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El gozo natural del ser

Jackson Peterson

Traducción al español
Martin Fernandez Cufre
Dedicatoria

Dedico este libro a mi hija Kia.


Aunque su vida fue demasiado breve,
me hizo descubrir mediante su corazón
amable y totalmente abierto
que el gozo natural del ser es un tesoro
que todos compartimos dentro nuestro.
Agradecimientos

Tashi Mannox: Diseño de título en tipografía de estilo tibetano


Connor Fitzgerald: Ilustrador y diseño de portada
Quiero agradecer a mi esposa Matthia por sus comentarios
editoriales y apoyo espiritual.
También quiero agradecer a mis hijos, Jack, Nikki y Rishi, por su
apoyo espiritual y emocional, así como por sus sugerencias. Y gracias a
mis dos nietos, Lily y Mia, quienes me inspiraron para que el libro sea
lo suficientemente simple para que cualquier persona pueda
considerarlo “lectura fácil”.
Introducción

“Creo profundamente que todos juntos debemos encontrar una nueva


espiritualidad. Este nuevo concepto debe desarrollarse junto con las religiones
de modo que toda persona de buena voluntad pueda adherir a él.”
S.S. Tenzin Gyatso
14vo Dalai Lama

Parece haber actualmente un gran interés en profundizar respecto a


quiénes somos y al logro del máximo bienestar. El ritmo y la
superficialidad de las rutinas diarias dejan a muchas personas con una
sensación de insatisfacción y carencia de sentido vital. Esto puede
atribuirse en gran medida a las condiciones sociales y las exigencias
económicas a las que estamos sometidos. Sentimos que trabajamos más
y sin embargo disfrutamos menos de nuestras vidas. El estrés es
indudablemente un aspecto de nuestras vidas y pareciera que, en estos
tiempos económicamente inciertos, gran parte de dicho estrés estuviera
relacionado con la seguridad laboral, la gestión de nuestras obligaciones
financieras, la posibilidad de costear una educación superior y sostener
a nuestras familias. Sentimos que estas son las causas de nuestra angustia
e insatisfacción existencial, pero las causas reales se encuentran en
nuestros procesos de pensamiento y el modo en que afrontamos
internamente nuestras vidas y el estrés. Las circunstancias externas no
tienen capacidad propia de determinar cómo reaccionamos a ellas.
Nuestra capacidad para experimentar felicidad depende directamente
de cómo entendemos y procesamos nuestra vida interior, el único
aspecto de nuestras vidas que podemos controlar directamente, siempre
que dispongamos de los medios y el conocimiento práctico correctos.
Sin embargo, la felicidad no surge en el vacío. Es una cualidad que
resulta de la experiencia basada en una sensación de armonía y sentido
profundo, dentro del contexto de nuestra vida en general. La vida es
relación. La vida es experiencia. Nuestra percepción de satisfacción y
contentamiento es directamente proporcional a nuestro compromiso
con la experiencia vital en todo nivel. Para algunas personas, esto
significa enamorarse y tener una familia. Pero incluso en ese caso, nos
cuestionamos más allá de los aspectos superficiales de nuestra existencia
y anhelamos una comprensión más profunda del misterio que llamamos
vida. Para otras personas, el sentido profundo y la simetría estética de la
vida vienen dados por la conexión religiosa o espiritual. La intuición de
un significado más profundo en nuestras vidas, tal como se expresa en
la creencia y la fe en una dimensión espiritual, siempre ha sido un
aspecto de la psique humana. Una conexión espiritual basada en la fe
también puede fomentar una experiencia de sentido más profundo, un
propósito coherente con un modelo o plan divino que permita que todo
el aparente caos de la vida tenga sentido.
Es un hecho que todas las culturas han tenido y tienen algún sistema
de creencias religioso o espiritual. Dentro de esas tradiciones religiosas
o espirituales, siempre hubo quienes afirmaron tener conexiones más
profundas con las fuerzas misteriosas que rigen y habitan el mundo
espiritual. En las culturas más antiguas previas a la civilización
encontramos a los chamanes, intermediarios entre el mundo y las
dimensiones invisibles. Conjuntamente con el desarrollo de la
civilización, también se complejizó la vida religiosa y espiritual, dando
nacimiento a toda una clase de sacerdotes profesionales y una
burocracia organizada. Pero seguían presentes aquellos espíritus
inusuales con la capacidad y tendencia singular a comprender y
experimentar los niveles más profundos de conciencia y realización
espiritual. Se solía llamar místicos y videntes a estos individuos con
cualidades espirituales. Por supuesto, estaban los auténticos y también
los charlatanes, pero los auténticos resaltaban pues eran
verdaderamente únicos en su presencia personal y las enseñanzas que
ofrecían. Todas las religiones del mundo comenzaron con una persona
que compartió su experiencia y visión de una dimensión espiritual más
allá de nuestro mundo material ordinario. Casi todos ellos dejaron no
solo un mensaje, sino también un camino para otras personas.
En la mayoría de los casos había dos grupos de enseñanzas: exotéricas
y esotéricas. Las exotéricas eran para las masas, que se contentaban con
creer y seguir las reglas que eventualmente les llevarían a la salvación o
a la realización en el momento de la muerte. Un grupo mucho más
reducido estaba interesado en la experiencia espiritual directa: los
practicantes del camino esotérico de la gnosis, la iluminación y la mística.
Este tipo de división en las principales tradiciones religiosas no fue algo
planificado, sino derivado de las tendencias naturales de los pueblos.
Los seguidores de las escuelas esotéricas o místicas siempre fueron
minorías y un grupo mucho más sensible e intuitivo. Se preguntan por
los misterios y el significado de la vida, sin interesarse demasiado en ser
solo buenas “abejas obreras” en la estructura social. La mayor parte de
la riqueza de una cultura en términos de poesía, prosa, arte y linajes de
enseñanza mística proviene de este grupo dotado espiritualmente. El
legado de enseñanzas espirituales tiene una cualidad atemporal que las
generaciones posteriores disfrutan y atesoran por sobre todos los demás
productos de creación cultural. Estas enseñanzas y las formas de arte
que ellas engendran encarnan el alma viva de una cultura, tal como se
expresa a través de su literatura, arte, arquitectura y religión.
En la adolescencia me interesé por las formas de arte de Japón y
China, inspiradas en el zen, y por la poesía mística de los sufíes o
místicos islámicos. A los doce años me enamoré del Rubbaiyat, la obra
compuesta en el siglo XI por Omar Khayyam, y comencé a aprender la
lengua persa para leer los versos en el idioma original. Todo esto
eventualmente me llevó a investigar más y a buscar las enseñanzas
espirituales más esenciales que las religiones orientales podían ofrecer.
Pasé más de cuarenta y cinco años de mi vida, desde los dieciséis en
adelante, explorando diversos caminos y métodos que brindan medios
para que una persona pueda descubrir su propio tesoro interior de
bienestar, felicidad e iluminación espiritual.
Estudié budismo zen con varios maestros en China, Japón, Corea y
los Estados Unidos. Estudié y practiqué budismo tibetano,
originalmente en Nepal y después con varios maestros de distintas
tradiciones, especialmente Dzogchen y Mahamudra. Estudié y practiqué
sufismo en Cachemira, India y Arabia Saudita con maestros de distintas
tradiciones. Estudié y pasé un tiempo en Israel aprendiendo las
enseñanzas esenciales de la Kabbalah con rabinos ortodoxos de la
tradición. Estudié y practiqué los métodos meditativos de la cristiandad
ortodoxa oriental con sacerdotes griegos y coptos en Jerusalén. Aprendí
y practiqué métodos taoístas de trabajo energético interno y yoga. Recibí
enseñanzas de Kundalini Yoga en la India. Exploré y practiqué otras
enseñanzas también, pero estas fueron las que tuvieron el mayor
impacto en mi vida espiritual, psicológica y emocional. Gracias a la
buena fortuna de haber tenido contacto con tantas enseñanzas y
maestros auténticos, pude notar e identificar temas comunes y prácticas
similares entre las diferentes tradiciones. Comprendí que el contexto
cultural y la forma lingüística de las enseñanzas suelen crear barreras
para los aspirantes. También parece haber un sesgo etnocéntrico en casi
todas las tradiciones, que resulta inquietante. Cada tradición parece
estar convencida de que ella misma es singularmente superior a todas las
demás por motivos que suelen estar embebidos en la mitología cósmica
o religiosa de la misma tradición. Esto siempre me causó bastante gracia
y es una impresión que nunca compartí.
Pero lo que descubrí en todos los casos es que en estas tradiciones
hay una reserva de profundo conocimiento y sabiduría espiritual. Mi
intención es compartir algunas de mis intuiciones y ofrecer métodos
prácticos que he aprendido a lo largo de todos estos años de
investigación, estudio y práctica tanto dentro de las tradiciones como
por mi cuenta. He desarrollado un enfoque que es absolutamente
genérico, no religioso y culturalmente neutro.
Lo que enseño no suele ser accesible a la mayoría de los buscadores.
Esto se debe al hecho de que las enseñanzas más avanzadas de las
tradiciones suelen mantenerse reservadas para los que “están dentro”,
aquellos que han cumplido con todos los pasos e iniciaciones previas.
Pero, lamentablemente, esas enseñanzas avanzadas suelen ser los
métodos más efectivos y poderosos enseñados en toda la tradición. Gran
parte de los poseedores de sabiduría real que viven actualmente
pertenecen a una generación de maestros que está desapareciendo del
planeta. Vienen de una época en la que se dedicaba verdadero esfuerzo
y práctica de un modo que la vida actual difícilmente permitiría. De su
intensa práctica deriva una profunda realización, que permitió
reconocer que muchas de las enseñanzas más poderosas,
transformadoras e iluminadoras que tradicionalmente se habían
considerado secretas y reservadas para unos pocos adeptos altamente
calificados, debían enseñarse más abiertamente y volverse más accesibles
para todos los estudiantes. Su sentir era que en caso contrario las
enseñanzas supremas, las verdaderas joyas de la corona del linaje de
sabiduría de la tradición, desaparecerían para siempre. Así que,
afortunadamente, la mayor parte de los maestros con los que me
encontré estaban dispuestos a compartir las “joyas de la corona” de sus
enseñanzas supremas y más veneradas, junto con las instrucciones para
su implementación y práctica. Muchos maestros más jóvenes y
conservadores de las mismas tradiciones quedaban sorprendidos al
enterarse de lo que sus maestros me habían enseñado. Comparto todos
esos métodos abiertamente y los presento de un modo completamente
genérico.
Descubrí que dentro de estas enseñanzas hay un cuerpo de
conocimientos que puede aislarse y presentarse en un lenguaje
totalmente neutro, similar a una rama de la ciencia tal como la física o
la biología. Las tradiciones religiosas fueron simplemente un vehículo
para una enseñanza mucho más universal acerca de la naturaleza del
hombre en relación a un mundo y un origen espiritual. Aldous Huxley
llamó filosofía perenne a esta enseñanza universal.
La introducción a su obra La filosofía perenne comienza así:
“Podemos encontrar rudimentos de la filosofía perenne en la mitología
tradicional de los pueblos primitivos en todas las regiones del planeta, y en sus
formas más desarrolladas tiene un lugar en todas las grandes religiones. Una
versión de este Factor Común Supremo en todas las teologías anteriores y
posteriores se puso por escrito por primera vez hace más de 2500 años, y desde
ese momento el mismo e inagotable tema fue tratado una y otra vez, desde el
punto de vista de cada tradición religiosa y en todos los idiomas principales
de Asia y Europa.”
Por muchos años, la gente me ha pedido que les recomendara un
buen libro que no quedara demasiado enfocado en enseñanzas
culturales específicas o tradicionales, pero sin embargo pudiera describir
y prescribir una metodología de reconocimiento o iluminación que
cualquiera pudiera leer, comprender y aplicar. Solía sugerirles que
comenzaran con el excelente libro de Eckhart Tolle, El poder del ahora,
pero también deseaba ir más allá y compartir la enorme riqueza de
intuiciones y metodologías de las filosofías orientales de un modo
genérico. Así que finalmente decidí escribir ese libro. El primer paso fue
traducir culturalmente el material y presentarlo de un modo totalmente
genérico.
Al despojar dichas tradiciones de los ropajes culturales y lingüísticos,
así como de la ornamentación, se nos revela un cuerpo de increíble
belleza, simplicidad, claridad y aplicabilidad para cualquier persona de
cualquier cultura. Equivale a dedicarse al estudio de una rama de la
ciencia, que no requiere como prerrequisito ninguna exposición previa
a mitologías religiosas o culturales. Esto no implica que esté en contra
de los enfoques de los linajes tradicionales respecto al estudio y la
práctica como transformadores espirituales. Hay un maravilloso y
riquísimo contexto de simbolismo que el ritual, la liturgia y la creencia
religiosa pueden aportar a la experiencia de una persona. Pero esto no
es necesario para extraer los aspectos esenciales de una práctica
espiritual transformadora. De cualquier modo, mientras los buscadores
se hacen más adeptos en su tradición de sabiduría, los rituales y liturgias
van perdiendo su lugar central. Pero también hay otros beneficios de
esta visión. Con nuestro modelo despojado resulta mucho más fácil
encontrar paralelismos entre tradiciones relacionadas, pero también
resulta mucho más fácil comparar nuestro modelo con un punto de
vista más científico y secular.
En lugar de tratar con “demonios malignos”, por ejemplo,
afrontamos estados emocionales problemáticos, ideas fijas y una falta de
claridad cognitiva. También podemos conversar con más facilidad con
el mundo de la psicoterapia y varios modelos científicos mente/cerebro.
Adopté también como maestros a la investigación en neurociencias, el
cerebro y la conciencia, la psicoterapia y especialmente la física cuántica.
Me enseñaron a mirar profundamente los procesos y patrones
involucrados en la experiencia humana, en un intento de alcanzar una
visión del mundo completamente integradora y holística. No veo
conflicto alguno entre la ciencia y el conocimiento y la práctica
espiritual. Los encuentro bastante compatibles y mutuamente
enriquecedores. El Dalai Lama apoya y participa ampliamente en
conferencias de neurociencias sobre el cerebro y la conciencia, ya que
considera que la ciencia puede resultar muy beneficiosa para develar el
funcionamiento interno de la mente y cómo el cerebro se relaciona con
la conciencia.
Escribí en el libro: “Otro aspecto de la comprensión de quiénes y qué
somos en el universo se nos ofrece hoy en los campos de vanguardia de
la investigación científica y sus campos relacionados. Me interesaron
particularmente las implicaciones filosóficas y espirituales de la física
cuántica. Muchos físicos cuánticos desde la década de 1930 adoptaron
la posición de que la conciencia misma no es un producto del cerebro,
sino que podría ser parte de la trama del universo mismo en su nivel
más básico, desde el origen. Pasé varios años estudiando este tema y
sentí mucha curiosidad acerca de los vínculos cercanos entre el
pensamiento oriental y la física cuántica. En base a esos estudios, estoy
convencido de que hay una Inteligencia Cuántica que permea y da
forma a todos los fenómenos, en todo nivel, ya sea subatómico o
macroscópico. También se hace posible, a partir de la comprensión de
los aspectos cuánticos de la conciencia en relación a la percepción
extrasensorial, tales como telepatía y clarividencia, una comprensión
científica más clara de esos fenómenos. Creo que esta Inteligencia
Cuántica es a lo que los místicos y otros se han estado abriendo durante
milenios, y luego han intentado describirlo según sus contextos
culturales y religiosos”.
Los nombres dados a esta Inteligencia Cuántica varían. Algunos la
llaman Dios o Alá, algunos Mente Búdica, otros Tao, y aún otros Sí
Mismo o Brahmán. Independientemente del nombre, señalan a la
misma Realidad, y que esta tiene una relación profunda con nuestros
estados de conciencia y funciones mentales. No es un poder divino
externo que nos controla u observa desde afuera, sino nuestra propia
divinidad inspirándonos desde dentro. Uno de los Padres del Desierto
de la antigua cristiandad ortodoxa oriental dijo: “conocerte a ti mismo
es conocer a Dios”.
Podemos encontrar un núcleo espiritual de conciencia —
intrínsecamente pura, inmutable, incondicionada y libre— dentro de
nuestra cognición 1 ordinaria. Nuestra propia presencia lúcida existe en

1 Nota del Traductor (NT): Esta es la primera vez que se menciona esta distinción, que es

fundamental en esta obra y este tipo de enseñanzas, y es preciso tenerla presente dado que es
un uso especial de estos términos. Conciencia y cognición son los términos que usamos en esta
obra para traducir dos términos ingleses: awareness y consciousness. Estos denotan dos aspectos
de la vida psíquica que en español no tienen diferenciación clara, específicamente la palabra
awareness no tiene traducción específica al español, y el intento de hacerlo lleva a inevitables
rompederos de cabeza donde se adoptan traducciones horribles e imprácticas, como darse cuenta,
concienciación y similares. Awareness es la cualidad de apertura a la experiencia de cualquier tipo,
por lo que a veces se la traduce como vigilia, lucidez, etc. Aquí la traducimos por conciencia dado
que refiere a la cualidad consciente que subyace a toda experiencia posible. Cognición traduce aquí
consciousness y refiere al conjunto de procesos cognitivos/psicológicos/perceptuales/mentales
que construyen la experiencia ordinaria dándole marcos de organización en sentido
representativo. Entonces, aquí conciencia es más fundamental, primordial y comprehensiva,
mientras que cognición refiere a la experiencia construida y delimitada que, sin embargo,
mantiene su naturaleza como conciencia, aunque generalmente ignorada por esa misma
cognición, dada su fijación en parámetros y objetos formales, mientras que la naturaleza de la
conciencia no es una cualidad, objeto o parámetro específico, por lo que es imposible reconocerla
una modalidad natural de percibir. Dañarla o mejorarla de cualquier
modo es una imposibilidad. Ya sea que el cuerpo esté vivo o muerto,
esta se mantiene como el ojo de la experiencia. No es algo que
poseemos, sino lo que realmente somos. Esta presencia consciente
primordial, inmutable y atemporal es lo que se reconoce en los
momentos de iluminación. Esta conciencia primordialmente perfecta
es lo que los maestros iluminados intentan “señalar” a sus estudiantes.
Si tienen éxito, la perspectiva del estudiante en la vida quedará
transformada repentinamente y para siempre. Esta es la realización a la
que todos los maestros de las distintas tradiciones señalan. Llamo
Inteligencia o Conciencia Cuántica a esta conciencia omnipresente,
pues permea todos los niveles y aspectos de la realidad.
Lo que enseño y he enseñado por muchos años en retiros, clases
grupales de meditación y sesiones privadas, son los métodos más
esenciales y avanzados que facilitan esta auto-revelación inmediata. Este
libro ofrece instrucciones de “señalamiento” y enfoques que cualquier
persona, sin ninguna experiencia previa, debería poder usar fácilmente
y con muy buenos resultados. Usualmente, la mayoría de los caminos y
maestros ofrecen un enfoque basado en un proceso gradual de
transformación y purificación, en el que se dedica mucho tiempo a
reparar, mejorar y modificar los estados mentales de los que partimos.
Es un intento de mejorar la personalidad y el yo a lo largo de un proceso
de “iluminación”. El enfoque que presento aquí es mucho más radical
y se basa en el reconocimiento del núcleo interno de nuestra conciencia,
que ya es perfecto e iluminado y no necesita corrección o mejora alguna.
Carece de condicionamientos y “defectos” desde el principio del
tiempo, solo que no nos damos cuenta. En cambio, nuestras mentes
están constantemente enganchadas en otro nivel de conciencia que se
centra en la noción mental de un “yo”, mi historia y mis cosas. Esta
fijación en “mí” es la causa del cien por ciento de nuestro sufrimiento

mediante la cognición (que para conocer algo necesita identificar alguna cualidad, objeto o
parámetro).
emocional. Es como si estuviésemos caminando en un sueño la mayor
parte del tiempo, absortos en nuestras historias personales. Los métodos
que comparto tienen la cualidad de despertarnos repentinamente de
nuestro estado de trance, para descubrir el espacio abierto de la libertad,
gozo y amor incondicional total, un estado que siempre ha estado
presente, pero que siempre ha pasado desapercibido.
He encontrado personalmente que todas las respuestas que buscamos
están dentro de nuestra propia conciencia y sabiduría interior. Aquello
que buscamos ya está plenamente presente dentro nuestro. Solo
necesitamos saber cómo acceder a este rico tesoro de sabiduría, felicidad
e iluminación. Lo que este libro ofrece son los métodos de acceso
directo. La aplicación de los métodos que describo puede generar
fácilmente el reconocimiento del gozo intrínseco y natural del ser.
Llamo Camino de la Luz a los métodos que presento de modo genérico,
por motivos que descubrirán al leer los capítulos siguientes. Al descubrir
nuestra “verdadera naturaleza”, descubrimos un reino interno cuya base
es el gozo, la sabiduría y el amor incondicional. Al actualizar y potenciar
nuestra “vida verdadera” traemos beneficios para todos.
Para comenzar, quisiera compartir algunas experiencias inexplicables
que tuve en Arabia Saudita y en los cerros de la base de los Himalayas,
en la frontera norte de la India, en una tierra conocida como Valle de
Cachemira. Fue en estos lugares antiguos y místicos que encontré por
primera vez revelaciones de una dimensión de la que no sabía nada
antes. Viví personalmente lo que muchos solo habían leído en historias
o referencias indirectas. Estas y otras experiencias que compartiré
fueron el alimento de mis investigaciones, que finalmente culminaron
con la escritura de este libro.
Capítulo 1
Revelaciones de lo invisible

Conducíamos por el desierto de regreso a la ciudad de Riad, en


Arabia Saudita. Nuestro panorama para las siguientes dos horas eran
aproximadamente 200 kilómetros de autopista plana, rodeados de
desiertos y dunas. Transcurría el otoño de 1977. La situación no hubiera
sido tan mala si no fuera por lo repetitivo del paisaje y el hecho de que
la temperatura alcanzaba unos 50 grados afuera del viejo Buick y
alrededor de 35 dentro, incluso con el aire acondicionado a máxima
potencia. Acabábamos de terminar un almuerzo en casa de un rico
terrateniente saudí que estaba interesado en hacer negocios con nuestra
compañía. En ese momento, ofrecíamos experiencia en sistemas de
riego agrícola hidropónico. Eran las tres de la tarde de un día muy
caluroso, pero la temperatura era normal para ese momento del año.
Mi socio de negocios saudí, Omar, conducía. Yo iba en el asiento
delantero del acompañante y el presidente y dueño de la compañía
estadounidense en la que trabajaba iba en el asiento trasero con los ojos
cubiertos por su sombrero de cowboy. Era evidente que yo llevaba
demasiada ropa; vestía un traje completo de tres piezas con corbata.
Aunque el aire acondicionado estaba encendido y a máxima capacidad,
me sentía como si estuviera dentro de un sauna portátil. Recliné mi
cabeza en el apoyo deseando dormir, en un intento de escapar de mi
creciente incomodidad, pero estaba demasiado incómodo como para
quedarme dormido, así que me quedé sentado inmóvil con los ojos
cerrados.
Repentinamente, tuve una visión similar a un sueño, como si
estuviese viendo una película proyectada en mi frente, que apareció en
el espacio entre mis ojos y un poco hacia arriba. Tenía los ojos cerrados.
La luminosidad de la visión era claramente diferente de la percepción
ordinaria. Era como si el ambiente estuviese iluminado por sí mismo,
brillando desde dentro y muy claramente, con un foco y detalles muy
precisos.
Vi una cinta negra extendiéndose hacia un horizonte lejano, como si
estuviese viajando sobre ella. Pronto me percaté de que era una carretera
de asfalto negro desplegándose sobre un desierto. Reconocí una forma
blanca dirigiéndose directamente hacia mí desde la dirección opuesta.
Mientras me acercaba comencé a ver más detalles de este objeto blanco
que se acercaba. No había dudas de que era una camioneta pick-up
desplazándose a alta velocidad hacia mí. Cuando se acercó a menos de
50 metros pude ver al conductor. Parecía un árabe con piel oscura que
llevaba un turbante o bandana rojo a cuadros en la cabeza. Su vehículo
se acercaba, viajando a una velocidad claramente mayor.
De repente, el conductor se desplomó sobre el volante y su camión
se sacudió violentamente, pasando por sobre la línea central de la
carretera, directamente frente a mi línea de visión. El vehículo giró
bruscamente hacia el otro lado de la autopista, afortunadamente
pasando justo al lado del frente de nuestro vehículo, que ahora estaba a
mi lado derecho, y dio tres vueltas hasta que quedó apoyado contra una
cerca de alambre. El conductor salió como pudo de su vehículo, podía
ver que sangraba mucho por el codo izquierdo, a través del algodón
blanco de su túnica. Se aferraba al alambrado de la cerca. Volteó y me
miró directamente, mientras nuestros ojos se encontraron por un breve
momento…
En ese momento mi cuerpo se sacudió repentinamente, como pasa a
veces al soñar que caemos. Abrí los ojos y vi a Omar mirándome con
curiosidad. Le dije lo que acababa de ver y que no estaba dormido sino
totalmente cautivado por lo que parecía ser algún tipo de percepción
visionaria. Mientras le contaba acerca del vehículo blanco que se
acercaba, vi un vehículo viniendo directamente hacia nosotros.
Interrumpí la descripción de mi visión y pude ver que el vehículo que
se acercaba rápidamente era un camión pequeño conducido por un
árabe con algún tipo de bandana roja. Se desplomó sobre el volante
como si se hubiese quedado dormido y su vehículo cruzó directamente
frente a nosotros y apenas pudimos evitar una colisión frontal a alta
velocidad. Omar clavó los frenos y quedó congelado. El camión blanco
dio tres vueltas y quedó apoyado en una cerca con alambre. El
conductor salió como pudo y se apoyó en la cerca, con su codo izquierdo
sangrando. Volteó, me miró directamente por sobre el hombro y
nuestras miradas se encontraron.
Nos habíamos detenido en medio de la autopista, donde se maneja a
muy alta velocidad, por lo que supe claramente que teníamos que
movernos inmediatamente. Omar se había quedado congelado, tras
escapar por muy poco de una cita casi certera con la muerte. Tomé el
volante y le dije a Omar que acelerara, lo que nos permitió salir de la
carretera. De otro modo, nos hubiesen embestido por detrás. Mi jefe,
que estaba en el asiento trasero, se despertó sorprendido de su siesta y
gritó, en su acento de Colorado, “¿qué diablos pasa?”. Les expliqué muy
emocionado que había pasado lo que yo había visto dos minutos antes
y que había pasado exactamente como lo había visto en mi visión.
Les comenté que nos acabábamos de salvar de morir en una colisión
frontal. Los tres nos quedamos sentados por un momento, estupefactos,
sin decir palabra. Otros autos salieron de la carretera y fueron a ofrecer
ayuda al conductor herido. Pensamos que sería mejor para nosotros
seguir nuestro camino, al no saber qué complicaciones legales podría
haber.
Estaba completamente pasmado por la experiencia, para decirlo
ligeramente. ¿Qué significaba aquello? ¿Hay un mundo futuro con el
que podemos conectar? ¿Ya ha “pasado” todo? O quizás nuestras mentes
están atrapadas en el espacio/tiempo tridimensional y quedamos
limitados a experimentar la realidad como un despliegue de una
cronología lineal y secuencial frente a nosotros. ¿Percibimos solo
recortes y fragmentos de una realidad atemporal que llamamos “ahora”?
Stephen Hawking planteó en su libro Una breve historia del tiempo que
toda la realidad —pasado, presente y futuro— está contenida en una
hiperesfera gigantesca. Todo ya está completo. Todo ya ha pasado y
teóricamente podríamos explorar y experimentar cualquier punto
dentro de esta hiperesfera de la realidad total. Uno de los primeros
físicos cuánticos, De Broglie, sugirió que podemos imaginar la realidad
como un gigantesco pastel y a nuestra conciencia finita y limitada como
un cuchillo que corta el pastel. Nuestra experiencia consciente sería por
lo tanto “cortar” el pastel tal como lo experimenta la cuchilla de nuestra
conciencia mientras pasa por un corte en particular del pastel o realidad.
Puede haber muchas otras explicaciones posibles, pero cualquiera sea la
explicación para las verdaderas experiencias de clarividencia, debemos
abrirnos a la posibilidad de que este fenómeno de hecho ocurre. Para mí
no había ninguna duda, pues estaba compartiendo mi experiencia
visionaria cuando el hecho real ocurrió, dos minutos después de la
visión. La mente no tuvo mucho tiempo de acomodar la historia para
hacerla encajar con alguna experiencia clarividente imaginaria. Fue algo
captado en crudo y sin procesar.
Algún tiempo después, tuve la fortuna de trabajar en inversiones de
bienes inmobiliarios internacionales, lo que me permitía viajar mucho
por el mundo. Con frecuencia, cuando estaba en algún lugar oportuno
como India, Nepal, Japón, China o Medio Oriente, me hacía tiempo
para visitar maestros de distintas tradiciones espirituales que sentía que
podrían ofrecerme una guía y comprensión más profunda en relación a
mi búsqueda espiritual. Las preguntas reales que demandaban una
comprensión mayor eran: ¿Hay un dios o poder superior que constituye
la inteligencia detrás de toda la creación aparente? ¿Es posible
experimentar o conocer este poder superior dentro nuestro? ¿Cuál es el
mejor modo de realizar y actualizar mi naturaleza espiritual más esencial
y verdadera? Por supuesto, tenía muchas otras preguntas, expresadas en
las discusiones que tuve con los maestros que encontré. Pero, en
definitiva, el mensaje era el mismo en todos los casos: solo encontraría
las respuestas en mi propio tesoro de gnosis y sabiduría. Este mensaje
en sí mismo era un señalador de gran importancia que ya indicaba
claramente que todos tenemos una gran reserva de sabiduría e
iluminación en nosotros mismos. Los maestros solo pueden indicarnos
cómo mirar dentro de nuestros propios recursos para descubrir lo que
buscamos.
Antes del hecho clarividente que describí recién, estaba en otro viaje
de negocios en Arabia Saudita en 1977 y entre reuniones de negocios
en Riad tenía un intervalo de dos semanas. Decidí visitar la India,
específicamente la zona de Cachemira. Nunca había estado ahí, pero
había oído referencias y visto fotografías que me sugerían que era uno
de los lugares más bellos y misteriosos del planeta, conocido como el
Valle de Cachemira. Hice arreglos a través de una agencia de viajes para
comprar un pasaje aéreo desde Nueva Delhi hasta Srinagar en
Cachemira. Al día siguiente abordé un vuelo de Riad a Nueva Delhi
para hacer mi conexión a Srinagar. No hice arreglos de alojamiento pues
quería llegar y dejar que las cosas se desarrollaran espontáneamente a su
propio modo. Mi estilo me daba siempre amplias oportunidades de
encontrarme con aventuras inesperadas, arriesgando para ello la
conveniencia y la predictibilidad, y fue igual en el aeropuerto de
Srinagar. El panorama era un caos total cuando llegué a la zona de
arribos con mi equipaje. Varios individuos ofrecían alojamiento y lo
informaban mediante carteles escritos a mano que agitaban sobre sus
cabezas, tratando de llamar la atención del visitante recién llegado. Lo
más común era que los visitantes no se alojaran en hoteles comunes,
sino que se quedaran en casas flotantes que podían tener hasta seis
habitaciones. Un joven captó mi atención por el movimiento que hacía
ofreciendo una casa-bote llamada “Paraíso de Cachemira”.
Inmediatamente se acercó a mí y se ofreció a llevar mi equipaje mientras
me comentaba que su familia tenía una de las casas-bote más hermosas
del lago Del. Su nombre era Ali Baktoo y su padre era el dueño de la
casa-bote “Paraíso de Cachemira”. Hablaba un inglés excelente, era muy
amigable y excelente conocedor del área y de lo que esta ofrecía. Acepté
su propuesta de quedarme en la casa-bote de su familia y partimos desde
el aeropuerto en su auto.
Cuando llegamos a los muelles, tomó mi bolso y nos dirigimos hacia
una canoa muy delgada y larga llamada shikara. Abordamos y
comenzamos nuestro breve viaje a la casa-bote de su familia. Esta canoa
era el bote más delgado en el que estuve en toda mi vida y me asombró
que se mantuviera balanceada. Casi no tenía paredes laterales y estaba
prácticamente al nivel del agua. Milagrosamente, tras diez minutos
llegamos completamente secos al hotel acuático que su familia había
bautizado orgullosamente como Paraíso de Cachemira. Entramos a la
sala principal, donde encontré una silla cómoda para relajarme. La
decoración interior era una combinación de estilos: inglés victoriano e
hindú. Me sentía como si estuviera sentado en una salita inglesa
esperando el té tradicional de la tarde en la época del Raj británico. Sin
embargo, me sentía cómodo en aquel ambiente, particularmente dado
que desde las ventanas tenía una excelente vista del lago y las montañas
del Himalaya.
Ali me dijo que necesitaba unos minutos para preparar mi habitación
y que iría al pueblo a hacer compras. Me preguntó si necesitaba algo en
especial, y recuerdo haberle preguntado si era verdad que había
“hombres santos” en las montañas y en los alrededores que estuvieran
iluminados espiritualmente, y si sabía de alguno en los pueblos cercanos
con quien quizás pudiera organizar un encuentro. Me dijo que de hecho
había sufíes viviendo en la zona, que eran conocidos por sus poderes
espirituales milagrosos. Los sufíes son místicos islámicos que han
logrado un alto nivel de iluminación espiritual mediante ejercicios
yóguicos y prácticas meditativas de su tradición. La relación del sufismo
con el islam es análoga a la relación de la kabbalah con el judaísmo
ortodoxo. Ambas tradiciones son las joyas esotéricas internas de sus
respectivas religiones exotéricas. Los místicos de ambas tradiciones
(sufismo y kabbalah) han sido reconocidos por siglos por tener
comunicación y experiencia directa de las realidades espirituales más
elevadas. En el sufismo, estas experiencias fueron capturadas en poesía
y prosa por místicos de la talla de Rumi, Omar Khayyam, Hafez,
Shabistari, Ibn Al Arabi y Al Ghazali, para mencionar solo algunos de
los más famosos.
Me acomodé en la salita hasta que Ali regresó con las compras.
Después de unas dos horas llegó con varias bolsas de provisiones y noté
que lo acompañaba un caballero anciano con escasa vestimenta, con
unos pantalones cortos de una tela similar a lona y una camisa azul
andrajosa. Tenía una barba blanca larga que resaltaba en contraste con
su piel oscura y amarronada. Llevaba en la cabeza un turbante blanco
bastante ordinario. Sin embargo, recuerdo claramente sus ojos
penetrantes azul claro que se asentaban profundamente en sus órbitas
mientras me miraban. Yo estaba sentado en el otro extremo de la
habitación. Cruzó la habitación caminando con la autoridad de un
doctor en medicina a punto de examinar a un paciente. Miró mis
hombros y cabeza mientras abría el cuello de mi camisa, exponiendo mi
nuca. Observó mi espalda por unos veinte segundos y después se sentó
en el piso a corta distancia frente a mi silla. Estaba sentado en el piso
con las rodillas juntas por delante y los pies con los dedos hacia atrás.
Comenzó a hablar acerca de mí y mi historia, sin hacerme ninguna
pregunta. Ali comenzó a traducir pues el hombre no hablaba inglés, sino
un dialecto persa llamado urdu, el lenguaje típico de la población
musulmana de la región.
Se inclinó hacia adelante, comenzó a frotarse las rodillas con un
movimiento circular y empezó a hablar. Dijo que había una mujer con
la que yo vivía en los Estados Unidos que actualmente tenía mucho
dolor en ambas rodillas y que era una situación muy desafortunada. Se
me erizaron todos los cabellos de la nuca cuando el significado de sus
palabras comenzó a penetrar en toda su profundidad. Mi novia, con
quien vivía en Los Ángeles, acababa de atravesar una cirugía doble de
rodilla poco antes de que yo partiera en viaje de negocios hacia Europa
y Arabia Saudita. Ella sufría de rótula dislocada congénita en ambas
rodillas. Para expresarlo simplemente, a veces sus rodillas se dislocaban
y esto le producía un dolor horrible. Tuvo escayolas en ambas piernas
desde los tobillos hasta las caderas por varias semanas. Por suerte,
teníamos amigos que vivían con nosotros que nos ofrecieron cuidado y
apoyo, lo que me permitió hacer este viaje de negocios que estaba
planeado hacía tiempo. Este viejo sufí sentado frente a mí no tenía
modo alguno de saber nada de esto ya que no había compartido nada
de mi vida privada con nadie, incluyendo a Ali, desde que había llegado.
¿Qué probabilidades había de que pudiera adivinar una situación así?
¿Cuántas personas conoces que sufren un intenso dolor en ambas
rodillas, a pesar de ser jóvenes y vitales? En aquel momento yo tenía 27
años y mi novia tenía 25. Si de hecho acertó al azar, ¡qué azar increíble!
Poco después, aún sentado en el piso, siguió hablando. Ali hacía de
traductor. Mientras se frotaba la zona del estómago, dijo “esta misma
pobre mujer padeció antes por varios meses un gran dolor en la zona
baja del estómago; esto la hizo sufrir mucho y fue una situación muy
grave”. Al oír esto supe que este hombre tenía algún tipo de poder
especial, más allá de cualquier duda. Varios meses antes, Linda me había
comentado una tarde que sentía un fuerte dolor en la zona del útero;
dado que ella estaba embarazada, nos preocupamos mucho. El dolor se
hizo tan fuerte que decidimos ir urgente al hospital. La llevé al hospital
Queen of Angels, cerca de donde vivíamos en Los Ángeles. La llevaron
a la sala de emergencias y allí determinaron que estaba sufriendo un
aborto espontáneo y que tenía hemorragias internas. La sometieron a
una cirugía para detener la hemorragia y nos informaron que el bebé no
había sobrevivido. Por supuesto, fue un período traumático para ambos,
pero al menos Linda estaba a salvo y libre del dolor agonizante que había
padecido.
Indudablemente, este sabio sufí había tenido acceso a información
más allá de los medios o capacidades humanas ordinarias de
conocimiento. Podía acceder a otro nivel de realidad que le permitía
saber cosas que a otros les era imposible conocer. Yo estaba en shock
por las pocas palabras que había dicho, tan descriptivas de hechos y
sentimientos que de otro modo hubiera sido imposible que él
conociera.
Recuperé mi compostura y le pregunté inmediatamente si estaba
dispuesto a aceptarme como estudiante en su linaje sufí. Él dejó muy en
claro que no tenía estudiantes ya que no tenía nada que enseñarle a
nadie. Dijo que su poder venía de Alá como un don y que él no podía
darle ese don a otra persona, pero que había un maestro sufí en la región
que tenía estudiantes y que debería hacer arreglos para reunirme con él.
Me dijo que tendría que encontrarme con Pim Qassim Qadria. Ali me
dijo que haría todos los arreglos necesarios.
Cuando el hombre se estaba yendo, le ofrecí algo de dinero por su
tiempo. Me respondió enfáticamente que no podía aceptar dinero a
cambio de su don. Dijo que su don venía de Alá y que, si aceptaba
dinero, indudablemente perdería su conexión con Alá. Me deseó buena
suerte y regresó a su pueblo.
A partir de estos dos encuentros, con el vidente sufí en Cachemira y
mi propia experiencia visionaria en los desiertos de Arabia, se hizo
completamente claro para mí que hay otro nivel de conciencia
disponible para nosotros. Estos encuentros con la clarividencia
alteraron para siempre mi visión de la realidad y nuestra experiencia
posible en el universo.
Ali hizo arreglos para visitar al maestro sufí Qassim, que era muy
conocido en la zona. Al día siguiente viajamos en taxi por unas dos
horas para tener una reunión con Qassim en Anantanag. Fue muy
amable y estaba bien dispuesto para responder a todas mis preguntas.
Me explicó los métodos de la práctica sufí y me dio instrucciones escritas
para las meditaciones. Me explicó el sistema sufí de meditación interna
con los centros de energía de cuerpo, corazón y mente. Mediante estas
prácticas de meditación, la conciencia eventualmente se transformaría
a un estado espiritual más sublime en el cual uno podría comprender
los misterios del Ser, así como la naturaleza y el significado de la
existencia humana, de primera mano.
Después de pasar varios días con Qassim, decidió llevarme a visitar el
lugar donde su maestro sufí estaba enterrado. Era un sitio remoto en las
montañas del Hindu Kush, cerca de un pequeño arroyo. Nos quedamos
unos minutos respetuosamente cerca de la pequeña tumba y luego nos
adentramos por la ladera de una montaña muy empinada, pasando
entre arboledas densas de pinos muy altos. Estábamos con un grupo
muy pequeño de discípulos suyos, éramos unos diez en total. Se me
hacía muy difícil concebir que Qassim, que tenía bastante sobrepeso,
pudiera subir por el camino empinado que conducía a su choza de
montaña. Pero lo logró y recorrió los varios cientos de metros que había
hasta la choza.
La casa estaba ubicada en lo profundo de un bosque de pinos muy
espeso. No había camino que nos llevara hasta allí. Cuando llegamos y
entramos, cada uno se ubicó en un lugar y Qassim me preguntó, a través
del traductor, qué era lo que quería saber. Le respondí que quería
experimentar directamente a Dios. Él me dijo entonces que fuera hacia
donde estaba sentado uno de sus estudiantes, justo frente a mí en el
lado opuesto de la habitación. Me dijo que mirara a sus ojos y que le
dijera qué veía. Le dije que solo veía sus ojos y su rostro. Entonces me
dijo, como si fuera algo dado por sentado, “estás viendo a Dios mirando
a Dios”. Experimenté entonces un reconocimiento repentino,
acompañado de un momento de silencio mental total… solo silencio. El
silencio comenzó a evolucionar hacia intuiciones de comprensión que
disolvieron todo sentido de dualidad, como la noción de que Dios está
“allá afuera” y yo “aquí adentro”. Dios se volvió más íntimo que mi
propia idea de mí mismo.

“Lo que estamos buscando es lo que está buscando”


San Francisco de Asís
Desde mis años anteriores con el budismo zen y otros caminos
espirituales, mi idea de Dios no era la de un “dios creador”, separado
de nosotros y de la creación, sino el núcleo de nuestro propio Ser
interior. Los sufíes tienen la misma noción, pero están enmarcados en
el lenguaje y la teología del islam, con base judeocristiana. Para un sufí,
la iluminación espiritual total suele estar expresada en modos tales
como “yo soy Dios” o “yo soy Él”, cuando la personalidad del sufí se ha
disuelto en la Presencia del Ser Divino. Los sufíes tuvieron que
reservarse esta experiencia mística para sí mismos, en base al aprendizaje
trágico de lo que pasaba cuando otros sufíes compartían públicamente
sus epifanías. Lo que solía ocurrir era que el clero conservador
musulmán los ejecutaba por herejía. Uno de los Padres del Desierto de
los primeros tiempos de la cristiandad afirmó que “conocerse a sí mismo
es conocer a Dios”. Así que vemos que esta experiencia mística no es
territorio exclusivo de los sufíes.
En ese momento, apenas si me imaginaba que este sería el preludio
de otras intuiciones mucho más profundas, que surgirían luego de
comenzar seriamente con mis prácticas de meditación sufí, tras regresar
a mi hogar en los Estados Unidos. Pero antes de mi regreso, Qassim y
yo pasamos un tiempo juntos, lo que me dio la oportunidad de hacerle
más preguntas y aclarar mejor lo que ya había aprendido. Me dio un
nombre sufí, Latif Qaddria. Latif hace referencia a la cualidad más sutil
de la presencia de Dios y es uno de los Noventa Nombres de Dios. Para
los sufíes, el nombre Latif refiere al cuerpo de energía interna sutil que
está en todas las personas y que es la energía divina activa dentro de
nuestra alma. Me dijo que cuando quisiera hablar con él o cuando él
quisiera contactarme, aparecería en mis sueños o en visiones durante
mis meditaciones. Resultó ser una conversación muy auspiciosa y
premonitoria.
Cuando regresé a los Estados Unidos, después de pasar un par de
días en casa, tuve un sueño muy particular. Estaba en India, quizás en
Cachemira, caminando por un camino de tierra polvoriento que
conducía a un pequeño poblado. En medio del camino había un gran
pozo de agua redondo, que la gente del pueblo obviamente usaba para
recoger agua. Por detrás del pozo, a la distancia, vi una figura
acercándose a mí. Era Qassim. Mientras se acercaba, me comunicó
telepáticamente un mensaje muy inquietante. Me dijo: “Latif, te traigo
un mensaje de muerte. Pero no te preocupes ni te angusties porque no
se refiere a ti ni a nadie cercano a ti”. Cuando dijo esas palabras, escuché
un sonido como de campana, que estaba fuera de lugar en el entorno
del sueño, como un teléfono moderno. El teléfono estaba en la
habitación debajo de nuestro dormitorio, en la cocina. Salté de la cama
para responder el teléfono pensando que, por la hora, alrededor de las
seis de la mañana, podía ser una llamada importante. Era la madre de
mi novia. Estaba en Chicago, en el aeropuerto O’Hare, esperando para
abordar un avión hacia Londres. Entonces vivíamos en Colorado. Me
dijo que se había enterado de que su madre estaba muriendo y que
necesitaba llegar al hospital tan pronto como fuera posible. Me pidió
que le diga a su hija, Carolyn, que ella estaba partiendo y que no se
preocupara. Carolyn seguía durmiendo arriba. Cuando regresé al
dormitorio, Carolyn me preguntó quién había llamado y le comenté de
la situación de su madre y abuela. Pero le dije también que lo más
asombroso de todo era que justo había estado en un sueño con Qassim,
quien me decía que me estaba trayendo un “mensaje de muerte” cuando
el teléfono sonó. Ella también estaba sorprendida, pero no sabía qué
pensar al respecto.
Estos hechos me dieron aún más certeza de que había un mundo
“invisible” de realidades espirituales más allá de nuestra imaginación
más alocada, pero no más allá de nuestros sueños más increíbles. De
nuevo me sentía arrastrado hacia las profundidades de la percepción,
un mundo que yo creía que la mayoría de nosotros solo conoceríamos
después de morir. ¿Cómo sería posible que algunos podamos navegar
por ambos mundos, nuestro mundo material de limitación y otro que
parece existir por fuera de las convenciones del tiempo y del espacio?
Todo esto solo me incentivó aún más a explorar este nuevo panorama
espiritual que se hacía más claro en el ojo de mi corazón. Han pasado
más de 35 años desde que tuve mis primeras experiencias en Arabia
Saudita y en el Valle de Cachemira. Desde ese momento, tuve muchas
oportunidades de estudiar con lamas tibetanos en Nepal, maestros de
zen en China, Corea y Japón. También estudié varias otras tradiciones
bajo la tutoría de maestros de esos linajes. Pero, por sobre todo, pongo
sus enseñanzas en aplicación en mi propia práctica de meditación.
Llegar a una profunda comprensión y penetración intuitiva por mí
mismo en relación a lo que esas enseñanzas intentan comunicar me
permite compartir un camino que creo que cualquiera puede seguir. Las
intuiciones esenciales no son complejas en absoluto, pero es necesario
comprender el mapa que describe el territorio que será la base de
nuestro viaje. El camino comienza con una comprensión de cómo
funciona nuestra mente y cómo los pensamientos afectan nuestro
bienestar a todo nivel, incluyendo las dimensiones física, emocional,
social y espiritual.
Capítulo 2
Comprendiendo la mente y
la naturaleza de la iluminación

“Somos lo que pensamos.


Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos.
Con nuestros pensamientos conformamos nuestro mundo”.
El Buda, del Dhammapada

Dado que el foco de este libro es la iluminación o reconocimiento


inherente, probablemente lo mejor sea comenzar por definir esta
“iluminación”. Existen muchas definiciones entre las que elegir, según
la tradición o cultura de referencia. Para nuestros fines, usaremos las
definiciones que más asociamos con el budismo, el hinduismo y la
filosofía oriental en general. La noción de iluminación puede
comprenderse mejor considerando el significado implícito en la palabra
misma: una condición en la que se ha llevado luz a un tema o estado
mental. En este caso, “luz” refiere a intuición, comprensión o sabiduría.
Pero más específicamente en nuestro caso, la iluminación implica una
intuición profunda que ha echado luz sobre nuestra noción de quiénes
somos en el gran esquema de las cosas en sentido espiritual, moral y
social. Junto con esta iluminación se da una liberación de la ignorancia
de no saber qué somos; descubrimos que esta es la causa de nuestro
sufrimiento, nuestra sensación de alienación personal y descontento
general. Otro término que podemos usar para iluminación es
“reconocimiento inherente” 2. Reconocemos quién y qué somos
realmente.

