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Abduccion - Secuestro Extraterr - J. David Villalobos PDF
Abduccion - Secuestro Extraterr - J. David Villalobos PDF
ABDUCCION
Secuestro
Extraterrestre
J. David Villalobos L.
Pág. 1
ABDUCCION J. David Villalobos L.
ISBN 978-1-304-77707-2
Abducción
Código: 1401049762222
Fecha 04-ene-2014 22:41 UTC
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
salgan a la luz.
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INDICE
Prólogo Pág. 5
Capítulo I Pág. 9
Capítulo II Pág. 81
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PROLOGO
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Capítulo I
Ella le respondió:
—Es jaimemaussan3@zonacero.com.
Comenzó con la descarga de los videos, para enviar-
le posteriormente el material a Jaime Maussán.
Mientras se realizaba la descarga le hizo un comen-
tario a su esposa:
—Si después quieren que narre todo lo que sucedió
aquí, yo no quiero salir en ningún reportaje. Si quieres
hazlo tú.
Ella rió de su comentario.
Al ver las imágenes y agrandarlas en su computado-
ra, José quedó maravillado al ver los colores tan nítidos,
además de la fidelidad de las fotos y los videos. Parecían
como si hubieran sido extraídos de una película de extra-
terrestres. Al contrario de las que había tomado su espo-
sa, esas aparecían un poco borrosas y fuera de enfoque.
Al poco rato, escucharon gritar a los vecinos.
Salieron a ver lo que sucedía y para asombro de
ellos, vieron que había aterrizado una nave espacial en
forma de alcachofa, debido a la forma; ya que tenía mu-
chos picos apuntando hacia arriba como las alcachofas.
Era de un color gris muy oscuro. Tenía la puerta abierta
por donde emergía una luz muy blanca, pero sin llegar a
dañar la vista.
Al asomarse vieron a un ser como si fuera un tipo de
batracio, pero enorme y estaba acostado sobre el piso. La
nave tendría una altura como de tres pisos, y tal parecía
que el ser vivo en forma de sapo, no cabría por esa puer-
ta.
Para sorpresa de todos, comenzó a levantarse y
asomó la cabeza por la pequeña puerta haciendo que to-
dos corrieran asustados. José no salió huyendo como los
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como tal.
—No entiendo—. Dijo José asombrado.
—Por ejemplo. ¿Has visto a un niño cuando comien-
za a aprender a dibujar? Crea figuras o imágenes con
pocas líneas o pocas figuras. Y si se le llega a preguntar
qué es lo que dibujó, él responderá y describirá todo lo
que encierra en su dibujo a pesar de que ustedes vean so-
lamente un circulo o un triangulo en el dibujo. Ya se han
olvidado ustedes de cuando fueron niños, y no pueden
comprender sus dibujos ni sus figuras. De modo que para
que los humanos puedan entender las figuras en los cam-
pos de trigo, deben aprender primero a conocer el plano
sutil.
José ahora comprendía algunas cosas, y que no era
producto de la casualidad que el programa de Jaime
Maussán se refiriera a seres extraterrestres, platillos vola-
dores y abducciones, como la que él estaba experimen-
tando.
Los seres se alejaron de él y se dirigieron hacia don-
de estaba su “otro ser”.
Miró hacia el espejo y vio a su “otro ser” salir del
pequeño cuarto y lo miró asombrado. No lo miró como si
se conocieran, sino muy serio, como confundido.
Traía puesto una camisa azul cielo que José había
comprado en un viaje que hizo a Canadá, en el año de
1993.
Se encontraba como si recién se hubiese levantado
de la cama. Lo miró y lo ignoró, después dirigió su mira-
da hacia los seres, y se veía claramente que no existía
ningún vínculo entre ellos. Solo los miraba desconcerta-
do.
José observó que su “otro ser” movía su cuerpo, co-
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hombre robusto.
En la base de esta gran reja que nacía en el río, había
una especie de bruma.
A este río se le unían otros dos ríos más por el lado
izquierdo.
El terreno plano estaba enclavado en una gran mese-
ta y era como un medio círculo. José logró ver los otros
ríos que se unían a este, los cuales también llevaban esas
grandes barcas. Todas las barcas se intercalaban en una
coordinación perfecta sin modificar la distancia ni velo-
cidad que llevaban, y manteniendo una distancia entre
una y la otra.
Su tía sabiendo lo escéptico que él era, le trajo una
prueba de que efectivamente estaba teniendo un viaje As-
tral, y de que se encontraba a las puertas del Cielo o del
Edén.
Le dijo que mirara hacia su derecha, y cuando volteó
vio a un hombre que vestía un traje de color oscuro, tipo
smoking. Esta persona tenía apoyado un pié en la defen-
sa de un auto de los muchos que había ahí y sostenía una
conversación con otra persona.
José quedó impresionado al saber quién era.
Este hombre había sido el conductor de un programa
en televisión Azteca, y quien había sido asesinado en un
restaurante.
José le preguntó asombrado:
—¿Paco? ¿Eres tú?
El hombre era Paco Stanley y le respondió:
—Sí.
—¿Qué haces aquí? —. Le preguntó José.
La pregunta había sido formulada sobre las ocupa-
ciones u obligaciones que tenía él en ese lugar.
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—¿Qué pasa?
—Nada, fue un sueño—. Le respondió.
Ella pudo conciliar el sueño, pero él se quedó pen-
sando en todo lo sucedido, aún sintiendo los latidos de su
corazón.
Ya no volvió a ese lugar, y tiempo después él había
comentado: “Extraño visitar de nuevo ese lugar”».
José no estuvo seguro si fue un sueño, pero él estuvo
seguro que había sido un viaje astral, ya que los sueños
son cortos y se olvidan pronto, pero los viajes astrales
perduran.
Había comprendido con ese viaje que todos tenemos
acceso a ese cielo, sin distinción de credo, raza, color y
creencias.
El humanoide le estaba haciendo entender que no era
necesaria una creencia para alcanzar el Cielo, el Paraíso
o el Edén, sino solamente alimentar la energía positiva.
Un momento después José le formuló una pregunta:
—¿Así como son ustedes, seremos los humanos?
—No en realidad, a menos que asciendan a mundos
más sutiles. Pero no venimos a explicar cómo funciona el
cosmos, sino a advertir a los humanos sobre la destruc-
ción de su “otro ser”, por causa de las energías negativas
que son absorbidas por ellos mismos.
—¿Por qué están ustedes tan preocupados por noso-
tros? ¿Existe acaso alguna unión entre ustedes y noso-
tros?
—Durante millones de años la evolución de la huma-
nidad se hizo muy paulatinamente, hasta hace 70 millo-
nes de años. Sus científicos todavía no tienen una res-
puesta satisfactoria para explicar el cambio que viene
acompañada de una aceleración en el desarrollo de la
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humanidad.
La única respuesta que han encontrado en su teoría,
es que seres avanzados de otros planetas procrearon con
los humanos, y que al mezclar su ADN extraterrestre con
el ADN humano, engendraron una raza más avanzada.
Sus teóricos también argumentan que es posible que
los antiguos dioses hayan sido en realidad seres muy
avanzados venidos de otro planeta, y que tus ancestros
llegaron a divinizar; ya que era la única forma como pod-
ían explicar lo que estaban presenciando.
El ser hizo una pausa antes de continuar.
—La respuesta a esta teoría, es verdad. Los antiguos
en sus leyendas le daban el crédito a los dioses por haber
traído la civilización a la humanidad, y afirmaron que en
efecto hubo una unión ya hace mucho tiempo entre noso-
tros y la humanidad. Añaden también los motivos por la
que se llevó a cabo esta unión. La respuesta a su teoría es
que en efecto sí hubo tal unión, pero no en el sentido en
que se cree.
José se encontraba atónito. Sentía que había descu-
bierto un secreto muy bien guardado y sin pensarlo, co-
menzó a temer por su vida.
Presentía que si alguien se enteraba de lo que el ex-
traterrestre le estaba narrando, se vería acosado por agen-
tes de la CIA o el FBI durante toda su vida.
—Al haber este tipo de asociación, —Continuó el
humanoide— los humanos tuvieron un gran salto en su
desarrollo. Debes saber que esa alianza no se hizo en un
aspecto sexual, sino vibratorio. Por eso te pregunté si
habías tenido algún contacto sexual con nosotros.
Su mente trataba de asimilar toda esa información.
Se sentía privilegiado por ser el portador del conocimien-
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Capítulo II
su recámara.
Mas tarde, al acostarse él y su esposa, no dejaba de
pensar en los sueños que tenía, parecían tan reales.
Al día siguiente se presentó como siempre, en su tra-
bajo. Le parecía que ya había estado en ese lugar. Veía la
misma gente, los mismos clientes.
Sentía que su jefe le decía las mismas cosas.
Le llamó y le dijo:
—José, prepárate porque te vas a ir a Morelia a un
evento muy importante el día 19 de Diciembre.
A ese evento le parecía como si ya hubiera acudido,
y por más que trataba de recordarlo no lo lograba, pero
tenía vagamente un recuerdo de que había tenido una
mala experiencia con el regreso.
Se sentía extraño con los constantes “deja vú” que le
llegaban. Además faltaba un mes para el evento al que
debería asistir.
Tenía una deuda enorme con la tarjeta American Ex-
press y lo acosaban constantemente los cobradores por
teléfono. Pero no podía dejar de contestar el teléfono, ya
que él era el organizador de los eventos para la compañía
con la cual trabajaba, por tal motivo le llamaban constan-
temente a su casa.
