Está en la página 1de 82

EN UNA NUBE

(Cloud 9)
de Caryl Churchill

Versión castellana de Jose Padilla


En una nube (Cloud 9) fue escrita para la compañía Joint Stock Theatre Group entre
1978 y 1979. Su método de trabajo habitual es desarrollar un taller en el cual el autor, el
director y los actores investigan sobre un tema en particular. Después de este taller, se
escribe la obra. Luego regresa a la compañía para ensayar y rescribir el texto. En el caso
de En una nube (Cloud 9) el taller duró tres semanas, el periodo de escritura tres meses,
y el de ensayos un mes y medio.

El taller realizado para En una nube (Cloud 9) trató sobre las distintas políticas
sexuales. Esto supuso que el origen del trabajo fuera hablar de nosotros mismos y
compartir nuestras diferentes opiniones y experiencias. Trabajamos sobre los
estereotipos y los cambios de rol entre hombres y mujeres en juegos e improvisaciones,
leímos libros y hablamos con otras personas ajenas al taller. Aunque los personajes y las
diferentes situaciones de la obra no se describieron en él, sí que están basados en este
trabajo, y yo no hubiera sido capaz de escribirla sin este proceso.

Cuando comencé a escribir, volví sobre una idea que había aparecido
tangencialmente en el taller: el paralelismo entre la opresión sexual y la dominación
colonial, lo que Genet llama "la mentalidad colonial o femenina de represión interior".
Así que el primer acto de En una nube (Cloud 9) tiene lugar en Africa durante la época
victoriana, donde Claudio, el hombre blanco, impone sus ideales a su familia y a los
nativos. La esposa de Claudio, Betty, está interpretada por un hombre por la sencilla
razón de que ella desea ser lo que los hombres quieren que sea, de la misma manera
Joshua, el sirviente negro, está interpretado por un hombre blanco porque él anhela
convertirse en aquello que el blanco desea ver en él. Betty no se valora a sí misma como
mujer; Josua no se valora a sí mismo como negro. Eduardo, el hijo de Claudio está
interpretado por una mujer por una razón diferente: en parte por jugar con la convención
teatral de que los hombres sean interpretados por mujeres, y en parte para destacar la
manera en que Claudio intenta someterle a un comportamiento masculino tradicional.
Claudio trata, a lo largo de todo el acto, de mantener su mundo tal como está: una
esposa entregada, un hijo varonil... La homosexualidad de Harry es repudiada, la de
Ellen es invisible. Cuando empezamos a ensayar, en un principio fuimos absorbidos por
lo divertido que resultaba el primer acto, posteriormente comprobamos lo dolorosas que
eran las relaciones entre los personajes. Respetando estas conseguimos que el acto sea
aún más divertido que cuando lo representamos como una farsa sin más.

El segundo acto transcurre en Londres en 1979. Es donde yo quería que


terminara la obra, en el pleno caos sexual de nuestro tiempo. Betty es una mujer de
mediana edad: Eduardo y Victoria han crecido. Han transcurrido cien años, pero para
los personajes sólo veinticinco. Hay dos razones para ello: pensaba que el primer acto
tendría mas impacto situado en la época victoriana, en el cénit del colonialismo, que en
el África de 1950; de hecho cuando los miembros de la compañía hablaron de su
infancia y de las actitudes hacia el sexo y el matrimonio que habían recibido cuando
eran jóvenes, todos se dieron cuenta de que su educación sexual se basaba en unas
normas muy convencionales, casi victorianas, y que el devenir de sus vidas y
experiencias fue el factor que provocó el cambio.

El primer acto, como la sociedad que muestra, está dominado por el hombre y
firmemente regido por él. En el segundo acto, la actitud para el cambio proviene de las
mujeres y los homosexuales. La incertidumbre y las transformaciones sociales, y una
forma de actuación más femenina y menos autoritaria, se reflejan en la estructura de

2
este acto, mucho más libre. Por ejemplo, Betty, Eduardo y Victoria evolucionan más
allá de las rígidas posturas del acto uno debido en parte gracias a sus encuentros con
Jerry y con Lin.

Todos los personajes cambian en este acto ligeramente para mejor. Si los
hombres intentan mantener el orden establecido en el primer acto, en el segundo luchan
por una liberación de difícil consecución: Martin domina a Victoria, a pesar de sus
declarada simpatía por el feminismo. La tristes consecuencias del colonialismo son
palpables en el hermano de Lin, soldado que muere en Irlanda del Norte. A Betty ahora
la interpreta una mujer, ya que gradualmente se va volviendo real para sí misma. Caty
está interpretada por un hombre en parte como compensación del hecho de que una
mujer interprete a Eduardo en el acto uno, en parte porque la presencia de un hombre en
escena recoge la enorme fuerza emocional de los niños y, finalmente, como ocurre con
Eduardo, para mostrar, de un modo sencillo, lo implícito en el aprendizaje de lo que se
considera el comportamiento correcto para una chica.

Es esencial que el personaje de Joshua esté interpretado por un blanco, el de


Betty (acto uno) por un hombre, el de Eduardo (acto uno) por una mujer, y el de Caty
por un hombre. El soldado deberá estar interpretado por el actor que hace de Caty.

El personaje de la Sra. Saunders está interpretado por la actriz que interpreta a


Ellen por pura diversión, y por supuesto, para mantener el número de siete actores en
cada acto. La forma de doblar a los personajes entre los dos actos (todos los actores
interpretan a un personaje en el primer acto y a otro en el segundo) puede hacerse de la
forma que convenga para cada producción. La primera vez que se representó optamos
por un reparto así: Claudio-Caty, Betty-Eduardo, Maud-Victoria, Sra. Saunders/Ellen-
Lin, Joshua-Jerry, Harry-Martin. Cuando la retomamos en 1980 en el teatro Royal
Court, hicimos diferentes emparejamientos: Claudio-Eduardo, Betty-Jerry, Eduardo-
Victoria, Maud-Lin, Sra.Saunders/Ellen-Betty, Joshua-Caty, Harry-Martin. Prefiero la
primera opción porque me gusta mucho ver a Claudio convertido en Caty y encontrar
las conexiones entre los personajes de Eduardo y Betty. Algunos emparejamientos no
son posibles, pero todas las maneras de hacerlos establecen interesantes resonancias
entre los dos actos.

Caryl Churchill; 1983

3
SOBRE ESTA VERSIÓN

Siempre que se ha representado Cloud 9 de Caryl Churchill tanto en Latinoamérica


como en España -hasta dónde yo sé-, se ha titulado El Séptimo Cielo. En esta versión he
elegido cambiar el título a En una nube. Las razones son diversas. Primero, creo que el
término “séptimo cielo” lleva implícitos muchos valores que nos alejan de la obra. El
séptimo cielo alude a la perfección, a la gloria -a la Capilla Sixtina de Miguel Ángel sin
apurar demasiado-, pero nunca a la desorientación, al aturdimiento al que los personajes
se ven entregados, a esa sensación de quedarse sin suelo bajo los pies. Es cierto que
probablemente “séptimo cielo” sea la expresión más cercana en castellano a la “cloud
nine” inglesa, pero nos aleja de la imagen de inconsistencia (“cloud”/“nube”) con que
Caryl Churchill dotó a su título, perdiéndonos así gran parte de la ambigüedad que
sugiere. Hay dos términos en inglés para nuestra polisémica “cielo”, que son “sky”, el
cielo físico y “heaven” el cielo paradisíaco de implicaciones religiosas. Este último
entronca directamente con esa visión de “el séptimo cielo” en castellano que nada tiene
que ver con el título original. Sin embargo, “en una nube” nos coloca cerca de la
ingravidez mental que destilan todos los personajes de la obra. Resulta mucho más
impreciso, lo que comprendo como positivo para la pieza que nos ocupa, porque estar
en una nube puede ser maravilloso, pero también supone estar despegado del mundo o
tremendamente despistado, tal y como se encuentran los personajes.

Esta obra, por tratar un tema en perpetuo cambio como las costumbres sexuales,
en ciertos aspectos no ha bebido de las mutaciones sufridas en este ámbito en las
décadas de los ochenta y noventa, con el SIDA como máximo exponente referencial de
todo ello. Me he inclinado por añadir pequeños apuntes al respecto en el acto dos, muy
ligeros y sin traicionar el espíritu del texto -por ejemplo cuando Jerry habla de adoptar
“precauciones” con sus conquistas sexuales-. También, y por acercar a nuestra
cotidianeidad los acontecimientos que en la obra se narran, el hermano de Lin está
destinado en Irak, en vez de en Belfast, porque la invasión de este país también es una
consecuencia tardía del colonialismo, más grave si cabe por ser a escala global.

Por último he eliminado las referencias a Inglaterra -a pesar de mantener los


nombres anglosajones, suavizando, eso sí, los impronunciables en castellano, ejemplo:
Clive por Claudio-, porque hoy en día el colonialismo que se nos presenta como un
icono en el acto uno y padre directo del caos del acto dos es aprehensible por cualquier
cultura sin necesidad de hacer referencias claras a ninguna en concreto, permitiendo dos
cosas: por un lado una más fácil identificación al espectador con las distintas situaciones
planteadas, y por otro, mantener prácticamente ilesa la propuesta de Caryl Churchill.

Jose Padilla.

4
Personajes

ACTO UNO

Claudio, administrador colonial


Betty, su esposa, interpretada por un hombre
Joshua, sirviente negro interpretado por un blanco
Eduardo, hijo de Claudio y Betty, interpretado por una mujer
Victoria, su hija, una muñeca
Maud, la suegra de Claudio
Ellen, niñera de Eduardo y Victoria
Harry Bagley, un explorador
Sra. Saunders, viuda, interpretada por la misma actriz que hace de Ellen

ACTO DOS

Betty, interpretada por la actriz que hace de Eduardo en el acto uno


Eduardo, interpretado por el actor que hace de Betty en el acto uno
Victoria, interpretada por la actriz que hace de Maud
Martín, marido de Victoria, interpretado por el actor que hace de Harry Bagley
Lin, interpretada por la actriz que hace de Ellen y Sra. Saunders
Caty, la hija de Lin, de cinco años, interpretada por el actor que hace de Claudio
Jerry, amante de Eduardo, interpretado por el actor que hace de Joshua

Exceptuando a Caty, todos los personajes en el acto dos están interpretados por actores
a los que corresponde el sexo de sus personajes.

El acto uno tiene lugar en África durante la época de la ocupación colonial.


El acto dos transcurre en la época actual. Pero para los personajes, de un acto a otro sólo
habrán pasado veinticinco años.

5
Acto uno

Escena uno

La luz ilumina suavemente la terraza. Hay un asta con bandera. Encontramos a toda la
familia: Claudio, Betty, Eduardo, Victoria, Maud, Ellen y Joshua.

CANTAN TODOS.-
Reunios hijos de la patria,
venid aquí, cantad al imperio.
Mirad como va de costa a costa,
es la envidia de bárbaros necios.
De un punto cardinal a otro,
y con miras al universo,
norte, sur, este, oeste
no hay sitio que no ocupemos.
Reunios hijos de la patria,
venid aquí donde está el imperio,
norte, sur, este, oeste
no hay sitio que no ocupemos.

Claudio.-
Mi familia es esta. Aún lejos del hogar
servimos a la Corona, no importa allá o acá,
soy como un padre para los nativos,
junto a mi familia lo proclamo altivo.

(Presenta a Betty. Interpretada por un hombre.)

Mi esposa es todo lo que yo puedo soñar,


así es porque a un marido ella siempre debe honrar.

Betty.-
Vivo para mi esposo Claudio, que es a quien debo amar,
todo lo que yo deseo es su figura alabar.
Soy creación de mi cónyuge, nada más puedo anhelar,
lo que él quiere que yo sea es a lo que debo aspirar.

(Claudio presenta a Joshua. Interpretado por un actor blanco.)

Claudio.-
Es mi chico favorito. Es mi sirviente number one,
porque además de ser negro, me lleva la limoná.

6
Joshua.-
Mi piel podrá ser muy negra. Pero mi alma blanca está.
Odio a los míos, odio mi tribu, esta es la pura verdad.
Soy creación de mi amo, nada más puedo anhelar,
Lo que él quiere que yo sea es a lo que debo aspirar.

(Claudio presenta a Eduardo. Lo interpreta una mujer.)

Claudio.-
Mi hijo es aún un niño. Lo estoy intentando educar,
para que sea un hombre recio que no se acobarde jamás.

Eduardo.-
Lo que mi padre os dice es lo que yo quiero ser,
pero me va a costar mucho, como ya podéis ver.

(Claudio presenta a Victoria, que es una muñeca, a Maud y a Ellen.)

Claudio.-
Por presentaros a estas no me voy a extender:
Mi hija, mi suegra, la niñera, ya está cortado el pastel.

CANTAN TODOS.-
Reunios hijos de la patria,
venid aquí, cantad al imperio.
Mirad como va de costa a costa,
es la envidia de bárbaros necios.
De un punto cardinal a otro,
y con miras al universo,
norte, sur, este, oeste
no hay sitio que no ocupemos.
Reunios hijos de la patria,
aquí en África está el imperio,
norte, sur, este, oeste
en África a servir dispuestos.

(Todos salen excepto Betty. Entra Claudio)

Betty.- ¿Claudio?

Claudio.- Betty. ¡Joshua!

(Joshua aparece con un vaso de whisky para Claudio)

Betty.- Pensaba que no ibas a llegar nunca. Los días se hacen eternos sin ti.

Claudio.- Tuve ajetreo en la selva.

Betty.- ¿Problemas? Escuché tambores.

7
Claudio.- Nada serio. Bella es una hermosa yegua, pero dura de pelar. Mandaré a pedir
un nuevo par de botas. Estas jamás me han ido bien. Tengo un callo.

Betty.- Pobre piececito mío.

Claudio.- No es nada.

Betty.- Oh, pero debe doler.

Claudio.- No estamos aquí por diversión, Betty. Hoy habré recorrido unas cincuenta
millas para hablar con tres jefes de tribu, que gozosamente se hubieran arrancado la
cabeza entre ellos, y luego adornado con ellas sus cinturones.

Betty.- ¡Oh Claudio!

Claudio.- No seas quisquillosa Betty, permíteme el sarcasmo. ¿Y mi palomita? ¿qué ha


hecho hoy?

Betty.- He leído un poco.

Claudio.- Bien. ¿Buena lectura?

Betty.- Poesía.

Claudio.- Eres tan delicada y sensible.

Betty.- También he tocado el piano. ¿Quieres que vaya a por los niños?

Claudio.- Aguarda un segundo. Traigo nuevas que comentarte.

Betty.- ¿Buenas nuevas?

Claudio.- Buenas. Tenemos visita.

Betty.- ¿Alguien de casa?

Claudio.- No. Sí, originalmente de casa, pero no viene de allí.

Betty.- ¿Hombre o mujer?

Claudio.- Hombre.

Betty.- No imagino quién pueda ser.

Claudio.- Explorador. Poeta. Chapado a la antigua. Valiente como un tigre. Y gran


admirador tuyo.

Betty.- ¿Qué? ¿Quién será?

Claudio.- Una hache. Una be. Que hace trucos de magia para el pequeño Eduardo.

8
Betty.- ¿El señor Bagley?

Claudio.- Harry Bagley.

Betty.- Qué cosas dices Claudio. Él no me admira ni remotamente. Imposible de


adivinar con semejantes pistas. Además, he de añadir que tiene muy poco de explorador.
Ha subido un río y poco más, nada comparado contigo. Mejor hubieses dicho, un
bebedor empedernido y un poco molesto.

Claudio.- Pero su compañía no te desagrada, ¿verdad? ¿No te importará que venga?

Betty.- Quién sea con tal de romper la monotonía.

Claudio.- Está tu madre. Está Ellen.

Betty.- Ellen es la niñera. Y mi madre es mi madre.

Claudio.- Creía, cuando vino a visitarnos, que te sería grata su presencia.

Betty.- Mi madre no está de visita. Mi madre vive aquí.

Claudio.- Tienes razón.

Betty.- Oh, Claudio. Eres tan bueno.

Claudio.- ¿Pero te aburres amor mío?

Betty.- Te echo de menos cuando no estás. Sin embargo, no estamos aquí por diversión,
y estar apartada de la sociedad es mi modo de servir a nuestra patria.

Claudio.- Buena chica. Entonces hoy ha sido un buen día. ¿Desmayos? ¿Ataques de
histeria?

Betty.- No, he estado muy tranquila.

Claudio.- ¡Qué remanso de paz es esta casa! Llena de frescor, concordia, belleza...

Betty.- Sólo un detallito querido...

Claudio.- ¿Qué puedo hacer por ti palomita?

Betty.- Es Joshua.

Claudio.- No me quedaría tranquilo dejándote aquí sola, si no fuera por Joshua.

Betty.- No le gusto.

9
Claudio.- Joshua ha sido un muchacho fiel a mí desde hace ocho años. Ha salvado mi
vida. Yo he salvado la suya. Es devoto de mi persona. Y yo de la de él. Nada que tú no
sepas.

Betty.- Hoy ha sido muy grosero. No hace lo que le ordeno. Habla con él.

Claudio.- ¿Qué ha ocurrido pues?

Betty.- Me ha dicho una impertinencia.

Claudio.- Bueno, ¿cuál?

Betty.- No quisiera repetirla.

Claudio.- Insisto querida.

Betty.- Dejé mi libro de poesía en el cuarto del piano, yo me encontraba en la hamaca y


le pedí que lo trajese.

Claudio.- ¿Y no hizo así?

Betty.- Al final sí, pero...

Claudio.- ¿Qué te dijo exactamente?

Betty.- Claudio...

Claudio.- Betty.

Betty.- Oh, dijo: “Cógelo tú misma. Tienes piernas debajo de esa falda, ¿verdad?”

Claudio.- ¡Joshua!

(Entra Joshua)

Joshua, la señora dice que le hablaste de forma grosera esta tarde.

Joshua.- ¿Disculpe señor?

Claudio.- Cuando te ordenó que le trajeras su libro de poesía.

Joshua.- Le traje el libro, señor.

