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Comunicación – 5° A- B

Profesor Óscar Rojas Sánchez

Literatura Medieval
I. La Divina Comedia. Dante Alighieri (1265- 1321)

El infierno. Canto trigésimo cuarto. Cuarto recinto del noveno círculo del
centro del universo al otro hemisferio
Vexilla regis prodeunt inferni (1) hacia nosotros. Mira adelante -dijo mi Maestro-, a ver si lo
distingues. Como aparece a lo lejos un molino, cuyas aspas hace girar el viento, cuando éste
arrastra una espesa niebla, o cuando anochece en nuestro hemisferio, así me pareció ver a
gran distancia un artificio semejante; y luego, para resguardarme del viento, a falta de otro
abrigo, me encogí detrás de mi Guía. Estaba ya (con pavor lo digo en mis versos) en el sitio
donde las sombras (2) se hallaban completamente cubiertas de hielo, y se transparentaban
como paja en vidrio. Unas estaban tendidas, otras derechas; aquéllas con la cabeza, éstas con
los pies hacia abajo, y otras por fin con la cabeza tocando a los pies como un arco. Cuando mi
Guía creyó que habíamos avanzado lo suficiente para enseñarme la criatura que tuvo el más
hermoso rostro, me dejó libre el paso, e hizo que me detuviera. - He ahí a Dite (3) -me dijo-, y
he aquí el lugar donde es preciso que te armes de fortaleza. No me preguntes, lector, si me
quedaría entonces helado y yerto; no quiero escribirlo, porque cuanto dijera sería poco. No
quedé muerto ni vivo; piensa por ti, si tienes alguna imaginación, lo que me sucedería
viéndome así privado de la vida sin estar muerto. El emperador del doloroso reino salía fuera
del hielo desde la mitad del pecho; mi estatura era más proporcionada a la de un gigante, que
la de uno de éstos a la longitud de los brazos de Lucifer; juzga, pues, cuál deba ser el todo que
a semejante parte corresponda. Si fue tan bello como deforme es hoy, y osó levantar sus ojos
contra su Creador, de él debe proceder sin duda todo mal. ¡Oh! ¡Cuánto asombro me causó, al
ver que su cabeza tenía tres rostros! (4) Uno por delante, que era de color bermejo; los otros
dos se unían a éste sobre el medio de los hombros, y se juntaban por detrás en lo alto de la
coronilla, siendo el de la derecha entre blanco y amarillo, según me pareció; el de la izquierda
tenía el aspecto de los oriundos del valle del Nilo. Debajo de cada rostro salían dos grandes
alas proporcionadas a la magnitud de tal pájaro; y no he visto jamás velas de buque
comparables a ellas; no tenían plumas, pues eran por el estilo de las del murciélago; y se
agitaban de manera que producían tres vientos, con los cuales se helaba todo el Cocito (5).
Con seis ojos lloraba Lucifer, y por las tres barbas corrían sus lágrimas, mezcladas de baba
sanguinolenta. Con los dientes de cada boca, a modo de agramadera, (6) trituraba un pecador,
de suerte que hacía tres desgraciados a un tiempo. Los mordiscos que sufría el de adelante no
eran nada en comparación de los rasguños que le causaban las garras de Lucifer, dejándole a
veces las espaldas enteramente desolladas. - El alma que está sufriendo la mayor pena allá
arriba -dijo el Maestro- es la de Judas Iscariote, (7) que tiene la cabeza dentro de la boca de
Lucifer y agita fuera de ella las piernas. De las otras dos, que tienen la cabeza hacia abajo, la
que pende de la boca negra es Bruto; mira cómo se retuerce sin decir una palabra; el otro, que
tan membrudo parece, es Casio (8). Pero se acerca la noche, y es hora ya de partir, pues todo
lo hemos visto.
(1) Adelantándose los estandartes del rey de los infiernos. Las tres primeras palabras de este
canto son el principio del himno con que la iglesia celebra la exaltación de la Santa Cruz y con ellas
se burla Dante de Lucifer por querer igualarse a Dios. No hay irreverencia. (2) Las almas de los
condenados. (3) Otro nombre de Lucifer. (4) Las tres caras son: una roja, la otra amarilla y la tercera
negra y representan respectivamente el odio, la impotencia y la ignorancia. (5) Río del Infierno. (6)
Máquina para triturar caña. (7) Uno de los apóstoles. Traicionó a Cristo. (8) Bruto y Casio. Mataron a
Julio César.
