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Guía maestría

Compendio de psicología freudiana

Cap. II organización de la personalidad

La personalidad está constituida según Freud por tres sistemas principales: ello, yo y superyó.

I. El ello

Su función es encargarse de descargas de cantidades de excitación (energía o tensión). Está


función cumple inicial de la vida a la que Freud llamó principio de placer. La funcionalidad del
principio de placer es:

 Desembarazar a la persona de tensión


 Y que está tensión se mantenga bajo y mantenerlo constante como sea posible.

La tensión se experimenta como dolor o incomodidad, mientras que el alivio de la tensión se


experimenta como placer o satisfacción.

En la forma más primitiva el ello es un aparato reflejo que descarga por vías motrices cualquier
excitación que llegue. Ejem. Estornudar, dilatación pupilar, etc. Esto como consecuencia es la
eliminación del estímulo. Pero todo estimulo ya sea interno o externo al cuerpo no siempre puede
descargarse de manera apropiada, como en el caso del bebé y del hambre, que aunque el bebé se
inquiete y llore, no puede aliviar su tensión. Con la ayuda de un adulto el bebé puede ser
alimentado. Pero esto no siempre es posible ya que por diversos factores, el estímulo que causa
tensión no puede ser eliminado de manera inmediata. Por lo que el bebé genera malestar y
frustración de manera inmediata. Estas experiencias estimulan el desarrollo del ello.

Este nuevo desarrollo que tiene lugar en el ello por medio de la frustración se llama proceso
primario.

El aparato psicológico de compone por una parte motriz y otra sensorial. Estás dos trabajan a la
par por medio del sistema nervioso central. El sistema perceptual recibe excitaciones de los
órganos sensoriales y forma un cuadro mental o representación del objeto que se presenta a los
órganos de los sentidos. Estos cuadros mentales se conservan como huellas mnémicas en el
sistema de la memoria. Cuando se activan las huellas mnémicas, se dice que la persona tiene una
imagen mnémica del objeto que percibió originalmente. La percepción es una representación
mental de un objeto, mientras la imagen mnémica es una representación mental de una
percepción. Cuando miramos algo se forma una percepción; cuando recordamos 10 que hemos
visto una vez se forma una imagen mnémica.

Regresando al ejemplo del bebé con hambre. En el pasado, cada vez que el bebé sentía hambre se
lo alimentaba. Durante la alimentación, la criatura ve, gusta, huele y siente la comida, y conserva
estas percepciones en el sistema de la memoria. Por repetición, el alimento .se asocia a la
reducción de tensión. Luego si no se alimenta de inmediato a la criatura, la tensión del hambre
produce una imagen mnémica del alimento, con la cual está asociada. El proceso que produce la
imagen mnémica de un objeto, que se necesita para reducir la tensión, es llamado proceso
primario.
El proceso primario procura descargar la tensión estableciendo lo que Freud llamó una "identidad
de percepción". Al hablar de una identidad de percepción Freud quiso significar que el ello
considera la imagen mnémica idéntica a la percepción misma. Para el ello, el recuerdo del
alimento es exactamente lo mismo que ingerir el alimento. En otras palabras, el ello no puede
distinguir entre un recuerdo subjetivo y una percepción objetiva del objeto real. Ejem.
Alucinaciones causadas por deshidratación o inanición, los sueños, etc. Estás ejemplos tienen
como función reducir la tensión al revivir recuerdos de sucesos y objetos. La formación de la
imagen de un objeto que reduce la tensión se llama realización de deseos. Freud creía que todos
los sueños eran realizaciones de deseos o trataban de serlo. Soñamos con lo que queremos.

Evidentemente, una persona hambrienta no puede comer imágenes de alimentos ni una persona
sedienta calmar su sed bebiendo agua imaginaria. En el caso del individuo que sueña, Freud pensó
que el soñar con objetos y acontecimientos deseables podía tener la finalidad de impedir que el
durmiente se, despertara. Incluso en la vigilia el proceso primario no es del todo inútil, ya que es
necesario para conocer -es decir, para tener una imagen-lo que uno necesita antes de que se
proponga conseguirlo. Una persona hambrienta que tiene una representación mental del alimento
hallarse en mejor posición para satisfacer su hambre que otra que no sabe qué buscar.

Según Freud, el ello es también la fuente primordial de la energía psíquica y la sede de los
instintos. Asimismo, el ello está en más íntimo contacto con el cuerpo y sus procesos que con el
mundo exterior. Al ello le falta organización si se lo compara con el yo y el superyó. Su energía está
en estado móvil, de manera que se la puede descargar con prontitud o desplazar de un objeto a
otro. El ello no cambia con el transcurso del' tiempo; no puede ser modificado por la experiencia
porque no está en contacto con el mundo externo. Sin embargo, puede ser controlado y regulado
por el yo.

El ello no está gobernado por las leyes de la razón o de la lógica, y no posee valores, ética o
moralidad. Sólo lo impulsa una consideración: obtener satisfacción para las necesidades
instintivas, de acuerdo con el principio del placer. Hay sólo dos consecuencias para cualquier
proceso del ello. O se descarga mediante la acción o realización de deseos, o sucumbe a la
influencia del yo; en el último caso la energía queda ligada en lugar de descargarse
inmediatamente.

Freud habla del ello como si fuera la verdadera realidad psíquica. Con eso quiere decir que el ello
es la realidad subjetiva primordial, el mundo interior que existe antes de que el individuo haya
tenido experiencia del mundo exterior. No sólo son innatos los instintos y los reflejos, también
pueden serlo las imágenes producidas por los estados de tensión. Freud cree que las experiencias
que se repiten con mucha frecuencia e intensidad en muchos individuos durante sucesivas
generaciones se convierten en depósitos permanentes del ello. Durante la vida de una persona se
depositan nuevos contenidos en el ello como resultado del mecanismo de la represión.

No sólo es el ello arcaico desde el punto de vista de la historia racial; también es arcaico en la vida
del individuo. Es el fundamento sobre del cual se edifica la personalidad. El ello conserva su
carácter infantil durante toda la vida. No puede tolerar la tensión y exige una gratificación
inmediata. Es exigente, impulsivo, irracional, asocial, egoísta y amante del placer. Es el niño
malcriado de la personalidad. Es omnipotente porque posee el poder mágico de realizar sus
deseos mediante la imaginación, la fantasía, las alucinaciones' y los sueños. Se le llama oceánico,
porque, como el mar, lo contiene todo. No reconoce nada exterior a sí mismo. El ello es el mundo
de la realidad subjetiva en la que la búsqueda del placer y la evitación del dolor son las únicas
actividades que importan.

Freud reconoce que el ello es la parte oscura e inaccesible de la personalidad, y que lo poco que se
sabe de él se ha aprendido del estudio de los sueños y los síntomas neuróticos. Sin embargo,
podemos ver al ello en acción cada vez que una persona hace algo impulsivo.

II. El yo

Los dos procesos mediante los cuales el ello descarga la tensión, a saber, la actividad motriz
impulsiva y la formación de imágenes (realización de deseos), no son suficientes para alcanzar los
grandes fines evolutivos de la supervivencia y la reproducción. De hecho, el comportamiento
impulsivo puede ocasionar un aumento de tensión (dolor) al provocar el castigo del mundo
exterior. Para cumplir con éxito esas misiones le es necesario tener en cuenta la realidad exterior
(el ambiente) y, ya sea acomodándose él mismo al mundo o afirmando su predominio sobre él,
obtener de éste lo que precisa. Tales transacciones entre la persona y el mundo requieren la
formación de un nuevo sistema psicológico, el yo.

En la persona bien adaptada el yo es el ejecutivo de la personalidad, que domina y gobierna al ello


y al superyó y mantiene un comercio con el mundo exterior en interés de la personalidad total y
sus vastas necesidades. Cuando el yo cumple sabiamente sus funciones ejecutivas, prevalecen la
armonía y la adaptación. Cuando el yo abdica o entrega demasiado de su poder al ello, o al
superyó, o al mundo externo, se producen inadaptaciones y desarmonías.

El yo no está gobernado por el principio del placer, sino por el principio de la realidad. Realidad
significa lo que existe. La finalidad del principio de la realidad es demorar la descarga de energía
hasta que haya sido descubierto o presentado el objeto real que satisfará tal necesidad.

El demorar la acción significa que el yo debe ser capaz de tolerar la tensión hasta que ésta pueda
ser descargada por una forma apropiada de comportamiento. La institución del principio de la
realidad no implica que el principio del placer sea rechazado, Sólo se lo suspende
temporariamente en interés de la realidad. A su debido tiempo, el principio de la ¡realidad lleva al
placer, aunque la persona tenga que soportar cierta incomodidad mientras busca la realidad.

El principio de realidad tiene a su servicio un proceso que Freud llamó proceso secundario porque
se desarrolla después y se superpone al · proceso primario del ello. Para comprender lo que
significa el término "proceso secundario" es necesario ver exactamente adónde lleva al individuo
el proceso primario en la satisfacción de sus necesidades. Lo lleva sólo al punto en que se forma
un cuadro del objeto que satisfará sus necesidades. El paso siguiente será encontrar o producir el
objeto, es decir, traerlo a la existencia. Tal paso se cumple por medio del proceso secundario. El
proceso secundario consiste en descubrir o producir la realidad mediante un plan de acción que se
ha desarrollado por el pensamiento y la razón, (cognición). El proceso secundario no es nada más
ni nada menos que lo que de ordinario se llama resolver o pensar los problemas.

El proceso secundario cumple lo que -el proceso primario es incapaz de hacer, es decir, separa el
mundo subjetivo de la mente del mundo objetivo de la realidad física. El proceso secundario no
comete el error del proceso primario de considerar la imagen de un objeto como si fuera el objeto
mismo.

La inauguración del principio de realidad, el funcionamiento del proceso secundario y el papel más
significativo que el mundo exterior viene a desempeñar en la vida de una persona, estimulan el
desarrollo y elaboración de los procesos psicológicos de la percepción, la memoria, el pensar y la
acción.

Además de los procesos que están al servicio de la realidad, existe otra función del yo que se
parece al proceso primario del ello. Es una función que produce fantasías y ensueños. Está libre de
las exigencias de la prueba de realidad y está subordinada al principio del placer. Sin embargo, ese
proceso del y difiere del proceso primario porque distingue entre la fantasía y la realidad. Las
fantasías producidas por el yo son reconocidas como tales, es decir, imaginaciones juguetonas y
placenteras. Aunque nunca se las confunde con la realidad, le proporcionan al yo algo así como
unas vacaciones con respecto a sus otros asuntos más serios.

Aunque el yo es en gran parte producto de una interacción con el ambiente, la dirección de su


desarrollo está determinada por la herencia y guiada por los procesos naturales de crecimiento
(maduración). Eso significa que cada persona posee potencialidades innatas para pensar y razonar.
La realización de tales potencialidades se cumple mediante la experiencia, el aprendizaje y la
educación.

III. El superyó

La tercera institución fundamental de la personalidad, el superyó, es la rama moral o judicial de la


personalidad. Representa lo ideal más bien que lo real, y pugna por la perfección antes que por el
placer o la realidad. El superyó es el código moral de la persona. Se desarrolla desde el yo como
una consecuencia de la asimilación por parte del niño, de las normas paternas respecto de lo que
es bueno y virtuoso y lo que es malo y pecaminoso. Al asimilar la autoridad moral de sus padres, el
niño reemplaza la autoridad de ellos por su propia autoridad interior. La internalización de la
autoridad paterna le permite al niño controlar su comportamiento según los deseos de sus padres,
y al hacerlo se asegura su aprobación y evita su disgusto. Es decir, el niño aprende que no sólo
tiene que obedecer al principio de realidad para obtener el placer y evitar el dolor, sino que
también tiene que tratar de comportarse de acuerdo con los dictados morales de sus padres. El
período relativamente largo durante el cual el niño depende de sus padres favorece la formación
del superyó.

El superyó está compuesto de dos subsistemas, el ideal del yo y la conciencia moral. El ideal del yo
corresponde a los conceptos del niño acerca de lo que sus padres consideran moralmente bueno.
Los padres le transmiten sus normas de virtud al recompensar al niño por su conducta si está de
acuerdo con esas normas. Por ejemplo, si se lo recompensa constantemente por ser pulcro y
ordenado, la pulcritud y el orden se convertirán en uno de sus ideales. La conciencia moral, en
cambio, corresponde a los conceptos. que el niño tiene de lo que sus padres consideran
moralmente malo, y esos conceptos se establecen mediante experiencias de castigo. Si se lo ha
castigado con frecuencia por ensuciarse, considerará la suciedad como algo malo. El ideal del yo y
la conciencia moral son caras opuestas de la misma moneda moral.
¿Cuáles son las recompensas y castigos mediante los cuales los padres controlan la formación del
superyó del niño? Son de dos clases: físicas y psicológicas. La recompensa física consiste en
objetos que el niño desea son alimentos, juguetes, la madre, el padre, las caricias y las golosinas,
los castigos físicos son dolorosos ataques al cuerpo del niño, como, por ejemplo, las palmadas o la
privación de cosas que desea. La principal recompensa psicológica es la aprobación paterna
expresada ya sea en palabras o mediante la expresión facial. La aprobación significa amor. De la
misma manera, privar al niño de amor es la forma principal de castigo psicológico. Ello se expresa
mediante admoniciones verbales o miradas desaprobadoras. Por supuesto, las recompensas y los
castigos físicos también pueden significar amor o privación de amor para el niño. El niño al que le
han dado unas palmadas, no sólo le duele, sino que también puede sentir que el padre que lo ha
castigado lo ha rechazado, esto es, le ha retirado su amor. Sin embargo, el conceder o privar de
afecto ejerce su poder sobre el niño, en primer lugar, en virtud de su relación con la satisfacción o
insatisfacción de las necesidades básicas. Un niño desea el amor de su madre porque ha aprendido
que una madre que no lo ame probablemente no le dará alimento y por lo tanto prolongará su
doloroso estado de tensión. De la misma manera, un niño trata de no incurrir en la desaprobación
del padre porque ha aprendido que un padre que no lo ame puede crear un estado doloroso al
darle una zurra. En síntesis, las recompensas y los castigos, cualquiera sea su origen, son
condiciones que reducen o aumentan la tensión interna.

Para que el superyó tenga sobre el niño el mismo control que los padres, es necesario que posea el
poder de hacer cumplir sus reglas morales. Como los padres, el superyó pone en vigencia sus
recompensas y castigos. Estas recompensas y castigos se otorgan al yo, porque el yo, a causa de su
control sobre las acciones de la persona, es considerado responsable de los actos morales e
inmorales. Si la acción está de acuerdo con las normas éticas del superyó, se recompensa al yo. Sin
embargo, no es necesario que el yo permita que ocurra una acción física real para que sea
recompensado o castigado por el superyó, Puede recompensarse o castigarse al yo sólo por pensar
en hacer algo. Un pensamiento vale lo mismo que un hecho a los ojos del superyó. En esto, el
superyó se parece al ello, que tampoco hace distinciones entre lo subjetivo y lo objetivo, lo cual
explica por qué una persona que viva una vida virtuosa puede no obstante sufrir las torturas de la
conciencia moral. El superyó castiga al yo por tener malos pensamientos, aunque los
pensamientos nunca se traduzcan en acciones.

¿Cuáles son las recompensas y castigos de que dispone el superyó? Pueden ser físicos o
psicológicos. El superyó puede decir, en efecto, a la persona que ha seguido el camino de la virtud:
"Ahora que has sido bueno durante un tiempo, puedes permitirte pasarla bien." Eso podrá
significar gozar de una buena comida, de un prolongado descanso o de una experiencia sexual.
Unas vacaciones, por ejemplo, son por lo general consideradas como recompensa de un trabajo
intenso.

Al trasgresor moral el superyó puede decirle: "Ahora que te has portado mal, serás castigado
sucediéndote algo desagradable." la desgracia puede ser una descompostura de estómago, un
perjuicio o la pérdida de algo valioso. Esta penetración de Freud en el complejo y sutil
funcionamiento de la personalidad humana reveló una razón importante de por qué la gente se
enferma, sufre accidentes y pierde las cosas. Todas las desgracias pueden implicar, en mayor o
menor grado, un autocastigo por haber hecho algo malo. Ejemplo de ello es el joven que choca su
auto poco después. de haber tenido relaciones sexuales con una chica. Por supuesto, una persona
por lo habitual no se da cuenta de la relación entre la consciencia culpable y el accidente.

Las recompensas y castigos físicos empleados por el superyó son sentimientos de orgullo, o de
culpa· o inferioridad, respectivamente. El yo se llena de orgullo cuando se ha comportado de
manera virtuosa o ha tenido pensamientos virtuosos, y se siente avergonzado cuando ha caído en
la tentación. El orgullo equivale al amor propio, y la culpa o inferioridad alodio a sí mismo; ambos
son la representación interna del amor y el rechazo paternales.

El superyó es el representante, dentro de la personalidad, de los valores e ideales tradicionales de


la sociedad, tal como se transmiten de padres a hijos. Al respecto debe recordarse que el superyó
del niño no es reflejo de la conducta de los padres sino más bien de los superyós de los padres. Un
adulto puede decir una cosa y hacer otra, pero es lo que dice, basado en sus amenazas y regalos,
lo que importa en la formación de las normas éticas del niño

Además de los padres, otros agentes sociales participan en la formación del superyó del niño. Los
maestros, los ministros religiosos, los agentes de policía por cierto cualquiera que posea alguna
autoridad sobre el niño pueden asumir la función de los padres. Las reacciones del niño ante estos
representantes de la autoridad son determinadas en, gran parte, sin embargo, por lo que ha
asimilado de sus padres en una etapa previa.

Si se considera al ello como el producto de la evolución y el representante psicológico de la


constitución biológica de la persona, y al yo como el resultante de la interacción de la persona con
la realidad objetiva y la esfera de los procesos mentales superiores, puede decirse que el superyó
es el producto de la socialización y el vehículo de la tradición cultural.

El yo se forma a partir del ello y el superyó se forma a partir del yo. Continúan interactuando y
fusionándose entre sí durante toda la vida. Estas interacciones y fusiones, lo mismo que las
oposiciones que se desarrollan entre los tres sistemas constituyen el tema del capítulo siguiente.
Cap. III la dinámica de la personalidad

I. Energía psíquica

La forma de energía que opera en los tres sistemas de la personalidad se llama energía psíquica.
No hay nada místico, vitalista o sobrenatural en el concepto de energía psíquica. Esta cumple un
trabajo o es capaz de hacerlo como cualquier otra forma de energía. La energía psíquica cumple
tareas psicológicas, es decir, pensar, percibir y recordar de la misma manera que la energía
mecánica lleva a cabo trabajos mecánicos.

Se pue de hablar de la transformación de energía corporal en energía psíquica de la misma manera


que de la transformación de energía psíquica en energía corporal. Estas transformaciones ocurren
de continuo. Pensamos (energía psíquica) y actuamos (energía muscular), o sentimos el estímulo
de ciertas ondas sonoras (energía mecánica) y oímos (energía psíquica) hablar a alguien. No se
sabe exactamente cómo se llevan a cabo estas transformaciones.

II. Instinto

Toda la energía utilizada para llevar a cabo las tareas de la personalidad se obtiene de los instintos.
Se define un instinto como una condición innata que imparte instrucciones. a los procesos
psicológicos. El instinto sexual, por ejemplo, dirige los procesos psicológicos de percibir, recordar y
pensar hacia la meta de la consumación sexual. Un instinto es como un río que fluye por un curso
de agua determinado.

Un instinto tiene una fuente, una finalidad, un objetivo y un ímpetu. Las fuentes principales de la
energía instintiva son las necesidades o impulsos corporales. Una necesidad o un impulso es un
proceso excitante en algún tejido u órgano del cuerpo que libera energía acumulada en el mismo.
Por ejemplo, la condición física del hambre activa el instinto del hambre al proporcionarle energía.
Esta energía instintiva entonces imparte instrucciones a los procesos psicológicos de la percepción,
la memoria y el pensar, Uno busca el alimento, trata de recordar dónde lo ha encontrado en
ocasiones previas, o forja un plan de acción para obtenerlo.

La finalidad última de un instinto es la eliminación de una necesidad corporal. La finalidad del


instinto del hambre, por ejemplo, es eliminar la condición física del hambre. Cuando se 10 hace,
no se libera más energía corporal desaparece el instinto del hambre y el individuo retorna. a un
estado de reposo fisiológico y psicológico. Para decirlo de otra manera, la finalidad de un instinto
es eliminar la fuente del mismo.

Además de la finalidad última de reposo, Freud observó que existen también finalidades
subordinadas que tienen que ser satisfechas para que se puedan alcanzar las finalidades últimas.
Antes de poder aplacar el hambre es necesario encontrar e1 alimento y llevárselo a la boca.
Encontrar el alimento y comerlo están subordinados a la eliminación del hambre. Freud llamó a la
meta final de un instinto su finalidad interna, y a las metas subordinadas del mismo sus finalidades
externas.

Se dice que un instinto es conservador porque su meta es que la persona retorne al estado de
reposo que existía antes de la perturbación ocasionada por el proceso excitador. El curso de un
instinto va siempre desde un estado de tensión a un estado de relajación.

Un instinto siempre trata de producir una regresión a un estado anterior. Esta tendencia del
instinto a repetir una y otra vez el ciclo desde la excitación al reposo se llama compulsión de
repetición. Existen numerosos ejemplos de compulsión de repetición en la vida diaria. Sirvan de
ejemplo las fases periódicas y regulares de la actividad durante la vigilia, seguida del sueño. Las
tres comidas del día son otro ejemplo lo mismo que el deseo sexual seguido por su satisfacción.

Para resumir, entonces, diremos que el objetivo de un instinto se caracteriza por ser conservador,
regresivo y repetirse.

El objetivo de un instinto es el objeto o medio mediante el cual se realiza el objetivo. El objetivo


del instinto del hambre es comer alimentos; del instinto sexual, la cópula; y del instinto de la
agresividad, la lucha. El objeto o medio es la característica más variable de un instinto, ya que
muchos objetos y actividades diferentes pueden ser, reemplazados por otros.

