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estudios interdisciplinarios
Incluye bibliografía.
ISBN 978-607-486-028-3
ISBN 978-607-486-028-3
Prefacio ............................................................................................................................... 9
I. Presentación
7
Poder y respeto: la toma de decisiones sobre el bilingüismo
en los hogares inuit ........................................................................................................... 273
Martha Crago, Clair Chen, Fred Genessee y Shanley M. Allen
9
I. Presentación
Hacia espacios de interculturalidad:
dos décadas de estudios interdisciplinarios sobre
socialización, aprendizaje y lenguaje infantil
13
14 Lourdes de León Pasquel
1
Véanse, entre otros, Cook-Gumperz, 1975, 1986, 1995; Corsaro, 1997; Corsaro y Eder,
1990; Corsaro y Maynard, 1996; De León, 2002b, 2005, 2006, 2007; Eckert, 2000;
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volumen; Goodwin y Goodwin, 1987; Goodwin y Kyratzis, 2007; Paugh, 2005; Poveda,
2006; Poveda y Marcos, 2005; Rampton, 1995; Reynolds, 2001, 2003, 2007a, 2007b,
en este volumen; Zentella, 1997.
Hacia espacios de interculturalidad 15
La autora plantea que hay tres principios en la socialización de los niños mayas:
i) la primacía del trabajo adulto, ii) la importancia de las creencias de los padres y iii)
la independencia de la motivación del niño. En la vida cotidiana estos principios se
interrelacionan para producir un carácter particular, “típicamente maya”, del com-
portamiento de los niños, que es distinto del comportamiento de los niños en esta
comunidad del sur de México. Gaskins usa una metodología de registro de actividades
por medio de la observación en cortes finos de cada cinco minutos que muestra la
frecuencia jerarquizada de actividades en la vida cotidiana infantil. En orden de fre-
cuencia, señala los siguientes tipos de actividad en tres niños desde 20 meses a cinco
años y medio: i) mantenimiento (comer, bañarse, dormir), ii) orientación social (estar
inmersos en interacción social), iii) juego, iv) trabajo. Los datos empíricos ofrecen
referentes para la comparación transcultural con implicaciones importantes sobre
cómo es el desarrollo y la socialización infantil entre culturas.
Por su parte, Ruth Paradise presenta un estudio complementario al de Gaskins,
en tanto documenta con una mirada etnográfica rigurosa la participación de los niños
mazahuas en interacciones cotidianas familiares en el seno de un mercado urbano.
La autora describe con fineza las interacciones madre-niño y niño-niño, en las que se
manifiesta una conducta aparentemente “pasiva” por parte de uno de los participantes.
Sin embargo, aclara que este comportamiento debe ser descrito con referencia al con-
texto sociocultural mesoamericano, lo que nos permite identificar algunos significados
culturalmente específicos y compartidos por los sujetos que interactúan entre sí. En
el caso de los mazahuas, la autora destaca que lo que en apariencia se presenta como
“pasividad” es más bien una forma de “colaboración tácita”. Este concepto arroja
luces para comprender los estilos culturales de aprendizaje y participación infantil
en diversas culturas. La colaboración implica un entendimiento de la actividad en
proceso y el lugar que asume cada participante. En otros trabajos esta autora ha
tratado el tema de la “observación” como otra forma de involucramiento infantil en
actividades (1991). En su trabajo con Rogoff es explícita la relación entre observación,
colaboración tácita y participación. En efecto, en este volumen Rogoff, Paradise, Mejía
Arauz, Correa-Chávez y Angelillo elaboran el concepto de “participación intensa”
como un estilo de aprendizaje en comunidades, en contraste con el aprendizaje tipo
“fábrica” (“línea de ensamblaje”) propio de la institución de la escuela. La idea de la
participación intensa es que los aprendices son agentes de su proceso de aprendizaje
a través del involucramiento por observación, escucha-activa y atención aguda. Las
autoras subrayan que el aprendizaje por medio de la participación intensa –si bien
suele estar presente en algunos ambientes de todas las comunidades– ocurre en
las comunidades culturales que practican una rutina en la que incluyen a los niños
en las actividades para adultos que forman parte de la vida cotidiana comunitaria
18 Lourdes de León Pasquel
(2003, en este volumen; Chamoux, 1986; Chavajay y Rogoff, 2002; Crago, 1988;
De Haan, 2001; Maurer, 1977; Modiano, 1973, y Rogoff et al., 1993).
Las autoras se refieren a una gran colección de estudios en los que los niños
aprenden por participación intensa al estar involucrados siempre en actividades
con adultos. A partir de una revisión histórica de la vida infantil en los Esta-
dos Unidos demuestran que la industrialización ha tenido el impacto de segregar a
los niños gradualmente del círculo comunitario para insertarlos en el aprendizaje de
tipo escolar, en el que el concepto de “transmisión” sustituye al de “participación”.
Muestran que en los hogares de clase media los padres adoptan un estilo discursivo
de pregunta y elicitación de respuesta de tipo del escolar dirigida a los niños en
una socialización centrada en el niño, en franca diferencia con grupos en donde los
niños se adaptan al entorno adulto.
Al final se concluye que la participación intensa y la instrucción en línea de
ensamblaje sólo son dos maneras de entre varias en que se organiza el aprendizaje,
subrayando que no constituyen una dicotomía sino más bien dos tendencias que
pueden presentarse mezcladas. Una situación de aprendizaje donde ambas coexisten
es en la adquisición del lenguaje, en que los niños aprenden desde varios lugares y
también a través de la comunicación directa proporcionada por adultos (véase De
León, 2005, para niños tzotziles zinacantecos).
Las autoras terminan el artículo con una representación gráfica que ilustra con
claridad la diferencia entre los dos estilos de aprendizaje. Mientras el de participación
es fluido, horizontal, se basa en la motivación y se nutre de la observación y la aten-
ción, el de “fábrica” es jerarquizado, se realiza por medio del lenguaje con preguntas e
instrucciones y carece de propósito por parte del aprendiz. En el primero la evaluación
se da en el curso de la actividad como parte de la muestra del desempeño real en contra
de la evaluación en el aprendizaje de “fábrica” realizada por medio de exámenes.
En la Sección II presento los estudios que se centran en el papel del lenguaje como
recurso socializador, mostrando que la variación cultural es intrínseca a este proceso.
En 1986, la lingüística antropológica abrió una línea de estudios que propone que
el lenguaje es un vehículo central en la socialización (Ochs y Schieffelin, 1986,
en este volumen). Hasta ese momento, los procesos de adquisición del lenguaje y
socialización habían sido considerados como dos terrenos separados vistos desde la
antropología, por un lado, y por la psicología, por el otro. La psicología cultural de
línea vygotskiana entiende la socialización como un proceso que ocurre en contextos
Hacia espacios de interculturalidad 19
Desde una comparación entre tres culturas (estadounidense clase media, kaluli,
samoana), Ochs y Schieffelin trazan los puntos en común y las divergencias que
responden a estilos culturales de socialización. Este trabajo representa una contri-
bución central al tema de la socialización infantil en tanto descubre y relativiza los
etnocentrismos implícitos en las teorías euroamericanas de clase media que toman
por supuesta su propia cultura sin cuestionarla. La comparación entre los kaluli
de Papua Nueva Guinea, los samoanos y la clase media estadounidense nos revela
cómo las teorías euroamericanas están impregnadas de presupuestos de carácter
aparentemente “universal” que se tornan “exóticos” a la luz de otras culturas. Este
texto es inmensamente rico en este sentido y nos proporciona herramientas et-
nográficas potentes para abordar la variación cultural en la socialización en otras
culturas. La percepción de la lengua como vehículo de socialización es también una
contribución básica a las teorías clásicas de socialización, que la concebían como
un proceso pasivo de absorción de cultura. Desde el enfoque de la socialización
del lenguaje, la comunicación y la cultura van de la mano, y los actores participan
desde varios lugares.
Las autoras consideran importante tomar en cuenta:
1) La organización social del medio ambiente verbal de los niños muy peque-
ños.
2) El grado en que se supone que los niños se adaptan a ciertas situaciones o en
que esas situaciones se adaptan a los niños.
3) La negociación del significado de los cuidadores y de los niños.
20 Lourdes de León Pasquel
1. Las maneras que tiene cada comunidad de tomar la palabra impresa, así como
de utilizar este conocimiento, tienen una relación de interdependencia con
los modos en que los niños aprenden a hablar en sus interacciones sociales
con las personas que los cuidan.
2. La dicotomía clásica entre la “tradición oral” y la “tradición escrita” tiene
escasa o nula validez. Hay diversos caminos de desarrollo y socialización de
la lectura y que siguen orientaciones diferentes hacia la palabra escrita en
distintas comunidades.
Yo sostengo que esta práctica lleva a los niños tzeltales de entre dos y medio y
tres años de edad a entender que la palabra hablada no necesariamente expresa
proposiciones verdaderas, y por ende los sensibiliza a la diferencia entre los mo-
tivos que subyacen en estos enunciados y su significado literal. Relaciono esto
con otros cuatro aspectos de las prácticas comunicativas y de la vida social en esta
comunidad: a) “la ironía”, como un modo convencionalizado de indirección, en
el cual los enunciados transmiten lo opuesto de su significado literal, y la adop-
2
En inglés “literacy” se refiere a prácticas de lectura que involucran comprensión y no sólo
decodificar el alfabeto, y “literacy events” (eventos de literacidad) alude a la socialización
de la lectura (Zavala, 2004).
22 Lourdes de León Pasquel
ción de esta práctica por los niños aproximadamente a la edad de tres años; b)
los modelos culturales de “verdad” y “mentira” reproducidos en el vocabulario
tzeltal; c) el rico vocabulario de evidenciales para negar o evadir aquello que uno
mismo sabe sobre la verdad de un enunciado, y d) el contexto social, incluyendo
tanto las prácticas de la educación de los niños en esta sociedad y las prácticas
adultas de la mentira social y de protección de la información.
Lo interesante es que estos niños aprenden el manejo del juego verbal, implicado en
la amenaza mostrando así el conocimiento de estilos culturales de interacción desde
pequeños. Esta investigación documenta también la naturaleza social del lenguaje
y nos permite abrir reflexiones sobre el contexto de los espacios del hogar y de la
escuela en los procesos de la interculturalidad.
El trabajo de Crago et al. aborda una problemática importante en la socialización
lingüística: los hogares donde se hablan dos lenguas y las decisiones relativas sobre
cuál emplear con los niños. El estudio fue realizado entre los inuit del Quebec ártico
y plantea retos comparables a los de nuestro contexto: la elección entre una lengua
indoamericana minorizada y la lengua nacional.
Las autoras demuestran que los padres de familia de aquellas comunidades en que
se da un cambio rápido de idioma y de cultura se enfrentan a cuestiones discursivas
particulares al construir el idioma y la cultura de sus hogares: las decisiones sobre quién
hablará en qué idioma a quién, y a qué patrones de socialización lingüística habrá
que adherirse en casa, por ejemplo. Algunas veces estas decisiones son conscientes,
y otras, inconscientes; pero constituyen un aspecto fundamental poco estudiado: el
de las situaciones de pérdida y mantenimiento de la lengua.
El estudio contribuye a conocer un campo apenas investigado: ¿cómo se educa a
los niños en situaciones de cambio lingüístico y cultural rápido para que se integren
a los patrones de los múltiples idiomas y culturas que los rodean, o bien se disocien
de ellos? Estos hallazgos indican diversos patrones de uso de las lenguas en los hogares
bilingües de los niños pequeños en Nunavik. Las estrategias de uso de las lenguas
que se adoptaron revelan una falta de comprensión tanto de la adquisición bilingüe
como de las condiciones que favorecen el aprendizaje simultáneo de dos lenguas.
También descubren una gran cantidad de presiones que inciden en los individuos
que viven en una situación de contacto con lenguas y culturas diferentes. Están las
fuerzas económicas, las preocupaciones en materia de educación, la accesibilidad de
los medios de comunicación, los patrones culturales y los diferenciales de género y
de poder, todos los cuales se imponen en la vida cotidiana de las personas que están
intentando crear una expresión y una comprensión lingüísticas con sus parejas, con
sus hijos y con sus familias extensas.
Hacia espacios de interculturalidad 23
Los trabajos de Goodwin y Reynolds nos llevan a un área que ha sido poco atendida:
el lenguaje y la cultura infantil en la infancia media y la construcción emergente de
la cultura infantil en el grupo de pares. Las autoras nos muestran cómo conforman
y recrean los niños sus propias culturas en sus interacciones y negociaciones coti-
dianas. Goodwin aborda el tema de las narraciones en tanto están profundamente
arraigadas en el seno de procesos sociales más amplios, más que como instrumentos
que pueden ser abstraídos de sus circunstancias locales y examinados en función de
sus características internas (Labov, 1972). Esta perspectiva abre campos hasta ahora
ignorados en la documentación de las producciones infantiles. ¿Cómo entender el
proceso de producción de un texto?, ¿cuál es la noción de narración? Normalmente
se maneja el concepto idealizado de historia o narrativa como un producto termina-
do, con una estructura predeterminada. Esta noción va de la mano con la llamada
“tradición literaria”. Goodwin, sin embargo, llama la atención sobre la narración
como insertada en la textura de la oralidad en las conversaciones entre pares. De
nuevo, una fina documentación etnográfica nos vuelve la mirada a la historia como
producción emergente de la cultura infantil, donde la agencia y la moralidad son
móviles centrales. De modo que el texto sensibiliza acerca de la comprensión de lo
que es una narración y cómo entender su producción in situ antes de abstraerla y
reificarla en texto impreso (Ochs y Capps, 2001; De León, 2009).
Una contribución central del trabajo de Goodwin es que abunda en las diferencias
de género entre niños y niñas al estudiar las historias como confrontativas, insertas
en el fluir conversacional. El tema principal de las historias examinadas son “las
ofensas de otro”. En el caso de las historias de los niños, las ofensas citadas tienen
que ver con malas acciones de un participante presente. En tanto, entre las niñas las
ofensas refieren acciones reportadas de personas ausentes. Estas diferencias tienen
consecuencias para la trayectoria de la disputa en los grupos de niñas y en los de
niños. Mientras que los niños tratan directamente con un ofensor, las niñas deben
esperar a confrontar a la parte ofensora en un momento futuro.
El estudio de Goodwin tiene relevancia para las teorías no sólo sobre la relación
entre las actividades de habla y los procesos sociales mayores sino también sobre
las diferencias de género en la organización social y la cultura de los niños y niñas.
De acuerdo con la autora, en ciertas situaciones las niñas seleccionan explicaciones
de sus acciones que reflejan lo que Gilligan (1982: 62-63) ha denominado en su
polémico trabajo una “ética de cuidado” (en contraste con una “ética de justicia”),
y pareciendo estar más preocupadas por un yo “delineado por la conexión” que
por un “yo definido por la separación” (Gilligan, 1982: 35) o por la diferenciación
24 Lourdes de León Pasquel
respecto de las demás. No obstante, la autora subraya que estas formas de compor-
tamiento deben interpretarse como presentaciones de sí mismas determinadas por
la situación y sensibles a los contextos en los que ocurren, más que como rasgos
intrínsecos “universales”.
Por último, Jennifer Reynolds, en una línea similar a la de Goodwin, aborda el
juego como un campo central en el conocimiento de las culturas infantiles (De León,
2007; Goodwin, 1998, 2006). Estudios recientes han demostrado que en el juego
infantil el proceso cuenta más que el producto. Destaca que los trabajos más recientes
sobre el juego prestan más atención a las actividades en sí como vehículos discursivos
en la co-construcción de la intersubjetividad. Le interesa mostrar: 1) la variación
cultural de las creencias culturales sobre el concepto del “niño” y su desarrollo; 2) la
calidad y la distribución funcional de los intercambios naturales y cotidianos entre
los adultos y los niños, y 3) el uso de las formas lingüísticas y discursivas dentro de
esas prácticas como recursos para crear y actuar en el mundo social.
Desde esta perspectiva, el lenguaje es un recurso simbólico entre otros (los gestos,
las miradas, el vestuario, etc.) en la estructuración de la cultura infantil entre grupos de
iguales. La autora nos remite a tres conceptos centrales: a) comunidad interpretativa
(Feldman, 2002; Poveda, 2006, citados en Reynolds, en este volumen), b) comuni-
dad de práctica (Bucholtz, 1999; Eckert y McConnell-Ginet, 1992; Wenger, 1998,
citados en Reynolds, en este volumen), y c) reproducción interpretativa (Corsaro,
1997, citado en Reynolds, en este volumen). Los tres conceptos implican una mirada
a la noción de “cultura” como algo dinámico. Cada concepto indica una orientación
analítica hacia la práctica de “cultura” como un proceso dinámico y maleable que
refiere a las maneras que los miembros del grupo tienen para interpretar la cultura.
Según Poveda, los tres conceptos en discusión proveen la “clave para articular las
relaciones sociales y el aprendizaje situado de los seres humanos” (2006: 7, citado en
Reynolds, en este volumen) y facilitan el análisis de la interacción cotidiana. Reynolds
nota que esto no es permitido por el concepto tradicional de comunidad de habla.
En este capítulo vemos que la actividad del juego entre los niños les presenta una
oportunidad de aprender, mostrar y practicar las habilidades relacionadas a la recita-
ción de las formas sencillas y retóricas y la improvisación de enunciados nuevos. El
juego representa un marco importante que crea una zona de desarrollo próximo entre
grupos de pares que facilita el desarrollo (Vygotsky, 1967; Cook-Gumperz, 1995).
Tanto el trabajo de Goodwin como el de Reynolds avanzan en la comprensión
de la cultura como emergente, situada y negociada interactivamente. Este enfoque
es especialmente rico en el estudio de la interacción entre pares, un campo que
aún requiere de mucha investigación (Goodwin, 2006; Goodwin y Kyratzis, 2007;
Kyratzis, 2004 ).
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II. Estilos culturales y aprendizajes
La vida cotidiana de los niños en un pueblo maya:
un estudio monográfico de los roles y actividades
construidos culturalmente*
Suzanne Gaskins
Universidad del Noreste de Illinois
* El presente capítulo representa perspectivas derivadas del trabajo de campo a lo largo de los últimos
18 años. Durante este tiempo los habitantes del poblado donde trabajé me han acogido repetidamente
en sus hogares para observar sus vidas cotidianas y participar en ellas, y han respondido paciente-
mente mis preguntas y me han guiado hacia su comprensión. Me faltan palabras para agradecer sus
gentilezas hacia mí y hacia mi familia. En el proceso de la escritura de este capítulo John A. Lucy
y Artin Göncü me han hecho muchos comentarios útiles sobre las versiones anteriores, y como
resultado de ello el producto final es mucho mejor. Este texto fue publicado en 1999, en A. Göncü
(ed.), Children’s Engagement in the World: Sociocultural Perspectives (traducción de Beatriz Álvarez
Klein), Cambridge University Press, Nueva York, pp. 25-61.
37
38 Suzanne Gaskins
EL CONTEXTO ETNOGRÁFICO
1
Engagement en el original (nota de la traductora).
La vida cotidiana de los niños en un pueblo maya 41
ANTECEDENTES GENERALES
Los indios mayas de Yucatán, México, están históricamente relacionados con los
antiguos pueblos mayas, cuyas civilizaciones florecieron durante la época precolom-
bina. La conquista española fue particularmente destructiva de la alta cultura, pero
dejó intacta la mayoría de las tradiciones cotidianas. Muchas de estas prácticas per-
sisten hoy en día en poblados remotos tradicionales ahora fusionados con la cultura
colonial española y con la cultura mexicana moderna. La presente investigación fue
realizada a lo largo de 17 años en un remoto pueblo maya tradicional, en el municipio
de Chemax, ubicado en la parte este del estado de Yucatán, México, con un total
acumulado de unos cinco años de trabajo de campo. Todo el trabajo se realizó en la
lengua maya yucateca, que es la que se habla en el poblado.
Tanto las labores de los hombres como las de las mujeres están organizadas en torno
al maíz y a las prácticas agrícolas y religiosas relacionadas con éste (para una buena
descripción de estas prácticas tradicionales, véanse Redfield y Villa Rojas, 1934, y
Steggerda, 1941). Mediante trabajo duro y confiándose a la gracia de Dios, la mayoría
de las familias logran producir lo suficiente para alimentarse, vestirse y tener techo,
al menos a un nivel mínimo, pero muy pocos pueden acumular riqueza.
Casi todos los hombres se dedican a la agricultura de subsistencia y siembran
sobre todo maíz, frijol y calabaza para el consumo de su propia familia. Utilizan un
sistema de siembra de corte y quema que casi no emplea la tecnología moderna.
Los campos que rodean al poblado llegan a estar hasta a dos horas de camino a pie.
Durante las épocas del año en que el cultivo de las siembras lo requiere, los hombres
se van al campo casi todos los días (excepto los domingos) desde el amanecer hasta
el atardecer. En otras épocas del año permanecen algunos días en casa para hacer
ciertas labores o para ocuparse de otros asuntos. Hoy en día muchos hombres también
buscan trabajo asalariado, ya sea labrando los campos de sus vecinos, vendiendo el
producto de las cosechas y ganado o tomando empleos temporales en la zona turís-
tica cercana, en la costa del Caribe. En cuanto los hijos de un hombre alcanzan la
edad suficiente, ayudan a su padre en todo. Para cuando un hijo llega a los ocho o
10 años, su participación es de una utilidad considerable para el padre. Para cuando
alcanza los 15, podrá reclamar para sí un campo de cultivo, aun cuando su padre
siga supervisando su trabajo.
El maíz también es el centro de la vida cotidiana para las mujeres. Si una mujer
no tiene hijos pequeños, a veces ayuda a su marido en los campos, pero su prin-
cipal responsabilidad consiste en llevar la casa y cuidar el patio. Dos o tres veces
al día debe preparar el maíz para la molienda, cocinar frijoles o algún otro plato
como guarnición y hacer tortillas para su familia, dándoles forma con las manos y
42 Suzanne Gaskins
cociéndolas sobre un comal sobre el fogón abierto. Estas tareas le ocupan muchas
horas. También lava a mano la ropa de su familia y cuida del ganado y del jardín.
Su trabajo se ve constantemente interrumpido por las demandas o las necesidades
de sus hijos. Además de cuidar de los pequeños, supervisa el trabajo doméstico
y las responsabilidades de los niños mayores que cuidan a los menores. Sus hijas y
aquellos hijos que aún no tienen edad para trabajar en los campos la auxilian en
estas labores.
EL HOGAR TÍPICO
Un hogar típico consta de una madre, un padre y varios hijos en un complejo habi-
tacional (de 50 por 50 metros). Para una familia de este tamaño, el complejo consta
normalmente de dos casas. Las casas tradicionales tienen paredes de palo, techos de
paja y piso de tierra. Su forma es ovalada. El tamaño promedio es de unos 6 metros
de largo por 4 metros de ancho. Cada casa tiene una puerta delantera y una trasera
en los lados largos del óvalo, pero no tiene ventanas. La luz extra proviene de los
espacios entre los palos que forman las paredes. Por lo común las casas están cerca
unas de otras, y lo más frecuente es que estén una detrás de otra.
El patio del complejo habitacional típico está limpio de vegetación selvática y
sembrado de árboles frutales y hortalizas, así como de flores y arbustos decorativos.
Las áreas entre las dos casas y la parte posterior de la casa trasera se mantienen des-
pejadas y barridas y se utilizan como zonas de trabajo general cuando el clima lo
permite. Pollos y guajolotes andan sueltos en el patio y hay gallineros para ellos a
unos metros de las casas. En la parte trasera del complejo habitacional suele haber
un chiquero separado por un lado y un área de maleza al otro lado para proporcionar
algo de privacidad para el baño. Hoy en día por lo general hay electricidad en ambas
casas y una manguera en el complejo, con la cual se bombea agua de un pozo central
durante dos horas al día.
Ambas casas sirven durante el día como espacio habitacional general y en la noche
se convierten en espacios para dormir, en los que se cuelgan de los marcos internos
de las casas coloridas hamacas. La casa del frente queda más cerca de la entrada al
complejo habitacional y es de carácter más público. Hay varias hamacas en la casa
del frente, así como algunas otras posesiones: tal vez una máquina de coser de pedal
y una silla, un montón de maíz seco con cáscara y una mesa con una imagen del
santo familiar, con algunas flores y dos velas. En general, la ropa se guarda en esta
casa, posiblemente en un par de cajas de cartón puestas sobre tablas en un rincón.
Allí se guardan asimismo los papeles importantes y otros objetos de valor. Toda la
La vida cotidiana de los niños en un pueblo maya 43
familia usa esta casa durante el día para diversas actividades, y si hay muchos hijos,
los mayores duermen ahí, normalmente dos por cada hamaca.
La casa de atrás es un espacio más privado. Sólo la familia y los parientes y
amigos cercanos la utilizan con regularidad. También se despliegan ahí algunas
hamacas, cuenta con un fogón en un extremo del óvalo y con un área inclinada
para bañarse en el otro extremo del óvalo (cuando no se ha construido un área de
baño alternativa en el complejo), con una mesa alta que se utiliza para preparar
los alimentos y para almacenar los utensilios de cocina y las provisiones, con una
mesa redonda pequeña para hacer las tortillas y para comer y con varios bancos
bajos. Es posible encontrar diversos utensilios de cocina y alimentos en toda la casa,
incluyendo una canasta para el maíz sin cáscara, una bolsa abierta de frijoles secos
sin desenvainar, varias ollas y cubetas en torno al fogón, una olla grande de barro,
varias cubetas grandes de plástico para almacenar agua y un montón de leña. Los
padres duermen en esta casa, junto con algunos de los niños pequeños. Si un niño
o niña aún es lactante, duerme en la hamaca de sus padres.
La siguiente escena, un “pedazo de vida”, muestra cómo podría una niña típica maya
yucateca de 18 meses participar en su mundo y sirve como una breve introducción
a la vida cotidiana de una niña maya pequeña. Esta descripción típica ha sido cons-
truida a partir de mis notas de campo y se basa en la observación de varios niños de
18 meses de edad. Las he fusionado en el siguiente collage para ilustrar eficazmente
algunos aspectos.
Es media mañana entre semana y Mari está caminando por el patio del complejo
habitacional buscando algo que hacer. Está vestida con un vestido blanco corto y
suelto con flores de colores brillantes bordadas en el cuello y en la bastilla, idénticas
a las del vestido tradicional de su madre y de sus hermanas, pero sin la enagua que
las niñas comienzan a usar a la edad de 10 o 12 años. Todos en su familia están ocu-
pados en sus labores. Como casi todas las mañanas, su padre salió al amanecer con
sus tres hijos mayores (cuyas edades van de los 13 a los 20 años) para ir a trabajar las
milpas, que están a una hora de camino. No regresarán hasta el atardecer. Su madre,
sus hermanas, un hermano menor y ella permanecen en casa, en el complejo, salvo
cuando van a hacer encargos o de visita o a algún evento público religioso, cuando
los hay. Sus dos hermanas mayores (de 17 y 19 años) están lavando ropa en los la-
vaderos de cemento que están ubicados en el patio, bajo los árboles, a unos cuantos
metros de la casa.
44 Suzanne Gaskins
Varias cosas ocurrieron (o no ocurrieron) en esta breve escena que sugieren que la
participación de esta niña pequeña en su mundo es considerablemente distinta de
la de una niña euroamericana de clase media de su misma edad. Sin embargo, para
dar significado a los sucesos presentados es necesario contar con un marco cultural
preciso. Hay tres principios culturales de la participación que motivan muchos de
los sucesos interesantes de esta observación y que se aplican de manera general a la
participación de los niños mayas en su mundo. Estos tres principios –la primacía de
las actividades adultas, la importancia de las creencias de los padres y la independen-
cia de la motivación del niño– son necesarias para interpretar el comportamiento
de los niños mayas en una forma significativa. En la vida cotidiana trabajan juntos
para producir un carácter particular, típicamente maya, del comportamiento de
los niños de edades muy diversas, que es distinto del comportamiento de los niños
euroamericanos.
Como ocurre con todos los mayas, la vida en el complejo habitacional tal como la
experimentan los niños está estructurada en torno a las actividades de trabajo de
los adultos. En particular, no está organizada en torno a los intereses o deseos de los
niños pequeños ni en torno a objetivos de los adultos respecto de los niños.
A diferencia de lo que ocurre con los niños en muchas culturas industrializadas
en las que la producción económica ha sido apartada del hogar, las actividades coti-
dianas de los niños mayas yucatecos están estructuradas ante todo por las actividades
de trabajo de los adultos. Éstas, a su vez, giran en torno a las necesidades de trabajo
inmediatas de la familia y a la participación de la familia en los eventos sociales y
religiosos en el hogar y en la comunidad más amplia. Los niños son participantes
culturales legítimos por esta vía, desde que están aprendiendo a participar apropia-
damente. Toman parte tanto en el trabajo como en las actividades sociales a partir
de su segundo año, y sus roles y niveles de participación cambian a medida que se
vuelven más competentes. Hay una fuerte percepción de que el trabajo de los adultos
tiene que hacerse y que los niños no deben interrumpirlo. Lo que estén haciendo los
niños (siempre y cuando no sea peligroso ni perjudicial) es de interés secundario.
Los cuidadores no intentan, o intentan apenas, crear experiencias para los niños
basadas en los deseos de éstos (más allá de ocuparse de sus necesidades inmediatas)
o en objetivos explícitos de los adultos como padres de familia. A la inversa, los
niños tampoco intentan, o intentan apenas, iniciar o controlar la interacción social.
46 Suzanne Gaskins
Al mismo tiempo, en estas situaciones hay pocas motivaciones que alienten a los
niños a participar al máximo de sus capacidades, porque ese tipo de participación
incrementa los errores y la necesidad de vigilar el comportamiento de los niños. Más
bien, a los niños se les permite participar sólo en aquellos casos en los que ya poseen
cierta competencia. El resto de la actividad es realizado por otra persona.
En el ejemplo anterior, todos en el complejo habitacional están trabajando o
están ocupados en alguna actividad, y dejan que Mari encuentre algo que hacer por
sí sola. La niña hace sólo un intento de acercamiento para ser incluida en una acti-
vidad de trabajo, y su verdadera motivación es cuestionable, porque incluye el jugar
con agua, lo cual es claro que disfruta. Se tolera su participación, a pesar de que su
aportación es limitada, hasta que comienza a hacer un lodazal. Entonces se le aparta
sin más. También se le pide que haga una sola tarea sencilla, que puede hacer con
un mínimo de ayuda y que realiza rápidamente y con gusto. Sigue ya ciertas reglas
sencillas, tales como no estorbar a la hermana que barre, cuidarse de la lumbre del
fogón y desempeñar una tarea cuando se le pide que lo haga. Le cuesta más trabajo
refrenar su interés en el agua, aun cuando se le recuerda que lo haga, pero de esto
hablaremos más adelante.
Este principio –que las actividades principales en el complejo habitacional se
relacionan con las prioridades de los adultos– significa que los niños pequeños
solamente pueden participar en las actividades primarias en la medida en que sus
capacidades y su comprensión se lo permitan. En muchos casos, esto significa que
los niños participan de manera periférica en estas actividades, si bien es posible la
verdadera participación en las actividades laborales a una edad muy temprana, como
hemos visto cuando Mari daba de comer a los pollos. Las otras dos opciones dispo-
nibles para los niños cuando no es posible la participación son observar la actividad
primaria u ocuparse en una actividad secundaria. Estas actividades secundarias son
toleradas en el mejor de los casos y objetadas o castigadas, en el peor; pero es raro
que una actividad se vea apoyada por los consejos o la participación de los adultos
y de los hermanos mayores. Mari se aplica más que nada a la primera opción: mucho
de lo que hace durante esta observación es buscar cosas que observar. Los otros dos
niños pequeños del complejo siguen la segunda opción; se han distanciado de ser ob-
servados inmediatamente y están comiendo la fruta que cortan de un árbol. En ambos
casos, es posible que se llame al niño o niña en cualquier momento a hacer alguna
tarea o algún mandado. A Mari se le pidió que sacara a los pollos de la casa, y a sus
hermanas que la cuidaran. En ambos casos, ellas hicieron lo que se les pedía, y después
regresaron a hacer lo que estaban haciendo antes de ser interrumpidas. En el caso de
alimentar a los pollos, la hermana de Mari le recordó pacientemente la petición una
segunda vez (al reconocer que su hermana menor no podía mantener en su mente
La vida cotidiana de los niños en un pueblo maya 47
Las maneras culturales de entender la naturaleza del mundo y de los niños moldean
significativamente las experiencias de estos últimos.
Muchas de las experiencias de un niño pequeño están moldeadas por el entorno
físico y social en el cual ocurren. El entorno físico del niño, a su vez, está moldeado
no sólo por la geografía física del lugar sino por las maneras en que la cultura elige
engranar con ese entorno. Las creencias sobre qué es bueno y qué es malo, qué es
importante y qué es irrelevante, qué es seguro y qué es peligroso son específicas de
la cultura y guían la construcción del entorno cotidiano del niño (Harkness y Super,
1996; Farver, 1999; Göncü et al., 1999; Haight, 1999; Tudge et al., 1999). Todos los
padres comparten los objetivos de mantener la salud de un niño y educar a un hijo o
hija que al llegar a la edad adulta sea capaz de sostenerse económicamente y funcionar
como un miembro competente del grupo (LeVine, 1969). Pero lo que se percibe como
necesario y relevante para alcanzar estas metas es una cuestión de perspectiva cultural.
Las creencias específicas de la cultura guían a un padre de familia en su decisión de
lo que el niño debe (y no debe) experimentar, dada su edad, sus capacidades y sus
circunstancias, para mantenerse sano y convertirse en un adulto competente.
Los padres mayas de niños pequeños tienen muchas preocupaciones relacionadas
con la salud de éstos. Existen peligros ambientales –tales como el fogón, el terreno
rocoso, que ocasiona muchas caídas, y los insectos y serpientes peligrosos– de los
cuales debe protegerse al niño. Cualquier padre o madre de un niño pequeño en el
mismo ambiente compartiría estas preocupaciones (si bien la manera de enfrentarlas
podría ser diferente). Otros peligros percibidos por los padres de familia mayas se
derivan de su manera de entender la naturaleza del cuerpo humano y la naturaleza del
universo –peligros que los padres de familia euroamericanos no comparten–. Existe
una creencia según la cual debe mantenerse un equilibrio entre los elementos “fríos”
y los “calientes” en el cuerpo y en el ambiente, o de lo contrario se corre el riesgo de
enfermar. Hay espíritus y criaturas que tratan de robar a los niños o de tentar a la
gente para que caiga en su poder. Se cree que el “mal de ojo” es una enfermedad que
se le puede ocasionar a un niño con tan sólo que lo mire una persona dotada de tales
poderes. Estas creencias abstractas llevan a limitaciones específicas en las actividades
de los niños –a dónde pueden ir, qué pueden comer, con qué pueden jugar–, con el
objetivo de asegurar su bienestar.
48 Suzanne Gaskins
De conformidad con el respeto general por los individuos propio de la cultura maya,
muchas de las actividades de los niños pequeños están determinadas por los propios
intereses y motivaciones de los niños, así como por su manera de entender las expec-
tativas y restricciones culturales. Es más, poco de este comportamiento autodirigido
es socialmente manipulador (más allá de las peticiones directas), y los niños tienen
pocas expectativas de influir gran cosa en las actividades de los demás.
Como se mencionó antes, los niños pequeños no pueden participar plenamente en
las actividades de los adultos, y cuando no se requiere de su ayuda, por lo común se espera
que encuentren algo que hacer por sí solos o junto con sus otros hermanos pequeños.
Así, mientras que los niños mayas participan mucho más que los niños euroamericanos
en las actividades de trabajo en curso dirigidas por los adultos, en general también se les
da un margen de independencia mucho más amplio para decidir lo que harán momento
a momento. Los padres hacen muchos menos intentos de organizar o de influir en el
comportamiento de sus hijos, y aun a los niños pequeños se les da la responsabilidad
de tomar por sí mismos muchas decisiones (por ejemplo, cuándo comenzar a asistir
a la escuela, si tomar medicina, cuánto dormir y comer). Un corolario de esto es que
los niños suponen que deben actuar independientemente y rara vez manifiestan un
comportamiento encaminado a llamar la atención o piden a los demás que les ayuden
a encontrar algo que hacer. Si bien demuestran un intenso interés en lo que hacen otras
personas, no dependen de los demás para que los entretengan. Dentro de los límites de
la seguridad y de acuerdo con las prioridades de los adultos, se abandona a los niños a
sus propios recursos, algo ante lo cual se muestran conformes.
Nadie piensa en algo que hacer para Mari hasta que resulta conveniente distraerla
del lodazal que ha hecho al lavar el banco. Ella es libre de andar por el patio y por las
casas, y si bien se supervisa de manera general su comportamiento para cerciorarse de
que esté segura, se le da bastante libertad de movimiento. No hay muchas opciones
de cosas que hacer en el complejo habitacional de Mari. En este ejemplo se le impide
jugar con agua, pero se le impediría igualmente jugar con tierra, con implementos
domésticos, con comida, etc. Ella ofrece cierta resistencia pasiva cuando se le dice
que no juegue con el agua, pero entiende lo suficiente para dejar de hacerlo cuando
se la reprende bastante. Aunque estén a su alcance, no intenta utilizar cosas de la casa
que no sean para jugar. Realiza con gusto una tarea cuando se le pide, y cuando se
le sugiere que corte fruta, acepta el ofrecimiento.
50 Suzanne Gaskins
Una de las cosas más interesantes que hacer es observar a otras personas y sucesos,
y Mari observa mucho: a sus hermanas y a su madre trabajando, cómo comen los
pollos, etc., e incluso está conforme y feliz de hacerlo. Afirma su interés en el trabajo
de su madre al imitarlo –con todo, es difícil decidir si ha de llamarse a esto juego o
trabajo, porque depende de cómo entienda Mari sus propias acciones–. Sin embargo,
es claro que con el comportamiento imitativo no se propone obtener el favor de su
madre. Cuando su madre comenta su comportamiento con sus otras hijas, Mari
parece no notarlo. Cualquiera que sea su motivación, no es la manipulación social.
Tampoco busca llamar la atención de su madre de otras maneras. No habla en todo
ese tiempo, y las únicas palabras que se le dirigen son órdenes, por medio de las cuales
se le pide que haga o que no haga algo. El comentario de la madre de Mari sobre el
peligro de jugar con el agua, hecho con la intención de que ella deje de hacerlo por
miedo, son las únicas palabras que se le dirigen que le proporcionan alguna informa-
ción acera del entorno. En general, y dentro de los límites de la situación, mucho del
comportamiento de Mari es autodirigido e independiente de los demás.
aun cuando no ocupen la mayor parte de su tiempo ni estén tan bien diferenciadas
en tiempo y espacio como parecen estarlo para los niños euroamericanos. Sucede lo
mismo respecto de la instrucción. Para los niños pequeños, rara vez se trata de una
acción definida con independencia de otras acciones. El aprendizaje de las destrezas
específicas suele darse en el seno del trabajo. Además, a juzgar por la observación
etnográfica, los niños mayas pasan mucho tiempo ocupados en actividades de
mantenimiento (comiendo, durmiendo y siendo cuidados) y de orientación social
(por ejemplo, haciendo peticiones u observando las actividades domésticas en cur-
so). Así, empleamos estas cuatro categorías –las actividades de mantenimiento, la
orientación social, el juego y el trabajo– para organizar la siguiente descripción de
las actividades de los niños mayas.
Para ilustrar la manera en que estas cuatro actividades están distribuidas en las
vidas cotidianas de los niños mayas vistos como individuos, he observado a tres
niños en una familia durante nueve horas en un periodo de cuatro días. Utilizando
observaciones momentáneas, registré las actividades específicas que cada uno de estos
niños realizaba en cada marca de cinco minutos. De modo que en una hora tomé
12 muestras del comportamiento de cada niño o niña. En nueve horas obtuve, por
ende, 106 observaciones de cada uno de ellos. Las edades de los niños eran 20 meses,
3 ½ años y 5 ½ años. Las primeras dos eran niñas, el mayor era niño. La bebé estu-
vo en casa durante todas las observaciones; la niña pequeña, durante 85.8% de las
observaciones, y el niño únicamente durante 51.9% de las observaciones. Después
clasifiqué mis observaciones según las categorías de las actividades: de mantenimiento,
de orientación social, juego y trabajo (y una categoría residual de “otra” para verificar
la exhaustividad de las demás categorías). En la tabla 2.1, los números para cada uno
de los niños reflejan el porcentaje de tiempo pasado en casa en cada actividad. Así,
estas cifras suman 100%, aun cuando varíen en cuanto a la cantidad de tiempo que
pasaban en casa durante cada periodo de nueve horas.
Este ejercicio de cuantificación aplicada a los tres niños produce una distribución
similar a la de las descripciones etnográficas que he hecho de muchos otros niños en el
poblado. El orden de la frecuencia que encontré fue: actividades de mantenimiento,
orientación social, juego y trabajo. De hecho, entre dos tercios y tres cuartas partes del
tiempo que pasó en casa cada uno de los niños estuvieron ocupados en actividades de
mantenimiento y orientación social, ninguna de las cuales suele considerarse como
actividades a estudiar en la literatura euroamericana. Las cifras relativamente bajas de
la categoría “otra” sirven para ilustrar que las primeras cuatro categorías caracterizan
adecuadamente casi todas las observaciones.
Utilizo estas cuatro categorías derivadas de la etnografía en la siguiente descripción
de las actividades de los niños pequeños. Sin embargo, no debemos olvidar que el
52 Suzanne Gaskins
Tabla I
Actividades observadas en tres niños mayas
Actividades de mantenimiento
definidas para los niños euroamericanos: tienen que comer, dormir, bañarse y peinarse,
vestirse, orinar y defecar, estar en lugares seguros realizando actividades seguras. De
los niños mayas de un año de edad no se espera que hagan solos ninguna de éstas.
Salvo por las comidas y el amamantamiento, dos actividades que suelen estar apoyadas
por las madres de los niños, mucho del apoyo de mantenimiento lo dan los niños
mayores del complejo habitacional.
Para cuando los niños llegan a los cinco años, se espera que asuman la responsabili-
dad de realizar por sí mismos casi todas sus actividades de mantenimiento, aun cuando
tengan que ser elicitadas o supervisadas por los adultos. Ellos deciden qué quieren comer
y cuánto, cuándo dormir y durante cuánto tiempo y con quién, qué ropa ponerse y
cuándo bañarse (siempre y cuando elijan bañarse por lo menos una vez al día durante
la tarde, que es su norma cultural). Se responsabilizan de su baño por completo, uti-
lizando el espacio apropiado en el patio. Tal vez incluso se les haga responsables de
proporcionar apoyo de mantenimiento a sus hermanos menores, con la orientación
directa de la madre. Se espera que los niños de cinco años estén conscientes de la
mayoría de las cuestiones de seguridad dentro del complejo habitacional y que se
abstengan de las actividades peligrosas. Ya no se los supervisa momento a momento
y, de hecho, pueden estar fuera del alcance de la mirada de su madre, o incluso fuera
del complejo, durante periodos prolongados.
Los niños de tres y cuatro años pueden también hacer muchas de estas cosas,
dependiendo de sus propias motivaciones para cuidarse y de la dinámica de la familia,
que determina qué tan fácil es proporcionarle muchos cuidados. Sin embargo, se
supervisa mucho más a los niños pequeños que a los niños mayores, y la madre se
cerciora de que no estén haciendo algo inapropiado o de una manera inadecuada. Un
niño o niña de tres años puede ser ya capaz de bañarse solo o sola, por ejemplo, pero
con la ayuda de una hermana o hermano mayor que retire el agua caliente del fogón
y se la dé y lo vigile mientras se baña, listo o lista para lavar más concienzudamente
el cabello del niño pequeño o para asegurarse de que sus pies queden limpios, si es
necesario. Para una discusión más detallada sobre cómo llegan los niños a realizar
estas actividades independientemente, véase la sección titulada “El aprendizaje de
nuevas destrezas” más adelante en este capítulo.
