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HISTORIOGRÍA ARGENTINA.

1)- PRIMERA ETAPA: La historia de los territorios que luego conformarían la República Argentina
comenzó a ser escrita desde el mismo momento, en que los conquistadores españoles ingresaron en
ellos. Pertenecen a la Escuela Metódica.
SUS REPRESENANTES:
Ulrico Michael: fue un soldado, viajero y cronista alemán. Famoso por la publicación en 1567 de su
“Verídica descripción” relato de su participación en la conquista y colonización de la cuenca del río Paraná
a lo largo de veinte años. Uno de los primeros cronistas del Río de la Plata que vino con Pedro de
Mendoza. En el cual escribe un libro en 1554 “Viajes al Río de la Plata”, se traslada a Asunción y de allí
vuelve a España. Cuenta o da a conocer todas las expediciones de: Solis, Mendoza, Irala, Oyola.
Ruy Díaz de Guzmán: Asunción del Paraguay (1559- 1629) fue un conquistador, burócrata colonial y
cronista criollo asunceno que se convirtió en el primer escritor nacido en la gobernación del Río de la Plata
y del Paraguay; además, se le considera el primer mestizo de ascendencia hispano-guaraní en registrar la
historia de la región del Plata. Se dedicó a la captura de fuentes orales, ya que recorrió vastas regiones,
compartiendo fogones y escribiendo lo que le contaban o escuchaba, además era soldado. Escribe
episodios de “la conquista y poblamiento del Rio de la Plata”. Se lo considero como un diario de memorias.
Los Jesuitas: son conocidos como jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1534
por Ignacio de Loyola en Roma. Escriben cartas, informes que mandan a Roma para informar la situación
en las Indias. Se caracteriza por el misionado, la aceptación de los votos de castidad, obediencia y
pobreza, y por la rica y profusa preparación de sus miembros. En cambio, los dominicos que lucharon
contra las herejías y buscan la originalidad de la vida de los apóstoles, basada en la mendicidad y la
oración.
En América recorren Chile, Argentina y Perú. El Fray Reginaldo Errizagal, recorrió los conventos y tomaba
nota de lo que pasaba en la región. Obra: “descripción breve de sus viajes”.
Conclusión: Esta etapa se puede caracterizar como una historia relato, es decir, no utilizan documentos,
sino que escriben lo que ven o lo que le cuentan, cuentan en forma de relato, como un diario, un cuento.
Se puede comparar con la historiografía universal, principalmente con los primeros griegos (logógrafos).
2)- SEGUNDA ETAPA: (1789-1810) ¿Quiénes trabajan con documentos?
En este periodo se da la Creación del Virreinato del Rio de la Plata. Se rescatan algunos aportes y escritos
de los virreyes. Por ejemplo: la historia de la cultura, la medicina, etc.
SUS REPRESENTANTES:
Saturnino Segurola y Lezica: Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata 1776 - Buenos Aires, Argentina,
1854 fue un sacerdote argentino, que impulsó la vacuna antivariólica y fue director de la Biblioteca
Nacional. Además, se encargó de guardar todos los documentos que había en ese periodo.
José Joaquín Araujo: nace en Bs. As. en 1772. Trabaja para el diario “telégrafo mercantil”. Toma artículos
de los exámenes críticos, los documentos que le llegan lo pública. En 1881, escribe “Una guía para turista”
para forasteros, que le da una información histórica.
3)- TERCERA ETAPA: Periodo de la Independencia (1810-1830)
La historia argentina, recién comenzaría a existir a partir del hecho de la Revolución de la Independencia.
La historia patria nace con la Revolución: recoge y resignifica toda la historia anterior a la luz de ese
evento tan decisivo. Triunvirato (La Logia Lautaro).
SUS REPRESENTANTES:
Gregorio Funes: nació en Córdoba 1749 y muere en Buenos Aires en 1829. Fue un eclesiástico y político
argentino, rector de la Universidad de Córdoba, periodista y escritor. Fue partidario de la Revolución de
Mayo, y llegó a ser miembro y director político de la Junta Grande. Independentista fervoroso, contribuyó al
triunfo del movimiento emancipador de mayo de 1810 en Córdoba. Escribe todo lo que sucede, ya que se
lo considera el redactor de la mayor parte de las proclamas, cartas y manifiestos. Su principal obra “el
Ensayo de la historia civil del Paraguay y del Río de la Plata”, obra en tres volúmenes publicada entre
1816 y 1817 que inauguró la historiografía de la Argentina independiente. Escribió diversos ensayos sobre
temas religiosos y políticos. Participó en la elaboración de la Constitución de 1819, que rechazaba las
ideas federalistas. Es por ello que Gregorio Funes es legítimamente tildado de plagiario por los
historiadores que siguieron. Al copiar fragmentos extensísimos de las obras inéditas de los historiadores
coloniales de esta región y publicarlos bajo su nombre en una obra que culminaba con la ruptura con
España, daba el primer, aunque sin duda rudimentario, paso hacia la construcción de una narrativa
histórica del pasado de la región que se organizara en torno a la noción de “patria”. Se lo considera como
una obra propagandística, hay un destrato de los indios.
Ignacio Benito Núñez: nació en Buenos Aires en 1792 y muere en 1846, fue un político e historiador
argentino, que tuvo una actuación destacada en los veinte años posteriores a la Revolución de Mayo. De
regreso en Buenos Aires se enroló en la Logia Lautaro y apoyó a la Asamblea del Año XIII. Entre sus
escritos, se pueden contar unas "Noticias históricas, políticas y estadísticas de las Provincias Unidas del
Río de la Plata", las biografías de varios dirigentes políticos de su época y la que resultó su aporte más
importante a la historia argentina: las "Noticias históricas de la República Argentina". Se lo considera malo
por ser parcial en su relato. Escribe según documentos y los publica en Londres en 1825.
Pedro de Ángelis: nació en Nápoles en 1784 y muere en Buenos Aires en 1859. Fue uno de los primeros
historiadores de la Argentina. Constituye una de las figuras principales de la ciencia histórica argentina, a
la vez que es la más discutida y polémica. Llega a Buenos Aires en 1830, el periodo de gobierno de
Rosas, se apasiona por la historia argentina. Va a ser criticado, porque escribe en favor de Rosas. Su
principal obra “Ensayo histórico sobre la vida de Juan Manuel de Rosas” y “La Biografía de Arenales”.
Junta muchos documentos y los cita, se consideran como obras históricas. Publico estas biografías en
fascículos que llegaron a ser 6 tomos. Buscaba los documentos para saber si eran verídicos (heurísticos).
4)- CUARTA ETAPA: Periodo Generación del 37 (1830-1860):
Fue un movimiento intelectual argentino de mediados del siglo XIX, que propugnaba el abandono de los
modos meramente monárquicos heredados de la colonia española y la instalación de una democracia que
garantizara los derechos de los ciudadanos. Estas ideas fueron transmitidas mediante obras literarias,
influenciadas por el Romanticismo inglés y francés, y tuvieron una crucial importancia en el período
conocido como la “Organización Nacional”, entre 1852 y 1880. Sus principales exponentes, no son
historiadores, tienen influencias del romanticismo. Hay obras que no son históricas, pero con ellas nos
permiten hacer historia, con lo que cuentan.
SUS REPRESENTANTES:
Esteban Echeverría: Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata, 1805 y muere en Montevideo, Uruguay
1851, fue un escritor y poeta argentino, que introdujo el romanticismo en su país. Perteneciente a la
denominada Generación del 37, es autor de obras como Dogma Socialista, La cautiva y El matadero.
Juan Manuel Gutiérrez: nació en Buenos Aires, en 1809 y muere en 1878. Fue un estadista, jurisconsulto,
agrimensor, historiador, crítico y poeta argentino. Genuino representante del liberalismo (al igual que
Alberdi, de la camada) constructor argentino de su época es considerado uno de los más grandes
promotores de la cultura de su país durante la mayor parte del siglo XIX. Fue autor de obras de diversa
índole: cuadros de costumbres, novelas, biografías, críticas literarias y trabajos científicos. Tuvo una
importante actividad política como miembro por Entre Ríos de la Convención Constituyente de 1853 y
como Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina. Fue un importante promotor de la
actividad científica y técnica en la Argentina. Ocupó el cargo de rector de la Universidad de Buenos Aires
desde 1861 hasta su jubilación en 1874. Fundó con Juan Bautista Alberdi y Esteban Echeverría la
Asociación de Mayo y viajó en 1843 con Alberdi por América y Europa. Su estilo se caracterizaba por estar
despojado de toda ostentación verbal y por su modernidad. Valorado como compilador, rescató del olvido
a poetas nativos de la época de la colonia.
Alberdi: critica la Historia de Belgrano desde la política del presente, aunque rescata el uso del método.
Para Alberdi la falsa historia genera la falsa política. Alberdi considera que la Revolución de Mayo es un
hecho Atlántico y no americano. Es obra de la Europa civilizada.
5)- QUINTA ETAPA: Periodo Erudito, clásico o liberal de (1860-1910)
En 1860 se crean innumerables imprentas y librerías; centros de reunión; anuncios bibliográficos; revistas,
narraciones históricas. Difusión del método y la erudición.
Se la considera como una primera corriente historiográfica, que toma auge en el período de consolidación
del Estado nacional (fines del siglo XIX) a la que se denomina “Historia Oficial”. Pretende dar sustento a un
proyecto político. Esta corriente se la puede comparar con la escuela erudita (Monod- Mitre; Lavisse –
Sarmiento- Vicente López- Michelet).
Al grupo de historiadores que compusieron esta corriente puede denominárselos fundadores de la
“historiografía nacional”. El surgimiento de la misma es producto de los cambios operados en el país a
fines del siglo XIX. En el marco de la consolidación del Estado Nacional (década del `80) surge la
necesidad de encontrar elementos comunes que permitan una homogeneización de la cultura nacional y la
legitimación del poder de la oligarquía. La historiografía argentina, se abocó a resaltar a los “héroes
nacionales”, a través de las biografías que se presentaban como vidas ejemplares, configurando así un
“panteón nacional” compuesto por los “próceres de la patria”. Así, la configuración de una “galería de
próceres” procuró instaurar una “tradición nacional” de “tono europeo” con el fin de lograr un sentido de
“nacionalidad”. Se basaba en la defensa de un “criollismo” que valorizaba a las clases dominantes por su
pertenencia a un “viejo tronco europeo” –adaptado al medio rioplatense-. Así, la creación de una “identidad
nacional”, de un sentido de “nacionalidad” se justificaba históricamente y se transmitía a través de la
educación y de la difusión oficial:
Hay tres generaciones que integraron la época positivista:
En el primer capítulo de la Historia de la Historiografía, la historiografía erudita de la segunda mitad del
siglo XIX, donde, en torno al clásico debate Mitre-López y sus repercusiones y derivaciones, se puede
apreciar la emergencia de la disciplina en términos tanto heurísticos como metodológicos, así como su
estrecha vinculación con la construcción de una identidad nacional en el marco de la consolidación de las
instituciones estatales.
En el segundo capítulo, que presenta el pasaje entre los siglos XIX y XX, los historiadores positivistas
darán cuenta del pasado argentino desde una perspectiva que ya no se centra en una figura paradigmática
o ejemplar (como podría ser el caso de San Martín o Belgrano en la historiografía mitrista), sino que apela
a categorías universales (como las de raza o multitud) y a una vinculación con el discurso científico natural
(en especial la biología, la medicina o incluso la psiquiatría) como garantía de legitimidad de la reflexión
sobre lo social. Con estos elementos, los historiadores positivistas buscan dar cuenta de ciertas
regularidades en el devenir de las sociedades. Algunos historiadores consideran dividir a esta etapa entre
3 a 4 generaciones.
LA PRIMERA ETAPA POSITIVISTA: el positivismo, erudita, liberal, llamado por Korn «Positivismo en
acción», aparece como una filosofía social, sistemática, al menos como programa consciente para
satisfacer las necesidades colectivas, en la tarea de construir la Nación. Sus máximos representantes en
su frente político y educativo fueron: Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento. El primero de
ellos proporcionó con criterio positivista a la filosofía política. Refiriéndose al pensamiento de estos
hombres junto al de Bartolomé Mitre, Florencia Varela, Vélez Sarsfield, Nicolás Avellaneda, Juan María
Gutiérrez y Vicente Fidel López. Korn afirma la afinidad de sus ideas con su tiempo; proclamaban la
supremacía de la acción y de los hechos y, de las ideas, acogían únicamente aquellas que más se
adecuaban a la realidad social.
En esta corriente historiográfica se destacan Bartolomé Mitre. Suele calificársele de “fundador de la
Historia científica en Argentina”. Contemporáneo de Ranke, no puede dejar de estar influido por los
movimientos europeos de renovación en la disciplina histórica. Su obra se caracteriza por la pretensión de
rigurosidad a través de la prueba documental. Es una época en que la historiografía no está en manos de
historiadores profesionales sino de políticos e intelectuales. Bartolomé Mitre fue general, fundador del
diario La Nación, gobernador de la provincia de Buenos Aires, presidente de la Nación, fundador de la
Unión Cívica, poeta, traductor de la Divina Comedia, estudioso de las lenguas y culturas indígenas y, con
intervalos determinados por el curso de su vida pública, historiador. Su labor como historiador comprendió
obras, memorias, artículos periodísticos, discursos y una intensa labor recopilando documentos,
ordenando archivos, fundando y organizando instituciones. Sus obras, “Historia de Belgrano y de la
Independencia Argentina”, los tres volúmenes de “la Historia de San Martín y de la Emancipación
Sudamericana”, considerada obra fundadora de la historiografía erudita en el país. La mencionada Historia
de Belgrano originó un par de polémicas. Rómulo Carbia distinguía dos tradiciones historiográficas
centrales: erudita y filosofante. Este carácter bifronte que atribuía a la historiografía nacional lo
fundamental en el debate entre Mitre-López. La doble naturaleza de Mitre (historiador y político) posibilitó
al historiador de Belgrano desarrollar no solo una versión del pasado nacional sino una conciencia firme
que reconocía la existencia de la crisis Post-Caseros. Para José Luis Romero, Mitre fue el “constructor de
la historia Nacional”. Halperín Donghi caracterizaba la obra de Mitre como “un ejemplo particularmente
exitoso”, ponderando la “Historia de Belgrano” en términos de “hazaña”, en la que la indagación erudita. La
obre de Mitre “Historia de Belgrano” tuvo múltiples críticas, una de ellas, de un cordobés Dalmacio Velez
Sarfield, el punto de partida del cordobés fue cuestionada la imagen de Belgrano construida por Mitre,
empeñado en contradecir aquello que entendía una sobreestimación por la figura de Belgrano. Una
segunda discrepancia, era la que se organizaba en torno a la figura de Guemes, ya que para Mitre no
pasaba de ser solo un caudillo local. Mitre se auto consideraba en una posición equidistante entre el
protagonismo de los héroes y el que le correspondía a las fuerzas sociales colectivas. Frente a los
señalamientos históricos, geográficos, toponímicos, cronológicos y conceptuales efectuados por López,
Mitre desplego una nutrida artillería de fuentes de diversos tipos, así como frondosos marcos bibliográficos
y referenciales que avalan a cada una de sus afirmaciones. Se diferencia del relato liberal, del periodismo,
de la tradición oral. Los criterios metodológicos son heurísticos y fuentes. Los referentes externos en los
que se apoyan son: Guizot- Taine. La conciencia histórica se relaciona con el pasado, presente y futura ya
que la erudición se compromete con la construcción nacional, es decir, construir tradiciones, una historia
de hombres notables, el mito de los orígenes, por un lado, Belgrano era el eslabón perdido entre la
tradición colonial y los principios revolucionarios, por el otro lado, Moreno, con espíritu revolucionario, San
Martín con una dimensión americana, Rivadavia con un idea de sistema representativo. El objetivo
principal era escribir historia de la revolución, el pasado reciente.
Domingo Faustino Sarmiento: nació en San Juan, Provincias Unidas del Río de la Plata, 1811 y muere en
Asunción, Paraguay, 1888, fue un político, escritor, docente, periodista, militar y estadista argentino;
gobernador de la Provincia de San Juan entre 1862 y 1864, presidente de la Nación Argentina entre 1868
y 1874. Considerado como uno de los grandes prosistas castellanos, se destacó tanto por su laboriosa
lucha en la educación pública como en contribuir al progreso científico y cultural de su país. Sus
principales obras son: “Facundo o Civilización y Barbarie” y “Recuerdos de Provincias”.
Según la mirada de Halperin Dhongui de Sarmiento: Halperin Donghi, en el artículo, señala que muchas
veces se ha intentado responder ¿Qué es el Facundo? ¿Una novela, historia o periodismo? Frente a esas
preguntas el autor afirma que no es ninguna de ellas porque aquellos géneros, dentro de los cuales se
intentó integrar al facundo, son demasiado contemporáneos y no eran vigentes en la época en la que
Sarmiento estaba escribiendo su Facundo. Por ello es que intentar ubicar y condenar a Sarmiento a un
solo género es un error. Sarmiento, lo que intentó lograr con su Facundo es dejar un testimonio histórico,
político y romántico de lo que estaba sucediendo en la Argentina en ese momento. Facundo era poco más
que una sucesión de cuentos al caso, más o menos hábilmente narrados. Este problema surge, no por
casualidad, en el momento en que el positivismo triunfa, y nace con él la exigencia de una especialización
en la vida intelectual argentina. Es hazaña romántica; encierra todos los hallazgos, pero también las no
siempre involuntarias limitaciones, que trajo consigo el modo romántico de ver la historia. Sarmiento no se
propone, analizar los hechos, no se propone descomponerlos y desintegrarlos; le interesa ante todo
conservar y poner en descubierto sus secretas conexiones, integrarlos en unidades más vastas. Sin duda
da su lugar al marco geográfico, a la tradición hispánica, a la nueva fe revolucionaria, pero no ve a todo
eso como «factores» que se combinan mecánicamente para dar un resultado a ellos ajeno. Sigue viendo
en ellos las partes inescindibles de un todo, dentro del cual adquieren sentido.
De este modo para Sarmiento cada hecho, cada detalle, se integra sin residuos en una muy vasta unidad
de sentido. Se entiende ahora por qué no creyó inadecuado comenzar su vida de Facundo con una
anécdota, cómo y por qué creyó que en esa anécdota se daba ya, entero, el sentido de la vida que iba a
narrar. Gracias a ella Facundo ha sido colocado en el centro de su mundo, un horizonte geográfico, pero
también y ante todo un horizonte espiritual, un haz de creencias y tendencias. Para resumir todo eso tenía
Sarmiento una palabra precisa: barbarie. El ubicar todo un sector de la vida argentina bajo el signo de la
barbarie no es en Sarmiento, el residuo de una tradición iluminista no del todo superada. Es, por el
contrario, hazaña romántica; encierra todos los hallazgos, pero también las no siempre involuntarias
limitaciones, que trajo consigo el modo romántico de ver la historia.
Media Argentina está colocada, para Sarmiento, bajo el signo de la barbarie. Se ha mostrado ya cómo esta
imagen que Sarmiento da de su patria es un aspecto de su romanticismo ideológico. Para Sarmiento
barbarie no es tan sólo ignorancia de lo que el civilizado sabe; es también sabiduría de lo que el civilizado
ignora. No, no hay tan sólo repulsa en la actitud de Sarmiento ante la barbarie. Si evoca la vida de
Facundo, cifra de barbarie, no es tan sólo para injuriar al enemigo muerto, sino precisamente para
