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Capítulo 7 DE MICHELET
Capítulo 7 DE MICHELET
Para los partidarios de la “Nueva historia” Michelet constituye una referencia obligada, ya
que se había consagrado a la “resurrección del pasado integral”. Pretendió ser portavoz
de una historia otra, diferente apta para hacer hablar a los silencios, que diera amplio
espacio a las pulsiones irracionales. Ser un “resucitador”, recrear la vida misma,
constituye la ambición suprema de cualquier historiador después de haber dedicado su
vida a la investigación erudita.
1. EL PROYECTO-TESTAMENTO DE MICHELET
Nacido en Paris en 1798, hijo de un artesano impresor, Michelet hace sus estudios en el
colegio Carlomagno y en la Sorbona. Fue profesor de la Escuela Normal, escribió
manuales de historia y fue profesor de la hija de Luis Felipe.
Desde 1852 hasta su muerte, en 1874, escribe obras literarias de acentos proféticos.
Escribe: “La mujer”, “La bruja, la biblia de la humanidad”, “El renacimiento y los tiempos
modernos”.
Sus obras como historiador poseen un ímpetu romántico, tienen mística republicana. Su
pasión es la del historiador en busca de la vida misma. Por más que fue burócrata en su
forma de trabajar, nunca permitirá que se apacigüen en él ni las pasiones, ni las furias.
Formula un segundo motivo de queja respecto a sus eminentes colegas: carecen del
sentido de la historia total. Dan demasiada importancia a la política a expensas de otras
instancias de la realidad. Sólo tienen puntos de vistas fragmentados, lo que conduce a
aislar los objetos de estudio (la raza, las instituciones, etc) sin aprehender las
interrelaciones que hay entre los distintos dominios.
La ambición de totalidad está más claramente afirmada que nunca. La totalidad vivida que
pretende reconstruir Michelet se sitúa a un nivel más profundo que el global de los
historiadores actuales. Se trata de aprehender la unidad viva y no solamente instancias
interrelacionadas. Todos los escalones de la realidad habitualmente separados se
subsumen en una armonía superior.
La ambición del historiador consiste en reencontrar la vida histórica por dos caminos
complementarios.
A. Seguirla en todas sus vías, lo que implica extensa información, un trabajo minucioso de
reconstrucción.
Para aprender la historia por dentro es necesario percibir el pasado en otra onda, de
manera que la narración histórica deje de ser un puzzle inerte y se convierta en vida y
movimiento. Michelet sostiene que el trabajo sobre si misma de toda sociedad constituye
el propio movimiento de la historia, cuya concepción es para él esencialmente dinámica.
Se produce una operación de trituración y amalgamación, en la que todos los mov
originales se funden para dar nacimiento a un organismo nacional, se trata de una
actividad moral, de una toma de conciencia progresiva y no solo de progresos
yuxtapuestos. Michelet está vinculado a lo que se podría llamar “vitalismo evolucionista”.
2. FRACASO DE LA GLOBALIDAD
Con el paso del tiempo el anticlericalismo se Michelet se hace más virulento, considera a
la Iglesia como una institución represiva. Denuncia la propaganda y las manipulaciones
del clero obscurantista y celebra con emoción a los “mártires2 republicanos. Michelet
sufrió un último cambio, cuando ya envejecido, asqueado por el triunfo del maquinismo,
del capital durante el Segundo Imperio, retoma a la edad media de su juventud, período
de vida desbordante y de creatividad.
El peso del inconsciente ha sido revelado por Barthes, en su opinión la obra de Michelet
constituye una red organizada de obsesiones, lo cual se manifiesta, por ejemplo, en su
eterno volver a los mismos temas. Otra de sus obsesiones es el gusto por la
homogeneidad y la continuidad. La historia “a lo Michelet” no es un encadenamiento
mecánico de causas y efectos, sino una cadena de identidades. También estaba
obsesionado por el deseo de entrar en relación con los muertos y de llegar a encontrar su
“substancia corruptible”. Los doc para él eran voces que había que escuchar. Para él la
historia acoge y renueva las glorias desheredadas, da vida a los muertos, los resucita.
En cuanto a las mujeres, unas son dulzonas, otras evocan la mantequilla o la crema
blanda. Sus actores históricos mantienen relaciones de tipo pasional o erótico, dignas de
las mejores evocaciones novelescas.
Michelet está obsesionado por la sangre, que es para él la substancia cardinal de la
historia.
Cantor del pueblo, de sus sufrimientos y triunfos, Michelet supo encontrar espacio en su
historia para describir el medio geográfico y climático y las interacciones entre los cuerpos
y el medio. Se interesa por las condiciones de vida concreta de las masas dentro del
pueblo. Dedica su atención al presupuesto familiar, a su alimentación e indumentaria.
También se interesa por todo lo que hasta entonces había quedado al margen de la
sociedad y del análisis histórico: lo irracional, la herejía, los maleficios, los proscritos, y los
marginados, la cultura popular. En este aspecto puede ser considerado como el precursor
directo de toda una línea de historiadores actuales, que se dedican a hacer resurgir los
objetos rechazados en el pasado.