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WAWA ROSCAS EN EL AÑO ELECTORAL

Danilo Paz Ballivián


Investigador Asociado
CESU – UMSS

Todo indica que no se pueden realizar tareas complejas sin efectuar


primero las básicas, esto vale para la economía, la sociedad o la política.
No se puede pensar en un desarrollo del mercado interior sin una
vinculación carretera interna, no existe un programa de salud efectivo sin
disponer de agua potable, no es posible la industrialización de minerales
sin una fundición, no existe una industrialización del gas sin una
separación de líquidos, tampoco una fábrica de baterías de litio sin una
planta de carbonato. Como en el futbol en la educación, no existe
profesionales de excelencia sin un trabajo en las ligas menores o en el
primer y segundo nivel de enseñanza. No existen cultivos de caña de
azúcar sin antes construir ingenios azucareros, como no existe una
democracia real mientras los extremos de ricos y pobres sean abismales.
Ciertamente la historia está plagada de intentos que van contra esta lógica.
En países de capitalismo atrasado como el nuestro nos empeñamos en
incrementar la exportación de materias primas para disponer de divisas
para la importación de productos industrializados. Nuestra vinculación
terrestre fue diseña para exportar e importar, mientras que la vinculación
de centros de producción y consumo interno son postergados. La retórica
fue siempre que nuestro mercado interno es muy pequeño para competir y
no podemos competir porque nuestro mercado interno es pequeño, un
callejón sin salida, talvez por ello Daniel Sánchez Bustamante, abuelo de
Gonzalo Sánchez de Lozada, llego a la conclusión perversa que: “Bolivia
es pobre y tiene que vivir pobremente”.
Ahora que nos damos cuenta que no se puede construir un segundo piso
sin un primero, con mucho retraso, por cierto, se prioriza la construcción de
carreteras internas, la exploración y separación de líquidos de gas, el agua
para el consumo humano y riego, la fundición de hierro, la explotación e
industrialización del litio, la construcción de represas hidroeléctricas,
ingenios azucareros, fábricas de cemento y otras de orden
socioeconómico, más difíciles de establecer como la redistribución de
ingresos, el desarrollo de una clase media productiva nacional y el sistema
único de salud.
Frente a este fenómeno social, un sector de la clase media profesional,
que vive de sus conocimientos y destrezas, restringido en su poder de
mediación política durante el Proceso de Cambio, se une en la práctica a
las fuerzas más reaccionarias del país, paradójicamente con los mismos
argumentos que valieron para derrocar a las dictaduras, como la
independencia sindical, la lucha por los derechos humanos y la
recuperación de la democracia, no lo dicen, pero en realidad quieren no
una renovación de gobierno sino el cambio de un modelo económico y
político por otro, de un “neonacionalismo” a un “neoliberalismo”, sin
considerar que estos ciclos duran décadas y que las clases populares
organizadas, ahora empoderadas, no están dispuestas a ceder.
El Proceso de Cambio, como cualquier otro de liberación nacional, se
mueve en un entorno adverso. La seudo burguesía subordinada a la
inversión extranjera que vive de exportar materias primas e importar
productos industrializados, los seudo empresarios agrícolas cuyo interés
es de exportar y la subvención estatal y, los capitalistas improductivos del
comercio y las finanzas, forman en su conjunto el bloque de poder
hegemónico, al que se suma una elite de operadores de la clase media
profesional y política de abogados, ejecutivos de organizaciones no
gubernamentales y analistas políticos: “wawa roscas”, talvez diría René
Zavaleta, que esperan y procuran la caída de Evo Morales desde el mismo
enero de 2006.
“Lo último que cambia es la cabeza de los hombres”, señalaba Zavaleta,
en efecto la psicología de la nueva rosca al parecer sigue siendo la de sus
abuelos que: “Se sentían dueños del país pero al mismo tiempo lo
despreciaban –dice Sergio Almaraz-. En ningún momento pensaron que el
dinero y el poder que poseían lo debían a un pueblo que los había
aceptado pasivamente”. Como operadores de esa vieja rosca estaban
también “Los bufete de abogados, que pasaban de la diplomacia al
parlamento y al ejecutivo”, continua Almaraz. La etapa neoliberal 1985 –
2005, con propiedad puede denominarse de gonismo, no solo porque
Sánchez de Lozada en ese periodo es ministro y dos veces presidente,
sino porque el mismo es empresario minero y artífice de la enajenación de
las empresas del estado y de los recursos naturales no renovables,
operación irónicamente de “capitalización”. La sabiduría popular decía que:
“Goni se compró el MNR para después venderlo”, a esta altura de la
historia podemos asegurar también que Sánchez de Lozada subordino a
una elite de clase media progresista y de izquierda, con el expediente
justificatorio de la Ley de Participación Popular y permitiéndoles ejercer un
cierto poder de decisión política y otra vez pasar “de la diplomacia al
parlamento y al ejecutivo”.
No es pues casual, que, en la coyuntura electoral del momento, aparezcan
como representantes de la oposición dos ex vicepresidentes de Sánchez
de Lozada y que el resto de esa elite de clase media profesional y política
desplazada durante el Proceso de Cambio se incorporen en las listas de
candidatos parlamentarios y las listas de empleo burocrático en los
poderes del estado en disputa. Otra vez recurriendo a la sabiduría popular,
la oposición “distribuye el gordo de la lotería sin haberse comprado el
boleto”. De cualquier forma, el gobierno del MAS, está obligado, ahora más
que nunca, a establecer y ejecutar una estrategia de cero a la impunidad
de la corrupción pública y privada y de destinar los recursos económicos a
los sectores estratégicos del Estado y a la pequeña y mediana producción
industrial y campesina del país, que apuntan directamente a la
industrialización, desarrollo del mercado interior y la soberanía alimentaria.

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