Esa mañana sonó el teléfono, y al contestar escuchó
la voz del mismo licenciado encargado del cobro de la
tarjeta.
Después de escucharlo por espacio de veinte minutos
José pensó: “Si no hubiera comprado esto o aquello”.
Pensaba que si se pudiera cambiar el tiempo y viajar al
pasado, no “hubiera” comprado eso que le estaba trayen-
do consecuencias incómodas.
Se llegó el día del evento y estuvo muy atento a toda
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la voz de ella:
—¿Bueno?
—¿En dónde estás?—. Le preguntó de nuevo.
—En el trabajo. ¿Por dónde vas tú?
No supo que responderle y se le ocurrió decir:
—Estoy en la casa.
—¿Tan pronto? Te he dicho que no corras—. Le dijo
antes de cortar la comunicación.
Se quedó sin saber qué pensar.
No sabía si dormir un poco para recuperar el pasado
al que estaba viajando constantemente, al menos así lo
pensó; ya que sus sueños eran siempre sobre su vida pa-
sada.
Habían pasado unos minutos cuando escuchó el rui-
do del motor del auto estacionándose frente a su casa. Se
asomó por la ventana del piso superior, y se vio a sí mis-
mo descender del vehículo, y adentrarse en la casa.
Descendió rápidamente los escalones para enfrentar-
se a su “otro ser”. Al llegar a la planta baja, escuchó la
puerta cerrarse y salió inmediatamente para ver a donde
se había dirigido. La calle se encontraba vacía. No había
nadie.
Regresó y vio las llaves del automóvil, colgadas tras
la puerta donde siempre las dejaban. ¿Cómo era posible
que se hubiera desaparecido inmediatamente?
Llegó a creer que estaba perdiendo la cordura.
Necesitaba platicar con alguien sobre lo que le ocurr-
ía.
Después de darse un baño y vestirse, decidió salir a
buscar a su amigo JC.
Momentos más tarde se encontraba conduciendo
hacia la casa de su amigo. Al llegar a una luz roja, se de-
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ra.
—¿Por qué? Si tengo permiso hasta el miércoles.
—Es que tu papá falleció hoy—. Le dijo su esposa
titubeando.
—¿Qué?—. Preguntó angustiado.
“¿Cómo era posible?” —Pensó— “Si lo darían de
alta en tres días, y además se encontraba estable antes de
venirme”.
—¡No es cierto! —Le dijo a su esposa— ¡Si se en-
contraba estable cuando salí de Guadalajara!
—Tuvo otro infarto al llegar al hospital del Seguro
social y falleció—. Le dijo su esposa.
“No era posible”. —Pensó— “Yo hice la llamada y
se había salvado”.
No podía contener el llanto preso de la frustración
que estaba sufriendo. Era como si viviera doblemente la
muerte de su padre.
Esa misma tarde se regresaron a Guadalajara, llegan-
do a la funeraria a las 11 de la noche. Su padre ya estaba
en el ataúd. José no había alcanzado a darle un reloj co-
mo regalo de cumpleaños, el cual ya había pasado. Todo
se repetía de nuevo. Con la excepción de que su padre no
había fallecido un lunes, sino que ahora había fallecido
un día después, el martes 22 de Diciembre.
Así que cuando su esposa le dijo que su padre había
muerto el día 22 de Diciembre, ya comenzaba a entender
lo que ocurría.
No se podía alterar el curso de los acontecimientos.
Al día siguiente, después del sepelio; se regresaron a
Mazatlán. Habían llegado un día más tarde.
José debería haberse presentado a trabajar el miérco-
les 23 y se presentó el jueves 24 de Diciembre. Se pre-
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Capítulo III
dad.
Ptah tenía razón.
José pensó en cómo se vería él, entrevistando a un
sobreviviente del Titánic en medio del helado mar del
Atlántico. ¡Lo mandaría a volar!
El humanoide lo interrumpió:
—Déjame decirte que “tu Hitler” fue visitado en la
Tierra anteriormente por extraterrestres, y recibió la or-
den de exterminar a todos los de la raza judía debido al
ADN que tenían de los antepasados Egipcios y Atlantes,
a cambio de tecnología extraterrestre para la fabricación
de armas. Alemania fue la primera en dar a conocer sus
armas en el mundo, debido al apoyo de los extraterres-
tres. Su país fue uno de los que experimentó el primer
arsenal bélico y científico. Alemania trató de continuar
con los experimentos que habían realizado los Atlantes, y
además trataron de crear mutaciones con los humanos,
para ello tomaron a la raza judía para experimentar, trata-
ban de crear un súper-soldado.
Ptah había respondido a la inquietud que tenía por
saber las causas que tuvo Hitler para cometer tal genoci-
dio.
Decidió en ese momento escribir todo lo que le había
dicho. Ya buscaría a la persona a quien contarle todo lo
que había aprendido, esperaba que no lo juzgara un loco,
debido a la reputación que ya había adquirido en Ma-
zatlán.
Sus cavilaciones fueron interrumpidas con una sen-
tencia:
—¡No intentes cambiar tu mundo paralelo!
Dicho eso, se alejó hacia la intensa luz que lo cegó
más que otras ocasiones. Eso le pareció extraño ya que
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Capítulo IV
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Capítulo V
su oficina.
Se quedó paseando por el lobby del hotel, haciendo
tiempo para tratar de encontrarse con el gerente.
Se acercó al capitán de los “Bell boy” y le preguntó:
—Disculpe. ¿El señor Martínez sale a comer a su
casa?
—Sí —Le dijo mirando su reloj— pero hasta las dos
de la tarde. Faltan dos horas para que se retire.
—¿Y por donde sale cuando se retira?
—Pasa por aquí y se dirige a su coche que está esta-
cionado allá en el estacionamiento—. Le dijo señalando
el lugar donde se encontraba el vehículo.
Permaneció esas dos horas paseando por el lobby del
hotel y de vez en cuando salía al estacionamiento, para
regresar de nuevo y sentarse a leer unas revistas que esta-
ban sobre una de las pequeñas mesas del lobby.
Al cabo de dos horas el capitán de los “Bell boy” le
hizo una seña, de que ya venía el gerente por el pasillo.
José se levantó de inmediato y corrió a su encuentro.
—¿Señor Martínez?—. Le preguntó.
El gerente se detuvo para mirarlo y le dijo:
—Si, a sus órdenes.
—Permítame presentarme, vengo a ofrecerme como
gerente de bodas y banquetes en su hotel, se de antemano
que ya tienen uno, pero permítame presentarle mi siste-
ma de trabajo y mi experiencia que tengo en organizar
banquetes en la ciudad de México.
—¿Es del Distrito Federal?—. Le preguntó sonrien-
do.
—Sí—. Le respondió.
—Yo también —Le extendió la mano y le pre-
guntó— ¿Cómo se llama?
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Le comentó sonriendo.
—El “tío Sam” es la personificación nacional de Es-
tados Unidos. El primer uso de la expresión se remonta a
la Guerra de 1812 y su primera ilustración gráfica fue en
1852. Habitualmente se representa como un anciano,
gesto serio, pelo blanco y barba de chivo, vestido con
ropas alusivas a los símbolos nacionales de los Estados
Unidos.
—No cabe duda que por eso eres un gran renombra-
do maestro universitario, y que tus libros históricos tie-
nen gran aceptación en las escuelas—. Le dijo alabándo-
lo.
—¿Cómo fue que los gobiernos contactaron a David
Chapman para cometer el asesinato? ¿Era miembro de la
CIA?
—No era de la CIA. Te dije que existen abducciones
creadas por los militares—. Respondió James.
—¿En naves espaciales?
—No exactamente, sino estos son secuestros a nivel
terrestre, llevados a cabo con vehículos privados con
cristales negros, además de estar blindados.
—Al estilo de la CIA.
—¡Exacto! El proyecto “Mannequin”, es un progra-
ma para crear genéticamente asesinos, agentes de espio-
naje y agentes especiales. Y como te comenté anterior-
mente, la mayor parte de la gente no es consciente de la
forma como ha sido “reclutada” por parte del programa,
debido al procedimiento de borrado de la memoria.
Estos secuestraron a David Chapman y lo llevaron a
una de las bases subterráneas que existen debajo de la
tierra. Le lavaron el cerebro, y le borraron de la memoria
todo lo relacionado con el secuestro, pero lo programa-
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James.
José permaneció unos momentos analizando toda la
explicación dada por su amigo.
—¡Salud!—. Lo interrumpió James levantando la
lata de cerveza.
—¡Salud!—. Respondió José.
Luego le hizo una pregunta:
—¿Cómo funciona el proyecto “Mannequin”, y qué
sucedió con los reptilianos?
—La NSA busca gente de cierto linaje, esta gente
son principalmente de líneas familiares celta o de sangre
azul, es decir; aristocráticas. La gente con este tipo de
genética tiene una predisposición para las habilidades
paranormales, dado que estas culturas han practicado las
habilidades paranormales durante generaciones. Estos
individuos tienen un factor sanguíneo de RH negativo.
—¿Puede ser posible eso de la genética, y que perdu-
re por años incluso por siglos?
—Sí. Puedes observarlo en los rasgos de la raza lati-
na, tienen más actitudes parecidas a los italianos que de
los mismos españoles. Es decir, el comportamiento ex-
plosivo y arrebatado que tienen, son más parecidos a los
italianos, que al contrario de los españoles, quienes son
más pasivos y aletargados.
José recordó a Ptah cuando le narró sobre la aniqui-
lación de los judíos por parte de Hitler, debido a que pre-
servaban el ADN de los Atlantes.
