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Ivanov - El Tren Blindado 14-69 PDF
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Vsiévolod V. Ivánov
botas altas y monte a caballo? -¿Y por qué ha de ser precisamente usted?
Nezelásov contestó frío: -Pues porque ustedes se dedican a emborracharse,
-Un espectáculo imponente. mientras que yo he estudiado la ciudad y la conozco
Seriozha, rasgueando las cuerdas de la guitarra, se como la palma de mi mano. ¿Quién aplastó la
puso a cantar, y le secundaron las damas. insurrección? ¿Ustedes? ¡Yo!
En esto los alcanzó el ayudante del jefe de la
fortaleza, un viejo oficial apellidado Fomín, que, Mientras tanto, dos sombras se deslizaban por la
jadeante, volaba a caballo, rumbo a la ciudad: muralla de la fortaleza, apenas visible. Desde allí, a
-¡Silencio, señores! ¡Ha ocurrido una desgracia! causa de la niebla, tampoco se distinguía el puerto, y
-¿Se ha terminado la guerra civil? -soltó Von Kün mucho menos las casas de la ciudad. Ni siquiera la
una carcajada. propia fortaleza, enclavada en una colina y
-¡Peklevánov ha huido de la prisión! ¡Y todos los suspendida sobre el mar, se divisaba bien. Mas no
cables están cortados! por ello resultaba más fácil arrastrarse.
-Bien decía yo que se oían unos ruidos extraños -¡Al mar, al mar, Iliá Guerásimich! ¡A toda prisa!
junto a la muralla del fuerte -recordó Nezelásov-. -Creo que, por culpa mía, no nos retrasamos,
Peklevánov ha descendido al mar. ¡Fomín! Znóbov.
-¿Por la muralla? ¡Imposible! Tenemos noticia Tintineó una cadena. Peklevánov musitó:
cierta de que salió disfrazado por el portalón y de allí -No haga ruido.
se largó para la ciudad. -Ya le dije, Iliá Guerásimich, que me permitiera
Y, sin pensarlo más, corrió en la misma dirección. limarla en seguida...
Nezelásov le acompañó un momento con una -En la prisión se hubiera oído. Pero aquí siga
mirada despreciativa y masculló: limando.
-¿Con jefes como éstos vas a hacer la guerra? El leve chirrido de la lima pareció estremecer la
Los oficiales, sin cesar en sus risas ni en sus niebla. El centinela, prosiguiendo su ronda entre la
chanzas, caminaban lentamente hacia la ciudad, a lo muralla y la casa del comandante, sonrió, cansino, al
largo de la línea del ferrocarril. oír la vocinglera y desacorde canción de los oficiales,
Tres cadetes llevaban detenido a un marinero. alzó la cabeza y lanzó hacia la muralla una mirada,
-¡Idiotas! -pensó Nezelásov-. De fijo que le han aunque sin poner en ella una atención muy particular.
confundido con Peklevánov." Cesó el ruido de la lima.
Von Kün se encaró con los cadetes: -Échele un poco de aceite; un poco de aceite,
-Un momento, caballeros: éste es el marinero Znóbov. Y no se precipite.
Semiónov, de la dotación de mi lancha. ¿Qué haces -Todo va bien. Según mis cálculos, ahora deben
tú por aquí, Semiónov? los ferroviarios de tocar los silbatos de las
-Pues, mi teniente... un asunto de faldas. Y los locomotoras. Aprovechándonos del estrépito que
señores cadetes han debido de figurarse... armen, nos escurriremos tan tranquilos.
-Es Peklevánov, mi teniente; Peklevánov -Estupendo.
disfrazado... -explicó el mayor de los cadetes. -¿Qué, Iliá Guerásimich?
Von Kün soltó el trapo a reír: -Todo, Znóbov, todo es estupendo. Lástima que
-¿Éste? ¿Semiónov? no se divise la ciudad. Allí tengo a mi prometida.
El capitán, acompañándose a la guitarra, entonó -¿Sabe lo de nuestra fuga?
una cancioncilla que le gustaba hasta enternecerle. -Si me quiere, el corazón se lo dirá.
Las lágrimas asomaron a sus ojos, acaso por la Estallaron a distancia los estridentes silbidos de
emoción de la copla o porque Varia le estaba dando una locomotora. Siguieron los de otra. Luego, los de
unos terribles celos con Von Kün, quien, de cuando una tercera...
en cuando, lanzaba al capitán una mirada de sus Por fin, la hendidura producida por la lima
grandes ojos saltones y pensaba: "Parece que traspasó la cadena. Peklevánov, quitándose el grillete
Nezelásov está que trina." de los pies, preguntó en voz baja:
-¿Qué hago con esto, Znóbov?
Con los rojos acabemos -Tírelo al mar, y asunto concluido.
sin misericordia, El grillete cayó al agua. Días después, al
y a nuestra Rusia daremos encontrarlo cerca de la orilla junto con la lima,
dicha y concordia. adivinaron por qué camino se había escabullido
Peklevánov. Pero, de momento, el centinela,
-Tengo entendido, Nezelásov, que va usted a salir distraído con el silbar de las locomotoras con la
a toda prisa para la taigá con el tren blindado. neblina y con el chapoteo de las olas, continuaba
-Tonterías. Tengo que atrapar a ese Peklevánov. impertérrito su ronda, de la muralla a la casa del
Si no soy yo, no habrá quien le eche el guante, lo coronel, sin sospechar ningún desaguisado.
aseguro. Arrastráronse las dos sombras por la escarpada
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orilla. Znóbov lanzó un guijarro al agua. Apareció, tienda. En la escalerilla de la entrada, el tendero
sigilosa, una barca. Znóbov ayudó a bajar a su Obab, entre bostezo y bostezo, mira al cielo; al ver a
compañero, y la embarcación se esfumó entre la Vershinin, le saluda con una inclinación de cabeza.
neblina. El viejo Obab es hombre fino.
La carreta se detiene ante la herrería. Un abedul
La víspera de la fuga, Nikita Egórich Vershinin amarillento inclina sus ramas. Vershinin, con diestro
salió de su aldea para la ciudad. Por supuesto, nada balanceo, hace que la grada caiga a la sombra del
sabía de la operación que se preparaba. Sólo había árbol.
visto una vez a Peklevánov en un mitin celebrado -¿Nos preparamos para la primavera, Nikita
antes de la ocupación de la ciudad por las tropas Egórich? -inquirió el herrero.
blancas, y nunca hubiera imaginado que sus caminos -Quien no se prepara en otoño, se retrasa en
habían de cruzarse. primavera.
Pero se cruzaron. Vershinin, acompañado de su mujer, pasó de
Su carreta pasó ante la alta iglesia de ladrillo, que largo por la herrería y se detuvo en la linde de una
se erguía sobre una pendiente del camino, desde la campa. Después de contemplarla pensativo, agachóse
que se divisaban los rastrojos, grisáceos ya por el y recogió un puñado de tierra.
otoño, los montes vecinos, la taigá, el ancho y oscuro -Es magnífica -comentó la esposa mientras
río, de mansa corriente, y el nebuloso mar. desmoronaba un terrón.
-Estos campos están pidiendo el arado, la grada y -Magnífico sí lo es, pero veremos si nos permiten
la semilla -murmuró Vershinin. labrarla. Aún no hemos terminado de distribuirla y ya
- Pues ponte a arar -le contestó Nastásiushka. tenemos que agradar a los nuevos amos.
-¿Para quién? Nastásiushka, por toda respuesta, exhaló un
La grada, con sus dientes corvos, ocupaba la suspiro. El tono de Nikita Egórich denotaba la
mayor parte del carromato. Nastásiushka, esposa de turbación de su alma.
Vershinin, la sostenía para evitar que se cayera. Los Ya sin el peso de la grada, la carreta abandonó la
hijos del matrimonio, en lloriqueante porfía, corrían herrería y echó acorrer entre los campos.
tras la carreta. Nastásiushka los amenazó señalando a
su marido, que volvió la cabeza y les sonrió. El camino entre la aldea y la ciudad era largo: al
En dirección contraria, procedentes del río, venían llegar al río con la carreta había que cruzarlo en
varios pescadores con sus redes y su botín. Uno de balsa; venía luego la taigá de roja arcilla, con sus
ellos, Kolsha, inquirió: frondosos pinares y sus alerces; a renglón seguido
-¿A la herrería, Nikita Egórich? debían viajar en barca, junto a las húmedas y azules
-A la herrería y a la ciudad -explicó Nastásiushka rocas de la costa, para atravesar posteriormente un
con voz trémula-. Fíjate cómo lloran los chiquillos, estrecho y, por último, penetrar en una ensenada
Kolsha. donde se hallaba el puerto. Con el otoño se espesaban
-No tiene importancia. Dentro de un par de días, las nieblas sobre el mar, y era tan difícil remar como
ya estáis de vuelta. respirar. ¿Para qué darse tanta prisa ni tomarse tales
-Pero ¿y la guerra, Maxímich? Cuentan que en la molestias? ¿No les hubiera valido más encender la
ciudad están los mericanos, los aponeses y los estufa y tumbarse encima, con el calorcito?
franchutes... ¿Tumbarse? ¡Adelante, a toda prisa! La época era
-¿La guerra? ¿Aquí? -sonrió sarcástico Vershinin- azarosa; la pesca había sido abundante, y el pescado
. ¿A quién se le va a ocurrir meterse en estas selvas estaba a buen precio. Magnífica ocasión para
perdidas de la taigá? comprarles unos trapos a los chiquillos y a los viejos.
-Todo lo perdidas que quieras, Nikita Egórich - En la guerra son de más utilidad las nuevas armas
objetó Sumkin, un pescador chaparrote-; pero en los que las propias trincheras. Aunque Vershinin sonríe,
cinco días que hemos estado de faena, fuera de la pensando que las peripecias de la guerra respetarán la
aldea, nos han dicho que nuestra gente ha armado un taigá, en el fondo de su corazón no alienta la
motín. ¿Qué hay de cierto? seguridad de que ocurrirá así.