Según nuestra manera euroamericana de entender las cosas, es sorprendente que
estos niños alcancen esa competencia tan elevada en el automantenimiento a una
edad tan temprana con poca o ninguna presión o estímulo de sus padres. Cuando
pensamos en la cantidad de esfuerzo y de empeño de los padres euroamericanos
para hacer que un niño duerma durante toda la noche, o para entrenarlo para que
vaya solo al baño o para que coma adecuadamente, nos percatamos de que el patrón
maya es en realidad distinto. Además, la libertad que se le da a un niño para tomar
54 Suzanne Gaskins
porque representa una ventaja para el trabajo de los adultos el que los niños estén
ocupados de manera feliz y segura durante largos periodos de tiempo. Los padres
euroamericanos comparten este valor, pero es más importante para los mayas, dada
la primacía del trabajo de los adultos. Si un niño pequeño está interfiriendo con el
trabajo, uno de los señuelos más eficaces para que no estorbe es ofrecerle la posibi-
lidad de obtener un tentempié. Esta técnica se ilustró en el caso reportado antes, en
el cual la madre de Mari pide a su hermana mayor que la aparte de su trabajo y del
lodo y la lleve a comer la fruta de un árbol del patio. Aun cuando Mari no inició esta
actividad, no sería de sorprender si se hubiera quedado al lado del árbol frutal junto
con sus hermanos por lo menos media hora o más, requiriendo tan sólo un mínimo
de supervisión a distancia por parte de su madre y permitiendo así a ésta concluir
las tareas matinales sin más interrupciones.
Culturalmente, la creencia de que si los niños tienen hambre hay que darles
comida, y de preferencia aquella que desean, apoya de manera más general los ten-
tempiés –esto en una cultura en la que no siempre se dispone de comida abundante
o de morralla–. Mucho del ingreso diario disponible se utiliza para comprar a los
niños tentempiés, y casi siempre se pone esto como ejemplo de por qué una persona
necesita ganar dinero. Incluso la fruta que se corta del árbol representa una inversión
económica real de los padres en los niños, puesto que puede venderse la fruta que
la familia no consume.
Cortar y comer fruta es una actividad que con frecuencia los niños eligen realizar
por sí solos. Los árboles frutales a menudo están a una distancia corta de la casa, así
que los niños se apartan un poco de la actividad doméstica del momento y pueden
hablar solos entre sí. Al mismo tiempo, están lo suficientemente cerca como para
observar lo que ocurre en el complejo habitacional y para oír cuando se les llame
a hacer una tarea o un mandado. En el complejo no hay muchos otros espacios
que sirvan para el mismo propósito. Debido a que se valora culturalmente el estar
ocupado en alguna actividad en todo momento, el consumo de tentempiés sirve
como un escape fácil y aceptable de la actividad doméstica y además es relajante
y placentero.
Los tres principios de la participación sugieren que el comer entre comidas es una
actividad relevante y valorada por los niños mayas y sus cuidadores. No es algo que
sirva sencillamente para matar el tiempo y como una suerte de chupón, sino que es
una actividad culturalmente apoyada que satisface algunas expectativas importantes
sobre lo que han de hacer los niños con su tiempo y sobre lo que sus padres han de
proporcionarles.
56 Suzanne Gaskins
Orientación social
personas y animales casi siempre está ocurriendo alguna actividad, de modo que la
observación casi siempre es una opción para el niño, y en general éste la lleva a cabo
de manera paralela a cualquier otra cosa que esté haciendo, porque puede perder
la pista de lo que está sucediendo si no presta mucha atención todo el tiempo. Los
niños, al igual que sus padres, con frecuencia hacen una pausa en su juego o en su
trabajo para observar algo que prometa ser interesante.
Vale la pena señalar que el motivo principal de que los niños sepan dónde están los
demás y qué están haciendo parece sencillamente ser conscientes de los sucesos, sin que
estén tratando de participar en ellos ni influir sobre ellos. La mayor parte del tiempo,
cuando un niño está observando los sucesos sociales, no se sigue de esto ninguna
acción relacionada. Por lo regular no se observa ninguna reacción en el observador,
aun cuando los sucesos sean dramáticos o emotivos. Por ejemplo, una niñita de tres
años estaba sentada a cierta distancia observando cómo su hermana mayor lloraba
durante media hora. La mayor parte de ese tiempo la niñita no le quitó los ojos de
encima a su hermana, pero tampoco se acercó a ella ni hizo ningún comentario sobre
su comportamiento a nadie más. Sencillamente observaba.
De modo que aun cuando los niños mayas lleven a cabo una gran cantidad de
orientación social, esto no implica una gran cantidad de interacción social, sobre
todo con los adultos. A esta edad los niños no inician conversaciones con los adultos
a menos que estén haciendo una petición específica de algo que necesitan o quieren
en ese momento. Se espera que no hagan nada que moleste a los adultos que los
rodean, incluyendo el correr por ahí o hacer mucho ruido. En las escasas ocasiones
en que sólo los niños de menos de 10 años están en casa, los niveles de tumultos
y de ruido aumentan de manera considerable. Los adultos rara vez les hablan a los
niños pequeños, salvo para decirles que hagan algo (o que no hagan algo) o para
ofrecer información que consideran que el niño necesita para desempeñar una tarea.
Asimismo, los cuidadores de niños tienden más a comentar con otra persona acerca
del comportamiento de un niño pequeño que a hablarle al niño. Vimos esto en el
caso de Mari. Si bien los niños pequeños tienden más a hablar con otros niños, sobre
todo con los de su misma edad, en sus conversaciones destacan los largos periodos
de silencio. No es raro que Mari no haya hablado una sola vez, pese a que respondió
por medio de acciones cuando se le pidió que hiciera algunas cosas.
Como consecuencia de la observancia de estas normas de comportamiento, des-
de una edad muy temprana los niños pueden sentarse quietos cuando es necesario,
sin muchos aspavientos. Antes de que se mejorara el camino al pueblo, el viaje en
camión al poblado más cercano a traer provisiones duraba tres horas. Los niños de
todas edades permanecían quietos, sentados encima o al lado de sus padres o herma-
nos durante todo el viaje. Los niños también pueden permanecer sentados durante
58 Suzanne Gaskins
El juego
Sin embargo, los niños de dos años pasan más tiempo con sus hermanos, aparta-
dos de su madre, y se los incluye, en la medida de lo posible, en cualquier juego que
estén jugando los demás niños. Los niños de entre dos y cinco años de edad ocupan
mucho de su tiempo de juego en juegos de mucho movimiento, tales como treparse
a los árboles, corretearse mutuamente, girar para marearse y perseguir bichos. Los dos
niños mayores (de 3 ½ y 5 ½ años) estudiados en las observaciones momentáneas, por
ejemplo, empleaban entre 60% y 65% de su tiempo de juego en estas actividades.
La literatura sobre el juego de los niños euroamericanos se centra fundamental-
mente en el juego simbólico. Es interesante señalar que los niños mayas no nada
más pasan una porción pequeña de su día jugando, sino que dedican muy poco de
este tiempo a juegos simbólicos. Una vez más, las observaciones momentáneas pro-
porcionan una perspectiva cuantitativa útil. Durante las nueve horas de observación
nunca se observó que el niño de 5 ½ años jugara un juego simbólico. En cuanto a
las dos niñas (de 3 ½ años y de 20 meses), se observó a cada una de ellas jugando de
manera simbólica en tres ocasiones –en una de éstas, las dos niñas jugaban juntas–,
lo cual representa 3% del tiempo total observado.
En términos cuantitativos, podemos argumentar que el juego simbólico debe
desempeñar funciones muy diferentes para los niños mayas en comparación con los
niños euroamericanos, a quienes tanto se ha estudiado. Pero además existen dife-
rencias cualitativas en su juego simbólico. En los niños pequeños euroamericanos,
de dos años o menos, el juego simbólico suele ocurrir con el apoyo de un adulto,
que proporciona objetos, modelos y temas y que estimula en los niños pequeños el
comportamiento simbólico o de “hacer como si” (Haight y Miller, 1992). Pero en
la cultura euroamericana normalmente se considera que el juego simbólico es una
forma dominante de juego propia de los niños en edad preescolar, y que desaparece
cuando el niño alcanza la edad escolar. Cuando es un evento social, lo más frecuente
es que incluya a niños aproximadamente de la misma edad, con quienes construye
y mantiene la situación de juego.
Los contextos en los que ocurre el juego simbólico entre los niños mayas son muy
diferentes de los de los niños euroamericanos. En general el juego simbólico ocurre
en dos tipos de contextos en los hogares mayas. El primer contexto es dentro de la
casa o del complejo habitacional. Allí puede observarse a los niños pequeños, de has-
ta cinco años de edad, jugando brevemente juegos simbólicos que crean de manera
espontánea, por lo común empleando como utilería objetos domésticos que no son
para jugar. Entre los ejemplos de las dos niñas observadas se incluye la utilización de
una cuerda colgada de un extremo de las vigas del techo por parte de la niña de 20
meses para producir una curva que sugería una hamaca y el acto de fingir sentarse
y columpiarse sobre la curva, o bien, junto con su hermana (de 3 ½ años), poner
La vida cotidiana de los niños en un pueblo maya 61
fruta pequeña sin madurar en la rueda de una carretilla volcada de lado y hacer
girar la rueda simulando moler maíz. Este tipo de ejemplos tienden a centrarse en
un acto específico y sencillo de una duración de un minuto o dos. Éstos fueron los
únicos tipos de juego simbólico registrados durante las nueve horas de observaciones
momentáneas. Los adultos y los niños mayores rara vez reconocen estos juegos de
los niños de “hacer como si”, y en general no los apoyan. Incluso los interrumpen
debido al uso inadecuado que se hace en ellos de los objetos domésticos.
Un segundo contexto da lugar a un tipo de juego simbólico más prolongado
(Gaskins, 1989). Un grupo grande de niños de edades diversas que viven en un
mismo complejo habitacional juegan juegos simbólicos de vez en cuando, por lo
general un tanto alejados de la casa, sin supervisión ni apoyo directo de los adultos.
Los niños mayores, a veces hasta de 12 o 13 años, organizan el juego y asignan roles
específicos a los niños menores. Los temas de estas sesiones de juego están tomados
directamente de la vida adulta, y la mayoría de ellos son sucesos cotidianos que se
repiten una y otra vez con pocas variaciones. El papel principal que desempeñan
los niños pequeños en este juego más prolongado consiste en realizar las acciones
específicas que los niños mayores –quienes orquestan el guión– les dicen que hagan.
La frecuencia de estos eventos varía mucho de una familia a otra, dependiendo de
si los adultos los objetan o los toleran. No se observaron en absoluto durante las
observaciones momentáneas.
De manera que para los niños mayas de entre dos y cinco años de edad, el juego
simbólico consiste en casos momentáneos de relaciones simbólicas que un niño o
niña expresa espontáneamente, o bien en comportamientos específicos generados
por niños mayores que son representaciones realistas de las actividades cotidianas
de los adultos, las cuales se repiten de una sesión de juego a otra. En ambos casos
hay poca oportunidad para realizar el tipo de trabajo emocional y cognitivo que
los investigadores euroamericanos suponen como inherente en el juego simbólico
(Gaskins y Göncü, 1992). Cualquiera que sea la forma que adopte el juego sim-
bólico, constituye una porción muy pequeña de las actividades de los niños.
En la investigación euroamericana se ha tendido a interpretar un índice o un
nivel de complejidad bajo en el juego simbólico como evidencia de un déficit en
los niños que no son euroamericanos o miembros de la clase media (Farver, 1999;
Göncü et al., 1999), bajo el supuesto de que para el “desarrollo óptimo” de los niños
es esencial que éstos lleven a cabo una gran cantidad de juego simbólico complejo y
creativo. La evidencia observada en los mayas sugiere que tal vez el juego simbólico
sí sea inherente, dado que, con escaso o ningún apoyo de sus padres, los niños mayas
muy pequeños manifiestan expresiones simbólicas espontáneas, y los niños mayores
practican juegos simbólicos prolongados de imitación realista de las actividades
62 Suzanne Gaskins
Cuando se evalúa el juego de los niños mayas a partir de esta perspectiva cultu-
ralmente informada, se concluye que el juego, en especial el juego simbólico, es una
forma de actividad menos frecuente y menos dominante socialmente entre los niños
mayas pequeños que entre los niños pequeños estadounidenses de clase media. Pero
no debemos concluir, por ende, un déficit de los niños mayas, sino más bien que
éstos emplean su tiempo en otras actividades más significativas culturalmente. La
perspectiva más amplia nos permite ver no sólo aquello que los niños mayas no hacen
sino cómo es que su ambiente construido culturalmente los lleva a hacer otras cosas
que no son jugar. Esto, a su vez, nos lleva a considerar que el juego en los niños esta-
dounidenses es una actividad apoyada culturalmente. Como tal, debería conducirnos
a explorar no sólo cómo es que el juego se vuelve más frecuente y complejo cuando
es apoyado culturalmente sino también cuáles son aquellos principios culturales de
la participación nuestros que pueden llevar tanto a los padres de familia como a los
investigadores a otorgarle un valor tan alto.
El trabajo
salgan del complejo habitacional a comprar cosas, llevar encargos o dar mensajes
por todo el pueblo. De hecho, éste fue en parte el motivo de que el niño de 5 ½
años estuviera fuera del complejo casi la mitad del tiempo. A veces se los envía con
sus hermanos mayores a cortar leña en la selva cercana y a traerla a casa, a llevar
un caballo a comer al matorral o a entregar el almuerzo a los hombres y niños
mayores que están trabajando en las milpas lejanas. Se les pide a los niños que
cuiden a sus hermanos o primos pequeños durante periodos prologados, lo cual
implica cargar a los niños sobre las caderas, entretenerlos o ponerlos a dormir. Si
la madre está trabajando, por lo regular los niños les llevan a los pequeños sólo
para que los amamanten. Estos jóvenes cuidadores de niños son constantemente
supervisados e instruidos por la madre sobre lo que se requiere hacer, pero se espera
que los niños de cinco años cuiden de los niños menores durante una o dos horas
a la vez mientras la madre trabaja fuera del complejo habitacional o cuando va a
hacer algún mandado.
De las cuatro categorías de actividades, el trabajo es la única para la cual hay
diferencias significativas entre los sexos a esta edad tan temprana. Si bien se espera
que tanto los niños como las niñas trabajen, mucho del trabajo que se hace en la
casa es “trabajo de mujeres”, y como tal se tiende más a asignárselo a las niñas,
aunque se les pide a los niños que lo hagan cuando no hay niñas disponibles (así
como a las niñas se les pide que realicen trabajos que tradicionalmente son más
bien masculinos cuando no hay niños disponibles). Se acostumbra más pedirles
a las niñas que realicen trabajos relacionados con la preparación de alimentos, el
cuidado de otros niños y el aseo del hogar. Niños y niñas llevan mensajes, hacen
recados y cuidan del jardín por igual. Es más frecuente que se envíe a los niños a
la selva con algún hermano o hermana mayor para que realicen las tareas que se
hacen allí y que se les asigne la responsabilidad de cuidar del ganado. Estas dife-
rencias por sexo son más pronunciadas a partir de los cinco años, y esta tendencia
continúa según crecen niños y niñas.
En las observaciones momentáneas realizadas en los tres niños encontramos un
incremento considerable en la cantidad de tiempo que pasan los niños trabajando
a medida que crecen. En ningún caso se observó que la menor de las niñas, de 20
meses, realizara alguna actividad que pueda llamarse trabajo. Esto no quiere decir
que los niños de esta edad nunca trabajen. He visto muchos ejemplos de niños de
esta edad ocupados en tareas sencillas y momentáneas, y he visto a un niño de 18
meses que fue enviado a comprar algo a una tienda cercana. Sin embargo, en 12%
de las observaciones realizadas en el complejo habitacional se observó a la mayor de
las niñas, de 3 ½ años, desempeñando alguna actividad de trabajo. Ella estuvo fuera
del complejo durante 15% del tiempo total de observación, probablemente ocupada
La vida cotidiana de los niños en un pueblo maya 65
durante parte de ese tiempo en hacer mandados. Para la edad de 5 ½ años, el niño
observado en el complejo ocupaba sólo 5% de su tiempo en trabajar, pero durante
la mitad de las observaciones estuvo fuera del complejo, quizá haciendo encargos al
menos durante parte de ese tiempo, ya que ésta es una tarea que comúnmente se les
asigna a los niños de esta edad. Si hemos de suponer que la mitad del tiempo que
los niños pequeños pasan fuera del complejo habitacional lo ocupan en el trabajo
(y la observación general sugiere que en esta actividad invierten más de la mitad, no
menos), entonces podemos calcular que la niña de 3 ½ años pasa 17% de su tiempo
trabajando, y el niño de 5 ½ años, 27 por ciento.
Cuando hablamos de trabajo a estas edades tan tempranas es importante señalar que
las tareas que se les asignan a los niños no son difíciles para ellos ni les exigen demasiado
tiempo. Muchas de las cosas que hacen no les llevan más de un minuto o dos. Algunas de
ellas, sobre todo las que implican salir del complejo habitacional, requieren más tiempo,
pero aun así no son difíciles de hacer. La sencillez de las tareas y la pequeña proporción
del día que ocupan en realizarlas podrían conducir a alguien externo a esta cultura a
minimizar su importancia. Esto sería un grave error, porque si bien estas tareas difieren
poco en su apariencia externa de las que se les asignan a los niños euroamericanos,
forman parte integral de las actividades de trabajo de los adultos mayas y representan
un componente crítico en cómo perciben los padres de familia mayas el hecho de que
sus hijos tienen que crecer para convertirse en trabajadores competentes.
Se espera que todos los niños de 1 ½ o dos años de edad realicen rápida y eficien-
temente cualquier tarea que se les pida que hagan. Para desempeñar su trabajo los
adultos cuentan con que haya varios niños siempre dispuestos a traer cosas del patio o
de la casa de algún vecino, a correr a comprar algo a la tienda o a hacer algunos otros
trabajos pequeños. Es muy difícil llevar una casa sin niños pequeños que realicen estas
tareas. En cierto sentido, los niños pequeños mayas siempre están a las órdenes de sus
padres y sus hermanos mayores. Se da por sentado que nada de lo que esté haciendo
un niño es más importante que lo que una persona mayor quiere que haga. Así, si
bien el trabajo no ocupa mucho del tiempo de los niños pequeños, el potencial para
el trabajo está allí todo el tiempo, y de hecho el niño es un participante legítimo y
valioso en las actividades del trabajo del hogar.
Se espera que los niños hagan cualquier cosa que puedan para facilitarles el tra-
bajo a los adultos, porque el trabajo de los adultos es lo principal. Se supone que los
niños son parte del proceso de trabajo en el complejo habitacional desde el momento
en que son capaces de entender las órdenes y caminar competentemente, y desde
un principio contribuyen al trabajo que hay que hacer. Por supuesto, a medida que
aumenta su competencia, su participación se vuelve más central y más prolongada,
hasta que, ya adolescentes, realizan el equivalente del trabajo de un adulto.
66 Suzanne Gaskins
cuando Mari comenzó a lavar los muebles al lado de su madre. Aun así, ésta sólo
toleró su presencia, e incluso el lodo, hasta cierto punto. La madre de Mari explicó
su paciencia como sigue: interpretó el comportamiento de Mari como indicador de
un interés en participar en el trabajo que había que hacer, pero reconoció que su hija
todavía no poseía las destrezas que le permitirían participar. Por ende, permitió que
continuara este comportamiento aun cuando representaba un ligero inconveniente.
De hecho, le agradó e hizo comentarios sobre él a sus otras hijas. El ver que Mari
exhibía este comportamiento la llevaría a comenzar a pedir a Mari que hiciera más
tareas que estuvieran dentro de sus capacidades. Así, los padres de familia toman el
comportamiento imitativo de los niños como una señal de que están listos. Lo toleran
con el fin de estimular la motivación de los niños y proporcionan una estructura
para que esta motivación se concrete en tareas que estén dentro de las capacidades
de los niños.
De este modo, el hecho de que los niños mayas cometan tan pocos errores es un
indicio no sólo de su competencia sino también de la capacidad de sus padres de juzgar
qué tareas están justo dentro de las capacidades de sus hijos. El modelo vygotskiano
de una zona de desarrollo proximal permite que mediante la interacción social los
niños completen actividades que están fuera de su alcance hacer por sí solos. En el
modelo maya, los niños logran cosas como participantes legítimos en una actividad
compartida en la que los niños nunca van más allá de lo que son capaces de hacer. En
ambos casos se requiere que los adultos estructuren el entorno según las capacidades
de los niños, pero las motivaciones de los adultos y la experiencia de los niños en
estos dos sistemas son muy diferentes.
CONCLUSIONES
Este capítulo ha formulado tres principios culturales de la participación para los niños
pequeños mayas, desarrollados a partir del conocimiento etnográfico general de la
cultura maya y de observaciones prolongadas de niños mayas ocupados en actividades
diarias. Los tres principios son: 1) la primacía de las actividades de trabajo de los
adultos, 2) la importancia de las creencias culturales de los padres para la estructu-
ración de las actividades de los niños, y 3) la independencia de la motivación de los
niños mayas. Estos tres principios fueron utilizados para interpretar cuatro diferentes
categorías de actividades que los niños mayas realizan: actividades de mantenimiento,
orientación social, juego y trabajo. Para cada una de estas categorías de actividades,
podemos juzgar, por su sola descripción, que la participación de los niños mayas en
el mundo tiene un aspecto considerablemente diferente de la de los niños euroame-
70 Suzanne Gaskins
ricanos. Sin embargo, esta descripción por sí sola no proporciona una base adecuada
para interpretar el comportamiento de los niños en términos culturalmente precisos
o significativos. Con los tres principios culturales de la participación fue posible
comprender qué significado podría tener realmente para el niño su participación en
esa actividad o cómo podría ser evaluado por la cultura. De hecho, debido a que los
niños mayas no hacen lo que hacen los niños euroamericanos, en cada categoría de
actividad un investigador que desconozca la cultura podría perder de vista algunos
comportamientos importantes o interpretarlos como evidencias de déficit en el de-
sarrollo. Sólo si tomamos en cuenta toda la gama de las actividades de los niños y los
principios culturales que subyacen en ellos y los motivan podemos aproximarnos a
una comprensión culturalmente adecuada.
Por ejemplo: el juego simbólico, más que importante, crítico, para el desarrollo
en la investigación euroamericana, no es una actividad frecuente ni bien elaborada
entre los niños mayas. ¿Cómo hemos de interpretar este hecho? Puede ser que los
niños reciban un tipo similar de estímulo de alguna otra actividad, pero también es
posible que los niños que no participan en un juego simbólico sostenido y complejo
estén menos avanzados en determinada capacidad, como la creatividad, que aquellos
que sí lo hacen (aunque hay evidencias que demuestran que las influencias directas
del juego simbólico en cualquier dominio del desarrollo son bastante limitadas). En
vez de detenernos en la conclusión de que los niños mayas no se están desarrollando
óptimamente, debemos preguntarnos qué actividades realizan los niños en lugar
del juego simbólico (o su sustituto) y cómo a su vez esas actividades influyen en
su desarrollo, tal vez en áreas muy diferentes de aquellas en las que incide el juego
simbólico.
Al dar ese paso reconocemos la marginalidad cultural del juego para los mayas.
Es verdad que su cultura no proporciona a estos niños la oportunidad de parti-
cipar en el juego simbólico creativo y prolongado. Pero es importante reconocer
también que para los niños mayas el juego simbólico hace justo lo que los padres
quieren que haga: satisface sus expectativas de mantener a los niños apartados del
área de trabajo y demuestra que están sanos. Pero debido a que está en conflicto
con un valor cultural más importante –el trabajo de los adultos y la participación
de los niños en éste–, el juego “no debería” desempeñar un papel preponderante
en la niñez maya “si” los niños han de crecer de modo que compartan los valores
de su cultura y participen productivamente en sus actividades. Las otras tres cate-
gorías de actividad –el mantenimiento, la orientación social y el trabajo– son más
relevantes para los niños si es que han de convertirse en mayas competentes. Los
niños pequeños mayas realizan más de estas actividades y son más competentes
en cada una de ellas que los niños pequeños euroamericanos. Estos tres tipos de
La vida cotidiana de los niños en un pueblo maya 71
estudiando a los niños solamente en nuestra propia cultura. Dicho enfoque sugiere
que, además de proporcionarles ciertos beneficios, el hecho de que nuestros propios
niños participen en el mundo de juego orientado hacia ellos y libre de responsabi-
lidades que construimos para ellos y por el cual los recompensamos podría tener
ciertos costos, tales como crisis de identidad, aislamiento social o egoísmo, erosión
de la motivación intrínseca para las tareas del mundo real y una baja autoestima.
En este sentido, un enfoque motivado culturalmente haría algo más que ofrecernos
respuestas más adecuadas: puede proporcionarnos la penetración que se requiere
para plantearnos nuevas preguntas y comprendernos mejor a nosotros mismos. Esta
mayor conciencia de nosotros mismos es cada vez más determinante en el mundo
moderno, en el cual a diario debemos interactuar y negociar con miembros de otras
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La interacción mazahua
en su contexto cultural:
¿pasividad o colaboración tácita?
Ruth Paradise Loring
INTRODUCCIÓN
1
El término “no occidental” se utiliza para señalar el contraste entre las prácticas interaccionales de
los mazahuas, que son parte de una tradición civilizatoria mesoamericana, con las prácticas propias
de una tradición civilizatoria “occidental”. Es importante señalar este contraste precisamente para
77
78 Ruth Paradise Loring
los lectores que tienden a comprender las prácticas de otros sólo en términos de su propia realidad
cultural occidental (véase Bonfil Batalla, 1990, para indagar más sobre esta distinción entre “civili-
zación mesoamericana” y “civilización occidental”).
La interacción mazahua en su contexto cultural 79
a ser menos útiles que los procedimientos que incluyen una referencia continua para
otros dominios de la conducta social, cuya relevancia no siempre es evidente de manera
inmediata. Así, las conductas específicas pueden ser interpretadas en relación con otras
conductas y por medio de una investigación que revele pautas que tengan relevancia
y que sean comprensibles más allá de cualquier contexto particular. Desde esta pers-
pectiva, sólo tiene sentido ponerle atención a los detalles y desenredar las secuencias
de interacción para llegar a sus elementos constitutivos, porque, analíticamente, tales
procedimientos permiten caracterizar la secuencia reorganizada, o sea, la interacción
como un todo, en términos de su relevancia y arraigamiento sociocultural.
Las interacciones descritas más adelante provienen de los datos que se ob-
tuvieron mediante observaciones intensivas, no estructuradas, de pequeños
grupos familiares de mazahuas en el contexto de un mercado urbano. Estos
mazahuas siguen un patrón de migración temporal desde sus pueblos en el Esta-
do de México al Distrito Federal, permaneciendo varios meses de cada año en la
zona céntrica de la ciudad, donde se localiza el mercado de La Merced. La cultura
mazahua encuentra sus raíces en la civilización prehispánica mesoamericana (Bonfil
Batalla, 1990). El mercado constituye un contexto tradicional mesoamericano, cul-
turalmente familiar para la gente mazahua. Por tradición la venta de mercancías es
una ocupación femenina. Es común que sólo en las tardes los hombres mazahuas se
unan a los grupos, formados en su mayoría por mujeres y niños.
Una mujer robusta está sentada en el suelo, detrás de los productos que vende;
sus piernas se encuentran extendidas frente a ella. Dos niños, uno de dos años y
otro de tres, aproximadamente, están jugando arriba de sus piernas. El niño mayor
está acostado sobre su espalda, a lo largo de las piernas de la mujer, mientras que
el pequeño está sentado con las piernas abiertas sobre la cintura del niño grande,
como si estuviera “galopando”, y ambos ríen. Sus movimientos son irregulares y
ocasionalmente se resbalan de las piernas de la mujer. Cuando sucede esto, de-
tienen su juego el tiempo necesario para volverse a poner en posición y empiezan
de nuevo. La mujer, mientras tanto, masca algo, frunce ligeramente el entrecejo
y mantiene las manos libres; mira lo que pasa a su alrededor y ocasionalmente a
los niños que juegan sobre sus piernas, sin mostrar algún cambio de expresión
en su rostro o alguna ligera sonrisa.
Como el juego de los pequeños se da sobre las piernas de la mujer, ésta se halla
incluida en la actividad y está consciente de ello. Cuando los niños se deslizan no
continúan su juego en el piso, sino que lo detienen el tiempo necesario para regresar a
sus piernas. Su participación se puede identificar en el préstamo de sus piernas para el
juego, una participación que no puede calificarse como casual dado que esta posición
particular de sentarse con las piernas estiradas hacia delante es bastante inusual y es
probable que dicha posición la haya adoptado para la ocasión. Su comportamiento
explícito, sin embargo, es claramente de una naturaleza pasiva, por lo que se refiere
al juego mismo: ella no está integrada al juego, su observación de éste es intermitente
82 Ruth Paradise Loring
y mantiene distancia emocional. Los niños parecen jugar para sí mismos, aunque el
apoyo que ella les da con sus piernas (definitivamente más suave para este tipo de
juego de balanceo que lo que les ofrece el cemento del piso) no es probablemente
algo casual. Ella está con ellos y participa, pero de manera bastante pasiva.
Los pequeños muestran un entendimiento implícito de lo que implica mantener
una interacción con un participante frecuentemente pasivo. Su entendimiento inte-
raccional se halla asociado con la capacidad para tomar la iniciativa y mantener una
dirección independiente. El siguiente texto ilustra esta asociación:
El niño quiere seguir pelando los tomates verdes, pero la pasividad de su madre
resulta ser un obstáculo para él. Cuando el niño empuja y le da palmadas a su ma-
84 Ruth Paradise Loring
dre la primera vez, hace que ella ponga otro montón de tomates en el espacio que
hay entre ellos para que él pueda continuar con su trabajo. Pero la segunda vez no
lo logra, ni siquiera cuando arroja los pequeños tomates a su cara. Por último, la
actitud y conducta de la madre paran y rompen la actividad del niño por completo.
Su salida de la escena parece indicarle al niño que ya no vale la pena intentar alguna
otra medida más fuerte para hacerla cooperar activamente. Entonces, él también se
levanta y se va en otra dirección.
Mientras en esta escena la pasividad de la madre parece ser un obstáculo al cual
el niño finalmente cede, su respuesta puede representar sólo un revés temporal que
le permite, a largo plazo, vencer tales impedimentos. A juzgar por algunas de las
actividades de aprendizaje que los niños grandes inventan, uno puede pensar que
cuando este niño crezca y aprenda a tomar más iniciativa no se molestará en tratar
de llamar la atención o ayuda de su madre. En lugar de hacerlo, podrá encontrar
por cuenta propia su camino hacia el costal de tomates sin pelar y así seguir con
su trabajo.
Las interacciones que se presentan hasta este punto corresponden a la pasividad
de los adultos y a la toma de iniciativa de los niños. Muestran cómo este tipo de
interacción promueve que el niño desarrolle la independencia y la responsabilidad al
organizar y llevar a cabo actividades por sí mismo (incluyendo aquellas que se relacio-
nan con el aprendizaje). Un ejemplo final nos proporciona un caso de interacción entre
tres niñas que denota, más bien, la cooperación y coordinación que frecuentemente
se hallan implicadas a través de la conducta pasiva de una de las participantes. Este
ejemplo también nos da la oportunidad de observar la construcción por parte de los
niños de la conducta socialmente significativa y de las perspectivas sobre el mundo
como Elbers (1994) las ha señalado, aunque en referencia a otra clase de juego.
Tres niñas están sentadas en el suelo. Las dos más grandes (entre cinco y seis
años de edad) están peinando y trenzando el cabello de la niña pequeña,
que tiene tres o cuatro años. Un lado ya está terminado, aunque cierta-
mente no tan bien hecho, pues han quedado algunos mechones de cabello
fuera de la trenza. El hecho de que sus cabellos sólo lleguen a los hombros
hace que la tarea se dificulte desde el principio. Una de las niñas mayores
peina y arregla con un aire de eficiencia y concentración. Ella está sentada
en cuclillas, a la manera en que se sientan las mujeres indígenas, y agarra el
cabello con brusquedad mientras lo peina, jalándolo fuerte. La niña que es-
tán peinando se encuentra sentada frente a ella, mirando para otro lado. Es
evidente que está más que incómoda y se retuerce constantemente, tratando
de encontrar una posición menos dolorosa. Sin embargo, mantiene su cabeza
La interacción mazahua en su contexto cultural 85
quieta. No trata de quitarse. Sus brazos están caídos y a veces los cruza, como
si se abrazara a sí misma; luego pone las manos sobre el suelo y se apoya en
uno de sus lados. Parece estar a punto de llorar. Sus cejas y su frente son ja-
ladas hacia abajo al mismo tiempo. Las dos mayores no ponen atención a su
incomodidad; parecen no darse cuenta y la pequeña no hace ningún intento
por hacerlo notar.
A causa del dolor continuo comienza a llorar para sí misma y se le escurren las lágrimas
sobre sus mejillas. De vez en cuando abraza las rodillas de una de las niñas mayores.
Sin embargo, aún no da señales de protesta o de resistencia. Parece resignada a su
dolor, como si se tratara de algo por lo que tuviera que pasar, que soportar o esperar.
De hecho, da la impresión de estar resistiendo, segundo a segundo, hasta que aquello
acabe. La niña más grande no le suelta su cabello ni un momento y se lo jala más
fuerte cada vez que intenta meter el peine en él. Su destreza manual aún no está bien
desarrollada y entonces agarra el peine con fuerza y emite pequeños gruñidos cuando
jala y estira la piel, especialmente fuerte, como a la altura de las sienes, mientras que
la pequeña llora y se abraza más intensamente. La otra niña grande tiene varios bro-
ches de plástico que abre y los coloca, o trata de ponérselos en el pelo a un lado de la
cabeza de la niña, en tanto que la primera continúa su tarea. Las dos niñas grandes
pasan por alto completamente el hecho de que están lastimando a la pequeña y que
está llorando.
Para un observador poco familiarizado con esta clase de interacción resulta
extraordinario que la niña de tres o cuatro años no intente zafarse de tal situación
aparentemente tortuosa, o por lo menos no trate de defenderse de alguna manera,
tal vez mostrando su inconformidad y pidiendo a las niñas grandes que lo hagan más
suavecito. No, su comportamiento frente a las otras participantes en la interacción es
pasivo. Su pasividad, sin embargo, no implica que ella esté inactiva, sin hacer nada.
Ella está intensamente involucrada en ejercitar su control personal. Aun cuando no
puede dejar de llorar mantiene su respuesta emocional y su dolor para sí misma tanto
como le es posible. Baja la cabeza y la lleva a otro lado, donde las niñas grandes no
puedan verla. No hace nada para comunicarles su incomodidad, ni para cambiar el
carácter o la definición de la interacción. Opta por participar fundamentalmente
con la misma actitud que ellas parecen haber adoptado hacia su dolor: se trata de
un aspecto superficial y esencialmente irrelevante que puede ser ignorado, o que es
incluso necesario. Las niñas más grandes muestran inconciencia de su dolor, y de
ninguna manera se adaptan a ella.
Las tres niñas parecen compartir una definición culturalmente específica de la in-
teracción que ellas han construido o reconstruido. En última instancia, su interacción
86 Ruth Paradise Loring
puede ser descrita como una situación de aprendizaje. Las mayores están practicando
cómo peinar, y la pequeña cómo controlar sus emociones y mantener una actitud
apropiada, lo que supone una apreciación básica de su interacción en términos de estar
las tres juntas. Este evento muestra que al enmarcar una interacción a partir de una
realidad cultural mazahua se pueden asignar significados culturales específicos y así
comprender expresiones físicas que implican sumisión y estar incómodo, o sentir dolor
por parte de alguna de las participantes, sin que esto implique agresión o un deseo de
lastimar por parte de las otras. Una discusión de este carácter de las prácticas inter-
accionales mazahuas (Paradise, 1987), sin embargo, está más allá del propósito de
este capítulo.
Para los objetivos actuales, el evento con las tres niñas hace explícito un as-
pecto de la pasividad de los participantes que no es tan evidente en los demás
ejemplos. La conducta de la niña más pequeña no indica una pasividad o fal-
ta de respuesta, más bien muestra su apoyo a una definición compartida de la
situación. Aunque las niñas mayores están obviamente involucradas en hacer
algo, la pequeña también lo está, controlándose física y emocionalmente. Ella
coopera del todo con las grandes, al tiempo que hace lo que puede para minimizar
sus expresiones de incomodidad.
CONCLUSIONES
Se está volviendo cada vez más obvio que nuestro sentido común, culturalmente
determinado, nos ha llevado a percibir la clase de interacciones descritas en este ca-
pítulo como pasivas en un sentido negativo, como interacciones que no promueven
el desarrollo óptimo del niño. Al respecto, Rogoff et al. (1993) han señalado que la
90 Ruth Paradise Loring
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El aprendizaje por medio
de la participación intensa en comunidades*
**
Este capítulo se enfoca en cómo las personas aprenden mediante la atención aguda
y la participación en actividades cotidianas compartidas. La observación aguda y el
“estar a la escucha” son especialmente valorados y empleados en algunas comunidades
culturales en las cuales los niños forman parte de las actividades comunitarias que
realizan los adultos. Esta participación intensa también ocurre en algunos ámbitos
(como el aprendizaje de la lengua materna) en comunidades que por lo común se-
gregan a los niños de la gama de actividades de adultos. Sin embargo, desde el siglo
pasado algunas sociedades industriales utilizan una forma distinta de instrucción que
va acompañada de la separación de los niños de los entornos de los adultos, en la cual
los adultos “transmiten” información a los niños. Nosotras contrastamos estas dos
tradiciones para organizar el aprendizaje en términos de su estructura de participación,
de los papeles de las personas que tienen más experiencia y las que tienen menos, de
las distinciones en las motivaciones y en los propósitos, de las fuentes de aprendizaje
95
96 B. Rogoff, R. Paradise, R. Mejía Arauz, M. Correa-Chávez, C. Angelillo
INTRODUCCIÓN
Los niños en todas partes aprenden por observación y por la escucha activa en las
actividades de los adultos y de otros niños. El aprendizaje mediante la observación
aguda y la escucha, anticipando la contribución, parece ser especialmente valorado
y resaltado en comunidades donde los niños tienen acceso al aprendizaje por medio
del involucramiento informal en la comunidad. Ellos observan y escuchan atenta-
mente y con iniciativa, y se espera su colaboración en las actividades compartidas
cuando se sientan listos. Esta tradición, a la que llamamos “participación intensa en
comunidades”,1 destaca en muchas comunidades americanas indígenas y también se
puede encontrar en organizaciones voluntarias, museos interactivos y escuelas con
enfoque de colaboración en las comunidades estadounidenses de la clase media.
La participación intensa en comunidades es una forma muy valiosa de fomentar
el aprendizaje. Contribuye a un aprendizaje tan impresionante como el que realizan
los niños pequeños cuando aprenden su primer idioma, y su importancia continúa
durante toda la vida. Sin embargo, ha sido relativamente poco investigada. Parece que
a menudo se la da por hecho o se la pasa por alto porque quizás los investigadores
están especialmente familiarizados con las distintas formas de instrucción utilizadas
en la escuela (basada en el propio aprendizaje histórico del investigador, así como en
su práctica de la docencia).
Nuestro propósito es articular las características multifacéticas de la participación
intensa en comunidades. Para ello, la contrastamos con la instrucción en forma
de “línea de ensamblaje”, basada en la transmisión de información a través de los
expertos, fuera del contexto de la actividad productiva. Esta tradición de organizar
el aprendizaje es común en muchas escuelas estadounidenses y en interacciones en
las familias de la clase media, y se relaciona tal vez con los cambios históricos vin-
culados con la industrialización y las leyes de trabajo de los menores, las cuales han
contribuido a la escolarización obligatoria y extensa y a la segregación rutinaria de
los niños del entorno de los adultos.
1
Intent participation en el original, pero en un artículo posterior precisamos este concepto como
intent community participation (Rogoff et al., 2007). En la presente traducción al español usamos la
etiqueta más precisa, traduciéndola como “participación intensa en comunidades”. Reconocemos
que la traducción es imperfecta.
El aprendizaje por medio de la participación intensa en comunidades 97
Se sabe bien que los niños pequeños observan los acontecimientos a su alrededor,
aprendiendo por medio de la observación (Piaget, 1962; Trevarthen, 1977; Yando
et al., 1978; Maccoby y Martin, 1983; Uzgiris, 1984; Bandura, 1986; Meltzoff y
Moore, 1998; Tomasello, 1999). Por ejemplo, a los niños pequeños frecuentemente
les llama la atención un objeto que han visto que utiliza un adulto y realizan con él
acciones similares (Eckerman et al., 1979; Hay et al., 1985); ellos evalúan el carácter
de un desconocido al observar las reacciones de los demás (Feiring et al., 1983). El
aprendizaje de los niños por medio de la observación va más allá de la imitación de
lo que ven y escuchan.
El desarrollo del idioma materno es un ejemplo primordial del impacto del
aprendizaje por medio de la observación y la escucha atenta (Akhtar et al., 2001). Por
ejemplo, al observar y emular el lenguaje que usan los demás, los niños pequeños en
muchas comunidades desarrollan un entendimiento del modo apropiado de hablar;
aprenden cómo hablar con los demás usando formas adecuadas de respeto y pronom-
bres personales pertinentes –usos en los que deben evitar las formas que emplean los
adultos para dirigirse a ellos (Ochs, 1998; Oshima-Takane et al., 1996).
Muchos estudios en la tradición conductista han determinado que la observación
puede ser muy efectiva para el aprendizaje (Abravanel y Ferguson, 1998). De hecho,
los niños pueden aprender conceptualizaciones complejas (como la conservación,
reglas de juegos, esquemas de clasificación y reglas de sintaxis) por medio de modelos,
98 B. Rogoff, R. Paradise, R. Mejía Arauz, M. Correa-Chávez, C. Angelillo
compañero, aun cuando ellos no controlaran la acción del juego (Ellis y Gauvain,
1992).
Sostenemos que un énfasis en el aprendizaje por medio de la participación intensa
en comunidades –si bien suele estar presente en ciertos escenarios en todas las comu-
nidades– encaja especialmente con las prácticas de las comunidades culturales que
rutinariamente incluyen a los niños en actividades de los adultos que forman parte
de la vida cotidiana comunitaria. Esta integración de los niños en las actividades de
la comunidad es una característica clave en la constelación dinámica de las prácticas
culturales relacionadas con la participación intensa en comunidades.
persona que los cuida, pueden prestar atención a todas las actividades en curso
(Désalmand, 1983; Whiting y Edwards, 1988). Por ejemplo, los padres aka (de
África Central) cazan, cortan la carne y comparten la caza mientras cargan a sus
bebés (Hewlett, 1992).
A los niños mayas yucatecos que comienzan a caminar se les permite ir a donde
quieran, teniendo así la oportunidad de prestar atención a los acontecimientos del
momento que ocurren en la familia extendida (Gaskins y Lucy, 1987; Gaskins,
1999). En Kokwet (África Oriental) los niños de dos a cuatro años pasaban la
mayor parte de su tiempo observando las actividades de sus familiares (Harkness
y Super, 1992). En un pueblo maya guatemalteco, en una comunidad de recolec-
tores y cazadores de la República Democrática del Congo y en una comunidad
tribal de India los niños pequeños por lo común tenían acceso a las actividades
económicas de sus familias –tejer, atender las tiendas, recolectar comida o trabajar
en el campo o en fábricas (Morelli et al., 2003; Morelli y Tronick, 1992; Rogoff
et al., 1993).
En muchas comunidades, los niños comienzan a participar en el trabajo y otras
actividades de los mayores desde los tres o cuatro años de edad (Chamoux, 1986;
Martini y Kirkpatrick, 1992). Los niños de tres a cuatro años de edad en África Oc-
cidental ocupaban entre 25% y 35% de su tiempo en realizar quehaceres, mientras
que los niños estadounidenses de clase media de la misma edad consumían sólo de
0 a 1% de su tiempo en esas actividades y entre 4 y 5% de su tiempo acompañando
a los demás en las mismas labores (Harkness y Super, 1992).
Los niños de cinco a siete años de edad de muchas comunidades tienen bastantes
responsabilidades en el cuidado de otros niños, de animales y de la casa, participando
en la mayoría de las actividades de los adultos (Rogoff et al., 1975; Paradise, 1987,
Whiting y Edwards, 1988). Cuando los niños pequeños son incluidos tanto en el
ambiente social como en la vida económica de su comunidad, son participantes del
mundo adulto y no son un “estorbo” (Nsamenang, 1992).
Las oportunidades de participar en una amplia gama de actividades de los
mayores en la comunidad han disminuido drásticamente durante el último siglo
para los niños de los Estados Unidos y otras naciones. Estos niños, en cambio,
están involucrados cada vez más en actividades especializadas para la niñez –en
particular la escuela–, diseñadas para enseñarles destrezas que habrán de emplear
en su vida adulta una vez que se les permita involucrarse en las actividades de
los adultos.
102 B. Rogoff, R. Paradise, R. Mejía Arauz, M. Correa-Chávez, C. Angelillo
directo con las actividades de los adultos (Dewey, 1916; Scribner y Cole, 1973;
Greenfield y Lave, 1982; Désalmand, 1983).