Betty.- Finalmente lo trajiste, pero cuando te lo pedí...

Claudio.- Yo me encargo de esto Betty. ¿Ignoraste su orden?

Joshua.- Bien señor, le gasté una broma.

Claudio.- Ah. ¿Y qué broma era esa?

10
Joshua.- Le dije que mis piernas estaban cansadas señor, lo que resultaba muy gracioso
porque, en realidad, el libro estaba al alcance de mi mano, y en esas condiciones no
supondría ningún desgaste para mis piernas llevarle el libro a la señora.

Betty.- Eso no es cierto.

Joshua.- Oh, quizás la señora me oyó mal.

Claudio.- Oyó otra cosa, sí.

Joshua.- ¿El qué señora?

Betty.- No importa.

Claudio.- Joshua, a partir de ahora has de saber que a la señora no le gustan ese tipo de
bromas. Debes hacer siempre lo que la señora te ordene, sin rechistar. Sabes cuál es tu
lugar en esta casa Joshua, y en función de él, debes actuar. No tengo más que decir.

Joshua.- Sí señor.

Betty.- Espero una disculpa.

Joshua.- Lo siento, señora.

Claudio.- Así me gusta. No volverá a pasar querida. Me sorprende tu comportamiento


Joshua, muchísimo.

(Claudio le hace un guiño a Joshua sin que Betty lo vea. Joshua se va)

Claudio.- Una copita más y llamamos a los niños, ¿verdad querida? ¿Ese que baja la
colina no es Harry? Saluda Betty, saluda. Justo antes de que anochezca. Abriéndose
paso a través de la maleza. Que tipo tan temerario este Harry.

Betty.- ¿Puede vernos?

Claudio.- Ponte delante. Verá tus ropajes blancos. Mira, nos saluda.

Betty.- ¿Tú crees? Me pregunto que habrá visto en la lontananza. A veces, las puestas
de sol me aterran tanto que no me atrevo a mirar.

Claudio.- Me enorgullece pensar que en nuestro imperio jamás se pone el sol.

Betty.- A esta distancia parece tan pequeñito.

(Entra Ellen)

Ellen.- ¿He de traer ya a los niños?

Betty.- ¿Ha de traer Ellen a los niños?

11
Claudio.- Maravillosa idea.

Betty.- Sí, Ellen, asegúrate de abrigarlos bien. El aire de la noche es muy traicionero.
Victoria estaba un poco pálida ayer.

Claudio.- Amor mío.

(Maud entra)

Maud.- ¿Te has abrigado bien Betty?

Betty.- Sí, madre.

Maud.- El aire de la noche es muy traicionero.

Betty.- De hecho tengo calor. Mucho calor.

Maud.- ¿No tendrás fiebre? Es débil, ¿sabes Claudio? ¿Cuánto tiempo más piensas
tenerla por estos parajes?

Claudio.- Cuido de los dominios de la Corona Real. Creo que puede confiar en que
cuidaré a mi esposa.

(Ellen entra con Victoria, de 2 años y Eduardo de 9. Ellen permanece en un segundo


plano)

Betty.- Victoria, mi bebecito, da las buenas tardes a papá.

(Claudio coge a Victoria)

Claudio.- Mi pequeña y dulce Vicky. ¿Qué tal te has portado hoy?

Betty.- Se ha puesto el sombrero de Ellen.

Claudio.- ¿Se puso el sombrero de Ellen como una damisela? ¡Qué encantadora
imagen!

Betty.- Y Joshua ha hecho de caballito para ella. ¿Arre, arre, caballito Joshua?

Ellen.- Está cansada.

Claudio.- El pequeño gran Joshua hizo de caballito. Qué bueno Joshua. ¿Galopasteis?
¿Le hiciste trotar? No estás muy habladora esta noche, ¿verdad pichoncito?

Betty.- Eduardo, da las buenas tardes a papá.

Claudio.- Eduardo, ese es mi chico. ¿Has hecho tus deberes?

Eduardo.- Sí, papá.

12
Claudio.- ¿Has montado a caballo?

Eduardo.- Sí, papá.

Claudio.- ¿Qué es eso que llevas?

Betty.- Es la muñeca de Victoria. ¿Qué haces con eso Eduardo?

Eduardo.- La cuido.

Betty.- Se la daré a Ellen inmediatamente. No querrás que papá te vea con muñecas,
¿verdad?

Claudio.- No es la primera vez que ocurre.

Ellen.- Se la está guardando a Victoria. No juega con ella.

Betty.- No juega con ella, Claudio. Se la guarda a Victoria.

Claudio.- Ellen cuida de Victoria. Ellen guardará la muñeca.

Ellen.- Ven, dámela.

(Ellen coge la muñeca)

Eduardo.- No me la quites. A Vicky le gusta mucho y quiere que la guarde yo.

Betty.- Es tan buen hermano.

Claudio.- Propio es de buenos hermanos cuidar de sus hermanitas. No hablemos más de


ello. Mañana montaremos a caballo tú, yo y Harry Bagley. ¿Te gustaría?

Eduardo.- ¿Ha venido?

Claudio.- Está a punto de llegar. Betty, coge tú a Victoria. Debo dar la bienvenida a
Harry.

(Claudio le da Victoria a Betty, que a su vez se la da a Ellen)

Eduardo.- ¿Puedo ir a recibirlo, papá?

Betty.- ¿Está abrigado?

Eduardo.- ¿Estoy abrigado?

Claudio.- No importa lo que digan las mujeres Edu. Ven y recibamos a Harry.

(Claudio y Eduardo se van. Se quedan las mujeres. Silencio)

13
Maud.- Estoy segura de que el señor Bagley se pasará el día de aquí para allá, no le
veremos el pelo.

Betty.- Oh, toca el piano. Le apetecerá quedarse en casa con nosotras.

Maud.- No creo. Los hombres hacen sus cosas. Y nosotras las nuestras.

Betty.- No ha visto un piano hará cosa de un año. Lleva una vida muy agitada.

Ellen.- ¿Te gustaría hacer como él Betty?

Betty.- ¿Qué quieres decir Ellen?

Ellen.- No hay mucha vida social en esta casa.

Betty.- Claudio es toda la vida social que necesito.

Maud.- Hora de acostar a Victoria.

Ellen.- Seguro que prefiere estar despierta un rato y ver al señor Bagley.

Maud.- Ya verá al señor Bagley mañana.

(Ellen se va)

Maud.- Esta chica se está saliendo del tiesto, Betty.

Betty.- Madre, es la niñera de mis hijos. Sé cómo mantenerla en el tiesto. Creo que mi
amistad le hace bien. No es feliz.

Maud.- Las mujeres jóvenes nunca son felices.

Betty.- Qué cosas dices, madre.

Maud.- Y cuando envejecen se dan cuenta de que, comparando aquello con esto,
estaban en un estado de euforia constante.

Betty.- Yo soy muy feliz.

Maud.- Estás muy guapa esta noche. Tuviste suerte cuando te casaste. Una gran fortuna
como una señorita de tu calibre se merecía. Serás una excelente anfitriona para el señor
Bagley.

Betty.- Siento inquietud, no sé si lo haré bien.

Maud.- Si tienes dudas, pregúntame.

Betty.- Cuanto tardan. Es una espera constante cuando se trata de hombres.

Maud.- Betty debes ser paciente. Yo soy paciente. Mi madre era paciente.

14
(Claudio entra con la señora Saunders en brazos)

Claudio.- Es un placer y un honor ayudarla. De hecho es su deber buscar mi ayuda


cuando la necesite. Me dolería, me sentiría insultado, si ante cualquier adversidad,
mostrase algún tipo de iniciativa sin contar conmigo. Su marido sería una de mis más
afectuosas amistades si aún viviera. Betty, mira quién ha venido, la señora Saunders. Ha
venido hasta aquí, sola. Espíritu intrépido, ¿eh? ¿Qué le apetece? ¿Té o algo más fuerte?
Dejad que se tumbe un rato, está agotada. Betty, ya sabes qué hacer.

(Acuestan a la señora Saunders)

Maud.- Lo sabía. Oí tambores. Nos matarán mientras dormimos.

Claudio.- Tranquilícese por favor.

Maud.- Estoy muy tranquila. Pienso en voz alta. Si vienen a matarnos me lo tomaré con
tanta calma como cualquier otro.

Claudio.- No hay motivo de alarma. La señora Saunders ha vivido sola desde que su
marido murió el año pasado, espíritu intrépido. De casta le viene al galgo, claro. Somos
sus vecinos más cercanos.

Maud.- ¿Qué ha ocurrido para visitarnos tan inesperadamente?

Claudio.- Este es un país inhóspito para una dama.

Maud.- Claudio, he oído tambores. No soy una niña.

Claudio.- Claro que los ha oído. Las tribus están continuamente en pie de guerra.
Naturalmente, la señora Saunders prefiere la compañía de la raza blanca. El piano. La
poesía.

Betty.- No somos sus vecinos más cercanos.

Claudio.- No, pero casi. Además yo fui un gran amigo de su difunto esposo. Sabe que
aquí será bienvenida. No quiero que se sienta incómoda. Se le ha de cuidar.

Maud.- Por supuesto, así se hará.

Betty.- Victoria ya está en la cama. Voy a darle las buenas noches. Madre, por favor,
atiende tú a la señora Saunders.

Claudio.- Harry llegará enseguida.

(Betty sale)

Maud.- Qué atrevida salir a la intemperie sin un chal.

Claudio.- Espíritu intrépido. Beba un poco de esto.

15
Sra.Saunders.- ¿Dónde estoy?

Maud.- A salvo.

Sra.Saunders.- ¿Claudio? ¿Claudio? Gracias a Dios. Es tan amable. ¿Cómo están?


Lamento ser una molestia. Encantada. ¿Tiene una pistola? Yo sí.

Claudio.- No hará falta, espero. En esta casa todos somos amigos.

Sra.Saunders.- Creo que me volveré a echar.

(Entran Harry Bagley y Eduardo)

Maud.- Ah, aquí está el señor Bagley.

Eduardo.- He dado agua a su caballo.

Claudio.- No conoces a la señora Saunders, ¿verdad Harry? Tiene un principio de


shock, pero lo estamos combatiendo con las inigualables atenciones de mi suegra, a la
que sí conoces, ¿no es cierto? Betty vendrá en un minuto. Eduardo ya está hecho todo
un hombrecito. En breve regresará a casa. Irá a un internado.

Harry.- Me costó reconocerle.

Maud.- ¿Qué noticias trae de lejos señor Bagley?

Claudio.- ¿Ya conocías a la señora Saunders, Harry? Espíritu intrépido.

Eduardo.- ¿Te costó reconocerme?

Harry.- Por supuesto que te reconocí. Quiero decir que has crecido. Mucho.

Eduardo.- ¿Y qué esperabas?

Harry.- Tienes razón. No se puede empequeñecer, ¿verdad?

Maud.- Eduardo, deberías irte a la cama.

Eduardo.- No, no estoy cansado, no lo estoy, ¿verdad tío Harry?

Harry.- No creo que lo estés.

Claudio.- Sí lo está. Es hora de acostarse. Da las buenas noches.

Eduardo.- Buenas noches, señor.

Claudio.- Y a tu abuela.

Eduardo.- Buenas noches, abuela.

16
(Eduardo se va)

Maud.- Voy a acompañar dentro de casa a la señora Saunders, temo que se resfríe.

Claudio.- ¿Echo una mano?

Maud.- Muy amable Claudio. Podré sola.

(Maud acompaña a la señora Saunders hacia el interior de la casa)

Claudio.- Ni una palabra que pueda alarmar a las mujeres.

Harry.- En absoluto.

Claudio.- Lo he hecho bien esta mañana. Pactando nuevas alianzas para nuestra causa.
Están tremendamente excitados ahí fuera.

Harry.- Son gente excitable. También pueden ser crueles, claro.

Claudio.- Son salvajes.

Harry.- Algunos, también muy bellos.

Claudio.- ¡Joshua! (A Harry) Debemos dormir con las pistolas cerca.

Harry.- Oh, de acuerdo1.

(Entra Joshua)

Claudio.- Joshua, habrás podido observar que hay tensión en los alrededores.
Chismorreos de esto y de aquello. Debes llevar un arma.

Joshua.- Hay mucho hombre malo señor. Rezo porque no lleguen a causarnos ningún
daño. Jesucristo es nuestra protección.

Claudio.- Eso es Joshua. Una pistola tampoco viene mal. Betty, ven y acompaña a
Harry mientras me ausento. Joshua, cada noche habrás de vigilar el granero.

(Claudio y Joshua salen. Entra Betty)

Harry.- Te estaba esperando.

Betty.- Cantaba nanas.

Harry.- Cuando pienso en ti siempre te imagino con Eduardo en tu regazo.

Betty.- Entonces ¿piensas en mí?

1
Juego con la acepción de “pistola” como referente sexual.

17
Harry.- Te he imaginado en lugares donde ninguna mujer blanca fue imaginada antes.

Betty.- Sólo en la imaginación podré ir a esos sitios.

Harry.- Eso depende de ti.

Betty.- No hay nada que hacer. Tengo obligaciones.

Harry.- ¿Eres feliz Betty?

Betty.- ¿Dónde has estado?

Harry.- Construí una balsa y marché río arriba. Viví durante algún tiempo con una
tribu, cuyo jefe siempre ha sido muy amable conmigo. Tenían muchas calaveras por ahí,
ninguna de hombre blanco creo. Una noche escribí un poema: Si he de morir en la
tupida tundra, si no está ella no hay nada que aturda, si no está ella... y luego continúa.

Betty.- Estar contigo es como adentrarse en la selva. Es como subir un río bravo. Es
como penetrar en la oscuridad.

Harry.-Pero tú representas la paz, el hogar, la luz. Aquí estás a salvo.

Betty.- Ya no quiero estarlo, necesito peligro en mi vida.

Harry.- Claudio es mi amigo.

Betty.- Yo también lo soy.

Harry.- El peligro es algo que una mujer debe evitar.

Betty.- ¿Crees que la señora Saunders es peligrosa?

Harry.- Oh no. Es áspera como una lija.

(Entra Joshua sin ser visto)

Betty.- ¿Y yo soy peligrosa?

Harry.- Eres mejor que eso.

Betty.- Por favor quiéreme.

Harry.- Te estimo.

Betty.- Deséame.

Harry.- No quiero desearte. Pero te deseo igual.

Betty.- ¿Qué podemos hacer?

18
Harry.- Me tenía que haber quedado en la selva. Maldición.

(Harry se le acerca. Ella huye hacia la casa. Harry se queda donde está. Se da cuenta
de la presencia de Joshua.)

Harry.- ¿Quién va?

Joshua.- Soy yo, señor.

Harry.- ¿Ya tienes pistola, verdad?

Joshua.- Sí señor.

Harry.- ¿Dónde está Claudio?

Joshua.- En los alrededores señor.

Harry.- ¿Has comprobado que no haya nadie en el granero?

Joshua.- Sí señor.

Harry.- ¿Vamos allí y me follas? No es una orden.

Joshua.- Muy bien, señor.

(Se van).

Escena dos

Un espacio abierto algo alejado de la casa. La señora Saunders sola, aliento


entrecortado. Lleva una fusta de montar a caballo. Entra Claudio.

Claudio.- ¿Por qué? ¿por qué?

Sra.Saunders.- No armes escándalo, Claudio. Te hace sudar.

Claudio.- ¿Por qué sales corriendo así? Sudar dices. Tú también sudarías si estuvieses
enamorada de alguien tan tremendamente caprichoso como tú. Se te clavarían dardos
envenenados en el corazón. Te has ausentado del picnic. Van a notar que he salido tras
de ti.

Sra.Saunders.- Bien, pues no lo hagas. Quiero estar sola.

Claudio.- Te violarán los caníbales.

Sra.Saunders.- Necesitaba salir de tu casa a toda costa.

Claudio.- Dios Bendito. ¿Por qué sois así las mujeres? Crueles y despiadadas. Creo que
disfrutarías dándome una azotaina. Nunca he visto cosa igual.

19
Sra.Saunders.- ¿Puedo decirte algo, Claudio?

Claudio.- Déjame hablar. Desde que llegaste he tenido una erección veinticuatro horas
al día, exceptuando los diez minutos posteriores al coito que practicamos.

Sra.Saunders.- Eso es físicamente imposible.

Claudio.- Estás causándome daños irreparables. ¿Así tratas a tu benefactor?

Sra.Saunders.- Claudio, cuando acudí a tu hogar anoche, lo hice porque estaba


asustada. Mi cocinero iba a meter a toda su tribu en casa. Por la ventana.

Claudio.- Lo sé, caramelito. Espíritu intre...

Sra.Saunders.- Acudí a ti, aunque no eres mi vecino más cercano...

Claudio.- Preferible al anciano militar sí que soy.

Sra.Saunders.- La última vez que me visitó tuve que dispararle. Y pensé que tú sí
sabrías encajar un no por respuesta.

Claudio.- Pero me has dado un sí.

Sra.Saunders.- Una vez dije sí. Pero a veces también digo no.

Claudio.- Mujeres, Dios mío. Mira, parece que va a empezar el picnic, he de irme. Por
favor Carolina...

Sra.Saunders.- Creo que me voy a casa.

Claudio.- Carolina, si te clavasen dardos envenenados en el corazón, ¿Sabes lo que


haría yo? Te follaría después de muerta y luego me envenenaría yo también. Carolina,
tu aroma es maravilloso. Me aterras. Eres oscura como este continente. Misteriosa.
Inescrutable. Cuando llegaste hasta mí atravesando la noche. Cuando te desmayaste en
mis brazos. Cuando me metí en tu cama, cuando quité la mosquitera, cuando te dije
déjame, déjame. Oh, no me hagas esto Carolina, déjame entrar.

(Claudio ha estado acariciando sus piernas y sus pies. Desaparece completamente bajo
la falda).

Sra.Saunders.- Para por favor. No pienso con claridad. Me quiero marchar. Desearía
no disfrutar esta sensación porque no me gustas Claudio. Me agrada tu casa porque está
hasta arriba de pistolas. Pero tú no me agradas en absoluto. Pero me gusta la sensación.
Bueno lo disfrutaré. Lo disfrutaré, lo disfrutaré...