-¿Qué motín ni qué niño muerto? Estaba Los aldeanos son propensos al silencio y al
celebrándose la fiesta del santo. Los guardias retraimiento. Vershinin lo sabe. "La marta cebellina
comenzaron a meterse con las mozas, y después se es el más callado y el más curioso de los animales;
les ocurrió exigir a los aldeanos aguardiente casero. por eso es el más bello", suele decir. De ahí que
Y, claro, les dieron para el pelo. -Vershinin se puso solamente hable largo y tendido durante las
derecho el gorro y gritó, severo, a los niños: "¡Andad reuniones de la comunidad campesina; en casa o en
para casa!", pero luego, incapaz de mantener su compañía de sus amigos prefiere salir del paso y
rigurosa actitud, se apeó de un salto y los llenó de evadirse con breves parábolas o aforismos,
besos. inventados por él en su inmensa mayoría.
Y otra vez la aldea, los huertos, las casuchas, la A decir verdad, le cuesta mantenerse en silencio,
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dada su curiosidad. Tiene algunos libros, de Ciencias cuando el padre de su mujer se arruinó por completo
Naturales en su mayoría. Los volcanes, las tormentas y las calamidades de hicieron enformar, el único que
y los terremotos le intrigan sobremanera. "¿Andas le socorrió, llevándole pan, y pescado y ropa, fue
buscando la fuerza de Dios?", le pregunta alguno de Nikita. "No lo hago por usted -explicóse para
los que saben leer al ver los volúmenes que Nikita responder a la gratitud del suegro-, sino por su hija,
Egórich luce sobre el iconostasio. Vershinín que tiene la majestad de un cedro."
responde evasivo: "Dios no está mal; pero le estorban Interpretadas en su sentido literal, estas palabras
los popes." Cuando va a la ciudad, no deja de asistir a no carecían de sentido: Nastasia era alta, de largas
una función cinematográfica, mas no le interesan las pestañas, semejantes a las agujas de las coníferas.
películas de argumento, sino los documentales Hábil y diligente en los quehaceres domésticos,
geográficos. "¡Qué hermosa es la tierra! -dice a su discutía muy rara vez con su marido, y a Nikita le
mujer, contemplándola cariñosamente al salir del agradaba extraordinariamente hasta su voz, baja y un
cine-. ¡Y el hombre, qué malo! ¿Por qué?" tanto ronca. ¿Cómo no iba a gustarle? Había sido en
No es nada viejo: acaba de cumplir la treintena. tiempos una cantarina perpetua, pero perdió la voz
Pero su barbaza, su enorme estatura y el cuerpo un mientras segaba; y no porque cogiera un aire, sino
tanto encorvado le hacen aparentar más edad. Él, que porque cuando Nikita se le declaró, ella se puso a
lo sabe, se enfada: "Le tengo miedo a la vejez. Los cantar hasta quedar afónica.
ancianos mienten mucho." Así se explica, de seguro, -¡Gracias a Dios! ¡Qué a gusto estoy contigo! -
que, pese a su enorme curiosidad, pregunte muy rara decía Vershinin a su esposa, contemplándola
vez a los viejos; a quienes recurre con más frecuencia dulcemente con sus ojos alargados y pardos-. Lo que
es a los peregrinos, a los caminantes y a los siento es tener poca tierra.
vagabundos, entre los cuales tiene fama de -Ya tendrás más. .
"dadivoso". Sin ser rico, tampoco es pobre. Se dedica -Es que voy envejeciendo. Hasta en la guerra
a la pesca y a la caza de animales de pieles valiosas. contra los alemanes estuve y, sin embargo, ¿qué vi?
De buena gana labraría la tierra, pero hasta mil Hospitales y vendajes.
novecientos diecisiete carecía de ella, y después de la Así fue. Llevaron soldados del Extremo Oriente;
revolución de febrero diríase que a cada momento de los vagones los condujeron, sin más ni más, a los
estaba a punto de atraparla, pero siempre se le iba de helados pantanos de Prusia oriental; al amanecer,
entre las manos. cuando amainó la borrasca, el ataque, una herida en
-¡No tengas tanta ansia de riqueza, Nikita, que el pecho, un camastro en un hospital de campaña
sólo trae quebraderos de cabeza! -replica a sus junto a las posiciones, otro vagón, la ciudad de
discursos sobre la tierra algún ricachón por el estilo Ornsk, un alto muro de ladrillos en torno a un
del vejete Obab. edificio de tres plantas y ventanas increíblemente
-Mi ansia esde tierra, no de riqueza -contesta angostas; y allí, el reconocimiento médico y la
Vershinin-. Quiero purificarla, porque está maleada. licencia absoluta. La herida se había cicatrizado; no
-¿Maleada? ¿Por quién? le impedía realizar ningún trabajo, ni siquiera
-Por vosotros. dedicarse a la cacería; y la cabeza parecía estar hasta
-Déjate de monsergas. Como tu suegro se arruinó, más despejada y alegre. AI referirse a su herida,
tú quieres sacarlo del atolladero. Vershinin decía con una sonrisa amarga: "Poco favor
En efecto, el padre de Nastásiushka, rico en me han hecho los médicos mandándome de vuelta al
tiempos, poseía una gran hacienda; pero, llevado de pueblo", y pronunciaba estas enigmáticas palabras en
la avaricia, tuvo la ocurrencia de meterse a un tono tan significativo, que su interlocutor
comerciante para, también en estas lides, batir al palidecía. Ciento o doscientos años antes, aquel
viejo Obab. Casó a tres de sus hijas con ricachones hombre hubiera podido ser veterinario o hechicero.
que le exigieron buenas dotes, de suerte que para la Pero se mofaba de las hechicerías: "En la universidad
pequeña, Nastasia, no quedó un ochavo. Los han descubierto tales cosas, que los brujos de antaño
pretendientes, al cerciorarse de su ruina, pusieron no sirven ni para limpiar las zapatillas a los
tierra de por medio, y hubo que casar a Nastásiushka científicos de ahora." Asistía a misa, no por devoción
con Nikita Vershinin, que venía ron dándola desde ni por mojigatería, sino para no dar la nota
hacía tiempo. discordante. Si alguien sacaba a relucir en su
El nuevo yerno tardó poco en significarse. Ante el presencia el tema de la religión, siempre saltaba él:
altar observó una actitud de seria gravedad, mas -Recuerdo que cuando chico iba con mi padre a
apenas terminó su misión el cura, el recién casado no los yacimientos de oro de Irkutsk. Allí veía
pudo reprimir una carcajada y atronó con su voz la frecuentemente a los santones indígenas. ¡Aquello sí
iglesia entera: "Está visto que los pobres, para ser que era fe! ¿En qué creían los santones? En que el
felices, lo que tenemos que hacer es arruinar a hombre podía convencer a Dios. "Así, pues,
ustedes, los ricos", dijo, señalando a su suegro. Con poseyendo el don de la palabra, poco puede
todo y con eso, resultó ser el mejor de los yernos: importarte Dios." ¿Qué os parece? Ni que decir tiene
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que nuestros popes acabaron con todos los santones pidió tabaco y cargó la pipa; pero, en vez de ponerse
por predicar tales creencias y por tener al hombre en a fumar, tiró al agua la cerilla, que ya había
tan gran estima. encendido, y profirió enigmático:
A partir de mil novecientos diecisiete, las juntas -No debieras darte tanta prisa en ir a la ciudad,
de la comunidad campesina comenzaron a celebrarse Nikita Egórich.
a menudo. Llegaban agitadores, representantes de -Es que se pudre el pescado.
diversos partidos; hubo elecciones a los Soviets -Preferible es que se pudra él a que te pudras tú.
rurales y comarcales; eligiéronse luego diputados a la -Yo no estoy metido en líos.
Asamblea Constituyente; por último, se presentaron -Metido o no, registran a todo el mundo.
los guardias blancos con sus ametralladoras, y todo -¿Qué buscan?
quedó como petrificado. -Buscan a Peklevánov.
Poco antes de la llegada de los blancos, los -Yo daría también algo por encontrarle. Dicen que
bolcheviques y Lenin concedieron la tierra a los es hombre de luces: que ha estado en el extranjero y
mujiks. Cuando, en la reunión de la comunidad rural, en las cárceles del zar, aunque parece que comenzó a
se leyó el Decreto sobre la tierra y se hizo un vivir allá por el año cinco.
embarazoso silencio, Vershinin preguntó: -Viene a tener tu edad, Nikita Egórich.
-¿De balde? ¿De balde nos dan la tierra? -No son los años los que enseñan sino la lucha.
-De balde -respondió el orador. -Eso es muy cierto.
-Entonces, presidio a la vista. -Pues parece más cierto aún, Jmárenko, que los
-¿Cómo interpretar sus palabras, ciudadano? - blancos han metido a Peklevánov en la cárcel de la
intrigóse el que había leído el Decreto. fortaleza y que han puesto para guardarlo todo un
-Quiero decir que ya se las arreglarán los ricachos tren blindado.
para meternos en la cárcel -respondió Vershinin-. -El tren blindado catorce-sesenta y nueve. Su jefe,
Procuraremos salir de la trampa, con la ayuda de amigo, es un tal Nezelásov; un mocoso que desde
Dios. Cuando las espaldas pican, señal de tormenta. muy joven se ha acreditado de criminal.
Los guardias blancos, los agentes de los japoneses -O sea, que le guardan bien...
y de los americanos y otros elementos de la misma -Le guardaban.
laya, que pretendían demostrar que todas las naciones -¡Cómo! -exclamó Vershinin sin inmutarse.
se habían concitado contra los bolcheviques, -Como que se ha escapado.
invadieron la región con la rapidez de un alud, de -¿De la fortaleza? ¿Con un tren blindado
suerte que, aunque las espaldas picaban, no hubo vigilándolo? ¡Caramba, qué valor! ¿Le habéis
tiempo ni de blandir el puño, como dice la antigua escondido en alguna parte?
canción. -¿Yo? A mí no me metas en eso.
Cada cosa a su tiempo. -Déjate de cuentos, que te veo de parte a parte.
Seguía la barquichuela atravesando la ligera -Pues no, todavía no lo hemos enviado a ningún
niebla entre las Rocas Azules. Ya estaban cerca el sitio -confesó Jmárenko tras una pausa.
puerto y la ciudad. Vershinin bogaba con parsimonia. -Sería cosa de darse prisa.