Pero la pregunta sería ¿para qué querrían los extrate-
rrestres destruir lo que quedaba del ADN de los Atlan-
tes?
James continuó:
— Mis primeros recuerdos de la involucración en
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responder.
—Te llamé porque no quería que creyeras que pensé
que estabas loco, quería que supieras que todo lo que me
contaste ya lo he vivido, pero no personalmente, excepto
lo referente a los “Grises”. Precisamente yo también re-
cibí hoy la visita de uno de ellos.
Ahora José era el sorprendido.
—¿Y cuál es la razón?
—Lo desconozco, pero estos no son científicos, son
mercenarios o soldados. Su misión es exterminar o liqui-
dar lo que afecte a su raza.
—¿Acaso quieren exterminarnos?—. Preguntó asus-
tada Susana.
—No lo sé, pero tampoco estoy muy seguro si real-
mente sean extraterrestres o es un holograma militar,
creado por ellos para hacernos creer que son extraterres-
tres los que nos visitan.
La esposa de José alargó su brazo para tomar la ma-
no de su marido, en señal de preocupación.
—¿Y qué es lo que quieren de José?—. Le preguntó.
—Lo desconozco.
Se hizo un gran silencio entre los tres.
Entonces la esposa de José tomó la palabra:
—Yo quiero contarles algo que me sucedió hoy por
la mañana cuando salí de casa.
José quien se encontraba de pie, tomó asiento dis-
puesto a escucharla, mientras su amigo James permanec-
ía de pie.
—Al salir de la casa me dirigía al trabajo, y al llegar
a la esquina, te vi parado con María de la mano.
José se quedó mirándola fijamente al recordarlo.
—Escuché la voz de María que me gritó, y al volte-
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Capítulo VI
dijo:
—¡Hay alguien en la casa!
José le respondió:
—Posiblemente María. ¿Quién más podría ser?
Al abrir la puerta, la perra los recibió con ladridos, y
meneando la cola.
Les dio tranquilidad, debido a que sus ladridos eran
de felicidad por haberlos visto llegar.
Al entrar vieron detrás de la cocina una sombra. El
instinto de José se alertó, se disponía a tomar el martillo
del estudio, cuando escuchó la voz de su esposa:
—¡María! Ya llegaste.
—Si mami, perdón por llegar tarde.
Se tranquilizó al escuchar a su esposa.
Era su hija que se encontraba en la cocina preparán-
dose algo de cenar.
José miró el reloj de la pared de la cocina, y su espo-
sa también volteó a verlo, y se dieron cuenta que marca-
ba las 3:15 de la madrugada.
Ella hizo un comentario:
—Ese reloj está mal. Ya se le están terminando las
baterías, se retrasó mucho y está marcando otra hora.
Y dirigiéndose a su hija le dijo:
—No es tan tarde María.
Consultó el reloj de su celular y vio que no estaba
equivocada la hora. Frunciendo el ceño preguntó:
—¿Tan tarde salimos de con JC?
Su marido no supo que responderle. Los extraterres-
tres los habían retenido con ellos más de tres horas.
Su esposa creía que eran apenas las 11.30 de la no-
che, debido a que la casa de JC estaba a solo 20 minutos
de distancia de la de ellos
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Se quejó ella.
No se había dado cuenta que debido al nerviosismo y
excitación que estaba padeciendo, se la había apretado
con demasiada fuerza.
La soltó y caminaron sin detenerse.
Dieron la vuelta en una esquina, y se encontraron
con otras personas, que más bien podría llamarlos seres,
ya que no presentaban ninguna emoción.
Se les quedaron mirando fijamente.
—¡No te detengas!—. Le dijo su marido.
Ella se detuvo y le dijo:
—Regresemos a la casa es más seguro.
José aceptó su sugerencia, y regresaron caminando
por otra calle, para evitar pasar de nuevo delante de esas
personas.
Al regresar se dieron cuenta que se encontraba vacío
el fraccionamiento.
Lo que antes había sido un espectáculo lleno de tan-
tos vecinos presenciando la persecución del ovni, ahora
se encontraban desiertas las calles internas del fracciona-
miento.
Alcanzó a ver que tras las cortinas de algunas casas,
se asomaban algunas personas, como si tuvieran miedo.
—No hay nadie en la calle—. Comentó José.
—¡Vamos a la casa!—. Le dijo ella, y en seguida lo
tomó de la mano.
José sintió la mano de ella muy fría, como si hiciera
demasiado frío. Lo atribuyó a que quizás era debido al
miedo que estaba sintiendo.
Conforme caminaban dentro del fraccionamiento,
José no dejaba de sentir que era observado por personas a
través de las cortinas. No estaba seguro si eran sus veci-
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nos.
Al llegar a su propiedad, su esposa le dijo:
—Espera aquí, deja veo quien está dentro de la casa.
Le pareció extrañó que le dijera eso.
Ella era un poco temerosa. El que debería entrar a
revisar la casa era él, no ella.
—Yo entro primero—. Le dijo, a lo que ella respon-
dió:
—Tú entra por el estudio y yo por la puerta princi-
pal.
Cuando se disponía a entrar por la puerta del estudio,
su esposa le dijo:
—¡Aquí está María!
José regresó y lo que vio lo llenó de terror.
Su esposa se dirigió hacia donde estaba su hija, y le
vio la espalda.
¡Era un extraterrestre del tipo reptiloide!
Había tomado su lugar. Por eso había sentido su ma-
no muy fría y viscosa, y ahora se disponía a atacar a su
pequeña hija.
Sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre ella de-
rribándola en el piso. Con una agilidad impresionante, su
esposa o mejor dicho; el reptiliano, se desprendió de su
abrazo y saltó hacia el otro extremo de la sala.
Los separaba únicamente la mesa del comedor, y
José no podía llegar hasta ella.
Comenzó a rodearla y escuchó a su hija decir:
—¡Papá! ¿Qué haces?
—¡Ponte a salvo! Sal de la casa.
Su hija obedeció y salió mirando a través de la puer-
ta de la calle, lo que ocurría dentro.
De pronto el reptiliano se abalanzó sobre él y en ese
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co.
—Si doctor.
—¿No recuerda exactamente cuánto tiempo hace que
dejó de tomarlas?
—Creo que como tres meses doctor.
José dejó de mirarlos y pensó en su amigo JC, cuan-
do le había dicho que las abducciones eran de origen te-
rrestres llevadas a cabo por los militares.
Estaba completamente seguro de que eran ellos, y
estaba seguro de haber visto las identificaciones de la
CIA en uno de los hombres de blanco.
Sintió en su hombro una mano y al voltear vio que
era su esposa y le gritó:
—¡Aléjate maldito extraterrestre y devuélveme a mi
esposa!
—¡Tranquilízate por favor!—. Le dijo ella.
Trató de zafarse, pero las correas se lo impedían.
Su esposa dio la vuelta y salió de la habitación, se-
guida por el hombre de blanco. De repente ella sintió una
ligera vibración en las piernas que la hizo tambalearse.
—¿Le sucede algo?—. Preguntó el médico al verla a
punto de caer.
—No, solo que sentí una ligera descarga de electrici-
dad en las piernas.
José se quedó solo atado a la cama, con una botella
colgando de suero en uno de sus brazos. No dejaba de
pensar en su hija María y la suerte que había corrido.
Todos los días era lo mismo.
Lo visitaba el hombre que parecía ser un médico;
para enterarse de su estado, lo obligaban a tomar los me-
dicamentos y a veces le aplicaban una inyección intrave-
nosa. Le daban sus alimentos y lo dejaban libre dentro de
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Capítulo VII
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ción.
José trataba de asimilar lo ocurrido.
El médico continuó:
—Su hija al ver que usted estaba golpeando a su ma-
dre llamó a la policía y ellos llegaron junto con la ambu-
lancia de la Cruz Roja. Una vez que lo pudieron someter
a base de tranquilizantes, lo trasladaron al hospital Sharp,
para posteriormente ubicarlo en esta institución.
José no comprendía lo que le estaba diciendo el
médico. ¿Cómo era posible que hubieran llegado tan
rápidamente?
Estaba completamente seguro de lo que había visto.
Y estaba seguro que era un reptiliano quien lo había ata-
cado, había sentido su mano fría y la viscosidad en ella.
Creyó que lo quería volver loco el médico.
Estaba seguro que fueron agentes de la CIA los que
lo habían encerrado en ese lugar. Además también estaba
completamente seguro de que no habían podido borrarle
la memoria.
De lo que si no estaba seguro era cuando lo iban a
soltar. Necesitaba asegurarse de que su familia estuviera
bien.
—Doctor. ¿Y cómo esta mi familia?
—Ellas están bien, solo que un poco preocupadas
por su comportamiento agresivo.
—¿Cuándo las veré?
—Ya le dije que después de que le hagamos una eva-
luación.
José ya no dijo nada. Debía tratar de salir de ese ma-
nicomio, y la única manera de lograrlo era haciéndoles
creer que se estaba cuerdo.
Cada día era lo mismo, preguntas por parte del médi-
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
quiatra Phillips.
Tomó la grabadora que le había entregado Susana y
la encendió.
Escuchó la voz de José decir:
última.
—¿Cómo sabes?
—Bueno. Me imagino. ¿O no lo crees?
—¿Qué bonito está el jardín. ¿Verdad?
—Si”.
trapeador.
—¿Cómo se llama?
—Arturo.
—Yo me llamo José.
El hombre solo exclamó algo inaudible.
José comprendió que el hombre era parco para con-
versar, o le tenían prohibido conversar con los internos.