(Se oyen voces cantando villancicos)

No pares, no pares.

20
(Claudio sale de debajo de la falda)

Claudio.- Mira. El picnic de navidad. Ya me he corrido.

Sra.Saunders.- Yo no.

Claudio.- Estoy pegajoso.

Sra.Saunders.- ¿Y yo qué? Espera.

Claudio.- Venga, venga. No pueden descubrirnos.

Sra.Saunders.- No te vayas ahora.

Claudio.- ¡Qué voracidad Carolina! ¡Dios Bendito! Marchémonos. Compórtate. Tengo


un pelo en la boca.

(Claudio y la señora Saunders salen. Betty y Maud entran con Joshua, que lleva una
cesta)

Maud.- Jamás pensé que un ave exótica pudiera saber igual que el pavo.

Betty.- Se lo tuve que explicar tres veces al cocinero.

Maud.- Lo hiciste muy bien, querida.

(Joshua se sienta aparte con una pistola en su mano. Eduardo y Harry entran, Harry
lleva a Victoria en sus hombros, cantan villancicos. Maud y Betty sacan cosas de la
cesta. Claudio entra aparte)

Maud.- Este mantel perteneció a mi madre.

Betty.- ¡Tío Harry hace de caballito!

Eduardo.- ¡Los regalos! ¡Los regalos!

Betty.- Todavía no Eduardo.

Claudio.- Y ahora el momento que todos estaban esperando.

(Descorcha una botella de champán. Aplausos.)

Claudio.- Oh, me he manchado los pantalones querida. Da igual.

Eduardo.- Ponme un poco.

Maud.- Oh no, Eduardo, tú no puedes.

Claudio.- Póngale un vasito corto.

21
Maud.- Ah, si tu padre lo dice, sí.

Claudio.- Levantemos las copas. Por la Corona Real, que Dios la bendiga y la proteja.
Por nuestra patria.

Todos.- ¡Por nuestro imperio!

Eduardo.- ¡Regalos! ¡Regalos!

(Abren los regalos. Son gorritos de fiesta y matasuegras. Claudio y Harry hablan sobre
el champán.)

Harry.- Excelente Claudio, ¿Dónde lo conseguiste?

Claudio.- Conozco a un tipo en el África franco-ecuatorial.

Eduardo.- ¡Qué bien, qué bien mamá!

(Entra Ellen)

Betty.- Dale un gorrito a Joshua, le gustará.

(Eduardo le da un gorrito a Joshua. Betty saca una pelota de la cestita y se la pasa a


Ellen para jugar. Expresiones de sorpresa en los hombres cuando a Betty y a Ellen no
se les cae la pelota.)

Eduardo.- Mamá, no juegues. Sabes que no lo haces bien.

Betty.- Tienes razón, hijo. Ni siquiera puedo lanzarla con fuerza.

(Betty se sienta. Ellen tiene la pelota.)

Eduardo.- Ellen, tú tampoco juegues. No sabes. Estás aguando la fiesta.

(Eduardo coge a Victoria de los brazos de Harry y se la da a Ellen. Coge la pelota y se


la pasa a Harry. Harry, Claudio y Eduardo se pasan la pelota.)

Betty.- Ellen ven y siéntate conmigo. Seremos hinchas. Aplaudamos.

(A Eduardo se le cae la pelota.)

Claudio.- Manos de mantequilla.

Eduardo.- No.

Harry.- Tíramela bien.

Eduardo.- Lo hice. Lo hice.

Claudio.- Clava tus ojos en la pelota.

22
Eduardo.- Claro, no me la pasáis bien.

Claudio.- No seas crío.

Eduardo.- No lo soy. Tíramela fuerte, tíramela fuerte...

Claudio.- Dedos de mantequilla. ¿Qué dirá el tío Harry de ti?

Eduardo.- Es culpa tuya. No la pasas bien. Te odio.

(Eduardo tira la pelota con rabia en la dirección de Joshua.)

Claudio.- Ahora vas y pierdes la pelota. Ha perdido la pelota.

Eduardo.- Es culpa de Joshua. Joshua manos de mantequilla.

Claudio.- Me parece que no quiero jugar más. Joshua, haz el favor de ir a por la pelota.

Eduardo.- No. Juguemos. Yo iré a por la pelota. Vamos a jugar.

Claudio.- Eres un cabeza loca. No serías bueno al cricket.

Maud.- ¿Por qué no jugamos al escondite?

Eduardo.- Porque es para niños.

Betty.- Habéis herido los sentimientos de Eduardo.

Claudio.- Un muchacho no tiene porqué tener sentimientos.

Harry.- Al escondite. Me la quedo yo. Escóndanse todos. Esta es la base, para librar
deberán llegar aquí sin que les pille.

Eduardo.- ¡Al escondite! ¡Al escondite!

Harry.- Damas, les invito a jugar con nosotros.

Maud.- Yo juego. Adoro el escondite.

Betty.- A mí me encuentran enseguida siempre.

Ellen.- Venga Betty, juguemos. Victoria también.

Eduardo.- No me encontraréis jamás.

(Todos salen excepto Claudio, Harry y Joshua.)

Harry.- No les ocurrirá nada, ¿verdad?

23
Claudio.- Oh no, no irán muy lejos. Mis territorios no son extensos y estamos a plena
luz del día. Joshua estará alerta.

Harry.- Pues yo estaré en alerta roja2. No sabes lo que significa esto para mí, Claudio.
Un tipo como yo puede llegar tan lejos porque es un alma solitaria. He escalado
montañas y vadeado ríos, pero ¿en pos de qué? En pos de la navidad, de la patria, de
jugar al escondite y de cantar villancicos. Este es el verdadero imperio, Claudio. El
imperio no es conquistar tierras vírgenes. El imperio eres tú. Es como una gran familia y
yo soy una de sus ovejas negras, Claudio. Sé que crees que mi vida es muy excitante.
Pero quiero que sepas que te admiro. Esto es el imperio, Claudio, y quiero servirle, con
todo mi corazón.

Claudio.- Eso es lo que yo llamo estar en alerta roja.

Harry.- ¡El que no se ha escondido tiempo ha tenido!

(Se va)

Claudio.- Harry Bagley es un buen hombre, Joshua. Debes sentirte orgulloso de haberle
conocido. Saldrá en los libros de historia.

Joshua.- Señor, ¿puedo deciros algo?

Claudio.- Claro Joshua, lo que sea. Sabes que puedes contar conmigo.

Joshua.- Poseo cierta información. Los chicos de la cuadra no son de fiar. Murmuran.
Salen de noche. Acuden a su gente. Su gente no es mi gente. Yo no acudo a mi gente.

Claudio.- Gracias, Joshua. Cuidan muy bien a Bella. Lamentándolo, tendré que
deshacerme de ellos.

Joshua.- Guardan cuchillos.

Claudio.- Gracias Joshua.

Joshua.- Hay algo más.

Claudio.- De veras que aprecio tu buen hacer, Joshua.

Joshua.- Vuestra esposa.

Claudio.- ¿Qué pasa con ella?

Joshua.- También cree que Harry Bagley es un buen hombre. Muy buen hombre.

Claudio.- Gracias Joshua.

2
N. del T.: Este juego de palabras, imposible de hacer en inglés, agudiza el mensaje chovinista de Harry,
algo que deleita a Claudio, motivando así la ristra de elogios al explorador y potenciando su posterior
decepción con el mismo.

24
Joshua.- ¿No os vais a esconder?

Claudio.- Sí, sí, claro. Gracias. Mantente alerta Joshua.

Joshua.- Lo haré, señor.

(Claudio se va, Joshua se va. Harry y Betty corren a la base)

Betty.- No puedo correr.

Harry.- Ah, te pillé.

Betty.- Harry, ¿qué vamos a hacer?

Harry.- Es imposible Betty.

Betty.- Podríamos huir.

(Entra Maud.)

Maud.- Me rindo. No juego más. Me ha picado un bicho.

Harry.- Espero que no sea grave.

Maud.- Llevo crema antipicaduras en el bolso. Me sentaré a descansar. Soy demasiado


mayor para divertirme tanto. ¿No debería estar buscando a los demás Harry?

(Harry sale. Maud y Betty permanecen sola unos instantes. No hablan. Harry y
Eduardo entran corriendo.)

Eduardo.- Gané, gané, no me cogiste.

Harry.- Sí lo hice.

Eduardo.- Mamá, ¿quién llegó antes?

Betty.- No estaba mirando. Creo que Harry.

Eduardo.- No fue Harry. No has mirado bien. Gané yo, ¿verdad abuela?

Maud.- Claro que sí. Estamos en navidad.

Eduardo.- He ganado tío Harry. Soy mejor que tú.

Betty.- ¿Por qué no ayudas a tío Harry a pillar a los demás?

Eduardo.- ¿Puedo?

Harry.- Por supuesto.

25
Betty.- Vete pues. Harry irá ahora.

(Eduardo se va)

Harry, voy a gritar.

Harry.- El que no se ha escondido, tiempo ha tenido.

(Harry sale)

Betty.- ¿Por qué no regresas a casa madre? Así podrás curarte la picadura.

Maud.- Mi deber está aquí Betty. No me gusta lo que veo. A Claudio tampoco le
gustaría. Soy tu madre.

Betty.- Claudio te proporciona un hogar precisamente porque lo eres.

(Harry vuelve)

Harry.- No encuentro a nadie. Tengo calor.

Betty.- Descanse un poco.

Harry.- No puedo. Me la quedo yo. ¿Qué tal su picadura?

Maud.- Empieza a hincharse.

Betty.- ¿Por qué no te vas a casa? Joshua te acompañará. ¡Joshua!

Harry.- Yo puedo acompañarla.

Maud.- Excelente idea.

Betty.- No puede. Usted se la queda.

(Entra Joshua)

Joshua, mi madre quiere regresar a casa. Acompáñala por favor.

Joshua.- El señor me pidió que estuviese alerta.

Betty.- Y yo te pido que acompañes a mi madre. Después podrás regresar y estar todo lo
alerta que quieras.

Maud.- Gracias Betty. Sé que tenemos nuestras diferencias, pero yo sólo quiero lo
mejor para ti.

(Joshua y Maud se van.)

Harry.- No te exaltes. Mantén la calma.

26
Betty.- Quiero morirme.

Harry.- Betty, eres una estrella en mi firmamento. Sin ti me sentiría desorientado. Te


necesito y necesito que permanezcas aquí, necesito que seas la esposa de Claudio.
Necesito saber que estás aquí pensando en mí, mientras exploro la selva.

Betty.- Pero yo quiero algo más. ¿Es eso un delito?

Harry.- No, es ingenuo.

(Eduardo llama desde lejos)

Eduardo.- Tío Harry, ¿dónde estás?

Betty.- ¿Es que nunca vamos a poder estar solos?

Harry.- Eres madre. E hija. Y esposa.

Betty.- Me iré a esconder de nuevo.

(Betty sale. Harry idem. Claudio persigue a la señora Saunders de un lado del
escenario al otro. Eduardo y Harry fuera de escena:)

Eduardo.- ¡Tío Harry!

Harry.- ¡Eduardo!

(Eduardo entra)

Eduardo.- ¡Tío Harry!

(Harry entra)

Aquí estás. ¿No has encontrado a nadie aún?

Harry.- Me pregunto dónde estarán.

Eduardo.- Quizás se han perdido para siempre. Quizás hayan muerto. Está pasando
algo. Nadie lo cuenta para no asustar a las mujeres y a los niños.

Harry.- Así es.

Eduardo.- ¿Nos matarán mientras dormimos?

Harry.- No creo.

Eduardo.- No puedo dormir por la noche. ¿Y tú?

Harry.- No estoy acostumbrado a pernoctar bajo techo.

27
Eduardo.- Cuando no pegue ojo, ¿puedo ir a tu habitación? No te despertaré. Sólo
entraré si no duermes.

Harry.- Debes intentar conciliar el sueño.

Eduardo.- No me importa, paso las horas inventándome cosas. Por ejemplo, el otro día
pensé que estábamos tú y yo en una barca bajando los rápidos de un río. Habíamos
perdido los remos porque se los habían comido unos cocodrilos. Le clavé a uno de ellos
una daga y nos regó de sangre y se subió a la barca y te mordió una pierna y te la estaba
arrancando y le abrí por la garganta y te dejó en paz y me mordió la mano y se murió y
te llevé a la orilla y casi me desmayaba del dolor y caímos exhaustos el uno en brazos
del otro.

Harry.- ¿Y qué pasó con mi pierna?

Eduardo.- No sé, para entonces ya la había olvidado.

Harry.- Debemos buscar a los demás.

Eduardo.- Espera. Tengo algo para ti. Estaba en la cómoda de mi madre, pero jamás lo
usa.

(Eduardo le da a Harry un collar.)

Si no quieres no te lo pongas, es bonito, sé que te gusta.

Harry.- Es precioso. Pero has de devolverlo.

Eduardo.- Es un regalo.

Harry.- Ya me lo has regalado. Gracias. Ahora te lo devuelvo para que lo pongas de


nuevo en la cómoda. Venga, vamos a buscar a los demás.

Eduardo.- Harry, te amo.

Harry.- Lo sé. Yo también te amo a ti.

Eduardo.- Quiero que volvamos a hacer lo mismo que la última vez. No puedo dejar
de pensarlo. A veces lo hago yo solo pero no me gusta tanto. ¿No quieres?

Harry.- Claro que quiero. Pero es un pecado y un crimen y está muy mal.

Eduardo.- Vale, pero lo haremos ¿verdad?

Harry.- Por supuesto.

Eduardo.- Desearía que todos estuviesen muertos. Sácatela y déjame verla.

Harry.- No.

28
Eduardo.- ¿Se ha puesto gorda?

Harry.- Sí.

Eduardo.- Déjame tocarla.

Harry.- No.

Eduardo.- Pues abrázame.

Harry.- Cuando no puedas dormir.

Eduardo.- Bueno, pues entonces busquemos a los demás.

Harry.- El que no se ha escondido tiempo ha tenido.

(Se van dando saltos y gritos de alegría. Entran Betty y Ellen)

Betty.- Ellen, ya no quiero jugar más.

Ellen.- Ni yo.

Betty.- Ven y siéntate. Oh Ellen, ¿qué será de mí?

Ellen.- Betty, ¿lloras? ¿ríes?

Betty.- ¿Qué piensas de Harry Bagley?

Ellen.- Es un buen hombre.

Betty.- Ellen, de verdad.

Ellen.- Creo que lo encuentras muy atractivo.

Betty.- ¿Y no estás de acuerdo? Oh Ellen, eres tan buena y yo tan malvada.

Ellen.- No soy tan buena como crees.

(Eduardo entra)

Eduardo.- Os he encontrado.

Ellen.- Ya no jugamos.

Eduardo.- Vale, pero os he encontrado.

Ellen.- No jugamos Eduardo, venga, a correr, hala.

Eduardo.- Oh, jugad, jugad.

29
Ellen.- Eduardo, no tires a tu madre del brazo.

Betty.- Haz caso a tu niñera. Vete a jugar con el tío Harry.

Eduardo.- ¡Tío Harry!

(Eduardo se va)

Betty.- Ellen, ¿me guardas un secreto?

Ellen.- Desde luego.

Betty.- Amo a Harry Bagley. Quiero huir con él. Bueno, ya lo he dicho.

Ellen.- ¿Cómo sabes que lo amas?

Betty.- Le he besado.

Ellen.- Betty.

Betty.- Me cogió la mano así. Y quiero que lo vuelva a hacer. Quiero que me acaricie el
pelo.

Ellen.- Tu precioso pelo. ¿Así Betty?

Betty.- Quiero que rodee mi cintura con sus brazos.

Ellen.- ¿Así Betty?

(Ellen besa a Betty)

Betty.- Ellen, ¿qué estás haciendo? No estoy de broma.

Ellen.- Lo siento Betty. Eres tan bella. Harry Bagley no te merece. No huirás con él
¿verdad?

Betty.- Oh, Ellen. No sabes lo que he sufrido. No sabes lo que es el amor. Todos me
odiarán, pero el amor de Harry lo compensa todo.

Ellen.- Yo no te odio Betty. Te amo.

Betty.- Harry dijo que no debemos huir. Y también dijo que me estimaba.

Ellen.- Yo te estimo Betty.

Betty.- Ellen, eres mi única amiga.

(Se abrazan. Aparecen los demás. Incluidos Maud y Joshua.)

30
Claudio.- Vengan todos, no os perdáis los trucos de magia de Harry.

(Betty y Ellen se unen a los demás)

Maud.- No quise aguaros la fiesta con mi ausencia.

Harry.- ¿Qué es aquello que está alrededor del mundo y me sale de la manga?

(Se saca de la manga una bandera. Aplausos.)

Claudio.- Ahora podríamos cantar. Damas, lo dejo en sus manos.

Ellen.- Tenemos una sorpresa. He enseñado a Joshua a cantar. ¿Cantarás para nosotros,
Joshua?

Joshua.-
En medio del frío invierno
Sopla un viento muy muy frío.
El agua se ha vuelto piedra
en tierra pasa lo mismo
nieva, nieva y nieva
como jamás ha ocurrido.

¿Qué le daremos a niño chiquito


para que pueda reír y jugar?
Oro, incienso y mirra no tengo
nada yo tengo ¿qué puedo dar yo?
Porque soy pobre y yo nada tengo
al niño chico le doy el corazón

Escena tres

En la casa. Betty, la Sra. Saunders y Maud con Victoria. Las persianas están bajadas,
así que la luz es tenue, a pesar de que es de día. Claudio se asoma.

Claudio.- ¿Todo bien? No hay nada que temer.

(Claudio se va. Silencio)

Maud.- Palmitas, palmitas, a papá, que te da la comidita. Papá te da la comidita Vicky.

(Silencio)

Sra.Saunders.- ¿Quién se encargará de dar los azotes?

Maud.- No quiero imaginarlo.

Sra.Saunders.- Supongo que Joshua.

