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Evidentemente la Luz Infinita nos revela que las ofrendas deben ser
puras y perfectas. Las mismas no pueden provenir de las sobras. Si
damos lo que nos sobra mostramos que Yahvéh no es el primero, sino
muy poco estimado por nosotros. Si damos algo que no nos gusta,
mostramos que pensamos que Él no merece lo que nos gusta. Si le
damos lo mediocre mostramos que Él no es importante para nosotros.
Si le damos algo con defecto, mostramos que Él no vale mucho en
nuestras vidas. Nuestras ofrendas muestran lo que pensamos de
Yahvéh, nuestro Dios.
Este texto de Vayikrá en verdad nos enseña que el Mesías ben Yosef,
que tenía que morir como un sacrificio agradable para Yahvéh, debía
que ser un hombre perfecto, sin tacha alguna, es decir sin pecado,
sin yetser hará. Si Yeshúa hubiera sido imperfecto, no serviría como
sacrificio delante de Yahvéh, (cf. Efesios 5:2). Él era perfecto en Su
naturaleza, tanto divina como humana. Perfecto en Su motivación,
perfecto en Su personalidad, perfecto en Su obediencia, perfecto en Su
sacrificio por el pecado a favor nuestro.
Entendiendo pues esta proyección profético-mesiánica, debemos
aceptar que aquel que da lo que más valora, muestra que Yahvéh y Su
Reino es lo más valioso en su vida. El que da algo que le cuesta
muestra que tiene amor al Eterno. El que primero da al Eterno y luego
piensa en sí mismo, muestra que tiene las prioridades correctas.