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I-Marco Teórico

A- La Historia Cultural y el pensamiento Annalista.

Podría afirmarse con poco temor al error, que los cambios paradigmáticos
más importantes para la historiografía contemporánea, surgen desde principio de
los años sesenta y se acentuarían a mediados de los ochenta, dicho espacio
temporal transformaría definitivamente las estructuras culturales vigentes hasta
entonces.

Las primeras transformaciones se manifiestan con la Revolución Cultural


que emerge a finales de los años sesenta; historiadores de la talla de Fernand
Braudel la han comparado con las revoluciones también culturales del
Renacimiento y de la Reforma1.

Esta revolución, que fue liderada por jóvenes y obreros durante los años 1966 y
1968, tuvo propósitos diversos; en el eje de los países desarrollados se dirigía a la
crítica de la cultura comunista moderna. Mientras que en los países denominados
socialistas, se orientó al intento de revolucionar las formas de vida y conciencia
hacia el ideario marxista del “nuevo hombre”. Carlos Aguirre contempla que:

"Una revolución que recorre prácticamente todos los países de orbe,


readaptándose en cada caso a las condiciones nacionales, y que tendrá sus
cuatro epicentros fundamentales en París, por lo que toca a los países
occidentales más desarrollados, en la ciudad de México, que va a estar a la
cabeza de los países pobres y menos desarrollados, y en Pekín y más
adelante en Praga por lo que toca al grupo de países entonces llamados
socialistas."2

Sin embargo, el impacto en el eje intelectual se podría observar con mayor


ahínco a mediados de los años setenta y ochenta, donde la añadidura del
denominado “giro cultural” condujo a la crisis de las ciencias sociales, afirma
Chartier que “Ya no se basa en una crítica de las costumbres de la disciplina en
1
Carlos Aguirre, La “escuela” de los annales, p.117.
2
Ídem.
nombre de las innovaciones de las ciencias sociales sino en una crítica de los
postulados de las ciencias sociales en sí.”3

Las profundas transformaciones en las formas o modos de generar y


reproducir las estructuras culturales alcanzó inevitablemente a la historiografía
contemporánea a nivel global, floreciendo en todas las corrientes historiográficas,
como la Posmodernista o La Nueva Historia Cultural, vertientes de una historia
cuyos temas centrales giraban en torno a la cultura.

Representando para el quehacer histórico un campo fértil para el estudio de


diversos espacios anteriormente desplazados por la práctica histórica formal y
académica, como lo son, la historia de la mujer, la microhistoria y la vida
cotidiana; estos espacios se convertirán en el foco de interés de múltiples
historiadores como Jacques Le Goff, Georges Duby, Roger Chartier, Peter Burke,
Lynn Hunt y Robert Darnton (indispensables para el correcto abordaje de la
siguiente investigación), lograron un auge significativo en estos movimientos
historiográficos, los cuales se consolidaron a finales de los años ochenta.

Si bien el tema que nos concierne en esta investigación es justamente las


metodologías y los postulados de la corriente Posmodernista y La Nueva Historia
Cultura, consideramos pertinente e imprescindible abordar las perspectivas y los
aportes de sus predecesores, estando divididos en dos ejes en primera instancia
paralelos: la historia cultural, la cual se gestaría fuera del departamento de
Historia, y el pensamiento de los Annales, como una postura del estudio histórico
formal.

a. De la cultura tradicional a la historia cultural.

El primer aspecto que queremos abordar sobre la historia cultural, es que


ésta no surge como consecuencia de la Nueva Historia Cultural o de la Escuela de
los Annales, ni siquiera a la par de la Escuela Metódica; sino que podría
remontarse a unos cuantos siglos atrás, formándose y consolidándose
paralelamente a los estudios históricos formales. Por razones prácticas partiremos

3
Roger Chartier, El mundo como representación, p.47.
del siglo XVIII, tomando en consideración que los estudios culturales precedentes
podrían considerarse estudios históricos específicos, como lo son la historia de la
música, de la pintura, la literatura, etc.