Para los niños estadounidenses, las oportunidades limitadas de observar y partici-
par en las actividades de adultos pueden restringir el conocimiento de las funciones de
los adultos en sus comunidades (Panel on Youth of the President’s Science Advisory
Committee, 1974; Rogoff, 1990). Hoy en día, en lugar de ayudar de manera rutinaria
a los adultos, se limita a los niños a realizar ejercicios especializados enfocados en
acumular destrezas para después ingresar en las actividades de adultos de las cuales
fueron excluidos en su niñez. Estas situaciones especializadas para los niños –sobre
todo la escuela, pero también las lecciones preescolares y las conversaciones fami-
liares enfocadas en los niños– frecuentemente emplean prácticas instruccionales y
un concepto de aprendizaje que ha sido influido en gran parte por la organización
de las fábricas, formando una tradición cultural que contrasta con la participación
intensa en comunidades.
En las aulas de Estados Unidos con frecuencia se da por sentado que el aprendizaje
ocurre sobre todo por medio de la información que provee el maestro, en lo que se
ha llamado el modelo industrial (Callahan, 1962). El modelo de fábrica eficaz del
aprendizaje y la enseñanza es una tradición que se extendió alrededor del año 1900.
Estaba basado en los estudios de Taylor de tiempos y movimientos de los trabajadores
siderúrgicos para la eficiencia industrial y comenzó a implementarse en las escuelas
para lograr una eficiencia burocrática frente a un enorme crecimiento de la población
estudiantil. (En 1890 sólo 4% de los jóvenes de Estados Unidos habría terminado el
bachillerato. Para 1940 la cifra abarcó a la mitad de los jóvenes estadounidenses.)
A los maestros se les asignó el papel de trabajadores técnicos que debían insertar
información en los niños, los cuales eran vistos como recipientes de información
o de destrezas. La información en sí se dividía en trozos para suministrarse en una
secuencia específica, como en una línea de ensamblaje. Según el destacado libro de
texto de administración educativa de 1916 escrito por el decano del Departamento
de Educación en Stanford: “Nuestras escuelas son, en cierto sentido, fábricas en las
cuales la materia prima [los niños] ha de ser moldeada de manera que se obtengan
productos que satisfagan las diversas demandas de la vida… Le corresponde a la
escuela formar a sus alumnos de acuerdo con las especificaciones establecidas”
(Cubberley, 1916: 338).
104 B. Rogoff, R. Paradise, R. Mejía Arauz, M. Correa-Chávez, C. Angelillo
2
En publicación posterior (Rogoff et al., 2007) hemos precisado más los prismas.
108 B. Rogoff, R. Paradise, R. Mejía Arauz, M. Correa-Chávez, C. Angelillo
Diagrama 1
Tradiciones multifacéticas para la organización del aprendizaje
Estructura de participación
Roles. colaborativa, horizontal, Indagación
Las personas con fluidez en las Motivación
con experiencia responsabilidades. en la importancia de
guían a la vez que la actividad. Se comprende
participan. Los principiantes la relación entre los
toman iniciativa. Participación pasos y el propósito.
intensa en
Aprendizaje por comunidades
Evaluación durante las
medio de la observación
actividades compartidas,
durante la participación
Comunicación para ayudar en el
en actividades
por medio de aprendizaje.
compartidas.
acciones conjuntas,
palabras y gestos sobre la Constructivista
información requerida.
LA ESTRUCTURA DE LA PARTICIPACIÓN
es decir, sin que ella los eligiera y sin esperar a que terminara el estudiante que
ya había comenzado a hablar.
[En cierto momento, la maestra se acercó.] Les dijo a los estudiantes que se
colocaran de frente a la ayudante, que enderezaran sus sillas, y que prestaran
atención… Cuando la maestra se fue y su ayudante retomó la lección sobre el
cuento, los estudiantes, ya reticentes, hablaban muy poco. [La ayudante comen-
tó después que en la manera yup’ik de instruir los estudiantes pueden] hablar
abiertamente entre sí, ayudándose el uno al otro en la materia… Construyen sus
ideas con base en lo que se dicen el uno al otro (Lipka, 1994: 64-65).
Aunque algunos maestros indígenas que trabajan en las escuelas occidentales organizan
su salón de clase para apoyar la interacción horizontal, para otros su aculturación en
la pedagogía dominante puede resultar en una organización directiva y jerárquica
(Barnhardt, 1981; Erickson y Mohatt, 1982; Lipka, 1991, 1998).
La organización jerárquica que se experimenta en las escuelas puede extenderse
a la estructura de participación dentro de la vida familiar. En efecto, ésta puede
reemplazar la organización indígena de colaboración dentro de la familia cuando
los individuos indígenas que han ido a la escuela llegan a ser padres. Por ejemplo,
las madres mayas guatemaltecas que tienen entre seis y nueve años de escolaridad
muestran mayor propensión a imponer un orden de actividades a sus hijos pequeños
que las madres mayas con poca o ninguna educación escolar, de manera parecida a
como lo hacen las madres euroamericanas de clase media (Rogoff et al., 1993). De
forma similar, al construir un rompecabezas con tres niños de su misma familia, las
madres mayas con poca escolaridad usualmente se involucraban en una colaboración
horizontal entre todos los participantes, mientras que las madres mayas con 12 años
de escolaridad o más tendían a hacer una división jerárquica de la labor, asignando
tareas separadas a parejas o a individuos solos (Chavajay y Rogoff, 2002).
Los niños de padres que fueron a la escuela pueden aprender la estructura de
participación en línea de ensamblaje en el hogar y usarla en sus relaciones con los
demás. Tríadas de niños de ascendencia mexicana en Estados Unidos, cuyas madres
tenían pocos años de escolaridad, tendían a coordinar fluidamente sus actividades
al estar haciendo figuras de papel. En las tríadas cuyas madres tenían una escolari-
dad extensiva –ya sea de ascendencia mexicana o europea– los niños tendían más a
trabajar solos o en pareja (Mejía Arauz, Rogoff, Dexter y Najafi, 2007). Este trabajo
sugiere la importancia de considerar la experiencia en instituciones culturales, como
la escuela, como un aspecto clave de la herencia cultural.
En concordancia con la diferencia entre la estructura de participación basada
en la colaboración y la que involucra el control de un jefe, el aprendizaje a través
El aprendizaje por medio de la participación intensa en comunidades 111
México los niños se responsabilizan del manejo de la clase sin la supervisión directa
de un adulto (Paradise, 1994; Mercado, 2001; Bryan y McLaughlin, 2002).
En las familias de clase media, los adultos muchas veces crean para los niños
pequeños una estructura de aprendizaje en la cual manejan la atención, motivación
y participación de éstos en forma semejante a una lección. Por ejemplo, al comparar
madres mayas de Guatemala y madres de la India con madres de clase media de Es-
tados Unidos y Turquía, se observó que estas últimas trataban con mayor insistencia
de que sus pequeños participaran en la propia agenda de la madre (la cual muchas
veces era una lección) por medio de un entusiasmo fingido y elogios, y hasta tratando
de dominar los deseos explícitos del pequeño (Rogoff et al., 1993). En otro estudio,
las madres en Estados Unidos se hacían responsables del aprendizaje de sus niños
pequeños, alentaban su interés y moldeaban cada etapa de su comportamiento. En
cambio, las madres gusii (Kenya) eran menos directivas, demostraban con frecuencia
el proceso entero y parecían tener la expectativa de que sus niños tomarían la respon-
sabilidad de hacer la tarea como se les enseñó (Dixon et al., 1984).
En tareas de enseñanza y aprendizaje, los padres mazahua de México usaron una
estructura de participación en la que los niños eran tratados como contribuyentes
responsables en una labor compartida, coordinando con sus padres y a veces tomando
el papel de líderes en la labor (De Haan, 2001; Chamoux, 1986). La expectativa era
que los niños aprendieran por medio de ayudar y observar las acciones de los padres; si
no observaban, los padres les recordaban de su responsabilidad de observar. También
se esperaba que sus responsabilidades aumentaran conforme progresaba la actividad
conjunta, mas no se los forzaba. En contraste, cuando los niños mazahua trabajaban
individualmente con maestros que no eran mazahua, el maestro tomaba la iniciativa
en la tarea y tenía la expectativa de que el niño participara como individuo, bajo
la dirección del maestro. Los maestros evaluaban las sugerencias de los niños como
pruebas del conocimiento, y no como una contribución al trabajo.
Los esfuerzos en transformar la estructura formal escolar han enfrentado desafíos
que provienen de la dificultad de los adultos para aprender estructuras de participación
radicalmente diferentes. Por ejemplo, en los Estados Unidos, en una escuela basada
en la colaboración, a los padres voluntarios les tomó varios años dejar de intentar
controlar a los niños –una forma de instruir que caracterizaba su propio aprendizaje
basado en el modelo de línea de ensamblaje, común en las escuelas– y así desarrollar
una manera colaborativa con éstos (Rogoff et al., 2001; Matusov y Rogoff, 2002).
Acostumbrados al modelo de transmisión, les parecía un gran desafío trabajar con
los intereses e iniciativa de los estudiantes en actividades compartidas.
El aprendizaje por medio de la participación intensa en comunidades 113
MOTIVACIÓN Y PROPÓSITO
La niña comienza a quitar la tierra de los manojos de hierba que su madre acaba
de sacar, haciendo el movimiento exacto que observó a su madre hacer. Su madre
deja de excavar y la observa. Cuando la madre quiere continuar, la niña le dice
que se detenga, ya que quiere recoger las hierbas y quitarles la tierra en el mismo
lugar donde la madre quiere empezar a excavar. La madre deja que lo haga y
espera… [Muy pronto] la niña se ha hecho cargo de la tarea para que la madre
pueda seguir excavando sin tener que quitar la hierba. Trabajan juntas durante
unos cinco minutos… Cuando la niña ve que su madre quita la tierra a la hierba
(mientras que la niña platicaba), la niña protesta y exige que se le permita volver
a su tarea (De Haan, 1999: 77-78).
de una tarea (Schieffelin, 1991). Las niñas observan atentamente y facilitan el tra-
bajo de sus madres, trayendo las pinzas para el fuego o asando plátanos a la lumbre.
Las madres poco a poco aumentan las tareas y las hijas trabajan responsablemente
desde una edad entre los tres y los cinco años (como hacer un pequeño fuego para
cocinarse un poco de comida).
En comunidades donde los niños regularmente se involucran con los adultos en
sus actividades, puede ser raro que participen en instrucción especializada para niños
(Morelli et al., 2003; Rogoff, 1990, 2003). Por ejemplo, entre niños mayas de Gua-
temala, de nueve años de edad, su interacción con adultos sucedía principalmente en
el contexto del trabajo en el hogar o en la agricultura. Muy pocas veces participaban
en instrucción explícita: de 1 708 observaciones, los observadores sólo identificaron
seis ocasiones que explícitamente involucraban la instrucción; el trabajo compartido
proporcionaba amplias oportunidades de aprender (Rogoff, 1981; Gaskins, 1999).
Entre los inuit del ártico se espera que los niños tomen iniciativa para observar
y buscar soluciones (Briggs, 1991). La observación aguda requiere de destreza en el
manejo de atención, tal como lo refleja el informe de una niña euroamericana de
clase media en una comunidad inuit:
Un día cuando mi niña de ocho años estaba viendo a unas niñas de su edad
jugando un juego en la casa donde nos hospedábamos, se dio la vuelta y le pre-
guntó a la madre, que hablaba inglés:
Anna: ¿Cómo se juega este juego? Dime lo que debo de hacer. ¿Cuáles son las
reglas?
Madre inuk: (con cariño) Obsérvalas y verás cómo se juega.
Anna: Yo no sé cómo aprender a través de la observación, ¿me puedes decir?
Madre inuk: Sabrás cómo por medio de observar (Crago, 1988: 211).
FORMAS DE COMUNICACIÓN
EL PAPEL DE LA EVALUACIÓN
La evaluación del aprendizaje desempeña un papel muy diferente en las dos tradi-
ciones. Esta diferencia es crítica en relación con los esfuerzos para transformar las
escuelas y para evaluar las instituciones de educación formal e informal (Shepard,
2000). Las innovaciones educativas diseñadas para promover las prácticas del apren-
El aprendizaje por medio de la participación intensa en comunidades 121
munidad, y el aprendizaje está organizado de tal manera que permite lograr esta
meta. Considérese el éxito general del proceso de aprendizaje de la lengua materna
en familias de todo el mundo y el de la comprensión común de las matemáticas en
las escuelas primarias en Japón, que están organizados de acuerdo con la tradición
de la participación intensa en comunidades.
Para concluir, regresemos a nuestro punto: a pesar de que la gente en todas partes
aprende por medio de la observación, muchas comunidades enfatizan, en especial, la
observación aguda como respaldo de la participación en las actividades comunitarias.
Hemos comparado dos tradiciones multifacéticas distintas de organizar el aprendi-
zaje, a fin de describir y articular los procesos integrados del aprendizaje mediante
la participación intensa en comunidades. Esperamos que este capítulo fortalezca el
reconocimiento y la investigación acerca del proceso de aprendizaje por medio de la
participación intensa en comunidades, tanto en aquellas comunidades que lo usan
extensamente como en otras donde su uso es eclipsado por otras formas de fomentar
el aprendizaje.
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Elinor Ochs
Universidad de Los Ángeles
Bambi B. Schieffelin
Universidad de Nueva York
137
138 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
sario que examinemos la lengua de los cuidadores en primer lugar por sus funciones
socializadoras, más que sólo por su función de entrada estrictamente gramatical.
Además, debemos analizar los comportamientos prelingüísticos y lingüísticos de los
niños a fin de determinar los modos en que continua y selectivamente son influidos
por valores y creencias sostenidas por aquellos miembros de la sociedad con quienes
interactúan. Lo que dice un niño o una niña y el modo en que lo dice estará influido
por procesos culturales locales tanto como por procesos biológicos y sociales que
tienen un objetivo universal. La perspectiva que adoptamos queda expresada en las
siguientes aseveraciones:
Mientras que la estructura del lenguaje y su uso han sido temas de interés de hace
varias décadas, los especialistas se han centrado hace relativamente poco tiempo en
1
Para una literatura sobre socialización, se recomienda consultar Briggs (1970), Gallimore, Boggs y
Jordon (1974), Gaskins (1999, 2006), Gaskins, Miller y Corsaro (1992), Garrett y Baquedano (2002),
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Adquisición del lenguaje y socialización 139
los niños como usuarios del lenguaje. Su atención se ha situado sobre todo en los
campos de la lingüística y de la psicología, con la unión de ambas para el estable-
cimiento de la psicolingüística del desarrollo como una especialización académica
legítima. Nuestra preocupación ha sido la relación del lenguaje con el pensamiento,
en términos de categorías conceptuales y de procesos cognitivos (tales como la per-
cepción, la memoria, el recuerdo). Los niños se han convertido en una fuente para
establecer justamente aquello que es una relación. Más específicamente, el lenguaje
de los niños ha sido examinado en los siguientes términos:
La lingüística, por tanto, podría ser considerada como aquella parte de la psicología
humana que se encarga de la naturaleza, función y origen de un “órgano mental”
en particular. Podríamos tomar la gu (Gramática Universal) como una teoría de la
facultad del lenguaje, un atributo humano común, genéticamente determinado, un
componente de la mente humana. A través de la interacción con el medio ambiente,
esta facultad mental se articula y se refina, emergiendo en la persona madura como
un sistema de conocimiento de la lengua (Chomsky, 1977: 164).
(McNeill, 1966; Miller y Chomsky, 1963). Esta caracterización, para la cual no hay
una base empírica, provocó una serie de estudios de observación (incluyendo docu-
mentación grabada) de los modos en que los cuidadores se dirigen a los pequeños
que están adquiriendo el lenguaje (Drach, 1969; Philipps, 1973; Sachs, Brown y
Salerno, 1976; Snow, 1972). En suma, dichos estudios indicaron que los adultos no
sólo usan un discurso bien formado con gran frecuencia, sino que también modifican
sistemáticamente el discurso con que se dirigen a los niños. Estas modificaciones
sistemáticas, categorizadas como un registro particular del discurso conocido como
registro de habla con bebés (Ferguson, 1977), incluye el uso incrementado (relativo a
otros registros) de tonos altos, una entonación exagerada y más lenta, un léxico para
bebés (Garnica, 1977; Sachs, 1977; Snow, 1972, 1977b), diminutivos, palabras re-
duplicadas, oraciones simples (Newport,1976), oraciones más cortas, interrogaciones
(Corsaro, 1979), vocativos, charla acerca del “aquí y ahora”, rutinas de juego y buena
educación –“taparse la cara y luego fingir sorpresa”, “saluda”, “di gracias”– (Ander-
sen, 1977; Gleason y Weintraub, 1979), expresiones cooperativas de proposiciones,
repetición y expansión de uno mismo y de las producciones infantiles. Muchas de
estas características están asociadas con la expresión del afecto positivo, tales como
el tono alto y los diminutivos. Sin embargo, el mayor énfasis en la literatura se ha
situado con estas características como evidencia de que los cuidadores “simplifican”
su discurso al dirigirse a niños pequeños (por ejemplo, disminuyendo la velocidad,
exagerando la entonación, simplificando la estructura de las oraciones y el largo de la
producción). La finalidad de los efectos en el desarrollo gramatical ha sido debatida
en numerosos estudios. Algunos de ellos han sustentado la posición de Chomsky, al
demostrar que el discurso de los cuidadores facilita sólo la adquisición de caracterís-
ticas específicamente lingüísticas, pero no de aquellas ampliamente (universalmente)
compartidas por las lenguas (Feldman, Goldin-Meadow y Gleitman, 1978; Newport,
Gleitman y Gleitman, 1977). Otras investigaciones, que no restringen el papel del
discurso adulto a la facilitación de características gramaticales específicamente lin-
güísticas (Snow, 1977b, 1979), reportan que los cuidadores están ahí para ajustar
su discurso a la capacidad lingüística y cognitiva (Cross, 1977). En la medida en
que un niño se hace más competente, los cuidadores usan menos características del
registro para dirigirse a bebés. En tanto que algunos investigadores han enfatizado
el papel directamente facilitador del discurso de los cuidadores en la adquisición del
lenguaje (Van der Geest, 1977), otros han vinculado la conducta discursiva de los
cuidadores con su deseo de comunicarse con el niño (Brown, 1977; Snow, 1977a,
1977b, 1979). En esta perspectiva, los cuidadores simplifican su propio discurso con
el objetivo de ser comprendidos mientras hablan con un niño pequeño. De modo
semejante, los cuidadores emplean numerosas estrategias verbales y no verbales para
142 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
entender lo que el niño trata de comunicar. Por ejemplo, la cuidadora pone atención
en lo que el niño está haciendo, hacia dónde está mirando y en su comportamiento
para determinar las intenciones comunicativas del niño (Foster, 1981; Golinkoff,
1983; Keenan y Schieffelin, 1976). Además, los cuidadores frecuentemente requieren
de calificación al repetir o parafrasear la producción del niño con una entonación
interrogativa, como en el Ejemplo 1: (Bloom, 1973: 170).
Ejemplo 12
Madre Allison (16 meses con tres semanas)
(A toma un frasco y lo trata de abrir) more wídè/e wídè/
e wídè/e wídè/
(A sosteniendo el frasco lejos de M) up/ Mama/ Mama/
Mama ma e wídè
Mama Mama e wídè/
What, darling?
¿Qué quieres, querida? Mama wídè/ Mama/
Mama wídè/ Mama/
Mama wídè/
What do you want Mommy to do?
¿Qué quieres que mamá haga?
— /e wídè/ e wídè/
Open it up?
¿Abrirlo?
up/
Open it? OK
¿Abrirlo? ok
(M lo abre)
Ejemplo 2
Madre Allison
What’s Mommy have (M tiene galletas)
2
Las convenciones para transcribir los ejemplos 1-5, en Bloom y Lahey (1978).
Adquisición del lenguaje y socialización 143
Estos estudios indican que las cuidadoras hacen acomodaciones extensivas al ni-
ño, asumiendo la perspectiva del niño a la par que lo introducen en su diálogo
conversacional. La investigación actual de la interacción entre cuidadores y niños
prelingüísticos aporta esta conclusión (Bruner, 1977; Bullowa, 1979; Lock, 1978;
Newson, 1977, 1978; Schaffer, 1977; Shotter, 1978). Una observación detallada de
las díadas madre-niño de clase media anglosajona (inglesa, escocesa, estadounidense,
australiana y holandesa) señala que estas madres intentan introducir a los infantes
muy pequeños (comenzando con el nacimiento) a “intercambios conversacionales”.
Las así llamadas protoconversaciones (Bullowa, 1979) están construidas de diversas
maneras. Una protoconversación puede tener lugar cuando una parte responde a
alguna expresión facial, acción y/o vocalización del otro. Esta respuesta puede no ser
verbal, cuando un gesto del infante tiene eco en uno de su madre.
Como regla, el prediscurso con gesticulación es observado y respondido mediante
exclamaciones de placer o sorpresa, tales como: “Oh, my my! (Oh, ¡por Dios!), “Go-
od heavens!” (¡Dios mío!), “Oh, what a big smile!” (¡Qué sonrisa!), “Ha! That’s a big
one!” (¡Ah!, ése si que es un cuento!) (refiriéndose a una historia), o bien mediante
preguntas como “Are you telling me a story?” (¿Me estás contando un cuento?), “Oh
really?”, (¿De verdad?), incluso estando de acuerdo con expresiones como “Yes” (sí) o
diciendo “I’m sure you’re right” (Estoy segura de que tienes razón)… Evidentemente,
una madre percibe que su bebé es una persona como ella. Las madres interpretan que
el comportamiento del bebé no sólo intenta ser comunicativo, sino que es verbal y
tiene significado (Trevarthen, 1979a: 339).
Por otra parte, la madre y el infante pueden responderse uno a otro a través de
significados verbales como, por ejemplo, cuando una madre expresa su conformidad,
su desacuerdo o cuando se sorprende luego de un comportamiento del infante. La
madre podría sostener las interacciones sociales más allá de diversos cambios al respon-
der, en beneficio del infante, a su propio discurso, o podría interpretar verbalmente
la interpretación del niño. Una combinación de numerosas estrategias está ilustrada
en el Ejemplo 3 (Snow, 1977a: 12):
144 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
Ejemplo 3
Madre Ann (tres meses)
(sonríe)
Oh what a nice little smile!
¡Oh, qué linda sonrisa!
Yes, isn’t that nice?
Sí, ¿a poco no es linda?
There.
Ésa.
There’s a nice little smile.
Ahí va una linda sonrisita (eructa)
What a nice wind as well!
¡Y un lindo airecito!
Yes, that’s better, isn’t it?
Sí, ¿ya te sientes mejor, verdad?
Yes.
Sí
Yes. (vocaliza)
Yes!
Sí
There’s a nice noise.
Ése es un lindo ruidito
EL ACERCAMIENTO ETNOGRÁFICO
ORIENTACIÓN ETNOGRÁFICA
para con los niños y las niñas pequeños. Estas adaptaciones a su vez tendrían que
ver con la manera en que los miembros de una sociedad dada ven a los niños más
generalmente (su “naturaleza”, su estatus social y comportamiento esperado) y con
el modo en que conciben su desarrollo.
Estamos sugiriendo aquí que compartir resultados entre investigador, lector
y sujetos de estudio es una bendición mezclada. De hecho, compartir representa
una paradoja de familiaridad. Somos capaces de aplicar sin esfuerzo la estructura
cultural para interpretar el comportamiento de los cuidadores y de los niños peque-
ños en nuestro propio grupo social; por tanto, como miembros de la sociedad de
clase media anglosajona, estamos socializados para hacer este trabajo en específico,
esto es, interpretar comportamientos, atribuir motivos, etc. No obstante, es una
paradoja que, a pesar de la facilidad de este esfuerzo, no podemos aislar fácilmente
y hacer explícitos estos principios culturales. Como han ilustrado los trabajos de
Goffman sobre la sociedad estadounidense, la articulación de normas, creencias y
valores por lo común es posible sólo cuando se enfrenta con violaciones, esto es, con
embrollos, tergiversaciones, incomunicación, etc. (Goffman, 1963, 1967; Much y
Shweder, 1978).
Otra manera de ver los principios culturales del trabajo en nuestra propia sociedad
es examinar las formas en que están organizadas las “otras” sociedades en términos de
interacción social y de la sociedad en sentido amplio. Al llevar a cabo esa investiga-
ción, el etnógrafo ofrece un punto de contraste y de comparación con sus actividades
cotidianas. Esta clase de material comparativo puede llevarnos a reinterpretar como
culturales comportamientos que habíamos considerado naturales. Desde la perspec-
tiva antropológica, cada sociedad tendrá su propia construcción cultural de lo que
es natural y de lo que no lo es. Por ejemplo, cada sociedad tiene su propia teoría de
la procreación. Algunas sociedades aborígenes australianas creen que un número
de factores diferentes contribuye a la concepción. Von Sturmer (1980) escribe que
entre los kugu-nganyachara (Península de Cabo York Occidental, Australia) el es-
píritu del niño podría entrar primero en el hombre a través de un animal que haya
matado y consumido. El espíritu pasa del hombre a la mujer mediante el intercambio
sexual, pero muchos actos sexuales son necesarios para concebir al niño (véase tam-
bién Hamilton, 1981; Montagu, 1937). Incluso dentro de una sola sociedad podría
haber distintas creencias concernientes al comienzo y final de la vida, como señalan
los recientes debates en Estados Unidos y Europa respecto del aborto y la eutanasia.
El tema de qué es natural y qué es cultivado (cultural) se extiende a patrones de
educación y desarrollo infantil. Cada sociedad ha dado (implícita o explícitamente)
nociones respecto de las capacidades y el temperamento de los niños en diferentes
puntos en su desarrollo (véase, por ejemplo, Dentan, 1978; Ninio, 1979; Snow, De
148 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
Blaw y Van Roosmalen, 1979) y las expectativas y respuestas de los cuidadores están
relacionadas directamente con dichas nociones.
La clase media en Gran Bretaña y en los Estados Unidos incluye un extenso rango de
clase media-baja, media-media hasta clase media-alta de cuello blanco y trabajadores
profesionales y sus familias.3 La literatura en desarrollo comunicativo se basa princi-
palmente en hogares de las clases media-media y media-alta. Estos hogares tienden a
consistir en un solo núcleo familiar con uno, dos o tres niños. La cuidadora primaria
casi sin excepción es la madre natural o adoptiva del niño. Los investigadores se
han centrado en situaciones comunicativas en las cuales un niño interactúa con su
madre. Las generalizaciones propuestas por estos investigadores en relación con la
comunicación madre-niño podrían ser un artefacto de este enfoque metodológico.
Sin embargo, se podría argumentar que la atención a encuentros de dos partes entre
una madre y su hijo refleja el tipo más frecuente de interacción comunicativa al cual
la mayor parte de los niños pequeños de clase media están expuestos. La participa-
ción entre las dos partes en tanto que interacciones opuestas a la que sucede entre
muchas partes es producto de numerosas consideraciones, incluyendo el acomodo
físico de los hogares, donde las paredes interiores y exteriores limitan el acceso a la
interacción social.
Tan pronto como nace un infante, muchas madres sostienen a sus niños de tal
manera que están cara a cara y los miran de frente. Se ha observado a las madres
dirigiéndose a sus niños, vocalizando para ellos, interrogándolos y saludándolos.
En otras palabras, desde el nacimiento el niño es tratado como un “ser social” y
como un “interlocutor” en la interacción social. Las vocalizaciones infantiles y sus
movimientos y estados físicos con frecuencia son interpretados como significativos
y la madre y otros cuidadores responden a ellos verbalmente. De esta forma, las
protoconversaciones son establecidas y están sostenidas a lo largo de un modelo diá-
dico de turnos. A lo largo de este periodo y de los subsecuentes años de adquisición
del lenguaje, los cuidadores tratan a los niños muy pequeños como compañeros de
comunicación. Un procedimiento muy importante para facilitar estos intercambios
sociales es la perspectiva que la madre (u otro cuidador) tiene del niño o de la niña.
3
Esta historia está basada en numerosos reportes de la comunicación e interacción cuidador-niño que
aparecieron tanto en publicaciones populares como científicas. Nuestras generalizaciones respecto
del uso del lenguaje están basadas en información detallada en la literatura en psicolingüística del
desarrollo que está citada a lo largo del texto. Además, hemos trazado nuestras propias experiencias
e intuiciones como madres y miembros de este grupo social. Invitamos a aquellos con percepciones
diferentes a comentar nuestras interpretaciones.
150 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
4
Nos gustaría agradecer a Courtney Cazden por habernos dado a consideración la siguiente cita: “nos
parece que una madre podría estar enseñando más que gramática en el discurso detallado; quizá esté
enseñando algo como una visión del mundo” (Brown y Bellugi, 1964).
5
Este análisis está basado en datos recolectados en el curso del trabajo de campo etnográfico y
lingüístico entre los kaluli, en la Provincia de los Altos Sureños, entre 1975 y 1977. Durante ese
tiempo, E. L. Schieffelin, una antropóloga cultural, y S. Feld, un etnomusicólogo, también hacían
una investigación etnográfica. Este estudio del desarrollo de la competencia comunicativa entre los
kaluli se centró en cuatro niños que tenían aproximadamente 24 meses al comienzo del estudio.
Sin embargo, incluimos otros 12 niños en el estudio (hermanos y primos vecinos), en un rango de
edades desde el nacimiento hasta los 10 años. Las conversaciones espontáneas de estos niños y de
sus familias fueron grabadas en cinta por un niño en intervalos mensuales; cada muestra mensual
duraba entre tres y cuatro horas. Las observaciones detalladas forman una base de datos. Un total
de 83 horas de grabación sonora fueron recolectadas y transcritas en el pueblo. Los datos de los
análisis de la adquisición de los niños kaluli fueron reportados en Schieffelin 1981, 1985 y 1990.
Adquisición del lenguaje y socialización 153
A fin de comparar y entender algo de la base cultural en que los kaluli actúan y
hablan con sus niños, es importante en primer lugar describir aspectos seleccionados
de la historia de desarrollo kaluli construidos a partir de varios datos etnográficos.
Los kaluli describen a sus bebés como indefensos, “suaves” (taiyo), y “que no tienen
entendimiento” (asugo andoma). Los cuidan, dicen, porque “les dan pena”. Las madres,
sus principales cuidadoras, están atentas a sus niños y les responden físicamente. Cada
vez que un infante llora, se le ofrece el pecho. Sin embargo, mientras amamantan
al infante, una madre también podría estar envuelta en otras actividades –como la
preparación de la comida– o estar conversando con otros habitantes del hogar. Las
madres nunca dejan solos a sus infantes y sólo rara vez con otros cuidadores. Cuando
no los están cargando, los llevan en bolsos tejidos suspendidos de sus caderas. Mientras
trabaja en la hortaliza, acarrea leña o está sentada con otras mujeres, el bebé duerme
en la bolsa tejida junto al cuerpo de su madre.
Las madres kaluli, dada su creencia de que los niños “no tienen entendimiento”,
nunca tratan a los infantes como compañeros (hablantes/receptores) en interacciones
comunicativas diádicas. A pesar de que saludan a sus niños por su nombre y usan
vocalizaciones expresivas, rara vez les dirigen otras producciones. Además, madre e
infante no se ven a los ojos, un patrón de interacción que coincide con los patrones
adultos de no ver a los ojos durante la vocalización con otra persona. Más que po-
nerse frente a sus bebés y hablarles, las madres kaluli tienden a ponerlos de frente al
exterior, de modo que puedan verlos y ser vistos por otros miembros del grupo social.
Los niños y las niñas mayores saludan y se dirigen al infante, y su madre responde
con voz aguda y nasalizada “por” el bebé mientras lo mueve de abajo para arriba. Los
intercambios triádicos como los del Ejemplo 4 son típicos.
Ejemplo 4
Una madre sostiene a su hijo Bage (de tres meses). Abi (35 meses) tiene un
palo en su hombro de modo similar al que se usa para cargar una caja pesada
de transporte (la caja estaría sostenida en una horquilla colocada a través de los
hombros de dos hombres).
Madre Abi
(Al bebé)
Bage/ ¿ves mi caja aquí?/
Bage/ ni bokisi we badaya?/
¿La ves?
olibadaya?
(Voz aguda y nasal, como si fuera el bebé,
moviendo al bebé que está frente a Abi):
154 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
Cuando una madre toma el papel de hablante de un infante, usa un lenguaje bien
formado y apropiado para un niño mayor. Sólo la nasalización y el tono agudo lo
marcan como “del infante”. Cuando hablan como infante con un niño mayor, las
madres hablan asertivamente, esto es, nunca lloriquean o ruegan en beneficio del
infante. Por tanto, al adoptar este papel la madre hace por el infante lo que éste no
puede hacer por sí mismo, esto es, aparece para actuar en una manera controlada
y competente, usando el lenguaje. Este tipo de interacciones continúa hasta que el
bebé tiene entre cuatro y seis meses de edad.
Muchos aspectos son importantes aquí. En primer lugar, estos cambios triádicos
se efectúan básicamente en beneficio de los niños mayores y ayudan a crear una re-
lación entre los dos niños. En segundo, las producciones maternas en estos cambios
no se basan y tampoco se originan con nada que el niño haya iniciado, tanto vocal
como gestualmente. Recuérdese el postulado kaluli de que los infantes no tienen
entendimiento. ¿Cómo podría alguien “sin entendimiento” iniciar secuencias apro-
piadas de interacción?
Sin embargo, hay una construcción incluso más importante y duradera que
ayuda a darle sentido a los comportamientos de la madre en ésta y otras situaciones:
Adquisición del lenguaje y socialización 155
las creencias: los kaluli dicen que “uno no puede saber lo que otro piensa o siente”.
A pesar de que obviamente interpretan y estiman sus comportamientos mutuos y
sus estados internos, estas interpretaciones no son culturalmente aceptables como
temas de conversación. Con frecuencia, los individuos hablan acerca de sus propios
sentimientos (tengo miedo, estoy contento, etc.). Pero hay una preferencia cultural
para no hablar o manifestarse acerca de lo que otro podría estar pensando, sintiendo
o a punto de hacer, en especial si no hay evidencia externa. Como veremos, estos
comportamientos construidos culturalmente tienen numerosas e importantes con-
secuencias en la forma en que los cuidadores kaluli interactúan verbalmente con sus
niños y en el modo en que se vinculan con otros patrones persuasivos del uso del
lenguaje que discutiremos más adelante.
En la medida en que los niños van creciendo (seis a 12 meses) es normal que
sean cargados en los brazos o en los hombros de su madre o de un hermano mayor.
Están presentes en todas las actividades externas del hogar, lo mismo que en las
acciones de subsistencia que tienen lugar fuera del poblado, en el monte. Durante
ese lapso, los adultos se dirigen a los bebés de manera limitada. Se los saluda con
una variedad de nombres (nombres propios, apodos, términos afectivos y de re-
lación) y se les dirige un conjunto limitado de imperativos tanto negativos como
positivos. Por añadidura, cuando hacen algo que no se les pidió que hicieran, co-
mo alcanzar algo que no deberían, recibirán preguntas retóricas como: “¿quién
eres?” (que significa “uno no hace eso”) o “¿eso es tuyo?” (que significa “eso no es
tuyo”) para controlar sus acciones avergonzándolos (sasidiab). Debe hacerse énfasis
en que la lengua con que se dirigen a los niños preverbales consiste en líneas gene-
rales en “una sola oración” que no busca respuesta verbal fuera de una acción o la
terminación de ésta. Además de estas producciones, los adultos no dirigen mucho
discurso a los niños pequeños.
Un aspecto adicional a destacar es la adaptación: ¿quién inicia la interacción?,
¿tienen valor comunicativo las acciones o vocalizaciones de los niños? La adaptación
es otro patrón que tienen los adultos de tratar a los niños de forma no comunicati-
va, que continúa incluso cuando los bebés comienzan a balbucear. A pesar de que
los kaluli reconocen el balbuceo (dabedan), no le atribuyen carácter comunicativo
y no lo relacionan con el discurso que tarde o temprano emergerá. En ocasiones,
lo adultos y los niños mayores repiten las vocalizaciones al niño pequeño (12 a 16
meses), subrayándoles el nombre de las personas en el hogar o en términos afectivos,
pero no afirman que el bebé esté diciendo el nombre ni esperan que lo haga, como
tampoco que el niño repita esas vocalizaciones en forma alterada. Por añadidura, las
vocalizaciones en general no son tratadas como expresiones verbales y comunicativas,
excepto en la siguiente situación: cuando un bebé que comienza a caminar chilla en
156 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
protesta por el asalto de un niño mayor, la madre dice “estoy molesta” (usando una
partícula evidencial), refiriéndose al chillido del bebé. Ésta es la única circunstancia
en que las madres producen vocalizaciones comunicativas y les proveen expresión
verbal. En ninguna otra circunstancia los adultos en las cuatro familias estudiadas
proveyeron una expresión verbalmente expresada de una vocalización de un niño
preverbal. Por tanto, a través del periodo preverbal se dirige muy poca lengua al niño,
salvo por los imperativos, las preguntas retóricas y lo saludos. No se espera que un
niño que en términos kaluli todavía no ha empezado a hablar responda tanto verbal
como vocalmente. Como resultado, durante los primeros 18 meses no tiene lugar un
intercambio verbal diádico entre el niño y el adulto. El niño es sólo mínimamente
tratado como receptor y no como compañero de un intercambio comunicativo diádi-
co. Por tanto, el modelo conversacional que ha sido descrito para muchos cuidadores
anglosajones de clase media y sus hijos preverbales no tiene aplicación en este caso.
Es más, si definimos producción lingüística como el lenguaje dirigido a los niños,
entonces es razonable decir que los niños kaluli que no han empezado a hablar
han tenido poco. Sin embargo, esto no significa que los niños kaluli crezcan en un
medio verbal pauperizado y no aprendan a hablar. Más bien lo opuesto es verdad.
El medio ambiente verbal del infante es rico y variado, y muy desde el principio
el infante está rodeado por adultos y niños mayores que pasan una gran parte del
tiempo hablando entre sí. Además, a medida que el niño se desarrolla y comienza
a gatear y tomar parte en el juego y otras acciones independientes, esas acciones
son frecuentemente referidas, descritas y comentadas por miembros del hogar,
en especial por niños mayores. Entonces, las actividades de los niños preverbales
son un tema importante de conversación entre los miembros de un hogar, y dicha
conversación acerca del aquí y ahora del niño está disponible para el niño, aunque
no esté dirigida a él. Por ejemplo, al referir las acciones del infante, sus hermanos
y los adultos usan el nombre del niño o su apodo. Dicen: “¡Miren a Seligiwo! Está
caminando”. Así, el niño podría aprender de estos contextos y atender al medio
ambiente verbal en que vive.
Cada sociedad tiene su propia ideología acerca del lenguaje, incluyendo cuándo
comienza y cómo lo adquieren los niños. Los kaluli no son la excepción. Sostienen
que el lenguaje comienza en el momento en que el niño usa dos palabras críticas:
“madre” (no:) y “pecho” (bo). El niño podría estar usando cualquier otra palabra
aislada, pero hasta que estas dos palabras sean empleadas, el principio del lenguaje
no está reconocido. Una vez que el niño ha pronunciado estas palabras, todo un
conjunto de comportamientos interrelacionados se pone en movimiento. Una vez
que un niño comienza a utilizar el lenguaje, debe “enseñársele cómo hablar” (Schie-
ffelin, 1979).
Adquisición del lenguaje y socialización 157
Elicitación
Los kaluli les enseñan en lenguaje a sus niños como si enseñaran una estrategia, lo
cual involucra el proveer un modelo para lo que el niño debe decir seguido por la
palabra a:la:ma, un imperativo que significa “dilo así”. Las madres echan mano de
este método de instrucción directa para enseñar los usos sociales del lenguaje asertivo
(para remedar, avergonzar, solicitar, retar o reportar). Sin embargo, ponerle nombre a
los objetos nunca forma parte de una secuencia a:la:ma, de la misma manera que la
madre nunca usa a:la:ma para instruir al niño a pedir comida u objetos. Pedir, dicen
los kaluli, es natural para el niño. Ellos saben cómo hacerlo. En contraste, un niño
debe ser educado para ser asertivo en el uso de expresiones lingüísticas particulares
y de secuencias verbales.
Una típica secuencia donde se usa a:la:ma es triádica, e involucra a la madre, al niño
(20 a 36 meses) y a otros participantes, como en el Ejemplo 5 (Schieffelin, 1990):
Ejemplo 5
La madre (M), hija Binalia (B) (cinco años), prima Mama (tres y medio años) e
hijo Wanu (W) (27 meses) están en casa, dividiendo verduras cocidas. Binalia ha
estado pidiendo un poco, pero su madre piensa que debería compartir.
M W > B:6
¡¿De quién es?! Dilo así.
Aba:nowo?! a:la:ma.
¡¿De quién es?!
aba:nowo?!/
¡¿Es tuyo?! Dilo así.
Ga:nowo?! a:la:ma.
¡¿De quién es?!
ga:nowo?!/
¡¿Quién eres?! Dilo así.
ge oba?! a:la:ma.
¡¿Quién eres?!/
ge oba?!/
Mama W > B:
¡¿Lo tomaste?! Dilo así.
¡¿gi suwo?! a:la:ma.
6
= Hablante a receptor.
>= Receptor a receptor en mente.
158 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
¡¿Lo tomaste?!
gi suwo?!/
M W >: B:
¡Mi abuela lo tomó! Dilo así.
ni nuwa: suka:! a:la:ma.
¡Mi abuela lo tomó!/
ni nuwa: suka:!/
Mama W > B:
¡Mi abuela lo tomó! Dilo así.
we ni nuwa: suka:! a:la:ma.
¡Mi abuela lo tomó!/
we ni nuwa: suka:!/
El rechazo cultural a decir lo que otro podría estar pensando o sintiendo tiene con-
secuencias importantes para la organización de intercambios diádicos entre el cuidador
y el niño. Para uno, afecta la manera en que el significado es negociado durante el
intercambio. Para los kaluli, la responsabilidad de expresión clara está con el hablante,
los hablantes infantiles incluidos. Más que ofrecer interpretaciones posibles o adivinar
el significado de lo que un niño está diciendo, los cuidadores hacen un uso extensivo de
preguntas clarificadoras, como: “¿ah?” y “¿qué?”, como parte de un intento de elicitar una
expresión más clara por parte del niño. Se dirige a los niños a lo que dicen y las madres les
recordarán que, de hecho, han pedido comida o un objeto si no actúan apropiadamente
al recibirlo. En vista de que la responsabilidad de expresión es asunto del hablante, los
niños también son instruidos con elema a pedir la clarificación (usando formas similares)
por parte de otros cuando no entienden lo que alguien les está diciendo.
Otra consecuencia relevante de no decir lo que otro piensa es la ausencia de
expansiones adultas de las producciones infantiles. Los cuidadores kaluli ponen
palabras en la boca de sus niños, pero esas palabras tienen su origen en el cuidador.
Sin embargo, los cuidadores no elaboran o expanden las producciones iniciadas por
el niño. Tampoco construyen conjuntamente proposiciones a lo largo de las pro-
ducciones y los hablantes, excepto en el contexto de las secuencias con elema en las
cuales están construyendo el habla para el niño.
Todos estos patrones de uso temprano del lenguaje, tales como la falta de expansiones
y de atribución verbal de un estado interno hacia un individuo, son consistentes con
las importantes convenciones culturales del uso adulto del lenguaje. Los kaluli evitan
el chisme y con frecuencia indican la fuente de información que están reportando.
Hacen un uso extensivo del discurso directo en un lenguaje que no permite el indirec-
to. Usan un rango de marcadores evidenciales en su lenguaje para indicar la fuente de
información del hablante, por ejemplo, si algo les fue dicho, o si lo vieron, escucharon o
concluyeron a partir de otros tipos de evidencia. Estos patrones también se encuentran
en el discurso temprano infantil y, como tales, afectan la organización y adquisición de
los intercambios conversacionales en esta sociedad igualitaria cara a cara.
7
Los datos en que se basa este análisis fueron recolectados de julio de 1978 a julio de 1979 en un
pueblo tradicional de Samoa Occidental, hoy Samoa. El pueblo, Falefa, está localizado en la isla
160 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
Estas interacciones verbales difieren de las interacciones diádicas del tipo abab des-
critas para los cuidadores y niños anglosajones de clase media. Mientras que el niño
anglosajón de clase media está solo con el cuidador, un niño samoense no lo está. Las
casas tradicionales de Samoa no tienen paredes internas o externas, y las conversa-
ciones por lo regular involucran a numerosas personas dentro y fuera de la casa. Así
pues, para los niños samoenses las conversaciones con múltiples participantes son la
norma, y la participación está organizada en líneas jerárquicas.