entenderlo. Y si la imagen que Sarmiento dio de Facundo parece hoy a algunos en exceso tenebrosa, en
su tiempo se le reprochó más bien una excesiva complacencia.
Vicente Fidel López: fue ministro provincial y nacional, fundador de la Unión Cívica, dramaturgo y
novelista, e historiador. A diferencia de Mitre, López no se atenía a la rigurosidad documental para validar
sus producciones. Recogía testimonios orales y tradiciones y se le acusa de “inventar” algunos hechos
históricos como, por ejemplo, las escenas del cabildo abierto del 22 de mayo, que por generaciones se
transmitirían en la escuela. López, tuvo gran influencia en los textos escolares. López escribe todos los
libros de primaria y secundaria en 1830 a 1840.
Hay que añadir que a la par de la importancia que cobra la historiografía y su función legitimadora, con la
federalización de Buenos Aires, en 1884, se nacionalizan instituciones que pertenecían a la provincia de
Buenos Aires y que buscaban preservar y desarrollar el patrimonio histórico, así se constituyen la
Biblioteca Nacional y el Archivo General de la Nación. En 1891, surge la Junta de Historia y Numismática
Americana la cual, bajo la dirección de B. Mitre, agrupará a historiadores no profesionales. Con el nuevo
siglo estas instituciones cobrarán importancia en el marco de una mayor profesionalización de la Historia.
Pretenden escribir una historia con documentos, biográfica, datista (dato). Tiene una influencia liberal,
europea.
Para Vicente Fidel López, la libertad comienza en Europa. El marco de la Historia Universal. Igual que
Mitre considera que la revolución es antes económica que política. A diferencia de Mitre no cree en los
documentos, sino en la tradición oral. Mayor subjetividad. Es un liberal conservador tradicionalista.
Según la mirada de Halerin Dhongui de Vicente Fidel López:
A. Postura sobre el autor Tulio Halperin Donghi:
-Considera que López historiador es la contrafigura del político, que hizo historia sobre un grupo político “la
oligarquía liberal”: el grupo que fundo la Argentina independiente. Sus escritos carecen de erudición,
pobres en ideas conductoras. Hecha desde su experiencia. Sus obras son de mala reputación: porque son
absolutamente subjetivos. Limitadas de enfoques. Se lo considera a López como el historiador unitario
porque termina haciendo la autobiografía de un grupo político abolido.
B. Elementos románticos, pragmáticos, narrativos, etc.
Elementos románticos: Relata una Historia vinculada con el medio en que se desarrolla “el terreno sobre el
que se desenvuelve la humanidad no es un objeto muerto e inerte (…) la tierra se agita también con la
familia humana”. Esto muestra una imagen romántica del desarrollo orgánico, en cada fase y cada época.
En este sentido el elemento activo de la historia de López es el hombre que transforma a la naturaleza y
con ello se transforma a la vez así mismo. Coloca al hombre y las acciones de estos en el centro de la
acción histórica. Románticamente establece paralelos entre grandes figuras históricas, como Alejandro y
Napoleón, pretendiendo demostrar la correspondencia entre dos épocas y una imagen cíclica de la
Historia. El concepto de libertad que quisieron mantener los historiadores románticos para la nueve
historiografía, por ej: Michelet, que considera que la historia es la historia de la conquista de la libertad.
Esto obliga a renunciar a las conquistar románticas según López, porque identificar la historia humana con
un curso de hechos precedidos por factores naturales o transformaciones de ideas es negar la libertad
misma del hombre.
Elementos narrativos: López prefiere la esc. Clásica: la de Tucídides y Jenofonte, Salutio y Tácito, la de los
narradores que alcanzaron a descubrir la influencia que tienen sobre los movimientos sociales las
inclinaciones morales de ciertos individuos. La forma de narrar historia de López es el resultado de sus
experiencia, de lo que observó, de su vida llena de destierros, persecuciones luego de los años dorados
de seguridad: x lo que no es raro que coloque como centro de la historia las vicisitudes de la política, con
la imagen militante del hombre que vive entregado a los sucesos.
Elementos pragmáticos: La historiografía que pone en el centro la libertad como dato esencial, se identifica
para López con la historiografía pragmática, considerada por él como fruto de una precisa situación
histórica: su enseñanza es válida en cuanto viene de hombres que viven entregados a los sucesos,
sumergidos en la agitación política. Esa historia clásica es a la vez política y militante, que da su lugar a la
libertad del hombre.
Elementos nostálgicos: López siguió la línea política de la oligarquía liberal hasta la llegada de J. M de
Rosas. La caída de Rosas no trae ese pasado añorado por él. Son varios los errores constitucionales: el
régimen presidencial que es una dictadura disimulada, la exigencia democrática lleva a la
condescendencia con los caprichos de la plebe ignara. Es preciso establecer el gobierno de la opinión
pública, que equivale al de la minoría ilustrada. (Alejamiento de los principios románticos). Estas razones
llevan a López a erigir melancólicos monumentos de un pasado ya abolido. La historia de un grupo político
que creo la nación pero cuyos ideales han muerto junto a ellos. Mirada pesimista hacia el futuro por no
poder volver al pasado.
Obras: Su obra mayor fue HISTORIA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA (1883 - 1893) que comprende 10
tomos. Que muestran en López un historiador dividido entre dos tradiciones (la ilustración y el
romanticismo). En sus obras va a pretender una historia universal, fue un adelantado en la historiografía
argentina, incluso más que Mitre, al vincular la historia no solo del contexto nacional de la argentina
independentista, sino también a la crisis del imperio Español, el mundo y el papel de Inglaterra en la crisis
independentista.
Criticas: Obras ricas en peripecias narradas, pero de lectura monótona, que esconden implícitamente los
intereses de esa oligarquía liberal. Con escaso brillo la descripción de los personajes individuales, y actitud
negativa en su historia de los adversarios como los caudillos provinciales. Determinando una historia de
partidos. Terminan siendo una reconstrucción de una determinada tradición política de las preferencias,
hostilidades de la misma.
Diferencia con Mitre: ambos abren paso a la tradición historiográfica en Argentina luego de la batalla de
caseros. Se disputan el control de la verdad histórica. La polémica entre ambos surge cuando Bartolomé
Mitre en 1881 a partir de la tercera edición de la Historia de Belgrano y de la Independencia argentina
parece centrado en la recuperación de la historia. Presentada como único fundamento sólido para
construir el futuro. Básicamente Mitre defiende la historia fundada en documentos y López cree más en la
evocación y la remembranza. Si tendríamos que establecer analogías o paralelos con otros personajes:
López se acercaría más al estilo de Michelet por su escritura apasionada aunque tal vez carente de
veracidad. Por el contrario Mitre guarda relación con Monod, ya que ambos se caracterizan por escritos
densos, basados en documentos.La mirada política de la historiografía Argentina: La historia de López es
predominantemente política, militante se aleja de su propósito inicial: que era relatar sobre los nacimientos
de los pueblos, la de la creación de un estado, de un grupo político que dirige esa creación. López hace
una historia sobre la oligarquía liberal que termina con Dorrego, y cuando deja de ser liberal. Con la
llegada de Rosas. Hace una historia de los héroes, centrada en personajes políticos: por un lado resalta a
Dorrego, Moreno, Martín Rodríguez, Lavalle (de tradición liberal). Por el otro, critica a Rosas, Rivadavia.
No establece relación entre el unitarismo y la oligarquía porteña.
LA SEGUNDA ETAPA POSITIVISTA: está representada por hombres que nacieron poco antes o poco
después de Caseros (1852), en su mayor parte universitarios, de escasa originalidad, que si bien
desarrollaron un papel importante en la historia política del país, no fue así en la historia de la cultura, en
donde apenas aportaron ideas, ni difundieron el movimiento filosófico europeo. Continúan con la historia
de López y Mitre. Erudita-Liberal. Son personalidades que nacieron en el final de la Restauración y
vivieron su adultez en un país rico, una época en la que Argentina se consideraba el país más importante
de América Latina, pero siguen los pasos liberales. Los principales representantes de esta generación son:
- José Manuel Estrada nació en Buenos Aires en 1842 y muere en Asunción, Paraguay, 1894. Fue un
profesor, escritor, político, intelectual y eminente orador argentino, representante del pensamiento católico.
Escribió numerosas obras sobre educación, historia y política de su país, fue diputado nacional por la
Unión Católica y rector del Colegio Nacional de Buenos Aires. Se destacó por su firme oposición al
laicismo y al liberalismo propio de la generación del 80, que gobernó el país entre la segunda mitad del
siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Tiene una postura aristocratizante. Trata como tirano a
Rosas. Individualmente es lopista. Escribe 5 tomos de “Lecciones sobre la historia de la República
Argentina” (recopilaciones de sus clases en el Colegio Normal).
- Mariano Pelliza: Buenos Aires (1837 - 1902) fue un escritor, poeta, historiador y crítico argentino. Él fue
subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores de Argentina y revistas colaboradoras Semana Platense
y Revista Argentina. Escribió una historia argentina ultraaristocratizante- ultraporteñista.
Clemente Leoncio Fregeiro fue un escritor uruguayo, nacido en Mercedes (en el departamento de Soriano)
el 12 de septiembre de 1853 y murió en 1923.
Fue hijo de un adinerado e influyente terrateniente. Estudió en Buenos Aires y en 1910 recibió el título
honorífico de doctor de filosofía y letras de la universidad de Buenos Aires. Produjo varias obras de mérito
histórico sobre: “las repúblicas de Uruguay y Argentina”, “Don Bernardo de Monteagudo”, “Don Juan Díaz
de Solís y el descubrimiento del Río de la Plata”, “La batalla de Ituzaingo”. Era un historiador de la época,
porque se permitía la duda de lo que le habían dicho Mitre y López. Hacia pequeñas monografías (era
profesor).
 Hay una línea de transición que viene del interior (dentro de la corriente positivista de la 2
generación). Principales representantes son: Ramón José Cárcano: nació en Córdoba, 1860 y
muere en Buenos Aires en 1946, fue un historiador, político conservador y abogado argentino,
Gobernador de Córdoba en dos oportunidades. Es historiador datista, del tiempo corto. Trabaja la
guerra del Paraguay, es el primero que habla de esa guerra; viaja al Brasil y tiene una mirada
desde el Brasil hacia la Argentina, utiliza muchos documentos y no hace notas al pie. Niega a
López, considera que Brasil manejo bien la cuestión de la Guerra. Su principal obra es “Guerra del
Paraguay: orígenes y causas”, “Juan Facundo Quiroga, simulación, infidencia, tragedia”. David
Peña: abogado, político, liberal, periodista, nacido en Rosario en 1862, vinculado con el último
Alberdi, profesor de la UBA y UNL Plata, da un curso sobre Facundo Quiroga., al que presenta
como un héroe romántico , acendrado defensor de la organización constitucional bajo la forma
federal. Impugna a los adversarios de Facundo y su supuesta “civilización”. Critica a Sarmiento,
Paz, Lamadrid. Feroz crítica a Rosas. Se incorpora a la Junta de Numismática.
Ernesto Quesada: Buenos Aires, 1858 - Suiza 1934, fue un abogado, sociólogo, historiador, escritor,
catedrático y magistrado argentino. Formó parte de la generación del 80, aunque sus preferencias
intelectuales, políticas y sociales hicieron de él una personalidad singular. Pensador polifacético, se lo
considera figura inaugural del revisionismo histórico en Argentina y uno de los fundadores de las ciencias
sociales de ese país. Escribe destacando la defensa de la soberanía, pero desde otra mirada, incluyendo a
los caudillos (sin hablar bien de ellos) y sin salirse del liberalismo, trata de escribir con otra mirada para
que se sepa que hay otros y otras versiones. Sus importantes obras: “La época de Rosas” su verdadero
carácter histórico (1898). Según la tesis de Quesada, Rosas era un resultado de su tiempo, es decir, su
época lo explicaba. Quesada fue un activo participante en 1900 del debate acerca de la lengua de los
argentinos. Sugería plasmar el alma nacional por la escuela pública común, adaptando a la masa
inmigrante a la tradición histórica. Defensor de la historia como instrumento de la educación patriótica,
estaba más preocupado por justificar el pasado de su familia. Emergía en él en 1902 una revisión de la
lectura clásica de la guerra del Paraguay.
Adolfo Saldías: En Buenos Aires, en 1849; y muere en La Paz, Bolivia en 1914. Fue un historiador,
abogado, político, militar y diplomático argentino. Su obra maestra, “Historia de la Confederación
Argentina”, justificar a Rosas, hace una apología de Rivadavia, su figura y su época. Otro de los
precursores de la escuela revisionista.
Paul-François Groussac: nació en 1848, Toulouse, Francia y muere en 1929, Buenos Aires, Argentina. Fue
un escritor, historiador, crítico literario y bibliotecario franco-argentino. Unico historiador, se consideraba
que escribió muy lindo, era muy amigo de Mitre, por lo que consideraba que no había otra interpretación
de la historia. Su principal obra: "Biografía de Liniers". Para esta generación, consideraban que Moreno era
solo un abogado, lo importante fue Mayo que se hizo para tener una constitución, organizarnos como país.
Tienen una mirada totalmente porteña, se sigue la historia de sucesión de presidentes y obras.
UNA TERCERA ETAPA DEL POSITIVISMO: aparece configurada por dos grupos de hombres: el de los
universitarios y el de los normalistas, cuyos focos de actuación fueron la Facultad de Derecho y de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y la Escuela Normal de Paraná. Nacidos en la época
de Roca, hijos de inmigrantes, liberales pero con una postura distinta a los clásicos fines del siglo XIX y
principios del XX. Eran profesionales de la elite intelectual, profesores, médicos, abogados, de la sociedad
científica. Todos estudiaron en la UBA, eran de familias letradas, asociados a la sociedad intelectual, no
les interesaba la política, no les importaba los grandes héroes, ya que consideran que fue por casualidad,
es decir, consideran que hay factores que le ponen límites al hombre (geografía), límites del accionar del
hombre. No les interesa ni lo político, ni lo económico, le interesan lo social, los grandes procesos,
periodos de tiempo largo. Se interesaban por la psicología social, la pedagogía, neuropsiquiatría,
sociología, sociología de los pueblos.
SUS REPRESENTANTES:
Carlos Octavio Bunge: nació en Buenos Aires en 1875 y muere en 1918, fue un sociólogo, escritor y
jurista. Su principal obra es “Nuestra América y Principios de psicología individual y social” (1903). Bunge
explica, desde el darwinismo, el comportamiento de las sociedades iberoamericanas ante el proceso de
modernización, con el aluvión inmigratorio. El triunfo en la lucha por la vida de un pueblo era imposible si
su raza no detentaba la cualidad trascendental de la condición del progreso, es decir, si no podía “aspirar”
a ascender. Bunge ejemplificaba este acerbo aludiendo a los Estados Unidos, donde pese a extenderse
allí la educación tanto a blancos como a negros, “los afroamericanos han permanecido en una muy baja
condición social, porque no supieron aspirar a elevarse. Bunge tomaba distancia de la Generación del ´80
advirtiendo que la “hispanofobia” era “absurda”, porque renegar de nuestros padres significaba renegar de
nosotros mismos. Pero también de la incipiente reacción nacionalista que después de los episodios de
1898 derivó en la “hispanolatría”, una “ciega adoración de la desangrada España actual”. Sin embargo,
esta pretendida objetividad no logra desprenderse de una “oposición y agónica lucha entre las fuerzas
ilustradas, conscientes, europeas y blancas” con los “instintos irracionales unidos a la tierra salvaje y a los
sentimientos masivos del pueblo bajo, nativo, indio, negro y mestizo”. En la psicohistoria de Bunge
interactúan los factores étnicos y ambientales resultantes de las poco beneficiosas influencias españolas,
indígenas y negras, que van a confluir en la psicología del hispanoamericano para connotarla con los que
van a ser sus rasgos distintivos: “pereza, tristeza y arrogancia”, rasgos responsables de los sucesivos
fracasos en la política criolla, a la que se oponía victorioso el “hermano-enemigo” del Norte que revelaba
su superioridad en una irrecusable vocación y capacidad expansionista. El mestizaje era en
Hispanoamérica el principal problema, el gran freno a la evolución que tenían los pueblos de la región.
José Ingenieros: nacido Palermo, en 1877 y muere en Buenos Aires, 1925. Fue un médico, psiquiatra,
psicólogo, criminólogo, farmacéutico, sociólogo, filósofo, masón, teósofo, escritor y docente ítalo-argentino.
Su libro “Evolución de las ideas argentinas” marcó rumbos en el entendimiento del descarrilamiento
histórico de Argentina como nación. Sus aportes al socialismo y a la psicología los basa, además de sus
conocimientos científicos universitarios, en sus conocimientos sobre ocultismo y teosofía. A partir de la
década del '10 comenzó a profundizar una línea de pensamiento más relacionada con los aspectos
morales y políticos, aspectos ambos que Ingenieros veía íntimamente relacionados, inspirando a la
juventud latinoamericana que realizó la Reforma Universitaria desde 1918. Sus desarrollos sobre la
identidad argentina y el antiimperialismo tuvieron gran influencia. Fue el continuador más significativo de
esta orientación del positivismo argentino. Fue un espíritu de síntesis, su pensamiento filosófico integra y
sistematiza los resultados positivos de la ciencia de su época. Su nombre y sus libros concentraron la
atención de los estudiosos de los primeros veinticinco años de este siglo. Su objetivo principal fue construir
una filosofía científica, sobre los resultados que aportan las ciencias psicológicas y biológicas. Defiende
una filosofía científica consistente en un «sistema de hipótesis legítimas, concordantes con los resultados
generales de la experiencia, que se propone explicar los problemas que permanecen fuera de la
experiencia
José María Ramos Mejía: nació en Buenos Aires en 1849 y muere en 1914. Fue un médico, escritor y
político argentino. Entre sus obras destacan: “La neurosis de los hombres célebres en la historia argentina”
(1878), “La locura de la historia” (1895), “Las multitudes argentinas” (1899), “Rosas y su tiempo” (1907),
“Estudios de patología nerviosa y mental”, “La locura en la historia” y “Los simuladores del talento”.
También colaboró en varias revistas de su época. Partiendo de un sociologismo evolucionista de marcado
cariz biológico, analiza la dimensión social y política de la inmigración masiva y la gobernabilidad de las
masas, aplicando a la historia social los principios de la historia natural, como era característico en la
corriente positivista.
Una Generación de transición- época Radical: son hijos de inmigrantes, siguen con la leyenda negra pero
son más comprensivos. Son radicales. La oligarquía nunca los había respetado, sigue la postura liberal
pero son más compresivos con el caudillo. De los sectores medios, justificar el nacimiento del radicalismo.
Representantes:
Ricardo Rojas nació en Santiago del Estero en 1882 y muere en Buenos Aires en 1957. Fue un poeta,
dramaturgo, orador, político e historiador argentino. Aunque tucumano por su lugar de nacimiento, por su
linaje materno y por parte de su crianza en su niñez y juventud; por linaje paterno provenía de una de las
