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En estos 8 meses de revolución, y 3 meses de pandemia sanitaria, hemos escuchado cientos, sino

miles de frases vacías, sin sentido y ridículas a la vez que amenazantes. “enemigo poderoso que no
respeta a nada ni a nadie”, pandemia social, viroterrorismo, invocar a Dios para que cuide a la
Patria y también, mencionar a quienes no comulgamos con autoridades de gobierno, su discurso,
su retórica ni sus palabras, ser antipatriotas.

La patria, como concepto, tiene un carácter bastante cuestionable en los paradigmas del siglo XXI.
Se supone que esta palabra del latín, deriva la existencia de un “pater”, un padre proveedor y
protector de sus hijos, como el dictador Piñera ha tratado de instalar a partir de las míseras
asistencias del Estado que las emplea como elemento de manipulación artero y vil. A partir de la
misma raíz surgen palabras como patriarcado, patrón, patricio (persona de una clase alta). Estas
últimas derivaciones quizás, son las mas arraigadas en la construcción cultural del país, de la cual
se subentienden los siglos de abusos, privilegios, dominaciones e injusticias. La “patria” está
siendo la justificación para y por los militares de mantenerse en las calles, de los medios de
comunicación para mantener una mirada obsecuente con los atropellos cometidos, con la
impunidad, con el silencio. Alberto Espina, uno de los mas canallas personajes del gobierno, con
tono de bando militar de la tarde del 11 de septiembre de 1973, anuncia el aumento de penas y
cárcel para quienes infringen cuarentenas, escudaddos también en ese discurso de
enfrentamiento con valores y principios que hoy en día, solo existen para mantener los atropellos.

Nos encontraremos con un 18 de septiembre, unas fiestas patrias, muy tenebrosas. Con unas
fuerzas armadas y un gobierno preparando el autogolpe empleando tanto la pandemia, como las
vísperas del plebiscito. Nos llenaremos de visiones que enfrentan a quienes se niegan a someterse
al discurso oficial, como “antipatriotas”, cuando son las élites las que más abusan de ese concepto:
las que evaden impuestos, las que ven un mundo ideal fuera del país, las que tienen su patrimonio
sustentado en el abuso y la explotación, fuera de las fronteras.

La “patria falsa” de los ricos, del himno nacional, de la copia feliz del Edén, del vanagloriar a un
ejercito que tiene en su historia, más sangre de chilenos y mapuches que de “enemigos”, de
equipararla con supuestos valores religiosos o visiones de familia, es el justificativo para mantener
la dominación. Ese padre protector, no es mas que un padrastro ausente, violento, abusador y que
ha abandonado a sus “hijos e hijas” por siglos, que los mantiene secuestrados y con una vil
manipulación sicológica y vital.

Es hora de deshacernos de una construcción mítica de nuestro país y que la patria sea el otro, la
patria o la matria, se refleje en un sentido de comunidad.

Por estas y muchas razones más, aprovecho la ocasión, no cantaba el himno nacional en el colegio
donde estuve ejerciendo como docente. Una bandera, una fecha o un himno, no es mi patria. Lo
serán, cuando esos versos, sean realidad en la vida de todos y cada uno de quienes por suerte o
desgracia, han nacido en esta larga y angosta faja de tierra en venta al mejor postor y con vista al
mar.

Comienza, Desde la Comarca, capítulo 28.

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