La importancia del estatus y de la posición también está expresada en otros usos
del lenguaje. Se alienta a los niños muy pequeños a producir ciertos actos discursivos
que emplearán más tarde cuando sean miembros jóvenes (esto es, de baja posición)
Adquisición del lenguaje y socialización 163
Ejemplo 6
Pesio, su grupo, incluyendo a Maselino de tres años y cuatro meses, y la madre
de Maselino, Iuliana, están en la casa. Ven a Alesana (miembro del proyecto de
investigación) frente a la tienda que está cruzando la calle. Iuliana se dirige al
niño para que note a Alesana.
Pesio (dos años, tres meses) Los demás
Iuliana: Va’ai Alesana.
¡Mira (a) Alesana!
¿a?/
¿Ah?
Iuliana: Alesana
Maselino: Alesaga/
Ai Alesaga/
Mira (a) Alesana
Iuliana: Vala’au Alesana
Llama (a) Alesana.
(muy alto, fuerte)
SAGA?/ (alto, suave)
¡Alesana! Iuliana: Malo.
(Felicidades/hola)
(fuerte)
ALO!
(Felicidades/hola)
Iuliana: (Fai) o Elegoa lea.
(di) “Elenoa [está] aquí”
Sego lea/
Elenoa aquí
164 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
asistencia de tales características está asociada con la buena maternidad. Una buena
madre es aquella que responde a la incompetencia de su hijo haciendo esfuerzos
mayores de lo normal para clarificar sus intenciones. Para este propósito, una madre
intenta ponerse a sí misma en el lugar del niño (tener la perspectiva del niño). En
Samoa la buena maternidad o la buena educación es casi a la inversa: se alienta a los
niños pequeños a desarrollar una habilidad para tomar la perspectiva de personas de
rango más elevado con el objetivo de asistirlos y facilitar su bienestar. La habilidad
de hacer esto es parte de aquello que constituye el fa’aaloalo (respeto), una conducta
sumamente necesaria en la vida social.
No podemos dejar de lado nuestra historia samoense sin ocuparnos de otra di-
mensión de inteligibilidad y comprensión en las interacciones entre niño y cuidador.
En particular, necesitamos poner nuestra atención en las actitudes samoenses respecto
de la motivación e intencionalidad (Ochs, 1982c). En filosofía, ciencias sociales y
crítica literaria se ha derramado mucha tinta en las relaciones entre acto e intención
tras un acto. La búsqueda y determinación de intenciones está altamente valorada en
numerosas sociedades en las que los actos son objetos de interpretación y los motivos
son tratados como explicaciones. En la sociedad samoense tradicional, con excepcio-
nes tales como las bromas y las fanfarronadas, las acciones no son tratadas como si
estuvieran abiertas a la interpretación. Son tratadas en su mayoría como si tuvieran
un significado asignable. Un individuo quizá no siempre sepa cuál es el significado,
como en el caso de un pasaje oratorio, en el que se acepta que hay un significado que
podría o no llegar a saberse. En general, tampoco hay preocupación por los niveles de
intenciones y los motivos detrás de la ejecución de algún acto en particular.
Las respuestas de los cuidadores samoenses a las producciones ininteligibles y a
los actos de los niños pequeños requieren ser comprendidas bajo esta perspectiva.
Los cuidadores tienden a no adivinar, hipotetizar o interpretar de otra manera tales
producciones y actos, en parte porque esos procedimientos por lo común no se lle-
van a cabo, al menos explícitamente, en las interacciones sociales cotidianas dentro
del poblado. Como en los encuentros con otros, un cuidador generalmente trata las
producciones de un niño pequeño tanto como si fueran claras como si no lo fueran,
y en el último caso prefiere esperar hasta que el significado sea conocido para el
cuidador más que iniciar una interpretación.
Cuando los niños pequeños samoenses participan en tales interacciones, llegan
a saber cómo el “significado” es tratado en su sociedad. Aprenden qué considerar
significativo (esto es, producciones y acciones claras), los procedimientos para
asignarle significado a las producciones y a las acciones y aquellos para tratar con
producciones y acciones ininteligibles y parcialmente inteligibles. De esta forma, los
niños samoenses son socializados mediante el uso de la lengua dentro de los modos
166 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
Dado que las características del discurso de los cuidadores no pueden considerarse
como primarias en términos de su función facilitadora del lenguaje, esto es, como
aporte (input), podríamos preguntar qué es lo que puede ser tomado en cuenta para
los modos especiales en que los cuidadores hablan a sus niños. Sugerimos que las
características particulares del registro del cuidador son entendidas de manera óptima
como una expresión de un fenómeno sociológico básico. Toda relación social está
asociada con un conjunto de comportamientos, verbales y no verbales, que separan
esa relación de otras. Además, estos comportamientos indican a los otros que una
relación social particular está sucediendo. Desde este punto de vista, las características
“especiales” de los discursos del cuidador no son para nada especiales, en el sentido
de que las modificaciones verbales ocurren en todo lugar donde las relaciones sociales
vienen a cuento. Este fenómeno ha sido poco atendido, en parte porque al describir
el lenguaje de los cuidadores hacia los niños normalmente se le contrasta con una
noción generalizada de los modos en que los adultos hablan a los demás. El ejemplo
más extremo se encuentra en las entrevistas con adultos en las cuales se les pide des-
cribir modos especiales de hablar a sus bebés (Ferguson, 1977). El procedimiento
de comparar el lenguaje del cuidador a los niños con el discurso del cuidador al in-
vestigador o a un externo ilustra una situación menos extrema (Newport, Gleitman
y Gleitman, 1977). En el último caso, sólo una relación adulto-adulto se usa como
base de comparación, y esta relación es típicamente formal y socialmente distante.
La naturaleza social del discurso de los cuidadores ha sido discutida respecto
de su estatus como un tipo de registro lingüístico. Sin embargo, las cualidades de
simplificación del lenguaje han sido enfatizadas más que ningún otro aspecto del
registro. La dimensión de simplificación es significante en relación con los registros
documentados del cuidador anglosajón de clase media; con todo, la noción de sim-
plificación ha sido tomada como sinónimo del registro del cuidador en sí mismo.
Mas el punto de esta discusión es la tendencia aparente a ver la simplificación como
un proceso universal o incluso natural. El perspicaz paralelo de Ferguson entre el
discurso del cuidador y el habla extranjera ha sido utilizado para sostener que los
hablantes más competentes en cualquier situación acomodan espontáneamente su
discurso a patrones interactivos menos competentes, influenciando directamente
un cambio de lenguaje en situaciones de contacto (en particular, los pidgins) y la
adquisición de una lengua extranjera. Sin embargo la propia discusión de Ferguson
de “registros simplificados” no tiene que ver con su conclusión. Además, las historias
que contamos en este capítulo sobre los discursos y comportamiento de los cuidado-
res kaluli y samoenses indican que la simplificación está organizada culturalmente
en términos de cuándo, cómo y hasta qué punto se aplica. En ambas historias, los
cuidadores no se dirigen a un niño pequeño de una manera dramáticamente más
Adquisición del lenguaje y socialización 169
En esta sección asumimos como fundamento las dos propuestas anteriores y suge-
rimos que:
1. Un recuento funcional del discurso tanto del cuidador como del niño debe in-
corporar información concerniente al conocimiento y expectativas culturales.
2. Las generalizaciones concernientes a las relaciones entre el comportamiento y los
objetivos de los cuidadores y de los niños pequeños no deberían presuponer la pre-
sencia o significado equivalente de propósitos particulares entre grupos sociales.
170 Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
En cada una de estas historias de desarrollo vimos que los cuidadores y los niños
interactuaban mutuamente en modos establecidos culturalmente. Nuestro tema
conductor ha sido que el discurso de los cuidadores debe ser visto como parte de la
educación y de la socialización de manera más general. Lo que dicen los cuidadores
y el modo en que interactúan con los niños pequeños está motivado en parte por
preocupaciones y creencias sostenidas por muchos miembros de la comunidad local.
Como ya notamos con anterioridad, estas preocupaciones y creencias podrían no ser
conscientes en todos los casos. Algunas creencias –tales como las nociones kaluli de
que el niño es “suave” y la socialización equivale a “endurecer” al niño– son explícitas.
Otras –las nociones de la clase media anglosajona de que el infante y los niños peque-
ños son sociales y capaces de actuar intencionalmente (expresando intenciones)– no
están explícitamente formuladas.
Para entender lo que está efectuando cualquier comportamiento verbal en
particular necesitamos adoptar procedimientos etnográficos, es decir, relatar com-
portamientos particulares respecto de aquellos actuados en otras situaciones. Lo
que un cuidador está haciendo al hablarle a un niño obviamente está relacionado
con lo que hace en otras situaciones recurrentes. Hemos sugerido, por ejemplo,
que las acomodaciones que hacen los cuidadores de clases medias (en particular,
estadounidenses) al hablar a los niños pequeños tienen que ver con los mo-
dos establecidos para responder a la incompetencia en general (es el caso de per-
sonas discapacitadas o retardadas). Los integrantes de este grupo social parecen
adaptar las situaciones a fin de empatar con las demandas especiales de personas
menos competentes en mucho mayor medida que en otras sociedades, como la
samoense. También hemos sugerido que el uso intensivo de las expansiones por
parte de los cuidadores de clase media anglosajona cuestiona o confirma que lo
que un niño expresa está relacionado con procedimientos preferidos culturalmente
para alcanzar la comprensión: por ejemplo, el reconocimiento de ambigüedad o la
formulación y verificación de hipótesis (interpretaciones, adivinanzas). Al participar
en las interacciones en que se usan expansiones de esta manera, el niño aprende
los conceptos de ambigüedad, interpretación y verificación, y los procedimientos
asociados con éstos.
Un método común en la investigación del lenguaje infantil ha sido inferir la
función u objetivo a partir del comportamiento. El meollo de este procedimiento es
variado, y los científicos sociales están al tanto de cuán difícil es establecer relaciones
estructura-función. Un aspecto de este dilema es que no es posible inferir la función
sobre la base de una estructura en aislamiento. Las estructuras obtienen su significado
funcional a partir de sus relaciones con los contextos en que aparecen. La “misma”
estructura podría tener diferentes funciones en distintas circunstancias. Esto es cierto
Adquisición del lenguaje y socialización 171
dentro de una sociedad, pero nuestra razón para mencionarlo aquí es que también
es válido respecto de sociedades y lenguas.
A pesar de que los cuidadores en dos sociedades diferentes podrían expandir las
producciones de sus niños y niñas, no necesariamente implicaría que compartieran
las mismas creencias y valores. Es posible que su comportamiento esté motivado por
procedimientos culturales harto diferentes. Lo mismo aplica para la ausencia de un
comportamiento particular, como la ausencia de expansiones por parte de los cuida-
dores, cuya motivación podría ser muy diversa entre una y otra sociedad. Tanto los
cuidadores kaluli como los samoenses no parecen confiar en las expansiones, pues las
perciben como discrepancias desagradables. Los samoenses no lo hacen en parte por
su aversión a adivinar y en parte porque atribuyen al niño la carga de inteligibilidad
(en función de su estatus más bajo) más que a miembros más maduros de la socie-
dad. Los kaluli no usan expansiones para repetir o adivinar lo que un niño podría
estar expresando porque dicen que “alguien no puede saber lo que otro piensa”, con
independencia de su edad o de su estatus social.
Nuestro punto final, concerniente a la relación estructura-función, es que la
sintaxis de nuestras afirmaciones acerca de la adquisición del lenguaje debe ser modi-
ficada para reconocer la variación entre sociedades. El peso mayor en la investigación
en desarrollo comunicativo ha presupuesto o asegurado la universalidad de una u
otra función: por ejemplo, los comportamientos que siguen a una función o que la
reflejan. Nuestras tres historias sugieren que las generalizaciones deben estar restrin-
gidas al contexto. Por tanto, más que asumir o asegurar que los cuidadores desean
comunicarse con el infante, la generalización debería expresarse en estos términos:
“cuando los cuidadores desean comunicación con un infante, entonces…” o “si es el
caso de que los cuidadores deseen comunicación con un infantes, entonces…”
CUADRO 1
Dos orientaciones hacia el discurso infantil y materno
lenguaje emerge. Esto no quiere decir que las consideraciones funcionales determinan
la estructura gramatical, sino más bien que los fines motivan los medios y proveen un
principio orientador para producir y comprender la lengua por encima del tiempo
de desarrollo. Norman (1975), Hood, McDermott y Cole (1978) sugieren que el
propósito/función es un artefacto mnemónico para el aprendizaje en general.
Mucha de la literatura sobre el desarrollo temprano ha documentado en detalle la
capacidad del niño para reaccionar y actuar intencionalmente (Harding y Golinkoff,
1979). La naturaleza y organización de la interacción comunicativa son vistas ligadas
integralmente a esta capacidad. Nuestra contribución a esta literatura es descifrar los
sistemas sociales y culturales en los cuales participan las intenciones. La capacidad
para expresar intenciones es humana, pero cuáles intenciones pueden ser expresadas
por quién, cuándo y cómo es tema de expectativas locales concernientes al compor-
tamiento social de los miembros de cada comunidad. Respecto de la adquisición de
competencia en el uso del lenguaje, esto significa que las sociedades bien podrían
diferir en sus expectativas de lo que los niños pueden y deben comunicar (Hymes,
1967), así como en las concernientes a la capacidad de los niños pequeños para
entender las intenciones (o intenciones particulares). Las generalizaciones acerca de
la relación particular entre un niño y sus cuidadores pueden ser representadas como
sigue:
CUADRO 2
Expectativas sociales y adquisición del lenguaje
CONOCIMIENTO SOCIOCULTURAL
Y CONOCIMIENTO DE CÓDIGO
Desarrollaremos esta sección sobre la base de nuestro argumento que sostiene que
el lenguaje infantil es construido de manera socialmente apropiada y culturalmente
significativa. Nuestro punto será que el proceso de adquisición del lenguaje debe ser
comprendido como de integración del conocimiento de código y el conocimiento
sociocultural.
El conocimiento sociocultural es generativo exactamente en los mismos términos
que el conocimiento gramatical. De la misma manera en que los niños son capaces
de producir y entender producciones que nunca antes habían oído, también lo son de
participar en situaciones sociales que no coinciden exactamente con sus experiencias
previas. En el caso de las situaciones sociales en las cuales se usa el lenguaje, los niños
son capaces de aplicar tanto los principios gramaticales como los socioculturales al
producir y comprender un comportamiento novedoso. Ambos conjuntos de principios
pueden ser adquiridos a partir de un testimonio consciente.
En el caso de los infantes y de los niños pequeños que están adquiriendo su(s)
primer(as) lengua(s), el conocimiento sociocultural es adquirido de la mano con el
conocimiento de las propiedades del código de una lengua. La adquisición de una
lengua extranjera o segunda por parte de niños mayores y de adultos no necesaria-
mente seguiría este modelo. En las aulas donde ocurre el aprendizaje de lenguas
extranjeras, por ejemplo, el conocimiento de las propiedades de código en general
precede al conocimiento de las normas culturales del uso del código. Incluso cuando
la segunda lengua es adquirida en el contexto de vivir en una cultura extranjera, el
conocimiento cultural necesario para la interacción social apropiada podría retardarse
o nunca desarrollarse, como lo ilustró Gumperz (1977) en el caso de los hablantes
hindúes en Gran Bretaña.
Otro aspecto que debemos mencionar en este momento es que los principios
socioculturales que están siendo adquiridos no necesariamente son compartidos por
todos los hablantes nativos de una lengua. Como ya hemos precisado, hay varia-
ciones en el conocimiento entre individuos y entre grupos de individuos. En ciertos
casos, por ejemplo, los niños que son miembros de un grupo no dominante podrían
necesitar durante su crecimiento la adquisición de diferentes herramientas culturales
para participar en determinadas situaciones. Los niños indígenas americanos y los
aborígenes australianos participan asimismo en interacciones en las cuales el len-
guaje es familiar, pero los procedimientos interactivos y las estructuras participantes
difieren de experiencias anteriores (Philips, 1983). Estos casos de crecimiento tanto
monolingüe como bilingüe son similares a las circunstancias de quienes aprenden
Adquisición del lenguaje y socialización 177
una segunda lengua al momento de entrar en contacto con un medio cultural que
difiere del de sus primeras experiencias socializadoras.
El panorama que hemos esbozado sugiere que hay un sistema más bien complejo de
normas y expectativas al que debe prestarle atención el pequeño que está adquiriendo
el lenguaje, y de hecho se la presta durante el proceso de crecimiento hasta ser un
hablante-oyente competente. Hemos dicho que este sistema afecta la estructura y
el contenido de las producciones infantiles en diferentes momentos de desarrollo.
Un producto de todo esto es que el niño llega a usar y oír estructuras particulares en
ciertos contextos, pero en otros no. En otras palabras, los niños adquieren formas
en un subconjunto de contextos dotado de “prioridad” por sus miembros.
Los contextos prioritarios son aquellos en que se estimula la participación de los
niños. Por ejemplo, los niños kaluli y samoenses usan pronombres afectivos, como
“pobre de mí”, inicialmente al pedir, una actividad para la cual se les estimula. El
uso de pronombres afectivos en otros actos discursivos forma parte de un desarrollo
posterior. De manera semejante, muchos niños de clase media anglosajona usan sus
primeras formas nominales en el acto de etiquetamiento, una actividad altamente
alentada por los cuidadores de este grupo social. Etiquetar no es una actividad en la
que se involucren los cuidadores y niños kaluli y samoenses. Cada grupo social tendrá
sus preferencias y éstas, a su vez, guiarán la adquisición del lenguaje infantil.
A fin de que el lector no piense que abogamos con un modelo en el cual el lenguaje y
la cognición son producto exclusivo de la cultura, precisamos ahora que los sistemas
socioculturales deben ser considerados como “una” fuerza que influye en la adqui-
sición del lenguaje. Las predisposiciones biológicas, por supuesto, también tienen
que ver con este proceso. El modelo que hemos presentado deberá ser considerado
como un subconjunto de un modelo de adquisición más general que incluye ambas
influencias.
CONCLUSIONES
Aunque en este capítulo abordamos diversos aspectos, el mensaje es uno solo: a saber,
que los procesos de adquisición de la lengua y de conocimiento sociocultural están
íntimamente ligados. A partir de esta generalización, hemos formulado las siguientes
propuestas:
Adquisición del lenguaje y socialización 179
1. Las características específicas del discurso del cuidador que han sido descritas
como un registro simplificado no son universales y tampoco son necesarias
para la adquisición del lenguaje. Los niños anglosajones de clase media, los
kaluli y los samoenses se vuelven hablantes de sus lenguas por igual en el rango
normal de desarrollo, aunque sus cuidadores usen la lengua de manera harto
diferente en su presencia.
2. El comportamiento discursivo de los cuidadores expresa y refleja valores y
creencias sostenidos por miembros de un grupo social. En este sentido, el
discurso de los cuidadores es parte de un conjunto más amplio de comporta-
mientos que están organizados culturalmente.
3. El uso de registros simplificados por parte de los cuidadores en ciertas socieda-
des podría ser parte de una orientación más general en la cual las situaciones
se adaptan a las necesidades percibidas del niño. En otras sociedades, la orien-
tación podría ser la opuesta, esto es, se espera que los niños y las niñas desde
temprana edad se adapten a los requerimientos de las situaciones. En tales
sociedades, los cuidadores dirigen a los niños para advertir y responder a las
acciones de los demás. Tienden a no simplificar su discurso y con frecuencia
llevan a cabo producciones apropiadas para que las repita el niño a un tercero
en una situación de ese tipo.
4. No sólo el lenguaje de los cuidadores, sino también el de los niños, está
influido por expectativas sociales. Las estrategias infantiles para codificar y
decodificar información, para negociar significados y para manejar errores
están organizadas socialmente en términos de quién hace el trabajo, cuándo y
cómo. Además, cada sociedad orquesta los modos en que participan sus niños
en situaciones particulares, y esto, a su vez, afecta la forma, la función y el
contenido de las producciones infantiles. Ciertas características gramaticales
podrían adquirirse desde temprana edad, en parte porque su uso es alentado
y goza de alta prioridad. De modo que el proceso de adquisición del lenguaje
es parte de un proceso más amplio de socialización, esto es, de adquisición de
competencia social.
CODA
De ninguna manera debe interpretarse que este capítulo propone una perspectiva
desde la cual la socialización determina un patrón fijo de comportamiento. Abogamos
por un punto de vista que considera que los seres humanos son flexibles y tienen la
capacidad de adaptarse al cambio, tanto social como lingüístico, por ejemplo, por
medio del contacto y de la movilidad social. La forma en que los individuos cambian
es producto de interacciones complejas entre procedimientos e intuiciones estable-
cidos culturalmente y aquellos que el individuo esté adquiriendo. Desde nuestra
perspectiva, la socialización es un proceso continuo y abierto que se extiende a lo
largo de la vida de un individuo.
Este capítulo fue escrito mientras las autoras eran investigadoras en la Research
School of Pacific Studies, de la Australian National University. Quisiéramos agra-
decer a Roger Keesing y al Grupo de Trabajo en Lenguaje y Contexto Cultural. La
investigación de Ochs fue subvencionada por la Australian National University.
La investigación de Schieffelin fue patrocinada por la National Science Foundation
y la Wenner-Sen Foundation for Anthropological Research. Agradecemos a dichas
instituciones por su respaldo.
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Elinor Ochs y Bambi B. Schieffelin
192
Nota de la coordinadora
Posterior a la publicación del presente artículo se generó una línea de trabajo en la lingüís-
tica antropológica con una amplia colección de investigaciones que reflejan la evolución y
el crecimiento de este campo, mismas que se incluyen a continuación:
RESUMEN
Las “maneras de abordar información” de los libros son parte de la cultura, y como tales
son mucho más variadas de lo que las dicotomías predominantes entre las tradiciones
oral y escrita y los estilos relacional y analítico pudieran sugerir. En el presente capítulo
se analizan los patrones de uso del lenguaje asociado con la lectura de los libros en
tres comunidades escolarizadas del sureste de los Estados Unidos, centrándose en los
eventos de “socialización de la lectura o eventos de ‘literacidad’”1 tales como la lectu-
ra de cuentos a la hora de dormir. Una comunidad –Maintown– representa la cultura
de la población en general de clase media, orientada hacia la escuela; Roadville es una
comunidad blanca de obreros de la industria textil de la región de los Apalaches y
Trackton es una comunidad afroamericana de obreros de la industria textil, de origen
rural reciente. Estas tres comunidades difieren notablemente en sus patrones de uso
del lenguaje y en las vías de socialización lingüística de sus niños. Trackton y Roadville
difieren entre sí tanto como cada una de ellas respecto de Maintown, y las diferencias
en el uso del lenguaje por parte de los niños en edad preescolar se reflejan en tres
patrones diferentes de adaptación a la escuela. Este estudio comparativo muestra lo
inadecuado de la dicotomía en boga entre la tradición oral y la escrita y también señala
lo inadecuado de los modelos unilineales de desarrollo lingüístico de los niños y de las
dicotomías entre los diversos tipos de estilos cognitivos. El estudio del desarrollo del
lenguaje en relación con los materiales escritos en casa y en la comunidad requiere de
*
El presente artículo forma parte de una serie de artículos invitados para conmemorar
una década de Language in Society (1982): “What No Bedtime Story Means: Narrative
Skills at Home and School” (traducción de Beatriz Álvarez Klein y revisión de Lourdes
de León), Language in Society, 11(1), pp. 49-76.
1
En el original, literacy events (nota de la traductora). Véase “Introducción”, en este volu-
men, y Zavala, Niño-Murcia y Ames (2004).
195
196 Shirley Brice Heath
No obstante, se sabe poco de lo que ocurre cuando se les lee a los niños un cuento
y en otras interacciones relacionadas con la literacidad entre los adultos y los niños
en edad preescolar en las comunidades de todo el mundo. Específicamente, si bien
hay numerosas relaciones de diarios y estudios experimentales sobre las experiencias
preescolares de lectura de niños comunes y corrientes de clase media, sabemos poco
sobre los rasgos de literacidad del entorno de los cuales la escuela espera aprovechar.
¿Cómo es que aquello que suele llamarse “la tradición escrita” sumerge al niño en
el conocimiento de las interrelaciones entre el lenguaje oral y el escrito, entre saber
algo y conocer maneras de etiquetarlo y mostrarlo? Tenemos aún menos información
sobre los diversos modos en que los niños que provienen de hogares de clase media
escolarizados aprenden acerca de la escritura, la lectura y el uso del lenguaje oral para
demostrar conocimiento en el ambiente de preescolar. La opinión general ha sido
que este tipo de hogares carece de aquello que tienen los hogares convencionales
con orientación escolar. En consecuencia, estos niños no pertenecen a la tradición
literaria y es improbable que tengan éxito en la escuela.
Un concepto clave para el estudio empírico de las maneras de tomar significados
de las fuentes escritas entre diferentes comunidades es el de las actividades de alfabeti-
zación, esto es: ocasiones en las cuales el lenguaje escrito es integral a la naturaleza de
las interacciones de los participantes y sus procesos y estrategias interpretativos. Las
actividades de literacidad conocidas por el común de los niños en edad preescolar son
la lectura de cuentos antes de dormir, la lectura de las cajas de cereales, los letreros de
“Alto” y los anuncios de la televisión, así como la interpretación de las instrucciones
para juegos comerciales y juguetes. En estas actividades de alfabetización, los parti-
cipantes siguen reglas socialmente establecidas para verbalizar aquello que saben a
partir y acerca del material escrito. Cada comunidad tiene sus reglas para interactuar
socialmente y compartir el conocimiento en las actividades de literacidad.
El presente trabajo resume brevemente las maneras de abordar de los cuentos im-
presos que las familias enseñan a sus niños en edad preescolar en un grupo de barrios
con orientación escolar de una ciudad de la región sureste de los Estados Unidos.
Después describiremos dos maneras diferentes de abordar los libros utilizadas en los
resultado de ello, los hallazgos basados en este grupo suelen ser considerados como universales. Para
una discusión de este problema, véanse Chanan y Gilchrist (1974) y Payne y Bennett (1977). En
general, según la literatura este grupo se caracteriza por tener una orientación escolar, por aspirar a
una movilidad hacia arriba a través de instituciones formales y por proporcionar una aculturación
que da un valor positivo a las rutinas de elicitación, a la linealidad (en hábitos que van desde la
disposición de los muebles hasta la entrada a un cine), y respuestas evaluativas y enjuiciadoras a
comportamientos que se desvían de sus normas.
198 Shirley Brice Heath
1) las maneras que tiene cada comunidad de abordar de la palabra impresa, así
como de utilizar este conocimiento, tienen una relación de interdependencia
con los modos en que los niños aprenden a hablar en sus interacciones sociales
con las personas que los cuidan;
2) la dicotomía clásica entre la “tradición oral” y la “tradición escrita” tiene escasa
o nula validez. Este documento ofrece un marco de referencia tanto para los
patrones comunitarios como para los caminos de desarrollo que siguen los niños
de las distintas comunidades en sus orientaciones hacia la palabra impresa.
tantes frecuentes a su hogar–. Se esperaba de los niños que aprendieran las siguientes
reglas en las actividades de literacidad en estas familias nucleares:
1. Desde la edad de seis meses los niños “prestan atención a los libros y a la
información derivada de los libros”. Sus recámaras contienen libreros y están
decoradas con murales, colchas, móviles y animales de peluche que representan
a personajes que se encuentran en los libros. Incluso cuando esos personajes
tienen su origen en programas de televisión, los adultos proveen libros en los
que se repiten o se extienden las actividades presentadas en la televisión.
2. Los niños, desde la edad de seis meses, “reconocen las preguntas acerca de los
libros”. Los adultos expanden las respuestas no verbales y las vocalizaciones
de los infantes a oraciones gramaticales plenamente formadas. Cuando los
niños comienzan a verbalizar acerca de los contenidos de los libros, los adultos
extienden sus preguntas de las simples peticiones de etiquetas (¿qué es eso?,
¿quién es ése?) a preguntar acerca de los atributos de esas personas o cosas (¿qué
dice el perrito?, ¿de qué color es la pelota?).
3. Desde que comienzan a hablar, los niños “responden en las alusiones conversa-
cionales a los contenidos de los libros: actúan como contestadores de preguntas
que conocen los libros”. Por ejemplo, un adulto equipara a un perro lanudo
negro con Blackie, personaje de un libro de un niño: “Mira, allí hay un Blac-
kie. ¿Tú crees que esté buscando a un niño?” Los adultos procuran mantener
con los niños un comentario continuo acerca de cualquier suceso u objeto
que pueda estar relacionado con los libros; de ese modo les proporcionan un
modelo para hacer extensivos los objetos y sucesos familiares de los libros a
nuevos contextos situacionales.
4. Después de los dos años de edad, los niños “utilizan su conocimiento de lo
que hacen los libros para legitimar sus desviaciones de ‘la verdad’”. Los adul-
tos estimulan y recompensan la “conversación sobre los libros” aun cuando
no sea directamente relevante a la plática en curso. A los niños se les permite
suspender la realidad, contar historias que no son verídicas y adjudicar rasgos
ficticios a los objetos cotidianos.
5. Los niños en edad preescolar “aceptan los libros y las actividades relacionadas
con los libros como entretenimiento”. En el momento en que estos niños son un
“público cautivo” (cuando se encuentran en la sala de espera del consultorio del
médico, cuando están armando un juguete o cuando se están preparando para
irse a la cama), los adultos buscan los libros. Si no hay ningún libro presente,
entonces hablan acerca de otros objetos como si éstos fueran ilustraciones de
un libro. Por ejemplo, los adultos señalan objetos y les piden a los niños que
El valor cultural de la lectura de cuentos infantiles 201
los nombren, que los describan y que los comparen con objetos familiares de
su entorno. Con frecuencia los adultos les piden a los niños que expresen lo
que les gusta y lo que les disgusta, sus opiniones respecto de los sucesos, etc., al
final del periodo durante el cual han sido un público cautivo. Con frecuencia
estas preguntas afectivas se formulan mientras se está iniciando la siguiente
actividad (cuando van a entrar en el consultorio del médico, al guardar el
juguete nuevo o mientras se los cubre con la sábana y las cobijas en la cama),
y los adultos no insisten en que respondan.
6. Los niños en edad preescolar “anuncian sus propias narraciones factuales y
ficticias” a menos que sean relatadas en respuesta a la elicitación directa por
parte de los adultos. Los adultos juzgan como las más aceptables aquellas
narraciones que comienzan por orientar al oyente respecto del entorno y del
protagonista. En general las narraciones ficticias están marcadas por aperturas
formulaicas, por una prosodia particular o por tratarse de episodios tomados
prestados de libros de cuentos.
7. Cuando los niños alcanzan la edad de tres años, los adultos dejan de fomentar
el papel participativo altamente interactivo que aquéllos han desempeñado
hasta entonces, y los niños escuchan y esperan en calidad de público. Ahora
ni los adultos ni los niños interrumpen repetidamente el cuento para hacer
preguntas y comentarios. Por el contrario, los niños deben escuchar y esperar,
almacenar aquello que escuchan y, cuando se lo indican los adultos, contestar
una pregunta. De este modo, los niños comienzan a formular preguntas “de
práctica” mientras esperan la pausa y anticipan las preguntas de tipo formulaico
de los adultos. En esta etapa los niños prefieren “leerles” a los adultos a que
éstos les lean a ellos.
Un patrón dominante en todos estos rasgos es la autoridad que tienen los libros y las
actividades relacionadas con los libros en las vidas tanto de los niños en edad preescolar
como de los miembros de su ambiente primario. Cualquier inicio de una actividad de
literacidad por parte de un niño en edad preescolar hace aceptable una interrupción,
una falsedad o un desvío de la atención del asunto en cuestión, así se trate de un plato
de comida que no han probado, de una habitación desordenada o de un intento de
evitar irse a dormir. Los adultos captan al vuelo las oportunidades que les dan los niños
para sostener conversaciones sobre los libros y sobre la lectura.
En el presente estudio encontramos que hasta cierto punto la escritura era consi-
derada menos aceptable como una actividad para realizar en cualquier ocasión debido
a que los adultos tienen reglas rígidas en relación con los momentos, los lugares y
los materiales adecuados para escribir. Las únicas restricciones a la lectura de libros
202 Shirley Brice Heath
tienen que ver con que se dé a éstos un buen cuidado: no se deberá mojarlos ni
romperlos ni dibujar en ellos ni perderlos. En su conversación con los niños acerca
de los libros y en sus explicaciones de por qué compran libros para niños, los adultos
relacionan el éxito en la escuela con “aprender a amar los libros”, “aprender lo que
los libros pueden hacer por uno” y “aprender a entretenerse y a trabajar de manera
independiente”. Muchos de los adultos también manifestaron una fascinación por
los libros para niños “de hoy en día”. En general los consideran más variados, de
mayor alcance, más difíciles y más emocionantes que los libros que ellos tuvieron
cuando eran niños.
4
En inglés, “conventional” (nota de la coordinadora).
5
En el original, “what-explanations”. Este término se refiere a las explicaciones con las cuales se res-
ponde a las preguntas que inician con “¿qué?” (nota de la traductora).
El valor cultural de la lectura de cuentos infantiles 203
un suceso particular o por qué una acción específica fue correcta o errónea figuran al
final de las lecciones de lectura en la enseñanza primaria, del mismo modo en que se
dan al final de los cuentos para antes de dormirse. Durante toda la enseñanza primaria
predominan las explicaciones descriptivas; las explicaciones causales son cada vez más
frecuentes en los grados superiores, y los comentarios afectivos aparecen más a menudo
en las secciones con créditos extra del libro de trabajo de lectura o al final de la lista
de actividades sugeridas en los libros de texto para los diversos niveles escolares. Esta
secuencia caracteriza a toda la carrera académica. Aquellos alumnos de primer año de
secundaria que se considera que tienen poca habilidad para la composición y para la
lectura pasan la mayor parte de su tiempo en explicaciones descriptivas y practican
versiones avanzadas del tipo de preguntas y respuestas acerca de los cuentos de antes
de dormir. Se les dan pocas o nulas oportunidades de utilizar explicaciones causales o
evaluaciones de las acciones de los cuentos. Las explicaciones causales desarrollan las
destrezas configuracionales, más que las jerárquicas; no son predecibles, y por ende
no presentan los contenidos con un alto grado de redundancia. Las explicaciones
causales tienden a depender del conocimiento detallado de un dominio específico.
Estos detalles suelen ser impredecibles para los maestros, y no se les valora tan alto
como el conocimiento que cubre un área particular con menor detalle pero que
ofrece la oportunidad de extender el conocimiento hacia cuestiones más amplias
relacionadas con esa área. Por ejemplo, un alumno de primaria cuyo padre tenga una
granja de pavos puede responder con explicaciones causales a un cuento que trate de
un pavo. Su conocimiento es intensivo y cubre detalles que tal vez el maestro ignore
y no considere como relevantes para el cuento. El conocimiento es impredecible, y
las preguntas sobre él no repiten la base común del conocimiento del contenido de
la historia. De manera que sólo se estimula este conocimiento configurado para los
“extra” de la lectura: para un reporte oral para obtener créditos extra o un dibujo
creativo y un cuento sobre pavos. Se permite utilizar este tipo de conocimiento una
vez que se han dominado las explicaciones descriptivas jerárquicas y que se las ha
demostrado en una situación particular, y en el curso de la propia carrera académica
sólo una vez que se han dominado por completo las destrezas jerárquicas y los sub-
conjuntos de destrezas relacionadas que subyacen a las explicaciones descriptivas.
Así, la participación confiable y exitosa en los modos de abordar de los libros que los
maestros consideran como naturales deben preceder –en los procedimientos comunes
de las escuelas– a otras maneras de abordar de los libros.
Estos diversos modos de tomar se conocen a veces como “estilos cognitivos” o
“estilos de aprendizaje”. En la literatura de investigación suele aceptarse que están
influidos por las experiencias tempranas de socialización y correlacionados con las
características de la sociedad en la que se educa al niño en cuanto organización social,
204 Shirley Brice Heath
ambiente. Aprendió a manipular los contextos de las cosas, sus propias actividades
y el lenguaje para obtener efectos similares a los de los libros, descontextualizados y
repetibles (por ejemplo, juegos de palabras). Muchas referencias en su conversación
provenían de fuentes escritas; otras estaban inspiradas en cuentos y en preguntas
acerca de éstos. La sustancia de su conocimiento, así como sus maneras de encuadrar
el conocimiento oralmente, se derivaban de su familiaridad con los libros y con la
lectura. Sin duda este desarrollo se inició con la actividad de nombrar en los ciclos
dialógicos de la lectura (Ninio y Bruner, 1978), y continuará para Rachel durante
sus años preescolares, lo mismo que muchos de estos mismos patrones descritos por
Cochran-Smith (1981) para una guardería convencional. Allí la maestra y los alum-
nos negociaban la lectura de cuentos por medio del “andamio” de las preguntas de
la maestra y los comentarios continuos que repiten la estructura y la secuencia de la
lectura de cuentos aprendidos en sus hogares convencionales.
Los análisis detallados sobre la manera en que los niños comunes y corrientes
con orientación escolar aprenden a abordar de los libros en casa sugiere que estos
niños aprenden no sólo cómo tomar un significado de los libros sino también cómo
conversar acerca de éste. Al hacer esto último, practican repetidamente rutinas que
son paralelas a las de la interacción en el aula. Para cuando entran a la escuela, ya
han tenido una experiencia continua como dadores de información; han aprendido
cómo desempeñarse en esas interacciones que rodean a las fuentes escritas durante
toda la educación escolar. Han tenido años de práctica en las situaciones de interac-
ción que son centrales para la lectura: tanto para aprender a leer como para leer para
aprender en la escuela. Han desarrollado hábitos de desempeño que les permiten
recorrer toda la jerarquía del conocimiento preferido acerca de una fuente escrita y
la secuencia apropiada de destrezas que habrán de poner de manifiesto al demostrar
su conocimiento de una materia. Han desarrollado modos de descontextualizar y
de rodear de prosa explicativa el conocimiento obtenido de la atención selectiva a
los objetos.
Han aprendido a escuchar, esperando la señal apropiada que indica su turno para
demostrar este conocimiento. Han aprendido las reglas para obtener ciertos servicios
de sus padres (o de sus maestros) en la interacción de la lectura (Merritt, 1979). En
la guardería, continúan practicando estos patrones de interacción en grupo en lugar
de hacerlo en una situación diádica. Allí aprenden señales y comportamientos adi-
cionales necesarios para obtener un turno en un grupo y para responder a un lector
central y a un conjunto de tareas de lectura definidas centralmente. En pocas palabras,
durante la mayoría de las horas de vigilia en los años preescolares se ha aculturado
a los niños inculcándoles: 1) todos los hábitos que se asocian con las explicaciones
descriptivas; 2) la atención selectiva a determinados elementos del texto escrito, y 3)
206 Shirley Brice Heath
ROADVILLE
En Roadville los niños son llevados del hospital a casa a habitaciones decoradas con
estímulos coloridos, mecánicos, musicales y basados en la literacidad. Las paredes están
decoradas con dibujos basados en canciones infantiles, y desde una edad temprana
levanta a los niños y se les invita a “ver” las decoraciones de las paredes. Los adultos
recitan versos infantiles mientras giran el móvil hecho de personajes de las canciones
infantiles. Los objetos que rodean al niño lo estimulan a explorar los colores, las
formas y las texturas: en la cuna hay una pelota de peluche con secciones de telas de
diferentes colores y texturas; los animales de peluche varían de texturas, tamaños y
formas. Los vecinos, los amigos a quienes se ha conocido en la iglesia y los parientes
vienen de visita y hablan con el bebé y acerca de éste a quienes estén dispuestos a
escuchar. En la conversación con el bebé, se le ficcionaliza: “Pero este bebé quiere
irse a dormir, ¿verdad? Sí, sus ojitos ya se le cierran”. Conforme el niño crece, los
adultos se abalanzan sobre sonidos que se asemejan a palabras y los convierten en
“palabras”, repitiendo las “palabras” y expandiéndolas a oraciones bien formadas.
Antes de que puedan hablar, los niños son presentados a los visitantes y elicitados
para que produzcan todas las fórmulas de cortesía que se espera de ellos, tales como
“adiós”, “gracias”, etc. En cuanto saben hablar, se les recuerdan estas fórmulas, y se
recurre a personajes de libros o de la televisión conocidos por ser “bien educados”,
a modo de reafirmación.
En todo hogar de Roadville los niños en edad preescolar tienen primero libros
de tela en los que aparece un solo objeto en cada página. Después adquieren libros
que proporcionan sonidos, olores y diversas texturas u oportunidades para practicar
pequeñas destrezas motoras (cerrar cierres, abotonar botones, etc.). Una colección
típica para los niños de dos años constaba aproximadamente de una docena de li-
bros, ocho de los cuales presentaban el alfabeto o los números; otros incluían versos
infantiles, historias bíblicas simplificadas o historias “de la vida real” acerca de niños
y niñas (que por lo general cuidaban a sus mascotas o exploraban un rasgo particular
de su ambiente). Los libros basados en los personajes de Plaza Sésamo eran obsequios
preferidos para los niños de tres y cuatro años.
Las actividades de lectura o relacionadas con la lectura ocurren con mayor
frecuencia antes de la siesta o durante la noche antes de dormir. Ocasionalmente
un adulto o un niño mayor le lee a un niño inquieto mientras la madre prepara la
cena o cambia las sábanas. Los fines de semana los padres a veces leen junto con
sus hijos durante periodos breves, pero en general prefieren jugar juegos o jugar
con los juguetes de los niños en sus interacciones. El siguiente episodio ilustra los
aspectos interaccionales lingüístico y social de estas actividades de antes de dormir.
208 Shirley Brice Heath
Éste ocurre entre Wendy (de dos años y tres meses) y su tía Sue, quien la está acos-
tando a dormir.
[La tía Sue (ts) toma un libro mientras Wendy (w) gatea por el suelo con el
pretexto de buscar algo.]
w: Mm mm.
ts: Wendy, vamos a leer, em, a leer este cuento; ven, súbete de un brinco a esta
cama.
[Wendy se sube a la cama, se sienta sobre la almohada y toma su osito de
peluche.]
[La tía Sue abre el libro y señala al perrito.]
ts: ¿Recuerdas de qué se trata este libro? ¿Ves el perrito? ¿Qué hace el perrito?
[Wendy juega con su oso, echando un vistazo ocasional a las páginas del
libro, mientras la tía Sue las voltea. Wendy parece estar esperando a que
aparezca algo en el libro.]
ts: ¿Ves el perrito?
[La tía Sue señala el perrito en el libro y mira a Wendy para ver si ella está
mirando.]
w: Ajá, sí, sí señora.
ts: El perrito ve a la hormiga. Es
[Wendy deja caer el oso y mira el libro.]
...pequeñita. ¿Puedes ver a la hormiga? El perrito tiene una pelotita.
w: La hormiga está picando al perrito.
[Wendy señala la hormiga, oprimiendo el libro con fuerza.]
ts: No, la hormiga no está picando al perrito, el [voltea la página] perrito quiere
jugar con la hormiga, ¿ves?
[Wendy intenta regresar a la página anterior; tía Sue no se lo permite, y
Wendy comienza a retorcerse y a quejarse.]
ts: Mira aquí, aquí hay alguien más, el perrito...
[Wendy se baja de la cama y toma otro libro.]
w: Lee éste.
ts: Bueno, ahora vuelve acá. [Wendy vuelve a subirse a la cama.]
ts: Éste es tu libro de abecedario. Mira la a, aquí en tu colcha hay una a. Encuentra
la a. [El segundo libro es de tela; está viejo y raído; durante mucho tiempo ha
sido favorito de Wendy. Muestra una manzana en la portada, y en la primera
página tiene un dado con el abecedario y una pelota. En el libro hay un solo
objeto en cada página, con una representación en grande de la primera letra
de la palabra con la cual se le nombra comúnmente. Conforme tía Sue voltea
El valor cultural de la lectura de cuentos infantiles 209
la página, Wendy comienza a gatear sobre la colcha, que muestra dados con
letras intercalados con pelotas y manzanas. Wendy señala cada una de las letras
a de la colcha y empieza a hablar consigo misma. Tía Sue lee el libro, levanta
la mirada y ve a Wendy señalando las letras a de su colcha.]
ts: Ésa es una a. ¿Puedes encontrar la a en tu colcha?
w: Aquí está, ésta, también está el hoyo [mete su dedo en un lugar donde los
hilos de la colcha se han roto.]
ts: [Tía Sue señala la pelota en el libro.] Deja eso; encuentra la pelota; mira,
aquí hay otra pelota.