Se puso de pie y se acercó a él conforme iba avan-
zando mientras limpiaba, y le dijo:
—¿Sabe? Me dedicaba a limpiar casas cuando traba-
jaba en Estados Unidos, y de verdad que me siento des-
esperado sin hacer nada. ¿Me permite que le ayude a tra-
pear?
El hombre volteó a verlo y sin decir ninguna palabra,
estiró el brazo y le entregó el trapeador.
José lo tomó y comenzó lentamente a limpiar el piso,
siendo observado por el hombre quien le dijo:
—Voy un rato al baño. Limpie bien por favor,
—Si, no se preocupe.
Lo vio introducir la llave en la cerradura de la gran
puerta para abrirla, cruzó la puerta y después de cerrarla,
escuchó cuando por el otro lado de la misma, hacia fun-
cionar la cerradura.
Pasados algunos minutos, José lo vio regresar, ejecu-
tando la misma operación de cerrado. Estuvo atento mi-
rando cuál era la llave que abría la puerta.
—¿Cómo quedó?
—Muy bien—. Le dijo el empleado.
Tomó su herramienta de trabajo y se dirigió a la gran
puerta, dejándolo encerrado en compañía de otros inter-
nos.
Los días transcurrieron sin ninguna novedad. Una
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
pertenece.
—No podemos descender a tu planeta en masa por-
que tu gobierno trataría de destruirnos, ya que están apo-
yados por varias razas peligrosas de extraterrestres. La
humanidad no se interesó por aprender a evolucionar en
conciencia, sino en armamento.
Hizo una pausa antes de proseguir:
—Podríamos repeler el ataque, pero no somos hosti-
les ni venimos a tu mundo a eso. Si lo hiciéramos se vol-
vería a extinguir la humanidad, ya que se libraría una ba-
talla a nivel atómico entre los Grises y La Confederación,
es decir; todos los grupos de extraterrestres que pertene-
cemos a ella.
José miraba distraído a la Luna en cuarto menguante
reflejada a lo lejos en el Océano Pacífico, sin dejar de
pensar en todo lo que le había confiado.
—¿Por qué estos Rigelianos Nórdicos que se convir-
tieron en Grises, son tan hostiles y peligrosos?
—Debido a la mutación que experimentaron cuando
estalló la Gran Guerra. El impacto ambiental modificó
toda la atmósfera y con ello todo tipo de raza Rigeliana,
incluyendo la forma de ser, pensar y actuar. Es decir
mente, cuerpo y alma fueron modificadas.
José recordaba el ingrediente básico de la vida que le
había hecho saber Ptah.
—¿Cuantas razas de extraterrestres buenos hay?
—Somos varias. Están los Pleyadianos quienes son
un conjunto de entidades procedentes de las siete estre-
llas que nosotros conocemos como Las Pléyades.
Ellos son los ancestros suyos, incluyéndonos a no-
sotros mismos. Ellos aportaron su ADN para que el sur-
gimiento de la raza humana fuera en la Tierra. Fueron los
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
la:
“La humanidad no está interesada en evolucionar en
conciencia”.
Y si la Tierra había sido de verdad una prisión del
Universo, entonces; ¿que se podría esperar de los actua-
les “presos” poderosos que están gobernándolo? Si de-
ntro de cada prisión en el mundo existe la lucha por el
poder y el control de la misma. ¿Qué podría esperarse
entonces de un planeta en donde el poder lo tiene el más
poderoso? Y más si se cuenta con la ayuda de extrate-
rrestres malévolos como los Draconianos y los Grises.
Sus pensamientos fueron interrumpidos nuevamente
por Khyla:
—Están también los Alfa Centauris, otra raza de ex-
traterrestres que están desempeñando un papel significa-
tivo en asuntos de los humanos.
Los Alfa Centauris son una de las razas que visitan
con más frecuencia la Tierra, proporcionan una forma de
santuario y protección a los humanos que desean ayuda
para escapar de las políticas represivas del “gobierno a la
sombra” estadounidense.
Hay transbordadores regularmente de tu planeta
hacia Alfa Centauri 4, lo cual es un puerto seguro para
personas buscadas por el gobierno de los Estados Uni-
dos. Hay un tratado sobre esto. Toma aproximadamente
12 horas llegar a ellos. Ellos toman a toda la familia, lo
que implica hermanas, hermanos, padre, madre, lo que
fuese, y los llevan con ellos. En la actualidad estas perso-
nas todavía están allí.
—¿Quién opera el transbordador?
—Probablemente el gobierno de Alfa Centauri, pero
no lo sé. Regularmente hace el viaje dos veces por sema-
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
biernos.
—¿Y cómo son estos Arcturianos?—. Preguntó José.
—Ellos son la raza Azul.
—¿Son azules?
—En realidad no. Los Arcturianos trabajan en estre-
cha relación con los maestros ascendidos, a quienes ellos
llaman la “Hermandad del Todo”. También trabajan es-
trechamente con lo que ellos llaman el “Comando Galác-
tico”.
Los Arcturianos viajan por el Universo en sus naves
espaciales, que son las más avanzadas en el Universo en-
tero.
Una de las razones por las cuales la Tierra no ha sido
atacada por belicosos extraterrestres negativos, ha sido el
miedo de estas civilizaciones, y a las avanzadas naves
estelares de los Arcturianos. Sus naves son de una tecno-
logía mucho más avanzada.
La sociedad Arcturiana es gobernada por los ancia-
nos, quienes son venerados por la gente de Arcturo por
su avanzado conocimiento, sabiduría y frecuencias vibra-
torias extremadamente altas. Cuanto mayor sea la fre-
cuencia de vibración, más cercano se está a la Luz, o
Espíritu.
Cada 3,600 años se envía a un Arcturiano a la Tierra
para tratar de hacerles entender nuestro mensaje, de que
vibren junto con la Tierra. De hecho uno de los Arcturia-
nos más cercanos llamado Micael, permaneció con uste-
des hace 2 mil años. El trató de enseñarles que el ingre-
diente fundamental para vivir en la quinta dimensión, es
el amor.
La negatividad, el miedo y la culpa deben ser supera-
dos, y deben ser cambiados por el amor y la luz. Él trató
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esencias.
¡Ellos mismos eran espíritus!
Hasta ese momento recordó cuando Khyla había di-
cho “nuestro” mundo. Tarde comprendió la razón de que
Khyla le hubiera calmado los dolores en la espalda, nu-
ca y tobillo.
Recordó cuando le dijo que el cuerpo era regenerado
tras la muerte. ¿Pero por qué a él?
Adivinando sus pensamientos, Khyla alcanzó a ex-
plicarle antes de que fuera atrapado por el bajo astral.
—¡Te caíste de la barda del hospital y perdiste la vi-
da!
Ya no alcanzó a pronunciar palabra alguna.
Khyla había avanzado muy rápido hacia Marduk de-
bido a que él era energía pura, en cambio José al soltarse
de la mano de Khyla, se sintió arrastrado por el bajo as-
tral debido a la carga de energías negativas que aún tenía.
Comprendió que ellos venían a clonar al “otro ser”
de aquellos que estaban próximos a su muerte, y que él
había sido uno de los seleccionados.
De pronto, se encontró girando dentro del bajo astral,
la energía de su cuerpo lentamente se iba fusionando con
otras energías, las cuales se fueron adhiriendo a él como
si fueran cardos.
Pudo observar cómo el color verde de su energía
cambiaba de color. Primero cambió a un color rojo, para
inmediatamente modificar a azul oscuro. Los colores va-
riaban y se dio cuenta de que la energía de su Aura esta-
ba siendo absorbida por el bajo astral.
Pareciera como si su Aura fuera absorbida por un
agujero negro inexistente.
La corriente era muy rápida y no lograba adherirse a
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Capítulo VIII
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por su planeta.
—La región del Sur, que era enemiga acérrima nues-
tra, creyeron que habíamos descubierto alguna tecnolog-
ía, como para neutralizar sus misiles energéticos, enton-
ces se rindió.
—¿Nunca supieron los del Sur que ustedes los del
Norte desviaron la trayectoria del misil hacia otro plane-
ta?
—No, no lo supieron. Pensaron que lo habíamos
neutralizado con un campo gravitatorio. Esta circunstan-
cia los impulsó a la paz y ahora los científicos del Sur
están cooperando con los del Norte en los experimentos
sobre el ADN. Esto es lo que se ha hecho con la tecno-
logía de ustedes. Nos hacía falta un investigador que pu-
diera lograr corregir la cadena del ADN, porque nuestra
raza estaba muriendo.
José comprendió las razones poderosas que tenían
los extraterrestres para secuestrar el avión.
—Tengo una pregunta.
Rosenberg lo miró y asintió con la cabeza, invitán-
dolo a preguntar.
—¿Los pasajeros del avión que ahora están en Bella-
trix. ¿No extrañan a sus familias?
—Sí, por supuesto, y muchos de ellos están con es-
pecialistas, en lo que aquí se llaman psicólogos. Algunos
han propuesto incluso abducir a sus familiares para estar
juntos nuevamente, pero los seres de Bellatrix se han ne-
gado sosteniendo que ellos para la Tierra ya están muer-
tos, y así deben ser considerados. Se les ha dicho que tie-
nen que hacer de cuenta que están viviendo una vida
prestada.
—¿Se han adaptado estas personas a ese otro plane-
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
ta?
—Sí, se han adaptado perfectamente, incluso tienen
libertad para trabajar en lo que deseen o estudiar, ya sea
música, literatura u otras artes.
—¿Y qué pasó con las torres gemelas? ¿Hubo aquí
alguna intervención extraterrestre?
—No, no hubo ninguna intervención extraterrestre.