31
Betty.- Sí, Joshua supongo. ¿O lo hará Claudio directamente?

Sra.Saunders.- Les podemos preguntar luego.

Maud.- No me agrada el modo en el que se refiere a ello, Sra. Saunders.

Sra.Saunders.- ¿Y cómo debo referirme entonces?

Maud.- Los hombres saben cómo hacer esas cosas. Nosotras debemos desempeñar
nuestro papel.

Sra.Saunders.- Harry Bagley dice que con enviarlos lejos valdría. No le gusta la idea
de los azotes.

Betty.- Es tan tierno... Quizás tenga razón.

Maud.- Harry Bagley no tiene criterio. Ha vivido en este país mucho tiempo sin
ninguna responsabilidad. Es parte de su encanto, pero eso no mejora su raciocinio. Si
enviaran lejos a los muchachos lo único que se conseguiría es más tensión en el futuro.

Sra.Saunders.- ¿Y qué dirán de nosotros en el poblado después de ser azotados?

Betty.- Quizás Claudio podría retenerlos aquí.

Sra.Saunders.- No es buena idea.

Betty.- ¿Qué podemos hacer?

Maud.- No es asunto nuestro. Los hombres jamás cuentan qué problemas existen entre
las tribus, ¿cómo atreverse a opinar?

Sra.Saunders.- Algo sé de todo esto.

Betty.- Cuéntamelo. Claudio jamás dice nada.

Maud.- No quieras saberlo, Betty. Te vale con que Claudio conozca la situación.
Claudio sabe qué hacer. Tu padre sabía qué hacer.

Betty.- ¿Tú harías algo distinto Carolina?

Sra.Saunders.- Haría lo que ya hice, huir. No veo otra escapatoria. Creo que siempre
estaré huyendo de algo.

Maud.- Por fortuna este barco tiene un capitán. Yo podré morirme de miedo, pero
Claudio no.

Betty.- ¿Te marchas entonces Carolina?

Sra.Saunders.- Aún no. Lo siento.

32
(Silencio.)

Me pregunto si habrán terminado.

(Eduardo entra)

Betty.- ¿No estás con los demás Eduardo?

Eduardo.- No quería ver más. Ya les han dado su merecido. Tío Harry me permitió
venir.

Sra.Saunders.- Jamás toleré que se maltratase a un sirviente en mi propia casa.


Averiguaré qué ocurre.

(La Sra. Saunders se va.)

Betty.- ¿Irá a mirar?

Maud.- Tómate a la señora Saunders como una advertencia. Ella está completamente
sola. Tú no, gracias a Dios. Desde que tu padre murió, sé lo que es estar desprotegida.
Vicky, ¿cómo está mi niña? ¿cómo está mi niña? Palmitas a papá, que te da la comidita.

(Eduardo, mientras tanto, ha encontrado la muñeca y juega a las palmitas con ella.)

Betty.- Eduardo, ¿qué es eso?

Eduardo.- La estoy cuidando.

Betty.- ¿Cómo te lo tengo que decir? Con muñecas no se juega.

Maud.- ¿Dónde estará Ellen? Debería estar cuidando de Eduardo.

(Va hacia la puerta.)

¡Ellen! Betty, ¿por qué consientes que esa chica holgazanee en su habitación? No ha
venido a África para eso.

Betty.- Que nunca te vean en la escuela con muñecas. Jamás. Nadie te hablará, no
entrarás en el equipo de cricket, no serás como papá.

Eduardo.- No quiero ser como papá. Le odio.

Maud.- ¡Eduardo! ¡Eduardo!

Betty.- Estás hecho un gamberro y papá te dará una paliza. No le odias. Le quieres.
Devuélvele a Victoria su muñeca. Ya.

Eduardo.- No es suya, es mía. Victoria no le quiere y ella no quiere a Victoria. Victoria


ni siquiera juega con ella.

33
Maud.- Aprenderá.

Eduardo.- Es mía, me quiere y no será feliz si me la quitáis. Llorará y llorará y llorará.

(Betty le quita la muñeca y le da una torta, Eduardo llora. Ellen entra)

Betty.- Ellen, mira lo que has hecho. Eduardo está jugando con la muñeca de nuevo.
Haz el favor de hacer tu trabajo.

Ellen.- Eres malo Eduardo. Te voy a encerrar en el botiquín hasta la cena. Ahora, arriba.
Inmediatamente.

(Ellen le da a Eduardo otra torta. Llora aún más. Se va.)

Intento complacerte siempre, lo siento.

(Ellen rompe a llorar, se va.)

Maud.- Así. Vicky tiene su muñequita de nuevo. ¿Dónde se fue la muñequita? Mala,
mala, mala. Le pegaremos un poquito.

(Maud le pega un fuerte puñetazo a la muñeca.)

Ahora se portará bien. Palmitas, palmitas, a papá, que me da la comidita. Todo este lío
por la muñeca de Vicky. Cuando yo era pequeña honrábamos a nuestros padres. Mi
madre era un ángel.

(Joshua entra. No dice palabra.)

Betty.- ¿Joshua?

Joshua.- ¿Señora?

Betty.- ¿Quieres algo?

Joshua.- El señor me envía para comprobar si las damas están bien, señora.

(Entra la Sra. Saunders.)

Sra.Saunders.- Estamos estupendamente Joshua, ¿y tú?

Joshua.- Muy bien, gracias señora Saunders.

Sra.Saunders.- ¿Y los chicos de la cuadra?

Joshua.- Han recibido su justo castigo.

Sra.Saunders.- Ya veo. ¿Te duele el brazo?

34
Maud.- Esta es una conversación inapropiada, señora Saunders.

Sra.Saunders.- ¿No te importa pegar a tu propia gente?

Joshua.- No son mi gente, señora.

Sra.Saunders.- Ah, ¿son de otra tribu?

Joshua.- Son malos.

(Harry y Claudio entran)

Claudio.- Cuanta solemnidad. Cuanta tiniebla. ¿Podemos abrir las persianas? El calor
del mediodía ya ha pasado, regalémonos un poquito de claridad, unos refrigerios en la
terraza tampoco estarían mal. Joshua, haz limonada. Es lo más refrescante que hay.

(La habitación se llena de luz cuando las persianas se abren. Eduardo entra.)

Eduardo.- Papá, papá, Ellen trata de encerrarme donde el botiquín. Mamá tiene algo
que contarte respecto a mi comportamiento. Mejor lo haré yo. Estaba jugando con
muñecas otra vez. Sé que está muy mal. También dije que no quería ser como tú y que
te odiaba. No es verdad. Lo siento. Lo siento, pégame y perdóname.

Claudio.- Bien, aquí tenemos a un chico valiente. Debes respetarme y amarme,


Eduardo, no por mis méritos, quizás no lo merezca, sino porque soy tu padre y has de
amarme como yo amé a mi padre. Y más allá de eso, amo a mi país y a Dios. Dios,
patria y familia. ¿Lo entiendes? Los hombres entendemos estas cosas.

Eduardo.- Sí, papá.

Claudio.- Te perdono. Dame la mano. Como un hombre. Has pasado mucho tiempo en
compañía femenina. Debes pasar más tiempo conmigo y con el tío Harry, hombrecito.

Eduardo.- No me gustan las mujeres, ni las muñecas. Te quiero papá. Te quiero, tío
Harry.

Claudio.- Así se habla. Vamos a la terraza.

(Todos se disponen a marchar. Eduardo coge de la mano a Harry y se va con él.


Claudio coge a Betty del brazo. Se abrazan.)

Betty.- Pobrecito Claudio.

Claudio.- Era mi deber azotarles. Por ti, por Eduardo y por Victoria, para manteneros a
salvo.

Betty.- Es horrible sentirse traicionado.

Claudio.- No se puede domar a una fiera. Muerden la mano que les da de comer. A
veces creo que los nativos son nuestros enemigos. Sé que no es así. Sé que tengo un

35
deber hacia ellos, he de cuidarles y conseguir que se hagan como Joshua. Pero hay algo
peligroso. Implacable. El continente entero es mi enemigo. Trato de luchar con toda mi
entereza de espíritu para reencauzar esta tierra, aunque a veces siento como si se fuera a
partir en dos y tragarme.

Betty.- Claudio, Claudio, estoy aquí. Tengo fe en ti.

Claudio.- Puedo mostrarte mis debilidades porque eres mi mujer y confío en ti. Confío
en ti, Betty, y mi corazón se rompería si no fueras merecedora de esa confianza. Harry
Bagley es mi amigo. Él también podría rompérmelo si ultrajase mi amistad.

Betty.- Lo siento, lo siento. Perdóname. No es culpa de Harry, sólo mía. Harry es leal.
Me ha rechazado. Es mi maldad, me aburro, me siento cansada e imagino cosas. Hay
algo malvado en mí, Claudio.

Claudio.- A mis ojos no tenías las debilidades propias de tu sexo, sólo poseías
cualidades.

Betty.- Soy mala, mala, mala...

Claudio.- No reflexionas, eso es todo. Las mujeres pueden llegar a ser traicioneras,
nocivas. Son oscuras y más peligrosas que los hombres. La familia nos protege de eso,
tú me proteges de eso. No eres ese tipo de mujer. No me eres infiel. No podría creer que
lo fueras. Me dolería mucho tener que deshacerme de ti. Sería lo propio...

Betty.- No, no, no.

Claudio.- Joshua os ha visto besándoos.

Betty.- Perdóname.

Claudio.- No quiero saberlo. Claro que no dejo de darle vueltas. Si Harry Bagley no
fuese mi amigo le dispararía. Si te matase, todo hombre y mujer de nuestro país me
aplaudiría. Pero no. Fue uno de esos arrebatos de pasión a los que una mujer no puede
negarse. Debes resistir Betty. Aguanta. O nos destruirá. Debemos luchar juntos.
Combatamos esta lujuria femenina antes de que nos engulla.

Betty.- Resistiré, resistiré. Ayúdame. Perdóname.

Claudio.- Te perdono. Pero ya no puedo sentir lo mismo por ti. Sigues siendo mi mujer
y tenemos obligaciones para con nuestro hogar.

(Se van, brazo con brazo. Tan pronto como salen entra Eduardo sigilosamente a por la
muñeca, que está tirada en el suelo. La coge y la mece. Joshua entra con una bandeja
de bebidas.)

Joshua.- Nena. Mariquita. Nenaza.

(Joshua se va. Betty llama desde fuera.)

36
Betty.- ¿Eduardo?

(Betty entra)

Oh, aquí estás cariño. Ven, papá quiere que estemos todos juntos. Tío Harry nos va a
contar como cazó un cocodrilo. Siento mucho haberte pegado.

(Se abrazan. Joshua entra de nuevo.)

Betty.- Joshua, alcánzame el hilo azul de la cajita de coser, encima del piano.

Joshua.- Tienes piernas bajo esa falda.

Betty.- Joshua.

Joshua.- Y más cosas.

Betty.- Eduardo, ¿vas a permitir que un sirviente insulte a tu madre?

Eduardo.- Joshua, trae el hilo a mi madre.

Joshua.- Oh, el pequeño Edi jugando a ser amo. Sólo era una broma.

Eduardo.- No hables a mi madre así nunca más.

Joshua.- Las damas no tiene sentido del humor. Era una broma de Joshua.

Eduardo.- Tráele el hilo de una vez, ¿me oyes? Muévete cuando te hablo chico.

Joshua.- Sí señor, amo Eduardo.

(Joshua se va)

Betty.- Eduardo, has estado magnífico.

(Se acerca para abrazarle y él da un paso atrás.)

Eduardo.- No me toques.

CANTAN TODOS.-
Dotado nuestro camino
de mucha o poca fortuna,
con orgullo te lo decimos:
madre no hay más que una.
Para que no nos faltase nada
desde que estábamos en la cuna
nieve, llueva, sol o luna,
madre no hay más que una.
Llámala cuando tú sufras,
que acudirá muerta o viva;

37
En este mundo será tu escucha;
cuando no, escuchará arriba.
Para que no nos faltase nada
desde que estábamos en la cuna
nieve, llueva, sol o luna,
madre no hay más que una.

Escena cuatro

La misma terraza de la escena uno. Por la mañana. Temprano. No hay nadie. Joshua
sale de la casa lentamente y permanece en silencio unos instantes. Eduardo sale a la
terraza.

Eduardo.- Cuéntame una de esas historias tontas, Joshua. Nadie se ha despertado aún.

Joshua.- En el principio era la nada. Hasta que una diosa enorme, con los ojos
brillantes, hizo la luz, creó las estrellas, el sol y la tierra. Pero se sentía sola y
desdichada y lloró, de sus lágrimas nacieron todos los ríos del mundo. El gran espíritu
envió un monstruo terrible, un árbol con cientos de ojos y una lengua verde, la persiguió
y ella saltó a un lago y el árbol también saltó. Entonces ella subió hasta el cielo y el
árbol no la pudo seguir porque quedó atrapado en el barro. Cogió un montón de barro y
lo tiró hacia las estrellas, y golpeó en la cabeza de la diosa. Cayó a la tierra, a los brazos
del monstruo, y la bola de barro se convirtió en la luna. De la unión de la diosa y el
árbol, nació la humanidad.

Eduardo.- Todo cuentos.

Joshua.- Por supuesto. Es una historia tonta. Adán y Eva sí que fueron reales. Dios creó
al hombre blanco a su imagen y semejanza y le dio una mujer mala, a la que le gustaba
la serpiente, que sólo nos ha dado problemas.

(Claudio y Harry salen a la terraza.)

Claudio.- Eduardo vete. No, quédate. No digas ni una palabra de lo que oigas a tu
madre, a tu abuela o a Ellen.

Eduardo.- ¿Y a la señora Saunders?

Claudio.- La señora Saunders es una mujer peculiar que no requiere ser protegida. De
esa forma. Harry, anoche hubo problemas tal y como sospechábamos. Ya pasó. Todo
está controlado, pero nadie debe salir de casa en todo el día.

Harry.- ¿Víctimas?

Claudio.- No, ningún soldado gracias a Dios. Los nuestros sí que les dieron,
incendiamos un poblado y etcétera.

Harry.- ¿Era necesario?

38
Claudio.- Obviamente Harry, o no hubiese ocurrido. El ejército vendrá hasta aquí, a
vernos, sin duda. Te gustará Joshua. Ver a la armada imperial. Y a ti también Eduardo.
¿Te gustaría ser soldado?

Eduardo.- Prefiero explorador.

Claudio.- Ah, Harry, como tú, ya ves. Jamás conocí semejante devoción por alguien. El
desayuno, Joshua.

(Claudio y Joshua entran a la casa. Harry les sigue.)

Eduardo.- Tío Harry.

(Harry se para.)

¿Por qué no me hablas?

Harry.- Claro que te hablo.

Eduardo.- Si no me tratas bien se lo diré a mi padre.

Harry.- No. Eduardo. Ni una palabra. Ni a tu madre. Por favor. ¿Lo entiendes? Por
favor.

Eduardo.- No lo haré. Lo prometo. Que me parta un rayo si lo hago.

Harry.- No tienes motivos para alarmarte así. No podemos estar juntos todo el rato.
Pronto regresaré al río.

Eduardo.- No te vayas. No. Llévame contigo.

(Ellen desde fuera de escena.)

Ellen.- ¡Eduardo!

Harry.- Tengo obligaciones que cumplir con el imperio.

(Harry se va. Entra Ellen.)

Ellen.- Es la hora del desayuno. Eduardo.

Eduardo.- No tengo hambre.

Ellen.- Betty, por favor, ven a hablar con Eduardo.

(Betty entra.)

Betty.- ¿Qué pasa?

Ellen.- No quiere su desayuno.

39
Betty.- Eduardo, llamaré a tu padre.

Eduardo.- No podéis obligarme a comer.

(Eduardo se va dentro de la casa. Betty le sigue.)

Ellen.- Betty.

(Betty se para.)

Cuándo Eduardo regrese a casa para ir al internado, ¿me tendré que marchar?

Betty.- No te preocupes Ellen, encontrarás trabajo, te daré una carta de recomendación.

Ellen.- No quiero. Quiero quedarme contigo para siempre.

Betty.- Ya verás que cuando vuelvas encontrarás marido. Eres guapa, no debes
desesperar.

Ellen.- No quiero un marido. Te quiero a ti.

Betty.- Tus propios niños. Piénsalo.

Ellen.- No los quiero. No me gustan. Quiero estar contigo. Y cantar para ti. Y besarte.
Porque te quiero Betty.

Betty.- También yo a ti. Pero las mujeres tenemos nuestras obligaciones. Si puedes,
debes tener niños.

Ellen.- Betty, Betty, te amo. Quiero estar contigo para siempre. Mi amor por ti es
eterno. Prefiero morir a abandonarte.

Betty.- No seas tonta. Venga, no llores. No sientes lo que crees sentir. Estar sola y este
clima te confunde. Vamos a desayunar y olvidemos esto.

(Ellen se va, entra Claudio.)

Betty.- Claudio, perdóname.

Claudio.- ¿Te importaría dejarme a solas?

(Betty regresa a la casa. Entra Harry a escena.)

Claudio.- Mujeres. Ya se sabe. Te envidio. Expediciones. Eso es vida.

Harry.- Pues yo te envidio a ti.

Claudio.- Lo sé. He hablado con Betty.

40
Harry.- Te aseguro Claudio...

Claudio.- No digas más.

Harry.- Mi amistad es inquebrantable...

Claudio.- Absolutamente. Sé que nuestra amistad no es algo que el sexo débil pueda
alterar. La amistad masculina es virtuosa. Es la forma más excelsa de relacionarse.

Harry.- Estoy de acuerdo contigo.

Claudio.- Está la necesidad de reproducirse, claro. La familia es muy importante. Y da


muchas alegrías. ¡Y cuánto esfuerzo en pos de esas alegrías! Cuando supe de esos
compatriotas luchando contra los salvajes para protegernos, pensé: a eso aspiro. Te lo
confieso Harry, salté de la cama de la señora Saunders y salí aquí, a la terraza, para
mirar a las estrellas.

Harry.- Yo tampoco pude dormir.

