REPORTAJE

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[Por Pedro Dutour]
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del fútbol se

[Fotos Andrés Silveira]

30 JUNIO 2014 31
REPORTAJE
E
l mundo del coleccionismo tiene
en los álbumes de figuritas,
quizá, su parte más mágica.
El interés que despierta en
todas las edades y en todas
las clases sociales es difícil
encontrarlo en otro tipo de
colecciones, así sea de sellos
de correo, de monedas, de
tapitas, de botellas o de lo que
sea. Coleccionar álbumes es
popular y ni que decir los de
fútbol, que son estrellas en el rubro.
Uruguay es un país tradicionalmente fuer-
te en la colección de figuritas. Los viejos
coleccionistas y comerciantes de este tipo
de artículos suelen decir que los extranjeros
se sorprenden por la cantidad de álbumes
que se han editado en Uruguay, y su nivel
de venta pese a lo pequeña de esta nación.
La historia de las figuritas en el país es rica
y jugosa, desde bastante antes del furor por
el álbum de Panini de Brasil 2014.
En Uruguay las figuritas llegaron primeros
que los álbumes, y lo hicieron de la mano de
los cigarrillos a fines del siglo XIX. Cuenta
Marcos Silvera Antúnez (66 años), referente
en el coleccionismo de álbumes de figuritas
del país y la región, que a principios de 1890
comenzaron a llegar cigarrillos ingleses y
argentinos que incluían figuritas. Las fábricas
uruguayas de cigarrillos “no tuvieron más
remedio” que apuntarse a ese “tipo de mar-
keting”, y poner figuritas en sus cigarrillos
para no quedar fuera del negocio.
Hacia 1910, las figuritas retrataban los tres
grandes intereses del momento: el fútbol, los
caballos y los toros, con estampas de futbo-
listas, jockeys y toreros. A inicios de los años
1920, dos fábricas de cigarrillos habían pasado
a dominar el negocio. El grupo Mailhos y el
grupo Abal, uno con cigarrillos Crack y el otro
con cigarrillos Súper, mantuvieron una fuerte
competencia hasta 1928 cuando llegaron a
un acuerdo y eliminaron en forma conjunta
las figuritas de las cajillas. De esa manera, al
desaparecer las figuras de los cigarrillos, el
asunto pasó automáticamente a los chocolates
y a las golosinas, comenta Silvera.
Con raigambre extranjera, especialmente de
32
La muerte de la sellada
La figurita sellada era aquella difícil
que apenas salía o no salía nunca y
que cada álbum, casi obligatoriamente,
llevaba consigo. Incluso, se daba que
un álbum venía con una sellada por
página. Llenar el ejemplar o esa página
significaba un premio. Durante una
época, entre las décadas de 1950 y
1970, tener todas las figuritas de un
álbum resultaba una proeza.
“La sellada no aparecía casi nunca y
se editaba, en el mejor de los casos,
alrededor del 1% de cada figurita. En
otros álbumes, sobre todo de fútbol, ni
siquiera era el 1%, era el 0,2% o algo
así”, cuenta el coleccionista Marcos
Silvera Antúnez.
Aquella época se acabó, pero quedó
en el imaginario colectivo el asunto
de las figuritas difíciles y en la actua-
lidad se repite la misma canción,
especialmente con los álbumes de
fútbol. “Es un mito de 25 o 30 años
a esta parte. Eso sucedía cuando la
venta de figuritas era barrial e iba
una camioneta promocionándolas.
Había un gráfico que envasaba las
figuras a mano, hacia los sobrecitos
y las mezclas. Entonces, si el pliego
tenía 100 figuritas agarraban una y
la separaban. Existía una gran estafa
moral y real. Porque completaba el
álbum solo un niño por barrio. Por
cada uno que completaba había 2.000
o 3.000 que no llenaban el álbum”,
dice, por su parte, Claudio Lerner,
representante de Panini en Uruguay.
