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UNSAM

Maestría en Historia Conceptual

[Trabajo elaborado para su discusión en el


Seminario Internacional: los populismos]
Viernes 04 de diciembre

La experiencia gaitanista, los usos de “lo fallido” y lo contrafactual en la


conceptualización del populismo en Colombia

Ana Lucía Magrini


(CONICET-CHI, UNQ/UNRC/UCC)
analucia.magrini@gmail.com

Populismos en cuestión: algunas notas teóricas para su comprensión

En su último libro, “El siglo del populismo”,1 Pierre Rosanvallon invita a


investigadores sociales, intelectuales, académicos, políticos y a la ciudadanía en general a
tomar en serio el populismo. El historiador francés llama la atención sobre el vacío teórico
en torno al tema y propone un estudio histórico conceptual del populismo en Europa y en
América Latina en el largo siglo XX. La obra persigue tres objetivos: historizar el concepto
(y no solo la palabra o los usos explícitos del término); analizar y desentrañar la llamada
“teoría del populismo”, sus límites y contradicciones al interior de la teoría de la
democracia; y finalmente presentar una crítica profunda a los populismos realmente
existentes que plantee alternativas concretas a la “opción populista”.
Sustancialmente, el libro argumenta que el populismo es “una forma límite del
proyecto democrático”.2 Bajo esta comprensión, el populismo se introduce en el marco de
otras reflexiones de Rosanvallon, en las que el investigador sigue el rastro a una serie de


Este texto constituye un trabajo en elaboración de carácter seminarial, se solicita no circular, ni citar. Se
trata de una versión que integra, interroga y reelabora reflexiones previas de la autora a la luz de la propuesta
del seminario (el estudio de los populismos en clave histórico conceptual).
1
Pierre Rosanvallon, Le Siècle du populisme. Histoire, théorie, critique (Paris: Seuil, 2020). Texto
recientemente traducido al español. El siglo del populismo. Historia, teoría y crítica. (Buenos Aires:
Manantial, 2020).
2
Ibíd., 24.

1
aporías, tensiones, promesas incumplidas, equívocos y contradicciones constitutivas de la
democracia, (problemas que el autor ha estudiado especialmente en Francia).3 Sin embargo,
los hallazgos a los que llega en su último libro se distancian de la lectura en clave
aporética4 propuesta en otros trabajos teórico-metodológicos.5 Para decirlo sin preámbulos
si, por un lado, Rosanvallon hace del populismo un concepto constitutivo de los debates
sobre la democracia; por otro lado, ultima que el fenómeno constituye una desviación ipso
facto de la democracia. Interpretación que “normaliza”6 el concepto, al introducirlo
formalmente en el universo de problemas propios la experiencia democrática, pero sin
alterar su connotación peyorativa, anómala o desviada.
De esta idea nodal, Rosanvallon deriva cinco rasgos que hacen parte de la anatomía
del populismo (en singular),7 a saber: (1) una concepción unanimista y homogeneizante del
pueblo que procede del modelo jacobino francés;8 (2) una perspectiva de la democracia
polarizada e inmediata producto de la excesiva y espuria apelación a procedimientos
jurídicos afines con la democracia directa o participativa (como el referéndum y el
plebiscito). Estos dos rasgos se relacionan, a su vez, con el rechazo del populismo a los

3
Es realmente profusa la producción de Rosanvallon sobre el tema, señalamos apenas algunos trabajos
significativos: Pierre Rosanvallon, El modelo político francés. La sociedad civil contra el jacobinismo, de
1789 hasta nuestros días, (Buenos Aires: Siglo XXI, 2007). La contrademocracia. La política en la era de la
desconfianza, (Buenos Aires: Manantial, 2007). El buen gobierno (Buenos Aires: Manantial, 2015). El
momento Guizot. El liberalismo doctrinario entre la Restauración y la Revolución de 1848 (Buenos Aires:
Biblos, 2015).
4
No intento realizar aquí una reseña de la obra de Rosanvallon o una lectura crítica de sus textos, muchos de
ellos magistrales por cierto. Un artículo abocado de lleno a identificar el evidente el atractivo y potencial
analítico del enfoque propuesto por el autor, así como aquellos aspectos en los que parece quedar “preso” de
sus propios enunciados teóricos es el trabajo de Daniela Slipak, “Entre aporías y prescripciones. Una reflexión
sobre la historia conceptual de lo político propuesta por Pierre Rosanvallon”, Foro Interno, 12, (2012): 61-80.
5
En especial la lección que impartió al inaugurar la cátedra de historia moderna y contemporánea de lo
político en el Collège de France en el 2002, texto publicado al año siguiente en francés y en español. Pierre
Rosanvallon. Por una historia conceptual de lo político. (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 2016).
6
Parafraseando a Omar Acha y Nicolás Quiroga. El hecho maldito. Conversaciones para otra historia del
peronismo. (Buenos Aires: Prohistoria), 2012.
7
En efecto el primer capítulo del libro se aboca de lleno a definir la anatomía (o tipo ideal) del populismo.
Para un análisis de los problemas teórico-metodológicos que se desprenden de los habituales modos de teorizar el populismo,
véase: Sebastián, Barros, “Momentums, demos y baremos. Lo popular en los análisis del populismo
latinoamericano”. POSTData, vol. 19, núm. 2, octubre, (2014): 315-344.
8
Ciertamente la cercanía o la distancia de la lógica populista con el modelo revolucionario francés ha
suscitado renovado interés. El trabajo de Edgardo Manero sobre peronismo presentado en este seminario
constituye un ejemplo de análisis de los aires de familia entre la lógica jacobina y la ontología que caracterizó
al peronismo. Un trabajo que ha explicitado el valor analítico de la comparación con el modelo jacobino,
aunque focaliza en las distancias con el populismo es el texto de Gerardo Aboy Carlés, “Populismo y
polarización política”. En: Giménez, S. y Azzolini, N. (Coord.). Identidades políticas y democracia en la
Argentina del Siglo XXI. (Buenos Aires: Teseo, 2019), p. 23-52.

2
cuerpos intermedios y a la ausencia de instancias de mediación entre el líder y el sujeto
popular; (3) una modalidad de representación política que otorga preeminencia “a la figura
de un ‘hombre-pueblo’ con capacidad de encarnación destinada a remediar el estado de
mala representación existente”.9 (4) una política y filosofía de la economía nacional-
proteccionista; (5) un régimen de las emociones y de las pasiones que “expresan la rabia de
no ser reconocido (…) [, rabia que se traduce] en lo que podríamos llamar resentimiento
democrático”.10
A nuestro modo de ver dicha caracterización vuelve a poner en primer plano algunos
sentidos, muchas veces presupuestos, en los estudios sobre populismo en nuestra región:
como la idea que sostiene que los populismos se caracterizan por prácticas políticas y por
una comunicación directa (o sin mediaciones) entre el líder y “las masas” o el pueblo; que
los populismos construyen fronteras políticas impermeables entre “un nosotros” y “un
ellos”; que apelan y tienden a edificar identidades políticas homogéneas; y que sus bases
sociales o quienes se identifican con los populismos, expresan una sensibilidad propia de
“los resentidos”.
A contramano de estas tendencias, en una primera parte de este escrito, ilustraremos
cómo una experiencia política específica, el movimiento colombiano liderado por Jorge
Eliécer Gaitán (1903-1948), puede ser leído como un tipo específico de identidad popular
no estrictamente homogénea, permeada por heterogeneidades y con fronteras políticas
porosas entre “un nosotros” y “un ellos”. A grandes rasgos, se abordará la constitución
identitaria del gaitanismo como un proceso histórico (esto es, mutable y susceptible de
transformaciones a lo largo del tiempo), inestable y constitutivamente heterogéneo.
Retomaremos aquí especialmente dos aportes teóricos que han avanzado en el
tratamiento de las diversas maneras en que la heterogeneidad 11 opera en los populismos
latinoamericanos, específicamente: las consideraciones de Gerardo Aboy Carlés sobre el
carácter pendular de las identidades y las reflexiones de Sebastián Barros sobre los

9
Pierre Rosanvallon, El siglo…op.cit, p. 20.
10
Ibíd. p. 72.
11
En términos de Ernesto Laclau lo heterogéneo “no significa diferencia, dos entidades para ser diferentes
necesitan de un espacio dentro del cual esa diferencia sea representable, mientras que lo que […] estamos
llamando heterogéneo presupone la ausencia de ese espacio común”. Ernesto Laclau. La razón populista.
(Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005), p. 176.

3
procesos de emergencia de identificaciones populares en contextos de relativa
estructuralidad de los discursos.12
Conforme con Aboy Carlés, las identidades populares básicamente son un “tipo de
solidaridad política que emerge a partir de cierto proceso de articulación y
homogeneización relativa de sectores que, planteándose como negativamente privilegiados
en alguna dimensión de la vida comunitaria, constituyen un campo identitario común que se
escinde del acatamiento sin más y la naturalización de un orden vigente”. 13 Las identidades
así definidas, no tienen por qué ser mayoritarias, ni objetivamente subalternas, sino que se
caracterizan por su oposición a un orden establecido. El autor parte de distinguir tres tipos
de identidades populares: las identidades parciales (o sin pretensión hegemónica, en las que
priman las reivindicaciones particulares), las totales (que aspiran a la constitución de una
unidad política homogénea, pues en ellas no hay negociaciones posibles con antagonistas o
adversarios), y las identidades con pretensión hegemónica. Precisamente estas últimas son
las que están involucradas en las experiencias populistas, puesto que buscan la negociación
constante de su “identidad como la conversión de los adversarios” a “la nueva fe” o a la
solidaridad propia.14 Claramente, ello no supone que los intentos de conversión de los
antagonistas se realicen siempre a través del diálogo y de amistosas negociaciones, de
hecho el autor señala que distintas experiencias “recurrieron a variadas formas de represión
selectiva del espacio opositor”. Sin embargo, lo significativo de estas identidades es que
“su estrategia nunca se redujo a la conversión forzada”. Por el contrario, los populismos se
caracterizan por un mecanismo pendular más complejo: un modo de negociar la “tensión
entre la ruptura y la conciliación del espacio comunitario, consistente en la a veces

12
La cuestión de la heterogeneidad ha sido clave para profundizar algunas ideas introducidas por Laclau, aun
cuando esta dimensión permanece poco explorada en su propia teoría, por ejemplo: ¿qué distinciones es
posible establecer entre identidades políticas e identidades populares? ¿Qué papel juegan los modos de
identificación popular en los populismos? ¿Si asumimos que los populismos constituyen modos de
articulación política, qué características tendría esta lógica articularia en contraste con otras posibles? Tanto
Aboy Carlés como Barros van a proponer que los populismos son un tipo específico de articulación de
identidades populares, las cuales sólo en determinados contextos podrían articularse “de manera populista”.
13
Gerardo Aboy Carlés “De lo popular a lo populista o el incierto devenir de la plebs”, en Las brechas del
pueblo. Reflexiones sobre identidades populares y populismo, eds. Aboy Carlés, G., et. al. (Buenos Aires:
UNGS-UNDAV Ediciones, 2013), p. 21. Resaltado propio.
14
Ibíd., 34.

