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El ser humano ha utilizado la biotecnología desde hace miles de años.

Esta se
remonta a tiempos ancestrales, empezando por el periodo neolítico, en donde
aparece la agricultura y la ganadería, y se comienzan a desarrollar métodos para
la elaboración de ciertos alimentos y bebidas que usaban la fermentación, a partir
de la levadura, como base para la transformación de ciertos insumos y alimentos,
como son la cerveza, el pan, el vino, entre otros. Posteriormente, varios siglos más
tarde se obtuvieron diversos avances de gran importancia para la ciencia. El
descubrimiento por parte de científicos como Pasteur y Buchner, en la
identificación y el uso de microorganismos, como las bacterias en procesos de
fermentación y las enzimas (catalizadores biológicos), las cuales se extraían de
las levaduras y que tenían la capacidad de convertir azucares en alcohol, dieron
un gran impulso al desarrollo de aplicaciones a nivel industrial y químico. Un
ejemplo de esta fermentación es la chicha de maíz, que es una bebida alcohólica
proveniente de nuestros indígenas, en donde existía la costumbre de prepararla a
base maíz masticado por las abuelas de la comunidad, y que después de
masticado lo echaban en una olla de barro; esto se fermentaba con la saliva de
todas y se preparaba una bebida que debía ser consumida por todas las personas
presentes. ¿Y por qué razón se utilizaba la saliva para fermentar el maíz? La
respuesta es muy simple, la saliva humana contiene una enzima principal llamada
α-amilasa salival o también llamada tialina, la cual tiene la función de digerir el
glucógeno y el almidón (presente en el maíz) para formar azúcares simples. De
esta manera, los indígenas conseguían fermentar el maíz y preparar esta bebida.
Posterior a esto, se comienza a experimentar con los microorganismos a base de
mutaciones y posteriores selecciones, es decir, se alteraba aleatoriamente y se
manipulaba de forma dirigida el material genético de un organismo para generar
algo de interés; esto por parte de científicos como Mendel con las leyes de la
herencia. Es así como entonces se empiezan a sintetizar, a nivel industrial, los
primeros antibióticos, gracias también a científicos como Fleming con el
descubrimiento de la penicilina, dando las bases para la producción en gran
escala de antibióticos, útiles en escenarios como la Primera y Segunda Guerra
Mundial. Luego, surge aproximadamente en los años 70, de la mano de la
ingeniería genética, el descubrimiento del ADN (ácido desoxirribonucleico) y las
técnicas de ADN recombinante, en donde se puede escoger el gen de un
organismo de interés e introducirlo en otro ser vivo.

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