—¿Entonces cómo fue? De hecho había un ovni vo-
lando cerca de las torres.
Rosenberg permaneció en silencio.
José lo aprovechó para hacer un comentario:
—En Septiembre de 1985 hubo un terremoto en la
ciudad de México, dejando varios edificios muy dañados.
Después de un tiempo, contrataron a especialistas en de-
moliciones y los derribaron a través de implosiones, pero
los expertos tardaron varios meses en prepararlos y
además lo hicieron poniendo cargas explosivas en varias
partes del edificio a derrumbar, cuidadosamente seleccio-
nadas. Cuando vi derrumbarse las Torres Gemelas pensé:
“esto es una implosión”. ¿Quienes llevaron a cabo la des-
trucción?
—Empecemos por lo primero. El piloto que coman-
daba el Boeing que pretendía impactar contra el Pentágo-
no, era realmente un novato, pero los pilotos que iban al
mando de los dos aviones que impactaron en las torres
gemelas no eran novatos, sino muy expertos y sabían
muy bien lo que estaban haciendo.
—¿Porque todos dijeron que los pilotos eran inex-
pertos? Mi pregunta es: ¿Quiénes fueron los saboteado-
res que pusieron las cargas explosivas dentro de los edifi-
cios de las torres?
—Creo que usted ya sabe esa historia.
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controles.
—¿De dónde viene esta nave?—. Le preguntó José.
—Del espacio.
—Sí. ¿Pero a quien pertenece?
—A los Grises.
José recordó a los que lo abdujeron para hacerles
pruebas.
—¿Qué es eso? —Dijo señalando las consolas—
¿Por qué tiene tantos de esos aparatos?
—Son los amplificadores—. Le respondió Wolf.
—¿Cómo funcionan?
—Un amplificador operacional, es un dispositivo
electrónico que tiene dos entradas y una salida. La salida
es la diferencia de las dos entradas multiplicada por un
factor: Vout=G. El más conocido y comúnmente aplica-
do es el UA741 o LM741.
José no entendía nada de física ni de electrónica.
No perdía detalle de lo que veía.
Era como si las partes hubieran sido fundidas y lue-
go moldeados con estas formas curvilíneas. Incluso las
uniones entre las paredes y el piso.
El interior era esencial, muy abierto. El uso del espa-
cio interior parecía en absoluto funcional.
Tenía tres pisos o puentes. El más bajo albergaba
esos amplificadores montados sobre bases móviles. En el
puente central, desde donde se podía acceder al interior
de la nave; estaban los asientos y había más amplificado-
res, luego estaba el puente superior.
—¿Qué hay más arriba?
—Este es un sector muy limitado al acceso de todo
el personal, excepto ciertos científicos y militares de alto
rango.
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
mos en él.
Wolf continuó explicándole:
—El Área 51 desde sus orígenes fue un terreno de
pruebas militares secretas para desarrollar la más alta tec-
nología bélica. El Gobierno de los Estados Unidos estaba
investigando nueve platillos voladores, e intentaban
adaptar la tecnología alienígena a sus propios proyectos.
Larry se retiró y quiso publicar todo lo que aquí había
visto, pero la agencia se molestó y le mandó unos avisos.
—¿Qué avisos?
—Tanto él como su mujer recibieron varias amena-
zas de muerte.
José recordó la carta de su amigo James.
—En Noviembre del mismo año, decidió aparecer
públicamente para evitar mayores riesgos y describió el
lugar secreto, conocido como S-4, cercano al lago Papoo-
se.
—¿Dónde está eso?
—Aquí mismo, en el interior del Área 51, y es donde
se guardaban las naves originales alienígenas.
—¿Cómo es que se elevan?
—Esta nave cuando la probamos se elevó generando
un pequeño silbido. Por debajo de la nave, emanaba una
luz azul, probablemente debido al altísimo voltaje que
generaba. Pero a medida que ganaba altura, la luz des-
apareció y parecía como si flotara suavemente en el aire,
para poco después posarse sobre el suelo, todo de una
manera muy tranquila y en absoluto silencio.
—¿Proseguimos?—. Le dijo Wolf invitándolo a sen-
tarse en la silla.
Lo llevó por un pasillo hasta llegar a una especie de
cámara tipo museo. El científico abrió la puerta, y José
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
ña parte de la historia.
Al escuchar los nombres de los servicios de espiona-
je, José recordó cuando su amigo James trabajaba para el
MI-6
—La NASA tiene dos agendas, una pública y otra
secreta, y ha jugado un papel integral en la ocultación de
los ovnis. Ellos han sido designados como una de las or-
ganizaciones principales, para contarle al mundo final-
mente la realidad extraterrestre. La reciente fotografía de
la cara de Marte, que muestra una imagen muy diferente
de la previa, ha sido amañada por la NASA. Ellos creen
que la humanidad no está preparada para este grandioso
conocimiento. De hecho tenemos en Marte estructuras
artificiales y hay bases del gobierno secreto tanto en
Marte como en la Luna.
—¿Entonces es verdad todo sobre los videos que cir-
culan en Youtube sobre esas bases?
—¿Qué es Youtube?—. Preguntó extrañado Wolf.
—¿No visita usted esas páginas?
—No. Lo desconozco.
José pensó que para el doctor Wolf era una pérdida
de tiempo navegar por internet, viendo cosas sin impor-
tancia que los usuarios suben.
El doctor Wolf continuó:
—Incluso los Estados Unidos realizaron un viaje en
secreto a la Luna antes de 1969, de una forma no oficial.
Se pudo observar a los astronautas comunicándose con
extraterrestres mientras se encontraban en la Luna, y les
dijeron que se fueran del planeta. Esa es la razón por la
cual se canceló la última misión Apolo en el último se-
gundo. Algunos astronautas han muerto por contar la
verdad, ya que el gobierno secreto lo interpreta como una
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
“traición”.
—¿Cómo los asesinan?
—No dije asesinar, dije que han muerto. En esta re-
presión oculta, destacados ufólogos o investigadores del
fenómeno ovni, y miembros del gobierno satélite que
están ayudando actualmente a acabar con la ocultación,
han sido destruidos o suprimidos mediante dispositivos
de energía psicotrónica, dirigida en poder de la cábala
oscura. Gente como el Doctor Steven Greer y su ayudan-
te Shari Adamiak, el diputado del Congreso Steve Schiff,
el Coronel de Aviación Steven Wilson, el principal direc-
tor de la CIA y otros más, han muerto recientemente o
sufren una enfermedad relacionada con el cáncer. Parece
que no es una coincidencia.
José recordó las funciones de la estación HAARP.
—A través de experimentos genéticos encontré que
muchos seres humanos que están involucrados en la ufo-
logía, incluido yo mismo, tenemos marcas o señales de
genes extraterrestres. Precisamente esta genética es la
que les impulsa a interesarse por el tema.
José se tocó la mano en donde tenía una venda e in-
conscientemente se la tocó.
El doctor Wolf lo observó en silencio y le dijo:
—Así como tú has sido abducido, muchos de noso-
tros lo fuimos, y nos hicieron esos injertos y más prue-
bas. El problema es que hay un grupo de generales impo-
tentes, xenófobos y paranoides a cargo de la protección
de los cielos estadounidenses, que temen y odian a los
extraterrestres y que guerrean contra ellos. La llamada
cábala oscura utiliza armamento de la guerra de las ga-
laxias, incluyendo un rayo de partículas neutras para de-
rribar naves extraterrestres, y encarcelar a los supervi-
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
siado peligroso.
—¿Porqué lo querían eliminar?
—Mis superiores deseaban un soldado súper brillan-
te y súper poderoso que siguiera las órdenes sin miedo y
sin rechistar. Pero yo programé ética disimuladamente en
su inteligencia al darme cuenta de que el J. Omega tenía
un alma. Alteré su ADN y le proporcioné emociones y
sentimientos, es decir alteré la parte emotiva de su cere-
bro en conjunto con la parte espiritual. Cuando él se negó
a matar a un perro indefenso, mis superiores ordenaron
su pronta eliminación. J. Omega vive actualmente en
algún lugar de Estados Unidos.
—¿Entonces esta es la razón por la cual usted se en-
cuentra retenido, en contra de su voluntad?
—Y por otra más.
—Se puede saber?
—Si, por supuesto. Yo tenía un amigo pleyadiano
que se llamaba Saha-ra. Me hizo una confidencia, que
por supuesto mis colegas no lo saben, pero sus ojos son
como las calaveras de cristal. Son emisores y receptores
de energía e información. El ojo de un alíen emite infor-
mación.
—¿Qué son esas calaveras de cristal?
—Según mis colegas científicos, estas calaveras de
cristal son unos cráneos tallados en cuarzo transparente,
conocidos en la historia del arte como “cristal de roca”,
cuyos supuestos descubridores afirman que son artefac-
tos mesoamericanos precolombinos. Pero lo que me re-
lató mi amiga Saha-ra, es que son unos dispositivos deja-
dos hace millones de años por su raza, para que en su de-
bido tiempo o en caso de una destrucción del planeta, se
pueda recuperar toda la historia del planeta. No importa
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—Sí José.
—Rosenberg es de los “buenos o de los malos”?
—Clase 2.
—¿Qué eso?
—Un término que yo utilizo para diferenciar lo bue-
no de lo malo. El Uno es el bueno, lo demás es todo lo
negativo.
José comprendió enseguida a que se refería. Debía
tener cuidado con él, aunque no sabía cómo hacerlo.