Ahora bien, la primera vez que surge la denominación "historia cultural" (o


en alemán Kulturgeschichte), fue aproximadamente en el año 1780, concebida por
el filósofo Johann Christoph Adelung, de nacionalidad alemana; esto con la
finalidad de distinguir las historias específicas, ya mencionadas, con la historia de
la cultura general. Peter Burke lo define como:

"La diferencia entre estos estudiosos y los especialistas del arte o de la


literatura estribaba en que los historiadores culturales se ocupaban en
particular de las conexiones entre los diferentes artes. Analizaban dichas
conexiones atendiendo a la relación de estas diferentes con lo que, siguiendo
a Hegel y a otros filósofos, solía llamarse el «espíritu de la época» …"4

Esta historia cultural puede dividirse en tres periodos, con la intensión de


resaltar los avances y la evolución metodológica de la misma: Primero, la historia
social del arte. Segundo, la historia de la cultura popular. Y tercero, la nueva
historia cultural (que será desarrollada en el capítulo posterior).

a.I. La historia social del arte

El primer periodo, que también es denominado como la historia cultural


clásica, abarcó desde principios del siglo XIX hasta mediados del siglo XX; ésta
fue una época en donde predominó el estudio de los grandes clásicos del arte.
Importantes frescos y obras literarias se convirtieron en fuentes para el
reconocimiento de perspectivas culturales en el pasado, o como lo expone Peter
Burke "...la idea del historiador que pinta el retrato de una época."5 Célebres
historiadores figuran entre los que incursionaron en esta nueva corriente, siendo
unos de más destacados, el historiador alemán Jacob Burckhardt, y el filósofo e
historiador holandés Johan Huizinga.

4
Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural?, p.21.
5
Peter Burke, ¿Qué es la… p.20.
Iniciaremos con la perspectiva de Burckhardt cuyas obras siguen siendo un
modelo imprescindible para el tratamiento de la historia cultural actual; a pesar de
no proponer críticas ávidas en contra el pensamiento rankeano, sí sería un claro
disidente del método historicista, lo que queda evidenciado en sus obras Época de
Constantino el Grande (1853), y La cultura del Renacimiento en Italia (1860).
Ambas obras tenían algo en común, se desplazaba el enfoque de "historia política"
y se centran en aspectos culturales, usando el arte y la literatura como fuentes
para ilustrar su historia; referente esto, Burke afirma que:

"Hizo relativamente poco hincapié en la historia de los acontecimientos,


prefiriendo evocar una cultura pasada y resaltar lo que llamaba sus
elementos recurrentes, constantes y típicos (...) Buckhaedt describía lo que
denominaba el individualismo, la autoconciencia y la modernidad en el arte,
la literatura, la filosofía e incluso en política de la Italia renacentista ."6

En cuanto a Huizinga, quien estaba influenciado por la metodología de


Burckhaedt, se inclinaría aún más a las concepciones individuales; como lo
describe Julio Aróstegui, "Huizinga es también un individualista, pero cree en una
ciencia de la Historia al estilo de la ciencia cultural alemana."7

Elaboraría un amplio repertorio de obras que abarcan desde estudios culturales de


la India antigua, hasta aspectos de la cultura holandesa de finales del siglo XVII.
En su obra más aclamada, El otoño de la edad media (1919), retrata mediante
símbolos, formas y sentimientos, diversos patrones culturales; aborda temas como
el sentimiento de decadencia, el miedo a la muerte, la piedad y la guerra, aspectos
latentes y descriptivos de la época que se estetizaban y ritualizaban, a lo que
Burke afirma: "En este periodo, cada evento y cada acción se plasmaba aún en
formas solemnes que los elevaban a la dignidad de un ritual.” 8

Es relevante señalar que estos autores eran historiadores de profesión,


ambos profesores de prestigiosas universidades. Sin embargo, sus obras no era
reconocidas en el campo académico, dirigiéndose al público en general; puede

6
Peter Burke, ¿Qué es la... p.27.
7
Julio Aróstegui, La investigación histórica: Teoría y Método, p.105.
8
Peter Burke, ¿Qué es la... p.23.
decirse que fueron marginados del quehacer histórico formal, tachándolos de
aficionados, y así lo afirma Burka: "Los discípulos de Lepold von Ranke tachaban
la historia cultural de marginal o de asuntos de aficionados, por no basarse en
documentos oficiales de los archivos ni contribuir a la tarea de reconstrucción del
Estado."9

Este constante rechazo por parte de los historiadores puristas alentó a que
la historia cultural fuera un campo cada vez más abordado por investigadores de
otras disciplinas. Max Weber y Norberto Elías serían dos sociólogos de formación
con un marcado interés por las explicaciones culturales de los fenómenos
económicos, como se muestra en la obra del primero, La ética protestante y el
espíritu del capitalismo (1905), que "...bien podría haberse titulado con igual
acierto El capitalismo y la cultura protestante o El protestantismo y la cultura del
capitalismo."10 En ella, Weber intenta darle una explicación al cambio económico
sufrido en la Europa Occidental a través de un foco cultural, que en este caso
sería la influencia de los valores protestantes para el desarrollo del comercio.

