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Pasaje: Amós 5.

7-9
Título: Busca al Creador
Propósito: Ver que solo Dios es Creador y es a este Dios a quien los injustos (todos nosotros)
debemos buscar.

Introducción

Lectura: [5.7-9]

Los primeros diecisiete versículos del capítulo cinco constituyen una sola sección, como vimos
es un gran lamento. Como dice un comentario:

El profeta captó la atención de sus oyentes con un canto fúnebre sobre la nación empleando la
metáfora de una virgen que murió siendo aún jovencita. Utilizó el metro poético conocido como
quina en hebreo que únicamente se empleaba en endechas o lamentos. Las endechas solían ser
cantadas en las plazas públicas para anunciar a la comunidad la muerte de una persona
importante. La gente las escuchaba atentamente para saber quién había fallecido en su ciudad.
¡Imagínese su sorpresa cuando Amós dijo que era la nación entera! (Comentario Mundo
Hispano)

Este lamento de Amós usa una figura o estructura llamada quiasmo, que es simplemente que los
puntos con los que se inicia luego se repiten en orden inverso. Sin embargo, he dividido de
manera que consideremos tres subsecciones, y hoy veremos el corazón, la parte central de esta
endecha.

Y en medio de este lamento fúnebre, este mandato de Dios a buscarle debe asombrarnos puesto
que el capítulo anterior nos confrontó con la realidad que a menos que haya un cambio de
corazón, el hombre no buscaría a Dios. El castigó a Israel repetidas veces, pero no se volvieron a
Él.

Y así será hasta el fin. Apocalipsis en dos ocasiones nos dice que a pesar de las plagas, desastres
y castigos que caerán, los hombres no se arrepentirán de sus pecados. En el capítulo nueve
leemos [Ap. 9.20-21]:

Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las
obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de
bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron
de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos.

En el capítulo dieciséis, el cuarto y quinto ángel derraman las copas, los hombres son quemados
con fuego, son puestos en tinieblas y se mordían la lengua del dolor y con todo: blasfemaron el
nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron de sus obras, no se
arrepintieron para darle gloria.

Cuerpo
Distinguiremos en nuestra subsección de hoy los siguientes puntos: primero, ¿quiénes deben
buscar a Dios?, segundo: ¿cuál es el Dios que buscamos?

Dos grandes puntos sencillos que ruego que sean usados para que los incrédulos en medio
nuestro clamen por su salvación, y para que los creyentes no olvidemos quién es el Dios que nos
rescató.

¿Quiénes deben buscar a Dios?

¿Quiénes, entonces, son aquellos que deben buscar a Dios? El verso siete es bastante claro: Los
que convertís en ajenjo el juicio, y la justicia la echáis por tierra. Recordemos que al contrario
de esa práctica usual de hablar bien de quien ha recién fallecido, en este lamento no hay palabras
de encomienda, Amós denuncia sus pecados.

En síntesis, este convertir en ajenjo el juicio, (en algunas versiones aparece como lanzar el juicio
hacia arriba) y echar la justicia por tierra son expresiones que se resumen en la injusticia
imperante del norte. Consideremos más de cerca estas comparaciones.

El ajenjo es una planta común en toda la región de Europa y Asia, y ya era sumamente conocida
para los habitantes de Israel. Esta crece sin problema en esas regiones secas y rocosas, y aunque
tiene un uso medicinal, es de sabor amargo y es este aspecto el que domina prácticamente cada
referencia que tenemos en las Escrituras. A veces aparece acompañada de la palabra hiel, otra
planta de carácter venenoso, por lo que la amargura y maldición es la imagen que transmiten.

La justicia siendo echada por tierra muestra ese desprecio por proceder con rectitud. La
generosidad, la piedad, la decencia eran desestimadas.

Los procesos judiciales de entonces consistían en acudir a los ancianos y principales del pueblo
que habían sido designados como los jueces. Quien iba a ellos, lo hacía con la esperanza que
hubiera un proceso justo, imparcial, que se resarciera el daño a quien había sido oprimido y que
el infractor fuera castigado proporcionalmente al delito cometido, no más, ni menos. Pero, ¿qué
se podía esperar en el reino del norte cuando desde la misma cúpula real habían antecedentes de
corromper el sistema legal?