Su pensamiento se detuvo en el herrero: juerguista y -Desde luego; pero no podemos confiar
jaranero hasta hacía poco, se había reducido a un Peklevánov a cualquiera.
silencioso recogimiento; había atestado de iconos el -¡Hombre, claro, a cualquiera no!
rincón delantero de su alcoba y, colocando ante ellos -A ti sí te lo confiaría el partido, Nikita Egórich,
una mariposa ardiendo, todas las tardes, al decir de la ¿serías capaz de esconderlo en la taigá?
gente, rezaba las vísperas. ¿Por qué? ¿Por miedo a Vershinin sonrió:
los guardias blancos? -¡Por vida del Señor, Jmárenko! ¿Qué se me ha
-Fíjate Nikita -le dijo Nastásiushka-: ¿no es perdido a mí en vuestro pleito? Somos gente de alma
Jmárenko el que viene por allí? cristiana y mansa. Lo nuestro es el arado, la tierra,
Jmárenko, carpintero y antiguo marino, vivía una barca en el mar. Yo no veo otra cosa que los
junto a la posada donde solía parar Vershinin. campos. ¿Qué vela vamos a llevar en el entierro de
Arrastraba una vida muy precaria, y era de suponer esa guerra?
hasta que pasase hambre, a juzgar por su alborozo Terció Nastásiushka:
cada vez que Vershinin le daba algo de pescado. No -Nuestras almas cristianas y pacíficas están en
se concebía que sufriese hambre una persona tan nuestro armario, señor Jmárenko, y no tenemos por
instruida, al parecer: los libros que procuraba para qué meternos a pelear.
Vershinin eran de mucha enjundia y, según todos los Prosiguió su razonamiento Vershinin:
indicios, el antiguo marinero sabía infinitas cosas. -Además, somos gente ignorante y analfabeta, con
-¿De pesca? una familia grande que mantener. Sin contar a los
-¿De pesca dices? En busca tuya vengo. viejos, tengo mujer, sobrinos y dos hijos: Mitka y
Jmárenko acostó su barca a la de Vershinin, le Sashka.
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-¡Y qué hijos! Tan diligentes y tan trabajadores... más quedo todavía.
-Desde luego, son buenos, cariñosos, alegres. No, -¿Triste? -inquirió Nastásiushka exhalando casi
conmigo que no cuente nadie para meterme en un alarido.
laberintos. -¿De qué se trata? -preguntó estremecido
Y arqueó el cuerpo sobre los remos. La Vershinin.
barquichuela de Jmárenko no se rezagaba: -Una desgracia, Nikita Egórich -respondió
-Se dice que vuestros aldeanos se han Sumkin-.La aldea nos ha enviado por ti.
amotinado... -Si es la aldea la que os manda, mal deben de
-¿Amotinado? ¡Qué fantasía! Lo que pasó es que andar las cosas.
les dieron una zurra a dos guardias borrachos. -Una expedición de castigo rodeó el pueblo. La
-Pues a mi hermano lo fusilaron anteayer los mandaba el hijito de nuestro tendero Obab, con grado
blancos, Nikita Egórich. de alférez. Emplazaron unas ametralladoras. A poco
-¿A Pavlusha? de marcharte tú empezaron a disparar, sin fijarse en
-A Pavlusha, sí. si mataban viejos o niños.
-Pero si no tendría ni diecisiete años... Buen mozo -¿Niños, dices?
era... Dios le tenga en su gloria... -Niños, Nastasia Mítrevna.
-¡Nikita Egórich! -¿Niños? ¿Qué es esto, Dios de los cielos? ¿A
-Que no, Jmárenko, que no puedo. Compréndelo, quién han matado? ¿A cuál de ellos? -inquirió
por el amor de Cristo. ¿Cómo vaya ocultar a un Vershinin.
militar si no estoy en guerra? Yo soy hombre de paz. -Cuando salíamos del pueblo, tu padre, Egór
-Y tras un breve silencio, levantó los remos y añadió Ivánovich, se quedó en la iglesia celebrando un
maligno-: Otra cosa sería, por ejemplo, un peregrino funeral por tus hijos. Por el alma de Mitia y por la de
que pasara junto a mi cabaña de la taigá... Uno que, Sáshenka.
digamos, se cruzase ahora con nosotros en una barca -¿A Mitia y a Sáshenka han matado? ¿A los dos?
y que estuviera oculto por aquí cerca, entre los -A los dos.
peñascales... De uno así me compadecería, le -¡Madre mía! -lanzó Nastáshiuska un penetrante
ocultaría, le mantendría y le defendería; ya podían grito mezclado con rezos incoherentes-. ¡Mítenka,
ofrecerme millones, que no lo entregaría. ¿Me Sáshenka! ¡Hijos míos!...
entiendes?
-Entendido... Llegado que hubieron a la ciudad, los pescadores
Y Jmárenko entonó a media voz: "Mucho tiempo se apresuraron a ir a la posada. No contentos con
arrastré las pesadas cadenas", viró con su haber avisado a Vershinin, deseaban visitar a
embarcación y desapareció entre la niebla, tras las Jmárenko. El ex marino se alegró de verlos y se
rocas de la orilla. contristó al oírlos. Le apenaba la desgracia de
Vershinin, acompañándole con la mirada, Vershinin, pero estaba ya seguro de que habría en la
pronunció pensativo: taigá un escondite para Peklevinov. Sin pérdida de
-Tengo una mala corazonada, Nastasia. momento envió a su amigo Semiónov, también
-¿Y por qué vas a ocultar a Peklevánov? marino, a entrevistarse con Znóbov, oculto entre las
-Lo que me inquieta no es el asunto de Rocas Azules.
Peklevánov, sino otra cosa... Creo que nos hemos Jmárenko, miembro del comité revolucionario
precipitado, pero las desgracias tienen las piernas clandestino, sabía que Znóbov, organizador de la
más largas que nosotros. Me temo que Jmárenko no fuga de Peklevánov, se proponía tenerle
haya venido a nuestro encuentro tan sólo por lo de temporalmente escondido entre las quiebras de las
Peklevánov. ¿No oyes la voz de Kolsha detrás de Rocas Azules. Semiónov, enterado ya del motín que
esas peñas? ¡Nos ha adelantado! estallara en el pueblo de Vershinin, desconocía los
-¿Kolsha, el pescador? ¿Qué puede traerle por pormenores e ignoraba que los hijos de Nikita
aquí? Egórich habían perecido en el ametrallamiento. Sólo
-Lo único que sé es quenas ha adelantado -repitió sabía que los aldeanos, después de una escaramuza
receloso Vershinin. con los blancos, se habían refugiado en la selva.
Entre las brumas percibíase ya netamente la voz Como las escaramuzas no son siempre sangrientas, el
de Kolsha, el pescador: marino Semiónov estaba tranquilo, y Peklevánov
-¡Nikita Egórich! ¡Nastáshiuska! ¿Estáis por aquí? tampoco se mostraba preocupado.
-¡Alguna desgracia! -exclamó ella levantándose -¿Qué le parece si le afeitamos esa maraña, Iliá
en la barca-.¡Aquí estamos! Guerásimich, antes de ver a Vershinin? Con la barba
Se les acercó otra barca con varios pescadores. le quitaremos de encima los últimos recuerdos de la
-En busca tuya venimos, Nikita Egórich -dijo cárcel, ¿eh?
Kolsha en voz queda. -Bueno, adelante.
-Un caso triste, Nikita Egórich -murmuró Sumkin -¿Y si le dejamos una especie de perilla, Iliá
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hubiera prolongado largo rato el diálogo con él... madre de Nezelásov, los inspeccionaba minuciosa y
Exhalando un suspiro, levantó la cabeza: atentamente y ordenaba que los desembalasen cuanto
-Muy breve ha sido nuestra entrevista, Nikita antes.
Egórich, ¿qué se le va a hacer? Esperemos que las Le ayudaba en su tarea Semión Semiónich, un
sucesivas sean más largas. remotísimo pariente, linajudo y bondadoso, pero
Vershinin contestó emocionado: estúpido si los hay. Su necedad era tan imponente
-Gracias, Iliá Guerásimich. Eres hombre justo y como su barba. ¡Dios mío, qué maraña! Cuando,
sencillo. Después de hablar contigo parece como si posteriormente, ya en la taigá, Nezelásov recordaba
se hubiera encendido una luz en mi alma. ¡Tengo una la tienda de flores y su imaginación recaía en Varia o
comezón en la espalda! ¡Qué comezón! Señal de en las innumerables macetas que formaban columna
tormenta... en todos los rincones de la casa, creía ver en cada
tiesto la barba de Semión Semiónich: aquella
CAPÍTULO II. LOS EUGAEOS pelambre colosal no cabía en el tiesto y se salía de él,
Sáshenka, vino a verte Obad. Acababa de llegar exuberante...
de una expedición punitiva que dirigió en su pueblo. Nezelásov, por supuesto, amaba a su madre, pero,
De aquí se fue a casa del comandante de la fortaleza ¿por qué se le ocurrían a ella tales bobadas y por qué
en busca tuya. ¿Te encontró? Semión Semiónich asentía solemnemente con su
-Sí, sí... frondosa e impresionante barba rubia?
-¿Habló contigo? -Continúa llegando gente y más gente, Sáshenka -
-Creo que sí... Durante la fiesta... suspira Nadezhda Lvovna-. Refugiados y más
"Pero, bueno, en la fiesta que dio el comandante refugiados...
yo no le dije a Obab ni una palabra -recapacitó -Refugiados y más refugiados -remacha Semión
Nezelásov, mirando, soñoliento, a su madre-. Es más: Serniónich.
