacristia. —2Cémo ha podido dar la comunién a todos con tan ppocas hostias? {Es un milagro, sefior Don Bosco! Un mi- Tagto que ha hecho usted. —1Bah!—dice €1 con indiferencia—. Junto al mi- lagro de la transustanciacién, que opera el sacerdote al consagrar, el de la multiplicacién de las hostias es insig- nificante... Ademas, lo ha hecho Maria Auxiliadora. 38 HUGO WAST Otro dia..., adelantémonos, hasta 1880. Estaba Don Bosco en el Sur de Francia visitando un colegio salesia- no, donde para recibirlo han preparado una opereta. De pronto, avisan que el nifio que hace de primer actor se hha puesto repentinamente ronco. El teatrito’ esté Meno de piiblico que aguardan su aparicién. ;Cémo suspender Ia fiesta? Don Bosco-esté en Ia primera fila de los espectado- res y manda a'llamar al pequefio artista desconsolado, y Ie habla al oido —Sube a las tablas sin miedo; yo. te voy a prestar mi vou. El chico, absolutamente afénico, obedece, sale y can- ta. Y todo el tiempo que dura la representacién, Don Bosco esté ronco, a no podérsele ofr una. palabra, Cuan- ‘do se’ termina, las voces sé entrecambian y el chico va a la enfermetia. Cetenares de testigos han presenciado estas maravi- las. La fama de Don Bosco va cundiendo como la luz del amanecer. Y él, ni se esconde, ni pierde su robusto sen- tido practico. IL Plo IX EN LA TORMENTA 28 de enero de 1855. Vispera de Ia fiesta de San Francisco de Sales. Aparece a Ia puerta del Oratorio-el mayordomo de tun gran personaje, ef conde de Cavour, primer ministro. Lo’ bieicchini conocen a Mastin Tosco y-lo hacen pa. far llenos de éuriosidad. —EI sefior conde manda a invitar al sefior Don Bosco al almuerzo de mafiana en su casa. Debido al Tuto de la corte, la reunién seré muy ‘fritima. —iQué otros invitados hay?—pregunta Don Bos- (0, quien no le sonrien las fiestas en casa de los grandes, -El sefior marqués Gustavo Cavour, el sefior cura de Santa Maria de los Angeles. —Fray Santiago, si, si... Bueno, digale al sefior onde que le doy las graciés; que nosotros también’ hace- mos aqui nuestra fiestecita, porque San Francisco de Sa- kes es vest patrono... Que haré todo lo posible por ir, aunque sélo sea a tomar el café;. quisier jar s0- los a mis biriechini. oe Un iato después, de nuevo el mayordomo del omni: potente ministro: 40 HUGO WAST Gp ei a ume cae Osea biicchini no seran olvidados si se digna asistir al al- en lia siguiente, un frio de osos polares. En el co- _ a paaes Cavonr, calle del Arzobispado, ardy ‘un buen fuego. Realmente, la reunién es intima. No hace tres semanas que murié la reina madre Maria Teresa. x apenas hace nueve dias que murié la reina consorte Maria cae Se ee el desquite de Novara, con la ayuda de Prancia y de In- glaterra. : Acaba de firmar, la.alianza del Piamonte con esas dos grandes potencias, y se dispone a enviar 18.000 solda- ce ea a Ja by tas gece apace andes ito toh Peng tempera meer eee ‘ejército; el pueblo no le perdonara y su caida sera fatal Cavour es el mas habil politico de su época. Su ju- gada es ciertamente peligrosa; pero la fortuna favorece 3 Jos audaces. En el hueco de la mano siente que tiene ef 16n de Europa; él, ministro de un reyezuelo vencido no ha mucho en los campos de batalla. Es un hombre de cuarenta y cinco afios, robusto y eee ee ‘Su corpulencia y su jovialidad lo harian pasar por ‘un rentista seguro y bonachén, si no fueran sus ojillos DON "BOSCO ¥ SU TIEMPO eS maliciosos, que chispean tras los cristales de miope y, so bre todo, aquellos labios desdefiosos y sensuales que’ dat fa idea de un egoista epicteo. iQué féliz deben considerarlo fas gentes! No, no es feliz. Piensa que tendré que motir. Es ca t6lico por tradicién de familia y un poco también por ideas. Conoce su catecismo, y sabe que estando excomul gado no puede recibir los sacramentos, si no se retracts en forma terminante. Este pensamiento lo envenens, por. que no esté dispuesto a retractarse y, sin embargo, querria tmorir cristianamente, 2Qué hacer? Le espanta Ia suerte de-su infortunado amigo Pedro de Santa Rosa que, siendo ministro en el Gabinete de Maximo d’Azeglio, fué excomulgado cuan- do apoyé la ley Siccardi contra Jas inmunidades del lero. Pasaba por hombre piadoso; sintié llegar la muerte Mamé a un confesor, declaréle éste no serle licito absol- verle sisno se retractaba, y Santa Rosa prefirié morit sin sacramentos antes que deshonrarse ante sus amigos con una retractacién. Cavour comprende que su caso e5 peor, pues no so: lamente vot6, siendo diputado, a ley Siccardi, incusrien- do, por tanto, en excomunién, sino que, como ministro, ‘ apresta a hacer pasar la ley Ratazzi, que actualmente Jas Cémaras discuten. Seré excomulgado otra vez: con Roma no se juega. 1Qué le importaria si no tuviese que morie! {Se retractard? jOh, no! iLe negarin los sacramen- tos? {No habré un sacerdote de manga ancha que lo exima de aquella formalidad terrible y lo absuelva? 42. HUGO WAST De tales cosas quertia tratar con su pérroco, fray San- tiago, y con Don Bosco. : Le gusta, a sus horas, rodearse de gente de iglesia. Co- nnoce a fondo la doctrina y discute con placer de moral y de dogma. - ‘Ademés, aquel almuerzo tiene su cariz, politico. Su Rey, el burdo y bravo Victor Manuel, es catélico hasta fa medula de los huesos. Mucho més que él, a pesar de sus costumbres libertinas. iPobre sefior! Est desolado ante la politica anticle- sical de su ministro, De buena gana lo mandaria a paseo: pero un rey constitucional no puede permitizse estas li- bbertades. : Cavour quiere tranquilizar 1a conciencia de su s0- berano,-y para ello nada mejor que codearse con los san- tos varones que tiene en sa mesa. No pasan de media docena los invitados, entre ellos su hermano Gustavo Cavour, quien tiene a su derecha ‘al ppirroco de Santa Marfa de los Angeles, fray Santiago, que sa maiiana ha celebrado Ia misa en el oratorio privado de la familia. EI ministro haée los honores a Don Bosco. A su pe- iar, siéntese cobibido. Le resulta més fécil arreglar”las fromiteras de Europa con Napoleén IIL, que tratar su asun- to con aquel sacerdote pobre y humilde. Al desplegar su servilleta, Don Bos: billete de mil liras con esta indicaci6s chini. Mis biricchini le agradecen su limosna, sefior mi- nistro, y yo ruego a Dios que apunte su nombre en el libro de sus escogidos. ha hallado un ‘Para los biric- DON BOSCO ¥: SU TIEMPO a Cavour atrapa al vuelo Ia alusién. —iCree usted que yo pueda salvarme? —Si, con ta gracia de Dios..La limosna libra de la muerte, dice la Sagrada Escritura, en el libro de Tobias. 2A qué muerte se refiere? —A la muerte eterna, sefior ministro. —Entonces, jopina usted que yo me libraré de ella? —Su excelencia es hombre caritativo: sé de cierto que sus limosnas son innumerables, y el. Sefior 10 recompen- sari dndole los medios de salvarse..., si quiere El final de ta frase punza al ministro, que sonrie, "pata disimular su inquietud. —iQué medios, por ejemplo? —Los sacramentos: una buena confe fomunién; fa uncién santa. Muy bien, sefior Don Bosco... Yo desde ahora le irmo que deseo recibir los sacraments. —iNada més laudable! —18i yo'se los pidiera a usted. ..? —iA mi, sefior ministro? Es un gran honor que co- fmesponde al cura pérroco, justamiente a fray Santiago —Ya sé; baje la voz, Don Bosco. Tratemos con re- } serva este asunto. —Como su excelenéia disponga —Pues bien: yo, que venero especiaimente a San Francisco de Sales, tengo empéiio en recibir los ttimos facramentos de manos del fundador del Oratorio que lleva ese nombre —Suponiendo ‘que dicho fundador estuviera vivo vando legue ese dia, y ruego’ a Dios que tarde mucho, hor conde, : Yo ino viviré mucho—replica el ministro con tris- teza Senet tance lo llamar, zme daa tated la ab- ion? wee ta daria, agradtcieido a Dios esta ocasién de auxiliar a vuecelencia. : en Cavour bebe wa tago y die en tone condensin, —Entendémonos... ¢Recuerda usted ta muerte de mi pobre amigo Pedro de Santa Rosa? : Don Bosco agacha la cabeza, y responde una soli palabs : —iComprendo! | Mejor; me desagrada contar esa historia... Pues en, yo quiero recibir fos sacramentos, pero sin retractac- mal a nadie. He servido a mi pais, conforme a las ideas y a las necesidades de los tiempos. : Silencio. Los ojuelos de Cavour se fijan ansiosamen- teen el rostro nublado del sacerdote, —Entendémonos, digo yo ahora, sefior ministro: epara qué quiere vaecelencia Ia absolucién? —Para recibir los sacramentos. —2Y para qué quiere recibir los sacramentos? —Para morir como catélico. AY exo para qué le servird? Hombre! ;Usted 1o sabe mejor que jo! —sPara no ir al infierno? Para ir al cielo? ;Para ver a Dios? : 80 esl... Don Bosco, no deje enfriar su plato. Esta pavita con trufas esté admirable. Coma primero: hhablaremos después, Cavour no teme que los otros comensales atrapen algo DON BOSCO Y¥ sU TIENP 5 de su conversacién. No hace misterio entre sus amigos de sus sentimientos. Ha hablado con Ratazzi, con Casllt con Salmouz. Pero es un gran comilén y no desea perder aquellos buenos bocados. Los asuntos religiosos, pare nego. Entra Ja marquesa de Alfieri, sobrina de Cavous, a quien @l quiere como 2 una hija. Ha sabido. que oss alli Don Bosco, euya fama de santo va difundiéndo, se en el Piamonte, y quiere verlo, quiere sobre todo voc cémo se comporta un santo en la mesa de un gean cen for. De veras, la dama tiene sus dudas respecto a Ja santi- dad de aquel hombre, y esas dudas crecen al hallarlo be. biendo los exquisitos vinos de Cavour y comiendo sque, 1a sabrosa carne trufada que su tio le ofrece como gon. cién elegida, {iVaya un santol—se dice en aus adentros—. 