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P o r t a d a y D i a g r a m ac i ó n:
Jairo Noriega
Cor r ección
Franklin Hurtado
Antología esencial
P RÓ L O G O Y S E L E C C I Ó N
José Ramos
N O TA S D E
Pedro Grases
A.B.
In illo tempore
11
13
..........................
¿Y posible será que destinado
he de vivir en sempiterno duelo,
lejos del suelo hermoso, el caro suelo
do a la primera luz abrí los ojos?
¡Cuántas! ¡ah! cuántas veces
dando aunque breve, a mi dolor consuelo
oh montes, oh colinas, oh praderas,
amada sombra de la patria mía,
orillas del Anauco placenteras,
escenas de la edad encantadora
que ya de mí, mezquino,
huyó con presta irrevocable huida;
y toda en contemplaros embebida
se goza el alma, a par que pena y llora!
También humanas formas miro en torno,
y de una en una crédulo las cuento,
y el conocido acento
de amor y de amistad oigo y retorno.
¿Qué es de vosotros? ¿Dónde estáis ahora,
compañeros, amigos,
de mi primer desvariar testigos,
de mis antojos vanos y deseos
y locas esperanzas, que importuna
burló como las vuestras la fortuna?
.........................
¡Ay! al alegre drama
do juntos yo y vosotros figuramos,
y los delirios de amorosa llama
o de aérea ambición representamos,
alegre drama mientras plugo al cielo
corrió fortuna inexorable el velo.
Vosotras a lo menos de esta grave
***
15
José Ramos
Irrite la codicia
por rumbos ignorados
a la sonante Tetis
y bramadores austros;
5 el pino que habitaba
del Betis fortunado
las márgenes amenas
vestidas de amaranto,
impunemente admire
10 los deliciosos campos
del Ganges caudaloso,
de aromas coronado.
Tú, verde y apacible
ribera del Anauco,
15 para mí más alegre,
que los bosques idalios
y las vegas hermosas
de la plácida Pafos,
resonarás continuo
20 con mis humildes cantos;
y cuando ya mi sombra
sobre el funesto barco
visite del Erebo
los valles solitarios,
25 en tus umbrías selvas
y retirados antros
erraré cual un día,
tal vez abandonando
la silenciosa margen
30 de los estigios lagos.
La turba dolorida
de los pueblos cercanos
evocará mis manes
19 /Poesía
Divina Poesía,
tú de la soledad habitadora,
a consultar tus cantos enseñada
con el silencio de la selva umbría,
5 tú a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culta Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
10 el mundo de Colón su grande escena.
También propicio allí respeta el cielo
la siempre verde rama
con que al valor coronas;
también allí la florecida vega,
15 el bosque enmarañado, el sesgo río,
colores mil a tus pinceles brindan;
y Céfiro revuela entre las rosas;
y fúlgidas estrellas
tachonan la carroza de la noche;
20 y el rey del cielo entre cortinas bellas
de nacaradas nubes se levanta;
y la avecilla en no aprendidos tonos
con dulce pico endechas de amor canta.
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* Cumaná.
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* Catuche: riachuelo que corre por la parte de Caracas en que hizo más estragos el terre-
moto de 1812.
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* Boves.
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* Monteverde.
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III
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La circular se le envía,
110 que para el baile la empeña;
IV
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VI
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III
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IV
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VII
TERCERA ÉPOCA, DESDE LA MUERTE DEL
DICTADOR SILA HASTA LA MUERTE DE AUGUSTO;
DE 78 A.C. A 14 D.C.
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y por otra, los combates sangrientos del anfiteatro, con los cuales
era difícil que compitiese la representación ficticia de los dolores y
agonías del alma. La primera de estas causas debía precisamente
influir desventajosamente sobre todo drama; la segunda perjudi-
caba de un modo particular a la tragedia.
A pesar de estos inconvenientes, no vemos que dejase de
haber numerosos auditorios para las piezas dramáticas de uno y
otro género, pues en tiempo de Horacio eran concurridas las pie-
zas de los antiguos Accio, Pacuvio, Afranio, Plauto y Terencio;
Fundanio escribía comedias por el estilo de estos últimos; y se sos-
tenían las atelanas, que conservaron su festividad y desenvoltura
satírica hasta el tiempo de los emperadores. Hubo además por este
tiempo una especie de espectáculo mixto, que obtuvo gran popu-
laridad: los mimos. El mimo puro era la representación de la vida
humana por medio de actitudes y gestos, sin acompañamiento de
palabras: arte que llevaron los romanos a una perfección de que
apenas podemos formar idea. El número de actores mímicos de
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y que use tantos diminutivos en ito, que dan al estilo una blan-
dura afectada y empalagosa. Cienfuegos tiene también su buena
provisión de sudoroso, ardoroso, candoroso, perenal, aimé, doquier,
y otros vocablos que esta escuela ha tomado bajo su protección.
