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VIOLENCIA Y TERROR EN LO PARAMILITAR

Alberto rojas

Cuando la fuerza es utilizada por cuerpos oficiales dada la acreditada sospecha generalizada
de operar injustamente y por fuera incluso de la formalidad legal, su descrédito crece paralelo
a la develación de abusos y desmanes. En un contexto así los destacamentos paramilitares
han permitido descargar responsabilidades con la intencionada pretensión de destruir el
poder depositado socialmente, exculpando hasta cierto punto al aparato estatal formalmente
democrático, o al menos en democracia restringida, constituido luego de la posguerra.

El monopolio de la fuerza entregado a los estados panópticos del presente, en modo alguno
es incompatible con la aparición de diversas categorías de cuerpos irregulares subordinados
a aquellos, tales como escuadrones de la muerte, destacamentos civiles armados por el
gobierno respectivo, las bandas sicariales penetradas por el espionaje oficial, o los mismos
miembros de organismos estatales desdoblados con ropas de paisano ejecutando acciones
criminales contra personas estimadas amañadamente como ‘peligrosas’; todo ello en
América Latina ha ocurrido bajo las estipulaciones de la contrainsurgencia establecida por la
Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN).

La generación de la contrainsurgencia paramilitar posee indefectiblemente como


acompañante el empleo intensivo de fuerza bruta en su más pura expresión, esto es la
utilización de violencia motivada por su carácter instrumental 1, funcionalmente a los
propósitos de control social en circunstancias de descontento activo o franco cuando es
rechazado determinado gobierno por sus conductas, y por tanto carece del poder para obrar
por otros medios: “cuando la violencia carece de apoyo y del freno del poder, se opera la
famosa inversión de medios y fines. Entonces, los medios destructivos determinan el fin con
la consecuencia de que el fin será la destrucción de todo poder.2” Las atroces conductas de
los cuerpos paramilitares parecieran llevar la violencia más allá del ámbito del poder
establecido.

En circunstancias como las descritas, la contrainsurgencia donde se haya inscrita la práctica


de cuerpos irregulares, no es el lado opuesto, la otra cara, la némesis de la llamada
insurgencia, o subversión. De hecho existe en muchas naciones contrainsurgencia activa y
en cambio pocas manifestaciones de real insurgencia. Aquella como terror de estado que es
se dirige de acuerdo a los casos estudiados en el presente ensayo, esencialmente contra la
población en general, sea inocente o no, esté activa o pasiva, opine o calle, sea
comprometida con alguna causa o indiferente; concretamente las formas paramilitares
fundamentales (los escuadrones de la muerte o autodefensas de los arquetípicos manuales)
son usadas para la realización de un pavor primordialmente tenido por los planes represivos
como preventivo, actuando como cuerpo de castigo, aniquilatorio y/o de destierro en
comunidades previamente establecidas.

1
Hanna Arendt. Sobre la Violencia. Editorial Joaquín Mortiz S.A. México 1970. Pag.43
2
Hanna Arendt. Sobre la Violencia. Editorial Joaquín Mortiz S.A. México 1970. Pag.50
1
El mencionado miedo implantado siendo fundamental en el propósito de control social, no
puede dejar un segmento de los habitantes sin sentir su influjo a fin de garantizar su
profundidad y extensión. Quien exprese ‘Yo estoy tranquilo pues no me meto en problemas’,
hace significar que el atemorizamiento no es completo y carece de continuidad; nadie debe
quedar por fuera de los requerimientos del estado volcado abierta o mimetizadamente al
quehacer contrainsurgente, cuyo blanco es la población. Los manuales lo declaran, los
teorizantes lo dejan ver con no bien disimulados eufemismos.