Posteriormente, Elías quien sería uno de los discípulos de Weber, se


catalogaría a sí mismo como un estudioso de las civilizaciones más que de la
cultura, pero sus obras son consideradas un valioso aporte para la historia
cultural. Puede destacarse su estudio sobre la sociedad del antiguo régimen a
partir de la formación social, conocida como la corte11, expone a los hábitos y los
modales en la mesa "...con el fin de mostrar el desarrollo gradual del autocontrol o
el control de las emociones en las cortes de Europa occidental.”12

No menos importante, estableció el concepto configuración en relación a


estudios de las sociedades, apuntando a la invariabilidad de los objetos históricos,
afirmando que las estructuras mismas de la psiquis y la individualidad no pueden
ser socavadas ante economías globales de la naturaleza humana, sino que se
alimentan recíprocamente configurando cada formación social; a lo que Chartier

9
Peter Burke, ¿Qué es la… p.21.
10
Peter Burke, ¿Qué es la… p.23.
11
Roger Chartier, Ob. Cit., p.83.
12
Peter Burke, ¿Qué es la… p.24.
escribe que para Elías, “…la modalidad propia de las relaciones de
interdependencia relacionan a los individuos entre sí en una formación dada lo que
define la especialidad irreductible de esta formación configuración.” 13

a.II. La historia cultural popular

El concepto de cultura popular (o Volkskultur en alemán), surge


aproximadamente en el mismo periodo que el de la historia cultural, debido al
repentino interés de intelectuales europeos por diversos aspectos como bailes,
oficios y fábulas propias de la clase baja, la reacción de campesinos rurales y
artesanos de pequeños pueblos es descrita por Burke como: "...se vieron
sorprendidos cuando vieron sus casas invadidas por hombres y mujeres con trajes
y hablas de clase media, quienes insistían para que les cantasen sus canciones, o
les narrasen sus cuentos tradicionales."14

Pero, no sería sino hasta los años sesenta, que sería acogida y
"redescubierta" por los historiadores para un abordaje más complejo y académico;
en esta cultura popular se reflejaba una notoria influencia marxista que buscaba
dar notoriedad a los aspectos del hombre común, del obrero, enfatizar en "...el
relieve de lo popular, a lo abajo, a lo excluido." 15

Dos de los exponentes más destacados de esta corriente fueron los


historiadores Eric Hobsbawm y Edward Thompson. El primero, sería reconocido
por sus aportes al estudio de la música y el público que la consumía, estudiándola
no solamente como un negocio, sino también como un catalizador de protestas
sociales. Hobsbawm también escribió sobre las revueltas populares en su obra
Rebeldes primitivos: estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos
sociales en los siglos XIX y XX (1968), analizando la manifestación de las
resistencias populares y el impacto de la Revolución francesa.

El segundo, destacó con un completa obra titulada La formación de la clase


obrera en Inglaterra (1963), donde a partir de la descripción de ritos, simbolismos

13
Roger Chartier, Ob. Cit., p.72.
14
Peter Burke, La cultura popular en la Europa moderna, p.35.
15
Justo Serna, La historia cultural, p.47.
ligados a la comida, las banderas y la iconografía de los disturbios; Thompson
trazaba las estructuras de los sentimientos de la clase obrera. 16 En dicha obra,
convergieron dos posturas que le daban sentido al proceso de formación de las
clases, siendo estas, los cambios económicos y políticos, así la cultura popular.
Por otra parte, expuso el peso del sector social asalariado para la vida política
británica de principios del siglo XIX: "Por todo ello, Thompson afirma que no se
puede entender el fenómeno de las clases si no es como una formación social y
cultural definida por sus propios individuos y sus propias experiencias." 17

Cabe mencionar que ambas corrientes culturales, tanto la clásica como la


popular, serían blanco de múltiples críticas, puntualmente con la consolidación de
la Nueva Historia Cultural, que nos dispondremos a explicarlos en el capítulo
pertinente.

b. La Escuela de los Annales: orígenes y aportes de la Primera Generación


para una nueva configuración histórica.

