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los graffitis ganan la calle:

ciudad e inclusión social


Muchos grupos juveniles manifiestan sus ideales, sus ilusiones y frustraciones mediante
inscripciones que pintan en el paredón de su barrio. Son los graffitis que ganan la calle como grito de
los jóvenes para expresar resistencia, disputa y transgresión. El graffiti -una adaptación del italiano
del término “pintada”- es una representación de identidades que le ofrece a la ciudad fuertes
contenidos políticos, culturales y sociales, y una gran capacidad expresiva mediante colores, íconos
y símbolos. Los jóvenes, de este modo, buscan demarcar su territorio, cambiar la fisonomía de un
sitio y dar cuenta de su pertenencia, imprimiendo lógicas y mecanismos.

Desde el tradicional “fileteo” de comienzos del siglo 20, con sus textos cortos que reivindicaban a la
sabiduría popular; siguiendo con las primeras pintadas políticas de los años ´40 y ´50, realizadas con
tizones grasos de alquitrán y kerosene; Buenos Aires se ha proclamado siempre en favor del uso de
los graffitis en el espacio público. Luego le siguió el aerosol, que en los ´70 permitía hacer escritos
clandestinos muy rápidos y efectivos, con consignas políticas contestatarias. Y, en los ´80, las
“tribus” urbanas comenzaron a dejar constancia de su dominio territorial sobre determinadas zonas,
utilizando diferentes técnicas, mensajes y formas de expresión.
En la última década se pone en práctica una ritualidad distintiva que delimita y protege el espacio de
cotidianeidad de los jóvenes. Efectivamente, para Mónica Lacarrieu, Antropóloga y Doctora en
Filosofía y Letras, el graffiti es una marca territorial que procura comunicar aspectos vinculados a
cierta realidad social. Explica que la exhibición pública de esa estética es una forma de segregación a
partir de la cual el graffitero intenta ser distinguido por su práctica y por su mensaje. A su vez,
dispara ciertos mecanismos de control y de poder sobre un territorio que dan lugar a situaciones de
verdadera incertidumbre en otros grupos sociales.