1S0- gucamente San Francisco de Sales no tenia esta mai. mas! iQué pensaria de él si lo viera? Don Bosco la mira, y como ella se le acerca a salue darlo, dicele en vor, baja: 7 San Francisco de Sales, cuando comfa con los gran- des, tenia esta maxima: “No pedir nada, no rehuese on. 22%, porgue habia leido en San Pablo: “Manducate quae apponuntur vobis". La dama se ruboriza: comprende que aquel hombre 2 Penetrado su pensamiento, y no se atreve a replicas Verdaderamente es lo que se dice de él. Cavour vuelve a la carga sin mucha ceremonia, aco- talando Don Bosco en el hueco de una ventana, Le aue le ha ocurzido al pobre Santa Rosa, que le 46 HUGO WAST hhan rehusado los sacramentos y la sepultura eclesiéstica, por no haber accedido a retractarse, me ha conmovido tanto mas cuanto que Santa Rosa era un catélico practi co y piadoso. Yo también soy catélico y quiero morir en mi religién. Yo no puedo, no debo olvidar que soy de la familia de un santo... {Dejaré usted, Don Bosco, morir sin sactamentés a un pariente.de San Francisco de Sales? Don Bosco ha escuchado sin perder una silaba, y res- ponde tranguilamente: —Paréceme que ha olvidado un poco su catecismo. Los sacramentos que yo le diera sin que vuecelencia se retractara,. no le servirian para salvarse, sino para con- denarrios 1os dos. Si vuecelencia tiene una entrada para al teatro, podré entrar: no le preguntarén cémo Ia ha ha- ido, si la compré, se 1a dieron 0 la robs. La absolucién es fa entrada a la gloria; pero’ no es eficaz si no se obtie- ‘ne como manda la Iglesia. Si ésta impone Ia retractacién y wuecelencia no quiere reiractarse, aunque con mi com- plicidad obtuviera la absolucién, de nada te valdria. Bl mundo quedaria satisfecho con las apariencias, pero Dios | no, y vuecelencia se iria a la eternidad cargado de un sa- atilegio. El hombre omnipotente del Piamonte parecié no ha ber entendido, pues replied: —Esa es cuenta mia. Lo'que yo quiero es evitar que | mi muerte sea causa de escindalo... Ya es mucho en es-| tos tiempos salvar las apariencias.. Piense con calma, Don Bosco, y respéndame después, si me daria fos sacta~ ‘mentos sin exigirme una cosa contraria a mi honor, como seria esa retiactacién. —No, no se los daria. Ni yo, ni nadie se los pods DON BOSCO Y SU TIEMPO 47 dar; y en esas condiciones, confio en que vuecelencia no me los pediré. : —No, no se los pediré—replicé mathumorado Ca- vour—; pero habré otros menos intransigentes que us- ted. Don Bosco np dijo ni si nino. Y porque los ojos del ministro se volvian a fray Santiago, adiviné que iba a hhacerle el mismo pedido que en vano le habia hecho él. 3Cémo acogerfa el parroco de Santa Maria de los Angeles semejante pretensiént : En el decurso de esta historia veremos cémo termind la comedia que para el dia-de sii muerte preparaba Ca- vour, con prudencia volteriana, en que. se mezclaban restos de fe catélica, terror de ateo mal seguro de su in- credulidad y.avidez: de aplausos péstumos. Esto ocurrié en 1856, y Cavour vivié hasta 1861 Su poderfo y su grandeza fueron creciendo, y 2 la par de ellos su impiedad y su orgullo. Esa noche Don Bosco dice a sus biricchini que recen Bor la conversién de un catélico que quiere morir impe- nitente. ‘Algunos meses después Pio IX fulminaba excomu- nién mayor contra el Gobierno del Piamonte. Don Bosco no volvié a almorzar en casa de Cavour. La nueva guetta del Piamonte contra el Austria ve- nfa prepardndose. La guerra contra el Papa debia ser su consecuencia; Cavour habia declarado que’ el reino de Italia no se comprendia sin Roma como capital. Con esto anunciaba el propésito de arrojar de ella a Pio IX, su le- sgitimo soberano, que habia vuelto a reinar en ella al caer Ia efimera repdblica de Mazzini. 4B HUGO WAST sCémo ocurrié aquel memorable suceso? A Espaia le corresponde Ia iniciativa diplomatica para restablecer el trono pontificio. Pero a Francia el honor de su reali- zacién. En abril del 49, un ejército francés, al mando del general Oudinot, se presenta delante de Roma, “Mazzini tiene 30.000 hombres, incluyendo los vo- Iuntatios de Garibaldi, gentes de todos los paises, piamon- teses, lombardos, hingaros, franceses, polacos, rezagos de las revoluciones del afio anterior, fogueados en todas las barricadas. El primer encuentro con las tropas de Oudinot, a las puertas de la ciudad, es un triunfo pata los voluntarios garibaldinos. La Joven Italia celébralo saqueando igle- sias y quemando en las plazas piblicas ornamentos, con- fesonarios, muebles de sacristia y asesinando clérigos. Un antiguo oficial de la guardia pontificia llega a bacerse cé- Iebre por haber ejecutado a catorce sacerdotes en un solo dia. Y hasta noventa cadaveres se encuentran en los jar- dines del antiguo convento de San Calixto, donde el ener- giimeno ba establecido su cuartel general. ‘Después de veintistis dias de resistencia cae la Repé- blica Romana; los franceses entran en la Ciudad Eterna ¥ restablecen al legitimo soberano. Pero la duplicidad y las intrigas del protector del Papa, Luis Napole6n Bona- parte, prolongan casi un afio mas su destiezz0. ‘Luis Napoleén, cuando estaba lejos del Poder, se afi- 1i6 a las Sociedades secretas, como Carlos Alberto, y se mezclé en-la revolucién de la Romafia, en 1831, contra Gregorio XVI. ‘Ya referimos cémo, derrotadas sus tropas por los austriacos, protectores del Papa, fué salvado de céer pri- sioneto por el arzobispo de Spoleto, que le dié 5.000 francos y le procaré pasaporte de criado de una familia jaglesa, en viaje a Suiza, ‘Andando el tiempo el atzobispo legs i : arzobispo tleg6 a set Pfo IX, y el joven carbonario presidente de Ia Repablica fran. ees. Mas no esta satisfecha el alma flotant ic sai a flotante y ambiciosa tia de los Bonaparte, y especula con el apoyo de los ca- télicos, presentindost como el defensor del Pontifcado. __ Sélo que no puede desprenderse del habito de cons. “pirat, que adquirié en su primera juventud, le duré toda su vida y Io hizo vivir conspirando, aun contra su pro- gia fortuna, Ni la gratitud ni el interés pudieron borrar aa absoluto los odios que le iifundieron Vivia también, como Carlos Alberto. temiendo la venganza de las sectas. Conocia las entratias de las logias Y's temores no eran infundados. Las bombas de Orsi. Bi, que cise costavon Ia vids, expen, eno exc, sobresaltos de su politica y la hipocresia de sus proce. dere. Y la hipocresia de’sus proce- Después de la oenpaciin de Ri : d cién de Roina por su ejécit, Lis Napoleéa tergiversa y maniobra con Po IX antes de entregarle sus Estados. . Se imagina que los revolucionarios 4 : olucionarios le perdonarén el imen de haber destriido la Repiblica de Mazin si im- one al Pontifice Iz amnistia general, la exclusion de los Ferdotes de los cargos plies, Ia adopcion del C6 fpoleén, Ia prictica de un Gobierno popular y demo. Gitico, que él no quersia aplicar en Francia 50 HUGO WAST De parte de un presidente que no tardaria en coro- arse emperador, en visperas del golpe de Estado (2 de diciembre de 1851), en que se libr6 de sus enemigos en- ‘arcelando en una sola noche a Ios més ilustres hombres piblicos de