masculina era, precisamente, lo que les impedía aprender. Cuando ya se saben todas las respuestas no se pueden hacer preguntas. La conclusión que saqué de todo aquello fue que las mujeres son las que tienen que abrir el camino de la libertad sexual y la libertad de expresión. Después de oír tantas confesiones personales, descubrí también que prácticamente todos tenemos una actitud negativaamenacé con anular la exposición entera. Después de una discusión agotadora, aceptó colgar dos de los dibujos de una masturbación. Estaba claro que exponer cuadros de personas haciéndose pajas iba a causar muchos problemas. ¿Por qué el amor en solitario era tan terrible? Esa noche, en la pared más granlas necesidades primarias del hombre es la búsqueda del placer a través del sexo, y la masturbación es la primera actividad sexual natural. Con la masturbación se descubre el erotismo, se aprende a responder sexualmente y se adquiere confianza y respeto por uno mismo. La destreza en el sexo y la habilidad para responder adecuadamente no son cosas naturales en esta sociedad, Lo natural es estar inhibidoCompartir información sexual era un paso más en mi concienciación sexual. Era fundamental que las mujeres hablaran entre ellas sobre el sexo para acabar con la represión psicológica a la que estaban sometidas. Comprendí perfectamente que lo personal era político. Si las mujeres eran capaces de compartir su vida sexual, el feminismo seria uno de los acontecimientos más importantes en la historia de la sexualidad. Un caso típico de masturbación femenina reprimida era el de mi amiga Nancy. A los veinticinco años, después de seis de tener relaciones sexuales, no estaba segura de haber tenido algún orgasmo. (¡Es difícil imaginarse a un hombre con el mismo problema!) Me parecía que la única manera de saberlo era aprendiendo a llegar al orgasmo. Nancy nunca se había masturbado conscientemente. Le describí algunas de las sensaciones que yo había tenido y le hice un dibujo de los genitales femeninos, explicándole la importancia que tiene el clítoris. Una semana después, Nancy admitió que se sentía ridícula y confusa al intentar masturbarse. Además, no pasaba nada. Cuando descubrí que sólo había dedicado diez minutos al amor en solitario en lo que a sexo se refiere. La habilidad sexual se adquiere con la práctica. Cuando una mujer se masturba, aprende a aceptar sus genitales, a disfrutar de los orgasmos y, más aún, a ser experta en el sexo. Pero a más de una persona le molesta que las mujeres sean expertas e independientes. A pesar de la revolución sexual, de la píldora y del feminismo, los roles sexuales siguen siendo diferentes. La sociedad considera que el hombre es independiente y tiene mucha experiencia en el sexo, pero las mujeres —se supone— deben ser pasivas, dependientes y con poca experiencia. Se les ha adjudicado un papel de apoyo al hombre en el que no entra el sexo. Por eso la mayoría de las mujeres busca seguridad y no experiencias nuevas o satisfacción sexual. Las mujeres aceptan estas diferencias entre ellas y los hombres porque tienen un desconocimiento total de su propia sexespejo retrovisor y no tenía ni idea de que me hubiera visto. ¿ Por qué no me dijo que lo dejara? «Era un viaje muy largo —me explicó—; lo estabas pasando muy bien, y yo no quería molestarte.» Por su propia experiencia, recordaba la masturbación como un placer sano. Se lo agradecía de verdad. La quería mucho. Había sido educada por una madre orgásmica. Una vez le pregunté si hablaba de la masturbación con alguna amiga. Me dijo que sí, que una amiga suya se quejaba últimamente porque tenía un picor que el ginecólogo no le había podido curar. Mi madre le sugirió la masturbación como un posible remedio. Su amiga no la volvió a llamar nunca más. Decidió que no volvería a sacar el tema; la gente era demasiado ignorante. Yo la apoyé totalmente. Disfrutar con sus orgasmos era su propia revolución sexual, y con eso tenía suficiente. La sociedad no sólo hacía ver que las mujeres no tenían necesidades sexuales, sino que hacia que el sexo enualidad. Si no se les permite conocer su propio cuerpo, no pueden descubrir y desarrollar sus reacciones sexuales. Desde pequeñas saben que esta prohibido tocarse los genitales bajo la amenaza de un castigo sobrenatural o uno real. No saben nada sobrede de la sala principal de aquel local tan elegante, estaba el dibujo de dos metros de mi amiga Nicole, con las piernas abiertas, el clítoris erecto, a punto de llegar al orgasmo con su vibrador eléctrico. Normalmente se nueve años y vivía sola desde que se quedó viuda hacía algún tiempo. Le pregunté sin preámbulos: «Madre, ¿te masturbas hasta llegar al orgasmo?» Oí un balbuceo y luego un silencio, hasta que al fin contestó: «Pero Betty Ann, ¡por supuesto que no! Soy demasiado mayor para esas cosas». Inmediatamente me lancé a explicarle la relación que existe entre la masturbación y la buena salud. Lo