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¿Para qué fue creada la mujer

como esposa?
agosto 3, 2014

Por Rabanit Bibiana R. Hayyim


La Torá (Génesis 1:26,27) cuenta la historia de cómo Dios creó a Adán.

El texto relata cómo, después de Adán, Dios observa:

“No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una


ayuda idónea …” (Génesis 2:18).
El ayudante que Dios hace para Adán, fue una mujer, la primera mujer
de la historia: Eva.
La creación de Adán y Eva plantea
muchas preguntas:
¿Por qué Dios creó a Eva como una solución para la
soledad de Adán?

¿Qué le sucede al hombre cuando se “siente sólo”?

¿Qué pasa en su conciencia varonil cuando la soledad le


invade su alma?
Si el Eterno es capaz de ofrecer todas las soluciones, ¿por qué espero un
tiempo antes de enviarle la “ayuda idónea”?

¿Por qué la ayuda “idónea” tuvo que ser precisamente,


“una mujer”? ¿Por qué no dos, o tres, como tuvieron
nuestros patriarcas? ¿Por qué una sola es suficiente?

¿Cuál es el rol del hombre luego que tiene una “ayuda


idónea” y cuál es el rol de la mujer, cuando es diseñada
para ser “ayuda idónea”?
En estas clases tomaremos el punto de partida de la Torah para intentar
responder cada una de estas preguntas de tal manera que nos ayude a
funcionar de manera apropiada en el rol que el Eterno nos ha dado y en
la manera cómo ese rol se engrandece e incrementa a la luz de la
enseñanza de nuestros profetas.

Siendo Adán y Eva el punto de partida de la Toráh, nada más natural


iniciar nuestras clases con el punto de vista del Eterno.

Consideremos en esta clase los siguientes principios:


Adám rodeado de preciosas criaturas, pero no ayuda idónea.

Una vez que Dios declara que no era bueno para Adán que estuviera solo,
la Toráh nos informa que el Eterno Bendito Sea, muestra a Adán, pareja
por pareja, todo el conjunto de seres vivos, evidentemente para
instruirle en cómo se relacionaban y cómo se reproducían; luego le pide
que les asigne nombres: “Y HaShem Dios formó de la tierra todos los
animales del campo y toda ave de el cielo y los llevó al hombre para ver
qué nombre daría a cada uno … (Génesis 2: 19-20).

La Escritura Sagrada nos muestra que Adám, todavía sin


su compañera idónea, fue capaz de asignar los nombres
apropiados a “todo el ganado ya las aves del cielo ya
toda bestia del campo … ” .
Poner nombre apropiado no es cualquier cosa si pensamos que en
nuestra fe hebrea, “nombre” es más que la manera de identificar o
diferenciar una cosa, animal o persona de otra.

“Nombre” nos habla de naturaleza interior, de


sustancia, de habilidades, de misiones, de capacidades
innatas relacionadas con el “nombre” en cuestión.
Así pues cuando Adám, sin Eva todavía, fue capaz de poner nombre a
todos los animales, significa que su inteligencia alcanzó proyecciones
extraordinarias al acomodar el nombre a la función específica que cada
animal tendría en la creación. Pocos biólogos y zoólogos podrían hoy día
hacer tamaña hazaña.

Sin embargo, con toda su habilidad y conocimiento, con toda su


inteligencia y capacidad de observación e investigación, Adám seguía
sintiéndose “solo”. Percibió que con todo eso a favor, seguía sin “ayuda
idónea”.

Esto es clave para identificar nuestro rol como esposas, recuerda:


No importa qué tan inteligente, capaz o sabio sea el
hombre, sin una mujer al lado que supla sus necesidades
integralmente, esto es, emocionales, físicas y
espirituales como persona, no como científico, no como
sabio, como persona, el hombre siempre se sentirá
“solo” como Adám al principio.
Si como esposas no logramos que el hombre supere su “soledad”, somos
un fracaso, porque no hemos cumplido la razón principal por la que
fuimos creadas.