2 NT: Realization en el inglés original suele traducirse en obras vinculadas al budismo como
realización, pero esta palabra tiene en español una connotación de éxito de un esfuerzo activo,
La mayoría de nosotros estamos constantemente en busca de
felicidad y plenitud a través de relaciones, conquistas y adquisiciones.
Sin embargo, parece que nunca logramos estabilidad duradera en
nuestra búsqueda. Esta búsqueda infinita es lo que las tradiciones
orientales designan con la palabra samsara, que nos presenta la imagen
de “correr en círculos” o de un hámster corriendo desesperadamente
dentro de su rueda, sin llegar a ninguna parte. En definitiva, este
esfuerzo solo produce más sufrimiento e insatisfacción. Corremos por
aquí y allá buscando felicidad y plenitud, sin considerar la posibilidad
de que lo que buscamos ya esté completo en nosotros. No se trata de
gritar, inundados de egoísmo, “¡ya tengo todo lo que quiero dentro de
mí mismo!” sino de reconocer “¡lo que antes creía ser ahora incluye a
todos los seres y cosas!” Esto ocurre mediante un desplazamiento radical
en la identidad personal de un yo muy definido y limitado a una matriz
viva e indefinida de posibilidad y totalidad interdependiente. Tras este
reconocimiento permanecemos en un gozo natural y un sentido de
unidad que nos parece energizado por la existencia misma.
Descubrimos que nuestro sufrimiento y descontento no estaba
basado en el fracaso de lograr lo que deseábamos, buscábamos y
soñábamos, sino en no comprender quién era el “buscador”. Cuando
no sabemos quiénes somos en relación a la vida en su sentido más
amplio, intentamos aliviar la angustia existencial y la sensación de
separación engendrando un flujo constante de gratificaciones
narcisistas para distraernos de nuestro dilema básico. Algunas personas
se vuelven extremadamente hábiles en el juego de la gratificación egoica,
pero en algún punto, cuando la persona siente que “ya lo tiene todo”,
el juego deja de servir como distracción y siente un vacío existencial
respecto a todo lo que “conquistó”. Repetimos: no hallaremos la causa
de nuestro sufrimiento en nuestros fracasos en relación a los desafíos de
la vida, sino que se debe a no comprender quiénes somos y cuál es

que no es el foco en el inglés, donde realize es reconocer algo, darse cuenta de algo que ya era
así, pero que ignorábamos.
nuestra relación con la vida. No hay duda alguna de que existimos de
alguna manera, pero respecto a quiénes y qué somos, la situación no es
tan clara.
Desde nuestros primeros años, creamos muchas definiciones
respecto a nosotros mismos y después nos encontramos influenciados
por esas imágenes por el resto de nuestras vidas. El yo que consideramos
que somos está constituido enteramente por nuestros propios
pensamientos. En el transcurso de nuestra vida podemos atravesar todo
tipo de experiencias condicionantes, pero el modo en que esas
experiencias nos afectan está determinado por nuestros pensamientos
en relación a ellas. También es posible que haya un aspecto del ser
espiritual manifestándose en y como nosotros, que revelará un sentido
existencial profundo. Sin embargo, al mismo tiempo existe nuestro yo
imaginario, construido enteramente por pensamientos que reflejan
nuestro condicionamiento. A este último se le llama ego o yo en la
psicología y en nuestro uso cotidiano. El otro es lo que se revela en la
“iluminación”. La diferencia entre ambos está solo a un pensamiento de
distancia.
Para aclarar, entonces, nuestro sentido de identidad es un producto
de nuestros pensamientos. Por lo tanto, si nuestro sufrimiento y
descontento general en la vida está causado por pensamientos falsos e
imaginarios en relación a nuestro sentido de identidad, entonces parece
una opción muy razonable reconocer plenamente la naturaleza del
pensamiento y su poder para beneficiar o dañar nuestro sentido general
de bienestar. De hecho, las tradiciones orientales han llegado a la misma
conclusión hace 3000 años. Los maestros de las grandes tradiciones
enseñan y han enseñado que el portal de la iluminación comienza con
la comprensión de la naturaleza del pensamiento. Así que debemos
entrar por el mismo portal si pretendemos arribar al mismo destino: la
iluminación y liberación del sufrimiento personal.
Muchos excelentes maestros contemporáneos señalan la importancia
de no caer en el engaño de nuestros pensamientos y no creer siempre
en los mensajes que estos nos ofrecen, especialmente en el caso de los
pensamientos negativos. Otros hablan acerca de liberarnos de las
infinitas historias que nuestras mentes tejen mediante el pensamiento,
la imaginación y las creencias que nuestra ansiedad personal y
sufrimiento emocional disparan. Enseñan a no creer lo que nuestros
pensamientos nos dicen, especialmente los pensamientos negativos que
producen ansiedad, preocupación y a veces estados emocionales
depresivos. No cabe duda de que este es un excelente consejo, dado que
tenemos la posibilidad de reconocer cómo nos deprimimos a nosotros
mismos o nos creamos ansiedad mediante nuestros propios procesos de
pensamiento supuestamente voluntarios. Suele ocurrir que nos
obsesionamos con resultados negativos futuros posibles o con eventos
irreparables del pasado, llenos de arrepentimiento y tristeza. Aprender
que podemos liberarnos de estados emocionales molestos mediante el
reconocimiento de nuestros patrones de pensamiento negativos resulta
invaluable. Pero antes de pensar en términos de liberarnos de estados
emocionales negativos, primero debemos comprender su origen.
Tal como el Buda señaló correctamente hace 2500 años, lo que
somos es el resultado de nuestros pensamientos. Se ha dicho también
que somos el resultado de nuestras experiencias, pero añadiría que
somos el resultado de lo que pensamos acerca de nuestras experiencias.
Y esto significa que el modo en que nos sentimos, nuestro estado
emocional actual, está determinado por nuestros pensamientos. Si esto
es verdadero, entonces debemos descubrir esto nosotros mismos. El
mejor modo de hacer esto es examinar la naturaleza de nuestros
pensamientos.
Para que podamos mantenernos “en sintonía” en relación al tema de
los pensamientos, sugiero que hagas los ejercicios cortos que siguen. No
te limites a leer los ejercicios; juega un poco con ellos. No estoy
intentando transmitir una comprensión conceptual árida acerca de la
mente y los pensamientos, sino que es una invitación a una
investigación directa del tema. Es posible que surjan algunas intuiciones
de esta investigación, que serán la base de una comprensión experiencial
necesaria para apreciar completamente lo que sigue en los capítulos
siguientes.
Tómate un momento y simplemente nota tus pensamientos mientras
pasan por tu mente. Adopta la perspectiva de que estás mirando el cielo,
viendo pasar las nubes. En este caso las nubes que pasan son tus
pensamientos pasando por la conciencia. No juzgues los pensamientos
ni te quedes enganchado en sus historias; solo observa lo que aparece y
desaparece en tu mente.
Es posible que nos percatemos de que hay dos aspectos relevantes en
nuestra experiencia: los pensamientos que observamos y el hecho de que
hay algún tipo de observador consciente de esos pensamientos. El
observador está notando que las nubes pasan. Los pensamientos
aparecen y desaparecen, pero esta cualidad observadora parece estable.
También podemos usar la analogía de un espejo y sus reflejos. En tanto
el observador de tus pensamientos, eres como el espejo. Los
pensamientos son como reflejos que aparecen y desaparecen en el
espejo. Así que tómate unos minutos y simplemente observa tus
pensamientos mientras aparecen, como si fueras un espejo que no tiene
interés alguno invertido en cualesquiera reflejos que aparezcan.
Ahora bien, esta vez, en lugar de enfocarte en los pensamientos,
enfócate en ti mismo como observador. Están los eventos de la mente y
su observador. Tómate un tiempo y nota esta cualidad observadora en tu
mente. Puede ayudar si sientes que tu conciencia está ubicada justo
detrás de tus ojos. Tu conciencia es ese ver que está recibiendo todas las
percepciones visuales. En plena luz del día o en una habitación bien
iluminada, cierra los ojos y dirige tu atención al interior de tus párpados.
Nota que la luz exterior que ilumina tus párpados produce una visión
interior de un tono anaranjado-rojizo. Mientras observas esta luz
anaranjada-rojiza en el interior de tus párpados, intenta sentir dónde
estás tú, como observador consciente, en relación a esa luz. Es posible
que sientas que estás a unos pocos centímetros por atrás de tus ojos,
mirando la luz hacia adelante, o que estés ahí mismo en la luz, o incluso
en la parte posterior de tu cabeza mirando hacia la luz delante de ti
desde cierta distancia.
¿Hay alguna distancia entre ti como observador y la luz que
experimentas?
Cualquiera sea tu experiencia, al menos tienes el sentido claro de ser
un observador y aquello que observas, la luz. Ahora cambiemos el objeto
que observamos de la luz a un pensamiento o imagen mental. Con los
ojos cerrados, forma una imagen mental de un perro, cualquier perro.
Nota que está el perro y tu sentido de ser el observador de la imagen.
Lleva tu atención hacia ti mismo como el observador y nota qué ocurre
con la imagen del perro. Cuando desplazas la atención a la perspectiva
subjetiva de “visor”, la imagen del perro se desvanece o desaparece. Y a
su vez, mientras más te enfocas en los detalles del perro, tu sentido de
ser el observador se desvanece. Usando este principio, es posible
obtener un gran alivio cuando nos sentimos alterados por un
pensamiento o preocupación en particular. Observa tu pensamiento
inquietante y entonces desplaza tu atención hacia ti mismo en tanto
observador o testigo del pensamiento. Puedes desplazar tu atención
hacia uno u otro lado, desde la posición subjetiva de “testigo que
atestigua al testigo” a la posición de “testigo que atestigua el
pensamiento” varias veces. Esto debería aliviar la mayor parte de la
intensidad de cualquier incomodidad asociada. Este método también
funciona bien con estados emocionales.
Ojalá hayas podido notar que esta cualidad “observadora” que
percibe tus pensamientos está en la posición desde la que tú estás
mirando. Las demás partes de este libro explorarán esa cualidad
observadora de la mente, cuál es su naturaleza verdadera y cómo se
relaciona con la iluminación espiritual. Aprenderás que la conciencia
observadora no depende de tus pensamientos, emociones,
sentimientos, percepciones sensoriales o sentido de identidad para
existir. Es verdaderamente otra dimensión y tu naturaleza espiritual real
e inmutable. Tú eres siempre tú, la cualidad conocedora y observadora
inmutable en toda experiencia.
Echemos otro vistazo a nuestras mentes:
Para este ejercicio puedes permanecer exactamente donde estás o
puedes encontrar un lugar tranquilo para sentarte sin distracciones. A
continuación, registra tu estado mental, los pensamientos e imágenes
que pasan frente a tu conciencia. Observa si puedes notar un “hueco”
ocasional libre de pensamientos entre la desaparición de un
pensamiento y antes de que aparezca el siguiente pensamiento. Este
hueco puede durar solo uno o dos segundos, pero puedes observarlo.
Tómate unos momentos hasta que hayas notado un espacio vacío donde
no aparece ningún pensamiento. Una vez que lo hayas logrado, hazlo
de nuevo pero esta vez observando cómo el observador se mantiene ya sea
que haya un pensamiento o no. Trabaja con esto por varios minutos si
es necesario, hasta que se haya hecho claro que tú en tanto observador
inmutable estás presente ya sea que los pensamientos aparezcan o estén
ausentes.
La búsqueda de todas las tradiciones espirituales que consideran a la
iluminación como su meta es la clarificación acerca de qué es esta
cualidad observadora o consciente de la mente. Algunas preguntas para
tener en cuenta: ¿El observador de los pensamientos es un pensamiento?
¿Esta conciencia observadora es una función del cerebro o es algo que
existe independientemente del cuerpo y el cerebro? Dado que puede
observar los pensamientos como si fuera independiente y algo separado de los
pensamientos, ¿significa esto que esta conciencia observadora no está
condicionada por las actividades de la mente?
Al revisar y repetir estos ejercicios teniendo presentes estas preguntas,
es posible que obtengamos una comprensión experiencial e intuitiva
más profunda acerca de la naturaleza de la conciencia y la realidad. El
reconocimiento que “nosotros” somos esa conciencia observadora
resulta crucial al descubrir que no somos los pensamientos o imágenes
que observamos. Al profundizar más aún en la naturaleza de esta
conciencia, descubrimos que no tiene cualidades fijas aparte de la
capacidad de observar. Está siempre en el ahora, observando. Incluso
cuando estamos ocupados con recuerdos, aquello que está notando los
recuerdos de “entonces” está en el momento actual del ahora. Solemos
pensar o decir que cuando estamos involucrados con el recuerdo de un
momento pasado, nuestra mente está absorta en el pasado. Pero el
recuerdo está teniendo lugar ahora, en la forma de una imagen mental
creada ahora en base a la experiencia pasada y el observador de ese
recuerdo también está siempre en el momento presente. También
podemos notar esa cualidad de observación invariable al considerar los
pensamientos sobre el futuro. La conciencia está siempre en el
momento actual y no existe alternativa posible.
Consideremos ahora cómo esta conciencia invariable y observadora
está presente no solo en tanto perceptora de los pensamientos y
fenómenos mentales, sino también de todas nuestras experiencias
sensoriales y perceptuales del “mundo exterior”. En nuestra vivencia
corporal experimentamos cinco sentidos. Lo que reconocemos es la
naturaleza de esos cinco sentidos. La experiencia de los cinco sentidos
está siempre libre de condicionamiento, pensamiento e historias. La
vivencia perceptual directa, que siempre precede a nuestros
pensamientos y las etiquetas que aplican a las percepciones, es en sí
misma pura, libre e inmaculada por descripciones. Sin embargo, al
microsegundo siguiente, la mente realiza su interpretación de
significados y definiciones. Presta atención ahora y nota cómo al mirar
lo que estás viendo, tus pensamientos no afectan los colores y texturas
de la información visual cruda. Después observa también que lo mismo
se aplica a todas las sensaciones físicas, incluyendo el gusto y el olfato.
Así que lo que está en tu mente no tiene efecto alguno sobre el
funcionamiento de los cinco sentidos. Los cinco sentidos están ahí por
defecto, no necesitan del permiso de la mente, tal como tu piel.
También hay otro factor que está presente dentro de toda experiencia
perceptual, este observador de la experiencia que hemos estado
discutiendo. Alguien o algo es sintiente de la experiencia cruda de los
cinco sentidos. Llamémosle conciencia. Es el observador que
mencionamos antes, la lucidez observadora que eres realmente. Esta
conciencia no ocurre después del hecho, como la mente pensante, sino
que está presente en el mismo momento perceptual de la experiencia.
Así que no es la mente o los pensamientos; podríamos decir que es una
pre-mente. Y lo que llamamos mente son las funciones del pensamiento,
la memoria y la imaginación. Esta conciencia testigo también está presente
cuando la mente está evaluando e interpretando las percepciones
mientras ocurren. Y también continúa estando presente después de que el
pensamiento y las percepciones cesaron. En calma mental total, la
conciencia sigue consciente del “estado calmo”. Así que podemos
concluir claramente que la conciencia no depende de la mente, los
pensamientos o las imágenes mentales. Como los cinco sentidos, la
conciencia está ahí por sí misma, como la médula de tus huesos.
Mientras más permanecemos en el modo de conciencia de solo
observar los fenómenos internos y externos, surge una certeza más
profunda del conocimiento de lo que somos. La naturaleza invariable de
la conciencia es un estado del ser. Es nuestro rincón calmo y tranquilo.
Es nuestra seidad 3 verdadera e invariable, el mismo sentido general de
simplemente ser que teníamos cuando éramos niños, adolescentes,
adultos jóvenes y quienes somos ahora. Cuando miramos atrás, a
nuestros primeros años, parece que nunca no hemos sido nosotros.
¿Quién más podríamos haber sido? Es posible que tengamos todo tipo
de definiciones de nosotros mismos, pero, aun así, hay un sentido de
ser simplemente una presencia consciente que no cambia con el tiempo.
Muchos ancianos cuentan que se sienten exactamente igual, en el
sentido de ser la misma persona, que eran en su juventud. Nuestros

3NT: Beignness en el original. Expresa la mera cualidad de ser en y por sí misma, sin
quedar asignada o limitada a ninguna característica en particular.
roles pueden cambiar, pero no así la conciencia que experimenta esos
roles. La seidad indefinida tiene una cualidad consciente permanente. Si
comprendemos en la experiencia y reconocemos completamente dicha
seidad, en todas sus ramificaciones espirituales, y tal como se ve desde
esa perspectiva, estamos iluminados.
Lo más fundamental para nosotros es nuestra noción de existir
siendo. Esta cualidad de ser no parece depender de nada material, en el
sentido de cómo nos vemos, sentimos o actuamos. Tampoco se ve
afectada por nuestra mente o cómo pensamos acerca de nosotros
mismos. La expresión “pienso, luego existo” no revela lo que precede al
pensamiento. No sabemos que existimos simplemente porque
pensamos, sino que sabemos que existimos porque somos conscientes.
El pensamiento no es una validación mayor de la existencia que
cualquiera de los cinco sentidos, así que pensar no es la prueba. La
conciencia de que estamos pensando, sintiendo o percibiendo es
confirmación de ser. La conciencia es más fundamental. Ser es ser
consciente. Ser consciente es ser. La conciencia es intrínseca a nuestro
ser.
Si pasamos algo de tiempo ya sea contemplando o simplemente
notando nuestros procesos mentales, podemos percatarnos de que, en
momentos de quietud, libres de pensamientos, hay un sentido claro y
desnudo de seidad consciente. Podemos notar fácilmente que ese
sentido básico de ser es siempre consciente. También podemos notar
que parece haber un poder de atención, con el que creamos el estilo de
nuestra experiencia. Por ejemplo, podemos dirigir nuestra atención a
pensamientos negativos, y al enfocarnos más en pensamientos
negativos, podemos desarrollar estados anímicos y emociones negativas.
También podemos enfocar nuestra atención en pensamientos positivos,
y al hacerlo experimentamos estados de ánimo y emociones positivas.
La atención es una potencia de la conciencia. El poder de la atención
alcanza también al mundo físico de la experiencia. Al enfocar nuestra
atención en el logro de alguna meta en la vida, realizamos ese
pensamiento inicial de una meta y lo hacemos realidad. Literalmente,
todo lo que logramos mediante el esfuerzo en la vida está dirigido por
el poder de nuestra atención.
Entonces, el ser tiene esta cualidad consciente. La conciencia tiene la
capacidad de atención. La atención es el conducto de la intención, que es
el pulso creativo que surge del ser y vitaliza todo el proceso del vivir en
el mundo. La intención se manifiesta primero como pensamiento, la
idea a intentar. La acción surge de la intención de hacer algo.
Es importante lograr una comprensión de la naturaleza de nuestras
intenciones. Usualmente nuestro sufrimiento se deriva de intenciones
de resistir algún aspecto de la realidad o alguna situación vital. Creamos
nuestro propio sufrimiento al tener intenciones de que las cosas sean
diferentes de lo que son. Después nos frustramos por no poder realizar
nuestra intención. También nos sentimos decepcionados o deprimidos
por cosas que no resultan tal como eran nuestras intenciones. Todo
nuestro día está “impulsado” por la intención. Algo muy provechoso
podría ser preguntarte durante el día cuáles son tus intenciones. Por
ejemplo, podemos notar cuántos estados emocionales están
relacionados a las intenciones que generamos. Lograr claridad en este
tema puede proporcionarnos un gran alivio, cuando comprendemos
claramente qué estamos creando para nosotros mismos mediante
nuestras intenciones. De hecho, nuestra visión del mundo entera,
positiva o negativa, está basada solo en nuestros propios pensamientos
e intenciones generadas en la mente. Teniendo esto en cuenta, demos
otro vistazo a lo que está notando esas intenciones y pensamientos.
Tómate un momento para observar tus pensamientos e intenciones
mientras surgen y se desvanecen. En el momento de notar el
pensamiento, rápidamente enfoca tu atención en ti mismo en tanto
conciencia observadora. ¿Qué pasó con el pensamiento o intención
cuando repentinamente te concentraste en el observador? Si trabajas
con esto por un tiempo te darás cuenta de que cuando diriges tu
atención sobre ti mismo en tanto conciencia observadora, el
pensamiento se desvanecerá, tal como vimos antes que ocurría con la
imagen del perro. Esta es una clave para lo que en ciertas tradiciones de
meditación del budismo tibetano se conoce como auto-liberación de
pensamientos. Mediante este método nos liberamos de sufrimientos
emocionales y psicológicos. El elemento más importante del método es
el poder de la atención. Desplazamos nuestra atención hacia esta
cualidad observadora de la conciencia que es el observador de nuestros
pensamientos. Al liberar la atención del pensamiento, este ya no recibe
energía. Nuestra atención es lo que sostiene nuestros pensamientos,
historias y estados emocionales.
Hagamos un resumen de cómo aplicar esto de modo práctico. Por
ejemplo: siéntate en una silla o almohadón cómodo en el piso. Ahora
cierra los ojos y recuerda el sentimiento de cólera. Mientras
experimentas este sentimiento de cólera, solo observa la emoción y
cómo se siente tu cuerpo. Después de un momento, lleva tu atención a
la conciencia que observa el sentimiento de cólera. La cólera es el objeto
de observación y tu conciencia es el sujeto que observa, así que estás
desplazando tu atención del objeto al sujeto. Nota qué cambios ocurren
cuando haces esto. En la mayoría de los casos, la cólera se reducirá o
desaparecerá completamente. Cuando ganes experiencia con esto,
inténtalo nuevamente, pero esta vez con un sentimiento de tristeza.
Después inténtalo con el miedo. Y después prueba con la ansiedad.
Piensa acerca de qué estados emocionales parecen ser los más difíciles
en tu experiencia de vida, y haz el ejercicio con cada uno de ellos. La
idea es que, al hacer esta práctica con cierta regularidad, puedes tener
éxito con las experiencias concretas de la vida de estados emocionales
negativos en el momento en que surgen. La lección que aprendemos es
que con solo permanecer en la condición de observador desapegado de
los estados emocionales negativos en cuanto surgen, no serás tu propia
víctima.
Así que resumamos el proceso general que estamos discutiendo.
En primer lugar, tenemos al ser. Notamos que el ser es consciente y
que, mediante las funciones mentales, tiene la capacidad de atención e
intención. Los pensamientos surgen de la intención de conceptualizar.
Después energizamos aún más esos pensamientos manteniendo nuestra
atención enfocada en ellos. Así es como creamos historias en nuestra
mente, así como también generamos acción en nuestras vidas. Ese
también es el mecanismo que hace que persista el sufrimiento, que es la
vitalización continua de esos pensamientos negativos en la mente, al
prestarles atención. Sin la atención constante de la mente, esos
pensamientos se desvanecen. Esto también es verdad acerca de los
pensamientos particulares que llamamos problemas. Los problemas solo
existen en nuestras cabezas. No existen problemas en el universo.
Puedes buscar todo lo que quieras, pero nunca encontrarás un
problema “ahí afuera” pues todos los problemas están “aquí adentro”.
Esto no quiere decir que no haya situaciones que requieren atención en
la vida cotidiana, pero esas situaciones solo se vuelven problemas
cuando las notamos y después pensamos acerca de ellas. El problema no
es la situación sino el pensar acerca de ella. Lo que crea estrés es el pensar
acerca de ella, no la situación misma.
¿Y si en lugar de poner nuestra atención en los pensamientos,
simplemente dejamos que nuestra atención descanse pasivamente
dentro de la conciencia en tanto alerta atenta o presencia vacía, tal como
un niño contemplando una escena fascinante? Simplemente
permanecemos en apertura y presencia total de la conciencia
observadora. Mientras cesa o disminuye la tendencia a mantenernos
compulsivamente en el modo de pensamiento, iremos necesitando
menos enfocar la atención para permanecer en conciencia sin
pensamiento. La atención se vuelve como un perro bien entrenado que
se sienta obediente a los pies de su dueño, esperando la próxima orden
para actuar. En la mayoría de las enseñanzas budistas como el zen y en
ciertas tradiciones tibetanas, esta alerta pasiva pero vívida, “el descanso
y relajación de la atención en la conciencia”, constituye la práctica. No
es la iluminación, pero es el contexto en el que comprensiones y
penetraciones intuitivas mucho más profundas se desarrollan y surgen
espontáneamente. Cuando esta práctica se estabiliza, simplemente
continuamos en y como esta cualidad natural de observación. En esta
condición relajada, la mente está clara, atenta y abierta. Se siente una
cierta cualidad del ser, espaciosa y transparente, que es muy serena y
tiene una gran capacidad de responder a las necesidades del entorno y
las relaciones personales.

Preguntas y respuestas
Pregunta: ¿Qué es un pensamiento?
Respuesta: El pensamiento es energía mental con un mensaje, como
una nube con algo escrito en ella, con una cierta duración en el tiempo.
En esencia, es información semitransparente. La información puede
señalar algo relevante o puede ser una distracción inútil, y en cualquier
caso no tiene sustancia real. Al enfocar nuestra atención en un
pensamiento, parece volverse más sólido. Cuando lo dejamos en paz, se
desvanece y desaparece por sí mismo.
Pregunta: ¿Y si mi mente está tan llena de pensamientos que no puedo
realmente notar ningún observador separado que parezca mantenerse
apartado de los pensamientos?
Respuesta: A veces esto le pasa a todo el mundo. Cuando la mente
está tan llena de pensamientos, a veces es mejor enfocarse en el cuerpo
o en la experiencia sensorial en lugar de la mente. Yo recomiendo
enfocarse en la respiración. Sentado o recostado, simplemente enfócate
en notar la experiencia del paso del aire por las narinas y después sigue
cómo el aire llena los pulmones. Cuando los pulmones hayan llegado a
su punto natural de plenitud, nota cómo el aire comienza a salir por las
narinas y las sensaciones que tienes cuando el pecho comienza a vaciarse
y relajarse. Mientras exhalas, ralentiza un poco la respiración y extiende
la duración de la exhalación hasta llegar a una relajación total y haz una
pequeña pausa antes de volver a inhalar. Durante la pausa, solo nota la
experiencia de relajación por un momento. Después comienza el ciclo
nuevamente. Haz esto por unos cinco minutos o hasta que te sientas
más relajado y practica entonces nuevamente el ejercicio de observar los
pensamientos.
Pregunta: ¿El objetivo de estas prácticas es deshacerse de todos los
pensamientos?
Respuesta: No, en absoluto. Los pensamientos son la expresión
natural de la mente. Sin embargo, la mayoría de nosotros no nos
percatamos de cómo creamos nuestros propios estados mentales de
incomodidad mediante el proceso aparentemente voluntario de nuestro
pensamiento. Culpamos al entorno o a las personas que tenemos cerca.
Somos totalmente ciegos a nuestra propia participación a través del
pensamiento, el juicio y nuestros esfuerzos para manipular al mundo de
la experiencia para que sea como nosotros preferimos. Sin embargo,
mientras vamos reconociendo nuestra propia condición en tanto esta
conciencia observadora, nos identificamos menos con nuestros
pensamientos. Como estamos más desarrollados en el modo de ser el
observador de las experiencias internas y externas, los pensamientos
parecen menos tensos y sólidos. Podemos comenzar a ver a través de la
confusión de nuestros pensamientos e historias. Notamos que nuestras
percepciones sensoriales son más vívidas. Los colores parecen ser más
intensos y los sonidos más nítidos. No se trata de que nuestros sentidos
estén funcionando mejor, sino que nuestra atención se está relajando
en un estado de apertura sin fijación. Mientras nos relajamos más y más
en esta apertura, las actividades frenéticas de la mente comienzan a
ralentizarse y eventualmente puede surgir una quietud natural. Surge
una cualidad intuitiva creativa y juguetona que parece reemplazar gran
parte del modo compulsivo de “pensamiento y preocupación” al que
estamos habituados. Es este estado mental más despreocupado lo que
hace que la vida sea más divertida y menos “esforzada”. La vida parece
fluir sin necesidad de forzarla en uno u otro sentido.
Pregunta: ¿Hay algún método o aplicación de lo que has compartido
que permita reducir la sensación general de inquietud y descontento?
Respuesta: Todas las causas de descontento e inquietud se relacionan
con nuestras creencias, encarnadas en nuestros pensamientos. Imagina
por un momento que tus creencias sobre todas las cosas se
desvanecieran repentinamente y tu mente quedara libre de
pensamientos. Entonces, no podrías tener problemas o preocupaciones
en ella. No tendrías concepto de relativo y absoluto. No tendrías
concepto de yo y otro. No tendrías concepto de restricción y liberación.
No tendrías sentido de “búsqueda”. No tendrías sentido de “unidad” y
separación. No tendrías concepto de sufrimiento y liberación. Mientras
permanecieras en este momento de presencia total, más allá de la mente
pensante, nada podría alterar tu sentido de paz y serenidad. Sin
embargo, estás plenamente vivo y alerta a lo que ocurre y actúas
instintivamente como si estuvieras en una danza. Tu cabaña privada de
meditación es totalmente portátil y puede ser tu refugio en todos los
momentos de la vida. Nota cómo el tono emocional del momento se
altera, según tu grado de involucramiento en creencias e historias, de la
serenidad a la inquietud, la resistencia y el aferramiento.
¿Es realmente necesario estudiar y practicar distintos métodos
cuando has visto claramente cómo funciona todo? La conciencia libre
de pensamientos no es una suerte de ideal noble que surge después de
haber dominado el arte de suprimir o ignorar los pensamientos. La
conciencia libre de pensamientos está ocurriendo durante todo el día,
pero no notamos este espacio vacío de claridad debido a que nuestra
mente está habituada a notar los pensamientos y contenidos. Intenta
descubrirte en esos momentos de conciencia libre de pensamientos que
se dan naturalmente. Ocurren cuando entras a darte un baño y comienzas
a sentir el agua, cuando introduces el cepillo de dientes en tu boca,
cuando comes tu primer bocado del desayuno, cuando escuchas
repentinamente un sonido fuerte. Comienza a notar estos momentos
de claridad vacíos que existen entre los momentos de pensamiento y la
ensoñación de vigilia.
El único descontento o inquietud que conocerás es el que resulta de
tu propio pensamiento. Solo tus propios pensamientos e imaginación pueden
opacar tu estado natural de serenidad.
Pregunta: El modo en que describes la relación entre pensamientos y
conciencia me parece dualista. Quiero decir que parece que indicaras
que conciencia y pensamientos son dos realidades separadas e
independientes. ¿Es correcto?
Respuesta: Puede parecer que la conciencia está separada e
independiente de los pensamientos, apariencias y experiencias como si
fuera un observador independiente. Esta sería una visión dualista,
contraria a lo que los maestros iluminados enseñan. Pero antes de que
podamos conocer la no dualidad de la conciencia y la experiencia,
tenemos que explorar primero nuestra experiencia inmediata tal como
aparece a nuestra perspectiva dualista. Al principio tenemos que
distinguir nuestra conciencia observadora de las actividades dualistas de
la mente tal como se expresan mediante el pensamiento. Esto produce
una “desidentificación” de las proyecciones de la mente y su naturaleza
esencial en tanto conciencia invariable. Es como la mente creyendo que
nuestra identidad es nuestro cuerpo físico o la imagen de sí concebida
mentalmente. Llegamos a descubrir que no somos el cuerpo o nuestra
autoimagen psicológica. Mientras avanzamos, este sentido dualista de
separación también desaparecerá gradualmente, revelando así una
unidad de todo y todas las cosas.
Pregunta: ¿Qué tiene que ver todo esto con reconocer nuestra
naturaleza espiritual? ¿Cuál es la conexión?
Respuesta: Mientras nuestra mente va quedando menos constreñida
al pensamiento y preocupación compulsivos, nuestro espacio de
conciencia se siente más abierto y libre. Los bordes estrechos de nuestra
propia definición de nosotros mismos comienzan a dar espacio a un
sentido creciente de conexión con toda la vida y nuestro mundo de
experiencia. Al volvernos más conscientes de nuestro estado de seidad
indefinida e inmaterial, nos familiarizamos más con ese aspecto interior
que es inmutable, perfecto y eternamente libre. El resto de este libro
está dedicado a transformar este conocimiento en experiencia.
Capítulo 3
Identidad, ego y ser auténtico

“Solo cuando hemos renunciado a nuestra preocupación por ‘yo’, ‘mío’, ‘mi’,
podemos poseer realmente el mundo en que vivimos… asumiendo que no
consideramos nada como nuestra propiedad. No solo todo es nuestro, sino que
también es de todos los demás”.
Aldous Huxley – Filosofía Perenne

Todo sufrimiento emocional surge de un malentendido básico en


relación a nuestra identidad personal. Este malentendido se expresa en
forma de pensamientos erróneos que la mente llega a aceptar y creer. La
iluminación es la ausencia de cualquier confusión acerca de nuestra
verdadera identidad. La mente nos ofrece constantemente sugerencias
y definiciones de quiénes somos. Estas sugerencias son imágenes
mentales y pensamientos sobre nosotros mismos, basados en el
condicionamiento y la imaginación. Estudios de desarrollo infantil
sugieren que en algún punto entre los 15 y los 24 meses de edad, el niño
comienza a desarrollar su sentido de identidad. Antes, no tenía
definición de sí o ego. No había un proceso de pensamiento definiendo
el mundo en términos de yo, mío y otro. La vida era solo un juego abierto
de experiencia sensorial que permanecía sin evaluación en relación a un
sentido de identidad. El niño tampoco tenía sentido de propiedad
personal. Gradualmente, mediante la interacción social y mientras los
padres o cuidadores se dirigen al niño por su nombre, junto con otras
señales verbales, el niño comienza a inferir una identidad personal que
se mantiene separada y diferenciada de otras personas y cosas. Al
exponerlo a halagos o refuerzos negativos, el niño comienza a desarrollar
una imagen propia con un sesgo coherente. Pero debemos recordar que
este sentido de identidad personal está constituido enteramente por
pensamientos e imágenes mentales. No hay ninguna sustancia concreta
llamada “yo” que aparece repentinamente en el cerebro del niño. Solo
hay pensamientos reforzados mediante condicionamiento que
constituyen esta identidad aparente.
Esta identidad es en realidad tal solo una historia. Pero esta historia
existe en dos niveles: el subconsciente y la mente consciente. Si hubo
carencias emocionales graves en la temprana infancia, el niño puede
concluir que hay inadecuaciones dentro suyo, como sentir que no
merece ser amado, que no es suficientemente bueno o que es un niño
malo o inútil, para nombrar solo algunos de los temas dañinos más
comunes vinculados a la auto-imagen, con los que muchos de nosotros
crecemos. Desafortunadamente, si estas descripciones negativas se
implantan en la mente a una edad muy temprana, pueden continuar
toda la vida. Pueden permanecer como esquemas activos de
personalidad o quedar latentes, a la espera del estímulo externo justo
para disparar inseguridades personales con un fundamento profundo.
Nuestro sentido de identidad en la vida cotidiana puede teñirse con
estos sentimientos y pensamientos de inadecuación hasta tal punto, que
nos entregamos a sus sugerencias negativas, haciendo que nuestras
relaciones con otros se destruyan y nuestras aspiraciones vitales se
frustren.
La buena noticia es que estos pensamientos negativos son solo
pensamientos. Aparecen en la mente consciente, pero se originan en el
subconsciente. También podemos crear y jugar con nuestras propias
auto-imágenes en un nivel puramente consciente, como cuando
conseguimos un nuevo rol en nuestro trabajo o vida personal. Podemos
imaginarnos jugando este o aquel papel tal como queramos. Así que la
sensación de identidad personal no tiene por qué estar basada en un
condicionamiento psicológico profundo. El denominador común de
ambos tipos de identidad personal, el consciente y el subconsciente, es
que ambos son solo pensamientos que surgen dentro del espacio de
nuestra conciencia observadora e inmutable.
Cuando observes conscientemente el proceso de pensamiento en
acción, nota que siempre hay una noción de que los pensamientos son
“mis” pensamientos. El yo es el proceso de pensamiento definiéndose a
sí mismo. El yo/ego no está haciendo ese pensar, sino que él mismo es un
pensamiento. El yo/ego es la mente definiéndose a sí misma en relación
a sí misma y a su mundo mediante el pensamiento. La sensación de
identidad personal se crea cuando ocurre el pensar, porque el
pensamiento está casi siempre polarizado entre un sujeto, en tanto yo,
y un objeto, en tanto el tema de mi pensamiento. Esto significa que el
pensamiento siempre existe en relación a alguna preocupación o asunto
del ego. Además, uno de los catalizadores más poderosos de la creación
del sentido de identidad personal es la memoria. La memoria piensa en
términos de “mis” experiencias pasadas, y aquellas experiencias pasadas
ayudan a dar forma y mantener el sentido de identidad continua. Del
mismo modo, visualizarme a mí mismo en una situación futura,
también fortalece el sentido de identidad personal y su continuidad.
Al intentar recuperarnos de una experiencia emocional opresiva, es
difícil encontrar esa sensación relajada de ser un testigo desapegado del
estado emocional y sus mensajes psicológicos influyentes. La experiencia
es “cautivante”. El motivo por el que no puedes observar objetivamente
el evento emocional, es que este y su contenido conceptual subjetivo
están definiendo quién eres en ese momento. La sensación de yo es
inseparable de la contracción emocional reactiva. Con esa contracción
“centralizadora” en el espacio del pensamiento y la mente, hay un
sentido de identidad más sólido. También nos tensamos físicamente
cuando estamos en plena agitación emocional. La naturaleza de esta
contracción es tal que colapsa nuestro sentido de espaciosidad y
apertura, fortaleciendo así nuestra sensación de ser una entidad
localizada y separada, tal como la definen nuestros sentimientos en la
experiencia.
Para algunas personas, vivir en el drama emocional les da un sentido
de identidad más fuerte, porque está presente tan vívidamente en esos
momentos. A pesar de que no sea una experiencia muy agradable,
refuerza el yo. Pero a veces la sensación de identidad fortalecida tiene
más valor para la mente que estar libre de sufrimiento. A esto se debe
que algunas personas parecen estar a sus anchas en el malestar o la crisis.
La sensación de que existen parece más clara en esas condiciones.
También puede decirse lo mismo acerca de la autocompasión crónica,
donde parece haber un gozo implícito en la dinámica del “pobre de mí”.
Suele ocurrir que clientes desprevenidos compran su entrada a la fiesta
de la lástima y se ven absorbidos en las necesidades de atención y
validación personal de otras personas. Y la fiesta llega a su plenitud
cuando ambos comienzan a alimentarse de las necesidades emocionales
insalubres del otro. Hay muchos modos en que la estructura egoica se
alimenta de los estados emocionales negativos y las relaciones
insalubres. Recomiendo que evalúes tus propias tendencias en este
aspecto de la conducta. Nadie es inmune a esta dinámica reforzadora
del ego, al menos hasta que la conciencia ya no esté enfocada en la
identidad egoica y haya descubierto su verdadera naturaleza como seidad
atemporal que no necesita refuerzo o validación emocional.
Una buena práctica para esto puede ser observar con conciencia
objetiva la sensación emocional junto con el sentido de yo coexistente
que la acompaña. Es como dar un paso atrás de la identidad personal o
el yo subjetivo en la experiencia. ¿Qué es lo que percibe esta sensación
de identidad personal en la aflicción? La clave es ver la totalidad (gestalt)
o panorama completo. Se reconoce que la conciencia observadora impersonal
no queda atrapada en el evento, a diferencia del sentido de yo, que sí queda
atrapado. Aquí podemos encontrar un alivio y una libertad que de otro
modo nos serían desconocidos.
La mayoría de nosotros experimentamos fuertes olas de contenido
emocional que surgen como la base de nuestro sufrimiento personal.
En lugar de tratar de eliminar todas las causas del sufrimiento, es mucho
más fácil encontrar la panacea única para todo el sufrimiento: la
disolución de la ilusión de identidad imaginaria. No somos una persona
que tiene experiencias emocionales negativas, sino que la sensación de ser una
persona definida también es solo una experiencia que surge en la conciencia
como un evento mental.
Cuando soñamos por la noche, la persona que somos en el sueño no
está separada de la viñeta completa del sueño. Cuando el sueño se
disuelve al despertar, la persona que éramos en el sueño deja de existir,
así como todos sus asuntos, problemas y frustraciones que eran parte
del sueño. Ahora mismo, en el estado que llamamos vigilia en la vida
cotidiana ordinaria, existe la posibilidad de desplazarnos a otro estado
de conciencia incluso más despierto. Del mismo modo, cuando ocurre
este “salto cuántico”, el yo o identidad personal se disuelve tal como
ocurrió con el yo del sueño. También era solo una proyección de
impulsos subconscientes, pensamientos y condicionamientos, que
apareció en nuestra mente como el punto organizador central de
referencia de la experiencia cotidiana. Nuevamente, igual que cuando
nos despertamos del sueño en la mañana, todos nuestros problemas se
disuelven instantáneamente y esto sigue siendo así mientras el estado
superior de conciencia despierta siga sin interrupción. Mediante la
práctica de ser el observador objetivo de los eventos que surgen
continuamente en la conciencia, se da una nueva dinámica respecto a
la identificación con este sentido de identidad generado por la mente.
Con el tiempo, surge una nueva característica en el flujo de la cognición
ordinaria: la solidez de la proyección de identidad disminuye. La
sensación de ser un ego ya no es tan convincente, ni sus problemas
parecen tan imperiosos y serios. No es que el yo imaginario esté
progresando en etapas de desarrollo, sino que es más bien una
disolución total del yo imaginario. La disolución del yo imaginario
revela la verdadera naturaleza de la seidad interior, la fuente real de
nuestra paz profunda, gozo y amor incondicional intrínsecos. La
verdadera naturaleza de nuestra seidad es este observar indefinido y objetivo
que no tiene nombre, identidad ni historia y que está siempre presente en
toda experiencia.