Lee atentamente y responde:
1. ¿Cómo son las almas que habitan en el Infierno?
2. ¿Cómo describe el poeta el último círculo del Infierno?
3. ¿Por qué crees que Dante lo habrá imaginado como un pozo helado, en vez de
un lugar en llamas?
4. ¿Cómo era físicamente Satanás? ¿Cuántos rostros tenía? ¿Qué simbolizaba cada
uno de ellos?
5. ¿Con qué compara Dante las alas de Lucifer?
6. ¿Te parece que el demonio era un ser desgraciado? ¿Por qué lo crees así?
7. ¿Cuál es para Dante el peor de todos los crímenes por el que Lucifer, Judas Iscariote,
Bruto y Casio se encuentran en la última esfera?
8. En tu opinión, ¿cuál es el pecado que merece el peor de los castigos? Según tu
respuesta, ¿qué personajes de la historia universal ubicarías tú en el último
círculo?
9. ¿Qué características de la cultura medieval se pueden deducir de este fragmento
de la Divina Comedia?
II. El Decamerón. Giovanni Boccaccio (1313- 1375)
Lee atentamente el artículo propuesto y responde las preguntas planteadas.
El pueblecito toscano de Certaldo conserva sus murallas medievales, pero la casa donde hace siete
siglos nació Giovanni Boccaccio fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial. Ha sido
reconstruida con esmero y desde su elevada terraza se divisa un paisaje de suaves colinas con
olivares, cipreses y pinos que remata, en una cumbre lejana, con las danzarinas torres de San
Gimignano. Lo único que queda del ilustre polígrafo es una zapatilla de madera y piel carcomida
por el tiempo; apareció enterrada en un muro y acaso no la calzó él sino su padre o alguno de los
sirvientes de la casa. Hay una biblioteca donde se amontonan los centenares de traducciones
del Decamerón a todas las lenguas del mundo y vitrinas repletas con los estudios que se le dedican.
El pueblecito es una joya de viviendas de ladrillos, tejas y vigas centenarias, pero minúsculo, y uno
se pregunta cómo se las arregló el señor Boccaccio papá para, en lugar tan pequeño, convertirse en
un mercader tan próspero. Giovanni era hijo natural, reconocido más tarde por su progenitor y se
ignora quién fue su madre, una mujer sin duda muy humilde. De Certaldo salió el joven Giovanni a
Nápoles, a estudiar banca y derecho, para incrementar el negocio familiar, pero allí descubrió que
su vocación eran las letras y se dedicó a ellas con pasión y furia erudita. Eso hubiera sido sin la
peste negra que devastó Florencia en 1348: un intelectual de la elite, amante de los clásicos,
latinista, helenista, enciclopédico y teólogo. Tenía unos 35 años cuando las ratas que traían el virus
desde los barcos que acarreaban especias del Oriente, llegaron a Florencia e infectaron la ciudad
con la pestilencia que exterminó a 40.000 florentinos, la tercera parte de sus habitantes. La
experiencia de la peste alejó a Boccaccio de los infolios conventuales, de la teología y los clásicos
griegos y latinos (volvería años más tarde a todo ello) y lo acercó al pueblo llano, a las tabernas y a
los dormideros de mendigos, a los dichos de la chusma, a su verba deslenguada y a la lujuria y
bellaquerías exacerbadas por la sensación de cataclismo, de fin del mundo, que la epidemia
desencadenó en todos los sectores, de la nobleza al populacho. Gracias a esta inmersión en el
mundanal ruido y la canalla con la que compartió aquellos meses de horror, pudo escribir
el Decamerón, inventar la prosa narrativa italiana e inaugurar la riquísima tradición del cuento en
Occidente, que prolongarían Chaucer, Rabelais, Poe, Chéjov, Conrad, Maupassant, Chesterton,
Kipling, Borges y tantos otros hasta nuestros días. No se sabe dónde escribió Boccaccio el centenar
de historias del Decamerón entre 1348 y 1351 —bien pudo ser aquí, en su casa de Certaldo, donde