Francia y deportando a Cayena 575 ciuda- Ganos, entre ellos muchos diputados, aquella ostentacién. ide liberalismo era una torpeza mas que una hipocresia, El Papa no se presté a hacer el juego de Luis Napo- e6n. La misericordia con que tratase a sus enemigos, la generosidad con que gobernase a su pueblo, no debian aparecer como arrancadas a su voluntad por el liberalis- mo del futuro emperador. Con tanta energia mantuvo su derecho, que a la pos- tre su justicia y sa firmeza acabaron por triunfar de fa astucia de Luis Napoleén, y el Pontifice volvié a Roma con su soberania intacta. La Repitblica Romana habia contraido inmensas deu- das, emitido bonos y batido moneda depreciada. Hlabia fque reparar aquel desastze financieto, restablecer el orden ¥ la seguridad de vidas y bienes y restaurar la adminis. tracién, desorganizada y corrompida hasta las rafces. ‘Pio IX se entregé infatigable a su tarea de principe temporal, sin descuidar los augustos intereses de la reli- gién, Le estaba reservada, como la perla mas pura de st triple corona, la definicién del dogma de Ta Inmaculad: Concepeién de Marfa. Desde muy antiguo la Iglesia catélica ha crefdo que Marfa, la madre de Jesucristo, por singular privilegio di vino, fué preservada del pecado original con que todos » hacemos y elevada desde el primer instante de su concep: cién a la mas excelsa santidad. DON BOSCO Y SU TIEMPO 5 Beta creencia, universal y secular, no era, sin embar- go, un dogma. Sin incurrir en herejfa, podia sostenerse fo contrario, y de hecho algunos tedlogos eatélicos lo s0s- tuvieron. Hasta que Pio IX, en presencia de un magno Concilio, definié Ia incomparable prezrogativa de la Vir- gen inmaculada, “Declaramos que la doctrina que afi i cl we aficma que la Vir- gen Maria ha sido preservada de toda mancha de pecado original, desde ef primer instante de su concepcién, en vista de los méritos de Jesucristo, Salvador de los hom- bres, es revelada por Dios, por euya razén todos los files deben creerla con firmeza y constancia. En consecuencia, cualgnera gue oss, fo que Dios no permits, admit en sa corazén una creencia distinta de ésta que definimos, sepa que ha naufragado en la fe y que se ha apartado de a unidad de la Iglesia.” : erie 1Qué estupor el del mundo impio! {Qué sarcasmos para el Papa, que en los momentos en que se abrian abismos delante de sus pasos de rey temporal se entregaba a eues- tiones de pura-teologia! Pero un Papa es teélogo antes que rey: y cuando pronuncié esas memorables palabras, que lenaron la céi- pula de San Pedio, wn rayo desl, pasando través de un ventanal, ilumin6 su rostro, resplandeciente como el a Moi al bajar del Sina, ‘roné como en sus mejores dias el cafién de Sant’ An- elo; las infinitas campanas proclamaron la noticia, y Roma se iluminé esa noche, y millares de ciudades en el smando ener Ia imitaon; millones de almay fej ron Ia gloria de Maria, en quien Dios ha puesto la pleni- tud de todos los bienes, segin las tiernas patabras de San ww . 5a ‘Huco-Wwast Bernardo, de tal manera “que si hay en nosotros alguna esperanza, algtin favor, alguna salvacién, debemos saber que de ella nos viene, porque és es.la voluntad del que hha querido que todo Io tengamos por. Maria’ Iv 126 DE ENERO DE 1854! A la manera de un enjambre, del cual. se desprende una familia, cuando no cabe en la tolmena, Dos Benet fatonces, bartio de pobres mujeres que te gansben fr nee igang an las aguas del vecino Po, y hoy jugar de aoe ifcot Palacios. Lo llamé Oratorio de San Lule Gonsney perigindit entee sis biicchini Ia devocién al angen patrono dela juventud, ZY como no le bastara Ia ayuda de fos sacerdotes que 7a conoestios, apresuré el proyecto de una Congtepeeion iCeindo podcé implantar janto a sus taller fe oat Raderos, y de zapateros, y de carpinteros, un taller de eidores! Su ideal es hacer &l mismo fos clrigos que sa, shits iafundises desde tos primeros ace su dcibins 7 su espiritu, Ansioso de comenzar, se 6 en cuatro jovenes obte. 0s que le parecieron bien dotados, eQueréis ayudarme ahora y siempre? —iQué significa abora y siempre? pe a Huco WAST —Significa que os ensefiaré latin y que algin dia se- ris sacerdotes, para trabajar siempre conmigo. Aceptaron: recibieron su enseiianza; apreadieron la- tin; Hlegaron hasta vestir sotana; pero jqué porvenir te. nia aquella extravagante reunién de biricchini y de obre- ritos? Un dia los cuatro—Buzetti, Gastini, Beglia y Revi. slio—se fueron, cada eual por su lado. —iComencemos de nuev 'Y comenzé de nuevo, en secreto, porque, no obstan- te haberle muchos aconsejado que fandase una Congrega. cién, ottos no tardarian en moverle guerra, como lo vie. sen_en [a obra, Uno de sus propios colaboradores, que sospech6 su in- tencién, Megé a decie —iPara qué tantas sotanas! Con una docena de cléti- 08 tendré de sobra. Para eso no se necesita una Congre- gacién, Don Bosco se guards bien de discutir el asunto, Ni si- auiera dejé penetrar su propésito de aquellos mismos en quienes deseaba suscitar la vocacién de quedarse con él Perpetuamente, Ni en suefios pronunciaba delante de ellos las temibles palabras: novicio, profesin, votos. Habrian huido con espanto. Pero leg un dia en que pudo escoger cuatro jévenes seminaristas, maduros para aquella experiencia, Y les propuso-ligarse a él, no con tin Soto: sino con una simple promesa, para trabajar ‘en el Oratori ‘Miguel Rua ha descrito Ja escena en un cuaderno de apuntes, que se guarda en el archivo de la casa madre, en Turin, “La noche del 26 de enero de 1854 nos reunimos eua- DON Bosco ¥ su TIEMPO 55 tro, Rochieti, Artiglia, Cagliero y Rua, en el aposento de Don Bosco. Propisonos realizar, con la ayuda del Sea y de San Francisco de Sales, un periodo de ej tico de caridad bacia el pr8jimo, y ligarnos luego ton tang promi ut se transformaris, si lo hallsbamos posible p onveniente, en un voto. Desde esa noche dimos el naa. bre de sulesianos a tos que se propusieron tal ejeteing © Mas pasa un afio, y Don Bosco no ve que ainergs & aauellos jévenes haya comprendido su ansiedst ae fener colaboradores atados a su obra por un vos Temne. Senta que especialmente Rua no lo comprendiera, Raa tendeia dieciocho afios, y era uno de sus mejores slaaon th sauchachitos que se acercaban a peditle algo, Para tule abla un caramelo, una medalla, una estampita, Cases: egaba Rua, Don Bosco le mostraba su mano izquierda facie, ¥ con Ia derecha hacia el gesto de cortarle wt medio, i “Pe —1Tomal —eQue? FHEso! (La mitad de mi mano! Rua se alejaba deeepcionado y confuso, pero volvia fia deca do Por tna fuerza incomprensibie {Qué ques 88 decirle con aquel gesto que hacia reit alos Geng Coe, fpachos? Don Bosco lo deja its, porque bable tain a libro de su porvenir, Hen pasado alios: no han bablado més de eso. Rua Gun buen alumno, modelo de virtud, pero no compren- de todavia los planes de Don Bosco. —Tengo algo que darte, Rua Ab, ail ~iToma la mitad de mi maino! Rua se rfe sintiéndose nifio, y se atreve.a pedir una explicaciba, —La mitad.de mi mano'es la mitad de todo lo mio iLo quieres? Todavia Rua no comprende.“En el sermoncito de las_| buenas noches Don Bosco habla de los tres votos que se hhacen al entrar en seligin. Y Rua sienté un aacudimiento que lo enternece ¥ Io transporta; mas.no puede explicarlo, Al dia siguiente, hallandose a solas'con su maestro, oye esta invitacién: = iQuietes depositar en mis nanos esos tres votos, po! un afio? Rua consiente; con una oscira emocién. Y al otro ia, 25 de matzo, fiesta de la Anunciacidn, en el aposento de Don Bosco, al pie de un crucifijo, sin testigos, ni orna. mentos ni luces, Miguel Rua emite los votos de castidad, pobreza y obediencia,.y su maestro, que por'tin alo serd Su superior, se Jos acepta en nombre de Dios, Mas ni siquiera entonces adiviné que ese acto sencillo; desprovisto de toda aparente gratideza, sefialaba el nach miento de una nueva Orden religiosa e iba a repetirse. mi. ares y millares de veces, en todos los tiempos y en todos los paises. Don Bosco sabia proféticamene que aquel muchachito serfa sacerdote, y cuando él muriera quedaria al frente de sus salesianos. Y eso queria anunciarle cuando le oftecia Ja mitad de su mano, que era la-mitad de su obri. Ahora que tiene un salesiano, es hora de escribir las HUGO WAST ae DON BOSCO Y su TIEMPO 57 pals de ou Congregacién y de hacerlas aprobar or el Papa. Ratazzi, el ministro, le ha dicho: “Hégame una Con. Hbie en eatimonio, pague impuestos personalments or ieee eatin palabra, y viva en sociedad con uy Propésito de beneficencia, como és a enseGanza, ¢ yo le prometo que se Ia haré aprobar por el rey. Don Bosco piensa: “El rey Ia aprobard; pero... gel Papa? iCémo puede haber una Congregacién religiosa potas miembros posean patrimonio y hagea eae de pobreza, sean libres y estén ligados por sleet obedien- cia a un superior? Tres aiios después, el 18 de febrero de 1858, dice muy ae nano, St isa y manda llamar a vn notre ‘porque va a hacer testamento, gue 1 itt arreglar sus asuntos antes de toma dl oe Gi Jo-conducité.2 Génova, donde se embaroce para Ci- vitavecchia, puerto natural de Roms En su valija leva las reglas de In Congregacién ‘sale- Papa'y cenieat COB buend letra. Va a presentitcian [bay pedir que autorice 7 bendiga woke Miguel Rua teziosy taller Don Alassonatts, un poke ¥ timido sa- erate. 