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1
cuando
entran
en
la
arena
política.
A
menudo
son
las
señales
simbólicas
que
emanan
de
una
política
que
tienden
a
ser
más
atractivas
que
los
hechos
de
política
(Edelman,
1990).
La
decisión
sobre
una
política
como,
por
ejemplo,
la
Ley
Patriota,
tiende
a
estructurarse
no
por
un
análisis
objetivo
de
su
impacto
esperado
en
un
determinado
conjunto
de
problemas,
sino
por
la
carga
simbólica
y
emocional
de
lo
que
significa
ser
un
patriota
en
un
tiempo
de
grave
amenaza
a
la
seguridad
nacional.
Estas
dimensiones
simbólicas
y
emocionales
son,
según
la
perspectiva
del
diseño
de
la
política,
altamente
reveladoras
acerca
de
los
verdaderos
propósitos
de
la
política
pública,
que
pueden
estar
a
cierta
distancia
de
los
objetivos
expresados
en
la
política.
De
hecho,
los
expertos
en
diseño
de
políticas
argumentan
que
los
valores
incorporados
en
el
diseño
reflejan
lo
que
es
la
lucha
política.
Por
ejemplo,
los
modelos
de
participación
política
de
los
actores
racionales
indican
que
los
ciudadanos
se
involucran
en
la
política
para
expresar
sus
preferencias
políticas
y,
por
lo
tanto,
votarán
por
aquellos
funcionarios
con
preferencias
políticas
diferentes
a
las
suyas.
El
campo
del
diseño
de
políticas
invierte
este
argumento
en
su
cabeza.
Los
valores
están
integrados
en
el
diseño
de
las
políticas,
y
los
funcionarios
electos
y
los
responsables
políticos
usan
estos
valores
para
asegurar
o
mantener
el
poder
político.
Los
ciudadanos,
a
su
vez,
tienden
a
ser
más
sensibles
a
los
argumentos
basados
en
valores
que
los
argumentos
que
destacan
los
costos
y
beneficios
de
un
programa
de
políticas
en
particular.
La
capacidad
de
los
funcionarios
electos
para
usar
valores
y
símbolos
a
su
favor
al
elaborar
políticas
públicas
ha
atraído
a
numerosos
estudiosos
al
estudio
del
diseño
de
políticas.
Algunos
están
interesados
en
explicar
las
disparidades
políticas,
sociales
y
económicas
y
ven
que
la
estructura
subyacente
de
la
formulación
de
políticas
contribuye
a
estas
desigualdades.
Otros
están
interesados
en
tratar
de
aportar
ciertos
valores
(igualitarismo,
diversidad,
participación)
al
proceso
de
formulación
de
políticas.
Aún
otros
están
interesados
en
explorar
el
conflicto
entre
los
valores
que
ven
en
los
métodos
y
teorías
de
las
ciencias
sociales
y
los
valores
democráticos
que
ellos
creen
deben
ser
centrales
en
la
política
pública.
¿Lo
qué
vincula
todo
esto
es
una
cuestión
central
de
investigación:
cuáles
valores
promueven
las
políticas
públicas?
Aquí
se
explorarán
sus
contribuciones,
así
como
los
valores
inherentes
al
diseño
de
políticas
y
cómo
se
cree
que
esos
valores
afectan
a
los
objetivos
de
las
políticas
públicas.
Objetivo
del
diseño
de
la
política?
El
diseño
de
la
política
se
refiere
al
contenido
de
la
política
pública.
Empíricamente,
el
contenido
de
la
política
pública
incluye
las
siguientes
características
observables:
población
objetivo
(los
ciudadanos
que
reciben
los
beneficios
o
soportan
los
costos
de
la
política),
los
valores
que
se
distribuyen
por
la
política,
las
reglas
que
gobiernan
o
limitan
la
acción,
(La
justificación
de
la
política)
y
los
supuestos
que
vinculan
lógicamente
todos
estos
elementos
(A.
Schneider
e
Ingram
1997,
2).
Aunque
observable,
el
contenido
de
la
política
pública
no
es
visto
objetivamente
por
los
ciudadanos
y
los
formuladores
de
políticas,
ni
se
basa
en
consideraciones
racionales.
En
cambio,
el
proceso
de
reunir
el
contenido
de
la
política
se
basa
en
interpretaciones
2
altamente
subjetivas:
interpretaciones
de
quién
merece
justamente
los
costos
o
beneficios
de
una
política,
qué
valores
deben
ser
respaldados
por
los
poderes
coercitivos
del
Estado
y
quién
(o
qué)
debería
tener
su
libertad
de
acción
promovida
o
restringida
para
mantener
esos
valores.
Lo
común
para
el
grupo
de
académicos
que
adoptan
este
marco
es
la
noción
de
que
las
interpretaciones
cargadas
de
valor
son
inherentes
al
proceso
de
políticas
porque
el
lenguaje
se
utiliza
como
un
medio
para
justificar
y
racionalizar
las
acciones
o
los
resultados.
En
Construyendo
el
Espectáculo
Político
(1990),
Murray
Edelman
afirmó
que
no
hay
una
manera
de
ver
la
política.
Nada
en
el
mundo
político
es
objetivo.
Todos
los
hechos
son
subjetivos.
El
"espectáculo
político"
de
Edelman
es
sugestivo
de
un
proceso
político
sumamente
subjetivo
y
altamente
manipulador.
En
lugar
de
un
diseño
de
políticas
que
refleja
las
necesidades
de
la
sociedad,
Edelman
presentó
un
mundo
político
en
el
que
la
acción
gubernamental
no
se
basa
en
una
respuesta
racional
a
los
problemas
sociales.
Más
bien,
los
símbolos
y
el
lenguaje
se
usan
para
perpetuar
el
estatus
político
y
la
ideología.
Como
escribió
Edelman,
el
lenguaje
es
un
medio
de
evocar
"interpretaciones
favorables"
(1990,
103).
¿Qué
significa
esto
para
el
estudio
del
diseño
de
políticas?
Según
Edelman,
las
medidas
adoptadas
por
el
gobierno
se
basan
en
alternativas
y
explicaciones
que
promueven
medidas
favorables
pero
que
mantienen
los
problemas
no
resueltos.
La
construcción
del
espectáculo
político
pretende
proteger
intereses
inmediatos
en
un
mundo
impredecible.
Al
definir
los
problemas
de
acuerdo
con
las
soluciones
que
sirven
a
sí
mismos,
los
diseñadores
de
políticas
preservan
el
status
quo.
Edelman
asumió
por
primera
vez
el
tema
de
la
naturaleza
intersubjetiva
de
la
política
en
su
libro
de
1964.
Los
usos
simbólicos
de
la
política,
es
aquí
donde
Edelman
escribió
por
primera
vez
sobre
la
forma
deliberada
como
los
políticos
utilizan
símbolos
y
narrativas
para
elaborar
políticas
públicas.
Desde
entonces,
otros
estudiosos
también
han
señalado
la
capacidad
de
los
responsables
políticos
para
manipular
el
proceso
de
políticas.
Lo
más
notable
de
esta
investigación
es
el
trabajo
de
Frank
Fischer.
En
Política,
Valores
y
Políticas
Públicas
(1980),
Fischer
argumentó
que
los
valores
están
incorporados
en
el
proceso
de
políticas
y
que
los
diseñadores
de
políticas
apelan
a
ciertos
valores
al
diseñar
políticas
públicas.
Las
decisiones
sobre
la
definición
del
problema,
la
selección
alternativa
y
la
evaluación
de
la
política
se
basan
en
el
uso
deliberado
de
los
valores
y
la
interpretación
subjetiva
de
esos
valores.
Para
Fischer,
el
proceso
de
evaluación
de
políticas
se
describe
mejor
como
uno
de
"evaluación
política"
(1980,
71).
Los
responsables
de
la
formulación
de
políticas
construyen
realidades
que
minimizan
los
costos
políticos
y
maximizan
los
beneficios
políticos.
Edelman
y
Fischer
han
pintado
una
imagen
muy
matizada
y
caótica
de
cómo
se
agrupa
el
contenido
de
la
política
pública,
en
la
que
los
debates
entre
los
políticos
sobre
quién
debe
recibir
los
beneficios
de
la
política
se
basan
en
argumentos
subjetivos
y
no
racionales.
Esto
encaja
bien
con
el
trabajo
de
Frank
Fischer
y
John
Forester
(1993)
sobre
el
giro
"argumentativo"
en
el
análisis
de
políticas.
Al
igual
que
el
trabajo
de
Edelman
sobre
la
intersubjetividad
de
la
formulación
de
políticas
públicas,
Fischer
y
Forester
argumentaron
que
el
lenguaje
configura
la
realidad.
La
política
se
basa
en
3
argumentos
sobre
quién
obtiene
qué,
cuándo
y
cómo.
Fischer
y
Forester
escribieron
que
estos
argumentos
pasan
al
proceso
de
políticas
y
afectan
la
forma
como
los
responsables
de
la
formulación
de
políticas
definen
un
problema
y
seleccionan
soluciones
a
los
problemas.
Los
diseñadores
de
políticas
y
analistas
usan
el
lenguaje
para
diseñar
una
realidad
que
encaje
con
su
diseño
de
políticas
en
lugar
de
diseñar
políticas
que
se
adapten
a
la
realidad.
Al
igual
que
Edelman,
estos
autores
argumentaron
que
la
definición
del
problema
está
sujeta
a
enmarcar
y
el
uso
deliberado
de
narrativas,
símbolos
e
historias
para
conformar
la
realidad
(ver
también
Hajer
and
Laws
2006).
Los
encargados
de
formular
políticas
tienden
a
hacer
evaluaciones
"políticas"
en
lugar
de
racionales
u
objetivas
de
las
políticas
públicas
(Fischer
1980).
Es
decir,
abordan
el
contenido
de
la
política
pública
desde
la
perspectiva
cargada
de
valores,
desde
una
noción
de
lo
que
debería
ser
el
mundo,
y
no
desde
una
noción
objetiva
de
un
problema
social
y
un
análisis
sistemático
de
sus
posibles
soluciones
políticas.
Al
igual
que
Fischer
y
Forester,
Charles
Anderson
(1979)
argumentó
que
la
evaluación
de
políticas
es
altamente
subjetiva
y
altamente
normativa,
y
que
el
lenguaje
es
la
clave
para
entender
el
proceso
de
políticas.
Al
escribir
casi
al
mismo
tiempo
que
Fischer,
Anderson
argumentó
que
"el
análisis
de
políticas
tiene
menos
que
ver
con
la
resolución
de
problemas
que
con
el
proceso
de
argumentación"
(1980,
712).
Esto
resuena
con
la
descripción
de
Fischer
de
"evaluación
política",
así
como
la
noción
de
Fischer
y
Forester
(1993)
de
la
naturaleza
argumentativa
del
análisis
de
políticas
públicas.
Para
Edelman,
Fischer,
Forester
y
Anderson,
el
proceso
de
políticas
claramente
no
es
racional.