4
alternativa, a veces simultánea, exclusión-inclusión del oponente del demos legítimo”.15 Por
ello, los límites que trazan las fronteras políticas en los discursos populistas son siempre
porosos, ya que no sólo las fronteras son susceptibles de desplazamientos sino que
“permiten una importante movilidad a través de ellos”, 16 haciendo que nuevos sectores se
integren al campo identitario, que otros antes incluidos queden por fuera, entre otras
posibilidades.
De modo que, para este autor, la heterogeneidad no se reduce a aquello que queda
fuera de una articulación populista,17 sino que remite a la tensión entre particular y
universal que atraviesa al espacio articulatorio en los discursos populistas o con pretensión
hegemónica.18
Por su parte, Sebastián Barros prefiere hablar de identificaciones populares para
enfatizar el carácter contingente, conflictivo y relacional de todo proceso identitario. Las
identificaciones populares se caracterizan (entre otros rasgos) por su potencial capacidad
dislocatoria, o de subvertir un determinado orden de cosas, a través del cuestionamiento de
los papeles socialmente asignados.19 En una dirección analítica adyacente a la de Aboy
Carlés, Barros argumenta que lejos de constituir una teoría sobre la homogeneidad de las
identidades políticas (como en ocasiones se la presenta), la perspectiva de Ernesto Laclau
sobre el populismo propone un abordaje de lo heterogéneo que va desde una
“heterogeneidad radical (dos entidades que no comparten un espacio común de
representación) hasta el resto de heterogeneidad ineliminable que constituye la distinción
de toda particularidad (su pérdida supondría la desaparición de la diferencia)”. 20 En la
distinción de diversos niveles de heterogeneidad que estarían presentes en la teoría

15
Gerardo Aboy Carlés, “El nuevo debate sobre el populismo y sus raíces en la transición democrática: el
caso argentino”. Revista Colombia Internacional. Nro 82 (2014): 40.
16
Gerardo Aboy Carlés “De lo popular a lo populista …”, op. cit, 36.
17
En términos de Laclau, inicialmente el exterior trazado por las fronteras políticas.
18
Gerardo Aboy Carlés, “Populismo, regeneracionismo y democracia”. POSTData, vol. 15, Nº1, (2010): 11-
30.
19
Recuperando reflexiones de Jacques Rancière, Barros especifica que las identificaciones populares son
“articuladas de forma populista” cuando estamos en presencia “de un discurso que pone un nombre al
carácter excluyente del orden comunitario y crea retroactivamente una nueva comunidad legitima”. Sebastián
Sebastián Barros, “Despejando la espesura. La distinción entre identificaciones populares y articulaciones políticas populistas”,
en Las brechas del pueblo…, op. cit., p. 55. Énfasis propio.
20
Sebastián Barros, “Polarización y pluralismo en la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau”. Latinoamérica.
Nro 67/2. Octubre (2018): p. 28.

5
laclausiana,21 el investigador argentino añade otro nivel que no está claramente identificado
en Laclau “y que es aquel entre las diferencias articuladas y el momento hegemónico
articulante […]. En este nivel de heterogeneidad se juega la instancia que define el tipo de
unidad que adquirirá una articulación política”.22
Precisamente en ese último nivel de heterogeneidad nos interesa pensar aquí. Pues esa
heterogeneidad supone que dentro de un mismo campo identitario, llamado gaitanismo en
este caso, son perceptibles una serie de conflictos y oposiciones internas; y que tales
tensiones no siempre derivan en el simple abandono del espacio solidario o en la mera
inclusión de los sectores críticos en el discurso de los adversarios. Por el contrario,
argumentamos que dichas heterogeneidades y tensiones (articuladas en los discursos
populistas por cierto) son una dimensión característica de los procesos identificatorios que
habilitan los populismos.
Proponemos entonces ilustrar algunos de estos rasgos de los populismos, vinculados a
su heterogeneidad, a partir de la experiencia gaitanista;23 subrayando en ella, el proceso de
identificación de un actor político controversial, segunda línea del gaitanismo y figura
mediadora (entre los campos político e intelectual): J. A. Osorio Lizarazo. Quien tuvo un
papel protagónico en un momento fundacional del movimiento y en circunstancias políticas
concretas, como la nacionalización del gaitanismo, se opuso a Gaitán sin renunciar al
campo identitario signado por el líder como “gaitanista”.
En un segundo momento, nuestro trabajo presenta de manera sucinta la trayectoria
conceptual del populismo producida por las ciencias sociales en Colombia. En este
apartado focalizaremos en el papel estructurante que los usos de “lo fallido” y lo
contrafactual jugaron en la conceptualización del populismo colombiano. En ese marco,

21
Un primer nivel de heterogeneidad remite a la exterioridad constitutiva, la cual está dada “por la frontera
antagónica que constituye una cadena de equivalencia” y “algo externo a ella que al mismo tiempo niega su
plenitud y es condición de su existencia”. Un segundo nivel es el de las diferencias, que “reside en el resto de
particularidad persistente entre las propias diferencias articuladas en una cadena equivalencial determinada”.
Y un tercer nivel, radical, refiere a “los elementos que no son diferencias en tanto no comparten un espacio de
representación simbólica. El nivel de la no-diferencia”. Sebastián Barros, Ibíd., p. 67.
22
Ibíd., p. 67.
23
Una investigación reciente sobre gaitanismo que recupera especialmente la perspectiva de Gerardo Aboy
Carlés sobre las identidades políticas es la tesis doctoral de Cristian Acosta Olaya, “Jorge Eliécer Gaitán y el
dique frente a las aguas turbulentas. Identidades políticas, populismo y violencia en Colombia (1928-1948)”.
Tesis para optar por el título de Doctor en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales (Universidad de
Buenos Aires, 2019).

6
veremos relaciones de imbricación mutua entre violencia y populismo. Sustancialmente,
nos interesa mostrar cómo, la génesis conceptual del populismo en Colombia, se encuentra
especialmente anudada a la explicación de los orígenes de la Violencia (en mayúsculas)24 y
a la nominación de los problemas políticos del presente.
Estos dos registros o partes de nuestra reflexión se encuentran atravesados,
transversalmente, por interrogantes formulados desde la historia conceptual. El ejercicio
analítico propuesto intenta articular (en una aproximación interdisciplinar) trabajos propios
abocados al estudio histórico y político discursivo de las identidades políticas, donde el
populismo constituye allí una categoría analítica pertinente para introducir una mirada
renovada sobre experiencias políticas concretas y sobre los populismos latinoamericanos en
general.25 Y otro grupo de pesquisas sobre populismos realizadas desde la historia
intelectual y la historia de lenguajes políticos (siguiendo la propuesta de Elías Palti).26 El
interés de estas últimas indagaciones consiste en pensar qué asuntos y problemas de fondo
se discuten y se construyen cuando intelectuales, cientistas sociales, militantes o figuras
mediadoras definen la naturaleza de los populismos. Dicho de otro modo, estos trabajos

24
La Violencia (en mayúsculas) remite al nombre que la sociología y la historiografía colombiana le han dado
al período posterior al asesinato de Gaitán, el 9 de abril de 1948. Pero la violencia (en minúscula) también
refiere a un concepto que polemiza los debates sobre la experiencia histórica de este país andino desde
mediados de los años cuarenta hasta nuestros días y que tuvo auge especialmente durante los años ochenta
bajo la denominación de las violencias. En todas sus acepciones la(s) Violencia(s) consituye un concepto que
puede rastrearse en el debate público colombiano desde los años cuarenta, y específicamente en el campo
político-intelectual desde finales de los años cincuenta al presente. Entre la innumerable historiografía sobre
el tema, referimos aquí al libro de Ortiz Sarmiento (1994). Para una aproximación a los desplazamientos en
los referentes del concepto de la(s) Violencia(s) y sus relaciones con el de populismo véase Magrini (2014;
2016; 2018).
25
Este grupo de trabajos comprende básicamente: una tesis de Maestría sobre gaitanismo; artículos y
capítulos de libros producidos en el marco una beca completa para extranjeros en Colombia entre el 2010 y el
2012 sobre populismo y gaitanismo. Y dos estudios recientes (ambos en prensa): un libro colectivo sobre
populismos, peronismo y gaitanismo en tanto identidades políticas; y un artículo sobre populismos y procesos
identitarios en dos figuras mediadoras de Argentina y Colombia. Estos últimos trabajos se enmarcan en el
Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (PICT), intitulado “Populismos, identidades políticas y
violencia(s) en Argentina y Colombia”, pesquisa en la que me desempeño como Investigadora Responsable.
26
La historia de los lenguajes políticos se nutre de aportes de tres perspectivas que conforman la llamada
“nueva historia intelectual”: la escuela alemana o la historia de los conceptos de Reinhart Koselleck; la
escuela anglosajona o escuela de Cambridge, específicamente las contribuciones de John G. A. Pocock y
Quentin Skinner; y la escuela francesa o la historia conceptual de lo político de Pierre Rosanvallon. Ver: Palti,
Elías, “Temporalidad y refutabilidad de los conceptos políticos”, en Prismas, 9 (2005), pp. 19-34. Palti, Elías,
“De la historia de ‘ideas’ a la historia de los ‘lenguajes políticos’ – las escuelas recientes de análisis
conceptual: el panorama latinoamericano”, en Anales, 7-8 (2005), pp. 63-81. Palti, Elías, An Archaeology of
the Political. Regimes of Power from the Seventeenth Century to the Present, New York, Columbia
University Press, 2017. (Libro traducido al español en 2018).

7
indagan cómo el concepto en su laxitud de interpretaciones y definiciones cataliza
debates en torno experiencias políticas pasadas (gaitanismo y peronismo,
fundamentalmente); experiencias que a su vez operan como “objetos parciales” de asuntos
que en coyunturas bastante específicas son imposibles de ser semiotizados (o
estructuralmente indecibles).27
En esta ocasión retomaré algunas de las ideas desarrolladas en ambos grupos de
textos, destacando los aportes que la historia conceptual puede realizar en ellas. Hacia el
final se recogen reflexiones presentadas en trabajos y en discusiones colectivas previas del
seminario y se trazan conclusiones preliminares para el debate colectivo.