2 quien dijote cierto dia: “Vaysec mi casa y Jo ayudaré a rezar su breviario”. Don Alassonatti fué dé. cilmente, y nunca mis lo abandong BI tren parti a las diez de la maviana y lleg6 a Géno- Ya a les tree de a tarde. Todsvia no estaba ot bugue en eto. El Aventino, iano de los mayorts navios a vapor er ec ace cpt ast a nosy POF 0 cS talad easndo leg no pds acc al mle y Don Bosco, en el botecito que lo conduce a bordo, recibe el 8 tismo de las olas y empieza a Lose a ae c pn “ Mates eatondo en Tos poeronocidetats de Talia : pone en mascha a las diez, a maquina 7 a vela cotofe sangoloiean ls ols! Don Bosco, tendo en It fuse Rua duerme ineépidamente en In cucheta superior. via juventud, Ia juventud! me ‘madrugada arriban a Livorno, donde el barco. per- maneceré medio dia. Buena ocasién de visitar la aa ro Don Bosco ext mio muerto que vivo y & que a su cabina, tan desalentado que un camarero corre a lla- mar al médico. La receta es sencilla:.una taza de , ‘De nuevo el Aventino danzando en la cresta de las. olas, y Don Bosco agonizando en su cucheta. 2¥ es dl, verdaderamente, el que sofiaba con : evan- gelizar paises que estan del otro lado de los mares! Por fortuna a la medianoche se adormecié, para no despertar sino a las seis de la mafiana, con el ruido de las anclas, al fondear el barco en ee a fir- me devuelve al pobre viajero el sentic d realidad.. En seguida me di cuenta—referia Don Bosco—de que todo marchaba alli a fuerza de propinas. Una lira cada uno, al botero; media lira al encargado de los equipa- jes, aunque nosotros los llevabamos sobre ae espal- das; media al de la Aduana; media al que visa los Pasa- portes; media al que nos invita a tomar su coche; media DON BOSCO ¥ SU TIEMPO ei al mozo de cordel que carga mi valija: dos liras en Ia Po. licia por otra visacién de los pasapottes; una lira y media al cénsal pontificio... Y debo confesar que mi bolsa esta. ba, como de costumbre, mal provista, Era dia de fiesta, y no habiendo podido celebrar misa, por Jo menos quiso Don Bosco asistir a una y fuése on busca de iglésia, y acert6 con el convento de los dominicos, Entretanto alistabase 1a diligencia postal, tirada por robustos caballos, para hacer las 36 millas piamontesas que dista Civitavecchia de Roma. Los compafieros de viaje echaban pestes contra Don Bosco y su sectetario. No seria bueno darles una leccién de puntualidad y partir sin ellos? Por fin viéronlos aparecer, sonrientes y satisfechos de haber ofdo una misa cantada. Los cascabeles de los seis caballos alegran la mafiana Iuminosa. Una nube de polvo queda tendida, como un fl, sobre el camino, que corre por entre verdes praderas, El aire purisimo de las colinas abre el apetito. Don Bosco y su secretario no se han precavido como los otros viajeros, y aguantan en ayunas hasta la préxima pos- ta, donde el cochero muda el tito y almuerza. A las once de la noche, bajo un cielo transparente, cuajado de estrellas, entraban en Roma. Por doce baio. ¢08 (pequefia moneda pontificia) ‘un muchacho los con duce a la casa del conde De Maistre, donde, a pesar de | hora tardia, los esperan con fuego encendido y cena dispuesta. iEI Papa! Cuando le anuncian a Don Bosco, dias des- puss, que Pio IX va a recibirlo, siente alegria y miedo a la ‘vez Va a presentarle las reglas de su Congregacién y a sa. 60 HUGO WAST ber si debe seguir o abandonar un proyecto que ha echa- do tan hondas raices en su carifio. : Pio IX conoce ya las obras. de Turin, pero no ad- vierte que el sacerdote que tiene arrédillado delante de as el mismo Don Bosco, pues en Ja tarjeta que le da el pre- lado introductor ha ‘puesto mal su nombre. Este malen- tendido pronto se disipa,.~ Don Bosco domina su emo- cién y hace sonreir al Pontifice. —aEn qué cosas os ocupsis? “in ia instruccién de Ia javentud y en redactar las Lectucas Catélicas, —En Turin hay otro que hace lo mismo... ;Cono- ctis a Don Bosco? —Soy yo, Santidad. | 5 fon equtverado yuesto nombe... YTenés, ps, tun colegio, con.talleres y clases? 7Y qué. hactis:en el co- legio? : GO" Ua poco de todo, Santo Padée: digo miss, confeso, predico; doy clase, voy a la cocina, hago a veces la menes- tra y a veces me toca barzer la iglesia. La vita es grande los obreros son pocos. yee Hijo mio, babéis puesto muchas cosas en marcha Si murieseis, squé seria de ellas? : Son casi [as mismas palabras de Ratazzi. Don’ Bosco, buen jugador, coge Ia pefota en el aire. {Por eso he venido! ¥ ruego a Vuestra Santidad se digne darnos las bases de una institucién que prosiga mis trabajos. : : fo IX era hombre de répida inteligencia, pronto para seuchat y para responder. samen St, hay que hallar tna forma aueva de Congrega- ibn, que los Gobiernos respeten. La empresa no es fécil Pero sies obra de Dios, El os iluminars. Id, rezad y volved dentro le algunos dias y os comunicaré mi pensamiento, Dos semanas después, segunda audiencia de Pio IX. —He pensado en vuestro proyecto, hay que realizar- fo, Hace falta una nueva Congregacién religiosa para los tiempos tristes que corren. Prefiero Ilamarla Sociedad y no “Congregacién. Tiene que ser-una Sociedad con votos sim- ples, que puedan fécilmente dispensarse; con reglas lle vaderas y con un habito sencillo que no lame la atencién en el mundo. Cada miembro debe ser para la Iglesia un verdadero religioso, y para el Estado, un ciudadano libre Es la ocasién de presentar las reglas ideadas con ese mismo criterio. Don Bosco pone su precioso manuscrito en las manos del Papa. Este se hace explicar con detalles 1a formacién yel trabajo de los Oratorios, y viene a saber cémo, de en- tre los jévenes educdndose alli, hay ya verdaderas flores de santidad. Escucha ia vida de Domingo Savio, que ingresé en 1854 y murié en su primera juventud dando muestras de catidad y de pureza’angelicales y de una maravillosa co- municacién con fo sobrenatural. Don Bosco refiere al Papa una visién que tuvo el mu- chacho, y que le confié poco tiempo antes de morir, Dis. traido, después de comulgar, pareciéle ver una vasta llanura lena de gentes, que caminaban como perdidos en la nie- bla: Inglaterra! Vi6 aparecer a Pio IX con una‘luminosi- sima antorcha, cuya luz atrajo a muchos y les alumbré el camino. Si pudiese hablar al Santo Padre le diria que, en 62 ‘HUGO WAST medio de gus tribulaciones, Dios prepara grandes triunfos al catolicismo en aquel reino. {Quién sabe si con el tiempo Domingo Savio no seré puesto en los altares y venerado como patrono de la juventud, a la par de San Luis Gon- zagal S Dio IX, que escuchaba conmovido, consideré una pro- fecia aquella visién y alcanzé a verla cumplirse cuando se restablecié la jerarquia eclesiéstica en Inglaterra y se con- eedié libertad de culto a los catélicos, y se promovieron millares de conversiones de gentes del pueblo y de hombres flustres, —Oidme, Don Bosco: deseo que escribsis todo lo que hhabéis hecho y se reieré a los Oratorios, para edificacién de vvuestros hijos. ‘Afios mis tarde, Don Bosco no habia atin dado co- mienzo a esa crénica, y el Papa se lo ordené en forma ter- ‘minante. Merced a eso, ha quedado el precioso manuscrito, base de esta historia. [La Semana Santa y la primavera sorprendieron a Don. Bosco, todavia en Roma. El 6 de abril Pio [Xo recibe otea ‘vez, a las nueve de la noche. Es para hablarle de su Con- grogacién y devolverle las reglas, que ha leido, anotando con [épiz, algunas observaciones. Al mismo tiempo