El
diseño
de
políticas
es
un
ejercicio
instrumental
y
de
costo-‐beneficio,
pero
se
basa
en
el
uso
deliberado
de
valores
y
símbolos
para
lograr
un
resultado
particular.
En
otras
palabras,
los
resultados
de
las
políticas
se
juzgan
en
un
contexto
relativo.
No
hay
una
manera
objetiva
de
ver
el
diseño
de
la
política.
Esto
tiene
serias
implicaciones
prácticas
en
términos
de
juzgar
si
una
política
es
efectiva.
Si
Edelman
es
correcto,
y
toda
la
realidad
se
construye,
que
nada
es
"verificable
o
falseable"
(1990,
111),
entonces
¿cómo
sabemos
qué
políticas
mantener
y
qué
políticas
descartar?
¿Qué
significan
los
argumentos
de
Edelman,
Fischer
&
Forester
y
Anderson
para
la
evaluación
de
políticas?
Si
los
políticos
formulan
opiniones
políticas
o
normativas
en
lugar
de
juicios
racionales
sobre
políticas
públicas,
¿cómo
evaluamos
efectivamente
las
políticas
públicas?
O,
más
simplemente,
¿cómo
sabemos
si
una
política
es
"buena"
o
"mala"?
La
semejanza
subyacente
entre
todos
los
estudiosos
antes
mencionados
es
su
resolución
sobre
alejarse
de
los
estrictos
análisis
empíricos
de
las
políticas
públicas.
En
cambio,
los
analistas
de
políticas
deberían
adoptar
enfoques
teóricos
que
van
desde
el
post-‐positivismo
hasta
la
teoría
crítica,
el
de-‐construccionismo
y
la
hermenéutica.
Edelman
(1990)
ofreció
una
prescripción
para
el
futuro
que
requiere
una
"conciencia"
y
una
comprensión
de
las
perspectivas
conflictivas
en
el
proceso
de
toma
de
decisiones
(130).
Tal
conciencia
requiere
un
enfoque
en
lo
que
sirve
a
un
individuo
y
un
interés
a
largo
plazo
de
la
comunidad,
así
como
una
necesidad
de
reconocer
que
la
realidad
se
construye
a
través
de
"arte,
ciencia
y
cultura"
(Edelman
4
1990,
130).
Como
observó
Fischer,
los
responsables
políticos
toman
decisiones
políticas
sobre
si
una
política
es
buena
o
mala.
Para
entender
la
naturaleza
política
de
tales
decisiones,
Fischer
abogó
por
una
metodología
que
se
extienda
más
allá
de
los
tradicionales
costos
/
beneficios
o
análisis
racionales.
En
cambio,
los
estudiosos
de
políticas
deben
emplear
un
enfoque
"multimetodológico"
(Fischer
1980,
11).
Los
análisis
de
costo-‐beneficio
suponen
que
el
diseño
de
políticas
se
puede
ver
a
través
de
un
solo
objetivo.
Para
estudiar
con
precisión
el
diseño
de
las
políticas,
se
requiere
una
metodología
que
abarque
múltiples
perspectivas.
Para
Fischer,
el
enfoque
multimetodológico,
un
enfoque
que
explica
la
intersubjetividad
y
el
uso
deliberado
de
símbolos
y
lenguaje,
es
el
medio
más
completo
y
realista
para
analizar
las
políticas
públicas.
El
modelo
argumentativo
de
Fischer
&
Forester
(1993)
descansa
en
supuestos
similares.
La
única
manera
de
captar
las
realidades
construidas
del
proceso
de
políticas
es
a
través
de
metodologías
que
explican
la
intersubjetividad.
Al
igual
que
Edelman
y
Fischer,
Anderson
argumentó
que
la
evaluación
de
políticas
se
entiende
mejor
a
través
de
un
marco
intersubjetivo
o
dialéctico.
Si
una
política
se
juzga
como
buena
o
mala
depende
de
la
opinión
de
la
persona
responsable
de
formular
políticas.
Los
formuladores
de
políticas
vienen
de
diversos
orígenes,
y
esa
formación
afecta
en
última
instancia
si
una
condición
en
la
sociedad
se
ve
como
un
problema
que
requiere
acción
o
simplemente
una
condición.
Mientras
que
un
economista
podría
describir
una
política
particular
como
exitosa
o
eficiente,
un
analista
capacitado
en
sociología
podría
considerarla
como
injusta
o
perjudicial
para
la
estructura
de
una
comunidad
(C
Anderson,
1979,
p.
714).
Para
evitar
este
dilema,
Anderson
abogó
por
una
noción
más
amplia
de
racionalidad
política
similar
a
la
de
Fischer.
De
esta
nueva
concepción
de
la
racionalidad,
Anderson
escribió
que
«la
formulación
de
políticas
se
entiende
como
un
proceso
de
deliberación
razonada,
argumento
y
crítica
más
que
cálculo
pragmático»
(1979,
722).
En
resumen,
debido
a
que
el
proceso
de
políticas
está
inundado
de
valores,
la
metodología
requerida
para
estudiar
el
proceso
de
políticas
debe
dar
cuenta
de
tal
intersubjetividad.
"¿Cuáles
son
sus
valores?".
Para
Edelman,
Fischer
y
otros,
esta
es
la
cuestión
crítica,
tanto
en
términos
de
cuáles
valores
están
siendo
apoyados
o
distribuidos
por
la
política
y
cuáles
valores
están
siendo
utilizados
para
juzgar
el
éxito
relativo
o
el
valor
de
la
política
pública.
Los
valores
permean
el
proceso
de
la
política,
y
qué
valores
son
importantes
variará
según
cada
observador.
La
realidad
es
construida
por
cada
observador
(Edelman
1990,
101).
Para
algunos,
la
distribución
de
beneficios
para
las
familias
de
bajos
ingresos
puede
percibirse
como
una
perpetuación
de
hábitos
de
vida
de
mala
calidad;
Para
otros
tales
beneficios
son
vistos
como
una
medida
correctiva
para
las
instituciones
mal
diseñadas.
Como
escribió
Edelman
(1990),
"la
razón
y
la
racionalización
están
entrelazadas"
(105).
Dicho
de
otra
manera,
"el
lenguaje
político
es
la
realidad
política"
(Edelman
1990,
104).
Para
resumir,
estos
primeros
estudiosos
del
diseño
de
políticas
simplemente
señalaron
lo
que
es
más
obvio
para
cualquier
diseñador
de
políticas:
el
diseño
de
políticas
es
un
proceso
desordenado,
político
y
cargado
de
valor.
5
La
"paradoja"
del
diseño
de
políticas
Edelman,
Fischer
y
Anderson
han
proporcionado
una
plataforma
conceptual
básica
para
estudiar
el
diseño
de
políticas.
Los
supuestos
clave
de
este
marco
son
que
el
diseño
de
políticas
se
basa
en
significados
intersubjetivos
y
el
uso
de
señales
simbólicas,
que
el
contenido
de
la
política
pública
está
diseñado
para
encajar
dentro
de
las
realidades
construidas
de
las
autoridades
y
que
el
contenido
de
la
política
será
visto
de
manera
diferente
por
diferentes
grupos
sociales.
Este
marco,
como
ya
se
ha
aludido
en
la
discusión
sobre
el
análisis
y
la
evaluación
de
políticas,
no
está
bien
adaptado
a
las
metodologías
racionalistas
tradicionales.
De
hecho,
algunos
eruditos
como
Deborah
Stone
(2002)
han
sostenido
que
la
evaluación
racional
del
diseño
de
políticas
y
el
proceso
de
políticas
no
es
posible.
Para
Stone,
la
"paradoja
de
la
política"
representa
la
naturaleza
ambigua
del
proceso
político.
Nada
en
el
proceso
de
políticas
es
claro;
Todas
las
políticas
presentan
una
"espada
de
doble
filo"
(Stone
2002,
169).
Los
enfoques
racionales
y
basados
en
el
mercado
para
la
formulación
de
políticas
son
insuficientes
e
inexactos
porque
tratan
el
proceso
de
formulación
de
políticas
como
una
"línea
de
montaje"
(Stone
2002,
10).
Descontando
el
modelo
racional
de
toma
de
decisiones
como
demasiado
estrecho,
Stone
argumentó
que
la
toma
de
decisiones
de
políticas
está
representada
con
mayor
precisión
por
un
modelo
basado
en
la
razón
política.
El
marco
de
Stone
se
basa
en
dos
premisas:
1)
que
los
marcos
económicos
enraizados
en
la
teoría
de
la
elección
racional
(el
fundamento
de
los
métodos
de
análisis
y
evaluación
como
el
análisis
costo-‐
beneficio)
son
inadecuados
para
evaluar
las
políticas
públicas;
y
2)
que
la
sociedad
debe
verse
a
través
de
la
lente
de
una
"polis"
y
no
del
mercado.
Para
Stone,
la
formulación
de
políticas
se
define
como
"la
lucha
por
las
ideas"
(2002,
11).
El
proceso
político
se
caracteriza
por
una
combinación
de
decisiones
racionales
basadas
en
cálculos
científicos
y
objetivos
políticos
derivados
de
la
interacción
social
y
la
"vida
comunitaria"
(Stone
2002,
10).
La
polis,
o
comunidad
política,
permite
ambas
perspectivas
al
evaluar
la
política.
En
este
sentido,
el
argumento
de
Stone
es
similar
al
trabajo
de
Edelman
y
Fischer.
El
diseño
de
políticas
debe
ser
visto
a
través
de
múltiples
perspectivas;
no
hay
una
manera
racional
o
objetiva
de
evaluar
las
políticas
públicas.
Para
Stone,
el
proceso
de
la
política
es
irracional
tanto
en
la
etapa
de
la
agenda
como
en
la
toma
de
decisiones.
Como
han
señalado
otros
estudiosos,
el
modo
en
que
se
define
un
problema
afecta
si
la
política
recibe
una
reacción
favorable
de
funcionarios
electos
y
ciudadanos
(Baumgartner
y
Jones,
1993;
Kingdon,
1995).
Para
Stone
y
Fischer,
el
uso
de
símbolos,
imágenes
y
narraciones
afecta
más
fuertemente
a
la
etapa
de
definición
de
problemas
del
proceso
de
políticas.
De
hecho,
Stone
(2002,
133)
escribió
que
la
definición
del
problema
es
"la
representación
estratégica
de
las
situaciones".
Cuando
un
legislador
usa
la
imagen
de
una
"reina
del
bienestar"
para
hablar
de
equidad
en
la
distribución
de
beneficios
sociales,
claramente
está
presionando
para
un
bienestar
con
beneficios
más
estrictos.
Sin
embargo,
cuando
un
diseñador
de
políticas
utiliza
imágenes
de
familias
con
niños
pequeños
en
refugios
6
para
personas
sin
hogar,
está
tratando
de
cambiar
el
debate
de
uno
basado
en
la
distribución
equitativa
de
los
beneficios
a
otro
basado
en
la
compasión
y
la
lealtad.
En
la
etapa
de
toma
de
decisiones,
el
proceso
de
la
política
no
es
racional
porque
las
alternativas
no
se
consideran
equitativamente.
