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RECONCILIACIÓN
RECONCILIACIÓN
RECONCILIACIÓN
maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una cruel esclavitud. Pero nosotros
clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, que escuchó nuestra plegaria, volvió
su rostro hacia nuestra miseria, nuestros trabajos y nuestra opresión, nos sacó de
Egipto con mano poderosa y brazo fuerte en medio de gran terror, prodigios y
portentos, nos trajo hasta aquí y nos dio esta tierra que mana leche y miel".
Más analítico en medir la conducta que debe asumir el pecador para llegar a la
reconciliación, pero igualmente aseverativo de la primera actitud, es el profeta /
Ezequiel: "Si el delincuente se convierte de todos los delitos que ha cometido,
observa todos mis preceptos y practica la justicia y el derecho, no morirá...; debido
a la justicia que ha practicado, vivirá. ¿Es que yo me complazco en la muerte del
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que el hombre inicia, pero no sin una acción divina, y que sólo Dios lleva a
cumplimiento; una obra en la cual Dios actúa con el hombre desde el principio al
fin: "Pondré mi ley en su interior, la escribiré en su corazón, y yo seré su Dios y
ellos serán mi pueblo" (Jer 31,33).
Las figuras de los dos grupos hacen resaltar la necesidad de la respuesta, pero
también la naturaleza de los llamados que responden a la invitación a la
reconciliación: unos están al margen de la sociedad religiosa y social. Según el
juicio usual y tradicional, saben que no tienen nada que esperar de los hombres, y
de Dios no se atreven a esperar nada; son realmente siervos inútiles (Lc 17,10).
Se encuentran en condiciones de conocer su poquedad y tienen aquella apertura
de mente que corresponde al obrar de Dios. Los dos estados de ánimo
emblemáticos son descritos esculturalmente en la parábola del fariseo y del
publicano (Lc 18,9-14), en la prontitud de los apóstoles en secundar la llamada de
Jesús y en la negativa del joven rico, que "se fue muy triste porque tenía muchos
bienes" (Mc 10,17-22). En la reconciliación, Dios se dirige a cada uno de modo
diverso, pero todos se encuentran situados ante el mismo problema.
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Al unísono con el pensamiento de san Pablo, afirma un antiguo texto cristiano: "El
fin consiste en conocer a aquel que está oculto. Y éste es el Padre, del cual
proviene el principio y al cual volverán todos los que de él provienen" (Evangelio
de la verdad 38, lss; cf 1Cor 15,24-28).