Nosotros, sobre todo en la actualidad, hemos desvirtualizado de
tal forma lo que es el amor, que lo confundimos y llamamos amor a cualquier otra realidad que está alejada de lo que es verdaderamente amor.
PRIMERO, EL AMOR NO ES UN DESEO: el deseo responde a mis
gustos y a mi placer, algo que yo deseo es algo material, algo que anhelo poseer y hago hasta lo imposible por adquirirlo. El deseo me empuja a satisfacer mis gustos cueste lo que cueste; hoy deseo, mañana no; hoy quiero esto, mañana aquello; yo deseo algo y otra persona puede desear otra realidad diferente. El amor, por tanto, no es ni puede ser jamás un deseo. SEGUNDO, EL AMOR NO ES UN APEGO: casi siempre pensamos que el amor es tener a alguien, algo o muchas posesiones. Creemos que amar es tener una o muchas seguridades en que apoyarnos y por tanto le ponemos todas las fuerzas, toda la fe, toda la esperanza y respiramos tanto apego hacia algo o a alguien, que, si ese algo o alguien se van o no están, sentimos que ha llegado nuestra derrota y nuestro final. El amor, demostrado por Cristo en la cruz, no es ni podrá ser nunca un apego.
Y TERCERO, EL AMOR NO ES UN SENTIMIENTO: los
sentimientos son realidades que corresponden accidentalmente al ser humano y como accidentes, están o no están, son variables, un día si otro día no. A veces odiamos, a veces no; a veces queremos, a veces no; ayer teníamos pereza, hoy tenemos ánimo; hoy intentamos, dentro de dos días no intentamos; y así sucesivamente vemos que los sentimientos son variables, inconstantes e imperfectos. El amor que brota del corazón herido por la lanza en la cruz y que hoy nos exhorta a hacer realidad en nuestra vida, no es ni debe ser jamás un sentimiento.
¿ENTONCES QUE ES EL AMOR SEGÚN DIOS? ¿Si el amor no es
un deseo, ni un apego, ni mucho menos un sentimiento, entonces qué es? El amor según Dios, es Dios mismo, es su ser, es todo lo que Él es en todo. El amor de Dios, por tanto, no es un deseo, no es un apego, no es un sentimiento; el amor de Dios es un estilo de vida, es una civilización, la civilización del amor que comenzó hace miles de millones de eternidades y que se hizo concreto en el árbol de la cruz. El amor de Dios no es una opción que escogemos o no, sino la vida misma de Dios que debemos asumir en nuestro camino; ese amor no tiene límites, no espera nada a cambio, no exige, es paciente, todo lo mueve, todo lo penetra, todo lo alcanza, todo lo cura, todo lo envuelve hasta nuestros pecados, transformando nuestra miseria en la obra perfecta, en la vasija de barro auténtica porque ha sido moldeada por el ser de Dios que es amor. El quehacer de Dios es sólo amor y nos ama con toda su mente, con todas sus fuerzas, con toda su alma, con todo su corazón; y esa debe ser nuestra actitud: corresponder a ese amor de Dios como Él lo hace, con toda nuestra mente, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas, sin miseria, sin poquitos, sin reservas, sino con todo, con todas las fuerzas del corazón. El amor entonces, es el estilo de vida semejante al estilo de vida de jesus, al que todos los llamados por Él, estamos exhortados a hacer realidad en nuestra existencia humana. El amor, es la civilización de Dios en medio de nosotros y cada uno debe hacer realidad en la vida del mundo.
(Alexander Muñoz P.)
A ALGUNOS QUIZÁ LE PAREZCA QUE ESA VIDA QUE NOS MUESTRA LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES ES DEMASIADO IDEALISTA. PERO EN REALIDAD ESE ESTILO DE LA PRIMITIVA IGLESIA HA SIDO UN REFERENTE DE MUCHAS PERSONAS, DE MUCHOS GRUPOS Y DE MUCHAS FAMILIAS QUE BUSCAN LA UNIDAD COMPARTIÉNDOLO TODO. ¡ÁNIMO, PODREMOS LOGRARLO!