Los
diseñadores
de
políticas
tienden
a
utilizar
el
lenguaje
político
y
objetivo
ambiguos,
que
no
permite
comparaciones
racionales
de
costo-‐beneficio.
Los
problemas
políticos
tienden
a
ser
escritos
como
narrativas,
y
los
números
se
usan
selectivamente
para
apoyar
el
argumento.
Por
ejemplo,
Stone
escribió
sobre
el
uso
de
metáforas,
como
la
"guerra
contra
la
pobreza"
o
la
"guerra
contra
las
drogas",
como
herramientas
políticas
deliberadamente
diseñadas
para
obtener
apoyo
para
ciertas
políticas
(2002,
154).
De
manera
similar,
Stone
señaló
que
los
formuladores
de
políticas
usan
a
menudo
una
figura
como
la
"reina
del
bienestar"
para
presionar
por
restricciones
más
estrictas
en
la
distribución
de
los
beneficios
de
bienestar
social
(2002,
146).1
7
biblioteca
buscar
reducir
el
tiempo
necesario
para
localizar
los
materiales?
¿Debe
centrarse
la
biblioteca
en
las
metas
percibidas
por
el
personal
de
la
biblioteca
o
en
las
metas
percibidas
por
los
ciudadanos?
Al
igual
que
con
los
valores
de
equidad,
libertad
y
seguridad,
la
eficiencia
requiere
un
acuerdo
sobre
el
objetivo
de
la
organización.
Dentro
del
sector
público,
rara
vez
hay
un
acuerdo
generalizado
sobre
tales
objetivos.
Piense
en
cualquier
agencia
federal.
¿Cuál
debería
ser
el
objetivo
de
esa
agencia?
¿Es
probable
que
haya
un
acuerdo
sobre
esa
meta
entre
los
funcionarios
de
la
agencia?
¿Entre
los
políticos?
¿Entre
los
ciudadanos?
Además,
como
dijo
Stone,
la
eficiencia
requiere
información
completa,
un
estado
que
rara
vez
se
logra
en
la
polis.
Por
lo
tanto,
la
paradoja
de
utilizar
estos
objetivos
como
justificación
para
el
diseño
de
políticas
es
que
los
ciudadanos
y
los
responsables
de
la
formulación
de
políticas
tienen
más
probabilidades
de
estar
en
desacuerdo
sobre
la
mejor
manera
de
lograr
estos
objetivos.
La
gente
quiere
que
estos
valores
democráticos
guíen
el
proceso
político;
Simplemente
no
pueden
ponerse
de
acuerdo
sobre
cómo
deberían
reflejarse
en
el
diseño
de
las
políticas.
¿Qué
valores
(o
cuáles)
deben
guiar
el
proceso
de
diseño
de
políticas?
Stone
argumentó
que
los
intentos
de
los
estudiosos
de
las
políticas
de
cuantificar
y
crear
un
enfoque
más
científico
del
análisis
de
políticas
pueden
abrogar
los
valores
democráticos.
La
equidad,
la
eficiencia,
la
seguridad,
la
libertad
y
la
comunidad
son
en
realidad
metas
y
deben
"servir
como
las
normas
que
utilizamos
para
evaluar
las
situaciones
existentes
y
las
propuestas
de
políticas"
(Stone
2002,
12).
Sin
embargo,
los
ciudadanos
y
los
responsables
de
la
formulación
de
políticas
tienen
diferentes
perspectivas
sobre
lo
que
parece
ser
una
política
equitativa
o
eficiente.
La
eficiencia
generalmente
se
define
como
entradas
sobre
salidas.
Pero
para
la
mayoría
de
las
organizaciones
públicas,
hay
desacuerdo
sobre
la
producción
deseada,
y
este
es
exactamente
el
argumento
de
Stone.
¿Qué
producto
debe
ser
el
foco
de
la
biblioteca
pública
en
el
ejemplo
anterior?
¿La
conveniencia
del
ciudadano
en
encontrar
un
libro
en
particular,
un
video,
una
revista
o
un
periódico?
¿Calidad
de
la
colección
de
libros?
Debido
a
este
desacuerdo,
la
probabilidad
de
alcanzar
un
consenso
sobre
la
eficiencia
es
pequeña.
Siempre
habrá
desacuerdo
en
cuanto
a
lo
que
constituye
un
buen
resultado.
2
Los
problemas
de
eficiencia
también
se
ven
con
los
valores
democráticos
de
equidad,
seguridad
y
libertad.
En
su
análisis
sobre
la
equidad,
Stone
utilizó
el
ejemplo
de
las
elecciones
de
la
junta
escolar
para
demostrar
la
dificultad
de
diseñar
una
política
que
permita
una
participación
equitativa
de
todos
los
actores
interesados.
La
política
más
equitativa
con
respecto
a
las
elecciones
de
la
junta
escolar
sería
permitir
a
todos
los
ciudadanos
votar.
Pero
otros
pueden
estar
en
desacuerdo
argumentando
que
sólo
se
debe
permitir
que
voten
los
afectados
por
la
decisión.
Otros
aún
pueden
argumentar
que
sólo
aquellos
ciudadanos
con
hijos
en
edad
escolar
pueden
votar
(Stone
2002,
43).
Una
vez
más,
aunque
la
mayoría
de
la
gente
está
de
acuerdo
en
la
necesidad
de
equidad
en
la
toma
de
decisiones
políticas
para
las
organizaciones
públicas,
lo
que
constituye
la
equidad
es
una
cuestión
abierta.
Como
escribió
Stone,
"toda
política
implica
la
distribución
de
algo"
(2002,
53).
Política
de
bienestar
social,
Seguro
Social,
Medicare,
Medicaid
y
ayuda
financiera
estudiantil,
son
políticas
diseñadas
para
8
distribuir
recursos
a
grupos
particulares.
Se
plantea
la
cuestión
de
cuál
es
la
manera
más
apropiada
(es
decir,
equitativa)
de
distribuir
tales
recursos?
Stone
resumió
este
punto
muy
bien
cuando
escribió:
“La
igualdad
puede
de
hecho
significar
desigualdad;
La
igualdad
de
trato
puede
requerir
un
trato
desigual;
y
la
misma
distribución
puede
ser
vista
como
igual
o
desigual,
dependiendo
de
su
punto
de
vista”.
(2002,
42)
La
contribución
de
Stone
es
que
ha
aumentado
la
conciencia
de
las
perspectivas
competitivas
sobre
los
objetivos
aparentemente
agradables.
El
modelo
de
mercado,
según
Stone,
indica
una
relación
de
suma
cerrada
entre
equidad
y
eficiencia.
Para
distribuir
de
manera
eficiente
las
prestaciones
sociales
significa
que
no
todas
las
personas
que
califiquen
para
tales
beneficios
las
recibirán.
Stone
rechazó
este
modelo
a
favor
del
modelo
polis,
que
establece
que
los
diseñadores
de
políticas
usan
símbolos
al
diseñar
políticas
para
perpetuar
los
estereotipos
existentes.
Según
Stone,
los
valores
democráticos
de
equidad,
eficiencia,
seguridad,
libertad
y
comunidad
no
sólo
guían
el
diseño
de
las
políticas
sino
que
también
sirven
como
objetivos
y
puntos
de
referencia.
Los
formuladores
de
políticas
y
los
ciudadanos
quieren
que
el
contenido
de
las
políticas
públicas
refleje
los
valores
democráticos,
pero
el
acuerdo
sobre
si
tales
valores
se
reflejan
en
el
contenido
de
las
políticas
es
raro.
Otros
estudiosos
también
han
recogido
la
paradoja
de
Stone.
H.
George
Frederickson
(2007)
escribió
que
los
enfoques
de
"gestión
basada
en
los
resultados"
son
ingenuos
porque
ignoran
el
problema
identificado
por
Stone.
Como
escribió
Frederickson,
”Los
administradores
públicos
atrapan
a
los
delincuentes,
apagan
los
incendios
e
incluso
tratan
de
prevenirlos,
enseñar
a
los
niños,
abastecer
de
agua
pura,
luchar
batallas,
distribuir
controles
de
seguridad
social
y
llevar
a
cabo
otras
mil
actividades”.
(2007,
11)
Aplicando
el
valor
de
la
eficiencia,
sin
embargo,
¿cómo
analizamos
tales
resultados?
Para
un
departamento
de
bomberos
local,
¿debe
definirse
la
eficiencia
por
el
tiempo
de
respuesta
a
los
incendios,
el
número
de
incendios
generados
por
mes
o
el
número
de
quejas
de
los
ciudadanos
locales?
Estas
elecciones
son
importantes
porque
pueden
determinar
si
una
política
se
juzga
como
eficiente
o
no,
y
más
generalmente
si
la
política
se
juzga
como
buena
o
mala.
Frederickson
también
aplicó
esta
noción
a
la
investigación
del
cáncer
de
mama
por
las
organizaciones
de
investigación
médica.
¿Deberían
responsabilizarse
dichas
organizaciones
según
"el
porcentaje
de
mujeres
de
cierta
edad
que
reciben
mamografías
o
el
porcentaje
de
mujeres
de
cierta
edad
con
cáncer
de
seno"
(2007,
11)?
En
este
caso,
la
organización
debe
escoger
entre
"resultados
de
la
agencia"
y
"resultados
sociales"
(Frederickson
2007,
11).
Aunque
Frederickson
se
centró
en
el
problema
de
lograr
un
consenso
sobre
la
rendición
de
cuentas,
el
problema
podría
aplicarse
igualmente
fácilmente
al
concepto
de
eficiencia.
La
cuestión
es
que
prestar
demasiado
peso
a
medidas
específicas
de
los
resultados
de
las
políticas
pasa
por
alto
la
diversidad
de
mercancías
producidas
por
las
organizaciones
públicas
y
los
diferentes
valores
que
los
ciudadanos
y
los
responsables
de
la
formulación
de
políticas
atribuyen
a
esos
productos.
En
el
corazón
del
argumento
de
Stone
está
la
noción
de
que
la
política
pública
debe
ser
responsable
ante
un
conjunto
diverso
de
intereses.
Sin
embargo,
como
sugiere
el
argumento
de
Frederickson,
el
valor
de
la
rendición
de
cuentas
sufre
los
mismos
9
problemas
que
los
de
la
equidad,
la
eficiencia,
la
seguridad
y
la
libertad.
En
enero
de
2002,
el
Presidente
George
W.
Bush
firmó
la
ley
"No
Child
Left
Behind
Act"
como
un
medio
para
aumentar
la
responsabilidad
de
la
educación
básica.
Desde
entonces,
los
administradores
y
los
padres
se
han
enfrentado
sobre
cómo
debe
definirse
la
responsabilidad.
Para
algunos,
cualquier
mejora
mensurable
es
una
señal
de
éxito;
Para
otros,
los
resultados
de
las
pruebas
son
la
única
medida
apropiada.
Hacer
el
problema
aún
más
difícil
es
el
hecho
de
que
las
escuelas
tienden
a
enfrentar
lo
que
los
economistas
denominan
"economías
de
alcance".