familias más influyentes de Santiago del Estero. Su principal obra “La Restauración nacionalista”. Escribió
poesía de corte neo-romántico y tradicional. Su temprana preocupación por la identidad nacional derivó en
un interés por rescatar el legado incaico para América, en contraposición a la influencia internacionalista
de las vanguardias europeas de la primera posguerra.
Juan Álvarez: nació en Gualeguaychú, en 1878 y muere en Rosario en 1954. Fue un abogado, juez e
historiador argentino. Álvarez llega al mundo en un momento de intensa inmigración de pueblos enteros a
América. Estudió en la Facultad de Derecho en Buenos Aires, donde se generaban las clases dominantes.
Era un liberal, opuesto al nacionalismo y a las tradiciones conservadoras. Su principal obra es “Temas de
Historia Económica Argentina (1929)”. Álvarez introduce las series estadísticas de económica y
demográfica, los factores principales es el hombre-Naturaleza (espacio-población). Considera que el
problema de la educación histórica es el culto a los próceres y no culto a las instituciones.
6)- Nueva Escuela Histórica:puede situarse a principios del siglo XX donde se desarrolla la llamada “Nueva
Escuela Histórica”. A partir de 1900, surge una nueva corriente historiográfica que tendrá una marcada
diferencia con la etapa anterior. A esta escuela se la puede caracterizar por dos aspectos: el rigor histórico
y la profesionalización. Con respecto a esta última, surgirá una camada de historiadores que a diferencia
de los representantes de la “Historia Oficial” proviene de las capas medias y que “tiende a vivir de su
profesión” ya sea en la docencia, la investigación y en los cargos públicos. Esta escuela surge a partir de
dos instituciones: el Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires y la Junta de Historia y Numismática Americana –creada por Mitre- la cual en
1938 se transforma en la Academia Nacional de la Historia. Si bien todavía no hay profesores formados
especialmente en la disciplina histórica sino que provienen, mayoritariamente, del campo de la abogacía,
el carácter de profesional responde a que se dedicarán a tiempo completo tanto a la docencia como a la
investigación en el campo histórico. Los representantes de esta escuela histórica ocuparon ámbitos
institucionales con apoyo estatal, por ejemplo el Estado financió un viaje a España para estudiar los
Archivos de Indias.
El segundo aspecto que caracteriza a esta escuela: el rigor histórico, se puede señalar que en el marco de
la creciente cientificidad de la Historia, dada por la Escuela Alemana y la Academia Francesa, los
historiadores argentinos buscan el rigor heurístico. Es decir, cobran relevancia las fuentes documentales,
tanto en la búsqueda de nuevas fuentes como el trabajo de investigación en archivos. Es decir, que el
método de trabajo consistía en la “ubicación, copia, estudio y publicación de documentos”. Cabe aclarar
que estas fuentes siempre provienen de los documentos oficiales. Los documentos son los que da
legitimidad al estudio histórico. Ligado a esta legitimidad estaba la convicción de la “objetividad del
historiador”, ya que el pasado se traía a través de las fuentes y no de la interpretación del investigador.
Sus objetivos son reconstruir la historia argentina y americana en base a pesquisas documentales y
bibliográficas, con el uso de métodos estrictos, seriando los hechos. A diferencia de la escuela anterior no
hay preocupación por el estilo literario de la obra histórica sino que la intención era realizar una
“descripción” de los acontecimientos, “reconstruir los hechos tal cual fueron”.
Esta escuela se dedica a la Historia política, centrada en las instituciones y el Estado. El objeto de estudio
es el acontecimiento. El afán es construir una narración en torno a “grandes hechos”. Además “Era una
visión de la historia mirada «desde arriba» propensa al culto a los «grandes hombres» y «minorías
ilustradas» y a prestar poca atención a las «masas anónimas». La profesión del historiador se convertía sí
en un deber cívico, y la exaltación de los valores patrióticos y las raíces de la identidad nacional.
Interesa enunciar dos aspectos ligados con los planteos anteriores, por un lado el acento en la función
legitimadora de la Historia a partir de la revolución de 1930 y el ascenso de A. P. Justo al poder, donde la
Junta de Historia y Numismática quedó más relacionada con el Estado y tuvo una producción ligada a la
exaltación patriótica. Por el otro, la ausencia de todo tono crítico. En “recompensa”, por un decreto de
Agustín P. Justo, que transforma en la Academia Nacional de la Historia a la Junta de Historia y
Numismática y con ello la constituye en “el tribunal de la verdad histórica y la gestora de la Historia oficial”
Los historiadores enrolados en el Instituto de Investigaciones Históricas –en oposición a la Academia
Nacional- proclamaban su carácter de profesionalidad, su menor relación con los poderes públicos y su
albedrío por investigar temas polémicos como los orígenes del federalismo o a caudillos como Juan
Manuel de Rosas. En segundo lugar, a fin de “fijar definitivamente una Historia oficial”, el régimen
conservador, crea una serie de instituciones estatales o con protección estatal tales como el Archivo
Gráfico Nacional, La Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos y el Instituto
Nacional Sanmartiniano. Encontramos que E. Ravignani y otros representantes del Instituto de
Investigaciones Históricas escribieron textos para la escuela secundaria. Por otra parte R. Levene también
produjo manuales de Historia nacional como “Lecciones de Historia Argentina”.
En los manuales escolares y en las obras de divulgación predominaba la versión oficial-estatal del pasado
argentino. Así “La historiografía liberal constituyó, sobre todo en su versión apta para la enseñanza, la
divulgación o actos oficiales, una historia centrada en la narración, y en la valoración de los protagonistas.
Así, por sobre las individualidades se dibujaba un sujeto colectivo, una elite que guiaba el país, con el bien
público y el «engrandecimiento nacional» como objetivo fundamental”.
La Nueva Escuela pretendía profesionalizar y aplicar el método científico a los estudios históricos, dejando
atrás un largo período durante el cual las publicaciones sobre historia tuvieron más bien un carácter de
ensayos filosóficos y sociológicos (incluso psiquiátricos).
Son representantes de esta corriente:
Ricardo Levene: nació en Buenos Aires en 1885 y muere en Buenos Aires, 1959. Fue un historiador
argentino, uno de los fundadores de la Nueva Escuela Histórica. Estudio en la UBA; buscó la formación de
una identidad histórica común para los argentinos, que fuera capaz de absorber a los inmigrantes e hijos
de inmigrantes. Durante la década de 1930 se enfrentó abiertamente con el grupo conocido como los
revisionistas, que pretendían un punto de vista actual y uso político para la historia. Tuvo una muy cercana
relación con los gobiernos de la Década Infame, especialmente con el presidente Agustín Pedro Justo. Su
principal obra es “Historia de la Nación Argentina; desde los orígenes hasta la organización definitiva en
1862” en 9 tomos. Para 1945 Levene se hallaba en la cima de su carrera profesional, desempeñando
diversos cargos en las principales instituciones: como Profesor titular de Historia Argentina en la F.H. de la
U.N.L.P., Profesor titular de Introducción al Derecho en la F.D. de la U.B.A., Director del Instituto de
Historia del Derecho Argentino de la F.D. de la U.B.A. Levene dominaba así la escena académica cultural
y educativa, teniendo decisión y control sobre cargos docentes y de investigación, publicaciones, libros de
textos para los distintos niveles de enseñanza y el patrimonio cultural. Del mismo modo, era la referencia
obligada para instituciones y profesionales del exterior. Historiográficamente, adhería a la tradición liberal.
Sus principales obras están dedicadas a explorar los orígenes de la nacionalidad argentina, así como al
rescate de los que consideraba fundadores de la misma: Moreno, San Martín, Rivadavia, Sarmiento, Mitre.
Defendía el apoliticismo del historiador, el respeto por las instituciones y sostenía que la Historia era la
pedagogía nacional por excelencia. Políticamente, nunca participó activamente, militando y tampoco
aceptó ocupar cargos políticos. Con el advenimiento del peronismo, no se pronunció ni a favor ni en su
contra, permaneciendo en sus cargos y funciones, mientras el peronismo asimiló los símbolos patrióticos
ya consolidados por la historiografía oficial con el propósito de identificar al peronismo con la Nación. En
1930, Levene asesoraba al Poder Ejecutivo en materia de educación y cultura, llevo adelante iniciativas
para la conservación y protección de los Archivos Históricos. Con la llegada del gobierno peronista,
conserva estas funciones y es convocado para desempeñar otras en diversas dependencias del PE. Tenía
injerencia directa sobre todo lo ateniente a patrimonio arquitectónico, histórico, artístico, museos,
monumentos, y lugares históricos; siendo consulta obligada para la nominación de calles, edificios
públicos, ferrocarriles, etc. Las actividades académico-institucionales desempeñadas por Levene entre
1945-1955. Durante esta década, Levene siguió desarrollando su actividad en diferentes ámbitos como:
universidades, función pública, además fue uno de los mentores del Archivo Histórico nacional. Desde el
golpe militar de 1943 estaba intervenida y se convirtió luego en bastión de la oposición a las políticas
educativa y cultural del peronismo. El gobierno de Perón optó por seguir con la dinámica de intervención,
remoción y renuncias forzadas; así como también, a través de la nueva ley universitaria de 1947 intentaba
despolitizar las universidades.
La Academia Nacional de Historia se veía afectada por los embates de grupos nacionalistas, agrupados en
el Instituto de Investigaciones J.M. de Rosas, que planteaban la necesidad de revisar la historia construida
desde organismos oficiales y con orientaciones políticas opuestas a las necesidades del país. Existían
coincidencias historiográficas entre el peronismo y la ANH (o Levene), como el culto a la patria, a lo
hispánico, a los próceres liberales. Por otra parte, si bien el gobierno peronista no fue oficialmente
revisionista, iba a encontrar en la cuestión rosista un punto en común, de legitimación de sus ideas y
proyectos políticos. La disputa va a darse luego, entre la ANH y el Min. de Justicia e Instrucción Pública,
por acceder a los espacios de poder y controlar políticamente las imágenes del pasado nacional. Levene
demostró gran capacidad de adaptación para desempeñar cargos y funciones en variados ámbitos y en
distintas épocas; evitando disputas con autoridades, pronunciamientos que pudiesen malinterpretarse o
tomas de posición política. El gobierno de J.D.Perón necesitaba de una personalidad del renombre y
prestigio de Levene en el ámbito de la cultura para generar adhesión en ese mundo que le era hostil.
Hasta la década del ´50 el primer peronismo albergó varias tradiciones sin comprometerse con alguna en
particular. Luego, con la radicalización del gobierno y de la oposición, los márgenes para permanecer
neutral disminuyeron.
Emilio Ravignani: nació en Buenos Aires en 1886 y muere en 1954. Fue un historiador, jurista y político
argentino. Fue uno de los fundadores a principio de siglo de la Nueva Escuela Histórica que sentaron las
bases científicas de la disciplina. Integró la Unión Cívica Radical por la cual fue tres veces diputado
nacional. Entre la gran cantidad de obras publicadas se destaca los siete tomos de “Asambleas
Constituyentes Argentinas”. En ella, Ravignani recopiló y estudió todos los textos y pactos provinciales que
habían dado pie a la formación jurídica del estado argentino. Junto con Rómulo Carbía, Luis María Torres
y Ricardo Levene, entre otros— formaron la Nueva Escuela Histórica, que comenzó a hacer historia de
manera rigurosa y con método científico. Ravignani desarrolló una obra fundamental para la historia
política y jurídica. Su libro “Historia Constitucional de la República Argentina” de 1927. En su obra histórica
Ravignani prestó una atención especial a los caudillos y entre ellos a Juan Manuel de Rosas, que durante
toda la segunda parte del siglo XIX fueron considerados simplistamente dentro del término sarmientino de
«barbarie». Ravignani proponía una «conciliación de Rosas y Sarmiento, lograr la síntesis entre federales
y unitarios». Comenzó a ejercer la docencia en el Instituto Superior de Profesorado Secundario,
encargándose de la asignatura de Historia de América. Toda la fértil carrera académica de Ravignani
estuvo acompañada de una posición de compromiso político, ya desde que en su época de estudiante se
hubiese afiliado a la Unión Cívica Radical. Entre 1922 y 1927 fue subsecretario de Hacienda de Buenos
Aires, así como diputado del Congreso Nacional Argentino en tres ocasiones. La vida política de Ravignani
se caracterizó por un escrupuloso respeto al constitucionalismo argentino.
Diego Luis Molinari: nació en Buenos Aires en 1889 y murió en 1966. Fue un abogado, político e
historiador argentino. Autor de numerosas obras sobre historia de la época colonial, perteneció al
movimiento revisionista. Iniciado políticamente en la Unión Cívica Radical, pero adhirió posteriormente al
peronismo. El libro que lo lanzó a la fama era una obra polémica desde su planteamiento inicial: La
"representación de los hacendados" de Mariano Moreno. Su ninguna influencia en la vida económica del
país y en los sucesos de mayo de 1810. Se identificó primeramente con la Nueva Escuela Histórica, Con
el paso del tiempo, se enfrentaría duramente en sucesivas polémicas con Ricardo Levene.
De vida multifacética, Molinari fue profesor de derecho y de historia argentina. En 1933 y hasta 1946,
encabezó la Cátedra de Historia Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires. Entre 1936 y 1946, fue además titular del curso de Historia Económica en la Facultad de
Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. También tuvo una intensa vida pública, como
diputado y senador y como subsecretario de Relaciones Exteriores durante la presidencia de Hipólito
Yrigoyen, en cuya labor defendió la política de neutralidad de la Argentina frente a los conflictos armados
internacionales, aspecto que caracterizó al gobierno del presidente radical. Molinari trasladó esta idea a la
investigación historiográfica, cuando trató de diferenciarse, de manera tajante, de la inteligencia
dependiente del poder político y económico, que tuvo su expresión más clara durante la década de 1930.
Tras el final del primer gobierno de Yrigoyen, se dedicó a la enseñanza universitaria. Proyectó una ley
general de asistencia social. Tras el golpe de estado de 1930, Molinari se refugió en la embajada japonesa
y luego abandonó la Argentina a bordo de una nave japonesa, rumbo a Santos, Brasil, junto a su familia.
De allí se trasladó a París. Allí se entrevistó con Alvear, lo que molestó a muchos radicales, que lo
acusaban de haber pretendido derrocar a Yrigoyen. Su adscripción a la corriente revisionista se hizo
evidente a partir de entonces, con la edición de libros que pertenecen claramente a esa vertiente, como
Viva Ramírez. Adhirió a la figura de Juan Domingo Perón y colaboró en varios periódicos en apoyo de su
candidatura presidencial. Fue elegido senador nacional por la capital por segunda vez, por lo que pidió
licencia en la Universidad; no volvería a retomar la docencia. Tras el derrocamiento de Perón, Molinari se
exilió en la Embajada de Panamá en Buenos Aires.
Rómulo D. Carbia: nació en Buenos Aires en 1885 y muere en 1944. Fue un historiador argentino. Estudió
en la UBA. Historiador y profesor universitario, fue un buen exponente de la cultura nacional en la primera
mitad del siglo XX. Carbia fue profesor de historia y director de la biblioteca de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires desde 1915. Fue autor de numerosas obras escritas de carácter histórico e
historiográfico: “Historia de la historiografía argentina” (1925). A él se debe, en gran parte, el estudio de la
historia de la conquista española bajo la óptica de la "leyenda negra", es decir, la visión más crítica de la
penetración española en América y de su posterior influencia cultural. Carbia, fue un especialista en temas
colombinos, al punto que varias veces fue invitado por centros científicos nacionales y extranjeros, para
conferenciar sobre esta especialidad. Además, fue uno de los más destacados especialistas en la
historiografía argentina, en el estudio de las metodologías y corrientes históricas del país. Al respecto,
Carbia se preocupó por imponer nuevos objetos de estudio, nuevas perspectivas para temas ya tratados, y
una nueva manera de desarrollar el estudio histórico, en correspondencia con la manera en que esta
disciplina se desarrollaba en otros países, especialmente europeos. La nueva escuela histórica, más que
la primera generación de profesionales, fue la que creó la historiografía profesional en la Argentina… la
profesionalidad de la escuela podía derivar no de su formación sino de la legitimación que en ese sentido
la sociedad local o sus elites estaban dispuestas a concederle, en tanto una historiografía profesional
académica aparecía como una necesidad funcional para la constitución de un pasado nacional que
cobijara la identidad argentina que se esperaba construir desde la educación patriótica.
7)- Revisionistas: surge 1920 y que si bien no llega a convertirse en una perspectiva con una fuerte
influencia en los centros académicos y en los planes de estudios, sí tiene un fuerte peso en su denuncia
de la función política de la “Historia oficial”. Esta corriente historiográfica ha tenido a lo largo del tiempo
diferentes corrientes internas.
- Surge como un movimiento antiliberal y nacionalista- católico, por 1940 recibe la influencia de la
FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) con sus planteos respecto de un
progreso social y económico nacional, de carácter antiimperialista.
- Ya en la década del 50 encontramos una corriente ligada al nacionalismo popular, centrado en las
masas y el obrero.
- En los `70 esta corriente toma como objetivo, la transformación revolucionaria. Cabe plantear que
lo que las une, es su oposición a la “Historia oficial”, la reivindicación del federalismo y, con ello, la
exaltación de los caudillos, así como también un fuerte sentido nacionalista y antiimperialista.
Siempre en oposición a la historia legitimada por el poder político, careció de influencia en los ámbitos
académicos pero tuvo una amplia repercusión en los medios de divulgación. A su vez nunca llegó a
constituirse en “Historia oficial”, a pesar de haber cobrado relevancia durante ciertos períodos, por ejemplo
durante el peronismo. Por ende los planteos de esta corriente nunca se incorporaron a los planes de
estudios. El ideal del modelo oligárquico había entrado en crisis. El proyecto de crecimiento con un modelo
de país, regido por los conservadores, había mostrado su fracaso. Con el ascenso de las capas medias,
durante el gobierno de Irigoyen y la inmigración masiva llegada al país desde fines del siglo XIX, se había
modificado la composición social y con ello el modelo cultural dominante había perdido su fuerza
hegemónica. Las influencias del liberalismo inglés y el iluminismo francés también coadyuvaron para que
ciertos sectores mostraran su disconformidad. Además de nacionalista y antiliberal, el revisionismo
histórico, era fuertemente «antisocialista» dado que buscaba “lo opuesto a la revolución social: la
restauración de las tradiciones y valores abandonados, en nombre de un espiritualismo que impugnaba de
plano el materialismo marxista, asociado en ese sentido con el «mercantilismo» del capital foráneo y las
elites antinacionales”. Asimismo criticaban al sistema parlamentarista de gobierno en defensa de un orden
jerárquico propio del nacionalismo conservador.