“El ego puede definirse como todo aquello que opaca la bondad básica. En la
experiencia, ¿qué opaca el ego? Opaca nuestra experiencia de simplemente
estar aquí, tan solo estar plenamente donde estamos, de modo que podemos
relacionarnos con la inmediatez de nuestra experiencia. La ausencia de ego es
un estado mental que tiene confianza plena en la sacralidad del mundo. Es
bienestar incondicional, gozo incondicional, que incluye todas las diversas
cualidades de nuestra experiencia.”
Pema Chodron, maestra budista tibetana

Ya hemos descubierto en el capítulo anterior que hay dos aspectos


esenciales de la mente: los pensamientos y la conciencia que los
experimenta. La conciencia que experimenta nuestros pensamientos y
sentimientos no queda afectada por ningún condicionamiento negativo
de la infancia o de épocas posteriores de la vida. Es como un espejo, al
que ningún reflejo que aparece en él puede afectar. Sin embargo, para
que podamos derivar algún beneficio de esta comprensión de la mente,
debes reconocer claramente esta naturaleza incondicionada de la mente,
nuestra conciencia observadora. La intensidad de las proyecciones
mentales bloquea o inhibe con muchísima frecuencia nuestra capacidad
de estar en el rol objetivo de ser simplemente un observador, como un
espectador de las actividades de nuestra mente. Esto demanda trabajo y
esfuerzo en las etapas iniciales, ya que hay instalada una inercia habitual
tremenda que no permite ningún espacio para la auto-reflexión y la
observación desapegada de los eventos mentales. Quedamos atrapados
en las historias y dramas que teje nuestra mente.
Nuestro estado mental ordinario se parece en muchos sentidos más
a un trance que a una experiencia lúcida y consciente. Esto se debe a
que el aspecto de nuestra mente que proyecta los sueños al dormir
también está ocupado en la vigilia, proyectando infinitos escenarios
mentales que oscilan entre la esperanza y el miedo. Un buen ejemplo es
nuestro sentido del yo. Mientras soñamos, tenemos un rol y una
identidad, cualquiera sea el escenario del sueño. No estamos creando
esta identidad onírica conscientemente, simplemente surge del
subconsciente. Pero en el sueño nos da la impresión de que somos
realmente eso. No cuestionamos los estados emocionales y
pensamientos que experimentamos en el sueño en relación a si son
apropiados o válidos. Cuando nos despertamos, esa identidad del sueño
se desvanece, pero no notamos que la mente sigue proyectando nuestro
sentido de identidad y auto-imagen. Ni siquiera cuestionamos la
adecuación de nuestros estados emocionales, pensamientos o sentido
de identidad mientras estamos despiertos. Es fácil entonces reconocer
por qué tantos maestros espirituales de distintas tradiciones religiosas
consideraron que la humanidad está dormida incluso en estado de
vigilia. El resultado es gran parte del sufrimiento innecesario de la vida.
Nos perdemos en nuestras historias, que suelen basarse en respuestas
condicionadas e imaginación, no en la claridad de estar presente de
modo vívido y alerta en el momento actual. Hay una diferencia enorme
entre ambos modos. Aspiramos al último mientras despertamos del
primero.
Resulta esencial poder discernir entre saber quién somos realmente,
y creer en una historia acerca de quién pensamos que somos. En un
sueño podemos sufrir de muchas maneras debido al drama en la
historia. Quien sufre es el sentido de “yo” en el sueño. Si supiéramos
que toda la línea narrativa es tan solo un espectáculo mental imaginario,
no sería posible sufrir por los contenidos del sueño. Algo que no puede
faltar dentro del sueño para sufrir, es creer que la persona que piensas
que eres en el sueño es real. La mente soñadora no solo crea el escenario
y los personajes del sueño, sino que también crea una sensación de
subjetividad personal. No hay persona o yo real allí, dado que el yo es
solo una proyección de la mente. De igual modo, la persona que crees
ser en la vida de vigilia es también una proyección de la mente y no es
real, al menos no más real que Santa Claus o el conejo de pascuas. Estos
dos personajes ficticios tienen una vida muy desarrollada en las mentes
de los niños. Pero no importa cuán profunda y sinceramente un niño
crea en Santa Claus, esto nunca hará que este personaje ficticio sea real.
A pesar de esto, el niño puede estar motivado para actuar de ciertos
modos por creer en esta ficción. Por ejemplo, el niño puede tratar de
comportarse mejor o ser más obediente si quiere “recibir regalos de
Santa”.
Observa también todas las conductas que realizamos debido a
nuestro sentido de identidad, que nos dicta una serie infinita de deberías,
tienes que, no deberías y no tienes que. Tal como mencionamos antes,
siempre estamos actuando de uno u otro modo nuestros dramas
polarizados, que oscilan entre las aspiraciones de la esperanza y las
anticipaciones del miedo. ¿Alguna vez nos despertamos realmente del
sueño de la preocupación compulsiva? ¿Quién es aquel que está siempre
en el papel de estar “preocupado”? Recuerda, este yo problematizado y
sufriente es un agregado. No vino con el hardware y software original.
Nos compramos su existencia cuando éramos demasiado jóvenes como
para saber lo que hacíamos. Ahora lo sabemos, ¿o no? Recordemos que
todo nuestro sufrimiento psicológico y emocional se deriva de esta
creencia en la identidad imaginaria de un sí mismo. ¿Cómo despertar
del sueño diurno de la identidad de un yo falso, basada en
condicionamientos? Para empezar, profundicemos un poco en la
naturaleza de esta ilusión de un sí mismo.
Así como en el capítulo 2 observamos nuestros pensamientos, ahora
tenemos que observar nuestro sentido de un yo cuando surge en nuestra
mente. No es diferente de cualquier otro pensamiento, pero parece algo
mucho más íntimo, ¿o no? Sentado tranquilamente en un lugar sin
molestias, nota tu sensación de sí mismo o “yoidad”. Puedes tener una
sensación muy clara del ego o sí mismo al recordar un momento en que
te sentiste avergonzado o ridiculizado públicamente. En algún momento
en que alguien habló mal de ti puedes haber pensado “¿cómo pueden
hablarme así? ¿qué se creen?” Juega un poco con esto hasta que sientas
esa sensación autoconsciente 4 de una yoidad personal. Ahora,
inmediatamente observa esta sensación de un sí mismo. ¿Dónde parece
estar en tu cuerpo? ¿Tiene forma o color? ¿Es algo concreto? ¿Es diferente
de cualquier otro pensamiento? ¿Es solo un pensamiento? ¿Es solo el
pensamiento “yo”? ¿Hay una sensación de “yo soy”? ¿A quién pertenece
esa sensación? ¿Qué es esa sensación?
Cuando eras un bebé, hubo un tiempo en que no habías desarrollado
este sentido de “yo”. ¿Cómo era ese estado mental? Imagina por un
momento cómo podría sentirse eso. No habría sensación interna ni
auto-definición de “yo soy”. A diferencia de eso, ahora tienes una
historia muy completa de quién piensas que eres. ¿Cómo sería si no
tuvieras tu historia de “yo”?
Todo nuestro estrés y sufrimiento se basa en esta historia de yo.
También relacionado con esa historia y dependiente del sentido de sí
mismo, está el sentido de “mío”. Las cosas y relaciones que
consideramos como posesiones nuestras no pueden existir sin que
tengamos en primer lugar una sensación de un sí mismo personal como
propietario de ellas. Gran parte de nuestra preocupación y estrés se
refiere a nuestras posesiones materiales y relacionales. Si
repentinamente quedáramos liberados del sentido imaginario de yo,
nuestras posesiones se liberarían inmediatamente para ser lo que
siempre fueron: simplemente energías del universo sin propietario. Si
examinamos nuestros pensamientos estresantes relacionados con
nuestras posesiones y nuestro sentido de identidad, veremos que no hay
nada concreto en nuestros pensamientos en tanto pensamientos. Un
pensamiento es solo un mensaje de energía mental que aparece y

4
NT: En el original, “self-conscious”. Literalmente “consciente de sí” o “auto-consciente”,
pero en inglés la expresión refiere a una condición de nerviosismo e inseguridad basada en la
atención excesiva al propio desempeño o apariencia ante otras personas, derivada de ser
demasiado “consciente del sí mismo” en tanto yo autónomo. Recordar este uso específico, ya
que en español “autoconciencia” podría hacer pensar en una cualidad positiva.
desaparece de momento a momento. Esto también se aplica a nuestro
sentido de un yo. El problema está en que nos enfocamos en el mensaje
y creamos una historia completa en base a un destello breve inicial de
pensamiento. Si, en cambio, vemos al pensamiento como un evento de
energía mental, sin enrollarnos en el contenido de su mensaje,
experimentamos una perspectiva totalmente diferente. Por ejemplo, si
por dos minutos contáramos los pensamientos que pasan por nuestra
conciencia, en lugar de engancharnos en sus mensajes, descubriríamos
un estado mental mucho más amplio y relajado. Practicando este
ejercicio simple, podemos desarrollar la capacidad de liberarnos de la
condición, similar a un trance, en la que nos encontramos tantas veces
durante el día.
Es necesario desarrollar este estado mental más abierto para poder
notar efectivamente el surgimiento y presencia continua del
pensamiento yo. Descubriremos que el pensamiento yo está en el centro
de nuestras experiencias psicológicas y emocionales de momento a
momento. Todo se trata de yo y mi historia. Toda la historia personal
gira en torno a mí. Por esto, tenemos una sensación de ser un individuo
separado viviendo en un mundo de gente y cosas separadas como
“otros” que existen “ahí afuera”. Esta bifurcación fundamental de la
experiencia vital en sujetos y objetos separados crea una sensación
general de alienación existencial de la totalidad de la vida. Solemos
sentirnos solos y separados, aunque vivamos en un contexto social muy
rico de familia y amigos. Esto se debe a nuestra historia personal que
gira en torno a la noción imaginaria de que somos un yo separado. Con
el tiempo, esta ilusión se transforma en un estilo estándar de
relacionarnos con nosotros mismos y con nuestro mundo de
experiencia. Podemos aislarnos más y más psicológicamente,
eventualmente llegando a estados de depresión y suicidio. Sin embargo,
cuando nos sentimos conectados como una parte significativa de la
totalidad, florecemos en nuestra vida emocional.
En las sociedades nativas o primitivas, el refuerzo cultural intenso de
que la vida es una red interconectada de relaciones naturales y
ecológicas, se relaciona en proporción inversa con la manifestación de
estados de desequilibrio psicológico y emocional. Los individuos se
consideran a sí mismos como partes integrales de una totalidad o
unidad cósmica, y atribuyen menos importancia al concepto de una
individualidad separada. Esta visión holística de la vida se extiende a
conductas sociales y ecológicas que aumentan el potencial de
supervivencia y el bienestar de la sociedad entera. En nuestra cultura
occidental centrada en mí podemos ver los efectos insidiosos de esta
bifurcación entre los mundos del yo y “separado de mí”. Los desastres
ecológicos abundan en todo el planeta, incluyendo el calentamiento
global, la deforestación, la extinción acelerada de varias especies, la
contaminación del aire y el agua, y el agotamiento derrochador de
recursos naturales. Creo que estos asuntos sociales y planetarios se
derivan directamente del modo en que nuestra cultura define
actualmente quién y qué somos como individuos. Los padres luego
promueven y refuerzan esta definición de yo a sus hijos.
Nuestra sociedad entera está impulsada por el yo, tal como se puede
ver en la publicidad que inunda nuestra conciencia diariamente. El
mensaje de que necesitas consumir infinitos productos se refuerza a
múltiples niveles, y si no consumes los productos correctos, no estarás
en la mejor posición social y personal. Así que necesitas un auto más
grande, una casa mejor, ropa y accesorios de estilo, cirugías plásticas,
Botox, seminarios para tener éxito y más, todo en nombre de
“mejorarme”. Al mismo tiempo, junto con el surgimiento y
establecimiento de la cultura del yo de hoy en día, tenemos un aumento
proporcional en enfermedades mentales, suicidios, crímenes,
destrucción de la estructura familiar, descuido y abuso medioambiental
y una generación de jóvenes que no tienen ningún sentido real de
conexión con su mundo natural aparte del que logran mediante
Internet, los juegos de computadora y las redes sociales.
Así que hay muchos beneficios que podemos obtener del abrirnos de
la fijación al yo, tanto en lo personal como lo social. El primer paso es
observar esta sensación de yo cuando surge en nuestra conciencia. En el
transcurso de cualquier día tenemos muchas oportunidades, que
solemos ignorar, de ofrecer algo beneficioso, cortés o amable. No
hacemos aquello menos egoísta o más desinteresado, porque estamos
atrapados en la inercia y el trance de “todo se trata de mí”. Aquí tenemos
una oportunidad de ver a nuestro sentido imaginario de ego o sí mismo
funcionando. La práctica consiste en notar este centrarse en sí mismo cuando
aparece en tu conciencia. Nota cómo la línea de la historia del yo es
implacable al determinar los pensamientos y conductas durante el
transcurso del día. También es implacable en ser una fuente de
preocupación constante en relación a su estatus o posición en los
escenarios sociales actuales y futuros.
Pero también, de vez en cuando, nota esa cualidad de observación
consciente que percibe la sensación de yo cuando surge. Esa conciencia
observadora es el aspecto de nuestra conciencia que necesita estar al
frente de nuestra vida cognitiva, en lugar de nuestro sentido de yo y sus
reflejos condicionados. Cuando residimos en nuestro sentido auténtico
de ser indefinido en tanto esta cognición observadora, somos libres de
ser todo, en el sentido de una inclusividad panorámica. Nuestro sentido
de sí mismo ya no está aislado del mundo de la experiencia: en cambio,
la mente ya no puede encontrar ninguna línea demarcatoria que le
separe de sus percepciones y relaciones. Aquí tenemos un método
posible para regresar a una totalidad e integración con nuestro mundo.
No es que como conciencia abierta no estemos ya integrados
plenamente en nuestro mundo, sino que esto se vuelve una realidad
reconocida, tal como siempre fue. Lo único que imagina la separación
es nuestra mente pensante, a diferencia de nuestra conciencia abierta.
Para aclarar esto aún más, esta conciencia simple y abierta es nuestra
condición natural de notar y conocer las experiencias cuando surgen, ya
sea como pensamientos, emociones, sentimientos o percepciones
sensoriales. La conciencia observadora está presente antes de que la
mente tenga tiempo de pensar acerca de la experiencia percibida. Por
ejemplo, si escuchamos el tañido de una campana, al primer momento
es solo un puro sonido que registra nuestro sistema sensorial. Al
siguiente momento, la mente “se dispara” e identifica el sonido como
una campana junto con cualquier otro pensamiento asociado. Pero
después, esta conciencia simple continúa su incesante notar esos
mismos pensamientos acerca del sonido. El corazón de nuestro método
consiste en el reconocimiento de esta cualidad natural de la conciencia
inmutable en la experiencia. Esta conciencia incondicionada, brillante
y vívida, es nuestra cordura básica. Al realizar esta simple práctica
estamos iniciando nuestra propia sanación en términos de salud
personal, social y planetaria. Aprender a vivir en nuestra cordura básica
incondicionada desarrolla una penetración intuitiva de nuestra
verdadera naturaleza. La iluminación es un despertar que revela que
nuestra conciencia observadora es la Luz y la Vida dentro de todo.
Descubrirás, sin duda alguna, que eres esa Luz incesante de la
Conciencia.
Pregunta: ¿Pero no necesitamos nuestro sentido del ego en tanto yo
en la vida cotidiana? ¿Resulta práctico intentar vivir una vida sin ego,
teniendo en cuenta las demandas que nuestras vidas ocupadas nos
imponen?
Respuesta: En realidad, precisamente debido a las demandas y el
estrés que experimentamos continuamente en nuestras vidas, es mucho
mejor estar despiertos y plenamente conscientes en el momento, en
lugar de andar atrapados en el mundo imaginario de “yo” y “mis”
problemas. En los deportes de alto rendimiento, se sabe bien que el
éxito supremo solo puede lograrse cuando estamos completamente
inmersos en el ahora sin ningún tipo de auto-conciencia. A veces se
habla de esto como “estar en la zona” o “en flujo”. ¿Cuántas veces en tu
vida, ya sea en el trabajo o en otra actividad, has estado tan absorto en
una tarea que perdiste todo sentido de tiempo y auto-conciencia
personal? Ves la hora y no puedes creer que dos horas simplemente
desaparecieron. Sin una noción de un yo presente cognitivamente, el
tiempo no se nota. Junto con esa falta de autoconciencia, tampoco
podemos encontrar nuestros problemas personales y asuntos
psicológicos. Así que parecería que funcionar en un modo de
involucración total en las actividades de nuestra vida, al punto de
perdernos en nuestra tarea, mejoraría nuestro desempeño y estado de
ánimo. En lugar de estar enfocados en nuestros pensamientos acerca de
nuestras actividades, nos enfocamos en los cinco sentidos y las acciones
corporales directamente con el entorno y sus componentes físicos.
Nuestros sentidos funcionan bien sin la presencia del pensamiento o
la autoconciencia, y lo hacen en armonía con un flujo intuitivo de
intención que surge creativamente en el momento. Es posible relajarse
simplemente en la presencia observadora de los cinco sentidos. Ves,
escuchas, saboreas, olfateas y sientes sin evaluar de modo
autoconsciente la experiencia perceptual. Eso es estar en el ahora. En
ese estado plenamente presente, un cierto tipo de conciencia intuitiva
guía nuestras acciones en un flujo impecable que se integra sin esfuerzo
con nuestro mundo. La auto-conciencia es un evento cognitivo en el
que el pensamiento “yo” está en la mezcla mental relacionada a una
actividad. Es una sutil llave doble en la que estás en el evento y
mirándote en un espejo al mismo tiempo. Esto puede ser tan fuerte que
los actores sufren de lo que llaman “pánico escénico”. Hay una
preocupación generalizada acerca de cómo será percibido el desempeño
propio. Por supuesto este tipo de bloqueo no se limita solo a los actores,
sino que aparece en nuestras vidas de tanto en tanto. En mi caso,
experimento esto cuando estoy en el tráfico y noto un auto de policía
justo detrás de mí. Pierdo mi capacidad de conducir relajado y quedo
absorto en el pensamiento de cómo se percibe mi conducción. Esto es
autoconciencia en acción. Lo interesante es que cuando estamos en este
estado autoconsciente, ¡es más probable que cometamos errores! Ese es
el mensaje: mientras menos autoconscientes somos, mejor nos
desempeñamos. Mientras menos autoconscientes somos, sufrimos
menos. Esto se debe a que solo sufrimos al reflexionar sobre nosotros
mismos. Mientras menos autoconscientes somos, más plenamente
participamos en relaciones y en la vida en general. La autoconciencia es
egoísmo con una vestimenta un poco diferente. Mientras menos
autoconscientes somos, más podemos sentir amor y gozo. Así que sí,
aprender a funcionar libres de los dictados de nuestro yo imaginario y
condicionado es algo realista y que mejora nuestra experiencia de la
vida.
Aquí tenemos un cuadro progresivo de estados de autoconciencia:
Inconscientemente autoconsciente: No consciente de la propia auto-
referencia compulsiva. La conciencia está totalmente identificada
como el sentido condicionado de sí mismo.
Conscientemente autoconsciente: Consciente de la propia auto-
referencia constante. Observa, con la sensación de ser un observador
personal.
Ausencia de autoconciencia: Conciencia sin auto-referencia.
Conciencia desnuda: Observa sin un observador. Hace sin un hacedor.
La vida simplemente fluye como una corriente ininterrumpida de
eventos sin nadie adueñándose de ella.

Pregunta: ¿Qué define quién es la persona realmente? Parece que


tenemos definiciones conscientes y subconscientes que al juntarse
constituyen el propio sentido de identidad. ¿Quién es el yo real?
Respuesta: En una edad muy temprana no tenemos sensación de
identidad. Después, mediante la interacción social, comenzamos a
desarrollar una sensación de sí mismo en base al condicionamiento y a
nuestras reacciones internas a ese condicionamiento. Sin embargo, no
podemos negar que el organismo tiene su propio programa que define
quiénes somos en el nivel más básico. El ADN instruye al organismo a
sobrevivir y reproducirse. También impulsa al organismo a controlar
cierto espacio en torno suyo tanto para la protección propia como para
el establecimiento de un espacio para que los descendientes puedan ser
criados con seguridad. Estos impulsos naturales de supervivencia suelen
encontrarse en conflicto con las costumbres sociales, culturales y
religiosas y los códigos de conducta aceptable. Así que el ego suele
quedar atrapado entre los impulsos subconscientes y las restricciones
impuestas por las normas culturales. No puedes hacer simplemente lo
que sea que los impulsos orgánicos reclaman, sin tener consecuencias
sociales. Como resultado de esto, el sí mismo parece fragmentarse en
dos fuerzas impulsoras. Esto produce conflicto interno y ansiedad.
También desarrollamos, en algún punto de la infancia temprana, un
“padre interno” que nos dice cuál es la conducta correcta y cuál es la
incorrecta. Este padre interno suele referirse como “superyó”. Su tarea
es asegurarse de que cumples con los códigos básicos de conducta
sociales y familiares para evitar el aislamiento de la familia o grupo. El
organismo asocia la expulsión de la familia o grupo con una amenaza a
la supervivencia.
En nuestra evolución temprana como primates, los monos
conseguían un gran beneficio de supervivencia si se mantenían cerca
entre sí en grupos muy unidos. Si un miembro era expulsado del grupo,
la probabilidad de supervivencia a largo plazo se reducía muchísimo.
Como resultado de eso, tenemos un mecanismo incorporado muy
poderoso encargado de evitar ser excluidos. Aparece como lo que
llamamos “conciencia moral” 5. Incluso cuando un nazi no actuaba
como “buen nazi” según su código de conducta, su conciencia moral lo
hacía sentir vergüenza y culpa por desviarse de los hábitos del grupo. A
menos que tuviera otro grupo al que unirse con un potencial de
supervivencia igual o mayor, se sentiría incómodo con la posibilidad de
ser expulsado. Solo con este ejemplo podemos ver que el sentido de

5NT: En el sentido de “mala conciencia” (conscience), no en el sentido de “consciencia” vs


“inconsciencia” (consciousness).
conciencia moral de nuestra mente condicionada se basa simplemente
en ese condicionamiento, y no en alguna guía interior que dirige nuestra
conducta mediante un sentido muy arraigado de acción correcta o
virtud. Por supuesto, también tenemos una intuición espiritual de la
bondad básica que está enterrada debajo de todo el condicionamiento
social. Todo esto contribuye a esta fragmentación básica en la identidad
personal. ¿Soy mis impulsos naturales? ¿O soy mi identidad aprobada
socialmente? ¿O soy algo más allá de cualquier identidad definida? Suele
ocurrir que este tipo de conflicto interno, incluso cuando no se le
reconoce claramente por lo que es, drena la energía mental y emocional
en tanto la mente intenta hacer malabares con los impulsos opuestos.
Los efectos de todo esto pueden ser estrés y ansiedad crónicos.
Pero demos un paso atrás y adoptemos una mirada más panorámica.
¿Eres realmente alguno de esos impulsos o identidades
conceptualizadas? No hay dudas de que existen en la mente junto con
todas las dinámicas pro-supervivencia. ¿Pero qué es lo que está
experimentando esta complejidad interna de tendencias, necesidades y
refrenamiento? Con solo observar estos fenómenos mientras surgen, sin
involucrarse con ellos de ningún modo, descubres que esta conciencia
observadora desnuda de hecho no está definida o limitada por ninguno
de ellos. Aquí tenemos el descubrimiento de la verdadera identidad:
aquella que no puede ser definida en modo alguno más allá de ser esta
cualidad observadora pura, en la que encontramos la ausencia de todo
conflicto interno posible. Este es el descubrimiento de una paz
verdadera y duradera.

Pregunta: Antes de que una persona pueda trascender este yo


imaginario, ¿no tiene acaso que tener un sentido de sí mismo saludable
y balanceado?
Respuesta: En un sentido esto es verdad. Pero no estamos realmente
trascendiendo el yo imaginario; estamos aprendiendo a ver a través suyo
mientras se vuelve más y más transparente. Sin embargo, si una persona
es gravemente neurótica o psicótica, la mente está demasiado agitada
por la dinámica subconsciente como para reconocer esta cualidad
saludable del ser consciente que se encuentra “dentro” de todos los
estados de conciencia. La conciencia testigo que se percata de nuestros
pensamientos, emociones, sentido de identidad y percepciones es una
conciencia inmutable similar a un espejo. Solo refleja lo que surge y
aparece en la experiencia. Mientras menos reflejos haya, en el sentido
de eventos mentales, será más probable que el espejo experimente su
propia claridad inmutable y pura. Mientras más poderosa sea la
proyección mental de un sentido de yo, menos se reconoce la claridad
intrínseca del espejo. Así que puede ser necesario al principio bajar el
volumen y la intensidad de los reflejos, antes de introducir la naturaleza
observante del espejo mismo. Sin embargo, el mejor modo de reducir
los reflejos, esto es, pensamientos, historias y estados emocionales
negativos, es atestiguando los eventos mentales en tanto surgen, creando
así algo de espacio psicológico entre los pensamientos y la conciencia
que observa.
En última instancia, se trata de reconocer que el yo imaginario no
existe. Ese sentido de yo es meramente una etiqueta y una sensación que
tu mente va creando continuamente en referencia a tu cuerpo y
experiencia. Es como cuando en una habitación en penumbra ves una
soga en el piso, la mente piensa que es una serpiente y aparece el
pensamiento “serpiente”. Luego segregas adrenalina. La mente aplicó la
etiqueta “serpiente” a la soga. No hay serpiente, y sin embargo el cuerpo
y la mente reaccionan como si la hubiera. Del mismo modo, la mente
crea la noción de un sí mismo, un “yo”, en relación al cuerpo y la mente,
así como aplicó la etiqueta “serpiente” a la soga. Pero si examinamos
este pensamiento y sensación de yo profundamente, no vamos a
encontrar nada concreto que corresponda a esta idea de identidad como
siendo algo real.
Es importante recordar siempre que el principio de la ausencia de ego no
significa que había un ego en primer lugar… Por el contrario, significa que
nunca hubo un ego allí desde el comienzo. A este reconocimiento se le llama
“ausencia de ego”.
(Sogyal Rinpoche, maestro de budismo tibetano)

Experimentamos una imagen tridimensional de lo que la mente


piensa que hay “allí afuera”. Es una imagen en nuestra mente. Los ojos
no pueden ver mejor que los dedos de tus pies. Los ojos son receptores
pasivos de fotones de luz. No ven nada. Todas esas señales
electroquímicas se resuelven en el cerebro, donde se construye una
imagen tridimensional junto con un alguien que la ve. Este “visor de la
imagen” también es una proyección mental de un yo dado por supuesto
en el centro de la experiencia. Sin la creación de la mente de la sensación
de un yo centralizado, no habría sensación alguna de que hay un yo
teniendo experiencias. Simplemente habría experiencias ocurriéndole a
nadie, y sin embargo el conocimiento vívido de toda la experiencia sería
un gozo total, pues habría experiencia perceptual directa sin filtro
alguno. Sería como cuando somos niños.

Pregunta: Si no hay ningún yo personal como creemos, ¿a quién


pertenecen de nuestros pensamientos y recuerdos? ¿Qué ocurre con la
noción de pertenencia?
Respuesta: Eso es exactamente lo que comenzamos a descubrir.
Nuestros pensamientos y recuerdos no pertenecen a nadie.
Simplemente ocurren. ¿A quién pertenece la lluvia o las nubes en el
cielo? La noción misma de pertenencia es el esfuerzo creativo de la
mente por conectar este yo imaginario con varias de las percepciones y
actividades mentales. Esto es bastante natural, pues el yo está
involucrado íntimamente con todos los pensamientos y recuerdos.
Todos estos refieren de uno u otro modo a este yo.
Pregunta: ¿Hay algún modo simple y práctico de descubrir este aspecto
de que “no hay yo”?
Respuesta: David Bohm plantea algo grandioso en su libro La totalidad
y el orden implicado. Cuando escuchamos música, plantea, el disfrute que
sentimos surge mediante la inmediatez de una nota siguiendo a otra. Si
ralentizamos el tiempo de la pieza hasta el punto que pasan varios
minutos entre una nota y la siguiente, no tendremos sentido alguno de
la música. No podríamos sentir la dirección y ritmo de la pieza, y no
tendríamos la misma respuesta emocional que si la reproducimos a
velocidad normal. El efecto general de la música se perdería y escaparía
de nuestra conciencia.
¿Y si aplicamos esto a la meditación o al simplemente observar
nuestra corriente de pensamientos? Sentándonos en presencia abierta y
solo observando lo que surge sin comentario, sin seguir los
pensamientos hacia sus historias seductoras, la mente eventualmente se
ralentiza. El sentido de un yo, que está sustentado en la rapidez
constante del pensamiento, se pierde en la experiencia. El sentido de un
yo es solo una serie continua de pensamientos y sensaciones asociadas y
centradas en torno al pensamiento de yo. Sin la continuidad del
pensamiento, perderíamos el tono y significado de la experiencia del yo.
Debe estar sustentado en la rapidez constante e incesante del
pensamiento que crea y mantiene la ilusión de que hay un yo.
Del mismo modo que cuando dejas que se asiente un charco de agua
turbia y embarrada, el agua se aclara cuando el sedimento se asienta en
el fondo. La mente es igual, cuando la dejamos tranquila, los
pensamientos se ralentizan y las historias y estructuras mentales
colapsan, incluyendo la ilusión de que hay un yo. Mientras más te sientas
en quietud, mejor, hasta que ya no pueda distinguirse el yo. Entonces
estarás tocando una canción totalmente distinta.
Pregunta: Dices que “sin duda, eres la Luz incesante de la
Conciencia”. Tengo mis dudas. ¿Cómo puedo llegar a conocer que soy
esa Luz?
Respuesta: Ese es el propósito de este libro, ofrecer instrucciones para
ese reconocimiento. La prioridad es reconocer la conciencia que conoce
tus pensamientos, sentimientos, percepciones y todas las experiencias.
Nota cómo tu conciencia se mantiene sin cambios, pero lo que ella
observa está en constante cambio. El escenario siempre es nuevo, pero
la cualidad observadora es siempre la misma. Mientras más estés
simplemente percatándote de tus percepciones sin agregar contenido
mental en relación a ellas, más te familiarizas con esta percepción u
observación desnuda. Cuando te sientes, simplemente nota tu entorno
sin juicio o comentario mental.
Haz lo mismo en una caminata, especialmente en entornos naturales,
y solo observa en silencio. De vez en cuando, nota esta cualidad de la
observación sin pensamiento. Mientras desarrollas una capacidad sutil
de discernir tu propia conciencia observadora, puede hacerse obvio para
ti que eres como una esfera de luz clara consciente mirando a través de
tus ojos. Tú eres esa esfera de luz clara consciente y perceptora. Parece
como si estuvieras dentro de tu cráneo mirando hacia afuera a través de
tus ojos y escuchando a través de tus oídos. Mientras tu mente se aclara
y se silencia, el hecho de ser una presencia consciente se hace patente.
Lo que está mirando estas palabras a través de tus ojos es esa presencia
consciente que no cambia. Mira lo que está mirando. Mientras tu
conciencia y atención se asienten aún más en esta condición de
observación desnuda, surgirán espontáneamente intuiciones sobre la
naturaleza de tu conciencia. Este es el comienzo de la Luz
manifestándose en la conciencia, la Luz Clara de la Conciencia, tu
verdadera naturaleza.
Capítulo Cuatro
La naturaleza de la conciencia

Las tradiciones contemplativas como el zen, el budismo tibetano, el


yoga y el taoísmo enfatizan el reconocimiento de la naturaleza de nuestra
conciencia. La conciencia es el único elemento sensible o lúcido en los
pensamientos, sentimientos y percepciones. En tanto la mente se va
calmando y aclarando mediante la meditación o por cualquier otro
medio, la conciencia natural se hace más patente. El entendimiento
pleno de esta conciencia observadora se revela en la iluminación. Es
nuestra verdadera identidad, una seidad espiritual que no está
condicionada por la experiencia en modo alguno. Nada puede
mejorarla y nada puede dañarla o disminuirla. Es consciente, lúcida y
con capacidad de respuesta. No requiere pensamientos o conocimientos
para conocer. Conoce por percepción directa en la dimensión del ahora.
Tiene capacidades intuitivas sorprendentes que le permiten captar una
situación. También tiene la capacidad de manifestar fenómenos como
telepatía y clarividencia. No depende del cuerpo para su existencia, y sin
embargo entra en esta dimensión de experiencia material mediante un
proceso de encarnación.
Cuando el cuerpo físico deja de funcionar, tu conciencia
observadora, como una esfera transparente de cristal de lucidez clara, se
separa del cuerpo. Lo más importante a reconocer es que esta esfera sin
bordes de pura conciencia es quien y lo que eres más allá del tiempo.
Muchas personas tuvieron experiencias cercanas a la muerte o
experiencias lúcidas de estar “fuera del cuerpo”. Estos casos ocurren en
todas las culturas y describen un patrón y experiencia similar. Tuve una
experiencia así en 1970 mientras vivía en Copenhague, que cambió mi
noción de identidad permanentemente. Pasé de ser un agnóstico a un
“creyente” en una dimensión espiritual de la que todos somos parte.
Mientras vivía en Copenhague, un día de 1970, había terminado una
sesión de meditación y estaba caminando de regreso a mi oficina en el
mismo edificio donde trabajaba. Era mediodía y la mayoría de las
personas habían salido a almorzar. Yo estaba muy relajado y con mi
mente clara mientras caminaba por el pasillo hacia la oficina. Entre el
pasillo y mi oficina había una amplia zona de recepción. Mientras
comenzaba a caminar a través de la zona de recepción, repentinamente
noté que mi conciencia se había salido de mi cuerpo en una experiencia
total fuera del cuerpo. Nunca había experimentado nada así antes. Era
como si fuera una esfera de conciencia lúcida flotando a través de la
habitación. Podía ver todo claramente y con una amplitud de 360
grados desde mi perspectiva, fuera del cuerpo. Era como si fuera un
fantasma sin cuerpo. Podía ver arriba, abajo, detrás y al frente, todo al
mismo tiempo. Estaba aproximadamente unos cinco metros por delante
de mi cuerpo, mientras este continuaba caminando hacia mi oficina en
el otro lado de la zona de recepción. Mientras flotaba hacia mi oficina,
de repente sentí como si estuviera en una jaula metálica, mirando a
través de los barrotes, como en una celda de prisión. Podía sentir la
temperatura del metal y sentir algo así como un sabor metálico, aunque
no tenía boca. Estaba confundido y de repente no sabía dónde estaba.
Tras un momento que me tomó volver a orientarme, noté que había
flotado por sobre el escritorio de la recepción, sobre el que había tres
canastos de malla metálica para la correspondencia entrante. Había
flotado a través de ellos y percibido su sustancia metálica. Sentir algo
tan directamente y sin un cuerpo fue una experiencia asombrosa.
Noté que mi cuerpo estaba detrás de mí y aún caminando en
dirección a mi oficina. Floté espontáneamente de regreso a mi cabeza y
me encontré mirando por los ojos de mi cuerpo de nuevo. Abrí la puerta
de mi oficina y entré. Me incliné para dejar el maletín en el piso.
Mientras mi cuerpo se levantaba, mi conciencia permaneció al nivel de
mi cintura o un poco más abajo, cerca del maletín. Sentía esta forma
gigantesca tambaleándose sobre mí. Al orientar mi percepción hacia
arriba, noté que era mi propio cuerpo. Estaba fuera de mi cuerpo de
nuevo. Lentamente floté de regreso a mi cabeza y me senté en el
escritorio. Permanecí en mi cuerpo el resto del día. Pero lo más
sorprendente era que ahora tenía la certeza total de que yo, en tanto
conciencia sintiente, no era mi cuerpo. Era como si mi cuerpo fuera un
automóvil del que simplemente había salido por un tiempo. En este
momento supe que no era un cuerpo físico, sino un ser espiritual no
sujeto a la muerte. Parecía como si fuera una esfera de sensibilidad o
conciencia clara y transparente sin masa, solidez o borde. Estaba allí
plenamente, con mi mente y sentido de ser yo mismo, pero sin cuerpo.
Después descubrí que hay prácticas específicas en el budismo
tibetano que discuten lo que llaman las enseñanzas de transferencia de
conciencia, que se conocen como pho-wa en tibetano. En ellas, uno se
entrena para abandonar conscientemente el cuerpo, preparándose para
el eventual momento de la muerte. También en el taoísmo, uno de los
resultados de la práctica es que la esfera de conciencia lúcida, llamada
shen, o espíritu, puede abandonar el cuerpo y visitar varios reinos y
lugares en el universo estando despierto y plenamente consciente.
Luego aprendí que no es tan importante tener una experiencia fuera del
cuerpo, sino que es más importante comprender que la conciencia está
completamente vacía de cualquier componente material, como el
espacio, pero es vívidamente sintiente e independiente del cuerpo. Es la
misma conciencia que tratamos antes, la que experimenta nuestros
pensamientos y percepciones.
Esa experiencia fuera del cuerpo en Dinamarca fue un fuerte impulso
motivador que energizó mi búsqueda más profunda para comprender
mi identidad dentro de un contexto espiritual. Sin embargo, no fui
capaz de resolver el asunto de la identidad solo con esa experiencia fuera
del cuerpo. Aún había un sentido de existencia individual
independiente de los demás y separado del mundo en el que vivía. Sin
embargo, tenía una intuición más profunda y holística acerca de la
naturaleza de la realidad. Se hizo más obvio que nuestro sentido de
separación puede continuar más allá de la muerte del cuerpo o al estar
fuera del cuerpo. Reconocer la Unidad era otro tema. En muchas
tradiciones espirituales se considera que tenemos un cuerpo mental
además de un cuerpo físico, y que cuando el cuerpo físico muere, la
conciencia continúa en un cuerpo mental. Este cuerpo mental es una
forma energética compuesta por las energías más sutiles de nuestra
fuerza vital, llamadas chi o prana en los sistemas chino e hindú de
práctica espiritual, respectivamente. En Occidente relacionamos este
cuerpo mental sutil con la forma de un fantasma. Una vez que
reconocemos nuestra identificación con el cuerpo físico como un error
de percepción en los supuestos de nuestra mente, nos reconocemos
como una conciencia sintiente independiente del cuerpo y sus procesos.
Pero incluso entonces, nuestro sentido de separación del Todo no
cambia. Solo hemos alcanzado la condición de ser algo así como un
fantasma flotando en el espacio, sin cuerpo. Esto resuelve nuestro temor
de que la muerte sea una especie de estado de extinción permanente,
pero no califica como lo que yo llamaría iluminación.
Todas las tradiciones hablan de la iluminación como un
reconocimiento de la unidad con la totalidad de la vida y el universo.
Viene acompañada de una sensación de paz, alegría y amor por todos
los seres. No puedo decir que esa haya sido mi experiencia en ese
momento, pero indudablemente fue gozosa y liberadora en muchos
sentidos. Recuerdo un tiempo después de esta experiencia fuera del
cuerpo, cuando vivía en Colorado. Mi novia me había ido a buscar al
aeropuerto en Colorado Springs y estábamos conduciendo a mi casa en
las laderas de las Rocallosas. Cuando llegamos al final del camino, miré
por la ventana y noté los pinos que estaban alineados al costado de la
carretera. Mi atención se enfocó en un pino en particular y en su corteza
marrón oscura. Por un momento, pareció como si estuviera sintiendo
la textura de la corteza con mis ojos y que mi espacio de conciencia se
ampliaba para incluir al árbol. En ese breve momento pude sentir la
fuerza vital del árbol, mientras el calor del sol en las ramas superiores
atraía la savia hacia arriba, desde las raíces. Sentía como si la savia
estuviera pasando a través mío. En ese breve momento, sentí como si
fuera el árbol.
No era imaginación, era percepción extrasensorial. El árbol parecía
tener un tipo de conciencia que permeaba toda la vida orgánica. Esta
fue claramente una experiencia de unidad con la naturaleza como un
todo. Muchos poetas expresaron este tipo de experiencias muy
convincentemente. Esta experiencia parecía estar conectada
íntimamente con mi experiencia fuera del cuerpo de años antes, pero
estaba más centrada en la inseparabilidad de los fenómenos como un
todo. En la experiencia previa fuera del cuerpo tenía la capacidad de
“sentir” las texturas y la temperatura como ocurrió con las cajas de
correspondencia metálicas que describí. Después aprendí que esas
percepciones espirituales se extienden al campo de la conciencia, y se
las experimenta como telepatía, clarividencia y sincronicidad.
Compartiré más de esto en capítulos posteriores, con la esperanza de
que pueda darnos una mayor comprensión de nuestras capacidades
espirituales y cómo se despliegan orgánicamente.
Stanislav Grof, psiquiatra y fundador de la psicología transpersonal,
nos comparte una historia similar. Uno de sus clientes había
experimentado un estado meditativo que él llamó conciencia
transpersonal. La palabra transpersonal refiere a una experiencia más allá
de nuestro yo localizado. Revela la totalidad y una profundidad de
interconectividad orgánica con todo lo que conocemos. Dado que ayer
leí esta historia por primera vez, tuve que incluirla aquí por la increíble
similitud con la experiencia que acabo de describir.

Nunca hubiera considerado seriamente la posibilidad de que hubiera algo así


como conciencia vegetal. He leído algunos informes sobre experimentos que
sugieren una “vida secreta de las plantas” y que afirman que la conciencia
del jardinero puede influir la cosecha. Siempre consideré que esas cosas eran
creencias sin sustento de la New Age. Pero aquí estaba, completamente
transformado en una sequoia gigante y era absolutamente claro para mí que
lo que estaba experimentando ocurre realmente en la naturaleza, que ahora
estaba descubriendo dimensiones del cosmos que suelen estar ocultas a
nuestros sentidos e intelectos. El nivel más superficial de mi experiencia
parecía ser muy físico e incluía cosas que los científicos occidentales ya han
descrito, solo que vistas desde una perspectiva totalmente nueva: como
procesos de conciencia guiados por una inteligencia cósmica, en lugar de como
eventos mecánicos en la materia orgánica o inconsciente. De hecho, mi cuerpo
tenía la forma de la sequoia, era la sequoia. Podía sentir la circulación de
savia por un sistema complejo de capilares bajo mi corteza. Mi conciencia
seguía el flujo hasta las ramas y agujas más delgadas y atestiguaba el misterio
de la comunión de la vida con el sol, la fotosíntesis. Mi conciencia llegaba
hasta el sistema de las raíces. Incluso el intercambio de agua y nutrientes
desde la tierra no era un proceso mecánico sino consciente e inteligente.
Sin embargo, la experiencia tenía niveles más profundos que eran míticos y
místicos, y esas dimensiones estaban entrelazadas con los aspectos físicos de la
Naturaleza. Así, la fotosíntesis no era solo un asombroso proceso alquímico,
era también un contacto directo con Dios, que se manifestaba mediante los
rayos del sol.
El nivel más profundo de la experiencia era totalmente espiritual. La
conciencia de la sequoia era un estado de meditación profunda. Sentí una
tranquilidad y serenidad sorprendentes, viviendo la experiencia como un
testigo sereno e impávido de los siglos. En un momento mi imagen de la
sequoia se fusionó con la figura gigante de un Buda en meditación profunda,
mientras la locura del mundo pasaba frente a mí. Pensé en los cortes
transversales en troncos gigantescos que había visto en el Parque Nacional de
la Sequoia. En el mándala conformado por casi cuatro mil anillos anuales, a
distintas distancias de la superficie, había indicadores como “Revolución
Francesa” o “Colón descubre América” y a medio camino del centro se
indicaba el año de la crucifixión de Cristo. Toda la conmoción de la historia
del mundo significaba muy poco para un ser que había alcanzado este estado
de conciencia.
Stanislav Grof, “La mente holotrópica”
Al leer esto, quedé francamente impresionado por cuan exactamente
describía el contenido de mi propio encuentro transpersonal con la
naturaleza que tuvo lugar 36 años antes en Colorado. La diferencia
entre los dos era que, en mi caso, estaba en contacto sensorial directo
con un pino real y vivo.
Lo que descubrí en mi experiencia fuera del cuerpo era la realidad de
nuestro cuerpo sutil, un complejo energético espiritual que persiste
como vehículo de la mente cuando el cuerpo muere. Este complejo de
energías conscientes es lo que casi todas las tradiciones religiosas llaman
el alma. Algunas tradiciones religiosas consideran que la meta de la vida
y práctica religiosa es la unificación con Dios. En las tradiciones
orientales esto se expresó sobre todo en el hinduismo, como el
propósito del yoga. Yoga significa “unión”, la unión del alma personal o
ego con Dios, Brahmán, o el Ser. El budismo hace referencia a este Ser
con un término mucho menos antropomórfico, “nirvana”. Al final del
camino de práctica budista se reconoce que el ego localizado era una
ilusión, una proyección de la mente. Reconoces que tu verdadera
naturaleza es Nirvana, un estado sin ego de pura Seidad, y esta Seidad
se manifiesta como un yo localizado aparente que no conoce su propio
origen. Esto es similar a la identidad que aparentas tener en un sueño,
que no reconoce su propia realidad como meramente una proyección
de una fuente más profunda.
Es posible reconocer nuestra presencia cognitiva como una conciencia pura
e incondicionada dentro de nuestra conciencia inmediata en cualquier momento.
Solo necesitamos que se nos oriente a nuestra presencia consciente
siendo quienes somos. El problema es que nuestra atención está
enfocada en nuestros pensamientos, sentido de identidad, percepciones
e imaginación en lugar de notar la base siempre presente de la
conciencia actual. Es posible ser plenamente conscientes de nuestra
condición espiritual sin fe o creencia alguna en dicha condición.
Si enfocamos nuestro sentido de presencia cognitiva-localizada en el
área de los ojos o justo detrás de ellos, cuando miramos a través de ellos,
es como si estuviéramos mirando por una ventana al espacio frente a
nosotros. Somos una esfera sin bordes de cognición transparente que
tiene una localización provisional un poco por detrás y por encima de
los ojos. Somos transparentes, claros y vacíos de contenido. Somos un
campo de apertura transparente y vívida en intersección con el cuerpo
en el cerebro, cerca de los ojos. No tenemos un centro real, pero
tenemos una orientación asociada con los ojos, como una esfera
transparente, cognitiva y con claridad cristalina, flotando en la cabeza.
Como el vidrio en un espejo, los reflejos o fenómenos aparecen en
nuestra claridad. En ningún momento, ningún fenómeno condiciona
nuestra visión clara e inmutable. Notando tu conciencia ahora mismo
mientras miras por tus ojos, siente que eres este ver puro y espacioso.
Puede ser difícil discernir si estás en la cabeza o si la cabeza está en ti.
Nota tu insustancialidad siendo tan solo este ver puro sin bordes. Eres
completamente transparente pero vívidamente presente. Nota que tu
existencia es esta esfera de conciencia clara, visión pura. En otras
palabras, sé consciente de tu conciencia. Nota cómo, en tanto
conciencia, siempre estás aquí mismo. Los pensamientos no pueden
bloquear la conciencia; los pensamientos son solo apariencias que
surgen en ti en tanto conciencia. El yo y la personalidad son solo
apariciones en tu visión sintiente y vacía. Eres siempre tú, siempre aquí
mismo, exquisita claridad y ser, claro y vacío.
En este mismo momento, nota qué está mirando estas palabras. Este
ver puro no tiene nombre, identidad o historia. Es tu Naturaleza
inmutable.
Volviendo a usar la analogía del espejo, considera que el estado
natural de nuestra seidad es como un espejo vasto. Todos los fenómenos
aparecen en él como reflejos. Nuestra experiencia mental o cognitiva
consiste en ver, sentir o notar los reflejos. ¿Cómo podemos ver o
conocer el espejo, nuestra naturaleza esencial? Es exactamente como
cuando estás frente al espejo mirando tu reflejo. Normalmente ves solo
los reflejos, pero si tienes que limpiar el espejo entonces desplazas tu
visión de modo que puedes ver el vidrio claro del espejo en lugar de los
reflejos. Podemos hacer algo similar a esto en meditación o simplemente
notando nuestra condición. Desplazamos nuestra atención de estar
absorbidos en nuestros pensamientos e imágenes a soltar y relajar esa
absorción atenta, y al hacerlo podemos notar lo vívido de nuestra
cognición desnuda siempre presente. Este es el modo en que notas el
espejo de la conciencia. Luego, como práctica, continuamos soltando,
relajando y notando nuestra conciencia vívida una y otra vez. Recuerda
llevar tu atención y conciencia a los ojos y nota la naturaleza
transparente de esta visión clara. Con el progreso de la práctica, nota
cómo el soltar y la relajación se hacen espontáneos. Los pensamientos e
imágenes surgen y se sueltan por sí mismos. Eventualmente, incluso el
sutil esfuerzo necesario para notar la conciencia vívida se disuelve,
revelando así que la conciencia vívida es nuestra verdadera naturaleza que
permea espontáneamente toda experiencia.
En todo caso, no debes aceptar mis descripciones o las de nadie más
acerca de cómo es o no es esta conciencia. Investiga y descubre cuál es
exactamente tu verdadera naturaleza. Mira “reflexivamente” a tu
conciencia como si estuviera justo detrás de tus ojos, el lugar desde el
que estás mirando. Es un mirar hacia el centro de la conciencia. Vas a
notar que no hay absolutamente nada allí, solo esta conciencia. Y nota
de nuevo, mientras miras por tus ojos, que eres lo que está mirando. Ese
mirar es conciencia pura, la naturaleza perceptual inmutable del ser
puro. Está allí por sí misma y no se requiere nada para sostenerla.
A través de los años, descubrí métodos que hacen posible entrar en
un estado interior de indagación investigativa en relación a la naturaleza
de nuestra conciencia. Podemos examinar nuestros pensamientos,
nuestro sentido de identidad y la conciencia que es lo que observa, en
cada una de nuestras experiencias. Si preguntamos “¿qué o quién está
consciente?” o “¿qué o quién está conociendo esta experiencia?”,
podemos descubrir que es imposible encontrar alguna entidad fija. Solo
podemos encontrar una condición impersonal de conocimiento
cognitivo. Si respondemos “yo soy quien está consciente”, entonces
necesitamos preguntar “¿qué o quién está siendo consciente de esta
sensación de yo?”.
También debemos notar que, cuando surge esta sensación de
identidad, viene acompañada de las etiquetas yo o mí. Ese yo es solo un
pensamiento, como cualquier otro pensamiento. Dado que esto es así,
podemos reconocer que el pensamiento yo, que define nuestro sentido
de identidad, es tan transparente como cualquier otro pensamiento.
Nuestra verdadera naturaleza es donde este pensamiento de yo está
apareciendo. Pero nunca somos esta etiqueta o lo que implica.
Dediquemos algo de tiempo a observar este pensamiento yo y
descubramos su transparencia por nosotros mismos. Liberarse de la
creencia en la validez del pensamiento yo es liberarse del sufrimiento
personal. Es solo ese pensamiento imaginario de yo lo que surge como
un yo sufriente desde el subconsciente.
Mientras continuamos investigando la naturaleza de nuestra
cognición, eventualmente descubriremos la presencia de un conocedor
indefinido de la experiencia. No tiene nombre o preferencias. No tiene
historia o historias. No puedes fijar su ubicación exacta más allá del área
detrás de los ojos. No puedes descubrir ninguna forma o silueta
delimitándolo. No lo puedes observar porque está en el lugar exacto
desde el que estás observando. ¿Cuánto más cerca puedes llegar a estar
de donde ya estás?
Lograr el reconocimiento o realización total es reconocer la
naturaleza de tu propio ser como conciencia pura. Cuando descubrimos
que nuestra conciencia es una lucidez impersonal que simplemente está
presente siendo, podemos reconocer que es una conciencia cósmica, la
Base del Ser. Algunos pueden llamarlo la Mente de Dios, la Mente
Búdica, o el Ser. En adelante, cuando hagamos referencia a este aspecto
impersonal de la conciencia, lo diferenciaremos usando las mayúsculas
para Conciencia. Reconocer la Conciencia universal es tan simple como
notar la presencia lúcida inmediata que está leyendo estas palabras y
reconoce los pensamientos que surgen acerca de ellas.
Nota que tu conciencia no tiene forma. Es vacía como el espacio,
pero es consciente y lúcida, y observa a través de tus ojos y los demás
sentidos.
Nota cualquier condición incómoda ahora, tal como un estado
contraído del ego, pensamiento, emoción, estado energético,
experiencia sensorial o sentimiento. Observa esta condición. Nota la
sensación en el cuerpo. Simplemente observa la sensación. Nota a tu
conciencia observando la sensación. Ve si puedes encontrar alguna
parte de esa sensación de la que no estás siendo consciente.
Nota si tu conciencia está a cierta distancia de la sensación o está en
contacto directo con ella. ¿Cuán cerca está tu conciencia de la sensación?
¿Dónde está la sensación en relación a tu conciencia de ella? Luego nota
la cualidad vacía y lúcida o consciente de tu observación. Nota cómo la
sensación no puede separarse de tu conciencia de ella. Considera que la
sensación es tu conciencia de ella, como las olas son inseparables del océano.
Si hay una sensación incómoda, nota cómo parece que tu mente
intenta deshacerse de ella, creando un sentido de separación de ella para
evitar la sensación insatisfactoria. No puede evitar la sensación, pero sí
puede, mediante la resistencia, intentar suprimirla o contraerla hacia la
inconsciencia. Hacemos esto con todas las experiencias que la mente
encuentra incómodo experimentar. Hacemos esto con pensamientos,
así como con percepciones y sentimientos. La supresión o represión de
experiencia es la fuente del material del inconsciente freudiano. Todos
los contenidos del inconsciente se deben a reacciones emocionales
suprimidas y los conceptos o creencias negativas asociadas. Mediante la
resistencia y la negación, las trazas de memoria se preservan, como
semillas de energía enquistadas. Esas semillas pueden florecer total o
parcialmente en el futuro, cuando estímulos ambientales o internos
similares disparen el recuerdo reprimido y su carga energética. Pero es
posible, al no resistirnos a nuestras experiencias internas y externas,
evitar un mayor desarrollo de este depósito de recuerdos reprimidos. Y
cuando esos recuerdos y energías emocionales se disparen nuevamente,
podemos simplemente permitirles aparecer, exactamente como lo
hacen, y observarlos sin juicio o resistencia. Eventualmente,
desarrollaremos un nuevo modo de relacionarnos con nuestro mundo
de experiencia, un modo mucho más relajado y liberador.
El opuesto de la conciencia lúcida es la inconsciencia. Mientras
nuestra energía mental se vuelve más densa o contraída por la
resistencia, nuestra inteligencia se vuelve menos abierta y flexible. El
estado egoico mismo es una contracción de la energía de la mente
mediante una fuerza centrípeta o centrada en el yo, que limita su
perímetro de experiencia. El estado egoico o sentido de identidad
personal existe en relación a la presencia del pensamiento yo. En la
conciencia egoica, la mente se encierra en sí misma mediante su propia
auto-referencia, como una forma de narcisismo intrínseco. Nuestro
sentido de identidad es una proyección energética de la mente, como
un personaje en un sueño. En nuestros sueños, no reconocemos que
nuestra individualidad es meramente una proyección temporaria de la
mente, y lo mismo ocurre mientras estamos despiertos. Pero en este
caso, cuando experimentamos directamente que nuestro sentido de
identidad en vigilia es meramente una proyección de la mente
subconsciente, nuestro sentido de identidad egoica se reconoce como
ilusión. Este es el reconocimiento de la ausencia de un yo. Funcionamos
sin problemas después de este reconocimiento, porque la mente ya no
está cargada con las complicadas tareas de administrar este yo ilusorio.
La conciencia ahora actúa directamente sin la interferencia de un ego o
yo condicionado.
El reconocimiento de que todos los pensamientos son en realidad
modulaciones energéticas de la Conciencia es una intuición
fundamental. Todos estos pensamientos surgen y se disuelven en la
mente en cada momento. El pensamiento es una vibración cual ondas
de energía de conciencia con significado informacional. Los
pensamientos se despliegan en la conciencia como reflejos en un espejo.
La mente misma es la energía creativa de la conciencia apareciendo
como las formas energéticas del pensamiento y la imaginación. Este
campo energético de la mente rodea el punto no-dimensional de
conciencia cognitiva como un aura o, cuando está contraída, como un
capullo. Este es el cuerpo mental sutil. La experiencia subjetiva de
conciencia egoica es su propio campo energético centrado en torno al
pensamiento yo. En otros términos, cuando el cielo está lleno de nubes
o la mente llena de pensamientos, experimentamos un día nublado o
un momento de estar capturados por la mente. El cielo no cambió por
la presencia de las nubes, ni la conciencia cambió por la presencia de
pensamientos o contenidos mentales. Pero en lo que hace a la mente,
el contenido mental es nuestra experiencia en ese momento. Así que la
Conciencia no cambia, solo lo hace su contenido contextual. El
reconocimiento de este aspecto inmutable de la conciencia es un salto
significativo en la liberación.
Como dijimos antes, el modo principal en que la mente determina
el contenido y la cualidad de la experiencia es mediante el poder de la
atención. Esto se hace poniendo la atención en lo que sea que nuestro
foco deseado se encuentre. Las dos posibilidades en relación a la
colocación de nuestra atención son: residir en los contenidos de la
mente absorta en el pensamiento, o residir como la conciencia desnuda
en la que aparece cualquier contenido de pensamiento. Ambas
dinámicas se despliegan en paralelo a lo largo de la misma línea de
tiempo. La presencia desnuda de la conciencia que percibe coexiste con
la mente saturada de contenidos. Si no fuera así, no habría percepción
de la experiencia. Podemos descansar nuestra atención en el aspecto
observador abierto de la conciencia, o podemos estar atentos a los
contenidos y actividades de la mente. La libertad se encuentra en este
espacio vívidamente vacío de conciencia observadora. No hay
sufrimiento o confusión posible en esta condición, mientras que todos
nuestros problemas y sufrimientos se derivan de estar absortos en las
historias y sueños diurnos que constituyen los contenidos de nuestra
mente. Es importante notar que el sentido de un yo es el pilar central
que sostiene la absorción de la mente en su contenido. Todas las
historias en mi mente están centradas en torno a mí y a cómo evalúo mis
situaciones. Siendo esto así, necesitamos profundizar una vez más en
este sentido de identidad que es el foco de la atención de la mente.
Nota que tu conciencia es lúcida y vacía, pero sin embargo aparenta
adoptar la forma de una identidad personal subjetiva. Es como una
única nube dominando el cielo abierto, donde la nube es el
pensamiento yo y el cielo abierto es nuestra conciencia. Reconocemos
que una nube surge y desaparece en el cielo. Así que en cierto sentido
la nube y el cielo no están tan separados después de todo. Cuando la
nube se disuelve en la atmósfera, nos quedamos con la vacuidad del
cielo. Podemos entonces decir que la vacuidad del cielo es también la
vacuidad inherente en la nube. La forma de la nube siempre es
provisional; regresará a su vacuidad en unidad con el cielo. Los
pensamientos surgen de la vacuidad de la mente y se resuelven de nuevo
en esa vacuidad. Nunca adoptan una existencia independiente de la
conciencia en la que aparecen. Entonces podríamos decir que los
pensamientos son esencialmente vacíos de toda forma existente por sí
misma, pues se desvanecen una y otra vez, como nubes en el cielo. Sin
embargo, para la mente, las historias que esos pensamientos
momentáneos narran, adoptan una cierta realidad en la medida en que
la mente las energiza al prestarles atención. Pero, tal como las formas
variadas que las nubes pueden adoptar en el cielo, así las historias de la
mente, las formas de nuestros pensamientos, todas se disuelven en la
vacuidad. Si solo pudiésemos reconocer la vacuidad completa de las
historias de nuestras mentes desde un principio, podría evitarse tanto
sufrimiento y preocupación. Bueno, es posible hacer exactamente eso.
Tanto la vacuidad espaciosa de nuestra mente que observa como sus
apariencias en términos de pensamientos, existen en el mismo
momento y en la misma ubicación, como reflejos que aparecen en el
vidrio de un espejo. El conocimiento de la experiencia es una cualidad
de la vacuidad lúcida o espacio cognitivo. La significación conceptual y
la intensidad energética son los aspectos que caracterizan la forma del
pensamiento. La conciencia vacua permea la forma del pensamiento sin
dualidad alguna, tal como el agua con respecto a una ola. El
pensamiento es una ola de conciencia. El reconocimiento de la
conciencia vacua presente dentro de todos los fenómenos mentales
experimentados, tales como percepción, sentimiento o pensamiento,
revela que la forma es conciencia vacua en su raíz, y de ese modo los
libera y revierte a su esencia desnuda en tanto conciencia. Este es el
método de la auto-liberación. No se trata de que debamos “hacer” algo
para “autoliberar” los pensamientos; ellos revelan automáticamente su
impermanencia intrínseca en cada momento. Simplemente tomamos la
posición de experimentar todos los fenómenos percibidos sin
evaluación alguna. Nota cómo tu percepción de conciencia desnuda no
cambia, ya sea que surjan pensamientos, fijación en el yo, sufrimiento o
dolor. Su modo es la unidad con todo. Su camino es siempre dejar todo
tal como es. ¿Qué esfuerzo hay implícito en notar las cosas exactamente
tal como las experimentas?
Cuando este dejar todo tal como es madura plenamente, la mente y el
pensamiento se disuelven en su origen transparente. Surge
repentinamente una intuición iluminadora, un aspecto de la gnosis o
sabiduría mística no conceptual. Solo esta gnosis puede transformar la
ignorancia que existe en la cognición. Mediante esta transformación,
todos los fenómenos de la cognición revelan que su naturaleza
impermanente es la vacuidad, la naturaleza vacua de la cognición
misma. Esto también es liberación y reconocimiento.
Por ejemplo, cuando observamos un pensamiento, este cambia al
momento siguiente. La experiencia exacta del pensamiento puede
cambiar a algo similar, pero el pensamiento original se fue para siempre.
Esto también es verdad cuando observamos un árbol, por ejemplo.
Nunca experimentamos el árbol per se, solo experimentamos la
impresión que deja en la conciencia la interacción con los cinco
sentidos. Nunca experimentamos dos veces el mismo árbol; la
experiencia perceptual del árbol siempre es una impresión nueva que
llega mediante los sentidos. Lo que experimentamos es una imagen
coloreada, generada por el cerebro, de lo que este imagina que es la
apariencia del árbol en base a las señales sensoriales y a impresiones
similares anteriores. Esa imagen tridimensional está hecha del mismo
material que los pensamientos y los sueños. Por lo tanto, la naturaleza
vacua e impermanente del pensamiento es la misma naturaleza vacua e
impermanente de nuestra experiencia del mundo “externo”. Nunca
experimentamos un mundo externo, sino solo las impresiones
sensoriales procesadas que aparecen dentro de nuestro mundo interno.
Además, la física cuántica actual nos dice que lo que llamamos materia
sólida no es sólida en absoluto. Nada es sólido o permanente en modo
alguno. Pero nuestro cerebro siempre está tratando de que el mundo
parezca tan sólido como sea posible. Por ejemplo, una silla es una masa
bullente de movimiento que es más espacio vacío que energía. La silla
inmutable como objeto fijo y sólido en el espacio y tiempo es una ilusión
creada por la mente. Científicamente, no hay duda alguna respecto a
esto.
Desafortunadamente, la tendencia mental a imponer una cualidad
de solidez permanente a los objetos también se aplica al sentido mental
del yo como algo permanente. Nos quedamos fijados en nuestras
opiniones sobre nosotros mismos y nuestro mundo de experiencia. Esto
se vuelve extremadamente frustrante para la mente porque, al final,
todo lo que imaginó como fijo y permanente se revela como
impermanente y vacío de cualquier solidez permanente, incluyendo a
ella misma. De esto se derivan sus esfuerzos estériles para intentar
construir un sentido de seguridad personal en torno a sí misma
mediante la adquisición de cantidades cada vez mayores de dinero,
poder e influencia. Esta dinámica para intentar mantener la solidez del
yo y su mundo es la raíz del sufrimiento humano. Y esta tragedia
totalmente innecesaria, que ocurre solo en nuestras mentes, se debe a
que no reconocemos la verdadera naturaleza del ser como Conciencia
inmutable.
La palabra buddha significa “el despierto”. ¿De qué despertó?
Despertó del sueño-proyección de la mente y su identidad o yo
imaginario. El sueño es la historia de nuestra mente, que está hecha de
pensamientos, identidades, imaginación y condicionamiento. Todo
sufrimiento existe solamente en esta historia. No eres tú quien está
deprimido, solo es tu ego o falso yo lo que está deprimido. No eres tú
quien está enojado, es solo que tu yo está enojado, y así. Esto significa
que es solo tu ego el que sufre. Al cesar el sueño del yo y su historia, el
sufrimiento cesa y te reconoces como Ser-Conciencia indefinido e
inmutable. El Ser-Conciencia nunca está dormido. Está lúcido durante
el dormir, el soñar, el pensar, en la vida y en la muerte. Es solo que
normalmente no lo notamos. La iluminación es simplemente el Ser-
Conciencia reconociéndose a Sí Mismo. Nuestra verdadera naturaleza
no tiene preferencias, metas, planes o problemas. No está enredada en
una historia. No tiene deseos o pensamientos. Nunca está confundida.
No tiene sentido de yo personal. No tiene sentido de posesividad. Y, sin
embargo, energiza todo lo que tiene existencia aparente, con
espontaneidad total. La única libertad que podemos encontrar está en
ser plenamente lúcidos y conscientes de lo que somos.