Una
escuela
que
enfoca
sus
recursos
en
el
aumento
de
las
tasas
de
graduación
puede
ver
una
disminución
subsiguiente
en
las
puntuaciones
de
los
exámenes,
ya
que
los
estudiantes
marginales
se
mantienen
en
la
escuela.
De
manera
similar,
las
escuelas
interesadas
en
aumentar
las
calificaciones
de
los
exámenes
pueden
ver
un
aumento
en
las
tasas
de
ausentismo
escolar,
ya
que
los
estudiantes
marginales
no
son
animados
a
permanecer
en
la
escuela,
particularmente
en
los
días
de
prueba
(ver
Wenger,
2000;
Smith
y
Larimer,
2004).
Aunque
los
formuladores
de
políticas,
los
administradores
escolares
y
los
padres
coinciden
en
la
necesidad
de
aumentar
la
eficiencia
y
la
eficacia
de
la
escuela,
los
tres
grupos
tienden
a
definir
estos
valores
de
manera
diferente.
Los
eruditos
de
otros
sub-‐campos
también
han
reconocido
el
dilema
al
intentar
implementar
medios
objetivos
para
evaluar
la
política
pública.
Volviendo
al
trabajo
de
Woodrow
Wilson,
los
estudiosos
de
la
administración
pública
han
argumentado
desde
hace
mucho
tiempo
que
la
dicotomía
entre
política
y
administración
es
falsa.
En
cambio,
la
administración
está
infundida
con
batallas
políticas.
Como
muchos
estudiosos
de
la
administración
pública
han
señalado,
esto
crea
problemas
al
intentar
evaluar
la
eficiencia
de
las
políticas
públicas.
Un
cambio
en
Public
Administration
Review,
la
revista
líder
en
administración
pública,
destacó
la
contribución
interdisciplinaria
de
Stone.
En
este
intercambio,
Schachter
(2007)
abogó
por
una
forma
más
democrática
de
eficiencia:
“En
una
democracia,
la
administración
eficiente
requiere
una
política
con
un
apoyo
democrático
para
que
los
funcionarios
electos
y
los
administradores
obtengan
un
sentido
de
los
resultados
que
las
comunidades
desean”.
(807)
En
otras
palabras,
los
ciudadanos
deben
participar
en
el
proceso
de
formulación
de
políticas.
Al
igual
que
Stone,
Schachter
estaba
haciendo
un
argumento
normativo
sobre
qué
valores
deberían
guiar
el
proceso
político.
Para
que
el
diseño
de
políticas
refleje
las
preferencias
de
los
ciudadanos,
deben
estar
involucrados
en
el
proceso
de
políticas.
En
el
argumento
de
Schachter
están
implícitas
las
afirmaciones
de
Edelman
y
Stone
de
que
el
diseño
de
políticas
está
sujeto
a
interpretación.
No
hay
una
manera
objetiva
de
definir
la
eficiencia
de
una
política
en
particular.
En
cambio,
los
responsables
políticos
deben
reconocer
que
los
ciudadanos
valoran
los
procesos
y
los
resultados
de
manera
diferente.
Al
reaccionar
con
el
argumento
de
Schachter,
Bohte
(2007)
coincidió
en
que
es
probable
que
los
ciudadanos
y
los
formuladores
de
políticas
no
estén
de
acuerdo
sobre
la
importancia
de
los
resultados
de
la
política.
De
hecho,
Bohte
escribió
que
el
desacuerdo
es
"probablemente
la
regla
más
bien
que
la
excepción"
(2007,
812).
Debido
a
que
no
hay
una
definición
acordada
de
eficiencia
o
equidad,
los
diseñadores
de
políticas
son
libres
de
usar
símbolos
y
de
diseñar
el
lenguaje
de
tal
manera
que
10
creen
ciertas
imágenes
políticas.
Estas
imágenes
políticas
sirven
a
continuación
como
representaciones
de
la
política
en
general.
¿Qué
valores
guían
el
proceso
de
políticas?
Para
Edelman,
Fischer
y
Stone,
la
respuesta
a
esta
pregunta
es
"depende".
Si
una
política
se
juzga
como
buena
o
mala
o
se
considera
un
éxito
o
un
fracaso
es
en
última
instancia
una
elección
de
valor.
Los
juicios
normativos
o
de
valor,
además
de
los
juicios
racionales,
influyen
en
las
decisiones
de
política
pública.
Aunque
los
argumentos
de
eficiencia
tienden
a
guiar
el
análisis
de
políticas,
Stone
propuso
un
fuerte
argumento
de
que
lo
que
constituye
la
eficiencia,
así
como
otros
valores
democráticos,
también
es
una
elección
de
valor.
Construcciones
sociales
y
poblaciones
objetivo
Para
entender
y
analizar
el
proceso
de
políticas
se
requiere
una
comprensión
de
la
forma
como
los
diseñadores
de
políticas
crean
y
usan
medidas
para
la
evaluación
de
políticas.
La
forma
en
que
caracterizamos
a
los
grupos
de
individuos
se
basa
en
múltiples
perspectivas
del
problema,
así
como
en
el
simbolismo
y
el
enraizamiento
estratégico
de
intereses.
Peter
May
(1991)
escribió
sobre
esa
estrategia
al
distinguir
entre
"políticas
con
públicos"
y
"políticas
sin
públicos".
Las
políticas
con
públicos,
es
decir,
políticas
con
grupos
constituidos,
enfrentan
un
conjunto
diferente
de
limitaciones
de
diseño
que
políticas
sin
públicos.
Mientras
que
las
políticas
sin
público
no
tienen
que
adherirse
a
las
expectativas
de
los
grupos
de
defensa
interesados,
estas
políticas
también
deben
evitar
incitar
a
los
conflictos
que
atraigan
la
atención
de
grupos
previamente
desinteresados.
El
punto
es
que
el
diseño
de
políticas
no
opera
independientemente
de
la
política.
El
proceso
de
diseño
de
políticas
requiere
una
conciencia
aguda
de
cómo
el
público
y
el
mundo
político
responderán
a
las
propuestas
de
políticas.
Como
hemos
indicado,
el
argumento
primario
de
Stone
contrarrestó
el
modelo
"poco
ambiguo"
de
la
toma
de
decisiones
racional;
esencialmente,
nada
es
"libre
de
valores".
Lo
que
se
debe
incluir
o
excluir
del
proceso
de
la
política
se
basa
en
la
interpretación
individual
y
las
visiones
de
mundo
contrastantes.
Aunque
Stone
no
descartó
completamente
la
toma
de
decisiones
racional,
argumentó
que
la
comunidad
política
tiene
un
profundo
impacto
en
el
proceso
político.
La
clave
del
argumento
de
Stone
es
la
noción
de
que
el
diseño
de
políticas
se
basa
en
la
política
de
categorización:
"qué
necesidades
son
legítimas"
(2002,
98)
y
"cómo
lo
hacemos
y
debemos
categorizar
en
un
mundo
donde
las
categorías
no
se
dan"
(2002,
380).
Anne
L.
Schneider
y
Helen
Ingram
(1997)
recogieron
la
noción
original
de
Stone
(1988)
de
la
política
de
categorización.
Sin
embargo,
a
diferencia
de
los
estudiosos
de
las
dos
secciones
anteriores,
que
se
centraron
principalmente
en
los
valores
de
los
encargados
de
formular
políticas,
Schneider
e
Ingram
se
centraron
tanto
en
el
uso
deliberado
de
los
valores
por
parte
de
los
responsables
políticos
como
en
la
forma
en
que
estos
valores
son
traducidos
e
interpretados
por
los
ciudadanos.
Pasamos
primero
a
su
discusión
sobre
las
acciones
de
los
responsables
de
la
formulación
de
políticas.
Schneider
e
Ingram
comenzaron
argumentando
que
sólo
evaluando
el
11
contenido
de
la
política
y
la
sustancia
es
posible
discernir
cómo
y
por
qué
se
construyen
las
políticas.
Utilizando
el
"diseño
de
políticas"
como
variable
dependiente
y
"construcción
social"
como
variable
independiente,
los
autores
caracterizaron
el
proceso
de
formulación
de
políticas
como
"degenerativo"
(1997,
11).
Las
políticas
son
diseñadas
por
funcionarios
públicos
para
reforzar
construcciones
sociales
de
diversos
grupos
de
la
sociedad,
descritas
como
"poblaciones
objetivo".
Además,
la
ciencia
se
utiliza
a
menudo
para
estigmatizar
más
a
estos
grupos
como
"merecedores"
o
"no
merecedores".
Los
autores
señalaron
que
la
ciencia
es
explotada
como
un
medio
para
justificar
la
política,
no
verificando
los
medios
específicos
como
los
más
apropiados
y
disponibles,
como
en
el
modelo
del
actor
racional.
La
ciencia
es
utilizada
sólo
cuando
es
convergente
con
opciones
políticas
favorables
(A.
Schneider
e
Ingram
1997,
12).
Los
diseños
de
políticas
se
construyen
e
interpretan
de
acuerdo
a
significados
favorables
basados
en
las
perspectivas
sociales
de
las
poblaciones
objetivo.
Schneider
e
Ingram
dividieron
a
las
poblaciones
objetivo
en
cuatro
grupos
principales
basados
en
el
poder
político
y
en
las
construcciones
sociales
percibidas
de
grupos
merecedores
y
no
merecedores.
Los
cuatro
grupos
son
favorecidos,
competidores,
dependientes
y
despistados
(1997,
109).
Los
grupos
más
favorecidos
incluyen
científicos,
dueños
de
negocios,
personas
de
la
tercera
edad
y
militares.
Los
competidores,
como
los
grupos
de
ventaja,
tienen
mucho
poder
político,
pero
son
percibidos
como
menos
favorables
que
los
grupos
más
favorecidos.
Algunos
ejemplos
son
los
sindicatos,
los
propietarios
de
armas
y
los
directores
ejecutivos.
Los
dependientes
son
aquellos
grupos
que
carecen
de
poder
político,
pero
que
están
socialmente
construidos
positivamente
(es
decir,
las
madres,
los
niños,
los
pobres,
los
discapacitados
mentales).
Por
ejemplo,
mientras
que
los
individuos
con
discapacidades
que
buscan
educación
pública
caerían
bajo
el
epígrafe
de
"dependientes",
las
políticas
distributivas
de
este
grupo
carecen
de
recursos
suficientes
porque
los
defensores
de
la
educación
especial
están
"débilmente
representados",
dando
así
pocas
oportunidades
políticas
Schneider
y
Ingram
(1997,
126).
Finalmente,
los
despistados
carecen
tanto
de
poder
político
como
de
una
construcción
social
positiva;
por
lo
tanto,
son
percibidos
como
políticamente
débiles
y
no
merecedores.
Las
madres
del
bienestar,
los
delincuentes,
los
terroristas,
las
pandillas
y
las
personas
sin
hogar
tienden
a
caer
dentro
de
esta
clasificación
(ejemplos
son
de
A.
Schneider
e
Ingram
1997,
109;
Ingram,
A.
Schneider
y
P.
deLeon
2007,
102).