El pensamiento annalista es un referente indiscutible para la compresión de la


evolución historiográfica que nos conducirá al denominado "giro cultural". Por lo
que consideramos preciso incluir los elementos más sustanciales de la génesis e
institucionalización, que “definen los rumbos esenciales por los que transita la
innovación historiográfica y la elaboración en curso de las formas vigentes de
ejercer el oficio de historiador.”18

Como ya es bien conocido para los que buscan estudiar y analizar el pasado,
es de gran importancia identificar y ubicar al objeto de estudio en un contexto
histórico determinado, dado que esto facilita el entendimiento de sus motivos y su
accionar, afirmación que hace Marc Bloch cuando escribe que “un fenómeno
histórico nunca se explica plenamente fuera del estudio de su momento” 19, y la
Escuela de los Annales no escapa a esta aseveración.

16
Peter Burke, ¿Qué es la… p.32.
17
Justo Serna, Ob. Cit., p.53.
18
Carlos Aguirre, La “escuela” de los annales, p.5.
19
Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio de historiador, p. 64.
Partiendo de principios del siglo XX, bajo el seno de una Europa fragmentada
producto de una implacable “Gran Guerra”, la cual afectó a toda la sociedad en
general; académicos franceses reaccionaron a las consecuencias devastadoras
del conflicto bélico y a la fractura de la hegemonía historiográfica dominante que
residía en Alemania hasta el momento.

Se inicia un movimiento intelectual de la mano de entusiastas historiadores


que empezaron a cuestionar la ortodoxia dictada por la metodológica del oficio, el
cual señala que la historia impartida en escuelas y universidades (1870-1920),
orientada exclusivamente a la beneficencia de la identidad nacional y a la figura de
grandes héroes, ya no se ajustaba a los nuevos intereses de estudio, Sánchez
Primitivo lo presenta como:

“La historia eurocentrista pierde su sentido con la pérdida de la


hegemonía europea, al igual que la historia política, nacionalista y
positivista, que no había hecho nada por evitar los desastres de la
conflagración mundial (…) La historia francesa del siglo XIX, imbuida y
dominada por el nacionalismo reinante, servirá para hacer la guerra. El
Estado francés financia numerosas investigaciones históricas, convierte
a los historiadores en funcionarios, asegurándoles estabilidad en su
empleo, e incluso dirige él mismo la investigación por medio de
instituciones intermedias, como el «Comité de trabajos históricos»
creado por Guizot.”20

Esta nueva corriente de profunda envergadura sale a la luz pública en enero


del año 1929, con la primera publicación de la revista Annales d’historie
économique et Sociale*, bajo la dirección de sus dos más importantes
representantes Marc Bloch y Lucien Febvre. Sería éste un espacio para el campo
de la investigación histórica, la introducción del pensamiento annalista, que buscó
cuestionar y desdibujar los límites de la reproducción acrítica.

20
Primitivo Sánchez, Repercusiones de la escuela de annales en la enseñanza de la historia en España, pp.
326-327.
Ahora bien, la crisis de la historia que se presenta en ese momento, y que es el
punto central de críticas, sugerencias y aportes de los annalistas ya mencionados,
surge debido a las limitaciones predispuestas en la historia metódica, que aislaba
el sistema de pensamiento de una basta y orquestada red, donde los hechos
sociales aportaban un soporte para sí mismo. Chartier contempla que:

“La crítica se duplica: porque aísla las ideas o los sistemas de pensamiento
de las condiciones que han autorizado su producción, y porque separa
radicalmente de las formas de la vida social, esta historia deshumanizada
instituye un universo de abstracciones donde el pensamiento parece no
tener límite al no tener dependencia"21

La Escuela Metódica también conocida como Escuela historicista, logró


expandirse con mucho éxito en todos los países de Europa desde mediados del
siglo XIX hasta principios del siglo XX, consolidándose como un modelo oficial y
hegemónico. Mediante una marcada influencia del modelo positivista, y la práctica
método-documento, los representantes de esta corriente, como Karl Lamprecht,
Wilhekm Dilthey y Leopold von Ranke, establecieron la práctica historiográfica
entorno a la crítica interna y externa del documento, fijando una precisa veracidad
entre los testimonios y la datación de los acontecimientos; eso sí, no de cualquier
acontecimiento, sino los dignos de ser registrados, a lo que Aguirre comenta " ...se
contenta con repetir y asumir acríticamente las propias jerarquías implícitas que de
los hechos históricos tienen en esos documentos, privilegiando en consecuencia
las acciones y realidades más espectaculares de la historia." 22

Podemos decir entonces que la historia metódica, la cual era la encargada de


dirigir el oficio histórico, se ajustaba a una específica agenda; la extracción de
hechos de los documentos para ordenarlos cronológicamente, pretendiendo alejar
la producción de conocimiento histórico de métodos subjetivos, y así afirmando
que el rigor de la práctica reposaba en el registro y la observación objetiva, por lo
que "no se propone más que describir las cosas tal como sucedieron."23 En otras

21
Roger Chartier, El mundo como representación, p.17.
22
Carlos Aguirre, Ob. Cit., pp. 51-52.
23
Marc Bloch, Ob. Cit., p.139.
palabras, el historiador debía evitar exhaustivamente la interacción crítica con la
fuente.