Pregunta: ¿Podrías explicar en mayor detalle cómo al reconocer la


vacuidad de una percepción, pensamiento o sentimiento, se liberará
regresando a la conciencia de la que surgió?
Respuesta: Si durante la experiencia de un pensamiento o evento
mental de cualquier tipo, notamos la cualidad vacua de nuestra
conciencia observadora que está percibiendo el pensamiento, el evento
disminuirá o se disolverá. Al hacer esto, estamos reconociendo
realmente la naturaleza vacua o pasajera del evento.
Recuerda que el evento existe en nuestra cognición. Los únicos
objetos que se manifiestan en la cognición son pensamientos o
percepciones mentales, porque la mente o cerebro construye una
representación tridimensional a partir de los datos sensoriales
“externos” de los que luego somos “conscientes”. En otras palabras, los
objetos externos nunca aparecen en nuestra cognición, sino solo la
representación mental de ellos. Para nuestros fines, podríamos
considerar a todos los objetos que aparecen en la cognición como olas
de conciencia, dado que no hay ninguna sustancia separada que se
muestre en nuestra mente aparte de la conciencia misma, apareciendo
como las formas que experimentamos. Es similar a decir que, cuando
soñamos, todas las cosas y personas que aparecen en el sueño están
hechas de “sustancia onírica” o imágenes mentales. Esto significa que
todo lo que experimentamos en la cognición es un aspecto de la
cognición misma, y la cognición en tanto conciencia es
fundamentalmente una vacuidad clara. Esto significa que la naturaleza
esencial de nuestros pensamientos, sentimientos o percepciones es
también vacua, como el contenido de nuestros sueños. Cuando
despertamos por la mañana, reconocemos la vacuidad absoluta de
nuestro mundo onírico. Nunca tuvo solidez de ningún tipo, pero
parecía sólido y real durante el sueño. Era solamente una proyección de
la mente. Del mismo modo, nuestras experiencias mentales surgidas en
la vigilia no tienen tampoco sustancialidad alguna. Este reconocimiento
de la vacuidad de nuestros pensamientos, eventos mentales y el sentido
de un yo es lo que nos libera de nuestro mundo de sufrimiento y
ansiedad, que es similar a un sueño.

Pregunta: ¿Qué es exactamente este estado de unidad que estás


describiendo?
Respuesta: Cuando la cognición se desplaza a un modo superior de
percepción lúcida, el sentido de un yo se disuelve en tanto punto fijo en
el espacio y el tiempo. Podemos tomar prestado aquí el concepto de la
física cuántica según el cual la luz es una partícula localizada, un fotón,
o una onda no localizada. Lo mismo se aplica a la conciencia. Puede
parecer que somos almas individuales en tanto esferas de conciencia, o
podemos aparecer como conciencia no localizada, como un océano
ilimitado de Conciencia. Cuando se disuelve la creencia en un yo, la
conciencia se encuentra más allá de todo límite o identificación
específica en tanto “cosa” o persona. Hay una Inteligencia Universal que
permea toda la existencia sin límites. Somos esa Inteligencia, y como tal
podemos registrar nuestra Presencia ilimitada como algo dentro nuestro
y como todas las cosas. Es una experiencia cognitiva concreta que surge
en el momento en que la mente está libre de toda fijación, concepto y
sentido de un yo o de identidad personal.
Algunas tradiciones meditativas llaman samadhi a este estado de ser
no localizado, un estado no dual de conciencia donde la Unidad de la
Realidad se conoce directamente. Para la mayor parte de las tradiciones
contemplativas, este estado se manifiesta mediante el
perfeccionamiento de la práctica de meditación. En esta meditación se
incita a la mente a aquietarse perfectamente mediante ejercicios de
concentración y respiración. Es posible que en algún punto la mente
llegue a una quietud perfecta, lo que significa que todos los
pensamientos se detienen y que el sentido de ser un yo separado, que
está constituido por pensamientos, se disuelve. Si se logra experimentar
este aquietamiento de la mente, lo que permanece es una conciencia
que nota la quietud. Dicha conciencia es la misma que nota los
pensamientos y las percepciones. Nunca está en condición dualista en
relación a su experiencia. No tiene un sentido personal de yo. No piensa
ni imagina. Pero aún así, siempre es la presencia de nuestra conciencia
lúcida más allá de toda definición.
Sin embargo, hay un modo menos conocido de que se manifieste el
samadhi sin prácticas de meditación ni esfuerzos para aquietar la mente.
Con solo relajar la mente pensante hacia una presencia observadora que
no juzga, esta colapsa naturalmente a la quietud que es la naturaleza
esencial de esta conciencia observadora. En ese punto, la energía de la
mente se encuentra en la condición desnuda de atención alerta, en lugar
de pensamiento activo. La conciencia misma revela, al continuar en este
percibir desnudo, su propia dinámica interna y se revela, no se crea, un
estado natural de samadhi no dual. Este es el método que comparto en
este libro como medio esencial para reconocer la naturaleza ya
iluminada de la mente que reside dentro y como núcleo de nuestra
cognición tal como es.
Desde la experiencia fuera del cuerpo en Dinamarca, sabía que esta
conciencia testigo era independiente del cuerpo y el cerebro. También
percibí que no tiene sustrato material, es clara y transparente y sin
embargo vívidamente alerta y lúcida. Y lo más importante, reconocí que
esta conciencia es la naturaleza esencial de mi propia presencia
existencial. Es posible, mediante diversos métodos, reconocer aún más
el potencial integral de nuestra conciencia siempre presente. También
descubrimos que no somos testigos pasivos de la experiencia y la vida,
sino parte de una red interpenetrante de relaciones que nos conecta a
todos de modos inimaginables si no fuera así.

Pregunta: Has mencionado que nuestras experiencias del “mundo


externo” se manifiestan solo en nuestro cerebro o mente. Pero parece
que estamos viendo eventos ocurriendo alrededor nuestro todo el
tiempo. ¿Podrías desarrollar este tema? Además, ¿cuál es entonces el
sustrato de nuestra mente?
Respuesta: Las percepciones de los cinco sentidos se registran como
experiencia consciente en el cerebro. Nadie ha experimentado jamás
nada fuera de su propia experiencia consciente dentro de la mente. El
cerebro recibe impresiones sensoriales, procesa la información y crea
una imagen tridimensional que representa lo que cree que está “allí
afuera”. Tiene que ser de este modo porque los ojos no pueden ver
nada. Los ojos solo registran el impacto de fotones en los conos de la
retina. El cerebro entonces toma esos impactos o estímulos y les da
sentido, representándolos en una imagen o película tridimensional que
nuestra conciencia experimenta. Llamamos “vida cotidiana” a esa
experiencia mental tridimensional interna. Como nuestro mundo se
limita a nuestras percepciones tal como son procesadas mediante los
cinco sentidos y esa información solo existe en nuestra mente,
reconocemos que toda experiencia ocurre solo dentro de nuestra mente.
¿Cuál es el sustrato de nuestra mente? Solo pensamientos e imágenes,
el mismo sustrato de nuestros sueños. Como los pensamientos están
esencialmente vacíos de toda realidad permanente, nuestro mundo de
experiencia también carece de cualquier realidad permanente.
Momento a momento, nuestro mundo surge dentro de nuestra mente
tal como es percibido por nuestra conciencia y se disuelve al siguiente
momento. Cada momento es fresco y completo, y sin embargo es vacuo
y carece de toda permanencia. Este es el dilema del ego: cómo disfrutar
el momento sin que se disuelva al siguiente instante. También siente
que su propia existencia está condenada al mismo destino, y esto puede
crear una sensación de pánico cuando se reconoce por primera vez. Así
que la solución del ego es intentar solidificar la experiencia tanto como
sea posible, con la esperanza de que las cosas puedan durar un poco
más, incluyéndose a sí mismo. Por supuesto, este es un esfuerzo inútil,
y por lo tanto crea gran sufrimiento y frustración para el ego/yo. La
conciencia que observa todo el drama mental del ego está siempre
plenamente presente, pero como si estuviera observando desde las
butacas del público, mientras que la historia del ego toma su lugar
central al frente del escenario, bajo la luz brillante del foco de atención
de la mente. Desplazando el foco del ego en escena al observador en el
público, encontramos la liberación inmediata. Esto se consigue
“mirando lo que mira a través de nuestros ojos”.
Capítulo 5
Tres enfoques esenciales para el
reconocimiento

En los marcos o paradigmas en los que recibí enseñanzas, hay


fundamentalmente tres enfoques para la realización. En la práctica, el
enfoque más apropiado queda definido por la capacidad del estudiante.
En el enfoque de conciencia directa, también llamado de
reconocimiento inmediato, no hay concepto alguno de que haya algo
mal en el estudiante y que necesite repararse. La perspectiva de esta
enseñanza es tomar la meta como camino. La meta es realizar el aspecto
nuclear de la cognición, que siempre ha sido perfecto y nunca necesitó
mejora en primer lugar. Necesitamos reconocer ese aspecto nuclear de
la cognición como nuestra conciencia perceptora actual, tal como es. El
camino de la práctica es simplemente permanecer en el reconocimiento
de la conciencia desnuda existente que hemos reconocido. Es la
capacidad de conocer implícita en cada experiencia. Es el percibir
invariante que está en todos los fenómenos cambiantes, ya sea como
percepciones, sensaciones, sentimientos, emociones o pensamientos.
Esta conciencia observadora natural es siempre una observación que no
evalúa. Es una observación sin un observador definido. Es conciencia
sin pensamientos acerca de las múltiples experiencias observadas. El
pensar acerca viene después, cuando y si la mente que conceptualiza se
activa.
Por ejemplo, cuando abrimos los ojos, el ver simplemente ocurre.
Nadie hace que el ver ocurra. El ver está ahí por sí mismo. Es
completamente impersonal, lo que significa que sigue siendo la misma
función sensorial ya sea que tengas un sentido personal de identidad o
no. Lo mismo ocurre cuando escuchamos un sonido. No tenemos que
hacer nada especial para que el oír ocurra. Esto se aplica a los cinco
sentidos. Pero la mayoría de nosotros no notamos que también tenemos
una cualidad impersonal y natural de conciencia que está presente en
todo momento. Esa conciencia es la que está registrando información
de los cinco sentidos y notando todos los pensamientos y fenómenos
mentales. Es posible reconocer esta cualidad impersonal y natural de la
conciencia observadora como quién y qué somos realmente, a diferencia
de la mente creyendo en una identidad imaginada. Esta conciencia
observadora reconocida es una presencia atemporal e inmutable,
nuestra Verdadera Naturaleza. Este desplazamiento repentino de auto-
reconocimiento es a lo que se aspira mediante los métodos del enfoque
de conciencia directa o reconocimiento inmediato. Parece que quienes
experimentan un auto-reconocimiento inmediato con este enfoque en
su primer contacto están menos cargados con asuntos psicológicos y
aferramientos intelectuales desde el principio. Están más abiertos y
maduros para este tipo de intervención hábil. Podríamos decir que estos
individuos tienen lo que se llama máxima capacidad.
El segundo enfoque es para el buscador promedio. Este enfoque da
indicaciones al estudiante para que se comprometa en prácticas
graduales de meditación, con el objetivo de llevar su mente a cierto
grado de quietud, calma y transparencia. La mayor parte del zen hoy en
día se enseña mediante el enfoque gradual al reconocimiento. Este
enfoque requiere períodos de tiempo de meditación sentado y una
práctica de atención plena (mindfulness) durante las actividades
cotidianas. El entrenamiento en atención plena consiste simplemente
en estar atento a lo que estés haciendo mientras lo haces. En otras
palabras, estar presente en tus acciones, sentimientos, pensamientos y
percepciones en la experiencia inmediata, en lugar de avanzar a los
tropezones por tu día, sumido en una niebla mental o en un estado de
sueño diurno similar a un trance. Si mantienes este entrenamiento por
varios meses, puedes lograr un estado notable de claridad,
suficientemente relevante como para asegurarte el paso a la primera
categoría de enfoque que acabo de mencionar. Como tu mente ha
pasado a un estado de mayor quietud y transparencia, se desarrolla una
condición que podríamos llamar “madurez”. Entonces el estudiante
sería una “presa fácil” para un maestro del enfoque de conciencia directa.
En mi experiencia, la mayoría de los buscadores pertenecen a esta
categoría de enfoque gradual, al menos en un comienzo.
El tercer enfoque se relaciona con prácticas de yoga que trabajan con
las energías internas del cuerpo, junto con la meditación. Estas prácticas
pueden incluir posturas yóguicas de meditación, despejar bloqueos en
el cuerpo interno de energía sutil y el intento de transformar nuestro
estado mental ordinario en el de una conciencia iluminada. No importa
en este caso cuáles sean las creencias filosóficas o religiosas de la
persona, pues se disolverán junto con la conciencia egoica, mediante el
uso de prácticas de energía. Lo que permanece es tu conciencia prístina
original en conocimiento de su propia Seidad espiritual. A pesar de este
es el enfoque que más esfuerzo requiere, es también el más desarrollado
en su profundidad de realización. Todas las dudas respecto a tu
verdadera identidad espiritual quedan arrasadas.
Como maestro, uso los tres enfoques, a veces combinados, según la
capacidad del estudiante. En definitiva, la realización es la misma en los
tres enfoques, con diferencias sutiles dependiendo de la constitución de
cada estudiante. Examinemos ahora los tres enfoques en mayor detalle.
Suelo referirme al enfoque de reconocimiento inmediato como de
“conciencia directa” porque la modalidad operativa de los métodos gira
en torno a la dinámica interna de la conciencia misma. Este enfoque
consiste simplemente en reconocer el aspecto perfecto ya existente de la
cognición, que es la conciencia dentro del flujo mismo de experiencia,
en tanto pensamientos y percepciones sensoriales. Después, tras el
reconocimiento auténtico, simplemente descansamos como esa
conciencia inmutable, permitiéndole florecer plenamente mientras
transforma otros estados mentales natural y orgánicamente en
conciencia. No se necesita esfuerzo alguno. Se entiende que tenemos en
nuestra propia conciencia la plena capacidad de reconocer nuestra
propia naturaleza verdadera sin ningún conocimiento o transmisión
especial recibido del exterior. Continuemos ahora adquiriendo un
mejor entendimiento de los conceptos fundamentales del enfoque de
conciencia directa.
Lo más importante es la comprensión de la naturaleza de la mente y
la conciencia. Hay dos aspectos fundamentales involucrados en toda
experiencia consciente. Uno es nuestra mente que piensa, conceptualiza
e imagina, y el otro es la conciencia, sensible a todos los eventos
mentales y perceptuales. El pilar central de este enfoque es esta cualidad
observadora 6 o conciencia sensible 7 que ya está en toda experiencia. Esta es
la conciencia sensible que el maestro intenta señalar al estudiante más
allá de toda duda. El estudiante en realidad reconoce que él mismo ya
es la conciencia sensible, inmutable y perfecta. Esta conciencia sensible
es una conciencia totalmente desnuda que atestigua o percibe. Libre de
las vestiduras del pensamiento, no tiene sentido de identidad o historia
personal. Es como nuestros cinco sentidos: nuestros ojos simplemente
ven sin tener noción alguna de una entidad “vidente” definida. Lo
mismo ocurre con la audición en tanto simplemente oímos sonidos sin
que la capacidad de escuchar se defina como un “oyente” específico. Del
mismo modo, nuestra conciencia desnuda es simplemente el “notar” u
“observar” inherente en los eventos mentales interiores, así como en los
eventos perceptuales “externos” de la experiencia. También notamos
que este observar se manifiesta sin sentido alguno de una identidad
personal como el “observador”. Sería como un bebé recién nacido solo
observando su entorno sin noción alguna de sí mismo como una
identidad definida.
Apenas ocurrido un evento de experiencia sensorial, la mente
comienza a etiquetar, juzgar y categorizar la información recibida. Lo
mismo ocurre en los cinco sentidos. En un primer momento, la
información sensorial se ve o escucha “desnuda” tal como es, como

6 NT: “Observingness” en el original.


7 NT: “Knowing awareness” en el original.
percepción cruda, en inmediatez de conciencia. Sin embargo, una
fracción de segundo después, la mente se activa y comienza a procesar
la información sensorial. Así que nuestra conciencia funciona igual que
nuestros cinco sentidos. La conciencia nunca procesa las percepciones,
solo las experimenta tal como son. Además, así como los cinco sentidos
están presentes naturalmente, independientemente de las actividades de
la mente, también nuestra conciencia es una presencia natural. Resulta
que siempre estamos lúcidos: la conciencia siempre está encendida. Está
presente incluso cuando soñamos, en tanto es la conciencia que nota y
energiza el sueño y su contenido.
A diferencia de esta conciencia inmutable, también tenemos la
actividad de la mente, que está siempre cambiando. La conciencia
inmutable es la que experimenta y energiza todas las actividades de la
mente. La mente pensante es la que crea o conceptualiza nuestra noción
de identidad personal. Nuevamente, la conciencia inmutable es la que
experimenta y energiza dichos pensamientos acerca de nuestra
identidad personal. La conciencia desnuda no tiene concepto alguno de
identidad, y por lo tanto no tiene ego que debamos quitar o reducir.
Es posible que en este punto el maestro use el ejemplo del espejo y
sus reflejos. Indicaría al espejo como la conciencia inmutable y
perceptora, y todos los pensamientos y actividades mentales serían como
los reflejos. En ningún momento los reflejos condicionan el vidrio del
espejo. Señalaría que los reflejos incluyen los pensamientos, identidad,
emociones, sentimientos, sensaciones y percepciones sensoriales. Es
posible que, con solo esta explicación, el estudiante experimente una
intuición repentina, reconociendo que su naturaleza verdadera esencial
es la conciencia inmutable dentro de la mente, a diferencia de sus contenidos. Si
esta comprensión intuitiva no surgió espontáneamente en la corriente
mental del estudiante, el maestro puede continuar con diferentes
ejemplos y explicaciones hasta que la conciencia-sabiduría intrínseca del
estudiante surja repentinamente en un momento de reconocimiento.
Una vez que el reconocimiento de su propia naturaleza se manifiesta,
se instruye al estudiante para que simplemente continúe en ese
reconocimiento iluminado que surge en cada momento. La intuición
iluminada realmente surge en cada momento de nuestra experiencia.
Sin embargo, normalmente nuestra atención se dirige hacia y se
transforma en el contenido y las actividades de la mente. Así, se nos
enseña a relajarnos de modo vívido y alerta, sin programa o tema mental
en absoluto, lo que luego permite que la sabiduría-intuición iluminada,
siempre surgente, se reconozca en cada momento. Usualmente, debido
a la distracción de la mente, en lugar de que la sabiduría-intuición de la
mente se experimente como “reconocimiento”, el potencial energético
de la sabiduría-intuición se transforma en pensamientos e imaginación.
Por esto, el reconocimiento y la cognición egoica son mutuamente
excluyentes.
Luego, simplemente continuamos en esta condición profunda de
realización sin involucrarnos aún más en las variopintas elaboraciones
del pensamiento y la conceptualización. La mente se va a activar, de
momento a momento, con historias autorreferenciales acerca de “yo” y
“mis problemas”, pero esas apariencias se disolverán al momento de
surgir, en tanto continuamos en nuestra condición real. Eventualmente,
nuestros procesos de pensamiento se vuelven más y más transparentes
mientras nuestra condición natural de conciencia supera en brillo a las
actividades de la mente.
En el Zen, existe la escuela de la “Iluminación Súbita”. Es una
tradición única que proviene del sexto patriarca del Zen en China,
Huineng, en el siglo VII. Uno de los principios clave de esta tradición
es la noción de no mente o no-activación del proceso del pensamiento.
El punto es que todos nuestros problemas provienen del proceso del
pensamiento y de nuestro creer en lo que los pensamientos nos dicen.
En este caso, la meta no es que el estudiante suprima los pensamientos,
sino reconocer la conciencia siempre presente que experimenta dichos
eventos mentales, desde dentro de ellos mismos e inseparable de ellos.
En el contexto del Zen, a esto se le llamaría reconocer la propia mente
búdica o la propia naturaleza. En el momento de este reconocimiento,
la mente se aquieta. En esta quietud encontramos una ventana de
oportunidad para reconocer aquello que siempre está presente pero no
notamos durante nuestro modo ordinario de involucrarnos con la
mente y la conceptualización.
Esta realización súbita suele revelarse cuando algún hecho dispara
una intuición inmediata y total de la naturaleza del yo y la realidad.
Podría ser una entrevista con un maestro zen en la que este vería el
obstáculo exacto que bloqueaba el reconocimiento total en la mente del
estudiante, y le dirigiría la atención hacia este repentina y, muchas veces,
tangencialmente.
En 1978 visité Hong Kong y tenía la esperanza de encontrar un
maestro de Zen en China. Estaba buscando enseñanzas originales de la
escuela de la “iluminación súbita” del linaje de Huineng, el Sexto
Patriarca del Zen o Chan, en China. Chan es la palabra china
equivalente a Zen. Me pusieron en contacto con un caballero de edad
avanzada que era maestro Chan de tres templos-monasterios diferentes.
Su nombre era Yen Wai Shih y era discípulo del venerable maestro Hsu
Yun, que era el preservador de los cinco linajes antiguos del Zen en
China. Yen Wai Shih tenía ochenta y cuatro años cuando lo conocí. Su
maestro, Hsu Yun, murió en 1959, ¡a la edad de 119 años! Uno de los
tres templos estaba ubicado en la isla de Lun Tao, y dos estaban en
China continental, en Shatin, que era parte de los Nuevos Territorios.
Conocí por primera vez a este maestro en China continental, en uno de
sus templos en Shatin. Pasé un día entero con él, discutiendo acerca de
la “iluminación súbita” y cómo realizarla en el menor tiempo posible.
Fue a partir de esa discusión que experimenté por primera vez un
verdadero flash de iluminación, llamado satori o kensho en japonés, y wu
en chino. Quiero compartir una parte del encuentro y la conversación:
Desde Hong Kong tomé un ferry hacia China continental y debí
hallar el camino hacia Shatin, donde estaba el complejo de templos y
monasterio de Yen Wai Shih. Me recibió en el pueblo y caminamos
hacia las laderas fértiles de Shatin. Vimos a varios habitantes del pueblo
en una sala inferior del templo, cantando y encendiendo una gran
cantidad de palitos de incienso; el aroma resultaba embriagante. Yo
pensaba que el sitio era un templo Zen y por eso no entendía de qué se
trataban estas otras cosas. Con la esperanza de no ofender a mi maestro,
o demostrar prematuramente mi ignorancia, asumí el riesgo de
preguntarle qué estaban haciendo esas personas. Me respondió
diciendo “sólo Dios sabe”, ¡y ambos nos echamos unas buenas
carcajadas! Ahora, tienen que pensar en la imagen que este venerable
maestro Zen de ochenta y cuatro años mostraba en su hábito de monje,
simple pero funcional, en contraste con su comentario espontáneo
acerca de sus propios discípulos; ¡era tan desopilante! Ese fue nuestro
primer punto de contacto humano: corazón a corazón.
Continuamos caminando en subida, las escaleras seguían subiendo
más y más, pasando por áreas y edificios del templo. Finalmente
llegamos a la casa donde Yen Wai vivía. Me presentó a su nieta y al resto
de la familia. Me sorprendió su reverencia por este anciano patriarca de
la familia. Era claro que ellos sabían que él era algo más que un abuelito
simpático y amable, y que conocían intuitivamente el valor que él tenía
para aquellos afortunados que llegaban a tener contacto con él. Y ese
era mi momento de intentar comprender lo que ellos ya sabían.
Hablamos de muchas cosas relacionadas con la enseñanza budista y
acerca de cómo entender la verdadera iluminación. Le dije que, por
sobre todas las cosas, yo quería comprender y experimentar mi
naturaleza iluminada directamente. Compartí con él muchos de mis
pensamientos intelectuales acerca del verdadero sentido de la práctica y
el estado mental iluminado. Me sorprendió con su manejo del idioma
inglés. Hablaba con un tono grave profundo y un acento británico
impecable. En el pasado, había estudiado y se había enamorado de las
obras de Shakespeare. Insistía en que Shakespeare era un ser iluminado.
Más sorprendente aún era el hecho de que cuando le preguntaba acerca
de algunos puntos de la enseñanza zen, ¡él solía citar a Shakespeare para
hacer aclaraciones vívidas de sus explicaciones! ¿Pueden imaginarse toda
esta escena teniendo lugar en un espacio surrealista entre la China
antigua y la Inglaterra medieval? Verdaderamente inquietante.
Seguimos caminando por el terreno y finalmente llegamos a un
monasterio donde vivían sus discípulos, tanto hombres como mujeres,
en secciones separadas. La mayoría de las monjas budistas ya habían
pasado ampliamente la mediana edad. Fueron poco menos que
sorprendentes al darnos una cálida bienvenida a ambos. Tenían algo
especial para ofrecernos, un estofado de hongos negros salteados
parecidos a shitakes, recién recogidos. No puedo recordar una comida
que haya disfrutado más hasta ese día, tan simple y delicada en la matriz
de sabores sutiles, como si hubiese comido la esencia de todo el bosque
envuelto en niebla donde habían recogido los hongos. También podía
ver, con solo observar a estas mujeres de edad avanzada, que mientras
recogían cada hongo lo sentían como una ofrenda preciosa del bosque
que entregaba nutrición y chi (término chino que significa “fuerza vital”)
para restablecer la vitalidad de todas aquellas servidoras del Camino.
Finalmente llegamos a nuestro destino, una residencia que
hospedaba a algunos de los monjes mayores y los huéspedes. Nos
dirigimos al piso superior, al estudio de Yen Wai, donde nos recibieron
con té y galletas. El té era un poco fuerte para mi gusto, pero marcó
claramente el tono sobrio. Era mi oportunidad de expresar más de mis
preguntas ardientes, aquellas hacia las que estaba orientándome, pero
de modo un poco tangencial, como para no exponer toda la
superficialidad de mi entendimiento de una sola vez. Quizás tenía
miedo de que, si me mostraba demasiado como un novato, él se
reservara lo mejor de sus bocadillos iluminadores de sabiduría para otro
momento, cuando yo estuviese más maduro. Madurar más, para mí, era
solo retorcerme atormentado por más tiempo en la enredadera de mi
propia “desiluminación”, un estado que conocía demasiado bien.
Después de todo, ese era el motivo que me llevó a hacer todos los
esfuerzos que me llevaron tan lejos, ¿no? “No fracasemos ahora”, pensé,
con conciencia clara de que estaba en escalada libre sin sogas o equipo
de seguridad, colgando de una montaña totalmente impredecible. Podía
ser mi salvación, si la escalaba con habilidad, o mi destrucción, al menos
espiritualmente. ¿Qué otra persona podía visitar y entrevistar acerca del
significado último de la enseñanza del Buda? Mi ya reducida lista de
candidatos se agotaba. Después de todo, yo estaba interesado en el
camino más corto a la iluminación, las enseñanzas de la escuela de la
iluminación súbita del Sexto Patriarca. Se reconocía que esas enseñanzas
eran la fuente de instrucción que generó el mayor florecimiento de
maestros de Zen de todos los tiempos. Si no era Yen Wai Shih, un
verdadero maestro de este linaje, ¿entonces quién?
Tomamos té sentados mientras discutíamos el verdadero significado
de wu o la iluminación. Wu tiene un significado particular en chino, es
un modo de preguntar acerca de la propia naturaleza búdica. Llegué a
pensar que, en base a sus explicaciones precisas y directas, finalmente
había captado la esencia de la enseñanza. Orgulloso de mi realización,
le hice esta pregunta:
-Así que, maestro, entiendo que el propósito de la práctica consiste
tan solo en simplificar totalmente el propio pensamiento. ¿No es así?
Esperé, aguardando su gesto de aprobación y confirmación de mi
entendimiento. Instantáneamente, como un maestro samurái
desenvainando su katana (espada), y lanzando un ataque mortífero y
único, se tambaleó hacia mí con la autoridad de una montaña de
granito.
“Ya lo has complicado más allá de toda esperanza”, dijo.
Mi mente quedó en blanco. EN BLANCO, VACÍA… WU. Ahí
estaba… ¡¡¡JA!!! Nos miramos, y sus ojos se fijaron en los míos. No hubo
movimiento alguno, y de repente, como si el Monte Fuji hubiera hecho
erupción, ambos estallamos en carcajadas. Yo no podía parar de reírme.
Me incorporé y comencé a bailar alrededor mientras me reía de modo
histérico.
“Ya veo… ya veo… sí”, dije. “Simplificarlo es hacerlo complicado, más
allá de cualquier esperanza”.
Ja, ja, ja… risas; debemos habernos reído por al menos cinco minutos.
Él esbozaba una sonrisa amplia y sus ojos desbordaban de regocijo
mientras ambos reconocíamos que su golpe habilidoso y
completamente espontáneo había cortado hasta la médula y
transformado el espacio de mi mente en Wu. Así fue como conocí el
Camino, tal como lo enseña la Escuela de la Iluminación Súbita del
sexto patriarca del Chan, el ilustre y profundamente compasivo
Huineng. Un tiempo después, el maestro Yen Wai me dio permiso para
enseñar a otras personas según este estilo del zen “súbito”.

Una antigua historia zen cuenta que un día, un monje fue a ver a su maestro
y le preguntó:
-Maestro, ¿cómo puedo llegar a percibir mi naturaleza búdica?
-No puedes –respondió el maestro- percibir tu naturaleza búdica, porque
aquello mismo que percibe es tu naturaleza búdica.

Este tipo de aproximación a un despertar súbito de intuición


profunda e iluminada se limita al Zen, a dos tradiciones dentro del
budismo tibetano y al Advaita Vedanta. Una de dichas tradiciones
tibetanas se llama Dzogchen, que se pronuncia tal como se escribe.
Podemos traducirlo al español como “Gran Perfección”. Dzog significa
“perfección” y chen significa “gran” en tibetano. Las enseñanzas de la
Gran Perfección tratan de esta perfección primordial que es nuestra
propia conciencia desnuda, la conciencia a través de la cual
experimentamos lo que sea que ocurra en la vida y que, sin embargo, en
sí misma permanece sin cambio en cada experiencia. En el método de
la Gran Perfección, el maestro introduce, o presenta directamente al
estudiante a su propia conciencia 8 mediante un “señalamiento”
descriptivo que enfoca la mente en su naturaleza más esencial de modo
directo y abrupto. Si se hace bien, al menos el estudiante registra un
destello del estado iluminado. Luego instruye al estudiante a mantener
viva esa intuición, con solo continuar descansando y relajado en ese
estado del ser recién revelado, sin involucrar a la mente en
conceptualizaciones acerca de lo que acaba de “pasar”. Una instrucción
importante es permanecer completamente relajado en todo momento, pero
vívidamente alerta y vacío de cualquier tema o foco mental. Esta es una
característica de todas las enseñanzas del Dzogchen.
En el Tíbet, las enseñanzas de la Gran Perfección reciben el máximo
respeto de parte de las cuatro escuelas del budismo tibetano. Hasta no
hace mucho tiempo, las enseñanzas de la Gran Perfección se mantenían
en secreto, y era casi imposible para un occidental recibir enseñanzas
reales de este tipo de un lama tibetano. Pero hace unos cuarenta años,
los principales lamas decidieron abrir estas enseñanzas a los
occidentales. He descubierto que las enseñanzas de la Gran Perfección
son las más poderosas entre las aproximaciones de realización inmediata
y de conciencia directa.
Aquí tenemos una cita de un tantra, o texto recibido, del Dzogchen,
llamado “Las joyas amontonadas”. Sintetiza completamente el método
único de esta práctica:

Cuando alguien descansa en el estado natural sin concentración, el


entendimiento se manifiesta en la mente de ese individuo sin que nadie tenga
que enseñar todas las palabras mediante las que la mente comprende dichos

8 NT: Jamás en el sentido de que el maestro “introduzca” algo externo dentro del estudiante.

La palabra inglesa “introduce” aquí se usa en el sentido de presentar, como cuando presentamos
un tema o una persona a alguien. El maestro no introduce nada en el estudiante, solo presenta
o recuerda el hecho presente pero no reconocido de la conciencia omnipresente en toda
experiencia.
significados. Cuando surge este entendimiento en la mente, todo lo que es no
manifiesto y todas las apariencias sensoriales, que en sí mismas no involucran
conceptos, se reconoce como naturalmente puro.
(De Longchenpa’s Precious Treasury, Padma Publications)

¿Qué significa “descansar en el estado natural”? Es simplemente estar


presente a la instantaneidad inmediata, que es la presencia desnuda de
conciencia fundamental: una observación pura y una conciencia simple
del momento, sin programa o tema. Este observar sin tema y libre de
juicios, plenamente vivo y alerta, es nuestro estado natural. Mediante la
mente, agregamos por sobre esta conciencia base una capa de
pensamiento, una noción del observador como un yo y una evaluación
de lo que observamos. Lo que queremos en cambio es simplemente
descansar como conciencia desnuda. Al profundizar esta práctica,
comienza a surgir espontáneamente una sabiduría profunda o gnosis.
Esta es la sabiduría no dual del ser de conciencia. No dual en este caso
significa que no hay dicotomía sujeto-objeto. Esta brecha percibida
queda reemplazada por la intuición de unidad, un conocimiento
experiencial de que la realidad es una totalidad interdependiente. Esta
es la intuición de sabiduría que muchos han descrito como
“reconocimiento” o “iluminación”. Está completamente más allá de la
mente y el entendimiento conceptual, y sin embargo se conoce por sí
misma.
Aquí hay algunos ejemplos de instrucciones de señalamiento que se
usan en el estilo de enseñanza de conciencia directa en la tradición de
la Gran Perfección. La primera cita es del famoso ciclo de enseñanzas
conocido como el Libro Tibetano de los Muertos. El texto fue
descubierto por Karma Lingpa, nacido en el Tíbet alrededor de 1329.
Se considera que había sido escrito originalmente por el maestro
Padmasambhava en el siglo VIII, quien lo habría ocultado antes de
partir del Tíbet. Luego fue descubierto por Karma Lingpa. Es parte de
lo que se llama “introducción directa a la conciencia” en el Dzogchen y
su propósito es despertar a quienes simplemente leen y entienden el
texto, sin necesidad de práctica anterior o posterior alguna:

En el momento presente, cuando tu mente permanece en su propia condición


sin construir nada, la conciencia en ese momento es en sí misma bastante
ordinaria.
Cuando miras hacia ti mismo así, de modo desnudo, sin pensamientos
discursivos, dado que solo hay este observar puro, se hallará una claridad
lúcida sin que haya nadie allí que sea el observador; solo una conciencia
desnuda manifiesta está presente.
Esta conciencia es vacua e inmaculadamente pura, sin haber sido creada por
nada en absoluto. Es auténtica y sin adulteración, sin dualidad alguna de
claridad y vacuidad.
(De la traducción de John Reynolds, “Self-liberation Through Seeing
With Naked Awareness”)

Esta es la presentación inicial de la naturaleza de la mente, nuestra


verdadera naturaleza. Es la intuición experiencial más importante, que
se vuelve la base de todo desarrollo posterior de sabiduría profunda y
realización.
Luego describiremos un modo de integrar nuestras energías en esta
conciencia pura, de modo de tener un reconocimiento de la naturaleza
no dual de nuestra experiencia total.
Longchenpa, que vivió en el siglo XIV, fue uno de los maestros de
Dzogchen con mayor realización de todos los tiempos. Hizo todo
esfuerzo posible para lograr que estas enseñanzas estuvieran disponibles
y fueran comprensibles por cualquier persona según su capacidad de
entendimiento real. Eso significa que tenía varios modos diferentes de
comunicar dichas enseñanzas.
En este caso, lo que tiene pleno sentido en la aproximación del Ati (Dzogchen)
es el reconocimiento superior mediante el que uno experimenta el estado sin
obstrucciones en total desnudez, sin depender de nada en absoluto. Como uno
no está separado de la esencia de la conciencia ni siquiera por un instante,
decir que la reconocemos o que la percibimos es solamente usar una expresión
convencional…
La conciencia mora como el aspecto que es consciente en absolutamente toda
circunstancia, y por lo tanto ocurre naturalmente, sin transición o cambio…

Longchenpa nos comparte también cómo aplicar estas enseñanzas:

El método consiste en dirigir la atención hacia la atención o la conciencia


misma. Cuando experimentamos cualquier cosa que surge, especialmente
pensamientos, estados de ánimo, emociones o sentimientos de identidad
personal, simplemente notamos la conciencia desnuda presente. Al dirigir la
atención a la conciencia, lo que surge vuelve a disolverse en su naturaleza
esencial: conciencia. Al hacer esto, lo que surgió libera su energía
formativa en su disolución como un pico de mayor claridad de Luz
Clara, el poder y la potencia cognitiva que energizó el surgimiento en
un primer momento. Por lo tanto, la propia conciencia-presencia
resulta “optimizada” con el colapso del surgimiento formativo. De allí
el comentario del Dzogchen que dice que “mientras más fuerte sea la emoción
aflictiva en su disolución, mayor la optimización de la claridad de la
presencia”.
(De A Treasure Trove of Scriptural Transmission, Padma Publications)

Longchenpa está señalando a nuestra cognición básica en tanto


mente, que tiene una energía o poder de atención. Puede energizar
pensamientos, emociones, sensaciones internas, un sentido de
identidad e historias, para su propia existencia momentánea. En lugar
de dirigir nuestra atención hacia los pensamientos o la experiencia
perceptual, la enfocamos en la cualidad de nuestra mente que está
simplemente siendo consciente de toda la experiencia. Cuando
hacemos esto en medio de un pensamiento o de cualquier tipo de
evento mental interno, tal como emociones o sentimientos
desagradables, este acto de dirigir nuestra atención a nuestra conciencia
testigo hace que el evento mental colapse y se disipe en su fuente.
Mientras ocurre esta disolución, experimentamos una intensificación
en nuestra presencia vívida. También podemos hacer esto cuando
estamos en un modo de “egoción” 9, cuando la sensación de identidad
personal separada domina nuestra experiencia cognitiva. En esos
momentos, “todo se trata de mí”. En este caso, notamos la conciencia
subyacente que está experimentando incluso esta sensación de yo tal
como aparece en la mente. Mientras trabajamos con esta práctica,
podemos llegar a notar que nuestra conciencia está siempre presente y
lúcida, independientemente de cualquier cambio. El reconocimiento de
que somos esta conciencia inmutable y cognoscente es la base de la
realización. Así que aquí tenemos una metodología completa acerca de
cómo se trabaja en el contexto de las enseñanzas de conciencia directa,
la Gran Perfección.