Pero nuestro autor usa a veces doquier en el sentido de doquiera
que; elipsis dura, de que no recordamos haber visto ejemplo en los
escritores que fijaron la lengua:
Doquier envío
los mustios ojos, de tu antorcha ardiente
me cerca el resplandor. —
Pero los sujetos más predilectos de esta escuela son los mora-
les y filosóficos. Los poetas castellanos de los siglos XVI y XVII los
manejaron también, ya bajo la forma de la epístola; ya, como Luis
de León, en odas a la manera de Horacio, donde el poeta se ciñe
a la efusión rápida y animada de algún afecto, sin explayarse en
raciocinios y meditaciones; ya en canciones, silvas, romances, etc.
Nunca, sin embargo, han sido tan socorridos estos asuntos como
de algunos años a esta parte. Poemas filosóficos, decorados con las
pompas del lenguaje lírico, y principalmente en silvas, romances
endecasílabos, o verso suelto, forman una parte muy considerable
de los frutos del Parnaso castellano moderno. Varias causas han
contribuido a ponerlos en boga. El hábito de discusión y análisis
que se ha apoderado de los entendimientos, el anhelo de reformas
que ha agitado todas las sociedades y llamado la atención general a
temas morales y políticos, el ejemplo de los extranjeros, la imposi-
bilidad de escribir epopeyas, lo cansadas que han llegado a sernos
las pastorales, y lo exhaustos que se hallan casi todos los ramos de
poesía en que se ejercitaron los antiguos, eran razones podero-
sas a favor de un género, que ofrece abundante pábulo al espíritu
raciocinador, al mismo tiempo que abre nuevas y opulentas vetas
al ingenio. Muchos censuran ésta que llaman manía de filosofar
poéticamente y de escribir sermones en verso. Pero nosotros esta-
mos por la regla de que
* Así está.
Ya tu familia gozosa
se prepara, amado padre,
a solemnizar la fiesta
de tus felices natales.
Yo, el primero de tus hijos,
también primero en lo amante,
hoy lo mucho que te debo
con algo quiero pagarte.
¡Oh! ¡cuán gozoso confieso
que tú de todos los padres
has sido para conmigo
el modelo inimitable!
Tomaste a cargo tuyo
el cuidado de educarme,
y nunca a manos ajenas
mi tierna infancia fiaste.
Amor a todos los hombres,
y vertido en castellano
. . . . . . . . . . . . . . . . . . Y vosotros!
* Debe decir Petronio, porque Petrarca es cabalmente el poeta en que el lenguaje del
amor es más casto, más idolátrico, más espiritual, cualidades que faltan de todo punto
al de Petronio.
* El poeta describe en estos versos el hospedaje que hizo Hugón, supuesto emperador
de Constantinopla, a Carlomagno. He aquí una traducción literal:
“Salen los escuderos, corren por toda parte.
Van a las hosterías a cuidar de sus caballos.
El rey Hugón el Fuerte a Carlomagno llamó
a él y a los doce pares; trájolos aparte.
Al rey tomó de la mano; a su cámara los llevó
embovedada, pintada de flores, y de piedras cristalinas.
En ella lució un carbunclo, y claro resplandeció,
engastado en una clava del tiempo del rey Goliat.
Allí hay doce buenos lechos de cobre y de metal,
Almohadas de velludo y sábanas de cendal;
II
Moriana en un castillo
juega con el moro Galvane;
juegan los dos a las tablas
Por mayor placer tomare.
Cada vez que el moro pierde,
Bien perdia una cibdade;
Cuando Moriana pierde,
La mano le da a besare;
Por placer que el moro toma
Adormecido se cae, etc.
III
IV
Prólogo
poesía
el anauco���������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������19
Alocución a la poesía�������������������������������������������������������������������������������������������� 21
La agricultura de la zona tórrida����������������������������������������������������������� 47
Las fantasmas�������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 59
La oración por todos�������������������������������������������������������������������������������������������� 68
CRÍTICA LITERARIA