Wolf continuó:
—El equipo Alfa-com descubrió que muchos extra-
terrestres de aspecto humano viven entre nosotros actual-
mente. Ellos pueden respirar nuestro aire y se parecen a
nosotros cuando caminan por la calle. Por ejemplo, alre-
dedor de unos mil tipos nórdicos están viviendo en Espa-
ña actualmente, disfrazados posiblemente de turistas con-
vencionales o de residentes europeos. También hay algu-
nos extraterrestres que prefieren vivir en instalaciones
subterráneas, de modo que ellos puedan controlar el me-
dio ambiente y adaptarlo a sus necesidades. Ellos utilizan
también escudos electromagnéticos donde las moléculas
son tan densas que nada puede atravesarlas. Todavía no
hemos explorado suficientemente los océanos profundos
o las cortezas internas de la Tierra. Los aliens se hacen
pasar por suecos en la costa del Sol. Hablan con un apa-
ratito y no defecan ni necesitan comer tanto como noso-
tros, se alimentan del aire. También existen extraterres-
tres muy humanos.
Llegaron a una gran sala en donde había una gran
ventana por donde se podía apreciar una gran cantidad de
naves espaciales, todas de un mismo tamaño.
José no pudo contener una exclamación al verlos.
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—¡Que maravillosos!
—En un momento entraremos para que las puedas
ver de cerca.
Wolf continuó explicándole:
—Un visitante de las estrellas de tipo nórdico, tiene
un aspecto de cara perfecta y muy sensible, ojos azules y
generalmente con el cabello rubio, alrededor de unos seis
pies de alto, algo así como 1.80 ms de estatura, y muy
limpios sin olor corporal, y se comunican principalmente
por telepatía. Pero mientras están en la Tierra utilizan
una pequeña caja de voz implantada para conversar con
los seres humanos. Sus órganos internos son muy pareci-
dos a los nuestros, aunque su sistema digestivo es dife-
rente. No necesitan comer cada día y sus células no mue-
ren porque su genética es diferente. Ellos tienen una base
en una isla de la Polinesia francesa y caminan libremente
entre sus habitantes.
Wolf le hizo pensar en Khyla.
—Los extraterrestres de tipo nórdico tienen mentes
poderosas. Ellos pueden abrir un portal dimensional a
través de un simple pensamiento y desaparecer física-
mente. He visto hacer esto. Ellos viven en un plano mu-
cho más alto que nosotros. Los pensamientos son energía
y los nórdicos utilizan un dispositivo de bolsillo que am-
plifica esta energía. También llevan cristales para el mis-
mo propósito. En resumidas cuentas, estos tipos nórdicos
tienen la piel extremadamente blanca, cabello rubio; ge-
neralmente largo y ojos azules.
Los testigos suelen describirles con una contextura
física atlética y de gran belleza. Por lo común, se les des-
cribe vistiendo un mono de color blanco o claro. Quienes
dicen haber estado en contacto con estos individuos, afir-
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
contando.
—No lo conozco.
José preguntó:
—¿Y cuando lo liberaran? O ¿cómo pretende salir
usted de aquí?
—Pues solo en ataúd.
José se angustió. Pensó que el correría la misma
suerte.
—Mi amigo James me comentó sobre ese proyecto
Majestic.
Wolf lo interrumpió:
—Imagínate lo contradictorio de todo esto. En el año
de 1990, en una calurosa tarde una nave extraterrestre,
escoltada por cazas F-16, aterrizó en Puerto Rico, en un
área turística poblada.
—¿Qué dice?
—Si, como lo oyes. Salieron los extraterrestres y ca-
minaron entre la población. Fue un ejercicio del gobierno
para probar la reacción del público. El Comandante de
esta isla escribió una carta a Bush declarando: “Al princi-
pio nos divertimos por todos los avistamientos, pero lue-
go la gente llegó a estar angustiada. ¿Qué les digo a
ellos?” El Presidente me pasó esta comunicación. Y se
selló todo con las palabras “T52-Exempt” que significa
que nunca se puede desclasificar esta carta.
—Hace tiempo —Continuó Wolf— Los extraterres-
tres me contaron que todos los mundos en la Galaxia
están conectados y que una bomba atómica como la de
Hiroshima, puede afectar a cada cultura diferente. Tam-
bién me explicaron que el pensamiento es energía y se
puede recibir en otros mundos porque no hay barrera
galáctica.
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—A terminar el trabajo.
—¿Qué me van hacer?
—Nada solo van a decodificar el “chip” que tenías
insertado en la mano.
—¿Para qué era ese chip?
—Para recabar toda la información.
—¿Y el que tengo en el cuello?
—Es para localizarte.
—¿Quién me lo insertó? ¿El gobierno o los extrate-
rrestres?
—Los extraterrestres, debido a la preocupación de
que abriste un portal en la dimensión del tiempo.
—Tengo una duda.
—Dime—. Le dijo, sin dejar de empujar la silla, tal
parecía que tenía prisa por llegar.
—Recuerdo que perdí la vida, eso me dijo Khyla, al
estar a las puertas de Marduk. ¿Cómo regresé a la vida?
El doctor Wolf, detuvo su carrera para mirarlo de
frente.
—¿Estuviste en Marduk?
—Si, al menos eso parece.
—¿Cómo es?
—Es como un mundo lleno de energías.
—¡Eso es lo que quieren los extraterrestres!—. Dijo
rascándose la barbilla.
—Si, lo sé. Pero, ¿Cómo lo van a obtener de mí?
—Por medio del chip, todo quedó registrado, incluso
el momento de tu muerte.
—¿Quien me devolvió a la vida?
—Con tecnología extraterrestre.
José dejó de hablar, y pensó en su esposa quien tam-
bién tenía unos chips en la mano y en el cuello. ¿Pero
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
porque a ella?
Al ingresar de nuevo al laboratorio, se asombró de
ver a tanta gente dentro, incluyendo a un Gris en com-
pañía de Rosenberg, quien se acercó para preguntarle:
—¿Listo para darnos lo que necesitamos?
—No sé que es.
—Ya lo sabrá.
Enseguida Rosenberg se dirigió al personal médico y
científico y les dio una orden:
—¡Prepárenlo!
Varios de los hombres de blanco se acercaron para
ayudarlo a subir a una camilla diferente.
Le despojaron de la bata y sin oponer resistencia,
subió a la camilla de metal, que al contacto con su cuerpo
desnudo, se estremeció, debido al frío del aire acondicio-
nado que había dentro del laboratorio subterráneo.
Le colocaron un artefacto de metal parecido a un
casco sobre la cabeza, y unos electrodos en el lado del
corazón.
Le colocaron unas pulseras en ambas manos que al
contacto con la piel, emitieron un ligero zumbido, y unas
pequeñas luces se encendieron.
José pudo observar que las luces variaban de color
verde y rojo.
—¡Listos!—. Gritó uno de los científicos.
El doctor se acercó a José y le dijo:
—No temas, no habrá dolor. Solo relájate para que
estés tranquilo y no opongas resistencia.
José recordó a su amigo James cuando le habló sobre
el “asiento de viaje”, pero en este caso no había tal silla,
sino una camilla de metal.
De pronto, vio cuando el doctor hacía un torniquete
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—¿Qué sucede?
—¡Hay un ovni volando cerca!
Marduk.
Rosenberg no podía disimular la satisfacción que
sentía al conocer la información que estaba esperando.
—¡Continúen!—. Ordenó.
De nuevo dejaron correr la información que estaba
almacenada en el chip, hasta llegar a los “corredores del
tiempo”
portado.
Le hizo una pregunta:
—¿En qué año crees que estamos?
José no supo que decir. Comenzó a comprender la
razón de porqué el doctor Wolf no veía videos en Youtu-
be.
¡Aún no existían!
No comprendía del todo lo que ocurría, se le ocurrió
preguntar:
—¿Cómo se llama usted doctor?
—Me llamo Michael.
Hizo una pausa y dijo:
—Soy el doctor Michael Wolf.
José lo miró horrorizado.
—¿Qué ocurre José?—. Le preguntó realmente pre-
ocupado. Presentía que había algo relacionado con él.
Su amigo James le había dicho que la CIA había ase-
sinado al doctor Michael Wolf en el año 2000. Pero
¿Cómo decirle al doctor que su destino ya está marcado y
que le quedaban siete años de vida?
—¿Qué ocurre José?—. Volvió a preguntarle Micha-
el.
—Nada. —Hizo una pausa— Solo que usted va a
salir pronto de aquí.
Michael lo miró seriamente y le preguntó:
—¿En qué año creíste que estábamos?
José no sabía si responderle con la verdad. Miró al
científico que había hecho grandes descubrimientos y
optó por decírselo.
—Creí que estaba en mi época, en el año 2012.
Michael permaneció en silencio.
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ABDUCCION J. David Villalobos L.
Capítulo IX
después.
Al llegar el autobús a la ciudad de México, nadie lo
vio descender y alguien preguntó:
—¿Y José? ¿Alguien lo ha visto?
—No sé —Respondió otro— A la mejor se bajó en
alguna gasolinera y lo dejó el camión.
—¿Alguien lo vio bajar?—. Preguntó el primero.
—Yo creo que se quedó dormido en el baño de algu-
na gasolinera. Estaba tan borracho que ni cuenta se
dio—. Dijo riendo otro de sus compañeros.
Michael sintió pena por José.
Más adelante se detuvo cuando lo vio que regresaba
a su casa después de una jornada laboral. Eran las 11.30
de la noche y se transportaba en el camión propiedad del
hotel.
Al descender del camión e intentar cruzar la calle,
apareció de nuevo el extraterrestre aprovechando que un
automóvil venía a exceso de velocidad, y que le había
arrojado las luces a cuando intentó cruzar la calle.