Es cierto, podemos darle hijos a nuestros esposos, pero


la reproducción es un sub producto de la relación, no su
razón de ser. Nuestra esencialidad es suplir las
necesidades emocionales, físicas y espirituales de
nuestros esposos.
Cuando nos casamos, debemos hacerlo con plena conciencia de esta
misión fundamental. De lo contrario, el matrimonio será muy débil y
podrá quebrarse muy fácilmente, lo alenu.

Recuerda esto: eres llamada a cumplir una misión especial: que tu


esposo no se sienta “solo”.

Razón de la soledad del hombre


¿Por qué el hombre se sentía solo en el Gan Edén?

La respuesta es que todas esas criaturas de Dios eran


incompatibles con Adám, por cuando Adam fue creado
por un lado, al mismo nivel que los animales, mas por el
otro, a un nivel completamente diferente.
El hombre comparte con los animales el mismo oxigeno, la misma
comida, el mismo horario, tiene pulmones como ellos, corazón como
ellos, cuerpo físico como ellos, alma vital como ellos… pero el hombre
tiene algo, al mismo tiempo, algo sustancialmente diferente a ellos: el
hombre tiene espíritu, tiene imagen de Dios en su ser, lleva consigo un
alma adicional, no simplemente vital, sino además, un alma espiritual.

En el lenguaje de la Toráh, tanto el hombre como el


animal tienen “nefesh”, pero el hombre, además de
“nefesh”, tiene “neshamah”, porque lleva consigo la
imagen de Dios que no tienen las otras criaturas del
universo.
La Escritura nos dice que Adám fue hecho a “imagen y semejanza de
Elohim” (Gén. 1:27).

Cuando Dios hizo a las criaturas que luego Adám les asigna nombres, la
Toráh nos dice que fueron hechas de forma indirecta por el Creador. En
el lenguaje de las Escrituras se nos informa que para esos casos, el
Eterno dijo: “Produzca la tierra todo ser viviente según su especie…”,
mas cuando llegamos al hombre, el Eterno se ocupa El mismo de forma
directa, de su creación: “Creo Dios al hombre a su imagen…” y usó en ello,
Sus propias “manos” y Su propio “Aliento”.

De esto aprendemos que de todas las criaturas de Dios,


solamente Adám lleva consigo el sello de la divinidad, la
marca de la imagen del Creador. Esto es lo que hace que
el hombre tenga dignidad y que sea diferente y superior
al resto de las criaturas.
Debido a esto, el hombre es una persona compuesta de dos elementos
fundamentales: físico y espiritual. El hombre no es un alma dentro de un
cuerpo. Ni tampoco un cuerpo que tiene alma, es una persona con cuerpo
físico y alma espiritual.
Debido a que su espíritu no es el resultado de la generación espontánea
ni del suministro genético de progenitores previos, el espíritu de Adám
es celestial, es divino porque procede del aliento mismo del Eterno, como
está escrito en nuestra sagrada Toráh: “ Y sopló en su nariz, aliento de
vida…”. El soplo del Altísimo no es de otra naturaleza que divinal. Eso es
lo que hace de Adám una criatura diferente y superior al resto de la
creación.

Como Adám estaba rodeado de criaturas solamente físicas, estaba “solo”,


se sentía “solo” y realmente lo estaba.

Esto significa que nosotras, como esposas, tenemos la


responsabilidad de superar esa deficiencia de Adám
entendiendo que la solución a su soledad no se da
simplemente en el nivel físico, o intelectual, sino sobre
todo, en el nivel emocional y espiritual. Es allí donde
ganamos la batalla.
Si tu meta como mujer está limitada a lo físico o lo intelectual, no has
entendido aun la grandeza y unicidad de tu misión. La gran necesidad del
hombre se da en su zona emocional y espiritual, todo lo demás es un
subproducto.

Esto no significa que lo físico no sea importante, lo es.