Recordemos que una gran parte de los que llegaron a reinar en el norte lo hicieron gracias a
conspiraciones, asesinando a quien estaba en el trono y reinando sin mayor consecuencia,
legalmente hablando. Usualmente luego vendría quien también conspiraría contra ellos, no por
hacer justicia, sino por tener el reino.

Destaca el caso infame contra Nabot. En los días de Acab, Nabot tuvo una viña que Acab
codició, pero este hombre, justo en su proceder, no la quiso vender. Débora encontró la solución:
un juicio falso. Lo leemos en [1 R. 21.8-11]

Estos ancianos y principales de la ciudad debieron actuar con repulsión ante semejante
insinuación, ¿condenar al justo? Sabemos el resultado. Y años más tarde, la situación no ha
mejorado. ¿Recuerdan las palabras del capítulo dos? Los pobres siendo vendidos como nada, por
lo que valía un par de zapatos, arrebatando sus propiedades, abusando de las mujeres… sin
ningún remordimiento de conciencia, más bien, durmiendo plácidamente sobre las ropas que
quitaban a los otros.

¿Cómo debían ser estos jueces? [Dt. 16.18-20]: Juzgar con justo juicio, no torcer el derecho, no
hacer acepción, no tomar soborno…

Claramente habían desobedecido la Palabra de Dios. No había ninguna de estas consideraciones.


Cada aspecto era quebrantado. Los veredictos no eran justos, estos favorecían a los ricos, a los
influyentes, y en esa venta inhumana de los pobres como esclavos, había ganancia para los
principales que avalaban esas adquiciones como parte de las deudas que estos no podían pagar.
Mas no debemos detenernos ahí, pues dice el pasaje:

La justicia, la justicia seguirás, para que vivas y heredes la tierra que Jehová tu Dios te da.

Precisamente leo esta porción de Deuteronomio, porque lleva nuestra atención a ese aspecto
general de la justicia que debe ser observado por todos. Ciertamente el contexto de Amós 5.7 es
mayormente legal, pero no única y exclusivamente. Leeremos en [8.5] cómo ellos falseaban la
balanza, por lo que podemos caracterizar el trato general entre ellos y en especial, contra los
pobres, como uno de engaño y explotación sin ninguna compasión.

La justicia seguirás. ¿Cómo es su trato para con otros? No solo los jueces y abogados de
nuestros días están llamados a ejercer justo juicio, a denunciar al que hace lo malo y a quien se
preste para actos de corrupción. Desde actos pequeños y cotidianos, al decir la verdad, al cobrar
lo justo, pagando lo que debo, sigo la justicia del Dios justo a quien digo amar y servir, o
simplemente estoy echando la justicia y compasión en la tierra para pisotearlas.

Como en los días de Amós, ocurre hoy: se vive una religión superficial que calma la conciencia
con ciertos ritos, sin arrepentimiento ni contrición por los pecados a los que se han
acostumbrado. El profeta exhorta a los injustos a buscar a Dios.

¿Cuál es el Dios que buscamos?

Estes es nuestro segundo punto: ¿Cuál es el Dios que buscamos? ¿Buscamos nosotros a un Dios
indefinido? ¿Vale cualquier deidad como el Dios que debe ser buscado? Muchos responden con
ironía y burla cuando hay menciones de Dios: “¿De cuál dios me habla? Hay tantos…” En un
ejercicio de deshonestidad intelectual elevan las muchas deidades a un mismo nivel. En nuestro
contexto occidental y latinoamericano se ha de sobreentender de quién hablamos. ¿Qué hay de
fondo? Por supuesto es incredulidad, pero en particular, una verdad fundamental y que influye
por completo en la cosmovisión de uno: ¿hay dioses de fabricación humana? Oh, los hay por
montones, y los seguirá habiendo, pero solo hay uno que es el Creador de todo. Dice el Salmo
96.5: Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; pero Jehová hizo los cielos.

La investigación científica, el estudio de los mares, la tierra, el espacio, ha de llevarnos a admirar


la infinita sabiduría de nuestro Hacedor, pero en cambio, el hombre profesando ser sabio, se hizo
necio y busca sin cansancio cómo explicar todo lo que nos rodea y más allá sin este Dios
Creador.