Lerner explicó que con las actuales téc-
nicas de envasado es muy complicado
separar figuritas y, sobre todo, no es la
intención dificultar de esa manera al
coleccionista. “Es extorsivo. Coleccionar
por la promesa de un premio no es la
esencia del coleccionismo”, asegura.
familias exiliadas que pisaron suelo oriental
desde Austria, Hungría, Suiza o Polonia, las
fábricas de chocolate y golosinas crecían
como hongos: Águila, El León, La Glorieta,
Chingolito, Starosta, La Holandesa, Los Andes,
La Veneciana, América, “innumerables marcas
que empezaron a sacar sus propios álbumes”.
Se sumaban a ellos otros álbumes de Mosca
o de Kasdorf, lo que hoy se conoce como
Conaprole. La única compañía extranjera
era Nestlé —que venía de Argentina—, pero
con el tiempo fue superada por la industria
local. Silvera remarca: “En general funciona-
ban, la guerra era enorme, los álbumes eran
extraordinarios”.
Hasta el momento, en Uruguay han visto la
luz 703 álbumes de figuritas, sin incluir las
figuritas sin álbumes. “Los tengo casi todos,
me falta menos del 5%”, comenta con orgullo
Silvera, un coleccionista de raza que además
ha publicado 36 libros, entre ellos, El álbum de
figuritas, 100 años en Uruguay, El monetario
clásico uruguayo, El Correo en Uruguay y
Campeón del Siglo, entre otros.
Silvera, quien asegura que meterse en sus
colecciones cada vez que retorna del trabajo
le significa un desenchufe y un “lavado de
cerebro de todo el estrés del día”, resalta
que detrás de “todo esto” hay un “montón de
historias”. “Existe un proceso comercial, toda
una historia de marketing, hay dibujantes,
hay artistas y diseñadores, hay un proceso
de impresión”. Al principio, el álbum servía
como material didáctico, luego evolucionó
hacia representaciones de personajes del cine
o la televisión.
A las publicaciones de las fábricas de choco-
lates y golosinas se sumaron con el tiempo
numerosas editoriales, tanto nacionales
como extranjeras. Llegaron las españolas
Fehr y Bruguera. De Argentina aparecieron
Surpasa y Cromy en las décadas de 1980 y
1990, y más cerca en el tiempo, Ultrafigus.
Con la ola televisiva arribaron las ediciones
de Disney Pixar.
Los diarios también supieron participar en el
mercado con sus álbumes, como los periódicos
Acción, La Mañana y El Diario, La Razón, El
País, El Observador y La República. De fútbol,
durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, Marcos Silvera Antúnez, referente en el coleccionismo
de álbumes de figuritas del país y la región
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 En Uruguay las
figuritas llegaron
primeros que
los álbumes, Y
lo hicieron de
la mano de los
cigarrillos a fines
José Epíscopo, comerciante de álbumes
de figuritas antiguos
del siglo XIX
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las Ediciones Crack de Juan Katz y de Nobel
Valentini eran “sinónimos de álbumes”, según
Silvera. De los álbumes de mundiales hubo
de todo —incluso el recordado del Mundial
de México 86, de Igrol Ltda, que incluía
caricaturas de jugadores como figuritas—
hasta que se instalaron los de Panini, sello de
garantía de ediciones de calidad y el álbum
oficial mundialista.
El fútbol, siempre el fútbol
Claudio Lerner (54), CEO de Promarketing y
representante de Panini en Uruguay, explicó
por qué nuestro país es el segundo a nivel
global, después de Suiza, en venta del álbum
del Mundial de Brasil. Esto tiene que ver con
una “idea bastante simple”, asegura. Cuantas
más figuritas per cápita se venden, significa
que más álbumes se llenan y aquí Uruguay
va en la punta, ya que se comercializan dos
sobres por habitantes, algo que no sucede ni
en países grandes como Brasil. Lerner dice que
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llenar el actual álbum de la firma italiana con
sede en Módena, que contiene 640 figuritas,
cuesta entre 2.000 y 2.500 pesos.