El maestro de Dzogchen, Jamgon Komtrul Rinpoche, escribió:


¿Por qué perseguir pensamientos, que son ondas superficiales de la conciencia
presente? En cambio, mira directamente en la naturaleza desnuda y vacía de
los pensamientos; entonces no hay dualidad, no hay observador ni nada
observado. Simplemente descansa en esta conciencia presente, que es
transparente y no dual. Siéntete como en casa en el estado natural de
presencia pura, tan solo siendo, sin hacer nada en particular.

9 NT: “Selfing” transforma el sustantivo “self” (yo o sí mismo) en un verbo gerundio (-

ing), es decir un sustantivo en una acción. Refiere al proceso dinámico de instante a instante
que crea y recrea la noción de un yo, que por supuesto es una construcción mental y no tiene
correlato objetivo alguno. Dado que es un neologismo en inglés, creamos este neologismo en
español: “egoción”.
Del tantra raíz (escritura) del Dzogchen llamado “Kunje Gyalpo”:
La naturaleza de la iluminación es la misma que la del espacio.
No hay esfuerzo ni logro en el espacio.
La iluminación, que es como el espacio, no llegará para quienes se consienten
con el esfuerzo y el logro.

“Libre y relajado”, del maestro de Dzogchen, Lama Gendun:


La felicidad no puede hallarse mediante grandes esfuerzos y fuerza de
voluntad, sino que ya está presente en la relajación abierta y el soltar.
No te agotes: no hay nada que hacer o deshacer. Lo que sea que surja
momentáneamente en el cuerpo-mente no tiene importancia real en absoluto,
y poca realidad en general. ¿Por qué identificarnos con ello y apegarnos,
pasando juicios sobre ello y nosotros?
Es mucho mejor dejar que todo el juego ocurra por sí mismo, surgiendo y
cayendo de nuevo como olas, sin cambiar o manipular nada, y notar cómo
todo se desvanece y reaparece, mágicamente, una y otra vez, sin fin.
Lo único que nos obstaculiza para verlo es nuestra búsqueda de felicidad. Es
como un arcoíris vívido que persigues sin atraparlo jamás, o como un perro
persiguiendo su propia cola.
Aunque la paz y la felicidad no existen como una cosa o lugar real, siempre
están disponibles y te acompañan en cada instante.
No creas en la realidad de las experiencias buenas y malas; son como el clima
efímero de hoy, como arcoíris en el cielo.
Buscando asir lo inasible, te agotas en vano. Apenas abres y relajas este puño
cerrado del aferramiento, el espacio infinito está aquí: abierto, incitante y
confortable.
Usa la espaciosidad, esta libertad y soltura natural. No busques más. No
entres en la selva de enredos buscando el gran elefante despierto, que ya está
descansando tranquilamente frente a tu propio hogar.
Nada que hacer o deshacer,
nada que forzar,
nada que querer, y
nada faltante.
¡Emaho! ¡Maravilloso!
Todo ocurre por sí mismo.

La segunda escuela del budismo tibetano que ofrece un estilo de


enseñanza de conciencia directa recibe el nombre de Mahamudra.
También funciona sobre el fundamento de un maestro que “señala”
directamente al estudiante la naturaleza de la mente iluminada en el
contexto de un encuentro personal. De hecho, según el estilo antiguo
de transmitir la instrucción de señalamiento, el maestro entonaba un
canto llamado doha, que era la causa directa de que la mente del
estudiante despertara a la iluminación. Estas enseñanzas se mantenían
totalmente en secreto, pero ahora son muy accesibles para los
buscadores de todo el mundo. Sin embargo, el sistema del Mahamudra
se enseña ahora, casi siempre, dentro de un programa de dos pasos de
meditación gradual. La meta es primero llevar la mente a un estado de
quietud llamado “morar en calma”. En esta fase de la práctica, uno
descubre que la naturaleza de los pensamientos se asemeja a nubes
transparentes flotando en el cielo de la conciencia. Vemos que los
pensamientos surgen de la vacuidad y se disuelven nuevamente en la
vacuidad. La concentración se desarrolla, de modo que ya no nos
distraemos con los pensamientos que surgen y se disuelven
continuamente, a cada momento. No es necesariamente verdadero que
el pensamiento cesa, sino que ya no tiene el poder de atraer la claridad
de la atención hacia sus historias seductoras. Podemos simplemente
permanecer relajados y plenamente alerta en la conciencia del aquí y
ahora.
La segunda etapa de la meditación Mahamudra trata del uso de
nuestra claridad de conciencia para observar el origen del pensamiento,
su naturaleza, y la naturaleza de la identidad personal tal como la
definen nuestros pensamientos. Dentro de este período de observación
no conceptual podemos descubrir la naturaleza efímera de nuestro
sentido de yo o identidad. Si surge una intuición profunda en relación
a esto, puede revelar la conciencia iluminada que de otro modo no
habríamos notado. Esta intuición florece entonces como el
reconocimiento de que toda la realidad es la expresión del Ser,
reconocimiento conocido como Mahamudra, que significa “gran
símbolo” o “gran gesto”. El símbolo es nuestro mundo íntegro y el gesto
está señalando hacia su fuente inseparable, en tanto Ser Cognoscente.
Esta sería entonces la realización del fruto de la práctica del
Mahamudra. En el caso de que esta realización no surgiera en el
contexto de la práctica de meditación del estudiante, el maestro pasaría
a dirigir meditaciones guiadas, orientando la atención del estudiante a
distintos aspectos de sus procesos de pensamiento, cognición y
presencia cognitiva. Se sigue así, entre maestro y estudiante, hasta que
este tiene una experiencia intuitiva radical. Cuando se hace claro que el
estudiante tiene una intuición auténtica del reconocimiento de la
naturaleza iluminada, se le instruye igual que en el Dzogchen, a
continuar en ese estado que acaba de abrirse, de observación desnuda.
Es importante reconocer que en Zen, Dzogchen, Mahamudra y
Advaita, no existe el concepto de que alguien “logra” la iluminación o
un estado iluminado. Consiste más bien en reconocer que la propia
conciencia siempre ha estado plenamente iluminada, y luego en vivir
como la conciencia que siempre se ha sido, pero no se reconocía.
También en el Mahamudra, a esta condición se la llama estado natural.
Es nuestra condición primordial, que nunca cambia, como el cielo
nunca cambia mientras que las nubes cambiantes y el clima van y
vienen.
Debo mencionar que también hay un linaje de enseñanza más
antiguo del Mahamudra que se conoce como Mahamudra Esencial. No
tiene noción alguna de realización gradual o de logro mediante
prácticas. Los maestros más conocidos de esta tradición única fueron
Saraha, Maitripa y Tilopa. Todos ellos eran de la India y vivieron hace
más de mil años. Con el paso del tiempo, sus enseñanzas quedaron
incorporadas en un enfoque más gradual que usa tanto prácticas
yóguicas de energía como métodos simples de meditación que tratan
distintos aspectos de la mente. Aquí tenemos algunas citas de maestros
de Mahamudra Esencial:

Kalu Rinpoche:
La mente está serena en el estado de conciencia desnuda, no se trata de dirigir
la mente. No estamos buscando nada dentro; no estamos buscando nada
afuera. Simplemente dejamos que la mente descanse en su propio estado
natural. Podemos experimentar la naturaleza de la mente, vacua, clara y sin
obstáculos si podemos descansar en un estado no forzado de conciencia
desnuda sin distracción y sin que se pierda la chispa de la conciencia.

De Niguma, la gran maestra de Mahamudra:


No traigas nada a la mente,
ya sea real o imaginario.
Descansa sin artificio en el estado innato.
Tu propia mente, sin artificio, es el cuerpo de la iluminación definitiva.
El punto esencial de la meditación es permanecer sin distracción en esto.
Reconoce el estado vasto, ilimitado, expansivo.

De Maitripa:
La claridad sin pensamiento es como el espacio.
Las apariencias, insustanciales, son como la luna sobre el agua.
La claridad sin aferramiento es como un arcoíris.
Como el placer de un joven amante, es indescriptible. No está localizada y
trasciende todo límite.

De Tilopa:
No recuerdes.
No imagines.
No pienses.
No analices.
No controles.
Descansa.

Existe también una tradición que no es parte del budismo y ofrece


una aproximación de “intuición súbita” llamada Advaita. Es posible
rastrear sus enseñanzas hasta los antiguos Vedas y Upanishads de la
India. La iluminación del Advaita, que conocemos como
reconocimiento de sí, puede ser transmitida por un maestro
directamente, tal como en el Zen y el Dzogchen. Los estudiantes
dialogan con un maestro, ya sea en una reunión personal o en un
encuentro grupal llamado satsang. Sin embargo, el Advaita puro por sí
mismo no ofrece ningún método o práctica de meditación en particular,
aparte de la investigación de sí mismo. En este sentido, su posición
filosófica es similar a la del Dzogchen, en tanto se entiende que la
conciencia iluminada ya está plenamente presente. El ego buscador es
lo único que bloquea nuestro conocimiento de lo que ya es la condición
natural de nuestro ser. Otra forma de decirlo es que debemos hacernos
a un lado de nosotros mismos, y para esto no se necesita práctica alguna
de meditación, solo una captación intuitiva clara de lo que está
ocurriendo. Lo que cataliza ese destello intuitivo es la conversación
directa con un maestro, o la lectura y estudio de las instrucciones
esenciales de varios maestros. En tiempos recientes, dos grandes
maestros de Advaita escribieron y enseñaron ampliamente acerca de
esto. Uno es Nisargadatta y el otro es Ramana Maharshi. Ambos
vivieron en la India y ya no están con nosotros. Podemos tener
intuiciones profundas y sorprendentes al leer sus citas y textos
esenciales.
En ese sentido, tanto el Advaita como el Dzogchen se basan en la
sabiduría intrínseca que ya está presente en nuestra propia conciencia.
No se requieren prácticas para reconocer esta sabiduría porque las
prácticas y los métodos son solo interferencias para la percepción directa
que se reconoce a sí misma. Para hacer una práctica se necesita un
hacedor de la práctica. Esta es una enseñanza clave del Advaita. Se
considera que involucrarse en prácticas es darle poder al ego, el hacedor
imaginario, aún más en sus diversas actividades de aferramiento y de
esfuerzo por lograr algún estado definitivo de éxtasis o iluminación.
Cuando el ego, en tanto sentido mental de una identidad personal, cae,
todo lo que queda es Conciencia iluminada, nuestra “seidad” real, que
estuvo ahí todo el tiempo. En tanto Conciencia, solo estábamos
expresando un momento de experiencia egoica como otra variedad
posible de experiencia. Como nota al margen, esta es una expresión
occidental que vengo escuchando últimamente: “no es que seamos seres
humanos teniendo experiencias espirituales, sino que somos seres
espirituales teniendo experiencias humanas”.

He aquí algunas citas de dos maestros de Advaita del siglo XX:


La conciencia está siempre aquí. No necesita ser realizada. Abre el obturador
de la mente, y se inundará de luz.
Primero debemos conocernos a nosotros mismos como testigos solamente,
centros de observación sin dimensión ni tiempo, y luego podemos reconocer el
inmenso océano de conciencia pura que es tanto mente como materia, y
trasciende a ambas.
La personalidad deja su lugar al testigo, y luego el testigo se marcha y solo
queda la conciencia pura.
No hay pasos hacia el reconocimiento de sí. No hay nada gradual en esto.
Ocurre súbitamente y es irreversible… Así como al amanecer ves las cosas tal
como son, en el reconocimiento de sí, ves todo tal como es. Queda atrás el
mundo de las ilusiones.
Pon tu conciencia a trabajar, no tu mente. La mente no es el instrumento
adecuado para esta tarea. Lo atemporal solo puede ser alcanzado por lo
atemporal. Tu cuerpo y tu mente nacen sujetos al tiempo; solo la conciencia
es atemporal, incluso en el ahora.
(De: I Am That, de Sri Nisargadatta Maharaj. Publicado por Chetana,
Bombay, 1992).

Ramana Maharshi:
Tú eres conciencia. Conciencia es otro de tus nombres.
Como ya eres conciencia, no hay necesidad de alcanzarla o cultivarla.

Pregunta: ¿Cómo puedo saber si estoy progresando en mi investigación?


El grado de ausencia de pensamientos es la medida de tu progreso hacia el
reconocimiento de sí. Pero este no admite progreso, es siempre el mismo. El Sí
Mismo permanece siempre en reconocimiento. Los pensamientos son
obstáculos. El progreso se mide por el grado de remoción de los obstáculos al
entendimiento de que el Sí Mismo siempre está realizado. Así que debemos
chequear los pensamientos, buscando ante quién surgen. Así que vas a su
fuente, donde no surgen.
Ahora tenemos unas citas de la tradición del Zen que se relacionan
con el enfoque de Conciencia directa.

Fukanzazengi por Ehei Dogen, de la secta Soto Zen, Japón, siglo


XIII:
La Vía es perfecta en esencia y penetra todo. ¿Cómo podría depender de lo
que alguien haga o practique para realizarla? El movimiento de la Realidad
no necesita que le demos un empujón. ¿Necesito decir que está libre de
autoengaño? La extensión vasta de la Realidad nunca puede ser opacada por
el polvo de las presunciones. ¿Quién podría creer entonces que necesita que se
le limpie ese polvo para ser lo que es? Nunca está separada de donde estás, así
que ¿por qué andar por ahí a los tropezones buscándola?
Entonces, debes cesar de practicar en base a un entendimiento intelectual,
persiguiendo palabras y siguiendo discursos, y aprender el paso atrás que
vuelve tu luz hacia el interior para iluminar tu ser. Cuerpo y mente caen por
sí mismos, y tu rostro original se manifestará. Si quieres realizar la Talidad
(verdadera naturaleza), debes practicar la Talidad (ser tu verdadera
naturaleza) sin demora.

Mi comentario:
La Realidad ya nos está respirando, pensando y viviendo. No hay
nada especial que debamos hacer excepto lo que sea que estemos
haciendo. Hacia cualquier dirección que mires, estás siempre mirando
en el sentido correcto. Todo está exactamente donde debería estar.
¿Quién más podrías ser sino tú mismo?
En el Zen coreano, expresado en las obras de Chinul del siglo XII,
hay un método que se usa para entrar directamente al estado despierto.
Es el octavo método enunciado en los diez métodos más profundos de
acceso directo.
El maestro Chinul escribe:
Interno y externo son la misma función. Esto significa que cuando
practicamos, consideramos a todos los fenómenos del universo, interno,
externo, mental o físico, así como el movimiento y la actividad, como la
actividad sublime de la Mente Verdadera (Conciencia). Cuando surge
cualquier pensamiento o estado mental, esa es entonces la apariencia de esta
función sublime. Como todas las cosas son este funcionamiento sublime,
¿dónde puede sostenerse la mente confundida? Este es el método de extinguir
el autoengaño al ver que todas las cosas externas e internas son la misma
función de la Verdadera Mente (Conciencia).
(De The Collected Works of Chinul, The Korean Approach to Zen,
traducido por Robert Buswell Jr.).

Vas a escuchar a muchos maestros decir que el problema consiste en


que “nos hemos identificado con este cuerpo o personalidad”. De algún
modo, concebimos que lo que somos tiene la capacidad de errar y
extraviarse en este proceso equivocado de identificación. El nosotros al
que nos referimos es nuestro estado puro y original de ser. Pero si
miramos verdaderamente, profundamente, en este estado original, no
podremos encontrar nada allí que “se identifique” a sí mismo con nada
en absoluto.
Podemos usar el ejemplo del espacio inmutable. Aves, nubes,
planetas y estrellas aparecen en el espacio, pero de ningún modo están
separados del espacio. No podemos concebir un ave volando fuera del
espacio donde aparece. Pero sí podemos concebir el espacio vacío sin la
aparición de un ave. El espacio no se ha vuelto un ave, sino que siempre
permanece en su propia dimensión de vacuidad. Del mismo modo,
nuestro estado puro y original de ser, que se expresa como una
conciencia cognoscente, nunca se ha vuelto “algo” sino que siempre
permanece en su dimensión de vacuidad. Pero tal como el espacio, todo
tipo de cosas pueden aparecer en este espacio vacío de “conciencia
cognoscente”. Considera el vidrio de un espejo, que parece estar
imbuido por los reflejos, pero sin embargo el vidrio se mantiene sin
cambios. Los reflejos no tienen existencia fuera del espejo, y que el
vidrio claro del espejo no depende de los reflejos en modo alguno.
Considera el sentido de identificación como el pensamiento y el
sentimiento “yo soy este cuerpo”. Esta es una experiencia completa en
sí misma. En otras palabras, este pensamiento / sentimiento es un
paquete entero de información que aparece como un reflejo en el espejo
de la cognición. No es que haya un yo inmutable que se identifica con el
pensamiento de ser este cuerpo, sino que el pensamiento “yo” y el
pensamiento “soy este cuerpo” son solamente una oración o imagen
completa que aparece en la conciencia. La conciencia nunca se concibió
a sí misma como “yo” o “soy este cuerpo”. Del mismo modo, el vidrio
de un espejo nunca se transforma en sus reflejos, y sin embargo aparecen
todo tipo de reflejos. En un nivel más sutil, lo mismo se aplica a la
identificación con una personalidad. La mente concibe una imagen de
sí misma, nuestro sentido de carácter y de ser una persona. Esta
construcción conceptual es también solo una apariencia en el espacio
siempre vacío de la conciencia.
Cualquiera sea el pensamiento, concepto o imagen que puedas
concebir en relación a la identidad personal, este nunca afecta el espacio
vacío de la conciencia cognoscente en el que aparece. Sin embargo, no
podemos encontrar distancia o separación alguna del espacio vacío de
la conciencia cognoscente respecto a esas concepciones. De igual modo,
no hay separación entre las olas y el agua en la que estas toman forma.
Y ninguna forma que adopten las olas pueden modificar la naturaleza
del agua.
Así que, luego de investigar esto personalmente en un momento de
contemplación calma, veremos que nuestra conciencia cognoscente y
vacua nunca se identifica a sí misma con nada en absoluto y entonces,
los pensamientos de ser esto o aquello surgen y se disuelven
constantemente en este espacio inmutable del ser original. Siendo esto
así, ¿qué beneficio podría tener una filosofía o práctica espiritual en
relación a la realización? Cualesquiera pensamientos o experiencias
espirituales aparezcan, nunca serán más que apariencias vacuas
surgiendo en el espacio vacuo e inmutable de la conciencia. Nunca nos
hemos alejado de este estado original del ser, que es el espacio vacuo de
la conciencia cognoscente en el que aparecen todas las apariencias. Tu
conciencia presente, cognoscente y vacua, es donde está apareciendo,
ahora mismo, la experiencia de ser una persona leyendo estas palabras. Las
experiencias, creencias, confusiones, identidades y apariencias, dado
que son contenidos, no son nunca un problema para el contexto en el que
aparecen.
Sin embargo, en la práctica concreta, muchas personas sin
preparación no experimentan este reconocimiento inmediato y
profundamente transformador. Pueden tener grandes epifanías e
intuiciones místicas, pero eventualmente tienden a “recaer” en cierto
grado. Por lo tanto, parece que es recomendable una buena base de
práctica de meditación y desarrollo gradual de intuición para asistir en
la maduración, mientras uno se adentra en estos caminos de conciencia
directa. El punto decisivo que determina el éxito probable o improbable
parece depender de si el falso sentido de identificación personal del
estudiante fue liberado o deconstruido previamente.
Sin embargo, para algunas personas, el enfoque de conciencia directa
es exactamente la enseñanza justa en el momento justo. En todos los
casos se necesita que haya un diálogo entre un estudiante y un maestro
para que este pueda evaluar el mejor modo de proceder. Como maestro,
siempre empiezo con el enfoque de conciencia directa con mis
estudiantes. Según su respuesta a este intento de catalizar un
desplazamiento fundamental en la cognición, puedo evaluar qué se
necesita hacer exactamente después. Puede ser un programa muy corto
de práctica o meditación para que la mente esté mejor preparada.
Después continuamos con el intento de facilitar un desplazamiento
súbito en la conciencia, que pueda ser más estable y tenga mayor
probabilidad de florecer en profundidades aún mayores de intuición.
La segunda aproximación al reconocimiento de sí es el camino
gradual de la meditación. Se concentra en el cuerpo, la energía interna,
la mente y las actividades mentales. La meta es al principio ayudar a la
mente a llegar a un estado más calmo y claro. Esto implica disminuir el
volumen de pensamientos y la tendencia a amplificar nuestros
pensamientos, transformándolos en las diversas historias que se derivan
del foco en los mensajes e imágenes de nuestra mente. Hay literalmente
cientos de métodos de meditación y prácticas entre las que elegir. Pero
todos ellos se resumen en dos componentes básicos: calmar la mente y
aumentar la comprensión intuitiva.
Para dar un resumen general de una práctica fundamental,
examinemos una descripción básica de la meditación. La meditación
básica consiste en sentarse sobre un almohadón en el suelo o en una
silla, pero en ambos casos debes intentar mantener la columna vertebral
derecha, sin ponerte tenso. Puedes disponer tus manos cómodamente
sobre tus muslos o rodillas. Al principio, puedes cerrar los ojos y
concentrarte en notar tu respiración cuando entra y sale. Después de
unos minutos de hacer esto, abre los ojos y enfócate en un punto en el
piso, a aproximadamente un metro y medio delante tuyo. Intenta
mantener los ojos quietos, pero puedes parpadear. Nota tu respiración
del mismo modo que antes. Tu foco está en el punto en el piso, pero
nota especialmente la sensación del aire que entra y sale por tus narinas,
y llena y vacía los pulmones respirando naturalmente. Si sientes que
estás demasiado en tu fantasía y lleno de pensamientos, concentra tu
atención un poco más. Si te sientes agitado, baja la luz en la habitación
o cierra los ojos e intenta hacer que la respiración sea más lenta con
espiraciones mucho más profundas y lentas. Encuentra un equilibrio
confortable entre el grado óptimo de concentración y de soltura.
Cuando enfocas tus ojos en un punto u objeto pequeño, se ralentiza
tu corriente de pensamiento. Los neurocientíficos que investigan los
efectos de la meditación notaron esto. Hacer respiraciones lentas y
completas y expandir tus pulmones a su capacidad máxima por varios
minutos estimula unas células llamadas barorreceptores en el tejido
pulmonar. Esto activa el sistema nervioso parasimpático, haciendo que
libere sustancias que neutralizan los efectos de la adrenalina,
produciendo así una relajación real a nivel biológico. Respirar lenta y
profundamente por diez minutos aproximadamente, detiene o ralentiza
además los ataques de pánico. Un elemento clave de la práctica con
respiración es asegurarse de que la exhalación es mucho más lenta que
la inhalación.
No deberías tener ningún programa en mente cuando meditas. No
deberías pensar en reducir el pensar. Estás solamente observando, como
un espejo o una cámara de video. Una cámara no tiene capacidad para
juzgar o analizar lo que graba. Solo siéntate en una actitud total de
observación. Si hay algún esfuerzo, que sea la sutil preferencia de estar
en el “ahora” de la experiencia sensorial inmediata, a diferencia de
divagar en pensamientos y ensueños diurnos. Si estás demasiado
cansado como para hallarte en un estado de claridad mental natural y
relajada, toma una siesta y vuelve a intentarlo. No luches contra la
somnolencia, suele ser una pérdida de tiempo. Si estás demasiado
agitado como para sentarte tranquilo, da un paseo y prueba de nuevo
después. Cuando tu mente está demasiado ocupada, puede ayudar si te
enfocas en notar tu respiración y contar mentalmente tus respiraciones
de uno a diez una y otra vez hasta que te encuentres más calmo. En ese
punto, abandona la cuenta y simplemente permanece consciente de tu
respiración. Cuando tu mente se calma y permanece en quietud casi
total, puedes abandonar el foco en la respiración y simplemente flotar
en la cualidad del ahora vívido y alerta. A este estado se le llama
conciencia desnuda; la conciencia no está vestida con pensamientos,
imágenes mentales o estados emocionales. Simplemente moramos en
tanto esta conciencia desnuda y continuamos en esta condición después
de nuestra sesión de sentada, por tanto tiempo como podamos. Nuestra
meta es permitir que la conciencia desnuda sea nuestra base normal de
vida cognitiva en el transcurso del día y la noche. Los pensamientos,
imágenes mentales y estados emocionales surgirán, pero se
experimentan desde la perspectiva de nuestra conciencia desnuda, en
lugar de estar centrados subjetivamente en nuestras historias.
Si encuentras algún tema o grupo de temas que aparecen
odiosamente en tu mente, hay un modo de disolver la distracción
mental. Mientras notas tu respiración, imagina en la inhalación que el
pensamiento en tu mente, como una pequeña nube de energía mental
en la cabeza, se une con tu respiración en la nariz, sale con la exhalación
y se disuelve en el espacio frente a ti. Después en la inhalación, observa
si aparece otro pensamiento en tu mente, y repite el proceso hasta que
los pensamientos molestos hayan desaparecido.
Una sesión de meditación sentado debería durar entre veinte y
cuarenta minutos. Si te resulta difícil meditar del modo que describí,
puedes llegar a los veinte minutos con sesiones de cinco minutos y un
breve intervalo entre cada una si es necesario. Recomiendo realizar
sesiones diarias al intentar este esquema.

Nisargadatta, maestro de Advaita, recomienda:


Mientras seas principiante, ciertas meditaciones u oraciones formalizadas
pueden resultar buenas para ti. Pero para un buscador de la realidad solo hay
una meditación: el riguroso rechazo a albergar pensamientos. Estar libre de
pensamientos es en sí mismo meditación. Comienzas dejando que los
pensamientos fluyan y observándolos. La observación misma ralentiza la
mente hasta que se detiene completamente. Una vez que la mente se silencia,
mantenla en silencio. No te aburras de la paz, hállate en ella, adéntrate en
ella… Observa tus pensamientos y obsérvate a ti mismo observando tus
pensamientos. El estado de libertad de todos los pensamientos ocurrirá
súbitamente y lo reconocerás por su gozo.
(I Am That, de Sri Nisargadatta Maharaj. Publicado por Chetana, Bombay,
1992).
Ahora hablaremos de los beneficios de la aproximación gradual al
reconocimiento. En primer lugar, tiendes a tener más estabilidad y
retener sus beneficios por más tiempo. Esto se debe a la
neuroplasticidad del cerebro, lo que significa que el cerebro es
moldeable y que puede modificarse. La neurociencia solía sostener que
nuestros cerebros eran fijos y que no había cambios profundos en ellos
después de la infancia, pero el conocimiento actual nos muestra otra
realidad. El cerebro se adapta a distintos estímulos y experiencias.
Gracias a los estudios de resonancia magnética y de escaneo cerebral,
ahora sabemos que, incluso tras un período reducido de ocho semanas
de exposición, el cerebro muestra cambios físicos después de una
meditación diaria de 45 minutos por sesión. Las áreas del cerebro
asociadas a la generación de calma y claridad desarrollan una actividad
más visible, y las áreas asociadas con ansiedad, depresión y estrés,
muestran reducciones en la actividad neurológica. Al realizar
meditaciones de calma por un período de tiempo, la circuitería
neurológica que establece los patrones de experiencia cognitiva aumenta
gradualmente en las zonas del cerebro que queremos desarrollar, y
disminuye en las zonas que queremos desactivar. Se pueden registrar
aumentos medibles de materia gris en las áreas que son beneficiosas para
un estado mental positivo, como el hipocampo. Los meditadores con
gran experiencia tienen escaneos cerebrales notablemente diferentes de
los no meditadores. Las zonas del cerebro asociadas con estados
mentales positivos muestran un nivel de activación completo y
profundo. Incluso sin haber meditado recientemente, los cambios
tienden a permanecer. La línea de base de la actividad cerebral normal
asciende a un estado positivo, junto con otros cambios a largo plazo
detectables en el tejido cerebral. Literalmente, podemos rehacer la
circuitería de nuestro cerebro. Así que, si quieres reducir los niveles
actuales de ansiedad y estrés, la meditación es un método comprobado.
De igual modo, si quieres experimentar más estados positivos mentales
y de estado de ánimo, también la meditación es la mejor solución que
conozco.
En descubrimientos recientes con tecnología de resonancia
magnética y exploración cerebral se pudo localizar las principales zonas
del cerebro asociadas con actividad focalizada en el “yo”, lo que
podríamos llamar “egoción”. En esta egoción no estamos simplemente
involucrados en una actividad mental o física, sino que junto con la
actividad mental o física hay un sentido generalizado de yo como una
autoconciencia autorreferencial. Sin embargo, cuando esas áreas del
cerebro no están activas, nuestra experiencia es bastante diferente. La
vida y la experiencia fluyen simplemente de un modo natural y
espontáneo, casi sin esfuerzo. Algunas personas describen este estado
como estar “en la zona” o en “un estado de flujo”. Los atletas de alto
rendimiento dicen que este estado ocurre durante momentos que
requieren foco y claridad totales. En esos momentos, dicen que hay una
ausencia total de autoconciencia mientras el cuerpo parece seguir su
propia inteligencia innata.
El estrés, la depresión y la ansiedad están asociadas con estos
múltiples centros cerebrales de egoción. Cuando esta sensación de un ego
o un yo está imbuyendo fuertemente nuestra experiencia, podríamos
decir que se envenena el agua. El cerebro crea este sentido de un yo, de
ser un sí mismo separado, mediante la interacción de varias áreas
asociadas con el mecanismo de egoción. Probablemente sea algún tipo de
bucle de retroalimentación que evolucionó en la especie para permitir
una mayor autorreferencia en relación a la supervivencia y las
implicaciones sociales de varias acciones. Probablemente también esté
asociado directamente con nuestro temor y duda antes de lanzarnos a
actividades nuevas y osadas. Acaso la “egoción” ha ido más allá de su valor
para nuestra especie. Sin embargo, su predominancia no lo hizo. Parece
directamente motivada por la urgencia de un organismo para que su yo
sobreviva. No se marchará fácil o dócilmente, a menos que
reprogramemos el software y el hardware del cerebro. La meditación
puede ayudarnos a lograr exactamente eso.
Por otra parte, cuando las personas experimentan estados de
conciencia profundamente transformadores, como el reconocimiento,
gran parte del software del cerebro se reprograma respecto a la egoción y
sus mecanismos dependientes. Es como si el cerebro y la mente tuvieran
un botón de reinicialización que puede no solo realinear los sistemas
cognitivos del individuo, sino que tiende a actualizar el sistema
completo a un nuevo modo de procesar la información y la experiencia.
Parece que hay dos niveles posibles de conciencia cognitiva. Uno
parece actuar como una computadora que obedece las leyes de la física
newtoniana clásica. Evalúa y procesa la información con una base
puramente biológica de estímulo y respuesta. El otro funciona más
como una computadora cuántica, que trabaja con principios diferentes
de acceso, procesamiento y distribución de la información. En otro
capítulo posterior discutiremos este nuevo tema de la conciencia cuántica
y cómo el cerebro parece tener tanto una capacidad de computación
cuántica como otra que sigue principios de computación clásicos. Las
formas de meditación más avanzadas parecen activar los aspectos
cuánticos del cerebro y la mente, y por ello nuestro interés en la
comprensión de este fascinante nuevo campo donde se encuentran
neurociencia, espiritualidad y física cuántica. Mediante este aspecto
cuántico de la conciencia, nuestra naturaleza espiritual no material tiene
su interfaz con el cuerpo y el cerebro.
En un apéndice al libro encontrarás varias prácticas de meditación
para principiantes y para quienes tengan más experiencia, con
instrucciones completas.
El tercer enfoque al reconocimiento de sí comprende una serie de
métodos llamados “prácticas energéticas”, similares al yoga con sus
ejercicios de respiración y visualizaciones internas. En este enfoque
trabajamos con energías muy sutiles que fluyen por todo nuestro cuerpo
y cerebro e influyen sobre nuestro estado de conciencia. Esta energía
sutil ha sido llamada fuerza vital, prana o chi según en qué tradición se
la mencione. La acupuntura se basa enteramente en reparar y armonizar
la circulación de esta energía de fuerza vital a través de canales sutiles
que suelen seguir los principales trayectos y complejos neurales en el
cuerpo. En chino se llama chi a esta fuerza vital. Las prácticas energéticas
pueden ser muy enraizadoras, y disolver bloqueos sutiles de energía
asociados con diversos estados mentales y emocionales no deseados, las
principales fuentes de nuestro sufrimiento.
Con demasiada frecuencia he encontrado que los buscadores
occidentales intentan “pensar” su camino a la iluminación. Y suele
ocurrir que los impedimentos cognitivos que bloquean el
reconocimiento tienen su base en bloqueos y desequilibrios en el cuerpo
sutil. Estos buscadores pueden tener intuiciones brillantes que parecen
convincentes, pero casi siempre duran poco. La mente retrocede a un
patrón grabado profundamente en el cuerpo energético hasta que estos
patrones se liberan y transforman. Para quienes quieran hacer prácticas
energéticas muy simples, el apéndice contiene una serie de ejercicios que
pueden resultar útiles para cualquiera.
Si te aproximas a la iluminación desde el enfoque de conciencia
directa, también tienes la experiencia sensorial plena que se deriva de
las prácticas energéticas, pero su efecto no será tan radical. Del mismo
modo, al hacer solo las prácticas energéticas, también se dan todas las
intuiciones experimentadas en el enfoque de conciencia directa.
Cuando estaba estudiando sufismo en Cachemira en 1978, pregunté a
mi maestro si era necesario usar las prácticas energético-yóguicas o si
bastaba con hacer las meditaciones de conciencia directa sin
preocuparse de posturas corporales. Dijo que cualquiera de los dos está
bien y que ambos conducen al mismo resultado. Preferí el enfoque
exclusivo de la mente y perdí muchos años extraviado en mis conceptos
e intuiciones temporarias. Después, cuando comencé con dedicación las
prácticas del cuerpo energético sutil, todo llegó a su realización
rápidamente. Tal vez haya una lección en esto para otras personas.
Para comprender plenamente las prácticas energéticas, puede ser
bueno poner el tema en contexto. En la mayoría de las culturas hay
tradiciones religiosas que sostienen que un ser humano no es
simplemente un cuerpo físico, sino también una naturaleza espiritual
que sobrevive a la muerte. Aquello que sobrevive a la muerte suele
llamarse alma. Cada tradición espiritual tiene su propia descripción del
alma y de su vida después de la muerte. No vamos a entrar en mayor
detalle acerca de los puntos específicos de la línea narrativa de cualquier
tradición en particular acerca de la vida post-mortem, pero
exploraremos las enseñanzas vinculadas con la naturaleza del alma. En
las tradiciones orientales, especialmente en las enseñanzas del yoga
hindú y el budismo tibetano, existe una explicación rica y detallada del
cuerpo sutil, la estructura energética de lo que suele llamarse alma. Se
enseña que este cuerpo de energía sutil sobrevive a la muerte y reencarna
una y otra vez. Este cuerpo de energía sutil es el vehículo para la
conciencia después de la muerte. Se considera que es la fuerza vital, el
élan vital, del cuerpo físico. Algunas tradiciones consideran que el alma
es una entidad permanente, independiente y autónoma. La noción
budista es la de un continuo de conciencia impermanente, no una
entidad o yo fijo. Pero la liberación o realización está más allá de
conceptos de una entidad fija o un continuo de conciencia. La esencia
nuclear de la cognición como conciencia pura no tiene ningún sentido
de entidad fija o continuo. Está más allá de todas las categorías de
pensamiento y descripción, y la conciencia debe conocerla directamente
en un momento de reconocimiento de sí misma.
Al entender y aprender a trabajar con las energías dentro de este
cuerpo sutil, es bastante fácil que se manifieste un estado de profunda
intuición espiritual. Uno de los máximos beneficios de trabajar con las
energías internas del cuerpo sutil es que podemos traer la mente a una
quietud total con bastante facilidad y rápidamente. En esta condición,
es más probable que reconozcas la naturaleza esencial de la cognición,
la conciencia ya iluminada que buscamos revelar. Sin embargo, quiero
que quede muy claro que no es necesario para la mayoría de las personas
involucrarse con las prácticas de meditación yóguica o los métodos
vinculados al cuerpo sutil. Estamos tratando esto como un método
opcional y auxiliar para aquellos que tengan esa inclinación.
Muchos estudiantes prefieren trabajar con el cuerpo sutil en lugar de
enfocarse en los aspectos cognitivos de la mente. Por otra parte, muchos
individuos con una orientación más intelectual no tienen interés en las
prácticas de energía. Habiendo dejado eso en claro, creo sin embargo
que es buena información para cualquiera interesado en el auto-
reconocimiento y el desarrollo espiritual. Las experiencias que tienen
lugar al involucrarse en estas prácticas energéticas básicas generan una
comprensión que está completamente más allá de la conceptualización
intelectual y el pensamiento fantasioso. Esto es importante, pues la
mayoría de los occidentales ponen un énfasis demasiado grande en los
aspectos intelectuales de la búsqueda de sabiduría espiritual e
iluminación. Por otra parte, el ego-mente puede también irse por la
borda al intentar aferrarse a experiencias generadas por estos métodos.
Algunas personas se apegan a experiencias maravillosas de gozo, gran
claridad o un estado mental vacuo, y esto se traduce en esfuerzos
crónicos por revivir experiencias que eran solamente indicadores o hitos
de paso en el camino. Así que, si uno tiene esta inclinación, es bueno
encontrar un equilibrio entre los enfoques del simple descanso en la
presencia alerta de la conciencia y desarrollar una mayor claridad
mediante las prácticas yóguicas. En el Tíbet, los mejores maestros
recomendaban combinar ambos enfoques en la práctica diaria, al menos
en las primeras etapas.
Echemos un vistazo a la anatomía del cuerpo sutil, que será relevante
para nuestra práctica. El patrón que describo aquí es esencialmente el
mismo en tradiciones como el budismo tibetano, el yoga, el zen, el
taoísmo, el sufismo, la kabbalah y las tradiciones nativas americanas.
Para comenzar, las tradiciones enseñan que tenemos un cuerpo de
energía interna que fluye a través de canales sutiles. Esta energía tiene
muchos nombres según la tradición. En el yoga se conoce como prana.
En el budismo tibetano se le llama lung o “viento”. En el taoísmo y la
medicina china tradicional se le llama chi y es el foco principal de la
acupuntura, como ya había mencionado antes. En el zen japonés y en
las artes marciales se le llama ki. Probablemente el término más usado
sea prana, de las tradiciones del yoga hindú. Sin embargo, usaré el
modelo para la arquitectura del cuerpo interno que describen
principalmente las tradiciones tibetanas.
Como ya había mencionado, el prana o chi es una energía que fluye
por todo nuestro cuerpo dentro de canales sutiles llamados nadi. Hay
tres canales principales o nadi en el cuerpo sutil, que usamos en la
práctica de meditación yóguica. El más importante en todas las
tradiciones es el canal central. Se extiende a lo largo de la columna
vertebral; algunos afirman que dentro de la columna vertebral, desde su
base hasta la corona o fontanela en la parte superior del cráneo. Nos
referimos a esta vía de energía como “canal central”. A ambos lados de
este hay canales laterales que van paralelos a la columna. Estos canales
surgen de un punto justo por encima de la base de la columna. A lo
largo del canal central hay varios centros de energía que son el foco de
todas las funciones del cuerpo sutil y que pueden, en líneas generales,
compararse a los órganos internos del cuerpo físico.
Siguiendo la tradición del yoga, llamamos chakras a dichos centros de
energía. En la base de la columna está el chakra raíz. Hacia arriba,
adyacente al ombligo está el chakra umbilical. Más arriba está el chakra
del corazón. Por encima del chakra cardíaco se encuentra el chakra de
la garganta. En la parte superior de la coronilla, justo bajo la fontanela,
está el chakra de la corona. En un espacio entre y justo por encima de
los ojos hay otro chakra llamado tercer ojo. Es el sitio donde los hindúes
suelen poner un punto rojo, llamado bindu. Para los hindúes este chakra
se llama ajna. Otras tradiciones pueden mencionar más chakras, pero
los que mencionamos aquí son suficientes para nuestra práctica.
Cuando estos chakras están completamente activados, la persona
experimenta cambios correspondientes en la conciencia. Es por esto que
tratamos el cuerpo sutil; estamos interesados en los estados de
conciencia que resultan de activaciones específicas de chakras.
Por ejemplo, cuando el chakra de la corona está plenamente activado
y “abierto”, tu mente queda absolutamente desprovista de actividad de
pensamiento y de cualquier sentido de ego personal o yo. Experimentas
tu cognición como un estado de conciencia vívida, claro como el cristal.
Tu conciencia parece ya no estar limitada por tu cuerpo; se siente sin
límites, sin bordes o centro específico. Esto va acompañado por una
sensación de seidad auténtica e indestructible que no puede ser
condicionada por la experiencia. En tanto eres esta conciencia, estás
imbuido del gozo puro de la libertad total y la unidad con toda la
existencia. Esta es la experiencia de no dualidad y la verdadera
naturaleza de nuestra existencia. La experiencia no puede negarse pues
tu certeza intrínseca y claridad vívida superan todos los marcos limitados
construidos por la mente conceptual. Nuestro estado auténtico o
natural de conciencia realizada surgirá espontáneamente, pero al
principio ocasionalmente, hasta que haya estabilidad total.
Al enseñar estas prácticas energéticas por varios años, he encontrado
que la mayoría de la gente entra con facilidad a las fases iniciales de
activación del chakra de la corona. La mayoría de la gente experimenta
un desplazamiento significativo en la conciencia durante la primera
sesión de práctica. Voy a compartir algunos métodos en este capítulo,
que puedes aplicar fácilmente, pero primero necesitamos completar
nuestro mapa del cuerpo sutil, sus componentes y procesos energéticos.
Recomiendo que quienes tengan experiencia en estos asuntos y
prácticas se permitan una mirada renovada a lo que comparto aquí. Hay
mucha información falsa y confusa en el mercado del supuesto
conocimiento espiritual que se enseña y vende.
Los métodos que comparto aquí producen los efectos deseados
cuando se los sigue tal como los describo. Pero para ser fieles al material,
recomiendo dejar a un lado por el momento la información y enseñanza
que se tenga acerca del cuerpo sutil. De otro modo, es posible que surjan
complicaciones innecesarias al intentar correlacionar el conocimiento
anterior con lo que estoy compartiendo. Esto puede bloquear la
efectividad de los métodos que discutimos. Así que, teniendo en cuenta
esto, sigamos adelante con nuestra exploración del cuerpo sutil y sus
procesos energéticos.
Ya hemos hablado de los cinco chakras fundamentales: el chakra raíz
en la base de la columna, el chakra umbilical, el chakra cardíaco, el
chakra de la garganta, el chakra de la corona y el chakra del tercer ojo.
Están organizados en torno al canal central, que es su eje. El punto
central de cada chakra está dentro del canal central, incluyendo al
chakra del tercer ojo. El canal central se extiende a lo largo de la
columna, desde su base hasta la fontanela y luego se curva hacia adelante
y abajo, con una abertura en el chakra del tercer ojo.
Los canales izquierdo y derecho se extienden paralelamente, a cada
lado del canal central, desde un poco por debajo del chakra umbilical,
subiendo hacia la corona. Desde allí se doblan hacia adelante
terminando en las narinas: el canal derecho en la narina derecha y el
canal izquierdo en la narina izquierda. Ten en cuenta que los dos
canales laterales se conectan con y entran en el canal central en un
punto justo por debajo del chakra umbilical. Los canales laterales casi
no tienen relevancia para nuestra práctica energética, pero es bueno
saber de ellos, pues dan cuenta de ciertas experiencias energéticas que
puedes llegar a notar durante la práctica.
La más sutil de todas las energías internas existe dentro del canal
central como conciencia pura. Por lo tanto, si tu mente experimenta su
propia naturaleza más esencial, se encontrará totalmente clara y
presente en ausencia de toda actividad mental. Esta conciencia clara y
presente es lo que buscamos revelar. También se la conoce como luz
clara en las tradiciones tibetanas. La energía sutil que circula en los dos
canales laterales es una energía mental condicionada que encadena la
mente, al energizar patrones de pensamiento y conceptos relacionados
con el ego. La práctica consiste en unificar las energías de los canales
laterales en el canal central, en el punto de entrada que está justo por
debajo del chakra umbilical. Cuando esas energías “impuras” entran al
canal central, se purifican inmediatamente y se transforman en
conciencia pura. Como práctica, puedes visualizar cómo los canales
laterales se conectan con el canal central e intentar llevar sus energías a
este. O puedes simplemente enfocarte en el punto central de cualquiera
de los cinco chakras. Esta focalización en el punto central de cualquier
chakra hará que la energía de los canales laterales ingrese al canal central
en ese chakra automáticamente. Esta práctica específica es la clave de las
prácticas tántricas hindúes y budistas que se ha enseñado a los
estudiantes por más de 1500 años. Recibí estas enseñanzas de maestros
hindúes y budistas tibetanos.
Para continuar con nuestro modelo del cuerpo de energía sutil, es
importante entender por qué estamos tan interesados en desarrollar esta
energía interna en primer lugar. Hay una energía sutil muy concentrada,
ubicada principalmente en la base de la columna, llamada kundalini. En
tibetano se llama thigle. Es una forma muy pura de chi o prana.
Kundalini también se encuentra en el centro de cada chakra, con gran
abundancia en el centro del chakra de la corona. La meta de las prácticas
de energía sutil es activar la energía kundalini en la base de la columna
y llevarla por el canal central al chakra de la corona. Si te imaginas el
chakra de la corona como una flor de loto y el canal central como el
tallo del loto, puedes considerar a la kundalini como la savia que se eleva
desde las raíces del loto en la base de la columna hasta la flor en la punta.
Normalmente, la flor está cerrada y la savia no fluye hacia arriba. Pero
en estas prácticas fomentamos el flujo hacia arriba de la savia, hacia la
flor de loto, lo que hace que esta se abra completamente. En el yoga
hindú, se considera que el chakra de la corona tiene mil pétalos.
Cuando el chakra de la corona se abre totalmente, experimentas la
iluminación total automáticamente.
Me gustaría compartir una experiencia que tuve hace muchos años
con las prácticas de energía del cuerpo sutil y la activación de la
kundalini. Tuvo un efecto permanente sobre el modo en que
experimento el universo que me rodea. Aquí están mis notas de ese
momento:

Gracias a mis estudios y prácticas recientes de yoga taoísta focalizados en el


chakra de la corona, kundalini entró hoy por primera vez a este chakra. La
experiencia fue diferente de cualquier otro estado mental que haya
experimentado antes… Era como si en las prácticas anteriores solo hubiera
experimentado la fragancia o el aroma de la Realidad. En este caso estaba
sumergido en la Naturaleza de la Realidad a tal grado que el Conocimiento
acerca del Ser y nuestra verdadera naturaleza se reveló instantáneamente. Era
como si mi cabeza se hubiese vuelto transparente y sin ninguna
sustancialidad… había una sensación de espaciosidad ilimitada. Pero esa
espaciosidad era conciencia, totalmente presente como testigo, aunque
existiendo como todo. Testigo como todo atestiguado. Parecía como si el
universo entero fuera transparente, como un holograma flotando en este
espacio de Luz Clara de la Conciencia. Era claro que yo era la Presencia
inmutable, que estaba completamente más allá de tiempo y espacio. Todo el
mándala o entorno de mi casa brillaba como si fuera transparente… todo el
universo físico era exactamente como aparece normalmente, pero muy, muy
fino, como si no tuviese sustancialidad concreta. Podía ver a través de él en el
espacio puro.
El tono emocional era de gozo total… no me refiero solo a sentirse bien… sino
gozo total. Una sensación profunda de reverencia y perfección primordial…
todo es el Ser y todo surge dentro de esto como esto. No hay rastro de la mente
o el ego… tan solo, esta “Cognitividad” como Ser gozoso.
Esto fue temprano en la mañana… un poco después tomé un baño y tuve una
experiencia increíble. Mientras el agua salía de la ducha, cuando golpeaba
mi piel, parecía como si pasara a través de mi cuerpo sin impedimento alguno.
Estoy seguro de que no era así… pero así es exactamente como me sentía. Mi
cabeza también parecía transparente, como si pudiera ver por la nuca y hacia
arriba. Experimentaba el movimiento de mi cuerpo como un gozo casi
orgásmico… Me sacudía espontáneamente mientras el agua tibia penetraba
cada célula… solo prolongando el gozo.
Esto duró la mayor parte del día. Al siguiente día, ir al trabajo fue realmente
asombroso. Mi cabeza se sentía transparente y era como si estuviera bañada
en una brisa fresca que enfatizaba las sensaciones de espaciosidad. Mi mente
no pensaba en nada… solo había presencia en el “ahora”. Cuán fácil es vivir
y trabajar en este “estado”. No se necesitaba esfuerzo o cuidado, y sin embargo
fluía naturalmente una precisión sin intención. ¡Qué maravilloso! ¡Qué fácil!
En los últimos días, este estado surge espontáneamente cuando estoy relajado
y presente… pero la intensidad disminuyó. Sin embargo, la sensación gozosa
surge casi constantemente pero más serena y suave.

