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Alberto rojas
Cuando la fuerza es utilizada por cuerpos oficiales dada la acreditada sospecha generalizada
de operar injustamente y por fuera incluso de la formalidad legal, su descrédito crece paralelo
a la develación de abusos y desmanes. En un contexto así los destacamentos paramilitares
han permitido descargar responsabilidades con la intencionada pretensión de destruir el
poder depositado socialmente, exculpando hasta cierto punto al aparato estatal formalmente
democrático, o al menos en democracia restringida, constituido luego de la posguerra.
El monopolio de la fuerza entregado a los estados panópticos del presente, en modo alguno
es incompatible con la aparición de diversas categorías de cuerpos irregulares subordinados
a aquellos, tales como escuadrones de la muerte, destacamentos civiles armados por el
gobierno respectivo, las bandas sicariales penetradas por el espionaje oficial, o los mismos
miembros de organismos estatales desdoblados con ropas de paisano ejecutando acciones
criminales contra personas estimadas amañadamente como ‘peligrosas’; todo ello en
América Latina ha ocurrido bajo las estipulaciones de la contrainsurgencia establecida por la
Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN).
1
Hanna Arendt. Sobre la Violencia. Editorial Joaquín Mortiz S.A. México 1970. Pag.43
2
Hanna Arendt. Sobre la Violencia. Editorial Joaquín Mortiz S.A. México 1970. Pag.50
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El mencionado miedo implantado siendo fundamental en el propósito de control social, no
puede dejar un segmento de los habitantes sin sentir su influjo a fin de garantizar su
profundidad y extensión. Quien exprese ‘Yo estoy tranquilo pues no me meto en problemas’,
hace significar que el atemorizamiento no es completo y carece de continuidad; nadie debe
quedar por fuera de los requerimientos del estado volcado abierta o mimetizadamente al
quehacer contrainsurgente, cuyo blanco es la población. Los manuales lo declaran, los
teorizantes lo dejan ver con no bien disimulados eufemismos.
Sembrar el terror en una población implica a la utilización de mecanismos que van más allá
del miedo causado por la guerra misma confinada al menos teóricamente hasta la Segunda
Guerra Mundial al ámbito de los cuerpos militares. La distribución de funciones dentro del
burocrático estado moderno y la aversión militar por prácticas que erosionan la lógica de la
disciplina marcial, constituyen otros incentivos de la creación de cuerpos organizados para el
trato despiadado y aterrorizante de poblaciones, estimadas de una u otra forma como
superfluas, problemáticas y prescindibles.
El ya citado dominio del aparato estatal omnipresente es políticamente tan absoluto que
imposibilita una siquiera inconformidad o disenso por el uso dentro de la táctica general
contrainsurgente paramilitar, por contraria a los valores sociales o absurda que sea; su
dogmática contiene evidentemente elementos fascistoides como los ya nombrados del
racismo, el clasismo, el colonialismo, y el capitalismo eso si, como verdad irrefutable.
Merece ser también resaltado, cómo para evitar la organización de una acción efectiva de
parte de la población politizada y decidida, dispuesta a enfrentar con base en su número un
estado de cosas adverso, en el papel de táctica inicial de provocación dentro del control
violento, son perpetradas matanzas indiscriminadas de manera abierta, lógicas generadoras
de indignación en sectores populares directamente afectados, resultando en presión a
movimientos sociales por acciones de respuesta, como se ha visto (Sharpville en Suráfrica,
Ezeiza en Argentina 1973, el Domingo Sangriento en Belfast Irlanda del Norte 1972 o
Bentalha en Argelia 1996). Es el primer paso a fin de conducir a estos movimientos sociales
a pasar al campo de a ultrapolítica, el de la fuerza bruta, donde pueden ser más fácilmente
aplastados por el binomio eminentemente militar, poder de fuego-pavor estatal, dentro del
cual lo paramilitar adquiere especial relevancia.
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El paramilitarismo como le hemos visto continúa la tradición de las contrarrevoluciones
preventivas contra los pobres e inconformes; colocando a algunos de estos en acción
violenta contra otros, cooptándolos por el soborno y la coacción. Aquel control violento
contrainsurgente es una parte de la lucha de unos desposeídos contra otros, fabricada por la
cúspide de la pirámide social en su exclusivo provecho.
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La contrainsurgencia paramilitar es un arma versátil de oprimir movimientos populares; la
violencia es su forma exicial de actuación.