El ímpetu de un instinto es su fuerza, que se determina por la cantidad de energía que posee. El
hambre intensa ejerce mayor peso sobre los procesos psicológicos que un ligero apetito. Cuando
una persona tiene mucha hambre, su mente piensa en el alimento excluyendo de hecho toda otra
idea. De la misma manera, cuando una persona está muy enamorada le resulta difícil pensar en
otra cosa.

La sede de los instintos es el ello. Como los instintos constituyen la cantidad total de energía
psíquica, se dice que el ello es el depósito original de la energía psíquica. Para formar el yo y el
superyó, se retira energía de ese depósito. El tema del apartado siguiente es mostrar cómo ocurre
eso.

III. Distribución de la energía psíquica

A. El ello. Se utiliza la energía del ello para la gratificación instintiva mediante acciones refleja
y realizaciones de deseos. El propósito de ambos procesos es gastar la energía instintiva de
modo que elimine la necesidad y proporcione reposo al individuo.

Invertir la energía en la imagen de un objeto, o consumirla en una acción de descarga


sobre un objeto que satisfaga un instinto, se llama elección de objeto o catexia de objeto.
Toda la energía del ello se consume en catexias de objeto o catexias objetales.

La energía empleada por el ello en elecciones objetales es muy fluida. Esto quiere decir
que la energía se puede desviar fácilmente de un objeto a otro. Esta desviación de energía
se llama desplazamiento, De esta manera, si no se encuentra alimento, un bebé
hambriento puede colocar un pedazo de madera o su propia mano en la boca. Se
consideran los objetos como equivalentes cuando existen parecidos específicos y
concretos entre ellos. La energía
del ello se puede desplazar en gran medida porque el ello no es capaz de hacer
distinciones precisas entre los objetos.
La tendencia del ello a tratar los objetos como si fueran iguales, a pesar de sus diferencias,
produce una deformación del pensar que se llama pensar predicativo. Este tipo de pensar
prevalece sobre todo en los sueños y explica el simbolismo onírico. Cabalgar o arar un
campo puede representar o simbolizar el acto sexual porque se ejecutan movimientos
similares al andar a caballo, al arar y en la cópula. También es frecuente el pensar
predicativo en la vigilia, provocándoles gran confusión a algunas personas al impedirles
hacer discriminaciones adecuadas. El prejuicio racial se debe a menudo al pensar
predicativo. Como los negros tienen la piel oscura y como la oscuridad se asocia con la
maldad y la suciedad, se piensa que los negros son malos y sucios. De la misma manera, se
cree que la gente pelirroja tiene, temperamento ardiente porque el rojo es el color del
fuego.

Cuando los procesos del yo o del superyó interceptan el flujo direccional de la energía.
instintiva, ésta trata de abrirse camino a través de las resistencias y descargarse en la
fantasía o en la acción. Cuando consigue hacerlo, socava los procesos racionales del yo. La
persona comete errores al hablar, al escribir, al conversar, al percibir y al recordar, y sufre
accidentes porque se confunde y pierde contacto con la realidad. Su capacidad para
resolver problemas y descubrir la realidad disminuye a causa de la intromisión de los
deseos impulsivos. Todo el mundo sabe qué difícil es prestar atención al trabajo cuando
uno tiene hambre o está enojado o sexualmente excitado. Cuando el ello no puede
encontrar salidas directas para la energía instintiva, el yo o el superyó se hacen cargo de
tal energía y la utilizan para vigorizar las operaciones de sus sistemas.

B. El yo. El yo no tiene energía propia. No puede, por cierto, decirse que existe hasta que la
energía se desplaza del ello hacia los procesos latentes que constituyen el yo. Al
energetizar nuevos procesos -tales como la discriminación, el juicio y el razonamiento- que
hasta ese entonces han existido como tendencias innatas y latentes de la personalidad, el
yo como sistema separado comienza su largo y complejo desarrollo.

El punto de partida para la activación de esas potencialidades latentes del yo se encuentra


en un mecanismo conocido como identificación. Para comprender la naturaleza de este
mecanismo será necesario volver un poco sobre el camino que ya hemos recorrido. Como
se recordará, el ello no distingue entre las imágenes subjetivas y la realidad objetiva.
Cuando carga (o catectiza) la imagen de un objeto, es decir, cuando la energía se invierte
en un proceso que forma una representación mental de un objeto, esto equivale a cargar
el objeto mismo. Para el ello, el objeto como imagen y el objeto como realidad externa
son idénticos y no entidades separadas.

El fracaso del ello para alcanzar alivio de la tensión suscita una nueva línea de desarrollo
que echa los cimientos para la formación del yo. En lugar de una imagen y un objeto real
considerados idénticos, ocurre una separación entre los dos. Lo que ocurre como
resultado de esa diferenciación en que el mundo interno, puramente subjetivo del ello, se
divide en un mundo interno, subjetivo (la mente), y el mundo externo, objetivo (el
ambiente). Para poder adaptarse adecuadamente, la persona debe ahora poner en
armonía esos dos mundos. Los estados mentales tienen que ser sincronizados con la
realidad para que la persona se adapte correctamente.

El trabajo de convertir los contenidos mentales en réplicas fieles y precisas de los


contenidos del mundo externo se lleva a cabo mediante el proceso secundario. Cuando la
idea de un objeto concuerda con el objeto en sí, se dice que la idea se identifica con el
objeto: La identificación de los pensamientos con la realidad debe ser estrecha y exacta
para que el plan de acción preconcebido lleve a la persona a la meta deseada.

Como resultado de este mecanismo de identificación, la energía que el ello invertía en


imágenes sin tener en cuenta la realidad, y por cierto sin ningún concepto de la misma, se
desvía hacia la formación de representaciones mentales precisas del mundo real. A esta
altura, el pensamiento lógico reemplaza a la realización de deseos. El desplazamiento de la
energía, del ello hacia el proceso cognitivo, señala el paso inicial en el desarrollo del yo.

Importa tener presente que esta nueva adaptación de la personalidad depende de la


separación del sujeto (mente) y el objeto (materia). Para el ello tal separación no existe.
En consecuencia, no hay identificación posible. La identidad de imagen y objeto en el ello
puede considerarse como una especie de identificación primitiva. Es mejor, sin embargo,
utilizar el término identidad para este caso, y reservar el término identificación para
aquellos donde hay un claro reconocimiento de la separación de las dos cosas que se
identifican, es decir, los acontecimientos mentales y la realidad externa.

La separación entre la mente y el mundo físico de la realidad se produce como resultado


de la frustración y el aprendizaje. Como dijimos, el ello no puede satisfacer las necesidades
vitales de la. vida sólo mediante acciones reflejas o la realización de deseo. Por lo tanto,
para sobrevivir, la persona tiene que aprender, la diferencia entre las imágenes y la
realidad.
Sin duda alguna, existe una predisposición congénita a distinguir entre estados mentales
internos y realidad externa, pero la experiencia y la educación deben desarrollar esta
predisposición. Desde edad muy temprana el bebé comienza a diferenciar entre lo que
está. afuera, en el mundo y lo que está en, su mente. Además, mediante la experiencia y la
educación, aprende a hacer concordar lo que está en su mente con lo que
verdaderamente existe en el mundo exterior. Aprende, para decirlo en otras palabras, a
identificar ambas cosas.

Un ejemplo de la diferencia entre identidad e identificación puede aclarar el significado de


ambos términos. Cuando una persona sueña que lo persigue un león, se siente por lo
común como si un león verdadero lo estuviera persiguiendo. Durante un sueño, las
imágenes no se distinguen de los objetos reales que representan. Son identidades. En
consecuencia, el soñador experimenta la misma emoción que sentiría si los
acontecimientos oníricos ocurrieran de verdad. De la misma manera, una persona que
sufre una alucinación no la distingue de fa realidad. Por otra parte, si una persona, durante
la vigilia; mira un programa de televisión o lee un libro, no cree que los cuadros o las
palabras son los objetos verdaderos luismos. Se da cuenta de que sólo son
representaciones de la realidad. Puede identificar los sucesos que ve en la televisión o que
lee en el libro con la realidad, pero muy rara vez se engaña y piensa que son la realidad
misma.

Al ser identificadas con los objetos del mundo exterior, las representaciones subjetivas de
estos objetos reciben las catexias que anteriormente el ello invertí a en los objetos
mismos. Estas nuevas catexias se llaman catexias del yo, para distinguirlas de las
elecciones objetales instintivas del ello. Mediante la identificación, entonces, queda
disponible la energía para el desarrollo del pensamiento realista (el proceso secundario)
que reemplaza la realización alucinatoria de deseos (el proceso primario). Esta
redistribución de energía que pasa del ello al yo es un acontecimiento dinámico de gran
importancia en el desarrollo de la personalidad.

A causa de que las funciones racionales del yo tienen éxito para gratificar los instintos,
cada vez se trasvasa más energía del depósito del ello hacia el yo. A medida que el yo gana
en fuerza, el ello la pierde. Sin embargo, si el yo no puede cumplir la tarea de satisfacer las
demandas del ello, las catexias del yo se vuelven a convertir en catexias objetales
instintivas e impera nuevamente la infantil realización de 'deseos. Esto es lo que sucede
durante el sueño. Como el yo no puede funcionar con eficacia durante el sueño, se invoca
el proceso primario, que produce imágenes alucinatorias, Incluso durante la vigilia puede
reactivarse el proceso primario cuando el yo no alcanza resultados directamente. Esto se
conoce como pensamiento autista o de realización de deseos.

Una persona que desee mucho que algo sea cierto, a veces se engaña a sí misma y cree
que es cierto. Todos sabemos qué fácil es dejar que nuestros prejuicios y deseos dirijan
nuestro pensamiento. Incluso el hombre de ciencia objetivo debe cuidar de que sus
preferencias teóricas no influyan sobre sus observaciones y razonamientos. Por ello toma
la precaución de establecer controles adecuados para sus experimentos y observaciones, y
de repetirlos muchas veces para asegurarse de que lo que vio por primera vez es
verdadero. El pensamiento autista siempre nos está tendiendo trampas.

En condiciones normales, el yo monopoliza casi el monto de energía psíquica. Cuando ha


atraído energía suficiente del ello, puede utilizarla para otros propósitos que no son la
satisfacción de instintos. La energía se usa para desarrollar los procesos psicológicos de
percibir, atender, aprender, recordar, juzgar, discriminar, razonar e imaginar. Todos estos
procesos se vuelven muy complicados y cada vez más eficientes a medida que el yo
adquiere el control de la energía. El mundo cobra nuevos significados para una persona a
medida que ésta aprende más sobre él, y con ese aumento de conocimiento está en mejor
posición para dominarlo según sus finalidades propias. No sólo en la evolución del
individuo sino también en la evolución racial y cultural del hombre existe un control cada
vez más creciente sobre la naturaleza mediante el desplazamiento de la energía de los
procesos no-racionales del ello hacia los racionales propios del yo.

Parte de la energía del yo tiene que ser utilizada para inhibir y posponer la descarga de las
excitaciones a través del sistema motor.' El propósito de esta postergación es permitir que
el yo trace un plan realista de acción antes de actuar. Cuando se usa energía para obstruir
el flujo de la energía hacia la descarga final, se llama a estas fuerzas bloqueadoras,
contracatexias o contracargas. Una contracatexia es una carga de energía que se opone a
una catexia. Las contracatexias del yo se dirigen contra las catexias del ello porque éstas
presionan para encontrar alivio inmediato de la tensión. La región limítrofe entre el yo y el
ello puede ser comparada a la frontera entre dos países, uno de los cuales trata de invadir
al otro. El país amenazado de invasión erige fortificaciones (contracatexias del yo) para
rechazar al invasor (catexias del ello). Cuando las contracatexias ceden, las catexias
objetales del ello dominan al yo y producen un comportamiento impulsivo. Esto sucede
cuando una persona habitualmente controlada se enoja.

La energía del yo también puede ser utilizada para formar nuevas catexias objetales. Estos
objetos no satisfacen directamente las necesidades básicas del organismo, aunque estén
relacionados por nexos asociativos con objetos que las satisfacen.

Por ejemplo, el instinto del hambre puede ramificarse en muchas direcciones y abarcar
muchas actividades que .no son esencialmente la satisfacción de hambre. El coleccionar
recetas culinarias raras y libros de cocina, adquirir finos juegos de porcelana y de plata
parala mesa, instalar una moderna cocina eléctrica, descubrir restaurantes que sirven
comidas exóticas, leer y hablar sobre platos y muchísimos otros intereses que se orientan
hacia el alimento, ocupan la energía de muchas personas, aunque ninguno de ellos en
realidad reduce el hambre.

La razón por la cual el yo tiene energía suficiente para dedicar a finalidades no instintivas,
es que su funcionamiento eficaz produce un excedente de energía que sobrepasa la
requerida para las necesidades vitales de la vida. Cuanto mayor es la economía con que
funciona el yo para satisfacer las necesidades corporales, tanta más energía tiene para
actividades de recreación. En el capítulo siguiente se examinará la manera como se
originan estos intereses del yo.

Por último, la energía del yo se utiliza para realizar una síntesis o integración de los tres
sistemas de la personalidad. El propósito de esta síntesis es alcanzar armonía interna y
transacciones fáciles con el ambiente. Cuando el yo cumple sabiamente su función
sintética, el ello, el yo y el superyó se fusionan en un todo unificado y bien organizado.
Tendremos más que decir sobre la función de síntesis del yo en capítulos siguientes.

En comparación con la movilidad de la energía del ello, la energía del yo es bastante


menos fluida y está mucho más ligada. Con esto se quiere decir que se consume en
operaciones mentales y no se gasta en acciones impulsivas o realizaciones del deseo. El yo
liga la energía al canalizarla hacia los procesos psicológicos, consumiéndola en
contracatexias, formando intereses del yo, y utilizándola para la síntesis. A medida que se
desarrolla, el yo emplea cada vez más esta energía en tales funciones.

C. El superyó. El miedo al castigo y el deseo de aprobación hacen que el niño se identifique


con los preceptos morales de sus padres. Esta identificación con los padres produce la
formación del superyó. Pero a diferencia de las identificaciones realistas del yo, las
identificaciones en que se basa el superyó son las de los padres idealizados y
omnipotentes, los que poseen grandes poderes para castigar y recompensar. En
consecuencia, el superyó también posee el poder de recompensar y castigar. Lo primero lo
lleva a cabo el ideal del yo, lo segundo la conciencia moral.

Las prohibiciones de la conciencia moral son inhibiciones o contracatexias que bloquean la


descarga de la energía instintiva, ya sea directamente mediante el comportamiento
impulsivo y la realización de deseos, o de manera indirecta por medio de mecanismos del
yo. Es decir, la conciencia moral se opone al ello y al yo, y trata de suspender el
funcionamiento del principio del placer y del principio de realidad. Una persona con una
fuerte conciencia moral está en guardia constante contra los impulsos inmorales. Gasta
parte tan grande de su energía en la defensa contra el ello, que no le queda la suficiente
para llevar a cabo tareas útiles y satisfactorias. En consecuencia, se inmoviliza y vive una
vida constreñida.

Las contracatexias de la conciencia moral difieren de las del yo. Las fuerzas de resistencia
del yo tienen la finalidad de demorar la acción final para que el yo pueda desarrollar un
plan satisfactorio de acción. Las prohibiciones de la conciencia moral, en cambio, tratan de
abolir toda idea de acción. La conciencia moral les dice "no" a los instintos, el yo les dice
"esperad".

El ideal del yo pugna por perfección. Invierte su energía en catectizar ideales que son los
representantes internalizados de los valores morales de los padres. Estos ideales
representan elecciones objetales perfeccionistas. Una persona cuya energía esté ligada en
el ideal del yo, será idealista y de pensamientos elevados. Su elección de objetos y en gran
parte de intereses se determina más por sus valores morales que por sus valores reales. Se
ocupa más en diferenciar el bien del mal que en distinguir entre lo verdadero y lo falso.
Para tal persona la virtud es más importante 'que la verdad.

Al identificarse con las elecciones objetales éticas, del ideal del yo, el yo experimenta
sentimientos de orgullo. El orgullo es la recompensa que el ideal del yo otorga al yo por
ser bueno. Es análogo al sentimiento que tiene el niño cuando sus padres lo alaban. Por
otra parte, cuando el yo se identifica o elige un objeto que el superyó considera carente de
valor, el superyó castiga al yo haciéndole sentirse avergonzado y culpable. Esto también se
parece mucho a la situación que se da cuando la madre o el padre castigan a un niño por
portarse mal.
El orgullo es una forma de narcisismo secundario, El yo se ama a sí mismo por hacer lo que
es virtuoso. "La virtud es su propia recompensa." Del mismo modo podría decirse que el
pecado es su propio castigo.

Vemos así que la energía proveniente del ello se canaliza hacia el yo y el superyó mediante
el mecanismo de identificación. Tal energía, entonces, puede ser utilizada por el yo y el
superyó para promover o frustrar el objetivo del ello, que es la búsqueda del placer
(liberación de la tensión) y evitar el dolor (aumento de la tensión). Helos visto cómo el yo
se alía con el ello con el fin de gratificar a los instintos. Parecería, por otra parte, que el
superyó, como enemigo de los instintos inmorales que tienden al placer, se opone siempre
al ello. Pero no siempre es así. El ello puede manejar al superyó con el propósito de
obtener satisfacción para los instintos, Es decir, que el superyó puede actuar como agente
del ello, en relación con el mundo exterior y con el yo, Por ejemplo, el superyó de una
persona moralista puede volverse muy agresivo contra, su yo. Se le hace sentir al yo que
es malo e indigno. Una persona que siente tal cosa puede incluso infligirse daños
corporales o suicidarse. Los actos de auto agresión satisfacen los impulsos agresivos del
ello.

El superyó de una persona de pensamiento elevado también puede gratificar al ello


atacando a la gente que se considera inmoral. La crueldad disfrazada de indignación moral
no nos es desconocida y ha sido incluso practicada en gran escala. Lo atestiguan, por
ejemplo, la brutalidad de la Inquisición, la quema de brujas y los asesinatos en masa
perpetrados por los nazis. Esos ataques sádicos eran en apariencia instigados por un fervor
moral de la más alta jerarquía. Sin embargo, representan en realidad la expresión de las
fuerzas primitivas del ello. En tales casos, se dice que el superyó ha sido corrompido por el
ello.

El ello y el superyó tienen otra cualidad común. Ambos funcionan irracionalmente y


deforman y falsifican la realidad. Deberíamos más bien decir que el ello y el superyó
deforman el pensamiento realista del yo. El superyó obliga al yo a ver las cosas como
deberían ser y no como son. El ello obliga al yo a ver el mundo como el ello desea que sea.
En ambos casos, el proceso secundario, la prueba dé realidad y el principio de realidad son
pervertidos por fuerzas irracionales.

Para concluir este apartado sobre la distribución de la energía psíquica en la personalidad,


debe recordarse que existe una cierta cantidad de energía y no más. Esto quiere decir que,
si el yo gana energía, el ello o el superyó -o ambos- tienen que perderla. La energetización
de un sistema de personalidad significa la desenergetización de los otros sistemas. Una
persona con un yo fuerte tendrá un ello y un superyó débiles.

La dinámica de la personalidad consiste en los cambios en la distribución de la energía a


través de la personalidad. La conducta de una persona está determinada por su dinámica.
Si la mayor parte de la energía está controlada por el superyó, su conducta será moralista.
Si está controlada por el yo, su conducta será realista. Y si depende del ello, sus acciones
serán impulsivas. Lo que una persona es y hace es inevitablemente una expresión del
modo en que se distribuye la energía.

IV. Catexias y contracatexias

En uno de sus escritos Freud caracteriza el psicoanálisis como "una concepción dinámica que
reduce la vida mental a la interacción de fuerzas que se impulsan y controlan
recíprocamente". Las fuerzas impulsoras son las catexias, las fuerzas controladoras las
contracatexias.

Como hemos visto, el ello sólo tiene catexias mientras que el yo y el superyó también poseen
contracatexias. De hecho, el yo y el superyó se originan porque es necesario contener las
acciones imprudentes del ello. Ahora bien: aunque los procesos que constituyen el yo y el
superyó actúan como frenos del ello, el yo v el superyó también tienen sus tuerzas impulsoras
propias.

Otra manera de considerar el concepto de la contracatexia es verlo como una frustración


interna. La fuerza resistente frustra la descarga de tensión. Hay que distinguir este tipo de
frustración de otro tipo llamado frustración externa. En la frustración externa no se puede
llegar al objeto meta por razones sobre las cuales la persona no tiene dominio. Una ' persona
puede necesitar alimento, pero si no lo hay en su ambiente o si se le impide alcanzarlo su
hambre quedará insatisfecha. La frustración externa es un estado· de privación o de pérdida,
mientras que la frustración interna es un estado de inhibición interna. Cuando una persona
quiere hacer algo, pero se interpone en su camino un obstáculo externo, se trata de una
frustración externa. Cuando una persona quiere hacer algo, pero su yo o su superyó se lo
impiden, estamos frente a una frustración interna.

Freud observa que la frustración interna (contracatexia) no surge hasta que la frustración
externa le prepara terreno. Es decir, una persona tiene que experimentar privación o pérdida
de algo antes de que pueda desarrollar controles internos. En el caso del superyó, por
ejemplo, el niño no desarrolla una autodisciplina hasta que haya tenido la oportunidad de
identificarse con las prohibiciones morales de sus padres. Un niño tiene que aprender lo que
es malo mediante el castigo antes de que pueda establecer controles internos sobre su
conducta.

El concepto de fuerzas impulsoras y controladoras nos permite comprender por qué pensamos
y actuamos como lo hacemos. En general, si las fuerzas impulsoras son más poderosas que las
controladoras, se llevará a cabo alguna cIase de acción o se hará consciente alguna idea. Si las
contracatexias superan en fuerza a las catexias, se reprimirá la acción o el pensamiento. Sin
embargo, aun cuando no haya presente catexia alguna, el proceso mental puede estar cargado
tan débilmente que no se llegue reproducir la conciencia o la acción.