le indica los trémites que debe hacer para obtener la definitiva aprobacién. jAb!, ni el Papa, ni Don Bosco, se imaginan las dificultades, las oposiciones; las batallas que iban a librarse alrededor de esas reglas. Y Jo més doloroso es que esta vez, los enemigos de Don Bos- co estardn dentro de su campo, serdn sacerdotes, serin prelados, serin cardenales, que creerdn servir a Dios torpe- deando sus planes. DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 63 En visperas del. regreso, dedica un dia entero a sus amigos jeuitas de la Civilita Cattolica, en cuya casa de pla: za Borgo Nuovo almuerza invitado por el padre Brescia. ni, el clebre autor de El hebreo de Verona "Habra querido hacer esta vez por tierra el viaje para Hibrarse del mareo; pero la multitud que habia acudido 2 Roma para la Semana Santa, no dej6 plaza libre, ai en Ia diligencia, ni en el ferrocaril Tampoco a bordo halla camarote alguno, y seve obli- gado a instalarse en el puente, a pesar del fio, y no bien {1 bareo leva anclas, empieza su terrible agonia. Esa noche la pasé Don Bosco tendido en cubierts, 2 falta de cama, hasta que un sacerdote piamontés, no pu diendo hacerleaceptar su camarote, le lev6 su colenén Jogté que se acostase en dl Qué le importaban a Don Bosco las penas materiales! Estaba como en éxtasis saboreando sus plaues. Como en uno de sus suefios, no tardard en tener que ponerse los zapatos, porque debajo de las rosas encontrard las més punzantes y dolorosas espinas filo menos, ahora sus dolores no entritcerén a so madre. Hace més de un afio que Margarita Occhiena ha abandonado el Oratorio de Valdoeco por el del cielo. Sus lltimas palabras fueron asf: "Dios sabe cudnto te he ama- do en mi vide Espero amarte mie en i etrniad. Tengo la conciencia tranquila. He hecho mi deber como he po- Era mi deber serlo... Ve, mi querido Juan, alfjate de mi Jado; ti sufres y me haces suftic. Esedadete en ta cuarto Y eza por mi... |Adiés!” ce HUGO WAST: Don Bosco obedecié aquella postrera siiplica, y se es- condié en su aposento a lorar y a rezar. No volvieron a hablarse nunca més: Ella murié esa noche, asistida por José, su oto “Vino al Oratorio la'madre de Rua, que de tiempo ateas ayudaba a mamé Margarita en el cuidado'de Ja despensa de la ropa y de la cocina. Los biricchini de Don Bosco no quedaron’ ni un dia huérfanos. En todo tiempo los obispos han mirado con inquie- tnd el nacimiento de nuevas Congregaciones religiosas en aus didcesis. Es éste un recelo més fundado y justo en los tiempos modernos, -en qué escasean las vocaciones al s2- ‘eerdocio. Si son pocos Ios sacerdotes a quienes el prelado ‘puede confiar el desempefio de sus parroquias, es natural que se alarme viendo que buena parte de esos pocos sien- te despertarse la vocaci6n de otras empresas: la ensefianza, las misiones en paises remotos, el claustro, 'Y es natural que antes de aprobar una nueva Congre- gacién, que puede disminuir los obreros de su viiia, quie- ran estudiar sus propésitos y. ver si otras Ordenes religio- sas o el mismo clero secular no cumplen ya los fines de la Roma también marcha en eso con -aquella pradencia y lentitud que parecen calculadas para desbaratar los pla- nes de la soberbia y confirmar los de la humildad. Sobre la muralla de dificultades que cortan el camino de fos fundadores, se estrellan los caprichos pasajeros, los fervores confuses, los proyectos del amor propio, y slo triunfan las fundaciones verdaderamente inspiadas por Dios. Nadie se escandalice, pues, de las duras batallas que. DON BOSCO ¥ sU TIEMPO 65 vamos a ver librando a Don Bosco, en su propi antes de lograr la aprobacion de su Sosiednd, Coal wengy Jos santos y fundadores han soportado esas prtebas ae aun parecendo injustas, no dejan de ser providenciaes. > Bosco. deja pasar poco mis de un aiio, y previen- do que pronto de Roma tendra noticias favorablen, se a dspa ala resolucion y oe decide a formar la Sociedad . Reune a los més feles de sus estudiantes, a los que considera sus novicios, porque se le han vincula ir la Sociedad salesiana, darle un nombre oficial y vless Sie Is Soci darle un nombre oficial y elegir Gran sorpresa de sus j6 ; s j6venes oyentes, porque los mis de ellos todavia ignoran el vast designs Ue Don ons 1g Ot SOY, ocho dias para pensarlo. EI que no asista ala reunién del préximo domingo, significard con su ane soc que no autre prtenecet»mueta Sociedad 1Qué emocién, el domingo, al vetios entiar uno a uno, oa 30 aposentol Vendsén todos? {Cuslesfaltarin? Als, ado sea Dios! Asisten 17. Slo dos han falta. Amis to eligen autotidades. Don Bosco, superior: Don Als aatt, prefecto; Miguel Rua se ve honrado como diserice espiritual, aunque todavia no es sacerdote. No es muy ben, lance ese primer extado mayor visto con ojos protons ero no hay mucho en que elegi: Las gents oe isin oe ellos si bsaran mostrarse como miembros de tna Orden re, ligioa. Los iniidos en aque screto resuelven generost, mente no abandonar la Sociedad, mismo Don Bento abandon aunque el mismo Don Ba factan y firman un juramento conctbide ‘Si, por desventura. en razén de la tristeza de los 3 6 sco WAST Dow Bosco Ys Taso zm tiempos, no nos es permitido ligarnos por votos, cada uno de nosotros se compromete a (en cualquier Iugar que se hhalle, aunque sus compafieros estén dispersos por el mun- do, aunque no queden més que dos, aunque sélo quede ) trabajar por reconstituir Ia Sociedad y observar en fo posible sus reglas.” iCémo tardan en Roma! Pasan cinco aiios, del 58 al 62, En Roma no tienen prisa de ofrecer al Gobierno sec- tario del Piamonte una nueva victima que inmolar. “Todos los dias Don Bosco abre el correo on mano tré mula. {Qué noticias le mandan? Mas la carta que espera no le llega nunca. El Papa ha bendecido su obra; el arzo- bispo monsefior Fiansoni la aprueba desde Lyén. Los no- vicios tascan el freno de impaciencia por emitir sus votos solemnes, Don Bosco se decide a recibirlos, seguro de que Ja nota Ilegard de un instante a otz0. El 14 de mayo de 186a los réune en su aposento, don de ni siquiera hay bancos en que sentarse. Un crucifijo #0- bre una mesita y dos velas prendidas. Se arrodillan todos; son veintidés novicios, sin contar a Don Bosco, y repiten palabra por palabra 2 solemne fSrmula que Rua va le-. yendo, y por la cual hacen voto de obediencia, pobreza y castidad. : Su primer superior fecibe en nombre de Dios aquellos votos, que se hacen por tres afios no mis, no pudiendo atin hhacerlos perpetuos, y les dirige palabras inolvidables. —Vivimos en tiempos turbios, y parece una presun- cién fundar una nueva Comunidad religiosa cuando el infierno emplea todo su poder para destruir fas que existen. No importa. Yo no tengo probables, sino seguros argu- mentos de que la voluntad de Dios es que la nuestra co- _mience de una vez y continte..: De aqui a veinticis ence dé una vez fa veinticinéo 0 feinta aos squién sabe si muestra Sociedad no stark eparida or muchos pales y contark, no veintidésno- Wesdadea profeat in enero del 63 los salesianos eran del 63 s eran 39. En enero 64 eran 61. Dier altos desputs eran 320. A la inured ‘Don Bosco, en 1888, eran 768. A la muerte de Don Rua, | @ 1920, eran 3.996. Hoy son 9.000. v SOSPECHAS DEL GOBIERNO CONTRA DON BOSCO erra de Crimea ofrecié al reino de Cerdefia la ae hhacer olvidar la detrota de Novara y de ga- nar las simpatias de Francia y de Inglaterra enviando en ejército. la influencia de Rusia en los Santos Lugares, que fué mo- y voto al igual de las grandes potencis s, ¥ suscitar, opor- tuna o inoportunamente, la sola cues! ion que Je interesa- ba: la independencia y la unidad de Italia bajo el cetro de qguefios principes italianos, todo en beneficio del rey de Cerdefia. : ; La jugada de Cavour era de una audacia inconcebi- ‘montests sin explicar su pensamiento complicado, porque habria sido desbaratar su maniobra. Lo consiguié gracias DON Bosco ¥ su TIEMPO 69 a su elocuencia y 2 su incontrastable autoridad en el Par- lamento, y envié sus 18,000 soldados al teatro de aque- Ifa guerra lejana e impopular en Italia. ‘Vencida Rusia con la caida de Sebastopol, tenia que hacer aceptar el resto de su plan al emperador Napo- 4e6n TIL, que ya era, mas que su cémplice, un instrumento inconsciente de su genio diplomitico. Parecia imposible que se concediera al mintisculo rei- no de Victor Manuel II el derecho de