I. Gaitanismo, heterogeneidad y lo perdurable de su identidad política

Como proceso político, el gaitanismo se desarrolló entre 1928 y 1948, nació como un
movimiento popular ligado a uno de los partidos tradicionales de Colombia, el Parido
Liberal. Su líder, Jorge Eliécer Gaitán (1903-1948), fue el político colombiano más
reconocido en su tiempo por el amplio apoyo popular que construyó entre 1947 y 1948 y
por los novedosos repertorios de acción y movilización masivos que caracterizaron al
movimiento y a su modo particular de hacer política.28 Pero Gaitán también fue un
intelectual, formado antes de iniciar su carrera como político profesional con Enrico Ferri,
en Italia, donde obtuvo su doctorado en derecho penal y encontró una tradición (el
positivismo jurídico)29 de la que extrajo algunos preceptos no siempre compatibles con las

27
El segundo grupo de trabajos incluye: una tesis doctoral y un libro sobre los modos en que los conceptos de
populismo y la(s) Violencia(s) fueron producidos a través de la iterativa (re)significación de dos experiencias
políticas disímiles, el primer peronismo y el gaitanismo, en Argentina y Colombia durante la segunda mitad
del siglo XX. A. L. Magrini, Los nombres de lo indecible: populismo y Violencia(s) como objetos en disputa,
(Buenos Aires: Prometeo, 2018). Se suma, un texto metodológico sobre el modo en que las experiencias
políticas pasadas operan como objetos parciales al desplazarse metonímicamente y condensarse
metafóricamente a lo largo del tiempo. A. L. Magrini “Apuntes metódicos para una historia y política como
significación”. En: Farrán, Roque, et. al., Métodos: aproximaciones a un campo problemático. (Buenos Aires:
Prometeo, 2018) p. 253-286. Y un artículo sobre el populismo en México en la coyuntura de los años ’70
(2019).
28
Sobre el carácter disruptivo del gaitanismo en este punto, véase: Herbert Braun, Mataron a Gaitán. Vida
pública y violencia urbana en Colombia. (Bogotá: Editorial Aguilar, 2008 [1985]).
29
La estancia de Jorge Eliécer Gaitán en Roma se registra entre 1926 y 1928. En 1927 Gaitán se doctoró por
la Real Universidad de Roma con una tesis titulada “El criterio positivo de la premeditación” dirigía por el
propio Ferri. La tesis ganó el “Premio Enrico Ferri”, reconocimiento que convirtió a su autor en el primer
latinoamericano en integrar la Sociedad Internacional de Derecho Penal (grupo itálico). Sobre el particular
puede consultarse el intercambio epistolar entre Enrico Ferri y Gaitán: Archivo General de la Nación (AGN),

8
exigencias de su labor política. Su muerte y el tipo de muerte, hicieron que su imagen,30 sus
gestos y el contenido de su discurso, sean aún hoy motivo de constantes resignificaciones
en Colombia.31
Entre 1933 y 1935, Gaitán se apartó del liberalismo y formó una fuerza política
propia: la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR). Allí el líder intentó llevar a
la práctica su versión del liberalismo y del socialismo,32 con una oferta política que se
distinguía por asumir una perspectiva de izquierda (no comunista), popular y
revolucionaria. La UNIR tuvo que diferenciar su proyecto tanto del Partido Liberal, fuerza
de la que Gaitán provenía y a la que pronto debió retornar, y del Partido Conservador. El
discurso unirista se construyó entonces desde una doble frontera (liberal - conservadora),
una multiplicidad de enemigos y escasas articulaciones políticas. Si bien el unirismo fue
una experiencia fugaz, constituyó un válido ensayo de organización y de identificación
política que quedó clavada en la memoria de los primeros gaitanistas.
Entre 1935 y 1948, el tribuno popular (como le decían sus militantes) desarrolló su
carrera política dentro del liberalismo y aunque obtuvo diversos cargos públicos durante la
hegemonía liberal (como Ministro de Trabajo, Educación y alcalde de Bogotá), la relación
del líder con su partido fue conflictiva. En efecto, en las elecciones presidenciales de 1946
se presentaron dos candidaturas bajo el arco del liberalismo, la de Gabriel Turbay,
candidato oficial y la de Jorge Eliécer Gaitán. Desde la mirada de los liberales, Gaitán era
un disidente y su desobediencia era la responsable de que el candidato conservador,
Mariano Ospina Pérez, haya dado inicio a la hegemonía conservadora.33

Bogotá-Colombia. Fondo Jorge Eliécer Gaitán, “Correspondencia con Enrico Ferri”, 1928. Sobre el vínculo
entre la escuela positivista y las prácticas políticas del gaitanismo véase: Adriana Rodríguez y Gilberto
Parada, “Gaitán y el postivismo jurídico: una construcción ideológica y jurídica”. En: Goliardos, (Nro 11,
2006), p. 13-31.
30
Ver anexo 1.
31
En efecto la hija del líder colombiano, Gloria Gaitán, afirma que inventó el término “gaitanear” para
referirse a las múltiples interpretaciones, agregados personales y desviaciones del pensamiento de Gaitán que
seguidores, simpatizantes y exmilitantes gaitanistas han producido con insistencia con posterioridad al 9 de
abril.
32
Una referencia ineludible sobre el concepto de socialismo en el discurso gaitanista, es la tesis de grado con
la que Gaitán obtuvo el título de abogado por la Universidad Nacional de Colombia, en 1924. Jorge Eliécer
Gaitán, “Las Ideas socialistas en Colombia”. En: Gaitán, “Antología de su pensamiento económico y social”
(Bogotá: Sudamericana, 1968), p. 49-214.
33
Pues sumados los votos obtenidos por los dos candidatos liberales el Partido Liberal resultaba mayoritario
respecto de los votos de los conservadores.

9
En 1947, Gaitán alcanzó el rango de Jefe único del Partido Liberal, elemento que le
permitió integrar el movimiento homónimo a una fuerza política compuesta por fracciones
ideológicamente diversas. La designación se desarrolló en el Teatro Colón (enero de 1947),
instancia en la que Gaitán presentó ideas sustanciales que luego sistematizó en la llamada
“Plataforma del Colón”. El documento fue presentado por el periódico gaitanista Jornada
como “‘la estructura doctrinaria del partido’”;34 el texto exhibe además una detallada
declaración de principios y orientaciones sustanciales del programa de gobierno y de las
políticas públicas propuesta por “el partido del pueblo” de cara a las elecciones
presidenciales de 1950.
Los 53 artículos que componen el documento condensan conceptos políticos nodales
de la discursividad gaitanista, como la justicia social y la democracia económica.
Básicamente la diada (justicia-democracia) suponía reconocer como “inoperante el
concepto de la democracia restringido al sólo campo de la organización política del Estado”
y, proclamar, “la necesidad de extenderla a las zonas económica y social, no en razón de
la benevolencia (…) de los grupos poderosos (…) sino como un deber de justicia y como
condición necesaria para el (…) bienestar de los colombianos”.35 De estos dos grandes
conceptos, se desprenden otros, entre ellos: bienestar social, equilibrio de intereses
económicos (este es básicamente el papel que el Estado debía asumir) y la planificación
estatal. Principios que se compatibilizan con la defensa de la “seguridad rural” y “la
propiedad comunal de los grupos indígenas”; “la nacionalización o municipalización de los
servicios públicos”; “el trabajo de la mujer en igualdad de condiciones (…), [con] la misma
remuneración que la del hombre y (…) las mismas garantías sociales”; “la unidad,
independencia y desarrollo del movimiento sindical”; la independencia del Poder Judicial;
la autonomía universitaria; la “urgencia de [conformar] una unidad real de los pueblos
latinoamericanos” y la “solidaridad con todas las fuerzas políticas de izquierda que en el
Continente Americano luchan (…) en lo externo [contra] fuerzas imperialistas y en lo
interno [contra las] oligarquías”.36

34
Sobre el particular véase: Acosta Olaya “Jorge Eliécer Gaitán y el dique”…op. cit., p. 229-230.
35
Jorge Eliécer Gaitán, Plataforma del Colón. En: J. E. Gaitán, Antología de su pensamiento social y
económico. (Bogotá: Sudamericana, 1968), p. 331.
36
Jorge Eliécer Gaitán, Plataforma del Colón. En: J. E. Gaitán, Antología de su pensamiento social y
económico. (Bogotá: Sudamericana, 1968), p. 329-348.

10
Nótese que el populismo no aparece aquí 37 como un concepto nativo. Si bien el
término se encontraba disponible en el lenguaje político colombiano de la época,
básicamente era utilizado como adjetivo para designar a líderes o jefes (de cualquier fuerza
política) que adularan al pueblo con la exclusiva finalidad conseguir votos y apoyo popular
durante las elecciones. Ser populista era sinónimo de corrupción, de ser demagogo o de
estafar al pueblo con promesa que no se cumplirían.38 De allí que los actores políticos no se
auto-designaran como “populistas”.
En efecto, el populismo tampoco figura entre las etiquetas semánticas que usaron los
adversarios de Gaitán para desprestigiarlo. Trabajos centrados en caricaturas que circularon
en la prensa opositora –como los periódicos liberales, El Tiempo, El Liberal; y el
conservador El Siglo– advierten que a Gaitán lo tildaron con frecuencia como “Jefe
fascista”, “Jefe comunista”, “Jefe de bandidos”, “Jefe oligarca”, y Jefe “monárquico” (una
versión criolla del César, Napoleón o el Duce). Y en veintisiete ocasiones, antes de su
muerte, Gaitán fue representado como causante de la violencia.39
De modo que, hasta la intervención de las ciencias sociales latinoamericanas y hasta
la recepción en Colombia de los trabajos sobre populismo elaborados en Argentina y en
Brasil, sin dudas “el fascismo criollo” era el contra-concepto fundamental que el anti-
gaitanismo formuló para construir una frontera que colocara a Gaitán en el lado contrario a
la democracia. A Gaitán lo tildaron por izquierda, por derecha y por su propio partido como
una expresión local del nazi-fascismo.
El primer argumento que esgrimió el anti-gaitanismo como evidencia de la adhesión
ideológica de Gaitán al nazi-fascismo fue la estancia del joven Doctor en la Italia de
Mussolini; luego, la similitud de su oratoria, gestualidad y la estricta organización de
multitudinarias movilizaciones en las que apeló al uso del fuego y del silencio como
repertorios acción. Pero las comparaciones no podían llegar sino hasta allí, esto es, hasta las
modalidades de expresión de las demandas sociales y los métodos de la propaganda
política, pues en realidad no había nada en el contenido del pensamiento de Gaitán que se

37
Ni en otros documentos y discursos de Gaitán analizados por la autora.
38
Dato suministrado por Gloria Gaitán Jaramillo, hija de Gaitán.
39
Darío Acevedo Carmona, “La muerte simbólica de Gaitán”. En: Domínios da Imagem, Londrina, (Vol. I, N.
1, Nov., 2007): p. 91.

11
acercara a las formas de totalitarismo europeos.40 Por el contrario, desde el amplio arco del
anti-fascismo y del anti-gaitanismo explícitamente se apeló al concepto de raza para
descalificar al Gaitán, a sus militantes y simpatizantes.41 Es ineludible mencionar que la
sensibilidad anti-gaitanista de la época asoció sus ideas políticas en favor de la democracia
a evidentes prejuicios racistas y clasistas. Por ejemplo, asiduamente llamaron a Gaitán “el
negro” o “el jefe de una tribu africana”.42 De las muy diversas formas de bullying político y
personal que soportó Gaitán y su familia,43 el líder sólo respondió públicamente a la
etiqueta de “jefe fascista”.44
Ahora bien, a la par que el líder se proyectaba para caminar hacia el Palacio de
Nariño tenía que enfrentar: por un lado, a poderosos adversarios anti-gaitanistas y anti-
liberales (fundamentalmente conservadores), aunque también comunistas; por otra parte, al
interior del liberalismo, debía negociar con líderes tradicionales en el seno de un partido
que no le perdonaba sus intentos por desarticular la vieja política bipartidista; y, en su
propio movimiento, tenía que afrontar las duras acusaciones de militantes de vieja guardia,
que veían cómo el gaitanismo se transformaba a medida que se “liberalizaba” y se extendía
a lo largo del territorio nacional.
Entre 1946 y 1947, la vieja guardia gaitanista no dejaría de reclamar los repentinos
cambios en la organización interna del movimiento, en la coordinación de las
manifestaciones y la desarticulación de los antiguos comités gaitanistas. Ejemplo de ello
fue el desplazamiento de algunos militantes de primera hora, como José A. Osorio
Lizarazo, quien se unió al gaitanismo con motivo de la campaña presidencial de 1944 y
estuvo bajo la dirección del vocero gaitanista, Jornada,45 durante su primera época (1944-
1946). Lo sugestivo de las agudísimas críticas que por momentos formularon estos actores,

40
En su biografía sobre Gaitán, el mismo Osorio Lizarazo sostuvo esta idea.
41
Alejandro Grimson realizó un análisis especialmente lucido sobre este asunto en la experiencia peronista.
Alejandro Grimson, ¿Qué es el peronismo? de Perón a los kirchner, el movimiento que no deja de conmover
la política argentina. (Buenos Aires: Siglo XXI, 2019).
42
Ver anexo 2.
43
Gloria Gaitán Jaramillo, Bolívar tuvo un caballo blanco, mi papá un Buick. (Bogotá: Colparticipar, 1998).
44
El artículo XI de la Plataforma del Colón es un ejemplo de respuesta, el texto versa: “el liberalismo luchará
contra las fuerzas de regresión que traten de imponer una política fascista o falangista en nuestro país”. Jorge
Eliécer Gaitán, Plataforma… op. cit. p. 331.
45
Sobre el particular ver los trabajos de Adriana Rodríguez Franco: “Gaitanismo y los gaitanismos de
Jornada (1944-1948)”. En: Ayala Diago, Cesar A. et al. (Eds.) Mataron a Gaitán: 60 años. (Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia, 2009), pp. 107-122; y “Jornada sin Gaitán. Prensa, política y gaitanismo
(1948-1953)”. (Historia y sociedad, N.° 33, 2017): 313-350.