Para Quatrocchi: el movimiento revisionista fue precoz, permite indagar el drama argentino (liberal en lo
económico y de cultura antiliberal). Se caracterizó por un nacionalismo reaccionario que creó mitos
identificatorios. Hasta ahora nadie pudo competir con la corriente liberal de Mitre. El revisionismo fue la
única voz discordante con la academia, pero no logró transformarse en alternativa académica. No
podemos considerarla escuela, ya que no tiene una estructura particular.
Para Halperín (visión decadentista, con aportes modestísimos, porque hacen crítica a la realidad buscando
las raíces en el pasado). Parte de la revisión de los personajes, especialmente la figura de Rosas. Para
Halperín su origen es afín a otras corrientes latinoamericanas con los que comparten elementos comunes:
el positivismo, la poca importancia que le dan a la etapa colonial y la predilección por la primera etapa
independiente. Al igual que en Chile, se critica al liberalismo constitucional. Su objetivo (Halperin) es
individualizar en una etapa histórica, el modelo para el presente y el futuro. Para ello el punto de partida es
la crítica del presente. Priorizan la dimensión del análisis económico, especialmente en problemáticas de
la década del 30. Se vuelcan más a la historiografía cuando ven la imposibilidad de lograr un papel
protagónico en política. Las críticas más importantes son la falta de base documental, el carácter
panfletario y reaccionario, que no logra inserción institucional (Si bien en un principio lo hacen en el
Instituto Ravignani, está campeado por peleas internas). Participan en conflictos políticos e ideológicos.
Sus antecedentes, el catolicismo y la Nueva Escuela Histórica. Las raíces, Maurras, Spengler y la derecha
francesa. Los precursores fueron Saldías y Quesada, que destruídos por otra forma de hacer historia,
sufrieron una conspiración de silencio. Los revisionistas los transformaron en mitos. No implican ruptura
con la época, ya que no salen del círculo de especialistas.
En paralelo se producen historias provinciales que hacen una firme crítica del centralismo porteño y de la
tradición historiográfica unitaria, y una reivindicación de los caudillos provinciales y del federalismo e
incluso una revalorización de la experiencia democrática asociada a ellos. Es una operación hecha en
nombre de la imparcialidad histórica la que se ve en obras como las historias de Entre Ríos de Benigno
Martínez, la de Santa Fe de Manuel Cervera, etc. Después de la primera guerra mundial, el miedo a la
inmigración, según Clementi, produce el surgimiento de una escuela de base nacionalista, que hace una
“revisión de la historia”. Todo ello en el contexto de la Ley Sáenz Peña y en pleno debate sobre la
nacionalidad, que sale del gabinete del historiador.
Los historiadores asociados al radicalismo consideran necesario superar la imagen negativa de los
caudillos, entonces sale al público el tema de Rosas, según algunos porque su vida tiene elementos
comunes con la vida de Yrigoyen, con el que se traza un paralelismo (aunque nunca se lo trato de
identificar). Importante en este contexto es el irigoyenista Carlos Ibarguren: nació en Salta, en 1877 y
muere en Buenos Aires en 1956, fue un académico, historiador y político argentino. Políticamente se
asoció en un principio con la tendencia liberal, antes de pasar al nacionalismo corporativista en su vida
posterior. En la época de Yrygoiyen la bibliografía en contra y a favor de Rosas se incrementa. El
importante el papel de la prensa, y la revalorización literaria del personaje.
Los primeros revisionistas, en 1916, son Francisco Silva, que desde una editorial venezolana (América)
quiere revisar la historia. Su objeto es la defensa del hispanismo y americanismo, junto con Vicuña
Makena y Manuel Ugarte. También lo es Quesada.