Lo fascinante de trabajar directamente con la energía de la conciencia


es que a esta no le interesa si eres creyente o no. Haces las prácticas de
energía y los resultados son los mismos para cualquiera, sin importar
religión, cultura o sistema de creencias. Esto es importante para mis
esfuerzos en general. Estoy intentando desarrollar un enfoque
totalmente genérico que cualquiera en cualquier cultura pueda aplicar
fácil y efectivamente.
En el budismo zen, la práctica principal consiste simplemente en
sentarse en la postura correcta sin enfocar la mente en ningún tema,
aparte quizás de notar tu respiración. Se suele instruir para enfocar la
atención en el chakra umbilical. Al hacer esto consistentemente y con
una concentración alerta, la energía en el chakra umbilical aumenta
hasta el punto de fluir hacia abajo a la base de la columna, donde entra
al canal central. Debido a la presión hacia abajo en la energía que entra
al canal central, el prana comenzará a moverse hacia arriba por el canal
central hacia el chakra de la corona. Cuando la energía entra a la
corona, tiene lugar el verdadero samadhi o meditación no dual. La
cognición egoica ordinaria, que se centra en el cerebro y en el chakra de
la corona, se transforma en conciencia pura. Esto señala el punto de
realización total. Tu sentido energético de ego, o identidad individual
contraída, se disuelve, revelando su naturaleza de conciencia vacua
automáticamente, como hielo derritiéndose en el agua. Entonces, se
reconoce una inseparabilidad e unidad con el universo, y tienes
intuiciones profundas sobre la naturaleza de la Realidad. En las
primeras enseñanzas budistas, un grupo de textos llamados
Prajnaparamita Sutras afirma que todas las formas materiales están
esencialmente vacías de cualquier existencia inherente independiente,
pero esta vacuidad se expresa precisamente como las formas que
percibimos. Entonces, conocemos esta sabiduría sin duda alguna.
En la física cuántica, una noción similar dice que lo que
consideramos objetos materiales son casi cien por ciento espacio vacío.
No hay solidez estática que persista como algún tipo de masa o sustancia
inmutable. Sin embargo, esta vacuidad luminosa aparece claramente
como nuestro mundo aparentemente sólido. Se dice que en la
meditación profunda reconocemos que las formas son esencialmente
vacuidad transparente, como hologramas. Pero esta vacuidad nunca
carece de expresión como las formas que experimentamos. Cuando el
chakra de la corona se abre completamente, nuestra conciencia
reconoce que “la forma es exactamente vacuidad y la vacuidad es
exactamente forma”, tal como describen los antiguos textos budistas.
Una teoría fuerte en la física cuántica moderna afirma que el universo
entero es un holograma. Percibimos directamente que esta es la
naturaleza de toda la realidad, incluyéndonos a nosotros mismos y a
todos los seres. Esto se debe a que la energía de la cognición, que
constituye nuestra noción de ser un yo material e individualizado, ha
reconocido su propia vacuidad transparente. Reconocemos que la
conciencia es una vacuidad cual espacio, carente de cualquier sustancialidad
material. Cuando percibes esto en un momento de gnosis o intuición
espiritual, comprendes automáticamente que el campo completo de
experiencia es también un despliegue energético transparente. La
realidad física aparece como un holograma transparente todo-inclusivo,
brillando en patrones cristalinos con su propia luminosidad. El tono
experiencial es de delicia total, la cualidad consciente de su propio auto-
conocimiento. Esta es una experiencia real de “unidad” o no dualidad
que hace erupción en la cognición espontáneamente y que está
totalmente más allá de la capacidad del intelecto de captar o imaginar.
De hecho, esta sabiduría solo se reconoce cuando el intelecto y la mente
conceptualizadora están completamente ausentes e inoperantes.
La razón por la que experimentas unidad con toda la realidad es
porque ya no eres una parte pequeña y separada de realidad. En tanto
eres algo, no puedes ser nada. Hasta que no eres nada o eres conciencia
vacua en conocimiento experiencial, no puedes ser todo. La vacuidad de
tu forma es la forma de tu vacuidad. Este es el núcleo de la intuición de
sabiduría iluminada que surge con la activación total del chakra de la
corona. Podemos usar el ejemplo de un cubo de hielo en un recipiente
con agua. En tanto cubo de hielo, el agua adoptó la apariencia de
individualidad. Pero cuando el hielo se derrite, la identidad pasa a ser
el recipiente de agua entero. Esta es la experiencia de la iluminación.
Eres este océano vasto e ilimitado de conciencia pura que aparece como
esta o aquella forma aparente. Pero, en definitiva, todas las formas solo
son formas de conciencia; el cubo de hielo nunca deja de ser el agua sin
forma.
Como dije antes, daré instrucciones completas sobre las prácticas de
energía del cuerpo sutil en el apéndice. Pero aquí presentaré un
resumen del proceso y metodología inicial.
En primer lugar, necesitas sentarte en posición recta. Puedes hacer
esto sentado un poco hacia adelante en una silla, para conseguir que la
postura de la columna sea tan recta como sea posible. Prefiero sentarme
en un almohadón en el piso, al estilo del yoga. Cómo dispongas tus
piernas no es tan importante, tan solo encuentra una posición estable.
Descansa tus manos cómodamente sobre las piernas del modo que
prefieras. Tu columna debe estar derecha.
Cierra los ojos y nota tu respiración. Siente el aire al entrar y salir por
la nariz, y nota cómo tus pulmones se expanden y se relajan con cada
respiración.
Luego, siente el canal central extendiéndose desde la base de tu
columna hasta la fontanela. No necesitas visualizarlo claramente, solo
siente que hay un canal de energía extendiéndose por la columna
vertebral, desde la base al extremo superior. Enfócate en el punto
superior de la cabeza, un poco por detrás del centro del cráneo. Puedes
ubicar la fontanela con el dedo. Puedes sentirla como una pequeña
protuberancia o punto carnoso en el cráneo. Imagina un centro de
energía allí, que vibra sutilmente en la fontanela, quizás entre 3 y 5
centímetros hacia abajo, dentro del cerebro. En algún momento, tu
atención se asentará en la ubicación correcta naturalmente, así que no
te preocupes por fijar el punto exacto. Solo enfócate en el área en
general. Una vez que sientas algún tipo de movimiento de energía que
llame tu atención, habrás localizado el chakra de la corona. Ahora
enfócate en ese punto de energía por tanto tiempo como te sea cómodo,
al menos cinco minutos o algo así. Recuerda, no necesitas visualizar o
imaginar nada, tan solo enfoca tu atención en la zona en general.
El chakra de la corona está presente en todos; solo tienes que notarlo.
Una vez que lo notes, debería sentirse como una ligera vibración o
pulsación de energía. Mantén eso como tu punto de referencia. Intenta
mantener tu atención en ese punto con tanta frecuencia como te sea
posible durante el día y la noche, especialmente cuando estés a punto
de quedarte dormido. Intenta hacer veinte minutos de meditación
sentado cada día, solo haciendo esta práctica. Una vez que tengas éxito
en localizar el chakra de la corona, tu meditación debería generar un
estado de conciencia ligeramente alterado, más relajado y calmo. A veces
sientes que podrías permanecer enfocado en el chakra de la corona o
fontanela por horas, porque es algo tan placentero. Definitivamente,
continúa tanto como te sea cómodo. Un aspecto clave de la práctica es
permitir que la tensión se libere y encontrar una relajación total del
cuerpo y la mente. Al relajarte completamente, pero permaneciendo en
alerta vívida, los canales y chakras internos se abren plenamente,
permitiendo que una sensación muy placentera inunde todo el cuerpo.
Tu estado mental será expansivo y sereno. Al hacer la práctica tal como
se describe aquí, todo el cuerpo de energía sutil se tonifica y activa. De
nuevo, esta es solo una breve introducción a las prácticas de energía
corporal. En el apéndice titulado “Secuencia principal de práctica del
cuerpo sutil” hay una descripción completa, junto con algunos ejercicios
preparatorios iniciales que pueden ser necesarios.
Hagamos un resumen y pongamos los tres enfoques en un contexto
relacional. Al principio, puedes intentar hallar tu naturaleza iluminada
en tu propia conciencia. Puedes recibir una instrucción de señalamiento
en relación a la naturaleza de la conciencia inmutable. Sin embargo, es
posible que solo entiendas intelectualmente que tu identidad no es el
cuerpo o la mente. Pero no habría un desplazamiento total en la
perspectiva. Esto te da un cierto grado de relajación, pues el intelecto
logró su meta de comprensión y ahora puede relajarse. Pero esa
intuición intelectual no penetra lo suficiente en la contracción de
energía que queda en el cuerpo sutil y físico, así que dura poco. Solo
hubo un destello de intuición, pero no una transformación total de la
contracción egoica y de la mente. Al reconocer ese destello sutil, una y
otra vez, y aprender a descansar en la cualidad observante desnuda en
cada experiencia, los pensamientos y el compromiso mental se hacen
más calmos y menos cautivantes. Como resultado de esto, tu cuerpo
sutil, compuesto por chakras, canales y energía sutil llamada chi o prana,
comienza a relajarse y expandirse. Lo que da la sensación de ser un yo
localizado dentro de, y como, un cuerpo, es la contracción energética en
el cuerpo sutil. No estamos hablando ahora del concepto de un yo, sino
de cómo se siente, en un nivel sensorial. Cuando el cuerpo sutil se relaja,
porque la mente se relaja, experimentamos una sensación de
expansividad, mayor claridad y bienestar emocional.
La comprensión nos puede dar una intuición, pero es posible que no
tenga efecto sobre el tono de sensación de experiencia interna. Puede
ser que lo entiendas intelectualmente, pero no haya cambio positivo en
cómo te sientes. Por lo tanto, la meditación te puede ayudar a llevar tu
mente a un estado calmo, y esto es algo bueno porque el resto se sigue
orgánicamente.
Pregunta: ¿Podría explicar un poco más acerca de la analogía del
espejo, que representa a nuestra naturaleza inmutable como conciencia?
Respuesta: Nuestra naturaleza perceptora y cognoscente es como un
espejo. Todas nuestras experiencias son reflejos que aparecen en ese
espejo. No puede bloquearse de ningún modo, porque cualquiera sea el
estado mental, emoción, sentimiento o percepción que se refleje en
nuestra naturaleza cual espejo, es conocido totalmente en la experiencia
del reflejo. Eso es lo que el espejo hace: “conoce” los reflejos. Todos los
reflejos aparecen en la vacuidad del espejo, y la vacuidad del espejo es
lo que conoce los reflejos. Ningún reflejo puede bloquear la capacidad
de reflejar. No hay nada en el espejo que pueda ser bloqueado porque
el espejo carece totalmente de cualquier cualidad mutable. La vacuidad
del espejo es lo que constituye su libertad y potencialidad para infinitas
experiencias.
Alguien podría decir: “pierdo esta cualidad de ser el espejo cuando
hay un sentido fuerte de yo”. Puede parecer que es así. Pero si observas
bien, la experiencia yo es lo que está ocurriendo en el espejo, en tanto
el reflejo de ese momento. Así que el espejo funciona perfectamente. La
sensación fuerte de yo es lo que el espejo está conociendo, así como la
sensación de frustración por no poder sentir la naturaleza vacía del
espejo. Estos son los dos reflejos que están apareciendo en el espejo de
la conciencia.
Así que tómate un momento para notar cualquier pensamiento, la
sensación de yo como identidad, una emoción, un sentimiento o una
percepción. Ahora nota si esa experiencia fue conocida en el espejo de
tu conciencia. ¿Apareció en el espejo de tu conciencia? Si es así, intenta
lo mismo con otras apariencias distintas. ¿Acaso cualquiera de estas
apariencias, pensamientos, sensaciones o percepciones que
experimentaste realmente no aparecieron en la conciencia? Incluso
cuando pensamos que estamos en un estado de distracción, el tema de
la distracción fue lo que apareció en la conciencia. Fue el reflejo del
momento que apareció en tu conciencia, que funciona perfectamente.
“Distracción” es solo una etiqueta colocada sobre cierta experiencia
mental que aparece en la conciencia.
Ahora, en lugar de dividir la experiencia en dos partes (la conciencia
de y la experiencia separada), considera que la conciencia misma aparece
como esa experiencia. Por ejemplo, cuando tienes un pensamiento en la
conciencia, considera que esta se está manifestando como el
pensamiento, como olas en el océano. El océano se está manifestando
como olas. Las olas no están “pasando” al océano, sino que son el
océano. Nota lo mismo con tus pensamientos, emociones, sentimientos,
sentido de yo y percepciones. Las experiencias no le están pasando a la
conciencia, las experiencias son conciencia. Es un modo radicalmente
diferente de ver las cosas, una perspectiva no dual.

Pregunta: Usted mencionó la tradición tibetana del Dzogchen, las


enseñanzas de la Gran Perfección. ¿Podría explicar un poco más acerca
de sus instrucciones más esenciales de práctica? No estoy seguro de
cómo poner esas enseñanzas en práctica.
Respuesta: Las enseñanzas clave son bastante fáciles una vez que
conoces los principios centrales. Las enseñanzas de la Gran Perfección
nos muestran que nuestra conciencia, tal como es, ya es iluminada y
perfecta 10. Primero, debemos diferenciar esta conciencia perfecta de
otros niveles de funcionamiento de la mente, como el pensamiento y la
imaginación. La palabra tibetana rigpa refiere a esta conciencia perfecta,
cuando es reconocida. Rigpa es el término más importante en las
enseñanzas de la Gran Perfección. Rigpa es esta conciencia “desnuda”
que está simplemente observando toda experiencia que ocurre en la
10 NT: En todas las referencias al Dzogchen, el uso de la noción de “perfección” no refiere

al significado de algo bueno o mejor (en relación a otra cosa peor), sino que la clave está en la
completud. Algo perfecto es algo que está en su plenitud de ser, que no le falta nada. Lo que resalta
esto es que la conciencia es por naturaleza “perfecta”, no carece de nada con lo que podría
mejorarse o completarse.
mente. El proceso simple de ver con tus ojos puede ocurrir con o sin
pensamientos acerca de lo que ves. Del mismo modo, la conciencia rigpa
experimenta el contenido tanto mental como perceptual sin
involucrarse en juicios, etiquetas o pensamiento acerca de los eventos
de la experiencia. Solo como ejercicio, considera ahora que rigpa es la
esfera de conciencia que llena el espacio de tu cabeza y que mira por tus
ojos. Tú, en tanto esta esfera de conciencia pura, estás mirando por tus
ojos. Reconoce que eres este observar que simple y naturalmente está
allí. En esta esfera de conciencia clara pueden aparecer y desaparecer
pensamientos, como nubes en el espacio del cielo. Pero el espacio del
cielo no se altera por la aparición o ausencia de nubes, así que podemos
diferenciar entre el espacio claro del cielo y las nubes u otras
condiciones climáticas que aparecen en él. También podemos
diferenciar entre el espacio de nuestra conciencia clara observadora y
los pensamientos que aparecen allí. Este es el primer aspecto de la
introducción a la conciencia rigpa, siempre presente como nuestra
condición inmutable.
Tras reconocer esto directamente, solo continúas reconociendo esta
naturaleza esencial de la conciencia, este observar puro. Se relajan
completamente todos los esfuerzos de aferrar o resistir la experiencia.
Simplemente notas esta conciencia clara estando siempre presente, bajo
toda circunstancia. Cuando esto se reconoce completamente en una
condición totalmente relajada pero vívidamente alerta, experimentas un
estado abierto y claro de presencia pacífica y gozosa. Continúas en esta
condición durante el día para integrar tu presencia natural en todas las
actividades y experiencias. Con el tiempo, permaneces más y más en
conciencia rigpa, en lugar de estar fijado en el pensamiento y la
imaginación. La conciencia rigpa se hace más clara y menos personal
mientras la noción yo se disuelve también, como una nube más en el
cielo claro de la conciencia pura. No hay distancia alguna con el aquí y
ahora, por lo que tu capacidad aumenta en todas las acciones que
realizas. Estos son los aspectos esenciales de la práctica del Dzogchen.
Ponlop Rinpoche, maestro de Dzogchen, dio esta enseñanza:

Nuestra mente está primordialmente en el estado de Rigpa (Conciencia


Cognoscente). Cualquiera sea el estado mental que estemos atravesando, ya
sea una experiencia de ignorancia muy pesada o una emoción fuertísima de
ira, nunca nos hemos movido del estado de Rigpa. Nuestra mente siempre ha
estado en el estado de Rigpa, pero no lo reconocemos todo el tiempo.

En otras palabras, practicas dejando tu cognición vacía y clara para


experimentar, sin llenarla intencionalmente con contenido mental,
como por ejemplo juicios, evaluaciones, resistencias o aferramientos.
Eventualmente, ya no sentirás una separación entre la Conciencia y su
campo de experiencia. Ese es el estado de realización no dual.
Capítulo 6
No dualidad y física cuántica

Podemos encontrar en la investigación científica de vanguardia y sus


derivados otro aspecto de la comprensión de quién y qué somos en el
universo. Me interesan especialmente las implicaciones filosóficas y
espirituales de la física cuántica. Muchos físicos cuánticos desde la
década de 1930 han adoptado la posición de que es posible que la
conciencia no sea un producto del cerebro, sino que sea parte de la
matriz del universo mismo en su nivel más fundamental, desde el
principio. Pasé varios años estudiando este tema y me interesé en las
conexiones cercanas entre el pensamiento oriental y la física cuántica.
A partir de estos estudios, estoy convencido de que hay una “inteligencia
cuántica” que permea y da forma a los fenómenos a todo nivel, ya sea
subatómicos o en el nivel macroscópico. Es también a partir del
entendimiento de los aspectos cuánticos de la conciencia en relación a
la percepción extrasensorial, telepatía, clarividencia y sincronicidad, que
es posible lograr una comprensión más clara y científica de dichos
fenómenos. Creo que los místicos han estado conectando con esta
inteligencia cuántica genérica por milenios y describiéndola de acuerdo
con su propio entorno cultural y religioso. También siento que un nivel
de conciencia más profundo, una inteligencia cuántica, estuvo
involucrado en mi experiencia clarividente en Arabia Saudita, con el
clarividente de Cachemira, y la experiencia onírica, las cuales describí
en el primer capítul0.
Durante toda mi vida he notado momentos profundos de
sincronicidad, situaciones bastante impresionantes de “coincidencia”.
Recuerdo uno de esos casos, que ocurrió cuando estaba escuchando una
grabación de audio de Internet acerca de estados superiores de
conciencia. Al mismo tiempo, estaba haciendo una revisión de un texto
que había escrito, buscando errores de ortografía obvios. En el
momento en que mi mirada se fijó en las palabras “Oh, dios mío” en el
texto, el narrador dijo “oh, dios mío” en la grabación. Al principio, solo
pensé que era extraño que las palabras que había leído sonaran como la
voz del narrador en la grabación. Pero después volví a pasar la grabación
y, sin duda, el narrador había dicho “oh, dios mío". ¿Qué posibilidades
hay de que mi mirada se fije en las mismas palabras que el narrador dice,
exactamente en el mismo segundo? “Oh, dios mío, ¡qué extraño!”
Stanislav Grof, fundador de la psicología transpersonal, escribió lo
siguiente:
La mayoría de nosotros nos hemos encontrado con extrañas coincidencias que
desafían las explicaciones ordinarias. El biólogo austríaco Paul Kammerer,
uno de los primeros en interesarse por las implicaciones científicas de este
fenómeno, nos relata una situación en la que su boleto de tranvía tenía el
mismo número que la entrada para el teatro, que compró inmediatamente
después; luego, más tarde esa noche, recibió la misma secuencia de números
en un número de teléfono. El astrónomo Flammarion menciona una historia
divertida, de una triple coincidencia que involucraba a un tal Sr. Deschamps
y un tipo particular de budín de ciruela. En su infancia, Deschamps había
recibido un trozo de este budín de parte de un Sr. de Fortgibu. Diez años
después, vio el mismo budín en el menú de un restaurant de París y ordenó
una porción. Sin embargo, resultó que la última porción del budín ya había
sido ordenada, por el Sr. de Fortgibu, que a la sazón estaba en el restaurant
en ese momento. Muchos años después, el Sr. Deschamps fue invitado a una
fiesta, donde se iba a servir ese budín como una verdadera rareza. Mientras
lo estaba comiendo, comentó que lo único que faltaba era el Sr. de Fortgibu.
En ese momento, se abrió la puerta y entró un anciano. Era el Sr. de Fortgibu,
quien entró en la fiesta por error, pues le habían dado una dirección
equivocada.

Considero que esos momentos de sincronicidad son eventos


cuánticos, momentos en que las conexiones interdependientes en un
nivel profundo de la realidad aparecen ante la cognición superficial.
Siempre sentí que esos eventos no eran anomalías sin sentido. Al
contrario, siempre sentí que esta Inteligencia Cuántica estaba
haciéndose notar. Cada vez que pasaba, me daba una renovada
confianza en esta Inteligencia Universal que lo permea todo, que parecía
expresarse en estos modos misteriosos pero significativos. Creo que esta
Inteligencia está comunicándose actualmente con nosotros mediante el
lenguaje de la física cuántica. Mientras seguimos aprendiendo más
acerca del entramado y la estructura del universo, la conciencia misma
parece ser una parte cada vez más importante de la investigación. Demos
una mirada a la dirección que señalan las tendencias actuales en la física
cuántica.
Para evitar quedar empantanados en la teoría, solo discutiré los
puntos que sienta que son relevantes en relación a la conciencia y la
mente. Establezcamos primero algunas bases. Nuestro nivel usual de
experiencia en el mundo cotidiano podría llamarse “mundo de la física
clásica”. Aquí, todo sigue las reglas en un proceso ordenado, que es
predecible y está sujeto a las leyes de causa y efecto, gravedad,
movimiento y electromagnetismo, para mencionar solo algunos
elementos comunes de la física que vienen de la época de Sir Isaac
Newton. En nuestra dimensión de experiencia, los objetos y las energías
tienen ubicaciones específicas en el tiempo y espacio, y son fácilmente
reconocibles. Podríamos llamar a esta dimensión mundo macro, en tanto
se relaciona con las cosas más grandes que podemos ver con el ojo
desnudo y medir con recursos convencionales. Luego podemos hablar
del mundo micro de las partículas subatómicas y el modo en que se
comportan, el mundo cuántico. La palabra cuántico se refiere a
manifestaciones de energía sumamente pequeñas, algunas de las más
pequeñas posibles, que parecen seguir un conjunto de reglas diferente
que las sugeridas por la física clásica. La mayoría de, pero no todos, los
fenómenos cuánticos aparecen en procesos diminutos, que ocurren a
nivel de átomos y a escalas de energía considerablemente más pequeñas,
por fuera del rango de la percepción humana sin la ayuda de
instrumentos. Sin embargo, hay algunos ejemplos de fenómenos
cuánticos que pueden observarse en nuestro reino clásico de
experiencia, siendo uno de los más conocidos el láser. Los láseres
funcionan como lo hacen debido a que hay procesos de nivel cuántico
involucrados en relación al modo tan organizado en que se alinean los
fotones y mantienen rayos de luz coherentes y consistentes. Además, es
posible que el cerebro humano sea una combinación de dos sistemas:
una computadora basada en la física clásica y una computadora
cuántica. Exploremos un poco más los últimos hallazgos de la
neurociencia y la física cuántica acerca de este tema.
Los últimos descubrimientos de la investigación del cerebro y el
procesamiento cuántico de información nos presentan nuevos
paradigmas de realidad. Está aceptado ampliamente en la física cuántica
que la partícula más elemental en el universo no es una partícula
material en absoluto. Es un bit de información, y el universo es un
campo vasto de información, y no objetos sólidos y partículas de
energía. Un observador recibe la información en forma de
percepciones, las procesa en la mente, y luego la información aparece
como experiencia sensorial, correspondiente con la información
codificada dentro del input perceptual. Este punto de vista pone al
universo un paso más cerca de ser pura conciencia, porque toda
materialidad queda reducida a bits de información cuántica, llamados q-
bits. Podríamos también designar a esta información como
conocimiento, o incluso sabiduría. Esto también resuelve el enigma de
cómo es posible que el universo material surgiera de la nada. No es así.
Lo que apareció de la nada fue información. Esto se demuestra
regularmente en experimentos cuánticos, cuando las “partículas”
subatómicas aparecen espontáneamente de la nada y vuelven a
desaparecer, de un modo igualmente misterioso. Pero lo que aparece no
es realmente una partícula sino un bit de información.
Como dijo el gran físico cuántico John Wheeler, “cosas a partir de
bits” 11. Las cosas aparecen a partir de bits de información. Se necesita
algún tipo de procesador, como una computadora, para interpretar
significado de la información, así como las ondas de radio necesitan un
receptor para decodificarlas como música. Este es el punto en que las
mentes y cerebros individuales entran en escena. Para los organismos,
el cerebro es la radio que decodifica la información que llega a través de
los cinco sentidos. No solo recibimos sonido sino una totalidad visual
completa similar a un holograma, que llamamos el “universo”, tal y
como nuestra mente la produce. Una teoría de la naturaleza del
universo que ya tiene varias décadas es la que se conoce como “modelo
holográfico”. El físico cuántico David Bohm, colega cercano de Albert
Einstein, fue uno de los primeros en hablar de un modelo holográfico,
en su libro de 1980 titulado La totalidad y el orden implicado.
Ya en los albores de la historia de la física cuántica, Albert Einstein y
otros investigadores notaron algo muy extraño: si dos partículas
subatómicas —por ejemplo, dos electrones— habían tenido contacto
entre sí en algún momento y luego se habían separado, actuarían desde
entonces como gemelos idénticos. Si los separásemos por una distancia
enorme, digamos por ejemplo millones de años luz, y luego
modificásemos uno de los gemelos, el otro manifestaría el cambio
exactamente al mismo momento. No transcurre tiempo alguno entre el
cambio en uno y otro. De algún modo, la información de este cambio
llega al gemelo instantáneamente. Esto llegó a ser un problema para
Einstein, pues investigaciones posteriores confirmaron que la
información debería viajar más rápido que la velocidad de la luz, y
Einstein afirmaba que el límite de velocidad en el universo era la
velocidad de la luz. ¿Cómo era esto posible?

11 NT: Juego de palabras intraducible. En inglés, “its from bits”. It es un pronombre neutro

que podríamos traducir literalmente como “eso”. Literalmente, significa “cosas a partir de bits
de información”.
Muchos físicos postularon teorías y una de las más interesantes fue la
que presentó David Bohm. Su respuesta a esa pregunta fue que la
realidad es el despliegue visible de una fuente interior profunda, que se
revela como el mundo de la física clásica, el mundo que
experimentamos: espacio, tiempo y objetos. Como todo se despliega
desde la misma fuente, la información acerca de cómo deben aparecer
o actuar las partículas se conoce en todas partes simultáneamente. El
universo entero está infundido dentro de esta Inteligencia Cuántica,
bautizada por Bohm como orden implicado, que se despliega en lo que
llamó el orden explicado. En este sentido, básicamente implicado significa
“dentro” y explicado significa “externo, desplegado, aparente”. Pero las
cosas también van en sentido opuesto: pueden desaparecer e
“implegarse” de nuevo en la fuente.
Un buen ejemplo de esto son nuestros pensamientos. Un
pensamiento aparece desde la mente o fuente y después desaparece,
pero puede volver a aparecer después. Bohm consideraba que todas las
cosas eran una unidad inseparable y facetas de un fundamento único y
común. Lo que se conoce aquí puede también conocerse allí al mismo
tiempo. Se refería a este fundamento común de toda la existencia como
el holomovimiento. El universo funciona como un holograma gigante
donde la totalidad está “implegada” en cada apariencia individual. Este
modelo podría dar cuenta de la telepatía y otros fenómenos
extrasensoriales, y resuelve el enigma que intrigó a Einstein hasta su
muerte. Es posible que la telepatía no se trate de una persona sabiendo
lo que está en la mente de otra persona. En cambio, habría solo una
mente, y la idea de dos personas separadas sería tan solo una ilusión.
Esto es similar al planteo de Bohm de que no hay dos partículas
actuando como “gemelos idénticos”, sino que de hecho siempre hubo
una única partícula.
He pasado mucho tiempo investigando los puntos de vista más
recientes en la física cuántica y la neurociencia en relación a la teoría de
que el universo es un vasto holograma que incluye a nuestro cuerpo,
cerebro, pensamientos y sentido de identidad. Me interesé en esta teoría
desde que leí acerca de ella por primera vez a principios de la década de
1980. Sentía que era verdadera, pero necesitaba más fundamento
científico. Hoy, ese fundamento del modelo holográfico del universo se
está haciendo más y más sólido.
Einstein consideraba que su sucesor sería su protegido, Bohm, quien
fue uno de los primeros en establecer una teoría coherente de que el
universo es un holograma. La investigación posterior en física cuántica
apoya su teoría, especialmente en el último tiempo, lo que aclara
satisfactoriamente algunos fenómenos inexplicables hasta ahora acerca
de los mundos cuántico y físico.
Además de esto, Karl Pribram, uno de los investigadores del cerebro
más destacados, propuso en la década de 1960 que el cerebro funciona
holográficamente. Mediante una investigación intensa, descubrió que
algunos problemas no resueltos relacionados con el almacenamiento de
memoria y otras funciones cerebrales podían resolverse cuando se
incorporaban en un modelo del cerebro operando holográficamente.
Esta posición ha venido ganando apoyo continuamente dentro de la
comunidad científica. Eventualmente, Pribram y Bohm se reunieron y
compararon sus hallazgos. Llegaron a la conclusión de que el universo
entero es completamente holográfico, incluyéndonos a nosotros. Esto
significa que nuestros cerebros también son hologramas, junto con
nuestros cuerpos.
Actualmente hay muchos físicos cuánticos, filósofos, neurocientíficos
e investigadores del cerebro que están intrigados por la idea de que
muchos aspectos de la física cuántica puedan aplicarse a la conciencia
humana. Las similitudes entre los dos mundos de la física cuántica y la
investigación de la conciencia humana no son menos que
sorprendentes. Desde los albores de la física cuántica, se han dado
discusiones acerca de que la conciencia humana pueda ser un
componente necesario para un entendimiento completo de cómo
operan los procesos cuánticos en nuestro mundo de experiencia. En
algunos experimentos cuánticos parece como si el observador afectara
los resultados del experimento. La mera presencia de un observador o
un dispositivo de medición afecta el resultado del experimento. Así que
nuestra experiencia de la realidad no depende solo de lo que se observa
sino de la naturaleza del observador. Esto lleva a más preguntas acerca
de la naturaleza misteriosa de la conciencia, la mente y el cerebro.
El doctor Pribram escribió un artículo que menciona la percepción
extrasensorial (PES) y otros temas interesantes vinculados al modelo del
cerebro holográfico. Consideraba plausible que los místicos hubieran
estado descubriendo la naturaleza holográfica del universo por miles de
años, especialmente en las descripciones budista e hindú del universo.
Pero la kabbalah, el sufismo y la cristiandad ortodoxa oriental también
tienen modelos similares.
Pribram escribió en 1968:
Los científicos son, todavía, solo apenas conscientes del orden holográfico
implicado. Sin embargo, creo que este orden está siendo explorado en la
experiencia por los místicos, psíquicos y otros que profundizan en los
fenómenos paranormales. Tal vez, si las reglas para “sintonizarse” con el
dominio holográfico implicado pudieran explicitarse más claramente,
podríamos lograr el entendimiento científico de los fenómenos paranormales,
que buscamos en conferencias como esta. Tal como queda establecido en la
introducción, una verdadera capacidad científica para compartir depende de
este fundamento de entendimiento, no solo de demostrar la confiabilidad de
las realidades experimentales. Creo que el cambio de paradigma en la ciencia,
ocasionado por los insights obtenidos en la física cuántica e impulsado por el
modelo holográfico del funcionamiento cerebral, de hecho, nos brindará esa
base de entendimiento que muestra claramente que el mundo de las
apariencias es un reflejo recíproco de otra realidad, una realidad que es posible
que haya sido explorada durante milenios.

Mi segundo libro, The Way of Light, documentará con gran detalle las
enseñanzas y prácticas de las tradiciones centradas en el reconocimiento
de nuestra verdadera naturaleza como Luz Clara Cognitiva, inefable e
inmutable. Estas tradiciones describen al universo como una expresión
de dicha Luz. Las modulaciones de las frecuencias de Luz se entrecruzan
por todas partes y aparecen como un vasto holograma que flota en el
espacio vacío de Conciencia pura. Somos ese espacio vacío de
Conciencia pura y nuestra creatividad aparece como despliegues
infinitos de dimensiones holográficas de color, luz y sonido, que no
difieren de las imágenes que aparecen en un espejo.
En el antiguo budismo Hua Yen existe una descripción de la realidad
que es similar a la noción de un universo holográfico. Nos dice que todo
está contenido dentro de cada parte individual. Esta red interconectada
de relaciones se conoce como la Red de Indra. Indra es una de las
principales deidades hindúes.
En su libro The Enlightened Mind, Stephen Mitchell escribe:
La Red de Indra es una metáfora profunda y sutil de la estructura de la
realidad. Imagine una enorme red; en cada punto de cruce hay una joya; cada
joya es perfectamente clara y refleja a todas las demás joyas de la red, del
mismo modo que dos espejos dispuestos uno frente a otro reflejarán su imagen
hasta el infinito. Cada joya en esta metáfora representa a un ser individual,
o una conciencia individual, o una célula o un átomo. Cada joya está
conectada íntimamente con todas las demás joyas en el universo, y un cambio
en una joya implica un cambio, aunque sea ligero, en cada una de las demás
joyas.

Eventualmente, Bohm le confió a Pribram que sentía que el universo


era solo “pensamiento”. La física cuántica actual se está sintiendo
cómoda con la noción de que la conciencia tiene un rol en darle forma
a nuestra experiencia. Para nosotros, el universo no adopta una forma
hasta que se observa su información, se la procesa y se genera como la
experiencia tridimensional que tiene lugar en nuestro cerebro. Algunos
físicos cuánticos importantes, como Brian Greene y Leonard Susskind,
creen que el universo es esencialmente información bidimensional que
luego se proyecta como un holograma tridimensional. Una vez que la
conciencia en el cerebro procesa esa información bidimensional, esta
aparece como un holograma tridimensional. En otras palabras, el
universo —incluyendo tu cuerpo y tu cerebro— sería un holograma
gigantesco. Esto coincide con el trabajo de Pribram, que demuestra que
el cerebro funciona holográficamente. La naturaleza de un holograma
es que cualquier parte individual del mismo contiene al holograma
entero. Así que podemos decir que el universo entero está en el dedo
gordo de tu pie, o en el dedo meñique, para el caso. Y no es una
exageración. Significa que cualquier pensamiento contiene al universo
entero porque todo es parte del holograma, y el universo entero está
codificado dentro de cada parte individual.

Este concepto de que el universo entero está “implegado”, incluso


dentro de la parte más pequeña, fue compartido tanto por poetas como
por místicos. William Blake escribió:

Para ver un mundo en un grano de arena,


y un cielo en una flor salvaje,
sostén el infinito en la palma de tu mano,
y la eternidad en una hora.

Brian Greene, profesor de física y matemática en la Universidad de


Columbia, es ampliamente reconocido por una serie de
descubrimientos revolucionarios en la teoría de las supercuerdas. En su
libro El universo elegante: Supercuerdas, dimensiones ocultas y la búsqueda de
una teoría, escribió:

La física y todo lo que conocemos en el mundo que nos rodea puede estar
realmente vinculado a procesos cuya existencia fundamental no está aquí en
torno nuestro, sino que existe en alguna superficie remota como algún
holograma delgado que, al ser iluminado del modo apropiado, permite
reproducir lo que se parece a un mundo tridimensional. Quizás nuestro
mundo tridimensional es en realidad tan solo una iluminación holográfica de
leyes que existen en algún corte delgado, como una pieza delgada de plástico,
este holograma delgado. Es una idea asombrosa, y creo que es probable que la
física se dirija hacia allí en los próximos años, o en la próxima década, al
menos cuando uno habla de gravedad cuántica o de la teoría cuántica de
cuerdas.

El punto de vista de Bohm, tal como lo expresa más abajo, está de


acuerdo con las revelaciones de vanguardia respecto a la naturaleza del
universo, tal como se la entiende en la física cuántica. En la visión
emergente, el universo entero es solo información, no energía. El
universo solo tiene sentido y estructura cuando es “decodificado” por
una mente consciente. Bohm escribió:

La experiencia tangible de nuestras vidas cotidianas es en realidad una especie


de ilusión, como una imagen holográfica. Subyaciéndole, existe un orden más
profundo de existencia, un nivel vasto y más primario de la realidad que da
nacimiento a todos los objetos y apariencias de nuestro mundo físico de modo
casi idéntico a un trozo de película holográfica dando nacimiento a un
holograma. Si la sustancialidad del mundo es solo una realidad secundaria, y
lo que está “ahí afuera” es en realidad una mezcla holográfica de frecuencias,
y si el cerebro también es un holograma y solo procesa algunas de las
frecuencias de esta mezcla, ¿entonces dónde queda la realidad objetiva? Para
decirlo de modo muy simple: deja de existir. Aunque podemos pensar que
somos seres físicos moviéndonos en un mundo físico, esto es una ilusión. En
realidad, somos “receptores” flotando en un mar caleidoscópico de frecuencias.

En su libro Decodificando la realidad: El universo como información


cuántica, Vlatko Vedral, actualmente profesor de teoría cuántica de la
información en Oxford, Inglaterra, escribió acerca de varios aspectos de
la teoría cuántica de la información que se vinculan bien con las ideas
de Bohm. Vedral reduce el universo a sus elementos básicos: q-bits de
información. Aquí hay algunas citas del libro:

No es sorprendente que el lenguaje que la naturaleza usa para comunicarse


sea “información”…
La religión y la filosofía oriental tienen un núcleo fuerte de pensamiento
relacional… El significado dado a la vacuidad en el budismo es que las “cosas”
no existen en sí mismas, sino que solo son posibles en relación a otras “cosas”…
Puede parecer deseable distinguir las “ficciones matemáticas” de las
“partículas reales”, pero es difícil encontrar alguna base lógica para dicha
distinción. Descubrir una partícula significa observar ciertos efectos que se
aceptan como prueba de su existencia. [El astrónomo británico Arthur
Stanley] Eddington afirma en este punto, que una partícula es solo un
conjunto de etiquetas que usamos para describir resultados de nuestras
mediciones. Y eso es todo…
¡Todo se resume a una relación entre nuestras mediciones y etiquetas! La
complejidad que vemos en torno nuestro en este mundo (y creemos que esta
complejidad aumenta con el tiempo, al menos en lo que refiere a la vida) se
debe exclusivamente a la interconectividad creciente. De este modo, ¿podemos
analizar ahora cómo codificamos la realidad? Al hacerlo, nunca llegaremos a
‘la cosa en sí’ con ningún medio posible. Todo lo que existe, existe por
convención y denominación, y por lo tanto depende de otras cosas. Por lo
tanto, los budistas dirían que su meta suprema, es decir, reconocer la
vacuidad, significa simplemente reconocer cuán interrelacionadas están las
cosas en su fundamento…
Llegamos a un punto en que cualquier partícula de materia (tal como un
átomo) y energía (tal como un fotón) en el Universo se define con respecto a
un procedimiento complejo que se usa para detectarla. Si el detector hace un
clic (como un contador Geiger), se detecta la partícula. El clic mismo crea un
bit extra de información sobre la realidad. El punto crucial es que la partícula
no existe independientemente del detector.
El clic no tiene causa en absoluto y por lo tanto no tenemos partículas
subyacentes. Y como no hay partículas subyacentes en la realidad, no hay
cosas en el Universo que estén hechas de partículas que existan sin los
procedimientos complejos que las detectan…
Cualquier cosa que exista en el Universo, cualquier cosa a la que le puedas
atribuir cualquier tipo de realidad, solo existe por virtud de la información
mutua que comparte con otros objetos del Universo. Nada existe por debajo
de esto, nada más tiene realidad subyacente alguna…
Resulta contra-intuitivo que, aunque parezca que percibimos una realidad
bien definida en torno a nosotros, la física cuántica sugiere que no hay una
realidad singular subyacente en el Universo independientemente de nosotros,
y que de hecho nuestra realidad solo se define si y cuando la observamos…
El Universo comienza vacío, pero tiene en potencia una enorme cantidad de
información. El evento clave que le da alguna dirección al Universo es el
primer acto de “ruptura de simetría”, el primer corte del escultor. Este acto,
que consideramos completamente azaroso, es decir, sin ninguna causa previa,
determina simplemente por qué un aspecto minúsculo del Universo es de un
modo en lugar de otro…
¿Pero de dónde vienen estos q-bits (bits de información como fundamento del
universo)? La teoría cuántica nos permite responder esta pregunta, pero la
respuesta no es lo que esperábamos. ¡Nos sugiere que estos q-bits no vienen de
ninguna parte! No se requiere información previa para que exista
información. La información puede ser creada desde la vacuidad…
Todo en nuestra realidad existe mediante una red interconectada de relaciones
y los elementos fundamentales de esta red son bits de información. Procesamos,
sintetizamos y observamos esta información para construir la realidad en
torno a nosotros. Mientras emerge espontáneamente información desde la
vacuidad, la tomamos en cuenta para actualizar nuestra visión de la realidad.
Las leyes de la naturaleza son información acerca de la información y fuera
de ella solo hay oscuridad. Este es el portal a la comprensión de la realidad.
Y termino con una cita del Tao Te Ching, que hace unos 2500 años parece
haberme ganado a la meta: “El Tao que puede decirse no es el Tao eterno. El
nombre que puede nombrarse no es el nombre eterno. Lo innominado es el
principio del cielo y la tierra. Lo nominado es la madre de las diez mil cosas.
Más allá del deseo, uno puede ver el misterio. Deseante, uno ve las
manifestaciones. Ambos surgen de la misma fuente, pero difieren en nombre;
ella aparece como oscuridad. Oscuridad dentro de la oscuridad. El portal a
todo misterio.”
En los seres humanos, el cerebro hace un trabajo sorprendente de
interpretación de la información recibida. Sin embargo, nuestro cerebro
y nuestra mente funcionan como dos sistemas operativos
computacionales integrados. Uno opera siguiendo los lineamientos de
la física clásica, en la que predominan las computaciones de estímulo-
respuesta y de supervivencia del organismo, y la otra opera siguiendo los
principios de una computadora cuántica, donde son posibles la razón
pura, la intuición, la imaginación, la percepción extrasensorial y los
insights espirituales. El cerebro clásico procesa información sensorial y
distribuye la información cognitivamente a la conciencia en paquetes o
trozos llamados pensamientos. Sin embargo, la mente cuántica puede
recibir longitudes de onda mayores de información y distribuye este
conocimiento mediante un método mucho más rápido y “limpio”, que
se experimenta como insights o intuiciones. Digo que es más limpio
porque el procesamiento cuántico saltea los aspectos asociativos de
estímulo-respuesta del pensamiento discursivo y el condicionamiento.
Mientras la capacidad de la mente cuántica se incrementa aún más,
uno puede experimentar un funcionamiento mucho más intuitivo, en
el sentido de percepciones extrasensoriales como telepatía,
clarividencia, y observación de sincronicidades inexplicables. La
omnisciencia es simplemente la capacidad de decodificar la información
que constituye todo en el universo. Un momento de iluminación es la
capacidad repentina de ver o leer el plano total de información para
toda la realidad en relación a la conciencia y al ser. Estas súper
intuiciones cuánticas aparecen desde la nada o vacuidad, de la que toda
información surge espontáneamente. Este espacio podría llamarse el
espacio cuántico de “superposición”, la dimensión aún no actualizada
de posibilidad infinita. Este estado de superposición también se conoce
como el estado no local de onda. Cuando el estado no localizado de la
onda de luz “colapsa” debido a que es observado o medido, aparece
como una partícula o fotón localizada en el espacio y tiempo. Así, la luz
puede aparecer como partícula o como onda. Nuestra conciencia
individual parece tener las mismas características, tal como discutiremos
más adelante.
La información cuántica relacionada con la iluminación existe
independientemente de la base de datos de nuestro cerebro clásico de
estímulo-respuesta. Aun así, la información cuántica sobrecogedora de
la iluminación se descargará igual, pero solo en una forma limitada,
porque el cerebro no tiene la capacidad de procesar y guardar esa
información cuántica. La iluminación cuántica solo existe en la
“superposición” cuántica, como el estado de onda de la conciencia. Es
por esto que los individuos que han experimentado esta iluminación
dicen que es imposible ponerla en palabras.
Parecería que acceder a o mejorar nuestra mente cuántica tanto como
nos sea posible es una tarea valiosa, en lugar de permanecer con las
perspectivas sumamente limitadas y enfocadas a tareas de nuestro
cerebro. Para lograr esto, necesitamos diferenciar los dos sistemas
usados para todo procesamiento de información. El pensamiento y la
conceptualización normales son el funcionamiento cotidiano del
cerebro clásico. La conciencia no conceptual y las intuiciones son las
funciones principales de la mente cuántica. Al adoptar la posición de
residir en la conciencia no conceptual, observamos las operaciones del
cerebro clásico mientras surgen. Notamos una corriente infinita de
pensamientos, imágenes y sus historias. También notamos un sentido
de identidad en tanto un yo subjetivo inmerso en diversas historias. Esta
noción de un yo personal es estrictamente una construcción del
condicionamiento de estímulo-respuesta dentro de la computadora
clásica. Esta mente toma su información y la transforma
holográficamente en sujetos y objetos separados. A esto se debe que
nuestro mundo parezca ser tan sólido y permanente, aunque la física
nos ha demostrado que no es sólido en absoluto, sino que en su mayoría
es espacio.
Nuestro modo usual de experimentar el mundo es exclusivamente
una interpretación, basada en los parámetros de nuestro hardware y
software, determinados por el ADN y el condicionamiento. Por
ejemplo, sabemos que los insectos tienen una interpretación sensorial
diferente de la misma información que experimentamos. En nuestra
experiencia, recibimos una corriente de datos de información, que se
procesa de un modo muy subjetivo. Ningún perceptor percibe un
mundo estático y objetivo que existe tal como es percibido. Solo
experimentamos lo que nuestro hardware y software interpreta y
proyecta. La mente interpreta experiencias perceptuales en base a su
software de base de datos de experiencias anteriores, que agrega un sesgo
evaluativo a eventos de otro modo totalmente neutrales. De este modo,
la mente crea su propio cielo e infierno a partir de experiencia neutral.
Al desactivar el automatismo de la mente de creer que sus propias
valoraciones, opiniones y evaluaciones son la “verdad de la realidad”,
encontramos un estado de conciencia relajado y agradecido. Pero para
esto, necesitamos poner en juego la mente cuántica para anteponerse a
los antiguos programas de software y al hardware de la mente
condicionada.
La noción de que la conciencia misma y los procesos de pensamiento
puedan estar ocurriendo en el nivel cuántico está logrando más apoyo,
en base a diversos estudios interesantes realizados durante los últimos
cincuenta años. Es posible que, como dijimos antes, el cerebro sea una
combinación de una biocomputadora clásica y un procesador cuántico
de información que se alimenta de dos fuentes independientes. El
cerebro se relaciona con las percepciones sensoriales y las experiencias
físicas, y el sistema cuántico lidia con la memoria, el pensamiento
creativo, la conciencia, la imaginación, el soñar, la experiencia mística,
la iluminación, los fenómenos extrasensoriales tales como telepatía,
clarividencia, sincronicidad, experiencias fuera del cuerpo, experiencias
cercanas a la muerte, y otros aspectos inusuales de la conciencia.
Algunos científicos han sugerido que puede haber un nivel cuántico de
funcionamiento dentro de las células cerebrales. Sin embargo, es posible
que la conciencia sea independiente del cerebro y exista en una
dimensión que yo llamo Inteligencia Cuántica, un campo ubicuo que
permea la energía y el espacio como Fundamento del Ser. La
investigación acerca de esto es extremadamente interesante, y puedes
examinar el trabajo de Stuart Hameroff, Karl Pribram, Roger Penrose,
David Bohm y Amit Goswami, entre muchos otros.
Mientras que los científicos se enfocan en el cerebro para
comprender la mente cuántica, puedes acceder a ella directamente al
trabajar con los centros de energía internos o chakras, tal como se
describe en el capítulo 5. Por ejemplo, al activar el chakra de la corona,
ubicado dentro del cráneo, puedes acceder a estados superiores de
conciencia cuántica. Cuando abres y activas el chakra del tercer ojo,
ubicado entre los ojos, justo por encima del puente nasal, puedes
experimentar otras dimensiones cuánticas de la realidad. Parece que
podemos acceder al orden implicado de Bohm, el corazón mismo del
holograma cósmico, con estas y otras prácticas conectadas con el cuerpo
de energía luminosa interior.
La energía puede existir a nuestro nivel de experiencia, el nivel de la
física clásica, o como potencialidad que aún no ha entrado a la
dimensión de cosas en el espacio y tiempo. Por ejemplo, tal como se
mencionó antes, cuando observas la luz, puede aparecer como onda,
cuya posición exacta no puede medirse. No tiene sustancialidad
aparente que pueda localizarse. La luz también puede aparecer como
fotón, una partícula que puede medirse y que tiene una ubicación en el
tiempo y espacio, pero solo cuando se la mide. En la física cuántica, las
partículas subatómicas siguen los mismos principios. Las partículas no
existen realmente en el tiempo y espacio hasta que alguien las observa o
intenta medir su posición o velocidad. Solo son una probabilidad
matemática. Una vez que se las observa, el estado de onda de un
potencial cuántico “colapsa” y una “partícula” subatómica aparece
entonces en nuestra dimensión de la física clásica. Antes del colapso, la
partícula no tenía existencia real, era solo un potencial o probabilidad.
Podríamos decir, del mismo modo, que la materia y la energía
permanecen en la mente de Dios, o en “superposición”, hasta que se las
trae a la dimensión de las cosas creadas. Hasta que un observador
consciente participa, nada aparece ni toma forma desde la dimensión
de potencial puro. Podemos usar la analogía de un artista. Tiene su
imagen artística en mente, pero hasta que alza su pincel y comienza a
pintar, su pintura solo existe como potencialidad en su mente. Del
mismo modo, la expresión de la realidad es extremadamente creativa,
porque no hay una regla fija de qué y cómo debería manifestarse. Todo
es fluido, en coordinación con la naturaleza, perspectiva y tiempo de la
conciencia que observa.
Apliquemos la teoría cuántica a nuestra experiencia. ¿Y si nuestra
noción de ser individuos, nuestra identidad personal, fuera el resultado
de uno de estos colapsos cuánticos? La conciencia, en tanto Inteligencia
Cuántica, existe solo como un estado cuántico indefinido de
potencialidad. Siendo conciencia misma, se encuentra en un estado de
ser indiferenciado. Está en todas partes porque la Inteligencia Cuántica
está presente en el espacio absoluto más pequeño posible como
fundamento en el que todo está embebido, quizás al nivel de lo que se
llama la Escala de Planck. Digamos que esta Inteligencia Cuántica se
refleja a sí misma mediante la conciencia, como el soñar. En otras
palabras, se observa a sí misma tal como el físico cuántico “observa” los
fenómenos cuánticos. En ese momento de observación, la onda
cuántica colapsa en nuestra dimensión de tiempo y espacio como una
“unidad” o partícula. Del mismo modo, sugiero que cuando la
Inteligencia Cuántica reflexiona sobre sí misma mediante el
pensamiento, hay un colapso inmediato de la conciencia en la
dimensión del espacio y tiempo, apareciendo como una “unidad” de
conciencia. Ese sería el nacimiento de un yo aparente. Tiene ubicación
y definición en la conciencia. Es nuestro punto de vista individual. Es
un estado colapsado de conciencia que aparece ahora como un punto
de vista asumido en el espacio y tiempo. La conciencia vacía, análoga al
espacio, en tanto Fundamento puro del Ser, no colapsa, sino que solo
lo hace su dimensión o campo de energía de conciencia creativa.
Colapsa en torno al Fundamento puro del Ser como una esfera
contraída con un centro vacío puro y consciente. La cualidad de
conciencia pura en el centro se mantiene sin cambio, tal como el vidrio
claro de un espejo no se ve afectado por los reflejos que se despliegan
dentro de él.
Sin embargo, el colapso puede revertirse. Lo que generó el colapso
puede usarse también, en principio, para precipitar un regreso al estado
original de Inteligencia Cuántica. Recuerda, la conciencia de un yo creó
el colapso, así que si el individuo se volviera “in-consciente de sí” 12, se
recuperaría el estado original. Mientras más nos enfocamos en nosotros
mismos como un “yo” separado, más se mantiene la experiencia en la
condición colapsada. Es un estado mental derivado de la ignorancia
fundamental de la mente, un ignorar nuestra naturaleza primordial y
perfecta en estado de onda. Esta “ignorancia” es la causa de nuestro
sufrimiento.
¿Es que acaso no ha sido este siempre el mensaje de los maestros y
místicos? Al liberarnos de nuestras fijaciones narcisistas enfocadas en el
“yo”, nos desplazamos a la Base del Ser, el estado indefinido de
Inteligencia Cuántica. A este momento se le llama iluminación. En base
a este desplazamiento, experimentamos la conciencia más allá de
limitaciones de yo, tiempo y espacio. Además, las cualidades inherentes
de gozo, amor, paz y sabiduría profunda florecen libremente. Todas
estas son cualidades intrínsecas de la Inteligencia Cuántica.
Para terminar, me gustaría tratar un fenómeno cuántico propio del
desarrollo espiritual avanzado, que es parte de muchas tradiciones
esotéricas. Este fenómeno se conoce muy bien en la cultura tibetana