En ese momento dio unos pasos atrás para permitirle
el paso al vehículo y fue cuando ingresó al portal del
tiempo. Poco después se dirigió a su casa en el año 1993.
Al abrir la puerta de su casa, se encontró dentro de
un apartamento pequeño. No era la casa en la cual vivía.
Michael vio cuando José se asustó y comenzó a gri-
tarle a su esposa:
—¡Susana!
Adelantó la máquina del escáner, hasta el día que
había obtenido la pistola que tanto le había maravillado.
Vio cuando se acostó después de haberla escondido
detrás del televisor, y se quedó dormido.
Cuando despertó vio que el día estaba muy soleado,
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digitales.
Lacerta extendió su brazo, y José retrocedió un poco
atemorizado.
—Si usted tocara mi piel —Le dijo ella— advertiría
que es más áspera que la suya con pelos.
José no se atrevió a tocarla debido a dos pequeños
amenazadores ganchos que sobresalían por encima de los
dedos medios.
Las uñas de ella eran grises, y se veía que eran más
delgadas que las de los humanos, parecían más bien una
especie de película muy fina.
Lacerta le aclaró sus dudas, a lo cual José no dejaba
de asombrarse por lo rápido que le leía sus pensamientos.
—Usted advertirá que mis uñas no son tan largas y
redondeadas al tope como las de su especie. Esto se debe
a que soy hembra. Los machos usan las uñas largas y afi-
ladas, de unos cinco o seis centímetros.
Si usted tocara también la parte superior de mi cabe-
za, sentiría una línea ósea a través de mi ropa, bajando
por mi espalda. Esta cresta es mi espina dorsal prolonga-
da en una placa ósea que sigue exactamente el recorrido
de mi columna vertebral hasta las caderas.
Existe un número extremadamente elevado de ner-
vios y vasos sanguíneos en esta estructura, y esa es la
razón por la cual nosotros tenemos siempre problemas al
sentarnos en sillas. Esa cresta está formada por una suce-
sión de pequeñas placas, y tiene también injerencia en
nuestra actividad sexual a través de la regulación de la
temperatura de nuestro cuerpo, y según la incidencia de
luz solar o artificial se adapta el flujo de nuestra sangre
reptiliana a tantos grados como sean necesarios para esti-
mular el placer.
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sido descubiertas.
—¿Las ballenas?—. Preguntó José.
—No. Son más grandes que pueden digerir a una ba-
llena o cachalote.
José trataba de analizar qué tipo de animal podría
digerir a una gigantesca ballena. A menos que fuera un
pulpo gigantesco como los descritos en los libros fanta-
siosos de Julio Verne.
Lacerta leyó su mente y exclamó:
—¡Exacto! Existen pulpos y calamares gigantes que
habitan en las profundidades de sus mares.
—¿Pero por qué son tan grandes? ¿Acaso alguna fu-
sión química o nuclear hizo que se desarrollaran y llegar
a ese tamaño?
—No. Lo que sucede es que ustedes los humanos
perdieron el interés en ingerirlos como alimento. A mu-
chos humanos no les gusta el sabor del pulpo ni el del
calamar, y dejaron de ser parte de su dieta. Por lo tanto
ellos han proliferado en abundancia. Así mismo existen
otros animales marinos gigantes.
—¿Pero como han hecho para crecer tanto?
—Al no ser molestados por ustedes, simplemente se
desarrollaron debajo del mar con normalidad a través de
cientos de años. Ellos han aprendido a alargar la vida.
—¿Cómo pueden alargar la vida?
—Si exponemos a un ser humano a bajas temperatu-
ras, pero que no sufriera de congelamiento en sus arte-
rias, todo su organismo funcionaría lentamente. De esta
manera evitaría el “desgaste” de sus órganos prolongan-
do más la vida. Pero debido a que los moluscos y anima-
les marinos carecen de flujo sanguíneo, su sangre no se
congela y pueden resistir las bajas temperaturas.
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generaciones.
Lacerta hizo una pausa.
—Entretanto, ese pequeño dinosaurio de tipo huma-
noide evolucionó durante los siguientes treinta millones
de años. Estos seres fueron entonces lo bastante inteli-
gentes para no desaparecer durante los siguientes millo-
nes de años, porque aprendieron a vivir dado su reducido
número, vivieron ocultos en cavernas en vez de frente a
la naturaleza inclemente. Aprendieron el uso de piedras y
madera como sus primeras herramientas, el del fuego no
tanto para cocinar sino primeramente para mantener la
temperatura corporal, algo importante para nuestra espe-
cie.
Durante los siguiente veinte millones de años esta
especie fue dividida por la naturaleza en veintisiete sub-
especies. Muchas de esas sub-especies entraron en con-
flicto entre sí por la dominación del terreno y fueron ex-
terminadas entre sí. La naturaleza no fue amigable con
nosotros y de esas veintisiete sub-especies, veinticuatro
fueron extintas.
Cincuenta millones de años después de la extinción
de los dinosaurios, solamente tres especies adelantadas
reptilianas permanecían en este planeta junto a otros ani-
males que comenzaban a imponerse, al menos en núme-
ro. Estos eran los mamíferos. A través del cruzamiento
natural y artificial esas tres especies fueron unidas en
una. Pero mediante manipulaciones genéticas se elimina-
ron los genes propensos a dividirse en sub-especies, y esa
es la época en que fechamos nuestro surgimiento.
Lacerta terminó su exposición.
José le formuló otra pregunta:
—Dices que son carnívoros. ¿Se comen a los huma-
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nos?
—Sí, y no. No ingeriríamos a un humano muerto,
necesitamos que esté vivo en el momento de comerlo.
Nuestras preferencias son los niños. De acuerdo con los
terrícolas, ustedes nos hacen responsables de la desapa-
rición de 31,712 niños a lo largo de los últimos 25 años
en los Estados Unidos. Pero no es verdad, ellos son ali-
mentos de los Draconianos. Nosotros nos alimentamos
del ganado y otros animales que desaparecen de la super-
ficie.
—¿Son ustedes los causantes de la mutilación del
ganado y que culparon a un ente llamado “Chupacabra”?
—Si. Somos nosotros. Lo seguimos haciendo pero
con más cuidado, a raíz de haber sido descubiertos.
—¿Como lo hacen?
—Ya no mutilamos a los animales, simplemente lo
traemos debajo de la tierra sin dejar rastro alguno.
—¿Cómo son capaces de hacerlo? ¿Cómo pueden
subir del fondo de la tierra?
—Tenemos sistemas por todos lados, estamos siendo
ayudados por los Grises y por tu gobierno.
José hizo un gesto de desaprobación al escucharla
hablar. Luego le preguntó:
—¿Los grises están en todas partes ayudando a todos
los extraterrestres?
—Si, ellos son nuestros trabajadores. Son mercena-
rios que trabajan para quien les pague.
José recordó a su amigo James cuando dijo que eran
mercenarios.
—¿Cómo les pagan?
—Con conocimientos sobre genética, del cual ellos
carecen.
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—Gracias Lacerta.
—De nada.
—¿Por dónde saldremos?
—Por el volcán más cerca que tiene tu ciudad.
José no podía creer que saldría por el volcán del Po-
pocatépetl.
—¿Puedo saber de qué raza eres?
—Soy de Saurio.
—¿En dónde queda?
—Aquí.
José la miró extrañado.
—Así se llama mi planeta. Ustedes le llaman Tierra.
Pero es nuestro.
José no podía creerlo.
Se atrevió a decirle:
—¿Puedo pedirte un favor?
—Sí, pídeme lo que sea.
—¿Podrías ayudar a mi amigo el doctor Michael
Wolf a que sea contactado por los Alfa Centauris, y sea
transportado con ellos?
—¿Por qué deseas eso?
—Será asesinado en el año 2000.
—No te preocupes, yo ayudaré a tu amigo para que
esté a salvo en Alfa Centauris.
—¿Cómo te contactará?
—Ellos lo contactarán, no te preocupes. Tú solo en-
cárgate de divulgar lo que aquí has visto.
Mas tarde José abordaría un tren subterráneo que lo
llevaría a una de las bases de lanzamiento, a la cual sub-
iría para salir de ahí.
—Antes de subir a nuestro transporte, necesito
hacerte dormir.
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Capítulo X
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—¡Vamos a celebrar!
—¿Qué celebramos?
—Mi nuevo ascenso y tengo que darte una noticia.
—¿Qué noticia?
—Te la daré en el restaurante.
Esa noche se encontraban cenando en el restaurante
el cual José había sido gerente en la otra vida.
—¿Qué vamos a celebrar?—. Le preguntó su esposa
sonriendo.
—Vamos a brindar por mi nuevo ascenso.
Susana levantó su coctel “Blanc Cassis” mientras
José lo hacía con agua mineral.
—¡Salud—. Dijo él.
—¿Qué noticia me ibas a dar?
—Te quiero dar la noticia de que……
De pronto fueron interrumpidos por una voz conoci-
da.
—¡Hola Pepe! Que gusto verte.
José volteó a ver a su amiga Bertha quien lo saludó
muy sonriente
—Te presento a Héctor.
José estrechó su mano y se presentaron.
Ese momento ya lo había vivido, pero él era el ge-
rente en esa ocasión.
—Pepe. ¿No te puedes sentar un momento con noso-
tros?
Le señaló la mesa en donde se encontraban ellos sen-
tados.
José miró a su esposa y le dijo:
—Regreso en un minuto.
—Ahorita se lo regresamos—. Le dijo Bertha a Su-
sana.
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se.
—¿Para qué haces eso?—. Le preguntó su esposa.