En el Mundial de Sudáfrica de 2010 se ven-
dieron seis millones de sobres de figuritas en
suelo uruguayo y Lerner afirma que esperan
superar esa cifra en la contienda que se
disputa en Brasil, en vistas del furor total
que generó en todas las edades el álbum de
esta edición y que alcanzó además un vasto
público femenino.
Los álbumes Panini del Mundial se venden
hoy en más de 120 naciones en todo el mundo
y en Uruguay inició su comercialización en la
justa de Francia 98. Sin embargo, hay álbumes
Panini desde México 70. En tiendas online
como eBay se pueden adquirir las ediciones
que no pasaron por Uruguay; los precios varían
y se pueden conseguir las de Alemania 74,
Argentina, 78, España 82, México 86, Italia
90 y Estados Unidos 94 a un precio razonable.
Pero las del primer Mundial mexicano no:
la escasez de ese álbum, y por ser el primer
Panini mundialista, tiene un costo de entre
2.000 y 3.000 euros para empezar.
El hecho de que el álbum oficial de Panini no
ingresara a América Latina hasta 1998, hizo
que pulularan otras editoriales, que ya “no
deberían salir” según Lerner, en Uruguay y
en la región. Son los casos, por ejemplo, de la
chilena Salo, de la venezolana Reyauca y de
la peruana Navarrete, que llegó a sacar dos
por mundiales.
De acuerdo al coleccionista Silvera, más de
150 álbumes sobre fútbol han sido puestos a
la venta o han sido impresos en el país, entre
ellos varios mundialistas. Los álbumes en torno
a este deporte aparecieron con fuerza en la
década de 1930; en cambio, no hay rastros
aún de álbumes del Mundial de 1930, y de
1934 y 1938 se sabe que hubo en Italia, que
ganó esos dos torneos.
“Los álbumes de mundiales hasta hace algu-
nos años se editaban en los países que salían Claudio Lerner, CEO de Promarketing y representante
de Panini en Uruguay
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campeones del mundo o donde se jugaba el
Mundial”. En 1950 se editaron dos ediciones
de ese Mundial en Uruguay, los Goles y Dobles.
De acuerdo a Silvera, no existen álbumes de los
torneos de 1954 y 1958 en la región, aunque
se sabe de algún pequeño ejemplar brasileño
del Mundial que se jugó en Suecia. En 1962,
Salo se destacó con tres álbumes chilenos de
su Copa del Mundo y en 1966 aparecieron
los primeros peruanos en América Latina,
con reediciones de impresiones europeas. En
1970, a la par del primer Panini, los álbumes
mundialistas comenzaron a florecer y a ser
muy populares.
“El de fútbol, siempre, siempre funcionó. Ha
sido el que ha tenido más atractivo para los
chicos, para la juventud”, remarca Silvera.
La clave de los álbumes repetidos
Al estilo Silvera, en América Latina hay otros
referentes del coleccionismo de álbumes de
fútbol. Tal es el caso del joven Jack Hurtado,
peruano de 22 años que llegó a jugar en las
inferiores del Sporting Cristal de Lima. Una
lesión lo alejó tempranamente de las canchas
y encontró en los álbumes donde desbocar su
pasión futbolera.
Con 14 años, internet y fingiendo más edad
para concretar intercambios —aunque
aclara que siempre ha sido honesto en sus
operaciones—, abrió paso a una colección
impresionante de álbumes de fútbol. En la
actualidad posee casi 400 álbumes de 25
países distintos. En su acervo se mezclan
álbumes de ligas locales hasta campeonatos
de selecciones, de torneos de Serbia, de
China, de Bélgica, de Austria o de Egipto.
También de ligas uruguayas.
El periodista Hurtado resaltó que el intercam-
bio es básico para cualquier coleccionista y
que entre ellos no puede existir la compra-
venta. Es casi una ofensa. Eso se deja para la
relación con el comerciante. Además, resulta
fundamental llenar más de un álbum para así
tener material de canje.