¿estuvo él allí? No me acuerdo. Evidentemente, nos -A ver si ponéis un poco más de cuidado,
hemos hecho muy tolerantes y, por así decirlo, soldaditos -resuena de nuevo la voz de Nadezhda
atraemos a gente del pueblo a la defensa de la patria; Lvovna-. Eso es un jarrón. Resulta que tenemos
pero, de todas maneras, el hijo de un tendero de una jarrones, pero flores no las hay ni siquiera en la
aldea de la taigá, obtuso y estúpido... No, es seguro floristería. -Va contando los bultos-: Dieciocho...,
que no conversé con él. Me acuerdo perfectamente. veintiuno... Bueno, creo que ya están todos. ¿Han
Y ahora tendré que recibirle en este mísero encargado ya la estantería para los libros de
apartamento... ¡Qué odio le tengo a esta vivienda, Sáshenka, Semión Semiónich?
qué odio! Todo en ella es pobre y ruin. Sin embargo, -Sí.
mamá está tan satisfecha, y lo mismo le pasa a -Ahora no se necesita más que un biombo para
Sernión Semiónich y a Seriozha, e incluso a Varia, a Várenka, y nos habremos instalado como es debido.
pesar de su gusto exquisito y sutil... -siguió el capitán Semión Semiónich, con aire hosco, cual si le
sus cavilaciones, mientras contemplaba con repulsión molestase la sola idea de que alguien le creyera
los líos que iba desatando el asistente-. ¡Menudo inteligente, se apresuró a soltar una de sus habituales
palacio! ¡ja, ja, ja! Más que una casa es una guarida." tonterías:
En aquel inmueble, situado en el centro de la -Alexandr Petróvich, hoy he visto a Trofím
ciudad, había antes una gran tienda de flores, Efímovich Preobrazhenski, el alcalde de nuestra
mientras que luego, ¡oh, capríchos del destino!, vivía ciudad, ¿le recuerda usted? ¡Qué tío con más valor!
el famoso capitán Nezelásov, tan elogiado de todos - Desde Samara hasta Omsk fue en su troika, y luego
incluso del mando aliado-, aunque los encomios no le siguió huyendo hasta el mismísimo Krasnoiarsk. ¡Mil
valieran para ascender. ¡Envidias, envidias, intrigas, verstas! Sólo en Krasnoiarsk cogió un tren, y eso
miedo a un nuevo Bonaparte! porqué se le reventaron todos los caballos. Sigue tan
A lo largo de las paredes se extendían los amplios campechano como siempre. Me obsequió con un
estantes vacíos, y en un rincón se amontonaban cigarro puro.
todavía las macetas, de horadados fondos, metidas -¿Con un cigarro puro? ¿Y no le obsequió con la
las unas en las otras. Por la vitrina se veía la calle; novedad del día, Semión Semiónich? ¡Peklevánov ha
algo más allá, las instalaciones del puerto y los huido de la cárcel y ha desaparecido sin dejar rastro!
edificios del ferrocarril; y al fondo, el espigón y el -¿Y quién es Peklevánov?
mar. Por las aceras se movía una multitud de gente; ¡Santo Dios! El capitán cogió un voluminoso
de tarde en tarde, alguien se detenía ante el tomo de una enciclopedia y buscó una palabra con la
escaparate, se miraba en él con obtusos ojos que se había tropezado la víspera. Un término muy
mortecinos, se arreglaba nerviosamente la pechera y significativo: algo que recordaba a Guinea, adonde,
reemprendía su camino. según muchos indicios, habrían de emigrar todos
El asistente y dos artilleros del tren blindado ellos, y al Evangelio y, sencillamente, a uno de los
seguían acarreando bultos. Nadezhda Lvovna, la absurdos que tanto abundan en nuestra vida.
El tren blindado 14/69 9
Spasski. La generala era una idiota a la que sorbían el capitán Nezelásov "se cargaba" al jefe y se apoderaba
seso los gatos, y su marido, el tío Viacha, se pasaba del mando y de los proyectiles, recorrería en un
el tiempo encuadernando libros, cuyas pastas le santiamén el camino de la gloria.
volvían loco... Pero, en fin: ¡que supieran de una vez -Es la orden número...
que Nezelásov había resuelto partir para la taigá! ¡Números, números y más números! Las órdenes
Convenía que Várenka se fuese de la lengua en casa del general Spasski venían siempre sembradas de
del general comentando la intrepidez de su novio. guarismos.
Éste recordaba que también Bonaparte era osado en "El tren blindado 14-69 deberá presentarse sin
el hablar; y si no lo era, ¡al diablo Bonaparte! dilación, no más tarde del 2 de septiembre, en la
Nezelásov sería más atrevido. estación de Muklionka, tomando posiciones junto al
Como pretexto aprovechó unas palabras del río del mismo nombre, junto al apeadero 85, para
contratista Dúmkov. Aquel señorito rubio y proteger el puente número 37. El jefe del Estado
recompuesto cortejaba a Várenka, quizá con alguna Mayor del Frente del Este, general-mayor Spasski."
esperanza. "¿Qué me importa Várenka y qué se me Números en las portezuelas del tren blindado;
da a mí del amor? -decía el capitán para su capote-. números en los marcos de las ventanas, en el correaje
Lo que me interesa es la graduación de coronel y la y en la funda del revólver. Hasta los cigarrillos
fama. Cuando alcance la una y la otra tendré las americanos que el capitán Nezelásov iba quemando
Várenkas a patadas." uno tras otro, y cuya ceniza se reducía suavemente a
Mientras cenaban amigablemente, algunos polvo en el vientre rotundo de un buda de bronce,
invitados –y sobre todo el contratista Dúmkov- partido por medio, lucían una multitud de cifras.
expresaron la opinión de que sólo las milicias de la -¡El diablo que, Be lleve tanto número! -refunfuñó
Cruz Roja salvarían al ejército blanco. colérico Nezelásov-. Está visto, Obab, que son un
Nezelásov atajó al contratista con una risotada: signo de nuestro tiempo y que tienden a crear una
-¡Menudos cruzados! Cinco mil verstas han apariencia de realidad. El tren blindado, un número;
corrido ustedes hasta el océano Pacífico para que la orden, otro número; la dirección, otro número más.
aquí se les ocurra la estupidez de formar esas milicias Pero la realidad es que nada existe. ¡Cero! ¡Todos
de la Cruz Roja. nuestros actos equivalen a cero! Debiéramos estar en
-¿Y tú, no has corrido? -le atacó Várenka la ciudad, dando caza a Peklevánov, y nos hemos
indignada-. ¿Es que tú has caído del cielo? venido, "en la dirección número tal" para buscar al
-¡Varia! -trató de apaciguarla Nadezhda Lvovna. general Sajárov, que no está aquí ni se sabe por
-¡No, Nadezhda Lvovna! ¡Deje que me dónde anda. "Sin dilación." ¡Ja, ja, ja!
desahogue! Evidentemente, si lo que pretenden es aniquilarme,
-¡Muy bien! -exclamaron a coro el cadete no ha podido ocurrírseles mejor procedimiento; pero
Seriozha, el contratista y hasta el bobalicón de si quieren sacar algún provecho de mí...
Semión Semiónich. -¿Para qué iban a mandarle a la taigá sin utilidad
-Ya sé, ya sé lo que vais a decirme: soy un alguna, mi capitán? -repuso Obab-. Hasta un grano
cobarde emboscado en retaguardia, un charlatán, un que le salga a uno es útil en el mundo. ¡Ja, ja, ja!
intrigante... -Desde luego, salimos como el pus de las heridas:
Dicho esto, el capitán Nezelásov se tornó hacia por los extremos. Nosotros estamos en el extremo de
Obab y, con voz sollozante, blandiendo los puños, la taigá; los fugitivos y el gobierno, en el extremo de
vociferó: la vida.
-¡Alférez! ¡A la taigá con el tren blindado catorce- Obab observó de reojo la contracción de los
sesenta y nueve! músculos faciales del capitán y sugirió evasivo:
-Debería usted ponerse en cura.
"¡Fuera los euganeos!" Era el alférez Obab uno de tantos voluntarios que
Y ya está Nezelásoven la taigá. escalaron la oficialidad en el ejército del almirante
-Orden del general Spasski. Kolchak. Refiriéndose a los oficiales de carrera solía
-¿A qué se refiere? decir: "Están todos enfermos." Respetaba al capitán
-Los trenes de municiones del general Sajárov se Nezelásov: era un "técnico", que había servido en las
encuentran todos en la estación de Muklionka. unidades blindadas en Petersburgo y hasta trató, en
-¡Cómo! octubre del diecisiete, de sacar los tanques a la calle
¡Dios de los cielos, qué horrible estremecimiento para combatir a los bolcheviques. Bien es cierto que
le sacudió al saber que el general Sajárov, jefe del falló en el intento, pero entonces falló todo el mundo
Ejército, se había llevado a la taigá todos, y no había por qué cargar el fracaso en la cuenta del
absolutamente todos los proyectiles de artillería! Y lo capitán. Acababa de presentarse el momento propicio
más terrible era confesarse a sí mismo que aquella y no convenía desaprovecharlo, pues quizá fuera
sacudida tan desapacible tenía algo de agradable: al incluso más favorable que el de octubre: concedíanse
general Sajárov se le consideraba un truhán, y si el cuantiosas recompensas en tierras, en metálico y en
El tren blindado 14/69 11
honores.... El atamán Semiónov favorecía a los suyos Nada podía afirmarse; todo era una mezcla
de tal manera, que daba gusto. Saltaba a la vista la confusa. En vez de esperar al tren blindado 14-69, el
fatiga, la extenuación del capitán Nezelásov... general Sajárov había desplazado sus unidades hasta
-Si no se cuida lo va a pasar mal. ¿Quiere que los accesos a la taigá, dislocándolas en los campos
llame al practicante? inmediatos a Muklionka, que, dicho sea de paso,
Nezelásov, tembloroso y precipitado, sacó otra acababan de serie graciosamente donados por el
cigarro: gobierno. Su actitud resultaba harto comprensible: ni
-Está usted en Babia, Obab. -Y, sacudiendo más ni menos que tres mil fanegas de magnífica
nervioso la ceniza, cacareó-: Esto es muy triste, tierra. Pero ¿por qué no se le ocurrió al muy idiota y
Obab, muy triste. La patria nos ha... dado la patada. miserable dejar siquiera una esquela a Nezelásov,
Nos creíamos necesarios, indispensables, explicándoselo todo y pidiéndole perdón?
imprescindibles, Y de buenas a primeras nos Entre golpes de tos, expeliendo a un tiempo saliva
despiden... Y al fin y al cabo, si fuese una simple y humo, el capitán bramó:
despedida… Pero es un puntapié, un puntapié, un -¡Oh, esclavos indolentes y estúpidos! Se asfixia
puntapié... uno entre vosotros...
-¿Mandarle a la taigá significa despedirle? ¡Por Nezelásov levantó la tapa del ventanuco. Obab
Dios, Alexandr Petróvich! Yo lo tengo por una dormía.
misión honrosa: capturar a Vershinin...