Diferentes etapas de los revisionistas:


DECADA DEL 20: El primer grupo de revisionistas surge en este contexto. Por la llegada del radicalismo al
gobierno, la reforma universitaria y el proceso de democratización social y política que lo acompañaba, lo
que abría nuevas cuestiones que impactaban sobre el campo intelectual. Un modo de observar las
ambigüedades de la época es analizar la figura de Ibarguren, mimado por el reformismo conservador,
ministro de Roque Saénz Peña, profesor de Derecho Romano de la Facultad de Derecho de la UBA Y de
la Facultad de Filosofía y Letras. En 1922 fue candidato a presidente por el PDP y fue nombrado miembro
de la Junta de Historia y Numismática, dictó un ciclo de Conferencias sobre Juan Manuel de Rosas, que
aparecerían en 1930 como libro con gran éxito. Fue uno de los mentores intelectuales de su primo, el gral
Uriburu y durante su gobierno lanzó en Córdoba un programa con tintes corporativos. En 1934 se dirige
hacia el fascismo, con su obra “La inquietud de esta hora”. En su obra “La Historia que he vivido” (1935)
busca enmarcar el personaje en su tiempo y comprenderlo más que reivindicarlo. Propone así la
reivindicación de un Rosas producto de su tiempo y de la anarquía que había dinamitado la “disciplina
social” y que encarna lo que el autor llama “tiranía trascendental”. Es así que ve a Rosas como garante del
orden, aparece como político astuto y malicioso, pragmático y ególatra, que para lograr sus objetivos
contaba con su habilidad, como representante consumado de la simulación y una capacidad para la
teatralidad demagógica. Un Rosas reaccionario y simpatizante del orden colonial, con un gobierno
despótico. Ello lo aleja de una simpatía sin reservas hacia Rosas, ve en él el representante del orden, en
contraposición a los caudillos y sus turbas criminales. El fascismo de Ibarguren está en el futuro, no en el
pasado. La recuperación de Rosas y su “sangrienta y larga dictadura” se limita a su defensa de la
soberanía nacional y la integridad territorial. En la década del 20 hay dos tendencias Rosistas: Populista
(La Razón, Crítica y defendida por militantes yrigoyenistas); Conservadora (La Prensa e Ibarguren).
Ambas pretenden integrar a Rosas al panteón nacional.
DECADA DEL 30: vuelcan sus esperanzas en los nacionalistas, especialmente en Uriburu. Buscan en el
rosismo la capacidad de liderazgo y la capacidad de enfrentamiento con potencias extranjeras. Para
ensalzar a Rosas, denigran a los demás héroes. Algunos de sus artículos se considera que contribuyeron
al derrocamiento de Yrigoyen, pero sufren un rápido desengaño cuando ven que Uriburu se apoya en los
conservadores. Empeora su situación con Justo. Ellos ven la ideología el motor de la historia y fortificados
en su enfrentamiento con Justo, pretenden transformarse en guías ideológicos de la nueva clase dirigente
en la Argentina posdemocrática. El paraíso perdido es la época de Rosas. Se apoyan en la teoría radical
del continuismo de los caudillos con Yrigoyen y buscan antecedentes de Uriburu en Lavalle. Rescatan de
Rosas el liderazgo entre las masas (elemento conservador: la participación de la plebe, pero no en
decisiones reales). Consideran sin capacidad de dirigir el proceso político argentino y buscan la solución
en Rosas. Otro aspecto que rescatan es su resistencia al bloqueo inglés. Quienes tomarán con fuerza la
impugnación a la Historia oficial de la oligarquía serán Ernesto Palacio y Julio y Rodolfo Irazusta. El
primero lo hará en su libro “La Historia Falsificada” donde rastrea “desde el fondo del pasado nacional” al
enemigo de la nación y donde afirmará el pasado nacional y católico del país. Por su parte, los hermanos
Irazusta escribieron “La argentina y el imperialismo británico”, donde critican la “acción del capital británico”
y “al liberalismo económico y político de los próceres oficiales”; su historiografía gira en torno a la defensa
del federalismo frente al centralismo porteño y, en la reivindicación de la actuación de Juan Manuel de
Rosas. Los revisionistas iniciales revalorizaron la actuación de los caudillos del interior y la etapa colonial,
para justificar nuestra tradición hispánica, con un acentuado desprecio por lo indígena. Para ello condena
el pacto Roca-Ruciman. Surgen dos términos: oligarquía (que representa a la elite con ideología
antinacional, corrupta) y antiimperialismo (lucha contra el extranjero). Es un vocabulario neoconservador.
Para explicar un hecho presente busca oxígeno en la historia de la oligarquía argentina a la que acusa de
vendepatria. Exceptúa al gobierno de Rosas que actúa como antibritánica. La interpretación del
imperialismo es política, y se relaciona con la actitud de los dirigentes argentinos, que no deriva de sus
intereses sino de su orientación ideológica y moral, claudicante ante las potencias europeas. Fue un libro
fundador del revisionismo argentino, por su combinación entre instancia política e historiográfica, entre un
retrato del presente y del pasado. Fue publicado por la editorial Tor, lo que le aseguraba amplia difusión.
Estaba dividido en tres partes. Los hermanos Irazusta pertenecían a una familia de medianos propietarios
terratenientes en Gualeguaychú, no resultaron estudios sistemáticos, pero fueron influidos por la lectura de
Maurras en su viaje a París. Julio es el menor de los Irazusta, y en 1934 publica “Ensayo sobre el año 20”,
de tono elogioso a Levene. No hay aquí una denuncia de una “historia falsificada”. El interés del artículo
reside en una inteligente utilización de los documentos, especialmente los provistos por Levene. En 1935
publica un pequeño libro editado por Tor, “Ensayo sobre Rosas y la suma del poder”, donde aparece la
idea de la conspiración de silencio instrumentada por los “tergiversadores profesionales de la Historia”. La
figura de Rosas es magnificada hasta términos hiperbólicos y su caída significo la pérdida para Argentina
de la posibilidad de ser una potencia mundial. Ese Rosas cuyas dotes políticas e intelectuales Irazusta
resalta, consistía en restaurar el orden social y el principio de autoridad bajo una fórmula empírica flexible.
El mito sobre la decadencia argentina se fundía con el mito de la futura grandeza del país, apelando a la
ucronía (conjeturas sobre lo que pudo haber sido). En 1935 se afilia a la UCR, por la que es candidato a
senador en 1939 por Entre Ríos, alejándose de los grupos nacionalistas. Le interesaba la crítica literaria, a
través del comentario de libros o retratos de personajes. El enrarecimiento del clima entre los intelectuales
a partir de la Segunda Guerra, deterioró su vínculo con el mundo liberal y le permitió impulsar sus estudios
sobre la época de Rosas. Los decepcionó el rumbo del golpe del General Uriburu que habían apoyado.
Apoyan a Justo como mal menor, participan en grupos nacionalistas y luego en el radicalismo entrerriano.
Crean el Partido Libertador, con el que participan con poco éxito en las elecciones de febrero del 46. Su
conversión historiográfica fue en el 2do gobierno de Yrigoyen, ven como un nuevo Rosas producto de la
decepción política. En su libro hacen una línea histórica de las sucesivas claudicaciones de las clases
dirigentes argentinas ante el imperio británico. Su explicación deriva de la orientación abstracta, ideológica,
laicista, maquiavélica y sin sentido nacional de los grupos dirigentes, que se inician por Rivadavia. Fueron
negadores de lo criollo, el patriotismo, lo hispánico, católico. Inversamente Rosas, que era más inteligente
y culto que todos sus opositores, es el campeón de los intereses nacionales. En su caída influyen las
protestas de las provincias por cuestiones económicas y el cansancio ante su dominación de aquellos a él
sometidos. La caída de Rosas no significó para los Irazusta, la definitiva pérdida del destino nacional, sino
que el conflicto recomenzaba tras su caída entre los patriotas como Urquiza y Mitre. Su obra más
importante desde el punto de vista historiográfico fue “La vida política de Juan Manuel de Rosas a través
de su correspondencia”, donde el Rosas que de línea es una figura excepcional en un contexto no
sudamericano sino universal. Su capacidad para construir una confederación empírica, de intentar
recuperar la dimensión territorial del antiguo Virreinato y de reconstruir el orden social debilitado por la
experiencia revolucionario marca la obra. No era un líder de masas, ni su gobierno una democracia
plebiscitaria. Era un gobierno mixto en el que coexistía el principio monárquico con el aristocrático y
democrático. Caseros para él es inexplicable, salvo por la defección del que consideraba el mejor general
de Rosas: Urquiza. La obra es producida fuera del ámbito académico. Otros se acercan al fascismo, como
José María Rosa.