Con el devenir de la colección, se le ocurrieron
dos iniciativas: una muestra itinerante de
los álbumes y un ranking mundial de colec-
cionistas de álbumes de fútbol. La muestra
ha llevado a que en Lima se reunieran hasta
38
De acuerdo al
coleccionista Silvera,
más de 150 álbumes sobre
fútbol han sido puestos
a la venta o han sido
impresos en el país, entre
ellos varios mundialistas.
Los álbumes en torno a
este deporte aparecieron
con fuerza en la década
de 1930; en cambio, no hay
rastros aún de álbumes
del Mundial de 1930, y de
1934 y 1938, se sabe que
hubo en Italia, que ganó
esos dos torneos
5.000 personas para observar su colección,
y ha logrado trasladarla hasta Argentina,
Brasil, Chile, México y Uruguay, un país que
lo “marcó mucho”. Ahora aguarda a contar
con un museo propio en Lima, sueño que
aspira concretar en torno a la disputa de la
próxima Copa América, a desarrollarse en
Chile a mediados de 2015.
En cuanto al ranking, “era una necesidad
que teníamos los coleccionistas”. A base de
consultas por un grupo de Facebook, que
hoy tiene unos 5.000 miembros y de otros
coleccionistas conocidos, se confeccionó en
mayo pasado una lista que tiene al italiano
Giani Bellini, de 50 años, al frente con 3.270
álbumes de figuritas de fútbol. En el top ten
hay cuatro portugueses y el propio Hurtado
se ubica décimo con 362 ejemplares. Marcos
Silvera Antúnez está en la undécima posición.
El colombiano Richi Escobar (57) figura en
el ranking en el sexto lugar, con 750 álbumes
de fútbol. Desde Medellín, comenta que lleva
45 años coleccionando; comenzó de niño,
juntando cualquier álbum que saliera, cuando
vivía en Cali. Asegura que en la actualidad
su hijo tomó la posta de la colección y que él
funge de “sirviente” y consejero.
Escobar también jugó al fútbol y, a diferen-
cia de Hurtado, sí llegó a primera división,
más no sea para disputar 25 minutos de un
partido en 1977 vistiendo la camiseta roja de
América de Cali. “Vi que era muy difícil seguir
y me puse a estudiar”, explica. Asegura que el
furor de los álbumes de fútbol en Colombia
se da cada cuatro años, cuando se disputa
un mundial —y este tiene a Colombia entre
los participantes— y el coleccionismo no está
tan arraigado “como en Uruguay”. Quizá por
eso se sorprendió al observar la adhesión de
coleccionistas de todo el mundo al grupo
de Facebook por el cual, junto al peruano
Hurtado, alentó el ranking.
El colombiano, que tiene en su haber el pre-
ciado Panini de México 70, también habla
del canje como factor clave para incrementar
una colección. Por ejemplo, de cada álbum de
la liga colombiana, él colecciona 10. Compra
entre 10 a 15 cajas de figuritas y, tras llenarlos,
cambia ocho de esos álbumes. Así resulta más
económico, dice.
“La base de un coleccionista es tener álbumes
repetidos. Porque con ellos puedes conseguir
álbumes que serían muy difíciles de encontrar
en tu país”. Dice que los Panini son muy bue-
nos pero que, más allá de algún caso especial,
no tienen poder de reventa porque “los tiene
todo el mundo”. Los álbumes alternativas
y piratas son los que suelen desvelar a los
coleccionistas empedernidos.
En esto del coleccionismo, aconseja transitar
con tranquilidad y calma, controlando la
ansiedad. Especialmente, por los costos que
puede sobrellevar. “Hay que comprar de a
uno, si tiene plata coleccionarlo, si no tiene,
dejar pasar. Todo es así. Con suavidad. Si uno
se pusiera a comprar a todos los álbumes que
hay en la red, te fundirías”. De todos modos,
Escobar recalca que hay que tomar cualquier
colección “como una inversión”.
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