El terror de los paramilitares es un arma efectiva, efectivísima, para el sometimiento de


grandes y pequeñas poblaciones. La historia es prolífica en argumentos justificantes de tal
premisa. El terrorismo nace a la vida moderna como terror de estado y así es como ha
continuado en su mayor parte hasta la fecha; a despecho de lo que se repite
desaforadamente y con aviesos propósitos, el terror “no aparece como una fanática
conspiración secreta que golpea al estado, sino como una fanática conspiración secreta
llamada estado”3. Recordemos como en la Revolución Francesa su burguesía triunfante fue
quien modernamente inició un sistema abierto y coordinado de ‘Régimen del Terror’ desde el
estado. La violencia desplegada de acuerdo a la concepción iusnaturalista, es la base
ideológica del terrorismo de la revolución de 1789, una especie de resultado natural de esta 4.
El omnipresente estado terrorista presente continúa en realidad una práctica que ha venido
siendo perfeccionada desde finales del siglo XVIII en Europa.

Sembrar el terror en una población implica a la utilización de mecanismos que van más allá
del miedo causado por la guerra misma confinada al menos teóricamente hasta la Segunda
Guerra Mundial al ámbito de los cuerpos militares. La distribución de funciones dentro del
burocrático estado moderno y la aversión militar por prácticas que erosionan la lógica de la
disciplina marcial, constituyen otros incentivos de la creación de cuerpos organizados para el
trato despiadado y aterrorizante de poblaciones, estimadas de una u otra forma como
superfluas, problemáticas y prescindibles.

El ya citado dominio del aparato estatal omnipresente es políticamente tan absoluto que
imposibilita una siquiera inconformidad o disenso por el uso dentro de la táctica general
contrainsurgente paramilitar, por contraria a los valores sociales o absurda que sea; su
dogmática contiene evidentemente elementos fascistoides como los ya nombrados del
racismo, el clasismo, el colonialismo, y el capitalismo eso si, como verdad irrefutable.

Las influencias de la experiencia nazi en Europa Oriental invadida y arrasada durante la


Segunda Guerra Mundial son ostensibles en cuanto a la utilización de cuerpos
paramilitarizados no combatientes, en el trato a poblaciones erigidas como objetivos; estos
practicaron concienzudamente actos particularmente atroces, siendo juzgados parcialmente
en los tribunales de Núremberg. Aun a pesar del dolor y la repugnancia causada esta
despiadada manera de organización criminal, paso a ser parte del acerbo de conocimientos
militares en occidente en el control de poblaciones colonizadas o bajo formas de
neocolonialismo.
3
Terry Eagleton. Terror Sagrado. Editorial Complutense S.A. Madrid 2007. Pag.15
4
Walter Bejamín. Para Una Crítica de la Violencia. Premia Editora S.A. La Nave de los Locos. México 1978. Pag.16
2
De la experiencia francesa en Argelia y la británica en Kenia y demás son evidentes los
influjos de ideologías coloniales tales como la inferioridad cultural de pueblos de ultramar y
superioridad y grandeza de la metrópoli, como motivaciones de aquel mito de la misión
civilizadora europea. La Guerra de la Independencia de Argelia es en este asunto un punto
de inflexión dentro de la contrainsurgencia mundial, pues allí es donde se emplea sin recato
algunas prácticas inhumanas ejecutadas por reaccionarios oficiales franceses del mismo
tenor de las realizadas en su propio pueblo por las fuerzas de ocupación alemanas en la
unos años antes en la Segunda Guerra Mundial. ¡Vaya paradoja!

De allí subrepticiamente se arriba hasta la elaboración de una compleja franquicia


pentagonal de variadas fuentes, la cual intenta ser un compendio de experiencias pasadas
de los aliados, repotenciadas meticulosamente durante la guerra de Vietnam y las de Baja
Intensidad en toda Latinoamérica, durante la realización de los oprobiosos Programa Fénix y
el Proyecto X respectivamente..