Ante este escenario los annales asentaron sus críticas hacia la noción de
"hecho histórico" puesto que la noción positivista del "hecho" como objeto de la
ciencia, era el principal pilar de la escuela metódica. Esta primera generación de
annales enfatizó la concepción de "historia-problema" frente a la antigua "historia-
relato"; esto se realizó a través de una serie de postulados con el fin de avanzar
hacia la cientificidad de la historia, afirmando que el papel del historiador no podía
limitarse a recoger y comprobar los hechos. El manejo de las fuentes requería de
mayor flexibilidad, no planteando la historia como una ciencia, sino de estudios
científicamente elaborados. Febvre afirma que:

"La fórmula implica dos operaciones, las mismas que se encuentran en la


base de todo trabajo científico moderno. Plantear problemas y formular
hipótesis. Dos operaciones que a los hombres de mi edad se nos
denunciaban como las más peligrosas. Porque plantear problemas o
formular hipótesis era simplemente traicionar. Hacer penetrar en la ciudad
de la objetividad el caballo de Troya de la subjetividad."24

Así, Marc Block, continuando con la idea de su colega Febvre, advierte la


necesidad de alcanzar un mayor grado de certidumbre, aceptando la inviabilidad
de verdades absolutas; afirma que se ha de superar el mito de la inefabilidad de la
ciencia “…de aquí en adelante, estamos mucho mejor preparados para admitir que
un conocimiento puede pretender el nombre de científico aunque no se revele
capaz de hacer demostraciones euclidianas o leyes de repetición inmutables."25
También presenta que este avance a la cientificidad requiere de una mayor
comprensión del documento y de lo que se pretende investigar. El conocimiento
previo y acumulado facilita la interacción entre ambos; el historiador debe saber
qué preguntas realizarle al documento y lo que él contiene se mostrará con más
claridad. "En otros términos, cualquier investigación histórica supone, desde sus
primeros pasos, que la encuesta tenga ya una dirección (...) nunca, en ninguna

24
Lucien Febvre, Combates por la historia, p.43.
25
Marc Bloch, Ob. Cit., p.51.
ciencia, la observación pasiva ha producido algo fecundo, si es que ésta es
posible." 26

Una vez reflexionada la idea que la relación entre el historiador y los


documentos requiere de una cercanía e interacción más compleja que la exclusiva
compilación y reproducción de los acontecimientos, Febvre compromete el sesgo
del empleo único de archivos oficiales o documentos escritos, asegurando que en
una realidad tan cambiante y orientada al progreso como la que se enfrentan a
principios del siglo XX. Exige al oficio histórico un paso más arriesgado, una
perspectiva más amplia que se puede obtener de otras fuentes materiales más
que las que se consideran tradicionales, inclinando a la historia a una perspectiva
más humana. Febvre asegura que:

"Hay que utilizar los textos, sin duda. Pero todos los textos. Y no
solamente los documentos de archivo en favor de los cuales se ha creado
un privilegio: el privilegio de extraer de ellos, como decía el otro, un
momento, un lugar, una fecha, un nombre, todo el saber positivo,
concluía, de un historiador despreocupado por lo real. También un
poema, un cuadro, un drama son para nosotros documentos, testimonios
de una historia viva y humana."27

Estas ideas están influenciadas en gran medida a la evolución científica y


social que alentaba la transición e innovación de nuevas formas de percibir la
realidad28, por lo que Febvre advirtió el peligro que suponía permanecer en ese
aislamiento ante las disciplinas emergentes; éstas ejercían de forma paralela al
estudio histórico formal (como podremos desarrollar con mayor precisión en la
historia cultural), nuevos temas y nuevas perspectivas ignoradas por los
historiadores académicos. Referente a esto, Febvre declaró que:

“…se iban elaborando nuevas disciplinas. La psicología renovaba a la vez


sus métodos y su objeto bajo el impulso de Ribot, Janet, Dumas. La
sociología se convertía a la vez en ciencia en la escuela llamada de
26
Ibídem, pp. 86-87.
27
Lucien Febvre, Ob. Cit., pp. 29-30.
28
Estando estrechamente relacionados con los avances en las ciencias puras, los avances en la
microbiología, la tecnología, la física moderna.
Durkheim, Simiand y Mauss. La geografía humana, instaurada en la
Escuela Normal por Vidal (…) satisfacía una necesidad que nadie
encontraba en los estudios históricos.”29

La creciente importancia de la sociología suponía de cierta manera una


amenaza latente para los historiadores, ya que la misma buscaba arropar las
distintas disciplinas e instaurar a la sociología como la máxima propulsora de las
ciencias sociales, a lo que Primitivo sentencia:

“Creó una verdadera escuela de sociólogos que desde L’Année


sociologique defenderán el liderazgo de la sociología como disciplina
capaz de conseguir la unificación de las ciencias sociales en torno al
concepto de causalidad social. En su pretensión de someter a todas las
demás ciencias sociales, le asignan a la historia la función meramente
ideográfica de recoger y ordenar datos individuales e irrepetibles, cuyo
tratamiento nomotético correspondería a la sociología.”30

Ante este panorama, Febvre sugiere una aproximación consciente a estas


especialidades “Tomando clara conciencia de los lazos que unen a la historia, lo
sepa o no, voluntaria o involuntariamente, con las disciplinas próximas.”31
Abandonando así definitivamente el ingenuo realismo de un Ranke desfasado, y
empleando las técnicas que ofrecen estas disciplinas próximas, que sin duda
enriquecieron las teorías, las interpretaciones y los análisis tanto económicos
como sociales.

Finalmente, y no menos importante, queremos señalar dos significativas


contribuciones de esta primera generación de annalistas al estudio histórico, que
tendrán gran impacto en la tercera generación. La primera, la introducción de
temas que serán el foco de una privilegiada atención en la historia de las
mentalidades, es decir, el campo de las mentalidades colectivas.

Bloch advirtió a sus colegas la importancia de no olvidar que al momento de


escudriñar las fuentes, sean de textos oficiales o testimonios de otra procedencia,

29
Febvre Lucien, Ob. Cit., p.46.
30
Primitivo Sánchez, Ob. Cit., p.334.
31
Febvre Lucien, Ob. Cit, p.47.
hay que tener en cuenta que estas pueden mentir, dado que quién las elaboró fue
un individuo sujeto a sus propias intenciones, y estas pueden pasar
desapercibidas a los instrumentos más precisos del historiador. Pero el margen de
error se minimiza cuando se basa en aspectos y prácticas colectivas, cuando no
solo se detiene a interrogar lo que dice el texto en sí, sino también cuando se
cuestiona aquello que no expresa directamente. Bloch lo expone como:

"No sólo eso, sino hasta en los testimonios más decididamente


voluntarios, lo que los textos nos dicen explícitamente ha dejado de ser,
hoy en día, el objeto preferido de nuestra atención. Por lo general, nos
apasiona más lo que nos dejan entender sin haberlo querido decir (...)
Pero desde el momento en que ya no nos resignamos más a registrar
pura y llanamente las palabras de nuestros testigos, desde el momento
en que nos proponemos hacerlos hablar, aun contra su voluntad, más
que nunca se impone un cuestionario."32

La segunda, es la contribución por parte de Febvre del concepto de "utillaje


mental", el cual parte de los estudios biográficos para arribar a un análisis del
universo mental y psíquico de los individuos. Ésta lleva a superar el relato
ordenado cronológicamente, haciendo énfasis en la reconstrucción de los diversos
fundamentos que conectan a una determinada sociedad con una determinada
época, por lo que Febvre menciona que “A cada civilización corresponde su utillaje
mental, más aun, a cada época de una misma civilización, a cada progreso, ya
sea de técnicas, de ciencias que la caracterice: una máquina renovada, un poco
más desarrollada para ciertos empleos, un poco menos para otros."33

c. La institucionalización de los Annales y la historia de las mentalidades

A partir del año 1956 bajo la dirección principal del historiador Fernand
Braudel, se presentó la máxima difusión y expansión de la corriente annalista,
conquistando espacios tanto institucionales como académicos. En esta segunda
generación o también conocida como annales braudelianos, se introdujo las
reflexiones particulares sobre las diferencias del tiempo de corta, mediana y larga
32
Marc Bloch, Ob. Cit., pp. 85-86.
33
Citado por Roger Chartier, Ob. Cit., p.19, perteneciente a la obra Rabelais, 1942.
duración, además de volcarse los esfuerzos a la economía y a los factores
geográficos para el estudio histórico.

