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trató de pensar

en la playa del Cayo Sugarloaf y escuchar el ruido del oleaje. La imagen de


su banco de trabajo acudió a su mente y pensó en el escape para el reloj de
agua que él y Willy estaban
fabricando. Cantó Whiskey River en voz baja y trató de repasar
mentalmente Black Mountain
Rag del principio al fin. La muchachos, quiero ver una sonrisa amplia
cuando se acerquen —dijo Springfield—.
Muéstrenle sus dientes al doctor Princi. Muy bien, veamos todos los
dientes. Dios mío, Sparks ¿es
eso su lengua o está tragando una ardilla? Sigan pasando.
Una gran reproducción frontal de una dentadura completa, superior e
inferior estaba pinchada en el
tablero de informaciones en el importancia del queso. El queso es
relativamente sólido pero muy difícil de sacarle
un molde. Hay que engrasarlo primero para aislar la humedad del agente
utilizado para el molde.
Generalmente se le toma una foto. El Smithsoniano lo ha hecho
anteriormente para el laboratorio
del FBI. Están mejor equipados para realizar un examen de los rasgos
faciales y tienen un articulador
anatómico. Además, cuentan con un consultor odontólogo forense.
Nosotros no. ¿Alguna otra
cosa?
—¿Sería justo decir que la demora se debió al laboratorio del FBI y no a la
policía local?
Princi respondió sin ambages:
—Lo que sería justo decir, señor Simpkins, es que un investigador federal,
el agente especial Crawford,
encontró el queso en la nevera hace dos días, la fotografía publica da en el
National Tattler al final del caso Lecter. Lounds
entró en el cuarto del hospital mientras Graham dormía, levantó la sábana y
tomó una fotografía de
la colostomía provisoria que le habían realizado. El diario la reprodujo
retocada con un recuadro
negro cubriendo la ingle de Graham. El título decía: «Policía destripado».
La cafetería era limpia y luminosa. A Graham le temblaban las manos y
derramó café en el plato.
Advirtió que el humo del cigarrillo de Crawford molestaba a una pareja
instalada en el reservado
junto al de ellos. La pareja comía en un péptico silencio y su enojo parecía
flotar como el humo del
cigarrillo.
Dos mujeres, aparentemente madre e hija, discutían en una mesa cerca de
la puerta. Hablaban en
voz baja y su enojo se reflejaba en sus caras. Graham podía sentir esa ira en
sus carasdespués que sus compañeros revisaran la casa.
Activó la tarea del laboratorio a solicitud mía. Sería justo decir que siento
un gran alivio al saber
que no fue ninguno de ustedes el que mordiófrente del cuarto de los
oficiales. Le hizo recordar a Graham esos
dientes postizos de celuloide que se venden en las tiendas de pegas. Se
sentó junto con Crawford en
el fondo de la habitación mientras los detectives se instalaban en unos
pupitres similares a los de los
colegios.
Gilbert Lewis, comisionado de Seguridad Pública de Atlanta y su oficial de
relaciones públicas se
ubicaron más apartados, en unas sillas plegables. Lewis debía mantener una
conferencia de prensa
dentro de una hora.
El jefe de detectives Springfield tomó la palabra.
—Muy bien. No perdamos el tiempo con tonterías. Si ustedes leyeron los
informes del día se habrán
percatado de que hasta ahora no se ha progresado en absoluto.
»Entrevistas de casa en casa se seguirán realizando en un radio de cuatro
manzanas más alrededor
del escenario del crimen. R&I nos ha prestado dos empleados para
ayudarnos a verificar las reservas
de aviones y alquiler de automóviles en Birmingham y Atlanta.
»Nuevamente se repasarán hoy los datos de los hoteles y aeropuertos. Sí,
hoy otra vez más. Atajen a
todas las mucamas y ayudantes, así como también a todos los empleados
que atienden el mostrador.
Debió haberse limpiado en algún lugar y puede haber dejado un montón de
roña. Si encuentran a
alguien que limpió un montón de porquerías, desentierren a
quienquieracanción de Molly. La parte de la guitarra de Doc Watson salía
perfecta,
pero siempre se perdía cuando entraban los violines. Molly había tratado de
enseñarle a zapatear en
el patio de atrás de la casa y comenzó a saltar… hasta que por fin se
durmió.
Se despertó al cabo de una hora rígido y e importancia del queso. El queso
es relativamente sólido pero muy difícil de sacarle
un molde. Hay que engrasarlo primero para aislar la humedad del agente
utilizado para el molde.
Generalmente se le toma una foto. El Smithsoniano lo ha hecho
anteriormente para el laboratorio
del FBI. Están mejor equipados para realizar un examen de los rasgos
faciales y tienen un articulador
anatómico. Además, cuentan con un consultor odontólogo forense.
Nosotros no. ¿Alguna otra
cosa?
—¿Sería justo decir que la demora se debió al laboratorio del FBI y no a la
policía local?
Princi respondió sin ambages:
—Lo que sería justo decir, señor Simpkins, es que un investigador federal,
el agente especial Crawford,
encontró el queso en la nevera hace dos días, después que sus compañeros
revisaran la casa.
Activó la tarea del laboratorio a solicitud mía. Sería justo decir que siento
un gran alivio al saber
que no fue ninguno de ustedes el que mordiómpapado en sudor y la silueta
de la otra almohada contra
la luz del baño se transformó en la señora Leeds acostada junto a él,
mordida y destrozada, con espejos
en sus ojos y sangre sobre las sienes y orejas como si fueran patillas de
anteojos. No podía
girar la cabeza para mirarla. Lanzó mentalmente un alarido y estiró la mano
hasta tocar la tela seca.
Esa acción le proporcionó un alivio inmediato. Se levantó; el corazón le
latía fuertemente, y se
cambió la camiseta por otra seca. Tiró la camiseta mojada en la bañera. No
podía moverse al lado
seco de la cama. En cambio puso una toalla sobre l la fotografía publica da
en el National Tattler al final del caso Lecter. Lounds
entró en el cuarto del hospital mientras Graham dormía, levantó la sábana y
tomó una fotografía de
la colostomía provisoria que le habían realizado. El diario la reprodujo
retocada con un recuadro
negro cubriendo la ingle de Graham. El título decía: «Policía destripado».
La cafetería era limpia y luminosa. A Graham le temblaban las manos y
derramó café en el plato.
Advirtió que el humo del cigarrillo de Crawford molestaba a una pareja
instalada en el reservado
junto al de ellos. La pareja comía en un péptico silencio y su enojo parecía
flotar como el humo del
cigarrillo.
Dos mujeres, aparentemente madre e hija, discutían en una mesa cerca de
la puerta. Hablaban en
voz baja y su enojo se reflejaba en sus caras. Graham podía sentir esa ira en
sus carasa parte empapada por su transpiración y se instaló
sobre ella, recostándose contra la cabecera con un buen whisky en la mano.
De un trago vació la
tercera parte del contenido del vaso.
Buscó algo en qué pensar, cualquier cosa. La farmacia en la que había
comprado el Bufferin; tal vez
porque era la única experiencia de ese día que no estaba relacionada con la
muerte.
Recordaba los viejos drugstores y sus helados. De chico pensaba que los
drugstores tenían cierto
aire furtivo. Cuando uno entraba siempre pensaba en comprar
preservativos, así los necesitara o no.
Había cosas en los estantes a las que no se debía mirar mucho.
En la farmacia en la que compró el Bufferin, los anticonceptivos con sus
envolturas cubiertas de
ilustraciones se exhibían en estuches de plástico en la

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