12
es que en ellas persiste una férrea resistencia a la heterogeneidad que comenzaba a teñir al
gaitanismo al momento de nacionalizarse.46
Lejos de posicionarlo como un auténtico fundador, detractor o como enemigo interno
del gaitanismo, analizamos a continuación la identidad política de Osorio Lizarazo bajo la
idea de un proceso. Desde este prisma, su modo de identificación con el líder y con el
movimiento no se constituyó “de una vez y para siempre”, ni fue inmune al devenir
histórico de su propia vida, la del movimiento y la del líder. En efecto, el asesinato de
Gaitán y el 9 de abril convirtieron al escritor en su biógrafo amigo. Osorio Lizarazo
construyó una representación de sí mismo como un verdadero gaitanista, en ocasiones más
gaitanista que el propio Gaitán. Para ello apeló al pensamiento y los conceptos construidos
por él y se los devolvió críticamente para cuestionar decisiones políticas claves (como la
negativa de Gaitán a realizar un golpe de Estado, la integración de liberales y antiguos
enemigos en el seno del movimiento, y el sentido que el horizonte revolucionario debía
tener).
Aunque singular el modo de identificación de Osorio Lizarazo con el gaitanismo
informa algunas características significativas para la comprensión a los populismos, resalta
tensiones, heterogeneidades e instancias de mediación que efectivamente acompañaron el
proceso de gestación del gaitanismo. Los cuestionamientos del escritor al carácter poroso
que el movimiento comenzaba a asumir hacia pretéritos adversarios, sus resistencias y
oposiciones a la inclusión de miembros no “plenamente gaitanistas”, nos permiten alertar
cómo estas tensiones y conflictos internos han servido para nombrar algunas características
propias de los populismos, las cuales lejos de representar “lo otro de la democracia” ponen
nombre a las dificultades y desafíos que dicha lógica política impone. Las intolerancias y
resistencias de Osorio Lizarazo al tipo heterogeneidad interna que comenzaba a asumir el
gaitanismo, pone de manifiesto que Osorio, entre otras figuras apenas aquí referenciadas,
aspiraban a construir comunidades políticas sin contaminaciones (impermeables y

46
La imagen que sintetizó la nacionalización del gaitanismo a la cabeza del liberalismo fue la “Marcha de las
Antorchas” (18 de julio de 1947), un verdadero exponente de la exhaustiva organización gaitanista. “Aquí se
supo que el movimiento era nacional. Recuerdo […] unos indios, que al llegar cansados a la Manifestación le
dijeron [a Gaitán]: ‘Doctor, echando remo por toda la selva llegamos aquí’. El Doctor hizo alusión a esto en
su discurso”. José García, presidente del comité gaitanista del barrio La Perseverancia, uno de los sectores
más combativos del movimiento. En: Arturo Alape. El Bogotazo: memorias del olvido. (Bogotá: Editorial
Planeta, 1985), p. 66.

13
puramente homogéneas).47 Para expresarlo en palabras de los autores referenciados al
comienzo de este texto: a su manera, algunos de los militantes de vieja guardia y segundas
líneas del gaitanismo pretendieron hacer del movimiento un espacio identiario con
procesamientos de las alteridades mucho más parecidos a las identidades populares totales
que aquellas con pretensión hegemónica.

La aventura de un “gaitanista-peronista” y la invención de la permanente presencia de


Gaitán
Osorio Lizarazo,48 hacía parte de una tradición militante identificada con un
gaitanismo revolucionario e intransigente, que se opuso a la inclusión en su propio seno de
quienes, para él, profesaban un liberalismo de tinte oligárquico. Hacia 1946 los
cuestionamientos de Osorio a Gaitán se hicieron evidentes cuando El Tiempo, publicó un
artículo titulado La aventura de un gaitanista. Allí Osorio calificaba a Gaitán como
“agitador, demagogo e incapaz”, capitán de manzanillos, estirpe política que labora en su
propio beneficio.49
“El doctor Gaitán, que como agitador y como demagogo no tiene par en muchos de
nuestros países, como jefe y como hombre de acción es inepto e incapaz […].
Personalmente, yo tengo, a mi pesar, un temperamento revolucionario. No soy, ni he
sido, ni seré nunca, un político […] Por sobre todas las cosas, amo la sinceridad y la
eficacia […] Por la misma causa me puse al servicio del movimiento gaitanista y le
dediqué mis modestas energías, mi experiencia de escritor, mi fe de revolucionario,
impulsado por un ideal que encarnaba en el gran tribuno y que no se reducía ni a
empleo ni a curul. Yo sigo siendo invulnerable en mis puntos de vista; pero mi ilustre
jefe es ahora un modesto capitán de manzanillos”.50

Osorio Lizarazo no podía olvidar que quienes acompañaban a Gaitán en la coyuntura


del 46 eran sus antiguos enemigos, calificados por el propio Osorio como mercenarios de
47
Ciertamente Osorio Lizarazo no fue el único militante gaitanista crítico de Gaitán y desplazado del
movimiento. Jorge Uribe Márquez lugarteniente de Gaitán y miembro de Jornada también se opuso
firmemente a algunas decisiones y directrices del líder, resistencia que en su caso particular lo llevaron a la
expulsión del periódico. Cristian Acosta Olaya, “Jorge Eliécer Gaitán y el dique…” op. cit, p. 239.
48
José Antonio Osorio Lizarazo (1900-1964) fue periodista, novelista, ensayista y gaitanista de primera hora.
Sus ficciones son consideradas exponentes de la novela urbana y de la crónica popular colombiana de
mediados de los años cuarenta. Su papel fue fundamental en la creación y dirección de Jornada, pero el
estrecho vínculo político con Gaitán comenzó a diluirse cuando el líder lo apartó del vocero gaitanista en
1945. A partir de entonces y hasta 1947, sus críticas y cuestionamientos asumieron un carácter escabroso.
Luego del 9 de abril, la identificación de Osorio con el gaitanismo cambió de signo.
49
José Antonio, Osorio Lizarazo, El Tiempo, 31 dic. 1946. En: J. A. Osorio Lizarazo, La aventura de un
gaitanista. Novelas y crónicas. (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1978 [1946]), 559-560.
50
Ibíd., 559-560. Resaltado propio.

14
ideologías que no dudarían en desbandarse cuando la fortuna dejara de acompañar al jefe.51
La cuestión que terminó de decepcionar al ex director de Jornada fue que Darío Samper,
quien había dirigido el semanario liberal Batalla, órgano de apoyo y difusión a la
candidatura de Gabriel Turbay, se había convertido repentinamente al gaitanismo y
participaba de la dirección de Jornada. En 1947 Samper ya era el único director del
periódico gaitanista.
“[...] el doctor Darío Samper dirigía un semanario, Batalla, cuyo objetivo primordial
era acusar al doctor Gaitán de haber estafado a las masas, enrostrarle su aventura de la
Unir, enumerarle sus errores y sus debilidades, decorándolos con negros colores para
hacerlos aparecer delictuosos; y hoy el doctor Darío Samper es uno de los voceros
principales del gaitanismo, es el inspirador de Jornada y va a ser su director efectivo
para ganarse su reelección”. 52

La disputa entre Osorio y Gaitán no daba para más. En 1947 el escritor emprendió un
largo viaje por América Latina que él mismo denominó como un exilio voluntario. En
aquel periplo, que se prolongaría casi hasta su muerte, Argentina no fue la excepción.53
Trabajó allí como corresponsal para la prensa colombiana y luego de varios intentos (sin
éxito) por obtener un puesto como diplomático en la Embajada de Colombia en Buenos
Aires encontró el cobijo del gobierno peronista.54 Entre 1948 y 1954, los años porteños de
Osorio Lizarazo, el autor se convirtió en una suerte de peronista-gaitanista y escribió en una
clara defensa del gobierno argentino. La publicación de artículos periodísticos, la escritura
de ensayos sobre la política social y económica del peronismo y su desempeño al servicio

51
Así lo expresó en la carta dirigida a Gaitán: lo “que suele dar apariencia de unidad [al partido liberal es] la
cooperación de la trashumancia política […], esos trashumantes están en donde sea menester para recaudar
provecho. […]. Son los primeros que se desbandan, son los que buscan arrimo y amparo junto al jefe de
turno para subsistir sin trabajar. Hoy están contigo. Ayer estuvieron contra ti con la máxima violencia.
Mañana estarán otra vez rasgándose las vestiduras por la pesadumbre de haber sido tus amigos”. Carta de
Osorio Lizarazo a Jorge Eliécer Gaitán, marzo 11 de 1948, Buenos Aires. Archivo General de la Nación
(AGN), Bogotá-Colombia, p. 1 y 2, Folios 0116 y 0117.
52
José Antonio, Osorio Lizarazo, El Tiempo, 31 dic. 1946. En: J. A. Osorio Lizarazo, La aventura de un
gaitanista. Novelas y crónicas. (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1978 [1946]), 556-564.
53
Entre 1947 y 1960 Osorio Lizarazo emprendió un extenso viaje que incluyó estancias en Venezuela,
primero, Argentina y Chile, después, y finalizó en República Dominicana. Véase: Oscar Calvo Isaza.
“Biografía de nadie: José Antonio Osorio Lizarazo (1900-1964)”. (Tesis de Maestría, Escuela Nacional de
Antropología e Historia. Ciudad de México, 2005).
54
Osorio Lizarazo logró ser contratado en la oficina de información de la Casa Rosada durante el primer
gobierno peronista y, durante el segundo gobierno de Perón, en el Instituto de las Ciencias del Hombre
dependiente del Ministerio de Salud. Oscar Calvo Isaza “Biografía de nadie…” op. cit. Sus labores en
Argentina están documentadas en el Fondo José Antonio Osorio Lizarazo (JOAL), Biblioteca Nacional,
Colombia.

