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Cartas a quien pretende enseñar

Tercera carta: “Vine a hacer el curso de magisterio porque no tuve otra posibilidad”
Informe de lectura
Ely Izquierdo

En su libro “Cartas a quien pretende enseñar”, Paulo Freire aborda la desprofesionalización


y desvalorización que la labor docente había experimentado hasta la fecha en Brasil. A este
respecto, es preciso resaltar que el título original del libro es “Maestra sí, tía no”, haciendo
alusión a la costumbre de los niños en Brasil de llamar “tía” a la maestra. De esta forma,
Freire sostiene que este apelativo contribuye a deslegitimar el papel docente en la medida
en que la tía es incondicional, sufrida e incapaz de protestar, a la vez que satisface la quizá
inadvertida necesidad de valorización que el profesor tiene respecto a los estudiantes,
padres y comunidad.

Ahora bien, el autor recalca en la tercera carta que, dada la importancia de la práctica
educativa, es inadmisible que esta sea llevada a cabo porque no se tuvo otra posibilidad o
sea vista como un paso temporal mientras se espera otra opción. Los docentes juegan un
papel importante en la formación de los estudiantes, pudiendo contribuir en este proceso
mediante la responsabilidad, preparación científica, gusto por la enseñanza, seriedad y
lucha contra las injusticias, o perjudicarles mediante la incompetencia, mala preparación e
irresponsabilidad. Aunque la condición del docente no necesariamente determina el destino
del estudiante, Freire recuerda que se debe asumir con honradez y rigurosidad la tarea
docente. Por otra parte, recordando la reducción que se hace de la maestra a tía, Freire
insiste en que se debe inculcar en el docente la convicción de la dignidad y la importancia
de la docencia, solo mediante la cual se puede adelantar la lucha contra la desigualdad
salarial y la falta de respeto a la profesión. De esta forma, se evidencia que quien no tuvo
más opción tampoco tendrá, muy posiblemente, la motivación para luchar por los derechos
docentes de ser competentes y retribuidos conforme la importancia social y política de su
labor. Asimismo, el autor insiste en la lucha por la defensa de la relevancia de la labor
docente, de manera que la sociedad misma también lo reconozca, pues esta parece
desconocerlo al no solo no brindar apoyo, sino que además se molesta y opone cuando los
docentes se expresan mediante huelgas.

Adicionalmente, se requiere que tanto los maestros como la sociedad en general tenga
sabiduría política, eligiendo concienzudamente a los gobernantes, haciendo un seguimiento
a estos, exigiendo el cumplimiento de sus promesas y evaluándolos críticamente, pues,
como menciona el autor, los problemas relacionados con la educación no son solamente
pedagógicos, sino también políticos y éticos. Así, la corrupción, los desfalcos, la injusta
distribución del presupuesto nacional s convierten en verdaderos enemigos de una
educación de calidad. Finalmente, se recalca la idea principal de que, frente a la
desvalorización de la docencia, es imperativo que el magisterio sea tratado con dignidad, de
manera que la sociedad pueda exigirles resultados y ellos estén en capacidad de darlos.

Habrá quienes consideren que enfocarse en el término tía como una desvalorización de la
profesión resulta exagerado e incluso, conforme al prólogo del libro, a muchos docentes en
Brasil les gustaba ser llamados de esa forma. A ese respecto, considero que la postura de
Freire, si bien un tanto minuciosa, es consecuente con la realidad. Sin embargo, no
dejándose desviar por centrarse en lo particular, tíos o no, los docentes llevan a cabo una
labor de mucha importancia y de escaso reconocimiento. Si bien Freire se estaba refiriendo
a la situación en Brasil, me atrevo a decir que, en cierta medida, retrató la realidad de la
docencia colombiana y de otros países latinoamericanos.

En Colombia, a lo largo del tiempo se ha llevado a cabo una lucha por la reivindicación de
la docencia y la educación en general, abarcando temas como la nivelación salarial,
inversión en la educación y capacitación docente. Sin embargo, los docentes no solo deben
librar una lucha política, sino además por la imagen pública, pues es común que los padres
de familia y la comunidad en general se opongan a las manifestaciones que realizan los
profesores en la defensa de sus derechos y también de los estudiantes, en la medida en que
una mayor inversión en la educación redunda también en su beneficio. Así las cosas,
cuestiones como cómo lograr reconocimiento por parte del gobierno si la sociedad se
opone, y cómo obtener apoyo de la sociedad cuando esta no reconoce su valor, retratan los
retos que enfrenta la docencia.

A mi parecer, la tercera carta de Freire se centra en el docente por obvias razones, sin
embargo, no se puede dejar de lado que la educación, en todos sus componentes, requiere
atención. A partir de las experiencias de mi madre, mis hermanas y sus colegas, quienes son
docentes en escuelas públicas, puedo asegurar que, en Colombia, la educación supone un
esfuerzo mayor al que las personas podrían pensar. Por ejemplo, en áreas rurales y de difícil
acceso, profesores y estudiantes deben recorrer largos periodos de tiempo a través de
caminos en mal estado y atender clases en condiciones muchas veces precarias. Asimismo,
existen casos en que las clases son interrumpidas y los docentes son amenazados por grupos
criminales, poniendo en riesgo su vida. Ante esta situación, no se cuestiona si vale la pena
hacer tales esfuerzos, pues la respuesta es obvia. La cuestión es si se justifica que se
presenten tales circunstancias. Es evidente que, desde la esfera política, se deben tomar
medidas que permitan el adecuado desarrollo del sector educativo, desde el reconocimiento
de la labor docente, la inversión en infraestructura y recursos, fortalecimiento de la
formación docente, entre otros aspectos.

En lo que respecta a la cuestión que da título a la tercera carta, es innegable que hoy día
existe más de un docente obligado, lo cual no solo incide directamente en la calidad de la
educación que reciben los estudiantes, sino que además agudiza el mencionado desmérito
que la sociedad hace de los educadores. Asimismo, al no tener una verdadera vocación
educativa, se vuelven conformistas, no asumiendo su crecimiento profesional y siendo
incapaces de sumarse a la lucha descrita en el presente documento. A pesar de esto, es
posible y necesario que, a través del reconocimiento docente, los profesores obligados
respondan a su compromiso y, a futuro, solo existan profesores afortunados de haber
escogido el curso de magisterio. Por otra parte, cabe decir que la preparación académica sin
vocación docente se queda corta, a la vez que la pasión no es suficiente para educar. La
docencia es una tarea placentera y que a la vez exige seriedad, preparación científica, física,
emocional y afectiva.
Finalmente, a partir de lo planteado por Freire en su tercera carta, el reconocimiento
docente es un importante eslabón en el trayecto hacia una educación pública, eficaz,
democrática y eficiente, con docentes adecuadamente retribuidos, capacitados y en
permanente instrucción.

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