Es
importante
destacar
que
estas
cuatro
categorías
son
fluidas
y
sujetas
a
cambios.
Schneider
y
DeLeon
(2007)
distinguieron
más
tarde
entre
grandes
empresas
y
pequeños
negocios,
siendo
los
primeros
clasificados
como
contendientes
y
los
segundos
como
favorecidos.
Los
grupos
de
defensa
tienden
a
ser
los
más
fluidos.
Por
ejemplo,
los
ambientalistas
de
Schneider
y
la
clasificación
temprana
de
Ingram
son
clas
Calificado
de
moderado
poder
político
y
percibido
como
merecedor,
resultando
en
una
clasificación
entre
contendientes
y
desviados.
Las
revisiones
posteriores
de
Ingram,
Schneider
y
DeLeon
(2007)
colocaron
claramente
a
los
ambientalistas
en
el
grupo
de
contendientes.
Incluso
dentro
de
las
categorías,
los
grupos
pueden
afectar
cómo
otros
grupos
se
construyen
socialmente.
Recorriendo
la
historia
de
la
construcción
social
de
los
beneficiarios
del
bienestar
social,
Sanford
Schram
(2005)
escribió
que
porque
el
bienestar
se
construyó
de
tal
manera
que
era
sinónimo
de
afroamericanos,
la
construcción
social
de
afroamericanos
sufrió.
Esto
tuvo
12
repercusiones
significativas
porque
los
afroamericanos
sufrieron
en
términos
de
poder
político.
Debido
a
que
los
beneficiarios
del
bienestar
se
clasificaron
como
dependientes,
los
afroamericanos
fueron
inicialmente
construidos
socialmente
como
una
población
dependiente.
Según
Schneider
e
Ingram,
los
funcionarios
públicos
construyen
intencionadamente
diseños
de
políticas
basados
en
un
análisis
"costo
/
beneficio"
de
las
oportunidades
y
riesgos
políticos
de
las
cuatro
categorías
de
poblaciones
objetivo
(1997,
114).
Los
grupos
favorecidos
tienden
a
ser
objetivos
para
las
políticas
distributivas
que
asignan
beneficios
con
poco
o
ningún
costo.
Debido
a
que
los
grupos
privilegiados
tienen
un
alto
poder
político,
los
políticos
se
benefician
minimizando
los
costos
de
las
políticas
y
maximizando
los
beneficios
de
las
políticas
para
estos
grupos.
Los
grupos
de
competidores
también
tienden
a
recibir
beneficios
de
las
políticas,
pero
estos
beneficios
no
son
tan
explícitos
como
para
los
grupos
con
ventaja.
Los
competidores
tienden
a
ser
percibidos
como
"egoístas,
indignos
de
confianza
y
moralmente
sospechosos"
(Ingram,
Schneider
y
DeLeon
2007,
102)
y,
por
lo
tanto,
menos
merecedores
que
los
grupos
favorecidos.
Como
resultado,
las
cargas
de
política
tienden
a
ser
más
publicitadas
que
los
beneficios
de
las
políticas.
De
hecho,
como
escribieron
Ingram,
Schneider
y
DeLeon
(2007),
"los
beneficios
de
los
competidores
están
ocultos
porque
ningún
legislador
quiere
abiertamente
hacer
cosas
buenas
para
la
gente
sombría"
(102).
Tanto
los
grupos
privilegiados
como
los
competidores
tienden
a
tener
un
alto
grado
de
poder
político;
La
única
diferencia
es
que
los
primeros
son
percibidos
como
merecen,
mientras
que
los
últimos
son
percibidos
como
indignos.
A
diferencia
de
estos
dos
grupos,
los
otros
dos
grupos
en
el
marco
de
Schneider
e
Ingram
carecen
de
poder
político.
Los
grupos
dependientes
como
los
pobres
o
los
discapacitados
son
aquellos
grupos
que
carecen
de
poder
político
pero
que
se
construyen
socialmente
como
merecedores.
Aunque
los
beneficios
distribuidos
a
los
grupos
dependientes
tienden
a
ser
más
explícitos
que
los
distribuidos
a
los
competidores,
la
falta
de
poder
político
de
los
dependientes
impide
que
estos
grupos
reciban
los
máximos
beneficios
políticos.
Los
problemas
de
los
grupos
dependientes
se
perciben
como
el
resultado
de
fallas
individuales
más
que
de
problemas
sociales.
Distribuir
los
beneficios
a
los
pobres
oa
las
personas
que
reciben
asistencia
social
es
políticamente
arriesgado,
porque
estos
beneficios
se
perciben
como
abordando
problemas
individuales
a
expensas
del
bien
público.
Los
grupos
dependientes
también
tienden
a
ser
los
primeros
en
ver
sus
beneficios
cortados
en
tiempos
de
crisis
fiscal
(Schneider
e
Ingram
1993,
345;
Ingram,
Schneider
y
DeLeon
2007,
103).
Finalmente,
los
despistados,
como
era
de
esperarse,
reciben
pocos
beneficios
de
política,
si
es
que
lo
hacen.
En
cambio,
los
encargados
de
formular
políticas
tienden
a
estar
más
interesados
en
asegurar
que
se
distribuyan
"cargas"
a
esos
grupos.
Los
despistados
"merecen
ser
castigados",
y
cualquier
política
que
se
desvíe
de
tales
expectativas
es
probable
que
tenga
consecuencias
negativas
para
el
legislador
(Schneider
e
Ingram
1997,
130).
La
investigación
de
Schneider
e
Ingram
es
única
para
el
proceso
de
investigación
en
dos
etapas
que
emplea.
En
la
primera
etapa,
los
investigadores
consideran
el
diseño
13
de
políticas
como
la
variable
dependiente
y
las
construcciones
sociales
como
la
variable
independiente
clave.
Como
ya
hemos
comentado,
la
forma
en
que
los
grupos
se
construyen
socialmente
(que
merecen
o
no
merecen)
afecta
en
última
instancia
al
diseño
de
las
políticas
(la
distribución
de
los
beneficios
y
las
cargas
de
las
políticas).
La
segunda
etapa
del
trabajo
de
Schneider
e
Ingram
es
tratar
el
diseño
de
políticas
como
la
variable
independiente
y
probar
cualquier
efecto
sobre
las
percepciones
de
ciudadanía
y
eficacia
democrática.
Los
autores
postularon
que
los
individuos
colocados
en
grupos
políticamente
impotentes
(dependientes
y
desviados)
tienen
una
visión
negativa
del
sistema
político,
lo
que
da
como
resultado
una
apatía
política
y
bajos
niveles
de
participación
política.
Las
poblaciones
pobres
aprenden
su
posición
en
la
sociedad
como
merecedora
o
no
merecedora
(Schneider
e
Ingram
1997,
103),
y
esto
tiene
implicaciones
reales
para
las
actitudes
hacia
el
gobierno.
Joe
Soss
(2005)
proporcionó
una
prueba
directa
de
la
segunda
etapa
del
marco
de
Schneider
y
Ingram.
Para
llevar
a
cabo
su
investigación,
Soss
se
basó
en
entrevistas
con
los
beneficiarios
de
la
ayuda
a
las
familias
con
hijos
dependientes
(AFDC).
Debido
a
que
los
beneficiarios
de
AFDC
dependen
de
los
trabajadores
sociales
para
los
beneficios,
Soss
argumentó
que
estos
individuos
carecen
de
un
sentido
de
autoestima,
lo
que
resulta
en
negativas
o
apáticas
sobre
el
sistema
político.
Soss
encontró
que
los
pacientes
tienden
a
sentir
que
han
sido
categorizados
como
miembros
de
un
grupo
negativo
o
"estigmatizado"
(2005,
316).
Como
resultado,
estos
receptores
tienden
a
ser
menos
propensos
a
participar
en
el
gobierno
y
son
menos
propensos
a
ver
tal
participación
como
significativa.
Un
trabajo
anterior
de
Soss
(1999)
también
encontró
que
las
percepciones
sobre
los
diseños
de
políticas
influyen
directamente
en
las
percepciones
de
eficacia
política.
Como
Soss
escribió,
"los
diseños
de
políticas
enseñan
lecciones
sobre
el
estatus
de
ciudadanía
y
el
gobierno"
(1999,
376).
Al
distribuir
los
costos
y
beneficios
a
las
poblaciones
objetivo
según
sean
percibidas
como
merecedoras
o
no
merecedoras,
las
élites
refuerzan
las
relaciones
de
poder.
A
su
vez,
esto
modela
la
participación
política
a
medida
que
los
objetivos
de
políticas
específicas
desarrollan
actitudes
positivas
o
negativas
hacia
el
gobierno
y
la
capacidad
de
influir
efectivamente
en
la
actividad
gubernamental.
Tomemos
un
ejemplo
de
la
vida
real
de
una
comunidad
universitaria:
después
de
un
partido
de
fútbol
en
casa,
varios
cientos
de
estudiantes
universitarios
se
alborotaron
en
las
calles,
quemaron
coches
y
causaron
daños
materiales
significativos.
En
los
años
que
siguieron
a
ese
acontecimiento,
el
departamento
local
de
la
policía
colocó
correctamente
las
barricadas
del
disturbio
a
lo
largo
de
la
calle
donde
ocurrieron
los
disturbios
más.
Este
primer
disturbio,
sin
embargo,
resultó
ser
la
excepción
más
que
la
regla.
Sin
embargo,
en
los
diez
años
transcurridos
desde
ese
evento
inicial
y
singular,
la
policía
de
la
comunidad
local
ha
colocado
a
la
policía
antidisturbios
en
las
calles
durante
el
fin
de
semana
de
regreso
a
casa,
anticipándose
a
una
violenta
manifestación
de
estudiantes
universitarios.
Adoptando
la
primera
fase
del
marco
de
Schneider
e
Ingram,
la
imagen
transmitida
a
esos
ciudadanos
es
que
son
ciudadanos
despistados
e
inciviles.
La
población
objetivo
son
estudiantes
universitarios,
y
este
grupo
se
construye
socialmente
como
una
población
desviada
y
no
merecedora.
La
segunda
fase
del
marco
de
Schneider
e
Ingram
sugeriría
que
estos
estudiantes
probablemente
tengan,
14
en
promedio,
actitudes
más
negativas
hacia
el
gobierno
y,
en
promedio,
perciben
que
el
gobierno
es
menos
propenso
a
responder
a
sus
intereses.
El
trabajo
de
Soss,
así
como
los
primeros
trabajos
de
Schneider
e
Ingram,
implican
claramente
la
conexión
entre
el
estudio
del
diseño
de
políticas
y
el
estudio
de
la
ciudadanía
democrática
y
si
las
acciones
del
gobierno
cumplen
con
los
valores
democráticos.
Ingram
y
Schneider
(2005b)
afirmaron
más
tarde
que
la
naturaleza
"degenerativa"
de
la
política
pública
se
agrava
por
la
naturaleza
dependiente
del
camino
de
las
construcciones
sociales.
Las
construcciones
sociales
se
integran
en
la
sociedad,
rara
vez
son
cuestionadas
y
raramente
sujetas
a
cambios.