15
de la propaganda pública, hicieron de él una suerte de traductor del peronismo en Colombia
y del gaitanismo en Argentina.
Un mes antes del asesinato de Gaitán, desde el barrio porteño de Villa Crespo, Osorio
Lizarazo le escribió una carta a su jefe en la que le informaba la coincidencia entre el
pensamiento y el programa de Gaitán con la política llevada a cabo por el gobierno
peronista. A través de la figura de Perón, Osorio intentaba persuadir al líder colombiano de
encauzar un proyecto revolucionario en Colombia, uno puramente popular y sin
vacilaciones legales:
“[…] es indispensable también, mi querido Jorge, que nuestra generación se dé cuenta
de que este no es el mundo de Santander […]. Nuevos problemas han surgido. […]
Otros conceptos han aparecido, de justicia, de posición del Estado ante el pueblo, de
sentido vital de ese mismo pueblo. […] Todo eso es indispensable, pero no se realizará
[…] porque refugiamos en la teoría de los métodos legales, la gran cobardía […]. Yo
estoy contemplando aquí en la Argentina la revolución que nosotros no podremos
hacer, porque de no haberla embarcado tú, no hay otro caudillo ni otro jefe posible en
el presente ni en el inmediato porvenir […].
[En Argentina] […] la propiedad nacional […] fue reivindicada en su totalidad por el
Estado. La política social ha seguido un proceso acelerado de justicia, por medio de
nuevas prestaciones, […] de la retribución equitativa para el esfuerzo personal, del
derecho a vivir que tiene todo hombre sobre la tierra […].
Toda esta obra, múltiple y diáfana, coincide con tu pensamiento y con tu programa de
los grandes días de la lucha presidencial, en que tú hubieras podido encabezar una
revolución auténtica y definitiva. Tú y nadie más. […]. Perón ha ascendido a la
categoría casi mítica de la devoción popular. Yo no lo digo: te lo informo
objetivamente. Por qué? Porque no procedió con engaños, ni se abatió con las derrotas,
ni se doblegó ante el desafío de las oligarquías, ni se detuvo en el camino, ni compensó
el asesinato de su pueblo con silenciosos e inofensivos desfiles”.55

En el cruce con la experiencia argentina, Osorio cuestionaba a los coqueteos


revolucionarios de Gaitán. Vacilaciones que, para él, creaban una brecha insalvable entre
un Gaitán agitador que deseaba hacer de Colombia una nación más justa y sus seguidores
más leales, revolucionarios y combativos, formados en los años uniristas y en la campaña
del 44. De hecho, en la biografía que el cronista de la miseria urbana escribió sobre Gaitán,
confesó haberle propuesto un plan al líder para realizar un golpe de Estado, pero las normas
constitucionales eran siempre un límite insoslayable que Gaitán no estaba dispuesto a
transgredir.

55
“Carta de J. A. Osorio Lizarazo dirigida a Jorge Eliécer Gaitán”, (Buenos Aires, marzo 11 de 1948), AGN,
Bogotá-Colombia, Fondo Jorge Eliécer Gaitán, p.3 y 4, Folios 0118 y 0119. Énfasis propio.

16
“El viejo y cordial amigo de Gaitán [en alusión a J.A. Osorio Lizarazo] […] concibió
un plan para imponer la voluntad del pueblo y aprovechar el ambiente agitado y de
sedición que había creado la oratoria de Gaitán. Pero el jefe se echó a reír, rechazó la
propuesta y anunció que jamás intentaría una revolución de esa naturaleza”. 56

Para Osorio, Gaitán no era Perón, la contradicción fundamental del colombiano era la
de ser un revolucionario y un abogado al mismo tiempo. Pues, “todo el cuerpo
constitucional y legislativo se había estructurado para la defensa del privilegio, para dar
jurisprudencia a la injusticia, para aplastar al trabajador”. Ninguna revolución podía
llevarse a cabo “dentro de la ley”, porque precisamente una revolución consistía “en romper
la columna vertebral de la ley”.57 Osorio Lizarazo, advertía que el costo de la indeclinable
defensa de la norma por parte de Gaitán sería el carácter imposible de una verdadera
revolución en Colombia. En primer lugar, porque para el escritor sólo Gaitán podía
emprender una revolución popular, de modo que su negativa volvía al proyecto
revolucionario un horizonte imposible. Y, en segunda instancia, porque a la oligarquía
colombiana (liberal-conservadora) no se la podía combatir con sus propias reglas
electorales. A la violencia perpetrada contra el pueblo gaitanista en las veredas y campos de
Colombia no se la podía liquidar con “silenciosos e inofensivos desfiles”, en una clara
alusión a la Manifestación del Silencio.58
Lo interesante de las críticas de Osorio Lizarazo, es que se fundamentaban en los
conceptos elaborados por el propio Gaitán y en las metáforas utilizadas por él en sus
discursos. Para Osorio, había dos maneras de hacer política, la de los maquiavélicos
traficantes del odio popular frente a quienes aman verdaderamente al pueblo y luchan por su
bienestar y su dignidad. La primera versión, remite a la política tradicional de la oligarquía
liberal y conservadora, los detractores del pueblo, mientras que la segunda es propia de la
verdadera política, la defensora de los intereses populares, la puramente gaitanista. Esta
distinción no era más que una resignificación de la famosa metáfora “del país político y el
país nacional”. A través de la lucha fundamental entre esos dos países que habitaban en
Colombia, Gaitán había puesto en evidencia que la oligarquía vive y prospera tanto en el
56
J. A. Osorio Lizarazo, Gaitán, vida muerte y permanente presencia. (Bogotá: El Áncora Editores, 1998
[1952]), 275-276.
57
Ibíd., 276.
58
El 7 de febrero de 1948 se llevó a cabo una de las más grandes movilizaciones gaitanistas, la Manifestación
del Silencio, en la que el líder denunció en su famoso discurso, la Oración por la paz, el exterminio de las
mayorías liberales en manos del régimen conservador.

17
liberalismo como en el conservatismo, y que el pueblo también se compone por liberales y
conservadores.
Poco menos de un mes transcurrió entre la escritura de aquella carta y el asesinato de
Gaitán. El 9 de abril59 sorprendió a Osorio en Buenos Aires. Luego del trágico desenlace de
los acontecimientos, el “destierro” y el distanciamiento con el líder adquirieron otro
significado. Lejos de Colombia, muerto Gaitán y recluido el movimiento, la identificación
positiva con el tribuno no sólo era posible sino necesaria. En Argentina, Osorio se dedicó a
escribir sobre Gaitán, el gaitanismo y el 9 de abril. En 1952 publicó, bajo el sello editorial
López Negri, El día del odio, la trágica novela que relata el 9 de abril y recrea las penurias
y la miseria del pueblo colombiano durante los años cuarenta;60 y la primera biografía sobre
Gaitán, Gaitán. Vida, muerte y permanente presencia.61 En ella Osorio Lizarazo perdona
pero no olvida. Perdona al hombre que fue Gaitán y no desaprovecha las letras para precisar
quiénes fueron sus amigos más leales frente a los oportunistas.
En la famosa biografía, Osorio Lizarazo ubica a Gaitán como una promesa de
plenitud revolucionaria que, a pesar de su radical ausencia, permanece presente. La clave
interpretativa se encuentra al final del relato, pues el cierre organiza, retrospectivamente, su
sentido. Gaitán ya no necesita corporizarse en un hombre-líder para permanecer en la vida
política de Colombia porque, a pesar de la naturaleza monstruosa de su asesinato, el
carácter inconcluso de su revolución se convierte en un mandato de búsqueda de justicia
que permanecerá vivo en el pueblo. Este es, para Osorio, el principal legado del gaitanismo,
una identidad política ya no partidaria y, precisamente por ello, un arma mucho más eficaz:
la eterna presencia de lo que Gaitán pudo haber sido para el pueblo colombiano.
59
Gaitán fue asesinado en Bogotá, el 9 de abril de 1948, cuando salía de su oficina ubicada en la famosa
carrera séptima con calle catorce. Ese viernes del ‘48 diplomáticos, políticos, corresponsales de prensa y
estudiantes universitarios de diversos rincones del continente se encontraban en Bogotá con motivo de la IX
Conferencia Panamericana que finalmente dio lugar a la creación de la Organización de Estados Americanos
(OEA). El magnicidio de Gaitán (aún impune, pues sólo se identificó al autor material y la investigación
prescribió en 1978), originó un gran levantamiento popular, con protestas, movilizaciones, saqueos e
incendios que iniciaron en Bogotá y se extendieron, durante varios días, en la capital y en el interior del país.
Véase: Gonzalo Sánchez. Los días de la revolución. Gaitanismo y 9 de abril en provincia. (Bogotá: Centro
Cultural Jorge Eliécer Gaitán: 1983); Herbert Braun, Mataron a Gaitán... op. cit., y del mismo autor, “Los
mundos del 9 de Abril, o la historia vista desde la culata”. En: Sánchez, G. y Peñaranda, R. (Comp.) Pasado y
presente de la Violencia en Colombia. (Bogotá: CEREC, 1986) pp. 195-232.
60
J. A. Osorio Lizarazo, El día del odio. (Buenos Aires: Ediciones López Negri, 1952).
61
Hasta 1978 fue la principal fuente en los estudios sobre la vida de Gaitán. Ese año apareció la primera
biografía escrita por un narrador no-testigo y no-colombiano: Richard Sharpless. Gaitán of Colombia: a
political biography. (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1978).

18
La permanente presencia de Gaitán post-mortem fue una idea tan potente que perdió
referencia a su autor. Y, dos décadas más tarde, fue especialmente recuperada por
militantes de la nueva izquierda colombiana y guerrillas de izquierda armada.62 En el
campo académico, las re-significaciones del gaitanismo han pivoteado alrededor de dos
asuntos: por un lado, la interpretación del gaitanismo como un proyecto político frustrado,
fracaso que en la explicación histórica opera como causa de los dramas políticos del
presente (la Violencia primero y el conflicto armado después); y por otra parte, la
imaginación (contrafáctica) del país que no fue y que podría haber sido bajo un gobierno
gaitanista. Un sueño de nación63 no acontecida que, indefectiblemente, se anudará al
universo conceptual del populismo latinoamericano a inicios de la década del setenta.

II. El populismo entra en debate: los usos de “lo fallido” y lo contrafactual en la


resignificación de la experiencia gaitanista

Mientras la sociología argentina, de la mano de Gino Germani y Torcuato Di Tella,


construía una definición en clave científica del populismo y hacía del término el referente
de un proceso efectivo (aunque anómalo y autoritario) de integración de las masas a la vida
pública; característico de sociedades en transición, de procesos de urbanización e
industrialización acelerados y las migraciones internas (entre otras variables). 64 La
sociología colombiana, de la mano de Orlando Fals Borda, Germán Guzmán Campos,
Eduardo Umaña Luna y el cura tercermundista Camilo Torres Restrepo, elaboraba La
Violencia (en clave científica), como concepto fundamental para caracterizar el proceso
social colombiano de los años cuarenta y diagnosticar del drama político en el que estaba
inmerso el país en el presente. Los padres fundadores de la sociología histórica colombiana
focalizaban en las dimensiones rurales de la conflictividad social y en un proceso

62
Sobre este punto ver: José Abelardo Díaz Jaramillo, “‘Si me asesinan, vengadme’. El gaitanismo en el
imaginario de la Nueva Izquierda colombiana: el caso del MOEC 7 de enero”. En: Anuario Colombiano de
Historia Social y de la Cultura, (36, n.° 2, 2009): 121-145.
63
Véase: Posada Carbó, Eduardo. La nación soñada: violencia, liberalismo y democracia en Colombia.
(Bogotá: Norma, 2006).
64
Para estudios sobre Gino Germani y la renovación de la sociología científica en Argentina ver los trabajos
de Alejandro Blanco. “La sociología: una profesión en disputa”. En: Neiburg F. y Plotkin M. (Comp.)
Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en Argentina (Buenos Aires: Paidós, 2004),
p. 327-370. Y, estudio preliminar. En: Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en la Argentina.
(Buenos Aires, Siglo XXI, 2006).