En general, a medida que inician su práctica, los graffiteros se van incorporando a grupos juveniles
acordes a sus expectativas. Esto lo señala uno de ellos, quien prefiere darse a conocer
como IfesYard (22). Igual que Nito (20), un graffitero del conurbano que considera a su grupo de
artistas amigos como a su segunda familia. El muralistaPelos De Plumas (27) comenta que, si bien
algunas veces pinta solo, otras se junta con amigos para realizar obras de mayor envergadura. Según
la Psicóloga Social Patricia Caballero, en estas agrupaciones predomina laproxemia, es decir, la
importancia asignada a la calle para la transmisión de sus mensajes.
Los graffiteros conforman grupos nómades que la calle aglutina. Asimismo, la tecnología favorece
la articulación entre ellos y desde las redes sociales adquieren mayor visibilidad. Para Claudia
Kozak, Doctora en Letras y autora del libro “Las paredes limpias no dicen nada”, el graffiti hace
posible reconocer territorios. Kozak aporta el caso degraffitis que suelen repetirse durante una serie
de cuadras y luego abruptamente se interrumpen, lo que hace pensar en la delimitación de
jurisdicciones que evidencian fuertes lazos de cohesión grupal sobre el espacio barrial y que
manifiestan un juego de disputas y tensiones en la ocupación del territorio.
Es interesante la experiencia generada en el sitio web “GRaFiTi: Escritos en la Calle”
www.escritosenlacalle.com. Se trata de un novedoso espacio colaborativo donde cada graffitero sube
una imagen de su obra, la titula y la ubica geográficamente, ofreciendo un mapa con los principales
puntos de interés en la temática.
asociatividades juveniles
La especialista en “Subculturas Juveniles” y autora del libro “Tribus Urbanas”, María José Hooft,
considera que -sin perder la identificación entre ellos- en los últimos tiempos estos grupos de
jóvenes han dejado de confinarse a ciertos lugares en particular y priorizan su agrupamiento por
cuestiones estéticas, artísticas y afectivas. Más allá de las clases sociales de origen, estas “tribus” se
reconocen en base a cuatro componentes centrales: la estética, la música, los lugares y la
territorialización. Y cuenta Hooft que existe cierta movida “oscura” en torno a la Galería Bond
Street,  al Palacio Pizzurno, al Cementerio de la Recoleta, al Jardín Japonés y Belgrano.
En esta línea, Patricia Caballero agrega que la asociatividad de grupos sirve también para
incrementar los recursos de cada individuo. Estos lazos solidarios potencian capacidades y
perspectivas y amplían conocimientos y experiencias. Para Mónica Lacarrieu, el graffiti se ha
constituido como actividad alternativa e intersticial. En nuestra sociedad, los
jóvenes graffiteros suelen ser mirados en forma acusatoria, estigmatizados, o bien observados como
productores de arte callejero. Es desde tal perspectiva que Lacarrieu considera que esa idea de
“cultura alternativa” coloca a un grupo social por fuera del orden cultural dominante.
De este modo, el graffiti permite identificar a distintos grupos juveniles. Para Javier Clemente,
crítico de arte urbano y diseñador de indumentaria, estos grupos han logrado desarrollar, a partir de
su ideología, un lenguaje interno de grafismo como verdaderos artistas urbanos que van buscando
nuevas variantes de expresión. Clemente sitúa al graffiti como emergente de un conjunto complejo
de condiciones: la localización específica, la influencia social, la situación política, los
acontecimientos personales del autor. Todos estos factores coinciden en un momento concreto,
definiendo lo que la pieza artística desea transmitirle al espectador.
Ilustrando esta situación, el joven Eduardo Greco (15) cuenta que hoy se siente cómodo
practicando Parkour, una técnica de desplazamiento en grupo, pero que sin embargo sigue
juntándose con sus anteriores amigos Skaters y que está comenzando a incursionar en el arte
del graffiti en su habitación, en el colegio, en la calle. No obstante su alto valor estético, resultan ser
ilegibles para gran parte de la población. Y esto ha detonado algunas políticas públicas dirigidas a
reducir tal tipo de expresiones callejeras, tal como ha hecho el Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires con su Unidad Anti-graffitis, que sale a la calle a eliminar todo rastro posible de ellos.
construyendo identidades
Pertenecer a la estética graffitera contribuye a diferenciar productores de este “arte” respecto de
aquellos que no lo son. En ese sentido, Lacarrieu  explica que desde esa estética se producen
procesos de conformación de identidades en grupos vinculados a dicha actividad. De modo que los
jóvenes graffiteros se constituyen en “sujetos en tránsito” que se mueven por diferentes espacios y
actividades.
Inspirado en la música, Pelos de Plumas pinta sin permiso en la calle para llevar su mensaje a toda la
sociedad, como modo de interpelar al sujeto en su cotidianeidad. Para Nito también
el graffiti cambió el rumbo de su vida, permitiéndole comunicar sus sentires. Según nos cuenta, su
musa es la cultura Hip Hop y la gente que lo rodea. Y agrega: “Tengo estilo propio: el que me
enseñó la calle”. Para IfesYard, que hace graffitis rápidos en los trenes, las pintadas le proporcionan
mucha adrenalina.
Ante este escenario, resulta parcial todo intento por clasificar una actividad tan diversa y compleja,
que oscila entre imágenes que cuestionan a la sociedad y textos que transgreden códigos y normas
del lenguaje. Sin embargo, hay tipos de graffitis muy característicos como: la bomba, una firma
hecha con spray; el freestyle, una pieza improvisada; el stencil, dibujos sobre moldes o plantillas;
el tag, un seudónimo estampado en paredes; o elwild, letras entrecruzadas de difícil legibilidad, por
ejemplo.
Cualquiera sea la técnica utilizada, el graffiti le “grita” a la indiferencia ciudadana. Para Claudia
Kozak, sus significaciones indagan sobre cómo los individuos utilizan (o, en este caso leen) el
espacio en el que viven. De este modo -sostiene- el graffiti supone otra manera de habitar la ciudad,
cubriéndose con significados imprevistos y heterogéneos surgidos de su contacto con la escritura
callejera. Considera que estas expresiones artísticas conviven con la arquitectura, obteniendo un
interesante equilibrio entre el objeto mismo y la lectura estética que éste ofrece respecto del contexto
cultural al que pertenece.
Asimismo, en ciudades europeas los graffiteros logran conjugar la adrenalina emergente de la
pintada con las propias demandas de los ciudadanos, tal como la demarcación de ciclovías o de
elementos estéticos funcionales a los peatones. Indudablemente, el graffiti tiende a convertirse en
una huella material y simbólica del espacio público. Para Mónica Lacarrieu es una forma de arte que
salió del museo a la calle y que nació en términos de “contestación” como mecanismo de disputa y
de puesta en escena pública de contradicciones sociales.
confrontar al orden social
Con sus graffitis los jóvenes nos inquietan, nos incomodan, nos provocan, nos cuestionan. Oscar
Terminiello, especialista en movimientos socioculturales y autor del libro “De las tribus a las maras”,
advierte sobre los peligros que implica la proliferación de estos grupos sociales y proclama revertir
las causas que llevan a la juventud a sumarse a manifestaciones de tal naturaleza, a las que considera
signadas por la violencia y por el desprecio a las estructuras de nuestra sociedad.
Sin embargo, Mónica Lacarrieu sostiene que el graffiti continúa siendo observado como transgresor
en su práctica y en su discurso y es absolutamente deslegitimado en el espacio de lo visible. A través
de estéticas específicas, busca disputar un lugar de reconocimiento tanto territorial como social y se
ha convertido -explica- en un recurso de inclusión social para muchos grupos vulnerables y vecinos
de barrios relegados.
Los graffitis son obras de arte que sus creadores realizan -casi sin darse cuenta- como propuestas de
vanguardia. Al respecto, el muralista Pelos de Plumas dice que interviene en paredes o en espacios
que se encuentran “descuidados”, sencillamente para denunciarlos como tales, para hacerlos
evidentes ante los peatones, invitándolos a la reflexión, a cuestionarles aquello que observan.
También IfesYard  utiliza letras y dibujos para transmitir distintos mensajes. Y Nito busca en
sus graffitis decorar a una ciudad tenida de gris: “Un buen atardecer pintado en una pared es algo
más hermoso que una propaganda política”. En este sentido, Hooft asegura que las pintadas de estos
artistas callejeros tienen a la vez un toque de trasgresión, de belleza y de alegría en medio de tan
oscuro paisaje. Y, con audacia, confieren mensajes que ironizan contra el capitalismo, contra las
autoridades y contra las celebridades. Desde su osadía, ponen en ridículo aquellas dimensiones que
colectivamente no sabemos cómo desdramatizar.
En consecuencia, destaca Lacarrieu, el graffiti se constituye en el tránsito entre una disputa y el
consenso social. Aunque sigue siendo percibido como práctica y como discurso alternativo, en
algunos espacios negocia con los procesos de comunicación tradicionales. Desde esta perspectiva,
cuando es resignificado y apropiado por el poder, legitima a los graffiteros como sujetos productores
de cultura. Con su arte, buscan interpelar al ciudadano, llaman a la reflexión y demandan ciudades
más bellas y plurales. Con sus graffitis, entonces, los jóvenes a gritos proclaman: “¡Ciudad
despierta… que sos nuestra!”
 