El militarismo instaurado resultante es cada vez más difícil de ser ocultado, imperando a
manera de insustituible trasfondo político, el cual puede ser definido con precisión como “la
obligación del empleo universal de la violencia como medio para los fines del estado 7”
No es del todo sorprendente la ocurrencia de tal ataque a los derechos humanos. Al fin y al
cabo la democracia liberal aplicada en su real dimensión no ha sido santo de devoción del
fascismo en sus orígenes y tampoco en las presentes formas de control social alimentadas
en su doctrina.9. Y en el tema tratado desarrollando las tácticas neocolonialistas y fascistas
contrainsurgentes al abolir parcialmente el estado de derecho con el patrocinio velado al
control social violento de ejecución paramilitar.
Toda oposición al orden despótico depredador del capital es tenido como opuesto a la
democracia liberal justo en el momento cuando esta ha sido efectivamente vaciada de
contenido, en medio de un sistema político y económico elevado a la categoría de única
manera de organización humana con vocación intemporal; las normas del estado de derecho
conocido no son plenamente vigentes, siendo empleados para ello postulados de Carl
Schmitt, acerca de que no es posible aplicar la legalidad (ni siquiera la formal) a lo
manipuladamente establecido como caos10.
De acuerdo con esta fórmula dictatorial fascistoide, una sociedad basada en clases bien
diferenciadas precisa restringir las aspiraciones democráticas que han sido alentadas por el
mismo sistema capitalista; seguramente una democracia efectiva, real a carta cabal, conduce
a la supremacía de los intereses de la mayoría. La democracia restringida y de
favorecimiento de la cúspide de la pirámide social, es encaminada a suprimir cuidadosa y a
la vez sangrientamente oposiciones organizadas, pero cuando es superada por la oposición
a las desigualdades desbordadas, no es apta para reprimir a los insurrectos; en realidad con
políticas de empobrecimiento y despojo profundizadas el cumplimiento de las promesas
Gobierno. Jorge TImossi. Fascismos Paralelos. Ocean Sur. Bogotá 2007. Pag.177. (subrayado fuera de texto)
9
Como lo acreditaba Mussolini en los años treinta del siglo XX: “El liberalismo… es la antecámara histórica y lógica, de la
anarquía.” Citado por Henri Mossul. La Lección de Mussolini. Ediciones Ercilla. Santiago de Chile 1936. Pag.122
10
Teoría Política 1922. Pag.20
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democráticas se hace imposible, por lo cual ni el aparato judicial más draconiano es apto
para la contención y allí se asienta cómodamente el fundamento del actuar por fuera del
orden jurídico.
Así mismo en general es presenciada la disimulación de que una parte del estado obra por
fuera del orden legal (al menos una parte de los cuerpos armados), y otra parte de aquel (el
poder judicial) no sabe de este estructurado comportamiento tiránico obrando en sentido
contrario; la mano izquierda no sabe lo que hace la derecha con resultados absolutamente
contradictorios en posteriores procesos judiciales, donde una parte del gobierno juzga a
quienes han aplicado oprobiosas medidas represivas respaldadas políticamente (de parte del
estamento civil) por otra parte del mismo.
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Walter Bejamin. Tesis de Filosofía de la Historia 8. Taurus. Madrid 1973. Pag. 5
12
Carl Schmitt. La Dictadura. Desde los Comienzos del Pensamiento Moderno de la Soberanía Hasta la lucha de Clases
Proletaria. Alianza Editorial S.A. Madrid 1985. Pag.240.
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malicioso posicionamiento de ejércitos como guardianes del ‘orden constitucional’, las
denominadas ‘instituciones’ o defensores de abstractas y obtusas nociones como ‘gloria de la
patria’, ‘intereses nacionales’, ‘honor’ etc., por encima de las mismas razones modernas
justificatorias de la existencia del gobierno y el estado, las cuales confluyen en la sociedad,
son muestra de la influencia directa de la DSN que ubica al estado en el lugar de un
gigantesco mecanismo contrainsurgente para ser empleado en el mantenimiento de un orden
de cosas injusto para la mayoría. Es decir, unos cuerpos armados irregulares con tendencia
a ejercitar la contrainsurgencia, esto es el terrorismo de estado de forma abierta o velada,
continuando los procederes de la doctrina que para América Latina de ha denominado de la
Seguridad Nacional.