-¿Honrosa? Cuando usted mata un animal, ¿qué le Olía a hulla y a tierra calcinada. La estación
corta primero, la cabeza o el rabo? sudaba, atestada de gente, y tenía el aspecto de un
-La cabeza -contestó Obab tras de pensarlo un bote de lombrices. Sus paredes y la campanilla
poco-. Y luego las patas. Si supiera lo que me gusta suspendida junto a la puerta despedían un brillo
la gelatina... aceitoso.
-Pues Peklevánov es la cabeza, y Vershinin la Un maestro de escuela, acicalado como un
cola. figurín, pero con un sucio desgarrón en un hombro,
-¡Oh, eso no! Vershinin es el cuerpo. Y aún está iba y venía por el andén. Las despeinadas cabezas de
por ver si la cabeza es Peklevánov. Yo, Alexandr las señoritas, con una de las dos mejillas tumefactas,
Petróvich, no creo en los obreros, sobre todo en los de un tinte gris rosáceo, denunciaban la dureza de las
de nuestra región de Primorie. ¡Son unos borrachos, almohadas o quizá su ausencia y sus sustitución por
una chusma indecente! A mi entender, la fuerza un simple saco. ¡Polvo, suciedad, el sello de la huida
principal es el mujik, sólo que el muy canalla se ha por doquier!
estropeado a fuerza de mimos. Alexanclr Petróvich. -Otro telegrama, mi capitán -anunció un artillero.
Lo primero que necesita el mujik es un buen -¿De qué se trata? -exclamó Obab despertándose
vergajo. Ahí tiene usted al atamán Semiónov: ése no súbitamente-. ¿Del general Sajárov? ¿Dónde está?
se anda con chiquitas, ni con liberalismos, sino que Con cansina displicencia, el capitán Nezelásov
aplica lo de garrotazo y tente tieso. tabaleó sobre el azulado y tosco papel del mensaje.
-Verdaderamente, el atamán Semiónov tiene sus Como siempre, como en todas partes, números y más
cualidades... Por ejemplo, la energía… números en el telegrama. Las pupilas de Obab tenían
-Desde luego; en dos patadas... su habitual tinte borroso. "¿Temerá algo? Pues si
¡Otra vez los números! Eran como los postes de Obab teme, muy mal deben de andar nuestros
una empalizada o como las pértigas de un redil, asuntos."
destinadas a contener un rebaño loco. Bien estaba -Es del general Spasski -explicó Nezelásov-.
que aquel bruto de Obab anduviera en mitad de la Ordena que demos con el paradero del general
manada aguantando empujones, pero ¿y un hombre Sajárov. Ahora bien, ¿dónde se ha metido ese hijo de
dotado de individualidad y de talento? Allí estaba el perra? ¿Por qué se oculta? ¿No estará fraguando un
alférez Obab, ayudante del capitán Nezelásov, golpe de estado? ¿Se habrá ido con los bolcheviques?
tumbado en un camastro, semejante a un enorme y ¿Por dónde andará, Dios mío?
fofo número 8, con la pelada cabeza hundida en los -Eso es lo cierto.
desproporcionados hombros. ¿De dónde y para qué -¿Qué?
había venido? ¿Dónde le había visto por primera vez, -Pues lo de Dios -explicó se Obab-. Hay que
el capitán? ¿En el séquito del general Spasski? Sí, le encomendarse a algún Dios, y ésos nos miran como a
parecía que había sido allí. dioses.
-¡Exactamente! -¿Quiénes?
"¿Exactamente? -dudó Nezelásov-. En primer -Los refugiados.
lugar, ¿es cierto lo de los proyectiles? En segundo Nezelásov se asomó por el ventanuco.
lugar, ¿será verdad que Peklevánov ha huido a la La masa de refugiados, apiñada junto al tren,
taigá? Y, por último, ¿no es una fantasía la fuerza de contemplaba con embeleso el blindaje de los
Vershinin y de sus guerrilleros?" vagones. Un maestro de escuela, dé limpia gorra y
12 Vsiévolod V. Ivánov
astroso abrigo, sosteniendo cuidadosamente en su taigá, capitán -pronunció a modo de saludo y agregó
pequeña mano una gran tetera de aluminio, preguntó con sorna-: Se lo agradezco en el alma. Allí nos
meloso: encontraremos.
-Señor capitán, a muchos les intriga por qué, Nezelásov se dirigió a él en un tono punto menos
durante las maniobras en la vía, la locomotora está que implorante:
unas veces a la cabeza del convoy y otras veces en -¡Proyectiles, necesito proyectiles, excelencia!
medio de él. Atajóle el general:
Hay en los ojos del maestro tanta tristeza, que -Repito que allí nos encontraremos. A propósito,
parece que ésta, reflejada en la redonda panza de la capitán, ¿le han comunicado que se le ha concedido
tetera, vibra y se multiplica infinitas veces. ¡Tristeza un lote de tierras casi lindantes con las mías?
de hojalata! El capitán se compadece de él un -¿De tierras?
instante y le responde, exagerando la cortesía: -Sí, señor: le han otorgado doscientas cincuenta
-Es que, verá usted, señor maestro: tenemos un fanegas. Pero tengo prisa por llegar al Estado Mayor
maquinista nuevo, trasladado de un tren de del Extremo Oriente. Perdone usted...
mercancías. Como le falta hábito de conducir trenes Y, señalando los manchones de aceite de que
blindados, duda en muchas ocasiones y, llevado de estaba impregnado el uniforme del capitán, el general
sus viejas costumbres, coloca la máquina a la cabeza le lanzó una puntada con una risilla sardónica:
del tren. Sin embargo, es muy afecto a la causa de los -No conviene ponerse en evidencia con tanta
blancos y nunca nos traicionará. ¡Eh, Nikíforov, mancha, ¡ja, ja, ja! Tengo entendido que es usted de
déjate ver! origen plebeyo... En fin, no tiene importancia; ha
¡Es un gesto magnífico! Los refugiados mueven la sido una broma...
cabeza con satisfacción. Confían en la fuerza del
capitán Nezelásov; pero si, además, su fuerza se En el preciso instante en que Nezelásov se
multiplica por la fidelidad del nuevo maquinista, disponía a "mostrar su agradecimiento" a los obreros
tanto mejor. ¡Qué grato es contemplar un tren de los depósitos, que estaban fumando a la entrada,
blindado tan poderoso! ¡Cuánto acero, cuántos llegó el chino Sin Bin-U, que reconoció al capitán
cañones, cuánto estrépito y cuánto humo! ¡Qué pese a estar embadurnado de aceite. Sin Bin-U hizo
marciales son los artilleros y qué cortés el ademán de escabullirse, pero las sonrisas de los
comandante del tren, a quien, sin duda, le espera un trabajadores, quizá deliberadamente afectuosas, le
brillantísimo porvenir! detuvieron. El chino explicó furioso, indicando al
"Todo está muy bien -dijo Nezelásov para sus capitán con un movimiento de hombros:
adentros-. Pero ¿dónde se habrá metido ese miserable -Ella quelel matal a mí. Casa mía aquí estaba. Yo
general Sajárov?" caval tlinchelas en flente. Llego aquí, y no hay casa,
Y se le vinieron a la memoria la ciudad, la ni niños, ni mujer.
estación y un menestral de botas rojizas que, ebrio y -¿Te han acusado de insurrecto? -bromeó el
desgarbado, bailaba en la taberna cercana al depósito cerrajero Lijántsev, fornido y corpulento.
adonde Nezelásov, en compañía de Obab y del nuevo -Sí, sí. Ello insulección acusalme. Tiene mal
maquinista Nikíforov, fue para inspeccionar el tren. colazón. Necesita enfadalse.
El capitán le hizo una revisión completa; pasó por El viejo ferroviario Filónov, mostrándole un
entre las ruedas y hasta subió para acabar atadijo, respondió al chino:
exclamando sorprendido: -Te enfades o no te enfades, la vida hay que
-¡Qué buena reparación han hecho los muy pillos! tomarla como es. Dos semanas hace que intento
-Con arreglo a las instrucciones -comentó llevar esto a mi hijo y no me lo permiten... También
Nikíforov. lo han detenido como rebelde...
-Quisiera "darles las gracias". Tanta precisión me -Mía complendel tuya -exclamó el chino.
huele mal. ¿No habrán acondicionado tan bien el tren -Sería cosa de encontrarle algún trabajillo -sugirió
pensando que les va a servir a ellos? A lo mejor se Lijántsev.
les ha ocurrido: "En cuanto se descuide el capitán -Podríamos mandarlo al puerto, con los
Nezelásov, nos apoderamos de este armatoste y cargadores.
adivina quién te dio." -No, es mejor dejarlo con los cerrajeros -opinó en
Pero el general Sajárov le impidió "dar las voz baja Shurka, ayudante del maquinista Nikíforov-.
gracias" a los trabajadores. En un caminillo cercano Así le será más fácil irse con los guerrilleros...
al depósito apareció su coche. Nezelásov, después de No obstante, Lijántsev condujo al chino al puerto,
amenazar a los obreros con el puño, corrió solícito: pero también allí consideraron que le valdría más
-¡Excelencia, excelencia! escapar a las zonas de las guerrillas. Sin Bin-U tomó
El carruaje se detuvo y se oyó la voz impasible y el camino de la estación de Muklionka. Creían los
ronca del general: obreros que, por tratarse de un nudo ferroviario, los
-Me han dicho que ha accedido usted a ir a la guerrilleros atacarían precisamente aquella estación,
El tren blindado 14/69 13
auténtico defensor de Rusia. Todos los partidos Peklevánov la estrechó entre sus brazos:
políticos, excepto los bolcheviques, están dedicados a -¡Amada mía, vida mía, esposa mía!
lamer las botas a los invasores.
Su esposa, roja de indignación, hizo tintinear las Una noche oscura, a cosa de treinta verstas de la
pinzas sobre el azucarero: laguna de Kudrínskaia, Vershinin, acompañado de
-¡Te prohíbo que hables así! ¡Te lo prohíbo! unos cuantos campesinos, recorría, con un farol en la
-¡Y yo prohíbo que nuestra hija permanezca aquí! mano, una aldea incendiada por una expedición
En momentos de tanto peligro, su obligación es estar punitiva blanca. Uno de sus acompañantes, con
junto a él. ruidoso jadeo, arrastraba una ametralladora. Habían
-También tú deberías irte con él. expulsado a los enemigos hacía poco, y las huellas de
-A lo mejor me voy. los incendios estaban frescas: aún crepitaban,
La mujer, indignada, salió dando un portazo, chisporroteantes, los troncos de las paredes de las
mientras la hija, llorosa y conmovida, abrazó al isbas quemadas.
doctor. La madre, entreabriendo la puerta, les gritó: La luz del farol iluminó un cadáver que yacía
-¡Yo os maldigo! ¡A los dos! junto a la escuela, incendiada también. Oíanse en las
-Escucha, Masha... tinieblas los sollozos de los hijos de la maestra.