discutir de igual a igual con Rusia, Inglaterra, Francia y Austria, cuyos ple- nipotenciarios tenian grandes intereses que debatir, y es. taban respaldados por grandes ejércitos. Y mas dificil parecia que por dar gusto al Gobierno de Turin se dis- catiera ta politica del Papa y del rey de los Dos Sicilias, soberanos ausentes del Congreso, lo cual era violar el pri dpio de no intervencién, en cuya defensa acababan de mo- tir tantos hombres ef los campos de Crimea, Ademis, Napoleén IIT no queria desagradar al Papa, ni malquistarse con los catélicos franceses, que hablan apoyado la restauracién del imperio. Mas no era hombre | paz de medirse con Cavour, ¥ se dejé ganar la partida, y Cavour entré en el Congreso y hasta sacé del fuego las ‘astafias por mano del mismo Napoleén. Cuando se agots la discusién de la paz y se fiemé el tratado y fué el momento de separarse, los plenipoten- {arios vieron con estupor al propio representante de Fran. &ia, Walewski, apoyado, por el de Inglaterra, Clarendon, ‘omar Ia palabra para una cuestién que s6lo al Piamonte ‘e interesaba. Y¥ todos tuvieron que escuchar una violenta diatri pba sobre “Ia situacién anormal de los Estados pontifi- 70 HUGO WAST cios y el despotismo intolerable del reino de Napoles", ¥ cuando concluyeron el francés y el inglés, Ca- vour, como sorprendido y més calmoso, para mejor efec- to, denuncié ta tirania de Austria en el Lombardo-Ve: eto. ‘Nunca se habia puesto semejante postdata a un trata do de paz. Los plenipotenciarios no podian resolver nada, sino era lanzar a Europa en otra conflagracién, y se apar- taron recelosos y envenenados, con la sensacién de que se acababa de remachar el primer eslabén de una cadena de guerras futuras. "Y asi ocurrié. De aquella postdata salié Ia guerra del 59, en que Francia y el reino de Cerdefia vencieron a Aus- tria en Solferino. De alli, Ia del 66, en que Prusia acabé de humillarla en Sadowa, y empez6 a engrandecerse de tal modo, que se hizo fatal la del 70, en que Francia fué -vencida por ella en Sedén. Las tres S. gPuede alguien dudar_que la guetta de 1870 haya engendrado la de 1914? ZY habré quien crea que fa paz de Versalles no ha vuelto a sembrar en ef mundo los dien- tes del dragén? La paz firmada’en Paris el afio 56 fué, segin Ia ex: presiva palabra de Lamartine, “una declaracién de gue: ‘rra bajo formas de paz, la ruina del derecho péiblico en Europa”. Mas Cavour ha hecho una de esas jugadas magistea. Jes, que no se ven én un siglo de diplomacia, y vuelve a Trin, no a gozar de'su triunfo, sino a seguit urdiendo Ia red en que va envolviendo a los mejores diplomiticos de Europa. En estas circunstancias ascéndia al trono de Austria DON BOSCO ¥ SU TIEMPO m tun auevo emperador, Francisco José, joven de dieciocho afios, que tendzia el amargo privilegio de conocer en su fargo reinado’hasta la cuarta generacién de aguella mons- truosa familia de guerras, ‘Débil contrineante de un Cavour genial y sin excré- polos, que no hace un gesto que no.sea calculado para irritarle, sin que parezca una verdadera provocacién. Mientras Jos otros politicos de Europa engafian-a su pueblo con palabras, él se apodera del suyo con hechos: obras piiblicas, ferrocarriles, escuelas, tratados de comer- cio. Y ala par, cien cafiones nuevos en los muros de Ale- Jjandria, la fortaleza del Piamonte, y un sustancioso em- préstito en Ia casa Rothschild. 'Y para distraer a las Sociedades secretas, arrecia en su campafia contra a Iglesia: “Cuando yo quiero hacer votar un proyecto—decia—, me como un fraile...” Su- presién de Congregaciones, confiscaciin de bienes del cle- 10, prisién o destierro de los obispos, abolicién del Con- cordato con Roma. {Toda fa liral Del primer golpe habia ido al fondo de Ia cuestin italiana. La independencia de Italia no podia xealizarla Italia: sola; necesitaba la ayuda. francesa. Pero Ia inde- pendencia de Italia traeria consigo la unidad, y bien se veia que ésta era una solucién antifrancesa, pues los va- rios pequefios Estados entrarian a constituir una gtan po- tencia, limitrofe y rival. : Talia fuerte nunca seria un aliado natural de Francia, "Yo eréo—decia més tarde Mazzini en una nota a Bismarck—gue la alianza de Italia. con Francia contra Prusia, a cuiyas victorias debemos Venecia, seria un cti- ‘men que imprimirfa una mancha indeleble en nuestra jo- 72 HUGO WasT ven bandera.” ¥ Bismarck le respondia: “E! Mediterrs- neo puede volver a ser un lago italiano... Italia y Fran- ia no pueden asociarse para explotar en comtin el Medi- terréneo. Su imperio pertenece incontestablemente a Ita- Tia, que posee sobre é1 costas doce veces mis extensas que las de Francia...” (Nota de abril de 1868.) Esta dificultad la advertia Cavour, y de alli su ansie- dad por demostrar 2 Napoleén Ill las ventajas de la amistad del Piamonte. Los afiliados de la Joven Italia, por su parte, casi en los precisos momentos en que Cavour, celoso de la in- fluencia de Mazzini, los denunciaba al mundo entero como “unos insensatos, cuyos actos debe estigmatizar todo hom- bre cuerdo”, fueron, sin querer, sus mejores colaborado- res. Porque, junto a las promesas de Cavour, pusieron ante los ojos de Napoleén las amenazas de Mazzini. El 14 de enero, uno de sus lugartenientes, Orsini, arro- Ja tres bombas sobre Ia carroza del emperador y de Ia emperatriz que-van 2 la Opera. Ciento cincuenta y siete vvictimas pregonan fa perfeccién del mecanismo: soldados de la escolta, guardias municipales, simples curiosos, vein- te mujeres, doce nifios. Los soberanos resultan milagrosa- ‘mente ilesos. Esa misma noche la Policia, por un raro con- curso de casualidades, se apodera de Orsini y de sus tres cémplices. Rapid es el proceso. Sentencia de muerte en Ja guillo- tina contra el principal culpable y Pieri, uno de sus cOm- plices. Pero Julio Favre, abogado de Orsini, ha pronun- ciado en su defensa palabras que Henan de pavor ef co- razén de Napoledn IIT. Le ha recordado los tiempos en que el hoy sefior de Francia era un carbonario que se ba- DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 2B tia en Spoletto contza el poder pontifcio, hazafias de que faé testigo el propio Orsini, nifio de doce atios entonces, El condenado se niega a pedir gracia al Emperador, y le dirige una carta magnifica, en que se lee esta ame, naza: “Que Vuestra Majestad sepa que mientras Italia no sea independiente, su tranquilidad y la de Europa no se. sin mis que una quimera ..” El rostro de Napoleén IIT palidece como el de Balta- sar, Acaba de ver la mano que traza en el muro las mis. teriosas palabras: Mane, Tecel, Fares. Y él, que conoce al estilo de las Sociedades seceetas, no flama a Daniel para | — ave se las interprete, | Llama, en cambio, a Cavour, La entrevista se realiza 4 escondidas del mundo diplomitico, en el balneario de Piombiéres. 2Qué quieren los italianos para que el emperadot de Francia pueda dormir en paz? | Napoleén II no es mas que una pobre mosca en la red de aquella prodigiosa arafia. Sin embargo, no sale de Ia entrevista con las manos vacias. Ofrece todas Ios fuerzas de Francia contra los austriacos, y pide en re- compensa de Ia sangre que van a verter sus soldados por ct Piamonte, que éste le ceda Saboya y Niza. Cavour caleu. 4a que bien se pueden entregar 13.000 kilmetros de tie, ‘italiana, aunque sea la cuna de la dinastia, a quien nos va a hacer ganar Lombardia y Venecia, con seis millones -|| de sibditos. ;Concedido, pues! , ‘semis, Napoleén pide que la corona de Népoles se dé un miembro de su familia y la de Toscana a otto, y ‘a de Sicilia al segundo hijo de Victor Manuel, y que al Papa se le deje, por lo menos, Roma, y para consolario 74 de la pérdida de la mejor parte de sus Estados, se le haga presidente de una ConfederaciOn que formacén todos eo rincipes y el rey del Piamonte. PrtGavout sonrfe maquiavilieamente y dice que sl. Su ojo de aguila divisa el porvenir. Cuando el Piamonte se haya agrandado con las nuevas posesiones que le daré-la guerra, todos fos otros Estados de Italia irin cayendo en su poder, antes que los parientes de! Emperador hayan asentado el pie sobre ellos. : hija mayor de Victor Manuel, para un primo del Empe- rador, el principe Jerénimo Napoleén. . La princesa Clotilde acaba de cumplir quince afios, Es-una exquisita flor de piedad, de belleza y de gracia, En cuanto al principe es un truban, maduro de edad, y famoso por sus orgias y st ateismo. El Emperador quiere ilustrar los blasones de su fa milia de advenedizos emparenténdose con la mas ge- nitina estirpe de reyes que exista, como es la casa de Sa- boya. : Cavour no es sentimental, ni se trata de sa hija. (Con: eedido! El sol cae tras de la mole’ sombria de los Vosgos. El | cielo ée tifie de pirpura. Napoleén, que guia él mismo el | faetén en que conduce al ministro del Piamonte-por lat carreteras de Plombitres, dice: —Es hora de volver. : Y no habla més. Ha hablado demasiado y no quie- re comprometer la fama de esfinge. que ha ganado en el mundo diplomatico, donde ef silencio es una fuerza. Esto pasaba el 11 de julio del 58. Cavour vuelve.