Tómese, por ejemplo, el caso de una persona que, trata de recordar algo. Puede no ser capaz
de recordarlo porque la huella mnémica está cargada con una cantidad insuficiente de
energía. La huella puede tener una carga débil de energía porque la experiencia no hizo
demasiada impresión en la persona en primer lugar. O la energía de la huella puede haberse
desviado hacia la formación de nuevas huellas mnémicas. Aprender algo nuevo habitualmente
significa que hay que olvidar o desaprender algo viejo. La razón de esto es que una persona
tiene una cantidad. limitada de energía psíquica. Cuando, se hacen nuevas inversiones, hay
que pedir prestada energía a las catexias objetales ya establecidas. En consecuencia" las viejas
catexias mnémicas se debilitan a medida que se agrega energía a las nuevas.

Se dice que las huellas mnémicas que poseen poca energía al comienzo o que la han perdido
en beneficio de otras huellas, han sido olvidadas. Pueden ser reinstaladas en la memoria- por
repetición de la experiencia. Así, cuando alguien olvida un número telefónico puede cargar de
nuevo la huella mnémica mirando el número en la guía. A esto se lo llama refrescar la
memoria. Por otra parte, uno puede no recordar algo porque a la catexia de la huella mnémica
se opone una resistencia o contracatexia. Se dice entonces que tales recuerdos están
reprimidos, y no olvidados.

Un recuerdo reprimido puede ser recordado reduciendo la fuerza de las contracatexias o


aumentando la fuerza de las catexias. Ninguna de las dos cosas es muy fácil de hacer. Por lo
general se encuentra que cuanto mayor es el esfuerzo para tratar de irrumpir a través de la
represión, mayor es la resistencia que se le opone. Técnicas especiales, tales como la hipnosis
o la asociación libre, se utilizan para debilitar las resistencias. Las resistencias también tienden
a debilitarse durante el dormir, de modo que podemos recordar en sueños algo que se
reprime durante la vigilia.

¿Por qué se reprimen los recuerdos? Hay dos razones principales. O el recuerdo en sí es
doloroso o se asocia con algo que es doloroso. Por ejemplo, una persona puede olvidar el
nombre de un conocido con el que ha tenido un encuentro desagradable. O puede olvidar su
nombre porque se asocia a algo doloroso. En ambos casos, las contracatexias tienen el fin de
proteger a la persona de la incomodidad y la ansiedad. Todo lo cual significa que es más fácil
olvidar una cita con el dentista que una cita para ir a bailar.

La realidad de las fuerzas impulsoras y represivas de la personalidad se nos manifiesta con


mucha frecuencia. Un ejemplo típico es el impulso de vaciar la vejiga, que se reprime por
reconocer la incorrección del lugar y tiempo para hacer tal cosa.

Tener algo en la punta de la lengua indica que está funcionando una represión; cuanto más
uno trata de recordarlo más difícil resulta hacerlo. Si uno presta atención a otros temas, puede
debilitarse la resistencia y surgir en la conciencia de pronto, espontáneamente, el recuerdo
reprimido. Podrían darse numerosos ejemplos más de la oposición de fuerzas. A veces una
persona tiene conciencia de la oposición, mientras que en otras ocasiones todo lo que
experimenta es un sentimiento de tensión, sin percatarse de la naturaleza de las fuerzas en
pugna.

La oposición de una contracatexia a una catexia se llama conflicto interno o endopsiquico, Un


conflicto endopsíquico reside dentro de la personalidad. Hay que distinguir estos conflictos de
los conflictos entre la persona y su ambiente. Aunque hay innumerables conflictos
endopsíquicos, tantos como existen catexias y contracatexias en pugna, se los puede clasificar
en dos categorías: los conflictos ello-yo, y los conflictos yo-superyó. No existen conflictos entre
el ello y el superyó porque la oposición entre el ello y el superyó siempre implica al yo. Es
decir, el ello y el superyó entran en conflicto porque cada uno trata de utilizar al yo para sus
propios fines. Además, un conflicto simple entre el ello y el yo puede complicarse si el superyó
alía sus fu erzas con el ello contra el yo o con el yo contra el ello. El yo es el elemento común
en todos los conflictos, incluyendo los que implican oposición con el mundo externo. Como el
resultado de un conflicto es decisivo para la evolución de la personalidad, nos ocuparemos de
nuevo de este importante tema en el capítulo siguiente.

Prácticamente todo proceso de la personalidad está regulado por la interacción de las catexias
y las contracatexias. A veces el equilibrio entre ellas es tan delicado que un pequeño cambio
en la proporción de la fuerza de la catexia respecto de la fuerza de la contracatexia significará
una diferencia entre hacer y no hacer algo. Un ligero aumento de la catexia o una ligera
disminución de contracatexia cuando el dedo de la persona está en el gatillo de un revólver
puede ser causa de que se dispare el tiro, de que se mate a una persona, fe juzgue a un
asesino, se lo condene y se lo ahorque. El delicado equilibrio del poder que a menudo existe
entre las fuerzas impulsoras y represoras de la personalidad hace extremadamente difícil
predecir con exactitud qué hará una persona en una situación dada. Así como una chispa
puede ocasionar un desastroso incendio, de la misma manera un alza imperceptible en el nivel
de la catexia puede iniciar una cadena de acontecimientos de profundas consecuencias en la
vida de una persona y en la sociedad.

V. Consciencia e inconsciente

En los primeros años del psicoanálisis, el concepto central de la teoría de Freud era el
inconsciente. En las formulaciones posteriores de Freud, a partir de 1920 más o menos, el
inconsciente fue rebajado de categoría y dejó de ser la región mayor y más importante de la
mente para ser considerado una cualidad de los fenómenos mentales. Mucho de lo que antes
se le había asignado al inconsciente se convirtió en el ello, y la distinción estructural entre
conciencia e inconsciente fue reemplazada por la organización tripartita ello, yo y superyó.

La teoría psicoanalítica, después de 1920, conserva la conciencia y lo inconsciente como


cualidades de los fenómenos mentales. El que un contenido mental sea consciente o no, de
pende de la magnitud de la energía invertida en él y en la intensidad de la fuerza de
resistencia.

Una persona siente dolor o placer cuando la magnitud del dolor o del placer excede cierto
valor catéctico, llamado valor umbral. De la misma manera, percibe un objeto en el mundo
cuando el proceso perceptual está energetizado más allá de un valor umbral. Aun cuando la
catexia sobrepase el umbral, la sensación o la percepción pueden no poseer la cualidad de
conscientes a causa de los efectos inhibitorios de la contracatexia, que le impide llegar a la
conciencia.

Por ejemplo, se conocen casos de individuos incapaces de ver, a pesar del hecho de que sus
mecanismos visuales funcionan bien. Son ciegos porque no quieren ver. Esto quiere decir que
la fuerza inhibitoria (contracatexia) bloquea efectivamente la catexia visual. La razón por la
que no quieren ver es que el ver es demasiado penoso para ellos Tienen literalmente o miedo
de ver, como una persona que cierra los ojos en el cine para evitar ver la escena
particularmente horripilante.
Las percepciones y los sentimientos son experiencias directas de algo que le está ocurriendo a
la persona en el presente. Los recuerdos y las ideas, por otra parte, son representaciones
mentales de experiencias pasadas. Para que las ideas o los recuerdos se hagan conscientes, es
necesario que se asocien con el lenguaje. Uno no puede pensar o recordar a menos que lo que
está pensando o recordando se una a palabras que ha visto u oído. En consecuencia, no se
puede recordar conscientemente experiencias infantiles que ocurrieron antes de que
comenzara el desarrollo del lenguaje. Sin embargo, pese al hecho de que uno no puede
recordar las experiencias muy tempranas, ellas pueden tener importancia decisiva en el
desarrollo de la personalidad.

Freud diferenció entre dos cualidades de inconscientes: lo preconsciente y el inconsciente


propiamente dicho. Una idea o recuerdo preconsciente son los que pueden hacerse
conscientes muy fácilmente porque la resistencia es débil. Un pensamiento o recuerdo
inconscientes son más difíciles de hacerse conscientes porque la fuerza que se les opone es
poderosa. En realidad, existen todos los grados de inconsciente. En un extremo de la escala
está el recuerdo que nunca podrá hacerse consciente porque no tiene asociaciones con el
lenguaje; en el otro se encuentra el recuerdo que está en la punta de la lengua.

Como se requiere una concentración relativamente grande de energía para que un proceso
mental adquiera la cualidad de ser consciente, con tal fin hay que desviar energía de otros
procesos mentales. Esto quiere decir que podemos tener conciencia de una sola cosa por vez.
Sin embargo, el rápido desplazamiento de energía de una idea, recuerdo, percepción o
sentimiento a otros, proporciona un amplio margen de percatación consciente-dentro de un
breve espacio de tiempo. Uno puede pensar o recorrer con la memoria una cantidad de cosas
rápidamente, por la movilidad con que puede redistribuirse la energía psíquica El sistema
perceptual es como un mecanismo de radar que con rapidez registra y toma imágenes del
mundo. Cuando el sistema perceptual descubre un objeto necesario o capta un peligro en
potencia en el mundo externo, se detiene y enfoca su atención sobre el objeto o el peligro. Se
atraen entonces ideas y recuerdos del preconsciente para ayudar a la persona a adecuarse a la
situación que se le presenta. Cuando ha pasado el peligro o se ha satisfecho la necesidad, la
mente vuelve su atención hacia otros asuntos.

VI. Los instintos

Un instinto es una suma de energía psíquica que imparte dirección a los procesos psicológicos,
y que tiene una fuente, una finalidad, un objetivo y un ímpetu. ¿Cuántos instintos diferentes
hay?

En su planteo final Freud reconoció dos grandes grupos de instintos: los que están al servicio
de la vida y los que están al servicio de la muerte. La meta final de los instintos de muerte es el
retorno a la constancia de la materia inorgánica. En sus especulaciones, Freud pensó que los
instintos de muerte se encontraban en la materia viva en una etapa de la evolución de la tierra
en que las fuerzas cósmicas que actuaban sobre la materia inorgánica la transformaron en
formas vivas. Esas primeras cosas vivas probablemente vivieron sólo muy corto tiempo y luego
retornaron (regresaron) a su estado inorgánico primitivo. La vida consistía esencialmente en
un estado de perturbación producido por un estímulo externo. Cuando la perturbación cesaba
se apagaba la chispa de la vida. Como resultado de estas condiciones presentes en la creación
de la vida, la regresión a 10 inorgánico se convirtió en una finalidad de lo orgánico.

Con la continua evolución del mundo, nuevas formas de energía crearon perturbaciones de
mayor duración, de modo que aumentó el lapso de vida. A su debido tiempo los seres
vivientes adquirieron el poder de reproducirse. En ese punto de la evolución, la creación de la
vida se hizo independiente de la estimulación externa. Aunque el instinto de reproducción
aseguraba la continuidad de la vida, la presencia del instinto de muerte significaba que ningún
ser particular podía vivir eternamente. Su destino final era siempre retornar a lo inorgánico.
Freud creía que la vida era un camino indirecto hacia la muerte.

Los instintos de muerte cumplen su tarea de manera invisible. Poco se sabe de ellos, excepto
que inevitablemente cumplen su misión. No obstante, los derivados de los instintos de
muerte, de los cuales la agresividad y la destructividad son algunos de los más importantes,
son muy conspicuos. En el Capítulo IV, El desarrollo de la personalidad. se examinará el tema
de los derivados de los instintos. Aquí baste decir que el derivado de un instinto es una fuerza
impulsora que tiene la misma fuente y finalidad que el instinto del que deriva, pero difiere en
los medios por los cuales alcanza su fin. En otras palabras, el derivado de un instinto es una
catexia objetal sustitutiva.

Los instintos de vida son mejor conocidos porque sus efectos son más manifiestos. Son los
representantes meno tales de todas las necesidades corporales cuya satisfacción es necesaria
para sobrevivir y reproducirse. Los instintos sexuales han sido los más profundamente
estudiados de todos los instintos de vida y tienen gran importancia en la teoría psicoanalítica
de la personalidad. Los instintos sexuales tienen sus fuentes en diversas zonas corporales, las
llamadas zonas erógenas. La boca, el ano y los órganos genitales son las principales zonas
erógenas. Freud pensaba que una zona erógena podía ser una parte de! cuerpo que estaba
sensibilizada por sustancias químicas (hormonas) segregadas por las glándulas sexuales. Los
instintos sexuales surgen independientemente entre sí en la vida del individuo, pero en la
pubertad (madurez sexual) se sintetizan normalmente al servicio de la reproducción. También
interactúan con los demás instintos vitales. La boca es la entrada para el alimento, y también
una parte del cuerpo que, adecuadamente estimulada, produce placer sensual. El ano es el
órgano por el cual se eliminan los residuos, pero también produce placer cuando se lo
estimula de ciertos modos. El derivado principal de los instintos sexuales es el amor.
Examinaremos más ampliamente los instintos sexuales y sus derivados en el capítulo
siguiente.

La forma de energía utilizada por los instintos vitales recibe el nombre de libido, pero Freud
nunca le dio nombre especial alguno a la forma de energía empleada por los instintos de
muerte. En sus primeros escritos utilizó el término "libidó" para denotar la energía sexual,
pero al revisar su teoría de la motivación la "libido fue definida como la energía de todos los
instintos de vida.

Los instintos de vida y de muerte y sus derivados pueden fusionarse entre sí, neutralizarse
mutuamente o alternar recíprocamente. Ejemplo de una fusión de instintos es el dormir, ya
que es a la vez un estado de tensión reducida (un retorno parcial por el camino que lleva a lo
inorgánico) y un lapso durante el cual los procesos vitales se revitalizan. El comer representa
una fusión de un instinto vital con la destructividad, esta última un derivado del instinto de
muerte, ya que la vida se mantiene gracias a la comida, pero al mismo tiempo se destruye el
alimento al morderlo, masticarlo y tragarlo. El amor, un derivado de los instintos sexuales, a
menudo neutraliza al odio, un derivado de los instintos de muerte. También pueden alternar
entre sí, como cuando el amor se vuelve odio o el odio se convierte en amor.

Los instintos residen en el ello, pero se expresan al guiar los procesos del yo y del superyó. El
yo es el agente principal de Jos instintos de vida. El yo sirve a los instintos vitales de dos
maneras importantes. Originariamente nace para que las necesidades básicas del cuerpo
alcancen su satisfacción. Lo hace aprendiendo a llevar a cabo transacciones realistas con el
ambiente. El yo también sirve a los instintos vitales al trasformar los instintos de muerte en
formas que cumplen los fines de la vida en vez de los de la muerte, Por ejemplo, el deseo
primario de muerte en el ello se trasforma en el yo en agresión contra los enemigos del
mundo exterior. Al cumplir una acción agresiva una persona se protege a sí misma del daño o
destrucción que podrían causarle sus enemigos. La agresión también le ayuda a superar
barreras que dificultan la satisfacción de sus necesidades básicas.

Sin embargo, cuando una persona es agresiva tropieza a menudo con contra agresiones
procedentes de autoridades y enemigos. Para evitar el castigo, la persona aprende a
identificarse con el agresor. Esto significa que se vuelve agresivo contra los mismos impulsos
que lo hacen hostil hacia los demás. Es decir, desarrolla un superyó que controla sus impulsos
en forma similar a una autoridad externa.

El superyó, como autoridad internalizada, lleva entonces una acción agresiva contra el yo cada
vez que éste intenta ser hostil o rebelde contra una figura externa con autoridad. la serie de
acontecimientos puede ser resumida así: 1) el niño es agresivo contra su padre; 2) el padre
responde castigando al niño; 3) el niño se identifica con el padre que lo castiga; 4) la autoridad
del padre se internaliza y se convierte en superyó; 5) el superyó castiga al yo cuando éste
desobedece una regla moral del superyó. En los casos extremos el superyó trata de destruir al
yo. Eso es lo que sucede, por ejemplo, cuando una persona se siente tan avergonzada de sí
misma que llega al suicidio.

Como el yo es el agente de la vida, el superyó, al tratar de destruir al yo tiene la misma


finalidad que el deseo original de muerte en el ello. Por eso se dice que el superyó es el agente
de los instintos de muerte.

VII. Angustia

La angustia es uno de los conceptos más importantes de la teoría psicoanalítica. Desempeña


un papel importante tanto en el desarrollo de la personalidad como en la dinámica del
funcionamiento de la personalidad. Además, posee un significado central en la teoría
freudiana de la neurosis y psicosis y en el tratamiento de estos estados patológicos. Nos
limitaremos aquí. a examinar la parte que la angustia desempeña en el funcionamiento de la
personalidad normal.

La angustia es una experiencia emocional penosa producida por excitaciones de los órganos
internos del cuerpo. Estas excitaciones son provocadas por estímulos internos o externos y
están gobernadas por el sistema nervioso autónomo. Por ejemplo, cuando una persona
enfrenta una situación peligrosa, su corazón late más de prisa, respira rápidamente, se le seca
la boca y las palmas de la mano traspiran.

La angustia difiere de otros estados penosos, tales como la tensión, el dolor, y la melancolía,
por alguna cualidad específica de conciencia. No se sabe con precisión qué determina esa
cualidad. Freud pensó que podría ser algún rasgo característico de las excitaciones viscerales
mismas. De todas maneras, la angustia es un estado consciente que puede ser distinguido
subjetivamente por la persona de otras experiencias de dolor, depresión, melancolía y
tensiones producidas por el hambre, la sed, el sexo y otras necesidades- corporales. Diremos
de paso que no existe la angustia inconsciente, de la misma manera que no existe el dolor
inconsciente. Uno puede no darse cuenta de la razón de su angustia, pero no puede dejar de
darse cuenta del sentimiento de angustia. La angustia que no se experimenta no existe.

Angustia es sinónimo de miedo. Freud prefirió el término angustia al de miedo porque por lo
general se piensa que el miedo se refiere a algo del mundo externo. Freud reconoció que cabe
tener miedo a peligros tanto internos como externos. Distinguió tres tipos de angustia:
angustia real o la objetiva, angustia neurótica y angustia moral.

Estos tres tipos de angustia no difieren entre sí de manera cualitativa. Todos comparten la
misma cualidad de ser desagradables. Difieren sólo respecto de sus fuentes. En la angustia real
el origen del peligro está en el mundo externo. Uno tiene miedo a una serpiente venenosa, a
un hombre con un revólver, o a un automóvil que no se puede dominar. En la angustia
neurótica la amenaza consiste en una elección objetal instintiva del ello. Una persona tiene
miedo de ser dominada por un impulso incontrolable de cometer un acto o de tener un
pensamiento que le serán perjudiciales. En la angustia moral la fuente de la amenaza es la
conciencia del sistema superyoico. Uno teme que la conciencia moral lo castigue por hacer o
pensar algo contrario a las normas del ideal del yo. Para decirlo en pocas palabras, los tres
tipos de angustia que experimenta el yo son el miedo al mundo externo, el miedo al ello y el
miedo al superyó.

La distinción entre estos tres tipos de angustia no quiere decir que la persona que
experimenta la angustia se dé cuenta de su fuente real. Puede pensar que tiene miedo a algo
del mundo exterior cuando en realidad su miedo surge de un peligro impulsivo o de una
amenaza del superyó. Por ejemplo, una persona que teme manejar cuchillos afilados puede
pensar que su miedo obedece a que los cuchillos afilados son intrínsecamente peligrosos,
cuando en realidad lo que teme es volverse agresiva y herir a alguien al tener un cuchillo en la
mano. De la misma manera, una persona puede pensar que teme estar en un lugar alto
porque los lugares altos son objetivamente peligrosos, cuando lo cierto es que tiene miedo de
que su conciencia aproveche la oportunidad de estar en ese lugar para castigarla por sus
pecados haciéndola caerse. Un estado de angustia puede tener más de una fuente, Pueden
fundirse las angustias neurótica y objetiva, o la angustia moral con la objetiva, o la angustia
neurótica con la moral. También pueden mezclarse las tres.

La única función de la angustia es actuar como una señal de peligro para el yo, de modo que
cuando la señal aparece en la conciencia el yo pueda tomar medidas para enfrentar el peligro.
Aunque la angustia es penosa y uno podría desear que se anulara, cumple una función muy
necesaria al 'alertar a una persona ante la presencia de peligros internos y externos. Una vez
alerta, la persona puede hacer algo para protegerse o evitar el peligro. Por otra parte, si no se
puede evitar el peligro, la angustia se acumula y por último abruma a la persona. Cuando esto
ocurre, se dice que la persona ha sufrido un colapso nervioso.

A. Angustia real. La angustia real es una experiencia emocional penosa que se produce al
percibir un peligro en el mundo externo. Un peligro es cualquier condición o ambiente que
amenaza con perjudicar a la persona. La percepción del peligro y el surgimiento de la
angustia pueden ser innatos, en el sentido de que se hereda una tendencia a atemorizarse
en presencia de ciertos objetos o condiciones del ambiente, o puede ser adquirida durante
la vida. Por ejemplo, el miedo a la oscuridad puede ser innato porque en el pasado
generaciones de hombres fueron constantemente amenazados por peligros durante la
noche, antes de que poseyeran los medios de encender luces; o puede ser aprendido,
porque es más probable que se tengan experiencias peligrosas durante la noche que
durante el día. También es posible que la herencia y la experiencia sean co-productoras
del miedo a la oscuridad. La herencia puede hacer a una persona susceptible al miedo
mientras que la experiencia puede trasformar la susceptibilidad en realidad.

