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Lo que tenga defecto, no ofreceréis, porque no os será

aceptado. Cuando alguno ofrezca sacrificio de


ofrenda de paz a Yahvéh para cumplir un voto
especial o como ofrenda voluntaria, del ganado o del
rebaño, tiene que ser sin defecto para ser aceptado;
no habrá imperfección en él. Los que estén ciegos,
quebrados, mutilados, o con verrugas, úlcera seca o
úlcera húmeda, no los ofreceréis a Yahvéh, ni haréis
de ellos una ofrenda encendida sobre el altar a
Yahvéh.”
(Levítico/Vayikrá 22: 20-22)

Al estudiar los secretos de los korvanot (“ofrendas” o


“acercamientos”) entendemos que estos son el símbolo de una actitud
que debe ser vista en el Mundo de Arriba, y se aprobada por todas las
esferas celestiales, para poder tener el Cielo en la Tierra. Dicha actitud
tiene que ver con el hecho de que para el redimido que ofrenda, no
existe nada más grande y valioso que su comunión con el Creador. La
verdad es que en nuestras ofrendas se manifiesta cuán importante es el
Eterno para nosotros.
Por eso, este mandamiento de ofrendar lo perfecto, implanta el
concepto que Yahvéh merece lo mejor. Si damos una ofrenda
mediocre o de segunda categoría, estamos dando un mensaje en los
Cielos de que nuestro Padre celestial no es importante, ni digno de
honra. Si damos una ofrenda cara, de la mejor calidad, estamos
mostrando cuánto valoramos a Yahvéh y Su Presencia con nosotros.

Animales con manchas o deformados eran obviamente inaceptables


para el Señor, y los sacerdotes tenían la responsabilidad de asegurarse
que los animales traídos delante de ellos por el pueblo fueran lo
suficientemente buenos para llevarlos ante el Señor. Dios no quería las
sobras de las personas; Él tiene derecho a lo mejor de ellos. Este
pensamiento se encuentra en la reprensión que hace el profeta
Malaquías a la generación de judíos que habían vuelto del exilio, pero
no lograban abandonar el materialismo práctico adquirido durante
setenta años en Babilonia. El profeta echaba en cara a los sacerdotes el
poco aprecio que hacían de la mesa del Eterno, pues le ofrecían
víctimas defectuosas:

“El hijo honra a su padre, y el siervo a su señor. Pues si yo soy


padre, ¿dónde está mi honor? Y si yo soy señor, ¿dónde está mi
temor?, dice Yahvéh de los ejércitos a vosotros sacerdotes que
menospreciáis mi nombre.
Pero vosotros decís:
_ “¿En qué hemos menospreciado tu nombre?”
Ofreciendo sobre mi altar pan inmundo.
Y vosotros decís:
_”¿En qué te hemos deshonrado?”
_ En que decís:
“La mesa de Yahvéh es despreciable.”
Y cuando presentáis un animal ciego para el sacrificio, ¿no es
malo? Y cuando presentáis el cojo y el enfermo, ¿no es malo?
¿Por qué no lo ofreces a tu gobernador? ¿Se agradaría de ti o te
recibiría con benignidad?, dice Yahvéh de los ejércitos.
Ahora pues, ¿no pediréis el favor de Dios, para que se apiade de
nosotros? Con tal ofrenda de vuestra parte, ¿os recibirá él con
benignidad?, dice Yahvéh de los ejércitos.
¡Oh, si hubiera entre vosotros quien cerrara las puertas para que no
encendierais mi altar en vano! No me complazco en vosotros, dice
Yahvéh de los ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda.
Porque desde la salida del sol hasta su puesta, mi nombre será
grande entre las naciones, y en todo lugar se ofrecerá incienso a mi
nombre, y ofrenda pura de cereal; pues grande será mi nombre
entre las naciones, dice Yahvéh de los ejércitos.
Pero vosotros lo profanáis, cuando decís:
“La mesa del Señor es inmunda, y su fruto, su alimento
despreciable.”
También decís:
“¡Ay, qué fastidio!”
Y con indiferencia lo despreciáis, dice Yahvéh de los ejércitos, y
traéis lo robado, o cojo, o enfermo; así traéis la ofrenda. ¿Aceptaré
eso de vuestra mano?, dice Yahvéh.
¡Maldito sea el engañador que tiene un macho en su rebaño, y lo
promete, pero sacrifica un animal dañado al Señor! Porque yo soy
el Gran Rey, dice Yahvéh de los ejércitos, y mi nombre es temido
entre las naciones.”
(Malaquías 1:6-14)

Evidentemente la Luz Infinita nos revela que las ofrendas deben ser
puras y perfectas. Las mismas no pueden provenir de las sobras. Si
damos lo que nos sobra mostramos que Yahvéh no es el primero, sino
muy poco estimado por nosotros. Si damos algo que no nos gusta,
mostramos que pensamos que Él no merece lo que nos gusta. Si le
damos lo mediocre mostramos que Él no es importante para nosotros.
Si le damos algo con defecto, mostramos que Él no vale mucho en
nuestras vidas. Nuestras ofrendas muestran lo que pensamos de
Yahvéh, nuestro Dios.

Este texto de Vayikrá en verdad nos enseña que el Mesías ben Yosef,
que tenía que morir como un sacrificio agradable para Yahvéh, debía
que ser un hombre perfecto, sin tacha alguna, es decir sin pecado,
sin yetser hará. Si Yeshúa hubiera sido imperfecto, no serviría como
sacrificio delante de Yahvéh, (cf. Efesios 5:2). Él era perfecto en Su
naturaleza, tanto divina como humana. Perfecto en Su motivación,
perfecto en Su personalidad, perfecto en Su obediencia, perfecto en Su
sacrificio por el pecado a favor nuestro.
Entendiendo pues esta proyección profético-mesiánica, debemos
aceptar que aquel que da lo que más valora, muestra que Yahvéh y Su
Reino es lo más valioso en su vida. El que da algo que le cuesta
muestra que tiene amor al Eterno. El que primero da al Eterno y luego
piensa en sí mismo, muestra que tiene las prioridades correctas.

Querido discípulo del Mesías, aquí me veo obligado a preguntarte:

 ¿das el diezmo al principio o al final?


 ¿Te levantas para orar antes de desayunar todos los días?
 ¿Te esfuerzas para cantar en espíritu y en verdad ante el Eterno?
 ¿Te empeñas en la oración para que tus palabras no sean vanas
repeticiones?
 ¿Obedeces con ganas o murmurando?
 ¿Tienes ganas de que termine el Shabat para poder correr a tu
trabajo o disfrutas del Eterno todo lo que puedas en su día?
El Eterno dice claramente en Su Palabra lo que hay que hacer para ser
aceptado delante de Él. Yahvéh nos da instrucciones concretas para
saber lo que le gusta y lo que no le gusta para que podamos estar cerca
de Él, en plena comunión, sin ser motivo de disgusto, como dice al
final del pasaje de hoy:

“No profanaréis mi santo nombre, sino que seré santificado entre


los hijos de Israel; yo soy Yahvéh que os santifico”
(Levítico 22:32)

Recuerda que nuestras ofrendas muestran qué pensamos de nuestro


Padre Celestial. ¡Qué bueno que Él nos dice en su Torah lo que no le
gusta! ¡Qué bondad la que sale de su Instrucción! ¡Por favor, no la
ignores!

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