12 NT: Recordemos que en inglés self-consciousness refiere a un modo tenso, no natural y

cohibido derivado de una atención excesiva al desempeño propio ante otras personas.
“Inconsciencia de sí”, sería el reverso, desenfocar la conciencia de esa aparente existencia
autónoma y sustancial del yo en y por sí mismo.
desde tiempos antiguos, y aún hoy se reporta su ocurrencia. Aquí hay
un relato del Dalai Lama sobre este fenómeno:

Hace dos años, un yogui tibetano que practicaba el estilo de meditación


llamado Gran Perfección, o Dzogchen, de la tradición Nyingma, alcanzó un
estado de desaparición completa de su cuerpo físico burdo, que conocemos
como “realización del cuerpo arcoíris”. Su nombre era Achok, y era de
Nyarong. Estudió filosofía de vez en cuando en una universidad monástica
Geluk cerca de Lhasa llamada Sera, y también recibió enseñanzas de mi
preceptor juvenil, Trijang Rinpoche, pero su maestro principal era el lama
Nyingma, Dujom Rinpoche. Aunque practicaba tantra según las escuelas
antigua y nueva de budismo tibetano, su práctica principal era la recitación
de “om mani padme hum”, y la meditación que acompaña a este mantra.
Hasta unos tres años antes, él solía decir que deseaba tener la oportunidad de
conocer al Dalai Lama durante su vida. Después, un día, pidió a sus
seguidores que hicieran ofrendas por la vida del Dalai Lama. Después de
hacer las ofrendas, él los sorprendió anunciando que iba a partir. Se puso su
hábito monástico de color azafrán y les dijo que lo sellaran dentro de su
habitación por una semana. Sus discípulos hicieron lo que les pidió y después
de una semana abrieron la habitación, para descubrir que había desaparecido
completamente, excepto por su hábito. Uno de sus discípulos, junto con otro
practicante, fueron a Dharamsala, donde me contaron la historia y me dieron
un fragmento de su hábito.
Como solía permanecer en retiro como un monje muy simple sin pretensiones,
a diferencia de algunos lamas, demostró que era un buen practicante y
finalmente se manifestó esto. Pueden ver la conexión entre causa y efecto. Hay
otros acerca de quienes se afirman varios milagros, pero sin las causas
apropiadas…
Nuestra meta es manifestar nuestra mente innata fundamental de luz clara,
el nivel de conciencia más sutil, y permanecer en ese nivel sin regresar a niveles
más burdos. Sin embargo, este estado purificado no es solo mental; involucra
al cuerpo, pero un cuerpo compuesto de prana, que es la montura de la mente
de luz clara. El propósito definitivo de esas manifestaciones es asistir en el
logro de la misma libertad del sufrimiento y la limitación.
El centro de este proceso de purificación es el reconocimiento de la naturaleza
luminosa y cognitiva de la mente: la comprensión de que las emociones
aflictivas tales como lujuria, odio, enemistad, celos y beligerancia no residen
en la esencia misma de la mente, sino que son periféricas a ella. Cuando la
mente conoce su propia naturaleza, y cuando este conocimiento se asocia con
una concentración poderosa, gradualmente se hace posible reducir, y
finalmente superar, los estados aflictivos que energizan el proceso del
sufrimiento repetitivo. Esta es la visión tibetana de la relación íntima entre
mente y materia, y cómo funcionan en el proceso de la purificación con
orientación altruista.
(Tomado de Mind of Clear Light: Advice on Living Well and Dying
Consciously by His Holiness the Dalai Lama, traducido y editado por
Jeffrey Hopkins).

Aquí hay otro artículo muy interesante acerca del mismo tema, de las
transformaciones del “cuerpo de luz”. Da mayor confirmación al reporte
del Dalai Lama sobre el mismo lama:

Cuando David Steindl-Rast, un monje benedictino, propuso investigar el


“cuerpo arcoíris”, un fenómeno en el cual los cadáveres de practicantes
espirituales de alto desarrollo supuestamente se desvanecen a los pocos días de
morir, recibió una respuesta entusiasta de Marilyn Schlitz, directora de
investigación de IONS.
En una nueva iniciativa conjunta con el Instituto Esalen, IONS expande su
investigación sobre “capacidades metanormales” –conductas, experiencias y
cambios corporales que desafían nuestro entendimiento del funcionamiento
humano ordinario– porque plantean preguntas cruciales acerca del potencial
de desarrollo de los seres humanos.
“El hermano David nos dijo que había presentado su proyecto en varias
instituciones y fundaciones buscando apoyo”, recuerda Schlitz. Su intención
era corroborar esas afirmaciones, y reunir datos que pudieran no solo
ayudarnos a entender más acerca del cuerpo arcoíris, sino también considerar
sus implicaciones de mayor alcance. Le habían dicho que este tipo de
investigación era inaceptable en la ciencia convencional. Pero le dije: “Este es
exactamente el tipo de proyecto que nos interesa en IONS. Mientras la
investigación pueda conceptualizarse dentro de un marco crítico riguroso,
estamos abiertos a examinar cualquier pregunta que nos permita expandir
nuestra idea de lo que es posible como seres humanos”.
La curiosidad de Steindl-Rast acerca del cuerpo arcoíris comenzó cuando
escuchó historias de maestros tibetanos que, mediante sus prácticas, habían
alcanzado un alto grado de sabiduría y compasión. Le relataron que cuando
morían, aparecían arcoíris en el cielo. “Y me dijeron que después de varios
días, sus cuerpos desaparecían. A veces quedaban uñas y pelo. A veces no
quedaba nada.”
Estas historias le hicieron reflexionar acerca de la resurrección de Jesús, que
es un foco central de su propia fe. “Sabemos que Jesús fue una persona muy
compasiva y desinteresada. Los evangelios dicen que después de morir, su
cuerpo ya no estaba allí”.
Hoy en día, señala Steindl-Rast, la resurrección de Jesús se interpreta de modo
diferente, según las inclinaciones espirituales. Para los fundamentalistas, la
resurrección —el acto de alzarse de entre los muertos— solo le ocurrió a Jesús, y
no podría pasarle a ningún otro ser humano. Los minimalistas, por otro lado,
según Steindl-Rast, se concentran en el espíritu que permanece de Jesús, y creen
que su resurrección no tuvo nada que ver con su cuerpo.
Sin embargo, una gran cantidad de gente (incluyéndolo a él mismo) está
abierta al concepto de que el cuerpo también es relevante en el reino espiritual,
y que ciertos ejercicios espirituales son universales.
En 1999, decidió explorar el extraño fenómeno del cuerpo arcoíris y una
posible conexión con la resurrección de Jesús. “Le envié un fax a un amigo en
Suiza, que era maestro de budismo zen. Sabía que había muchos tibetanos
viviendo allí, y le pedí que hiciera algunas averiguaciones acerca del cuerpo
arcoíris. Dos días después, recibí un fax donde me contaba que se le había
acercado un tibetano, y que cuando le mencionó el cuerpo arcoíris, el tibetano
dijo: ‘Esto le ocurrió a uno de mis maestros recientemente, y un lama famoso
que fue testigo del hecho escribió un relato al respecto’”. Steindl-Rast contactó
entonces al Padre Francisco Tiso, un sacerdote católico romano ordenado que
no solo había estudiado diez idiomas, incluyendo el tibetano, sino que también
estaba familiarizado con la cultura tibetana. (Francisco Tiso es el encargado
de la oficina del Cánon en la Catedral de San Pedro, Isernia, Italia, y está
asignado al archidiócesis de San Francisco, donde es pastor parroquial en el
Mill Valley).
“Sabía”, relata Steindl-Rast, “que el Padre Tiso había visitado el Tíbet
ocasionalmente, así que le pregunté si tenía pensado viajar allí en el futuro
próximo. Me dijo que estaba partiendo ese mismo día.”
Steindl-Rast le pidió si podía hacer una parada en Suiza para entrevistar al
tibetano. A pesar del poco tiempo de aviso, Tiso hizo un desvío hacia Suiza,
y así comenzó el viaje de investigación.
El cuerpo arcoíris es un fenómeno complejo que probablemente tomará años
de estudio. “Si podemos establecer como un hecho antropológico”, dice Steindl-
Rast, “que lo que se describe en la resurrección de Jesús no solo ha ocurrido a
otras personas, sino que sigue pasando actualmente, esto desplazaría nuestro
punto de vista del potencial humano en un sentido completamente diferente”.

Experiencias recientes de cuerpo arcoíris:


Mediante su contacto suizo, Tiso recibió el nombre del monje cuyo cuerpo
había desaparecido después de su muerte: Khenpo A-chos, un monje Gelugpa
de Kham, Tíbet, que murió en 1998. Tiso pudo ubicar el pueblo, en una
zona remota donde Khenpo A-chos tenía su ermita. Visitó el pueblo y grabó
entrevistas con testigos visuales de la muerte de Khenpo A-chos. También
habló con muchas personas que lo habían conocido.
“Era un hombre muy interesante, independientemente del modo en que
murió”, comenta Tiso. “Todos mencionaban la fidelidad a sus votos, la pureza
de su estilo de vida, y la regularidad con la que hablaba de la importancia de
cultivar la compasión. Tenía la capacidad de enseñar incluso a los sujetos
más crudos y rudos cómo ser un poco más amables, un poco más atentos. Estar
en la presencia de este hombre era algo que cambiaba a las personas.”
Tiso entrevistó al Lama Norta, sobrino de Khenpo Achos; al Lama Gyamtso,
un joven discípulo suyo; y al Lama A-chos, un amigo del dharma del fallecido
Khenpo A-chos. Ellos describieron lo siguiente:
Unos pocos días antes de la muerte de Khenpo A-chos, apareció un arcoíris
directamente sobre su cabaña. Después de su muerte, había docenas de
arcoíris en el cielo. Khenpo A-chos murió recostado sobre su lado derecho. No
estaba enfermo; no parecía que nada estuviera mal, y estaba recitando el
mantra OM MANI PADME HUM una y otra vez. Según los testigos
visuales, después de que su respiración se detuvo, su piel se volvió un poco
rosada. Una persona dijo que se volvió blanco brillante. Todos dijeron que
comenzó a brillar.
Lama A-chos sugirió envolver a su amigo en un hábito amarillo, del tipo que
usan todos los monjes Gelug. Ellos afirmaban que, mientras pasaban los días,
podían ver, a través del hábito, que sus huesos y su cuerpo se encogían.
También pudieron oír una música hermosa y misteriosa que provenía del
cielo, y olieron perfume.
Después de siete días, quitaron la tela amarilla, y no había más cuerpo. El
Lama Norta y algunas otras personas afirmaron que después de su muerte,
Khenpo A-chos se les apareció en visiones y sueños.

Otras manifestaciones de cuerpo arcoíris:


Francisco Tiso comenta que una de las entrevistas más intrigantes fue la que
hizo al Lama A-chos. Este le dijo a Tiso que tras su muerte, también él
manifestaría el cuerpo arcoíris. “Nos mostró dos fotografías que le tomaron
en la oscuridad, y en ambas su cuerpo irradiaba rayos de luz”.
Dado que Lama A-chos enfatizó que es posible manifestar el cuerpo arcoíris
en vida, y no solo después de la muerte, Tiso planea volver al Tíbet con equipo
fotográfico profesional para intentar fotografiar esta luz radiante.
También se están estudiando otros incidentes de eventos metanormales
cercanos a la muerte. Por ejemplo, varios colegas de Tiso estaban presentes en
el proceso post-mortem de Dilgo Khyentse Rinpoche, que murió hace ocho
años. “Este hombre era un individuo de huesos muy grandes”, dice Tiso, “y se
informó que siete semanas después de su muerte, la carne se había encogido.
Esto pudiera haberse logrado mediante sustancias químicas, pero los huesos
también se encogieron”.
También se dio un encogimiento corporal en el caso de otro gurú, Lama
Thubten. Su estructura corporal miniaturizada se encuentra ahora en un
monasterio en Manali, India. Tiso corroboró que se documentaron incidentes
de cuerpos encogiéndose o desapareciendo poco después de la muerte desde
hace siglos, como en la historia clásica de Milarepa, un santo budista del
Tíbet que vivió en el siglo XI. Jacques Bacot tradujo la biografía de Milarepa
al francés en 1912, y Walter Evans-Wentz lo hizo al inglés en la década de
1920.
“En el noveno capítulo de este clásico literario”, explica Tiso, quien escribió
una disertación acerca del santo tibetano, “se afirma que su cuerpo
desapareció completamente poco después de su muerte”.
Incluso las más antiguas biografías de Milarepa, según afirma Tiso, refieren
este fenómeno. Además, hay relatos de cómo el cuerpo de Padmasambhava,
el gran maestro tántrico del siglo VIII, se desvaneció.

La relevancia de la práctica y la cultura


Al realizar este tipo de investigación, dice Tiso, es importante no solo
entrevistar a tanta gente como sea posible, sino también estudiar biografías y
toda explicación escrita de estos hechos. Cuando llegó al Tíbet a investigar la
muerte del Khenpo A-chos, Tiso tuvo la buena fortuna de conseguir la mayor
parte de su biografía, escrita por Sonam Phuntsok, una hora después de haber
llegado.
Lo que está en juego, dice Tiso, no es simplemente la verificación de un
fenómeno, sino la comprensión de los valores, prácticas espirituales y cultura
en la que este fenómeno está enmarcado. “Necesitamos examinar estas
instituciones y prácticas con una nueva visión para recuperar para la
humanidad algunas verdades muy profundas acerca de la expansión de la
conciencia humana y nuestro potencial como seres humanos”.
Esta oportunidad está presente en la región del Nyarong en el Tíbet, donde se
afirma que varios eventos de cuerpo arcoíris han tenido lugar. El equipo de
investigación está ahora estudiando su modo de vida, especialmente sus
prácticas espirituales.
Tiso obtuvo copias de manuales de retiro espiritual, que resultaron
especialmente útiles.
Lama A-chos dice que demanda sesenta años de práctica espiritual intensiva
lograr el cuerpo arcoíris. “Si siempre toma ese tiempo, es algo que no sé”,
reconoce Tiso, “pero nos gustaría poder incorporar, de un modo respetuoso,
algunas de esas prácticas en nuestras tradiciones filosóficas y religiosas de
Occidente”.
Al mismo tiempo, continúa Tiso, el equipo de investigación planea extender
el alcance de esta investigación más allá de los confines de la cultura tibetana,
para comparar el fenómeno del cuerpo arcoíris con la resurrección de Jesús.
Hasta donde sabemos, los cuerpos de la mayoría de los santos cristianos no
desaparecieron o se encogieron después de su muerte.
Los santos con gran realización en la cristiandad católica y ortodoxa tienden
a ir en la dirección de la incorruptibilidad, de modo que el cuerpo no se
descompone después de la muerte.
Sin embargo, agrega, la Biblia y otros textos tradicionales mencionan
ascensiones en cuerpo físico en los casos de Enoc, María, Elías y posiblemente
Moisés. Y hay muchas historias de santos que se materializan después de su
muerte, de modo similar al fenómeno ampliamente conocido como “cuerpo
arcoíris”.
“En mi iglesia de San Cosme y San Damián, en Italia, tenemos muchas
historias, que se extienden por siglos enteros, que indican que esos santos se
aparecían en sueños y visiones, rescataron gente de situaciones peligrosas, y
sanaron enfermedades. Incluso hoy en día, muchas personas me dicen que
siguen teniendo esas visiones”, relata Tiso.
En 1984, cuando Tiso estaba meditando con los ojos abiertos en una capilla
en Italia, él también tuvo una visión extraordinaria. Jesús, cuenta, se le
apareció en forma de un cuerpo de luz violeta. En ese momento, Tiso estaba
considerando si aceptaba un puesto para enseñar en los Estados Unidos, pero
en esta visión Cristo le indicó que debería quedarse en Italia. “Era importante
no cometer un error en ese punto de mi vida”, reflexiona Tiso. “Me quedé en
Italia, donde eventualmente me ordené, y viví en una capilla de retiro por casi
doce años”.
También varios maestros tibetanos se aparecieron a Tiso en sueños. Cuando
da conferencias públicas, habla honestamente acerca de estas experiencias,
porque siente que es importante que la gente entienda que son más comunes
que lo que pensamos. “Creo que mientras las personas maduran en su práctica
espiritual, comienzan a tener experiencias visionarias”.
Implicaciones recientes
Países como China, comenta Tiso, y ciertos movimientos políticos en Europa
occidental, han decidido abandonar e incluso destruir físicamente todo lo que
tenga que ver con la vida contemplativa. “Ahora se nos pide examinar esas
instituciones y sus prácticas con una nueva visión para recuperar para la
humanidad algunas verdades muy profundas acerca de quiénes somos como
seres humanos”.
Esta investigación es claramente controversial, porque toca las cuestiones
clásicas de la vida después de la muerte, la inmortalidad del alma y la
reencarnación. Además, sugiere que la supuesta resurrección de Cristo no fue
un hecho aislado, sino que resalta como ejemplo de lo que acaso sea posible
para todos los seres humanos.
Tanto Tiso como Steindl-Rast enfatizan que se dice que estas experiencias
ocurren solo en individuos sumamente evolucionados que encarnan la
compasión y el amor. Especulan que esas cualidades son una fuerza impulsora
de la evolución. “Mi gran esperanza es que la investigación del cuerpo arcoíris
nos haga más conscientes de esta posibilidad”, dice Steindl-Rast.
Tiso opina que, en el mundo de hoy, donde el consumismo, la explotación y
la injusticia económica siguen estando fuera de control, hay una necesidad
urgente de reforzar las dimensiones más amorosas, altruistas y espirituales del
ser humano. En el futuro, dice, deberíamos considerar establecer nuevos
modelos de monasterios y centros de retiro para individuos que quieran
intensificar sus prácticas espirituales, con motivación idealista. También
propone iniciar un laboratorio “sagrado” para documentar el progreso de los
individuos.
En relación al cuerpo arcoíris, Tiso y su equipo esperan ser testigos concretos
de la experiencia completa mientras ocurre, y documentarla.
“Lo importante”, dice Schlitz, “es que ampliemos nuestro espectro de lo que
consideramos que es posible. Queremos descubrir si hay modos en que podemos
comenzar a desarrollar prácticas espirituales que, incluso aunque no nos
conduzcan a experimentar personalmente el cuerpo arcoíris, puedan llevarnos
a alguna otra manifestación de nuestro máximo potencial”.
Gail Bernice Holland es editora asociada de IONS Review, y anterior
editora de Connections. Es la autora de A Call for Connections:
Solutions for Creating a Whole New Culture (New World Library,
1998). Contacto: gbauthor@noetic.org.
El Hermano David Steindl-Rast es el director de la Network for Grateful
Living y supervisa el desarrollo de contenidos de su sitio web
www.gratefulness.org

El fenómeno del cuerpo que desaparece mediante la práctica


espiritual ha ocurrido varias veces durante el siglo XX. Está bien
documentado en el Tíbet. Exactamente este tipo de hechos han
ocurrido también en otros lugares y culturas. Probablemente, el más
famoso sea la desaparición del cuerpo de Cristo después de su
crucifixión. Antes de su muerte, también desplegó su “cuerpo de luz”
cuántico en la Transfiguración en el Monte Tabor ante varios testigos,
tal como se relata en el Nuevo Testamento. También, en la tradición
ortodoxa griega, hay muchas historias de santos que vivían como
ermitaños en la isla del Monte Atos, en Grecia. Un tema se repite una
y otra vez en el transcurso de los últimos siglos, con los ermitaños santos
que se ven ya sea completamente rodeados de luz o transformados en
luz. Dicen que esta tradición del cuerpo de luz se remite a la época de
Cristo.
El siguiente poema de Santo Simeón, el Nuevo Teólogo, es del siglo
X:

¿Cómo es que me has vestido


con el atavío brillante,
radiante con el esplendor de la inmortalidad,
que transforma todos mis miembros en luz?
Tu cuerpo, inmaculado y divino,
está radiante con el fuego de tu divinidad…
con la que está unido y combinado inefablemente.
Este es el regalo que me has dado, Dios mío:
que esta forma mortal y desgastada
se haya hecho una con tu cuerpo inmaculado,
que me haya unificado con tu divinidad
y me haya vuelto tu propio cuerpo más puro,
un miembro brillante, transparentemente lúcido,
luminoso y sagrado.
Veo la belleza de todo, puedo contemplar el brillo.
Me he vuelto un reflejo en la luz de tu gracia.

Cuando estuve en Israel hace unos años, tuve la oportunidad inusual


de entrevistar al Rabino Yitzchak Ginsburgh en relación a varios temas
esotéricos del antiguo misticismo judío llamado Kabbalah. El rabino es
uno de los principales maestros de esta enseñanza. Discutimos el
fenómeno de la desaparición gradual del cuerpo físico en relación a los
maestros de la Kabbalah. Me dijo que fue testigo de estos fenómenos en
relación a su maestro algunos años antes. Pero en este caso, no estaba
relacionado con la muerte del maestro, sino con la transparencia
gradual de su cuerpo mientras aún estaba vivo y funcionando en el
mundo. Explicó que tenemos un “cuerpo de luz” de Luz Divina.
Cuando alcanzamos un alto nivel de purificación de pensamientos y
energías negativas, el cuerpo físico se transforma, debido al grado de
pureza interior del corazón. El cuerpo se vuelve Luz pura.
El cuerpo de luz se llama tselem en hebreo, que significa “la imagen
de Dios, tal como es creada en el alma del hombre”. He aquí una cita
del siglo XV escrita por el maestro de Kabbalah, rabino Moisés Isserles,
de Cracovia:

Pues, en verdad, es apropiado describirle mediante esta parábola y metáfora,


pues hay luz en Él, Aquel a quien todos los que miran, ven, y cada uno ve en
Él como alguien que mira en un espejo. Pues la materia burda que está en
el hombre se opone… quien contempla, más allá de la luz clara que está en el
alma, que describo como un espejo para él, y él ve en el espejo, en una visión
interna, su propia forma. Por esta razón, los profetas compararon la divina
gloria (Kavod) a una imagen humana, pues vieron su propia forma. Pero
Moisés, nuestro maestro, habiendo removido de sí mismo toda
corporalidad y no habiendo nada de la materia oscura de fuera,
dentro de sí no vio nada más que la Luz brillante misma, y no había
imagen (reflejada), sino que vio solo el aspecto claro.

Varios de los discípulos de mi maestro sufí me dijeron, cuando estuve


en Cachemira, que este mismo tipo de fenómeno había ocurrido con
nuestro maestro, Qassim. Recordaron un momento en que estaban
reunidos para una reunión sufí en una pequeña casa-bote amarrada
cerca de la costa. Había una madera angosta que se usaba como un
puente corto hasta la costa. Habían estado en la reunión por varias
horas, durante las que había estado nevando fuerte. Cuentan que
Qassim dijo que iba a salir un poco. Pasó el tiempo y decidieron ir a ver
dónde estaba. Cuando salieron, no encontraron huellas en la nieve, ni
en el bote ni en la costa. No pudieron hallar rastro de Qassim. Volvieron
para esperar y finalmente entró por la puerta. Curiosos, parte del grupo
salió y no pudieron encontrar huellas en la nieve que regresaran al bote
o a la puerta. Qassim me había comentado que tenía la capacidad de
“viajar” a cualquier parte que eligiera. Mencionó que había viajado así
a los Estados Unidos antes, pero que le era difícil ver claramente allí.
Me preguntó si sabía por qué podría ser. Le dije que no sabía. Luego
explicó que eso se debía a que allí no había mucha “luz espiritual”.
El maestro sufí Najm Razi escribió en 1256:
Si la Luz surge en el Cielo del corazón, tomando la forma de una o más de
entre varias lunas que emiten luz, los dos ojos se cierran a este mundo y al
otro. Si la luz surge y el hombre interior completamente puro alcanza el brillo
del sol o de muchos soles, el místico ya no es consciente de este mundo ni del
otro, sólo ve a su propio Señor bajo el velo del Espíritu: entonces su corazón
es solamente Luz, su cuerpo sutil es Luz, su cobertura material es Luz, su
audición, su vista, su mano, su exterior, su interior, no son nada más que Luz,
al igual que su boca y su lengua.
Mientras aprendemos más sobre la naturaleza holográfica del
universo, nuestros cuerpos deben quedar incluidos en ese modelo
holográfico. Un holograma tridimensional es luz pura. Si de hecho el
universo y nuestros cuerpos son hologramas, no es tan difícil
comprender los fenómenos del cuerpo de luz científicamente, tal como
hemos comentado antes. En realidad, es solo cuestión de adquirir un
sentido de percepción más profundo, uno que permite ver más allá de
la solidez aparente de nuestro mundo. David Bohm comentó una vez:
“el universo es luz congelada”.
Podemos acceder o reingresar a este nivel de la percepción original
de Luz Clara mediante varios métodos. Resulta interesante que, en la
mitología judeocristiana, tenemos la noción de la humanidad “caída”.
Quizás podríamos usar como equivalencia el término colapsada. Nuestro
estado caído es de hecho un colapso cuántico. El hombre intenta
deshacer el colapso mediante medios espirituales y religiosos. Uno de
los medios más fácilmente disponibles es la meditación. Durante el
colapso a la “egoidad” localizada, el campo de energía entero también
colapsó en un estado mental reducido que ahora aparece como
cognición dualista, la mente que funciona en base al pensar en lugar del
conocer. Divide el campo unificado de Inteligencia Cuántica en partes
imaginarias, tales como sujetos y objetos. Esto le da al individuo la
noción de sentirse separado de todos los “otros” y de la propia
naturaleza holística más profunda. Mediante los métodos de meditación
y otros medios más directos, uno puede experimentar la condición
original nuevamente.
La mente pensante está siempre fijada en historias relacionadas con
el yo individual. Esto refuerza el sentido de identidad separada al validar
su existencia en la forma de una entidad que existe
independientemente. Nos quedamos entonces encerrados en una
dimensión creada por nosotros mismos mediante el pensamiento y la
imaginación. Con solo adoptar una posición de observación de los
fenómenos de la mente, en lugar de ser el promotor activo de sus
actividades mentales e historias, la identidad se desplaza hacia un estado
de conciencia abierto, que no está identificado tan estrechamente con
el rol imaginado en las historias. Algo similar ocurre en los fenómenos
cuánticos que se revierten de un estado de partícula localizado y fijo
hacia un estado abierto indefinido de onda.
Tal como comentamos antes, en la meditación hay un estado
específico llamado samadhi o conciencia no dual. En el samadhi ya no
hay una identidad fija localizada en un tiempo y espacio específico. La
naturaleza esencial de la conciencia es Inteligencia Cuántica pura.
Todas las manifestaciones surgen tal como aparecen los reflejos en un
espejo, en el que la Inteligencia Cuántica es el vidrio claro inmutable
del espejo y las apariencias son sus reflejos. Podemos sentarnos
cómodamente y simplemente adoptar la posición de ser el observador. Al
principio, puede resultarnos útil etiquetar los pensamientos mientras
surgen, afirmando mentalmente “ese es un pensamiento”. Empezamos
a diferenciar nuestra observación pura de sus actividades. Nota cómo
los pensamientos parecen aparecer por sí mismos; nota cómo
desaparecen también por sí mismos. Nota en el espacio entre dos
pensamientos, que tu conciencia observadora está aún presente, incluso
sin que haya pensamientos. Esta conciencia observadora que está
presente durante el pensamiento y durante la ausencia de pensamiento
es lo que queremos resaltar. Esta conciencia observadora no fue parte
del colapso de la mente. Siempre es inmutable y por lo tanto es nuestro
camino real hacia la conciencia de la Inteligencia Cuántica original.
Entregándonos a este método de observación pura, se revierte el colapso
de los estados dualistas de cognición ego-céntrica. Eventualmente,
descubrimos que este observar puro ES la conciencia de la Inteligencia
Cuántica original, presente en todos los estados de conciencia. No está
oculta o cubierta. Es lo que está leyendo estas palabras escritas en el
papel. Mira “hacia atrás”, a lo que está mirando a través de tus ojos, y
reconocerás que la Inteligencia Cuántica es tu verdadera naturaleza,
mirando.
Pregunta: ¿Hay ejemplos de individuos que lograron descubrir y
activar su Inteligencia o Mente Cuántica?
Respuesta: Estoy seguro de que hay muchos, pero no creo que, para la
mayoría de ellos, la condición de la Inteligencia Cuántica sea continua.
Este puede ser el caso de poetas inspirados, artistas, científicos, místicos
e inventores. Pero un grupo de individuos parece tener una capacidad
curiosa de ver la realidad a través de los ojos de la Inteligencia Cuántica
más que en la mayoría de las otras tradiciones. Por más de mil
seiscientos años, ha existido una tradición en el Zen en la que un
maestro intenta despertar a un estudiante invocando directamente a la
Inteligencia Cuántica del estudiante. Uno de los métodos para lograr
esto es el koan. Un koan es una especie de rompecabezas mental con el
que se supone que el estudiante se debata hasta que surja una intuición
iluminadora. Algunos koans famosos son: “¿cuál es el sonido de una
sola mano aplaudiendo?”, o “muéstrame tu rostro antes de que tus
padres nacieran”. El estudiante trabaja con esto y presenta varias
respuestas al maestro a lo largo del tiempo. Después de agotar todas las
explicaciones lógicas y racionales posibles, el estudiante, en un estado
de desesperación total, puede eventualmente dar el paso hacia exponer
y reconocer su propia Inteligencia Cuántica. En este momento, la
respuesta se hace totalmente obvia y finalmente recibe la aprobación del
maestro por ello. La respuesta podría expresarse en un simple parpadeo
del ojo o un golpecito en la mesa. Ninguna de estas respuestas tiene
sentido para un profano, pero hacen perfecto sentido para el maestro
zen.
En la ciencia de la computación cuántica, existe una paradoja similar.
En un programa normal basado en el sistema binario, la información se
procesa ya sea como 0 (cero) o como 1. Pero la computación cuántica
está basada en 01; el 0 y el 1 no son opciones separadas de “esto o
aquello”, ni están combinadas. Son tanto 0 y 1 al mismo tiempo. ¿Cómo
puede ser esto? Este es un buen koan, que solo tiene sentido cuántico.
Además, en las tradiciones tibetanas de la Gran Perfección
(Dzogchen) y Mahamudra, hay métodos llamados “introducción
directa” y “señalamiento de la verdadera naturaleza”. En dichas
tradiciones, un maestro tiene un encuentro personal con un estudiante
y le señala directamente la Inteligencia Cuántica que está presente y
activa, pero no reconocida. Mediante un “señalamiento” hábil, el
estudiante puede experimentar una intuición repentina y auténtica que
emerge desde dentro de la Inteligencia Cuántica misma. Este sería un
destello de mente iluminada. Después se indica al estudiante descansar
en esa intuición, dejando tiempo para que todas las fuentes de
inestabilidad surjan y se liberen, hasta que el destello intuitivo original
se vuelve una conciencia constante.

Pregunta: Usted comentó haber tenido una experiencia fuera del


cuerpo cuando estaba en Dinamarca. ¿Cómo se relaciona esa
experiencia con lo que denomina Inteligencia Cuántica? ¿Eso significa
que nuestro aspecto “personal” de Inteligencia Cuántica tiene la
capacidad de reencarnar?
Respuesta: En tanto Inteligencia Cuántica localizada, somos un
continuo cognitivo de experiencia. Podría decirse que somos una mente
cuántica, un punto de conciencia cognoscente sin dimensión, límites o
centro. Un buen modo de representar esto es como una esfera de cristal.
Esta esfera de cristal transparente e invisible es nuestra mente cuántica,
tal como aparece localizada. Está rodeada por un campo de energía, la
energía de su resplandor. Los recuerdos de nuestro continuo de
experiencia se almacenan en este campo de energía o aura. Tiene la
capacidad de percibir directamente sin los sistemas sensoriales del
cuerpo. Al morir, o en cualquier experiencia fuera del cuerpo, esta esfera
de conciencia abandona el cuerpo. Tiene la opción de reencarnar o
continuar sin un cuerpo físico. En las tradiciones tibetanas, se enseña
que nuestra claridad es siete veces más intensa y precisa entonces, que
cuando está dentro de un cuerpo físico.
He tenido varios recuerdos de vidas pasadas absolutamente claros
que se correlacionan completamente con situaciones y tendencias de mi
vida actual. Por ejemplo, puedo recordar vívidamente cómo morí justo
antes de habitar el cuerpo de esta vida. Estaba viviendo en Europa y
justo salía caminando de un café. Sin mirar atentamente, comencé a
cruzar la calle y me golpeó un camión que vino del lado derecho. Sentí
que flotaba fuera de mi cuerpo, viendo mi cuerpo tirado en la calle, con
mucha sangre saliendo del lado derecho de mi cabeza. Mientras
comenzaba a flotar más y más alto sobre la escena, comprendí que esto
significaba que estaba muriendo y deseé no abandonar mi cuerpo aún.
Floté de nuevo dentro de mi cabeza, y entonces sentí un dolor
fuertísimo del lado aplastado de mi cráneo. El dolor era demasiado
intenso, así que me dejé ir y floté más y más arriba. Desde los primeros
años de mi vida, siempre tuve horribles dolores de cabeza similares a
migrañas en el lado derecho de mi cabeza, tan intensos que tenía que
acurrucarme. Recuerdo vívidamente uno de esos dolores de cabeza,
cuando tenía cinco o seis años. Mi madre me llevó al médico, pero no
pudieron encontrar ninguna causa física. Muchos años después, ya en
mi juventud, tuve una sesión de regresión a vidas pasadas en la que
surgió este recuerdo. Después de recordar en detalle mi muerte violenta,
los dolores de cabeza se desvanecieron y nunca volvieron. Compartiré
esta historia en mayor detalle y muchos otros recuerdos de vidas pasadas
en mi segundo libro, El camino de la luz. Estos recuerdos tuvieron
conexiones profundas y poderosas con circunstancias y tendencias de
mi vida actual. Para mí, no hay dudas de que he vivido muchas veces
antes.

Pregunta: ¿Cómo puede uno desarrollar por sí mismo esta Inteligencia


Cuántica?
Respuesta: Específicamente, estudiando la información presentada en
el capítulo 5. Los tres métodos que presento allí deberían ser suficientes.
El apéndice tiene ejercicios de meditación detallados, tales como la
práctica de la “apertura del ojo de la sabiduría”.
Sin embargo, lo que considero como la esencia de la iluminación, la
verdadera instrucción clave que da en el punto esencial, es reconocer la
“cualidad conocedora o cognoscente” en toda experiencia. En cada
experiencia, ya sea de fenómenos mentales, tales como pensamientos,
imágenes y emociones, o de fenómenos de percepción sensorial con los
cinco sentidos, siempre hay presente un conocer. Mientras nos
familiarizamos con esta cualidad conocedora, al principio la
definiremos como un “testigo” de la experiencia. Este conocedor parece
separado de lo que experimentamos. Pero si miramos con más atención,
notaremos que no es solo un conocer desnudo, sino que tiene un
sentido de identidad, en tanto “yo soy/estoy” conociendo. Si después
examinamos en detalle esta sensación de yo soy, descubriremos una
historia completa de identidad personal, que vemos que está hecha
completamente de pensamientos individuales, como recuerdos e
imágenes mentales, enlazados juntos. Si después examinamos cada uno
de esos pensamientos e imágenes, descubriremos que ninguno de ellos
tiene sustancialidad o solidez permanente. Descubriremos que el
aspecto vacío de todos los pensamientos es el mismo: vacío,
impermanente, sin ninguna existencia inherente o independiente. En
algún punto, podemos reconocer que nuestro sentido de identidad
personal es también, por lo tanto, vacío, porque consiste solo en
nuestros pensamientos vacíos acerca de la identidad. Nada de eso tiene
sustancialidad o solidez alguna.
Cuando la mente reconoce que la noción de un “yo soy” como testigo
conocedor es una completa imaginación, un mero juego de
pensamientos vacíos, entonces puede surgir un momento de exquisita
claridad donde el conocer desnudo de todas las experiencias se revela en
la conciencia lúcida. Esta cualidad conocedora desnuda, sin ningún
sentido de referencia personal, es nuestra verdadera naturaleza
iluminada. Podría decirse que es más bien un espacio cognitivo, antes
que algún tipo de entidad localizada. Una vez reconocido, dejamos que
nuestra conciencia descanse en este conocer desnudo, libre de auto-
definición personal, una y otra vez hasta que sea estable. Una sabiduría,
una gnosis, surge con cada momento fresco de reconocimiento que
revela la naturaleza nuclear del ser, el estado natural del conocer
consciente. Esta sabiduría que surge por sí misma es la sabiduría de la
iluminación. Estar iluminado es reconocer que la cualidad conocedora en
tanto conciencia es la Inteligencia Cuántica, que siempre estuvo
presente desde el principio y nunca se mancilló o estuvo sujeta al
cambio.
Capítulo 7
Integración: La fusión de
sabiduría, amor y vida

El ojo mediante el que veo a Dios es el mismo ojo mediante el que Dios me
ve; mi ojo y el ojo de Dios son un ojo, un ver, un conocer, un amor.
–De los Sermones de Meister Eckhart

Solo podemos discutir el ser y la conciencia hasta cierto punto. Ese es


el punto cuando nuestra mente se orienta a descansar en tanto presencia
atenta y alerta que está totalmente relajada. No tenemos ningún tema en
mente. Estamos simplemente siendo y observando, no pensando acerca
de o juzgando nuestra experiencia. Permitimos que todo sea tal cual es,
internamente como pensamientos, sentimientos y percepciones, y
externamente como eventos y sucesos. Dejar ser. Cuando ganamos un
poco de habilidad con esto, surge espontáneamente un estado claro de
conciencia. Cuando se profundiza esta claridad, también surge un saber
quién y qué eres espiritualmente. Dejando todo esto ser tal cual es, la
noción de ser un observador se disuelve, y hay una integración no dual
perfecta de la conciencia y su campo de percepción. Esto se siente como
unidad. De nuevo, simplemente dejas ser esta condición de unidad tal
cual es, y entonces incluso se abre a una condición de transparencia
indescriptible y vívida, como si fueras una ventana abierta sin marco.
En cierto punto, la mente pensante vuelve a entrar en escena,
creando un esfuerzo para aferrar intelectualmente lo que acaba de pasar.
En este momento de aferramiento mental, el estado dualista de sujeto y
objeto reaparece, y surge una noción de ser “alguien independiente que
ve”. Mediante una sutil relajación cognitiva, la noción subjetiva de un
yo se disuelve, revelando de nuevo la transparencia. Los cinco sentidos
están abiertos y alerta, pero sin un sentido de alguien que está viendo y
escuchando. Simplemente hay un ver, oír, sentir y percibir desnudo. La
mente está completamente quieta en claridad y presencia, pero
totalmente relajada. Esto es lo que necesita continuar, pero sin esfuerzo
o voluntad.
Un hombre llamado Bahiya se acercó al Buda y le preguntó cuál era
la intuición necesaria para reconocer la iluminación:
“Enséñame el Dhamma (verdad suprema), ¡Oh Bendito! Enséñame el
Dhamma, Oh Aquel que ha partido, que sea para mi bienestar y gozo a largo
plazo”.
El Buda respondió: “Entonces, Bahiya, debes entrenarte de este modo: En
relación a lo visto, solo habrá lo visto. En relación a lo oído, solo lo oído. En
relación a lo sentido, solo lo sentido. En relación a lo pensado, solo lo pensado.
Así debes entrenarte. Cuando para ti haya solo lo visto en relación a lo visto,
solo lo oído en relación a lo oído, solo lo pensando en relación a lo pensado,
entonces, Bahiya, no hay ‘tú’ en esos términos. Cuando no hay ‘tú’ en esos
términos, no hay ‘tú’ allí. Cuando no hay ‘tú’ allí, no estás acá ni allá ni
entre los dos. Este, solo este, es el final de samsara (sufrimiento)”.
Al escuchar esta explicación breve del Dhamma (verdad suprema) del
Bendito, la mente de Bahiya se liberó ahí mismo. Habiendo compartido esta
enseñanza con Bahiya, el Bendito partió.