6
En el original “Cook cook”, apócope de “Cookie cookie”, galleta dulce (nota de la traductora).
7
En inglés, galleta salada se dice “cracker”. Al igual que “cookie”, esta palabra comienza con la letra
“c” (nota de la traductora).
El valor cultural de la lectura de cuentos infantiles 211
de libros. Cuando ven una cosa o un suceso en el mundo real, no les recuerdan a los
niños un suceso similar en un libro ni les hacen un comentario sobre las semejanzas
y las diferencias. Al jugar un juego o llevar a cabo una tarea, los adultos no utilizan
fuentes escritas. Las madres cocinan sin recetas escritas la mayor parte del tiempo;
si utilizan una receta de una fuente escrita, en general sólo lo hacen una vez que sus
amistades han probado la receta y la han confirmado y alterado. Se leen las instruc-
ciones para los juegos pero no se les sigue cuidadosamente, y no se habla acerca de
ellas en una serie de preguntas y respuestas que intenten determinar su significado.
En lugar de eso, al armar juguetes o jugar juegos, las destrezas o las preferencias de
una de las partes prevalecen. Por ejemplo, si un adulto sabe cómo armar un juguete,
lo hace; no habla del proceso ni se refiere al material escrito ni lo “traduce” para
el niño, ni intenta tampoco secuenciar los pasos para que el niño lo pueda hacer.8
Los adultos no hablan de los pasos y procedimientos de cómo hacer las cosas; si un
padre quiere que su hijo en edad preescolar aprenda a sostener un bate pequeño o a
lanzar una pelota, dice: “Hazlo así”. No desglosa “así” en pasos tales como: “pon tus
dedos alrededor de esto”, “mantén tu pulgar en esta posición”, “nunca lo sostengas
arriba de esta raya”. Una y otra vez, los adultos llevan a cabo una tarea y los niños
los observan e intentan hacerla, y se les refuerza sólo con órdenes como: “hazlo así”
o “cuidado con ese pulgar”.
Los adultos, al realizar las tareas, no comentan verbalmente lo que están haciendo.
No llaman la atención del niño hacia ciertas características específicas de la secuencia
de destrezas ni hacia los atributos de los objetos en cuestión. No hacen preguntas
al niño, a menos que se trate de preguntas directivas o de reprensión: “¿trajiste la
pelota?”, “¿no oíste lo que dije?”. Muchas de sus órdenes contienen modismos que
no son explicados: “ponlo arriba” o “ahora guárdalo” (con lo cual quieren decir
que lo ponga en el lugar donde va comúnmente), o “suéltate”, dicho a un niño de
cuatro años que está tratando de aprender a batear una pelota. Los adultos rara vez
ofrecen explicaciones que vayan más allá de la enumeración de nombres de objetos y
de sus características. Los niños no hacen preguntas del tipo: “Pero es que no entien-
do. ¿Qué es eso?” Parecen dispuestos a seguir intentando, y si hay una ambigüedad
en un conjunto de órdenes, hacen preguntas como: “¿Quieres que haga yo esto?”
(demostrando los esfuerzos que están realizando), o bien, intentan encontrar una
manera de desviar la atención de la tarea en cuestión.
8
Este análisis está respaldado por hallazgos de psicólogos interculturales que han estudiado los vínculos
entre la verbalización de las tareas y la demostración de destrezas en una secuencia jerárquica, por
ejemplo, Childs y Greenfield (1980). Véase Goody (1979) sobre el uso de preguntas en el aprendizaje
de tareas no relacionadas con la familiaridad con los libros.
El valor cultural de la lectura de cuentos infantiles 213
Tanto los niños como las niñas, durante los años preescolares, se ven incluidos
en muchas actividades de los adultos, las cuales van desde ir a la iglesia hasta ir de
pesca y acampar. Pasan mucho tiempo observando y pidiendo turnos para intentar
tareas específicas, tales como poner una lombriz en el anzuelo o cortar galletas. A
veces los adultos les dicen: “No, todavía no estás en edad”. Pero si aceptan que el
niño pruebe a hacer la tarea, observan y dan instrucciones y evaluaciones: “Bien,
no tuerzas el molde”, “Voltéalo así”, “Ahora no trates de rasparlo, déjame hacerlo
yo”. Esta conversación acerca de la tarea no segmenta sus destrezas ni las identifica
ni establece una relación entre el objeto en cuestión o la tarea particular que se está
realizando y otros objetos o tareas. Rara vez se dan o se piden explicaciones causales,
tales como: “Si tuerces el molde, las galletas quedarán con los bordes ásperos”.
Ni los adultos ni los niños de Roadville cambian el contexto de las cosas en su
conversación. No narran historias en las que se ficcionalicen ellos mismos o los su-
cesos familiares. Rechazan aquellos materiales del catecismo que pretenden traducir
los sucesos bíblicos a un contexto moderno. En Roadville, es necesario que alguien
que no sea el narrador invite o anuncie una historia, y solamente ciertos miembros
de la comunidad son designados como buenos narradores. El grupo reconoce la
historia como una historia que trata a la vez de uno de ellos y de todos. Es una his-
toria verídica, un suceso real que le ocurrió al narrador o a otro de los presentes. El
comportamiento acusado del narrador y del público se considera como una ejem-
plificación de las debilidades de todos y de la necesidad de persistir para superar esas
debilidades. Las fuentes de las historias son las experiencias personales. Son historias
de transgresiones que tienen como finalidad reiterar las normas del comportamiento
que se espera de un hombre, de una mujer, de un pescador, de un trabajador y de un
cristiano. Narran los hechos con fidelidad.
Los padres de familia de Roadville proporcionan libros a sus hijos; se los leen y
les hacen preguntas acerca de su contenido. Eligen libros que enfaticen los versos
infantiles, el aprendizaje del alfabeto, los animales y las historias bíblicas simplificadas,
y piden a sus hijos que repitan a partir de estos libros y que respondan preguntas
formulaicas acerca de sus contenidos. También hacen preguntas sobre las historias
orales que señalan algo relevante a algún comportamiento denunciado de un niño.
Utilizan proverbios y sentencias para recordar a sus hijos las historias y recurren a
éstas para hacer comparaciones sencillas entre los contenidos de las historias y sus
propias situaciones. Los padres de familia de Roadville guían a los niños cuando na-
rran una historia, obligándolos a hablar de un incidente tal como ha sido preparado
o compuesto de antemano en la cabeza del adulto. Así, en Roadville, los niños llegan
a conocer una historia como una relación tomada de un libro o como una relación
factual de un suceso real en el cual ha ocurrido algún tipo de comportamiento de-
214 Shirley Brice Heath
sibles de responder, y no saben cómo pedir a sus maestros que les ayuden a analizar
las preguntas para dilucidar las respuestas. De modo que su éxito inicial en la lectura,
el hecho de ser buenos alumnos, de seguir órdenes y de apegarse a las normas de la
escuela para participar en las lecciones son elementos que comienzan a desaparecer
rápidamente para cuando entran a cuarto grado. A medida que la importancia y la
frecuencia de las preguntas y los hábitos de lectura con los que están familiarizados
disminuyen en los grados escolares superiores, no tienen modo de mantenerse al
corriente ni de pedir ayuda para aprender aquello que ignoran.
TRACKTON
En Trackton los bebés llegan a casa del hospital a un ambiente casi totalmente humano.
No hay cunas, ni cunas portátiles ni asientos para el coche, y sólo ocasionalmente
hay una silla alta o un asiento para niños pequeños. A los niños pequeños se les carga
mientras están despiertos y a veces mientras duermen, y en general duermen en la
misma cama con sus padres hasta que llegan a los dos años de edad. Se les carga, se
les acaricia el rostro, se les dan pellizquitos en las mejillas, y comen y duermen en
medio de conversaciones humanas y del ruido de la televisión, del estéreo y de la
radio. Encapsulados en un mundo casi totalmente humano, están en medio de una
comunicación humana constante, verbal y no verbal. Literalmente sienten las señales
corporales de los cambios de emoción en aquellos que los cargan casi continuamente;
se habla de ellos y se les mantiene allí en medio de conversaciones sobre cualquier
tema. Cuando los niños hacen sonidos de murmullos y balbuceos, los adultos se
refieren a esto como “ruido”, y no intentan interpretar estos sonidos como palabras
ni como intentos del bebé de comunicarse. Los adultos consideran que no deben
depender de que sus bebés les digan lo que necesitan o cuándo están incómodos: los
adultos saben, los niños únicamente “llegan a saber” por sí solos.
Una vez que un niño puede gatear y moverse por sí solo, juega con los objetos
de la casa considerados seguros para él: tapas de cacerolas, cucharas, recipientes de
plástico para alimentos. Sólo en Navidad hay juguetes especiales para los niños muy
pequeños, por lo común son camiones, pelotas, muñecas o carros de plástico, y rara
vez cubos, rompecabezas o libros. Cuando los niños ya caminan, exigen juguetes para
montar o juguetes electrónicos y mecánicos que ven en la televisión. Nunca piden
ni reciben juguetes educativos para manipular, como rompecabezas, dados, juguetes
para desarmar u objetos basados en la escritura, ya sea libros o juegos de letras.
Los adultos leen periódicos, correspondencia, calendarios, circulares (relacio-
nadas con sucesos políticos y civiles), materiales escolares enviados a los padres a
216 Shirley Brice Heath
9
En el caso de Trackton citaremos los diálogos en inglés, seguidos de su traducción al español, debido
a que la sonoridad, el ritmo y los juegos de palabras ocupan un lugar importante en el desarrollo
lingüístico de los niños de esta comunidad (nota de la traductora).
El valor cultural de la lectura de cuentos infantiles 217
Madre: [Hablando con una vecina en el pórtico mientras Lem juega con un
camión cerca de ella, en el pórtico.] But they won’t call back, won’t
happen=
Pero no van a volver a llamar, no
lo harán=
Lem: =call back
=a llamar
Vecina: Sam’s going over there Saturday, he’ll pick up a form=
Sam va allá el sábado, va a recoger una forma=
Lem: =pick up on, pick up on [Lem parece haber oído form como on]
=recoger una cosa, recoger una cosa [Lem parece haber oído “forma”
como “cosa”]
Las historias que cuentan los niños de Trackton a una edad temprana ilustran cómo
responden a la visión que los adultos tienen de ellos como personas “que vienen”. Los
niños aprenden a contar historias recurriendo en gran medida a sus capacidades de
proporcionar un contexto, de crear un marco de referencia y de apelar al poder del
público de unirse a la creación imaginativa de la historia. Entre los dos y cuatro años
de edad, los niños cuentan historias, en forma de monólogos, acerca de aspectos de sus
vidas, de sucesos que ven y oyen y de situaciones en las que han estado involucrados.
Las producen espontáneamente al jugar con otros niños o en presencia de adultos.
En ocasiones hacen esfuerzos para atraer la atención de los oyentes antes de comenzar
la historia, pero esto no es frecuente. Cuando Lem, a los dos años y medio, estaba
jugando en el pórtico, oyó una campana a lo lejos. Se detuvo, miró a sus hermanos
mayores, Nellie y Benjy, que estaban cerca, y dijo:
Way
Muy
Far
Lejos
Now
Ahora
It a church bell
Es la campana de una iglesia
Ringin’
Sonando
Dey singin
Están cantando
Ringin’
Sonando
You hear it?
¿La oyen?
I hear it
Yo la oigo
Far
Lejos
Now
Ahora
los cantos, meciéndose hacia atrás y hacia delante sobre su regazo y aplaudiendo con
sus manos. Esta historia, que es como un poema en su imaginación y en su prosodia
versificada, fue una respuesta al sonido de una campana lejana. De hecho, mientras
narra la historia, se mece hacia atrás y hacia delante.
Esta historia, un tanto más larga que las que suelen reportarse en otros grupos
sociales en niños tan pequeños como Lem,10 tiene rasgos característicos de las na-
rraciones o historias plenamente desarrolladas. Recapitula en su esquema verbal
la secuencia de sucesos que el narrador está recordando. En la iglesia, la campana
sonó mientras la gente cantaba. En la línea: “Es la campana de una iglesia”, Lem
proporciona el tema de su historia, así como un breve resumen de lo que vendrá.
Esta línea tiene una función similar a las fórmulas que los niños mayores utilizan
con frecuencia para abrir una historia: “Ésta es una historia sobre (la campana de
una iglesia)”. Lem da tan sólo una ligerísima pista del marco de la historia o una
mínima orientación al oyente. El tiempo y el lugar en los que ocurre la historia
están condensados en las palabras “muy lejos, ahora”. Los niños en edad preescolar
en Trackton casi nunca oyen historias que comiencen con las palabras: “Había una
vez un...”, y rara vez proporcionan orientaciones definitivas para sus historias. Al
parecer suponen que los oyentes “conocen” la situación en la que ocurre la narra-
ción. De manera similar, los niños de Trackton en edad preescolar no cierran sus
historias con finales formulaicos. Lem equilibra poéticamente su apertura y su
clausura en una inclusión, comenzando con “muy, lejos, ahora” y terminando con
“lejos, ahora”. El efecto es de clausura, pero no hay nada que anuncie claramente
la clausura. Durante toda la presentación de la acción y el resultado de la acción en
sus historias, los niños de Trackton en edad preescolar invitan al público a responder
o evaluar las acciones de la historia. Lem pregunta: “¿la oyen?”, con lo cual puede
referirse al estímulo actual o a la campana escuchada la víspera, porque Lem no
utiliza productivamente las terminaciones del tiempo pasado para ningún verbo en
esta etapa de su desarrollo lingüístico.
Los narradores de historias en edad preescolar tienen diversas maneras de sus-
citar el interés y la evaluación de parte del público. Ellos mismos pueden expresar
una respuesta emocional a las acciones de la historia; puede haber otro personaje
o narrador en la historia que lo haga, con frecuencia utilizando juegos de palabras
con aliteraciones, o bien pueden detallar acciones y resultados mediante el discurso
directo o con efectos de sonido y gestos. Todos estos métodos de llamar la atención
a la historia y a la narración de ésta distinguen el evento de habla como una historia,
10
Cf. Las descripciones de las historias de niños comunes y corrientes clase media de entre tres y cinco
años de edad de Umiker-Sebeok (1979) y Sutton-Smith 1981.
El valor cultural de la lectura de cuentos infantiles 221
Los niños parecen desarrollar conexiones entre las situaciones o entre las cosas,
no mediante la especificación de nombres y características, sino a través de vínculos
de configuración. El reconocimiento de formas generales similares o patrones de
vínculos vistos en una situación y conectados con otra parece ser el medio por el cual
los niños crean marcos en sus representaciones no verbales de los individuos, luego en
su segmentación verbal, y posteriormente en la segmentación y producción de reglas
para enlazar unidades aisladas. No descontextualizan, más bien contextualizan mucho
el lenguaje no verbal y el verbal. Ficcionalizan sus “historias verídicas”, pero no lo
hacen pidiendo al público que se identifique con la historia trazando paralelos con
sus propias experiencias. Cuando los adultos leen, con frecuencia lo hacen en grupo.
Una persona que lee en voz alta, por ejemplo, un folleto de un auto nuevo, decodifica
el texto, muestra las ilustraciones y fotografías, y los oyentes relacionan el significado
del texto con sus propias experiencias haciendo preguntas y expresando opiniones.
Finalmente, todo el grupo sintetiza el texto escrito y el discurso oral negociado para
construir un significado para el folleto (Heath, de próxima aparición).
Cuando los niños de Trackton van a la escuela, se enfrentan a tipos que desconocen
de preguntas que les piden explicaciones descriptivas. Se les pide como individuos
que identifiquen cosas por su nombre, que etiqueten características como la forma, el
color, el tamaño o el número. Los estímulos para los cuales deben dar estas respuestas
son representaciones planas bidimensionales que con frecuencia están muy estilizadas
y se asemejan poco a los objetos “reales”. En general los niños de Trackton obtienen
los porcentajes más bajos en los exámenes metropolitanos de agilidad en la lectura.
No se sientan en sus pupitres a llenar las páginas de cuadernos de trabajo de lectura,
tampoco toleran preguntas sobre materiales de lectura que estén estructurados según el
formato común de las lecciones. Sus aportaciones tienen la forma de “una vez tuve un
pato en mi casa”, “¿por qué hizo eso?” o imitan los efectos de sonido que los maestros
pueden producir en historias que les leyeron a los niños. Para cuando terminan los
tres primeros grados de la primaria, sus calificaciones en las artes lingüísticas generales
han sido consistentemente bajas, con excepción de los pocos que han comenzado
a adaptarse y empiezan a adoptar algunos de los comportamientos que han tenido
que aprender en la escuela. Pero la mayoría no sólo no aprende el contenido de las
lecciones sino que tampoco adopta las reglas de interacción social para los eventos
de literacidad. La letra impresa por sí sola tiene poca autoridad en su mundo. Los
tipos de preguntas que se hacen respecto de la lectura de libros les son desconocidos.
Las capacidades de los niños de vincular metafóricamente dos sucesos o situaciones
y recrear escenas no son aprovechadas en la escuela. De hecho, “con frecuencia estas
capacidades ocasionan dificultades”, porque permiten a los niños percibir paralelos
que los maestros no tenían la intención de que percibieran y que no reconocen sino
hasta que los niños se los señalan (Heath, 1978).
El valor cultural de la lectura de cuentos infantiles 223
Para cuando los niños de Trackton concluyen las lecciones o para cuando termi-
nan toda su carrera escolar y se ven en la necesidad de hacer comparaciones creativas
entre dos o más situaciones para dar explicaciones causales y hacer aseveraciones
afectivas, es demasiado tarde para muchos de ellos ya que no han aprendido las
habilidades de composición y comprensión que necesitan para traducir sus destre-
zas analógicas a un canal que los maestros puedan aceptar. Parecen no saber cómo
tomar el significado de la lectura; no observan las reglas de linealidad al escribir, y
su expresión propia en el papel es muy limitada. Con frecuencia las historias orales
grabadas son mucho mejores, pero éstas rara vez cuentan tanto como las compo-
siciones escritas. Así, los niños de Trackton continúan obteniendo calificaciones
muy bajas o reprobatorias, y para el final del sexto grado muchos deciden dejar de
intentarlo y vuelcan su atención hacia la intensa socialización de pares que suele
iniciarse en esos años.
DE LA COMUNIDAD AL AULA
deben aprender de nuevo a ser dadores de información activos, tomando de los libros
y vinculando ese conocimiento con otros aspectos de su entorno.
Los estudiantes de Trackton presentan un conjunto adicional de alternativas para
los procedimientos en los primeros años de la escuela primaria. Dado que por lo ge-
neral dominan pocas de las destrezas “naturales” de tomar significado de los libros que
se esperan de ellos, no sólo deben aprender éstas sino también “retener sus prácticas
de razonamiento analógico” para utilizarlas en algunas de las etapas posteriores del
aprendizaje de la lectura. Deben “aprender a adaptar la creatividad en el lenguaje, la
metáfora, la ficcionalización, la recreación de escenas y la exploración de funciones
y entornos de los objetos que traen a la escuela”. Estos niños ya utilizan destrezas
narrativas muy bien recompensadas en los grados superiores de la primaria. Distinguen
entre una historia ficcionalizada y una narración de hechos de la vida real. Saben
que la narración de una historia puede estar relacionada de muchas maneras con el
juego en el sentido que suspende la realidad y enmarca un suceso ya ocurrido en un
nuevo contexto, y apela a la participación del público para reconocer el entorno y
a los participantes. Ahora éstos deben “aprender a narrar, como individuos, sucesos
factuales de una manera sencilla” y a “reconocer las ocasiones apropiadas para las
explicaciones causales y las expresiones afectivas”. Los niños de Trackton parecen
haberse saltado el aprendizaje de etiquetar, de enumerar rasgos y de dar explicaciones
descriptivas. De modo que necesitan “que se les presenten los hábitos convencionales
o escolares en actividades familiares con explicaciones relacionadas con sus propios
hábitos de tomar significado” del entorno. Es posible que a los niños de Trackton se
les tenga que explicar cosas tan “sencillas” y “naturales” como las distinciones entre
objetos bidimensionales y tridimensionales para ayudarles a aprender la estilización
y la descontextualización que caracterizan a los libros.
Una exposición con detalles más específicos sobre cómo pueden emplearse las
maneras de conocer de Roadville y de Trackton junto con las de la población en
general rebasaría el alcance de este artículo. Sin embargo, debemos admitir que hay
toda una gama de opciones a los modos de aprender y de demostrar conocimiento
que caracteriza a todos los adultos que han sido académicamente muy exitosos en las
etapas avanzadas de sus carreras. El saber más acerca de cómo se aprenden estas opcio-
nes en las primeras etapas en diversas condiciones socioculturales puede contribuir a
que la escuela proporcione a “todos” los estudiantes oportunidades de aprovechar este
repertorio al inicio de sus carreras escolares. Por ejemplo, los niños de la población
en general pueden beneficiarse de una exposición temprana a los estilos creativos y
altamente analógicos de narrar historias y dar explicaciones a la manera de Trackton,
y añadir la historia verídica al modo de Roadville, con su estricta temporalidad y su
moraleja explícita, a su abanico de tipos de narración.
El valor cultural de la lectura de cuentos infantiles 227
dos y la segregación por edad y sexo son interdependientes de las diversas caracterís-
ticas y tipos de eventos de literacidad que desarrolla una comunidad. Únicamente
sobre la base de una etnografía rigurosa es posible un progreso ulterior hacia la
comprensión de los patrones interculturales de los usos del lenguaje oral y escrito
y de las vías de desarrollo de la competencia comunicativa.
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* Publicado originalmente en 2002: “Everyone Has to Lie in Tzeltal” (traducción de Beatriz Álvarez
Klein), en Shoshana Blum-Kulka y Catherine Snow (eds.), Talking to Adults, Erlbaum, Mahwah, Nueva
Jersey, pp. 241-275. Este capítulo es una versión revisada de las pláticas presentadas en el Congreso
sobre el Lenguaje, la Interacción y la Cultura en la ucla en mayo de 1998 y en las reuniones de la
Asociación Americana de Antropología en noviembre de 1998. Les estoy agradecida a Susan Blum,
Alessandro Duranti, Elinor Ochs y Emanuel Schegloff por sus útiles comentarios críticos.
1
Véase, por ejemplo, la teoría filosófica del lenguaje expuesta por David Lewis (1969, 1975), según
la cual la capacidad de aprender y usar una lengua se basa en convenciones sobre la veracidad y la
confianza en el lenguaje. De acuerdo con la teoría de Lewis, el uso del lenguaje por parte de los
mentirosos, los bromistas y los embusteros no debilita las convenciones esenciales del lenguaje, que
se fundamentan en la verdad y la confianza. Las mentiras son excepciones, son violaciones de las
convenciones del lenguaje (Lewis, 1975).
2
Barnes (1994: 11) procedió a especificar lo que implica el “tener la intención de engañar”: “…para
nuestros fines, entiendo que significa tener la intención de hacer que un inocente adopte una com-
prensión del estado de las cosas y/o de la mente del mentiroso que éste considera como falsa”.
231
232 Penelope Brown
3
Como lo señaló Barnes (1994), la definición no toma en cuenta si la tentativa de engaño es exitosa
o no. También admite que un enunciado puede ser percibido incorrectamente como una mentira
aun en el caso de que el hablante no haya tenido intenciones de engañar. Barnes menciona, además,
diferentes motivos para mentir (distinguiendo entre las “mentiras malas”, motivadas por el interés
personal, y las “mentiras piadosas”, producto de alguna otra inquietud), que no abordaremos aquí.
4
Sweetser (1987) señaló que esta definición sencilla concuerda con las definiciones espontáneas de los
legos de lo que es una “mentira”. También coincide con un fenómeno observado por Piaget (1965)
en el sentido de que los niños suelen pasar por una etapa en la que se utiliza la palabra “mentira”
para denotar cualquier enunciado falso. Como veremos más adelante, los niños tzeltales utilizan la
palabra “mentira” (lot) de la misma manera, que incluye los enunciados falsos no deliberados.
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 233
que mentir”, Harvey Sacks (1975) identificó un contexto general (en nuestra sociedad)
en el cual resulta socialmente necesario mentir. El argumento, en pocas palabras,
es el siguiente: al responder al saludo “¿cómo estás?” a alguien que no es la persona
adecuada para recibir la información que explicaría la respuesta verdadera (que,
después de todo, podría ser “de la patada”, lo cual implicaría un nuevo diagnóstico
secuencial: “¿por qué?, ¿qué te pasa?”), la gente se ve obligada por rutina a mentir.
En otras palabras, toda persona que se encuentre en ese tipo de situación (con la
que cualquiera podría toparse) se ve obligada a mentir previendo que, a menos que
mienta, se meterá en aprietos secuenciales no deseados. Éste es un tipo de mentira
social necesaria.
El engaño intencional es el núcleo de estas dos perspectivas sobre el mentir, así
como de otras más amplias sobre el engaño que incluyen tergiversaciones adicionales
aparte de la mentira. Por ejemplo, Goffman (1975) proporcionó una tipología de
las “invenciones” que caracterizó como “el esfuerzo intencional de uno o más indi-
viduos por manipular la actividad de tal manera que una de las partes, constituida
por una o más personas, se vea inducida a tener una creencia falsa sobre lo que está
ocurriendo” (Goffman, 1975: 83).5 Si nos limitamos aquí a las tergiversaciones
verbales, el mentir también se relaciona con el hecho totalmente establecido de que
con mucha frecuencia las personas no dicen exactamente lo que piensan. De modo
que el mentir tiene que ver con la indirección verbal en general y con las prácticas de
indirección con bases culturales.6 Éstas constituyen una parte fundamental de lo que
tienen que aprender los niños que están en proceso de adquisición de lenguaje. La
pregunta importante para nuestros fines es la siguiente: “¿Cómo aprenden los niños
el significado de la mentira, en su sociedad, y las maneras culturalmente apropiadas
de mentir?” De hecho, es sorprendente lo poco que se ha investigado este aspecto
(Barnes, 1994).
5
El hecho de basar nuestras definiciones en las intenciones plantea una pregunta peliaguda: ¿cómo
podemos saber qué intenciones tienen los demás? Mi respuesta, para los fines que nos ocupan, es
ésta: con frecuencia podemos suponer cuáles son las intenciones de los demás con base en lo que
dicen y en aquello que dicen sobre lo que dicen (por ejemplo: “mi intención aquí fue engañar”, “mi
intención aquí fue ser sincero”). Los propios hablantes de tzeltal hacen este tipo de suposiciones.
6
Por supuesto, si se reconoce culturalmente que la indirección, según el contexto, transmite ciertas
implicaciones en particular, y que por ende todo el mundo sabe cuál es el mensaje indirecto que
se deseaba comunicar –como en los casos malgaches reportados por Keenan (1976)–, entonces
no se trata de mentiras, porque el satisfacer otras necesidades de comunicación no es engañoso en
contextos en los que claramente no se espera que se las satisfaga.
234 Penelope Brown
Lo que quiero discutir aquí es una “visión” un tanto diferente del argumento clásico
de Sacks (1975) en el sentido de que “todo el mundo tiene que mentir”: una adaptada
a un medio cultural muy distinto. Las personas que estamos estudiando son campesi-
nos mayas que hablan tzeltal, que se dedican a la siembra del maíz y que viven en la
comunidad rural de Tenejapa, en el sur de México. En esta sociedad maya se socializa
a los niños, desde que son bebés, para “mentir” de maneras culturalmente apropiadas.
Relaciono esta práctica con el contexto sociocultural de una sociedad pequeña cuyos
integrantes están estrechamente vinculados, en la cual las principales preocupaciones
son la privacidad, la manipulación de la información y el control social a través del
cotilleo. De manera que los temas de este capítulo son las amenazas de mentira a los
niños como una forma de controlarlos, la adquisición de esta práctica por los niños
y su efecto sobre su comprensión y uso de la indirección en el lenguaje. También
abordo brevemente algunos temas más generales, por ejemplo, la naturaleza de la
“verdad” en el contexto de no-verificabilidad en una sociedad analfabeta a pequeña
escala como la de Tenejapa.
En la sociedad tzeltal existe una contradicción evidente en la manera de tratar a
los niños pequeños. A los bebés se les desea y se les quiere mucho, pero se considera
que son muy frágiles, vulnerables, que se impresionan o se espantan fácilmente, de
modo que pierden sus almas y que por tanto es necesario protegerlos a toda costa y
ocultarlos de los extraños y de otros peligros. Casi siempre la persona que se encarga
de su cuidado los lleva sobre sus espaldas, envueltos en un rebozo; la trastorna el
hecho de que los pequeños se alteren o puedan llegar a alterarse; les vuelve cuida-
dosamente el rostro para apartarlo de aquellas cosas que provocan temor y los cubre
cuando están en público para protegerlos del mal de ojo. El llanto pone a los niños
pequeños en peligro, de modo que se les consiente y de hecho, hasta que cumplen
los dos años y medio se les da todo lo que deseen.7 Sin embargo, la principal forma
de controlarlos (además de apartarlos físicamente de alguna actividad no deseada)
consiste en amenazarlos. El Ejemplo 1 recupera el sentido de las amenazas que se les
dirige rutinariamente a los niños entre el año y medio y los cuatro años de edad:
Ejemplo 1
(Ejemplos que ocurren naturalmente, damos sólo las glosas en español.)
“Esa mujer te va a ‘tzak’ [agarrar y te va a llevar para siempre].”
7
Pueden encontrarse más detalles sobre las prácticas de la educación de los niños tzeltales en Brown
(1996, 1998).
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 235
8
Todos los ejemplos están tomados de mi base de datos de interacción natural en las familias tzelta-
les filmada en cinta de video y recopilada entre cada cuatro y seis semanas durante un periodo de
tres años y medio en el paraje de Majosik’, en Tenejapa. La transcripción del tzeltal es fonémica.
Las letras corresponden más o menos a sus equivalentes en español, salvo que la x = sh y el signo ’
indica glotalización. Las transcripciones de las conversaciones de los niños conservan sus errores y
omisiones gramaticales.
236 Penelope Brown
a los niños pequeños comienzan incluso antes de que éstos empiecen a hablar, como
en el Ejemplo 2, y aproximadamente hasta la edad de tres y medio años; ocurren a
diario, rutinariamente:
Ejemplo 2 [bra27/I/96, p. 3]
La madre al bebé Antun (de un año y cuatro meses):
[En este caso, tanto la tía como la madre saben que ella no tiene intenciones de
dejarlo atrás.]
Ejemplo 3
[Conversación de niños en la calle (Mik 003, 5/12/95). Mik (de dos años) y su her-
mano Alux (de cuatro años y siete meses). Alux se ha subido a un camión que vende
gas para cocinar y que está estacionado frente a su casa:
// [Más tarde.]
Las amenazas de mentira pueden ser dichas en un tono engatusador y con expresiones
de cariño, reduciendo lo temible de la amenaza:
Ejemplo 5 [ant22ma6, p. 8]
La madre a su hija X’anton (de tres años y cuatro meses), que se ha peleado con su
hermano, con quien estaba jugando, y se ha alejado de él:
238 Penelope Brown
Pero a veces los adultos (y en especial los niños encargados de cuidar a otros niños)
tratan deliberadamente de asustar a los niños pequeños y casi sin tomar en cuenta la
fragilidad de sus almas, o pueden amenazarlos primero y tranquilizarlos enseguida,
como en el Ejemplo 6:
Ejemplo 6 [3chdia196.txt,cho29ene96]
Xo tiene tres años y siete meses; Mat (su hermano) tiene seis años:
Mat: ay la mach’a xmakliwan ek’ i. “Sí hay alguien que está escon-
dido esperando.”
[Se refiere a un muñeco de madera. Xo le tiene miedo, pues cree que es un esqueleto
como los que se dice que se ocultan acechando en los caminos y le saltan a uno sobre
la espalda.]
// [Poco después.]
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 239
Ejemplo 7 [cho24/3/96]
Xo tiene tres años y nueve meses:
Poco después.
Madre: ya xtal jtomas ya’tik me “Si lloras va a venir Tomás [el que
x’ok’ate. pone las inyecciones].”
[amenaza]
Un momento después.
240 Penelope Brown
Madre: ba pasaik i, ma me xbat te’ a “¡Ándale, pues (juega con los ju-
me ta xilaetike. guetes)! No te vayas allá por donde
están las sillas.”
la’ me, ya me sjulat ya’tik ya me “Ven, ahí viene a inyectarte el que
xjulawan. pone las inyecciones.”
[amenaza]
Mat: julawan. “El que pone las inyecciones.”
Madre: la’ me i. la’ tajinan i antz. “Vente. Ven a jugar aquí, ‘mujer’
la’ me. [Xo]. Ven.”
Xo: jn’. “Mm.”
Madre: ma xbat te’ a mene. ay laj me “No vayas por allá. Hay caca allá.”
tza’ te’ a.
Mat: ya ka’y chuxnel, ya ba ka’y “Voy a hacer pipí, voy a hacer
chuxnel. pipí.”
Madre: julaik tal i antzi. “Inyecte aquí a la mujer.”
[Mat sale; Xxx está afuera y habla con Xo, que sigue afuera.]
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 241
Estas amenazas no son chistes; no están marcadas de manera alguna como no serias
ni están dichas en broma, y la intención es controlar el comportamiento de la niña
haciéndola creer que, a menos que coopere, la eventualidad proyectada efectiva-
mente sobrevendrá. A este respecto, contrastan con la práctica de socialización
lingüística frecuentemente reportada de provocar a los niños pequeños (véase, por
ejemplo, Miller, 1986; Schieffelin, 1986). Sin embargo, en ninguno de los ejemplos
tzeltales antes citados se cumplieron las amenazas ni las advertencias. Es más, con
frecuencia estas amenazas apiladas secuencialmente y producidas conjuntamente
son incongruentes, y proyectan un panorama que no podría suceder en realidad.
A menudo se combinan las amenazas con falsas promesas o sobornos, tales como:
“Te voy a dar tal y tal (una golosina) si haces lo que quiero”. Éstos también se
apilan secuencialmente formando mensajes que suelen ser incongruentes, como
en el Ejemplo 9.
242 Penelope Brown
Madre: ya laj me xtal xan ta mal k’al ya’tik “Dice ‘la señora’ [P. Brown] que
i jme’tike, xi me ‘wa’y. cha’ch’oj laj va a regresar en la tarde. Hoy vas
me xtajinex ya’tik. a jugar dos veces.”
[ofrecimiento falso]
// [Mucho después.]
Mat: [a pb] ya to laj wan xtalat ya’tiki i? “¿De veras va usted a volver más
al rato?” [referencia a la primera
promesa falsa de la madre.]
pb: ju’uk. ja’ to pajel. “No. Vengo hasta mañana.”
Mat: jnn. “Mm.”
Incluso los niños de seis años no siempre están seguros de cuándo son mentiras y
cuándo son verdad las amenazas o los sobornos de un cuidador, como lo revela el
hecho de que Mat me haya hecho la pregunta en el Ejemplo 9. Pero en general los
niños desarrollan un escepticismo temprano respecto de esta forma de control social.
Esto se debe en parte a que se les invocan repetidamente varios temas de espanto
culturalmente significativos hasta que éstos casi se vuelven clichés: el “diablo” pukuj,
xutax (el “ogro”), tzak (ser raptado por un extraño), ser mordido, ser golpeado por
el padre. Otras amenazas son expresiones fijas: xa’maili ya’tik (“nomás espérate”),
ya ‘wich’ (“vas a ver”). Sin embargo, muchas amenazas son oportunistas: se puede
invocar cualquier cosa que el niño haya temido (en el caso de las amenazas) o deseado
(en el caso de los sobornos) recientemente.
244 Penelope Brown
Según nuestra definición inicial, es evidente que son mentiras aquellos enunciados que se
proponen engañar a un inocente respecto del estado de las cosas, incluyendo las creencias
e intenciones del hablante. También es claro que no son chistes sino que se las dice de
una manera totalmente inexpresiva y sin rodeos y con la intención de que se las tome en
serio. En este contexto cultural, estas mentiras son predicciones no sinceras, respaldadas
por el poder: el cuidador “podría” hacer que se realizaran (por lo menos algunas de ellas),
pero la experiencia les enseña pronto a los niños que en general no se ven confirmadas.9
Podemos llamarlas “mentiras de control”, predicciones (amenazas) falsas para asustar
u ofrecimientos (sobornos) hechos por un cuidador con la intención de controlar el
comportamiento del niño. Su frecuencia disminuye drásticamente una vez que el niño
se vuelve competente, entre los tres y los cuatro años de edad, cuando ocurre un cambio
aparentemente mágico en el comportamiento de los pequeños, que pasan de ignorar
estas amenazas a acatar las órdenes de los cuidadores sin que éstos tengan que cumplir las
amenazas ni utilizar la fuerza explícitamente. Dado lo poco frecuente de los castigos, este
cambio resulta notable. Más adelante nos referiremos de nuevo a su importancia.
Es importante señalar que, aparte de la sanción que consiste en azotarlos con un
cinturón (lo cual ocurre muy rara vez),10 los cuidadores tzeltales no tienen ningún poder
para imponer su voluntad a los niños. Schieffelin (1986) ha advertido esto mismo en
su discusión sobre las prácticas del cuidado de los menores entre los kaluli de Nueva
Guinea. Pero los kaluli recurren mucho más al avergonzamiento que los cuidadores
tzeltales.11 En ocasiones se controla a los niños tzeltales mayores avergonzándolos, pero
9
Por supuesto, si nunca se cumplieran estas amenazas, no serían mentiras, porque nadie esperaría
que expresaran proposiciones verdaderas. Pero dado que se cumplen ocasionalmente, si bien muy
pocas veces, siempre hay una posible duda.
10
A pesar de que es frecuente que se amenace a los niños con “el cuero”, en 30 años de observación
participativa en esta comunidad solamente en una ocasión he visto que se haya golpeado a un niño
con el cinturón de “cuero”. Dos veces he presenciado que se le mostrara a un niño el “cinturón”
como una amenaza inminente. Nunca he visto que se golpee a un niño con la mano ni que se le
aplique ninguna otra forma de castigo físico. Los padres tzeltales dicen que si no amenazaran a los
niños con azotainas, éstos crecerían indisciplinados y mimados.
11
Las amenazas de los kaluli a los niños casi siempre son indirectas, pues implican a una tercera persona.
A decir de Schieffelin (1990): “Cuando los adultos intervienen ante los niños pequeños, utilizan
abundantemente las amenazas de terceros para crear una autoridad donde no la hay: ‘¡Alguien te va
a decir algo!’; ‘¡Tu papá (ausente) te va a decir algo!’. La amenaza consiste en que uno será confron-
tado pública y verbalmente con este reto: ‘¿Esto es tuyo?’ Las madres nunca amenazan a los niños
pequeños con algo que ellas mismas podrían hacer, sino que hacen referencia a una tercera persona
que no está presente como el agente que actuará” (Schieffelin, 1990: 11).
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 245
1. Resistencia pasiva. Con frecuencia los niños ignoran las amenazas y las órdenes,
algunas veces dicen abiertamente “no” a ellas, más o menos hasta la edad de
cuatro años, cuando se vuelven notablemente obedientes.
2. Escepticismo temprano. A la edad de dos años y seis meses, o antes, los niños
tzeltales evidentemente saben que no se les va a obligar a obedecer muchas de
las órdenes y que no se cumplirán muchas de las amenazas. Este conocimiento
equivale a una conciencia de que a menudo hay una diferencia entre el estado
de las cosas y las palabras que se emplean para describirlo o predecirlo.
3. Temor duradero a ciertas cosas. Entre éstas se incluyen específicamente los extraños,
las inyecciones y los monstruos (el “diablo”, pukuj, o el “espantapájaros”, xutax)
que, se dice, le saltan a uno sobre la espalda si uno anda solo en la oscuridad.
En la siguiente sección argumento que puede haber además una consecuencia in-
directa de esta práctica: una apreciación temprana de la ironía convencionalizada.
Pero veamos primero el desarrollo de la respuesta de los niños a las amenazas para
asustarlos y de su percepción de las mentiras.
Los niños tzeltales pasan de ignorar en gran medida las amenazas intimidatorias (y
salirse con la suya) a reconocer y poner en entredicho la falsedad (al menos algunas
veces) de lo que les dice la gente (véanse los ejemplos 10 y 11), y a producir ellos
mismos mentiras, como una manera de protegerse y como un esfuerzo por controlar
246 Penelope Brown
a sus hermanos menores (ejemplos 12 a 14). Las prácticas del cuidado de los niños
controlan esta progresión y contribuyen a ella.
La capacidad de reconocer la verdad o la falsedad de los enunciados es un re-
quisito previo para reconocer aquellos que son intencionalmente engañosos. Parece
ser que desde la edad de dos años los niños pueden reconocer que un enunciado
es falso:
Ejemplo 10 [alv7/12/95]
Mik tiene dos años:
Ejemplo 11 [cho8de5]
Mat (de cinco años y 10 meses) y la madre están viendo y comentando la “película de
las peras” e intentando atraer a Xo (de tres años y cinco meses) para que la vea:
12
De muchas controversias, añadiría yo. Parece probable que la capacidad de los niños de manejar
ciertos actos de habla indirecta e implicaciones entre los dos y los tres años de edad indica que en
cierto nivel ya operan con una teoría de las mentes de los demás, y que los experimentos del para-
digma de la “teoría de la mente” realmente están probando la metaconciencia que tienen los niños
a este respecto (véanse, por ejemplo, Barnes, 1994; Gopnik y Meltzoff, 1994).
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 247
Madre: yu’ wan ma’ xi’i ya xyakub i “Como si no tuvieras miedo (de
jpapatik ch’i. que) tu papá se esté emborrachan-
do.” [Es decir, ¡tienes miedo!]
lajuk a’wil ajk’ubee ya me “Acuérdate de que a lo mejor lo viste
xyakube’i. emborrachándose anoche.”
Xo: ja. “Jnn.”
Madre: ya me xyakub ya’ wil ja’ i me “Se está emborrachando, ya ves, y
la smajat a’tukel. te pasó a pegar.”
[advertencia implícita]
Mat: k’abu’ wil a’tukel. “Mírala [la película de las peras]
tú.”
Madre: k’abu ‘wil. ile’ ya skomon “Mírala. Mira, las están alzando
tamikix. [las peras] entre todos.
Madre: ile’i. “Mira.”
Xo: ya i talon li’ ta j’ajk’ ya’tik “Ahorita voy.”
ek ini.
Madre: mach’a ‘jun tal i? “¿Con quién te vas a venir?”
Xo: jun nax i ma. “Yo sola, supongo.”
Madre: a’tukel laj xtalat i bi. “¿Dices que vas a venirte tú sola?”
Xo: joo’. “Sí”.
248 Penelope Brown
[Sil capta la idea y se lanza a inventar su propia sarta de mentiras para incitar a Mik
a meterse.]
Sil: la’i kala miik. ay lech lech laj. “Ven, mi chiquito Mik.”
“Hay leche, dicen.”
lech lech laj tal i ... “Que llegó la leche, dicen.”
jii la laj sti’on ek’i a’me’. “‘Iiii’, tu mamá me mordió,
dicen.”
la laj sti’on ek’ ta jnuk’. la sti’ben “Me mordió en el cuello. Me
ta jch’ujt. mordió en la panza.”
250 Penelope Brown
[Entra Mik.]
Las mentiras de Sil en el Ejemplo 13 son como las de los adultos en el sentido de que
reconoce que la credibilidad no es lo único que se pretende. El resultado que se busca
es la excitación emocional, a fin de que el niño obedezca. Estos ejemplos también
ilustran la práctica frecuente de los tzeltales de decirles a los niños explícitamente qué
decir, utilizando el verbo citativo uta, “dile”, de una manera que recuerda el elema
de los kaluli (Schieffelin, 1986).13
13
No obstante, hay una diferencia entre estos dos casos: los ejemplos de los kaluli son en gran parte
de niños pequeños a quienes se les dice qué decir para defenderse y para que aprendan a obtener lo
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 251
En este tipo de ambiente social, y en este contexto en el que se espera que los
niños cuiden de sus hermanos menores casi tan pronto los tengan, encontramos
a cuidadores de niños tzeltales de más o menos cinco años de edad que producen
esta forma de amenazas de mentira para controlar a los niños menores (¡y a niños
pequeños que las dirigen a sus mascotas!).
Ejemplo 15 [alv9mar6]
La hermana mayor Sil (de seis años y dos meses) y el hermano Alu (de cuatro años
y nueve meses) a Mik (de dos años y tres meses):
Abuela: ch’enan i. tajinan i. ila’ wala ixtab “Cállate. Ponte a jugar. Ten tu
te ine. juguetito.”