En
este
razonamiento
está
implícito
que
cualquier
propuesta
de
política
que
las
construcciones
sociales
existentes
coincidan
con
las
aprobadas
por
unanimidad
por
un
órgano
legislativo.
Pero,
¿pueden
cambiar
las
construcciones
sociales?
¿Pueden
los
objetivos
de
las
políticas
públicas
expandirse
o
contraerse?
Según
Peter
May,
la
respuesta
es
sí.
Las
construcciones
sociales
no
son
estáticas;
En
su
lugar,
los
responsables
de
la
formulación
de
políticas
ajustan
las
creencias
acerca
de
los
problemas
políticos
en
respuesta
a
los
estímulos
entrantes,
evidencia
de
lo
que
May
(1992,
332)
describe
como
"aprendizaje
social."
El
aprendizaje
social
es
diferente
del
aprendizaje
instrumental.
Aunque
ambos
implican
formas
de
lo
que
May
ha
descrito
como
"aprendizaje
de
políticas",
el
aprendizaje
instrumental
refleja
más
el
enfoque
racionalista
del
análisis
de
políticas,
haciendo
hincapié
en
los
medios
para
resolver
los
problemas
políticos
y
el
aprendizaje
a
través
de
la
evaluación
de
políticas.
El
aprendizaje
social
está
más
orientado
hacia
las
metas,
centrándose
en
la
causa
del
problema
y
las
creencias
sobre
las
poblaciones
objetivo.
Mayo
ha
citado
evidencias
de
aprendizaje
de
políticas
sociales
como
casos
en
los
que
cambian
las
metas
de
las
propuestas
de
política
o
las
creencias
sobre
los
objetivos
del
cambio
de
política
(1992,
351).
El
aprendizaje
de
políticas
es
mucho
más
probable
para
las
"políticas
con
los
públicos"
(mayo
de
1991),
porque
tales
políticas
permiten
dar
y
recibir
y
actualizar
las
creencias
sobre
los
grupos
establecidos.
Sin
embargo,
el
aprendizaje
no
se
limita
al
contenido
de
las
políticas.
A
diferencia
del
aprendizaje
de
políticas,
el
"aprendizaje
político"
se
refiere
a
la
capacidad
de
las
élites
políticas
para
elaborar
propuestas
de
políticas
viables.
El
aprendizaje
político
y
el
aprendizaje
de
políticas
son
conceptos
distintos
pero
interrelacionados.
Con
un
cambio
en
las
creencias
acerca
de
los
objetivos
de
una
política,
las
élites
políticas
pueden
adoptar
nuevas
estrategias
para
impulsar
una
política
en
particular.
Aunque
May
ha
admitido
que
es
difícil
evaluar
sistemáticamente
y
empíricamente
la
evidencia
del
aprendizaje
político,
su
modelo
proporciona
una
base
teórica
sobre
cómo
las
poblaciones
objetivo
son
socialmente
construidas
y
también
que
tales
construcciones
sociales
están
sujetas
a
cambios.
En
resumen,
los
diseñadores
de
políticas
utilizan
las
construcciones
sociales
para
diseñar
políticas
públicas,
pero
el
vínculo
es
más
matizado
de
lo
que
inicialmente
argumentaban
Schneider
e
Ingram.
La
mayoría
de
los
expertos
en
diseño
de
políticas
coinciden
en
la
naturaleza
intersubjetiva
del
diseño
de
políticas,
así
como
en
el
potencial
de
las
políticas
15
degenerativas.
Edelman,
Fischer
y
Stone
han
argumentado
que
los
valores
han
infundido
el
proceso
político.
Que
las
decisiones
políticas
se
basan
en
el
uso
deliberado
de
símbolos,
narraciones
e
historias;
y
que
el
estudio
del
proceso
público
requiere
de
una
metodología
post-‐positivista,
que
explique
la
intersubjetividad
y
las
realidades
construidas.
Anne
Schneider
y
Helen
Ingram
dieron
un
paso
más
adelante
al
preguntar
si
tal
intersubjetividad
es
perjudicial
para
la
democracia.
Como
debiera
ser
evidente
en
nuestra
discusión,
encontraron
una
fuerte
evidencia
de
que
las
realidades
socialmente
construidas
de
hecho
crean
grupos
desiguales.
Algunos
grupos
están
orientados
a
obtener
beneficios
en
materia
de
políticas,
mientras
que
otros
son
objeto
de
cargas
normativas.
Estas
decisiones
no
se
basan
en
análisis
racionales
de
costo-‐beneficio,
sino
en
las
realidades
socialmente
construidas.
Aunque
el
"aprendizaje
de
políticas"
se
produce
(mayo
de
1992),
también
lo
hace
el
aprendizaje
político,
por
lo
que
no
hay
garantía
de
que
los
responsables
políticos
tomen
decisiones
sobre
la
base
de
lo
que
es
una
buena
política
pública.
Y
aunque
puede
ser
más
práctico
y
lógico
diseñar
una
política
que
redistribuya
los
beneficios
a
grupos
racionalmente
justificados
como
afectados
por
problemas
sociales,
los
riesgos
políticos
a
menudo
disuaden
a
los
funcionarios
racionales
de
llevar
a
cabo
tal
acción
(Schneider
and
Ingram
1997,
115).
La
falta
de
valores
democráticos
y
la
consiguiente
falta
de
interés
por
la
política
también
tienen
implicaciones
prácticas
reales
para
la
democracia.
En
las
democracias
liberales,
el
fundamento
normativo
de
las
políticas
públicas
debe
ser
los
valores
democráticos.
Como
afirmación
normativa,
se
trata
de
un
argumento
Pero,
¿cómo
lo
probamos?
¿Las
políticas
públicas
reflejan
de
hecho
ideales
democráticos?
El
trabajo
de
Stone
(2002)
ha
cuestionado
si
alguna
vez
se
puede
llegar
a
un
acuerdo
sobre
lo
que
constituye
valores
democráticos
tales
como
la
equidad
o
la
libertad.
Schneider
e
Ingram
también
han
subrayado
que
los
valores
inherentes
a
los
símbolos
políticos
son
inherentemente
antidemocráticos.
Único
para
todos
estos
escolares
es
un
llamamiento
explícito
para
un
proceso
más
democrático
de
formulación
de
políticas;
Desde
la
definición
del
problema
hasta
el
diseño
de
políticas,
los
valores
democráticos
deben
ser
inherentes
al
proceso
político.
Por
lo
tanto,
si
los
valores
democráticos
deben
guiar
el
proceso
político,
pero
claramente
no
lo
hacen,
¿cómo
podemos
corregir
esto?
Muchos
estudiosos
están
de
acuerdo
en
que
los
enfoques
cuantitativos
del
estudio
de
las
políticas
públicas,
como
los
análisis
de
costos
y
beneficios,
ignoran
la
intersubjetividad
que
guía
el
proceso
de
políticas.
Hasta
este
punto,
hemos
enfatizado
las
soluciones
teóricas
a
este
dilema,
sobre
todo
la
metodología
post-‐positivista
como
el
construccionismo
y
la
hermenéutica.
Para
Peter
deLeon,
sin
embargo,
esta
intersubjetividad
y
el
uso
deliberado
de
valores
y
símbolos
ha
dado
lugar
a
una
separación
creciente
entre
el
gobierno
y
sus
ciudadanos,
requiriendo
una
respuesta
más
práctica.
Basándose
en
la
noción
de
Harold
Lasswell
de
las
"ciencias
políticas
de
la
democracia",
DeLeon
(1995,
1997)
argumentó
que
el
proceso
de
formulación
de
políticas
se
ha
alejado
de
los
valores
democráticos
fundamentales.
Para
DeLeon,
el
movimiento
hacia
un
acercamiento
más
positivista
al
estudio
de
la
política
pública
resultó
en
un
cambio
lejos
de
la
ciencia
política
de
Lasswell
de
la
democracia.
En
última
instancia,
DeLeon
vio
las
ciencias
políticas
como
capturadas
por
dos
enfoques
16
dominantes,
el
utilitarismo
y
el
racionalismo
liberal,
que
han
aumentado
la
distancia
entre
los
ciudadanos
y
su
gobierno.
El
utilitarismo,
porque
defiende
un
fuerte
papel
del
mercado
y
se
basa
en
gran
medida
en
los
datos,
ignora
los
"factores
humanos"
(P.
deLeon
1997,
53).
El
enfoque
utilitarista
ignora
los
deseos
de
los
ciudadanos
comunes
e
ignora
cómo
los
ciudadanos
interpretan
los
mensajes
de
política
enviados
por
las
élites
gobernantes.
Como
deLeon
(1997)
escribió,
esto
conduce
a
la
investigación
de
políticas
que
es
"metodológicamente
rica
y
resulta
pobre"
(55).
¿La
solución?
DeLeon
propone
una
ciudadanía
más
comprometida.
Como
DeLeon
ha
escrito,
"los
valores
individuales
están
tan
abiertos
al
análisis
como
los
"hechos"
relativos,
y
deben
ser
igualmente
abiertos
al
discurso
público"
(P.
deLeon
1997,
79).
En
un
nivel
teórico,
DeLeon
pidió
una
metodología
post-‐positivista,
en
particular
el
uso
del
desconstruccionismo
y
la
hermenéutica
para
vincular
más
apropiadamente
las
ciencias
políticas
con
los
valores
democráticos.
DeLeon,
sin
embargo,
también
ofreció
una
solución
práctica
para
un
diseño
más
democrático
de
las
políticas.
Para
DeLeon,
el
estado
actual
de
la
investigación
sobre
políticas
es
perjudicial
para
la
democracia.
La
falta
de
valores
democráticos
crea
un
público
apático
y,
como
deLeon
(1997)
escribió,
la
democracia
no
puede
"hacer
frente
al
malestar
cívico
contemporáneo
ya
la
frustración
política"
(100).
La
preocupación
principal
de
DeLeon
era
que
la
ciencia
de
la
política
se
ha
desconectado
de
su
"clientela
primaria,
la
ciudadanía"
(1997,
98).
Para
corregir
esto,
el
estudio
de
la
Política
debe
caracterizarse
por
un
discurso
abierto
entre
los
ciudadanos
y
los
responsables
políticos.
La
solución:
análisis
participativo
de
políticas
(APP).
El
APP
se
refiere
a
la
noción
de
involucrar
directamente
a
los
ciudadanos
en
la
formulación
de
políticas
públicas.
DeLeon
ha
citado
numerosos
ejemplos
en
los
que
se
han
construido
paneles
de
ciudadanos
para
ayudar
en
el
diseño
de
políticas
y
en
los
que
el
resultado
ha
sido
una
ciudadanía
más
satisfecha.
La
suposición
subyacente
de
PPA
es
que
los
ciudadanos
quieren
más
participación
en
el
proceso
de
formulación
de
políticas
y
que
tal
participación
neutralizará
el
creciente
desencanto
con
las
instituciones
gubernamentales
y
la
élite
gubernamental.