¢ DON Bosco ¥ SU TIEMPO 7 Tarin y se entrega frenéticamente a los preparativos de 1; guerra. El 1. de enero del 59 Napoleén deja caer palabra enigméticas en los ofdos del embajador de Austria: “Sien to, sefior, que nuestras relaciones con vuestro Gobiernc no sean tan cordiales...” El ro de eneto Victor Manuel pronuncia un dis. curso que en Viena es acogido como una provocacién “El 31 de enero la princesa Clotilde se sacrifica por a z6n de Estado y se casa con el principe Jerénimo Napo. le6n. El emperador de Austria no puede Hlamarse a en. gafio y envia un ultimétum a Turin, exigiendo el desar me del Piamonte. El 26, Cavour lo rechaza, y en acaban- do de firmar la nota exclama alegremente: “Alea jacta est! Hemos hecho la historia. Ahora vamos a cenar.” Est satisfecho porque ha desencadenado su guerra ¥ no tiene ante el mundo ni siquiera [a responsabilidad de declararla. Se la declaran. Napoleén II vuela en auxilio de su aliado. En po- quisimes dias conduce 180.000 soldados en apoyo de los 50.000 que forman el ejército de Victor Manuel. En las jornadas de Palestro y de San Martin, coro- nadas por la ruda batalla de Magenta, el poderoso ejérci- to austriaco fué artojado mas alld del rio Mincio. Y Sol- ferino, el a4 de junio, rematé la victoria franco- italiana, ‘que.costé Ta Vida a cuarenta mit soldados. El rr de julio se reunen los dos Emperadores en Vi- Mafranea; y sin consultar a Victor Manuel, convienen la paz. Bl emperador de Austria se juzga muy feliz de ter- minar Ia guetta sin perder mas que Lombardia, conser- vando Venecia. Napoleén esté inquieto por fa actitud de 76 Prusia, que amenaza intervenir, y nada satisfecho de Jas artimafias de Cavour, que ha desbaratado su plan de ze- partir coronas en su parentela, .y anda convalsionando los ducados de Médena, Parma y Toscana, para tener ocasién de intervenir y pretextos de anexionarlos. La paz de Villa- franca y Inego el Tratado de Zurich, que fa ratifica, en- trega a Francia Niza y Saboya y 60 millones, que le pa- gard el Piamonte, el cual se contentara con fa Lombardia, Tem més, los duques destronados por ta revolucién son restablecidos por las grandes potencias que, legado el caso, los defenderan. Cavour, furioso con Napoledn y con. Victor Manuel que se ha dejado humillar, renuncia al Poder y se refu- gia en Suiza. “Me obligan a vivir de conspirador el resto de mi vida.” : No pudiendo ‘conspirar contra los duques, conspira contra el Papa. - Una revolucién estalla en una de sus provincias, 1a Romaiia. El Papa se vié obligado a enviar una divisién de sol- dados pontificios. En na escaramuza caen de ambas par- tes algunas docenas de victimas. Y he aqui al mundo, impavido ante los millares de muertos de Solferino, es- candalizado por la sangre que vertia el inhumano Pon- tific. Pero las Legaciones, nombre dado a las cuatro pro- vineias romatiolas, eran parte de 10 prometido a Cavour en Plombitres. Por eso no permitié que se mencionaran en el Tratado de Zurich y dej6 maniobrar a Victor Ma- nuel para apoderarse de ellas. Pfo IX creyé que podia apelar al sentimiento catéli- DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 77 co de Victor Manuel, y le escribi6 secretamente, en for- ‘ma-que ni Ios ministros lo advirtieran. sCémo enviarle su carta, cuando pocos dias antes (x2 de octubre) habia entregado 61 mismo los pasaportes al embajador de Victor Manuel y retirado el suyo de Turin? Pensé en Don Bosco. Cierto dia, un caballero venido de Roma se presenté en el Oratorio con una carta para el fundador, de puiio y letra del Papa, en que le pedia ar- bitrase manera de hacer llegar a la propia mano del Rey otra que Ie adjuntaba, Halldbase el Rey en una de sus acostumbradas parti das de caza en el valle de Aosta. Don Bosco se procurs una entrevista con el secretario privado y por su inter- medio cumplié el encargo. La inmediata respuesta de Victor Manuel no fué para consolar el corazén de Pio IX. Como Carlos Alberto, su padre, pero'con menos escripulos, la ambicién pesaba més en Ta balanza que la fe. El Papa volvié a escribir como un padre a un hijo extraviado, y Victor Manuel contesté en forma que se advertia la mano de Cavour, vuelto al Ministerio. "Hijo devoto de la Iglesia, como descendiente de una raza, muy piadosa, jamés fué su intencién de apartarse de los debe- tes de principe catdlico.” Con todo, espera que el Papa, no sélo no Ie reclamaré 1a Romaiia, de 1a cual ha con. cluido por apoderarse, sino que le entregard las Marcas y Ia Umbria. El Papa, que adivina a Cavour soplando aquellas fra- ses hipécritas y audaces en la oreja del Rey, le responde con una majestad incomparable: ape dna et ein 8 HUGO WAST, “La idea que Vuestra Majestad se atreve 2 expo- nerme es una idea imprudente, indigna, por cierto, de un rey catélico, y de un rey de Ia casa de Saboya. Podéis leer ‘mii respuesta en una Enciclica que va a aparecer. Por lo demés, no me afijo por mi, sino por el infeliz estado de alma de Vuestra Majestad, ya bajo el golpe de las cen- suras, que, iay!, se agravarin cuando se haya consuma- do el sacrilegio que vos y los vuestros tenéis la intencién de realizar. Quiera el Sefior iluminaros y daros la gra- cia de conocer ¥ de lorar estos escindalos y los males es pantosos que han caido sobre la pobre Italia con vuestra cooperacién.” (14 de febrero de 1860.) ‘Ya el Papa no necesitaba guardar secreto. Don Bosco, por su parte, como un profeta de Ja an- tigua ley, habia osado escribir 2 Victor Manuel una carta que comenzaba asi: “Dicit Dominus: Regi nostro vita brevis..." El Rey, que no habia olvidado aquella otra, euyo anuncio de tuto en la corte se cumplié puntualmente, sin- tid esa irritacién con que se suele esconder el miedo. “Per Bacco! {Este Don Bosco es muy original!” Y mostré la carta a sus ministros. Se habl6 de registrar su casa, por ‘ver qué relaciones mantenia con los jesuitas, el arzobispo desterrado, el Papa, los austriacos mismos. En ese inomento, era Ratazzi jefe del Gabinete. Co- nocia ¥ estimaba a Don Bosco y a las veces le pedia fa- vores; recomendindole algiin protegido para que fo ad- mitiese entre los del Oratorio. Y alguna le oyé citat un. texto del apéstol San Pedro en su carta a los hebreos del ‘Asia Menor: “Sed sumisos a toda institucién humana, por causa de Dios, sea al rey como sobera como delegados de él.” to de conspiracién, DON BOSCO Y SU’ TIEMPO 79 0 0 a los gobernadotes A.un hombre que tenia i Be fa ese programa politico y que, | ademés, no era'tonto, no seria ficil sorprenderlo en deik, Ratazzi tenia por Don Bos =, Rates Don Bosco un respeto mezela a afin, y hata leg’ a dele: “Passo que To aie probable es que yo me vaya al infierno, rece para que no caiga muy adentzo,” Pero cayé Ratazzi y Cavour ocupé la Presidencia del Conse; Cierta noche soié Don Bosco lo que é! mismo dejé escrito: “Me parecié ver una ban aban todos mis papeles, Uno de benévolo, se me acerca y me dic ida de forajidos que en- | traban en mi pieza y, apoderéndose de mi persona, revi. ellos, con aspecto més ‘@Por qué no habéis ocala tal escrito? 