De todos modos, los temores se adquieren más fácilmente durante la infancia, cuando la
desvalidez del organismo inmaduro le impide enfrentarse con los peligros externos. El
organismo joven se siente a veces avasallado por el miedo, porque su yo no se ha
desarrollado aún hasta el punto de poder dominar (ligar). cantidades excesivas de
estímulo. Las experiencias que colman de angustia se llaman traumáticas, porque reducen
a la persona a un estado infantil de desvalidez, El prototipo de todas las experiencias
traumáticas es el trauma del nacimiento. El recién nacido es bombardeado por una
estimulación excesiva proveniente del mundo externo, para la cual su protegida existencia
fetal no lo había preparado. Durante sus primeros años el niño se encuentra con muchas
otras situaciones que no puede enfrentar, y estas experiencias traumáticas ponen la base
para el desarrollo de toda una red de miedos. Cualquier situación de la vida posterior que
amenace reducir a una persona a un estado infantil de des validez, hará revivir la señal de
angustia. Todos los miedos se relacionan con las primeras experiencias de desvalidez y
derivan de ellas. Por eso es tan importante proteger al niño pequeño de experiencias
traumáticas.

Podemos aprender, y en efecto aprendemos, a reaccionar con eficacia cuando suena la


alarma ele la angustia. Huimos del peligro o hacemos algo para anularlo. También
adquirimos la capacidad de ' anticipar el peligro y tomar medidas para precavernos antes
de que se haga traumático. Esta capacidad consiste en poder reconocer un ligero
sentimiento de aprensión que indica que algo se hará más peligroso a menos que se lo
detenga. Una persona regula constantemente su comportamiento sobre la base de
sentimientos incipientes de aprensión. Cuando una persona maneja un auto, por ejemplo,
experimenta una sucesión de ligarlas aprensiones que le previenen para que esté alerta
ante los peligros posibles.
Cuando no se puede hacer nada para protegerse del peligro, la angustia alcanza el punto
en que la persona sufre un colapso o se desmaya. Se sabe que el miedo hasta ha matado a
algunas personas. Como veremos en el capítulo siguiente, el yo posee otros medios de
enfrentar la angustia.

B. Angustia neurótica. La angustia neurótica es provocada por la percepción de un peligro


proveniente de los instintos. Es miedo a lo que podría ocurrir si las contracatexias del yo
son incapaces de impedir que las catexias objetales instintivas se descarguen en alguna
acción impulsiva.

La angustia neurótica puede manifestarse en tres formas. Existe un tipo de aprensión


flotante que se conecta rápidamente con cualquier circunstancia más o menos adecuada
del ambiente. Esta clase de angustia caracteriza a la persona nerviosa que siempre espera
que ocurra algo terrible. Solemos decir que una persona tal tiene miedo a su propia
sombra. Mejor sería decir que tiene miedo de su propio ello. En realidad, teme que el ello,
que constantemente ejerce presión sobre el yo, se apodere de éste y lo reduzca a un
estado de impotencia.

Otra forma observable de angustia neurótica es un miedo intenso e irracional, al cual se


suele llamar fobia. El rasgo característico de la fobia es que la intensidad del miedo no
guarda proporción alguna con la peligrosidad real del objeto que la persona teme. Esta
puede tener un miedo mortal a las polillas, a los lugares elevados, a las multitudes, a los
espacios abiertos, a los botones, a la, goma, a cruzar la calle, a hablar ante un grupo, al
agua o a las bombillas eléctricas, para citar unas pocas de las muchas fobias que se han
observado. En todos los casos el miedo es irracional, porque la fuente principal de la
angustia se encuentra en el ello más que en el mundo externo, El objeto de la fobia
representa la tentación de proporcionarse una satisfacción instintiva o se asocia de alguna
manera con una elección objetal instintiva. Detrás de cada miedo neurótico hay un deseo
primitivo del ello por el objeto que se teme. La persona desea lo que teme; o desea algo
asociado con el objeto temido o simbolizado por éste.

Por ejemplo, una mujer joven tenía un miedo mortal a tocar cualquier cosa hecha de
goma. Ella no sabía por qué sentía tal miedo, sólo sabía que lo había experimentado desde
que tenía memoria. El análisis descubrió los siguientes hechos: cuando era pequeña su
padre había llevado al hogar dos globos, uno para ella y otro para su hermana menor, En
un acceso de ira ella había roto el globo de su hermana, por lo cual su padre la castigó
severamente. Además, tuvo que darle su globo a su hermana. Análisis posteriores
demostraron que había sentido muchos celos de su hermana, tantos que en secreto deseó
que se muriera y la dejara como' único objeto del cariño de su padre. Romper el globo de
su hermana significaba un acto destructivo contra ella. El castigo consiguiente y su propio
sentimiento de culpa se asociaron can el globo de goma. Cada vez que entraba en
contacto con la goma, el viejo miedo de desear destruir a su hermana la hacía huir.
La angustia moral puede aumentar las fobias cuando el objeto deseado pero temido
trasgrede un ideal del superyó. Por ejemplo. una mujer puede sentir un miedo irracional
de ser violada porque en realidad desea ser, atacada sexualmente, pero el superyó se
rebela contra su deseo. En realidad, no tiene miedo de ser violada, sino que lo desea.
Tiene miedo de su propia 'conciencia moral por abrigar tal deseo. Es decir, una parte de su
personalidad está en pugna con otra, El ello dice "deseo"; el superyó dice "¡qué horrible!"
Y el yo dice "tengo miedo". Esta es la explicación de muchos miedos intensos.

La tercera forma de angustia neurótica se observa en reacciones de pánico o cuasi pánico.


Estas reacciones se manifiestan repentinamente, aparentemente sin ser provocadas. A
veces se lee que una persona enloqueció y disparó contra diversos individuos a quienes no
conocía: y que no le habían hecho nada. Más tarde no pudo explicar por qué hizo tal cosa.
Todo lo que sabe es que se sintió tan trastornada y tensa que tuvo que hacer algo antes de
explotar. Estas reacciones son ejemplos del comportamiento de descarga cuya finalidad es
liberar a la persona de una angustia neurótica excesivamente penosa, haciendo lo que el
ello exige, a pesar de las prohibiciones del yo y del superyó.

El pánico es una forma de reacción extrema que a menú do se manifiesta en formas


menos violentas. Se lo ve cada vez que una persona hace algo que no concuerda con su
comportamiento habitual. Puede ser soltar de pronto una palabra particularmente
ofensiva, robar un artículo de poco valor en una tienda, o hacer una observación
insultante sobre alguien. En tales casos se dice que la 'persona está actuando según sus
impulsos. Actuar según sus impulsos reduce la angustia neurótica al aliviar la presión que
ejerce el ello sobre el yo.

Está de más decir que tal comportamiento provocará un aumento de la angustia real
cuando el acto impulsivo suscita una reacción amenazante por parte del ambiente, como
por lo general ocurre. Un niño es castigado repetidas veces por seguir sus impulsos, de
modo que habitualmente aprende a controlarlos. Si no aprende a hacerlo cuando niño y
llega a ser un adulto impulsivo, la sociedad tiene recursos para tratar con él mediante
procedimientos legales. Aun así, se han conocido ciudadanos observantes de la ley que la
han trasgredido bajo la" presión de la angustia neurótica. Sus controles se quiebran y los
impulsos dominan el comportamiento. Aunque la gente bien controlada usualmente
lamenta las acciones impulsivas y las explosiones emocionales, después del estallido
experimenta una sensación de alivio.

La angustia neurótica se basa en la angustia real en el sentido de que una persona tiene
que asociar una demanda instintiva con un peligro externo antes de que aprenda a temer
sus instintos. Puesto que la descarga instintiva no acarrea castigo, uno nada tiene que
temer de las catexias objetales instintivas. Sin embargo, cuando el comportamiento
impulsivo provoca dificultades a la persona, que es lo común, ésta aprende cuán
peligrosos son los instintos. Las palmadas y las zurras y otras formas de castigo le
demuestran al niño que la satisfacción impulsiva instintiva lleva a un estado, de
incomodidad. El niño adquiere ansiedad neurótica cuando se lo castiga por ser impulsivo.
La ansiedad neurótica puede ser para el yo una carga más pesada que la angustia objetiva.
A medida que crecemos, desarrollamos medios para dominar o evitar las amenazas
exteriores, e incluso de niños siempre pudimos huir de objetos o situaciones peligrosas.
Pero corno la fuente de la ansiedad neurótica es un sector de la propia personalidad, es
mucho más difícil manejad a y completamente imposible huir de ella. El desarrollo de la
personalidad, como veremos en el capítulo siguiente, está determinarlo en gran medida
por los tipos de adaptaciones y mecanismos que se forman en el yo para enfrentar la
angustia neurótica y la angustia moral. La lucha contra los miedos es una de las tareas
principales del crecimiento psicológico, y el resultado influye sobremanera en el carácter
final de la persona.

Antes de terminar esta sección el lector debe tener presente que la angustia neurótica no
es posesión exclusiva de la gente neurótica. La gente normal también experimenta
angustia neurótica, pero ésta no domina su vida en el mismo grado en que lo hace en la
vida de los neuróticos. Después de todo, la diferencia entre un neurótico y una persona
normal es sólo de grado, y el límite entre los dos es muy impreciso.

C. Angustia moral. La angustia moral, que se experimenta como sentimientos de culpa o de


vergüenza en el yo, es suscitada por la percepción de un peligro proveniente de la
conciencia moral. La conciencia moral, como agente internalizado de la autoridad de los
padres, amenaza castigar a la persona por haber hecho o pensado algo que trasgrede los
propósitos perfeccionistas del ideal del yo que los padres han inculcado en la
personalidad. El miedo original del que deriva la angustia moral es un miedo objetivo: el
miedo a los padres que castigan. Como en el caso de la angustia neurótica, la fuente de la
angustia moral está en la estructura de la personalidad, y al igual que en la angustia
neurótica, la persona no puede evitar los sentimientos de culpa tratando de huir de ellos.
El conflicto es puramente intrapsíquico, lo cual quiere decir que es un conflicto estructural
y no implica una relación entre Ia persona y el mundo, excepto en un sentido histórico,
pues la angustia moral es una consecuencia del miedo objetivo a los padres.

La angustia moral tiene lazos estrechos con la angustia neurótica, puesto que los enemigos
principales del superyó son las elecciones objetales primitivas del ello. Estos lazos son
creados por la disciplina de los padres, que en gran parte se dirige contra la expresión de
impulsos sexuales y agresivos. Por eso la conciencia moral, que es la voz internalizada de la
autoridad paterna, es un conjunto de prohibiciones contra la sensualidad y la
desobediencia.

Una de las ironías de la vida es que la persona virtuosa experimenta más vergüenza que la
persona no virtuosa. La razón de esto es que el mero pensar en hacer algo malo,
avergüenza a una persona virtuosa. Una persona con gran autocontrol pensará mucho
sobre las tentaciones instintivas, pues no encuentra otra salida para sus necesidades
instintivas. Una persona menos virtuosa no tiene un superyó tan fuerte, y es por lo tanto
menos probable que la conciencia lo acuse cuando piensa o hace algo fuera del código
moral. Los sentimientos de culpa son parte del precio que la persona idealista paga por su
renuncia a los instintos.

Hemos dicho que la angustia advierte al yo que está en peligro. En la angustia objetiva, si
la persona no le presta atención a la advertencia, le ocurrirá algo perjudicial. Sufrirá un
daño o un dolor físico, o experimentará alguna privación o pérdida. Al prestar atención a la
advertencia,

la persona puede evitar el daño. En la angustia neurótica y moral e! peligro no está en el


mundo externo ni es un daño físico doloroso o una privación física la que la persona teme.
¿Qué teme entonces? Tiene miedo del miedo en sí. Esto es evidente en el caso de
sentimientos de culpa que son directamente penosos para la persona. Pueden, en efecto,
llegar a ser tan insoportables que la persona que se siente culpable puede provocar un
castigo del exterior para expiar su culpa y alcanzar alivio. Hay individuos que han cometido
crímenes a causa de sus sentimientos de culpa. Se los atrapa con facilidad porque desean
ser atrapados y castigados. De manera similar, la presión creciente de la angustia
neurótica puede ser causa de que 'una persona pierda la cabeza y haga algo muy
impulsivo. Las consecuencias del hecho impulsivo son consideradas menos penosas que la
angustia en sí. La angustia neurótica y moral no es sólo señal de un peligro inminente para
el yo, es también el peligro mismo.

Capítulo IV. El desarrollo de la personalidad.

Uno de los hechos evidentes acerca de la personalidad, es que está en cambio y desarrollo
constantes. Esto se advierte especialmente durante la infancia, la niñez y la adolescencia.
Estructuralmente, el yo se hace más diferenciado y dinámicamente alcanza un control mayor
sobre las fuentes instintivas de energía. Hay una elaboración de pautas de comportamiento, una
proliferación de catexias objetales en forma de intereses y vinculaciones, y un desarrollo de los
procesos psicológicos de la percepción memoria y pensamiento. Toda la personalidad se hace más
integrada, lo cual quiere decir que se facilitan los intercambios de energía entre los tres sistemas y
con el mundo externo. Las catexias y las contracatexia s tienden a estabilizarse a medida que la
persona crece, de manera que la personalidad funciona de modo más suave, más ordenado y más
congruente. Mediante el aprendizaje, se desarrolla una habilidad mayor para enfrentar las
frustraciones y las angustias. Estos y otros cambios en la persona son el resultado de cinco
condiciones importantes: 1) maduración, 2) excitaciones penosas resultantes de privaciones y
pérdidas externas (frustración externa), 3) excitaciones penosas que surgen de conflictos internos
(catexias versus contracatexias), 4) inadecuaciones personales, 5) angustia.

La maduración consiste en series innatamente controladas de cambios evolutivos. Caminar es un


ejemplo de un proceso de maduración. Al principio el bebé no, tiene poder de locomoción; luego,
como resultado del crecimiento de los huesos, músculos, tendones y de desarrollos dentro del
sistema nervioso, el bebé pasa por una serie de progresos bien definidos que comienzan con
poder levantar la cabeza y que a su debido tiempo le llevan a poder dar unos pasos por sí solo. El
desarrollo del lenguaje manifiesta una serie similar de progresos desde el balbuceo del bebé hasta
las verbalizaciones significativas del niño. La percepción, la memoria, el aprendizaje, el juicio y el
pensamiento son influidos por la maduración del sistema nervioso 'central, y los instintos,
especialmente el sexual, son modificados por la maduración del sistema neuro-humoral integrado
por el sistema nervioso autónomo y las glándulas endocrinas. La maduración es un proceso
generalizado; probablemente no hay aspecto alguno del desarrollo que no sufra su influencia. Sin
embargo, es difícil, si no imposible, sepa rar los efectos de la maduración de los del aprendizaje. La
maduración y el aprendizaje corre parejas en el desarrollo de la personalidad.

Una frustración es cualquier cosa que impide descarga una excitación penosa o incómoda. En
otras palabras, una frustración es algo que se interpone en el funcionamiento del principio del
placer. La persona puede frustrarse porque no encuentra en el ambiente el objeto-meta necesario
A esto se le llama privación. El objeto-meta puede estar presente pe ro no estar al alcance de la
persona que lo desea. A esto se llama pérdida. La privación y las pérdidas clasifican como
frustraciones externas porque residen en el ambiente.

La frustración también puede deberse a algo dentro de la personalidad. Puede existir una fu erza
opositora o contracatexia que le impide a la persona alcanzar satisfacción. A esto se le llama
conflicto. O la persona puede carecer de la habilidad, la comprensión, la inteligencia o la
experiencia necesarias para log rar una adaptación satisfactoria. Estas debilidades o limitaciones
que residen en la persona reciben el nombre de inadecuaciones personales. Por último, la
frustración puede obedecer al miedo. El miedo puede ser real, neurótico o moral, o una
combinación de los tres.

Las maneras en que la persona se enfrenta y trata de superar o adaptarse a esos obstáculos
modelan su personalidad. Este es el tema del capítulo presente. Examinaremos ahora algunos de
los métodos principales que una persona utiliza para resolver sus frustraciones, conflictos y
angustias. Estos métodos son la identificación, el desplazamiento, la sublimación, los mecanismos
de defensa y la trasformación de los instintos mediante la fusión y la transacción.

I. Identificación.

En el capítulo anterior se explicó mediante el mecanismo de identificación la formación del yo y


del superyó, Se dijo que el yo y el superyó atraen energía del ello al hacer identificaciones
ideacionales y moralistas con las elecciones objetales instintivas del ello. Aquí examinaremos con
mayor detalle la naturaleza de la identificación y su papel en el desarrollo de la personalidad.

En el presente contexto se definirá la identificación como la incorporación de las cualidades de un


objeto externo, generalmente las de otra persona, a la propia personalidad. Una persona que se
identifica exitosamente con otra persona se parecerá a ella. Una de las razones por las que los
niños se asemejan a sus padres es que asimilan las características paternales. La tendencia a copiar
e imitar a otra gente es un factor importante en el moldeamiento de la personalidad. ¿Bajo qué
condiciones tiene lugar la identificación? Hay por lo menos cuatro importantes La primera tiene
poco que ver con la frustración y la angustia . Depende' solamente de la propagación de la catexia
narcisista (amor a sí mismo) a aquellos rasgos de otra persona que se catectizan en uno mismo.
Por ejemplo, un niño que catectiza sus propios rasgos masculinos tendrá más probabilidades de
valorar los rasgos masculinos de otros hombres, no porque desee poseerlos sino porque son
iguales a los suyos. Siempre tendernos a identificarnos con gente que tiene las mismas
características que nosotros. Esto se aplica tanto a los bienes materiales como a los rasgos
personales. Es más probable que una persona que posea un Cadillac se identifique con otras
personas que posean Cadillacs que con los dueños de Fords. Este tipo de identificación recibe el
nombre de identificación narcisista. Narcisismo es el término que Freud utilizó para el amor a sí
mismo. Se origina en el mito de Narciso que se enamoró de su propia imagen que vio reflejada en
un lago. Decimos que una persona es narcisista cuando pasa mucho tiempo admirándose a sí
misma.

No debe confundirse la identificación narcisista con la elección objetal. Cuando una persona hace
una elección objetal la hace porque desea el objeto, En la identificación narcisista la persona ya
tiene el objeto que desea; su catexia sólo se amplía para incluir a otra gente que posee el mismo
objeto. Los hombres se identifican con los hombres porque comparten ciertas características
comunes, pero catectizan a las mujeres porque ellas son un medio para reducir tensiones de
distintas clases.

Si el factor narcisista es muy fuerte, una persona sólo alcanza satisfacción eligiendo un objeto
amoroso que se le parezca. Por eso una persona puede preferir la homosexualidad a la
heterosexualidad, o un hombre casarse con una mujer masculina o una mujer con un hombre
femenino. Al igual que Narciso, se ama la imagen refleja de sí mismo.

Es muy posible que todas las elecciones objetales estén en cierta medida influidas por el
narcisismo. Dos personas, por ejemplo, comúnmente no se enamorarán sin que se parezcan entre
sí en algún respecto. En general, es gente de la misma clase social y con Jos mismos intereses y
gustos la que se enamora y se casa.

La identificación narcisista es responsable de los vínculos que existen entre los miembros del
mismo grupo. Los miembros de una fraternidad se identifican entre sí porque todos participan por
Jo menos de una característica común: pertenecer a la misma organización. Cada vez que dos o
más personas tienen algo en común, ya sea un rasgo físico o mental, un interés, un valor, un bien,
pertenecer al mismo club, poseer la misma personalidad o cosas parecidas, se inclinarán a
identificarse entre sí. Dos personas pueden identificarse recíprocamente porque ambas desean la
misma cosa, y sin embargo lucharán entre sí por la posesión del objeto deseado. Puede resultar
paradójico hablar de la afinidad entre los enemigos o rivales, pero no puede haber dudas de que
tales afinidades existen. Los enemigos a veces se convierten en amigos, y a veces la competencia
se trasforma en cooperación. El policía se identifica con el ladrón y el ladrón con el policía.

Un segundo tipo de identificación surge de la frustración y de la angustia. Considérese, por


ejemplo, la situación de una muchacha que quiere ser amada. Ve a sus amigas que se enamoran y
se pregunta qué tienen ellas que a ella le falta. Decide imitarlas, esperando con tal actitud alcanzar
la misma meta. Este tipo de identificación, por la cual una persona frustrada se identifica can una
persona exitosa para conseguir éxitos, recibe el nombre de identificación orientada a una meta.
Este tipo de identificación es muy común y tiene gran influencia sobre el desarrollo de la
personalidad. Un chico se parece cada vez más al padre si éste alcanza metas que el chico también
desea una chica se identificará con su madre por la misma razón y con el mismo resultado. Por
otra parte, si la madre o el padre no persiguen propósitos que el hijo desea, éste buscará en otras
partes modelos adecuados. Una de las razones de la popularidad del cine es que el espectador
puede identificarse con el héroe o la heroína exitosos, o con el villano si lo prefiere, y de esa
manera satisface por interpósita persona sus propios deseos frustrados. Cuando hablamos de
satisfacción sustitutiva significamos que la persona no alcanza la meta deseada, pero se identifica
con alguien que la alcanza. Si uno no puede llegar a ser famoso puede obtener satisfacción sólo
con asociarse a una persona famosa.

Debe destacarse que las identificaciones orientadas a un propósito suelen referirse a algunas
cualidades particulares de otra persona y no necesariamente a toda la persona. Un niño puede
identificarse con la fuerza de su padre y no con su interés por la lectura o el golf, porque lo que el
niño considera importante es la fuerza y no las actividades recreativas del padre. No obstante, la
identificación tiende a generalizarse. Esto significa que, si una persona se identifica con algunos
rasgos poseídos por otra persona, será probable que se identifique también con otros rasgos.
Además, puede ser difícil aislar precisamente las características que hacen que una persona tenga
éxito; en consecuencia, se hará una identificación total en vez de una parcial.

Cuando una persona ha perdido o no puede poseer un objeto, puede tratar de recuperarlo o
alcanzarlo haciéndose igual al objeto. A este tipo de identificación puede llamárselo identificación
de pérdida de objeto.

