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Los embutidos existen desde que la sal es utilizada para conservar alimentos.

Estos
alimentos son descritos desde el año 3.000 A.C.; en el reinado egipcio de Simer,
alimentos sazonados (carnes y pescados, por ejemplo) eran comercializados; en aquel
entonces la sal era costosa y poco común pues los egipcios la obtenían en los desiertos y
los judíos en el Mar Rojo.

Si vamos más atrás en el tiempo, en la prehistoria el hombre cortaba la carne en tiras


finas y la dejaba secar al sol para su conservación. En otras oportunidades la carne era
pulverizada y mezclada con grasa. Más tarde, con el descubrimiento del fuego,
aumentaron las posibilidades de conservar la carne, haciendo entonces uso del beneficio
de la cocción y del humo.

Si nos ubicamos en épocas más cercanas a la actualidad, en el siglo XV los animales


eran criados fuera de las ciudades, matados en salas de despiece y sus piezas eran
posteriormente vendidas a carnicerías. En el caso de los cerdos, la historia era distinta,
estos se criaban en villas, eran matados en las calles y las familias elaboraban
embutidos. Costumbre que se mantiene en algunos pueblos españoles.

Fue después de la mitad del siglo XIX cuando el procesamiento de productos cárnicos
evoluciona y se involucra en la industrialización, dando así mayor libertad al comercio y
circulación de mercancías. Además, en esta época resurgió el uso de distintos
condimentos en la producción de embutidos.

Queda claro entonces que los embutidos han sido descritos desde tiempos muy lejanos.
Otro ejemplo es encontrado en el siglo IX A.C., donde Homero describe el consumo de
morcillas en su obra La Odisea, pues en ella se habla de tripa rellena con sangre y grasa
que era asada en fuego. En otras obras de la Grecia clásica se hace mención al jamón,
tocino y embutidos, tal es el caso de una comedia de Aristófanes, donde uno de los
personajes principales era descrito con un tarro lleno de chorizos.

Una anécdota que conviene recordar es la del astronauta Pedro Duque, quien en su viaje
al espacio llevó consigo chorizo. Otro relato es el de Alfonso XII, rey español entre
1874 y 1885, quien era fanático del salchichón, particularmente de la ciudad de Vic, y
cuentan que cada vez que visitaba la ciudad debía hacer tres cosas: visitar al obispo, ir a
la catedral y a la fábrica de salchichones.
A lo largo de la historia el embutido ha evolucionado, logrando adaptarse a las
exigencias de la época y llegar a nuestros días, contando en la actualidad con distintos
avances tecnológicos para su elaboración.

Composición y clasificación de los embutidos


Son denominados derivados cárnicos a todo producto alimenticio que es preparado de
manera total o parcial con carnes o despojos de especies autorizadas en el Código
Alimentario Español (CAE) con tal fin y que son sometidos a procesos específicos
previos a su consumo. Los embutidos son preparados partiendo de carnes picadas o no,
sean sometidas a procesos de curación o no, con adición o no de despojos comestibles y
grasas de cerdo, productos vegetales, condimentos y especias, y finalmente introducidos
en tripas naturales o artificiales. Además, los embutidos pueden ser frescos, adobados,
ahumados, curados, en salazón, etc; en fin, una gran variedad de productos puede ser
obtenida del cerdo y otras carnes.

Cualidades y requisitos de los componentes de


embutidos y derivados cárnicos
1.- Carnes: usualmente son de porcino o vacuno, aunque se pueden utilizar otras
especies. En algunos casos, las restricciones religiosas determinan el tipo de carne
utilizada.

Las carnes deben cumplir las siguientes caracterísitcas:

a. Permitir el crecimiento de microorganismos relacionados a


maduración.
b. Ser sometidas a un correcto grado de refrigeración que garantice
consistencia a la pieza y permita cortes netos y limpios.
c. Ser ricas en pigmentos que proporcionen el color característico.
d. Tener un pH máximo de 6,2.
La carne de cerdo es la que ofrece mejor sabor y textura; esta debe ser
magra y firme, se aconseja que no proceda de cerdos utilizados para la
reproducción.

2.- Grasas: componente básico de todos los embutidos, su ausencia


conllevaría a un producto de consistencia dura, sabor deficiente, poca o
nula jugosidad, etc. Estas pueden formar parte de la masa del embutido
mediante infiltración en la carne o adicionadas en forma de tocino,
cortezas, etc. Además, la grasa es esencial porque influye positivamente
en la calidad sensorial y organoléptica del embutido. Los ácidos grasos
se infiltran en la carne, la hacen más jugosa y aclaran su color; también
influyen en la maduración, gusto y consistencia final del producto. Cabe
resaltar que la grasa a emplear debe ser dura, pues las grasas blandas
aceleran el proceso de enranciamiento.

3.- Agua: contribuye a la mezcla de la pasta y atenúa el calentamiento


durante el proceso de fabricación, neutralizando el calor generado por la
fricción de las cuchillas al cortar la carne, lo que puede producir
desnaturalización de proteínas. El porcentaje de humedad permitido es
de 30 a 45%.

4.- Azúcares: son utilizados para dar sabor y enmascarar el sabor de la


sal, además, favorecen la penetración de los agentes encargados de la
salazón.