40s gustaria que hallaen tales car : arzobispo, que podrfan ser ocasién de perjuicio deri fs a Y aquellas cartas de Roma, que casi pe eae ae estan aqui (y me indicaba el sitio) y fi. Si las lubierais escondido, os habriais librado "de muchas molestias.” Estos escritos confidenciales enteramente extrafias a eran algunas cartas la politica y a los asuntos de gobierno. Sin emb: r teantos d no. Sin embargo,’ podia ser considerada elt toda isruedon del apa ol aan ‘conciencia.” bre el modo de regularse los sacerdotes en ciertas dudas de No bien aclara él dia, Don Bosco, por Io que pueda acontecer, aparta aquellos papeles, Fy los mete en el hueco que hay ent Mena un saco de ellos tre el tejado y el cielo ras0 de Ia iglesita, confiando en Ia discrecién dé las mi. sarafias y de una que otra lechuza. Era hacia fines de mayo, en Ia vigilia de Pentecostés Esa noche la Policia habia registrado una casa en que vi, vian dos jesuitas y reducfdolos a prisidn. Al mediodig siguiente se presentan tres caballeros, empleados del Mi- nisterio del Interior. —Tenemos necesidad de hablar a Don Bosco... No podemos esperar. —iEn qué puedo servirlos? —Tenemos que hablar con confianza, —Vamos, pues, a la cimara del prefecto. No; preferimos ir a su pieza, —£Y quines son ustedes para venir de ese modo? —Sentimos la molestia que le causamos, pero tene- mos que hacer una visita domiciiaria —2En virtud de qué? {De orden de quién? Sirvanse decirme quiénes son ustedes —iDon Bosco, no nos chanceamos! {Cusntos aiios hhace que nos conoce y trata con nosotros? No, sefior;’ yo no conozco a nadie que viene asi. —Representamos la seguridad piblica, —2Tenéis algtin documento que os autorice? —La autoridad no necesita ser autorizada, —Disculpadme, sefiores. Yo creo que sois unos caba- eros, pero podria engafiarme, y mientras no me mos téis la orden de allanamiento, no estoy obligado. a reei- biros, Entretanto, esparciase por los patios, tas galerias y Jas aulas del Oratorio, un piquete de soldados de Se- guridad, DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 81 Se niega, pues, a llevarnos a su pieza? —Si, sefiores, mientras no se me muestre que venia en nombre de autoridad competente, Mirdronse a fas caras los tres. Podian, por la fuerza, entrar: pero seatian bullir en el patio el bravo escuadién de los biricchini, inquietos e indignados. Todo acto de violencia contra Don Bosco, defendido por aquella guar. dia, podefa resultarles fatal. Prefirieron someterse y man. dar uno de ellos a buscar Ia orden, quedandose los otros para impedis que se destruyesen u ocultaran los pape. les que iban a buscar. Media hora después ‘prosigue ta escena. El jefe del grupo se cide Ia faja tricolor, signo de autoridad, y con aire de desafio lee 1a orden de allanamiento, Don Bosco le echa un vistazo y advierte que no sélo és contra él, sino contra otras personas de Turin, Don | Cafasso y el conde Caya entre ellos. Justamente pera que no se difundiera 1a noticia, aquellos sefiores habian fingido olvidar el documento. “De orden del ministro del Interior, procédase a registrar minuciosamente la casa del tedlogo Juan Bos. £0, sospechoso de relaciones comprometedoras con los Jesuitas,"el arzobispo Fransoni y la Corte Pontifi Don-Bosco sonrie con aires de leguleyo. —Y bien, si yo quisiera oponerme, podria hacerlo ar- guyendo que ese mandato no es contra mi. Yo no tengo titulo de tedlogo. En cambio, hay en Turin otto sacee dote de mi nombre y apellido, que efectivamente poste ese grado universitario que yo no tengo... Ergo, vuestro Papel, seffores, no es para mi, sino para @l .. Pero dejé- . HUGO WAST 82 DON Bosco ¥ SU TIEMPO monos de chicanas y pasemos 2 mi habitacién... :Qué sean ver? 7 Stoleron al desacho de Don Bows: pusitone sta dias en la escalera; y empezaron a desnudarlo para jstrarle las ropas. a. Scum secleatieeeputtus sum!—dijo €repitin do un texto de la Pasiéa. —1Qué dice? : : en otro tempo algunos prstaron al Divino Salvador, —{Bastal Examinemos sus papeles. : Fibis ca.comsto iynto a in mesa, donde el ojo de fqn del deegado advistié un sobre con e! sello pont. Gio. Preipténe y empez6 a junta entre Tos desperdicor | Ia carta que en minGsculos pedazos habian arrojdo al “Tarea larga, fastidiosa, nada limpia ni gloriosa. Don Bosco miraba sonriendo. —iSiento mucho! —iQué siente? | Cie ‘personas como ustedes se vean obligados a ha- cer ese oficio : —1Es nuestra misién! Bese redement o ue me aases. Uno de tedes es abogado, ef otzo es juez, el tercero es un alto fun- cionario de la Administracién, y con todos sus diplomas les'han mandado hacer un oficio nada honroso. —Usted fo dice y es verdad. Pero no lo harlamos si usted quisiera ayudarnos. q —|Con mil amores! {Digame cémo! —Deme los papeles que he venido a buscar, y_ nox iremos en seguida. —Digame qué papetes son. —Papeles politicos que interesan al Gobierno. No puedo darle lo que no tengo, oe quuted © Puede negar gue recibe cittas de los jesut- _ tas, del arzobispo, del Papa... jLo niega? Si van a creerme les voy a dar plena satisfaccién, [Ee ereremos si dice ta verdad. PBs quiere decir que no me creetén. Es instil que able. 4 Hable, pues, y te creeremos como al Evangelio. semantene- ofganme; estin perdiends su precioso _ tiempo. Ni én esta pieza ni en ningiin rincén de Is cass | Yana hallar nada que no sea digno'de un honesto sacer. dote. —iBah! Nos han asegt ‘cuerpo del delito. 7i%2 ven! {No me creen! Initil hablar. Sin embar- #0, de buena gana les preguntaria una cosa, ~Pregunte, Don Bosco, y le respondecé lanamente —eEstin persuadidos de que yo sea un tonto? —Ciertamente que no, Gao ee mtonees? éPor qué se fatigan? Si yo bubiese {mnido algo comprometedor que ocultat, ya lo habria revs e escondido, ino les parece? Pero contintien buscando ala postre se convencers Justamente al decir es0 divisa la copia de un telegra- aa cifrado que el Gobierno ditige a una eutorided Came fi llegado a su poder aquel documento, que podia han _fiasar que tiene espias en las oficinas del telégrafo? La qidsd es que un joven telegrafista que transmitia aque, tes misteriosos despachos cifrados, copié uno sin enn, arado que aqui hallaremos el 84 HUGO WAST DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 85 derlo, 7 se lo llevé a Don Bosco para tentar su ingeni {Bra, por ventura, capaz de descifrarlo? a ‘Don Bosco fo ensayé y acert6 con Ia clave y alli esta. | ba el papel con su traduccién al lado. Referfase a la ex. pedicin que por esos dias habia iniciado Garibaldi sobre | . —iMe niego en absoluto, sefiores! Cada uno tiene ef Cavour no queria aparecet prestindole ayuda, por | derecho de guardar secretas las comas que pueden infawis no comprometeise con los Gobiernos del Papa y de Ni | gu casa. Sirvanse respetar mis ster de fomina poles: pero bajo cuerda fomentaba la aventura. El telegra. —iQué secretos ni qué fritangas! Venga la lave 0 fa decia asi: "No se dé nada a Garibaldi, nigguescle cuan- } ago saltar la cerradura to.pida, pero déjesele tomar todo lo que quiera oa Con toda tranquilidad Don Bosco lo coge, 10 hace | medio que ceder una bolita y lo evapora. Ya est. Ninguno ha advertido Eran cinco Jos que estaban en el estrecho aposento, y su maniobra. Para algo sirven sus viejes artes de pres} dos se abalanzaron Svidamente sobre la caje que Don digitacién Ae Bosco abrié, volviendo tranquilo a sus cartas. Tego senréee y eupers a eatin arm sg Et primer papel es leido en alta vor: “Pan sumiais- Mientras ustedes hacen su trabajo, yo haré el mio} trado a Don Bosco por el panadero Magen: Dehn Bien est4, pero hdganos leer eso que ha escrito. fiieas”: p gra: Débito, 7.800 —Con mucho gusto. |. —Esto no interesa al Gobierno—observa el delega- Becrita una carta, Don Bosco - pasabe z eles do, apartindolo, y saca’otzo y lee serva el delega, éste a los otros, que la devoraban. Mas no la habian con- “Por cuero suministrado al taller de calzado de Don cluido y ya teafan una nueva que leer. Don Bosco escribit | Bosco: Débito, 2.150 liras.” calzado de Dos a prisa, y aquel juego Ie divertia un poco. _..llrWrr,rCSsCCSC —Pero jqué hacemos, sefiores! {Don Bosco se rie | plicarme? papeles? :Quie cantatas _ Ya que ha comenzado—responde Don B i- “ENDios me libre! Yo no tes he propuesto que las cidamente", continge y to whoa? 0sc0 pl mis cartas; son ustedes los que se han empefiado en ells Mis cuentas, mas facturas de aceite, arroz, fideos, to- ' ‘as pendientes atin de pago. ~iEsto es intolerable! jUsted se esté burlando de | setotros! {Dénde estin aqut los eecetost | nn —Yo no me burlo de nadie. Alli estén mis deudas, —Si, sefior, aqui hay gato encerrado. A ver, Sbranos este caj6n que ha cerrado a lave. —INo puedo! Son cosas secretas, confidenciales —iAjajal Eso es lo que quiero ver. Venga pronto a bri no tengo mas re- —Esté bien; basta, aqui esté lo que buscamos —2EI cuerpo del delito?—pregunta Don Bosco. volver la cara ni dejar de mover la pluma, a

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