A Sotin le agradaba comprobar la fuerza de Vershinin volvió la cara y murmuró:
convicción de sus palabras; se complacía en ver que -¡Y yo que pensaba que la guerra pasaría de largo!
su hija y él eran buenos y honrados, que ayudarían a Ahí tenernos cómo ha pasado. "No queremos la
los demás a establecer una vida honrosa y tranquila. guerra." ¿Y quién la quiere? Los invasores, los
¡De ser necesario, no habría vacilado en ofrendar su guardias blancos y las bandas represivas. ¡Eh,
vida por semejantes ideales! mujiks! -y su voz tronó sobre las ruinas de la aldea-:
Las lágrimas brotaron de sus ojos: ¡Basta de lloriqueos! ¡Reuníos, aldeanos! Que cada
-¡Vete, Masha! ¡Vete con él! cual se lleve las armas que pueda, amigos.
- Pero, padre, ¿cómo voy a encontrarle? Además, Al amanecer, numerosos ancianos, delegados de
todo el mundo me conoce. Si la policía me vigila, diversos pueblos, acudieron al campamento de su
temo ponerla sobre su pista. guerrilla, que se había desplazado casi unas quince
-Coge unos cuantos anuncios y vete a los verstas hacia la laguna de Kudrínskaia. Como no
arrabales. Allí te pones a pegarlos. Donde más te cabían en la caseta de cazadores donde pensaban
increpen -pudieran llegar a golpearte-, da por seguro celebrar la asamblea, muchos se habían sentado en el
que Peklevánov no está lejos. Sus amigos te suelo, al pie de la ventana y de la puerta. Vershinin
reconocerán y te llevarán con él... Déjame que te se acercó a una tosca mesa de palos trenzados sobre
bendiga. Aunque soy ateo y esto de la bendición no la cual había extendido un mapa de la región el
me va, la costumbre es la costumbre. -Y, poniendo en estudiante Misha.
su voz toda la fuerza de que era capaz, exclamó -¿Hay representantes de todos los distritos? -
imperioso-: ¡Anda, vete en busca suya! Si fuera inquirió Vershinin haciendo una reverencia a los
menester, basta en la laguna de Kudrínskaia debes ir ancianos reunidos-. Esperamos de vosotros, nuestros
a buscarle. mayores, un consejo; y de vosotros, jóvenes, vuestra
Ya fuera por haber seguido los consejos del padre energía y vuestro esfuerzo.
o por cualquier otra circunstancia propicia, lo cierto -¡Quiere que le aconsejemos!
es que un día, en el preciso instante en que el reloj de -Pide nuestro esfuerzo…
los bomberos daba las ocho con una sonoridad -Sería cosa de hablar…
desusada, Masha batía el aldabón de la puerta del -¡Silencio!
tugurio en que se escondía Peklevánov. Oyéronse en Una vez que se callaron todos, el jefe guerrillero,
el zaguán unos pasos que ella conocía, y la puerta de entornando un ojo, volvió a dirigirse a los ancianos:
la casucha se entreabrió. -¡Ayudadnos, mujiks! Hay que salvar a Rusia.
-¿Por qué has venido, Masha? ¿Por qué? -Sí, desde luego... -asintieron, perezosos, los
La joven, amorosa y ligeramente enojada - viejos.
¡esperaba una acogida más afable!- contempló el Sus palabras eran sinceras, pero carentes de ardor.
rostro juvenil y pálido de su amado. Su mirada se Vershinin, encolerizado por tanta frialdad, enrojeció
detuvo después en las muñecas de él, donde y, apretando los dientes, rugió:
perduraban las huellas de los grilletes, y la -Sí, desde luego... Pero ¿no podríais responder
muchacha, entre sollozos, apoderándose de sus con más entusiasmo?
manos, balbució angustiada: -Ya hemos respondido, Nikita Egórich.
-¡Porque quiero estar contigo! ¡A la cárcel, a la -Vamos, Nikita Egórich.
clandestinidad, a presidio, a cualquier parte iría con -Nosotros, Nikita Egórich.
tal de estar a tu lado, Iliá! ¡Me iría incluso a -Hay muchos delegados de allí.
Kudrínskaia! Vershinin cogió una talega, sacó de ella un
16 Vsiévolod V. Ivánov
están?
Petrov llegó a rastras. El jefe guerrillero le miró Petrov, haciendo grandes aspavientos con los
interrogativamente. brazos, corrió hasta una vaguada en la que se habían
-Se han vuelto -declaró Petrov con un pesaroso reunido los guerrilleros al retirarse.
suspiro-. Han retrocedido. -¿Os dais cuenta, mujiks? Vershinin se ha puesto
-¿Por miedo a los fusiles? de pie bajo las balas, y vosotros, mientras tanto, os
-A los fusiles, no, Nikita Egórich. Fíjate en las refugiáis y os tendéis a la bartola en este barranco.
posiciones del general Sajárov... Sabed que ha dicho que va a morir por amor a
Vershinin miró con atención. vosotros. "Aquí voy a quedarme a pie firme hasta que
-Son cañones, Nikita Egórich. Cuando menos lo me maten los blancos." ¿No os dicen nada estas
pienses pueden tronar. palabras, por el amor de Dios?
-Verdaderamente, son cañones... -terció Misha Siguió una pausa hasta que, por fin, de entre la
con una sensación mezcla de respeto y de envidia. tropa guerrillera salió una voz grave:
Vershinin le atajó colérico: -Hemos hecho muy mal, muchachos.
-Cañones, cañones... ¿Qué tiene eso de particular? -Muy mal -le secundó otra voz al cabo de un
Y se encaró bruscamente con Petrov: breve silencio.
-Ve en busca de los mujiks y diles que... que los Petrov se acercó al que había dicho: "Muy mal", y
quiero como a hermanos... le susurró:
Tras de lo cual repitió, esta vez con cierta -Ha sido un acto feo y vergonzoso.
emoción: El mujik se levantó gritando:
-Diles que los quiero como a hermanos; que los -¡Me arrepiento y me avergüenzo de lo que hemos
quiero tanto, que ahora mismo voy a ponerme de pie hecho! ¿Cómo se me ocurriría seguiros, idiotas?
ante aquellas trincheras, ante aquellas alambradas, -Sí, pero ¿y los cañones?
aguantando el fuego de los fusiles y de los cañones. -¿Qué importan los cañones? -replicó el
Y que así permaneceré a pie firme hasta que regresen guerrillero-. Más me importa el peso que llevo en el
ellos o me mate el enemigo. Moriré por nuestra corazón. ¡Si matan a Vershinin, me sentiré
tierra, por Rusia. deshonrado para toda mi vida!
Petrov se retiró arrastrándose. Se hizo de nuevo el silencio, pero un silencio muy
Vershinin lió un cigarrillo y, dándole un par de distinto del anterior. Petrov, percatándose del cambio
chupadas, se lo entregó a Misha. que se había operado en los corazones, echó mano a
-No fumo, Nikita Egórich. ¿De veras que va usted su fusil:
a ponerse ahí de pie? -¡A formar!
-¿Y por qué no? Y los mujiks abandonaron la vaguada.
-No me entra en la cabeza. Prados. Colinas. ¡Qué hermosa era la zona de
-Ni falta que hace. Tú sigue ahí cuerpo a tierra, Kudrínskaia!
Misha, ¿En qué estás pensando? Las balas no llegaban hasta Vershinin o pasaba
-¿Yo? Pues estoy pensando en el porvenir y por encima de su cabeza.
recordando el pasado. ¿Sabe usted que es una De repente, el chino Sin Bin-U se levantó:
ocupación la mar de agradable? Y tengo ganas de -¡Imposible! Yo no podel tendido. Necesito
leer. ¿Quiere que le recite a Turguéniev de memoria, panelme a su lado.
Nikita Egórich? -Verdaderamente, da vergüenza, y me extraña mi
-¿Qué dices? cobardía -dijo también Misha levantándose.
-Si desea que le recite un libro. ¡La fila constaba ya de tres hombres!
-A ti te falta algún tornillo. ¿No te das cuenta de Los otros tres mujiks se aproximaron a rastras y
dónde estamos, Misha? también se alinearon.
Nikita Egórich incorporóse lentamente, se irguió Uno de ellos, observando la trayectoria de las
y, en silencio, se puso a contemplar las trincheras y balas, comunicó alborozado a Vershinin:
las colinas que se divisaban en lontananza. -Nikita Egórich, los soldados blancos no tiran a
Arreciaron los disparos de fusil procedentes de las darnos.
posiciones enemigas. -¡Bah, no sueñes!
-¡Qué lástima de prados, amigos! -exclamó -¡Por la santa cruz que sí!
Vershinin con un suspiro de tristeza-. ¡Qué hermosa Alguien razonó con gravedad:
hierba sin cortar! Da verdadera pena. Le llega a uno a - Puede que no tiren a dar; pero puede que no
la cintura, y parece que está pidiendo una guadaña... - sepan.
Poniéndose una mano a modo de visera, observó Cuando el tableteo de una ametralladora vino a
atentamente las posiciones de los blancos-. Pues si añadirse al fuego de fusilería, un mujik, dando con el
que son cañones. El general Sajárov es también codo a Vershinin, exclamó con alegría:
diligente, a su manera. -Fíjate: alguien viene arrastrándose desde las
El tren blindado 14/69 19
posiciones de los blancos. El muy truhán debe de ser provocar la cólera de Dios. Sentémonos antes de
un valiente; no se le pueden poner reparos. atacar.
Los mujiks aprestaron las armas, pero Vershinin Obedecieron todos.
ordenó en voz queda: Vershinin, el fusil entre las manos, repiqueteando
-¡Quietos! -Y después preguntó alzando el tono-: con los dedos sobre el cañón, explicó pesaroso a
¿Quién va? Okorok:
-Soy de los vuestros -sonó una voz entrecortada. -También aquí hay combatientes de tres al cuarto.