Claudio.- Hay algo oscuro en las mujeres, que amenaza nuestra cordial naturaleza.
Entre hombres sólo existe claridad.

Harry.- No sabía que sentías eso.

Claudio.- Las mujeres son irracionales, caprichosas, inconstantes, traicioneras,


lujuriosas, y huelen distinto.

Harry.- Claudio...

Claudio.- Pienso mucho en la camaradería masculina, Harry, compartiendo aventuras,


peligros, arriesgando sus vidas.

(Harry besa a Claudio)

Claudio.- ¿Qué estás haciendo?

Harry.- Dijiste que...

Claudio.- ¿Qué dije? ¿Qué?

Harry.- Entre hombres.

(Claudio está perplejo.)

Lo siento, te entendí mal, jamás hubiese pensado que... pensé que...

Claudio.- Dios mío Harry. Que horripilante.

Harry.- Por favor no me delates.

41
Claudio.- Me siento contaminado.

Harry.- Lucho con todas mis fuerzas. No puedes imaginar la vergüenza. Lo he


intentado todo. Para salvarme.

Claudio.- La más infecta perversión. Roma cayó así, Harry. Este pecado puede derribar
imperios.

Harry.- No es un pecado. Es una enfermedad.

Claudio.- Más peligrosa que la difteria. El afeminamiento es contagioso. Cómo me has


decepcionado. Sin embargo no tienes el aspecto de un degenerado. Oh Harry. ¿Cómo
has podido caer tan bajo?

Harry.- Claudio, ayúdame, ¿qué puedo hacer?

Claudio.- Has estado mucho tiempo lejos de la madre patria.

Harry.- ¿Dónde puedo esconderme sino en la jungla?

Claudio.- ¿No lo habrás hecho con los nativos? Dios mío, qué traición a la Corona.

Harry.- Claudio, estoy lisiado por dentro. Por favor, ayúdame.

Claudio.- Debes arrepentirte.

Harry.- He pensado en el suicidio.

Claudio.- Eso también es pecado.

Harry.- No hay salida. Te ruego que no me delates.

Claudio.- ¿Cómo mantener esto en secreto? Los ríos tendrán tu nombre en el futuro, es
inadmisible. Debes huir de la depravación. Tienes que casarte. Eres atractivo para las
mujeres. Qué alivio que tú y Betty al final no... Díos mío, qué desagradable. Ya está: la
señora Saunders. Es una mujer emprendedora, podrá acompañarte en tus expediciones.

Harry.- Supongo que casarse no será tan malo como quitarse la vida.

Claudio.- ¡Señora Saunders! ¡Señora Saunders! Pregúntaselo Harry, piensa en la patria.

(La señora Saunders entra. Claudio se aparta. Harry se acerca a la señora Saunders.)

Harry.- Señora Saunders, ¿quiere casarse conmigo?

Sra.Saunders.- ¿Por qué habría de hacerlo?

Harry.- Porque estamos solos.

42
Sra.Saunders.- Yo he escogido estar sola, señor Bagley. Si yo puedo cuidar de mi
misma, usted también podrá. Claudio, tengo algo importante que decirte. Acabo de ver a
Joshua poniéndose barro en la cara. Cuenta que sus padres fueron asesinados anoche por
nuestras tropas. Creo que le debes una disculpa en nombre de la Corona.

Claudio.- ¡Joshua! ¡Joshua!

Sra.Saunders.- Señor Bagley, no quiero ser nunca más esposa de nadie. Del
matrimonio sólo una cosa me agrada.

(Joshua entra.)

Claudio.- Joshua, estoy horrorizado por lo ocurrido. ¡Dios santo!

Sra.Saunders.- Dispararon a su padre. Su madre murió durante el tiroteo.

(La señora Saunders se va)

Claudio.- ¿Quieres el día libre? ¿Para estar con tu gente?

Joshua.- No son mi gente señor.

Claudio.- Pero querrás ir al funeral de tus padres, ¿no?

Joshua.- No señor.

Claudio.- Sí, Joshua, sí, tu padre y tu madre. Estoy seguro de que eran leales a la
Corona. Indudablemente todo esto ha sido producto de un malentendido.

Joshua.- Mi madre y mi padre eran malos.

Claudio.- No digas eso Joshua.

Joshua.- Vos sois mi padre y mi madre.

Claudio.- No sé que decir. Tus palabras te honran. ¿Qué puedo hacer por ti? Tómate el
día libre.

(Betty entra junto con Eduardo.)

Betty.- ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?

Claudio.- Algo horrible. No, quiero decir que unos familiares de Joshua han muerto por
accidente.

Joshua.- ¿Puedo retirarme señor?

Claudio.- Por supuesto. Qué horripilante. Tráenos algo de beber Joshua.

(Joshua se va.)

43
Eduardo.- ¿Qué? ¿Qué ha pasado?

Betty.- Vete a tomar tus lecciones, Eduardo.

Eduardo.- ¿Qué ha pasado tío Harry?

Harry.- Ve a por tus lecciones.

(Ellen desde fuera de escena:)

Ellen.- Eduardo, adentro. Inmediatamente.

Eduardo.- ¿Qué ha ocurrido, tío Harry?

(Harry se aparta, Eduardo le sigue.)

Harry.- Vete. Dentro de casa. ¡Ellen!

(Desde dentro:)

Ellen.- Adentro Eduardo. O se lo diré a tu madre.

Betty.- Adentro Eduardo. Inmediatamente. O se lo diré a tu padre.

Claudio.- Adentro Eduardo. Betty, tú también.

(Betty y Eduardo se van. Maud entra en escena.)

Claudio.- Usted adentro. Ellen afuera.

(Ellen entra en escena.)

El señor Bagley tiene algo que decirte.

Harry.- Ellen, ¿querrías casarte conmigo?

Ellen.- Digo que sí.

Claudio.- Adentro los dos. Querréis estar solos.

(Harry y Ellen se van. Joshua entra con una copa para Claudio.)

Joshua.- La niñera y vuestra esposa...

Claudio.- ¿Qué, Joshua?

Joshua.- La niñera se ha declarado a vuestra esposa, señor. Las he visto. Son malas
mujeres.

44
Claudio.- Te has pasado, Joshua. Quítate de mi vista.

Escena cinco

La terraza. Mesa con mantel blanco. Pastel de bodas. Cuchillo. Botellas y vasos.
Joshua sirve la mesa. Eduardo con la muñeca. Joshua lo ve. Extiende su mano.
Eduardo le da la muñeca. Joshua coge el cuchillo y abre la muñeca. Le saca todo el
relleno. La tira bajo la mesa.

Maud.- Acércate Eduardo. Esto es divertidísimo.

(Todos entran, pasillo de honor para Harry y Ellen.)

La boda de tu madre fue fabulosa. Lloré y lloré.

(Ellen y Betty se apartan.)

Ellen.- Betty, ¿qué se hace con un hombre? No tengo ni idea.

Betty.- Deja que lo haga él todo.

Ellen.- ¿Y qué me hará?

Betty.- Harry sabrá.

Ellen.- ¿Disfrutaré?

Betty.- Ellen, el matrimonio no es para disfrutar.

Ellen.- No me olvides Betty.

(Ellen se va.)

Betty.- Creo que me han robado mi collar Claudio. Lo busqué para ponérmelo en la
boda.

Eduardo.- Fue Joshua. Él lo robó.

Claudio.- ¿Joshua?

Eduardo.- Sí, sí, yo lo vi.

Harry.- Eduardo, eso no es verdad.

Eduardo.- Sí, sí, sí.

Harry.- Me temo que fuiste tú.

Eduardo.- No, no, no.

45
Harry.- Yo lo vi.

Claudio.- ¿Es eso cierto? ¿Dónde está? ¿Cogiste el collar de tu madre? ¿Tratas de
echarle la culpa a Joshua? Santo Dios.

(Eduardo se va corriendo.)

Betty.- ¡Vuelve Eduardo! ¿Tienes mi collar?

Harry.- Dejémosle en paz. Lo devolverá.

Betty.- Me lo quería poner. Quería estar perfecta para tu boda.

Harry.- Siempre lo estás a mis ojos.

Betty.- Voy a emborracharme.

(Entra la señora Saunders.)

Sra.Saunders.- Ya he vendido todas mis propiedades. Mañana partiré.

Claudio.- ¿Tan pronto?¿Qué protección buscarás?

Sra.Saunders.- Iré a nuestro país y compraré una granja.

Claudio.- Espíritu intrépido.

(Claudio la besa. Betty se lanza sobre la señora Saunders. Caen al suelo.)

Claudio.- Betty... Carolina... No me merezco esto... Harry, Harry.

(Harry y Claudio las separan. Harry agarra a la señora Saunders, y Claudio a Betty.)

Claudio.- Señora Saunders, ha abusado de mi hospitalidad. ¿Cómo se atreve a ponerle


la mano encima a mi mujer? Abandone mi casa ahora mismo.

Betty.- Vete, vete. Eres una mujer perversa.

Maud.- Señora Saunders estoy gravemente impresionada. ¡A su anfitrión!

Claudio.- Haga sus maletas y márchese ya.

Sra.Saunders.- Me iba a ir de todas formas. Este no es mi lugar. Ya he dispuesto todo


para partir mañana, y así haré. Le deseo lo mejor señor Bagley.

(La señora Saunders se va.)

Claudio.- Ningún lugar puede ser su lugar. Qué comportamiento tan chocante.

46
Betty.- Oh Claudio, perdóname y quiéreme como siempre.

Claudio.- ¿Te pusiste celosa palomita? ¡Mi queridísima esposa!

Maud.- Ah, señor Bagley, uña y carne, ¿lo ve?

(Eduardo entra con el collar.)

Claudio.- Santo Dios. Entonces era verdad.

Eduardo.- Se lo guardaba a mamá por si acaso.

Claudio.- Bien hecho Eduardo, este acto te honra. ¿Ves Betty? Eduardo protegía tus
pertenencias por si nos atacaban los rebeldes. Qué reacción tan histérica por nada. Bien
hecho, hombrecito. Ya pasó todo. Los hombres malos han sido aniquilados. Devuélvele
el collar a mamá.

(Eduardo le entrega el collar a Betty, bajo la atenta mirada de Claudio, Joshua bebe de
forma continua. Ellen regresa.)

Maud.- Ah, aquí está la novia. Venga Ellen, no llores en tu propia boda. En la de los
demás si quieres, sí.

Claudio.- Ahora, unas palabras. ¿Quién va a decir unas palabras? Harry dirá unas
palabras.

Harry.- No se me da bien. Tú eres el mejor en eso.

Todos.- Unas palabras, unas palabras.

Harry.- Mis queridos amigos... ¿Qué puedo decir?... El imperio... La familia... El


estado marital que siempre desee... tu íntegro ejemplo de brillantez doméstica... La
fortuna que he tenido logrando el amor de Ellen... Es el día más feliz de mi vida.

(Aplausos.)

Claudio.- Cortad la tarta, cortad la tarta.

(Harry y Ellen cogen el cuchillo para cortar la tarta. Harry se tropieza con la muñeca
de debajo de la mesa.)

Harry.- ¿Qué es esto?

Ellen.- Mirad.

Betty.- Eduardo.

Eduardo.- Ha sido Joshua. Ha sido Joshua. Yo lo vi.

Claudio.- No mientas más.

47
(Le da una colleja a Eduardo.)

Poco acostumbrado como estoy a hablar en público...

(Levanta la copa.)

Harry, amigo mío. Tan valiente, fuerte y ágil.


Y Ellen, que bajo ese velo tan tímidamente miras.
Os deseo mucha felicidad. Un brindis por la feliz pareja.
El peligro ya pasó. Nuestros enemigos han muerto.
Pon tu brazo sobre ella, Harry, besaos...
Los rumores de desgracia han terminado...
Que viváis largamente en paz y armonía.

(Mientras Claudio habla, Joshua le apunta con su pistola. Sólo Eduardo lo ve. No hace
nada para advertir de este hecho. Se cubre las orejas con las manos.)

OSCURO.

48
Acto dos

Escena uno

Mediodía de un día de invierno. Dentro de la casita de unos columpios para niños en


un parque encontramos a Victoria y a Lin, ambas madres que acuden al parque con sus
hijos. Agarrada a la pierna de Lin está su hija Caty, de cinco años, interpretada por el
mismo actor que hizo de Claudio en el acto uno. Victoria está leyendo un libro.

Caty.-
Bang bang que bueno está
bang bang un chicle ya
se lo he pegado
en el culo a mamá
bang bang que bueno está.

Lin.- Que zapatos tan bonitos Victoria.

Caty.-
¿Es un pájaro? ¿Es un avión?
es una cosa que nos mola mogollón,
mirad para arriba que caen judías,
mirad para abajo que caen garbanzos.

Lin.- Caty, para. Dibuja algo.

Caty.- Dibuja tú.

Lin.- Dibuja algo.

Caty.- ¿Qué quieres que dibuje?

Lin.- Una casa.

Caty.- No.

Lin.- Una princesita.

Caty.- No.

Lin.- Pues piratas.

Caty.- He hecho un montón ya.

Lin.- No, piratas del espacio.

Caty.- No me gustan los piratas del espacio. Lo sabes muy bien.

49
Lin.- Pues un accidente de coche con sangre por todos lados.

Caty.- Ya está. Ya sé qué dibujar.

Lin.- Vale. Ponte el baby. Aquí está. Toma.

Caty.- No quiero el baby.

Lin.- Levanta los brazos. Buena chica.

Caty.- No quiero dibujar.

Lin.- No dibujes. No dibujes.

Caty.- ¿Y entonces qué hago? Dibuja tú. ¿Qué puedo hacer mamá?

Victoria.- Mira, no hay nadie en el balancín Caty, ve.

(Caty se va. Victoria mira cómo juegan los niños fuera de escena.)

Victoria.- ¡Tomy! Esa es la pistola de Jimmy. Devuélvesela. Joder.

(Continúa leyendo. Lee mientras habla.)

Lin.- No sé cómo puedes concentrarte.

Victoria.- Si no, no haría nada nunca.

Lin.- Vale. Verdad. Aquí se está bien. Mejor que junto a los columpios. El año pasado
me salieron sabañones.

Victoria.- Aquí hace calor.

Lin.- Tomy no te deja leer mucho, ¿verdad? Seguro que no para de hablar.

Victoria.- Así es.

Lin.- Yo no pude pasar de las primeras veinte páginas del libro que me prestaste.

Victoria.- Ya veo.

Lin.- De todas formas me encanta. Me lo pongo en el pecho mientras veo la tele.


Cuando no está Caty. Tiene miedo de que la abandone. Tuvo una niñera a los dos años,
no funcionó. Aún lo recuerda. Si estás sola no puedes hacer que se acostumbren
demasiado a otra gente. Ya me estoy culpando otra vez. Todas las mañanas en la
guardería monta un número y allí no dicen nada, pero me hacen sentir como si fuera
culpa mía. No veo el día en que vaya al colegio. Lloré cuando la dejé por primera vez.
A ti no te pasaría. Eres la señora saber-estar. Te llevarías bien con la profesora desde el
principio. Me gustas.

50
Victoria.- ¿Perdón?

Lin.- Suelta el libro cinco minutos. No has oído nada de lo que he dicho.

Victoria.- No tengo demasiado tiempo para mí misma.

Lin.- ¿Vas al cine?

Victoria.- Tomy es muy exigente. No se le puede dejar con cualquiera. A veces mi


madre nos hace el favor.

Lin.- Tu marido podría cuidarle.

Victoria.- Ya, pero entonces no podríamos ir al cine.

Lin.- Ven conmigo.

Victoria.- Ah.

Lin.- ¿Te gustaría?

Victoria.- Eh. Vale.

Lin.- ¿Qué tal el viernes por la noche?

Victoria.- ¿A qué peli?

Lin.- Qué mas da.

Victoria.- Sí que da.

Lin.- Tú eliges. Viernes noche.

(Caty entra con una pistola de juguete. Les apunta. Dice “¡pium! ¡pium!” y sale de
nuevo.)

Por favor, en versión original no. No me gusta ir al cine a leer.

(Lin mira a los niños jugar fuera de escena.)

No le pegues Caty, haz como que le matas. Apúntale. Pium, pium. Así.

Victoria.- En algunos países han prohibido los juguetes bélicos.

Lin.- Conseguirán que los niños se estén pegando todo el día.

Victoria.- Los psicólogos no se ponen de acuerdo sobre si la violencia es innata o no.

Lin.- ¿Ah sí?

51
Victoria.- Tengo miedo. Si dejo a Tomy jugar con pistolas, o con videjuegos, quizás
termine en el ejército o algo así.

Lin.- Mi hermano está en el ejército.

Victoria.- Perdona. ¿Dónde está?

Lin.- Irak.

Victoria.- Madre mía.

Lin.- Estuve en las manifestaciones contra la guerra. Ahora mi padre no me dirige la


palabra.

Victoria.- Yo tampoco me llevo bien con el mío.

Lin.- ¿Y con tu marido? ¿Qué tal?

Victoria.- Bien, bien. Altibajos. Ya sabes. Muy bien. Me ayuda en casa y eso.

Lin.- Yo me separé hace dos años. Al menos me dejó quedarme con Caty. Se lo
agradezco.

Victoria.- No tienes que agradecerle nada.

Lin.- Soy lesbiana.

Victoria.- Aún así.

Lin.- Lo que le agradezco es que no me matase en una de sus palizas.

Victoria.- Tengo suerte de estar con Martin.

Lin.- Bueno, bueno. No me eches en cara si te parece mal como educo a Caty.

Victoria.- Pero si no lo hecho.

Lin.- Sí. Todo eso de los juguetes y los videojuegos. O si no, le regalaré por navidades
un súper rifle de asalto y le reventará la cabeza a Tomy.

(Victoria vuelve a su lectura.)

Odio a los tíos.

Victoria.- Míralo con perspectiva historica. En términos de una cultura de aprendizaje,


desde la revolución industrial a nuestros días.

Lin.- Vale. Pero odio a esos hijos de puta.

Victoria.- Es un punto de vista. Sí.

52
(Caty ha entrado y ha empezado a dibujar utilizando todos los colores a su disposición,
sin ponerse el baby. Entra Eduardo.)