No significa que no tengas que cuidar tu cuerpo y tu
apariencia física por supuesto que tendrás que hacerlo.
Pero significa que primero que lo físico, debes enfocarte
en lo emocional y espiritual como meta final.
Por supuesto, una hermosa apariencia física atraerá al hombre, pero esa
atracción es tu oportunidad no solamente para disfrutar del placer que
produce, sino sobre todo, de cumplir tu misión superior. En otras
palabras, estás en contacto físico con tu esposo para tocar su alma, no
simplemente para disfrutar su cuerpo.
Atender lo básico y dejar que surja lo colateral, determinará en gran
medida nuestro éxito.

Hay esposas que se preocupan tanto de lo espiritual que


descuidan lo físico y hay otras que se preocupan tanto de
lo físico que descuidan lo espiritual. Ambas cosas son
necesarias, no se repelen, se complementan, mas
debemos usarlo de la forma , perspectiva y orden
apropiado, como dijo el Maestro: “Es necesario hacer
esto, sin dejar de hacer aquello”.
Este orden es básico porque habrá momentos cuando lo físico ya no será
un factor crítico en la relación; si ella está fundamentada en lo emocional
y espiritual, perdurará cuando lo físico haya pasado a un segundo nivel.

El propósito de la imagen de Dios


Siendo hecho a “imagen de Dios”, Adám es el representante del Creador
en la tierra y su misión es evidente: transformar el mundo físico en un
santuario para la Divinidad, ejerciendo su autoridad y dominio sobre la
creación.

Con la mira de poder cumplir tan sagrada misión, Adam


debía mantener una relación apropiada con Dios. Esta
relación no se da de forma automática, sino
voluntariamente porque Adam no fue programado para
ello, sino capacitado éticamente, es decir, no es un
robot, es una persona.
Por tanto, Adam es responsable de buscar, cultivar y sacar el máximo
provecho de esa relación con la mira de cumplir su misión como
representante del Creador en la creación.

La Toráh nos enseña que cuando Dios encomienda, capacita.


Dios nunca nos pedirá algo sin darnos la autoridad y los medios para
hacerlo. En cuanto Adám, la autoridad fue dada en los siguientes
términos: “ Señorea (domina, ejerce control) en los peces del mar las
aves de los cielos y sobre el animal, sobre toda la tierra, sobre todo reptil
que se arrastre sobre la tierra” (Gén. 1:27ss).

De la misma manera nosotras, como esposas, tenemos


una encomienda y por tanto, debemos creer firmemente
que dentro de nosotras están escondidos todas las
habilidades y recursos necesarios para cumplirla.
Encontrar esas herramientas y usarlas apropiadamente será clave para
nuestro éxito.

Los peligros de la autoridad


¿Cuáles son los peligros de estar en autoridad? Uno de los riesgos es el de
ser arrogante y pensar que uno mismo es “dios” y que nadie nos puede
supervisar o cuestionar lo que hacemos.

Toda autoridad en la tierra es delegada, por tanto, como


dice la Escritura, sobre un alto, otro más alto supervisa
(Eclesiastés 5:8). Si no estamos dispuestos a ser
supervisados por autoridades “mas altas” que nosotros,
entramos en una zona roja de nuestro liderazgo.
Ser autónomo nos puede llevar al peligro de la “yolatría”, pensando que
somos “otro dios”, es decir, otra autoridad diferente y separada de la
única autoridad real que existe: nuestro Creador, bendito Sea.

La base misma de la idolatría es pensar erradamente, que existe otra


fuente de autoridad en la creación aparte del Creador.
Por tanto, cuando la Escritura dice que “no es bueno que
el hombre esté solo” lo hace dentro de este contexto, es
decir, ayudar al hombre a pensar en términos de
sujeción a la autoridad de Dios, no en términos de su
propia e independiente autoridad.
Sin una “ayuda idónea” el hombre podría caer en el pecado de la
idolatría, pensando que es una fuente de autoridad independiente de
Dios, que como Dios es único Arriba y no tiene igual, el hombre es único
abajo y no tiene igual…

Falso. Dios es Único arriba y Único abajo y Adam es solamente su


representante. Entonces con la mira de evitar esos graves errores, “no es
bueno que el hombre esté solo”.