Merece ser también resaltado, cómo para evitar la organización de una acción efectiva de
parte de la población politizada y decidida, dispuesta a enfrentar con base en su número un
estado de cosas adverso, en el papel de táctica inicial de provocación dentro del control
violento, son perpetradas matanzas indiscriminadas de manera abierta, lógicas generadoras
de indignación en sectores populares directamente afectados, resultando en presión a
movimientos sociales por acciones de respuesta, como se ha visto (Sharpville en Suráfrica,
Ezeiza en Argentina 1973, el Domingo Sangriento en Belfast Irlanda del Norte 1972 o
Bentalha en Argelia 1996). Es el primer paso a fin de conducir a estos movimientos sociales
a pasar al campo de a ultrapolítica, el de la fuerza bruta, donde pueden ser más fácilmente
aplastados por el binomio eminentemente militar, poder de fuego-pavor estatal, dentro del
cual lo paramilitar adquiere especial relevancia.

La injerencia extranjera en estos temas violando todo ordenamiento constitucional y legal, es


definitiva para directa o indirectamente facilitar la acción en estas formas represivas. Esto
sucede invariablemente en la relación de dos sujetos: potencia y estado cliente, mediante la
firma de pomposos acuerdos de ‘seguridad’, acuerdos secretos de ‘ayuda’ o asistencia, hasta
‘memorándums’ conteniendo subrepticias órdenes a ejecutar bajo la presión de la ‘ayuda’,
militar o económica, o así mismo, en desnudas órdenes en el ‘campo de batalla’ en medio de
la discreta o descarada ocupación por parte de la autoridad extranjera. Verbi gratia, donde es
más estrecha la injerencia militar del Pentágono y estados aliados más fácilmente se
observan manifestaciones de actuar paramilitar o asimilables.

La DSN proporciona las bases ideológicas para la ejecución arbitraria de tales


comportamientos, con su afrentoso realismo político los manuales instruyen sobre las
técnicas y tácticas como el homicidio (aniquilamiento) y tortura (interrogatorio), las cuales
forman parte esencial de todo este esquema represivo. Los paramilitares como cuerpo
subalterno abusivo ejecutan ilimitadamente las tácticas emanadas de aquella doctrina; la
dirección militar e ideológica siempre permanece en poder del mando castrense, creador,
instructor y ejecutor de prácticas contrainsurgentes.

3
El paramilitarismo como le hemos visto continúa la tradición de las contrarrevoluciones
preventivas contra los pobres e inconformes; colocando a algunos de estos en acción
violenta contra otros, cooptándolos por el soborno y la coacción. Aquel control violento
contrainsurgente es una parte de la lucha de unos desposeídos contra otros, fabricada por la
cúspide de la pirámide social en su exclusivo provecho.

La fuente de estos procederes demostrante de que la verdadera política de los grandes


imperios se encuentra detenida en los tiempos de Tamerlán, son los oprobiosos
Einsatzgruppen nazis, como contingentes móviles de matanza de la Segunda Guerra
Mundial, antepasado del cual parten las experiencias de los militares franceses y
posteriormente gringos y británicos. Su desempeño minuciosamente organizado, destinado
al terror a través del impactante asesinato colectivo, en el papel de ominosa máquina de
guerra paralela al ejército nazi, ocupando, controlando territorios conquistados con brutalidad
sin par, con vocación de dominio territorial, pero a la vez al servicio estricto del poder armado
estatal más calculadamente subrepticio y letal, es ideal arquetipo paramilitar.

Dentro de la Escuela Francesa contrarrevolucionaria Charles Lacheroy, Roger Trinquier,


David Galula, etc., y del lado británico Frank Kitson, no perciben que sus intrincadas e
inhumanas técnicas militares no eran oponibles a la generalizada intensión de millones de
seres deseosos de su autodeterminación; Argelia y Kenia independientes son (al menos
inicialmente),prueba de ello. Ante una sociedad consciente de su posición política no era (y
es) válida estratagema alguna frente a planes despiadados por muy sofisticados y
despiadados que fueran.

Toda esta aparatosa contrainsurgencia es establecida como una práctica conducente al


control militarizado encubierto del conjunto de la población, prescindiendo como ya
mencionamos, de la existencia o no de insurgencia, es parte de estrategias de
contrarrevoluciones preventivas presenciadas claramente en sus atrocidades, pero sus
desarrollos pueden ser aplicados con las modificaciones correspondientes en otros lugares
en escalas menos notables. El paramilitarismo facilita la invisibilización del conflicto y sus
atrocidades, guiando a la maleable opinión pública metropolitana o local hacia la indiferencia
o incluso a la favorabilidad del horror; es perfectamente funcional a la Guerra de Baja
Intensidad.