Sil: ya’ k’an julel. a yakuk i ch’i, “Quieres que te inyecten.
ya ba kik’ tal ach’ix, Bueno, pues, voy a traer a
la muchacha [que pone las
inyecciones].”
me ya x’ok’at, ya ‘wich’ julel. “Si lloras, te van a poner una
inyección.”
ja’chuk puro ok’el. “Al fin que todo es puro llorar.”
ay a’kotz ile’ kotzi. ya mes- “Ten tu guajolotito [de jugue-
te]. Se te va-”
ya me sluchat ya’tik i kotzi. “Se te va a venir encima tu
guajolote.”
que quieren de las personas mayores. En estos ejemplos tzeltales se les enseña a los niños mayores a
controlar a los menores.
252 Penelope Brown
Debido a que a los niños de cuatro o cinco años de edad se les suele dar la responsabi-
lidad de cuidar a los más pequeños, y dado que tienen que obtener resultados (puesto
que la evaluación de su desempeño como cuidadores depende totalmente de si el bebé
se mantiene tranquilo y contento), recurren a cualquier cosa que funcione para que
los pequeños permanezcan tranquilos y bajo control, incluso a las mentiras.
Pero considerémoslo una vez más: tal vez nada de esto sea realmente –según
criterios de los hablantes de tzeltal– “mentir”. Tal vez, como arguye Rosaldo (1982)
en el caso de los ilongot de las Filipinas, a esta gente no le preocupa realmente la
“verdad” o la “sinceridad” al evaluar estos enunciados. Duranti (1993) sostiene algo
similar en relación con Samoa al afirmar que en muchos contextos se considera que
las palabras no emanan de los individuos sino de una identidad posicional (por
ejemplo, de un título nobiliario), y se evalúan según sus consecuencias, no como
compromisos individuales: “Para los samoanos, el significado se considera como el
producto de una interacción (incluyendo las palabras) y no necesariamente como algo
contenido en la mente de alguien” (Duranti, 1993: 41).14 Por ende, para los samoanos
14
Cursivas en el original.
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 253
los hablantes son responsables de las consecuencias de sus actos de habla, no de sus
intenciones.15
En realidad, Duranti (1993) admitió que en muchos contextos cotidianos los
samoanos sí se consideran mutuamente responsables de los compromisos personales
contraídos mediante la palabra hablada. En el caso de los tzeltales, también hay evi-
dencias que contradicen el argumento de que la “sinceridad” y las “intenciones” son
irrelevantes en los contextos de interacción que estudiamos aquí. En las transacciones
cotidianas, las personas se responsabilizan mutuamente de los compromisos, y se
sorprenden o incluso se indignan cuando los demás no se atienen a las intenciones
que han manifestado. Es más, los usos interaccionales de los términos lot (“mentira”)
y melel (“verdad”) en la evaluación de los enunciados de los demás (y ciertamente
en la de los propios)16 sugiere que en general “sí” se da por sentado que es posible
que las personas tengan intenciones comunicativas que pueden ser o no sinceras
y que son susceptibles de representar sucesos y estados de las cosas que correspondan
o no con la realidad.
Una manera de evaluar si éstas son consideradas como mentiras por los propios
tzeltales es examinando sus conceptos culturales de “verdad” y “mentira” y la manera
en que se los invoca en las interacciones. Los dos conceptos medulares a explicar son
los que expresan el sustantivo lot (“mentira, no-verdad, error”) y el adverbio melel
(“genuinamente verdadero, sinceramente”). Éstos están implicados en los modelos
culturales tzeltales de verdad y mentira y en los de otras prácticas en las que inter-
vienen los enunciados no verídicos, incluyendo las provocaciones y las bromas (que
se expresan en los sustantivos tzeltales lo’lo’el y lo’il k’op, “mentiras o provocaciones
o palabras dichas en broma que son falsas”. La gente evalúa además la factualidad
de lo que se dice en función del verbo ya xlo’lo’wan (“él/ella está diciendo mentiras,
fastidiando, bromeando”). Por el contrario, el adverbio melel (“en verdad”) se utiliza
para enfatizar la sinceridad y la factualidad de los propios enunciados. Lo utilizan muy
a menudo los oradores y los adultos en las conversaciones serias, pero su uso entre los
niños no es frecuente. También se emplean en abundancia los evidenciales para evadir
o enfatizar el grado del compromiso propio con la veracidad de un enunciado.17
15
Susan Blum (1998) señaló algo similar en relación con la sociedad china.
16
Por ejemplo, una niña (Lus, de cuatro años) dice de sí misma: yakalon ta pas lot (“estoy diciendo
mentiras”) cuando ha estado diciendo falsedades durante un rato.
17
Más o menos a la edad de tres años, los niños ya utilizan la partícula citativa laj, cuyo significado
aproximado es: “no me hago responsable de la veracidad de lo que estoy diciendo, lo dijo otra
persona”. Al igual que los adultos, utilizan la partícula laj sobre todo cuando cuentan un cuento
o refieren un sueño. Otros evidenciales recurrentes en el habla de los niños pequeños de unos tres
254 Penelope Brown
Es más, en un principio los niños no saben si los padres son sinceros cuando
hacen estas amenazas. El hecho de que una amenaza cumpla excepcionalmente
da lugar a la duda. Los adultos reconocen a su vez que los niños son criaturitas
obstinadas y motivadas por objetivos que mienten recurrentemente para conseguir
lo que quieren, y algunos acumulan mentiras en secuencias obvias de falsedades.
Por ejemplo, rutinariamente me mienten diciendo que se le dio al bebé una pale-
ta, un globo, etc., para obtener ellos mismos estas cosas. Los adultos se muestran
escépticos de inmediato respecto de lo que los niños les dicen en estos contextos.
Los niños tampoco tienen reparos en acusarse unos a otros de mentir, utilizan la
“mentira” como una respuesta rutinaria al habla de los demás (a’lot, “tu-mentira”) e
incluso como un comentario sobre la propia (jlot, “mi-mentira”). Según mis datos,
al usar la palabra lot (“mentira”), no distinguen las falsedades intencionales de las
que no lo son, ni las bromas de los errores.18 Los ejemplos 17 a 21 muestran casos
de acusaciones de “mentira”:
años y medio son me (si, tal vez”), wan (“quizá”), ma (“tal vez, supongo” [implica que el hablante
está infiriendo]). El tzeltal tiene unas 20 partículas evidenciales como éstas, y la mayoría de ellas
aparecen en un espacio sintáctico no saliente (es decir, en una segunda posición) (Brown y Levinson,
1987) véase también J. B. Haviland (1989) sobre los evidenciales en la lengua tzotzil, estrechamente
emparentada con la tzeltal.
18
Los niños occidentales tampoco distinguen a esa edad las mentiras de los errores, según Piaget (1965).
En el pasado, la interpretación del significado de la palabra inglesa lie (“mentira”) también incluía
la acepción de “un error en la relación” (en el diccionario del Dr. Johnson, según Barnes, 1994).
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 255
Lus: ay me yach’il k’ib jo’tik e’i. “Tenemos una olla nueva para
el agua.”
pb: ay wan? “¿De veras?”
Lus: jo’. “Sí.”
pb: lek bal? “¿Está buena?”
Lus: jo’. “Sí.”
pb: banti la’ taj? “¿Dónde la consiguieron?”
Nik: ma mano tal tatik. “¿Qué no la compró el abuelo?”
mano tal tatik. “La compró el abuelo.”
pb: banti la sman tal? “¿Dónde la compró?”
Lus: mano tal tatik. “La compró el abuelo.”
Nik: ta jo’bel. ta jo’bel. “En San Cristóbal. En San Cris-
tóbal.”
pb: ta jo’bel? “¿En San Cristóbal?”
Nik: jo’. “Sí.”
Lus: (s)lot. “Su-mentira.”
[mentira = error]
pb: slot. “Su-mentira.”
256 Penelope Brown
Esta práctica tzeltal también concuerda de otra manera con ciertos hábitos culturales.
Parte de lo que hacen las “mentiras” en este contexto cultural es plantear una versión
diferente de “cómo es el mundo”. Ponen esa versión sobre la mesa en las interaccio-
nes, para que se la tome como uno de los contraataques en el juego interaccional de
quién decide qué sigue. Esto es paralelo –me parece– al tratamiento que dan Sperber
y Wilson (1981) a la ironía (y a los tipos de enunciados irónicos) como una mención
ecoica. En Brown (1995) caractericé así sus posturas:
Se considera que toda esta clase de “figuras retóricas” esencialmente “hacen eco”
o evocan de manera más libre una proposición que se coloca en el contexto de
ser objeto de risa, de desdén, o lo que sea, para expresar una actitud respecto
de ella. Los enunciados irónicos son como palabras entrecomilladas, de modo
que si alguien dice, por ejemplo, “bonito día, ¿eh?” en el contexto de quien
va a pie bajo una lluvia torrencial y aguanieve, la descripción falsa evoca la
imagen de la descripción exacta (“horrible día, ¿eh?”), así como una imagen
de quién podría haber expresado, o quién de hecho expresó, la esperanza/
predicción/expectativa de que fuera un bonito día, y entonces se imagina a esa
persona (o imagen) como “víctima” o blanco del enunciado irónico (Brown,
1995: 156).
19
Se reportó la misma observación en relación con una sociedad quechua del Perú (Ackerman, 1990,
según cita de Barnes, 1994).
258 Penelope Brown
Por tanto, quiero relacionar tentativamente las amenazas de mentira tzeltales con
otra práctica verbal tzeltal: la ironía convencionalizada. Esta forma de manipular el
enunciado de la verdad se convencionaliza a un grado considerable en esta sociedad.
Al formular un enunciado irónico tzeltal, uno dice literalmente lo opuesto de lo que
se propone expresar, y esto va precedido quizá por partículas evasivas y acompañado
por una entonación “escéptica”, a fin de expresar enfáticamente lo contrario. Por
ejemplo, uno dice el equivalente de: “Quizá tal vez de veras me gustó ese evento”,
para expresar: “Puaj, me pareció detestable”. En el habla adulta tzeltal está muy ex-
tendido el uso de la ironía convencionalizada y de otras formas de ironía para expresar
actitudes escépticas presentando diferentes “voces” que hacen proposiciones sobre
las cuales se hace un comentario afectivo o que son ridiculizadas. Esto constituye en
concreto una invitación “genuinamente cortés” a compartir actitudes (Brown, 1995;
Brown y Levinson, 1987).20
Los niños tzeltales aprenden desde muy pequeños a emplear esta locución. Ya
comienzan a hacerlo más o menos a la edad de tres años y emplean en abundancia
la ironía convencionalizada a los tres años y medio o a los cuatro años.
Ejemplo 22 [1/24/96]
X’an (de tres años y tres meses) me mostró una cortadura en su dedo; yo miré el
dedo equivocado, y ella me dijo:
Ejemplo 23 [mikjul7s, p. 8]
Mik tiene tres años y siete meses; está tratando de hacer funcionar un juguete:
Mik: ee. ee. ma me pojbeni kala sil. “Eh, eh, no me lo quites, mi Sil
chiquita.”
20
Véanse Clark y Gerrig (1984) e Isaacs y Clark (1990) para un análisis un tanto diferente de la ironía y
de otras formas de uso “no serio” del lenguaje –reconocidas mutuamente como fingidas–. Su análisis
funciona para la ironía tzeltal, pero no para lo que yo llamo “amenazas de mentira”, debido a que
el fingimiento de parte de quienes amenazan no es comprendido ni compartido por el receptor a
quien van dirigidas.
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 259
Ejemplo 25 [1/25/96]
Pet (tres años y cinco meses) [respuesta irónica a mi comentario de que la muñeca
se va a morir de tanto sol]:
Lus, a los tres años y nueve meses, utiliza la ironía con tanta frecuencia que a veces
suena como un uso excesivo de una rutina convencionalizada:
Ejemplo 26 [lusabr5s, p. 8]
Lus tiene tres años y nueve meses; Nik tiene cuatro años y tres meses.
Para los cuatro años de edad los niños ya dominan la construcción de la ironía:
yu’ (“porque”) o yu’ wan (“porque quizá”) en combinación con una proposición
expresa enfáticamente que la proposición “no” es verídica. Para poder utilizar ade-
cuadamente esta construcción, los niños necesitan poder distinguir entre la verdad
y la falsedad de las proposiciones y reconocer que los enunciados de los demás
no siempre corresponden con el estado de las cosas en el mundo. Puede decirse
que también deben tener la capacidad de atribuir falsas creencias a los demás, las
falsas creencias que ellos rechazan con una réplica irónica. A la edad de tres años
y medio o cuatro, los niños utilizan esta construcción irónica para expresar una
actitud afectiva de desdén o de desacuerdo escéptico con un enunciado anterior.
Que conste que no la utilizan sólo para corregir un error. Por eso no es simple-
mente equivalente de una negación, la cual los niños tzeltales adquieren a una
edad mucho más temprana.21 Si bien muchos seguidores de la teoría de la mente
considerarían que los niños de cuatro años son demasiado chicos para tener un
modelo semejante de las mentes de los demás, vale la pena considerar la posibilidad
de que las prácticas de la educación de los niños tzeltales promueven de hecho el
desarrollo temprano de una conciencia de las mentes de los demás. En todo caso,
me parece que es por lo menos verosímil que la temprana edad a la que los niños
tzeltales adquieren la capacidad de expresarse mediante este tipo de “habla al revés”
irónica y escéptica tenga que ver con el hecho de que a partir de que son bebés se
les somete rutinariamente a enunciados que aseguran un determinado estado de
las cosas en el mundo (mediante amenazas o sobornos) que en la práctica no se
obtiene y no se realiza. Si bien los niños tzeltales de tres o cuatro años están lejos
de ser adultos plenamente socializados, ya tienen tanto la actitud escéptica como
el sabor retórico de la indirección –en la forma del escepticismo irónico adecua-
do parea esta comunidad de hablantes–. La práctica cultural de las amenazas de
mentira que se les hacen han contribuido, creo, a inculcársela. En este proceso
se les ha socializado por medio de estos usos del lenguaje para que adopten las
ideas culturales tzeltales de la “verdad” y la “mentira”. En pocas palabras, ya han
aprendido algo importante sobre los modos retóricos, la cultura como “maneras
de poner las cosas”, maneras de formular las cosas.
21
Las oraciones en tzeltal se niegan con las partículas ma o ma ba. El contraste gramatical entre las
oraciones positivas y las negativas aparece por lo menos a la edad de tres años (por ejemplo, ma jk’an
[“no lo quiero”], en comparación con ya jk’an [“lo quiero”]).
262 Penelope Brown
22
Por ejemplo, si una persona quiere pedirle a uno prestado su radio y uno quiere negárselo, es mucho
mejor decir algo como: “me temo que no tiene baterías” (independientemente de si esto es verdad
o no) que negárselo de un modo más directo.
23
La credulidad tiende a surgir en relación con artilugios modernos cuando la exposición a éstos es
muy reciente: por ejemplo, la publicidad de la televisión.
24
Esta pregunta de “¿a dónde vas?” es un saludo rutinario en muchas sociedades y da lugar a los mismos
problemas identificados por Sacks (véase, por ejemplo, Duranti, 1997, en relación con Samoa).
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 263
25
Véanse L. K. Haviland y J. B. Haviland (1983) para un análisis del cotilleo y la privacidad en la
vecina comunidad maya de Zinacantán.
26
Por ejemplo, en una reunión reciente se decidió que todos en la comunidad se adherirían al mismo
partido político. Varios individuos que deseaban pertenecer a un partido rival accedieron pública-
mente a la política común, pese a los recelos y al resentimiento expresados en privado.
264 Penelope Brown
CONCLUSIONES
He argumentado que “en tzeltal todo el mundo tiene que mentir”, basándome al
menos en parte en los motivos que da Sacks, es decir, porque se prevé que a menos
de que uno mienta se verá metido en aprietos secuenciales indeseables. Ésta es, en
efecto, una importante fuente de mentiras sociales convencionales, que son el tipo
de lenguaje hablado que nadie espera que sea verídico.27 Lo que planteo aquí es
que las mentiras sociales convencionales no sólo tienen estos motivos. En Tenejapa
también son motivadas por contextos en los que se requiere de la persuasión retó-
rica. Las mentiras de control tzeltales de las que nos hemos ocupado no obedecen a
preocupaciones secuenciales ni por cortesía ni por la circunspección respecto de la
distribución de la información. Se las dice a los niños cuando menos se las espera,
en ocasión de un comportamiento indeseable (anticipado o real) del niño, bajo el
supuesto de que éste no necesariamente entiende las respuestas incongruentes de los
cuidadores (así se trate de amenazas o de sobornos) ni responsabiliza a los cuidadores
de los sucesos predichos.
¿Es esta práctica tzeltal sencillamente una idiosincrasia cultural que no ofrece ma-
yores lecciones? Para concluir, consideramos el fenómeno tzeltal en relación con dos
cuestiones generales: a) el concepto y la relevancia del “mentir” desde una perspectiva
interlingüística, y b) los efectos posibles de esta práctica de mentir sistemáticamente
sobre el desarrollo lingüístico, cognitivo y social de los niños tzeltales, a la luz de otras
investigaciones sobre las mentiras de los niños y de la teoría de la mente.
27
Susan D. Blum presentó un argumento similar en su libro Engaño y verdad en China, en el cual
arguye “que en esta sociedad se considera que el lenguaje logra muchas cosas, al igual que otros
tipos de acciones sociales, pero que no es principalmente un vehículo para expresar los ‘verdaderos
sentimientos propios’. Por ello, muchos comportamientos que parecen ser ‘mentiras’ no se consideran
en absoluto como tales”.
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 265
Volvamos a los criterios planteados por Coleman y Kay (1981) en relación con la
mentira prototípica en inglés y utilicémoslos para evaluar el concepto tzeltal de lot:
a) el hablante cree que el enunciado es falso, b) el hablante se propone engañar al
oyente al emitir el enunciado, y c) el enunciado es de hecho falso. Parece ser que
en el modelo cultural tzeltal el criterio de mayor peso es c): para que un enunciado
sea lot, debe ser falso de hecho. El más débil, en cambio, es a), porque el hablante
puede de hecho pensar erróneamente que el enunciado es verdadero y darse cuenta
después de que era falso, o bien puede ser agnóstico o indiferente respecto de si
se cumplirá o no la amenaza. En el contexto de las amenazas de control, b) –la
intención de engañar al niño-objetivo– está claramente presente, o al menos existe
la intención de producir el afecto deseado que motive al niño a cooperar. Pero bien
puede no haber intención alguna de engañar a otros participantes, incluyendo a
niños mayores que conocen esta estrategia y que con frecuencia contribuyen al
esfuerzo de colaboración por engañar a los más pequeños.
El caso tzeltal no es del todo incompatible con la conclusión de Sweetser (1987)
acerca de la universalidad de un concepto del mentir y su vínculo con los modos
culturales de entender el intercambio de información:
De esta discusión se infiere que culturas muy diversas poseen maneras marcada-
mente similares de entender tanto las mentiras como las dimensiones generales
del poder y la moralidad del intercambio de información. Es de suponerse que
esta similitud se deriva de los aspectos universales de la comunicación humana.
Parece ser que en lo que difieren las culturas es en la “delimitación” de los mar-
cos básicos del “intercambio de información” y en el uso convencional de los
parámetros relevantes de poder. En los modelos populares de conocimiento e
informatividad (y los dominios semánticos correspondientes) pueden intervenir
elementos compartidos pronunciados (Sweetser, 1987: 62).
Sin embargo, las asociaciones morales negativas del mentir en inglés28 –el entendi-
miento popular de que “el engaño suele beneficiar al engañador, en detrimento del
oyente” (Sweetser, 1987: 55) y del “mentir como un abuso grave de la autoridad”
(Sweetser, 1987: 59)– no siempre son aplicables a la comunidad tzeltal. Por ende, no
hay una fuerza moral que se oponga a ello, al menos en el contexto de la educación
de los niños. De modo que no en todas partes se considera que las mentiras son malas
28
Lo mismo que en español (nota de la traductora).
266 Penelope Brown
cultural de la verdad análogo al concepto inglés (hay una realidad “allá afuera”; los
enunciados verdaderos son los que corresponden con esa realidad, y los falsos no).
Sin embargo, en ausencia de cánones de comprobabilidad, la verdad es escurridi-
za, y con frecuencia se reduce a aquello que funciona socialmente, incluyendo la
práctica de controlar a los niños pequeños mintiéndoles acerca de las consecuencias
futuras de sus acciones.29
29
En relación con los conceptos de “verdad” en un contexto relacionado de no verificabilidad, véase
también Danziger (1998) sobre los mayas de Mopán, quienes implícitamente creen en los cuentos:
todo aquello que está escrito debe ser verdad.
30
Por ejemplo, en su estudio de la Grecia rural, Frierli (1962) reportó que los padres mienten delibe-
radamente a sus hijos para enseñarles que no deben tomarse las palabras de los demás “al pie de la
letra”.
31
Además de la reseña de Barnes (1994), véanse DePaulo y Jordan (1982); DePaulo, Stone y Lassiter
(1985); Ekman (1989); Feldman y Custrini (1988) y Vasek (1985).
268 Penelope Brown
32
También se están socializando otras cosas, incluyendo creencias culturales específicas respecto de lo
que asusta (ser “llevado” o raptado, perros extraños, medicinas e inyecciones, baños, etc.) y de lo que es
deseable (dulces, ir a la escuela o a tiendas, ir de visita, etc.), creencias que son planteadas y reforzadas
en el contenido de las amenazas y los sobornos.
Todo el mundo tiene que mentir en tzeltal 269
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Poder y respeto:
la toma de decisiones sobre el bilingüismo
en los hogares inuit*
Martha Crago
Universidad de Dalhousie, Canadá
Claire Chen
Fred Genessee
Universidad McGill
Shanley M. Allen
Universidad de Boston
Los estudios sobre socialización lingüística (véase, por ejemplo, Crago, 1988; Heath,
1983; Ochs, 1988; Schiefflelin, 1990) han demostrado la variedad de formas que
* Este texto fue publicado originalmente en 1998 en inglés: “Power and Deference: Decision-Making
in Bilingual Inuit Homes” (traducción de Beatriz Álvarez Klein), en Journal of Just and Caring
Education, 4(1), pp. 78-95.
273
274 Crago, Chen, Genessee y Allen
pueden adoptar los patrones culturales de los niños pequeños. Los modos discursivos
de los grupos culturales y lingüísticos se establecen mediante el uso del lenguaje con
y por los niños. La comprensión del funcionamiento de esta gran variedad de formas
discursivas ha sido el resultado de comparaciones interculturales de la socialización
lingüística tal como se le lleva a cabo en varias comunidades diferentes. Disponemos
tan sólo de unos cuantos estudios (Kulick, 1992; Obondo, 1996; Schieffelin, 1994;
Vásquez, Pease-Álvarez y Shannon, 1994) de la manera en que se da la socialización
lingüística en situaciones en las cuales los niños reciben una educación bilingüe de
padres pertenecientes a grupos lingüísticos de culturas distintas. Son mucho menos las
investigaciones sobre cómo se educa a los niños en situaciones de cambio lingüístico y
cultural rápido para que se integren a los patrones de los múltiples idiomas y culturas
que los rodean, o bien, se disocien de ellos (Duranti y Ochs, 1996).
Las investigaciones sobre la adquisición simultánea de dos o más lenguas durante
los años preescolares suelen hacer referencia a la importancia de los patrones de uso
del lenguaje por parte de los padres, sobre todo en relación con la mezcla de códigos
de los niños bilingües, es decir, con el uso de ambos idiomas en un mismo enunciado
o en un segmento de conversación (Dopke, 1992; Genessee, 1989; Goodz, 1989;
Lanza, 1992). Por ejemplo, a los padres que crían a niños bilingües se les aconseja
que cada uno de ellos se limite a utilizar una sola lengua con sus hijos con el fin de
evitar la confusión lingüística y de fomentar el desarrollo lingüístico global del niño.
Sin embargo, hay muy pocas investigaciones empíricas sistemáticas que apoyen estas
afirmaciones (para una comparación, véanse Dopke, 1992; Goodz, 1989; Jarovinskij,
1995). Otros han propuesto que los estilos discursivos de los padres, así como sus
tendencias a cambiar de código al conversar con sus hijos, pueden ejercer influencias
variables sobre los índices de mezcla de códigos de sus hijos (Lanza, 1992; Nicoladis y
Genessee, 1996), si bien en la actualidad –una vez más– las investigaciones empíricas
sobre estas cuestiones son limitadas.
Hasta la fecha no se ha prestado atención a la medida y el modo en que los
patrones condicionados de uso de la lengua por parte de los padres en las familias
bilingües se asemeja o difiere de sus homólogos monolingües y monoculturales,
pese a su obvia importancia teórica. Muchos niños en todo el mundo reciben una
educación bilingüe, aunque no sabemos en qué medida los grupos lingüísticos que
éstos representan diverjan de maneras lingüística y culturalmente significativas. No
obstante, los modelos de socialización lingüística y las descripciones del uso de las
lenguas por parte de los padres basados en las familias monolingües y monocultu-
rales presentan un cuadro incompleto. Este texto desarrolla una investigación que
se ha propuesto explorar aspectos relacionados con la socialización lingüística en
familias bilingües en que los padres son miembros de comunidades culturalmente
Poder y respeto 275
CONTEXTO COMUNITARIO
Kuujjuaq es una comunidad inuit que consta de unas 1 100 personas, localizada en
Nunavik (en el norte de Quebec), a unos 1 000 km de Montreal. El único acceso a la
comunidad es por vía aérea, tras dos horas de vuelo en avión de propulsión a chorro,
o por vía marítima durante algunos meses del verano. Pese a esta lejanía geográfica,
esta comunidad es la entrada a la sección de la Bahía de Ungava de Nunavik, y como
tal es una de las comunidades más grandes de Nunavik y la que presenta la mayor
mezcla de etnias. La población de Kuujjuaq es cada vez más interétnica, y en ella se
habla actualmente una mezcla de la lengua inuktitut, inglés y francés. Las estadís-
276 Crago, Chen, Genessee y Allen
ticas de población del año 1991 (Dorais, 1992) revelan que los inuit constituyen
81% (865 personas) de la población. Todos los inuit de Kuujjuaq hablan la lengua
inuktitut, 58% habla además inglés, francés o ambos, y 42% habla sólo inuktitut.
La población no inuit de Kuujjuaq incluye a 200 personas, o 19% de la población
total; 60% de ellas habla francés, 40% habla inglés y casi ninguna habla inuktitut. De
hecho, el inglés es la lengua franca de la comunidad, y el uso de la lengua inuktitut
parece estar disminuyendo (Taylor y Wright, 1990).
Quaqtaq está situada a unos 700 km al norte de Kuujjuaq. Igualmente, el único acceso
a ella es en avión o en barco. Esta comunidad tiene unos 300 habitantes permanentes,
que viven en una vasta expansión de tundra. Sus vecinos más cercanos se encuen-
tran a más de un día de viaje en motoesquí o a una media hora de vuelo, el cual es
muy costoso. Todos los residentes permanentes de Quaqtaq, con excepción de una
media docena de personas, son inuit que hablan inuktitut con fluidez. A diferencia
de Kuujjuaq, todos los aspectos de la vida comunitaria continúan funcionando en
inuktitut, la lengua hablada por 98% de los miembros de la comunidad (Dorais,
1992). Los niños pequeños hablan su lengua con fluidez e ingresan en la escuela con
su lengua materna bien establecida. Los no inuit que viven permanentemente en
Quaqtaq son hombres que se han casado con mujeres inuit. Uno de estos hombres
ha vivido en la comunidad durante más de 20 años; otros dos han estado allí durante
los últimos 10 o 15 años y los tres restantes son relativamente nuevos. Todos estos
hombres no inuit hablan apenas un inuktitut rudimentario, y ninguno de ellos sabe
leer ni escribir dicha lengua.
En resumen, pese a su lejanía respecto del sur del Canadá y pese a que 100% de
la población inuit tanto de Kuujjuaq como de Quaqtaq habla inuktitut, estas comu-
nidades están sufriendo un rápido cambio social y lingüístico, con un considerable
potencial de perder su lengua. Esto significa, por ende, que la pregunta importante
no es quién sabe hablar la lengua sino quién la habla de hecho, con quiénes y de qué
manera. Para entender plenamente el proceso de la pérdida y el mantenimiento de
una lengua, es necesario estudiar, entre otras cosas, cómo adquieren su idioma los
niños de esas comunidades y cómo crean sus familias el ambiente de aprendizaje de
la lengua en el hogar.
Poder y respeto 277
EL CONTEXTO DE LA INVESTIGACIÓN
PROCEDIMIENTO
Esta joven pareja vive con su primogénita (véase tabla 1). Ambos padres han recibido
educación universitaria en francés e inglés. Han decidido conscientemente hablar
inglés entre sí e inuktikut con su hija (véase tabla 2). Cuando se le preguntó sobre
esta decisión, la madre dijo:
TABLA 1
Características de los participantes
TABLA 1
Características de los participantes (continuación)
Familia 1 Familia 2 Familia 3 Familia 4
Con fluidez Inuktitut, inglés, Inuktitut, inglés Inuktitut, inglés Inuktitut, inglés
francés
Origen étnico
del padre Inuk Anglocanadiense Francocanadiense Anglocanadiense
Idioma del padre
Hogar Inuktitut Inglés Francés Inglés
Escuela Inglés Inglés Francés Inglés
Con fluidez Inglés inuktitut Inglés, francés Francés, inglés Inglés
TABLA 2
Uso reportado de las lenguas
Esta madre ha seguido con su hija el mismo patrón de uso de la lengua que siguió su
madre y sin embargo ha continuado el carácter bilingüe de su propia educación al hablar
280 Crago, Chen, Genessee y Allen
TABLA 3
Uso de las lenguas por la madre 1
Interlocutor
Lengua Hija Padre Ella misma Desconocido
Inuktitut 304 6 2 1
Inglés 3
Mezclaa 3
Otro lenguajeb 20 7
Nota: Los números representan el conteo de enunciados inteligibles en las grabaciones.
a
Mezcla de códigos de inuktitut e inglés.
b
Interjecciones, vocalizaciones, enunciados ininteligibles, comunicaciones no verbales aisladas.
TABLA 4
Uso de las lenguas por el padre 1
Interlocutor
Lengua Hija Madre Él mismo Desconocido
Inuktitut 225 9
Inglés 13
Mezclaa 4 1
Otro lenguajeb 14 2 1
Nota: Los números representan el conteo de los enunciados inteligibles en las grabaciones.
a
Mezcla de códigos de inuktitut e inglés.
b
Interjecciones, vocalizaciones, enunciados ininteligibles, comunicaciones no verbales aisladas.
Poder y respeto 281
El resultado del uso de la lengua en la vida de esta niña resulta obvio en la tabla 5.
Pese a la mezcla de lenguas en su propio hogar y en el de sus abuelos, esta niña, a la
edad de dos años, es predominantemente una hablante de inuktitut.
La madre de esta niña se muestra optimista respecto de la lengua en su
comunidad. Cuando se le preguntó si pensaba que los patrones de uso de la
lengua habían cambiado en Kuujjuaq, dijo: “Creo que antes se hablaba más el
inuktitut. Durante un tiempo pareció que lo estábamos perdiendo, pero está
regresando porque nos hemos dado cuenta de que es importante, y debido a
esto desde el jardín de niños hasta el tercer grado la enseñanza se imparte en
inuktitut.
TABLA 5
Uso de las lenguas por la niña 1
Interlocutor
Lengua Madre Padre Ella misma Desconocido
Inuktitut 133 77 4 1
Inglés 9 11 2
Mezclaa 2 1
Otro lenguajeb 44 63 10 3
Nota: Los números representan el conteo de los enunciados inteligibles en las grabaciones.
a
Mezcla de códigos de inuktitut e inglés.
b
Interjecciones, vocalizaciones, enunciados ininteligibles, comunicaciones no verbales aisladas.
Esta madre subrayó la importancia de ser trilingüe, tanto para ella como para su
hija, y relacionó esa importancia con realidades económicas. En un momento de
la entrevista resumió sucintamente la cuestión: “El francés se ve bien en el curri-
culum vitae”.
TABLA 6
Uso de las lenguas por la madre 2
Interlocutor
Lengua Hijo Padre Ella misma Desconocido
Inuktitut 77 1 1 1
Inglés 2
Mezclaa 5 1
Otro lenguajeb 10 2 1
Nota: Los números representan el conteo de los enunciados inteligibles en las grabaciones.
a
Mezcla de códigos de inuktitut e inglés.
b
Interjecciones, vocalizaciones, enunciados ininteligibles, comunicaciones no verbales aisladas.
Poder y respeto 283
TABLA 7
Uso de las lenguas por el padre 2
Interlocutor
Lengua Hijo Madre Él mismo Desconocido
Inuktitut 4
Inglés 24 3
Mezclaa 3
Otro lenguajeb 3 2 1 4
Nota: Los números representan el conteo de los enunciados inteligibles en las grabaciones.
a
Mezcla de códigos de inuktitut e inglés.
b
Interjecciones, vocalizaciones, enunciados ininteligibles, comunicaciones no verbales aisladas.
TABLA 8
Uso de las lenguas por el niño 2
Interlocutor
Lengua Hijo Padre Él mismo Desconocido
Inuktitut 53 2 3
Inglés 1 2
Mezclaa 3
Otro lenguajeb 45 14 33 1
Nota: Los números representan el conteo de los enunciados inteligibles en las grabaciones.
a
Mezcla de códigos de inuktitut e inglés.
b
Interjecciones, vocalizaciones, enunciados ininteligibles, comunicaciones no verbales aisladas.
La madre reporta que a veces ella y sus hijos ven televisión en inuktitut, y la madre escucha
la radio en esa lengua. El padre escucha la radio cuando la madre la enciende. Como
ya se mencionó, el inuktitut es predominante en Quaqtaq. Todos los hijos mayores lo
hablan a su hermano de dos años y a su hermana bebé. Ambos padres son optimistas
respecto del futuro de la lengua inuktitut en su comunidad. La madre no cree que vaya
a desaparecer durante su vida. El padre atribuye la fuerza del idioma a su uso en las
escuelas y en los libros: “Tienen su propio sistema escolar. Tienen textos, tienen libros
escritos en inuktitut. El idioma actual sigue siendo muy fuerte y se lo sigue registrando
con mucha frecuencia. No creo que se pierda en nuestra generación, porque creo que
los historiadores están tratando de mantener vivas algunas de las lenguas antiguas”.
284 Crago, Chen, Genessee y Allen
Cuando se les preguntó sobre su propia decisión sobre mantener viva la lengua
inuktitut, los padres parecieron haber tomado sus decisiones casi sin pensarlas.
Esta pareja tiene dos hijas menores de cuatro años que están expuestas a una mezcla de
idiomas (véanse tablas 1 y 2). La madre y el padre hablan entre sí en inglés, su segunda
lengua. Ninguno de ellos domina esta lengua, porque la lengua materna de la madre
es el inuktitut y la del padre es el francés. La madre habla inglés e inuktitut con sus
hijas, mientras que el padre les habla en inglés y en francés (véanse tablas 9 y 10).
TABLA 9
Uso de las lenguas por la madre 3
Interlocutor
Lengua Hija Padre Hermana Ella misma Desconocido
Inuktitut 42 42
Inglés 5 13 7
Francés 1
Mezclaa
Otro lenguajeb 16 8 15
Nota: Los números representan el conteo de los enunciados inteligibles en las grabaciones.
a
Mezcla de códigos de inuktitut e inglés.
b
Interjecciones, vocalizaciones, enunciados ininteligibles, comunicaciones no verbales aisladas.
Poder y respeto 285
TABLA 10
Uso de las lenguas por el padre 3
Interlocutor
Lengua Hija Madre Hermana Él mismo Desconocido
Inuktitut 1 1 5
Inglés 2 13 11
Francés 49 98
Inuktitut e inglésa
Inuktitut y francésa 1 2
Inglés y francésa 18 1
Otro lenguajeb 7 36 2
Nota: Los números representan el conteo de los enunciados inteligibles en las grabaciones.
a
Mezcla de códigos de inuktitut e inglés.
b
Interjecciones, vocalizaciones, enunciados ininteligibles, comunicaciones no verbales aisladas.
La madre no habla francés, y el padre no habla inuktitut. Su hija de dos años ha-
bla inuktitut con su madre, y sobre todo inglés, con algo de francés, con su padre
(véase tabla 11). La hermana de esta niña, de tres años de edad, también habla en
inuktitut con su madre, y con su padre habla mitad en francés y mitad en inglés
(véase tabla 12).
Los padres de esta familia informan que no han tomado una decisión cons-
ciente sobre el uso de las lenguas en su hogar ni han comunicado una decisión de
esa naturaleza a sus respectivas familias extensas. La familia extensa de la madre
habla en inuktitut con los niños. Los abuelos paternos ven a los niños muy rara
vez, cuando el padre los lleva al sur a visitarlos. En este hogar la televisión, en
francés o en inglés, está encendida durante 16 horas al día. La madre escucha la
radio local en inuktitut, pero sólo cuando el padre está fuera trabajando, porque
“la detesta”. Por desgracia, hay largos periodos durante los cuales el padre no
trabaja, debido al desempleo estacional. La madre de esta familia no está segura
de cuál será el futuro de su lengua. Cuando se le preguntó si creía que llegaría un
tiempo en el que nadie hablaría inuktitut, sencillamente dijo: “No sé”. El padre
describe sus creencias sobre la potencial proficiencia lingüística de sus hijas de
la manera siguiente:
286 Crago, Chen, Genessee y Allen
TABLA 11
Uso de las lenguas por la niña 3
Interlocutor
Lengua Madre Padre Hermana Ella misma Desconocido
Inuktitut 16 2 11 6
Inglés 5 21 1 1
Francés 13 1
Inuktitut e inglésa 1 1
Otro lenguajeb 35 29 14 22
Nota: Los números representan el conteo de los enunciados inteligibles en las grabaciones.
a
Mezcla de códigos de inuktitut e inglés.
b
Interjecciones, vocalizaciones, enunciados ininteligibles, comunicaciones no verbales aisladas.
TABLA 12
Uso de las lenguas por la hermana 3
Interlocutor
Lengua Niña Madre Padre Ella misma Desconocido
Inuktitut 7 50 3 6
Inglés 8 45 2
Francés 42
Inuktitut e 1 1
inglésa
Inuktitut y
francésa
Inglés y francésa 3
Otro lenguajeb 25 50 68 16
Nota: Los números representan el conteo de los enunciados inteligibles en las grabaciones.
a
Mezcla de códigos de inuktitut e inglés.
b
Interjecciones, vocalizaciones, enunciados ininteligibles, comunicaciones no verbales aisladas.
[Cuando tengan cinco años] jugarán con los tres idiomas pero no hablarán
ninguno de ellos a la perfección. [Aprenden estas lenguas] porque las hablamos.
Poder y respeto 287
Esta pareja también tiene dos niños menores de cuatro años: un niño y una niña. Am-
bos padres hablan inglés entre sí y con los niños. La madre, que toda su vida ha vivido
en Kuujjuaq, creció en un hogar bilingüe en el que su madre hablaba inuktitut y su
padre hablaba inglés. Su educación escolar fue por completo en inglés. El padre habla
únicamente inglés y creció en el sur del Canadá. De niño estuvo expuesto a la lengua
y la cultura innu (un grupo indígena de América del Norte) cuando su familia vivió
durante una época en Labrador. Su educación escolar fue por completo en inglés. El
padre habla sólo en inglés con su esposa y sus hijos. La madre habla inuktitut con los
niños, pero no todo el tiempo, y con frecuencia mezcla los códigos. Ella habla inuktitut
“cuando se acuerda” y cuando el padre no está presente. El padre no aprueba que su
esposa y sus hijos hablen en inuktitut en su presencia porque no puede comprender lo
que están diciendo. Ha vivido en Kuujjuaq durante siete años pero no habla ni entiende
el inuktitut. Hasta el momento de la entrevista los niños pasaban todo el día, cinco
días por semana, con una niñera francófona. Apenas habían comenzado a asistir a una
guardería comunitaria donde la lengua principal era el inuktitut. El padre describió
lo que consideraba que era la estrategia de uso de las lenguas de su familia, si bien su
esposa dijo no haberse percatado de que tuvieran una estrategia consciente. El concepto
que tiene el padre es que los niños aprenderán el inuktitut de la madre y en la escuela,
aunque admite que no le gusta que su esposa hable esa lengua ni encienda la radio o la
televisión en inuktitut en su presencia porque eso lo hace sentirse incómodo.
En la entrevista, los padres expresaron sus puntos de vista y sus emociones sobre
su situación de la siguiente manera:
1
No se incluyen las tablas de datos cuantitativos para esta familia porque sus miembros consintieron
en ser grabados en cinta magnetofónica.
288 Crago, Chen, Genessee y Allen
Madre: Siento que he fallado [en esta entrevista], tan sólo de oír las respuestas
[de mi marido].
Padre: Creo que la gente –no es por hacerte menos, querida–, pero creo que
allá en el sur, de donde yo vengo, y ahora que estoy viviendo aquí, puedo ver
más las cosas que [tú], no estoy tan limitado en lo que pienso. ¿Entiendes lo
que quiero decir?
Madre (un tanto cortante): No, no exactamente.
Padre: Tú estás pensando más como se piensa aquí porque has estado aquí toda
tu vida. Ellos podrían irse al sur.
Madre: De modo que allá, adonde me asusta mudarme…
Padre: Tú no piensas en [eso] tanto como yo porque yo he vivido allá toda mi
vida, así que tiendo más a pensar en cualquier posibilidad en lugar de que nos
limitemos a quedarnos aquí, dependiendo de… todo cambia con el tiempo,
con las situaciones.
Madre (con voz de enfado): Bien, creo que he terminado.
Los dos niños de esta familia hablan apenas un inuktitut muy limitado, y sólo lo
hablan con su madre. Sin embargo, ambos padres se muestran optimistas respecto del
futuro del inuktitut en su comunidad. A la pregunta sobre si vendrá un tiempo en
el que ya nadie hable inuktitut en Kuujjuaq, la madre respondió: “No, a juzgar por
como vamos, no. Está mejorando, se está fortaleciendo”. El padre depositó su fe en
el futuro de la lengua en el consejo directivo de la escuela”: “No, no [creo que vaya
a desaparecer]. No mientras el consejo directivo de la escuela continúe enseñando
[el inuktitut] a los niños. Usted sabe que una lengua se extingue por abandono, y
mientras no se la abandone …”.
Esta expresión acerca del abandono de la lengua llama la atención porque es
este mismo hogar donde los padres descuidan más el inuktitut y donde los niños lo
hablan menos. El abandono se debe en parte al hecho de que al padre le disgusta
que se hable inuktitut en su presencia. Es claro que los conceptos manifestados no
siempre coinciden con el comportamiento, y no siempre se reconoce una responsa-
bilidad individual.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
acerca de las estrategias de uso de las lenguas. A algunas de estas familias se les podría
caracterizar como abierta e ingenuamente optimistas. Expresaron la creencia de que
los niños aprenderían por lo menos dos idiomas y que esto se lograría sin necesidad
de una exposición sistemática a los diversos idiomas en cuestión. Si bien todas las
familias que entrevistamos pensaban que el aprendizaje de las lenguas dependía de
qué idioma oyeran los niños hablar a su alrededor, con frecuencia este conocimiento
no estaba ligado a la estructuración del ambiente de la lengua escuchada. Es más, la
mayoría de las familias que entrevistamos no tenían una definición clara de la relación
entre el inuktitut y la identidad inuit.
En el otro extremo del continuo, hubo ejemplos de límites rígidos: los padres
anglohablantes de sexo masculino tenían los límites más claros: únicamente habla-
ban su lengua materna, el inglés. A algunos de ellos no les gustaba que se hablara
inuktitut en su presencia porque les incomodaba el no poder entenderlo. Otra forma
de rigidez se daba en aquellos casos en que el padre había tomado decisiones sobre
el uso de las lenguas pero no había comunicado éstas a su esposa. Algunos padres no
inuit consideraban saber más de cuestiones sobre el uso de las lenguas en el mundo
que sus esposas (aun cuando ellas hubieran crecido en hogares bilingües). La rigidez
de los límites impuestos por estos hombres, la docilidad de sus esposas y la superio-
ridad declarada de ciertos hombres nos indica un diferencial de poder, de género o
de ambos. También es posible que los valores culturales inuit hagan que las esposas
inuit manifiesten respeto ante los deseos y las costumbres de sus maridos.