Eduardo.- Victoria, mamá está en el parque. Viene a toda leche hacia aquí.

Victoria.- ¿Ella sola?

Eduardo.- Le dije dónde estabas.

Victoria.- Gracias.

Eduardo.- No seas así.

Victoria.- Hablar diez minutos con mi madre me supone estar dos horas tirada en la
bañera.

(Victoria se va al encuentro de Betty.)

Lin.- Mierda Caty. ¿Dónde está el baby? No me importa que pintes el vestido de arriba
a abajo, pero si luego no sale, no me vengas con que te lo quieres poner, ¿vale?

Caty.- Vale.

Lin.- Eres gay, ¿verdad?

Eduardo.- ¿Disculpa?

Lin.- Me gusta mucho tu hermana. Ya sabes. Vale, no hace falta que vayas por ahí en
plan salir del armario, no importa. Así Caty. Es bonito el verde.

Eduardo.- Bueno, no lo pregones. Podría perder el curro.

Lin.- El anterior jardinero era como muy macho. No les quitaba ojo a las niñitas.

Eduardo.- No hables más sobre mí, ¿de acuerdo?

Lin.- No he dicho nada, nunca he pensado nada y jamás lo pensaré. Nunca, nunca,
nunca.

Eduardo.- Alguien te podría oír y luego...

Lin.- No le demos más vueltas entonces.

(Entran Betty y Victoria.)

Betty.- Se ha dado un buen golpe.

Victoria.- Pero si ni siquiera llora.

53
Betty.- Me inquieta. Eduardo y tú siempre llorabais. Quizás tenga una conmoción.

Victoria.- Qué no, mamá.

Betty.- Ese otro chaval es un bruto. Deberías hablar con sus padres.

Victoria.- Tomy le pegó antes con una pala.

Betty.- Es un niño tan guapo. Y qué valiente. Ni siquiera llora. Debes vigilar que no se
adormile por el golpe. O le den nauseas. Si tiene vómitos esta noche llama a una
ambulancia. Qué buen aspecto tienes cariño, un poco cansada, paliducha... Trabajar aquí
te viene bien, ¿verdad Eduardo? Al aire libre. Como en África, donde creciste. Echas de
menos el sol, ¿verdad? Cualquier día de estos le va a dar por volver allí. ¿Pero qué
tenemos aquí?

Victoria.- Mi amiga Lin. Caty.

Betty.- Qué dibujo tan bonito Caty. ¿Qué es? Una casa en llamas, ¿no? Eso rojo es
fuego, ¿verdad? O son piernas, ¿un caballo? ¿Me regalarás el dibujito o lo quieres para
mamá? Los niños tienen tanta imaginación que agotan. (A Lin.) Estoy segura de que
eres una madre excelente, como Victoria. Toda ayuda es poca. Bueno, en África, no
tuve problemas con eso, los sirvientes... Este es mi hijo Eduardo. Eduardo ella es...

Eduardo.- Lin.

Betty.- Lin, es Lin. Eduardo se distrae, aquí en el parque. Hace de jardinero. Mira, mira,
si parece un jardinero.

Eduardo.- Es que soy jardinero.

Betty.- Lo intenta, lo intenta. Será algo qué poder contar en el futuro, ¿no? Espero que
escriba una novela sobre ello, o una serie de televisión. Pero qué niña tan bonita es
Caty. Victoria era un bebé precioso. Como una muñeca. Nunca se sabe cómo nos van a
salir. Victoria es guapa, pero no se saca todo el partido que podría. No digo que su estilo
deba regirse por mí, pero bueno, hay mujeres que se visten como en la revista Vogue,
aunque espero que eso no sea lo que Martín busca en una mujer, si bien tampoco estaría
mal que buscara eso. No sé muy bien qué es lo que busca, y él tampoco lo sabe me
temo, pobrecillo. ¡Buf! ¿Hablo muy rápido? Me gusta tu falda cariño, pero no hace
juego con los zapatos. ¿Y mujeres? ¿No necesitáis jardineras Eduardo? Voy a dejar a tu
padre y necesitaré un empleo, bueno, no de jardinero claro. No me imagino con los
dedos verdes. Todo lo que toco se marchita. Vicky me regaló unas flores de Pascua la
nochebuena pasada y el día 26 ya se habían secado. ¡Ay Señor! Mira el dibujito.

(Caty ha ido lenta y cuidadosamente pintando todo el dibujo de negro.)

Lin.- ¿Por qué haces tonterías? Era bonito.

Caty.- Me gustan tus pendientes.

Victoria.- ¿Has dicho que vas a dejar a papá?

54
Betty.- ¿En serio? ¿Quieres ponértelos? No tengo las orejas perforadas, nuca quise, te
pinchan en el lóbulo.

Lin.- Se los va a manchar.

Betty.- Qué guapa. No te hacen daño, ¿verdad? Bueno según crezcas, te darás cuenta de
que para estar guapa hay que sufrir un poquito.

Caty.- Mami mira. Soy guapa, guapa, guapa.

Lin.- No seas presumida.

Victoria.- Hora de irse a casa. Tomy, hora de irse a casa. Última tirada de tobogán por
hoy.

Eduardo.- Mamá, ¿hemos oído bien?

Caty.- Quiero un piercing.

Betty.- Oooh no.

Caty.- En la guardería, hay una niña con piercing.

Betty.- Pues no será de este país cariño. ¿Le puedo dar un caramelito? Sé que no son
buenos para los dientes, Vicky se enfada mucho conmigo. ¿Qué dice mamá?

Lin.- Uno sólo. Muchas gracias.

Caty.- Me gusta tu collar.

Betty.- Es bonito. Toma.

(El mismo collar del acto uno.)

Caty.- Mírame, mírame, mírame. Vicky, Vicky, mírame.

Lin.- Preciosa. Venga que nos vamos.

Caty.- Y tu sombrero. Tu sombrero.

Lin.- No, suficiente.

Betty.- Claro que sí.

Caty.- Sí, sí, sí, sombrero, sombrero. Mira, mira, mira.

Lin.- Bueno ya está, por favor. Adiós al sombrero.

Caty.- Dame mi sombrero.

55
Lin.- Adiós collarcito.

Betty.- Por divertirla un rato.

Lin.- Es usted muy amable.

Caty.- Quiero mi collar.

Lin.- ¿Y el otro pendiente?

(Caty lo tiene en la mano. Victoria y Eduardo lo buscan.)

Eduardo.- ¿En el suelo?

Victoria.- Cuidado no lo pises.

Eduardo.- ¿Dónde?

Caty.- Mi collar. Quiero mi collar.

Lin.- Lo que vas a querer es una torta.

(Lin le quita el pendiente a Caty.)

Caty.- Mi collar.

Betty.- ¿Tienes el pendiente? Gracias cariño.

Caty.- Quiero mi collar. Eres horrible. Te odio mamá. Apestas.

Betty.- ¿Lo ves? Toda ayuda es poca. Ha sido estupendo veros. Voy a seguir paseando.

Victoria.- ¿Lo vas a dejar? ¿En serio?

Betty.- Sí, escuchaste bien Vicky, sí. Estoy buscando piso. Será divertido.

(Betty se va.)

Adiós Tomy, la abuelita se va. Tomy no pegues a esa niña, dile adiós a la abuela.

Victoria.- Hostias.

Eduardo.- Joder.

Lin.- Noticia bomba, ¿no? Abandona a vuestro padre.

Eduardo.- Ahora se van a querer convertir en el centro del universo.

Victoria.- ¿Se le ha ido la olla?

56
Eduardo.- ¿Soportarías tú vivir con él?

Lin.- Deja de lloriquear cara de moco. ¿Dónde está el abrigo? Si te callas te compraré
rosquillas y si no, caca de perro.

(Caty se ríe. Tanto que se cae al suelo.)

Victoria.- Tomy, ya está bien. Es la última vez que te tiras del tobogán.

Lin.- No tiene gracia, venga, el abrigo.

Eduardo.- ¿Me regalas el dibujo?

Caty.- ¿Para qué?

Eduardo.- Es para un amigo.

Caty.- ¿Cómo se llama?

Eduardo.- Jerry.

Caty.- ¿Cuántos años tiene?

Eduardo.- Treinta y dos.

Caty.- Vale. Guay. Pium, pium, pium.

(Caty se va. Eduardo coge el dibujo y sale.)

Lin.- ¿Quieres acostarte conmigo?

Victoria.- No sé qué pensaría Martín. ¿Se considera eso infidelidad? ¿Una mujer con
otra?

Lin.- Te gustaría.

Escena dos

Primavera. En el parque. Columpio, banco, cerca de un estanque. Eduardo está


haciendo las labores de jardinero. Jerry está sentado en el banco.

Eduardo.- A veces me gusta pensar que no nos conocemos. Y que vienes al parque a
comerte un sándwich. Y me observas.

Jerry.- Sería más interesante, sí. Siéntate.

Eduardo.- Si viene el supervisor me meto en un lío. No es la hora de la merienda.


¿Dónde fuiste anoche? Me debes una explicación. Siempre nos lo contamos todo.

57
Jerry.- ¿Es una orden?

Eduardo.- Es lo que pactamos.

Jerry.- No. Es una mala costumbre. Mira, me emborraché. Me desperté a las cuatro de
la mañana. Estaba fatal y no tenía dinero para un taxi. Así que volví a dormirme.

Eduardo.- Pudiste llamar.

Jerry.- No había teléfono.

Eduardo.- Qué pena.

Jerry.- Vale. Sí que había teléfono y no te llamé. Déjalo ya Edi, te lo advierto.

Eduardo.- ¿Y si no? ¿Qué pasa?

Jerry.- Me voy al bar.

Eduardo.- Nos vemos allí.

Jerry.- Nadie te ha invitado. (Eduardo se va.) Llevo con Eduardo dos años. Tienes que
distanciarte porque si no, pierdes la perspectiva. Voy a coger el tren que me lleva al
trabajo. Según llego al andén, me fijo en alguien. Poca cadera, tensión en los hombros,
tratando de no mirar a nadie. Me cojo el paquete, lo suficiente para que no se lo pierda.
Llega el tren. Entro con calma. No quiero que ningún hetero orejón y peludo se
interponga entre él y yo. Una vez dentro me meto en uno de esos compartimentos que
hay entre vagón y vagón. ¿Dónde coño está? Bip bip bip bip bip bip bip bip. El tren
sale. Él entra. Bien. El trayecto dura seis minutos. Así que no puedes empezar nada que
no puedas acabar. Le miro. Se baja la cremallera. Se para. Me saco la polla. Se agacha.
Se la mete en la boca. Cierra fuertemente los ojos. Y empieza a babármela como sin
saber qué hacer, “un poco más fuerte por favor”, le digo, “lo siento”, me dice, y
continúa. Se la está meneando con su mano izquierda. Bien dotado. Trato de mirar su
reloj porque estoy muy cachondo y no quiero pasarme de parada. Salimos del
compartimento. Nos sentamos. Casi hemos llegado. Me siento genial. Y empieza a
hablar. Una vez te cuenta que tiene una librería de ciencia ficción y que vive con su tía,
se acabó. Me dice que espera que yo no piense que hace esto todos los días. Bueno, que
lo haría si coincidiese de nuevo conmigo. Que porqué no quedamos para comer. Me
levanto. “Vivo con alguien” le digo. Se levanta. Pierde el equilibrio. “Dame tu número,
eres mi tipo, ¿qué horóscopo eres?, ¿dónde vives?, ¿a dónde vas? No es justo.” Lo vi
hará cosa de dos meses en la estación. Me fui a la otra punta del andén. Después me tiré
a un tío cojonudo. Ni una palabra. Sólo sonreía.

(Jerry sale. Caty está en el columpio.)

Caty.-
Soy un chino capuchino mandarín rin rin
he llegado de la era del Japón pon pon
mi coleta es de tamaño natural ral ral

58
y con ella me divierto sin cesar sar sar.
Al pasar por un cafetín tin tin
una china me tiró del coletín tin tin
-oye China que no quiero discutir tir tir.
-Soy un chino mandarín rin rin.

(Caty se va. Martín, Victoria y Betty dan un paseo por el parque. Fuera de escena Tomy
da de comer a los patos del estanque. Martín va hacia el estanque.)

Martín.- ¡Tomy!

Betty.- Se va a caer.

Victoria.- Qué no.

Martín.- No vayas hasta el borde. Tira el pan desde ahí. Los patos irán por él.

Betty.- No sé si podré arreglármelas yo sola. Casi no soy capaz de dar un paseo. Todo
me asusta.

Victoria.- No pienses en eso. Mira a Tomy como da de comer a los patitos.

Betty.- Se va a caer. Dile a Martín que no le deje llegar hasta ahí.

Victoria.- No se caerá.

Betty.- Desde que dejé a tu padre...

Victoria.- Mamá, hiciste muy bien.

Betty.- Todo me desconcierta. No le gusto a Martin.

Victoria.- Claro que le gustas.

Martín.- Tira el pan. Así. Mira como se lo comen. Cuac, cuac, cuac, cuac.

Betty.- No quiero medicarme. Lin dice que no puedes fiarte de los médicos.

Victoria.- Lo estás haciendo muy bien.

Betty.- Pero tengo miedo.

Victoria.- ¿De qué?

Betty.- Si tuviese una respuesta te la daría.

Victoria.- ¿Todo bien?

Betty.- Sí, sí. Ve con Martín.

59
(Victoria va hacia Martín. Betty se queda en el banco.)

Martín.- Si quieres ese trabajo, vete. Si no lo quieres, quédate aquí. Todo el mundo
toma decisiones así cada día. No tardarás más de un año en volver. Será como estar de
vacaciones. Nuestra relación soportará la distancia. Y si no, mejor que lo dejemos. No
quiero presionarte. Pero cuando lo decidas, avísame, para saber si vendemos la casa o
no. Si te vas a otra ciudad nuestra vida cambiaría por completo, es algo complicado.
Podemos no vender la casa para que Tomy se sienta seguro, en un sitio donde crecer,
por otro lado también debe habituarse al hecho de que, hoy en día, la seguridad no
existe. Pídele consejo a tu madre. Y haz lo contrario de lo que te diga. Yo podría
alquilar el estudio de Bárbara y turnarnos el cuidar a Tomy. Creerás que eso significa
que me quiero follar a Bárbara. Y no es así. Bueno, sí es así, pero no. Y si lo hiciera,
sólo sería un polvo entre amigos. Punto. Mejor con gente conocida que con extraños.
Mira, decidas lo que decidas yo te apoyaré. Eso sí, me gustaría saber en qué debo
apoyarte. No llores otra vez Vicky. No me hagas sentir como un maltratador.

(Lin ha entrado y se ha sentado con Betty, Caty se les une. Lleva un vestido azul, y un
rifle de juguete.)

Lin.- Le he comprado tres vestidos. Dice que jamás irá en vaqueros al colegio porque
Eva y Mery la llaman marimacho.

Caty.- Se hacen la permanente.

Lin.- La próxima vez que las veas, dispárales.

Caty.- Cuando vengan a merendar tendremos bizcocho. No del que haces tú, del que se
compra. Y te tienes que poner falda. Y medias.

Lin.- La madre de Mery lleva vaqueros.

Caty.- No. Lleva pantalones de terciopelo.

Betty.- Estás muy guapa. ¿Esa pistola hace ruido? Ponla lejos.

Caty.- Sí, hace mucho ruido.

Martín.- ¿Te ves capacitada para este trabajo? No tienes porqué hacerlo. Nadie va a
pensar nada malo si te quedas aquí, conmigo. No tiene sentido ser tan “liberal” si luego
vas a estar llorando todo el rato. Quédate. Nos las arreglaremos. El sexo por ejemplo.
Hablar mientras lo hacemos me hace sentir como si estuviera en la autoescuela.
Izquierda, derecha, más rápido, sigue, para...

(Caty dispara a Victoria.)

Caty.- Estás muerta Vicky.

Victoria.- Aaaaargh.

Caty.- Cáete.

60
Victoria.- No. El suelo está humedo.

Caty.- Pero te he matado.

Victoria.- Sí, me has matado.

Caty.- Los de La Panda de la Mano Sangrienta se caen cuando los matas. Dicen que
me debo tirar en el barro o no me dejarán jugar. Mira, ese pato es un pato mandarin, rin,
rin.

Martín.- ¿Cuál? Mira, Tomy.

Caty.- Ese otro bucea. Tiene un ojo amarillo y bucea. Aquel es un ganso. Tomy no lo
sabe, cree que es un pato. A las crías se las comen las comadrejas. Pium, pium.

(Caty sale.)

Martín.- Así que ayer me bajó la erección porque no estoy preparado para hablar. El
cerebro usa un hemisferio distinto para la información técnica. No me gusta sentir que
sabes hacértelo sola mejor que yo te lo hago. He leído El Informe Hite. Ya me sé eso de
que las mujeres deben aprender a darse placer más allá de nuestros torpes intentos por
expresar devoción y éxtasis infinitos, y que nos pasamos la adolescencia pensando que
es una necesidad animal a satisfacer, pero que en realidad se trata de un arte a
perfeccionar. Yo no soy como todos esos tíos que se han vuelto impotentes por la
liberación femenina. Estoy absolutamente a favor de ella, mucho más de lo que lo
puedas estar tú. No soy alguien que la mete, la saca y a dormir. Mi único objetivo es
darte placer. Mi intención es proporcionarte orgasmos múltiples como ya lo hice con
otras mujeres. ¿Por qué contigo no funciona? Supongo que, a pesar de todos mis
esfuerzos, tú te sientes dominada por mí. De hecho, es una pena que no te veas del todo
en ese trabajo. Me hace sentir muy culpable. No quiero que lo aceptes sólo porque yo lo
diga. Pero, ¿no crees que te sentirías mejor? Siempre has hablado de libertad. Tú eres la
que ha tenido experiencias lésbicas, y me parece estupendo, las mujeres tienen mucho
que darse las unas a las otras. Os necesitáis. ¿Te incomodo? Vete, déjanos a mí y a
Tomy, por una temporadita, saldremos adelante. No quiero presionarte, pero no te veo
muy entera. Dios sabe que hago todo lo que puedo para que no te caigas. Sé tú misma.
Ni te imaginas lo doloroso que es ver que no eres capaz de defenderte por ahí.