Ese tipo de identificación es común entre los runos que han sido rechazados por sus padres.
Tratan de recuperar el amor paterno comportándose de acuerdo con lo que los padres esperan de
ellos. Un niño se identificará can lo que cree que sus padres desean que él sea. Igualmente, una
persona que ha perdido a uno de sus padres por separación o muerte puede resolver forjar su
carácter según los ideales del padre o la madre ausente. En estos ejemplos vemos que no es
necesariamente el carácter de los padres el que determina la clase de identificación hecha por el
niño; antes bien, el niño asimila los valores y las normas de los padres. Es así como se forma el
ideal del yo.

La identificación de pérdida de objeto puede servir para restablecer el objeto real. Al ser bueno, el
niño en realidad recupera el cariño paterno. También puede servirle para reemplazar el objeto
perdido. Si uno adopta las características de la persona ausente, esa persona se convierte en parte
de la propia personalidad. La personalidad, en el curso del desarrollo, sufre la: influencia de
muchas catexias de objeto perdido.

El cuarto tipo de identificación es aquella en que la persona se identifica con las prohibiciones
establecidas por algún representante de la autoridad. La finalidad de esta clase de identificación es
permitir que se corte el castigo mediante la obediencia a las exigencias de un enemigo en
potencia. Uno se identifica por miedo más que por amor. Estas identificaciones son los cimientos
sobre los cuales se construye la conciencia moral. La red de fuerzas restrictivas que forman la
conciencia moral representa la incorporación de las interdicciones paternales. Al regular su
comportamiento mediante restricciones autoimpuestas, (contracatexias), el niño evita hacer cosas
por las que sería castigado. A medida que crece, hace identificaciones similares con las exigencias
de otra gente dominante.

Al identificarse con los representantes de la autoridad, el niño se socializa. Esto significa que se
somete a las reglas y normas de la sociedad en que vive. Al someterse a ellas evita el dolor y
obtiene placer. La estabilidad de la sociedad en gran parte depende de las identificaciones que la
generación joven hace con los ideales y prohibiciones de la generación mayor y dominante. La
generación. joven puede rebelarse contra las convenciones, pero por lo general termina por
conformarse a la sociedad.

Antes de abandonar el tema, podemos mencionar una forma muy primitiva de identificación.
Consiste en comer algo para llegar a ser igual a lo que se come. Por ejemplo, un cazador indígena
come el corazón del león que ha cazado para ser tan poderoso como él. Este tipo primitivo de
identificación persiste simbólicamente en el sacramento cristiano. Se supone que al recibir la
hostia y beber el vino que son los símbolos del cuerpo y sangre de Cristo, la persona se torna más
semejante a Cristo.

la personalidad al producir semejanzas entre una persona y las características de objetos, que por
lo habitual son otras personas, existentes en el mundo exterior. El móvil de la identificación,
aparte de la variedad narcisista, lo proporcionan la frustración, la inadecuación y la angustia, y la
finalidad de la identificación es la descarga de la penosa tensión mediante el dominio de la
frustración, la inadecuación o la angustia. Examinamos cuatro tipos de identificación: 1) la
narcisista, que se define como la propagación de las catexias propias hacia otras personas y cosas
que se parecen a uno; 2) las orientadas a tilia meta, que se definen como el moldeamiento de la
propia personalidad según la de la persona que alcanza metas que el identificador querría
alcanzar; 3) de. pérdida de objeto, que se definen como la incorporación de objetos catectizados
que uno ha perdido o que no ha sido posible poseer, y 4) con un agresor, que se define como la
incorporación de prohibiciones impuestas por un representante de la autoridad.

II. Desplazamiento y sublimación

Al hablar sobre los instintos en el Capítulo III se señaló que la característica más variable de un
instinto es el objeto o métodos mediante los cuales se alcanza la finalidad del instinto, esto es, la
reducción de la tensión. Si no se puede obtener el objeto, la catexia puede transferirse a otro que
esté disponible. Esto quiere decir que la energía psíquica tiene la propiedad de desplazarse. El
proceso por el cual se re-canaliza la energía de un objeto a otro recibe el nombre de
desplazamiento. El desarrollo de la personalidad avanza, en gran medida, mediante una serie de
desplazamientos de energía, o sustituciones de objetos. La fuente y la finalidad del instinto
permanecen iguales cuando se desplaza la energía; sólo el objeto meta varía.

Las causas de desplazamiento son las mismas que las del desarrollo de la personalidad, a saber, la
maduración, la frustración, los conflictos, las inadecuaciones y la angustia. Considérese, por
ejemplo, la serie de desplazamientos que ocurren en el caso de lo que se llama gratificación oral.
La boca y los labios son zonas sensitivas íntimamente asociadas con el acto de comer. El estímulo
del pezón en el labio hace que el 'niño mame. Aunque la succión tiene el propósito de satisfacer el
hambre, el suave estímulo de los labios es placentero en sí y la falta de tal estímulo por un tiempo
prolongado es irritante. Existe, para decirlo con otras palabras, una necesidad de chupar, que, de
no ser bien satisfecha mediante la ingestión de alimento, se expresará de otras maneras. El bebé
chupará sus propios dedos u otros objetos a su alcance. Si se le castiga por chuparse el pulgar, el
niño descubrirá otros objetos, o se le dará, por ejemplo, un caramelo que pueda chupar sin temor
a que lo castiguen. A medida que crece, se abandonan las formas infantiles de estimulación labial
bajo la presión social y se adoptan formas adultas. Fumar, beber, mojarse los labios con la lengua,
masticar goma o tabaco y escupir, son algunas de las actividades orales que practican los adultos.

Eso no quiere decir que estas catexias objetales sustitutivas dependan solamente de la
recanalización de la energía instintiva de la succión y el hambre. También otros instintos pueden
encontrar cierta satisfacción en el hábito oral , al mismo tiempo que se reducen las tensiones
orales localizadas, El beso también produce satisfacción sexual y beber bebidas alcohólicas puede
reducir muchas tensiones además de las labiales . En realidad, es una característica de las
elecciones objetales adultas el estar determinadas por una confluencia de energía proveniente de
muchas fuentes vitales, Se conoce esto con el nombre de fusión de instintos. Los intereses y las
preferencias adultas, a diferencia de las infantiles, tienen una motivación compleja, o, como lo
expresó Freud, están sobredeterminados. Por sobredeterminación se entiende que cualquier
elección objetal puede satisfacer una multiplicidad de instintos. La fusión de instintos y la
sobredeterminación se conocen también como condensaciones. La canalización de varios instintos
hacia un objeto representa una condensación de fuentes de energía. Una actividad como la
jardinería o un hobby como el aeromodelismo pueden reducir simultáneamente varias tensiones
más o menos relacionadas. Una razón del interés persistente, firme y perdurable de un adulto en
su trabajo o en su pasatiempo, es este factor de la motivación múltiplemente canalizada. Un niño
se cansa pronto de lo, que está haciendo, porque cada actividad es una expresión de sólo un
motivo, o cuando más unos pocos, que se satisface muy pronto.

¿Qué determina la dirección que seguirá el desplazamiento? ¿Por qué se selecciona un objeto en
vez de otro como sustituto de la elección objetal original? ¿Por qué una persona desarrolla un
grupo de intereses y afectos? ¿Por qué cambian los intereses y afectos durante el trascurso de la
vida?

Hay dos razones principales de los cursos particulares de los desplazamientos. En primer lugar, la
sociedad, actuando a través de sus agentes principales, los padres, influye en la dirección del
desplazamiento al aprobar ciertas elecciones de objeto y prohibir otras. En la niñez, de ordinario
se condena el chuparse d dedo mientras que se permite chupar golosinas. Se arriesgan a caer en el
ridículo los adultos que comen golosinas, pero la sociedad les permite e incluso los alienta para
que chupen cigarrillos, cigarros o pipas. Un adulto que chupara el chupete de un biberón sería
objeto de desprecio y escarnio, pero puede beber cerveza de una botella con impunidad. La
sociedad coloca restricciones sobre ciertas clases de elección de objeto, pero también ofrece por
lo general sustitutos satisfactorios. Cuando la sociedad no proporciona sustitutos adecuados, la
gente tiende a utilizar de todas maneras objetos prohibidos. Lo atestigua la respuesta dada a la
prohibición de la manufactura y venta de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos de
Norteamérica durante la década de 1920. En todas partes surgieron contrabandistas y tabernas
clandestinas porque la gente no permitió que se le negara esa forma de satisfacción oral.

El segundo determinante importante de la dirección que toma el desplazamiento, es el grado de


parecido entre el objeto original y el sustituto, o, lo que es lo mismo, el grado en que los objetos se
identifican entre sí. Si se le impide a una persona descargar su tensión por una vía, buscará otra
salida que se parezca tanto a la senda prohibida como sea posible. Si también se frustra esa última
salida, buscará un tercer objeto, y así sucesivamente hasta que encuentre alguna. El grado de
semejanza por lo general disminuye con cada desplazamiento sucesivo, de modo que la elección
final puede ser completamente diferente y por lo tanto mucho menos satisfactoria que el objeto
original. Cuando se dice que un objeto es menos satisfactorio que otro, se quiere decir que el
resultado de la transacción con el objeto reduce menos la tensión. Es decir, el comercio con un
objeto sustituto deja a la persona con un residuo de tensión sin descargar. Su elección final
representa un compromiso; el objeto sustituto es mejor que nada pero es menos satisfactorio que
la elección original. El yo que controla la elección objetal final tiene que hacer muchas
transacciones semejantes entre las demandas conflictivas del ello, el superyó y el mundo exterior.

El ejemplo siguiente puede ilustrar una serie de desplazamientos en los cuales cada sustitución
sucesiva se identifica cada vez menos con la elección original. El primer objeto amoroso del niño es
por lo general su madre. Originalmente él la percibe como la mujer ideal. Pero le resulta imposible
lograr una posesión exclusiva de su madre, y como descubre que tiene imperfecciones, se siente
movido a buscar un sustituto que sea a la vez perfecto y asequible. La elección puede recaer en su
maestra de primer grado o en 'la vecina de al lado' o en una tía, hasta que encuentra que ellas
también tienen sus desventajas o no son asequibles. Luego se enamora de una niña mayor, quizá
de una hermana mayor de la amiga de un hermano mayor o de la secretaria de su padre. Estas
elecciones demuestran ser callejones sin salida. Puede comenzar a soñar despierto acerca de la
mujer perfecta o tratar de encontrarla en el cine o en los libros. Si tiene talento, puede escribir
poemas o pintar cuadros que materialicen su concepción de la mujer ideal. Al final, por lo común,
se decide por una persona real, una persona que se parece a su madre o a una versión- idealizada
de ella. En su búsqueda de un sustituto de la madre, un desplazamiento sigue a otro de manera
que se construye una red de catexias objetales. La energía de una catexia bloqueada se distribuye
en muchas nuevas actividades, de la misma manera que un río embalsado se escapa por otros
nuevos cursos de agua: Sus intereses, pasatiempos, hábitos, y rasgos personales, valores,
actitudes, sentimientos y afectos, pueden estar todos coloreados por el desplazamiento de
energía del deseo frustrado de obtener la posesión exclusiva de la madre ideal.

Cuando un objeto sustituto representa una meta cultural más elevada, ese tipo de desplazamiento
se llama sublimación marión. Ejemplos de sublimación son la desviación de energía hacia
actividades intelectuales, humanitarias, culturales y artísticas. La directa expresión de los instintos
sexuales y agresivos se transforma en comportamientos aparentemente asexuados y pacíficos. La
fu ente y la finalidad de la energía instintiva son las mismas en las actividades sublimadas, como en
todos los desplazamientos, pero cambian el objeto o medios por los que se reducen las tensiones.
Freud observó que el interés de Leonardo da Vinci en pintar madonas era una expresión
sublimada de un anhelo de su madre, de la que había sido separado a una temprana edad. Los
sonetos de Shakespeare, la poesía de Walt Whitman, la música de Chaikovski y la gran novela de
Proust han sido considerados por algunos círculos como expresiones de la homosexualidad
sublimada de esos hombres. Como no podían encontrar una satisfacción completa de sus
vehementes deseos sexuales en la vida real, se dedicaron a creaciones de la imaginación. Gente
con menos talento, que tiene tanta necesidad de sublimar como los grandes escritores y artistas,
emplea derivados más comunes para sus energías instintivas. Freud señala que el desarrollo de la
civilización es posibilitado por la inhibición de catexias objetales primitivas. La energía que se
impide descargar de modos directos se desvía hacia cursos socialmente útiles y culturalmente
creadores. La sublimación no produce la satisfacción completa; siempre queda alguna tensión
residual que no puede ser descargada por las elecciones objetales sublimadas. Esta tensión es
responsable, en parte, por la neurosis del hombre civilizado, pero también es causa de las
realizaciones más elevad as de la humanidad.

Según Freud una persona nunca renuncia a su catexia objetal original. Con eso significa que una
persona siempre busca a su primer amor en el objeto sustituto. Al no encontrar un sustituto
completamente satisfactorio, o continúa su búsqueda o se resigna a algo que no es tan bueno,
Cuando una persona acepta un sustituto se dice que compensa el objeto-meta original. Una
persona baja que desea ser alta puede compensar "agrandándose"; una persona que quiere ser
amada puede compensar bebiendo o comiendo demasiado; una mujer soltera con un deseo
frustrado de tener hijos puede compensarlo haciéndose maestra. La estructura del carácter
contiene muchas compensaciones de ese tipo; de hecho, la mayoría de los intereses y los afectos
de los adultos son compensaciones de deseos frustrados de la infancia y la niñez. Esto no quiere
decir que las compensaciones en sí sean infantiles; significa que las fuentes de energía de las que
depende la existencia de la compensación se derivan en del desplazamiento de energía de las
primeras elecciones objetales.

Un abogado puede alcanzar mucha gratificación oral defendiendo una causa ante un jurado, un
cirujano puede encontrar una salida de sus impulsos agresivos al operar a sus pacientes y un
psicólogo puede estar gratificando deseos infantiles de información sexual al realizar estudios cien
tíficos sobre el comportamiento sexual; no podemos, empero, decir que las actividades
profesionales del abogado, del cirujano o del psicólogo sean infantiles e inmaduras. Es la manera
como se utiliza la energía lo que diferencia al niño del adulto, no la fuente de la energía o los
objetivos finales, que son casi los mismos en todas las edades. El abogado puede reducir casi tanta
tensión oral al presentar un caso ante el juez como el niño al chupar un caramelo largo, pero los
medios por los que se almacena esa reducción son completamente diferentes. Una persona que
consagra su vida a investigar el comportamiento sexual puede obtener casi tanto alivio de las
tensiones sexuales como el Don Juan que practica lo que la ciencia estudia; sin embargo, los
resultados de sus actividades son muy diferentes. Uno aumenta el conocimiento, mientras que el
otro sólo obtiene placer sensual.

La capacidad de desplazar la energía de un objeto a otro es el instrumento más poderoso del


desarrollo de la personalidad. Como vimos en el capítulo anterior, la formación del yo y del
superyó se lleva a cabo por el desplazamiento de grandes cantidades de energía de los procesos
del ello hacia los procesos que configuran el yo y el superyó. El desarrollo ulterior del yo y del
superyó se realiza, en gran parte, por desplazamientos de energía dentro de cada sistema. Toda la
compleja red de intereses, preferencias, valores, actitudes y afectos de los adultos, y la adquisición
y el abandono de los mismos durante el trascurso de la vida, son posibilitados mediante el
desplazamiento. Si la energía psíquica no fuera desplazable y distribuible, no podría haber
desarrollo de la personalidad.

Cuando se dice que la energía psíquica es distribuible, se significa que la energía puede ser
parcelada entre distintas actividades. La misma fuente de energía puede llevar a cabo muchas
clases diferentes de trabajo, de la misma manera que, la instalación eléctrica de una casa puede
utilizarse para hacer tostadas, hornear una torta, hacer funcionar una aspiradora o afeitarse la
barba. La energía del instinto sexual, por ejemplo, puede distribuirse entre actividades tan
diversas como la jardinería, escribir cartas, asistir a un partido de baseball, o soñar despierto.
III. Mecanismos de defensa del yo

Una de las tareas más importantes del yo es enfrentar. las amenazas y peligros que acechan a la
persona y suscitan angustia. El yo puede tratar de dominar el peligro adoptando métodos realistas
para resolver el problema, o puede tratar de aliviar la angustia utilizando métodos que nieguen,
falsifiquen o deformen la realidad y le impidan desarrollar su personalidad. Estos últimos métodos
son llamados mecanismos de defensa del yo. Existen muchos mecanismos de este tipo, los más
importantes de los cuales se describirán en este apartado.

A. REPRESIÓN. La oposición de una contracatexia puede impedir que llegue a la


conciencia una catexia del ello, del yo o del superyó, que produzca angustia. Se llama
represión la anulación o restricción de una catexia por una contracatexia.

Hay dos clases de represión, la represión primaria y la represión propiamente dicha. La


represión primaria impide que llegue a la conciencia una elección objetal que nunca ha
sido consciente. Las represiones primarias son barreras determinadas innatamente
que mantienen permanentemente inconsciente gran parte de los contenidos del ello.
Estas represiones primarias se han formado en la persona como resultado de la
experiencia racial ante situaciones penosas. Por ejemplo, se dice que el tabú contra el
incesto se basa en un fuerte deseo de tener relaciones sexuales con el padre o la
madre propios. Los padres castigan la expresión de este deseo. Cuando esto se repite
continuamente en la historia racial de la humanidad, la represión del deseo incestuoso
se incorpora al hombre y se convierte en una represión primaria. Esto implica que
cada nueva generación no tiene que aprender a reprimir ese deseo ya que su
represión misma es heredada.

Digamos de paso que un tabú poderoso, como lo es el del incesto, significa que existe
un fuerte deseo del objeto prohibido. Si no fuera así, no sería necesaria una
prohibición tan enérgica.

Al ser mantenidas fuera de la conciencia, las elecciones objetales instintivas peligrosas


no pueden provocar angustia, puesto que aquello que no conocemos no puede
herirnos. Sin embargo, esas elecciones objetales pueden afectar el comportamiento
de varias maneras distintas o pueden asociarse con materiales que se hacen
conscientes, provocando por lo tanto angustia. El yo puede entonces enfrentarse con
la penetración soslayada en la conciencia o en el comportamiento de catexias del ello
peligrosas, y establecer la represión propiamente dicha. La represión propiamente
dicha, (que de ahora en adelante llamaremos simplemente represión) obliga a una
idea, percepción o recuerdo peligrosos a salir de la conciencia y erige una barrera
contra cualquier forma de descarga motriz.

Por ejemplo, la represión puede impedir que una persona vea algo que salta a la vista,
o puede hacerle deformar lo que ve, o falsificar la información que le trasmiten los
sentidos, a fin de proteger el yo no permitiéndole aprehender un objeto amenazante o
asociado con un peligro que provoque angustia. Y de la misma manera obra sobre
recuerdos traumáticos o recuerdos asociados con experiencias traumáticas. Los
recuerdos asociados pueden ser perfectamente inofensivos en si, pero al recordarlos
la persona corre el riesgo de recordar también la experiencia traumática. Por lo tanto,
todo un complejo de recuerdos puede caer bajo la influencia de la represión, También
se pueden reprimir ideas peligrosas. En todos los casos, ya sea una percepción, un
recuerdo o una idea lo que se reprime, la finalidad es siempre anular la angustia
objetiva, neurótica o moral, negando o falsificando la existencia de una amenaza,
externa o interna para la, seguridad del yo.

Aunque la represión es necesaria para el desarrolle de la personalidad normal y en


cierto grado todo el mundo la utiliza, hay personas que dependen de ella y excluyen
otras maneras de adecuarse a las amenazas. Se dice que esta gente es reprimida. Sus
contactos con el mundo son limitados, y dan la impresión de estar retirados, tensos,
rígidos y en guardia. Tienen les labios apretados y sus movimientos son torpes. Utilizan
tanta energía para mantener sus amplias represiones, que no les queda mucha para
interacciones placenteras y productivas con el ambiente y con otras personas.

A veces la represión interfiere con el funcionamiento normal de una parte del cuerpo.
Una persona reprimida puede ser sexualmente impotente o frígida porque le tiene
miedo al impulso sexual, o puede desarrollar lo que se llama ceguera histérica o
parálisis histérica. En la ceguera o parálisis histérica, los ojos y los músculos están
perfectamente sanos; pero las contracatexias impiden al individuo. ver o mover una
pierna o un brazo. El mecanismo de la represión contribuye al desarrollo de muchas
perturbaciones físicas, por ejemplo, la artritis, el asma y las úlceras, que se encuentran
entre los más notables de los llamados trastornos psicosomáticos. La artritis puede
surgir por la inhibición de la hostilidad. La inhibición se propaga a la musculatura,
mediante la que se expresa abiertamente la agresión, y crea un estado de tensión
dolorosa que si persiste durante un tiempo produce una condición artrítica crónica.
También el asma puede deberse a la propagación de la represión al mecanismo
respiratorio. Un estado de aprensión hace que una persona respire de modo ligero y
poco profundo. En consecuencia, no lleva suficiente oxígeno al sistema respiratorio y
no exhala suficiente bióxido de carbono. La resultante asfixia parcial produce la
característica. respiración entrecortada de los asmáticos. Las úlceras pueden
producirse cuando el miedo interfiere con la digestión.

Aunque el yo es la sede de la represión, puede imponerla por órdenes del superyó. Por
lo tanto, cuanto más influyente es el superyó en la estructura del carácter, tantas más
probabilidades habrá de que surjan represiones. Las represiones impuestas por el
superyó son la versión internalizada de las restricciones paternas impuestas sobre el
niño.

¿Qué ocurre con las catexias reprimidas? Pueden existir sin cambio alguno en la
personalidad, pueden abrirse camino a través de obstáculos que se les oponen,
pueden expresarse mediante un desplazamiento, o puede ser levantada la represión.
Por ejemplo, el ímpetu del instinto sexual puede aumentar tanto durante la
adolescencia que llega a vencer las resistencias establecidas durante la niñez. Bajo el
influjo de una provocación intensa, una persona que ha reprimido sus necesidades
agresivas puede hacerse muy beligerante. Cuando se rompe el dique de la represión,
hay por lo general una intensa efusión de energía, corno cuando a un niño se le
permite salir de la escuela.

