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Revuelta ultrapija en el Barrio de Salamanca

Los ultrapijos son gente de orden, pero también de alzamientos, no lo olvidemos. Hay un hilo que une a estos
seres infames que alardean de su irresponsabilidad social en plena pandemia con el Viva la muerte de Mill án
Astray y no es una cuestión de esencias sino de pervivencia de intereses e imaginarios anclados en
estructuras sociales, económicas y políticas que han preservado la pulsión del 18 de julio por si volviera a ser
necesaria. El rey español emérito, el mismo que según el relato oficial pilotó la modélica transición,
verbalizó este vínculo en su dicurso de aceptación de la designación por parte de Franco al hablar de la
legitimidad del golpe de 1936. La ausencia de una ruptura democrática carcome el Reino de España desde
sus entrañas alimentando un estado profundo reaccionario y autoritario y un sentido común "cuñao" que
necesita enemigos internos ante los que afirmarse y digerir así el trauma del imperio perdido pero nunca
olvidado. Es el "a por ellos" de las bandas de extrema derecha y las fuerzas policiales, en Euskal Herria, en
Catalunya, contra la gente jornalera en Andalucía o minera en Asturias....

Es tentador dejarse llevar por la caricatura de los cayetanos indignados. Pero pocas bromas con los
movimientos de fondo que estas imágenes patéticas podrían anunciarnos. Por un lado, resulta obvio que más
allá de una banda de pijos, se están alimentando el desconcierto, la preocupación y la ansiedad provocadas
por la pandemia y la crisis global para insistir en la agenda autoritaria y recentralizadora del estado. Por otro,
sectores de las élites con un indudable poder e influencia están moviendo fichas. La idea sería poner fin
cuanto antes a un gobierno PSOE-Podemos dependiente del independentismo. Para ello, presionar, tensionar,
amenazar con una derecha montaraz y sugerir nuevas centralidades. Igual es mejor que miremos más allá del
folklore ultrapijo.

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