Para
los
estudiosos
del
diseño
de
políticas,
como
Schneider
e
Ingram
(1997)
y
Soss
(1999,
2006),
la
apatía
genera
desinterés
y
deseo
de
retirarse
de
la
vida
política,
perpetuando
un
ciclo
de
políticas
no
democráticas.
El
análisis
participativo
de
la
política
mueve
al
ciudadano
de
un
papel
pasivo
y
reaccionario
en
el
proceso
político
a
un
papel
activo
y
decisorio.
Parafraseando
a
John
Dewey,
DeLeon
escribió:
"La
cura
para
las
dolencias
de
la
democracia
es
una
participación
más
cívica"
(1997,
43).
Una
mayor
participación
ciudadana
en
el
proceso
de
políticas
aumenta
la
satisfacción
de
los
ciudadanos
con
el
proceso
político
y
crea
mejores
políticas
públicas.3
Sólo
a
través
del
compromiso
ciudadano,
las
ciencias
políticas
reflejarán
verdaderamente
los
valores
democráticos.
La
convocatoria
de
DeLeon
(1997)
para
APP
ha
impulsado
la
investigación
que
examina
los
efectos
de
la
participación
ciudadana
en
mejorar
la
respuesta
política
y
la
satisfacción
ciudadana
en
general
con
el
proceso
de
formulación
de
políticas
(véase
también
Fung
y
Wright
2003a
y
Macedo
2005).
Incluso
los
estudiosos
de
la
administración
pública
han
abogado
por
un
enfoque
más
orientado
al
ciudadano
para
el
diseño
de
políticas.
Por
ejemplo,
Schachter
(2007)
ha
argumentado
que
la
única
manera
de
que
una
organización
llegue
a
un
acuerdo
sobre
17
la
eficiencia
es
a
través
de
la
aportación
de
las
partes
interesadas.
Aunque
Schachter
no
cite
a
deLeon,
sus
prescripciones
de
política
ciertamente
están
en
línea
con
las
de
este
autor.
La
manera
en
que
las
poblaciones
objetivo
se
identifican
con
la
sociedad
y
se
involucran
en
ella,
habla
mucho
del
estado
de
la
democracia.
En
su
trabajo
seminal,
Policy
Design
for
Democracy,
Schneider
e
Ingram
concluyeron
que
la
construcción
social
de
las
poblaciones
objetivo
desafía
los
ideales
pluralista
amenazando
con
promover
la
crisis
de
la
democracia
(1997,
198).
Los
diseños
de
políticas
se
basan
en
la
construcción
y
el
mantenimiento
del
poder
a
través
de
las
poblaciones
objetivo.
El
diseño
de
políticas
determina
la
construcción
social
de
las
poblaciones
objetivo
y,
a
su
vez,
afecta
el
modo
en
que
las
poblaciones
objetivo
ven
su
papel
en
la
sociedad.
Los
diseños
que
favorecen
el
status
quo
son
favorables
porque
representan
oportunidades
políticas.
Como
resultado,
ciertos
grupos
han
mantenido
un
status
relativamente
permanente
como
poblaciones
objetivo
positivas,
con
una
cantidad
significativa
de
poder
político.
Refinando
su
trabajo
anterior,
Ingram
y
Schneider
(2006)
pidieron
más
tarde
un
papel
más
explícito
y
activo
para
los
ciudadanos.
Al
igual
que
Peter
deLeon,
Ingram
y
Schneider
(2006)
consideran
el
estudio
de
la
política
pública
como
un
ejercicio
normativo:
"El
público
debe
involucrarse
más
directamente
en
responsabilizar
a
las
estructuras
gubernamentales"
(Ingram
y
Schneider
2006,
182).
Ingram
y
Schneider
han
argumentado
explícitamente
que
el
diseño
de
políticas
debe
servir
a
la
democracia
y
los
analistas
de
políticas
deben
"diseñar
una
política
que
sirva
mejor
a
la
democracia"
(2006,
172).
No
sólo
el
diseño
de
políticas
debe
servir
a
la
democracia,
sino
que,
según
Ingram
y
Schneider,
"los
ciudadanos
deben
considerar
su
papel
como
ciudadanos
importantes"
(2006,
172).
Para
DeLeon,
Ingram
y
Schneider,
el
diseño
de
la
política
configura
la
conexión
entre
los
ciudadanos
y
el
gobierno.
Por
lo
tanto,
el
principal
medio
para
mejorar
el
diseño
de
políticas
y
aumentar
la
satisfacción
ciudadana
con
el
gobierno
es
a
través
del
compromiso
ciudadano
en
el
proceso
de
políticas.
Al
igual
que
el
enfoque
de
PPA
de
DeLeon,
Ingram
y
Schneider
(2006)
han
sostenido
que
cuando
se
da
voz
a
los
ciudadanos
en
el
proceso
de
políticas,
"se
animarán
a
través
de
este
cambio
de
política
a
participar
en
el
discurso"
(p.
176).
El
proceso
de
política
rara
vez
se
ajusta
al
modelo
de
mercado
de
la
economía
en
el
cual
los
objetivos
están
claramente
definidos
y
las
alternativas
consideradas
de
manera
integral
en
una
manera
objetiva
de
costos
y
beneficios.
En
cambio,
es
una
batalla
sobre
qué
valores
deben
guiar
el
proceso
de
políticas.
Schneider
e
Ingram
han
argumentado
firmemente
que
los
valores
democráticos
deberían
participar
en
el
diseño
de
las
políticas.
Sin
embargo,
en
su
opinión,
el
diseño
de
políticas
tiende
a
basarse
en
realidades
construidas
que
benefician
a
los
grupos
más
favorecidos.
El
resultado
es
el
diseño
de
políticas
no
democráticas
y
un
sistema
auto-‐perpetuante
de
"políticas
degenerativas".
No
sólo
los
valores
y
símbolos
están
presentes
en
el
proceso
de
políticas,
sino
que
son
utilizados
deliberadamente
por
los
responsables
de
la
formulación
de
políticas.
Para
Schneider
e
Ingram,
el
estado
actual
del
diseño
de
las
políticas
es
tanto
antidemocrático
como
no
pluralista.
Los
diseños
de
políticas
18
imparten
mensajes
a
las
poblaciones
objetivo
de
su
estatus
y
cómo
los
demás
piensan
de
ellos,
y
los
diseños
de
políticas
actuales
enseñan
impotentes
grupos
(dependientes
y
desviados)
que
la
movilización
y
la
participación
son
inútiles.
Como
dice
Ingram,
Schneider
y
DeLeon:
"Los
mensajes
transmiten
quién
pertenece,
cuyos
intereses
son
importantes,
qué
clase
de
"juego"
es
la
política
y
si
uno
tiene
un
lugar
en
la
mesa"
(2007,
100).
Para
deLeon,
la
única
manera
de
cambiar
esos
mensajes
es
a
través
de
una
política
ciudadana
más
activa.
Cuando
los
ciudadanos
participan
en
el
proceso
de
formulación
de
políticas,
su
sentido
de
eficacia
y
confianza
en
el
gobierno
aumenta,
haciendo
que
el
proceso
político
sea
más
democrático
y
mejore
la
calidad
general
del
diseño
de
políticas.
Pruebas
de
teorías
de
diseño
de
políticas?
En
cierto
sentido,
las
afirmaciones
que
surgen
del
campo
del
diseño
de
políticas
dibujan
un
acuerdo
universal.
La
mayoría
de
los
académicos
de
política
están
de
acuerdo
con
Edelman,
Fischer
y
Stone
en
que
los
políticos
hacen
uso
deliberado
y
selectivo
de
hechos,
historias
e
imágenes
para
apoyar
políticas
particulares.
La
mayoría
de
los
expertos
en
política
están
de
acuerdo
con
Schneider
e
Ingram
en
que
los
encargados
de
la
formulación
de
políticas
distribuyen
las
cargas
y
los
beneficios
de
las
políticas
de
tal
manera
que
se
maximice
el
beneficio
político.
Los
científicos
políticos
han
observado
durante
mucho
tiempo
que
los
funcionarios
electos
son
impulsados
principalmente
por
el
deseo
de
reelección
(véase
Mayhew
1974).
Por
lo
tanto,
no
es
sorprendente
que
las
élites
intenten
incorporar
ciertos
valores
dentro
de
los
diseños
de
políticas
que
refuercen
las
percepciones
existentes
y
eviten
repercusiones
negativas.
Sin
embargo,
para
los
científicos
sociales
positivistas,
los
marcos
discutidos
a
lo
largo
de
este
capítulo
se
ven
con
escepticismo,
conceptos
demasiado
amorfos
para
guiar
sistemáticamente
la
investigación
y
los
métodos
que
carecen
del
rigor
empírico
asociado
con
el
proyecto
racionalista.
Probar
las
teorías
de
diseño
de
políticas
discutidas
en
este
capítulo,
como
las
propias
teorías,
es
un
proceso
desordenado.
Para
ser
considerado
un
subcampo
legítimo,
el
diseño
de
políticas
debe
ofrecer
alguna
previsibilidad
al
proceso
de
políticas.
Hasta
ahora
hemos
dividido
el
campo
en
tres
etapas:
los
estudiosos
de
los
valores
(Edelman,
Fischer
y
Forester,
C.
Anderson),
los
estudiosos
de
la
política
de
categorización
(Stone,
Schneider
e
Ingram)
y
los
estudiosos
participantes
DeLeon,
Schneider
e
Ingram).
Los
tres
grupos
de
estudiosos
están
de
acuerdo
en
la
necesidad
de
una
metodología
diversa
al
estudiar
el
diseño
de
la
política,
pero
para
ser
considerados
un
subcampo
legítimo
(es
decir,
uno
que
genera
hipótesis
comprobables),
muchas
preguntas
todavía
necesitan
ser
contestadas.
Como
se
ha
discutido,
los
primeros
estudiosos
del
diseño
de
políticas
argumentaron
que
los
diseñadores
de
políticas
elaboran
historias
para
que
se
ajusten
a
las
políticas
existentes.
¿Podemos
predecir
qué
valores,
las
historias,
narraciones
e
imágenes
resonarán
con
los
ciudadanos?
¿Son
los
métodos
post-‐positivistas
como
el
construccionismo
o
la
hermenéutica
más
apropiados
para
ciertas
etapas
del
proceso
19
político?
Schneider
e
Ingram
han
argumentado
que
las
construcciones
sociales
y
el
diseño
de
políticas
reducen
la
participación
democrática.
Tal
vez,
pero
¿por
cuánto?
¿Qué
tipo
de
participación?
Soss
(2005)
ha
proporcionado
un
primer
corte
sólido
en
estas
preguntas
utilizando
la
investigación
de
encuestas,
pero
aún
quedan
preguntas.
¿Cuánta
variación
en
los
niveles
de
participación
hay
entre
despistados
y
dependientes,
entre
competidores
y
grupos
con
ventaja?
¿Qué
hace
que
un
grupo
cambie
de
un
despistado
a
un
dependiente?
¿Puede
un
grupo
moverse
de
dependiente
a
competidor
a
beneficiado,
y
viceversa?
Desde
Kingdon
(1995)
sabemos
que
los
eventos
de
enfoque
configuran
de
manera
significativa
cómo
vemos
los
problemas
de
la
sociedad.
