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UNIVERSITARIA
MÓDULO 1
LA ENSEÑANZA EN LA UNIVERSIDAD
PRESENTACIÓN GENERAL DEL MÓDULO I
1 La primera lectura que encontrará usted en la bibliografía de apoyo constituye un rico aporte
de Juan Manuel Escudero M., de la Universidad de Murcia. Me refiero a su material: “La
formación permanente del profesorado: cultura, contenidos y procesos”, publicado en Agenda
Académica, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1998, Vol. 5, Nº 1. Se trata de un
documento que nos permite situarnos en lo que ha significado capacitarse y formarse como
universitario y lo que significa hacerlo en dirección a la pedagogía. La propuesta está en la
misma línea que venimos trazando en este Posgrado desde 1995.
2
voz. Los espejos tienen la virtud de la ilusión empobrecida, del juego de
narcisos que pronto envejecen de tanto mirar lo mismo.2
Nuestra práctica es de orden social: hemos elegido de por vida estar con y entre los
otros, para promover y acompañar su aprendizaje. Quien no soporta a los jóvenes,
quien no se entusiasma con ese vértigo del diálogo y la mirada, de la búsqueda
conjunta, ha equivocado su profesión.
Todos los condicionamientos del mundo, y en este momento muchos de ellos pesan
como un mundo, no pueden destruir esa condición de nuestra práctica: la de ser
seres en situación de comunicación con los jóvenes.
Pero no se trata de cualquier comunicación. La relación se establece a favor del
aprendizaje. No estamos allí para entregarnos unos a otros, para hacer de nuestra
diaria labor un océano de profundas relaciones. Estamos para trabajar en pro del
aprendizaje y en todo caso las relaciones se harán más o menos profundas a
propósito de él.
En todo aprendizaje hay contenidos y procedimientos. La enseñanza es siempre
enseñanza de y el aprendizaje es siempre aprendizaje de. La universidad tiene su
universo de contenidos que no analizaré aquí. Su sentido le viene de la búsqueda
de alternativas científicas, artísticas y profesionales. No nos interesa una
universidad vacía de contenidos, volcada sólo a los procedimientos. Pero cualquier
extremo es insostenible en nuestra práctica: ni contenidismo, ni
procedimentalismo. Un contenido sin procedimientos pedagógicos, sin la
participación de nuestros estudiantes, no vale gran cosa; una participación, un
activismo sin contenidos, vale menos.
Los viejos argumentos en torno a si corresponde hablar de pedagogía en el ámbito
universitario, a si el contenido está por encima de los procedimientos, carecen de
sentido en la actualidad. El problema no es si los estudiantes se enfrentan ante
alguien que domina el contenido, el problema es cuánto y cómo aprenden los
estudiantes.3
En la declaración por Latinoamérica sobre la Educación Superior, La Habana 1997,
y en la Declaración de la UNESCO, París 1998,4 se insiste en la necesidad de
capacitar a los educadores universitarios en procedimientos que permitan abrir
alternativas al aprendizaje de los estudiantes. Cito un párrafo de la primera:
“La educación superior necesita introducir métodos pedagógicos basados en
el aprendizaje para formar graduados que aprendan a aprender y a
emprender, de suerte que sean capaces de generar sus propios empleos e
incluso de crear entidades productivas que contribuyan a abatir el flagelo del
desempleo.”
No estamos para nada frente a propuestas que llevarían a una pérdida de la calidad
científica; por el contrario nos toca reconocer de una vez por todas el valor de una
buena pedagogía universitaria para que los estudiantes puedan abrirse camino en
la ciencia y en la vida.
3
Arturo Andrés Roig, dueño de una formación científica innegable, publicó en 1998
un libro titulado La universidad hacia la democracia,5 en el que profundiza en un
eje central para nuestro tiempo: la pedagogía universitaria. Señala el autor que
ésta
“podría ser definida diciendo que es la conducción del acto creador, respecto
de un determinado campo objetivo, realizado con espíritu crítico entre dos o
más estudiosos, con diferente grado de experiencia respecto de la posesión
de aquel campo.”
Dos elementos vale la pena resaltar de esa rica caracterización: la conducción del
acto creador y la referencia a dos o más estudiosos. En el primero entra el método
como elemento clave, como sustancia de la pedagogía universitaria; en el segundo
reconocemos la presencia de un educador y de un educando embarcados en la
maravillosa tarea de aprender juntos, con responsabilidades diferentes según el
grado de experiencia de posesión, o de apropiación, de un determinado campo del
saber. La responsabilidad del docente es aquí muy grande, porque dicha conducción
no se resuelve sólo en el conocimiento de un tema.
De nuestra parte, centramos el análisis en el acto educativo a través del cual
alguien se construye, se apropia del mundo y de sí mismo. Toda educación, sea de
niños, adolescentes, adultos o ancianos, se orienta a la construcción y la
apropiación. Es ésa la clave de un acto educativo.
No se trata, entonces, de la distancia entre las primeras letras y la astrofísica,
sino de cómo colaboramos en esa apropiación, de cómo se resuelve la
relación humana que la posibilita o la malogra. Está en juego aquí el sentido y
no si la palabra pedagogía alude a niños o adultos.