Esta es la enseñanza que consiste simplemente en dejar ver, oír,


saborear, oler y concebir mentalmente sin que intervengan
pensamientos ni historias, incluyendo los pensamientos sutiles de yo
estoy viendo, yo estoy escuchado o yo estoy pensando. No involucramos
más pensamientos en los pensamientos, sino que simplemente notamos
la aparición de un pensamiento como la de cualquier percepción
sensorial. No hay una noción de “yo estoy pensando” o “mis
pensamientos”. Los pensamientos solo aparecen, sin ser propiedad de
nadie mientras vienen y van. Solo percibir desnudo, sin punto central
de auto-referencia, como un bebé recién nacido experimentaría su
mundo.
Si y cuando la mente surge de nuevo con su tendencia aferradora, en
tanto foco central de la experiencia subjetiva como yo soy, es posible que
te sientas separado del campo perceptual total. Si relajas ese
aferramiento, el estado de integración surgirá nuevamente. Este es el
arte de nuestra práctica. Este arte sutil continúa hasta que la mente ya
no intenta aferrar la experiencia intelectualmente ni se preocupa por
cómo mantener la integración holística y evitar que se pierda.
Imagina que estás en un río, flotando con la corriente en un estado
mental muy agradable. De repente, estás parado en la playa, solo,
temblando y mojado. Te preguntas cómo pasó esto. No puedes
comprender algo tan simple como entrar de nuevo al agua, ahora eres
un espectador al margen. Nuestra condición natural es unidad fluyendo
en integración total en tanto el río. Mediante la acción de la energía
aferradora de la mente, surge la dicotomía sujeto-objeto. En este
instante la conciencia asume un punto de vista específico. Se vuelve
consciente de sí y percibe el mundo de experiencia, pero como si este
estuviera separado de ella. Cuando sentimos esta separación, que lleva
a la fragmentación, es seguro que algún tipo de sufrimiento se deriva de
ello, y así comienza nuestra búsqueda espiritual, el regreso a la unidad.
Quisiera referirme a este momento de separación como el
surgimiento de la “conciencia de sí”. Surge un punto de vista subjetivo
en la conciencia, que ya no está integrado cognitivamente con el campo
total de experiencia. En cambio, este punto observa la experiencia junto
con una idea fija de un yo separado y un mundo separado que está
siendo observado por una conciencia autónoma. Lo interesante es que
este proceso no es algo que ocurrió en nuestro pasado cósmico
trascendental, sino que este surgimiento de la separación aparente ocurre
a cada instante, junto con la disolución en la unidad.
Mediante nuestra práctica e intuiciones, podemos llegar a una
cualidad de conocimiento del ser cognitivo. Pero ahora podemos
preguntar, “¿qué está haciendo el ser?” Nuestra vida no transcurre solo
en un estado estático alejado del movimiento y la actividad. Tenemos
cuerpos que están haciendo cosas constantemente en el mundo. ¿Cuál
es el punto de encuentro de los reinos del ser y el hacer? ¿Es posible estar
totalmente integrado en nuestra cualidad de hacer? Me gustaría sugerir
que experimentamos este estado integrado diariamente durante nuestro
hacer, y más frecuentemente en nuestro hacer que en nuestros
momentos de quietud. Pensamos que tenemos que sentarnos en nuestra
postura de meditación en quietud perfecta para reconocer la unidad o
la iluminación. Nos perdemos los momentos de unidad perfecta que
surgen durante nuestro día porque durante esos momentos estamos en
unidad. Cuando estás realmente en ella, la unidad no se nota. De otro
modo, estarías fuera de la unidad mirándola.
Una buena analogía podría ser concentrarse en una actividad en la
que estés totalmente entregado, ya sea un deporte, una actividad
artística, hacer el amor, o lavar los platos. Eres uno con la acción, la
cualidad del hacer, cuando estás totalmente entregado. Te olvidas
completamente de ti mismo en la acción. Esto es unidad auténtica. Esta
es la razón por la que muchos maestros de zen proponen el trabajo físico
o la limpieza como buena práctica zen. Te vuelves totalmente uno con
tu actividad. Este es el propósito de todas las artes estéticas y marciales
del zen, como la pintura con pincel, la ceremonia del té, el arreglo floral,
el kendo, la arquería zen y el aikido, para mencionar solo las artes zen
más conocidas. La práctica consiste en llegar a un estado carente de
“conciencia de sí”, que de hecho es el propósito de la meditación zen.
Así que hay otro modo de descubrir este estado original de unidad
además de la práctica de meditación sentado. Descubrir la unidad a
través de la actividad es algo incluso más poderoso en la vida. Entonces
todo lo que haces es tu práctica.
En los últimos años, a esta absorción total y placentera en nuestras
actividades diarias se le ha llamado “flujo” o “estar en la zona”. No es
una presencia mental enfocada deliberadamente, pues de ese modo
podríamos ser demasiado “auto-conscientes” como para olvidarnos de
nosotros mismos completamente en la acción.

Estudiar budismo es estudiar al yo. Estudiar al yo es olvidarlo. Olvidar al yo


es estar iluminado por todas las cosas.
-Dogen Zenji, Japón, siglo XIII

En su libro Zen en el arte de la arquería, Eugen Herrigel relata sus


experiencias mientras entrenaba con un maestro zen que también era
maestro de kyudo, el arte de la arquería. Herrigel aprendió que es preciso
soltar el yo personal y toda voluntad intencional de una acción para que
tenga lugar su consumación suprema. Una vez que ocurre, la acción
parece darse por sí misma. Uno descubre un “poder superior” dentro
pero más allá de sí mismo. El poder superior realiza la actividad sin
interferencia de la volición personal. El maestro se refería a este poder
superior como Ello 13. Decía cosas como “Deja que Ello dirija la
actividad”. Idealmente, una acción espontánea surge de sí misma y el
resultado es prácticamente perfecto.
Después de varios años de entrenamiento, Herrigel tuvo la
oportunidad de ver la efectividad de este método de acción “sin ego”.
El maestro lo invitó al sector de práctica de arquería una noche. Este es
el relato de Eugen de los hechos de aquella noche:
Me senté frente a él sobre un almohadón. Me ofreció un té, pero no dijo una
sola palabra. Nos sentamos así por un largo rato. No había más sonido que
la pava sobre los carbones al rojo vivo. Finalmente, el Maestro se puso de pie
y me hizo un gesto para que lo siguiera. El salón de práctica estaba bien

13 NT: “It” en el original. Sin relación alguna con el ello del psicoanálisis freudiano.
iluminado. El Maestro me dijo que pusiera una candela de cera, larga y
delgada como aguja de tejer, en la arena frente a la diana, pero que no
encendiera la luz en el sector de la diana. Estaba tan oscuro que ni siquiera
podía ver las siluetas, y si la pequeña llama de la candela no hubiera estado
allí, tal vez podría haber adivinado la posición de la diana de modo impreciso,
aunque no lo podría haber definido.
El maestro “danzó” la ceremonia. Su primera flecha salió disparada con un
brillo deslumbrante hacia la noche profunda. Supe por el sonido que había
dado en el blanco. La segunda flecha también acertó.
Cuando encendí la luz de la diana, descubrí sorprendido que la primera flecha
estaba alojada en el centro del punto negro, mientras que la segunda flecha
había abierto la primera en dos y se había encajado justo a su lado. No me
atreví a quitar las flechas separadas, sino que las llevé con la diana. El
Maestro las examinó con actitud crítica. “Podrías pensar que la primera
flecha no fue una gran proeza”, dijo, “porque después de todos estos años estoy
tan familiarizado con mi diana que ya debo saber, incluso en la oscuridad
total, dónde está el blanco. Es posible, y no voy a intentar negarlo. Pero la
segunda flecha, que dio justo en la primera, ¿qué dices de eso? De todos modos,
sé que no soy ‘yo’ quien merezco crédito por el disparo. Fue ‘Ello’ quien
disparó, y ‘Ello’ dio en el blanco. ¡Postrémonos ante la diana como ante el
Buda!”

El apóstol Pablo dijo:


“Ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí”.

Podríamos decir igualmente:


“Ya no soy yo quien vive, sino que Ello vive en mí, y Ello es quien actúa”.

El punto es que ciertamente hay un poder superior actuando, y si no


se interfiere personalmente con “Ello”, puede lograr grandes cosas sin
esfuerzo.
Hay algo creado sin forma,
nacido antes que el Cielo y la Tierra.
¡Tan silencioso! ¡Tan etéreo!
Independiente e inmutable,
circulante e incesante,
podemos considerarlo la madre del mundo.
No sé su nombre.
Identificándolo, lo llamo “Tao”;
forzado a describirlo, lo llamo Grande…
–Lao Tzu

Si podemos vivir nuestras vidas completamente libres de “conciencia


de sí” en todo lo que hacemos, nuestra vida fluye armoniosamente y nos
trae los beneficios del gozo y el contento. La libertad respecto de la
“conciencia de sí” es lo mismo que la ausencia de ego. La energía del
ego se transforma en la claridad pura de la acción atenta con la cualidad
total del ahora. Esto no significa que es preciso participar en actividades
religiosas o espirituales o en alguna causa humanitaria. Cualquier
actividad que nos brinde una sensación de entrega placentera, con
ausencia total de “conciencia de sí”, sirve. Puede ser algo tan mundano
como lavar tu auto, hacer algún deporte, caminar en paisajes increíbles
o hacer el amor. Lo que sea, lo necesario es que uno esté totalmente
absorto en la acción, pero en un contexto libre de presión o coerción.
Una vez que se saborean esos momentos, es posible llevar esa presencia
atenta y desnuda involuntariamente a todo lo que hacemos. La clave es
llevar la actividad a un punto de ausencia total de conciencia de sí. Y no
es recomendable “chequear” si “sientes” la ausencia de conciencia de sí
durante la acción; “mirar” si estás libre de conciencia de sí es equivalente
a caer en la conciencia de sí.
Recuerda, cuando el ego, en tanto conciencia de sí, se transforma en
la energía cognitiva de la actividad, ningún testigo interno nota la
cualidad de la acción. Con frecuencia, un buen indicio de que tuvimos
un momento de ausencia de conciencia de sí es una distorsión cognitiva
temporal. Las personas suelen preguntarse después de esas experiencias,
“¡Guau! ¿Dónde fue el tiempo?”. Fue un momento atemporal, porque
sin el ego como conciencia de sí, no hay tiempo.
¡Las personas tienen momentos fuera del tiempo en unidad total y
ausencia de ego sin haber estudiado, meditado o pensado en estos temas
antes! Al volverte atento cognitivamente a estos momentos de unidad,
comienzas a notar la cualidad sutil y delicada del flujo, como el flujo del
Tao. Vives en el flujo, siendo el flujo, en lo que sea que hagas.
Mientras aprendes a vivir en el flujo natural de la vida, sin auto-
conciencia, la orientación empieza a moverse de la conciencia a estar
enraizado en tu propio corazón de compasión y atención íntima. Tu
centro de conciencia desciende desde la claridad brillante de la visión y
la experiencia sensorial centrada en la cabeza, a las profundidades del
corazón, donde encuentras paz, satisfacción, amor y gozo. Estas
cualidades del corazón no son el resultado de la realización de acciones
virtuosas, sino que son intrínsecas a tu propio Ser. Al invitar
simplemente a tu conciencia al corazón, llegas a conocer tu naturaleza
más íntima. Descubres tu razón para vivir, tu propósito de ser. Hay
sabiduría divina, paz y quietud en el corazón, solamente esperando tu
llegada consciente. Muchas tradiciones han hablado de esta sabiduría y
del corazón como el asiento de la divinidad en el hombre.
No hace muchos años, tuve un sueño que simbolizaba el camino del
corazón espiritual y nuestra luz de la conciencia. Me gustaría
compartirlo.
Me encontraba volando muy alto por sobre los hermosos acantilados de Na
Pali en Kauai, Hawaii, en los cielos cálidos y despejados por sobre aguas azul
profundo, reflejando ondas de luz solar que brillaban y relucían mientras yo
miraba desde abajo. Noté que estaba completamente desnudo y flotando en
las ondas térmicas de aire que me sostenían, con solo mis brazos extendidos
haciendo de alas. Fue un momento de gozo y libertad total, diferente de todo
lo que había conocido antes. La exuberancia rica que brillaba como
esmeraldas y cubría los acantilados volcánicos, que se extendían por más de
trescientos metros hasta la costa por debajo de mí estaba bañada de la vida
vibrante y su impulso de sobrevivir y crecer. Absorbí todo esto como un amante
tomando una bocanada de gozo placentero, inhalando el paisaje esplendoroso,
no queriendo que el momento se disolviera nunca, intentando aferrarlo para
siempre. En ese mismo momento surgió el pensamiento: “¿Cómo es posible que
esté volando por el aire sin alas ni ningún soporte?” Con ese pensamiento,
comencé a caer, girando suavemente mientras descendía hacia el agua por
debajo. Sentí que necesitaba mirar hacia arriba y aterrizar con los brazos y
piernas extendidos, pues iba a colisionar con el agua debajo de mí. Tuve una
sensación relajada de dejar ir todo el miedo a la muerte y simplemente soltar
y relajar, confiando en la perfección de todo lo que me indicaba que hiciera
esto.
Tras caer por varios cientos de metros, mi cuerpo finalmente se unió con el
mar. No hubo dolor ni interrupción en la conciencia mientras sentía y veía
todo claramente. Me sumergí suavemente bajo las olas, descendiendo hacia
las profundidades mientras miraba hacia arriba a la luz brillante del sol, que
brillaba en la superficie, viéndola desde abajo. Mientras era llevado más y
más hacia las profundidades, el brillo cálido del sol comenzó a desvanecerse,
su brillo fundiéndose lentamente en oscuridad, y la oscuridad desvaneciéndose
en negrura completa, como un vidrio negro cristalino. Toda noción de un yo
se disolvió, pero se mantuvo un sentido global de ser pleno. Incluso en esta
oscuridad, me sentí acogido y reconfortado por una sensación de amor y
aceptación total. Había una quietud y paz que nunca imaginé posible dejar.
Con ese pensamiento, capté un destello de luz desde arriba. La oscuridad total
fue penetrada por la luz que parecía trabajar conjuntamente con la oscuridad
de abajo. Me llevó hacia arriba desde las profundidades, hacia su brillo y
calidez. Mi mundo se volvió luminoso y se llenó con una luz suave que
permeaba las aguas alrededor mío. La luz parecía vibrante de vida. Me
invitaba a su reino exquisito de intensidad y delicia sin causa alguna. La
sensación de lucidez y conciencia total eclipsaba la oscuridad que se retiraba,
como el día lo hace con la noche.
En ese momento me desperté en mi cama. Mis ojos se abrieron de repente,
mirando al techo, recostado sobre mi espalda como en mi sueño. Algo había
cambiado, mi perspectiva se había desplazado de sentir que estaba mirando
a través de mis ojos desde dentro de la cabeza a experimentar que mi lucidez
consciente estaba centrada en mi corazón, y estaba mirando desde el corazón
a través de los ojos. Sentía el mismo sentimiento de paz y satisfacción
indescriptible que experimenté en el lugar más profundo y quieto de la
oscuridad. No quería levantarme de la cama, la sensación de satisfacción
pacífica era cautivante. Pero me levanté y me preparé para el día. Esta
sensación de estar centrado en mi corazón en un estado de paz y felicidad
profunda duró varios días. Después sentí una mayor tendencia a estar
centrado en los ojos. Pero siempre podía relajarme y dejar que mi conciencia
descendiera de nuevo al corazón para experimentar la paz y la satisfacción
que siempre está a la espera de mi entrega consciente.

Este sueño simboliza todos los elementos de mi búsqueda de la


sabiduría más profunda, el entendimiento de mi propia naturaleza
interior y las cualidades inmutables del Ser. Desde el vuelo alto por los
reinos sensoriales de belleza infinita y gozo total, hasta las
profundidades de lo desconocido y la noche más oscura, sé que está
permeado absolutamente por nuestro propio amor de brillo infinito y
luz perfecta.
En muchas enseñanzas contemporáneas de conciencia o no dualidad,
no se comprende correctamente el corazón espiritual o su rol en el
proceso de la liberación. En la mayoría de las tradiciones místicas, se da
un gran énfasis al corazón espiritual. Pienso que puede ser útil explorar
este tema con mayor detalle.
En las enseñanzas de uno de los exponentes más conocidos de la
tradición del Advaita Vedanta de la India, Ramana Maharshi, hay
muchas referencias a la idea de que el Ser Supremo o Dios reside
místicamente en el corazón. Este no es el corazón físico, sino que suele
describirse como un centro de energía o chakra asociado con la
ubicación del corazón como centro de nuestro ser. Claramente, Ramana
Maharshi no es el único en compartir esta convicción.

Lo que se llama el corazón no es diferente de Brahmán (Dios)…


Llámalo de cualquier modo, Dios, Ser, el Corazón o Asiento de la Conciencia,
es lo mismo. El punto a captar es que ese CORAZÓN es el Núcleo mismo de
nuestro ser, sin el cual no hay nada en absoluto. (Ramana Maharshi)
El Brahmán Luminoso (Dios) habita en la cueva del corazón, y sabemos que
se mueve allí. Es el gran soporte de todo; pues en Él se centra todo lo que se
mueve, respira y parpadea. (Mundaka Upanishad, Segundo Mundaka
2:1)
El Ser está oculto en el loto del corazón. Quienes se ven a sí mismos en todas
las criaturas van día tras día al mundo de Brahmán oculto en el corazón.
Establecidos en la paz, ellos se alzan por sobre la conciencia corporal hacia la
luz suprema del Ser. Inmortal, libre de temor, este Ser es Brahmán, llamado
Verdadero. Más allá de lo mortal e inmortal, enlaza ambos mundos. Quienes
saben esto viven día tras día en el cielo en esta misma vida. (Del Chandogya
Upanishad, 8:1.1 2 4.3. Traducido por Eknath Easwaran en The
Upanishads (Petaluma, California: Nilgiri Press, 1987)).
Este corazón dentro nuestro es Dios mismo. (Brihadaranyaka Upanishad)
Los sabios, quienes por medio de la meditación suprema del Ser conocen al
Antiguo, difícil de percibir, asentado en el nicho más interno, oculto en la
cueva del corazón, habitando en lo profundo del ser interno, aquel que sabe
que Ese es Dios, está liberado de las cadenas de la alegría y la tristeza. (Katha
Upanishad, Verso 12)

Los sufíes en el misticismo islámico también sostienen que Dios se


encuentra en el centro del corazón. Las enseñanzas del cristianismo
ortodoxo oriental llamadas hesicasmo también afirman que encontramos
a Dios al hacer descender nuestra conciencia lúcida, o nous, ubicada en
la cabeza, hacia el corazón. En la kabbalah del judaísmo ortodoxo, la
naturaleza última de Dios, conocida como Ain Sof, también reside en el
corazón espiritual.

Rumi, el místico sufí del siglo XIII, escribió:


Solo desde el corazón puedes tocar el cielo.
Mientras vives más profundo en el Corazón, el Espejo se hace más y más
claro.
Busqué a Dios entre los cristianos y en la cruz, y no lo encontré allí. Fui a los
antiguos templos de idolatría, no había rastro de él… Finalmente, busqué en
mi propio corazón y allí lo vi; no estaba en otra parte.

De la tradición cristiana ortodoxa oriental:


Tienes que salir de tu cabeza y entrar a tu corazón. Ahora tus pensamientos
están en tu cabeza y Dios parece estar fuera de ti. Tu oración y todos tus
ejercicios espirituales también siguen siendo algo exterior. Mientras estés en tu
cabeza, nunca dominarás a tus pensamientos, que siguen arremolinándose en
torno a tu cabeza como nieve en una tormenta o mosquitos en el calor del
verano. Si desciendes a tu corazón, no tendrás más dificultad. Tu mente se
vaciará y tus pensamientos se disiparán. Los pensamientos están siempre en
tu mente, persiguiéndose entre sí, y nunca podrás controlarlos. Pero si entras
en tu corazón y puedes permanecer allí, entonces cada vez que te invadan los
pensamientos, solo tendrás que descender a tu corazón y los pensamientos se
desvanecerán en el aire. Este será tu refugio. No seas flojo. Desciende.
Encontrarás vida en tu corazón. Allí debes vivir.
Atención a lo que ocurre en el corazón y lo que viene de él, pues esta es la
principal actividad de la vida cristiana apropiada.
(Citas del monje ortodoxo ruso del siglo XIX, San Teófanes el Recluso)

Tanto el Dzogchen tibetano como la religión Bon nativa del Tíbet


enseñan que el fundamento definitivo del ser reside en el corazón. En
estas tradiciones, el corazón mismo se conoce como la Luz Madre.
Nuestra conciencia lúcida centrada en la cabeza se conoce como la Luz
Hijo. Se enseña que originalmente la Luz Hijo surgió de la Luz Madre,
y la iluminación total tiene lugar cuando la Luz Hijo se funde
nuevamente en la Luz Madre, en el corazón. Los dos nunca estuvieron
realmente separados, pero la mente crea la apariencia de separación.
Cuando morimos físicamente, la Luz Hijo, nuestra conciencia, ve a la
Luz Madre brillante como a través de un canal cristalino que conecta la
cabeza con el corazón. Es como si mirásemos a través de un túnel de luz
hacia el corazón.
En tibetano, a este túnel se le llama kati, el canal cristalino de luz. La
Luz Hijo, nuestra conciencia, ve a la Luz Madre blanca y brillante, el
brillo de nuestra propia calidez intrínseca, como amor incondicional al
final del canal cristalino en el centro del corazón. El hijo luego se
desplaza hacia su madre, o su origen, y se funde con ella en el corazón.
Esta es la iluminación completa y permanente. Sin embargo, esto
también puede lograrse durante la vida, pero no es muy común.
Notaríamos que esa persona es “todo corazón”.
Todas las prácticas de la tradición tibetana del Dzogchen se enfocan
en este resultado. Nuestro sentido de separación es entonces esta
separación concebida mentalmente, entre la Luz Hijo y la Luz Madre, la
Luz Clara de nuestra naturaleza absoluta. El hijo pródigo finalmente
regresa a casa.
Cuando nuestra conciencia entra totalmente al corazón, notamos
una experiencia completamente diferente. La sensación de separación
está ausente y toda dualidad entre una conciencia de un yo localizado e
independiente y nuestro Ser Absoluto se resuelve. Hay paz profunda,
una cualidad de asentamiento y contentamiento.

Cuando la mente eventualmente se sumerge en el Corazón, sentimos de modo


sobrecogedor un gozo imperturbable. Hay entonces una sensación que no está
separada de la conciencia pura; como ejemplo, la cabeza y el corazón se
vuelven una y la misma cosa.
(Ramana Maharshi, GR, 80)

En este momento, sentimos que nuestra naturaleza esencial es amor


incondicional, un resplandor del brillo propio del Ser. No tenemos que
hacer nada para ganar esto; siempre ha estado presente, eternamente.
Es solo que, debido a nuestro compromiso con las actividades y
distracciones de la mente, no nos habíamos molestado en notar nuestra
verdadera naturaleza. Tal como enseñó Jesús, “El Reino de Dios está
dentro de ti” (Lucas, 17:21).
En 1978 estaba en Katmandú, Nepal, y tuve el privilegio inusual de
ser aceptado en un linaje del budismo tibetano, en el Templo
Swayambhu, por el maestro conocido como Sachyu Tulku. El nombre
de este linaje era Karma Kagyu y su origen se remite a la época de su
maestro principal, Milarepa, que vivió en el Tíbet hace
aproximadamente mil años. Sachyu Tulku tenía ochenta y cuatro años
cuando murió, unos pocos meses después. Primero hizo los rituales de
iniciación necesarios, llamados empoderamientos, y después su
principal instructor me enseñó las prácticas iniciales de energía y
visualización.
Semanas después, cuando regresé a los Estados Unidos, me senté una
noche en mi habitación con la intención de hacer la práctica principal
que me habían enseñado. En comparación con otras prácticas del
mismo tipo, esta era bastante simple. Debía visualizar un buda dorado
en el centro de mi corazón. Era una imagen radiante y brillaba con luz
dorada. Desde su centro del corazón, surgían rayos de luz en todas las
direcciones, llevando las energías de amor y compasión a todos los seres
sintientes en el universo. Para realizar esta práctica de visualización,
primero tenía que generar la sensación de que en el centro del corazón
del buda había un poder infinito de amor y compasión. Ese poder tenía
la capacidad de aliviar el sufrimiento de todos los seres del universo.
Con esta claridad en mente, visualicé la corriente fluyendo, de esta luz
potente que llegaba a los confines del universo. Tras mantenerme por
varios minutos en esta visualización, repentinamente sentí como si mi
centro del corazón se abriera y una experiencia de amor total fluyó por
todo mi ser. Nunca antes ni después tuve otra experiencia igual de
profundo amor y compasión. Esta experiencia espiritual poderosa me
llevó profundamente al núcleo central de mi existencia, donde descubrí
la luz del corazón de mi verdadera naturaleza, una guía que nunca falló
en conducirme en la dirección correcta.
He aquí una meditación muy simple que puede ofrecer un medio
para que cualquiera entre en su propio santuario del corazón. Primero,
busca un espacio calmo para la práctica. Encuentra un asiento cómodo:
sentado en una silla o sobre un almohadón sobre el piso. Alinea tu
postura para que tu columna esté recta. Cierra los ojos y nota tu
respiración por algunos minutos. Cuando inhalas, imagina que la
energía de tu respiración entra al centro del chakra del corazón en el
centro de tu pecho. Respira suavemente así, mientras te enfocas en tu
chakra del corazón. Cuando tu energía mental se haya asentado y te
sientas relajado y abierto, rememora un momento en que hayas sentido
un amor profundo por alguien. Una vez que tengas incluso la sensación
más ligera de amor en tu corazón, mantente enfocado en ese
sentimiento. Deja que ese sentimiento crezca y atraiga tu atención más
y más. Mientras ganes experiencia en esta práctica, tu atención y
conciencia se deslizarán más profundo en el espacio del corazón.
Parecerá que tu conciencia pasó de estar centrada en tu cabeza a ubicarse
en tu corazón. En esta nueva condición, descubres una profunda paz,
satisfacción y gozo amoroso. Es posible que también notes la sensación
de que el corazón es como la apertura en una cámara que ahora se abre
o dilata más y más. Este es un buen indicio de que tu práctica está yendo
en el rumbo correcto. Continúa con el ejercicio tal como se explicó
recién, y el resto se desarrollará espontánea y orgánicamente. Si quieres,
también puedes realizar la práctica que me enseñaron en Nepal y que
describí antes. Pero, sobre todo, olvida tus pensamientos e historias
imaginarias y relájate completamente en este espacio claro y lúcido del
corazón de tu propia naturaleza.
Tras estar en esta búsqueda por cuarenta y seis años, he notado que
la cultura occidental valora al intelecto más que al corazón; por supuesto
no en todos los casos, pero generalmente es así. Sin embargo, puedes
reconocer que el corazón tiene su propia sabiduría y solo vive
plenamente cuando la mente pensante se transforma en Luz Clara. La
tarea principal del intelecto es garantizar la supervivencia estratégica del
organismo. La tarea principal de la sabiduría del corazón es llevarnos a
casa a nuestra bondad, perfección y gozo esenciales. Somos seres de Luz,
y al reconocer que nuestra propia conciencia es la Luz Clara del
Corazón, descubrimos que ya estamos en casa.
Cuando nuestra conciencia ordinaria se revela en su naturaleza
esencial de sabiduría, que es su fundamento sostenedor, vemos al
mundo como sagrado y divinamente perfecto, tal como es. Nuestro
mándala de experiencia no se vuelve un reino de vacío en blanco. En
cambio, lo vemos como siempre ha sido: una red ininterrumpida de
relaciones y energías luminosas que deleitan al ojo e inspiran la
creatividad gozosa espontánea. En este reino de libertad infinita,
descubrimos que la trama de esas relaciones está basada en la compasión
y el amor, que son la sangre y el pulso vital del mándala. Podemos entrar
a este mándala mediante el camino de la sabiduría o mediante el camino
del amor incondicional. La realización de cualquiera de ellos es la
realización de ambos.
Inspírate en este viaje abriendo tu corazón para amar a todos los seres
y toda la vida. Deléitate en el esplendor de la naturaleza y danza
libremente en la Luz Clara de tu propio reconocimiento en cada
momento.
He aquí una breve historia proveniente de la tradición tibetana del
Dzogchen. Recuerda que Dzogchen significa “Gran Perfección” en
español. Esta expresión señala la perfección inherente de nuestra
verdadera naturaleza y de toda la realidad. Esta Gran Perfección no se
restringe a alguna experiencia espiritual extraordinaria. En cambio,
descubrimos la intimidad inmediata de la Gran Perfección en cada
momento de la experiencia. Cada momento, cada evento mental, cada
sentimiento, cada percepción es una aparición y expresión de la
naturaleza búdica perfecta, cualquiera sea el modo en que se exprese.
Nyosul Lungtok, quien después se transformó en uno de los más grandes
maestros de Dzogchen de los últimos tiempos, siguió a su maestro Patrul
Rinpoche por dieciocho años. Durante todo ese tiempo, fueron casi
inseparables. Nyoshul estudiaba y practicaba con dedicación extrema, estaba
dispuesto para reconocer la conciencia iluminada, pero aún no había recibido
la introducción definitiva al estado de parte de un maestro de la Gran
Perfección. Una célebre noche, Patrul Rinpoche le dio la introducción al
estado. Ocurrió cuando estaban juntos en una ermita, bien alto en las
montañas por sobre el Monasterio Dzogchen en el Tíbet. Era una noche muy
hermosa. El cielo oscuro estaba despejado y las estrellas brillaban
intensamente. El ladrido distante de un perro del monasterio resaltaba el
sonido de la soledad en la que estaban.
Patrul Rinpoche estaba recostado, estirado en el piso. Llamó a Nyoshul y le
preguntó: “¿Dices que no conoces el sonido esencial de la Conciencia?”.
Nyoshul reconoció por el tono que este era un momento especial e hizo un
gesto de negación, expectante.
“No se trata de nada especial”, dijo Patrul, como al pasar.
“Hijo mío, ven y recuéstate aquí a mi lado: haz como tu viejo padre”. Nyoshul
se recostó a su lado.
Entonces Patrul Rinpoche le preguntó: “¿Ves las estrellas ahí arriba en el
cielo?”
Nyoshul respondió: “Sí”.
“¿Escuchas los perros ladrando en el monasterio?”
Nyoshul de nuevo respondió: “Sí”.
“¿Escuchas lo que te estoy preguntando?”
Y de nuevo Nyoshul respondió: “Sí”.
“Bien, la meditación de la Gran Perfección es esto: simplemente esto”.
Apéndice
Resumen de métodos y ejercicios

Fundamentos esenciales de la práctica


La práctica fundamental es la no-práctica de simplemente ser
conciencia, tu condición natural. Esto se puede practicar en una sesión
formal de meditación, sentándose sin propósito, pero totalmente
presente, sin involucramiento mental o conceptual. Esta práctica es de
hecho el fruto de la práctica, pero aparece como nuestra condición
actual en cada momento. No hay ningún sentido de un yo u objetos
conceptualizados en este estado de presencia no dual. Al experimentar
en tanto esta conciencia desnuda, uno simplemente continúa como esta
conciencia vívida y alerta las veinticuatro horas del día y la noche en
relajación total. Con un desarrollo exitoso, los chakras se abren
totalmente y las energías sutiles fluyen en el canal central. El cuerpo se
siente transparente a la percepción interior, y la mente está totalmente
clara, con sensaciones gozosas circulando dentro de tus canales internos.
Si tu condición no es tal como se describe aquí, es recomendable
practicar meditación de calma por al menos media hora cada día,
simplemente sentándose con la columna derecha, los ojos enfocados en
un punto en la pared o el piso, sin movimiento de los ojos, sin programa
mental, simplemente observando tu respiración. Si surgen
pensamientos, emociones o sensaciones, solo nótalos, pero no los
juzgues o te involucres con ellos. Se disuelven por sí mismos. Puedes
separar esto en dos sesiones por día de meditación sentado si es
necesario.
He aquí otra práctica que puede ser bastante útil cuando estas en un
estado mental incómodo o de poca claridad:
La autoliberación de todas las condiciones
Nota tu estado mental actual. ¿Qué hay en tu mente en este
momento, tal como es? Ya sea una historia, pensamientos, ego o un
estado emocional, solo observa la condición. Intenta ver si tiene algo de
solidez, algo que sea estable y permanente. Después de observar la
condición de este modo, nota que es una aparición vacía que tu
atención sostiene y energiza. Nota el aspecto vacío y transparente de la
condición.
Luego, nota la conciencia que está presente en ese notar. Observa la
cualidad de ese notar cognitivo. ¿Hay algo sólido en ella? ¿Algún color?
¿Forma? ¿Es solo una vacuidad cognitiva? Habiendo resuelto que la
conciencia vacía que nota es completamente transparente, ahora nota
la condición original de nuevo. ¿Se desvaneció? ¿Disminuyó? ¿Se
transformó en conciencia vacía? Si no, repite los pasos hasta que la
condición se “autolibere”. Lo hará de todos modos, porque todas las
apariencias y condiciones son impermanentes, vacías y no nacidas.

Explorando el diseño del cuerpo sutil


Puedes imaginar que el canal central es aproximadamente tan ancho
como tu pulgar, azul claro por afuera y rojo rosado por dentro. La
apariencia general es semitransparente, como si brillara desde dentro.
El canal lateral derecho es rojo luminoso y el canal izquierdo es blanco
luminoso. Para las mujeres, los colores de los canales son al revés. El
ancho de estos canales laterales es aproximadamente como tu dedo
meñique. Es bueno tener esta información, pero no vamos a hacer
ninguna práctica con los canales laterales por sí mismos. Al
concentrarnos en los chakras y el canal central, los canales laterales
responden automáticamente. Cuando puedes dirigir tu prana o energía
interna hacia dentro del canal central, los canales laterales se desactivan.
De igual modo, cuando tu mente está involucrada en pensamientos
dualistas junto con energías emocionales negativas, los canales laterales
están activos y el canal central está cerrado e inactivo. De nuevo, la meta
de la práctica energética es llevar el prana dentro del canal central y abrir
y activar tus chakras completamente. En tanto tengas éxito en este
esfuerzo, experimentarás estados de conciencia que de otro modo son
inaccesibles para la mayoría de los seres humanos. Nuestra meta última
es llevar la energía al canal central, hacia arriba desde la base de la
columna y hacia el chakra de la corona. Puedes experimentar una
iluminación completa solamente con este método.

Secuencia de práctica principal del cuerpo sutil


Para algunas personas, las prácticas energéticas pueden ser demasiado
intensas porque tienden a liberar energías contraídas y revelar bloqueos
emocionales soterrados. Esto puede resultar incómodo y desorientador.
Las prácticas que comparto aquí deberían hacerse con delicadeza y sin
forzar las energías internas. No debes agotarte con ejercicios de
respiración intensos o retenciones mientras haces estos ejercicios. Ve
lentamente y aprende a sentir tus límites con delicadeza. Pero no puedes
conocer tu desempeño hasta que no experimentes un poco con tu
energía. Si comienzas a sentirte incómodo, interrumpe la práctica. Da
un paseo por la naturaleza, haz ejercicio físico o alguna actividad
placentera. Es ciertamente suficiente quedarte con las prácticas básicas
de conciencia clara en descanso, como la contemplación del cielo y las
meditaciones de calma.
Primero, siéntate en posición recta. Puedes hacer esto mientras te
sientas un poco hacia adelante en una silla, para que la columna quede
tan recta como sea posible. Prefiero sentarme en un almohadón sobre
el piso, al estilo del yoga. No es tan importante cómo dejes tus piernas,
tan solo encuentra una posición estable. Apoya tus manos
cómodamente sobre las piernas, como prefieras. La columna debe estar
derecha.
Cierra los ojos y nota tu respiración. Siente la respiración mientras
entra y sale por tu nariz, y siente cómo los pulmones se expanden y se
relajan con cada respiración.
Después, siente el canal central desde el extremo inferior de la
columna hasta la fontanela. No necesitas visualizarlo claramente, tan
solo siente que hay un canal de energía dentro de la columna vertebral,
en toda su extensión. Concéntrate en el punto superior de la cabeza,
que está justo por detrás del centro del cráneo. Puedes encontrar la
fontanela con el dedo. Tal vez la sientas como una pequeña hendidura
o un punto blando en el cráneo. Imagina que hay un centro de energía
allí que vibra sutilmente justo por debajo de la superficie del cráneo en
la fontanela, quizás una o dos pulgadas por debajo, dentro del cerebro.
En un momento, tu atención se asienta en la ubicación correcta
naturalmente, así que no te preocupes por que sea exacto. Enfócate en
el área en general. Una vez que sientas algún movimiento de energía
que llame tu atención, habrás ubicado el chakra de la corona.
Concéntrate en ese punto de energía por al menos cinco minutos
aproximadamente. Recuerda, no necesitas visualizar o imaginar nada;
solamente concentra tu atención en la zona en general. El chakra de la
corona está presente en todas las personas, solo tienes que notarlo.
Debería sentirse como una ligera vibración o pulsación de energía.
Mantén eso como punto de referencia. Intenta mantener tu atención
en ese punto con tanta frecuencia como sea posible durante el día y la
noche, especialmente cuando estés por quedarte dormido. Intenta
hacer veinte minutos de meditación sentado cada día, solo haciendo
esta práctica. Una vez que tengas éxito en ubicar el chakra de la corona,
tu meditación debería abrirte a un estado de conciencia relajado y
calmo. A veces sientes como si pudieras quedarte enfocado en el chakra
de la corona por horas, porque es tan placentero. Continúa por tanto
como sea cómodo. Un aspecto clave de la práctica es soltar toda la
tensión y encontrarse en un estado de relajación total de cuerpo y
mente. Al relajarte completamente mientras te mantienes en alerta
vívido, los canales y chakras se abren completamente, permitiendo que
una sensación muy placentera permee el cuerpo entero. Tu estado
mental será expansivo y sereno. Al involucrarte en la práctica, todo el
cuerpo sutil de energía interna se tonifica y activa.
Cuando te sientas competente con esta rutina de práctica, puedes
usar esta versión más corta, que es la que uso:
1. Me concentro en la base de la columna.
2. Intento sentir una sensación cálida de energía o cosquilleo en
la base de la columna o un poco más arriba.
3. Relajo la respiración, haciendo respiraciones profundas y
lentas.
4. Me relajo completamente sin pensamiento, con los ojos
cerrados.
5. Mientras inhalo lentamente, llevo la sensación desde la base
de la columna hacia arriba.
6. Mientras exhalo, retengo mentalmente la energía interna
donde está, y luego al inhalar, sigo haciéndola subir.
7. A veces entra al chakra del corazón al pasar y produce una
sensación de alegría.
8. La dejo en el corazón por todo el tiempo que allí se quede.
9. Cuando está lista, sigo llevándola hacia arriba con cada
inhalación, no permitiendo que descienda.
10. Mientras las sensaciones gozosas aumentan después de
algunos minutos, llevo la energía a la parte superior de la
corona, en la fontanela.
11. Una fuerte sensación de espaciosidad crece, junto con
sensaciones de gozo.
12. Retengo suavemente la respiración y miro hacia arriba con los
ojos cerrados, enfocándolos hacia arriba como si intentara ver
la parte superior de la cabeza desde dentro. Me enfoco en eso
y me concentro en un punto imaginario de luz en la corona,
pero dentro del cráneo.
13. Comienza a crecer una sensación que emite pulsaciones en el
tercer ojo y la base de la columna.
14. Me mantengo así por tanto tiempo como puedo.
15. Me relajo y simplemente atestiguo.
16. Con los ojos cerrados, miro hacia adelante en el espacio a
través del chakra del tercer ojo. Integro mi conciencia en esa
vasta profundidad espacial.

Reconoce tu conciencia que experimenta lo que está pasando. Nota


que eres el contexto vacío y cognitivo en el que todos los fenómenos
ocurren como contenido. Descansa como ese reconocimiento, sin
proyecto alguno.
Si sientes una presión incómoda en la cabeza, visualiza una abertura
en la fontanela y tu prana fluyendo hacia arriba al espacio que está sobre
tu cabeza. Eso debería aliviar la incomodidad.
Si en cualquier momento sientes incomodidad al hacer cualquiera de
estas prácticas, haz un descanso y camina o realiza alguna actividad para
alejar tu mente de la práctica. Usa siempre tu inteligencia y nunca te
presiones de ningún modo. La relajación y la delicadeza son claves
siempre.

Contemplación del cielo


Cuando tu mente esté relativamente calma y clara, entonces deberías
practicar la contemplación del cielo o contemplación del espacio, práctica en
la que te enfocas en el cielo sin mover los ojos, o la contemplación del
espacio, en la que miras al espacio de una habitación, pero no a ningún
objeto físico.
Lleva tu sensación de conciencia a los ojos y siente que se funde con
el espacio externo del cielo o el espacio vacío de la habitación entre tus
ojos y la pared. Descansa así, libre de todo pensamiento deliberado por
diez minutos, y finalmente extiende la sesión por tanto tiempo como te
resulte cómodo. Mantén tus ojos sin ningún movimiento, pero no hay
problema con parpadear. Respira lenta y calmadamente a través de la
boca, apenas ligeramente abierta. Mientras más practiques, más
transparente y clara se vuelve tu mente y la conciencia. Nota que la
conciencia vacía y clara que surge es tu naturaleza esencial. No eres el
cuerpo, tu mente o tus pensamientos. De hecho, no necesitas ninguna
otra práctica aparte de esta. Incorpora varios beneficios que se
acumularían al realizar muchas otras prácticas.

Práctica de la luz interior


Cierra los ojos y nota la luz que llega desde una fuente externa de luz,
en el interior de tus párpados traslúcidos. Nota dónde está la luz y dónde
está centrada tu sensación de conciencia. Percibe los sonidos y nota
cómo parece que los sonidos son inseparables de tu conciencia.
Descansa en ese sentido de inseparabilidad por tanto como te sea
cómodo. De vez en cuando, nota tu conciencia vacía.
Nota de nuevo la luz en tus ojos dentro de tus párpados cerrados.
Percibe que la luz llena tu cráneo, que parece vacío, sin cerebro, lleno
de luz y conciencia. Descansa en esa condición espaciosa por todo el
tiempo que te resulte cómodo.
Abre lentamente los ojos, pero solo un poco. Nota el espacio de la
habitación sin hacer foco en ningún objeto. Observa cómo tu
conciencia parece inseparable del espacio de la habitación, y descansa
en esa conciencia espaciosa. Entonces nota cómo tu cráneo parece
transparente, sin limitación a tu conciencia, y descansa en esa
transparencia de la conciencia.
Cierra los ojos de nuevo e imagina que desde dentro del cráneo miras
hacia arriba, a la corona de la cabeza. Nota si hay alguna pulsación o
vibración en la corona. Si es así, descansa en ese momento de sensación
por algunos minutos.
Después, nota si hay alguna sensación de pulsación o vibración en el
coxis o en la zona debajo de la columna, y si es así, descansa de nuevo
en esa sensación por varios minutos.
Luego nota de nuevo el punto de la corona por varios minutos. Ahora
nota el punto en el tercer ojo para ver si hay alguna pulsación o
vibración, y si es así, descansa en esa condición por varios minutos.
Alterna entre notar el punto de la corona, el tercer ojo, y el coxis por
varios minutos, una y otra vez hasta que las sensaciones aparezcan en los
tres puntos y se mantengan estables, pues esto lleva las energías sutiles
al canal central.
Luego, nota de nuevo la luz en los ojos. Nota la espaciosidad clara y
vacía dentro de tu cráneo hueco y su transparencia. Descansa en esta
claridad por algunos minutos.
Abre los ojos un poco y descansa en esa conciencia clara por tanto
tiempo como te sea cómodo. Sin ningún programa en mente, mantente
claro y presente sin pensamiento intencional.
Termina tu sesión, pero no te involucres de nuevo en pensamientos
deliberados o conceptualización. Si lo haces, esto hace colapsar la
espaciosidad abierta. Practica de este modo con tanta frecuencia como
te sea posible.

Práctica en la tradición del Zen


En el budismo zen, la práctica principal consiste en sentarse en la
postura correcta sin enfocar la mente en ningún tema, acaso excepto
notar tu respiración. Postura correcta significa sentarse con la columna
y el cuello rectos y el mentón un poco hacia atrás. Ya sea que te sientes
sobre un almohadón o el piso, o en una silla, lo fundamental es
mantener la espalda recta. Esto permite que las energías internas fluyan
hacia arriba naturalmente por el canal central de energía. Se suele dar
la instrucción de concentrar la atención dentro del chakra del ombligo,
un punto que está aproximadamente cinco centímetros por debajo del
ombligo. Al hacer esto consistentemente con concentración atenta, la
energía del chakra del ombligo aumenta hasta el punto de desbordarse
hacia abajo, hacia la base de la columna, donde entra al canal central.
Debido a la presión hacia abajo de la energía que entra al canal central,
el prana comienza a moverse hacia arriba por el canal central hacia el
chakra de la corona. Cuando la energía entra al chakra de la corona, se
da la verdadera meditación o samadhi no dual. La conciencia egoica
ordinaria, que está centrada en el cerebro y el chakra de la corona, se
transforma en conciencia pura. Este es un precursor de la realización
total. Tu sentido del ego se disuelve automáticamente, como hielo que
se derrite transformándose en agua. En este momento sientes tu
inseparabilidad e unidad con el universo y experimentas intuiciones
profundas de la naturaleza de la realidad. En las primeras enseñanzas
budistas, hay un grupo de textos llamados los sutras del Prajñaparamita,
que afirman que todas las formas materiales están esencialmente vacías
de cualquier existencia inherente e independiente, pero que de todos
modos esta vacuidad se expresa exactamente como las formas que
percibimos, tal como hologramas. Esto se vuelve experiencia directa y se
reconoce directamente.

Apertura del ojo de la sabiduría


El ojo por el que veo a Dios es el mismo ojo por el que Dios me ve; mi ojo y el
de Dios son un ojo, un ver, un saber, un amor. (De Los sermones de
Meister Eckhart)

Aprendí esta práctica de Qassim, mi maestro sufí en Cachemira.


Cuando se la hace correctamente, surge un estado poderoso de
conciencia intuitiva, y tal vez de iluminación completa.
Siéntate tranquilamente en una silla o un almohadón sobre el piso
por unos minutos con los ojos cerrados. Deja que todos los
pensamientos y deseos lleguen a la quietud. Nota que todos los
pensamientos son vacíos, lo que significa que no tienen sustancia o base
permanente, como nubes vacías. Nota que todas tus historias acerca de
todas las cosas también son vacías. Luego, nota cómo tu sentido de
identidad personal también es solo otra historia basada en recuerdos, y
que, por lo tanto, también es vacía, como un sueño. Nota que el espacio
de tu conciencia interna también es vacío y que es el contexto en el que
surgen los pensamientos y las historias, junto con tu sentido de un yo.
Reconoce que eres esta conciencia inmutable y vacía.
Imagina que hay un único ojo grande en el centro de tu frente,
mirando hacia afuera. Está por sobre la ubicación del chakra del tercer
ojo. Es bastante grande y se extiende hacia atrás, conectando con las
orejas por ambos lados. Una vez que estés cómodo con esa visualización,
siente que no tienes que “imaginar” el ojo, sino que siempre ha estado
allí sin que lo notaras. Tan solo descansa como si estuvieras mirando la
habitación a través de ese ojo, con tus dos ojos cerrados. Mantente en
esta contemplación por al menos quince minutos por vez y repite con
tanta frecuencia como sea posible. Cuando notes pensamientos,
recuérdate que los pensamientos son vacíos, las historias son vacías, y tu
sentido de identidad personal es vacío. Nota de nuevo que el espacio de
tu conciencia interior también es vacío y que es el contexto donde
surgen todos los pensamientos, historias y sentido de identidad.
Reconoce que eres esta conciencia vacía sin forma.
También es una práctica excelente el hacer esto recostado sobre tu
espalda cuando estés por dormirte. Quédate dormido mientras haces
esta práctica, manteniendo una claridad vívida en el área de la frente.
Los resultados pueden aparecer gradual o repentinamente. Un estado
de transparencia extremadamente claro que está saturado de sabiduría
e intuición surge en la zona de tu frente. Cuando está totalmente
abierto, reconoces la naturaleza de la realidad y tu verdadera naturaleza.
Es por esto que a este ojo se le llama el ojo de la sabiduría. También
puede surgir clarividencia y otras percepciones extrasensoriales. El ojo
de la sabiduría se reconoce también en la kabbalah, el sufismo, el
budismo tibetano, el kundalini yoga y el chamanismo.
Para más información acerca de retiros o preguntas vinculadas a la práctica,
contactar con Jackson Peterson mediante ejackpete@yahoo.com o mediante su
sitio web: www.wayoflight.net También puedes unirte al grupo de Jackson en
Facebook, Transparent Being, donde responde preguntas y da orientación:
www.facebook.com/groups/436183323088781/.

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