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LOS EFECTOS PERVERSOS DE LA INFORMACIÓN FRAGMENTADA

O porqué los jueces y urbanistas chilenos deberían usar Google Earth.

por Pablo Villoch.

¿Por qué será que en ocasiones los servicios públicos que deben velar por el bien
común toman decisiones equivocadas que van en contra de lo que pretenden defender?

Durante las últimas semanas del 2007, en el contexto de mi trabajo en la Cordillera de


los Andes Centrales de Chile, me he encontrado con dos interesantes casos que
ejemplifican lo que ocurre cuando las instituciones públicas participan en procesos de
decisión sin tener la información territorial adecuada y oportuna.

Los dos casos se sitúan en el Santuario de la Naturaleza Yerba Loca, un hermoso valle
cercano a la ciudad de Santiago de Chile. El primer caso se ubica en el sector norte del
Santuario, en las cercanías del impresionante glaciar La Paloma, mientras que el
segundo caso se ubica en la planicie denominada los Manantiales, al norte del centro de
esquí La Parva.

CASO 1: Concesiones de explotación minera bajo los glaciares de un Santuario

En el proceso de investigación sobre las actividades de exploración minera que tienen


lugar desde el 2004 en el interior del Santuario Yerba Loca, revisé la información
referente a la existencia de concesiones mineras disponible en el catastro online del
Servicio Nacional de Geología y Minería, SERNAGEOMIN. Me encontré con una
interesante imagen compuesta por multitud de polígonos sobre un fondo blanco, que
muestro a continuación.
(http://catastro.sernageomin.cl/)
En Chile, de acuerdo a la Constitución (art. 19, N° 24, inciso séptimo, primera parte)
las concesiones mineras se constituirán siempre por resolución judicial. A su vez, la Ley
Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras (art. 5°, inciso primero) las
concesiones mineras se constituirán por resolución de los tribunales ordinarios de
justicia, en procedimiento seguido ante ellos y sin intervención decisoria alguna de otra
autoridad o persona”. Por tanto, en Chile, país de larga tradición minera y todavía
altamente dependiente de la industria minera, son los jueces los que otorgan las
concesiones mineras de exploración y exploración a las empresas que los soliciten.

La información relativa al catastro de concesiones mineras es pública y fácilmente


accesible, tanto por Internet, previa inscripción del usuario, como en las oficinas de
SERNAGEOMIN. Al parecer la información es transparente. Sin embargo, lo
verdaderamente preocupante del caso es el fondo blanco de la información, el hecho de
que las concesiones se otorguen sobre un “espacio en blanco”, un “territorio en
abstracto”, sin visualizar si el territorio en cuestión está inserto en un área protegida, o
posee ecosistemas de valor estratégico para la vida, como las reservas de agua dulce
contenidas en los glaciares de la región metropolitana.

Sin embargo, la empresa privada, que cuenta con los recursos necesarios para invertir en
obtener información clave para su negocio, dispone de una información mucho más
completa, tridimensional, con fotos satelitales, con cada accidente del relieve geo-
referenciado con sus coordenadas UTM exactas.

En la imagen, incluida como anexo en la Declaración de Impacto Ambiental, de muestra


claramente la superposición de los límites del Santuario de Yerba Loca y los de las
concesiones mineras. Presten atención al polígono escalonado inferior de perímetro
verde y compárenlo con el polígono de similar silueta de la imagen del catastro de
SERNAGEOMIN.

Si superponemos ambas imágenes a la misma escala, ayudándonos de la silueta


escalonada, encontraremos el detalle de las concesiones mineras superpuestas tanto con
el sector norte del Santuario como con los glaciares del Cajón del Olivares.

Ante esta escalofriante imagen, cabe preguntarnos cuál habría sido la resolución judicial
si los jueces que en su momento otorgaron las concesiones mineras hubieran dispuesto
de una información con semejante nivel de detalle. Al parecer, mientras los jueces no
dispongan de Sistemas de Información Geográfica o, al menos de alguien que les
asesore con información territorial, la justicia seguirá siendo tan ciega que será incapaz
de ver los glaciares o las áreas protegidas existentes en la superficie, más allá del
abstracto fondo blanco que entrega la información pública.
CASO 2: El Área urbanizable sobre la Vega de Manantiales

El otro caso, ubicado en el mismo Santuario de la Naturaleza de Yerba Loca de la


región metropolitana de Santiago de Chile, se encuentra en la planicie denominada Los
Manantiales, al norte del Centro de Esquí La Parva.

El Plan Regulador Metropolitano de Santiago 1994 (PRMS) incluyó dentro de las áreas
urbanizables los centros cordilleranos de La Parva, Colorado, Farellones y Valle
Nevado. A juzgar por el grosor de las líneas, podríamos imaginar que los límites fueron
trazados con un marcador de punta gruesa por unos expertos urbanistas, sobre un mapa
de escala 1:50.000, probablemente, en una oficina del centro de la capital.

