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Enanos, gigantes, hombres con alas de murciélago... ¿a quién no le gusta
una historia repleta de seres fabulosos? Explorá el mundo de la literatura
con textos de Jorge Luis Borges, César Aira y Andrés Calamaro.
Andrés Calamaro. (Gentileza Warner Music.)
- El que la recibe debe escribir otra oración, que continúe la historia. No puede
modificar la frase anterior. Después, debe pasarle la hoja al siguiente compañero.
- Como final, pueden agregar una sola oración pensada entre todos.
Después de leer un fragmento de El juego de los mundos, de César
Aira, respondé las siguientes preguntas: - ¿En qué época se desarrolla el
relato? - ¿Quién lo cuenta? Aclará si es un escritor o no. - ¿Qué actividad
"extraña" realiza el narrador? - Explicá por qué el narrador opina que
"seguramente a los literatos del pasado no les habría satisfecho la
transferencia".
Subrayá una frase que sea clave para la ubicación temporal del texto.
¿Cuáles son los elementos que permiten ubicar el relato en un tiempo
diferente del nuestro?
Compará la "lectura" del futuro que aparece en el texto de César Aira
con mirar un videoclip, ¿en qué se parecen? Y además, ¿en qué se parecen
y en qué se diferencian estos tipos de lectura de la lectura de libros
tradicionales?
Con el crudo en las bodegas volveré a buscar/ todo el tiempo vivido, que
hemos perdido sin protestar/ voy a probar primero al olvido, a lo ajeno/ voy
a pasar a retiro de un tiro al culpable de mi soledad!/ no sé que quiero,
pero sé lo que no quiero,/ sé lo que no quiero y no lo puedo evitar,/ puedo
seguir escapando y aún lo estoy pensando,/ lo estoy pensando pero estoy
cansado de pensar;/ el marinero del río no tiene calor ni frío,/ la ciudad no
tiene puerto y se siente muy vacío (ay qué pena!)/ últimamente ha perdido
su capacidad de sorpresa,/ en un vaso de cerveza/ caliente fue que se la
olvidó;/ quiero elegir del mapa un lugar sin nombre adonde ir/ será el lugar
donde viva lo que quede por vivir (y eso es mucho tiempo!),/ por eso de
cada viaje me traigo el equipaje perdido,/ por eso es que he decidido nunca
olvidar, nunca olvidar;/ no sé lo que tengo, pero sé lo que no tengo,/ sé lo
que no tengo, porque no lo puedo comprar,/ puedo seguir cantando, pero
sigo esperando,/ sigo esperando pero estoy cansado de esperar...
Hubo una época remota del pasado en que la humanidad practicó una
actividad llamada "literatura". No necesito decir en qué consistía, porque
cualquier persona culta lo sabe. Quiero decir, no necesita haberlo estudiado
especialmente, porque forma parte de su tradición familiar y personal, y
está inscripto en su propio nombre. Durante los siglos en que existió la
literatura se acumularon muchos libros, y muchos escritores. Algunos
"buenos", otros "malos", unos más importantes o elogiados que otros,
serios, frívolos, laboriosos o estériles: todas esas distinciones se anularon
después. De esos escritores descienden todos los hombres y mujeres que
pueblan el mundo, por genealogía simple: si es concebible que todos
seamos descendientes de un solo hombre original, tanto más podemos serlo
de la innumerable cantidad de escritores que hubo. Y los nombres que
tenemos son los nombres de ellos. Sin ir más lejos, yo, que me llamo César
Aira, tengo el nombre de un lejano antepasado mío que fue un escritor.
Claro que no todos mis contemporáneos mantienen vivo el recuerdo del
dador del nombre, ni mucho menos; en ese sentido soy una excepción.
Lo cierto es que dedico tiempo, una hora por día, a veces dos, a la lectura.
En realidad, no conozco a nadie más que lo haga [...]. Claro que hablar de
"lectura" es estirar el término tal vez demasiado. Cuando se pasó toda la
literatura a estos medios, se lo hizo en imágenes. Los programas
transformaron las palabras en imágenes, una por una (no se hizo por
frases) y hasta fragmentando las palabras si resultaba conveniente. Esta
tarea la llevaron a cabo sistemas automáticos operando con grandes
diccionarios polivalentes, sin intervención del hombre [...]. Y por la otra
punta , disponían de un banco de imágenes completo, o sea que estaban
todas. Seguramente a los literatos del pasado no les habría satisfecho la
transferencia, pero cuando se hizo ya no estaban para protestar. Y la
operación salvó del olvido definitivo a la ingente masa de libros que se
había acumulado. Fue esta operación la que anuló las diferencias entre
obras buenas y malas.
Hubo una época remota del pasado en que la humanidad practicó una
actividad llamada "literatura". No necesito decir en qué consistía, porque
cualquier persona culta lo sabe. Quiero decir, no necesita haberlo estudiado
especialmente, porque forma parte de su tradición familiar y personal, y
está inscripto en su propio nombre. Durante los siglos en que existió la
literatura se acumularon muchos libros, y muchos escritores. Algunos
"buenos", otros "malos", unos más importantes o elogiados que otros,
serios, frívolos, laboriosos o estériles: todas esas distinciones se anularon
después. De esos escritores descienden todos los hombres y mujeres que
pueblan el mundo, por genealogía simple: si es concebible que todos
seamos descendientes de un solo hombre original, tanto más podemos serlo
de la innumerable cantidad de escritores que hubo. Y los nombres que
tenemos son los nombres de ellos. Sin ir más lejos, yo, que me llamo César
Aira, tengo el nombre de un lejano antepasado mío que fue un escritor.
Claro que no todos mis contemporáneos mantienen vivo el recuerdo del
dador del nombre, ni mucho menos; en ese sentido soy una excepción.
Lo cierto es que dedico tiempo, una hora por día, a veces dos, a la lectura.
En realidad, no conozco a nadie más que lo haga [...]. Claro que hablar de
"lectura" es estirar el término tal vez demasiado. Cuando se pasó toda la
literatura a estos medios, se lo hizo en imágenes. Los programas
transformaron las palabras en imágenes, una por una (no se hizo por
frases) y hasta fragmentando las palabras si resultaba conveniente. Esta
tarea la llevaron a cabo sistemas automáticos operando con grandes
diccionarios polivalentes, sin intervención del hombre [...]. Y por la otra
punta , disponían de un banco de imágenes completo, o sea que estaban
todas. Seguramente a los literatos del pasado no les habría satisfecho la
transferencia, pero cuando se hizo ya no estaban para protestar. Y la
operación salvó del olvido definitivo a la ingente masa de libros que se
había acumulado. Fue esta operación la que anuló las diferencias entre
obras buenas y malas.
Notas
Estrofa
Cada una de las partes en que se divide una composición poética. Las
estrofas de un poema pueden tener igual o diferente número de versos. La
separación de las estrofas está dada por un espacio en blanco en la hoja
denominado "blanco tipográfico".
Rima
Verso
Es la cadena de palabras que en un poema se escriben una a continuación
de otra, es decir, en el mismo renglón. No es igual a una oración, ya que
muchas veces tal cadena de palabras está determinada por el efecto
sonoro, o incluso visual, que provoca. Cada verso tiene una sonoridad en sí
mismo, además de la que produce en el conjunto del poema. Del mismo
modo, cada verso tiene un sentido asociado a la imagen, al ritmo y al
sonido que las palabras que lo conforman sugieren. Cuando leemos una
poesía, y sobre todo cuando nos detenemos a analizar un verso, se hace
evidente la idea de que forma y contenido no se pueden separar.