Contemporáneamente pretender que la población se subleve en medio de una insoportable


represión estatal, es esperar un hecho inusual y extremadamente temerario; el binomio
poder de fuego-terror, hecho valer constantemente en todos los estados, sean del Primer
Mundo o del Tercero con sus variables y también su común denominador del miedo, pesa
demasiado con sus armas y pavor. Y sí en el primer mundo cada vez más se desnuda un
expandido clima de terror a fin de permitir el sometimiento a draconianas medidas de recorte
de las libertades de protesta frente a los acelerados recortes de derechos sociales y
económicos, el Tercer Mundo ha visto los escenarios de horror mencionados varias veces en
el último medio siglo por lo menos.

4
La contrainsurgencia paramilitar es un arma versátil de oprimir movimientos populares; la
violencia es su forma exicial de actuación.

EL PARAMILITARISMO COMO SUSPENSIÓN ESPECIAL DEL ESTADO DE DERECHO

Situaciones catalogadas como ‘críticas’, de ‘emergencia’, de ‘agitación’, ‘inestabilidad’,


‘caóticas’, etc., resultan ser sencillamente momentos cumbres de organización y acción
amplia dentro de las clases subalternas las cuales tienden hacia el poder popular, y no
obstante son desacreditadas como expresiones deplorables del supuesto ‘enemigo interno’,
el cual con esa calificación es puesto en la condición de ser sujeto pasivo de ‘represión
intensiva’; durante los años sesenta y setenta esto era enfrentado mediante gobiernos de
facto de carácter fundamentalmente militar, empero, luego de desgaste del modelo de
dictadura castrense, ha existido una clara tendencia con el paulatino ascenso del
neoliberalismo hacia gobiernos de democracia restringida los cuales formalmente se avienen
al ordenamiento legal, ejecutando a la vez de un cuidadosa estructura de contención dentro
de este, a la vez obrando duramente desde causes por fuera de la constitucionalidad y
legalidad universalmente establecidas.

La aplicación en el último evento nombrado de un terrorismo de estado, que es en realidad lo


que constituyen las acciones desarrolladas dentro de la contrainsurgencia, no parece dentro
del sistema capitalista al presente, tener problemas prácticos para ser puesto en marcha y
menos aún ideológicos sin tenemos en cuenta las urgencias y contradicciones de la minoría
que en todo tiempo intenta aumentar a toda costa su acumulación de capital 5”. La índole y
propósito de liberalismo económico son protegidos por encima de cualquier consideración,
incluyendo, de ser indispensable, la suspensión de la esencia del gobierno democrático,
erigiendo cada vez menos encubiertamente un régimen dictatorial sustentado en un velado
militarismo que se torna crecientemente más indispensable, como medio de contención de
las clases dominadas; las instituciones representativas copadas a través del fraude y la
cooptación por los intereses de la clase dominante revelan el desmonte del contenido y
formas democráticas que por antiguas que sean en momentos álgidos pueden ser
sacrificados6.

El militarismo instaurado resultante es cada vez más difícil de ser ocultado, imperando a
manera de insustituible trasfondo político, el cual puede ser definido con precisión como “la
obligación del empleo universal de la violencia como medio para los fines del estado 7”

Dentro de la juridicidad es establecido que el control contrainsurgente estará realmente