En el centro de este lamento, Amós nos trae una vez más ante este Jehová que hizo los cielos y la
tierra y se nos expresa quién es este Dios por medio de un himno. Este es el segundo de los tres
himnos que tenemos en Amós. El primero ya lo estudiamos y es [4.13].

Porque he aquí, el que forma los montes, y crea el viento, y anuncia al hombre su pensamiento;
el que hace de las tinieblas mañana, y pasa sobre las alturas de la tierra; Jehová Dios de los
ejércitos es su nombre.

Este Dios soberano declara sus pensamientos, se revela al hombre. Esto cantaban ellos, no solo
que Dios hizo los montes y gobierna los vientos, sino que ha hablado. Y ahora en Amós 5, el
profeta les dice busquen a este Dios de quien cantan es el Creador, que hizo las estrellas, el día y
la noche, el mar y todo lo que en ellos hay. Sabemos su Nombre: Es Jehová.

Hay mucho que notar acá:

1) Es el Dios Creador:

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Génesis 1.1. ¡Así inicia la Biblia! ¿Cuán
diferentes serían nuestras conversaciones si antes de Jesús enfrentaremos a las personas con
Génesis 1.1? Dios le hizo y no usted a usted mismo.

Cuando afirmamos a Dios como Creador es de manera singular, Dios es el Creador absoluto,
nadie creó a Dios, y Él creó todas las cosas. Sí, ciertamente a partir de lo creado y ya existente
nosotros podemos elaborar y crear otras cosas, pero no hay comparación. Dios creó con el poder
de Su Palabra, de la nada hizo todo, nosotros no creamos de la nada y mucho menos por solo
invocarlo. Tomamos de lo que Dios ya ha hecho.

De la doctrina de la creación se derivan muchos aspectos acerca de Dios. Por ejemplo, su


independencia. Él existe por sí mismo, nosotros debemos nuestra existencia a Dios. Su eternidad:
Antes que todo fuese, Él ya era. Todos acá tenemos fecha de nacimiento, pero Dios no tiene
principio, ni final así como su inmutabilidad, pues es el mismo por los siglos de los siglos. Tú
eres el mismo y tus años no acabarán.

Hagamos una pausa. La doctrina de la creación humilla. Nada soy sin Dios, todo lo que tengo lo
debo a Él, vivimos de prestado. Una presentación trivial de las buenas del Evangelio provoca que
muchos crean que Dios está en obligación de mostrar Su favor a nosotros, ¿cómo no iba a enviar
a Su Hijo por nosotros? Más bien el corazón que ha entendido el Evangelio y ha creído para
perdón de sus pecados dice. ¡Cómo es que Dios envió a Su Hijo por mí! A mí que he vivido en
deuda con Él por todo lo que me ha dado y por todo lo que he pecado contra Él.

¡Oh, maravilla de Su amor, por mí murió mi Salvador!

2) El Creador es distinto de la creación:


En segundo lugar, relacionado con la doctrina de la creación, la Biblia es clara que el Creador es
completamente distinto de la creación.

La falsa enseñanza conocida como el panteísmo afirma que todo es Dios, Dios y el mundo son
una unidad, una misma cosa. El deísmo por otro lado, es la falsa enseñanza que hay un Dios,
pero tan lejos y separado de su creación, que básicamente luego de crearlo todo, lo dejó correr
por cuenta propia, sin involucrarse en lo que sucede.

Pero la Biblia nos enfrenta con esta verdad: Sí, Dios está totalmente aparte de la creación, y que
Dios está cercano, es más, está en todas partes. Técnicamente ustedes lo verán descrito con estos
dos términos: la trascendencia de Dios y la inmanencia de Dios.