vendría a refugiarse cuando las cosas le iban mal—, pero sí sabemos que, gracias a esos cuentos
licenciosos, irreverentes y geniales, dejó de ser un intelectual de biblioteca y se convirtió en un
escritor inmensamente popular. La primera edición del libro salió en Venecia, en 1492. Hasta
entonces se leyó en copias manuscritas que se reprodujeron por millares. Esa multiplicación debió
de ser una de las razones por las que desistió de intentar quemarlas cuando, en su cincuentena, por
un recrudecimiento de su religiosidad y la influencia de un fraile cartujo, se arrepintió de haberlo
escrito debido al desenfado sexual y los ataques feroces contra el clero que contiene
el Decamerón. Su amigo Petrarca, gran poeta que veía con desdén la prosa plebeya de aquellos
relatos, también le aconsejó que no lo hiciera. En todo caso, era tarde para dar marcha atrás; esos
cuentos se leían, se contaban y se imitaban ya por media Europa. Siete siglos más tarde, se siguen
leyendo con el impagable placer que deparan las obras maestras absolutas. Descubrió a Dante en
Nápoles, de joven, y desde entonces le profesó una admiración sin reservas por el resto de la vida.
Allí se ve a qué extremos llegó su pasión dantesca: copió tres veces en su vida la Comedia y una vez
la Vita Nuova, para difundir su lectura, además de escribir la primera biografía del gran poeta y, por
encargo de la Señoría, dictar 59 charlas en la iglesia de Santo Stefano di Badia explicando al gran
público la riqueza literaria, filosófica y teológica del poema al que, gracias a él, comenzó a llamarse
desde entonces “divino”. Todo este recorrido tras sus huellas es muy bello, pero nada me emocionó
tanto como seguir los pasos de Boccaccio en Certaldo y recordar que, en este reconstruido local,
pasó la última etapa de su vida, pobre, aislado, asistido sólo por su vieja criada Bruna y muy
enfermo con la hidropesía que lo había monstruosamente hinchado al extremo de no poder
moverse. Me llena de tristeza y de admiración imaginar esos últimos meses de su vida, inmovilizado
por la obesidad, dedicando sus días y noches a revisar la traducción de la Odisea—Homero fue otro
de sus venerados modelos— al latín hecha por su amigo el monje Leoncio Pilato. Murió aquí, en
1375, y lo enterraron en la iglesita vecina de los Santos Jacobo y Felipe, que se conserva casi intacta.
Como en el Certaldo histórico no hay florerías, me robé una hoja de laurel del pequeño altar y la
deposité en su tumba, donde deben quedar nada más que algunos polvillos del que fue, y le hice el
más rápido homenaje que me vino a la boca: “Gracias, maestro´´. Mario Vargas Llosa. La casa de
Boccaccio.
1. ¿Cómo transcurre la vida de Boccaccio antes de escribir El Decamerón? ¿Qué hecho lo
lleva a escribir su obra más representativa?
2. Explica, ¿cómo se convierte en un escritor popular?
Se convierte en un escritor popular al hacer cuentos licenciosos, irreverentes y geniales
convirtiéndose en un escritor inmensamente popular.
3. ¿Por qué razón desiste de quemar su obra más importante? ¿Cómo interviene
Petrarca?
Desiste quemar porque se leyó en copias manuscritas que se reprodujeron por millares y esa
multiplicación debió de ser una de las razones por las que desistió de intentar quemarlas.
4. ¿Cómo expresa su gran admiración por Dante y su obra?
5. ¿Cuándo descubre su verdadera vocación?
Descubre su verdadera vocación a estudiar banca y derecho, para incrementar el negocio
familiar que eran las letras y se dedicó a ellas con pasión y furia erudita.
6. ¿A qué se debe el calificativo de polígrafo?
7. ¿Cuál es la importancia e influencia que alcanzan los cuentos de Boccaccio hasta la
actualidad? ¿Por qué razón su obra tiene centenares de traducciones?

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