Por último, hubo parejas que hicieron acuerdos mutuos, algunos de éstos quizá
equivocados. Los padres francófonos de sexo masculino y sus esposas inuit elegían
hablar inglés, lengua que ninguno de ellos dominaba. En una familia, los padres ha-
blaban inglés entre sí pero no con su hija. De hecho, esta estrategia implica que en ese
hogar se oye hablar inglés y que éste podría convertirse en una lengua deseable y de
categoría. En todas las familias, los padres consideraban que la escuela se encargaría
de fortalecer el inuktitut de sus hijos. Los padres no inuit, en particular, sentían que no
les correspondía desempeñar función alguna en la adquisición del inuktitut por parte
de sus hijos. Más bien, consideraban que esta lengua se mantenía gracias al empeño de
sus esposas inuit, a los libros, a la escuela e incluso al interés de los especialistas: es decir,
al parecer, gracias a los esfuerzos de cualquiera con excepción de ellos mismos.
Cuando realizamos nuestro estudio, todos los niños, salvo los de la Familia 4,
parecían estar aprendiendo muy bien el inuktitut para su edad. Sus capacidades
gramaticales en general eran paralelas a las que se reportaron para los niños inuit
monolingües (Allen, 1996; Crago y Allen, en prensa).
Esto refleja la fuerza del impulso de las madres hacia sus hijos, el uso de la lengua en
la comunidad o, en el caso de los padres de la Familia 1, una notable y firme decisión de
290 Crago, Chen, Genessee y Allen
utilizar el inuktitut con su hija. Aún así, el futuro lingüístico de estos niños es incierto.
Lo que resulta claro, al menos en el caso de los niños de Kuoujjuaq, es que una vez
que éstos desarrollen una esfera de contacto más amplia que su hogar (por ejemplo, la
escuela y la comunidad en general), y sobre todo si en la escuela no reciben la enseñanza
en la lengua propia de su patrimonio cultural, es probable que el inglés se vuelva una
lengua cada vez más dominante en sus vidas (Wright, Taylor y Macarthur, 1997).
En conclusión, estos hallazgos indican diversos patrones de uso de las lenguas en
los hogares bilingües de los niños pequeños en Nunavik. Las estrategias de uso de las
lenguas que se adoptaron revelan una falta de comprensión tanto de la adquisición
bilingüe como de las condiciones que favorecen el aprendizaje simultáneo de dos len-
guas. También advierten una gran cantidad de presiones que inciden en los individuos
que viven en una situación de contacto con lenguas y culturas diferentes. Están las
fuerzas económicas, las preocupaciones en materia de educación, la accesibilidad de
los medios de comunicación, los patrones culturales y los diferenciales de género y
de poder, todos los cuales se imponen en la vida cotidiana de las personas que senci-
llamente están intentando crear una expresión y una comprensión lingüísticas con sus
parejas, en sus hijos y en sus familias extensas. Sin embargo, el peligro de esta situación
en la cual los límites son inciertos y poco informados es que se pierda la lengua.
Como en la obra de Wong Fillmore (1991, 1996) sobre las familias de inmi-
grantes y de indios americanos en los Estados Unidos, percibimos en Nunavik la
amenaza que representa ese tipo de ambiente incierto. Es crucial darse cuenta de que
la pérdida de la lengua se deriva no sólo de las políticas lingüísticas de las escuelas y
del gobierno, sino también de la conducta cotidiana del discurso de ambos padres
entre sí y con sus niños pequeños. Después de realizar nuestro estudio, llevamos a
cabo un taller ampliamente anunciado para los padres participantes de Kuujjuaq para
discutir nuestros hallazgos. Pocos de ellos asistieron. Las asistentes fueron las madres
inuit. No importa cuán optimista y beneficioso sea el hecho de que la mayoría de
los niños de Nunavik en edad preescolar estén aprendiendo bien el inuktitut en la
actualidad tanto en los hogares monolingües como en los bilingües, existe un riesgo
de autocomplacencia por parte de los padres. En aquellos hogares en los que no se
tolera una de las dos lenguas debido a que el padre no manifiesta respeto por ella ni
ha hecho esfuerzo alguno por comprender o hablar la lengua materna de su mujer,
es improbable que a la larga se siga utilizando la lengua inuktitut. De hecho, la su-
pervivencia de esta lengua a largo plazo debe ser acunada en el hogar, por las manos
de ambos padres. Si los niños inuit del mañana han de hablar inuktitut, esto no
puede ser responsabilidad exclusiva de las madres inuit, de las escuelas comunitarias
y de las publicaciones de los especialistas.
Poder y respeto 291
BIBLIOGRAFÍA
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84.
IV. Conversación, historias y juegos
en grupos de pares
Los usos tácticos de las narraciones:
los marcos de participación en las disputas
de las niñas y de los niños*
INTRODUCCIÓN
Se suele tratar a las narraciones como artefactos que pueden ser abstraídos de sus
circunstancias locales y examinados en función de sus características internas (Labov,
1972). Aquí, en cambio, me propongo estudiar cómo están profundamente arrai-
gadas en el seno de procesos sociales más amplios. Lo que me interesa es la manera
en que los niños usan las narraciones como un rasgo constitutivo de las actividades
de las que se valen como herramientas poderosas para estructurar y reestructurar la
organización social de un grupo. En este trabajo examino las narraciones dentro de
un contexto particular: la organización de las disputas.
Mi interés primordial atañe a los marcos de participación que proporcionan las na-
rraciones, permitiendo a los niños construir y reconstruir continuamente su organización
social. Examino el modo en que los niños y las niñas, en los grupos de su mismo sexo,
utilizan ciertos rasgos de las narraciones para lograr y reestructurar las identidades sociales
en los encuentros. Con el fin de investigar la manera en que las narraciones constituyen
herramientas para realizar tareas sociales, analizo el modo en que estructuran situaciones
dentro de un dominio particular: las secuencias argumentativas, un terreno fructífero
para investigar la intersección de los géneros. Como lo señaló Turner (1986: 39-43),
con frecuencia se crea un mundo teatral al reparar los agravios, puesto que el conflicto
proporciona el ruedo por antonomasia en el que se reproducen, se descomponen, se
reconstituyen y se vuelven a crear las estructuras de la experiencia (Erlebnis) grupal y
se las vuelve muda o vocalmente significativas (Turner, 1986: 43). Cuando se utilizan
las narraciones en los procesos de disputa, éstas permiten que se represente un suceso en
todo su esplendor dramático. A través de una multiplicidad de voces (Goffman, 1974)
la persona que narra la historia y sus oyentes animan a los protagonistas de la historia
y ofrecen comentarios sobre el desarrollo de la acción y de los personajes.
*
Publicado en 1993: “Tactical Uses of Stories: Participation Frameworks within Girls’ and Boys’
Disputes”, en Deborah Tannen (ed.), Gender and Conversational Interaction, Oxford University
Press, Nueva York, pp. 110-142 (traducción de Beatriz Álvarez Klein). La versión original de este
capítulo fue publicada en 1990 en Discourse Processes, 13, pp. 1, 35-71.
295
296 Marjorie Harness Goodwin
Los niños y las niñas se valen de los mismos recursos de la historia y la disputa para
construir muy diversos tipos de sucesos. Los niños utilizan las narraciones como una
manera de continuar una discusión en curso, a la vez que reestructuran el ámbito en
el cual tiene lugar la disputa. Al cambiar de una secuencia de réplicas a la narración
de una historia, un hablante puede reformular radicalmente la estructura de partici-
pación del momento. Las niñas, en cambio, usan las narraciones para reestructurar
las alineaciones de participación, no sólo en la interacción en curso sino también
en un futuro. Las narraciones pueden generar en aquellas oyentes que son las partes
ofendidas declaraciones de planes futuros para confrontar a una parte ofensora, lo
cual resulta en confrontaciones que movilizan a todo el vecindario. Examino el modo
en que cada uno de estos grupos de género controla su organización social a través
de contar narraciones.
1
Para una descripción más completa de este trabajo de campo, véase M. H. Goodwin (1990).
Los usos tácticos de las narraciones 297
en juegos o en versos) sino que traté de observar y registrar todo cuanto pude de lo
que hacían los niños, sin importar cuán mundano pudiera parecer. Es más, intenté
evitar influir en aquello que los niños estaban haciendo. Así, los métodos que em-
pleé para recopilar los datos acerca de los niños fueron muy diferentes de los que se
utilizan típicamente en los estudios psicológicos y sociológicos del comportamiento
de los niños. Por lo regular en esos estudios se hace un esfuerzo por recopilar, en
forma sistemática y cuidadosamente controlada, ciertos tipos de información que
se consideran importantes desde un punto de vista teórico. En lugar de basarme
en un modelo de laboratorio, empleé una metodología etnográfica, diseñada para
captar con la mayor exactitud posible la estructura de los sucesos en el mundo de
los niños tal como se desarrollan en los entornos ordinarios en los que ocurren
habitualmente.
Las cintas magnetofónicas que recopilé conservan un registro detallado de
las actividades de los niños, incluyendo el modo en que su conversación iba
surgiendo en el transcurso del tiempo. Un total de más de 200 horas de habla
transcrita constituye el corpus de este estudio. En este capítulo empleo un enfo-
que –el análisis de la conversación– desarrollado por el recientemente fallecido
Harvey Sacks y por sus colegas para el estudio de las interacciones que ocurren
naturalmente.
En los grupos de niños varones, los juegos en los que se anotan puntos o las activida-
des en las que hay ganadores y perdedores proporcionan una manera de distinguir a
los miembros del grupo respecto de un rango relativo. Los pasatiempos de los niños
permiten una gama de comparaciones en función de la habilidad y la destreza, y los
niños proclaman y declaran su posición en una serie de actividades. Por ejemplo:
los niños discuten el ranking en función de la destreza que despliegan en juegos y
concursos.
1)
William: I could walk on my hands better than
Yo podría caminar sobre las manos mejor que
Anybody out here. Except him.
Cualquiera aquí. Excepto él.
And Freddie. Thomas can’t walk.
Y Freddie. Thomas no sabe caminar así.
298 Marjorie Harness Goodwin
2)
((Discutiendo el ranking de los miembros en los go-karts))
Malcolm: I’m the driver.
Yo soy el conductor.
Tony: He’s the driver. // You know he drives it.
Él es el conductor. // Ustedes saben que él lo sabe manejar.
Malcolm: I know what // that-Archie can’t drive that good.
Ya sé: // que-Archie no sabe manejar así de bien.
Archie: See- I am number three driver.
Mira- Yo soy el conductor número tres.
I’m number three driver.
Soy el conductor número tres.
Malcolm: And Dave can’t drive that good,=
Y Dave tampoco sabe manejar igual de bien,=
Tony: I’m number // two driver.
Yo soy en conductor // número dos.
Archie: I’m number three driver.
Yo soy el conductor número tres.
Si se examina el ejemplo 3, puede observarse que la discusión procede por medio de una
secuencia de “réplicas recíprocas”: secuencias de dos turnos en las que se responde a un
primer reto o amenaza mediante una réplica. Se transcriben los datos según el sistema
desarrollado por Jefferson y descrito en Sacks, Schegloff y Jefferson (1974: 731-733).
Una versión simplificada de este sistema de transcripción aparece en el Apéndice B.3
2
Un análisis más exhaustivo de la formación de equipos, así como de las actividades del habla ocurridas
en este encuentro puede consultarse en C. Goodwin y M. H. Goodwin (1990).
3
El ciclo completo de narraciones de las cuales se seleccionaron estos datos figura en el Apéndice C.
Los usos tácticos de las narraciones 299
3)
1 Tony: Gimme the things.
Dame las cosas.
2 Chopper: You shu::t up you big lips. (Y’all been
Tú cállate, bocón (Te has estado
3 hanging around with thieves.)
juntando con ladrones)
4 Tony: (Shut up.)
(Cállate la boca.)
Los números de las líneas en los ejemplos que siguen se refieren a la numeración de las líneas en la
versión ampliada de esta historia en el Apéndice C.
300 Marjorie Harness Goodwin
4)
1 Tony: Why don’t you get out my yard.
¿Por qué no te largas de mi patio?
2 Chopper: Why don’t you make me get out the yard.
¿Por qué no haces que me largue de tu patio?
3 Tony: I know you don’t want that.
Yo sé que no quieres eso.
4 Chopper: You’re not gonna make me get out the yard
No vas a hacer que me largue del patio
5 cuz you can’t.
porque no puedes.
6 Tony: Don’t force me.
No me obligues.
7 Chopper: You can’t. Don’t force me to hurt you.
No puedes. No me obligues a lastimarte.
8 ((riendo burlonamente)) Khh Khhh!
((riendo burlonamente)) ¡Kjj Kjjj!
9 Tony: ((a su equipo)) Now you gotta make
((a su equipo)) Ahora tienen que ponerles
10 your noodles.
las ligas.
[[
11 Chopper: You hear what I said boy?
¿Oíste lo que dije, chavo?
Los usos tácticos de las narraciones 301
Así, pese al hecho de que Chopper quiere proseguir la secuencia –obsérvense sus
palabras: “¿Oíste lo que dije, chavo?”, en la línea 11– es incapaz de hacerlo sin la copar-
ticipación continua de Tony. Es más, si bien ocurre aquí una disputa prolongada, no hay
una demostración clara de que uno de los protagonistas se haya impuesto al otro.
Podemos preguntarnos de qué modo un hablante que se hallara en medio de una
secuencia de este tipo podría diseñar una conversación que previniera una jugada
como la de Tony. Por ejemplo, ¿se podría construir un marco de participación en el
que no hubiera muchas posibilidades de una salida unilateral como ésta?
5)
12 Tony: I’m a dingy your hea:d.=How would you
Mugrosa tu ma:dre.=¿Qué dices
13 like that.
de eso?
14 (0.4)
15 Chopper: No you won’t you little->*h Guess what.
Te digo que no, pinche- *h Adivinen qué.
|__________________| |______________|
Réplica reconocible a la Prefacio a una historia
anterior
Autointerrupción
18 (0.4)
19 Chopper: Lemme~tell~ya.=Guess what. (0.8) We
Déjenme ~ que les ~ cuente.=Adivinen qué. (0.8) Veníamos
20 was comin home from practice, (0.4)
regresando a casa de practicar, (0.4)
21 and, three boys came up there (.) and
y que llegan allí tres chavos (.) y
22 asked~us~for~money~and~Tony~did~like~
nos~piden~dinero~y~Tony~hizo~
23 this. (0.6)
así. (0.6)
302 Marjorie Harness Goodwin
En la línea 15, Chopper inicia una réplica a lo que Tony acaba de decir pero la in-
terrumpe antes de completarla: No you won’t you little-.4
Acto seguido, produce un prefacio prototípico a una historia: “Déjenme que les
cuente. Adivinen qué”, y después, en las líneas 19 a 25 cuenta una historia acerca de Tony.
Con su prefacio indica que tiene una unidad de múltiples enunciados que completar,
la cual se extenderá a lo largo de varios turnos. Si bien, generalmente después de un
prefacio así un receptor proporciona una justificación para la narración respondiendo
en ese momento. Aquí el narrador se lanza rápidamente a contar una historia.
4
Te digo que no, pinche (nota de la traductora).
304 Marjorie Harness Goodwin
comienza a insertar señales indicadoras de risa en las palabras citadas. Esta risa no se
oye como parte de las palabras que dice Tony sino como el “comentario” en curso de
Chopper “sobre” esas palabras. Aquí, en lugar de simplemente reportar lo que Tony
dijo, Chopper representa el comportamiento de Tony en el momento del clímax. De
hecho, como ha sostenido Vološinov (1971), uno jamás se limita a reportar una acción
sino que adopta una postura respecto de lo que está diciendo. Primero, con la frase:
“Tony hizo así”, Chopper anuncia una representación subsiguiente. Después marca
las palabras que siguen como una representación por medio de claves de animación,
tales como el aumento en el volumen (indicado por las mayúsculas) y el énfasis (las
palabras con cursivas, las cuales marcan un tono alto), que dan como resultado el que
la atención se centre en la parte inicial de la negación reportada “I AIN’T GOT”.5
Otra obra (M. H. Goodwin, 1980b) ha demostrado que estas dramatizaciones tan
acentuadas dentro de la conversación funcionan para obtener una mayor respuesta
de los receptores. Así, en lugar de tratar a los demás presentes, aparte de Tony, como
oyentes indirectos, Chopper los invita ahora a participar en la conversación del mo-
mento. Es más, al animar (Goffman, 1974: 516-544) las palabras de Tony y llamar la
atención hacia éstas por medio de un volumen acrecentado, Chopper propone que se
las evalúe de una manera particular: como ridículas. Jefferson (1979) ha demostrado
que estas señales indicadoras de risa pueden solicitar la coparticipación del receptor
en la risa, y de hecho eso es lo que sucede aquí. En respuesta a las palabras de Cho-
pper, Pete (líneas 26 y 27) y Malcolm (línea 34) ríen. Antes de que la animación de
Chopper haya concluido, Pete está riendo con él. Poco después, Malcolm (línea 34)
también ríe, demostrando de ese modo una afiliación y un acuerdo con el modo
argumentativo que está presentando Chopper.
En pocas palabras, el cambio a una narración “acerca de” Tony crea un marco de
participación en el que los demás tienen ahora derecho a entrar con sus evaluaciones
de los sucesos escuchados en la historia. En lugar de tratar a los presentes aparte de
Tony como oyentes indirectos, Chopper los invita ahora a participar en la conver-
sación del momento.
Por supuesto, los receptores pueden responder de muy diversas maneras, dependiendo
de sus posiciones estructurales respecto de la historia: 1) los receptores que ocupan la
5
“NO TRAIGO” (nota de la traductora).
Los usos tácticos de las narraciones 305
6)
25 “i ain’t got n(h=(hh) o (°m(h)oney).”
“NO TRAIGO n-n-n- na da de (*d-din-n-nero).”
[
26 Pete: Ah ~ hih ~ ha,
Ah ~ ja ~ ja,
27 *hh Hah~hah!
*hh ¡Ja ~ ja!
28 Chopper: ((risa burlona)) khh
((risa burlona)) Kjj
29 ( ): (° look good.
(° te viste bien.)
[
30 Pete: *hh
31 Tokay: You di: d, ((inflexión de sonrisa))
Que s: í ((inflexión de sonrisa))
[
32 Pete: Aw:,
Oh:,
33 Chopper: ((risa burlona)) *hhh~Khh °¡Hey, Poo(h)chie.
((risa burlona)) *hhh ~ Kjj °¡Hey, Chu(h)lis.
[
34 Malcolm: Ah~ha~aa~aa Ah~ha//ha
Ah~ja~aa~aa Ah~ja//ja
35 Tokay: You there, Malcolm,
Tú estabas allí, Malcolm,
36 Chopper: ((riendo burlonamente)) *hhKh He was the(hh)re.
((riendo burlonamente)) *hhKjj Él estaba a(hh)llí.
306 Marjorie Harness Goodwin
7)
42 Chopper: Lemme~tell ya, An h(h)e sai(hh)d,
Déjenme ~ contarles, Y (h) él di(hh)jo,
43: Tokay: WH:EN!=
¡CUÁN:DO!=
44 Chopper: =“I ain’t got no(h) mo (h)ney.”
=“No traigo n-n-na(da) de d-di-(nero).”
[
45 Tony Member=
Acuérdate=
46 Pete: Whew::,
Uf::,
[
47 Tony: that night when we was goin there,
Esa noche cuando íbamos por allá
[
Los usos tácticos de las narraciones 307
Esta jugada es útil para el desarrollo en curso de la caracterización que hace Chopper
de Tony. Chopper refuta la defensa de Tony: “¡Tú estabas allí, Tokay!”, y después
solicita explícitamente una confirmación (“Qué, ¿a poco no hizo así?”) de su cita de
Tony, que recicla una vez más en las líneas 55 y 56.
Después, las palabras de Chopper reciben renovadas risas (línea 57), así como
el reciclaje del refrán (“No traigo dinero”) con entonación de burla (línea 61), por
Malcolm. Se utilizan refutaciones que ayudan a Chopper a elaborar la historia que
quiere contar. Si bien Tony produce réplicas de manera reiterativa, éstas son más
bien respuestas defensivas a las narraciones de Chopper que primeras jugadas en
secuencias de réplicas. Conforme se narra la historia, cuando Tony intenta defen-
derse se mete en problemas cada vez mayores. Las réplicas dan como resultado otras
tres descripciones que demuestran la cobardía de Tony. Los receptores ratifican la
descripción de Chopper al reír y al reciclar la cita: “No traigo dinero” (que se utiliza
como un refrán que indica la cobardía de Tony), hasta que finalmente Chopper logra
que Tony quede atrapado.
En contraste con los niños, las niñas en general no utilizan métodos directos al
evaluarse mutuamente. Rara vez se dan unas a otras órdenes escuetas o se dicen in-
sultos, y evitan hacer declaraciones explícitas sobre sus propios logros o posesiones.
Se tiene la sensación de que tales acciones indican que alguien “se cree muy lista” o
por encima de otra, violando así el ethos igualitario de las niñas. Estas percepciones
culturales respecto de la evaluación de una misma en presencia de las demás lleva a
la narradora a construir de diferentes maneras aquellas narraciones que son parte de
una disputa y a implicar de distintos modos a las demás en el proceso de narrarlas.
Es característico que en lugar de confrontarse mutuamente de manera directa con
quejas sobre un comportamiento inapropiado, las niñas discutan sus motivos de queja
contra alguien en ausencia de esa persona. A través de un procedimiento elaborado
de contar historias denominado “instigación”, las niñas aprenden que las personas
ausentes han estado hablando de ellas a sus espaldas, y se comprometen a llevar a
cabo confrontaciones futuras con esos individuos.
La actividad de reportar a una receptora lo que se dijo de ella en su ausencia
constituye una importante etapa preliminar a la confrontación. Ése es el momento
en que el suceso se vuelve socialmente reconocible como una ofensa enjuiciable. La
parte de la que se ha hablado puede entonces confrontar a aquella que, según los
informes, ha estado hablando de ella “a sus espaldas”, produciendo un enunciado
con la siguiente forma:
|
Bea acerca de Bea
1. Proporciona una estructura para los personajes citados y sus actividades dentro
de la historia.
2. Influye en los tipos de análisis que deben realizar las receptoras para entender
adecuadamente la historia.
3. Vuelve relevantes ciertos tipos específicos de jugadas subsiguientes de las
receptoras: por ejemplo, las evaluaciones de las acciones de la parte ofensora
durante la historia, las promesas de acciones futuras hacia el final de la historia
y los ensayos de sucesos futuros una vez que se completa la historia y cuando
se la vuelve a narrar posteriormente.
Hay una relación directa entre la suscitación de una confrontación futura y la manera
en que una hablante estructura su historia instigadora y las receptoras responden a
Los usos tácticos de las narraciones 311
ésta. A través del desarrollo dramático de los personajes la hablante guía hábilmente
a sus receptoras a interpretar los sucesos que está relatando en la forma en que quiere
que lo hagan, e intenta coimplicar a las oyentes en formas de acción futura. Las res-
puestas de las receptoras a las narraciones instigadoras son diferentes, dependiendo
de la relación de identidad de las oyentes con los personajes de la historia.
Bea narra dos narraciones que tratan de Kerry. La primera historia de Bea narra
a Julia y a Bárbara lo que Kerry dijo de Julia. Después Julia se va, y Bea inicia una
nueva serie de narraciones en las que le dice a Bárbara lo que Kerry dijo acerca de
ella (Bárbara).
La descripción del pasado está organizada de tal modo que demuestra que los
sucesos que se están narrando constituyen ofensas. Es más, se manipula cuidadosa-
mente la presentación de los sucesos pasados a fin de suscitar en su receptora, ahora
posicionada por la historia como una parte ofendida, comentarios peyorativos sobre
la parte que la ofendió, sin que parezca ser tal la intención directa de la historia
referida por la narradora.
Comenzaré por examinar el inicio de la primera historia de Bea, en la que narra
lo que Kerry dijo acerca de Julia.
8)
11 Bea: How- how- h- um, uh h- how about me
¿Y y- yo q- q- qué?,
12 And Julia, *h and all them um, and
¿y Julia, *h y todas ellas, y
13 Kerry, *h and all them-
Kerry, *h y todas ellas-
[
14 Julia: Isn’t Kerry mad at
¿Qué Kerry no está enojada
15 me or s:omp’m,
conmigo o algo así?
16 (0.4)
17 Bea: I’on’ kn//ow.
No s-sé.
18 Bárb.: Kerry ~ always~mad~at somebody.
Kerry ~ siempre está ~ enojada ~ con alguien.
19 °I ’on’ care.
°A mí no me importa.
[
312 Marjorie Harness Goodwin
El comienzo de esta historia tiene la forma de una reminiscencia. Bea pide a las
demás que recuerden junto con ella un suceso en particular (línea 11): “How- how-
h- um, uh- h- h- how about me and Julia, *h and all of them um, and Kerry”. Los
numerosos tartamudeos en su habla contribuyen al marco sumamente cargado de esta
conversación. La historia propuesta atañe a atributos negativos de Kerry. El contar
narraciones peyorativas, especialmente en el contexto de él-dijo-que-ella dijo, plan-
tea ciertos problemas particulares para las participantes. Es decir, estas narraciones
constituyen ejemplos de hablar a espaldas de alguien, lo cual es la misma acción que
en las narraciones de él-dijo-que-ella-dijo.
Una persona que dice algo acerca de otra corre un riesgo particular: la receptora
presente podría decirle a la parte ausente que la hablante en curso está hablando de
ella a sus espaldas. La actividad de informar justificadamente a alguien de una ofensa
en contra de ella puede tomarse y presentarse como una ofensa. ¿Hay alguna manera
de que una persona que narre una historia así pueda protegerse contra ese riesgo?
Una manera podría ser implicar a su receptora en una narración similar de modo
que ambas sean igualmente culpables e igualmente vulnerables. Sin embargo, esto
sigue planteando problemas: específicamente, sería muy ventajoso para cada una de
las partes si la otra se involucrara antes. Esto puede llevar a una negociación delicada
al principio de la historia: en las líneas 11-13, cuando Bea trae a colación las ofensas
de Kerry hacia Julia, pide la opinión de las demás, a la vez que se niega a declarar su
propia postura. Como respuesta, Julia hace una pregunta que describe su relación
con Kerry de una manera particular: “¿No está enojada Kerry conmigo o algo así?”
(líneas 14-15). Si en este momento Bea refiere de hecho una historia que demuestre
de qué manera Kerry está enojada con Julia, Bea habrá hablado peyorativamente de
Kerry antes de que Julia se haya coinvolucrado en una postura similar. Posteriormente
Bea deja pasar la oportunidad de contar una historia así al decir: “No sé” (línea 17).
Después Julia proporciona una respuesta a su propia pregunta: “Porque – porque
porque a mí tampoco me importaría, porque no puso mi nombre en ese papel” (líneas
20-21). Sólo después de que Julia se ha involucrado, comienza Bea a incorporarse a
la narración (línea 22).
Los usos tácticos de las narraciones 313
Las narraciones instigadoras atañen a otras personas que forman parte del grupo de
amigas del propio barrio y cuyo comportamiento ha sido juzgado como inapropiado.
Estas narraciones comparten ciertos rasgos:
Los procesos políticos mayores dentro del grupo de las niñas también podrían ser
relevantes para la selección de Kerry como la ofensora en estas narraciones. Glockman
(1963: 308) señala que puede emplearse el cotilleo “para controlar a los individuos
aspirantes”. En estos datos, Kerry tiene la misma edad que las demás niñas pero se ha
saltado un año de escuela, y éstas están enojadas con ella por anticipárseles en todo
aquello que les sucederá en la secundaria. De este modo, tanto la estructura de la
situación inmediata en la que ocurre el reporte como los procesos sociales mayores
dentro del grupo de las niñas tienen relevancia en relación con el modo en que se
organizan los sucesos pasados dentro de estas narraciones y la manera en que ciertos
miembros particulares del grupo de las niñas se convierten en personajes citados
(Goffman, 1974: 529-32).
Al recontar los sucesos pasados, la narradora anima (Goffman, 1974) a los
personajes citados en sus narraciones de maneras relevantes a los proyectos sociales
mayores dentro de los cuales están insertas las narraciones. Las acciones de la parte
ausente hacia la oyente presente se retratan de diversas maneras como ofensivas.
Así, al describir lo que Kerry dijo de Julia, Bea (líneas 26-31) reporta que Kerry ha
caracterizado a Julia como alguien que ha actuado “como una tonta”.
Narradora
Anima
Parte ausente
Animando
Oyente presente
9)
26 Bea: She said, She said that um, (0.6)
Ella dijo, Ella dijo que ehm, (0.6)
27 That (0.8) if that girl wasn’t
que (0.8) si esa chava no hubiera estado
28 there=You know that girl that always
allí=Tú sabes, esa chava que siempre
29 makes those funny jokes, *h Sh’aid if
hace esas bromas graciosas, *h Ella dijo que si
30 that girl wasn’t there you wouldn’t be
esa chava no estuviera allí tú no habrías estado
Los usos tácticos de las narraciones 315
Continuando, Bea (líneas 35-36) anima la voz de Kerry al reportar que Kerry dijo
que Julia había estado diciendo palabrotas.
10)
35 Bea: And she said that you sai:d, that,
Y ella dijo que tú dijiste que,
36 “Ah: go tuh-” (0.5) somp’m like tha:t.
“Ah, vete a la-” (0.5), algo así.
Al elaborar más su historia sobre Kerry, Bea relata la manera en que Kerry intentó
excluir el nombre de Julia de una “tarjeta de permiso” (un permiso escrito para ir
al baño). A la vez que describe las acciones de Kerry como ofensivas, retrata a Julia
como alguien cuyas acciones fueron apropiadas y ejemplares (líneas 64-66) y a sí
misma como alguien que defendió a Julia (líneas 68-69).
Narradora
Anima
_________________|_________________
| |
A sí misma como Oyente
personaje presente
Afiliándose con
11)
64 Bea: An m- And Julia w’just sittin
Y mm- Y Julia simplemente estaba allí
65 Up there actin- actin:, ac- ac- actin
sentada actuando, actuando, ac- ac- actuando
66 sensible. An she up- and she up there
sensatamente. Y ella, allí-, y ella allí arriba
67 talking bout, and she- I said, I s’d I
parloteando, y ella- yo dije, yo dije, yo
316 Marjorie Harness Goodwin
Narradora
Anima
__________________|__________________
| |
Parte ausente
12)
93 Bea: But she ain’t even put your name down
Pero ni siquiera había anotado tu nombre
94 there. I just put it down there. Me
allí. Yo lo anoté allí. Yo
95 and Martha put it down.=An I said, and
y Martha lo anotamos.=Y yo dije, y
96 she said “Gimme-that-paper.=I don’t
ella dijo “Dame-ese-papel.=No
97 wanna have her name down here.” I s- I
quiero anotar su nombre allí.” Yo d- yo-
Los usos tácticos de las narraciones 317
La animación que hace Bea de Kerry y de sí misma expresa formas muy diferentes de
afecto y de alineación con la perspectiva de Julia. Kerry ansiaba suprimir el nombre
de Julia de la tarjeta de permiso para que no quedara incluida en el grupo de chicas
que iban a salir del aula juntas. Bea, en cambio, defendió a Julia y argumentó que si
Julia hubiera estado en una situación similar, ella sí habría incluido a Kerry.
RESPUESTAS DE LA RECEPTORA
13)
18 Bárb.: Kerry~always~mad~at somebody.
Kerry ~ siempre ~ está enojada ~ con alguien.
19 “I ’on’ care.”
“A mí no me importa.”
14)
Narradora
Anima
________________|_______________
| |
Ella misma como Parte
figura ausente
Confrontando
15)
142 Bea: *h And she was leanin
*h Y ella estaba recargada
143 against- I- i said, I s’d I s’d I s’d I
contra- yo- yo dije, dije dije dije yo
144 said, “Hey girl don’t lean against that
dije, “Hey, chava, no te recargues en esa
145 thing cuz it’s weak enough.” *h And
cosa porque está de lo más endeble.” *h Y
146 she said and she said *h she- she did
ella dijo y ella dijo *h ella- ella hizo
Los usos tácticos de las narraciones 319
En esta historia, Bea narra cómo confrontó a Kerry con formas acusadas de insulto,
dándole una orden directa: “¡Porque te estoy diciendo (0.4). Diciendo, no te lo estoy
pidiendo” (líneas 152-153). La naturaleza explícita y escueta de la orden se ve resaltada
al colocarla en contraste con una forma más mitigada que no se dijo: “Y tampoco
estoy diciendo por favor” (líneas 153-154).
La evaluación a través de descripciones de actividades pasadas es de trascendencia
para el proceso de obtener de la receptora una promesa de confrontar a la ofensora
en el futuro. Por una parte las acciones peyorativas realizadas por la parte ausente
pueden ser interpretadas como ofensas explícitas contra la receptora presente. Por
otra parte, la descripción de un hablante de sus propias acciones en respuesta a
estas ofensas es que el confrontar al ofensor puede proporcionar a la receptora una
guía de cómo debería actuar hacia esa parte. Así, la declaración de Julia de que
confrontará a Kerry ocurre justo después de que Bea ha descrito cómo confrontó
a Kerry respecto de su exclusión del nombre de Julia de la tarjeta de permiso para
salir al baño.
16)
87 Julia: I’m a- I’m a tell her about herself.
Voy a- voy a decirle sus verdades.
320 Marjorie Harness Goodwin
Las respuestas de las partes ofendidas que constituyen planes para confrontar a la parte
ofensora se hacen en presencia de testigos. Así, demuestran las intenciones de alguien
de buscar un resarcimiento para las ofensas en su contra. Cuando una persona no
actúa según su declaración de un compromiso del tipo de “Voy a decirle sus verda-
des”, puede ser que se comente que este hecho es una demostración de inconsistencia
entre las palabras y las acciones de esa persona, lo cual se refleja negativamente en
su carácter. De hecho, después, cuando Julia no confronta a Kerry, otras utilizan sus
acciones en el intercambio presente para hablar sobre cómo ella había prometido
poner a Kerry en su lugar pero luego no hizo nada.
17)
Bea: Yeah and Julia all the time talking
Sí, y Julia diciendo todo el tiempo
bout she was gonna tell what’shername
que iba a poner a esa fulana en su lugar,
off. And she ain’t do it.
y no lo hizo.
Las alineaciones que se adoptan en el seno de un intercambio como éste pueden ser
interpretadas como compromisos de emprender una acción futura de la cual unas
partes pueden considerar responsables a otras. Cuando alguien se niega a confrontar
una vez que ha reportado sus intenciones de hacerlo, se dice que “le saca la vuelta”,
que “se le arruga”, o que “se echa para atrás” ante una futura confrontación. El hecho
de que una declaración de intenciones futuras pueda ser tratada como un suceso
relevantemente ausente demuestra en cierto grado de qué manera las respuestas a las
narraciones instigadoras se engranan con los proyectos sociales mayores.
De este modo, a través de diversas actividades –como dejar pasar la oportunidad
de alinearse con una postura definitiva antes de que la oyente lo haga al inicio de
la historia, presentarse como quien ha defendido a la parte ofendida en el pasado,
y retratar la manera tan audaz en que confrontó a la parte ofensora– la hablante
trabaja cuidadosamente para coimplicar a su receptora presente en las subsiguientes
medidas a tomar. Si bien se dice que el reporte es un informe narrativo de sucesos
pasados que implican la indignación justificada de la narradora, de la parte ofensora
y de la hablante en relación con estos actos, también puede funcionar para sugerir a
la receptora presente medidas futuras a tomar.
Los usos tácticos de las narraciones 321
Ahora podemos comparar las formas de participación que las narraciones de disputa de
los niños y de las niñas hacen posible. Las narraciones de niñas y de niños examinadas
aquí comparten varias características: 1) el tema principal son las ofensas de otro, y
2) uno de los personajes de la historia es un participante presente. En el caso de las
narraciones de los niños, las ofensas citadas tienen que ver con malas acciones de un
“participante presente”. Sin embargo, entre las niñas las ofensas tienen que ver con
“acciones reportadas de personas ausentes”. Estas diferencias tienen consecuencias
para la trayectoria de la disputa en los grupos de niñas y en los de niños. Mientras que
los niños tratan directamente con un ofensor, las niñas deben esperar a confrontar a
la parte ofensora en un momento futuro.
En las narraciones de disputa de los niños y de las niñas “el oyente que es un per-
sonaje de la historia” es retratado de diversas maneras. Mientras que en la historia de
Chopper Tony ha realizado acciones objetables en el pasado comportándose como un
cobarde, en las narraciones instigadoras de las niñas se dice que las oyentes presentes
(Julia y Bárbara) han realizado acciones ejemplares en el pasado que contrastan cla-
ramente con las acciones objetables –según se dice– de una persona ausente (Kerry).
Entre las niñas, la narradora trabaja con habilidad para alinear a la oyente contra
una tercera persona ausente. Se establece en la interacción inmediata una coalición
del tipo que las niñas denominan “dos contra una” (la narradora y la oyente contra
la parte ausente). Desde el punto de vista de la narradora, la alineación de la parte
ofendida es importante para suscitar una confrontación futura. Desde el punto de
vista de la receptora, el hecho de que al menos dos partes estén de acuerdo en una
versión particular de un suceso proporciona una justificación para actuar contra
una tercera persona. A modo de ilustración, considere las siguientes palabras que
Vettie (de 11 años de edad) dirige a su adversaria durante una confrontación:
18)
Vettie: Well I’m a get it straight with the people.
Bueno, que les quede bien claro a todas:
What Kerry, (1.4)
Lo que hizo Kerry, (1.4)
6
La serie de narraciones de la que se tomaron estos datos figura en el Apéndice D. Los números de
las líneas de este fragmento corresponden a los números de las líneas en la secuencia más amplia
de la que forma parte esta historia y que figura en el Apéndice D.
322 Marjorie Harness Goodwin
ofensora está ausente del evento en el cual ocurre la instigación, las niñas no pueden
resolver sus desacuerdos en la interacción presente. Las disputas de las niñas del tipo
de él-dijo-que-ella-dijo pueden prolongarse varios días.
Una parte ofendida en las narraciones de las niñas reacciona afirmando no sólo
que desaprueba las acciones de la parte ofensora hacia ella misma en el pasado sino
también que está preparada para confrontar a su ofensora. Cuando la parte ofendida
confronta a la quejosa, lo hace con palabras indirectas, no directas, dado que se ha
enterado de las ofensas en cuestión a través de una tercera persona. Las narraciones
de las niñas constituyen una etapa preliminar en un proceso mayor de sancionar
negativamente el comportamiento inapropiado. Después de la sesión instigadora,
las niñas vuelven a representar las reacciones de las partes ofendidas de las narracio-
nes y ensayan con las amigas guiones futuros posibles para la confrontación (M. H.
Goodwin, 1988b; Goodwin, 2006). Tras la confrontación, a las ofensoras graves del
código moral de las niñas se les puede hacer el vacío; la ceremonia de degradación
resultante, en la que se la ridiculiza y se la fastidia, puede prolongarse varias semanas.
Mientras que las narraciones de los niños tienen escaso poder motor más allá de la
situación presente, las narraciones instigadoras de las niñas están insertadas dentro
de procesos sociales mayores, y el evento de habla del tipo de él-dijo-que-ella-dijo
lleva a las participantes a involucrarse en múltiples etapas de actividad.
El presente estudio tiene relevancia para las teorías no sólo sobre la relación
entre las actividades de habla y los procesos sociales mayores sino también sobre
las diferencias de género en la organización social y la cultura de los niños y niñas.
Mientras que las discusiones de los niños varones muestran una orientación hacia la
diferenciación social y los principios de la jerarquía, las niñas, en las disputas del tipo
de él-dijo-que-ella-dijo, manifiestan una forma de organización basada en lo que se
ha llamado “exclusividad”, que, se dice, es más característica de los grupos de niñas
estadounidenses que de los grupos de niños (Douvan y Adelson, 1966, 200-202; Eder
y Hallinan, 1978; Feshback y Sones, 1971; Lever, 1976; Savin-Williams, 1980: 348;
Sutton-Smith, 1979). Las niñas afirman la organización de su grupo social mediante
la evaluación del comportamiento de las partes ausentes. Las alianzas que forman en
el proceso de hablar sobre las demás no son indicios de un rango relativo, sino que
señalan quién está incluida o excluida del grupo social del momento.
En ocasiones se argumenta que las niñas evitan la competencia directa y muestran
escaso interés en los “involucramientos negociacionales” (Gilligan, 1982; Lever, 1976;
Sutton-Smith, 1979). Se considera que, debido a que las niñas tienden más a prodigar
cuidados y nutrir que los niños, suele haber relativamente menos conflictos dentro del
grupo de pares del mismo sexo (Miller, Danaher y Forbes, 1986: 547). En ciertos ámbitos
(M. H. Goodwin, 1980a, 1988a) las niñas seleccionan explicaciones de sus acciones que
324 Marjorie Harness Goodwin
reflejan más estrechamente lo que Gilligan (1982: 62-63) denomina una ética de cuidado
(en contraste con una ética de justicia) y parecen estar más preocupadas por un yo “deli-
neado por la conexión” que con un “yo definido por la separación” (Gilligan, 1982: 35)
o la diferenciación respecto de las demás. No obstante, estas formas de comportamiento
deben interpretarse como presentaciones de sí mismas determinadas por la situación y
sensibles a los contextos en los que ocurren. Según lo demuestran vívidamente los datos
presentados aquí, en el evento narrativo del tipo él-dijo-que-ella-dijo, las niñas reaccionan
con justificada indignación cuando se enteran de que se ha difamado su carácter. Muestran
un vivo interés en iniciar y elaborar disputas sobre sus derechos (a que no se hable de ellas
a sus espaldas) que diferencian a las partes ofensoras de las ofendidas. Las alineaciones que
se adoptan durante estas disputas demarcan claramente quién está situada dentro de los
límites de un círculo íntimo de amigas, y quién está relegada a la periferia de ese círculo.
Así, las narraciones proporcionan espacios para que cada grupo de género negocie las
inquietudes fundamentales según sus conceptos de organización social.
CONVERSACIONES DE CONFLICTO
Niños Niñas
Nombre Edad Grado escolar Nombre Edad Grado escolar
Tony 14 8º Bárbara 13 8º
Archie 13 8º Bea 12 7º
Pete 13 8º Martha 12 7º
Malcolm 13 8º Julia 12 7º
Tokay 12 7º Kerry 12 8º
Dave 12 7º Annette 10 5º
Chopper 12 7º Rochele 9 4º
William 10 5º
Tommy 8 5º
APÉNDICE B. TRANSCRIPCIÓN
El siguiente ejemplo está construido de tal modo que contiene varios recursos de
transcripción relevantes en un ejemplo breve. No es un registro exacto de un inter-
Los usos tácticos de las narraciones 325
Número de
Ejemplo
16)
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
| | | | |
(0.4)
| | | |
11 12 13 14 15
1. Volumen bajo: Un signo de grado indica que las palabras a las que precede
están dichas a un volumen bajo.
2. Corte: Un guión marca un corte repentino en el sonido en curso. En el
ejemplo, Pam no termina de decir la palabra twelve sino que la interrumpe a
la mitad.
3. Cursivas: Las cursivas indican una forma de énfasis, que puede estar indicado
por cambios en el tono, en la amplitud o en ambos.
4. Corchete de traslape: Un corchete izquierdo marca el momento en el que
el hablante en curso es traslapado por las palabras de otro hablante. Así, la
palabra “Fourteen” dicha por Bruce se inicia al mismo tiempo que Pam dice
la última sílaba de “Thirteen”. Cuando dos hablantes comienzan a hablar si-
multáneamente, esto se indica mediante dos corchetes izquierdos al comienzo
de una línea.
5. Alargamiento: Los dos puntos indican que el sonido que los precede se ha
alargado perceptiblemente.
326 Marjorie Harness Goodwin
19)
1 Tony: Gimme the things.
Dame las cosas.
Los usos tácticos de las narraciones 327
22 asked~us~for~money~and~Tony~did~like~
nos~piden~dinero~y~Tony~hizo~
23 this. (0.6)
así. (0.6)
24 *hh ((alzando las manos))
25 “i ain’t got n(h)(hh) o (°m(h)oney).”
NO TRAIGO nn-n-n(h)a-da d(h)e d- d(hh)inero.”
[
26 Pete: Ah ~ hih ~ ha,
Ah-jih-ja.
27 *hh Hah ~ hah!
*hh> ¡Ja-ja!
28 Chopper: ((risa burlona)) khh
((risa burlona)) kjjj
29 ( ): (° look good.)
(° te viste bien.)