DECADA DEL 40: surge una nueva línea de revisionista que proviene de la FORJA, fundada en 1935 y a
la que se suman después hombres de izquierda que luego adherirán al peronismo. Si bien esta línea sigue
sosteniendo el nacionalismo, no lo hará desde el rescate de una visión de derecha hispánico-católica sino
desde un “nacionalismo popular”. Diferirán en el abordaje del caudillismo y de la figura de Juan Manuel de
Rosas. Otro representante de esta línea, quien no militó en el grupo FORJA pero estaba ligado a él, fue
Scalabrini Ortiz: nació en 1898, hijo de un prestigioso pedagogo y naturalista italiano, estudió Agrimensura
en la Facultad de Ingeniería en la UBA, lo que le permitió vivir gracias a los ingresos por las mensuras
realizadas. Participó de la bohemia literaria, colaborando en revistas como la Maga y Martín Fierro. Fue
ensayista y pensador político. En los años 30 comienzan sus preocupaciones políticas, se involucra en la
fracasada revolución filorradical de 1933, por lo que estuvo detenido y luego salió del país. Se dirigió a
Europa y cuando regresa, se vincula con FORJA. Adhiere a un neutralismo y distanciamiento de los
conflictos internacionales, que alterna con ataques a la hegemonía británica en el país. Desconfiado hacia
la revolución del 43, apoyó luego al peronismo, aunque reservándose espacios críticos. Lo mismo haría
con Frondizi. Nunca ocupó cargo público, lo que le permitió tener posturas independientes. En el campo de
la historia económica denunció la creciente presencia de los intereses británicos en la economía y política
argentina y su impresión negativa sobre el Pacto Roca Runciman y la creación del Banco Central y la
Corporación de Transportes. Realizó estudios autodidácticos, basados en fuentes secundarias. Se ocupó
de la década del 20, iniciando las polémicas sobre el tema, sobre la creación del Banco Nacional y el
empréstito de la Baring y la independencia de Uruguay. Su conclusión es que los ingleses son corruptores
y los políticos argentinos corruptibles. Publicó en 1940 “Política británica en el Río de la Plata”, especie de
panfleto político con ejemplos históricos, sin análisis serio. En el mismo año aparece “Historia de los
ferrocarriles argentinos”, donde presenta aspectos paradójicos, como un detallado estudio de la historia de
algunos ferrocarriles, el Oeste, el Sud, el Central argentino, combinado con una mirada conspirativa de la
diplomacia y los intereses británicos, incluso fracasos de empresas nacionales son atribuidas al empeño
hostil de la diplomacia británica. El trabajo tenaz de Gran Bretaña para maniatar al país se simboliza en el
ferrocarril que comienza destruyendo las tropas de mulas y carretas. El automóvil y el camión serían
resultado, desde su mirada, también de las maquinaciones inglesas. Troco con el silencio cómplice que
permitía mantener en el engaño a la conciencia argentina, en esa lucha entre los intereses nacionales y
los personeros británicos. Hace un análisis detallado de la política administrativa y financiera de los
ferrocarriles, moviéndose en dos direcciones opuestas y contradictorias historiográficamente: la historia
administrativa y la poesía épica. La teoría conspirativa que antropomorfiza naciones, instituciones,
empresas, casi como si se tratase de un combate bíblico, cautiva al lector no especializado. A ello se debe
el éxito del libro. En su obra “El hombre que está sólo y espera” más que un análisis económico hace un
proyecto sobre una historia moral. Su obra se centró en el análisis crítico de la política británica en
Argentina denunciando la complicidad de “sus socios locales”. El carácter antibritánico de esta corriente se
suma a la fuerte oposición al imperialismo. Desde el aspecto metodológico no difería del método
Rankeano. Las mayores críticas a estos historiadores están puestas en el escaso manejo de las fuentes
primarias, en la omisión de los procesos al centrarse en los hechos, los acontecimientos políticos y en la
forma de historia relato propia de los historiadores que los antecedieron. Desde el aspecto ideológico, no
variaron el endiosamiento a los héroes sino que propusieron el culto a nuevos héroes. Esta escuela no
estuvo integrada por historiadores profesionales sino que se dio en el marco de la militancia política.
Excluidos de la Academia Nacional de la Historia se agruparon en torno al Instituto de Investigaciones
Históricas Juan Manuel de Rosas, que había sido creado en la década del 30 y donde se producía y
difundían revistas y libros, se realizaban conferencias y cursos, desde un enfoque “anti – Historia” oficial.
Visiones pesimistas son las de “El hombre que está solo y espera” de Scalabrini Ortiz o “Radiografía de la
Pampa” de Ezequiel Martínez Estrada y Catilina, una revolución contra la plutocracia en Roma, de Ernesto
Palacio (1935). Este último libro, preocupado por un tema lejano, parte de la analogía entre la corrupción
del final de la república romana con la de la Argentina de la década del 30, entre una oligarquía corrupta y
una joven generación patricia regeneradora, entre un orden agotado y un orden nuevo que emerge. Otra
corriente apoya a Franco y encuentra elementos en la etapa colonial, viendo a Rosas como restaurador
del orden colonial. Los aportes comunes no alcanzan para dar coherencia al movimiento
Devoto considera el 34 como año del surgimiento del revisionismo histórico, por la aparición de la obra de
los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta “La Argentina y el imperialismo británico”, enmarcada en un clima
político y cultural enrarecido, la inestabilidad política, las nuevas lecturas pesimistas de un presente
cargado de los peores presagios, el avance de las corrientes ideológicas nacionalistas y tradicionalistas.
En 1934 Scalabrini Ortiz publica en La Gaceta de Bs as artículos que señalaban la irrealidad de la riqueza
argentina, ya que ella era en lo fundamental extranjera y denunciaba la explotación del capital inglés y
norteamericano. El imperialismo inglés estaba dado por el papel expoliador de los ferrocarriles ingleses.

En 1938 un grupo de nacionalistas decide la creación de una entidad consagrada a la revisión histórica de
la época de Rosas. Se crea el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. El objetivo es
combatir la historia oficial y disputar a los poderes públicos el control de la memoria nacional, en homenaje
a los 50 años de la muerte de Sarmiento. Es más un comité político que una corriente historiográfica y
surge para contraponerse a la Academia Nacional de la Historia. Todos los sectores revisionistas apoyan a
Perón (el integrista Sierra, Palacio, Rosa, Scalabrini). Está destinado a competir con la Academia y uno de
sus antecedentes fue el Instituto de Estudios Federalistas creado en Santa Fe. Su modelo formal fue el
Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que dirigía
Ravignani. Publica la “Revista del Instituto de Investigaciones Histórica Juan Manuel de Rosas”, que en
1944 pasa a llamarse Boletín, que trató la “glorificación “de Rosas, para despertar la conciencia nacional.
Dos aspectos dominaron la actividad del Instituto: la difusión de actos y conferencias, la crítica sobre la
investigación o la recopilación documental. Fue más un ámbito de sociabilidad que un ámbito de
investigación que surgió por inspiración de Alberto Contreras y fue heterogéneo, aunque dentro de las
distintas líneas del nacionalismo. Aunque eran neutralistas, hispanistas y defensores del catolicismo.
Confluían nacionalistas doctrinarios y nacionalistas republicanos, los primeros de un extremado
ideologismo que buscaban soluciones políticas dictatoriales como las que estaban en Europa y por el otro,
más flexibles, pero igual simpatizantes de los nuevos modelos europeos. Al primer grupo pertenecían
Ernesto Palacio, los hermanos Irazusta, Ramon Doll; a la segunda Héctor LLambías, Carlos Steffens
Soler, Federico Ibarguren y Héctor Sáenz Quesada. Sostenían tres rasgos generales: los vínculos de
amistad antiguos, el compartir un rasgo social (eran vástagos de familias de antigua residencia en el país
con lazos con Rosas y la tradición federal y la existencia entre ellos, de un grupo relevante de militares).
Muchos habían egresado de la Faculad de derecho de la UBA, la gran mayoría no descollaba en su
profesión ni estaba inserto en instituciones de enseñanza superior (salvo José María Rosa, en la UNL),
participaban del periodismo político o en ambientes literarios. Muchos procedían de la bohemia o la
vanguardia literaria. Desde la Revista del Instituto se abrieron sistemáticas polémicas contra la historia
oficial y contra la naciente historiografía comunista, como la que emprende Vicente Sierra contra Rodolfo
Puigros.

Un momento prolífico en iniciativas fue hacia finales de la década del 30, mientras se desarrollaba la 2da
guerra mundial. De esa época es “La Unidad Nacional” de Ricardo Font Ezcurra, “La historia Falsificada”
de Palacio, “vida de Juan Manuel de Rosas” de Manuel Gálvez. En 1941 el primer volumen de la “Vida
política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia “de Irazusta, “Defensa y pérdida de
nuestra independencia económica “ de Rosa y en 1944 “El sentido misional de la conquista de América” de
Vicente Sierra. También coincidió con el impacto sobre la opinión pública de los temas que imponía el
revisionismo vinculado con la expansión del nacionalismo y el integrismo católico, a partir de la guerra civil
española y la polarización fascismo antifascismo. Se plantea un clima intolerante y agraviante con la
historia académica, a la que acusaban de mala fe, ocultamiento, falsificación deliberada. Llegaron a
agraviar a algunos profesores políticamente neutralistas, acusándolos de nazis e impidiéndoles que dicten
clases. Diego Molinari fue objeto de estas manifestaciones en la Facultad de Ciencias Económicas de la
UBA y José María Rosa en la Facultad de Derecho de la UNL. Levene se convirtió en blanco principal de
las críticas. Ernesto Palacio fue la gran figura del momento. Abogado, hijo de una familia tradicional, figura
del primer plano en la vanguardia literaria de los años 20, promotora del acercamiento del nacionalismo
maurrasiano y el catolicismo intelectual en “Criterio”, sostenedor del golpe de Uriburu y luego
desilusionada con él. Y en 1939 “La historia falsificada”. Para él la historia tiene un papel esencialmente
pedagógico, para las masas. Exalta el tema del rosismo, y su eje vertebrador es la tradición hispánica y
católica. La recuperación de la relación filial con España le lleva a reformular el mito de los orígenes, no
admitiendo ninguna integración con los pueblos originarios. En La Historia Falsificada, aparecen
ingredientes pesimistas y decadentistas comunes a su tiempo. Considera a la historia de Levene un eco
menor, ya sin vida, una historia mortuoria, revelando su inutilidad y anacronismo. La historia falsificada
sería así la de la “Historia de la Nación Argentina “de Levene, no la de los padres fundadores.

Manuel Gálvez, abogado, católico activo e hispanista, defensor de la tradición federal y en menor medida
de Rosas. Sus obras “Diario de Gabriel Quiroga”, inclinado al realismo social, con mucho éxito de público,
simpatizante de un nacionalismo popular y admirador del fascismo italiano. Defensor de Yrigoyen, en la
década del 30 se inclinó hacia el género de las biografías históricas (Vida de Hipólito Yrigoyen, de Juan
Manuel de Rosas y de Sarmiento). El Rosas de Gálvez es menos logrado, aunque muy documentado
intenta justificar o minimizar sus acciones. Si bien el autor dice que Rosas había sido implacable con sus
enemigos, el número de víctimas de su régimen fue menor que los de otro de su tipo, lo que le parece un
argumento benevolente. Incursiona en la vida privada de Rosas, con referencia a su querida, Eugenia
Castro y sus hijos en común, que cohabitan junto a Manuelita en Palermo, en lo que denomina un
comportamiento de patrón de estancia comprensible en la lógica del personaje, aunque no justificable. El
Rosas de Gálvez es un líder popular y democrático, preocupado por la disciplina que deber regir en la
sociedad, dio pasos concretos para fortalecer la asimilación social de las masas semi-bárbaras a través de
la religión y para hacer imperar la democracia. Tomó distancia de la democracia funcional, fue constructor
de la unidad nacional y consideró la Revolución de los restauradores como una revolución de clase, o sea
de la plebe urbana. Rescata el carácter popular de Rosas, quien encarcelaba “burgueses”. Gálvez era
partidario de una dictadura para la Argentina.

En los 40 se imbrican con la ideología del integrismo católico (corriente española de la Generación del 98),
la reivindicación del hispanismo, una postura pro eje, todo proveniente del falangismo. Cada vez se los ve
más como nazis que esconden actividades políticas bajo pretexto historiográfico. A Rosas lo ven como
restaurador del orden colonial, sin analizar el retardo que significó para el país. Consideran su etapa como
de oro, para contraponerla a la decadencia actual. Acusan a la historia oficial de presentar una visión
obsoleta del pasado argentino, justificando a la oligarquía. Pretenden destruir el panteón existente (los
liberales son traidores a la patria). Obtienen pocos resultados, y se desilusionan. Sólo los escuchan
algunos sectores de estudiantes y FORJA.