19
revolucionario que, entendían, había quedado trunco a partir de 1948.65 El gaitanismo, el
asesinato de Gaitán y el 9 de abril se introducían así en la explicación histórico-sociológica
de la Violencia bajo el signo de una revolución social frustrada.66
De modo que, en Colombia, el populismo no fue una invención de la sociología. La
conceptualización y el debate sobre el populismo se produjo en el país andino al calor de
los años ’70, del “remeak populista” que introdujo en la región el enfoque de la
dependencia,67 y de una coyuntura local muy precisa: las elecciones del 19 de abril de
1970. Contienda en la que una tercera fuerza política, la Alianza Nacional Popular
(ANAPO), puso en jaque al pacto bipartidista del Frente Nacional.68 La ANAPO, era un
movimiento liderado por el exmandatario Gustavo Rojas Pinilla (de facto entre 1953 y
1957), quien durante su gobierno había recuperado e intervenido elementos clave de la
discursividad gaitanista.
La primera reflexión sistemática sobre el término69 fue recogida en el número 33,
titulado Populismo, de la colección “Populibro” de la Editorial Revista Colombiana. A

65
Germán Guzmán, Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna, La violencia en Colombia. Tomo I y II.
Bogotá: Taurus, [1962/1963]). El libro recoge una extensa investigación empírica (cuantitativa y cualitativa)
realizada en el marco de la Comisión Nacional Investigadora de las Causas y Situaciones Presentes de la
Violencia en el Territorio Nacional.
66
La tesis principal de los autores sostenía que la Violencia era resultado de un proceso social anómalo cuya
responsabilidad era fundamentalmente compartida por liberales y conservadores. El impacto público del texto
fue tal que se discutió durante cuatro horas en una sesión a puertas cerradas en el Senado. Sobre el impacto
público del libro, véase: Guzmán, Germán. “Reflexión crítica sobre el libro ‘La Violencia en Colombia’”. En:
Sánchez, G. y Peñaranda, R. (Comp.) Pasado y presente de la Violencia en Colombia. (Bogotá: CEREC,
1986), p. 349-366.
67
La teoría de la dependencia no fue una perspectiva unificada, constituyó más una hipótesis o un enfoque
que permeó los debates latinoamericanos del periodo. En ese clivaje, básicamente el populismo designaba una
alianza interclasista y se manifestaba como una tendencia nacional-desarrollista, un reformismo limitado que
no superaría las barreras estructurales de la dependencia. Sobre el enfoque de la dependencia, ver: Fernanda
Beigel (dir.), Autonomía y Dependencia académica: Universidad e investigación científica en Argentina y
Chile: 1950-1980, (Buenos Aires: Biblos, 2010); Maristella Svampa, Debates latinoamericanos. Indianismo,
desarrollo, dependencia y populismo (Buenos Aires: Edhasa, 2016).
68
El Frente Nacional fue un proceso de democracia, formalmente pactada, entre miembros del Partido Liberal
y el Partido Conservador que excluyó de la competencia democrática a otras fuerzas políticas, entre ellas al
rojismo, que en 1961, fundó la Alianza Nacional Popular (ANAPO). En las controvertidas elecciones de 1970
la ANAPO perdió la contienda contra el conservador Misael Pastrana. Luego de las elecciones y de las
denuncias de fraude electoral, el proyecto anapista conformó el grupo guerrillero M-19 (Movimiento 19 de
abril). Para un análisis de la trayectoria de la ANAPO ver: Cesar Ayala, La explosión del populismo en
Colombia. Anapo y la participación política durante el Frente Nacional. (Bogotá: Editorial Universidad
Nacional de Colombia, 2011).
69
Este es un hallazgo de David Santos Gómez, quien generosamente me compartió del documento. El
investigador colombiano adelanta una tesis doctoral sobre debates político-intelectuales en torno al

20
pocos meses de las elecciones de abril, cuatro líderes políticos (dos de ellos hijos de
reconocidos expresidentes de Colombia) ensayaron definiciones sustancialmente
peyorativas del populismo. El volumen recopila dos conferencias presentadas por Álvaro
Gómez Hurtado70 y Alfonso López Michelsen71, respectivamente, en el IV Congreso
Nacional de Economistas de Colombia, realizado en junio de ese año. Comunicaciones a
las que se adicionaban dos ensayos: uno de autoría de Alfonso Palacio Rudas (liberal) y
otro de Belisario Betancur (conservador).72 A través de las distintas definiciones del
concepto los reconocidos líderes, intentaban explicar la reñida contienda, puesto que si bien
la ANAPO no había alcanzado la mayoría necesaria para vencer al candidato oficial del
frente, obtuvo un amplio caudal de votos y denunció de manera contundente irregularidades
y el fraude electoral.
A un año de esta publicación, fundamentalmente militante y que reproducía la mirada
los partidos políticos dominantes, el historiador Marco Palacios publicó el primer ensayo
científico sobre populismo, intitulado El populismo en Colombia.73 Se trata de un texto
inaugural, que recogió supuestos provenientes de perspectivas teóricas diversas, disponibles
y en boga en el lenguaje político del período: como la teoría de la modernización, la teoría
de la dependencia y de la perspectiva marxista. El trabajo de Palacios dialogaba con las
obras de Francisco Weffort (1967) y Octavio Ianni (1969) en Brasil, con algunas perspec-
tivas axiológicas sobre el populismo centradas en la relación líder-masa, especialmente con
el estudio del investigador argentino Torcuato Di Tella (1970) y, aunque sin citarlo
explícitamente, con la obra de Gino Germani (1962).74 Los argumentos de Palacios también
se tocan con las formulaciones de Cardoso y Faletto (1969), Dos Santos (1970) y con
algunos supuestos propios de la recepción de la teoría marxista (Marx, Gramcsi y Mao Tse-
Tung) en el enfoque de la dependencia.

populismo, el neopopulismo y sus vínculos con la violencia en Colombia, su trabajo que cuenta con mi
dirección.
70
Hijo del expresidente ultraconservador Laureano Gómez.
71
Hijo del expresidente liberal Alfonso López Pumarejo.
72
Quien se había presentado en las elecciones como disidente a la candidatura de Pastrana y, en 1982, llegaría
a la presidencia de le república.
73
Marco Palacios, El Populismo en Colombia, (Bogotá: Siuasinza, 1971).
74
La referencia a Germani es evidente en el texto de Palacios pero no es explícita. En cambio, el historiador
colombiano remite a los clásicos estudios sobre populismo en Brasil.

21
El dispositivo al que acude Palacios para conceptualizar el populismo (y resignificar
el gaitanismo) es la constitución de una suerte de continnum dentro del cual es posible
ubicar dos tipos de populismos: un “populismo autoritario” que era característico de Rojas
Pinilla y de la experiencia de la ANAPO; y un “populismo democrático”, cuya expresión
histórica era el gaitanismo. Bajo el prisma de Palacios, Gaitán es interpretado como el líder
de un movimiento de carácter reformista y al mismo tiempo tradicionalista, que movilizó
las masas populares de Colombia; masas que habían quedado en “estado de disponibilidad”
no por los efectos de una serie de asincronías en el proceso de transición como había
sucedido en Argentina, sino porque luego de los gobiernos liberales de López Pumarejo
(1934-1938 y 1942-1945) las masas habían sido “abandonadas por el lopismo”.75
Para Palacios, “Jorge Eliécer Gaitán personificaría la parábola trágica del movimiento
populista sin alianzas definidas con ningún sector de la burguesía industrial […] cobijado
en el manto incómodo del liberalismo”.76 Allí radica la base de sentido sobre la cual el
historiador hacía del gaitanismo un caso populista ambivalente y fallido. Una ambivalencia
que procedía de la contradictoria presencia de elementos tradicionalistas y democráticos al
interior del movimiento.

“Aquí puede radicar el carácter reformista al tiempo que tradicionalista del gaitanismo.
Dentro del partido liberal, Gaitán promovió pautas tradicionales de organización:
carismatismo y caudillismo, personalismo en las relaciones y desarticulación en las bases
sociales; falta de permanencia de la actividad política organizada”.77
En realidad aquello que Palacios identificaba como componente democrático del
populismo gaitanista se devela, hacia el final de su argumento, como un potencial
contrafáctico. El subtexto de su análisis es que el populismo gaitanista podría haber sido78
un modo de integración populista-democrático de las masas en la vida política colombiana,
si hubiese llegado al poder. Bajo este lente, el movimiento remitía al fin de cuentas a un
caso fallido del populismo, cuya principal consecuencia era la Violencia.

75
Marco Palacios, El Populismo.. op. cit., p. 46.
76
Ibíd., p. 41.
77
Ibíd., p. 46.
78
La hipótesis de Palacios y la formulación del dispositivo contrafáctico puede advertirse claramente en
trabajos posteriores. Véase: Marco Palacios, “Populismo imposible y violencia: el caso colombiano”. En:
Daniel Pécaut, Guerra contra la sociedad. (Bogotá: Planeta, 2001), p. 58-86. Y del mismo autor, Entre la
legitimidad y la violencia. Colombia entre 1875 y 1994. (Bogotá: Norma, 2003 [1995]).

22
“Sustancialmente [la violencia] se trató de una revolución social frustrada. Los
campesinos, paulatinamente abandonados a su propia suerte y medios por los
dirigentes políticos urbanos liberales, sin organización política que los articulara
nacionalmente, se fueron hundiendo en la anarquía y en el bandidaje, aunque en
muchos lugares lucharon contra gamonales y latifundistas por el poder local.” 79
La explicación de la violencia ofrecida por el historiador tuvo mejor acogida que la
formulada una década atrás por Fals Borda, Guzmán Campos, Umaña Luna y Camilo
Torres. En la Colombia del Frente Nacional (un proceso político que proponía establecer
una suerte de borrón y cuenta nueva), la idea de los padres fundadores de la sociología de
responsabilizar por la violencia a los dos partidos políticos preponderantes, constituía una
tarea tan titánica como imposible. Por otra parte, si bien la lectura en clave fallida del
populismo diluía (en apariencia) su carácter esquivo, pues era la falta del populismo lo que
explicaba la violencia. La operación interpretativa de Palacios, colocaba en primer plano un
concepto que, en esa época, tenía notoriamente una connotación peyorativa.80
El debate sobre populismo, además, tenía otro efecto sobre Colombia:
“latinoamericanizaba” a un país que insistentemente había sido pensado por sus
intelectuales como una gran excepción regional. De modo que, en los años setenta,
Colombia se integraba al debate latianoamericano sobre populismo para finalmente
demostrar (de otro modo) su constado “excepcional y no latinoamericano”. O
parafraseando a Ximena Espeche,81 Colombia se latinoamericaniza por la vía de la
conceptualización del populismo para no latinamericanizarse.
Nótese que por esos años el populismo aparecerá como un asunto ineludible en la
región, incluyendo en un debate continental a países que, una década atrás, no habían
entrado en la clasificación de los “populismos clásicos” del Cono Sur. Así, por ejemplo, a
un año de la aparición del ensayo de Marco Palacios, Arnaldo Córdova publicó un libro
inaugural del debate sobre el populismo en México. Texto en el que Córdova sostiene a
contramano del caso colombiano que el populismo, en México, era heredero de una
revolución social “exitosa” y populista. Una operación interpretativa que condensaba, en
una suerte de catacresis, dos conceptos opuestos y disponibles en el lenguaje político del
79 Palacios, El populismo…op. cit., p. 51.
80
En parte gracias a la construcción conceptual producida una década atrás por la sociología científica
argentina y a la intervención de la entonces novedosa hipótesis de la dependencia.
81
Ximena Espeche, La paradoja uruguaya. Intelectuales, latinoamericanismo y nación a mediados del siglo
XX. (Bernal: Univerisdad Nacional de Quilmes, 2016).