El desplazamiento permite que las catexias reprimidas encuentren algún tipo de


realización más o menos satisfactorio. Sin embargo, es necesario que el
desplazamiento oculte la fuente original de la catexia, pues si no el yo descubrirá el
subterfugio y apelará de nuevo al mecanismo de la represión. Las catexias reprimidas
emplean toda clase de disfraces para asegurarse la descarga. Un niño que ha
reprimido su hostilidad contra su padre puede expresada al llegar a la vida adulta en
forma simbólica, trasgrediendo la ley o rebelándose contra las convenciones sociales.
Los deseos reprimidos a veces encuentran realización simbólica en los sueños. Soñar
que se entra a una casa, por ejemplo, puede simbolizar un deseo incestuoso respecto
de la madre, si la madre y la casa se asocian en la mente del soñador. La represión del
deseo de castigarse a sí mismo puede llevar a una persona a castigarse de maneras
indirectas: sufrir accidentes, perder cosas, y cometer errores tontos. Una catexia
reprimida puede expresarse en forma de negativa verbal ante la misma cosa que una
persona desea realmente. "No deseo eso" puede querer decir en realidad "Quiero
eso". El decir "Eso es lo último que se me ocurriría" puede significar que es
precisamente eso lo que se pensó ante todo.

Las represiones también pueden desaparecer cuando desaparece la fuente de la


amenaza, pues la represión ya no es necesaria. Sin embargo, el levantamiento de la
represión no ocurre automáticamente. Uno tiene que descubrir que el peligro ya no
existe, y lo descubre mediante la prueba de la realidad. Es difícil realizar tal prueba
cuando todavía opera la represión, pero la represión no desaparecerá si no se lleva a
cabo tal prueba. Por eso una persona puede arrastrar una cantidad de temores
innecesarios que perduran desde la niñez. Nunca tiene oportunidad de descubrir que
esos temores no tienen ya fundamento.

Aunque la represión es responsable de muchos estados anormales, su papel en el


desarrollo de la personalidad normal debe ser muy tenido en cuenta. La construcción
de una batería de fuerzas represivas contra las catexias objetales instintivas protege al
yo infantil de los ataques del ello y permite que el yo desarrolle sus recursos y
capacidades latentes. Cuando el yo ha adquirido suficiente fuerza para enfrentar los
peligros con métodos más racionales, la represión ya no es necesaria y su persistencia
constituye un drenaje de la energía del yo. Al eliminarse las represiones, a medida que
uno crece, se libera la energía que se invierte en las contracatexias para dirigirla hacia
empresas más productivas.

B. PROYECCIÓN. Cuando a una persona le provoca angustia la presión de! ello o del
superyó sobre el yo, puede tratar de aliviar su angustia atribuyendo su causación al
mundo externo. En lugar de decir " lo odio", uno puede decir "me odia"; o en lugar de
decir "mi conciencia me perturba", puede decir "él me molesta". En el primer caso,
uno niega que la hostilidad surja del ello y la atribuye a otra persona. En el segundo
caso, uno niega la fuente de los sentimientos de persecución y los adscribe a otra
persona. Este tipo de defensa del yo contra la angustia neurótica y moral recibe el
nombre de proyección.

El rasgo esencial de la proyección está en que se cambia el sujeto del sentimiento que
es la misma persona. Puede tomar la forma de un intercambio del sujeto por el objeto.
"Yo te odio" se convierte en "tú me odias". O puede sustituir un objeto por otro
mientras el objeto permanece igual. "Yo me castigo" se convierte en "él me castiga".
Lo que el yo está tratando de hacer cuando emplea la proyección es trasformar la
angustia neurótica o moral en una angustia objetiva. Una persona que teme sus
propios impulsos sexuales y agresivos obtiene cierto alivio para su angustia al atribuir
la agresividad y la sexualidad a otras personas. Ellos son los agresivos, los sexuales, no
él. De la misma manera, una persona que teme a su propia conciencia se consuela con
el pensamiento de que otra gente es la responsable de perturbarlo y que no es su
conciencia la que lo molesta.

La, finalidad de tal trasformación es convertir un peligro interno del ello o del superyó,
que al yo le resulta difícil de manejar, en un peligro exterior, que al yo le resulta más
fácil manejar. Una persona tiene por lo general más oportunidades de aprender a
enfrentarse con temores objetivos que de adquirir habilidad para dominar la angustia
neurótica y moral.

La proyección hace algo más que contribuir a aliviar la angustia. También proporciona
una excusa para expresar los verdaderos sentimientos. Una persona que cree que se le
odia o se le persigue, puede usar esta creencia como justificación para atacar a un
enemigo imaginario. Al utilizar el pretexto de defenderse a sí misma contra sus
enemigos, puede satisfacer sus impulsos hostiles. Alcanza placer sin sentirse culpable
porque siente que su agresión está justificada. Desde luego, todo el asunto es un
elaborado subterfugio o racionalización para eludir la responsabilidad personal por los
propios actos culpando a otras personas.

El término racionalización se utiliza aquí en el sentido de encontrar una excusa


justificable en el mundo externo para hacer algo que condena el superyó. La
racionalización también se refiere a la sustitución de un motivo que la sociedad no
aprueba por otro que la misma acepta. Una persona que da mucho dinero para obras
de caridad puede pensar que está obrando por bondad de corazón cuando en realidad
lo mueve el deseo de hacer alarde o una conciencia moral culpable. Evidentemente,
uno no puede ser consciente de la proyección o la racionalización, pues de otra
manera ·los mecanismos no aliviarían la angustia. Esto es verdad con respecto a todas
las defensas del yo; deben operar inconscientemente para que sean efectivas en la
reducción de la angustia.

La proyección de las prohibiciones y los castigos del superyó se realizan muy


fácilmente porque el superyó es el representante interno de algo que originariamente
era externo. Antes de que se formara el superyó los padres infligían prohibiciones y
castigos. En consecuencia, lo que una vez era externo puede volver a ser externo de
nuevo. Es más probable que ocurra tal cosa cuando el superyó no ha sido incorporado
en forma segura a la estructura de la personalidad.

Una persona con un superyó débilmente integrado está muy dispuesta a atribuir sus
sentimientos de culpa a la persecución de los demás, porque siente que las
restricciones provienen de fuentes ajenas y no de sí misma.

La proyección es un mecanismo de defensa muy corriente porque desde una edad


temprana uno es incitado a buscar las causas del comportamiento propio en el mundo
externo y lo desaniman a que examine y analice sus propios motivos. Además, una
persona aprende que puede evitar el castigo y el' autorreproche inventando excusas
plausibles y actos censurables.

Existe otro tipo de proyección que puede no parecer, a primera vista, de carácter
defensivo. Consiste en compartir los sentimientos y pensamientos con el mundo. Uno
se siente feliz y piensa que los demás también son felices, o uno se siente desdichado
y piensa que el mundo está lleno de miserias. Después de un análisis más profundo, se
hace manifiesta la naturaleza defensiva de tales proyecciones compartidas. Cuando
otras personas no son felices, la propia felicidad está en peligro, porque ser felices
puede hacernos sentir culpables cuando otros no lo son. Para eliminar la amenaza,
uno atribuye la felicidad propia también a los demás. Si una persona puede
convencerse de que la mayoría de la gente es deshonesta, le resultará más fácil ser
deshonesto sin sentirse culpable. Un estudiante que por lo habitual copia durante los
exámenes se disculpa a menudo a sí mismo diciendo que casi todos los demás también
lo hacen. Igualmente, si cree que la promiscuidad sexual es común, puede utilizar esa
creencia para excusar sus propias aventuras sexuales. Este tipo de proyección no
entraña la represión del motivo real y su sustitución por otro. La persona reconoce
que posee el motivo, pero su angustia moral se reduce al proyectar su motivo a los
demás.

C. FORMACIÓN REACTIVA. Los instintos y sus derivados pueden ser distribuidos en


pares de opuestos: vida versus muerte, amor versus odio, construcción versus
destrucción, actividad versus pasividad, dominio versus sumisión, etc. Cuando uno de
los instintos produce angustia al ejercer presión sobre el yo, ya sea de manera directa
o a través del superyó, el yo puede tratar de contrarrestar el impulso ofensivo
concentrándose en el impulso opuesto. Por ejemplo, si el sentimiento de odio hacia
una persona causa angustia, el yo puede facilitar la salida. de amor a fin de ocultar la
hostilidad. Podríamos decir que se sustituye el odio por el amor, pero eso no es verdad
porque el sentimiento agresivo continúa existiendo debajo de la apariencia de afecto.
Sería más apropiado decir que el amor es una máscara que encubre el odio. Este
mecanismo, por el cual un instinto es ocultado a la conciencia por su opuesto, recibe el
nombre de formacióu '
reactiva.
¿Cómo puede diferenciarse entre una simple catexia hacia un objeto y una catexia que
es producto de una formación reactiva? Por ejemplo, ¿qué distingue el amor como
formación reactiva del amor "verdadero"? El principal rasgo distintivo del amor
reactivo es la exageración. El amor reactivo protesta demasiado; es excesivo,
exorbitante, ostentoso y afectado. Es una impostura, y su falsedad se descubre por lo
general fácilmente. Otra característica de una formación reactiva es su compulsividad.
Una persona que se defiende de la angustia mediante una formación reactiva no
puede dejar de expresar lo opuesto de lo que realmente siente. Su amor, por ejemplo,
no es flexible. No puede adaptarse a las circunstancias cambiantes como lo hacen las
emociones genuinas; tiene que estar más bien en constante despliegue, como si
cualquiera falla en su exhibición permitiera que el sentimiento contrario ascendiera a
la superficie.

Las fobias son ejemplos de formaciones reactivas. La persona desea lo que teme. No
tiene miedo al objeto; tiene miedo al deseo del objeto. El miedo reactivo impide que el
deseo temido se cumpla. Las formaciones reactivas también surgen del superyó; de
hecho, puede concebirse el superyó como un sistema de formaciones reactivas que se
ha desarrollado para proteger al yo del ello y del mundo externo. Elevados ideales de
virtud y bondad pueden ser formaciones reactivas contra primitivas catexias objetales,
y no valores realistas según los cuales se vive. Las ideas románticas de castidad y
pureza pueden enmascarar crudos deseos sexuales, el altruismo puede esconder
egoísmo y la piedad pecado.

Las formaciones reactivas le emplean contra las amenazas externas y también contra
las internas. Una persona que teme a otra puede doblegarse ante ella para hacerse; su
amiga. Un temor a la sociedad puede asumir la forma de obediencia estricta a las
convenciones sociales. Cada vez que existe un conformismo exagerado y rígido a un
grupo de reglas, cabe afirmar con bastante seguridad que esa actitud es una formación
reactiva, y que detrás de la máscara de conformismo la persona está realmente
impulsada por la rebelión y el antagonismo.

Un ejemplo interesante de formación reactiva es el que manifiestan los hombres que


temen cualquier signo de blandura y suavidad, al que identifican can la femineidad,
Procuran encubrir sus tendencias femeninas siendo muy rudos y masculinos, pero el
resultado es que se convierten en caricaturas de lo masculino más que en hombres de
verdad. Las mujeres pueden tratar de ocultar su femineidad bajo un arreglo y
conducta masculinos.

Una formación reactiva a veces satisface el deseo original contra el cual se la emplea
como defensa. Una madre que teme admitir que se resiente por sus hijos puede
interferir tanto en sus vidas, bajo el pretexto de preocuparse por su bienestar y
seguridad, que su protección exagerada es en realidad una forma de castigo.
Las formaciones reactivas son adaptaciones irracionales a la angustia. Gastan la
energía en finalidades engañosas e hipócritas. Deforman la realidad y hacen de la
personalidad algo rígido e inflexible.

C. FIJACIÓN. Aunque el desarrollo psicológico, al igual que el crecimiento físico, es un


proceso continuo y gradual durante las dos primeras décadas de la vida, es posible
distinguir etapas bastante bien definidas que marcan el progreso de una persona. Por
ejemplo, hay las cuatro etapas: la infancia, la niñez, la adolescencia y la edad adulta.
Normalmente, una persona pasa de una etapa a otra en una progresión bastante
regular. A veces la progresión se detiene cuando la persona se queda en un peldaño
de la escalera del crecimiento en lugar de dar el paso siguiente. Cuando esto sucede
en el desarrollo físico decimos que el crecimiento de la persona se ha detenido. Si
ocurre en el crecimiento psicológico, decimos que la persona se ha fijado.

La fijación es otra defensa contra la angustia. La persona fijada tiene miedo de dar el
paso siguiente por los riesgos y trabajos penosos que cree encontrará más adelante.
La mayoría de los niños siente cierta aprensión cuando parte hacia la escuela el primer
día de clase, el adolescente de ordinario no está muy cómodo la primera vez que se
cita con una chica, el estudiante secundario espera con una mezcla de inquietud y
expectativa su inminente graduación, y prácticamente todo el mundo se siente un
poco ansioso cuando entra en una nueva empresa de cualquier clase. La angustia que
uno experimenta al abandonar lo viejo y familiar en pos de lo nuevo y desconocido es
llamada angustia de separación. Cuando la angustia de separación se hace demasiado
grande la persona se inclina a fijarse en un modo antiguo de vida en vez de proceder a
adquirir uno nuevo.

¿Qué teme la persona fijada? ¿Qué peligros interrumpen el progreso de! desarrollo
psicológico? Los peligros principales son la inseguridad, el fracaso y el castigo. La
inseguridad es un estado de ánimo que se presenta cuando una persona siente que no
posee capacidad para encararse con las exigencias de una nueva situación. Siente que
la nueva situación será demasiado para ella y que el resultado será penoso. El miedo al
fracaso es de la misma clase, excepto que se le agrega el temor al ridículo por haber
fracasado. El fracaso es un golpe a la propia estima (ideal del yo). Por último, está el
miedo al castigo, que puede ser el más importante de todos. Supongamos que un niño
trata de lograr su independencia respecto de los padres adquiriendo intereses y
afectos fuera de su familia. Es decir, que desarrolla catexias por otras personas y otras
cosas. Puede hacer tales elecciones objetales de mala gana, porque teme que sus
padres se venguen porque comparte su amor con otras personas, retirándole, su amor
paternal,
y que por ende se quede solo y desamparado. Al mismo tiempo no puede estar seguro
de que sus nuevas elecciones objetales compensen la pérdida del amor paterno. Para
el niño o el adolescente esto puede constituir un verdadero dilema, cuyo resultado
determinará que progrese o se estanque. Es más probable que quede fijado si ya ha
experimentado previamente un rechazo paterno.
Es una ironía, pero no por eso menos cierto, que es más probable que un niño quede
atado a las faldas de su madre por miedo que por amor. Teme lo que ella le hará en
caso de que él trate de afirmar su independencia. Un niño que se siente seguro del
afecto de sus padres y sabe por experiencia que no lo rechazarán, tiene menos
probabilidades de quedar fijado en una etapa inmatura de su desarrollo.

Además de la fijación en objetos, también existen fijaciones en el desarrollo de la


estructura y dinámica de la personalidad. Algunas personas no avanzan más allá del
nivel del pensamiento autista. Otras nunca aprenden a diferenciar claramente entre el
mundo subjetivo y el mundo objetivo. Otras viven bajo el dominio de un superyó
severo o permanecen bajo el dominio de los miedos infantiles. Alguna gente queda
fijada en algún mecanismo de defensa particular, alrededor del cual gira toda su
personalidad. Otros permanecen en el nivel del comportamiento impulsivo de
descarga. Hay toda clase y grados de fijación, que impiden que los individuos realicen
plenamente sus potencialidades psicológicas.

E. REGRESIÓN. Habiendo llegado a cierta etapa del desarrollo, una persona puede
retroceder a otra anterior a causa del miedo. Esto recibe el nombre de regresión. Una
mujer joven que sienta angustia después de la primera pelea con el marido puede
volver a la seguridad del hogar paterno. Una persona a quien el mundo ha herido
puede encerrarse en un mundo privado, de ensueño. La angustia moral puede hacer
que una persona haga algo impulsivo, de modo que se lo castigue como cuando era un
niño. Cualquier fuga respecto del pensamiento controlado y realista constituye una
regresión.

Incluso gente sana y bien adaptada de vez en cuando hace regresiones para reducir la
angustia, o, como dicen ellos, para largar presión. Fuman, se embriagan, comen
demasiado, se enojan, se comen las uñas , se hurgan las narices, violan leyes, hablan
como niñitos, destruyen propiedades, se masturban, leen historias de misterio, van al
cine, se dedican a inusitadas prácticas sexuales, mastican goma y tabaco, se visten
como niños, conducen vehículos a toda velocidad y temerariamente, creen en los
buenos y los malos espíritus, duermen siestas, se pelean y matan, apuestan a los
caballos, sueñan despiertos, se rebelan o se someten a la autoridad, juegan por
dinero, se arreglan delante del espejo, representan dramáticamente sus impulsos,
escarnecen a víctimas propiciatorias y hacen mil y una tonterías. Algunas de esas
regresiones son tan comunes que se las toma por manifestaciones de madurez. En
realidad, son todas formas de regresión usadas por los adultos. El ensueño es un buen
ejemplo de actividad regresiva, pues implica obtener placer mediante realizaciones
mágicas de deseos.

F. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LOS MECANISMOS DE DEFENSA. Los mecanismos


de defensa del yo son maneras irracionales de encararse con la angustia, porque
deforman, esconden o niegan la realidad y obstaculizan el desarrollo psicológico. Ligan
la energía psicológica que podría utilizarse en otras actividades más efectivas del yo.
Cuando una defensa adquiere mucha influencia, domina al yo y reduce su flexibilidad y
adaptabilidad. Por último, si las defensas no pueden resistir, el yo no tiene a quien
recurrir yes abrumado por la angustia. La consecuencia es entonces un colapso
nervioso.

¿Por qué existen las defensas si son tan perjudiciales en tantos sentidos? La razón de
su existencia es de índole evolutiva. El yo infantil es demasiado débil para integrar y
sintetizar todas las demandas que se le hacen. Las defensas del yo se adoptan como
medidas protectoras. Si el yo no puede reducir la angustia por medios racionales, tiene
que utilizar tales medidas para negar el peligro (represión), externalizar el peligro
(proyección), esconder el peligro (formación reactiva), permanecer en el mismo
estado (fijación) o retroceder (regresión). El yo infantil necesita y usa todos esos
mecanismos accesorios.

¿Por qué persisten después que han cumplido su propósito en beneficio del yo
infantil? Persisten cuando el yo no puede desarrollarse. Pero una razón por la cual el
yo no puede desarrollarse es que gran parte de su energía se consume en sus
defensas. Se da así un círculo vicioso. No se pueden abandonar las defensas porque el
yo es insuficiente, y el yo sigue siendo insuficiente siempre que dependa de las
defensas. ¿Cómo puede el yo romper el círculo? Un factor importante es la
maduración. El yo crece como resultado de cambios innatos en el mismo organismo,
especialmente en el sistema nervioso. Bajo la influencia de la maduración, el yo se ve
obligado a evolucionar.

Otro factor importante para el desarrollo sano del yo es un ambiente que ofrezca al
niño una serie de experiencias que se sincronizan con su capacidad para adaptarse. En
ningún momento deben ser los peligros y riesgos tan grandes como para incapacitar al
niño, o tan débiles como para no servirle de estímulo. En la infancia los riesgos de la
existencia deben ser pequeños, en la primera niñez las amenazas deben ser un
poquito más fuertes, y así sucesivamente a través de Jos años de crecimiento. En una
tal serie graduada de ambientes, el yo tendrá oportunidades para despojarse de sus
mecanismos de defensa (en condiciones. ideales nunca deberían aparecer) y de
reemplazar. los por mecanismos más eficaces y más realistas.

IV. TRANSFORMACIONES DE LOS INSTINTOS.

La diferencia más notable entre el bebé y el adulto, aparte de las diferencias físicas en tamaño y
fuerza, es el contraste entre el limitado repertorio de conducta del bebé y el amplio margen de
actividades del adulto. Un bebé consume sus energías sólo de muy pocas maneras, mientras que
un adulto tiene posibilidades ilimitadas. ¿Cómo la energía nuevos canales para expresarse? ¿Cómo
ocurre que los instintos fundamentales de vida y muerte que son la fuente de toda energía
psíquica, se ramifica en todas direcciones y proporcionan la fuerza motriz par tantas clases
diferentes de transacciones adultas con el ambiente?
En primer lugar, importa aclarar ciertos puntos fundamentales. Los instintos de vida y de muerte
en el ello originariamente contienen toda ·la energía psíquica. La energía psíquica se produce: por
una transformación de la energía corporal. El fin de los instintos es eliminar las excitaciones
corporales y hacer volver a la persona a un estado de reposo mental y fisiológico (liberación de
tensión). Los instintos tratan de alcanzar ese fin invirtiendo energía en actividades psicológicas,
tales como percibir recordar y pensar. Cuando una actividad psicológica se h completado, es decir,
cuando se ha formulado un plan de acción, se libera energía muscular en forma de acción motriz o
La persona hace algo, habla, o carnina, o utiliza sus manos para producir un resultado deseado. El
resultado deseado siempre es una reducción de tensión, lo cual se logra eliminando la condición
perturbadora que produjo la tensión. No se sabe exactamente cómo se transforma un plan mental
de acción en actividad física. Pero tal transformación es evidente para todo el que haya pensado
conscientemente hacer algo y luego lo haya hecho.

Cuando preguntamos por qué una persona hace algo, ya sea colecciona r mariposas, lavar su
automóvil, manejar un torno o escribir un libro, lo que queremos saber es qué lo motiva. ¿Qué
instinto particular dirige sus procesos físicos de tal manera que lo llevan a coleccionar mariposas,
lavar su automóvil, manejar un torno o escribir un libro? Podríamos pensar que existe un instinto
específico para cada una de esas actividades, lo cual parece una explicación muy poco plausible.
Por lo menos no sería muy económica, y la ciencia se esfuerza por hacer economía.