Entre 1941 y 1942, en tres números de la “Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas” y en otros tres de
la “Revista de Economía Argentina” (fundada por su suegro, Alejandro Bunge), se publicaron las partes de
un ensayo que se reuniría en forma de libro en 1943, bajo el título “Defensa y pérdida de nuestra
independencia económica”, de José María Rosa. Abogado, egresado de la UBA en 1927, pertenecía a
una familia prestigiosa, pero no antigua. Inició su carrera política y académica en Santa Fe. La primera
marcada por el eclecticismo, comenzó en el PDP, fue funcionario de la Intervención enviada por Uriburu y
luego juez de Instrucción en la gobernación de Luciano Molinas. Luego dejó ese partido y se aproximó al
nacionalismo, se sumó al radicalismo anti-personalista de la provincia y fue integrante de la Concordancia.
Fue funcionario de la gobernación de Manuel de Iriondo (1937-41), durante la intervención federal. Recaló
en la galaxia nacionalista luego del golpe del 43 en que ocupó el cargo de presidente del Consejo de
Educación en la provincia. Es un itinerario (demócrata, conservador, nacionalista) bastante parecido al de
Carlos Ibarguren. En lo académico tuvo un itinerario bastante original. Docente universitario en el Colegio
Nacional y en la Facultad de Derecho de la UNL, luego en la UNL Plata donde cesará en 1955, con la
caída del peronismo. Publicó en 1936 su “Interpretación religiosa de la historia” donde enfatiza el papel de
las creencias religiosas en la cohesión de la sociedad. Recorre el pensamiento social europeo, polémica
con lecturas de escuelas antropológicas católicas y adhiere a Durkheim, Levy Bruhl y Marcel Mauss.
Siente afinidad con la sociología y etnología francesa, de donde deduce la importancia de la magia y
religión en cualquier tipo de organización social. Prioriza los fenómenos colectivos sobre la historia de los
grandes personajes o los individuos. En 1938 aparece en el mundo revisionista, con su participación en la
fundación del Instituto de Estudios Federalistas en Santa Fe. Cuando se traslada a Bs As, milita en el
Instituto Juan Manuel de Rosas del que será presidente desde 1951. En “Defensa y pérdida…” promete
una interpretación de la historia económica argentina desde la colonia hasta 1943. Hace una cronología
del mismo, concentrándose en el tema de las políticas hacia el comercio exterior, favoreciendo las
proteccionistas, las industrialistas y condenando las librecambistas. No otorga ningún papel a la población
y a la demanda, por lo que manifiesta serias reservas sobre el papel de la inmigración. Juzga
positivamente la política nacional de Rosas, en especial por su ley de aduanas y con el fomento de los
saladeros. Rosas era un modelo social y económico positivo no feudal, sino medieval, con su patrón y sus
peones formando una verdadera unidad, fundada en la ayuda y el respeto mutuo. Le interesa relatar la
pérdida de la independencia económica, a cambio de la independencia política primero y luego ante las
erradas políticas de tantos dirigentes argentinos que defendían, consciente o inconscientemente los
intereses británicos.

Contemporáneo, emerge Vicente Sierra, egresado del Colegio Nacional de la Plata, no completó sus
estudios superiores, profesor de historia en la enseñanza secundaria. Vinculado con ambientes
positivistas. Su reflexión historiográfica estuvo marcada por una matriz hispano católica. Milita en la
década del 30 en agrupaciones nacionalistas y en el Instituto Juan Manuel de Rosas. Con el golpe del 43
accede a trabajar como profesor de Historia de la Historiografía en el nivel terciario y como profesor de
historia argentina en la Escuela Superior del Magisterio. Milita en el nacionalismo y el peronismo, del que
fue funcionario en el Ministerio de Transporte, A partir de 1957 retoma la docencia en el Colegio del
Salvador. Su obra se centra en el período colonial, la expansión de las tradiciones hispanistas y católicas
y la búsqueda de la comunidad espiritual de los pueblos ibéricos, en el contexto de la guerra civil española
y de la idea de cruzada del falangismo. Su obra más importante es “El sentido misional de la conquista” de
1942, publicado en Madrid. Usa fuentes editadas, copia de los documentos de archivos españoles
disponibles en la Biblioteca Nacional. Su deseo es rehabilitar la conquista de América por los españoles y
el papel evangelizador de los jesuitas. Resultado de la ceguera ideológica, observa que el racismo es un
fenómeno de las democracias contemporáneas para lo que apela a leyes inmigratorias estadounidenses
para sostener que el racismo empezó antes en Estados Unidos que en la Alemania Nazi, y es positivo
porque todo pueblo tiene derecho a preservar su identidad. Contrasta la colonización española con la
anglosajona señalando el carácter económico y capitalista de la segunda en oposición a la espiritual y
medieval de la primera. Condena en bloque a la modernidad y defiende el emblema de la contrarreforma
anticapitalista que es España. En ella fue, según él, producto de la benéfica acción del Santo Oficio sobre
moros y judíos. El carácter espiritual y misional de la conquista de América, se transformó en un panfleto
ideológico.
La revolución del 43 abrió inesperadas posibilidades al revisionismo, que se confundía con el
nacionalismo. Este último se hizo fuerte en el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública y las
Universidades nacionales intervenidas. Los revisionistas encontraron allí espacios para avanzar,
especialmente cuando Jordán Bruno Genta fue nombrado interventor de la UNL. Partidario de la
revolución restauradora, católico ultramontano y defensor de los ambientes castrenses, no dejaba de aludir
en sus discursos a la Historia falsificada del liberalismo, en elogiar a Rosas, aunque menos que a San
Martín y en recuperar la herencia colonial espiritual hispánica y católica. Ello le generó la oposición de los
antifascistas, de FORJA y especialmente de Jauretche o los hermanos Irazusta que, si bien nacionalistas,
no se unirían a la desmesura de Genta. Ramón Doll fue nombrado interventor de la UN de Cuyo, en cuyo
despacho colgó un retrato de Rosas. Su función terminó en un escándalo, por lo que Perón tomó nota y
vio la inconveniencia de insistir con los nacionalistas semejantes. Aunque no todos los revisionistas
actuaron del mismo modo. Vicente Sierra por ejemplo, llevó a cabo una estrategia más distendida e
integracionista. Los problemas de los revisionistas no sólo se produjeron por su tendencia a la desmesura,
sino que los docentes resistieron a las reformas desde arriba y fueron poco disponibles para aceptar el
arribo de paracaidistas. El 45 significó para los nacionalistas por un lado, el desplazamiento de muchos
espacios que habían conquistado, y por el otro, la necesidad de posicionarse en el movimiento organizado
por Perón. La respuesta no fue unánime: Gálvez, Sierra, Doll y Palacio se sumaron al peronismo sin
reservas, otros hicieron un apoyo más externo, desde estructuras del nacionalismo (como Pablo Oliver
desde el Instituto, Federico Ibarguren desde la Alianza Libertadora Nacionalista), otros como José María
Rosa o Scalabrini mantuvieron simpatía sin compromiso efectivo y otros se pasaron a la oposición (Hnos.
Irazusta y Genta). Nacionalistas y revisionistas, aunque muchas veces se disgustaran con el gobierno
(debido a la formación liberal en lo historiográfico, de Perón y su aspiración a eludir definiciones
ideológicas precisas referidas al pasado argentino y si las hacía era para obtener el mayor rédito posible),
carecían de muchas alternativas posibles.
En la perspectiva instrumental de Perón, la figura de San Martín era la de un general a caballo
homenajeado por otro general a caballo, lo que era más redituable que el controversial Rosas. La
conmemoración más importante fue el centenario de la muerte de San Martín en 1950. El uso del pasado
para construir imaginarios políticos fue una costumbre del peronismo, que se consideraba revolucionario,
por lo que trataba de enfatizar más las rupturas que las continuidades con el pasado. Se interesaba en
celebrar los líderes, por lo que prefirió hacer pocas innovaciones. En el terreno de la enseñanza el
peronismo se apoyó en segundas líneas del personal docente ya existente, referenciado en la Nueva
Escuela Histórica, perdurando los discípulos de Levene. Los revisionistas, minoritarios, estaban
desperdigados en distintas universidades.

José María Rosa en los años del primer peronismo trabajó en las universidades de Bs As y La Plata y en
1955, antes de la caída de Perón, publicó su libro “Nos, los representantes del pueblo”, donde con humor e
ironía trabaja el retrato de los constituyentes de 1853 y las diez noches históricas en que debatieron los
artículos de la constitución. Con ello, pretende llegar a un público más vasto, brindando un retrato
psicológico a la manera de Vicente Fidel López. La tesis de fondo es la dependencia estrecha de nuestra
constitución con la estadounidense, denunciando el carácter colonizado de las clases dirigentes y su
incapacidad para desempeñar su rol, encontrando allí uno de los mayores males argentinos. Esto los hizo
actuar en contra del pueblo y no en consonancia con él. A Rosas lo ve como un hombre solo, que por más
condiciones que tenga, no le bastaron para consolidar su política.
El impacto de la experiencia peronista sobre intelectuales como Palacio, que depositaron en él su
esperanza, llevó a libros como Historia Argentina, de 1954, historia política, narrada en forma ágil,
inteligente, con prosa elegante, con moderación de tonos, abandonando la vía polémica. Presentando a
las figuras del pasado con sus luces y sombras; los héroes positivos son los hombres justos, no los
juristas, teólogos o letrados. Su compleja lectura de Caseros y la caída de Rosas, visto desde factores
externos, pero también desde la burocratización de un régimen y el inevitable desgaste y pérdida de
eficacia de un prolongado ejercicio del poder. Su tono es ligeramente obrerista y muy anti-oligárquico. En
el polémico prólogo se despacha contra la falsificación de la historia y contradictoriamente a favor del
criterio político por sobre el de la verdad histórica; se coloca en la perspectiva de un patriciado al que cree
pertenecer, contra los advenedizos de origen inmigrantes. Retrata la historia de un fracaso, cuyos
responsables en lo interno son las ideologías de las clases dirigentes y en lo externo el Brasil, Inglaterra,
las logias, la masonería.

DECADA DEL 50: el revisionismo se ve influido por el movimiento social generado a partir del peronismo.
El Instituto J. M. de Rosas se alineó con el peronismo y esto provocó disidencias entre los revisionistas
que lo conformaban.
Afirma Halperín Donghi: “El nuevo régimen no iba a recibir el aporte revisionista con efusión; si su triunfo
debilitó el influjo de la que los revisionistas llamaban Historia oficial en los centros oficiales de estudios
históricos, no se tradujo en la integración de la visión revisada del pasado argentino en la que de la
Argentina proponía el nuevo oficialismo”. Los revisionistas se esforzaron para intercalar la reivindicación
de Rosas promoviendo la trilogía San Martín-Rosas-Perón. Sin embargo, sólo después de la caída del
peronismo, esta corriente política se alineará con los revisionistas. Con el peronismo, dejan la
marginalidad, vuelven a la visión inicial en que Perón ocupa el lugar de Urquiza. Tienen una gran atracción
por la nacionalización del ferrocarril, aunque se frustran cuando le colocan nombres liberales. Perón
siempre se apoyó en Levenne, nunca toma partido por el revisionismo. Logran sí marginar a la Academia
que de 1952 al 55 es clausurada. Perón frena el movimiento de repatriación de los restos de Rosas. Se
refugian entonces en la historia y escriben “Vida de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia
“Irazusta y “Historia de la Argentina” Palacio. Ravignani publica una colección de documentos de la época
de Rosas.
Los revisionistas critican a la historia académica por su incapacidad de aceptar una interpretación
diferente, por ser poco adepta a las interpretaciones, por el predominio del fervor documental, el rigor
metodológico y la convicción objetivista. También critican que se encargue a un inglés la elaboración del
capítulo sobre la política inglesa en América Hispana en la Historia de la Nación Argentina.
La caída de Perón impactó de diversas maneras en el revisionismo; en primer lugar perdieron todos los
lugares que ocupaban y permanecieron cerrados hasta 1966, padeciendo algunos el exilio y la prisión.
Éstos, desde la oposición se dieron cuenta en qué medida estar en la oposición del discurso historiográfico
académico podía ser más redituable, teniendo ahora un enorme público disponible. Antes que nadie
fueron ellos los que impusieron la idea del peronismo como la segunda tiranía, después de la de Rosas, y
los que sancionaron la línea mayo, caseros, septiembre (golpe del 55). Uno de los mayores beneficiarios
de la nueva situación fue José María Rosa, que después de la caída del peronismo escribió su “Historia
Argentina” de resonante éxito de público por su estilo ágil e irónico, que le generó un paulatino
acercamiento a sectores juveniles de la clase media en los 60. En 1957, editó en Madrid “La caída de
Rosas”, cuyo leit motiv fue mostrar la ausencia de una clase dirigente argentina como mal argentino.
Reposa en una amplia compulsa de archivos brasileños y de Montevideo, donde debió exiliarse después
del 55. La caída de Rosas sería el resultado de una larga estrategia imperial brasileña y Caseros su
victoria, que contó con la corrupción de Urquiza. El éxito de sus obras se debió al estilo vivaz y colorido,
las analogías forzadas en imágenes polarizadas que inducen a la indignación o la simpatía, la simplicidad
de su construcción. En 1955 con la caída de Perón, Irazusta redefine al revisionismo. Su disidencia es sólo
parcial frente a la historia oficial. Redefine también a los héroes, ya que acepta muchos de la historia oficial
junto a los que pone a Rosas, asociado con Perón. A partir de allí se ocupa de la repatriación de los restos
para formar un altar de la patria. Entonces el revisionismo cada vez más nostálgico de sus remotas
fuentes. Entre 1955, Perón acepta la identificación con el pasado rosista y hace suyo el revisionismo, que
tiene cada vez influencia más variada. Hay una apertura intelectual en que por ejemplo José María Rosa, a
partir de la revolución cubana, comienza a usar términos marxistas. Esta política neo revisionista también
participan Abelardo Ramos, Puigross, Astesano. Así se amplía al peronismo perseguido. En esta nueva
versión Rosas pasa no a ser héroe sino precursor y camarada de la democracia (Rosa). Astesana
presenta a Rosas como creador del capitalismo argentino y líder del proletario. Para él Rosas si bien
mantiene un lugar de honor en el panteón, sus nuevos rivales serán caudillos y sub caudillos provinciales,
que lo desafían y también al surgimiento del estado nacional (Varela, Peñaloza, representantes de la clase
oprimida). Astesano presenta a Quiroga como líder de la clase obrera Argentina. Entonces se dan dos
versiones de revisionismo irreconciliables, pero que abandonan la devoción a Rosas. El revisionismo se
mantiene por su capacidad de adaptación a la opinión pública. Fallan en la fidelidad histórica y se
transforman en género literario.