Algo trascendente es aquello que está por arriba o más allá de la experiencia o el conocimiento
humano común (diccionario La misión). Por inmanente, decimos que Dios está en el mundo, le
sostiene, le gobierna. Como afirma Gresham Machen:

De principio a fin a la Biblia le interesa presentar el tremendo abismo que separa a la criatura
del Creador. Es cierto, sin dudas, que según la Biblia, Dios es inmanente en el mundo. No
caería un gorrión al suelo sin Su control. Pero Él es inmanente en el mundo no porque se
identifique con el mundo, sino porque Él es el libre Creador y Sustentador del mundo. Un
tremendo abismo se extiende entre la criatura y el Creador. (Cristianismo y liberalismo)

Cada vez que estemos ante un lenguaje que nos diga de ser uno con la naturaleza, que todo lo
que vemos es Dios, tengamos por cierto que estamos ante ideas panteístas. Y cada vez que las
personas digan que Dios no se mete en ciertos asuntos, que está muy ocupado para interesarse en
los resultados de un duelo de baloncesto infantil, estamos ante ideas deístas, que niegan la
inmanencia.

Veamos en nuestro pasaje cómo este himno hace esta separación debida entre el Creador y lo
creado, pues reconoce a Dios como el autor de estas estrellas. Leemos: buscad al que hace las
Pléyades y el Orión, no dice: buscad a las Pléyades y el Orión.

El Orión y las Pléyades son nombres de origen griego, en el hebreo original se refiere
simplemente a estrellas agrupadas, pero siendo de las constelaciones más famosas y reconocibles
a simple vista, se han nombrado así en distintas partes de la Biblia. Dios le dijo a Job [Job 38.31-
32]:

¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, O desatarás las ligaduras de Orión? ¿Sacarás tú a su
tiempo las constelaciones de los cielos, O guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?

La correcta adoración a Dios está libre de la superstición que ha plagado al hombre respecto a los
objetos celestes, las estrellas no son Dios ni dioses. Cuando se nos citan constelaciones y
estrellas no es para adorarlas, ni para rendirles ofrendas ni para consultarles acerca de los eventos
futuros. Con todo, siguen al día de hoy los astrólogos y quienes prestan más atención a lo que
dice un horóscopo que lo que Dios ha dicho en la Biblia.
A pesar de la advertencia clara de no servir a las estrellas y planetas, (No sea que alces tus ojos
al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te
inclines a ellos y les sirvas), sabemos por Jeremías que desobedecieron. Jeremías describe el
fuego y las tortas que dedicaban a la reina del cielo, esta es Isthar o Astoret, representada por el
planeta Venus.

¿Cuál es la respuesta apropiada ante la asombrosa vastedad del firmamento? Lo que los Salmos 8
y 19 nos enseñan:

Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es
el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?
Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.

La inmensidad del Universo grita: No somos Dios pero nos ha hecho un Dios glorioso, adoradle
a Él. Incluso Juan, cuando se vio sorprendido por el ángel que vio se postró y este ángel le tuvo
que recordar que también él era una criatura: Adora a Dios. La Biblia no es ambigua, Jehová es
el Hacedor, y quien ejerce dominio sobre todas ellas. Lo que nos lleva al siguiente punto:

3) El Creador es Soberano sobre su creación:

…vuelve las tinieblas en mañana, y hace oscurecer el día como noche; el que llama a las aguas
del mar, y las derrama sobre la faz de la tierra…

-Bueno pastor, amanece y anochece porque el planeta gira sobre su propio eje. “-Sí, estamos de
acuerdo, ¿y qué más?”. -Bueno, que hay mareas por causa de la atracción principalmente de la
luna y el sol, y por ello sube y baja, y si se dan las circunstancias, pueden desbordarse, y en el
caso de los maremotos o tsunamis, pues elevarse de manera desastrosa. “-Sí, estamos de
acuerdo.”. Lo anterior describe el proceso, pero si nos quedamos ahí, nos quedamos cortos,
porque nada acontece si no es la voluntad de Dios.

Amós finaliza haciendo una aplicación del himno, dice el verso nueve: Jehová es su nombre, que
da esfuerzo al despojador sobre el fuerte, y hace que el despojador venga sobre la fortaleza.
Para ayudar a entender el pasaje, leo de la LBLA: Él es quien desencadena destrucción sobre el
fuerte, y hace que la ruina venga sobre la fortaleza. En otras palabras, es Dios quien da las
fuerzas para que otro venga y destruya, dando a entender que detrás de los asirios que los
conquistarían estaba Él, su fuerza estaría contra sus murallas y fortalezas en las que habían
puesto su confianza.