Debemos más bien buscar la respuesta en lo que Freud llamó " los instintos y sus vicisitudes". En
un sentido, la respuesta a la pregunta de cómo el limitado margen de la conducta del niño se
amplía hasta llegar a la versatilidad del comportamiento adulto significaría volver sobre todo el
terreno que ya hemos recorrido. Una respuesta concisa sería que la formación del yo y del
superyó, la distribución de energía en los tres sistemas y su utilización en catexias y contracatexias,
y la complicada red de interacciones entre el ello , el yo y el superyó, y de los tres con el mundo,
explican el aumento en complejidad de la conducta.

En vez de repetir todo lo que se ha dicho, limitemos nuestra atención a unas pocas
consideraciones. En primer lugar, pocas o ninguna actividad adulta son resultado de un solo
instinto de vida o muerte. Es más probable que cualquier acción particular sea consecuencia de
una fusión de instintos. Una persona aprende por experiencia que puede reducir la tensión que
surge simultáneamente de distintas fuentes al dedicarse a una actividad compleja. Un jugador de
fútbol, por ejemplo, al jugar satisface varios instintos o sus derivados.

Casi toda actividad es la condensación de un complejo de motivos. La fusión de instintos es


realizada por la función sintetizadora del yo. Más adelante volveremos, sobre este punto.

En segundo lugar, una actividad puede representar un compromiso entre las fuerzas impulsoras
(catexias) y las fuerzas de resistencia (contracatexias). Como resultado de las resistencias, la
persona no puede descargar directamente la tensión; debe encontrar un término medio entre la
satisfacción completa y la completa insatisfacción. Por ejemplo, el afecto representa una
transacción entre la satisfacción de una necesidad sexual y la resistencia del yo o las prohibiciones
del superyó contra tal satisfacción. De la misma manera, las críticas verbales son un término medio
entre una agresión física y la no-agresión. La razón de estas transacciones se encuentra en el viejo
refrán: "a falta de pan, buenas son tortas".
A causa de estos desplazamientos (pues eso son en realidad tales transacciones) se adquieren
nuevos motivos (catexias objetales ): Cuando una persona sustituye al sexo por el amor, se dice
que ha formado un nuevo motivo. Sin embargo, en realidad el nuevo motivo no entraña cambio
alguno en la fuerza impulsora básica o en el objetivo final. La fuerza impulsora sigue siendo
proporcionada por el instinto sexual, y la finalidad siempre es eliminar la tensión sexual. Lo que
cambia son los medios para llegar al fin. Uno trata de reducir la tensión sexual al desexualizar las
expresiones de amor. Estos motivos °catexias objetales nuevos reciben ' el nombre de derivados
instintivos.

Los derivados instintivos son tan numerosos como el número casi infinito de desplazamientos y
transacciones que el hombre es capaz de hacer. Los afectos, las preferencias, los intereses, los
gustos, las actitudes, los hábitos, los sentimientos, los valores y los ideales son formas de los
derivados instintivos.

Las catexias objetales a que se llega mediante una transacción, no descargan de ordinario toda la
tensión. El amor romántico, por ejemplo. deja a la persona con un residuo de excitación sexual.
Del instinto al que se le impide descargar 'toda su energía se dice que está inhibido en su objetivo.
Los instintos inhibidos en sus objetivos producen fuertes catexias objetales y engendran
persistentes fuerzas impulsoras porque no permiten la completa descarga de la tensión. En
consecuencia, las excitaciones no descargadas engendran una corriente continua de energía que
se utiliza para mantener las catexias objetales:

Esto nos lleva a una conclusión aparentemente paradójica. Los intereses, los afectos y todas las
otras formas de motivos adquiridos, perduran porque son hasta cierto punto frustrado res y
satisfactorios al mismo tiempo. Persisten porque no proporcionan satisfacción completa. Por
ejemplo, una persona que tiene un interés intenso e insaciable en escuchar música clásica, no
alcanza una gratificación completa, Escuchar música no es un sustituto completamente
satisfactorio de una elección objetal más básica. El melómano no puede saciarse de música porque
no es eso lo que en realidad desea. Sin embargo, es mejor que nada.

Toda transacción es al mismo tiempo una renuncia. Una persona abandona algo que realmente
desea pero que no puede tener, y acepta algo de segunda o tercera categoría que puede poseer.
El amor duradero de un hijo por su madre, y el de la madre por el hijo, los buenos sentimientos
que los miembros de un club sienten entre sí, el amor a la patria y la multitud de otros afectos que
la gente forma, están todos motivados por instintos inhibidos en sus objetivos.

Una tercera vicisitud que sufren los instintos se produce por acción de los mecanismos de defensa.
Se recordará que las defensas surgen para ayudar al yo a enfrentarse con la angustia. Dado que
una fuente de la angustia es el peligro de los instintos, los mecanismos de defensa tratan de evitar
el peligro modificando la elección objetal instintiva. El instinto de muerte, por ejemplo, es
proyectado por el yo en forma de destrucción, agresión, dominación, poder, explotación y
competencia.

Esto quiere decir que la elección objetal original es sustituida por objetos externos. Mientras la
energía de los instintos de muerte pueda ser desviada de uno mismo, se conjura el peligro y la
persona no se siente angustiada. Vemos aquí de nuevo el funcionamiento de un instinto inhibido
en su objetivo. En la medida en que la acción respecto de un objeto sustitutivo nunca puede ser
totalmente satisfactoria, la proyección del instinto de muerte tenderá a persistir. Esto explica el
hecho de que la agresividad sea una característica humana tal} prominente, y que las formas
menores de agresión desplazada tales como el poder, el dominio, la explotación y la competencia
sean aún más corrientes. Las expresiones menos terminantes abundan más que la agresividad
desembozada, porque representan una transacción. En consecuencia, son motivadas de manera
más persistente porque, al no poder reducir tanta tensión, siempre tienen alguna disponible para
mantener el hábito. Una pelea a puñetazos es más satisfactoria (descarga más tensión) que una
competencia entre comerciantes rivales, pero los adultos se pelean pocas veces a golpes y se
dedican muy a menudo a hacerse la competencia. Por regla general, cuanto más difiere la
elección objetal sustitutiva de la original al proporcionar alivio a la tensión, tanto mayor será su
dominio sobre la persona.

La represión de las elecciones objetales instintivas da lugar a varias clases de formaciones


sustitutivas, que permiten liberar energía en forma s disimuladas. El encubrimiento se lleva a cabo
mediante la sustitución de una elección objetal por otra. La finalidad del encubrimiento es impedir
que el yo se angustie. Mientras el sustituto se las arregle para engañar al yo, y al mismo tiempo
proporcione alguna reducción de la tensión, persistirá la elección objetal sustitutiva. Una persona
que ha reprimido su instinto de muerte, por ejemplo, puede obtener alguna satisfacción leyendo
avisos mortuorios y artículos necrológicos, yendo a funerales y escuchando cánticos fúnebres, o,
mejor aún, puede convertirse en empresario de pompas fúnebres.

Los sueños están llenos de representaciones disfrazadas o simbólicas de los deseos reprimidos.
Cuando el disfraz es demasiado trasparente, el que sueña generalmente se despierta. Las
pesadillas y los sueños angustiosos son causados por el surgimiento de deseos reprimidos que
angustian a la persona.

La formación reactiva opera sobre los instintos, no sustituyendo un objeto por otro, como lo hace
la proyección, sino invirtiendo tanta energía de un instinto en un objeto, que impide que la energía
de otro instinto se exprese. La modestia, por ejemplo, puede esconder el deseo de exhibirse.

En resumen, todas las amplias actividades de la persona adulta están motivadas por la energía de
los instintos de vida y de muerte. Todo lo que hace una persona es: 1) una expresión directa de un
instinto, en cuyo caso sería una simple elección objetal del ello, como comer, dormir, eliminar y
copular; o 2) motivado por una combinación de instintos; o 3) representa una transacción entre
fuerzas impulsoras y de resistencia; o 4) surge de una defensa del yo.

Hemos dejado de mencionar, sin embargo, otra importante clase de cambio que ocurre en los
instintos. Aunque el objetivo de los instintos es constante durante toda la vida, la fuente de los
mismos, que es una forma de excitación corporal, puede variar durante el desarrollo. Surgen
nuevas excitaciones corporales y las viejas se modifican o desaparecen como consecuencia de la
madurez, el ejercicio, los estímulos, la fatiga, los medicamentos, la dieta, la vejez y la interacción
con otras excitaciones corporales. Estos cambios pueden incorporar nuevos instintos, eliminar
otros anteriores o modificarlos de alguna manera.

V. EL DESARROLLO DEL INSTINTO SEXUAL

La concepción freudiana del instinto sexual es mucho más amplia que la corriente. Incluye no sólo
el gasto de energía en actividades placenteras que entrañan estimulación y manipulación
genitales, sino que también abarca la manipulación por placer de otras zonas corporales. Una
región del cuerpo en que los procesos excitantes e irritantes (tensiones) -tienden a concentrarse, y
cuyas tensiones puedan ser eliminadas mediante alguna acción sobre tal región, como puede ser
chupar o acariciar, recibe el nombre de zona erógena. La manipulación de una zona erógena es
satisfactoria porque alivia la irritación, de la misma manera que rascarse alivia la picazón, y porque
provoca un sentimiento sensual placentero.

Las tres zonas erógenas principales son la boca, el ano y los órganos genitales, aunque cualquier
parte de la superficie del cuerpo puede convertirse en centro excitatorio que demande alivio y
proporcione placer. Cada una de las principales zonas se asocia con la satisfacción de una
necesidad vital: la boca con el comer, el ano con la eliminación y los órganos sexuales con la
reproducción. El placer proporcionado por la zona erógena puede ser, y a menudo es,
independiente del placer que se deriva de la satisfacción de una necesidad vital. Por ejemplo,
chuparse el pulgar o masturbarse reducen la tensión, pero el primero no satisface el hambre y el
segundo no sirve para la reproducción.

Las zonas erógenas tienen gran importancia para el desarrollo de la personalidad porque son las
primeras fuentes importantes de las excitaciones irritantes con las que el bebé tiene que lidiar, y
proporcionan las primeras experiencias placenteras importantes. Además, las acciones que
implican las zonas erógenas llevan al niño a conflictos con los padres, y las frustraciones y
angustias resultantes estimulan el desarrollo de un gran número de adaptaciones,
desplazamientos, defensas, transformaciones, transacciones y sublimaciones.

A. LA ZONA ORAL. Las dos fuentes principales de placer derivadas de la boca son e! estímulo
táctil, que se obtiene al poner cosas en la boca, y el morder. El estímulo táctil de los labios
y de la cavidad oral, por el contacto con objetos y con la incorporación de los mismos,
produce placer oral erótico (sexual), y morder proporciona placer oral agresivo. El placer
oral agresivo aparece más tarde en el desarrollo porque tiene que esperar el crecimiento
de los dientes. Si la incorporación del objeto es dolorosa, como cuando el bebé ingiere una
sustancia de gusto amargo, el bebé se deshace del objeto ofensivo escupiéndolo. Como
resultado de tales experiencias, el bebé aprende a evitar el dolor cerrando su boca contra
objetos irritantes. Por otra parte, si se quita un objeto placentero de la boca del bebé,
como, por ejemplo, el pecho materno o el biberón, el bebé tiende a retener. La boca, por
lo tanto, tiene por lo menos cinco modos de funcionar: 1) incorporar, 2) retener, 3)
morder, 4) escupir y 5) cerrar. Cada uno de esos modos es un prototipo o modelo original
de ciertos rasgos de personalidad.

Un prototipo significa un modo originario de adaptarse a un estado doloroso o


perturbador. Sirve como modelo para adaptaciones ulteriores. En otras palabras, el niño,
después de aprender a efectuar una adaptación particular, utiliza la misma adaptación
cuando surgen posteriormente situaciones similares. Si ingerir cosas por la boca es
placentero, como lo es cuando el niño tiene hambre, entonces tomar o incorporar
conocimiento o amor o poder cuando uno se siente vacío, también puede ser placentero.

Hablamos, en efecto, de hambre de conocimientos o de amor o de poder como si fueran


cosas materiales que pudieran ser comidas. La boca proporciona muchas experiencias
prototípicas que se transfieren o desplazan a otras situaciones similares. En realidad, la
mayoría de las experiencias prototípicas implican el cuerpo, porque el bebé está más
preocupado por las funciones corporales que por el ambiente.

Ingerir por la boca es el prototipo de la adquisitividad; retener, el de la tenacidad y


determinación, morder, el de la destructividad, escupir, el del rechazo y desdén y el cerrar
el del desaire y el negativismo. De la cantidad de frustración y angustia que se
experimente en relación con la expresión prototípica, depende que estos rasgos se
desarrollen y se conviertan en parte del carácter de la persona. Por ejemplo, un bebé al
que se lo destete demasiado bruscamente puede desarrollar una fuerte tendencia a
retener cosas para impedir una repetición de la experiencia traumática del destete.

Mediante desplazamientos y sublimaciones de diversa índole, la fijación en uno de los


modos orales prototípicos puede convertirse en una red completa de intereses, actitudes y
comportamientos. Una persona que haya adquirido una orientación predominantemente
incorporativa, toma cosas no sólo por la boca sino también a través de los órganos de los
sentidos, por ejemplo, mirando con los ojos y escuchando con los oídos. La actitud
incorporativa puede abarcar cosas abstractas y simbólicas, tales como la incorporación de
amor, conocimiento, dinero, poder y bienes materiales. La codicia y la voracidad se
originan al no recibir suficiente alimento o amor durante los primeros años de vida. La
persona adquisitiva es insaciable porgue todo lo que adquiere, ya sea dinero o fama, es
sólo un sustituto de lo que realmente desea, es decir, alimento de una madre amante.

Como el bebé depende de un agente externo, por lo general su madre, para mitigar su
tensión oral y para la satisfacción de sus placeres orales, la madre puede controlar la
conducta del bebé dándole alimento cuando es obediente a sus deseos y retirándoselo
cuando no obedece, Como el dar alimento se asocia Con el amor y la aprobación y la
negativa de alimentos con el rechazo y la desaprobación, el bebé siente angustia cuando la
madre lo rechaza o lo abandona, pues esto significa la pérdida del deseable
abastecimiento oral. Si se acumula mucha angustia sobre esta amenaza a los placeres
orales del bebé, éste tiende a depender demasiado de la madre y también de otra gente.
Desarrolla una actitud de dependencia hacia el mundo, En lugar de aprender a satisfacer
sus necesidades mediante sus propios esfuerzos, espera que le den las cosas cuando se
porta bien y que se las quiten cuando se porta mal. Se dice entonces que tal persona tiene
una estructura caracterológica de dependencia oral.

Si el deseo de dependencia hace avergonzar a una persona, puede desarrollarse una


formación reactiva que hará que ella se resista a depender de cualquiera. No puede pedir
a nadie nada porque eso significaría perder su independencia.

También puede utilizarse la proyección como defensa contra la dependencia, En vez de


buscar ayuda, la persona que proyecta se sentiría obligada a ofrecer ayuda a los demás,
Tal persona puede emprender obras sociales, convertirse en enfermera o demostrar otra
vocación humanitaria, También pueden sus deseos oral es reprimidos aparecer en forma
disfrazada. Una persona puede interesarse por la lingüística, coleccionar botellas o
aprender ventriloquia.
La agresividad oral mediante el morder es el prototipo de muchas clases de agresiones
directas, desplazadas y disfrazadas. El niño que muerde con sus dientes puede de grande
morder con los sarcasmos verbales, con el desprecio y el cinismo, o puede hacerse
abogado, político o escritor de editoriales. Decimos que alguien es mordaz o que muestra
los dientes cuando manifiesta una conducta agresiva, dominante, y autoritaria. Cuando
uno se siente culpable, puede utilizar la agresión oral como forma de autocastigo. Uno
puede morderse los labios o la lengua.

La agresión oral puede dar lugar a sentimientos de angustia que a su turno se defienden
mediante varios mecanismos del yo. Una persona puede reaccionar contra la agresión oral
diciendo solamente cosas amables sobre otras personas. O puede proyectar su agresión
oral de manera que se crea víctima de la agresión de un mundo lleno de enemigos. Puede
fijarse en una etapa primitiva de agresión oral en su desarrollo o puede regresar a ella
cuando las frustraciones de las etapas posteriores sean mayores que las que ella puede
manejar.

Escupir y cerrar la boca siguen de manera bastante parecida los lineamientos del
desarrollo del ingerir y el morder. Estos modos prototípicos de reacción se transforman de
numerosas maneras, y dependen de las satisfacciones y frustraciones particulares que
encuentren. El tipo "escupidor" de personalidad se caracteriza por el desdén y el
desprecio, el tipo "cerrado" por su actitud ensimismada y cautelosa. La erección de
defensas contra estos modos de comportamiento que provoca la angustia" afecta de
muchas maneras el desarrollo de la personalidad. Por ejemplo, una aceptación
indiscriminada de lo que uno dice o hace, caracterizada por la expresión "ese se traga
cualquier cosa", es una formación reactiva contra el escupir. El sentimiento de ser un
exiliado, social ante el cual el mundo ha cerrado sus puertas es una proyección de cerrar la
boca contra un mundo doloroso.

Se pueden ver las manifestaciones de estos cinco modos de actividad oral en muchos
aspectos de la vida. Aparecen en las relaciones y afectos entre las personas, en las
actitudes económicas, sociales, políticas y religiosas, y en los intereses y preferencias
culturales, estéticas, recreativas, atléticas y vocacionales.

B. LA ZONA ANAL. En el otro extremo del aparato digestivo está la abertura posterior, el ano,
a través del cual se eliminan del cuerpo los desechos de la digestión. En esta región surgen
tensiones como resultado de la acumulación de la materia fecal. Esta materia ejerce
presión sobre las paredes del colon, que es la parte del cordón intestinal que está
inmediata al ano, y sobre los esfínteres anales, que son músculos que funcionan como
válvulas. Cuando la presión sobre los esfínteres alcanza cierto nivel, se abren y se expelen
los productos de desecho mediante el acto de la defecación. La expulsión proporciona
alivio a la persona, al eliminar la fuente de tensión. Como consecuencia de experimentar
una placentera reducción de tensión, puede emplearse tal modo de acción para
deshacerse de tensiones que surgen en otras partes del cuerpo. La eliminación expulsiva
es el prototipo de los estallidos emocionales, las pataletas, rabias y otras reacciones
primitivas de descarga.
Por Jo común, durante el segundo año de vida o más temprano, los reflejos expulsivos
involuntarios llegan a ser controlados mediante una serie de experiencias que se conocen
con el nombre de educación del control de esfínteres. La educación del control de
esfínteres es por lo habitual la primera experiencia decisiva que el niño tiene en relación
con la disciplina y la autoridad exterior. La educación de esfínteres representa un conflicto
entre una catexia instintiva (el deseo de defecar) y una barrera externa. Las consecuencias
de este conflicto dejan por fuerza huellas indelebles en la estructura de la personalidad.

Los métodos empleados por la madre al educar al niño y sus actitudes con respecto a
asuntos como la defecación, la limpieza, el control y la responsabilidad determinan en
gran medida la naturaleza exacta de la influencia que la educación de esfínteres tendrá
sobre la personalidad y su desarrollo. Una persona se resiste naturalmente a que se
interfiera y se regule sus actividades placenteras. Si la interferencia es muy estricta y
punitiva, el niño puede vengarse ensuciándose intencionalmente. A medida que crezca, tal
niño se tomará su desquite con los representantes externos de la autoridad, armando
embrollos, actuando con irresponsabilidad, o de manera desordenada, siendo manirroto y
pródigo. Los estrictos procedimientos para educar los esfínteres también pueden provocar
una formación reactiva contra la expulsión incontrolada, engendrando pulcra
meticulosidad, melindrosidad, orden compulsivo, frugalidad, disgusto; miedo a la
suciedad, estricta administración del tiempo y dinero, y otros comportamientos super
controlados, La constipación es una reacción defensiva corriente contra la eliminación.

Por otra parte;' si la madre le suplica al niño que mueva el vientre y lo alaba demasiado
cuando lo hace, el niño considerará el producto que ha hecho de gran valor. Más tarde en
la vida puede sentirse movido a producir o crear cosas para complacer a Jos demás o para
complacerse así mismo, de la misma manera que cuando defecaba para complacer a su
madre. La generosidad, los regalos, la caridad y la filantropía pueden ser resultados de
esta experiencia básica.

Si se da demasiada importancia al valor de las heces, de niño puede sentir que ha perdido
algo valioso cuando defeca. Responderá ante la pérdida sintiéndose deprimido, vacío y
angustiado. Tratará de evitar pérdidas futuras negándose a eliminar sus heces. Si se fija y
generaliza este modo, la persona será ahorrativa, parsimoniosa y económica.

La retención de las heces es el otro modo de funcionamiento anal. Aunque pueda ser
empleado como defensa contra la pérdida de algo que se considera valioso, la retención es
placentera de por sí. La suave presión sobre

las paredes internas del recto que ejerce la materia fecal satisface sensualmente. La
defecación acaba con este placer y deja a la persona con una sensación de vacío. Si la
persona se fija en este modo de placer erótico, puede desarrollar un interés generalizado
en coleccionar, poseer y retener objetos.

Una formación reactiva contra la retención puede desarrollarse como resultado de


sentimientos de culpa, en cuyo caso la persona se sentirá impelida a dar sus bienes y su
dinero de manera atolondrada o a perderlos haciendo tontas inversiones ° jugando
imprudentemente por dinero. Poseer cosas angustia tanto ' a esas personas que harán
cualquier cosa por deprenderse de ellas. Además, sienten cierta satisfacción en gastar su
dinero de manera expulsiva.

C. LA ZONA SEXUAL. La tercera zona corporal placentera importante son los órganos
sexuales. Acariciar y manipular los órganos propios (masturbación) produce placer
sensual. Al mismo tiempo, hay una intensificación del anhelo sexual del niño por los
padres, que inicia una Serie de cambios importantes en sus catexias objetales. El período
de crecimiento durante el cual el niño se preocupa por sus genitales es llamado la etapa
fálica.