5.- Féculas y almidones: mejoran la consistencia de la mezcla, proceden


de harinas de trigo, maíz, arroz y féculas. Actúan como espesantes,
conservantes y estabilizadores. Igualmente, actúan como activadores de
algunos agentes implicados en la maduración del producto.

6.- Sal: saborizante usado por la insipidez de grasas y carnes, además,


actúa como conservante que protege de la contaminación por
microorganismos.

7.- Aditivos alimentarios (aprobados por el CAE): permiten conseguir


mejoras en el proceso de elaboración y la conservación de los productos.
Los aditivos pueden ser naturales o artificiales y deben estar autorizados
por la legislación alimentaria de manera clara y rotunda, incluso respecto
a su dosis y manejo, garantizando así seguridad en el consumo del
producto final.
 
Algunos aditivos utilizados son:
 
          7.1.- Conservantes: aumentan la vida útil de los alimentos y
ayudan a la conservación de sus características organolépticas, de
calidad e higiénicas durante largos plazos. Los conservantes
antimicrobianos previenen la proliferación de microorganismos nocivos
que pueden alterar los alimentos e incluso provocar alguna intoxicación.
En el caso de los nitratos y nitritos, además de proteger contra el
botulismo, proporcionan el color rojo a los embutidos curados.
 
            7.2.- Antioxidantes: utilizados para evitar la ranciedad de las
grasas y la oxidación de las vitaminas liposolubles como lo son las
vitaminas A, D y E. Contribuyen a acelerar el enrojecimiento y
coloración de los embutidos, inhibir el crecimiento de bacterias, mejorar
el sabor o potenciar la conservación del producto. Asimismo, ayudan al
curado y repercuten sobre la textura y homogeneidad de las piezas
cocidas.
 
            7.3.- Colorantes: se adicionan para mejorar el aspecto o
recuperar las pérdidas de color que se puedan producir durante el
proceso de elaboración.
 
            7.4.- Otros: edulcorantes (utilizados en alimentos bajos en
calorías), estabilizantes, emulsionantes o emulgentes (permiten la
cohesión del producto y evitan la separación de sus componentes),
potenciadores del sabor, acidulantes, espesantes y gelificantes,
fermentos, etc.
 
8.- Condimentos y especias: su uso genera una gran variedad de
embutidos. Normalmente se emplean mezclas de varias especias. Ciertas
especias como la pimienta, el tomillo, el romero o el ajo, cuando son
añadidas en pequeñas cantidades además de ofrecer aroma y sabor,
aportan propiedades antioxidantes.
Clasificación de los embutidos según
ingredientes, condimentos y tratamiento
principal
La tripa natural es empleada en embutidos denominados puros, típicos
tradicionales o de mediana producción, proviene de distintas partes del
aparato digestivo y vejiga de bovinos, óvidos, suidos, équidos, entre
otros. Es elaborada en industrias autorizadas en las que se realizan los
procesos sanitarios pertinentes. Cuando se sacrifica el animal se le retira
el aparato digestivo y se separan intestino grueso y delgado. Se lavan por
dentro y por fuera para quitar la mucosa intestinal, se esterilizan y se
mide su longitud y diámetro para posterior almacenado con conservantes
(ácido láctico). Este tipo de tripas son comestibles, permeables al agua y
al humo, frágiles y con discontinuidad en diámetro y longitud.

La tripa artificial, por otro lado, es obtenida en industrias registradas


mediante distintos procesos de fabricación con distintos materiales
autorizados. Se fabrica a partir de tejidos de animales o de materiales
derivados de la celulosa. Es empleada en productos de grandes
manufacturas, donde además de la calidad es imprescindible la
resistencia, flexibilidad y calibración regular. Esta última cualidad, así
como su facilidad para su separación en varias partes, son precisamente
dos de sus mayores ventajas frente al uso de tripa natural.

Las tripas artificiales pueden ser:

1.- De colágeno: la más natural de las artificiales. Su similitud a la


natural en cuanto a fibras y porosidad permite que los embutidos puedan
curarse y conservarse como si se tratase de tripa natural. Este tipo de
tripa a mayor calibre suele tener mayor grosor, además, debe ser retirada
antes de comer el producto. Es usada para embutidos secos o curados y
ahumados. Durante la curación, la tripa se adhiere perfectamente al
producto pues merma al mismo tiempo que la carne. Es ideal para
salchichones, fuets, morcillas, chorizos vela, sobrasadas, salchichas,
choricitos, chistorras y salamis. Las de mayor resistencia se emplean
para lomos, cabezadas, cecinas, jamoncitos y pancetas.
2.- Fibrosa de material celulósico: material más resistente que el
anterior; se usa para embutidos a máxima presión, para cocidos y
curados (salamis, peperonis, salchichones y toda clase de embutidos
gruesos para lonchear).
3.- De poliamida: impermeable y termorretráctil, es utilizada para
embutidos a grandes presiones (patés, salchichas) y velocidad, de
distintos calibres.
Finalmente, en el caso de los fiambres deberán estar debidamente
moldeados y protegidos del exterior por finas hojas de tocino, celofán,
otras materias autorizadas o enlatados y contenidos en membranas
animales o cualquier otro envolvente autorizado.

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