—Para llevarlo a analizar.
—¿Para qué?
—Quiero que tengamos otra hija.
Su esposa lo miró y le preguntó:
—¿Y si es niño?
—No. Yo quiero otra hija.
—Ya tenemos dos, ¿no quieres un varón?
—No. Yo estoy esperando a María.
—¿María?
—Sí, así quiero que se llame nuestra próxima hija.
Días después José se encontraba frente su médico.
—Siéntate José.
—¿Cómo salieron los resultados?
—¿Hace cuanto que te hiciste la vasectomía?
—¿Vasectomía?
—Si. Tu semen no contiene espermatozoides.
—¿Cómo?
—Sí. Como lo oyes, la única explicación es que te
hayas hecho la vasectomía.
José no podía creerlo.
Se tocó inconscientemente recordando al Gris que le
había insertado un artefacto de metal a él y a su esposa.
—¡No puede ser!—. Casi gritó.
—Tranquilo José, no es tan grave.
—¡No, no puede ser!—. Gritó y se soltó llorando.
—Su médico trataba de calmarlo.
José salió del consultorio y se encontraba como ido,
caminando por las calles.
Se sentía desesperado, impotente y triste.
Extrañaba a su hija María.
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años de eso.
—¿Por qué lo preguntas?
—Es que dejé las pastillas anticonceptivas para salir
embarazada, y no lo logro entender.
—Yo soy el que ya no puede.
—¿Pero cómo? ¿Qué te sucedió?
José no sabía cómo explicarle lo que le había sucedi-
do.
—No tiene caso explicarlo. No lo entenderías.
—¿Es sobre los extraterrestres?
José la miró y le respondió rotundamente.
—¡Sí! Pero olvídalo, no quiero tener problemas de
nuevo contigo.
Su esposa lo miró detenidamente. Ya tenía casi cua-
tro años sin beber, y no podía estar padeciendo de deli-
rios.
Ella bajó la cabeza por unos momentos y le pre-
guntó:
—¿Podrías contarme lo que te sucedió?
José la miró, y vio que hablaba en serio.
—Antes de que te narre lo sucedido te voy hacer una
pregunta. ¿Qué día es hoy?
—Es sábado 7 de Diciembre.
—¿De verdad quieres creer en mí?
—Es lo que más quiero.
—Entonces no dudes de mí. No me hagas preguntas
hasta que sucedan las cosas.
Su esposa lo miró sin comprender.
—Mañana domingo 8 de Diciembre mi hermana va a
llamar al mediodía diciendo que mi padre está enfermo, y
que necesita dinero para las medicinas.
—¿Pero de donde le enviamos? Si el trabajo que tie-
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charlo.
José la abrazó y la levantó en brazos y le dijo:
—Que viviremos en un departamentito chiquito,
donde disfrutarán todos los días de la playa, el sol, la are-
na y me enterrarán debajo de la arena.
—¡Yupi!—. Gritaron a coro sus dos hijas.
En realidad había sido María quien lo había cubierto
con arena. Ya no dijo nada y solo hundió el rostro dentro
del cabello de su hija Aline, para ocultar su llanto.
Al anochecer, José y su esposa permanecían acosta-
dos en la cama y ella le dijo:
—Cuéntame todo lo que te sucedió.
—Fui abducido por una nave.
—¿Abducido?—. Le interrumpió ella.
—Sucedió que en el año 2012, tuve una especie de
sueño.
—¿En el 2012?—. Preguntó asombrada su esposa.
—Bueno, deja te explico de que se trata.
Conforme le narraba a su esposa, ella a veces reía,
otras permanecía pensativa. Le contó sobre lo de los
Atlantes y se interesó mucho por conocer el origen de la
vida, y la vida en Marduk.
Le contó sobre su esposa y sus tres hijas en el otro
Universo paralelo y que a veces había estado allá con
ellas, y a veces aquí.
Ella sonriendo le preguntó:
—¿Y sigo siendo bonita?
—Mucho más que ahora—. Le respondió.
—¿Y con cuál de las dos prefieres estar?
José sonrió debido a que estaba volviendo a revivir
los mismos momentos del ese entonces.
—¿Por qué te quedaste tan serio?—. Le preguntó
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ella.
—Porque estaba pensado en tu pregunta.
—¿Y con quien quieres estar?—. Le preguntó son-
riendo.
—En los dos lados para estar con María.
—¿Es en serio todo lo que me estás diciendo?—. Le
preguntó muy seriamente.
—Sí, no bromeo.
—¿Cómo es esa otra hija que tenemos?
José se ocultó el rostro con las manos.
Su esposa lo abrazó y le dijo:
—Cuéntame sobre María.
Sollozando comenzó a describir a su hija.
Su esposa lo escuchó narrar con lujo de detalles la
personalidad de su hija, y no pudo evitar terminar lloran-
do como su esposo.
Luego se abrazó a él y le dijo:
—No sé lo que es perder una hija, pero si es verdad
lo que te sucedió, me imagino el terrible sufrimiento que
te causa el estar separada de ella. Perdóname por no
haberte creído. ¿Y cómo estará ella ahora?
—Están viviendo solas en Mazatlán.
—¿Ahora mismo?
—No en el año 2012. Para ellas simplemente he des-
aparecido. No tienen un cuerpo ni saben que ya fallecí, ni
tampoco que me revivieron los extraterrestres.
José hundió la cara en la almohada.
Su esposa compartía su tristeza.
Días después José abordaba el autobús que lo trans-
portaría a Mazatlán.
Permaneció trabajando sin ninguna novedad,
Ya no había más viajes a otros Universos.
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cibió.
—Bien ¿Y tú?
—Bien “chido” con mi chamba. ¿Y tú que te has
hecho?
—Pues padeciendo de algunos acontecimientos algo
raros.
—“Chido” cuéntame que “onda” contigo.
—Vengo a verte porque quiero que me ayudes a pu-
blicar un libro.
—¿Sobre qué trata tu libro?
José lo miró fijamente y le preguntó:
—¿Quieres escuchar la historia?
—Adelante—. Le invitó su amigo.
José procedió a narrarle con lujo de detalles todo lo
que le estaba ocurriendo, desde el inicio de sus sueños.
Cuando terminó de narrarle todo lo acontecido, hab-
ían transcurrido cerca de tres horas, en donde su amigo
“el chido” había permanecido en silencio acariciándose
la larga barba.
Al finalizar de escucharlo le dijo:
—Estuvo “chida” la hierba—. Y se soltó riendo.
José volvió a vivir el momento en que no le había
creído.
Sin darle importancia a su comentario se unió a su
risa, y poco después, se despidieron.
—Me dio gusto saludarte —Le dijo— voy a recoger
a mis hijas a su escuela.
—¿Tus hijas?—. Le preguntó extrañado su amigo.
—Sí, las voy a recoger a su escuela.
—¿Qué no están ya grandes para que se regresen so-
las?
José volvió a revivir el momento en el cual sus hijas
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no estaban en el colegio.
Pensó “Oh no, se abrió el portal del tiempo”
Disimulando su ansiedad comentó:
—Bueno, —le aclaró— me gusta ir por ellas.
—¡Ah bueno! Que “chido”.
Tras abandonar la casa de su amigo, se dirigió inme-
diatamente al colegio “Andes” para recoger a sus hijas.
Al llegar, una maestra que era la encargada de la
puerta le preguntó:
—Buenas tardes. ¿Por quién viene?
—Por María…. (Apellidos) de primer grado.
Inmediatamente corrigió:
—Perdón, quise decir por Yasmín y Aline….
La maestra lo miró extrañada y le preguntó:
—¿Es usted su padre?
Todo volvía a suceder de nuevo. Pensó que se había
abierto el portal del tiempo.
José le respondió:
—Sí, por supuesto.
La maestra le respondió:
—Me tendrá que disculpar, lo que pasa es que soy
nueva aquí y todavía no conozco a los padres de familia.
En un momento las llamo. ¿Me puede proporcionar sus
nombres y el grado que cursan?
—Si señorita, una está estudiando segundo de secun-
daria y la otra en preparatoria.
José escuchó cuando la maestra anunciaba por el
micrófono los nombres de sus hijas.
Al poco rato las vio llegar hasta él. No pudo evitar
extrañar a su otra hija.
Solo había sido una falsa ilusión.
Salieron sus dos hijas y la mayor le reprochó su re-
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traso:
—Te tardaste padre—. Le dijo Yasmín.
—Si, ya tengo hambre—. Le dijo Aline.
José solo sonrió. Ya se encontraba en el año 2012.
Pronto se llegaría la noche de su abducción, trataría
de permanecer lo más lejos posible de los extraterrestres.
Llegaría al final de su existencia de modo normal.
Ya hacía tiempo que habían dejado la colonia
Sánchez Célis, y ahora vivían en el fraccionamiento
“Puerta dorada”.
Lo extraño de todo esto era que no sufría los sínto-
mas de su enfermedad de “corea” o Hopkinton.
Una mañana en la que se encontraba solo en su casa,
lo despertó una luz intensa dentro de la habitación. Al
abrir los ojos creyó que vería a Ptah.
Solo había sido una mañana muy soleada.
Aún así no pudo evitar recordar las palabras de Ptah.
“Ptah.”
FIN
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Diseño de la nave
donde Lacerta
transportó a José
hasta las grutas
de Cacahuamilpa
en su segundo
viaje.
Ovni que
secuestró a José y
a su esposa, para
hacerles unos
estudios e
injertos de
microchips
Ovni visto en
“Puerta Dorada”
tratando de ser
alcanzado por la
fuerza aérea
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