-Sois muchos los que decís lo mismo -replicó Ya lo ves: casi todos se rezagaron. Y luego se llaman
Vershinin poniendo el dedo en el gatillo-. Responde: bolcheviques.
la tierra... -Lo que aquí necesitáis es una célula, Nikita
La voz entrecortada iba aproximándose: Egórich -sugirió Vaska Okorok-. De haber tenido una
-Para el pueblo. célula, nadie hubiera retrocedido.
-Las fábricas... -¿Y de dónde quieres que saque yo esa célula?
-También. -Quizá pudiéramos formarla...
-La paz... -Ese es un asunto a consultar con Peklevánov.
-Sin anexiones ni contribuciones. Tiene mucha confianza en mí. "Ponte en campaña -
Vershinin bajó el fusil: me dijo-, porque toda la comarca está bajo tu
-Acércate. influencia." ¿La comarca? Me conformaría con un
De entre la hierba surgió Vaska Okorok con un distrito. Yo lo tomé por una incitación: "A ver si
camisote de un rojo desvaído. Llevaba en la mano consigues esa influencia." Y claro, tuve que
una gorra, también descolorida, con un ribete azul esforzarme por conseguirla. Lo curioso del caso es
cielo. Ensangrentado todo él, manteníase de rodillas, que no mandó ningún comisario conmigo. Es porque
como maravillado de verse a salvo. confía en mí, pero yo confío en él diez veces más.
-Quería fusilarme el general Sajárov, y yo... El jefe de la guerrilla arrancó un manojo de
-¿Fusilarte? ¿Por qué? hierba, la contempló largo rato, pensativo, y luego
-Porque soy el secretario del ciento veinticuatro preguntó a Vaska:
regimiento revolucionario y me infiltré en sus filas -¿De manera que el general Sajárov y todos sus
para sembrar en ellas la descomposición. altos oficiales están allí, en la colina?
-¿Dónde está tu regimiento? -Detrás de ella, en un blocao, Nikita Egórich, Si
-Conforme volvía del frente, todo el mundo se atacamos de flanco podríamos irrumpir en la
dispersó y se fue a su casa. Yo, en cambio, no tengo retaguardia del enemigo.
casa: como soy el secretario de un regimiento -Eso es lo que se me ha ocurrido a mí, camarada...
revolucionario, me la quemaron los blancos. Haced lo que haga yo.
-¿Sabes leer? Todos se levantaron al ver incorporarse al jefe,
-Leo y escribo para salir del paso. quien, humedeciéndose un dedo con la lengua lo
-¿Conoces la tabla de multiplicar? levantó en alto. Los restantes, sin la menor
-Bastante mal, Nikita Egórich. vacilación, le imitaron. Tan sólo el estudiante Misha
-¿Dónde has aprendido mi nombre? sintió un escrúpulo: "¿Voy a meterme en la boca un
-Me lo dijeron los muchachos a quienes habían dedo sucio?" Pero ¿qué remedio?
encargado que me fusilaran: "Aquel que está allí Sentáronse de nuevo. Vershinin preguntó:
desafiando las balas a pie firme no puede ser otro que -¿Os habéis dado cuenta de dónde sopla el viento?
Nikita Egórich Vershinin -me animaron-. ¡Anda, -A mí me daba en la espalda, Nikita Egórich -
huye!" Para guardar las formas dispararon muchas respondió diligente Okorok.
veces cuando me escapé, pero sólo me rozaron este -Un momento, amigo: ¿cómo te llamas?
carrillo. Míralo. -Vaska Okorok.
Silbaron balas. -¿Okorok? ¿Eres de la familia del cerdo?2
-¡Ay! -exclamó Vershinin-. ¡Valiente tirador! -Mi nombre y apellido son Vasili Okorótok. Pero
Otro fallo... los mozos se reían de mí: "¿Cómo te llamas
-¿Le han herido? Okorótok siendo tan largo?3. Pues mira, nosotros te
-Algo peor: me han destrozado una bota. A ver, acortaremos. En vez de Okorótok te vas a llamar
tira de ella. Okorok." Y así he acabado por llamarme Vasili
Vaska le descalzó, y alguien le vendó la herida. Okorok.
-Ya está todo el mundo aquí, Nikita Egórich. -Misha, ¿de dónde viene el viento?
El jefe se tornó hacia sus huestes. -A mí me pasa una cosa, Nikita Egórich: como
-Ya hace tiempo que debierais haber llegado. En tengo las espaldas humedecidas por la emoción, me
fin podemos sentarnos un poco1. No conviene pareció que soplaba de detrás.
1 2
Es costumbre antigua entre los rusos sentarse antes de Juego de palabras. Okorok significa «jamón». (N. del t.)
3
emprender un viaje. (N. del t.) Okorótok quiere decir «corto». (N. del t.)
20 Vsiévolod V. Ivánov
Los amplios pantalones bombachos, plisados, del El chino, en señal de aprobación, levantó hacia
tamaño de un costal de harina, le ceñían arriba el pulgar de la mano derecha.
estrechamente las rodillas a Vershinin, y su rostro, Pero, como no oyera la carcajada de los
lleno de pecas por efecto de los aires marinos, se guerrilleros que premiaba siempre sus observaciones,
fruncía como ensombrecido. añadió como entristecido:
Vaska Okorok, mirando soñoliento la barba de su -Muy mal, muy mal. -Y lanzó alrededor una
jefe, terció en la conversación, ni más ni menos que mirada de angustia.
si hablara de un pasatiempo: -¿Mal por qué? -le preguntó Okorok,
-En Rusia van a construir una nueva torre de -Porque va a llover -aclaró Vershinin el sentido de
Babel, Nikita Egórich. A nosotros nos dispersarán, las palabras del chino-. Tiene pena porque presiente
como dispersa el milano a los polluelos, para que la lluvia. ¡Adelante, muchachos, adelante!
llegue un día en que ni nos conozcamos los unos a El destacamento avanzó con mayor rapidez.
los otros. Te preguntaré: "¿Quieres un poco de Sin quitar la vista de las montañas, en espera
aguardiente, Nikita Egórich?, y tú saldrás siempre de ver aparecer los caballos, el jefe seguía
chapurrándome en japonés: "Tala-bala." Y Sin Bin- lentamente detrás de sus huestes.
U, mala pedrada le peguen, nos regalará el oído con Junto a la abrupta y rocosa orilla, el camino se
un ruso que ya quisieran hablarlo en Moscú. ¿Qué te interrumpía. De las peñas de ambas márgenes pendía
parece? un puente de ramas trenzadas. La enorme fuerza del
Vaska había trabajado en las minas de oro, y torrente iba a estrellarse sobre las piedras y rugía con
hablaba siempre en broma, como quien ha tempestuosas salpicaduras. La pasarela estaba
encontrado una pepita y no se da crédito a sí mismo húmeda y resbaladiza, pero los guerrilleros no
ni tampoco a los demás. Solía mover perezosamente titubearon un instante en cruzarla.
la azafranada y rizosa cabeza, y parecía extasiarse -Estos campesinos son valientes -suspiró
con la cálida y lenta brisa procedente del mar y con Vershinin-. Si me llegaran los caballos y los
la viva y nostálgica fragancia de la tierra y de los cañones...
árboles. -¡Y si te regalaran el tren blindado! -añadió
-¡Ay!, este calor no es de buen agüero -vaticinó Vaska.
Vershinin-. Creo que tendremos lluvia. -¿De qué te ríes?
Desde los bosques y las colinas, chapoteando, con -¿Cómo vamos a echarle la zarpa al tren, Nikita
apagado y cansino jadeo, desembocaban en los Egórich?
senderos torrentes de hombres, de ganado y de -Más difícil sería lo de tu torre de Babel.
carretas. Arriba, en las rocas, negreaban sombríos los -Ya, pero es que yo lo decía de broma.
cedros. El calor secaba los corazones como ramas -Pues yo lo digo en serio.
desgajadas de sus troncos, y los pies no encontraban -¿Lo de la torre de Babel, Nikita Egórich?
dónde posarse: diríase que andaban sobre ascuas. -No, lo del tren blindado.
A retaguardia resonaron disparos. -¡Caray!
Varios guerrilleros, rezagándose del grueso de la -Consigue los caballos, y después habla.
columna, se aprestaron a repeler la agresión. Una vez que dejaron atrás el puente suspendido,
Okorok sonrió con toda la cara: Vershinin sugirió:
-¡Qué risa durante la marcha! -¿Y si hiciéramos un alto?
-¿Qué sucedió? -inquirió Vershinin. Los mujiks se detuvieron a echar un cigarro.
-Pues que un gallo se puso a cacarear. ¡Los Sin embargo, no hicieron alto para descansar:
malditos se habían traído las aves de corral! Yo les tiempo habría después de atravesar la aldea de Davia,
dije: "Más vale que os las comáis, porque acabaréis internándose nuevamente en las montañas, para hacer
tirándolas." noche.
-Eso de ninguna manera. ¿Qué sería del hombre Junto a un pastizal, lindante con Davia, un
sin los animales? Perdería todo su peso. Todo el peso labriego descalzo, a lomos de un caballo rubicán, se
de su espíritu, quiero decir. acercó e informó a Vershinin:
Sin Bin-U alzó la voz: -Hemos tenido un combate aquí, Nikita Egórich.
-Los cosacos sel muy malos; los nipones muy -¿Con quién?
glanujas: toman mujeles y eso está mal. Cosacos -Los japoneses lucharon contra unos guerrilleros
mala gente. Los ojos de Lusia... en la propia aldea. Las cosas han salido a pedir de
Mordiéndose los labios, soltó un salivazo entre los boca. Entre todos rechazamos a los enemigos, pero
dientes, y su cara, color de oro en bruto, con ojos de hay que suponer que vuelvan mañana. Por eso, cada
pepitas de melón, estrechos y oblicuos, sonrió cual ha reunido sus cachivaches, y quisiéramos
complacida: marcharnos con vosotros a las montañas.
-Shango!6 -¿Qué guerrilleros eran ésos? ¿Quién los
mandaba?
6
«Muy bien».