debía hacer, aunque sólo fuera como un ejercicio físico para mantener las paredes vaginales lubricadas, para la secreción hormonal y para tener los músculos del útero en forma. Además, era una manera de relajarse y olvidarse de todo. Incluso sería bueno para su dolor de espalda. ¡Y también podía hacerlo para pasarlo bien! Esta vez hubo un silencio muy largo. «Pues no sé, cielo. Tiene sentido lo que dices. Siempre tienes unas ideas tan originales, pero creo que tienes razón.» Cuando volví a hablar con ella dos semanas después, ¡fue maravilloso! Se había masturbado sin ningún problema y había alcanzado el orgasmo. Dijo que lo había pasado bien y que había dormido mucho mejor. Luego se rió y dijo que no se podía comparar con lo autentico. Con esa llamada empezó nuestro diálogo sexual, que no había existido en los últimos veinte años. Empezamos a incluir el tema del sexo en nuestras conversaciones. Intercambiábamos masturbaba con el«No, la masturbación no elimina el deseo de tener relaciones sexuales en pareja, las mejora.» «Sí, yo hago las dos cosas y me encantan. » Algunas de las historias que me contaron casi me hacen llorar. A muchas personas las habían castigado Compartir información sexual era un paso más en mi concienciación sexual. Era fundamental que las mujeres hablaran entre ellas sobre el sexo para acabar con la represión psicológica a la que estaban sometidas. Comprendí perfectamente que lo personal era político. Si las mujeres eran capaces de compartir su vida sexual, el feminismo seria uno de los acontecimientos más importantes en la historia de la sexualidad. Un caso típico de masturbación femenina reprimida era el de mi amiga Nancy. A los veinticinco años, después de seis de tener relaciones sexuales, no estaba segura de haber tenido algún orgasmo. (¡Es difícil imaginarse a un hombre con el mismo problema!) Me parecía que la única manera de saberlo era aprendiendo a llegar al orgasmo. Nancy nunca se había masturbado conscientemente. Le describí algunas de las sensaciones que yo había tenido y le hice un dibujo de los genitales femeninos, explicándole la importancia que tiene el clítoris. Una semana después, Nancy admitió que se sentía ridícula y confusa al intentar masturbarse. Además, no pasaba nada. Cuando descubrí que sólo había dedicado diez minutos al amor en solitario duramente por masturbarse en su juventud. Una mujer me contó que cuando tenía siete años, su madre vino a su cuarto a darle las buenas noches, y al acercarse a darle un beso le olió los dedos y le pegó una torta. «Huele como si hubieras de represión es fundamental para mantener a la mujer en su sitio. Lo peor de todo esto es que las mujeres terminamos aceptando la definición que hacen los hombres de lo que debe ser la sexualidad femenina normal. Mantenemos las dos imágenes sexuales de la mujer —la madonna o la zorra— porque marginamos socialmente a todas aquellas que se salen de lo establecido. Al condenar la masturbación y defender una sexualidad femenina sana, embellecemos nuestros pedestales para seguir siendo las guardianas de la moral social. El matriarcado es un apoyo, una especie de policía moral necesaria para que siga existiendo el patriarcado. Me impresiono mucho comprobar que, efectivamente, las mujeres se habían convertido en madres sin sexualidad y dóciles esclavas del hogar. Era muy consciente del daño que se les había hecho a las mujeres, y empecé a llamar a todas las que conocía para preguntarles si se masturbaban sinmetido la mano en el cubo de la basura», le dijo. La mujer me confesó que desde entonces no había vuelto a tocarse los genitales, y que siempre se sentía incómoda cuando la tocaba su marido. Nunca había tenido un orgasmo en veinte años de matrimonio, aunque quería mucho a su marido. La exposición se hizo en 1970, y la revolución de los vibradores no había triunfado todavía. Muchas mujeres no habían oído hablar de un aparato eléctrico que diera masajes sexuales. En cuanto les expliqué cómo funcionaba, todas se dieron cuenta inmediatamente de que acabarían siendo walkman puesto, y disfrutaba de la penetración usando un pepino pelado a la vez que el vibrador. Pero simplifiqué un poco la técnica, por motivos artísticos. En la siguiente sala estaba el segundo dibujo de dos metros de mi amigo Adam, con las ante el sexo, porque la sociedad lo ha impuesto. En muchas de estas historias había habido un sufrimiento innecesario a causa de la falta de información sobre el tema. Cada vez estaba más convencida de que la masturbación era fundamental para la liberación de la mujer. Uno de los pilares de la represión era la imposibilidad de obtener placer sexual tocándose el cuerpo. En un momento de locura, decidí dedicar mi segunda exposición al amor en solitario. Me imaginaba perfectamente la redención de la masturbación en la galería de moda de Madison Avenue. Todo el mundo decía que estaba loca y que los dibujos no se venderían. ¡Tenían