En su más conocida obra El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la


época de Felipe II, Braudel contempla una perspectiva global de la historia
mediante la relación dialéctica entre la historia y su espacio geográfico; también
desarrolló una nueva perspectiva de los niveles temporales con una separación
tripartida del tiempo, afirmando que "... existe múltiples tiempos, tiempos que no
son los del reloj o los del calendario, sino que son temporalidades histórico-
sociales, tan múltiples, diversos y heterogéneos como las realidades históricas
mismas."34

A esta descomposición temporal la estructura como: El tiempo de corta


duración, que estudiaría los hechos o acontecimientos factuales e individuales,
como lo son la muerte de un presidente, el desencadenamiento de un conflicto
bélico, "...hechos que tienen a veces un impacto espectacular y que atraen de una
manera desmesurada todas las miradas de quienes los protagonizan o
presencian."35 El tiempo de media duración, para los análisis coyunturales y
cíclicos, como movimientos culturales o políticos y sus consecuencias, "... que
enmarcan a los acontecimientos del tiempo o de la duración corta." 36 Y el tiempo
de larga duración que sería el enfoque predominante de los trabajos de Braudel,
estos responden a las estructuras o procesos milenarios, de realidades más
profundas y duraderas, "... como los rasgos y perfiles de una civilización, los
hábitos alimenticios de un grupo de hombres, los sistemas de construcción y de
una vigencia de las jerarquías sociales."37

A pesar de ser una sólida corriente historiográfica con una notable


influencia en la producción intelectual, los Annales, al igual que todas las
corrientes Europeas, no lograron escapar a la gran influencia de la Revolución
Cultural de 1968, que debilitaría paulatinamente la hegemonía de la Escuela de

34
Carlos Aguirre, Ob. Cit., p.100.
35
Ibídem, p.101.
36
Ídem.
37
Ídem.
los Annales a tal punto que "... el giro de los setenta implicó algo más. Fue
entonces cuando empezó a cuestionarse la existencia misma de dicha escuela." 38
Sobre todo la postura braudeliana.

Un creciente interés por la idea del sujeto, la aparición de movimientos


feministas que pedían la presencia de la mujer, el rechazo a la sociedad burguesa,
el cuestionamiento a la jerarquía, el proceso de descolonización, entre otros;
supuso un esfuerzo de reprogramación crítica y analítica de los temas de estudio,
añadiendo la necesidad de replantear la relación de la historia y otras disciplinas
que dominaron durante los últimos años. Aguirre explica cómo se fueron
"...Dejando en un segundo plano a la geografía, la economía y la sociología que
antes la habían alimentado tan centralmente, para volverse ahora mucho más del
lado de la antropología, de la filosofía y de la psicología social." 39

Luego de la renuncia de Braudel en 1969 y bajo la nueva dirección


colegiada de Jacques Le Goff, Marc Ferro, Jacques Revel, Pierre Nora y
Emmanuel Le Roy Ladurie, se consolida la Tercera Generación de los Annales.
Para 1974 se publicó la obra Hacer la historia, que contaba con tres volúmenes, y
se evidenciaba la nueva postura que pretendía tomar la escuela a partir de ese
momento, como se demuestra en uno de sus apartados que llevaba como título
Las mentalidades. Una historia ambigua.

La producción intelectual aspiraba superar la visión geohistórica y global,


institucionalizada por Braudel mediante un evidente retorno a los postulados
presentados por la primera generación; así lo afirma Chartier:

“Y como secuela, el retorno masivo a una de las inspiraciones


fundamentadas de los primeros Annales, las de la década de 1930: el
estudio de los utillaje mentales que el dominio de la historia de las
sociedades había relegado a un segundo plano."40

El avance de la sociedad al individualismo se reflejó en la investigación


histórica que se desplazaría al campo de lo mental y simbólico, en pequeños
38
Justo Serna, La Historia Cultural, p.90.
39
Carlos Aguirre, Ob. Cit., p.120.
40
Roger Chartier, Ob. Cit., p.46.
espacios independientes, abandonando la construcción de una historia global, del
análisis total de la realidad histórica. Este desplazamiento a lo mental se derivó en
la actividad historiográfica denominada Historia de las mentalidades, en ella toma
gran relevancia los universos culturales, las actividades mentales, los sentimientos
y las visiones colectivas; Aróstegui lo define como:

"La historia de las mentalidades ha dado lugar, desde luego, al estudio de


un amplio espectro de cuestiones que han ido desde la actitud ante la
muerte, que empezará a estudiar Ariès, la infancia, la brujería, las
maneras de mesa, el sentimiento religioso y todo el amplio conjunto de
actitudes e ideas colectivas reunidas bajo el rótulo de I´imaginaire."41

Con esto no pretendemos afirmar que esta producción intelectual orientada


a lo individual y mental sea exclusiva de los historiadores militantes de la escuela
de los annales; como lo afirma Aguirre "...dicha historia de las mentalidades ha
sido generada, mucho más afuera que adentro de los annales, los que solo le han
servido de caja de resonancia y plataforma de proyección." 42 Pero sí que este
nuevo horizonte será considerado como uno de los mayores aportes de esta
tercera generación.

Otro enfoque que surge en esta tercera generación de los annales es


denominado como antropología histórica, que no es más que la recuperación de
temas clásicos de la antropología, renovando su explicación a través de los
instrumentos propios del análisis histórico, mediante un método que conecte la
evolución de las costumbres y su impacto en los discursos o comportamientos a
largo plazo.

Es aquí, en un contexto donde el llamado Tercer Mundo comienza su


proceso de descolonización, que el interés por las culturas no occidentales alienta
al estudio histórico académico a enfocarse en los “aspectos del devenir histórico
hasta ahora olvidados o marginados: la vida cotidiana, el sexo, el matrimonio, la
muerte, etc.”

41
Julio Aróstegui, Ob. Cit., p.115.
42
Carlos Aguirre, Ob. Cit., p.132.
En este nuevo enfoque donde lo cultural sustituye a lo social, donde se
analiza el individualismo de los diversos ámbitos que constituyen la estructura de
una sociedad para la investigación histórica, que los principales historiadores de la
tercera generación de los annales, se inclinaron al uso de la antropología histórica;
los franceses Jacques Le Goff y George Duby, enfocaron esta metodología para
analizar el desarrollo de la sociedad medieval.

Por su parte Le Goff ahondó en el campo de las mentalidades para integrar


todos los aspectos de la sociedad dentro de una misma realidad, así dando un
mayor enriquecimiento al estudio y al análisis del acontecer histórico. Es en su
obra Pensar la historia (1991), que expresa estos postulados. Sánchez Primitivo
expone esto de la siguiente manera:

“La nuevas realidades históricas “forman parte de la historia de la


representaciones: historia de las ideologías, historia de las mentalidades,
historia de lo imaginario, historia de lo simbólico e historiografía o historia
de la historia.”43

Duby, enfoca sus estudios en los ámbitos económicos y sociales, llegando


a profundizar en el campo de lo mental a través del estudio que titula una de sus
más grandes obras, Historia de la vida privada (1985-1987); cinco tomos
dedicados a comprender a la Europa de los siglos XVII y XVIII a partir del estudio
cultural de la sociedad, sin dejar de vincularlos con el restos de los ámbitos
históricos que siempre han conformado a la historia tradicional. Sánchez Primitivo
indica que: “Para él el problema central de la historia se encontraría en las
relaciones mutuas y dialécticas entre lo material y lo mental.” 44

Es así como podemos evidenciar, a través de la nueva perspectiva que


tomó la tercera generación de los annales para el estudio de la historia cultural,
que las ciencias sociales estaban un paso más adelante para comprender a la
sociedad en todos sus aspectos; donde los nuevos objetos de estudio que
disciplinas como la sociología, la lingüística y la etnología, lograron que éstas se

43
Primitivo Sánchez, Ob. Cit., p. 407.
44
Íbidem, p. 406.
institucionalizaran y causarán un mayor interés en las que serían las nuevas
exigencias teóricas.

El nuevo enfoque teórico de las ciencias sociales, el cual tomó y propuso el


estudio de todos los aspectos que conforman la sociedad empleando las técnicas
de las ciencias exactas, el cuestionamiento e investigación de todas los medios
empleados para analizar y comprender el pasado, fue apartando la posición de la
disciplina histórica como principal impartidora del conocimiento académico del
hombre. Chartier indica que:

“La importación de nuevos principios de legitimación en el campo de las


disciplinas “literarias” descalificaba el empirismo histórico al mismo
tiempo que intentaba convertir la fragilidad institucional de las nuevas
disciplinas en hegemonía intelectual.”45

45
Chartier, Ob. Cit., p. 46.

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