vigente y con auténtico respaldo gubernamental, empero esta vez a diferencia de lo ocurrido
cuatro décadas atrás, sin ser expreso, aunque se mantiene aquello de que es respetado sólo
lo no contradictorio con el terrorismo planificado de estado. 8 Con las formas de control social
5
Rosa Luxemburgo. Reforma o Revolución. Editorial Grijalbo S.A. México 1967. Pag- 42
6
Rosa Luxemburgo. Pag. 44, 45, 46.
7
Walter Benjamin. Para Una Crítica de la Violencia. Premia Editora S.A. La Nave de los Locos.. México 1978. Pag.27
8
Ejemplo de la forma ‘antigua’ de suspensión expresa del órden jurídico es la siguiente proclama de la Junta Militar
chilena. “Se respetará la constitución y las leyes en la medida en que la actual situación del país lo permita para el mejor
cumplimiento de los postulados que ella se propone”. Decreto Ley Número 1 11 de septiembre de 1973. De la Junta de
5
procedentes de la militarización se suspenden en circunstancias especiales las garantías
fundamentales incluso argumentando para ello paradójicamente proteger el ejercicio de las
mismas garantías.

Los fundamentos contemporáneos de la vida común, libertad de reunión, de expresión, de


protesta, de petición, etc., o las irrenunciables e intemporales a la vida e integridad personal,
pasan a ser inadvertidamente condicionadas en ciertos sectores geográficos, determinadas
personas y por unos tiempos preestablecidos por razones de dominio; el paramilitarismo
sirve de óptimo brazo ejecutor de tan graves violaciones, permitiendo dejar en la sombra las
reales relaciones de poder que obran políticamente como autoras intelectuales y en veces
materiales de aquellas.

No es del todo sorprendente la ocurrencia de tal ataque a los derechos humanos. Al fin y al
cabo la democracia liberal aplicada en su real dimensión no ha sido santo de devoción del
fascismo en sus orígenes y tampoco en las presentes formas de control social alimentadas
en su doctrina.9. Y en el tema tratado desarrollando las tácticas neocolonialistas y fascistas
contrainsurgentes al abolir parcialmente el estado de derecho con el patrocinio velado al
control social violento de ejecución paramilitar.

El resultado con el quehacer contrainsurgente paramilitar es que el estado se convierte en


una especie ser bifronte: ante el mundo entero formal creador de leyes y juez encargado de
hacerlas cumplir y a la vez actor que puede alterar o suspender en determinadas
circunstancias las reglas del juego que le son encomendadas al interior del sistema
capitalista de cargado tinte neoliberal.

Toda oposición al orden despótico depredador del capital es tenido como opuesto a la
democracia liberal justo en el momento cuando esta ha sido efectivamente vaciada de
contenido, en medio de un sistema político y económico elevado a la categoría de única
manera de organización humana con vocación intemporal; las normas del estado de derecho
conocido no son plenamente vigentes, siendo empleados para ello postulados de Carl
Schmitt, acerca de que no es posible aplicar la legalidad (ni siquiera la formal) a lo
manipuladamente establecido como caos10.

De acuerdo con esta fórmula dictatorial fascistoide, una sociedad basada en clases bien
diferenciadas precisa restringir las aspiraciones democráticas que han sido alentadas por el
mismo sistema capitalista; seguramente una democracia efectiva, real a carta cabal, conduce
a la supremacía de los intereses de la mayoría. La democracia restringida y de
favorecimiento de la cúspide de la pirámide social, es encaminada a suprimir cuidadosa y a
la vez sangrientamente oposiciones organizadas, pero cuando es superada por la oposición
a las desigualdades desbordadas, no es apta para reprimir a los insurrectos; en realidad con
políticas de empobrecimiento y despojo profundizadas el cumplimiento de las promesas

Gobierno. Jorge TImossi. Fascismos Paralelos. Ocean Sur. Bogotá 2007. Pag.177. (subrayado fuera de texto)
9
Como lo acreditaba Mussolini en los años treinta del siglo XX: “El liberalismo… es la antecámara histórica y lógica, de la
anarquía.” Citado por Henri Mossul. La Lección de Mussolini. Ediciones Ercilla. Santiago de Chile 1936. Pag.122
10
Teoría Política 1922. Pag.20
6
democráticas se hace imposible, por lo cual ni el aparato judicial más draconiano es apto
para la contención y allí se asienta cómodamente el fundamento del actuar por fuera del
orden jurídico.