23
período, para designar un fenómeno que, entonces, carecía de un término específico. En
palabras del autor, la Revolución Mexicana era “una forma, inédita en la historia, […] una
revolución populista”.82
En el escenario de experiencias populistas latinoamericanas, Colombia aportaba
entonces un caso insólito, pues así construido por sus intelectuales el gaitanismo
terminaba convertido en un fenómeno inconcluso, fallido, no acontecido y al mismo tiempo
presente en la experiencia histórica nacional. ¿Cómo puede algo no acaecido permanecer en
la historia nacional y en la elaboración conceptual del populismo? Ello solo es posible si
aceptamos que lo “no acontecido” también significa. La paradoja encierra una persistente
operación contrafactual que, con intermitencias y matices, ocupó un papel estructurarte en
la conceptualización del populismo colombiano, haciendo del término el nombre de una
ausencia presente.
La principal consecuencia de esta lectura fue inscribir al gaitanismo en el orden de
una perdurable anomalía política latinoamericana no acontecida; un proceso del que se
podían extraerse, en cada coyuntura del presente: o bien, una promesa de plenitud de un
futuro que no fue y que podría haber sido bajo un gobierno gaitanista, o bien, un signo de
decadencia y corrupción, que pudo haber sido bueno para los argentinos o para los
brasileros pero que no era en absoluto deseable y/o viable en Colombia.83
En suma, la trayectoria del concepto de populismo inició en Colombia con
definiciones peyorativas y fallidas. Esta mirada, aún dominante, tuvo intermitencias, fue
cuestionada en los ochenta, y retornó ajironada, reformulada y complejizada en los noventa.
En los años ochenta el populismo fallido se enfrentó a una interpretación elaborada
por la economía (en un clivaje heterodoxo y crítico de la dependencia). El principal
exponente de esa elaboración fue la monumental obra de Salomón Kalmanovitz, Economía
y nación, publicada en 1985. Texto que “recepciona” por primera vez la definición de
populismo formulada por Ernesto Laclau en su ensayo seminal de 1977, “Política e

82
Arnaldo Córdova, La formación del poder político en México, México, Era, 2005 [1972]. Véase: A. L.
Magrini “Populismo y revolución en México: reflexiones en torno a los lenguajes políticos en América Latina
durante los años setenta”. Revista Historia Autónoma, (Nro 14, marzo 2019): 195-212.
83
Un ejemplo de esta postura que establece lo beneficioso que fue para los colombianos no haber gozado del
populismo, es el trabajo de Miguel Urrita, “On the absence of economic populism in Colombia”, En: Rudiger
Dornbusch y Sebastian Edwards (Eds.) The macroeconomics of populism in Latin America, (Chicago y
Londres: University of Chicago Press, 1990), p. 369 – 391.

24
ideología en la teoría marxista. Capitalismo, fascismo y populismo”.84 En la pluma de
Kalmanovitz el gaitanismo se sedimentaba contrafácticamente como expresión del
populismo (en clave no peyorativa) y como el nombre de una promesa de plenitud
inconclusa, que contrastaba radicalmente con la realidad del presente.
“[…] preguntémonos cómo habría sido un gobierno gaitanista, suponiendo que el líder
popular hubiera contado con los medios para derrotar el terrorismo de Estado en los años
cincuenta. […] un gobierno gaitanista habría sido relativamente intervencionista […]
habría profundizado la política adoptada a medias durante los años sesenta […]. Habría
aprobado también un sistema tributario más progresista que el existente […]. La política
comercial habría extendido la producción industrial y disminuido la agrícola […]. Quizás
más importante habría sido la promoción activa de la centralización sindical y de la
afiliación masiva […] este régimen no habría podido detener las leyes del capitalismo
tardío […] no hubiera sido un régimen muy estable porque no contaba con la autonomía
necesaria, por no provenir del ejército como en el caso de Perón ni representar los
intereses de las clases dominantes.
[…] con el populismo hubiéramos tenido una sociedad un poco más democrática,
igualitaria y civilizada, que reivindicaría valores culturales propios, con mayor educación,
seguridad social, salarios y empleo mayores, con menos hambre.”85
Ciertamente la comprensión no peyorativa del populismo fue marginal en el debate
público colombiano, en el país se acentuó más “su falla” o su incompletitud. En efecto, fue
Daniel Pécaut quien continuó y complejizó esta línea de indagación. Y quien recientemente
ha argumentado la imposibilidad del populismo en Colombia.
“En numerosos países de América Latina, el populismo desempeñó un papel fundacional
[…] en Colombia pasó lo opuesto: es más bien el rechazo al populismo el que adquirió un
significado fundacional. […] todo está permitido, menos el populismo, esto desde hace
muchas décadas. ¿Todo qué? El narcotráfico, la lucha armada, la corrupción, etcétera.
Esto lo pueden soportar el sistema político y las élites económicas, precisamente, en la
medida en la cual impiden cualquier brote de populismo, incluso, cuando pretenden
sustituirlo.”86

84
Sobre la trayectoria conceptual de definiciones de populismo en Colombia desde 1971 a finales de los años
ochenta, véase: A. L. Magrini, “De Narrativas, Discursos y Lenguajes Políticos. Un análisis de las
(re)significaciones narrativas del gaitanismo en Colombia y del primer peronismo en Argentina durante la
segunda mitad del siglo XX”. Tesis doctoral. Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas, Universidad
Nacional de Quilmes, 2015. Una versión resumida se encuentra en el capítulo 5 de mi libro A. L. Magrini,
Los nombres…op. cit.
85
Salomón Kalmanovitz, Economía y nación. Una breve historia de Colombia. (Medellín: Cinep-
Universidad Nacional-Siglo XXI, 1985), p. 395-397.
86
Pécaut, Daniel (2014). “En Colombia todo es permitido, menos el populismo” En: Revista de Estudios
Sociales (N° 50 Septiembre – diciembre, 2014): p. 21. Del mismo autor “Populismo imposible y violencia: el
caso colombiano”. En: Pécaut, D. Guerra contra la sociedad. (Bogotá: Planeta, 2001), p. 58-86.

25
En Orden y violencia, libro publicado en 1985, el sociólogo e historiador francés
argumentó que en Colombia, a partir de 1930, el “orden y la violencia se combinan […]
íntimamente, tanto en los hechos como en las representaciones”.87 La Violencia es un
fenómeno irreductiblemente heterogéneo en el que se yuxtaponen diversas formas de
violencia parcial. No obstante, subsiste en ella un principio de unidad, su referencia a lo
político. Violencia no es, para el autor, un reverso del orden, sino “una modalidad concreta
de acción del Estado o de los diversos grupos sociales; [y] expresa también, de manera más
general, […] aquello que, en lo social aparece en cada momento constituido como
‘exterior’”.88 En la comprensión de Pécaut, el gaitanismo representa un proyecto populista
que mantuvo ciertas distinciones con los populismos clásicos latinoamericanos,
especialmente respecto a la conflictiva y ambivalente relación con los sindicatos y a su
carácter no marcadamente nacionalista.
Lo interesante del trabajo del investigador francés es que utilizó el dispositivo de la
“irrupción de un exterior de lo social” conceptualización presente en la formulación
laclausiana del populismo argentino89 para explicar la emergencia del gaitanismo. Pero a
diferencia de Laclau, en la narrativa histórica trazada por Pécaut, la irrupción del populismo
supone “el mito de la división social radical” y “el principio de una lucha sin cuartel entre
los dos partidos” como representación de lo social y de lo político.90 A partir del 9 de abril
aquella representación de lo social como espacio radicalmente escindido entre la oposición
schmittiana amigo-enemigo no lograría “cerrar las brechas que había abierto”. Y en
adelante, el exterior de lo social estaría siempre presente. Con todo, lo que sí se cerró el 9
de abril fue la manifestación de “la barbarie” (como el propio autor la define), a través de la
cual el exterior de lo social finalmente tomó consistencia real. “Al posibilitar la emergencia
de este tipo de división social, la Violencia se sitúa en la prolongación del populismo. Fue
el gaitanismo, precisamente, el que inauguró la problemática de lo social y el ‘exterior’ de
lo social, que constituye la matriz de la división social en el marco de la violencia. El

87
Daniel Pécaut, Orden y violencia: Colombia 1930-1953. (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT,
2012 [1986]), p. 23.
88
Ibíd., p. 22.
89
Sobre la trayectoria conceptual del populismo en Argentina, de Gino Germani a Ernesto Laclau, remitimos
a libro de Pasquale Serra, “El populismo argentino” (Buenos Aires: Prometeo, 2019).
90
Ibíd.: 498.

26
gaitanismo, igualmente, pretendiendo dar forma política a la informe materia social, llevó
finalmente al paroxismo la disyunción entre lo social y lo político”.91
Es la Violencia (y no el populismo) aquello que Pécaut lee como una verdadera
ontología política. Y en tanto forma de lo político, la violencia se transforma, en Colombia,
más que en un efecto del derrumbe parcial del Estado,92 en un sustito del Estado, que
termina por aniquilar a la política misma.
De modo que, mientras el teórico político argentino, Ernesto Laclau (1987; 2005),
introducía la cuestión de la ontología para argumentar que el populismo era más que un
contenido y que consistía en una forma de construcción discursiva de un pueblo. Daniel
Pécaut (2012 [1986]) ontologizaba la violencia, como forma de lo político que derivaba de
la “prolongación” del populismo. Donde Laclau percibía la construcción tropológica de un
pueblo, Pécaut señalaba que aquello que en Colombia terminaba afirmándose, tanto en la
arena política (fáctica) como en las representaciones, era la eliminación de la política como
tal.

Palabras finales: notas para la discusión

El populismo hace parte del léxico que conforma lenguaje político del siglo XX.
Aunque, su génesis puede trazarse una centuria atrás, en Rusia, donde el concepto emergió
como uno eminente moderno (en términos de Koselleck).93
Retomando el proyecto arqueológico foucaultiano, en su último libro, Elías Palti, ha
argumentado que el siglo XX supuso el paso de la “Era de la Historia” a la “Era de las
Formas”,94 un proceso perceptible en el pensamiento político, en el arte, en las ciencias
naturales, en las humanidades y estrechamente vinculado a las transformaciones en los
regímenes de ejercicio del poder (como el propio autor los denomina). Lo crucial en este

91
Ibíd.: 555. Las cursivas son mías.
92
Una tesis que produjo innumerables investigaciones en el país, a partir de la pionera pesquisa del
estadounidense Paul Oquist, Violencia, conflicto y política en Colombia. (Bogotá: Biblioteca del Banco
Popular, 1978 [1976]). Tesis doctoral realizada, en 1976, titulada “Violence, conflict, and politics in
Colombia” y radicada en la Universidad de California, Berkeley. El trabajo reveló las primeras cifras del
conflicto armado entre 1946 y 1966, con el alarmante saldo de 200.000 muertos.
93
Como lo ha propuesto en este seminario y en comunicaciones anteriores Claudio Ingerflom. Véase, por
ejemplo, El Revolucionario profesional. La construcción política del pueblo, (Rosario: Prohistoria, 2017).
94
Elías Palti, An Archaeology…op. cit.