(Martín y Victoria se van.)

Betty.- Debes sentirte muy sola sin tu marido. ¿Lo echas de menos?

Lin.- No mucho, la verdad.

Betty.- ¿Te gusta estar sola?

Lin.- Ya sé a quién sale Vicky. No vivo sola. Está Caty.

Betty.- A tu edad yo hubiese miedo. Pensaría: “pobres niños, su madre completamente


sola.”

61
Lin.- Tengo muchos amigos.

Betty.- Cuando hago café aún pongo dos tazas. Me resulta raro que no haya un hombre
en casa. No sé para quién hacer las cosas.

Lin.- ¿Para usted misma?

Betty.- Sería un acto de egoismo.

Lin.- ¿Tiene muchas amigas?

Betty.- Siempre he estado entre hombres, así que jamás me he molestado en buscar
amigas.

Lin.- ¿No le gustan las mujeres?

Betty.- Sus conversaciones no son tan interesantes. Nunca ha existido una mujer como
Beethoven, por ejemplo. No tienen sentido del humor. Lo fastidian todo con sus
emociones. No puedo decir que me gusten mucho, no.

Lin.- Usted es mujer.

Betty.- ¿Y dónde está escrito que yo me gusto?

Lin.- ¿Y yo? ¿Le gusto?

Betty.- No te lo tomes como algo personal, Lin.

(Martín y Victoria entran en escena.)

Martín.- ¿Sabes que si me pusiera cocaína en la polla podría aguantar toda la noche?
Lo que pasa es que se insensibiliza y no sientes nada, claro. Pero tú sí, y eso es lo que
importa. Sólo quiero hacerte feliz.

Betty.- Vicky, me gustaría irme a casa.

Victoria.- Sí, mamá, claro.

Betty.- Lo siento, cariño.

Victoria.- Parece que Tomy quiere quedarse un ratito más.

Lin.- Hola Martín. Podemos quedarnos nosotros.

Martín.- Sí. Buena idea.

Betty.- Mejor que me acompañes tú, Martín. Me siento más segura con un hombre. El
parque es muy grande.

62
Martín.- De acuerdo, adelantaré trabajo en casa. Estoy escribiendo una novela sobre
mujeres desde el punto de vista de las mujeres.

(Martín y Betty se van. Lin y Victoria se quedan solas. Se abrazan.)

Victoria.- ¿Por qué coño no se viene conmigo? ¿Por qué me hace el lío siempre? ¿Por
qué no podemos echar polvos normales como todo el mundo? No, él no. ¿Por qué me
complico la vida? Tengo que acabar con esto Lin. Contigo es distinto. ¿Si me fuera a
trabajar lejos me querrías?

Lin.- Sí.

Victoria.- ¿Me querrías si me fuese a hacer montañismo a Los Andes?

Lin.- Sí.

Victoria.- ¿Me querrías si se me cayeran los dientes?

Lin.- Sí.

Victoria.- ¿Me querrías si me enrollase con otros diez?

Lin.- ¿Y tú a mí?

Victoria.- Sí.

Lin.- Sí.

Victoria.- Lo peor es que me siento mal por no darle siempre la razón. Soy más lista
que él. Más brillante.

Lin.- Abandónale. Vente a vivir conmigo.

Victoria.- No seas tonta.

Lin.- ¿Tonta? Joder. Pues no lo hagas. No te lo pido porque necesite compañía. Estaría
bien, por eso, sería bueno para las dos. ¿Tonta? Qué te den. Caty, joder, deja de tirar
piedras a los patos. Llamaré al hombre del saco.

Victoria.- ¿El hombre del saco?

Lin.- Mi madre me lo decía siempre.

Victoria.- ¿Y luego dices que yo estoy dominada por mi educación? La madre liberada
metiendo miedo con folclore. Tus convicciones se tambalean Lin.

Lin.- He logrado sustituir peras por manzanas. No puedo cambiarlo todo del tirón.

Victoria.- Ya. Te pasas el día criticando el “consumismo sexista” y luego flipas con el
cosmopolitan.

63
Lin.- ¿Qué pasa? ¿Te molesta que me guste la moda?

Victoria.- Tu punto de vista se desvía fácilmente.

Lin.- Puede ser, pero beso bien, ¿eh? A Caty le compro pistolas y videojuegos
violentos, algo que mi madre jamás hubiera hecho. Trato de vestirla de un modo
“neutral” y luego ella, quiere vestiditos. No sé. No puedo estar en todo. Has leído
mucha mierda políticamente correcta, me tratas peor que Martín a ti, joder. Han matado
a mi hermano. Me jode terminar así la discusión.

Victoria.- ¿Cómo?

Lin.- Hoy no es un buen día. No discutamos más, por favor.

Victoria.- ¿En Irak?

Lin.- Me llamaron esta mañana. Haría dos años que no le veía. Se lo dije a mi padre. Si
le oyeras, parecía que lo había matado yo. No quiere que vaya al funeral.

(Caty entra.)

Victoria.- ¿Qué harás?

Lin.- Ir, por supuesto.

Caty.- ¿Qué pasa?

Lin.- Bill. Tu tío. El del ejército. Bill, el que te regaló el osito azul. Lo han matado.

Caty.- ¿Podré quedarme con su pistola?

Lin.- Nos vamos a casa. Hora de dormir.

Caty.- Aún no.

Lin.- Vamos a ir a casa, vas a cenar, a bañarte, y a la cama.

Caty.- Qué te den.

Lin.- ¡Esa boca!

Victoria.- No quiere dormir, podríamos ir a...

Lin.- Te voy a decir porque sí quiere dormir...

Victoria.- Puede venirse a mi casa un rato.

Lin.- Me la quiero quitar de encima por hoy, de una puta vez.

64
Caty.- No voy a la cama.

(Lin le pega. Caty llora.)

Lin.- Y cállate o te daré más razones para que llores.

Caty.- No me voy a la cama.

Victoria.- Caty...

Lin.- No te metas.

Victoria.- Lin, por Dios...

(Todos se gritan. Caty huye. Lin y Victoria callan. Silencio. Ríen. Se abrazan.)

Lin.- ¿Y Tomy?

Victoria.- ¿Qué? ¿No se fue con Martín?

Lin.- ¿Sí?

Victoria.- Dios mío Dios Dios

Lin.- ¡Caty! ¡Caty!

Victoria.- Me había olvidado de él. ¿Cómo me puede pasar esto? ¡Tomy!

Lin.- ¡Caty! Ven, ayúdanos.

Victoria.- ¡Tomy! ¡Tomy!

(Caty entra.)

Lin.- ¿Dónde está Tomy? ¿No le has visto? ¿Se ha ido con Martín? ¿Sabes dónde está?

Caty.- Le enseñé el ganso. Nos metimos por aquellos arbustos.

Lin.- ¿Y entonces?

Caty.- Volví al columpio.

Victoria.- ¿Y Tomy? ¿Dónde estaba Tomy?

Caty.- Dando de comer a los patitos.

Lin.- No, eso fue antes.

Caty.- Hizo pis en los arbustos. Le ayudé a bajarse los pantalones.

65
Victoria.- ¿Y luego?

Caty.- Le dio de comer a los patitos.

Victoria.- No no.

Caty.- Le gustan mucho. Igual se cayó.

Lin.- ¿Lo viste caer?

Victoria.- ¡Tomy! ¡Tomy!

Lin.- ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

Caty.- Haciendo pis.

Victoria.- Mi madre dijo que se caería. Dios. ¡Tomy!

Lin.- Demos la vuelta al estanque, tú por un lado, yo por otro.

LAS DOS.- (gritan) ¡Tomy!

(Victoria y Lin se van, cada una por un lado. Caty se sienta en el banco.)

Caty.- Obladi, Obladá, nanana, ná. (Pausa.) ¡Allí está! ¡En los arbustos! ¡Mamá!

(Lin vuelve.)

Lin.- Venga Caty, amor, vámonos a casa.

Caty.- Mira, Vicky lo ha cogido.

Lin.- Venga.

Caty.- ¿Está enfadada?

Lin.- No. Venga.

Caty.- Yo le encontré.

Lin.- Sí. Venga.

(Caty se levanta. Se abrazan.)

Caty.- ¿Podré ver la tele?

Lin.- Vale.

Caty.- Después del telediario.

66
Lin.- Vale.

Caty.- No voy a la cama.

Lin.- Sí que vas.

Caty.- No me voy a la cama todavía.

Lin.- Aún no, pero pronto.

Caty.- ¿Cómo de pronto?

Lin.- Dentro de no mucho.

Caty.- ¿Cómo de no mucho?

Lin.- Pronto.

Caty.- ¿Cómo de pronto?

Lin.- Dentro de no mucho.

(Se van juntas. Jerry entra. Espera. Eduardo entra.)

Eduardo.- He comprado pescado para la cena. Haré salsa de queso.

Jerry.- No pasaré por casa.

Eduardo.- ¿Dónde vas?

Jerry.- A la sauna. Después, dónde surja.

Eduardo.- Vale. ¿Y sobre qué hora volverás? Te espero para cenar.

Jerry.- Te comportas como una ama de casa.

Eduardo.- No me importa.

Jerry.- ¿Por qué no cocino yo algún día?

Eduardo.- Si quieres. No se te da tan bien como a mí, pero... ¿Qué tal hoy?

Jerry.- Hoy no.

Eduardo.- Mañana. Si es incomible, siempre podremos llamar al chino.

Jerry.- Déjalo.

Eduardo.- ¿El qué?

67
Jerry.- Sé tú mismo.

Eduardo.- No sé de lo que hablas. Todo el mundo ha tratado de ocultar mi feminidad,


¿y ahora tú también?

Jerry.- Te obligas a ser femenino.

Eduardo.- Me gusta la cocina. Me gusta que me folles. Siempre me has querido tal cual
soy.

Jerry.- Me canso Edy.

Eduardo.- Vete a la sauna.

Jerry.- Y tú en casa. Esperándome.

Eduardo.- No. Me acostaré un rato. Leeré un libro.

Jerry.- Puedes tejer. ¿Unos calcetines para mí?

Eduardo.- Sí. Me gusta hacer calceta.

Jerry.- Eso está muy bien. Lo que no soporto es estar casado.

Eduardo.- Ah. Pues yo sí.

Jerry.- Vale. Quiero el divorcio.

Eduardo.- No deseo retener a nadie contra su voluntad.

Jerry.- Edi, deja de interpretar ese rollo de la loba herida, no tiene gracia.

Eduardo.- No interpreto nada. Es la pura realidad.

Jerry.- No soy tu marido. Así que no puedes ser mi esposa.

Eduardo.- Te esperaré, Jerry. Si te da por volver. Los tipos como tú vais por ahí en plan
llanero solitario. Y yo no puedo amar, de verdad, a más de una persona. Lo cierto es que
no sé enfrentarme a la vida sin nadie a mi lado. Así que no tardes mucho o puede que se
te haga tarde.

Jerry.- ¿Qué insinúas?

Eduardo.- Que eres una aberración cariño, ni más ni menos.

Jerry.- Iré a recoger mis cosas por la mañana.

(Jerry se va. Eduardo se sienta en el banco. Oscurece. Entra Victoria.)

68
Victoria.- Tomy ha tirado un cochecito por ahí, ¿no lo habrás visto verdad? Rojo. Es su
preferido. Bah. A la mierda. Martín le está leyendo un cuento. Que silencio, ¿no?

(Se sientan en el banco. Se cogen las manos.)

Eduardo.- Me gustan las mujeres.

Victoria.- Pues díselo a mamá. Rápido. Le va a encantar.

Eduardo.- No. Quiero ser mujer. Y tener tetas. Son bonitas. ¿Puedo tocarlas?

Victoria.- Como si fueran tuyas

Eduardo.- Ya sé que no son mías.

Victoria.- Te advierto que me está gustando.

Eduardo.- Estoy hasta los cojones de los tíos.

Victoria.- Estoy hasta los cojones de los tíos.

Eduardo.- Quizás soy lesbiana.

Escena tres

El parque. Noche de verano. Victoria, Lin y Eduardo de botellón.

Lin.- ¿Dónde estás?

Victoria.- Venga.

Eduardo.- Nos sentamos en círculo.

Victoria.- En triángulo.

Eduardo.- Trigonometría. Se le dan las matemáticas.

Victoria.- Cojámonos las manos.

Eduardo.- ¿Te lo sabes de memoria?

Lin.- Improvisa.

Victoria.- Para empezar, callaos.

Eduardo.- ¿Qué?

Lin.- Shhhh.

69
Eduardo.- ¿Qué es esto? ¿Cómo la oui-ja o algo?

Victoria.- Fue idea tuya.

Eduardo.- Qué va. Estaba en uno de tus libros.

Lin.- Lo de invocar a las diosas del sexo.

Eduardo.- De mi boca no ha salido.

Lin.- En vez de invocarlas, envíales un sms.

Eduardo.- Esto da miedo. Se supone.

Lin.- Bésame.

Victoria.- ¿Lo hacemos o qué?

Lin.- Estamos en ello.

Victoria.- La ceremonia.

Lin.- Bueno, como dijiste que las mujeres eran sacerdotisas y que follaban todo el rato...
estoy creando ambiente.

Victoria.- Es... sagrado.

Lin.- Sí, sí. Para mí es sagrado.

Victoria.- Innin, Innana, Nana, Nut, Anat, Anahita, Istar, Isis.

Lin.- Menuda retahíla.

Victoria.- ¡Lin! Innin, Innana, Nana, Nut, Anat, Anahita, Istar, Isis.

(Lin y Eduardo continúan con el canto bajo el discurso de Victoria.)

Diosas de múltiples nombres, ancestros de ancestros, que a través del caos creastéis la
vida, escuchadnos, traspasando las barreras del tiempo. Antes de Jehová, antes de
Jesucristo, antes de que los hombres os expulsaran y quemaran vuestros templos,
escuchadnos. Llevadnos de vuelta allí, entregadnos el tiempo que no tuvimos, hacednos
ser las mujeres que no hemos podido ser.

TODOS.- Innin, Innana, Nana, Nut, Anat, Anahita, Istar, Isis.

(El canto continúa entre los tres.)

Lin.- Regresad, diosas.

70
Victoria.- Diosas del sol y de la luna, diosas de Creta con serpientes en las manos.

Lin.- Diosa de las tetas.

Victoria.- Diosa de los coños.

Lin.- Diosas de panza llena y de la fertilidad. Y de la sangre sangre sangre sangre.

(El canto continúa.)

La veo.

Eduardo.- ¿Qué?

(Paran.)

Lin.- La veo. Es alta. Serpientes en las manos. Luz luz luz luz... ¡¡CUIDADO!! ¿Os
asusté?

Eduardo.- Me has acojonado.

Victoria.- No lo estropees Lin.

Lin.- Es sólo un cuento sacado de un libro.

Victoria.- Innin Innana... ya no puedo. Lo estaba pasando bien.

Lin.- No aparece porque hay un tío.

Victoria.- Poseían hombres. Hijos, amantes...

Eduardo.- Eunucos.

Lin.- No me des ideas.

Victoria.- Los despedazaban.

Eduardo.- Despedázame Lin.

Victoria.- La sacerdotisa escogía un amante. Durante un año era rey. Al final del año, lo
mataban.

Eduardo.- Yupi.

Victoria.- Y las mujeres tenían niños y nadie sabía a quién se follaba, no sabían nada de
los padres y en realidad les daba igual. Las madres mandaban...

Lin.- No hagas de esto una conferencia, Vicky. Es una orgía.

71
Victoria.- No está de más entender la base teórica. La jodienda está directamente
relacionada con la hacienda.

Lin.- Bésanos.

Eduardo.- Silencio, escuchad.

Lin.- ¿El qué?

Eduardo.- Hay alguien.

Lin.- ¿Dónde?

Eduardo.- Ahí.

Victoria.- Las sacerdotisas hacían el amor con desconocidos.

Lin.- Venga, atrévete.

Eduardo.- Venga, Vicky.

Victoria.- Él no sabe que esto es un acto sagrado en conmemoración de unas diosas.

Eduardo.- Nosotros sí.

Lin.- Se lo podemos contar.

Eduardo.- Que más da lo que él crea, con que lo creamos nosotros basta.

Lin.- No lo digas hasta que termines o saldrá por patas.

Victoria.- Hola. Esto es una orgía. ¿Quieres que te chupe la polla?

(El extraño entra en escena. Es Martín.)

Martín.- Estás aquí. Te he buscado por todas partes. ¿Qué coño hacéis? ¿Sabes qué
hora es? Estáis como una cabra.

(Saltan sobre Martín, lo tiran al suelo y le empiezan a hacer el amor.)

Ah, vale. Si todo se reduce a eso, no hay problema. ¿No creéis que está un poco
pasadito ese rollo de liberación igual a sexo?

(Otro extraño se acerca.)

Lin.- Eh, tú. Únete a nosotros.

Victoria.- ¿Quién es?

(Es un soldado.)

72
Lin.- Mi hermano.

Eduardo.- Lin, espera.

Lin.- Es mi hermano.

Victoria.- Su sentido del humor. Te acostumbrarás.

Lin.- Callad joder. Es mi hermano. ¿Bill?

Soldado.- Sí, soy yo.

Lin.- ¿Estás muerto?

Soldado.- Más tieso que una estatua, sí.

Lin.- ¿Has vuelto para decirnos algo...?

Soldado.- No, quiero echar un polvo, eso es todo. Es lo peor del puto ejército. No
podíamos salir por ahí, claro. Todas las tías iban con burka. Me aburría como una puta
ostra. O me cagaba del miedo. Cinco minutos que no me aburría, luego, de nuevo
acojonado. Cuando salíamos con el tanque no tenía miedo, pero me aburría. Todo el día
mirando revistas porno y toda la noche cascándomela. ¿El ejército es vida? Ni de coña,
hasta los críos nos odiaban. Estaba hasta los huevos y me entraron ganas de matar a
alguien y terminé matándome yo, y ahora quiero echar un polvo.