¿Tiene
esto
en
cuenta
la
clasificación
de
los
grupos
destinatarios?
¿Por
qué
algunas
construcciones
sociales
se
desvanecen
con
el
tiempo?
¿Qué
constituye
evidencia
de
"aprendizaje
social"
o
"aprendizaje
político"?
Un
problema
central
para
el
proyecto
de
diseño
de
políticas
es
que
sus
marcos
conceptuales
no
generan
hipótesis
limpias
y
comprobables
empíricamente.
En
última
instancia,
sus
afirmaciones
empíricas
no
son
particularmente
empíricas.
Esto
no
es
del
todo
sorprendente,
dado
su
énfasis
en
la
naturaleza
subjetiva
de
la
realidad,
pero
no
proporciona
una
base
clara
para
clasificar
qué
reclamaciones
o
perspectivas
son
la
mejor
base
para
juzgar
la
política.
El
proyecto
racionalista,
por
todas
sus
carencias,
ofrece
una
plataforma
estable
para
generar
juicios
comparativos
de
las
políticas
públicas
y
tiene
una
noción
central
del
valor
para
guiar
tales
juicios:
la
eficiencia.
El
diseño
de
políticas
no
tiene
giroscopio
conceptual
equivalente.
Considere
el
llamado
de
DeLeon,
Schneider
y
Ingram
para
APP.
¿No
va
esto
directamente
a
la
cara
del
argumento
de
Stone
sobre
las
dificultades
de
asegurar
la
equidad?
¿Quién
participa?
¿Cuánta
participación?
¿En
qué
etapa
del
proceso
de
políticas?
¿Sobre
qué
decisiones?
El
supuesto
subyacente
a
esta
solución
es
que
los
ciudadanos,
si
se
les
da
la
oportunidad,
quieren
participar
en
la
formulación
de
políticas.
Sin
embargo,
la
investigación
sobre
las
actitudes
públicas
hacia
el
gobierno
sugiere
lo
contrario.
Hibbing
y
Theiss-‐Morse
(1995,
2002)
encontraron
que,
en
realidad,
la
mayoría
de
los
ciudadanos
no
quieren
participar
en
el
proceso
de
las
políticas.
Lo
que
quieren
es
el
consuelo
de
saber
que
los
encargados
de
formular
políticas
buscan
sus
mejores
intereses.
Como
lo
encontraron
Hibbing
y
Theiss-‐Morse,
la
mayoría
de
los
ciudadanos
no
se
compadecen
por
lo
que
ven
en
el
proceso
político.
Como
resultado,
se
sienten
obligados
a
prestar
atención
a
la
política,
no
por
deseo
de
participar,
sino
por
el
deseo
de
mantener
a
los
políticos
a
raya.
Unir
grupos
no
es
la
respuesta
a
una
mayor
satisfacción
con
el
gobierno
porque
los
grupos
homogéneos
tienden
a
reforzar
la
percepción
de
una
comunidad
de
intereses
donde
no
existe
(Hibbing
y
Theiss-‐Morse
2005).
Así,
mientras
que
DeLeon
ha
argumentado
que
el
aumento
de
los
niveles
de
participación
ciudadana
mejorará
la
satisfacción
con
el
gobierno,
Hibbing
y
Theiss-‐Morse
argumentaron
que
rara
vez
los
ciudadanos
quieren
participar,
sólo
cuando
sienten
que
es
necesario
prevenir
el
comportamiento
interesado
por
parte
de
las
élites.
Incluso
Deborah
Stone
(2002)
probablemente
se
pondría
en
duda
con
la
recomendación
de
deLeon
para
una
mayor
participación
ciudadana.
A
medida
que
su
discusión
de
asegurar
la
equidad
en
las
elecciones
de
la
junta
escolar
demuestra,
incluso
cuando
la
mayoría
de
los
partidos
está
de
acuerdo
en
20
la
necesidad
de
ser
inclusivo,
surge
el
conflicto
sobre
lo
que
constituye
la
participación
pública
equitativa.
En
un
nivel
más
práctico,
Bohte
(2007,
813)
advirtió
contra
una
excesiva
participación
ciudadana
porque
los
ciudadanos
tienden
a
carecer
del
conocimiento
sobre
cómo
se
implementarán
las
políticas.
Conclusión
Los
especialistas
en
diseño
de
políticas
han
hecho
una
serie
de
contribuciones
importantes
al
campo
de
los
estudios
de
políticas.
Edelman,
Fischer,
Stone
y
otros
hacen
un
argumento
convincente
de
que
el
contenido
de
la
política
pública
es
normativamente
impulsado
y
que
los
responsables
políticos
manipulan
simbólicamente
el
proceso
de
políticas
para
lograr
fines
basados
en
el
valor.
Además,
hacen
un
caso
igualmente
convincente
de
que
los
modelos
racionales
del
comportamiento
político
y
la
evaluación
de
políticas
no
son
capaces
de
captar
las
implicaciones
políticas
clave
de
esta
perspectiva
normativa.
Aunque
sus
descripciones
del
proceso
político
y
el
diseño
de
la
política
no
son
limpias
y
limpias,
nos
acercan
a
entender
el
contenido
de
la
política
pública
y
lo
que
significa
entender
las
relaciones
de
poder
en
la
sociedad.
Una
de
las
lecciones
claras
de
la
investigación
sobre
diseño
de
políticas
es
que
aquellos
que
ejercen
el
poder
político
son
aquellos
que
son
capaces
de
construir
una
realidad
que
encaje
con
sus
políticas
propuestas.
El
diseño
de
políticas
quizá
se
entienda
mejor
como
la
política
de
definición
de
metas
o
la
política
de
categorización.
Stone
(2005)
ha
resumido
este
argumento
muy
bien
escribiendo:
"la
política
es
precisamente
este
ordenamiento
deliberado
del
mundo
según
el
principio
del
trato
diferente
para
las
diferentes
categorías".
El
campo
del
diseño
de
políticas
también
ha
contribuido
significativamente
al
estudio
de
cómo
los
ciudadanos
forman
percepciones
en
relación
con
su
gobierno.
Los
diseños
de
políticas
a
menudo
se
utilizan
para
reforzar
las
relaciones
de
poder
existentes
y
percepciones
sobre
el
papel
apropiado
del
gobierno.
Como
señalan
Schneider
e
Ingram
(1997)
y
Soss
(2005),
los
valores
están
a
menudo
incorporados
en
los
diseños
de
políticas,
y
estos
valores
tienen
implicaciones
importantes
con
respecto
a
la
participación
democrática.
De
hecho,
la
mayoría
de
los
expertos
en
diseño
de
políticas
están
de
acuerdo
en
que
el
estudio
del
diseño
de
políticas
ofrece
evidencia
de
valores
no
democráticos
en
el
proceso
de
formulación
de
políticas
y
competencia
no
pluralista,
y
que
a
menudo
se
utiliza
para
reforzar
los
valores
no
democráticos
(ver
Schneider
e
Ingram
2005).
Stone
y
Fischer
han
coincidido
en
que
las
evaluaciones
de
políticas
se
basan
en
evaluaciones
políticas.
Schneider
e
Ingram
han
proporcionado
un
marco
para
comprobar
si
estas
evaluaciones
políticas
tienen
efectos
perjudiciales
sobre
la
participación
política
y
las
actitudes
hacia
el
gobierno.
Si
el
proceso
de
política
se
basa
en
realidades
construidas
e
interpretaciones
intersubjetivas,
la
pregunta
obvia
es:
¿cómo
se
determina
si
una
política
es
efectiva?
Edelman,
Fischer
y
Stone
han
sentado
las
bases
para
una
teoría
de
diseño
de
políticas
y
análisis
de
políticas
basada
en
la
metodología
post-‐positivista.
Su
principal
interés
es
dar
cuenta
de
las
realidades
"construidas"
cuando
realizan
evaluaciones
de
políticas.
21
Aunque
Stone
y
Fischer
pintan
un
cuadro
del
proceso
político
basado
en
una
realidad
construida,
esto
no
significa
necesariamente
que
el
proceso
político
sea
impredecible
(véase
también
Kingdon,
1995).
Más
bien,
la
previsibilidad
aumenta
una
vez
que
se
reconoce
la
naturaleza
intersubjetiva
de
la
formulación
de
políticas.
Schneider
e
Ingram
dan
un
paso
adelante
al
preguntar,
dado
que
el
diseño
de
la
política
está
infundido
con
valores,
símbolos
e
historias,
¿qué
efecto
tiene
esto
en
los
objetivos
de
esa
política?
Bajo
este
marco,
el
"diseño
de
la
política"
se
trata
como
la
variable
dependiente
y
como
una
variable
independiente
importante.
Inicialmente
preguntamos
cuáles
valores
son
inherentes
al
proceso
de
la
política.
Como
lo
ha
dejado
claro
este
capítulo,
varios
académicos
de
política
consideran
el
contenido
de
las
políticas
públicas
como
antidemocrático.
Los
estudiosos
describen
el
proceso
de
diseño
de
políticas
como
deliberado
y
manipulador,
no
como
una
respuesta
racional
a
los
problemas
públicos.
Los
diseñadores
de
políticas
usan
símbolos
y
lenguaje
para
elaborar
políticas
de
tal
manera
que
perpetúen
los
estereotipos
existentes.
Para
la
mayoría
de
estos
académicos,
políticos,
analistas
e
incluso
académicos
deberían
participar
más
en
la
contabilidad
de
la
diversidad
de
opiniones
compartidas
por
los
ciudadanos
afectados
por
políticas
particulares.
Una
solución
práctica
a
este
dilema
es
la
noción
de
una
mayor
participación
ciudadana.
Al
permitir
la
participación
ciudadana
directa
en
el
proceso
de
políticas,
el
diseño
de
políticas
reflejará
los
valores
de
la
ciudadanía
y
evitará
mensajes
no
deseados
o
intencionados
que
disuadan
a
los
ciudadanos
participación
o
disuadir
a
la
eficacia
ciudadana.
Sin
embargo,
como
se
señaló
en
la
sección
anterior,
existen
serios
obstáculos
empíricos
con
respecto
a
esta
solución.
Notas
1.
Véase
también
Gilens
(2000)
para
una
discusión
sobre
la
forma
en
que
se
ha
utilizado
el
lenguaje
simbólico,
como
"reina
del
bienestar",
para
perpetuar
los
estereotipos
existentes
de
los
beneficiarios
de
la
asistencia
social
y
para
disminuir
el
apoyo
público
para
aumentar
los
beneficios
sociales.
2.
Bohte
(2007,
812)
también
utilizó
el
ejemplo
de
la
biblioteca
de
Stone
como
ejemplo
de
la
dificultad
de
lograr
la
eficiencia
en
una
organización
pública.
3.
Otros
estudiosos
(L.
deLeon
y
Denhardt
2000)
también
expresan
críticas
en
los
enfoques
que
parecen
reforzar
el
papel
de
los
formuladores
de
políticas,
como
los
burócratas,
a
expensas
de
los
ciudadanos.
22