27
lenguaje político no son las “leyes universales” ni los contenidos esenciales de los
conceptos, sino sus formas y relaciones (desustancialización de los conceptos). En ciertos
contextos, la producción de contenidos no sustancialistas de los conceptos estuvo aparejada
a una suerte de resustancialización de sus formas.95 Mientras que en las últimas décadas del
XX, el proceso de desustancialización se profundizó habilitando la emergencia de la
contingencia y haciendo posible la identificación de acontecimientos que podían
desestabilizar, tanto los contenidos como las formas de los conceptos políticos. Llegada
esta instancia, las formas perderían su carácter esencial, estable o estático.
El populismo podría pensarse como un claro ejemplo de este desplazamiento en los
modos de producción conceptual. La trayectoria que el significante “populismo” siguió en
América Latina fue de las primeras definiciones sustancialistas a los abordajes no
sustancialistas. En las versiones más o menos axiológicas y anómalas, la “esencia” de los
fenómenos tipificados como populistas se depositaba en una serie de contenidos históricos
y/o políticos concretos: como el tipo de liderazgo, las características peculiares del proceso
de modernización o del tipo de desarrollo de los países del llamado Tercer Mundo,
“ideologías demagógicas”, entre otros aspectos. Hacia fines de la centuria pasada,
comenzaron a producirse en nuestra región conceptualizaciones no esencialistas y no
peyorativas del populismo, las cuales disputaron y se yuxtapusieron a la producción
conceptual anterior.96 Estos nuevos modos de conceptualizar el populismo propusieron un
abordaje que desplazó la mirada de los contenidos a las formas, de la esfera del deber ser a
la esfera del ser de la política, de la especificidad histórica de los fenómenos populistas a la
negación de una especificidad temporal preestablecida, de la limitación de los populismos
como fenómenos eminentemente latinoamericanos o tercermundistas a la negación de tal
singularidad espacial.
Ahora bien, desde el punto de vista de la trayectoria específica que el concepto siguió
en los diversos países del continente y los usos concretos que dichas comunidades de
sentido establecieron sobre el populismo, resulta perceptible que aquel paso de la
95
Palti ejemplifica la desustancializacion de los contenidos y la resustancialización de las formas a través del
debate entre Carl Schmitt y Hans Kelsen.
96
Recuperando el pensamiento gramsciano y apartándose de la teoría de la modernización y de la perspectiva
dependentista, a finales de los años setenta se produjo en Argentina una conceptualización no peyorativa del
populismo. Nos referimos a las obras de Ernesto Laclau: Política e ideología … op.cit.; en trabajos posteriores
el autor profundizó su abordaje del populismo como forma de lo político. Ver: La razón populista… op. cit.

28
sustancialización a la desustancialización no fue tan lineal, ni estuvo exento de tensiones.
Incluso en los debates más recientes aparecen con frecuencia supuestos esencialistas y
peyorativos respecto a los fenómenos populistas propiamente dichos así como a la “base
social” que los sustenta. Es que parece que en la definición del populismo se implica “algo
más” que la gramática de producción conceptual antes referida.
Ciertamente, a lo largo de este seminario se fueron delineando algunos aportes que la
escuela alemana de la historia de conceptos puede ofrecer para la comprensión de los
populismos. Por ejemplo, al historizar al populismo como un concepto político moderno, se
diluyen algunas críticas que asiduamente se han formulado en relación a la “exacerbada
apelación al pueblo” que caracterizaría a los movimientos populistas. Pues, en definitiva,
casi todas las identidades políticas modernas apelan y construyen un sujeto popular de
alguna u otra manera. Así, el estudio de la lógica política involucrada en los populismos
debería informar algunos rasgos específicos que la distingan de otras ontologías políticas
populares.97
Por otra parte, la historia conceptual nos ayuda a no eclipsar nuestra mirada ante el
carácter explosivamente polisémico del populismo. Dicho de otro modo, hablar del
populismo como un concepto en disputa y que no trae de suyo una definición ni un sentido
unívoco, no dice nada sobre su especificidad, puesto que a diferencia de las palabras
todo concepto político es por definición polivalente.98 Tampoco podríamos resguardar el
fundamento último de la polisemia constitutiva del populismo en la trayectoria histórica del
concepto; pues, al decir de Palti, la imposible fijación de sentidos de los conceptos políticos
no se debe a que éstos cambien históricamente sino que, precisamente, cambian
históricamente porque no pueden ser fijados.99

97
El libro colectivo de Gerardo Aboy Carlés, Sebastián Barros y Julián Melo antes citado, Las brechas del
pueblo…, constituye un avance en este punto. La tesis que atraviesa la obra, y que cada autor indaga de
manera distinta, es justamente que las identidades populares, en tanto identidades políticas específicas, no
necesariamente suponen procesos populistas, pues habría diversas posibilidades articularias de “lo popular”.
En otros términos, los populismos son una posibilidad articulatoria más entre otras, pero de las cuales
conviene comenzar a indagar, precisar e investigar.
98
Sigo aquí la distinción formulada por Koselleck entre “palabras” y “conceptos”, los conceptos políticos son
constitutivamente polisémicos, no refieren a definiciones cerradas o estáticas sino a significantes históricos
densos, que no pueden asociarse a un contenido concreto, por lo que su generalidad se enfrenta a la
univocidad de las palabras. Reinhart Koselleck, Futuro pasado, (Barcelona: Paidós, 1993).
99
Elías Palti “Temporalidad y refutabilidad de los conceptos políticos”. En Revista Prismas, Nº 9 (Buenos
Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2005), p. 19-34.

29
Bajo el lente de la historia conceptual el populismo sería portador de una ventaja aún
más interesante a la hora de abordar sus relaciones con los procesos políticos y sociales o
con “la historia social” en sentido amplio. Analizado como un concepto de movimiento,
esto es, como parte de aquellos conceptos que se sustantivizan con el sufijo “ismo” y que
tienen la capacidad proyectar expectativas hacia un futuro (que aún no es).100 El populismo
cumpliría la doble función de índice y factor de las estructuras sociales y políticas en las
que emerge. En otras palabras, populismo remitiría (indicialmente) a estructuras históricas
concretas, a las diversas temporalidades involucradas en ellas, al tiempo que catalizaría y
condensaría expectativas sobre el fututo promoviendo el cambio.
En relación a la trayectoria conceptual que hemos del populismo y del gaitanismo en
Colombia, cabría entonces preguntar ¿de qué estructuras sociales el concepto es índice y
factor? Del argumento que presentamos en la primera parte de este trabajo, situado y
circunscrito al momento de emergencia del movimiento gaitanista, el populismo no opera
allí como un concepto expectativa, sus usos muestran que el término remitía a un adjetivo
frecuentemente utilizado para designar costados nocivos de la política moderna en el marco
del sufragio universal (masculino). Justicia social y democracia económica (entre otros)
constituían los conceptos expectativa-nativos formulados por el gaitanismo. Sentidos a lo
que respondió el anti-gaitanismo con la descalificación del líder y del movimiento
homónimo bajo la denuncia del “nazi-fascismo criollo”; una suerte de contraconcepto que
permitía a sus enunciadores auto-posicionarse como los verdaderos portadores de las
banderas de la democracia. Democracia, aparece entonces como el concepto en cuestión, en
debate o en disputa.
De la segunda parte de nuestro trabajo, puede alertarse otra idea. En América Latina
el populismo emerge, como sustantivo, bajo el paraguas de la invención de las ciencias
sociales. En Argentina y en Brasil, primero y, posteriormente, la elaboración conceptual del
populismo se extiende a otros países de la región (Colombia y México son apenas dos
ejemplos).

100
Así lo sostuvo Ingerflom en la apertura de este seminario para pensar la génesis y la lógica del populismo
ruso. Sobre la noción de concepto de movimiento, véase: Reinhart Koselleck, Futuro pasado… op. cit.; y “Un
texto fundamental de Reinhart Koselleck: la introducción al Diccionario Histórico de Conceptos Político-
Sociales Básicos en Lengua Alemana”, (traducido por Luis Fernández
Torres). (Barcelona: Anthropos, n° 223, 2009).

30
De modo que, si lo pensamos como concepto de movimiento, hacia la segunda mitad
del siglo XX el significante “populismo” se complejiza a tal punto que, en América Latina,
dos de sus rasgos elementales (el de ser índice y factor de estructuras históricas concretas)
ya no pueden alertarse de manera inmediata; puesto que involucran, la elaboración
conceptual de una franja muy diversa de intelectuales, expertos y figuras mediadoras (entre
los campos político e intelectual). En ese marco, en el concepto de populismo anidan
diagnósticos (políticos, sociales y culturales) muy diversos que dichos actores y figuras en
ocasiones difusas, elaboraron en coyunturas precisas y de los que derivaron horizontes de
expectativa. Desde este punto de vista, quizás aquí el populismo responda más a una
especie de meta-concepto que en cada comunidad requiere ser analizado en contextos
político-sociales y culturales particulares.
En suma, como concepto, el populismo nace en Colombia peyorativo y bajo el signo
contrafáctico de un pasado que no fue y que pudo haber sido; una operación de imaginación
histórica que, en cada circunstancia política relevante del presente, aparece
indefectiblemente anudada al gaitanismo. Como en una cinta de Mohebius el populismo en
su polivalencia constitutiva lleva las marcas de lo indecible sobre una experiencia política
que retorna siempre a un mismo pasado (el 9 de abril, el día en que mataron a Gaitán). Y en
cada “remake” o en cada resignificación, esa experiencia política del pasado vuelve de otro
modo y, en la misma operación interpretativa, proyecta un futuro.
Finalmente esto pone de relieve que aquello que excede a las conceptualizaciones de
los populismos (en plural), son las experiencias políticas concretas que el concepto cataliza,
condensa y resementiza (el peronismo argentino, el varguismo brasilero, el gaitanismo
colombiano, el aprismo peruano, el cardenismo o la Revolución Mexicana, entre muchas
otras) en el triple tiempo de la política (pasado-presente-futuro).

31
Anexo 1: Fotografía de la imagen más difundida de Jorge Eliécer Gaitán, tomada en el
barrio Las Cruces, en los primeros meses de 1946. A partir de ella “Lunga”, el fotógrafo de
Jornada, construyó una serie de mosaicos (como el mismo los llamaba) para la campaña
presidencial del 46. Esta es “quizás la imagen política más reproducida en toda la historia
de Colombia”. Luis Alberto Gaitán «Lunga», “Archivo Gaitán”. (Bogotá: Fondo de
Cultura Económica, 2018) p. 47-49.

32
Anexo 2: selección de caricaturas sobre Gaitán publicadas en El Siglo, entre 1947 y 1948.
Tomadas de Acevedo Carmona (2007: 81-110)

33
34

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