DECADA DEL 60 Y 70: el revisionismo se había tornado más heterogéneo; es el momento en que alcanza
mayor difusión y es el que “formó el sentido común histórico de la mayoría de los argentinos” durante ese
período. Se vendieron en esos años millares de ejemplares de las obras de José M. Rosa, A. Jauretche,
R. Scalabrini Ortiz, F. Chávez, A. Ramos, E. L. Duhalde, R. Ortega Peña, etc. Campione concluye que “Si
bien nunca alcanzó hegemonía en el terreno académico, en la educación pública ni en el discurso oficial
(salvo en forma parcial en el breve período 1973-1976) durante un tiempo ganó ampliamente la batalla que
se planteó a sí mismo, con más recursos y perseverancia: la del espacio de la divulgación y de la polémica
en los medios de comunicación, la de la llegada al gran público por los más variados medios y soportes.
En esos años, en las filas revisionistas circulaba la idea de que el revisionismo había ganado
definitivamente la batalla ideológica, ante la virtual extinción de la historiografía oficial”. Luego de la caída
del gobierno de Isabel Perón el revisionismo se oscurece y ya no volverá a cobrar fuerza. Con la
recuperación de la democracia y el retorno a los valores constitucionales de 1853, con una política de
carácter conciliador, la postura revisionista de enfrentamiento, proclive a “detectar traiciones y
conspiraciones” pierde fuerza en su lucha contra la vieja historiografía. El marco político que surge en
1989 lleva a acentuar el ocaso de esta corriente. Con un gobierno peronista que abandona los ideales de
un Estado fuerte y que lleva al desmantelamiento de las bases sociales de esa corriente, sumado a un
programa económico y social totalmente opuesto a los valores defendidos por los revisionistas les asesta
su golpe final.
En los 60 se inicia la transmutación, hacia la izquierda nacional, que acompaña a la revolución cubana.
Irazusta ilumina con palabras como imperialismo en la reedición de su libro. Reivindican a los caudillos del
interior que conducen a sectores empobrecidos, no a Rosas. Influencia del materialismo. Seguir los
derroteros del revisionismo a partir de los 60 llevaría demasiado lejos, su obra fue demasiado reiterativa,
salvo en la figura de Fermín Chávez. Nació en Nogoyá, en familia de pequeños agricultores, con simpatías
yrigorenistas. Estudió en Córdoba, Bs As, Cuzco, con los dominicos. Recaló en Bs As, pero conservó
siempre su matriz provinciana, simpatías por sectores populares criollos y por la vocación sacerdotal que
abandonó. En Bs As se relacionó con sectores del nacionalismo católico e hispanista. Trabaja como
periodista, se dedica a la poesía y al teatro, se acerca al peronismo. En historia hace una interpretación
historicista romántica de matriz alemana. Se entusiasma con Alberdi y en 1956 publica “Civilización y
barbarie: el liberalismo y el marxismo en la historia de la cultura argentina”, donde aparecen pensadores
olvidados provincianos. El centro de su reflexión fue la política y a valorizar los caudillos federales
posteriores a Caseros. En 1957 publicó “Vida y muerte de López Jordán”, “José Hernández, periodista,
político y poeta” (1962), “Vida del Chacho “(1962), donde presenta en forma descriptiva información
obtenida de fuentes primarias. Su tono no es excesivamente polémico, lo que formó parte de su estrategia
discursivamente erudita. Énfasis en la tradición federal, desde una perspectiva anti porteña. Para él
Caseros fue una derrota de los intereses nacionales debido al interés brasileño y la duplicidad Urquicista,
que no dejaba de ser enmarcado en otros problemas como el de los ríos del litoral y el puerto, la
necesidad de organización federal y la buena fe de los caudillos federales como López Jordán. Para él
Pavón fue un acuerdo entre masones, en el año más funesto del federalismo argentino. La figura que más
denostar es la de Bartolomé Mitre, en quien resume los males del liberalismo argentino, y tiene una
recurrente polémica contra el marxismo. Jauretche, mucho más perceptivo, en 1959, en “Política nacional
y revisionismo histórico” plantea un nuevo revisionismo, que estudie la Argentina abandonando toda
melancolía y sueño de restauración, que se oriente hacia el estudio social (usaba abundantes citas de M.
Bloch), que abandone su tono polémico y se construya con todos los aportes. Nada se recogió. El éxito del
revisionismo de esta época se debió a que sus acciones subían paralelamente con las del líder depuesto y
su apertura a otros temas y frases. El antiguo nacionalismo revisionista se consumió en círculos
restringidos. El aporte de los revisionismos fue más una reinterpretación de la historia argentina.
En el 70 se incorpora Irazusta a la Academia. En el 73 crean el Altar de la Patria con grandes personajes
liberales y revisionistas, apoyándose en la obra de Feliz Luna, Peña, Justo. Los escritos revisionistas
tienen gran repercusión pública, pero no logran construir un espacio institucional. Ello se debe a que eran
voluntaristas y críticos. Su logro es que la memoria colectiva desprestigie a la historia oficial.
La expansión del revisionismo aparece así entramada con la suerte de los dispersos y muchas veces
contradictorios emprendimientos político-culturales del heterogéneo bloque peronista. Es probable que esa
relación influyera en la recepción del revisionismo por parte del mundo cultural argentino en los años
sesenta, dado que para buena parte de quienes lo habitaban el problema central era, precisamente, el del
peronismo: de acuerdo con Terán “la relectura del peronismo conllevará una revisión de la doctrina y la
tradición del liberalismo, que ya no será considerado como un escalón dentro del progreso argentino, sino
como una etapa de la dependencia nacional”; así, “el revisionismo histórico va a teñir la cultura de
izquierda en estos años”. Es que no solo el revisionismo estaba sufriendo cambios, sino que también los
demás grupos se veían afectados por transformaciones de cierta profundidad. En el campo del
nacionalismo, varios sectores se ubicaban en un “atlantismo” más cercano a Franco que a José Antonio,
retornando una línea conservadora que nunca habla olvidado por completo, mientras que otros iniciaban
una deriva hacia posiciones radicalizadas, que ocasionalmente terminarían en alianzas con grupos de
izquierda y del peronismo, y aún en la lucha armada, parte de la izquierda iniciaba su mencionada
reinterpretación de este movimiento, impulsada por la tenaz adhesión popular puesta pronto de
manifiesto, pero también por los ecos de procesos políticos y sociales internacionales: las luchas de la
descolonización; la experiencia china; la muerte de Stalin, el breve ensayo de apertura y Hungría; Cuba,
que obligaba a repensar, una vez más, los temas del anti imperialismo y de las relaciones entre el
nacionalismo y el socialismo.
Rosa, sostenía: "'Los revisionistas me han convencido de la defensa del país hecha por Rosas; no creo
en la leyenda de su tiranía sangrienta. Pero no puedo compartir la política derechista y retrógrada de
Rosas". Luego de desestimar el uso de estos calificativos, Rosa responde: lo cierto es que su gobierno [el
de Rosas] puede llamarse 'socialista' (de aquel socialismo social de 1848, tan diferente al individualismo
usurpador del nombre). La Confederación Argentina de Rosas, con su sufragio universal, igualdad de
clases, fuerte nacionalismo y equitativa distribución de la riqueza era tenida como una verdadera y sólida
república 'socialista' adelantada al tiempo y nacida lejos de Europa”. La conclusión de Rosa era tajante:
“Rosas fue socialista, progresista y demócrata”. Si puede dudarse de la opinión del autor, el texto parece
constituir en cambio un testimonio cabal del tono y de los asuntos de aquellos diálogos.
En ese clima cultural, el revisionismo en sus varias versiones encontraba nuevos interlocutores, nuevos
adversarios con quienes debatir, e incluso nuevos -y en compañeros de ruta. Entre ellos se contaban los
llamados revisionistas socialistas, que como hemos indicado tenían con el revisionismo tradicional una
relación ambivalente: si por una parte decían valorar su crítica de la historia “oficial”, por otra indicaban que
se trataba de una versión también centrada en los intereses porteños. Jorge Abelardo Ramos fue quizás la
figura más notoria entre quienes, desde la “izquierda nacional”, se dedicaron al estudio de la historia
argentina, pero el conjunto incluía a Blas Alberti y a Alfredo Terzaga entre otros; ya luego de 1973,
Norberto Galasso presentaba su biografía de Manuel Ugarte, publicada por EUDEBA; Ugarte había sido
convertido en uno de los “próceres” en estos ambientes: socialista, latinoamericanista, y embajador del
peronismo. Estas líneas, bosquejada por la izquierda trosquista que había apoyado críticamente a los
primeros gobiernos peronistas, conocieron en los años sesenta una amplia acogida entre militantes y
activistas, y no sólo en los dedicados por completo al combate político: Ernesto Laclau era dirigente de las
agrupaciones de la izquierda nacional en los años sesenta, mientras se dedicaba las tareas académicas
en la universidad.
Entre los integrantes de las instituciones universitarias dedicadas a la historia, hasta 1966 la situación del
revisionismo fue curiosa: si bien lograba "imponer" algunos centros de discusión, se hallaba casi
absolutamente excluido de ellas. En esos ámbitos, se había producido luego de 1955 la aparición de un
grupo que, nucleado alrededor de la cátedra de Historia Social dirigida por José Luis Romero y de algunos
centros del interior, se proponía una renovación de la práctica de la disciplina y de la agenda de
problemas de los que los historiadores argentinos debían hacerse cargo; es corriente la opinión que indica
que las redes y la biblioteca que esos grupos construían iban desde los Annales braudelianos hasta el
marxismo británico, sin excluir corrientes de la sociología norteamericana. En la universidad, los
herederos de la “nueva escuela”, mejor instalados y dedicados a la historia política de viejo tipo, no parecía
un interlocutor interesante para los historiadores de la renovación. Tampoco lo era el revisionismo, que
insistía en sus temas y enfoques tradicionales.
Las constelaciones de referencias europeas que estos grupos exhibían, y la historia que practicaban,
ponen de manifiesto la distancia que los separaba. Julio lrazusta publicaba en 1955 bajo el título “Las
dificultades de la historia científica” un libro dedicado a la crítica de la obra Rosas, de Ernesto Celesia.
lrazusta señala como deficiencias de la obra la ausencia de actualización bibliográfica, la manipulación de
documentos, y la falta de lógica interna en algunos argumentos: todo ella quiebra, a juicio de lrazusta, la
"objetividad", y resulta un "método" impropio de la historia científica. Si nada puede objetarse a la
pertinencia de aquellas críticas, es posible en cambio suponer que un texto sobre la historia científica y su
método podían, en 1955, exceder largamente estos temas, que el autor, por otra parte, analizaba con el
apoyo ocasional de algunas citas de Croce. Trece años después, hacia 1968, José María Rosa y sostenía
que se trataba de “reconstruir críticamente los hechos históricos con el método objetivo de Ranke”. El
revisionismo hacía de este modo evidente cuánto compartía con el adversario que había construido, cuyas
evoluciones en cuantos a temas tratados y cánones para el ejercicio de la disciplina eran casi
inexistentes; el propio Rosas de Celesia es una prueba de ello.
La vuelta del peronismo al gobierno en 1973, en el contexto de una movilización social muy intensa y con
actores políticos cuya radicalización era una nota importante, encontró a muchos de los revisionistas con
inserción en aquel movimiento, y a su visión del pasado nacional transformada en una interpretación muy
extendida. Acerca de los destinos del revisionismo luego de aquellas fechas, sólo es posible realizar
observaciones muy provisorias, y señalar cuestiones sobre las que puede ser útil intentar investigaciones
en regla. Algunos integrantes de la corriente llegaron a la universidad; en la Facultad de Filosofía y Letras
de Buenos Aires se registran los casos de Fermín Chávez y Rodolfo Ortega Peña, ambos miembros del
Instituto Rosas hacia 1970, cuyas trayectorias quedaron, como otras, sujetas a los avatares de la lucha
interna del peronismo. Ortega Peña sería asesinado en 1974 en el marco de esa disputa. Durante los años
de la dictadura militar, los revisionistas que habían elegido una tarea más académica lograron alguna
presencia en la estructura de investigación, y también ocuparon ciertas cátedras universitarias. Hacia
1989, el gobierno de Menem cumplía una de las más viejas reivindicaciones revisionistas, al repatriar los
restos de Rosas; un Instituto Rosas reorganizado, a su vez, era convertido en una dependencia estatal, en
el ámbito de la Secretaría de Cultura, en 1997. En 2000, durante la presidencia de De la Rúa, ese decreto
de nacionalización era derogado, y el trámite se encuentra en sede judicial. Desde la recuperación
democrática de 1983, con continuidad cambiante, el Instituto publicaba su Revista.
A comienzos del nuevo siglo, a situación del revisionismo puede parecer paradójica. El anhelado
reconocimiento estatal llegaba finalmente, pero tan atado a los cambios de coyuntura política que no
puede suponérselo estable. En aquella otra actividad, la estrictamente historiográfica, tampoco la situación
es clara; historiadores que forman en el Instituto Rosas tienen inserción en el sistema de Investigación, y
sus publicaciones se mantienen, aunque otros sectores de la historiografía argentina, preocupados por
problemas históricos diferentes y con itinerarios académicos y políticos muy diversos de los del
revisionismo, no sostienen con él diálogo alguno. En la historia universitaria, por ejemplo, el revisionismo
es más un objeto de estudio que un interlocutor o un polemista. En los balances que el revisionismo
realizó solía insistir en que la batalla por Rosas estaba ganada desde el punto de vista de los “hechos”;
más adelante, en los sesenta, planteaba estar satisfecho de la aceptación de sus argumentos por parte de
grupos amplios, cuando estimaba que “casi todos eran rosistas”. Quedaba sí pendiente la transformación
en una nueva “historia oficial”. Desde ya, no es del todo legítimo cotejar el programa que se dibuja por
detrás de estos diagnósticos con una situación que, como señalamos, no sólo es incierta, sino cambiante.
Pero él puede utilizarse como guía para realizar algunas observaciones.

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