Once años más tarde, en 2005, la


Municipalidad de Lo Barnechea incluyó las
mencionadas áreas urbanas en una
modificación a su Plan Regulador Comunal,
con la asesoría de la consultora urbanística
URBE, con el objetivo de regular el
crecimiento inmobiliario del sector y generar
condiciones de sosteniblidad del desarrollo
turístico del sistema urbano denominado
Centro Cordillera. Dentro de los estudios
necesarios para el diagnóstico, se realizó un
análisis de los riesgos del sistema natural,
ambiental y cultural, en el que se detectaron la
presencia de diversas especies en riesgo de
extinción en la zona.
De aprobarse dicho plan, todo el sector popularmente conocido por los lugareños como
“Manantiales”, inserto en un Santuario de la Naturaleza, será considerado urbanizable.
Sin duda, por la escasa inclinación del terreno, y por ser de los pocos terrenos planos en
la zona, representa para los intereses inmobiliarios una valiosa área de crecimiento
lógico para la localidad de La Parva, que ya presenta signos de colapso durante la
temporada alta de invierno.

El sector de Manantiales, al ser una vega, es un importante acuífero que recoge parte de
las aguas del deshielo en la cuenca del río Mapocho, generando un hábitat excepcional
para los ecosistemas de alta montaña. En su interior viven anfibios en peligro de
extinción (importantes indicadores de la calidad del agua), y los cururos, unos
simpáticos roedores de hábitos nocturnos. En la actualidad, se desarrollan dos
importantes investigaciones en el área: Un estudio realizado por la Universidad de Chile
–financiado por FONDECYT-- sobre el Sapo de rulo cordillerano (Bufo spinulosus) y
un catastro de sitios arqueológicos de ocho mil años de antigüedad realizado por la
Universidad SEK.( http://proyectopalb.blogspot.com )

Ante estos contrastes, cabe preguntarse si las puntas de flecha, los sapitos o los cururos,
diminutos seres sin voz ni voto ni capacidad de lobby, serán capaces de detener el
implacable crecimiento de los intereses inmobiliarios en el sector, o al menos de influir
sobre las condiciones de regulación urbanística del área.
Reflexiones Finales

Además de la coexistencia en el territorio de una misma área protegida, estos dos casos
tienen varios elementos en común: la presencia de grandes intereses ya sean mineros o
inmobiliarios, la amenaza potencial a ecosistemas frágiles y vulnerables, y la
fragmentación de la información de las instituciones públicas. Es sobre este último
elemento, sobre el que propongo centrar la reflexión.

Asistimos a un proceso de masificación de las nuevas tecnologías de la información y la


comunicación, donde es posible y fácilmente accesible el subir, descargar o compartir
imágenes, videos y todo tipo de información. Gracias a la expansión del programa
Google Earth, cualquier adolescente con acceso a un computador puede tener acceso a
extensas bases de datos de fotos satelitales que permiten visualizar cualquier territorio
con un nivel de detalle impensable hace pocos años.

No podemos afirmar que el Estado carezca de las tecnologías necesarias. Seguro que en
distintos departamentos técnicos oficiales vinculados a la gestión del territorio existen
instalados Sistemas de Información Geográfica. El problema radica en la
desarticulación, dispersión y fragmentación de dichos sistemas. Los municipios
avanzados cuentan con sistemas de información sobre sus áreas urbanas, las
universidades cuentan con especialistas en geografía y geo-informática, los fondos de
ciencia y tecnología financian proyectos de investigación, pero los jueces que toman las
decisiones parecen desconocer dicha información y los urbanistas no parecen muy
interesados en la extinción de los batracios.

Cualquier ciudadano puede consultar online el catastro de concesiones mineras de


SERNAGEOMIN y puede revisar cualquier expediente en el Sistema de Evaluación de
Impacto Ambiental de la CONAMA, informaciones que están dispersas en el intrincado
laberinto de la información pública, transparente y accesible. Sin embargo, ¿por qué las
autoridades que toman decisiones que impactan al medio no hacen uso de estas
tecnologías? Las respuestas pueden resultar obvias: porque no las conocen o porque no
las saben usar o porque no les interesa o porque no tienen un incentivo para ello. En
efecto, si un juez se especializa en estudiar derecho toda su vida no tendría por qué
saber usar sistemas de información geográfica.

En Chile ya existe un SINIA, un Sistema de Nacional de Información Ambiental


(http://www.sinia.cl/) que concentra toda la información ambiental geográfica territorial
en un lugar y comparte el acceso libre y gratuito a la ciudadanía. Sin embargo, a mi
juicio, debería generarse algún tipo de marco normativo o política pública que
permitiera distribuir controladamente la capacidad de actualizar la información entre los
diferentes servicios sectoriales (de minería, hidrología, flora y fauna, urbanismo, etc.) y
que obligara a los policy-makers, urbanistas, jueces y asesores a utilizarlo, de tal modo
que no quedara decisión ambiental tomada conscientemente sin una información
territorial completa y oportuna. Así como la ignorancia de la ley no exime de su
cumplimiento, la ignorancia de la información ambiental no debería eximir de la
obligación ética de incorporar la dimensión ambiental en las decisiones sobre el
desarrollo del territorio.

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