En un panorama así, el estado de emergencia, de conmoción, de excepción, o en términos


precisos el Estado de Sitio disimulado, se convierte en la regla general en vez de anomalía:
“La tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el ‘estado de excepción” en el que
vivimos11. Sin embargo la excepcionalidad al presente ya no es la implantación del
desgastado estado de sitio, y similares, eso parece ser muy evidente y a la vez precario para
los fines expuestos; se trasluce una más eficiente y oculta forma al simplemente de manera
secreta suspender la Constitución en pleno, algo ya estudiado por Schmitt, el cual resaltaba
la predilección en determinados casos a la suspensión de la Constitución, declarada o no, es
decir los valores de la convivencia de la sociedad, a la declaratoria del mero Estado de
Sitio12.

No obstante, no es una suspensión de la Constitución cualquiera, no es general y abstracta.


Es una meticulosamente elaborada con unas circunstancias específicas de tiempo, modo
lugar y personas a las cuales es dirigida. Los planes de contrainsurgencia paramilitar son
cuidadosos obrando de manera concreta a fin de no alterar la apariencia general de vigencia
del estado de derecho, justamente por ser ejecutados por cuerpos no estatales al menos en
apariencia; en este punto lo mediático y sus operaciones psicológicas poseen un papel muy
importante.

Así mismo en general es presenciada la disimulación de que una parte del estado obra por
fuera del orden legal (al menos una parte de los cuerpos armados), y otra parte de aquel (el
poder judicial) no sabe de este estructurado comportamiento tiránico obrando en sentido
contrario; la mano izquierda no sabe lo que hace la derecha con resultados absolutamente
contradictorios en posteriores procesos judiciales, donde una parte del gobierno juzga a
quienes han aplicado oprobiosas medidas represivas respaldadas políticamente (de parte del
estamento civil) por otra parte del mismo.

Las relaciones de poder evidentes en la situación planteada conducen a una variedad de


tratamientos frente a los horrendos crímenes paramilitares, que van desde cortes especiales
de juzgamiento que pueden ser militares, instalación de una legalidad a posteriori, o
tribunales de la verdad sin efectos penales, con lo cual se hace ostensible una tendencia
hacia una impunidad sustentada en Razones de Estado, esto es dominio de unos seres
humanos hacia otros.

Con el aparente lógico enunciado de acuerdo al cual un ejército irregular no se puede


combatir eficazmente por prácticas convencionales que imitan el accionar de las FFMM, uno
de los soportes de la generación de cuerpos paramilitares, aviesamente se erige una
suspensión del orden legal en los pilares primordiales de la existencia de la sociedad. El

11
Walter Bejamin. Tesis de Filosofía de la Historia 8. Taurus. Madrid 1973. Pag. 5
12
Carl Schmitt. La Dictadura. Desde los Comienzos del Pensamiento Moderno de la Soberanía Hasta la lucha de Clases
Proletaria. Alianza Editorial S.A. Madrid 1985. Pag.240.
7
malicioso posicionamiento de ejércitos como guardianes del ‘orden constitucional’, las
denominadas ‘instituciones’ o defensores de abstractas y obtusas nociones como ‘gloria de la
patria’, ‘intereses nacionales’, ‘honor’ etc., por encima de las mismas razones modernas
justificatorias de la existencia del gobierno y el estado, las cuales confluyen en la sociedad,
son muestra de la influencia directa de la DSN que ubica al estado en el lugar de un
gigantesco mecanismo contrainsurgente para ser empleado en el mantenimiento de un orden
de cosas injusto para la mayoría. Es decir, unos cuerpos armados irregulares con tendencia
a ejercitar la contrainsurgencia, esto es el terrorismo de estado de forma abierta o velada,
continuando los procederes de la doctrina que para América Latina de ha denominado de la
Seguridad Nacional.

La contrainsurgencia estadounidense clama en todas sus manifiestos la destrucción de los


rebeldes, empero en la práctica esto no es así, más bien su fin el control absoluto de la
población mediante el pavor y el miedo. Con una legalidad suspendida en un ámbito
geográfico determinado, frente a ciudadanos específicos y por unos lapsos más o menos
previamente establecidos.

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