Dado que los órganos reproductivos masculinos y los femeninos son estructuralmente
diferentes, es necesario examinar los acontecimientos de la etapa fálica separadamente
para cada sexo.

1) La etapa fálica masculina. Antes de la aparición del período fálico, el" niño ama a su
madre y se identifica con su padre. Cuando el impulso sexual aumenta, el amor del
niño por su madre se hace más incestuoso y en consecuencia se pone celoso de su
rival, el padre. Este estado de cosas, en el que el niño anhela la posesión sexual
exclusiva de la madre y siente antagonismo hacia el padre: recibe el nombre de
complejo de Edipo, Edipo fue una eminente figura de la mitología griega, que mató a
su padre y casó con su madre. El desarrollo del complejo de Edipo crea un nuevo
peligro para el niño. Si persiste en sentirse sexualmente atraído hacia la madre, corre
el riesgo de que el padre lo dañe físicamente. El miedo específico que abriga el niño es
que su padre le extirpe su órgano sexual ofensor del niño. A este miedo se le llama
angustia de castración. El niño cree en la realidad de la castración cuando ve la
anatomía sexual de la niña, que carece de genitales prominentes como los masculinos.
Al varoncito, la niña le parece castrada. "Si eso pudo sucederle a ella, también puede
sucederme a mí", piensa él. Como resultado de la angustia de castración, el niño
reprime su deseo incestuoso por la madre y su hostilidad hacia el padre, y el complejo
de Edipo desaparece. Otros factores también conspiran para debilitar el complejo de
Edipo. Ellos son: 1) la imposibilidad de satisfacer el deseo sexual con la madre, como lo
hizo Edipo, 2) los desengaños que le produce la madre, y 3) la maduración.

Cuando el niño renuncia a la madre, puede identificarse con el objeto perdido, su


madre, o intensificar su identificación con el padre. De la fuerza relativa de los
componentes masculinos y femeninos en la constitución del niño depende que ocurra
lo primero o lo segundo. Freud supone que cada persona es constitucionalmente
bisexual, lo cual quiere decir que hereda las tendencias del sexo opuesto lo mismo que
las del propio. Si las tendencias femeninas del niño son relativamente fuertes, tratar
de identificarse con su madre una vez desaparecido el complejo de Edipo; si
predominan las tendencias masculinas, acentuará su identificación con el padre.
Típicamente, siempre existe alguna identificación y alguna catexia objetal con ambos
padres. Al identificarse con el padre, el niño participa de la catexia del padre hacia la
madre. Al mismo tiempo, la identificación con el padre ocupa el lugar de la catexia
femenina del niño hacia el padre. Al identificarse con la madre, obtiene satisfacción
parcial de su anhelo sexual por el padre, mientras que la identificación ocupa el lugar
de la catexia del niño hacia la madre. La fuerza relativa y el éxito de estas
identificaciones determinan el destino del carácter del niño y de sus afectos,
antagonismos, y grado de masculinidad y femineidad que demostrará más tarde. Estas
identificaciones también dan lugar a la formación del superyó. Se dice que el superyó
es el heredero del complejo de Edipo, porque ocupa el lugar del mismo.

Durante varios años, más o menos entre los cinco años -cuando se reprime el
complejo de Edipo por miedo a la castración-, y los doce -época en que aumenta
mucho la energía del instinto sexual debido a cambios fisiológicos del sistema
reproductor-, los impulsos sexuales y agresivos del niño quedan dominados. Este
período es llamado periodo de latencia. Con el despertar de la pubertad, los impulsos
reviven y ocasionan las tensiones y vehemencias típicas de la adolescencia. Durante
esos años adolescentes ocurren nuevas adaptaciones y transformaciones que
finalmente culminan en la estabilización de la personalidad.

2) La etapa fálica femenina. Al igual que en el niño, el primer objeto amoroso de la niña,
aparte del amor a su propio cuerpo (narcisismo), es la madre. Pero a diferencia de lo
que Ocurre con el niño, no hay muchas probabilidades de una temprana identificación
con el padre. Cuando la niña descubre que no posee los genitales externos del varón,
se siente castrada. Culpa a su madre por tal condición y por lo tanto se debilita la
catexia hacia la madre. Además, la madre desilusiona a la niña en otros aspectos. La
niña siente que la madre no le da suficiente amor, o que ella tiene que compartir el
amor de su madre con hermanos y hermanas. A medida que se debilita la catexia hacia
la madre, la niña comienza a preferir al padre, que posee el órgano que a ella le falta.

El amor de la runa por su padre se mezcla con envidia porque él posee algo de que ella
carece. Esto se conoce como envidia del pene. Es el equivalente femenino de la
angustia de castración del niño. Estas dos condiciones, la envidia del pene y el temor a
la castración, son aspectos del mismo fenómeno general, llamado el complejo de
castración. Los complejos de castración y de Edipo son dos de los desarrollos más
importantes de la etapa fálica.

El surgimiento del complejo de castración en el niño es la razón principal del abandono


del complejo de Edipo, mientras que en la niña el complejo de castración (envidia del
pene) es el responsable de la introducción del complejo de Edipo. Ella ama a su padre
y está celosa de la madre. Aunque el complejo de Edipo femenino no es probable que
desaparezca como en el varón, se debilita en virtud de la maduración y por la
imposibilidad de poseer al padre. Las identificaciones, entonces, reemplazan a las
catexias objetales. Al igual que el niño, la niña es bisexual, y la fuerza de la
identificación con cada progenitor está en parte determinada por la fuerza relativa de
las predisposiciones masculinas y femeninas de la niña. Si el componente masculino es
fuerte, la niña se identificará más con el padre y se convertirá en un marimacho. Si
predominan los impulsos femeninos, la niña se identificará más con la madre. Además,
existe siempre algún grado de identificación y catexia con cada padre. La emulación de
la niña por la madre la acerca al padre y también la compensa por la pérdida relación
amorosa con la madre. De la misma manera, su identificación con el padre la
compensa en cierto grado por la carencia de genitales masculinos y preserva la catexia
hacia la madre. La fuerza y el éxito de estas identificaciones influyen sobre la
naturaleza de sus afectos y el grado de masculinidad y femineidad de su vida
posterior, además de producir el superyó.

La niña también pasa por un periodo de latencia, cuando los impulsos están bajo ' el
dominio de las formaciones reactivas. Sale de la latencia al iniciarse la pubertad.
También ella elabora los problemas de la adolescencia y finalmente alcanza cierta
medida de estabilidad como adulta.

D. SEXUALIDAD GENITAL. Tomadas en conjunto, las tres etapas del desarrollo, la oral, la anal
y la fálica, reciben el nombre de período pregenital. Este período abarca los cinco primeros
años de vida. La característica saliente del instinto sexual durante el período pregenital es
su narcisismo, El tipo de narcisismo llamado primario no debe ser confundido con el
llamado narcisismo secundario: El narcisismo secundario se refiere a sentimientos de
orgullo que el yo experimenta cuando se identifica con los ideales del superyó. El
narcisismo primario se refiere a las sensaciones sensuales que surgen de la
autoestimulación. El narcisismo primario es placer corporal. Lo ejemplifican el chuparse el
pulgar, el expeler o retener las heces, y la masturbación.

El instinto sexual durante el período pregenital, no se dirige hacia la reproducción. El niño


catectiza su propio cuerpo porque es la fuente de considerable placer. También puede
catectizar a sus padres, pero estas catexias se desarrollan porque sus padres,
especialmente su madre, le ayudan a obtener placer corporal. El pecho de la madre es la
fuente principal del placer oral, y las caricias, besos y mimos que ambos padres le prodigan
al niño son sexualmente gratificantes.

Después de la interrupción del período de latencia, el instinto sexual comienza su


evolución hacia el fin biológico de la reproducción. El adolescente comienza a sentirse
atraído hacia miembros del sexo opuesto. Esta atracción culmina eventualmente en la
unión sexual. La fase última del desarrollo es llamada la etapa genital. La etapa genital se
caracteriza por las elecciones objetales más ,que por el narcisismo. Es un período de
socialización, actividades colectivas, matrimonio, establecimiento de un hogar y una
familia, desarrollo de un interés serio en la profesión y otras responsabilidades. Es la etapa
más larga de las cuatro, que dura desde los últimos años de la segunda década de la vida
hasta que se manifiesta la senilidad, época en que la persona tiende a regresar al período
pregenital.

No se debe suponer, empero, que la etapa genital desplaza a las etapas pregenitales.
Antes bien, las catexias pregenitales se fusionan con las genitales. Los besos, las caricias y
otras formas de hacer el amor que de costumbre forman parte del esquema seguido por
las parejas, satisfacen impulsos pregenitales. Además, los desplazamientos, sublimaciones
y otras transformaciones de las catexias pregenitales se convierten en partes de la
estructura caracterológica permanente.
Capítulo V
La personalidad estabilizada
Los cambios mayores en la personalidad ocurren durante las dos primeras décadas
de vida. Ese es el período en el que una persona madura y aprende a superar o a
adaptarse a las frustraciones externas e internas y a las insuficiencias personales, a
adquirir hábitos y habilidades y conocimiento, a evitar el dolor y prevenir la
angustia, a alcanzar objetos-meta y asegurarse satisfacciones, a compensar las
pérdidas y las privaciones y a resolver los conflictos. Hacia el final de ese período,
la personalidad por lo general ha adquirido cierto grado de constancia o equilibrio
que persiste hasta que comienzan los procesos de deterioro de la vejez. Se dice
que la organización y dinámica de la personalidad se han estabilizado.

Cuando hablamos de personalidad estabilizada no queremos decir que todas las


personas desarrollen la misma pauta o pautas parecidas de personalidad. Hay
muchas clases de personalidades estabilizadas. El equilibrio puede establecerse
alrededor de un mecanismo defensivo particular como la represión, proyección, o
formación reactiva, o puede basarse en una identificación particular. mente
poderosa, como sucede cuando una persona se modela a sí misma a semejanza de
uno de sus padres o de un hermano mayor o de algún otro héroe. La estabilidad
también resulta del desarrollo de desplazamientos, sublimaciones y transacciones
habituales. El número de desplazamientos y transacciones diferentes es
prácticamente infinito, como resulta evidente si contemplamos la variedad de las
actividades de los adultos. Hay mil maneras de ocupar el tiempo. No hay dos
personas que tengan las mismas pautas de intereses, gustos y afectos; sin
embargo. cada uno llega a alcanzar un modo de vida que le proporciona cierta
estabilidad.

No queremos tampoco significar, con el término personalidad estabilizada, lo que


otros han llamado personalidad madura, o sana, o bien adaptada o ideal. Todos
estos términos pueden describir tipos particulares de personalidad estabilizada,
pero muchas personas alcanzan estabilidad sin llegar nunca a ser maduras o
adaptadas. Su estabilidad puede depender de fijaciones y síntomas neuróticos o de
alejamientos psicóticos del mundo de la realidad. El alcohólico puede tener
costumbres muy estabilizadas y sin embargo no cabe decir que está bien
adaptado. La personalidad de dependencia oral o la personalidad anal retentiva
pueden desarrollar un alto grado de estabilidad, pero ninguno de esos tipos puede
considerarse maduro. Muchas personalidades estabilizadas en realidad se han
detenido en su crecimiento, por ejemplo, el adolescente eterno que nunca termina
de crecer.
Aunque el término personalidad estabilizada pueda implicar que el adulto se ha
ajustado a una existencia rutinaria y monótona, no queremos que el lector
entienda tal cosa. Estabilización no significa necesariamente falta de variedad en la
vida, aunque para algunas personas signifique precisamente eso. Estabilización por
lo general significa que la variación se ajustará a una pauta bastante congruente y
susceptible, que puede predecirse. Un adulto puede cambiar de trabajo o de
pasatiempo o de mujer con bastante frecuencia, pero el nuevo trabajo o la nueva
mujer o el nuevo pasatiempo se parecerán mucho a los anteriores. Las variaciones
sobre un mismo tema (Freud las llamó compulsión de repetición) , antes que una
serie de temas nuevos, es lo que caracteriza el comportamiento del adulto
típicamente estabilizado.

Por último, no queremos decir que la personalidad estabilizada es la que no


experimenta frustraciones, angustias u otra clase de tensiones. La vida nunca está
libre de tensiones. La personalidad estabilizada, más bien, es la que ha hecho
arreglos más o menos permanentes para manejar los aumentos de tensión. El
presente capítulo examina en qué consisten esos arreglos.

La manera más efectiva de manejar o impedir el aumento de tensión es utilizar el


proceso secundario del yo, que, se recordará, consiste en el pensamiento realista,
el razonamiento y la solución de problemas. Dados entrenamiento y experiencia
suficientes para resolver los problemas de manera racional y lógica, durante los
primeros veinte años de vida, y una maduración intelectual adecuada, un adulto
podrá resolver de modo realista y satisfactorio la mayoría de los problemas que se
le presentan. Para que el proceso secundario funcione eficazmente, es necesario
controlar las catexias objetales del ello y las catexias idealizadas del superyó,
erigiendo contracatexias. De lo contrario, esas catexias tenderán a deformar el
principio de realidad del yo, al contaminarlo con el pensamiento autista o
moralista. Además, los procesos psicológicos de la percepción, memoria, juicio y
discriminación deben tener a su disposición una corriente continua de energía ya
que el proceso secundario hace uso abundante de estas funciones.

La canalización de energía hada los procesos del yo significa que la energía libre del
ello se convierte en energía ligada. Se dice que la energía está ligada cuando la
carga libremente móvil de energía, característica de las excitaciones instintivas, se
transforma en una carga tónica en relativo reposo. Esto se lleva a cabo invirtiendo
energía en las funciones de no-descarga del yo. Una analogía puede ayudar a
aclarar lo que ocurre cuando la energía se vuelve ligada. Una persona, mientras no
tenga obligaciones o responsabilidades financieras, puede gastar libremente y de
manera impulsiva su dinero. Puede jugarlo beber o gastarlo en los placeres que lo
atraigan en un momento dado. Sin embargo, cuando asume obligaciones al
comprar a crédito, al invertir su dinero o porque tiene que pagar impuestos, o
cuando acepta la responsabilidad de proporcionarse alimento, casa y otras
necesidades y comodidades de la vida a sí mismo y a otras personas, entonces se
compromete a gastar su dinero con propósitos definidos. Ha ligado su dinero a las
cuentas mensuales y a los gastos fijos, y ya no puede gastarlo como más le plazca.
De la misma manera, la personalidad liga su energía psíquica al invertirla en
proceses del yo estabilizados y organizados.

También se alcanza estabilidad al invertir energía en los mecanismos de


proyección, formación reactiva, represión, fijación y regresión. Si una persona no
puede enfrentarse con la realidad tal cual es, puede tratar de modificarla de
acuerdo con sus deseos o sus ideales. Aunque esta estrategia por parte del yo
deforme y falsifique la realidad, es con todo eficaz pues ofrece protección ante los
efectos incapacitantes de la angustia y la frustración. La estabilidad proporcionada
por estos mecanismos de defensa puede ser precaria si las defensas son débiles,
pero cuando uno ha pasado veinte años fortaleciéndolas, es muy poco probable
que se desmoronen fácilmente. Las defensas drenan energía del proceso
secundaría y ocupan el lugar del pensamiento realista.

Cuando una persona llega a la edad adulta, los desplazamientos y las


sublimaciones se estabilizan sobre una base bastante permanente, habiéndose casi
completado la transformación y fusión de los instintos. Las experiencias de los
veinte primeros años le han enseñado a hacer transacciones que son hasta cierto
punto satisfactorias o que, si no satisfacen, por lo menos la ayudan a soportar el
dolor y la angustia. Esas transacciones se expresan como intereses, actitudes,
afectos y preferencias. Intervienen no sólo en las decisiones fundamentales de la
vida -por ejemplo, la elección de profesión y la selección de una pareja
matrimonial- sino también en las numerosas pequeñas decisiones que hay que
hacer todos los días. La congruencia con que se hacen estas elecciones y el llamado
conservadorismo, o resistencia al cambio, del adulto, débense al carácter
relativamente flojo de las catexias del adulto. La duración de estas catexias
depende de dos factores importantes: 1) numerosas fuentes instintivas le
proporcionan energía (fusión instintiva); y 2) no permiten la descarga completa de
la tensión porque se les oponen contracatexias. El trabajo, por ejemplo, implica
una cantidad de actividades diferentes que satisfacen una variedad de excitaciones
instintivas, pero es muy improbable que se alcance la satisfacción de todas las
excitaciones al mismo tiempo. El ritual, la tradición, la costumbre, las
convenciones, la uniformidad" el orden, el hábito y la repetición, que caracterizan
a la personalidad estabilizada, representan todos transacciones entre las fuerzas
impulsoras (catexias) y las fuerzas de resistencia (contracatexias).
Esto nos lleva al papel del superyó en la personalidad adulta Las catexias del ideal
del yo representan sublimaciones de las catexias objetables primitivas. El carácter
de las sublimaciones depende originalmente de las clases de conducta por las
cuales se recompensa al niño. Que una sublimación persista o no depende, a su
vez, de la satisfacción, o de la disminución del dolor, que continúa proporcionando.
Si, a la larga, no proporciona ningún placer o mejora, la. sublimación desaparecerá.
Por lo tanto, durante los años adultos, los ideales satisfactorios se atrincheran y los
que ya no cumplen ningún propósito se dejan de lado. La personalidad definitiva
contiene el residuo de las elecciones objetales que reducen la tensión. Las
prácticas religiosas, el trabajo social, la participación en las actividades de la
comunidad, las ocupaciones culturales, estéticas y literarias y el estudio de la
naturaleza son sublimaciones adultas representativas.

De una manera similar, la red de prohibiciones (contracatexia) que es la conciencia


moral, también se estabiliza. Las prohibiciones se debilitan y desaparecen cuando
la experiencia demuestra que los peligros sobre los que se basan las prohibiciones
han desaparecido, mientras que las prohibiciones que se refuerzan periódicamente
por el temor al castigo se fijan en la personalidad. El yo se ve forzado a pactar con
las catexias del superyó, y lo hace encontrando un punto medio entre sus propias
catexias o las del ello y las contracatexias de la conciencia moral. Este punto medio
es responsable de otro rasgo común de la personalidad estabilizada, su
moderación. Por lo común hay mucho menos espontaneidad e impulsividad en el
comportamiento adulto si se lo compara con el de los jóvenes. Sin embargo, si las
contracatexias del superyó son muy fuertes en relación a las elecciones objetales
del ello o del yo, la personalidad estabilizada se caracterizará, no por la
moderación, sino por la rigidez. El que tiene tal personalidad vive una vida cauta,
confinada a estrechos límites. Su estabilidad es la de una persona con chaleco de
fuerza.

En último análisis, la personalidad estabilizada es la que ha logrado, mediante el


aprendizaje y la maduración, un equilibrio entre las catexias y las contracatexias.
La naturaleza de este equilibrio, es decir, que el mismo se incline hacia el lado de
las realizaciones o hacia el lado de las restricciones o se quede en el medio, está
determinada por las influencias que ejercen presión sobre la personalidad en
desarrollo. Una preponderancia de prohibiciones, amenazas, peligros, castigos,
fracasos, privaciones, coerciones, frustraciones, insuficiencias y déficit, tenderá a
establecer fuerzas bloqueadoras en la personalidad y a vigorizarlas; en cambio,
abundantes éxitos, gratificaciones, victorias y realizaciones tenderán a favorecer a
formación de catexias. En general, la presencia de contracatexias fuertes
aumentará el nivel de tensión de la personalidad, ya que las contracatexias
impiden que se disipe la energía psíquica. Sin embargo, a pesar de la existencia de
considerable tensión, la personalidad puede ser muy estable en tanto se mantenga
el equilibrio de fuerzas. Algunas personas que parecen estar a punto de estallar
conservan su estabilidad porque las fuerzas en oposición están bien equilibradas.
La estabilidad también es producida por la resolución de los conflictos entre las
fuerzas instintivas opuestas o sus derivados. La solución de un conflicto puede
ocurrir de distintas maneras. Uno de los antagonistas puede derrotar al otro.

Por ejemplo, el amor puede conquistar o neutralizar el odio. Esto no quiere decir
que el odio desaparezca; puede continuar existiendo en forma latente o suprimida.

Si se debilitara el amor, el odio volvería a manifestarse de nuevo. También puede


resolverse un conflicto al encontrar maneras de satisfacer ambos móviles
conflictuales, lo cual puede realizarse mediante diferentes transacciones con
diferentes clases de objetos. Por ejemplo, uno puede manifestar amistad hacia sus
asociados (el grupo interno) y hostilidad hacia los extraños (el grupo externo). Uno
puede ser deferente para con sus superiores y tratar mal a sus subordinados.
También puede resolverse un conflicto expresando de modo alternado primero
uno y luego el otro instinto sobre el mismo objeto. A menudo el amor alterna con
el antagonismo en una relación Íntima. Esta forma de solución es como un péndulo
que oscila entre dos polos.

Probablemente la forma más corriente de resolver los conflictos es la fusión o


integración. La persona encuentra una manera de satisfacer ambas fuerzas
opuestas en una misma actividad. Por ejemplo, una persona que ocupa una
posición de responsabilidad como empleado asalariado en una gran compañía,
satisface su deseo de dependencia al ser miembro asalariado de una organización
segura más o menos paternalista, y su deseo de independencia al tener
obligaciones y responsabilidades que requieren juicio e iniciativa independientes.
De esta manera, tal persona no se siente demasiado angustiada por depender en
grado extremo de otros, o demasiado insegura al ser completa mente
independiente. Durante el período exploratorio de las dos primeras décadas de
vida, la persona aprende muchas maneras de integrar sus conflictos. Aprende que,
a diferencia del zorro de la fábula, puede tener el queso y la luna al mismo tiempo,
aunque probablemente nunca obtendrá tanto como desea de ambas cosas.

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