En otras palabras, a fin de mantener al hombre en su


lugar y cumpliendo su misión, sin que se le suban “los
humos para la cabeza”, Dios creó a la mujer. Esta será
una de nuestras complejas responsabilidades: ayudar al
hombre que el Eterno nos ha dado, a vivir bajo autoridad
y a cumplir su misión en subordinación a Dios y Sus
reglas.
Nadie tiene mayor influencia en la espiritualidad del hombre, que su
esposa. Nadie conoce mejor al varón, que la mujer que Dios ha puesto a
su lado. Cómo hacerlo es clave para nuestro éxito porque si usamos las
herramientas equivocadas, el medio errado y el tiempo impreciso,
podemos dar al traste con nuestro trabajo y en vez de ser ayuda idónea,
nos transformamos (lo alenu) en un estorbo.

5. Igualdad y unicidad de la mujer.


Para que Eva funcione apropiadamente, tiene que ser, por un lado,
“semejante a Adám” y esto es lo que explica por qué comparte con Adam
aspectos fundamentales de su vida: física y espiritualmente compatibles
a tal punto que cualquier relación en esos dos niveles causa una gran y
profunda satisfacción.

Sin embargo, al mismo tiempo, Eva es diferente a Adám,


pues de otra manera no tendría nada que decirle. Eva
tiene que ofrecerle y trasmitir al hombre ciertas cosas
que él no tiene y Adám hace lo mismo. De esta manera,
aunque diferentes, se complementan. Y esa es
precisamente la idea de Dios: que no lo puedan lograr
solos para que se busquen, atraigan, cuiden, amen y
protejan mutuamente.
Por supuesto, esa atracción, amor y protección tienen que darse
legítimamente, pues de lo contrario se vuelve una relación animal, como
el resto de las criaturas terrestres; consecuentemente, esa búsqueda,
atracción, cuidado, amor y protección deben darse en el nivel apropiado
y siguiendo las reglas apropiadas. En términos prácticos: no lo puedes
hacer con cualquiera, solamente con tu esposo.

Por otro lado, Dios quiere que Adám aprenda a trabajar en equipo y sus
necesidades son las ofertas que la otra parte tiene precisamente. Adam
no podrá cumplir su misión solo, necesita de una ayudante idónea que le
ofrece lo que él no tiene, según vamos considerando.

Al mismo tiempo, sin Adám, Eva no tiene el espacio ni la ocasión de


realizarse a sí misma: ella fue diseñada para una misión que es imposible
de cumplir si no tiene a su lado su Adám.

Al momento que Eva se cree Adám y funciona como


Adam, pierde el rumbo y la razón de su existencia. Es al
lado de Adám que Eva funciona. Cada Eva tiene que
tener un Adám que le permita cumplir su rol en la
creación. Y cada Adám tiene que tener al lado una Eva
que le sirva de ayuda idónea. Ninguno se completa solo,
necesita del otro.
Esta interdependencia refleja la Sabiduría Divina, pues por un lado prevé
al hombre de pensar que puede perfeccionarse solo y por el otro, le
empuja a trabajar en equipo para cumplir su misión fundamental: elevar
lo material y hacerlo un santuario para la revelación de la Divinidad. Lo
mismo ocurre con la mujer.

Como podemos apreciar, esta relación no está exenta de


dificultades, desafíos y peligros y de no tener en cuenta
los reglas que cada uno debe observar, puede resultar en
una grave pérdida, como sucedió, precisamente, a la
primer pareja humana. Ambos transgredieron las reglas
y perdieron su relación íntima con el Creador.
Lo mismo puede sucedernos si no cuidamos lo que el Eterno nos ha dado
y si no tenemos clara la misión que cada uno realiza co-
dependientemente con su pareja. Con la mira de rescatar esas reglas y
abocarnos a tan magnífica tarea, estas clases han sido diseñadas para
nosotras.

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