Breve glosario graffitero
● Beef: Procedimiento de delimitación del territorio empleado por los grupos de graffiteros para
tapar o cubrir con su firma o graffiti las piezas realizadas por otros.
● Bomba: Es una firma hecha con spray, a dos o a cuatro colores, de dimensiones que suelen ocupar
toda una pared. Esparcir “bombas” en la ciudad recibe el nombre de “bombardeo”.
● Crew: Grupo de “writers”, de “jóvenes que rayan”, que trabajan juntos para componer un graffiti.
Estos lazos solidarios potencian capacidades, conocimientos y experiencias.
● Flow: Vocablo usado por graffiteros que evoca el estilo y la cadencia de uno de estos personajes.
Es un término consustancial a la puesta en escena del hip-hopper.
● Freestyle: Se trata de la improvisación de una pieza de graffiti. A la acción en sí de la
improvisación se le denomina “freestalear” (adaptación de la expresión inglesa).
● Hip-Hop: Movimiento que emerge a fines de la década de los 70 en el barrio neoyorkino de
Bronx, que adopta en sus inicios formas de denuncia contra las condiciones de vidas injustas.
● King: Es un término utilizado por los graffiteros que alude a la arrogancia de algunos crews, que
se consideran mejor que los demás. Y se les suele pintar una corona sobre su graffiti.
● MC’s: Se conoce con ese nombre al “Maestro de Ceremonia” en la cultura Hip-Hop. Se identifica
así al cantante o rapero que improvisa frases rimadas, a capela o sobre pista musical.
● Point: Es el lugar escogido para realizar una pieza, ya sea una bomba, un tag, una mural o un wild.
Establece una marca territorial para comunicar aspectos de la realidad social.
● Tag: Firma o seudónimo estampado por graffiteros en paredes o rejas. Es uno de los elementos
esenciales delgraffiti hip-hoppero. Al acto de estampar la firma se le denomina “taggear”.
● Toy: Es un graffitero sin experiencia o incompetente, que utiliza tapas baratas o que cuyo estilo o
técnica de aplicación es considerado por sus pares como deficiente.
● Underground: Alude a una expresión inglesa que significa “mantenerse bajo tierra” y que es
utilizado para simbolizar la humildad de un graffitero dentro del grupo.
● Vandalear: Corresponde a una actividad que refiere a la realización del graffiti de manera ilegal.
También se lo suele conocer como graffiti vandal.
● Wild: Consiste en realizar letras entrecruzadas cargadas de mucho color y de difícil legibilidad.
Sus mensajes resultan poco comprensibles para la mayor parte de la sociedad.

© Guillermo Tella & Laila Robledo


En: Tella, Guillermo y Robledo, Laila. (2012), “Los grafitis y la inclusión social de los jóvenes”. Buenos Aires
(Argentina): Diario Perfil, Suplemento El Observador,   julio 28, pp. 54-55.

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