Lin.- Te echo de menos. Bill. Bill.

(Lin se derrumba. El soldado se va. Victoria consuela a Lin.)

Eduardo.- Vamos a casa.

Lin.- Victoria, ven a casa con nosotros. Se viene a vivir con Eduardo y conmigo.

Martín.- Vale, vale. Ya me lo contaréis por la mañana.

Lin.- Es verdad.

Victoria.- Es verdad.

Martín.- Decídmelo cuándo estéis sobrios.

(Eduardo, Lin y Victoria se van juntos. Martín se va solo. Entra Jerry.)

Jerry.- Vengo a veces, de noche, y me tiro a alguien. Vengo a veces, de noche, y no me


tiro a nadie. Doy largos paseos. Me gusta. No hay nada malo en disfrutar de otra
persona. Si tomas tus precauciones. Siempre estoy listo para follar. No todos los días te
encuentras con tu tipo, pero hay un montón de gente por ahí a la que le gusta pasar un
buen rato. Prefiero vivir solo. Si convivo con alguien termino cansándome de él.

73
Cuando Eduardo se despertaba ponía la radio a todo trapo, adiós al silencio. A veces me
despierto a las cuatro de la mañana. Pájaros. Silencio. Si traigo a alguien a casa jamás le
dejo pasar la noche. ¡Eduardo! ¡Eduardo!

(El Eduardo del Acto uno aparece.)

Eduardo.- Jerry, te amo.

Jerry.- Lo sé. Yo también a ti.

Eduardo.- Quiero que volvamos a hacer lo mismo que la última vez. No puedo dejar
de pensarlo. A veces lo hago yo solo pero no me gusta tanto. ¿No quieres?

Jerry.- Sí, claro.

CANTAN TODOS.-
Ven aquí que estarás en una nube.

Mientras crecía la niebla y la noche, oscuridad,


tú y yo nos fuimos juntos en el parque a pasear.
Nene eres mío, mira como sube, todo eso será
porque estás en una nube.

Mira donde pisas porque estás en una nube.

Fumamos mucha hierba en aquel balancín,


subimos, flipamos mucho, cuando el amor dijo sí.
Nena eres mía, mira como sube, todo eso será
porque estás en una nube.

Veinticinco años en la misma nube.

¿A quién se encontró ella después de aquella cita?


No a un hombre, oh sorpresa, era una mujercita.
Están enamoradas, mira como sube, todo eso será
porque estás en una nube.

Cuando dos son una es que estás en una nube.

La novia era una vieja, el sólo diecisiete,


en la parte atrás de un coche él la saca y mete,
época dorada, mira como sube, todo eso será
porque estás en una nube.

Todo es dorado si estás en esta nube.

El amante, sus dos hijos, mi mujer, ya están aquí,


Están en mi cocina, confundiéndome, ay de mí.
Abajo y arriba, mira como sube, todo eso será
porque estás en una nube.

74
Abajo y arriba, porque estás en una nube.

Escena cuatro

El parque. Mediodía. Final de verano. Martín, Caty y Eduardo.

Caty.-
Veo, Veo...
Qué ves
Una cosita
¿Y qué cosita es?
Empieza con la s
Que será, qué será, que será
¡Que soy sexy!

Eduardo.- Esta noche te quedas con Tomy y Caty, ¿de acuerdo? Tomy está tomando
antibióticos, que se termine la botella. Recuérdame que te traiga los bañadores de Caty.

Caty.- Di seis brazadas, ¿verdad Martín? ¿Hice un largo? ¿Cuántas brazadas son una
piscina? ¿Cuántos kilómetros mide una piscina? Voy a ganar el bronce y el diamante y
la plata y el oro.

Martín.- ¿Tomy se sigue meando en la cama?

Eduardo.- No le regañes.

Martín.- Tengo que ir a la lavandería a recoger más sábanas. Claro que no le regañaré,
joder, Edi, por Dios. Mi hijo se mea, no es agradable, pero así es. Me debería estar
meando yo también.

Caty.- A mí jamás me pasa eso. ¿Tú te meas Martín?

Martín.- No.

Caty.- Has dicho que sí.

(Entra Betty.)

Betty.- Echo de menos el sol de África, pero hoy hace un día precioso. Aprendes a
valorar el fin de semana cuando trabajas. Betty ha estado trabajando esta semana, Caty.
Me canso mucho Martin. No sé cómo trabajas tanto y tan pancho. Y el dinero. ¡Buf!
Soy como una niña pequeña con el dinero. Claudio siempre pagaba todo, pero me
manejo bien. Mira, Caty, dinero.

Caty.- Déjame contarlo. ¿Qué es eso?

Betty.- Cinco euros, cinco y cinco son...

75
Caty.- Uno, dos, tres...

Betty.- Cinco y cinco, diez. Y cinco...

Caty.- Si te lo digo me darás un billete.

Eduardo.- No te lo dará.

(Caty sigue contando el dinero.)

Betty.- No me gusta hablar mucho, Martín, para que no pienses que me comporto como
una suegra.

Eduardo.- Pero lo eres.

Betty.- Gracias Eduardo. No te hablo a ti. Martín, creo que estás siendo muy bueno.
Vicky volverá. Deja que se quede con Lin hasta que se aclare un poco. Para ella es
necesario tener una amiga. Yo tenía amigas en el colegio. Era maravilloso. Estoy
segura de que Eduardo y Lin no van a querer que se quede en su casa indefinidamente.
Ya no me sorprende que Lin y Eduardo no se hayan casado, y que ella sea madre sin
marido, todos sabemos que los matrimonios no siempre funcionan. Pero ya verás como
Vicky entra en razón. Pobre Tomy. Me han dicho que no duerme bien. Tiene tos.

Martín.- Está mejor. Gracias.

Caty.- Mi cama es horrible. Quiero dormir en la cama grande con Lin y Vicky y Edi y
me meto igual cuando tengo pesadillas y mi cama tiene un bulto donde tengo la espalda.
Quiero dormir en una tienda de campaña.

Betty.- Tomy tiene una tos de caballo Martín. Digas lo que digas.

Eduardo.- Ya lo sabe. Tiene sus medicinas.

Martín.- Antibióticos.

Betty.- Me alegra oírlo. Mira qué cantidad de dinero Caty, y tengo mi mesa propia y
contesto al teléfono y llevo la agenda del doctor y me lo paso muy bien.

Caty.- ¿Podemos ir de camping Martín? Podemos ir con la Panda de la Mano


Sangrienta.

Betty.- ¿No serán esos chicos grandes, verdad Caty? Son muy brutos. Se cuelan en el
parque después de que anochezca. Estoy segura de que mamá no te deja jugar con ellos,
¿eh, Eduardo? Bueno, yo qué sé.

Caty.- ¡Mira! El carrito de los helados. Martín, lo prometiste. Quiero uno con tres bolas,
de chocolate. No uno de vainilla. Betty, para ti el de vainilla y yo lo probaré. No, para ti
el de chocolate y yo el de vainilla.

(Martín, Caty y Betty se van, Eduardo se queda. Entra Jerry.)

76
Jerry.- Hola Edi. Sabía que te encontraría aquí.

Eduardo.- Jerry.

Jerry.- ¿No trabajas hoy?

Eduardo.- Ya no curro aquí.

Jerry.- ¿Ha conseguido tu madre que te vistas de traje y corbata?

Eduardo.- No, claro que no. Estoy en el paro. Aunque trabajo bastante, labores del
hogar.

Jerry.- ¿Eres la señora de... quién?

Eduardo.- De nadie. He cambiado. Ahora vivo con mujeres.

Jerry.- ¿Mujeres?

Eduardo.- Mi hermana y su amante. Ellas trabajan y yo cuido de los niños.

Jerry.- Por un momento pensé que vivías con mujeres.

Eduardo.- Dormimos juntos, sí.

Jerry.- Pasaba por aquí y pensé que estaría bien hacerte una visita. Estuve en la sauna
anoche y vi a alguien clavado a ti, no eras tú, claro. Pero me lo follé de todas formas.

Eduardo.- Yo también voy a la sauna, a veces.

(Caty entra, le da un helado a Eduardo, se va.)

Jerry.- No me gustaría vivir con niños. Son muy... ruidosos, ¿no?

Eduardo.- Les digo que se callen y se callan. Estoy bien con ellos.

Jerry.- Podríamos quedar para comer o algo.

Eduardo.- Vale. ¿Dónde vives ahora?

Jerry.- Dónde siempre.

Eduardo.- Pues te recojo mañana a eso de las nueve.

Jerry.- Bien.

(Eduardo se va. Entra Harry Bagley. Flirtea con Jerry. Salen juntos. Entra Betty.)

Betty.- Por fin. Yo solita. Podré tomar un ratito el sol.

77
(Entra Maud.)

Maud.- Tómate a la señora Saunders como una advertencia, Betty. Sé lo que es estar
desprotegida.

Betty.- Madre, tengo un trabajo, gano mi propio dinero.

Maud.- Sé que tenemos nuestras diferencias, pero yo sólo quiero lo mejor para ti.

(Entra Ellen.)

Ellen.- Betty, ¿qué se hace con un hombre?

Betty.- Deja que lo haga él todo.

Ellen.- ¿Disfrutaré? No me olvides Betty.

(Maud y Ellen se van.)

Betty.- Creía que Claudio era el único al que le gustaba el sexo. Pero más tarde me di
cuenta de lo que me había perdido. Cuando era pequeña me tocaba, pretendía haber
inventado algo fabuloso. Lo hacía antes de irme a dormir o para alegrarme el día. Una
vez estaba lloviendo mucho y yo estaba debajo de la mesa de la cocina, mi madre me
vio con la mano bajo el vestido arriba y abajo, tiró de mí tan fuerte que me golpeó en la
cabeza, sangré mucho y me sentí fatal. Jamás volvimos a hablar de aquello y jamás
volví a hacerlo. Hasta ahora. Pensaba que yo era persona, sólo cuando Claudio me
miraba. Una noche, en mi piso, estaba en la cama, tenía tanto miedo que pensé que iba a
desaparecer. Me toqué para comprobar que todo seguía en su sitio, temía encontrar sólo
el vacío. Toqué mi cara, allí estaba. Mi brazo, mis pechos, y mi mano bajó y bajó, hasta
donde yo creía que no se debía bajar, y pensé : “bueno, parece que sí soy persona.” Fue
muy dulce, recobré aquella vieja sensación, era suave, el tacto desnudo, y poco a poco
me sentí más entera y sentí rencor hacia Claudio, y hacia mi madre y continúe, y
continúe, para desafiarles, y sentí un inmenso placer creciendo en mi interior y en mi
exterior y no podían pararme y yo estaba allí y me corrí. Y me corrí. Tenía la impresión
de haberle sido infiel a Claudio. Mi madre me hubiese matado. Pero estaba orgullosa,
me sabía vencedora ante ellos, ya era persona. Yo sola. Y lloré porque no lo quería ser.
Pero ya no lloro más. A veces me hago tres en una noche. Es genial.

(Entran Victoria y Lin.)

Victoria.- Y le dije al profesor, no creo que este momento sea el correcto para nombrar
el concepto de causalidad estructural... Oh, hola mami.

Betty.- Os voy a hacer una pregunta. Tengo un dinerillo ahorrado, de lo que me dejó tu
abuela. Vosotros tres estáis viviendo en ese estudio chiquito. Con dos niños. Me
pregunto si podríamos comprar algo más decente e irnos a vivir juntos. Tendríais más
espacio.

Victoria.- Pero yo me voy fuera de la ciudad.

78
Lin.- Tendríamos jardín, Vicky.

Betty.- Parece que os divertís viviendo juntos, ¿no?

Victoria.- Yo no quiero.

Betty.- Ya sabía yo.

Lin.- Venga, Vicky, sabe que dormimos en la misma cama. Con Edi.

Betty.- Bueno, en realidad lo sabía desde hace tiempo pero no estaba segura. No pienso
mucho en ello, así que no sé si lo sé o no lo sé.

Victoria.- No quiero vivir con mi madre.

Lin.- No la veas como tu madre. Es Betty.

Victoria.- Pero ella sí se ve como mi madre.

Betty.- Es que lo soy.

Victoria.- Ni siquiera nos gustamos.

Betty.- Buen momento para empezar a hacerlo.

(Caty entra lloriqueando con la nariz sangrando.)

Lin.- ¿Qué ha pasado Caty?

Betty.- Le han pegado.

Victoria.- Le sangra la nariz.

Caty.- Me han quitado el helado.

(Entra Martín.)

Martín.- ¿Qué pasa?

Lin.- ¿Así es como la cuidas?

Caty.- Me pegaron. No puedo jugar porque soy chica.

Betty.- Esos brutos. La Panda de la Mano Sangrienta.

Martín.- ¿Cómo que si así es como la cuido?

Lin.- La última vez que la vi estaba contigo comprando helado. Te toca a ti, ¿no?

79
Martín.- Después fue a jugar. Se va a jugar. No puedo estar encima segundo a segundo.

Lin.- Cuando la cuido yo, nadie le pega.

Caty.- Me quitaron el dinero.

Martín.- ¿Y por qué coño tengo yo que cuidar de tu hija? Debería cuidar a Tomy. ¿Por
qué tiene que pasar con vosotras toda la semana?

Lin.- Si no quieres hacerte cargo de ella, por mí vale, pero no digas que sí, para después
abandonarla.

Victoria.- Cuando me vaya todo va a ser distinto, Lin se queda y tú también, así que
nos vamos a tener que sentar para hablar de todo un poco.

Martín.- No veo la hora.

Caty.- Me pegaron en la cara.

Lin.- Lo que digo es que tú estabas cuidándola y mira ahora.

Martín.- Ya estoy harto.

Lin.- Sí, claro.

Martín.- Déjalo ya. Me lo curro mucho como para que ahora me tratéis así, merezco un
poco de respeto.

Lin.- De acuerdo, agradezco tu amabilidad. ¿Te basta? No siento lástima, también es


duro para mí. Tenemos cosas más importantes qué hacer que discutir. Por lo pronto ir a
buscar a esos cabritos. ¿Dónde están Caty?

Caty.- No los mates mamá. Pégales. Que les sangre la nariz.

(Lin se va.)

Victoria.- Tomy se ha quedado dormido en el cochecito. Será mejor despertarle o no


pegaremos ojo en toda la noche.

Martín.- A veces le tengo viendo la tele hasta que se queda dormido en el sofá. Venga
Caty, te invito a otro helado.

Caty.- Con sirope de fresa y nueces.

(Salen Martín y Caty.)

Victoria.- Betty, ¿quieres un helado?

Betty.- No gracias, el frío me hace daño en los dientes. Muchas gracias, Vicky, gracias.

80
(Victoria se va. Betty se queda sola. Entra Jerry.)

Betty.- Tú eres el ex-compañero de piso de Eduardo, ¿verdad?

Jerry.- Usted es su madre. Me ha hablado mucho de usted.

Betty.- Los hijos siempre dan ideas equivocadas cuando hablan de sus padres. Es un
problemón encontrar un hogar y saber con quién lo compartes. Yo vivo sola desde hace
poco.

Jerry.- Yo también. Eso es bueno. Así uno puede hacer lo que le apetece.

Betty.- Yo no sé muy bien lo que me apetece.

Jerry.- Ya verá como no tarda mucho en averiguarlo.

Betty.- ¿Y a ti que te apetece?

Jerry.- Levantarme a las cuatro de la mañana.

Betty.- A mí, escuchar música en la cama y, alguna vez, cenar una rebanada de pan con
mantequilla. ¿No te sientes solo? A lo mejor tienes muchos amigos. Quiero hacer
amistades, y dar una fiesta en mi casa. ¿Quieres venir? Habría más cosas, aparte de pan
con mantequilla.

Jerry.- Muchas gracias.

Betty.- O si quieres pásate sin avisar. Te daré mi dirección. Normalmente no le doy mi


dirección a extraños, pero tú eres amigo de Eduardo. Sé que crees que soy mayor, pero
tú también eres mayor que Eduardo, ¿no?. Estuve casada tantos años que se me hace
difícil conocer gente. Si no sé cómo hacerlo, tendré que improvisar, ¿verdad? Siempre
creí que mi madre era demasiado mayor para que nadie la pudiese encontrar atractiva,
pero cuando llegas a cierta edad tu punto de vista cambia.

Jerry.- Creo que eres atractiva...

Betty.- ¿Sí?

Jerry.- Si dejas de preocuparte por serlo.

Betty.- Cuanto más haga menos me preocuparé. Ayúdame a despreocuparme.

Jerry.- Voy a volver con Eduardo.

Betty.- Bien. Me sorprende que quiera volver a compartir piso. Ahora está metido en
algo con una mujer con la que vive, o con dos mujeres con las que vive. No entiendo
mucho a Eduardo, da igual.

Jerry.- Yo también estoy metido en algo. Con él.

81
Betty.- Intentó contármelo una vez, pero no le escuché. Lo que insinúas es que Eduardo
es gay, ¿verdad? Y tú también. Y yo he estado haciendo el idiota un rato. Pero Eduardo
también se acuesta con mujeres, ¿no?.

Jerry.- Sí. Bueno, yo no.

Betty.- Se dice que en estos casos es culpa de la madre. Con esto no trato de acusarme
de nada, ¿eh? Eduardo parece muy feliz.

Jerry.- Si aún quieres, puedo pasarme por tu casa.

Betty.- Me encantaría, sí. Nunca le había, ¿cómo se dice?, tirado los tejos a nadie.

Jerry.- No todos somos gays.

Betty.- No, por fortuna para mí.

(Jerry se va. Entra Claudio.)

Claudio.- Tú no eres así Betty, no podría creer que lo fueras. Ya no siento lo mismo por
ti. Y ahora África se convertirá al comunismo, supongo. Antes me sentía orgulloso de
pertenecer a mi patria. Era un ideal. Me gustaba salir a la terraza a mirar a las estrellas.

(Claudio se va. Betty del Acto uno entra. Betty y Betty se abrazan.)

82

También podría gustarte