[
30 Pete: *hh
31 Tokay: You di: d, ((inflexión de sonrisa))
Que s:í, ((inflexión de sonrisa))
[
32 Pete: Aw:,
Oh:,
33 Chopper: ((risa burlona)) *hhh ~ Khh °Hey, Poo(h)chie.
((risa burlona)) *hhh ~ Kjjj °Hey, Chu(h)lis.
[
34 Malcolm: Ah~ha~aa~aa Ah~ha//
ha
Ah~ja~aa~aa Ah~ja//
ja
35 Tokay: You there Malcolm,
Tú estabas allí, Malcolm,
36 Chopper ((riendo burlonamente)) *hhKh He was the(hh)re.
((riendo burlonamente)) *hhKjj Él estaba a(hh)llí.
37 Tokay: What’d he say Chopper. ((inflexion
¿Qué dijo, Chopper? ((inflexión
38 de sonrisa))
Los usos tácticos de las narraciones 329
55 “I ain’t go(hh)t
“No tr(hh)aigo
56 no(hh)n (h)e.”
n (hh) ada.”
[
57 Malcolm: Ah~ha~ha~ha~ha~ha~ha
Ah ~ ja ~ ja ~ ja ~ ja ~ ja ~ ja
58 Chopper: ((risa burlona)) *hkh
((risa burlona)) *hkjj
59 Malcolm: Aw::::
Oh::::
60 Chopper ((risa burlona)) *khh
((risa burlona)) *KJJJ
61 Malcolm: ((baby voice)) “I ain’t got no Money.”
((con voz de niño chiquito)) “No traigo dinero”
62 Ah~ ha~ha
Ah ~ ja ~ ja
[
63 Chopper: ((risa burlona)) Khhhhhheh!
((risa burlona)) ¡Kjjjjjjeh!
64 Tony: If he had money. If he had money
Si él traía dinero. Si él traía dinero
[
65 Chopper: *hihh
*jiij
66 Tony: and he said he didn’t=
y dijo que no=
[[
67 Chopper: *hih
*jiiij
68 Tony: =them boys kicked his b’hi(hh)nd. *ch heh
=esos chavos le dieron una patada en el cu(hh)u(h)
lo. *ch- jeh
69 Chopper: I ain’t had no mon- I only had a penny
Yo no traía dine- Yo sólo traía un centavo
70 they didn’t even find it.
y ni siquiera me lo encontraron.
71 (0.4)
Los usos tácticos de las narraciones 331
20)
((Bea, Bárbara y Julia están sentadas en los escalones de la
casa de Julia, hablando sobre los maestros sustitutos durante
una huelga de maestros.))
1 Bárb.: Teach us some little sixth grade work.
Nos enseñan un poquito de lo que se ve en sexto
año.
2 at’s how these volunteers doin
(0.4) Así es como le están haciendo esos vo-
luntarios
3 now. A little um, *h Addin ’n all
ahora. Un poquito de em, *h Sumas y todo
4 that.
eso.
5 Bea: Yahp. Yahp. // Yahp. An when
Ajá. Ajá. // Ajá. Y cuando
6 we was in the-
cuando estábamos en el-
7 Bárb.: Twenny and twenny is//forty an all
Veinte y veinte//son cuarenta y todo
8 that.
eso.
Los usos tácticos de las narraciones 337
41 Bea: She-
Ella-
42 Bárb.: =jump in her face she gonna deny
=le saltes a la cara te lo va a
43 it.
negar.
44 Bea: Yah:p Y ahp.=An she said, ’h An- and
A:já A já.=Y ella dijo, ’h Y- y
[
45 Julia: °Right on.
°Eso mero.
46 Bea: she said, hh that you wouldn’t be actin
ella dijo, hh que tú no habrías estado actuando
47 like that around- around people.
así frente a- frente a la gente.
48 Julia So: she wouldn’t be actin like that
De modo que: ella no habría estado actuando así
49 wi’ that other girl.=She the one picked
frente esa otra chava.=Ella fue la que quiso que
50 Mme to sit wi’them.=She said “Julia you
yo me sentara con ellas..=Me dijo “Julia tú
[
51 Bea: Y:ahp.
A:já.
52 Julia: sit with her, ’h and I’ll sit with her,
siéntate con ella, ’h y yo me sentaré con ella,
53 ’h and Bea an- an Bea an-
’h y Bea y- y Bea y-
54 An an Martha sit together.”
y y Martha, siéntense juntas.”
[
55 Bárb.: she tellin y’all where ta sit
¿ELLA LES DECÍA DÓNDE SE TENÍAN
QUE
56 at?
SENTAR?
57 (0.2)
340 Marjorie Harness Goodwin
21)
((Lo siguiente ocurre 45 segundos después,
una vez que Julia se ha metido.))
87 catch Kerry.
a Kerry.
88 Bea: And Rochele called her baldheaded
Y Rochele la llamó pelona.
89 right~in~fronta~her face. She said “You
en~su~mismísima~ cara. Dijo “Hey, tú,
90 baldheaded thing.” Because she was
pinche pelona.” Porque se estaba
91 messin with Rochele.=I said, and so she
metiendo con Rochele.=Yo dije, así que ella
92 said, you know we were playin around
dijo, ya sabes, estábamos la estábamos friegue y
93 with her? And she said “You baldheaded
friegue? Y ella dijo “Tú, pinche
94 thing.”=She said, “Rochele you don’t
pelona.”=Ella dijo, “Rochele ¿Qué, NO TE
95 like it?” I said, I said that’s why-
GUSTA?” Yo dije, yo dije por eso-
[
96 Bárb.: Yeah she gonna
Sí, claro, va y
97 base in some little kid’s face.
la agarra contra una niña chiquita.
[
98 Bea: Yeah. And
Sí. Y
99 she said,// I said and i said= I said I
dijo,// yo dije Y YO DIJE=dije yo
100 said “What~are~ya doin to her.”
dije “Qué~le estás~haciendo.”
101 Bárb.: I better not see Kerry today. I’m a
Más vale que no vea yo a Kerry hoy. Le voy a
102 say “Kerry I heard you was talking bout
decir “Kerry oí que andabas hablando de
103 me.”
mí.”
Los usos tácticos de las narraciones 349
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La socialización del lenguaje entre grupos de pares:
la elicitación de contribuciones en el juego
de El Rey Moro en niños kaqchikeles*
Jennifer F. Reynolds
INTRODUCCIÓN
El pueblo de San Antonio Aguas Calientes, Guatemala, celebra el Día del Niño,
Dulce Nombre de Jesús, el 20 de enero. Cada noche, durante una semana entera,
jóvenes disfrazados como reyes cabalgan por las calles principales para conmemorar la
conquista española de 1492 en la obra llamada El desafío. La dramatización comienza
cuando el Rey Cristiano se encuentra con el Rey Moro y empiezan una batalla en-
tre palabras, desacuerdos religiosos y una guerra militar. La lógica moral de la obra
funciona como una división binaria del mundo (los españoles contra los moros, los
cristianos contra los musulmanes y “los buenos” contra “los malos”) y celebra el
cial
dura sólo una semana, muchos niños en sus grupos de pares (peer groups) siguen con
la tradición durante muchos meses en juegos sociodramáticos. Los niños construyen
ecos,
cartulina para las coronas y delantales y toallas para las capas–, para luego montar
palos como si fuesen caballos. Ellos corren por los patios y jardines de sus casas y
gura más
en las actuaciones es el Rey Moro y por tanto así se denomina al juego.
Mientras que el juego no interrumpa los quehaceres de la casa o ponga en peligro a
los más chiquitos del grupo, los adultos no intervienen. Según se dice, el juego de los
niños es sólo una forma de imitación del comportamiento de los adultos. Un dicho
355
356 Jennifer F. Reynolds
las cuales el habla tiene un papel importante (Cook-Gumperz, 1975, 1986; Ochs y
Schieffelin, 1979, 1984; Schieffelin y Ochs, 1986).
Este enfoque combina las siguientes perspectivas: la etnográfica del habla de Dell
Hymes, la sociolingüística interaccionista del sociólogo Erving Goffman y las teorías
de la reproducción social a través de la práctica de Bourdieu y Giddens (Hymes, 1964;
Goffman, 1981; Bourdieu, 1977; Giddens, 1979). El marco analítico presta atención
a: 1) la variación cultural de las creencias culturales sobre el concepto del “niño” y su
desarrollo, 2) la calidad y la distribución funcional de los intercambios naturales y co-
tidianos entre los adultos y los niños y 3) el uso de las formas lingüísticas y discursivas
dentro de esas prácticas como recursos para crear y actuar en el mundo social. Los
hablantes que ya poseen competencia comunicativa socializan e instruyen a los niños
de edad infantil por medio del lenguaje. O sea, los miembros competentes incorporan
la participación de niños en rutinas cotidianas usando formas lingüísticas y discursivas
para estructurar su posición e identidad de ser social y las formas lingüísticas y discur-
sivas que deberían usar con otros seres sociales. Estas rutinas presuponen ideologías
lingüísticas implícitas y forman modelos de comportamiento verbal apropiados para
emular (Woolard y Schiefflein, 1994). Por último, el marco toma en cuenta el papel
activo del niño en su propia socialización por medio del lenguaje.
Los campos relacionados al discurso de los niños dan importancia al papel del
juego, el juego del habla y el arte verbal en la adquisición de la gramática y repertorio
verbal. Las investigaciones en estos campos subrayan que dentro del marco del juego,
los niños y jóvenes demuestran una competencia comunicativa no bien reconocida
por los adultos (Hoyle, 1998; Paugh, 1995), y por esta razón es importante estudiar
el juego. Estudios previos han demostrado que en el juego infantil “el proceso” cuenta
más que “el producto”. O sea que dentro del marco del juego, los niños experimen-
tan con las propiedades de las formas lingüísticas y discursivas y no prestan tanta
atención al significado (Garvey, 1975; Kirshenblatt-Gimblett, 1989). Esto facilita
la adquisición de las formas y el desarrollo de la facultad metalingüística, así como la
función poética del lenguaje (Jakobson, 1960; Cazden, 1976; Kirshenblatt-Gimblett,
1979; Pellegrini, 1981; De León, 2007). Estos estudios presentan un panorama de
formas adquiridas a todos los niveles lingüísticos tradicionales (desde la fonología, la
morfología y la sintaxis, hasta la semántica), en las variedades del habla, incluyendo
los registros (Ervin-Tripp, 1977; Garvey, 1975; Hoyle, 1998; Mitchell-Kernan y
Kernan, 1977; Sachs y Devin, 1976), los estilos (Cook-Gumperz, 1995), y las clases
de actividades discursivas y género (Auwärter, 1986; De León, 2006, 2007; Goldman,
1998; Minks, 2008; Reynolds, 2002, 2003, 2007).
En los años setenta la unidad de análisis principal era la forma lingüística. Por
ejemplo, se concebían las actividades del juego como oportunidades para resolver
358 Jennifer F. Reynolds
MÉTODO
extendida ocupan un papel muy importante, más que el de los niños del barrio o de
la escuela (De León, 1998, 2007; Gaskins, 1999, 2006; Maynard, 2002; Reynolds,
2002, 2007; Rogoff, 1981). En la mayoría de los casos, los amigos y los rivales en la
vida de los niños de edad infantil vienen de la misma familia. Los grupos de iguales
en este estudio varían. Por ejemplo, en dos casos, fuera de la escuela, durante el día la
mayoría de los niños sólo juegan con miembros de la familia extendida. En otro caso
la situación es distinta porque no hay niños dentro de la familia extendida en la casa
con quién jugar. Eso se debe a que casi todos los hermanos son mayores, y ellos y sus
familias viven en casas al otro lado del pueblo. Por tanto, las visitas de sobrinos no
son frecuentes. Es el caso de Pedrito, de seis años de edad, el niño menor de la familia
Pop, quien juega más con otros niños del barrio que con niños de su familia.
Entre las tres redes familiares hay una gran variedad de juegos (con reglas y
sociodramáticos) y no todos los niños muestran preferencia por los mismos juegos.
En la casa Pop, la obra de El desafío es muy bien conocida, y su entendimiento
entre los niños se manifiesta en la predilección que tiene Pedrito por el juego
de El Rey Moro. Se puede argumentar que Pedrito aprendió los discursos reales de
Rey Moro cuando uno de sus hermanos mayores participó en la obra El desafío. El
adolescente pasaba horas en casa memorizando los discursos reales. Seguramente,
Pedrito, como participante marginal, aprendió mucho sobre el contenido y la
estructura de los discursos durante este tiempo.
No toda la gente del pueblo tiene el mismo nivel de conocimiento de los discursos
reales de El desafío. Aunque todos en el pueblo pueden ver y escuchar la actuación
durante la semana de fiesta, las máscaras de los disfraces tapan la boca y no se pueden
escuchar los discursos claramente. Es común ver a las personas preguntarse durante
la obra: “¿qué decía?” Inclusive, muchos se burlan de los actores precisamente porque
no se les entiende. Así que Pedrito tiene más conocimiento de los discursos de la
obra que muchos otros en el pueblo o sus iguales. El hecho de que los otros niños
no compartan el mismo nivel de competencia comunicativa facilita la socialización
por medio del lenguaje entre los grupos de pares y la invención e improvisación
de nuevos discursos en El desafío. Enseguida se presenta una descripción del guión
formal de El desafío, junto con un análisis de cómo los niños estructuran su cultura
infantil por medio de su interpretación de la obra.
EL DESAFÍO
Bricker, 1973; Harris, 2000). Durante la época colonial, este tipo de representa-
ción dramática le sirvió a la Iglesia católica como instrumento pedagógico en la
cristianización de los pueblos indígenas. Los diversos acontecimientos y personajes
históricos representados de esta manera captaban la imaginación de diferentes pue-
blos y la mayoría reciclaba el mismo conjunto de protagonistas (los españoles o
los franceses) y “moro” antagonistas (los turcos, los moros, los judíos, o los negros).
Aunque los acontecimientos representados variaban de pueblo a pueblo, la lógica
moral binaria permanecía igual, aunque en las actuaciones se reinterpretaban las
tensiones étnicas locales (los indígenas contra los mestizos o los ladinos). Hoy
en día, hay muchas variedades de ese género de práctica (Hanks, 1996) que sir-
ven para recuperar y valorizar las identidades indígenas o para comercializar las
mismas para el turismo (Kearney, 2000; Nagengast y Kearney, 1990). La maleabi-
lidad del género permite la continua participación del pueblo en lo que se considera
como “la tradición”, y a la vez permite que se acople a los significados culturales y
políticos del tiempo.
En San Antonio Aguas Calientes, miembros de la parroquia de todas las edades
se encargan de organizar la fiesta y participan en el desfile. Los preparativos incluyen
la recaudación de fondos, el alquiler de los disfraces y los caballos, la contratación
de los músicos para el desfile y la organización de ensayos secretos para proteger la
identidad de los actores principales, la cual no se revela al público. Para financiar
la obra, los organizadores usan sus ahorros, piden préstamos a sus amistades y fami-
liares y solicitan donaciones. Para esto, los niños se visten de micos (changos) y bailan
por las zonas residenciales pidiendo dinero.
Todas las dramatizaciones del El desafío ocurren en varios lugares del pueblo
por una ruta que establecen los organizadores del desfile. Las actividades empiezan
al anochecer y terminan tarde, después de que la procesión entra a la catedral.
Encabezando el desfile van los cristianos montando caballos. Luego siguen quienes
cargan las imágenes sagradas de Cristo y de la Virgen. La procesión la continúan
los músicos, integrándose al final cualquier persona que quiera acompañarlos.
El desfile se detiene cuando los cristianos se encuentran con el ejército del
Rey Moro, al cual se le impide el paso. Entonces el Rey Moro se acerca al Rey
Cristiano, amenazándolo, para luego regresar a su ejército y prepararse para el
enfrentamiento. El Rey Cristiano manda a su mensajero a declarar por medio de
“La Palabra de Dios” que hay sólo un Dios y su ley dicta que los moros tienen
que convertirse en Sus hijos. El Rey Moro rechaza “La Palabra de Dios” y vuelve
a amenazar al Rey Cristiano por medio de su propio mensajero, aumentando la
tensión. Cuando la tensión llega a cierto punto, surgen un gran duelo de palabras
y una batalla a espadas.
362 Jennifer F. Reynolds
La batalla termina con el triunfo del Rey Cristiano, quien presenta al vencido Rey Moro
frente a la imagen de Jesús. Bajo la amenaza de ser degollado, el Rey Moro se ve obligado
a hincarse frente a la imagen de Dios. Entonces el Rey Cristiano recita un breve discurso
en el que reconoce el poder y la bondad del Dios, reafirmando así su fe. El Rey Moro le
sigue con otro discurso que refleja su conversión religiosa al cristianismo, renunciando
a su vieja religión y declarando que está convencido del amor de Dios.
La obra termina con la despedida final, recitada por los dos reyes, dando gracias a
Dios y prometiendo ser fieles a Su palabra. Después desfila el grupo por las calles
hacia otro lugar, en donde empieza de nuevo la dramatización.
Santa Catarina Barahona, la comunidad adyacente, celebra El desafío también,
pero allí los actores llaman a Jesús con el nombre de Señor Esquipulas, que se refiere
a la imagen famosa del Cristo Negro de Esquipulas, Guatemala. Este Cristo Negro
es una de las imágenes más famosas en la región, y muchos peregrinan cada año para
afirmarle su fe. En las dos comunidades, el Rey Moro llega a reconocer el poder y la
superioridad de una sola fe: la fe cristiana.
Los comentarios que hacen los adultos de las dramatizaciones reflejan la importancia
del mensaje moral de la obra y de su función social para unir a la comunidad. Mientras
los actores recitan sus discursos y se preparan para la batalla entre los reyes, se desarrolla
otra clase de “batalla” entre los actores y los niños y adolescentes, quienes hacen todo
lo posible por distraer a los actores con sus silbidos, gritos e insultos, desafiándolos a
perder la concentración. La tensión que surge entre ellos pone de manifiesto un enfo-
que distinto hacia la obra por parte de los jóvenes. A diferencia de los adultos, ellos se
preocupan más por “la actuación” de los actores (por ejemplo, si pueden cabalgar como
si fuesen reyes, si son capaces de ignorar la bulla de los espectadores, etcétera).
Mientras que la atención de los adultos está sobre el Rey Cristiano y su mensaje de
“La Palabra de Dios”, los niños y los jóvenes están más interesados en el Rey Moro. En
sus comentarios, los jóvenes hacen repetidas referencias a la importancia del Rey Moro y
su resistencia a ser convencido: “el que no se convence”. Quizá sea por esto que los niños
le dan el nombre a su juego sociodramático: “El Rey Moro” y no “El Rey Cristiano.”
EL REY MORO
Fragmento 2 – 18-2-1999
1
El concepto de “clases de actividades” es útil para enmarcar el cambio estilístico entre marcos de
interacción en grupos de actividades cotidianas que en el mundo actual están interrelacionadas y
no siempre muy marcadas.
366 Jennifer F. Reynolds
Después de asegurar que la obra tenga caballos, es sumamente importante que los
niños puedan recitar los discursos reales. Los que demuestran mayor competencia
comunicativa pueden recitar todos las formas discursivas y poéticas (incluyendo el
paralelismo) siguiendo las unidades de entonación (Chafe, 1987), y reproduciendo así
los fenómenos paralingüísticos y dramatización de los gestos apropiados con cada clase
de actividad. Los que toman el papel en serio intentan imitar una voz ronca masculina.
La pronunciación de los discursos de despedida es muy marcada, enunciando cada
La socialización del lenguaje entre grupos de pares 367
sílaba de manera rápida y en un tono alto entre la unidad de entonación, hasta la pe-
núltima sílaba, que se enuncia con una explosión de volumen, cayendo drásticamente
después el tono de la última sílaba no tensionada. Por último, mientras se enuncia la
penúltima sílaba, el niño actor levanta su espada en un gesto dramático.
En los juegos sociodramáticos observados hay tres clases de intercambios que requie-
ren la recitación de palabras reales. La primera es opcional, porque sólo es posible
cuando hay muchos actores con alta competencia comunicativa para representar un
intercambio triádico siguiendo un marco de participación en donde el mensajero es el
receptor y locutor de los discursos reales. El intercambio ocurre cuando los reyes se han
encontrado en el camino y empiezan a molestarse el uno al otro con amenazas.
Si los dos son muy capaces, los discursos reales llegan a ser muy elaborados, pero
siempre toman la forma de pares contrapuestos y siempre se ve claramente la secuencia
de pares adyacentes.
Los dos intercambios abren con la enunciación del nombre del Señor. Una tiene función
fática del lenguaje para establecer la comunicación entre dos locutores (Jakobson, 1960),
y sigue con un mensaje que refleja el posicionamiento del autor como un servidor de
Dios. En el intercambio 3.1, línea 2, el Rey Cristiano cumple con su promesa de vencer
al Rey Moro y convencerlo de “La Palabra de Dios”. En el intercambio 3.2, línea 2, el
Rey Moro demuestra su conversión cuando reconoce el poder de Dios de “convencer
a todos”, aunque sea a través de la espada.
Las secuencias de cierre en cada intercambio varían. El cierre de discursos del Rey
Cristiano empieza con una despedida pero sigue con una de dos opciones. La pri-
mera es un preámbulo a nueva apertura: la introducción de Rey Moro al Señor. La
segunda opción es una promesa de reencuentro, y forma la primera parte de un par
adyacente de “otra” apertura u otro intercambio entre el Dios y su fiel servidor. En
cambio, el Rey Moro sólo enuncia la promesa de un reencuentro. En el ejemplo
anterior, el posicionamiento del Rey Moro es el de un servidor fiel. En otras ocasio-
nes (fragmento 4) resulta que el Rey Moro cambia de opinión y no se convence, le
promete un reencuentro de guerra en otro día. Es un ejemplo de una manipulación
creativa del sistema de la preferencia de acción en los pares adyacentes.
Cuando esto sucede los niños empiezan a jugar de nuevo, y entonces se ve clara-
mente la diferencia entre las dos: El Rey Moro y El desafío. Esto permite a los niños
representar la duda y la resistencia del Moro en su guión de clausura. El fin no
siempre representa una profesión y afirmación de la fe cristiana, así que los niños
abren un pequeño espacio para derribar, aunque sea durante un instante, el mundo
moral de los adultos, lo que sirve para repetir el juego sociodramático de nuevo
(Reynolds, 2003).
Fragmento 5 – (9-2-99)
11 ((sigue el duelo))
12 deci las palabras.
13 Rosita: v-os
14 Pedrito: v-os •hh decís solo •hh Señor Esquipulas
15 nos (vemos) en la plaza (.) decí.
16 Rosita: (vos ?) ((se agacha un poco cuando se acera la espada
de RC))
17 Pedrito: pero vamos más allá ve?
18 ((cambian de lugar – del sol a la sombra))
19 Rosita: ((chicotea a su caballo mientras cabalga))
20 Pedrito: así quedate.
21 ((se levantan las espadas y sigue el duelo))
22 Pedrito (rc): Señor Esquipula
23 me (convences) en la plaza
24 por eso ya me voy
25 Sí por todo Señor Esquipulas
26 y la Virgen
•
27 hh por todo me voy.
28 (te ?) me voy
•
29 hh por todo Señor Esquipula
30 aquí está lo quería
•
31 hh adiós Señor Esquipula
•
32 hh (me convences) en la plaza
•
33 hh adiós Señor Esquipula
•
34 hh voy a llevar el Rey (malo)
35 matado de su pescuezo.
Cuando llega el momento en que el Rey Moro tiene que recitar el discurso del due-
lo, Pedrito utiliza una estrategia común en la socialización por medio del lenguaje
de “elicitar” (prompting), en donde uno invita al otro a repetir, exactamente, el
enunciado, utilizando un verbo del habla “decí X” (Brown, 1998; De León, 1998;
Schieffelin, 1990; Sidnell, 1997). En la línea 12, Pedrito le manda a decir palabras,
pero no da ejemplo de un discurso apropiado para la actuación. Rosita se niega
porque no sabe cómo decir los discursos, y entonces Pedrito le dirige a seguir un
ejemplo simplificado en la línea 14: “•hh Señor Esquipulas nos (vemos) en la plaza
(.) decí”. La grabación no es muy clara, así que no se sabe exactamente lo que dijo
Rosita, pero sí fue obvio que no estaba lista para decir los discursos sola. Pedrito
siguió con la actuación, improvisando los discursos bastante elaborados del Rey
374 Jennifer F. Reynolds
Cristiano. La actividad del juego entre dos niños les presenta una oportunidad de
aprender, mostrar y practicar las habilidades relacionadas a la recitación de las formas
sencillas y retóricas y la improvisación de enunciados nuevos. El juego representa un
marco importante que crea una zona del desarrollo próximo entre grupos de pares
que facilita el desarrollo de todos (Vygotsky, 1967; Cook-Gumperz, 1995).
El siguiente fragmento es otro ejemplo de este proceso de elicitar los discursos,
pero en esta interacción entre Pedrito y Quique se ve otra estrategia discursiva de
asistencia y apoyo (scaffolding) (Rogoff, 1990), en donde el experto simplifica la
actividad para facilitar la participación del principiante. El discurso entero se puede
dividir en pequeñas partes que son más fáciles de recordar e imitar con la asistencia
del experto. Utilizando esta estrategia con Quique, Pedrito habla más despacio y
alarga la enunciación de unos sonidos para que Quique siga su ejemplo.
Fragmento 6 – 27-1-99
Fragmento 7 – 9-2-1999
18 ((pausa larga))
19 Pedrito: ((Vuelve y habla en la voz de Rey Cristiano))
•
20 hh ya lloran (como)
•
21 hh me (han ?de ? )
•
22 hh por eso ya me voy
•
23 hh por todo Señor Esquipula
•
24 hh confie(sa en todo mi fe)
•
25 hh adiós Señor Esquipula
•
26 hh nos ve:::mos en la plaza.
27 ((Pedrito sale cabalgando))
28 Pedrito: veni pue Quique (.) YA.
29 ((imita el relinche del caballo))
30 (pausa)
31 Pedrito: qué::.
32 Quique: Señor Esquipula
33 (??)
•
34 Pedrito: hh no::
35 tenés que decir otra palabra.
36 Quique: qué palabra,
37 Pedrito: lo que yo dije allá .hh
38 Quique: cómo diji::ste,
39 Pedrito: lo vos dijiste aquí -pue
40 Quique: a::h.
41 ºSeñor Esquipula (?)º
42 Pedrito: >ah (duro) -pue
43Quique: Señor Esquipu::la
44 ((mucha bulla en la cinta, talvez ni hable))
45 Pedrito: (más) du::ro
46 Quique: Señor Esquipula
47 (nos vemos en la ?)
48 Pedrito: (??? aquí)
49 Más bulla en la grabación, tal vez alguien le habla al Pedrito))
50 Pedrito: bueno (?)
51 ((sale cabalgando))
Al mismo tiempo, Pedrito se vuelve más exigente. Ahora se preocupa no sólo por la
recitación de los discursos, sino también por la actuación, enfocándose en la habi-
lidad de los actores de distinguir entre clases de discursos (líneas 34-35) y aspectos
La socialización del lenguaje entre grupos de pares 377
Por ejemplo, los breves enunciados del principiante, Élfido, son de tal calidad que
Pedrito puede inventar nuevos discursos contrapuestos que conforman las estruc-
turas convencionales de las clases de discursos de reyes y que son apropiados para
el contexto de la enunciación durante la actuación (fragmentos 8: 16-17; 9:12-15).
También fue Élfido quien manipuló las secuencias en el cierre de la despedida para
mostrar que el Rey Moro no siempre se convence de “La Palabra de Dios” (véase
fragmento 4: 2). Pedrito se dio cuenta del alto nivel de competencia comunicativa
de Élfido cuando me comentó: “¡Él sí habla las palabras!”, y que cuando jugaban El
Rey Moro jugaban “¡Calidad!”
CONCLUSIÓN
los adolescentes (Alldred, 1998; James, 2007). En otras comunidades mayas fuera
de Guatemala, los niños no siempre forman grupos de pares fuera de la familia
extendida (De León, 2007) y algunos no participan en juegos fantáscios (Gaskins,
1999), como los niños de San Antonio Aguas Calientes. Esto se debe a cambios
sociopolíticos y económicos que impactan la vida cotidiana y las redes familiares.
En Guatemala, el movimiento maya nacionalista en el clima posguerra ha politi-
zado el uso doméstico del idioma maya como un signo icónico de identificación
indígena (Warren, 1998; Reynolds, 2009). El monolingüismo español en las
comunidades mayas se interpreta como una forma de etnicidad lingüística (Cojtí
Cuxil, 1990). Los mayas lingüistas han intentado interceder en ese proceso para
que no se pierda la riqueza lingüística y que establezca un multilingüismo estable.
Hasta hoy en día han desarrollado un currículo bilingüe para el nivel primaria,
pero falta la participación activa y capacidad creativa de los niños. Este estudio,
junto con los de Lourdes de León, es uno de los pocos que presta atención a có-
mo los niños kaqchikeles, dentro de sus grupos de pares, forman una comunidad
interpretativa y muestran mayor competencia comunicativa en el arte verbal que
muchos adultos en la misma comunidad. Además, el proceso de socialización por
medio del lenguaje parece mucho más democrático entre el espacio de la actuación
porque las jerarquías entre edades relativas no son tan rígidas.
De hecho se plantea la idea de que la creación de una nueva obra infantil, El Rey
Moro, no debe ser considerada una copia imperfecta de la versión adulta, sino que
es el producto de dos procesos interrelacionados en la estructuración de la cultura
infantil. El primero refleja que las prácticas de inclusión y acomodación figuran en
la formación de grupos de pares entre los niños kaqchikeles mayas. El hecho de que
el grupo, como comunidad de práctica, esté orientado a acomodar la variación del
nivel de habilidad y de conocimiento compartido da lugar a la socialización por
medio del lenguaje. Los niños que demuestran mayor competencia comunicativa
en recitar los discursos reales facilitan la participación de todos por las prácticas de
apoyo y asistencia, como en el caso de elicitar los discursos.
El grupo de pares, como una comunidad interpretativa, se apodera del marco
de la actuación para negociar e inculcar nuevos significados al guión por medio de
la improvisación y la innovación de nuevos discursos reales. Por ejemplo, en el frag-
mento 9, aunque el Rey Cristiano, representado por Pedrito, amenaza con “te voy a
quitar el corazón” y con “no te vas a poder (de) resistirte”, el Rey Moro no siempre
está vencido o convencido del acto de clausura de la versión infantil. El Rey Moro
empieza su despedida con la apertura apropiada: “adiós Esquipulas”, pero omite el
honorífico “Señor” y cierra el discurso con una amenaza: “te voy a hacer un calda::zo”
(fragmento 4). Así que cuando los niños actúan como reyes reproducen y resisten
380 Jennifer F. Reynolds
al mismo tiempo la lógica moral rígida de la versión adulta de la obra. Esto es muy
importante porque si ha de florecer un espíritu democrático en un país históricamente
autocrático y exclusionista, las nuevas generaciones necesitan espacio para imaginar y
explorar caminos alternativos que no siempre concuerdan con los discuros dominantes
del tiempo. Como el Rey Moro, no todos deben ser convencidos.
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Índice temático
A
Acomodación 169, 379
Actividades compartidas 96, 105, 108, 111, 112, 116, 119, 122
Adquisición 4, 6, 7, 15, 18, 19, 22, 104, 137, 138, 140, 141, 149, 152, 158, 159, 160,
167, 168, 171, 173, 174, 175, 176, 177, 178, 179, 227, 233, 234, 274, 275, 289,
290, 356, 357
Alfabetización 20, 196, 197
Alineación 166, 304, 317, 318, 321
Analítico (s) 90, 146, 195, 204, 224, 357
Aprendizaje en comunidades 17
Aprendizaje participativo 121
Aprendizaje por línea de ensamblaje 17, 96, 97, 103, 106, 107, 108, 110, 111, 112, 113,
114, 115, 119, 120, 121, 122
Asistencia y apoyo (scaffolding) 374, 379
Automantenimiento 52, 53, 54, 66, 67
B
Bidimensional vs. tridimensional 199, 226
Bilingüismo 4, 8, 20, 27, 273, 275, 292
Blancos de clase media euroamericana 45, 48, 54, 58, 60, 71, 100, 105, 110, 117, 118
C
Cambio cultural 22, 37, 96, 102, 273, 274, 276
Cambio de turnos 105, 109, 149, 167, 199, 205, 213, 298, 303, 326, 368,
Comparación transcultural 15, 17
Competencia (s) 46, 53, 54, 65, 66, 69, 102, 114, 140, 150, 151, 152, 165, 167, 174,
179
Competencia (s) comunicativa (s) 9, 27, 152, 227, 228, 356, 357, 359, 360, 367, 371,
375, 378, 379, 382
Competencia gramatical 356
Comunidad interpretativa 24, 358, 359, 371, 379
387
388 Lourdes de León Pasquel
D
Debate 25, 38, 147, 189, 299
Debate naturaleza-crianza 38
E
Educación 14, 15, 22, 25, 30, 31, 37, 67, 68, 93, 103, 110, 113, 120, 121, 126, 129,
130, 141, 147, 165, 170, 196, 205, 234, 235, 265, 273, 274, 278, 279, 282, 287,
290, 385
Educación indígena 13, 28, 109, 129, 234, 235, 261
Educación intercultural 13, 25, 27, 28, 29
Elicitación 8, 18, 146, 157, 197, 201, 355
Elicitar 151, 159, 371, 373, 374, 379
Enfoque etnográfico 13, 15, 16, 17, 19, 20, 21, 23, 25, 33, 39, 40, 50, 51, 56, 67, 69, 79,
127, 145, 146, 148, 152, 153, 170, 173, 196, 198, 206, 227, 228, 230, 297, 357, 359
Estilos cognitivos 195, 203, 204, 227
Estilos de aprendizaje 18, 203, 204
Estructura de participación 95, 105, 108-112, 114
Evaluación 18, 96, 97, 108, 111, 120, 121, 122, 199, 220, 221, 252, 253, 309, 319, 323,
365
Eventos de literacidad 21, 195, 197, 198, 199, 200, 201, 206, 207, 210, 211, 222, 223,
227, 228
Explicaciones causales 202, 203, 213, 223, 224, 225, 227
Explicaciones descriptivas 202, 203, 205, 209, 214, 218, 222, 224-227
F
Formas comunitarias de aprendizaje 14
Formato de producción 365
Índice temático 389
G
Género 22, 23, 273, 289, 290, 295, 296, 323, 324, 357, 358
Género y lenguaje 22, 23, 273, 289, 290, 295, 296, 323, 324, 357, 358
Grupo (s) de pares 8, 16, 23, 24, 37, 160, 223, 293, 300, 324, 355, 356, 358, 359, 360,
365, 372, 374, 378, 379
H
Habilidades narrativas 4, 7, 25, 92, 195, 226
Habla centrada en niños 18, 105, 152, 172
Habla reportada 241, 278, 304, 322
Historia (s) de desarrollo 4, 7, 137, 148, 151, 153, 159, 160, 164, 166, 167, 170, 171,
175
I
Independencia del niño 17, 49, 50, 54, 62, 69, 71, 80, 84, 87, 89, 91, 214
Inglés 15, 21, 95, 117, 137, 202, 210, 216, 265, 266, 267, 273, 275-290,
Iniciación-respuesta-evaluación 199
Intencionalidad 99, 144, 151, 165
Interacción 7, 13, 14, 17, 22, 24, 25, 38, 45, 56, 57, 68, 69, 77-82, 84-88, 90, 99, 110,
117, 143, 146, 147, 148, 149, 150, 152, 153, 154, 155, 160, 174, 176, 198, 205,
222, 227, 231, 235, 252, 253, 257, 296, 299, 321, 322, 323, 358, 365, 371, 374
Interacción comunicativa 148, 149, 174
Intercambio diádico 156, 159, 166, 167, 368, 369, 370
Intercambio multipartita 166, 167, 172, 173, 308
Intercambio triádico 153, 154, 164, 167, 367
Interculturalidad 7, 13, 14, 15, 22, 27, 28, 93
Inuit 4, 8, 15, 22, 27, 99, 117, 119, 124, 125, 273, 275, 276, 277, 280, 289, 290, 291,
292
J
Juego simbólico 59-63, 70
Juego sociodramático 363, 365, 371
K
Kaluli 19, 20, 32, 39, 99, 116, 133, 137, 138, 148, 152-159, 164, 166-173, 175, 177,
179, 183, 190, 194, 244, 250, 272, 292
390 Lourdes de León Pasquel
L
Lenguaje 3-8, 13, 15, 16, 18-24, 27, 97, 99, 106, 135, 137, 138, 139, 140, 141, 145,
148, 149, 151, 154-162, 164, 167, 168, 170-180, 189, 195-197, 199, 205, 206, 216,
217, 218, 221-228, 231-234, 258, 261, 264, 269, 274, 280-286, 296, 355-360, 370,
373, 378, 379
Lenguaje de cuidadoras (es) 19, 37, 39, 45, 55, 57, 64, 137, 138, 141-151, 153, 155, 156,
159, 161, 162, 164, 165, 166, 168-172, 174, 175, 177, 179, 237, 244, 245, 251,
252, 264, 266, 268, 269
Literacidad 21, 195-201, 204, 206, 207, 210, 211, 222, 223, 227, 228
M
Maneras de abordar 195, 196, 197, 203, 223
Marco (s) de participación 4, 295, 301, 303, 358, 367, 368, 369,
N
Narrativa (s) 16, 20, 23, 120
Niña (s) 4, 8, 23, 43-46, 48, 51-53, 59-61, 64, 65, 84-86, 115-117, 138, 147, 149, 153,
160, 161, 164, 171, 175, 178, 179, 207, 213, 218, 241, 253, 278, 280-282, 285-287,
295, 296, 309, 310, 313, 314, 321, 322, 323, 324, 348
Niño (s) 4, 6, 7, 8, 14, 16-24, 26-28, 31, 37-40, 42-72, 77-84, 87-90, 93, 95-107, 109-
122, 132, 137-179, 184, 195-207, 209-227, 231-239, 241, 243-246, 248, 250-254,
257, 258, 261, 264-269, 273, 274, 276, 281-285, 287-290, 295-298, 300, 307, 309,
321-324, 330, 331, 333, 335, 355-361, 363-368, 371, 372, 374, 375, 377-379, 382
Nombrar 20, 109, 198, 199, 204, 205, 221, 224, 227
O
Observación 17, 18, 31, 43, 45, 46, 50, 51, 56-60, 64, 65, 81, 89, 90, 93, 95-100, 102,
108, 109, 115, 116, 117-120, 123, 141, 143, 244, 257, 264, 278, 359, 365
Oralidad y escritura 23
Organización social 19, 23, 109, 148, 203, 295, 296, 308, 323, 324
P
Pares Véase grupo (s) de pares
Pares adyacentes 367, 369, 371
Pares contrapuestos 358, 368, 369
Participación de los niños 17, 40, 45, 69, 71
Índice temático 391
Participación intensa en comunidades 4, 7, 95-97, 100, 104, 106-109, 111, 113, 114,
116, 119-123
Participante (s) 17, 21, 23, 37, 45, 65, 69, 77, 78, 81, 82, 84-87, 99, 100, 101, 105, 110,
114, 157, 158, 162, 164, 166, 167, 176, 197, 226, 239, 263, 265, 266, 268, 278,
279, 290, 303, 305, 308, 312, 313, 317, 321, 323, 358, 359, 360, 363, 368
Persona (s) 21-23, 38, 40, 46, 47, 49, 50, 52, 55-58, 65, 67, 77, 82, 85, 87, 91, 95, 97,
99-101, 108, 109, 111, 114, 116, 120-122,140, 143, 150, 151, 153, 155, 160-165,
169, 170, 175, 177, 178, 198, 200, 204, 216, 218, 219, 222, 233, 234, 244, 251,
253, 257, 262, 269, 275, 276, 290, 295, 299, 303, 308, 309, 312, 313, 320-323,
359, 360, 361,
Posicionamiento (s) 359, 365, 370, 371
Prácticas interaccionales 77, 88-91
Procesos de disputa 4, 8, 23, 295-298, 300, 301, 308-310, 321, 323, 324
R
Repetición 106, 141, 216, 217, 309
Resultados múltiples de desarrollo 71
S
Samoa 15, 19, 20, 39, 124, 137, 148, 159, 160, 162, 165, 175, 183, 186, 187, 189, 191,
252, 253, 263, 270, 291, 292
Segregación por edad 96, 228
Significados socioculturales 88
Socialización de la lectura 195, 202
Socialización del lenguaje 8, 355-387
Socialización mazahua 15, 17, 27, 77-94, 109, 112, 115, 116, 118, 121, 125, 126, 131
Socialización por medio del lenguaje 356, 357, 359, 373, 378
T
Teoría de la actividad 38
Trabajo 17, 41, 42, 44, 45, 46, 48, 49, 50, 51, 52, 55, 57, 59, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 68,
69, 70, 84, 89, 96, 101, 102, 105, 107, 112, 114, 115, 117, 121, 147, 152, 179, 206,
287
Permisos
A continuación se enlistan los capítulos traducidos y las fuentes originales en las que fueron
publicados con sus permisos correspondientes otorgados por las editoriales:
Brown, Penelope 2002. “Everyone Has to Lie in Tzeltal” en Shoshana Blum-Kulka y Catherine
Snow (eds.) Talking to Adults. Mahwah, NJ: Erlbaum, pp. 241-275 (Permiso otorgado por
Taylor & Francis antes Erlbaum Associates). (Capítulo 7, “Todo el mundo tiene que mentir en
tzeltal: Amenazas y mentiras en la socialización de niños tzeltales de Tenejapa”. Traducción de
Beatriz Alvarez Klein).
Brice-Heath, Shirley 1982. “What No Bedtime Story Means: Narrative Skills at Home and School”.
Language in Society, vol. 11, No 1, pp. 49-76. (Permiso otorgado por Language in Society). (Capítulo 6,
“El valor cultural de la lectura de cuentos infantiles antes de dormir: Las habilidades narrativas en
la casa y en la escuela. Traducción de Beatriz Alvarez Klein).
Crago Martha, Claire Chen, Fred Genessee, Shanley Allen 1998. “Power and Deference: Bilingual
Decision Making in Inuit Homes”, Journal for a Just and Caring Education, vol. 4, enero, 1998,
pp. 78-95. (Permiso otorgado por Journal for a Just and Caring Education) (Capítulo 8, “Poder y
respeto: La toma de decisiones sobre el bilingüísmo en los hogares inuit”. Traducción de Bea
triz Alvarez Klein).
Gaskins, Suzanne 1999. “Children’s Daily Lives in a Mayan Village: A Case Study of Culturally
Constructed Roles and Activities”. En Artin Göncü (ed.) Children’s Engagement in the World:
Sociocultural Perspectives. Cambridge University Press, Cambridge, pp. 25-61 (Permiso otorgado
por Cambridge University Press). (Capítulo 2, “La vida cotidiana infantil en un pueblo maya:
Un estudio de caso de roles y actividades construidas culturalmente”. Traducción de Beatriz
Alvarez Klein).
Goodwin, Marjorie Harness 1993. “Tactical Uses of Stories: Participation Frameworks within
Girls’ and Boys’ Disputes”. En Deborah Tannen (ed.). Gender and Conversational Interaction:
Nueva York, Oxford University Press, pp. 110-142. Publicado también en Discourse Processes,
1990, pp. 33-71 (Permiso otorgado por Taylor & Francis Journals). (Capítulo 9, “Los usos
tácticos de las narraciones: Los marcos de participación en las disputas de las niñas y de los ni
ños”. Traducción de Beatriz Alvarez Klein).
Ochs, Elinor, y Bambi Schieffelin, 1984. “Language Acquisition and Socialization” en Robert
LeVine y Richard Shweder, (eds.), Culture Theory: Essays on Mind, Self, and Emotion. Cambridge
University Press, Cambridge, pp. 276-320 (Permiso otorgado por Cambridge University Press).
(Capítulo 5, “Adquisición del lenguaje y socialización: Tres historias de desarrollo y sus impli
caciones”. Traducción de Alejandro Curiel).
Rogoff, Barbara, Ruth Paradise, Rebeca Mejia Arauz, Maricela Correa-Chavez, Cathy Angelillo, 2003.
“Firsthand Learning Through Intent Participation”, pp. 175-203 (Traducido y reproducido
con el permiso del Annual Review of Psychology, Vol. 54, ©2003, por Annual Reviews www.
annualreviews.org) (Capítulo 4, “El aprendizaje por medio de la participación intensa en co
munidades”. Traducción de Guadalupe Correa. Revisión de estilo a cargo de Beatriz Alvarez
Klein y Cecilia Amador).
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