Como participantes de biodanza siempre tenemos preferencia por alguno
que otro facilitador. Esta preferencia se da por distintos motivos, puede ser porque es con quien hacemos biodanza en las sesiones regulares semana a semana, o porque en alguna maratona o extensión sus consignas y su “danza” nos ayudaron a vivir procesos extraordinarios, o simplemente porque encontramos una afinidad especial con esta persona. Muchas opciones podrían ponerse sobre la mesa, pero lo cierto es que muy poco conocemos realmente a quienes se paran frente a nosotros a facilitar la clase. La gran mayoría de las veces, los idealizamos y por un tiempo les negamos el derecho a la condición de ser humano frente a nosotros que llegamos hasta ellos porque estamos cansados, precisamente de ser cada día menos humanos. Cómo llegó la biodanza a Venezuela fue el eje central que como historiador quería desarrollar, pero la ausencia de bibliografía e investigaciones sobre el tema, además del tiempo trascurrido desde aquellos días en que se inició el movimiento en el país, los nombres y el paradero de muchas de aquellos pioneros lo hacían una tarea titánica. Sin embargo había un maestro al que todos los caminos me dirigían, pues no solo estaba en aquella pequeña lista de nombres, sino que también era la única figura masculina en nuestra formación como facilitadores de biodanza, y para mí, era importante aprender de él todo lo que pudiera enseñarnos desde su vivencia como hombre danzante, en un medio donde lo que abundaban eran mujeres. Ese profesor nos había demostrado niveles altos de conocimiento y compromiso con el sistema. No cabía duda, la lista de razones por las cuales decidí escogerlo era corta pero con mucho peso: 1. Uno de los pioneros de la biodanza en Venezuela 2. Su alto nivel de conocimiento sobre el sistema 3. Única figura masculina como facilitador en nuestra formación 4. Director de la Primera Escuela Venezolana de Biodanza 5. Fue el formador de nuestra Directora de Escuela Después de compartir de cerca mis inquietudes como investigador con la Directora de Escuela, en uno de sus viajes a Maracaibo me acerque al profesor Nelson Galante para expresar y compartir mi deseo de escuchar su relato vivencial con la intención de reconstruir el proceso histórico de los inicios del movimiento biodanza en Venezuela. Fue tan grande su emoción y apertura a contarme su experiencia, que no escatimo tiempo para concederme varias entrevistas y contarme su historia de vida. Posteriormente me concedió su autorización para realizar la transcripción y publicación de los hallazgos de esta vivencia, en la que han quedado develados secretos de su vida y acontecimientos significativos que marcaron su camino de una transformación.