¿Por qué considera usted que la corrupción está tan arraigada en el
contexto Colombiano, sin importar los estratos sociales o el nivel de formación de las personas?
La extensión y persistencia de las prácticas corruptas en el país demuestran
que no se trata de un fenómeno ocasional y aislado, ni que es exclusivo de la política, sino que estamos ante tendencias profundamente arraigadas en la cultura que afectan los códigos morales más profundos.
La primera reacción ante este alud de corrupción es poner en entredicho la
eficacia de los organismos de control y del sistema judicial. Pero aunque el papel de estas instituciones es muy importante, hay que notar que su actuación tiene ciertos límites y se reduce a los hechos cumplidos: estas entidades no hacen mucho en la prevención y poco o nada a la hora de combatir las raíces sociales del problema.
Aunque es un concepto al que constantemente estamos expuestos y que
aparece en medios de comunicación, redes sociales y conversaciones informales con bastante frecuencia, es importante aclarar que, la corrupción se define como como el abuso de un poder otorgado (puede ser público o privado) para el beneficio privado. Adicionalmente, este abuso de poder implica deshonestidad, clandestinidad y la ganancia de unos pocos en detrimento de muchos. En Colombia, como en muchos otros países y sociedades, la corrupción se ha expresado de distintas maneras en diferentes instancias de la sociedad. En efecto, tras investigaciones realizadas, resulta claro que la corrupción impacta a distintas esferas de nuestra sociedad.
La corrupción es un asunto que compete tanto a la administración pública como
a los ciudadanos. Ciertamente, el Estado tiene la responsabilidad principal, en la medida en que debe modificar normas e instituciones, teniendo en cuenta que en países donde la corrupción es sistémica es poco probable que pequeños mecanismos institucionales puedan conducir a una mejor gobernanza. Por ejemplo, aunque Colombia ha adoptado medidas como aumentar la transparencia y el acceso a la información pública, reducir los trámites, organizar los mecanismos de investigación y sanción, tipificar delitos y recuperar dineros apropiados de manera indebida, mapas de riesgos, planes anticorrupción, nuevos sistemas para la aprobación y monitoreo de proyectos financiados con regalías, no hay evidencia de que nada de esto haya ayudado efectivamente.
No obstante, también es cierto que, para mitigar esta problemática, la sociedad
debe cambiar comportamientos y reducir la tolerancia a la corrupción, que es muy alta; sobre todo, a la pequeña, invisible, de todos los días, resalta la experta.