Él no es autor del mal, ni de pecado, y con esperanza aguardamos cuando la muerte y la maldad
no sean más, porque precisamente es soberano y conducirá todos los eventos para alabanza de la
gloria de su gracia y de su justicia.

Este Dios, y no otro, es quien debe ser buscado.

Aplicaciones
Habiendo estudiado el pasaje, tengamos unas breves aplicaciones para nuestras vidas.

¿Ha considerado usted el contenido de lo que cantamos al Señor? Hemos visto dos fragmentos
de himnos en Amós. Declaraciones doctrinales correctas, conocidas entre ellos. Sin duda, es
nuestra convicción que hemos de procurar cantar con excelencia al Señor, pero prestando
atención al contenido, a la letra de lo dicho, puesto que es fácil perder el rumbo en la belleza que
hay en escuchar muchos instrumentos bien coordinados, partituras bien ejecutadas y voces al
unísono… repitiendo palabras, sin importar su fecha de composición, que apenas si harán un
rasguño a las grandes doctrinas de la Palabra.

Pero, también está el peligro de cantar la sana doctrina y no adorar a Dios, no meditar en ello.
Esto debe darnos una bofetada, figurativamente hablando, pero debe despabilarnos: ¡Reaccione!
¿A quién está cantando? ¿Al Dios que hizo y sostiene el Universo? ¿Está usted a cuentas con
este Dios? ¿Qué hará cuando deba presentarse delante de Él, cuando esté en el día del juicio ante
Aquel que llama a las estrellas, a las estrellas, a cada una de ellas por su nombre, que forma los
montes y crea el viento, y quien convoca las aguas del mar? ¿Qué puede hacer usted, sino que
rendirse hoy y clamar por salvación?

Lo que hoy usted canta podrá ser usando en su contra: Usted cantó de mi gloria, pero nunca me
dio la gloria, sea ahora su castigo por la eternidad para la alabanza de mi justicia para siempre.

Esto lo digo para todos, por eso pregunté como era su trato para con otros. ¿Por qué? Porque
quienes deben buscar a Dios son todos aquellos que cometen injusticia. Lo cierto es que la Biblia
dice con palabras que nos resultan muy conocidas: No hay justo ni aun uno.

Todos hemos cometido injusticias contra nuestro prójimo, en mayor o menor medida. No
obstante, Amós nos ayuda a mantener el enfoque bíblico ante las injusticias sociales. Tristemente
y con preocupación, vemos movimientos que dicen ser cristianos que no están abordando
problemas reales con el lente correcto, y su lenguaje se parece más y más de estos grupos
humanistas y seculares. El profeta nos dice: hay injusticia, pero no se olvide del Creador, el que
hizo el oído, ¿no oirá? el que formó el ojo, ¿no verá? (Sal. 94.9)

El problema de fondo no es si yo nací con un supuesto privilegio por ser hombre o de cierto
color de piel, no se trata de hombres contra mujeres, de blancos contra negros, de costarricenses
y nicaragüenses, dominicanos y haitianos, es en el fondo, que estoy pecando contra aquel que ha
sido hecho a la imagen de Dios, mi Creador y por ello dice la Escritura: los que hacen injusticia
busquen al que hace las Pléyades y el Orión, busquen a Jehová antes que venga contra usted,
busque ahora, buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón (Sal. 69.32b), buscadme y viviréis.

Este Dios Creador en su misericordia no dejó a la humanidad sumida en el pecado, sino que
desde antes que todo fuera hecho, ya el Dios Trino había establecido cómo salvaría a los suyos:
El Dios trascendente, es inmanente y se mostró de la manera más inimaginable: Se encarnó.

Envió al Hijo que ha cumplido toda la ley, quien hizo bien a los oprimidos, y muchos milagros a
favor de las multitudes, pero sobre todo, quien sufrió en lugar del pecador la ira por los pecados
de su pueblo: Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los
injustos, para llevarnos a Dios. 1 Pe. 3.18

¿Han sido sus pecados e injusticias perdonadas en Cristo? Oremos.

SOLI DEO GLORIA

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