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La nación en tiempo
heterogéneo
como espacio, de form a que deberíam os más propiam ente hablar del
espacio-tiempo de la modernidad. La política, en este sentido, habita en
el espacio-tiempo hom ogéneo y vacío de la modernidad.
Estoy en desacuerdo con este enfoque. Creo que esta visión de la
m odernidad, o más precisam ente del capitalismo, está equivocada
porque la problem ática es vista desde un solo lado. Esta concepción
observa únicam ente u n a dim ensión del espacio-tiempo de la vida mo
derna. Porque, aunque las personas puedan imaginarse a sí mismas
en u n tiem po hom ogéneo y vacío, no viven en él. El espacio-tiempo
hom ogéneo y vacío es el tiem po utópico del capitalismo. Lineal
m ente conecta el pasado, el presente y el futuro, y se convierte en
condición de posibilidad p ara las im aginaciones historicistas de la
identidad, la nacionalidad, el progreso, etc., con las que A nderson y
otros autores nos han familiarizado. Pero el tiem po hom ogéneo y va
cío no existe com o tal en ninguna parte del m undo real. Es utópico.
El espacio real de la vida m odern a es u na heterotopía (en este punto,
mi deuda hacia Michel Foucault es obvia, a pesar de que no estoy
siempre de acuerdo con el uso que hace de ese concepto) .5 El tiem po
es heterogéneo, disparm ente denso. No todos los trabajadores indus
triales interiorizan la disciplina de trabajo del capitalismo, e incluso
cuando lo hacen, esto no ocurre de la misma m anera. En este con
texto, la política no significa lo mismo para todas las personas. Creo
que ignorar esto implica desechar lo real p o r lo utópico.
H om i B habha, al d escribir el lugar de la nación en el m arco de
la tem poralidad, señaló hace años que la narrativa de la nación se
en cu en tra obligada a afrontar u n a inevitable ambivalencia, con dos
planos temporales que interactúan. En un plano temporal, el pueblo es
objeto de u na pedagogía nacional ya que se encuentra siem pre en
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14 Citado en Gail O m vedt, D alits and the Demoa atic Revolution: Dr.
Ambedkar and th eD alit Movement in Colonial India, N ueva D elhi, Sage,
1994, p. 146.
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entre las com u nid ad es h in dú y m usulm ana de este últim o país. (N. de
los Trad.)
19 H om i B habha, “D issem iN ation ”, op. cit.
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el franqueo del envío. Todo lo que tienen que hacer es ir hasta el funcio
nario que les dará una carta, que debe ser depositada en el buzón del
Mahatmaji: la caja blanca, recuerden, no las de colores. Se trataba de las
elecciones. El voluntario instruye a Dhorai: “Tu nom bre es Dhorai Ko-
eri, tu padre es Kirtu Koeri. Acuérdate de decirle esto al funcionario.
Tu padre es Kirtu Koeri”. Dhorai hace lo que se le ordena.
años más tarde com o el pro feta de la liberación de los dalits. Esto
es lo que significa ahora: u n a fu en te tanto de sabiduría realista
com o de sueños em ancipadores para las castas oprim idas de India.
Para finalizar mi relato sobre el conflicto no resuelto entre afilia
ciones universales e identidades particulares en el m om ento de la
fundación de la nacionalidad dem ocrática en India, voy a señalar lo
que hoy está e n ju e g o . U n tiem po atrás, en u n en cuen tro organi
zado en un instituto de investigación indio, después de que un a dis
tinguida m esa de académ icos y funcionarios lam entara el declive de
los ideales universalistas y de los valores m orales en la vida nacional,
u n activista dalit de la audiencia preg u n tó p o r qué los intelectuales,
tanto liberales com o izquierdistas, eran tan pesimistas con el rum bo
que la historia estaba tom ando en el cam bio de m ilenio. Hasta
do n d e él p o d ía percibir, la últim a m itad del siglo xx hab ía sido el
p eriod o más brillante de toda la historia de los dalits, pues se ha
bían librado de las peores form as de intocabilidad, movilizándose
políticam ente com o com unidad. Gracias a ello, se encontraban en
disposición de establecer alianzas estratégicas con otros grupos
oprim idos, p ara o b te n e r mayores porciones de p o der en el go
bierno. Todo esto había sido posible gracias a que la dem ocracia de
masas h abía abierto la p u erta para un cuestionam iento de los privi
legios de casta p o r parte de los rep resentantes de los grupos oprim i
dos, organizados en mayorías electorales. Los expositores quedaron
en silencio después de esta conm ovedora intervención. Salí del
evento persuadido, u n a vez más, de que es m oralm ente ilegítim o
sostener los ideales universalistas del nacionalism o sin, sim ultánea
m ente, sostener que las políticas generadas p o r el arte de la guber
nam en talid ad d eb en ser reconocidas tam bién com o una parte
igualm ente legítim a del espacio-tiem po real de la vida política mo
d e rn a de la nación. De o tra m anera, las tecnologías gubernam enta
les c o n tin u arán proliferan d o, sirviendo, com o sirvieron en gran
parte de la época colonial, com o instrum entos m anipulables de do
m inio de clase, en u n o rd en capitalista global. Al inten tar encontrar
espacios éticos reales para su actuación en el espacio heterogéneo,
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decir, u n proyecto liegem ónico burgués, sin duda, pero con una gran
diferencia: el proyecto hegem ónico del nacionalismo indio tenía que
escoger su espacio de autonom ía desde una posición de subordinación
a un régim en colonial, que tenía de su lado los recursos legitimadores
más universales generados por el pensam iento social posterior a la Ilus
tración. Como resultado de ello, las formas autónom as de im aginar la
com unidad fueron, y continúan siendo, oprimidas y desestimadas por
la historia del Estado poscolonial. He aquí las raíces de nuestra miseria
poscolonial: no radican en nuestra incapacidad para pensar nuevas for
mas de com unidad m oderna, sino en nuestro som etim iento a las viejas
formas de Estado m oderno. Si la nación es una com unidad imaginada,
y si las naciones deben a su vez asum ir la form a de Estados, entonces
nuestro lenguaje teórico deberá perm itirnos hablar sobre com unidad
y Estado al mismo tiem po. Pero, según creo, nuestro lenguaje teórico
actual no lo permite.
Un poco antes de su m uerte, B ipinchandra Pal (1858-1932), líder
del m ovim iento Swadeshi en Bengala y protagonista del Congreso
Nacional In d io en el perio d o an terior a G andhi, describió de la si
guiente m anera las residencias donde se alojaban los estudiantes de
Calcuta d uran te su juventud:
8 R epresentado por los diversos ensayos incluidos en Ranajit Guha (ed .),
Subaltem Studies, vols. 1-6, D elhi, O xford University Press, 1982-1990.
La declaración program ática de esta aproxim ación está en Ranajit
G uha, “O n Som e Aspects o f the H istoriography o f Colonial India”, en
Ranajit G uha (ed .), op. cit., vol. 1, pp. 1-8.
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