26 Vsiévolod V. Ivánov
-¡Qué sé yo! Desde luego no parecían de nuestro disparó. El perrillo se arremolinó sobre sí mismo; se
distrito, pero también eran campesinos. Llevaban estiró luego, cual si se desperezase después de un
ametralladoras; ametralladoras estupendas; sueño, y quedó muerto.
tableteaban que era un primor. El viejo se rascó la cabeza intranquilo:
En la calle más ancha aparecían, dispersos por el -Fíjate, Nikita Egórich: ese perro se ha muerto de
suelo, carros volcados, cadáveres y reses muertas. pena. El hombre, en cambio, todo lo aguanta... Lo
Un japonés, con el cuello atravesado por una aguanta todo, Egórich. Dicen que un tren blindado va
bayoneta, yacía sobre un ruso al que le colgaba sobre a subir a las montañas, que lo destrozará todo y que
la mejilla, suspendido de un hilo, un ojo azul. Por la lo quemará todo.
guerrera, empapada en sangre, pululaban las moscas. -No le digas a la gente tales tonterías. Para subir a
Cuatro japoneses estaban tendidos junto a una las montañas se necesitan raíles.
valla, de cara al suelo, como avergonzados. Tenían El viejo escupió con rabia:
las nucas destrozadas. Trozos de piel, mezclados con -¡Sin necesidad de raíles subirá! Se han unido con
duros cabellos negros, se habían adherido a las los japoneses, y los japoneses, en compañía de los
espaldas de los pulcros uniformes, y las polainas americanos, todo lo pueden. Estamos perdidos,
amarillas, cuidadosamente lustradas, producían la Egórich. Perdidos sin remisión. La gente se pudre,
impresión de que los nipones se disponían a dar un igual que la cosecha bajo la lluvia... ¿Y ese capitán
paseo por las calles de Vladivostok. del tren blindado es de la familia del zar?
-Sería cosa de enterrarlos -insinuó Okorok-. Es -Déjate de bobadas, abuelo.
una vergüenza dejarlos así. -Cuentan que tiene muy malas pulgas, que mide
Los aldeanos iban cargando sus enseres en carros. más de dos metros y que lleva una barbaza...
Los chiquillos conducían el ganado. La expresión de A Vershinin le fastidiaba la charlatanería del
todos los rostros era la de siempre: tranquila y vejete; llamando al guerrillero de la mejilla vendada,
diligente. le dijo:
Correteando de una casa a otra, un perrillo blanco, -En el puesto de mando del general encontramos
que se había vuelto loco, saltaba y giraba algo de dinamita. ¿Sabes dónde está el puente del río
vertiginosamente entre los cadáveres. Muklionka?
Acercóse un anciano de rostro parecido a una -Tenemos poca experiencia de esas cosas, Nikita
vieja zalea gris: dijérase que los rodales rojos de las Egórich.
mejillas y de la frente correspondían a trozos de la -No contamos con nadie más. Llévate unos
piel en los que la lana se hubiera desprendido. cartuchos, y mientras el tren blindado anda por la
-¿Andáis enzarzados en la guerra? -preguntó a taigá, vuela el puente.
Vershinin con voz lastimera. Desde una colina se veía la carreta avanzar por el
-No hay más remedio, abuelo. prado. Iban en ella tres guerrilleros llevando sobre las
-Ya lo veo; la gente es un asco. Nunca se vio una rodillas un cajón de dinamita. Probablemente, desde
guerra tan repelente como ésta. Antes servíamos al allí divisaban ya el puente sobre el Muklionka, ¡Con
zar, pero ahora, ahí lo tienes: peleamos entre nosotros un par de centenares de carretas como aquélla se
mismos, el diablo que nos lleve. acabarían todas las penas! Los mujiks se habían
-Es igual que cuando estás mucho tiempo en llevado los caballos de las tropas de Sajárov, y
camino y de pronto se te estropea el carro, abuelo. ¡cualquiera los recuperaba! ¡Cuán útil era una bestia
Como estaba podrido desde hacía tiempo, hay que en aquellos momentos! ¡Qué valor había adquirido
hacer uno nuevo. cada una de ellas! Todo estaba clarísimo; pero el
-¿Eh? problema consistía en reunir caballos...
-Digo que la carreta del zar estaba podrida. -¡Nikita Egórich!
El viejo inclinó la cabeza, como atento a un ruido El que llegaba para informar era Vaska Okorok:
que se produjera bajo sus pies, y tornó a preguntar: -Camarada comandante, tropas americanas se
-¿Eh? No te entiendo... mueven en dirección a las antiguas posiciones del
-Digo que la carreta se ha roto. general Sajárov. Parece que acuden en su ayuda.
El anciano, accionando como quien se sacude las -¿Americanos? ¿Son muchos?
manos mojadas, murmuró: -Algo así como una compañía.
-Vamos, vamos... ¿Qué carretas son las de hoy? -Manda a su encuentro a la guerrilla de
Ha nacido el anticristo; no esperes, pues, carretas que Muklionka.
valgan nada. Acercáronse unos mozos, con el fusil en
Vershinin se llevó la mano a los riñones, donde bandolera, vociferando al son de un acordeón:
sentía un dolor mortecino, y lanzó una ojeada
alrededor. ¡Ay, mi tartana americana!
El chucho loco no cesaba de aullar. Soy una moza muy charlatana…
Un guerrillero, apuntándole con la carabina,
El tren blindado 14/69 27
podía faltar Sin Bin-U. Adelantóse un mujik picado -¿Os vais a poner a juzgarlo? Ya están
de viruela, que formaba parte del grupo que condenados.
acompañó al americano, y pronunció parsimonioso: -¡Menudos amos nos han salido!
-Te lo hemos traído, Nikita Egórich, porque tienes -¡Hay que apiolarlo! -resonó una voz-. ¡Apiolarlo
fama de hombre justo. Aquí lo juzgaréis. y dejarnos de tonterías!
-¿De qué pueblo eres? -le preguntó Okorok. -Quítate de en medio, Vaska, que a lo mejor te
-¿Quién? damos a ti.
- Te lo estoy preguntando a ti. No era Vaska hombre fácil de amedrentar. El
-¿A mí? Nuestra aldea se ha echado toda al americano se apretujó contra él, y Okorok se dirigió
campo… Se llama Pepino. ¿La habéis oído mentar? indignado a la multitud:
-¿No dicen que la han quemado? -¿Apiolarlo? Para matar a un hombre siempre
-Hasta los cimientos. Aquí ha quedado en pie el tendremos tiempo. Es muy fácil matar. Ya veis
campanario, mientras que allí ha ardido el pueblo cuántos cadáveres hay tirados por las calles de
entero. ¡Cochinos! -rugió asestando un puñetazo en nuestros pueblos. Pero ahora estamos de
la cara al americano; quiso repetir la suerte, pero enhorabuena, amiguitos: hemos ahorcado al general
Okorok le detuvo, y el mujík continuó-: Pues verás: Sajárov; hemos derrotado a los americanos; hemos
hace un rato nos encontramos en la carretera a unas destruido el puente del Muklionka y tenemos en una
mujeres que nos dijeron: "Por aquí andan haciendo trampa al tren blindado catorce-sesenta y nueve. De
de las suyas los mericanos, y nosotras les queremos manera que, apenas almorcemos y nos aticemos un
jugar alguna trastada." En fin, nos fuimos con ellas... trago de vodka, nos apoderaremos del tren con
El narrador estuvo tentado de escupir con asco, nuestras manos muy limpias. Viene a resultar que...
pero, echando una ojeada alrededor, se percató de debemos convencer a este cabrón americano,
que se hallaba en la torre de una iglesia, cosa que amiguitos...
hasta entonces no había advertido, se quitó el gorro, Las palabras de Vaska arrancaron una carcajada a
acercóse a los cabrios y escupió desde allí. Con el todos los presentes.
gorro en la mano, y mirando reverenciosamente a la Un mujik de cráneo pelado, salpicando saliva al
campana, el aldeano continuó su relato, lleno de hablar, gritó:
serena furia: -¡Por lo menos, abróchate esa bragueta, Vaska!
-Pues los mericamos iban en carretas..., ¡y -¡Anda, Vaska, haznos unos pucheritos!
llevaban leche en bidones de hojalata! Debe ser una En el tejado y en la escalera, los guerrilleros
gente la mar de chusca: vienen aquí en son de guerra comentaban entre sí:
y, como son tan finodos, toman chocolate con leche. -Este Vaska convence a cualquiera.
El americano, cuadrado militarmente ante -Hay quien hace entender a las mismas piedras, y
Vershinin, en quien debía ver a su juez, no le quitaba éste es un tío como hay pocos.
la vista de encima. -Aplende... -dijo con gravedad el chino.
Los guerrilleros iban agolpándose, y su cólera -¡Zúrrale! -resonó todavía alguna voz vindicativa.
crecía. Aumentaba en torno al prisionero el olor a La robusta Avdotia Steschénkova, recogiéndose la
tabaco y a sudor que exhalaban los mujiks. falda amarilla, se inclinó y dio con el hombro un
La tupida masa de cuerpos producía un calor que empujón al americano:
mareaba, y una cólera reconcentrada iba embargando -Aprende, tonto, que sólo queremos tu bien.
los corazones. El prisionero, mirando las barbudas caras
Levantóse un fuerte griterío: broncíneas de los mujiks y la bragueta desabrochada
-¿Qué están haciendo ahí? de Vaska, y oyendo aquella jerga incomprensible,
-¡A fusilar a ese canalla! contraía el rasurado rostro en una sonrisa que quería
-¡Hay que darle su merecido! ser obsequiosa.
-¡Acabar con él! Los mujiks, entre los que persistía la excitación,
-Y asunto concluido. daban vueltas alrededor de él, llevándole de un lado a
Intimidado por la algarabía, el americano se otro, como hoja arrastrada por la corriente y
encorvó y hundió la cabeza entre los hombros; pero gritándole todos a una, ni más ni menos que si le
esta actitud no hizo sino acrecentar la indignación de creyeran sordo.
los mujiks. El americano, parpadeando con frecuencia, cual si
-¡Van quemándolo todo, los granujas! le entrase humo en los ojos, levantaba la cabeza y
-¡Y dando órdenes por todas partes! sonreía, incapaz de entender una sola palabra.
-Ni que estuvieran en su casa... Okorok le habló a voz en grito:
-¿Para qué han venido aquí? -Cuando vayas allí, explícalo todo. Explícalo
-¿Quién los ha llamado? bien, porque lo que estáis haciendo tiene muy poca
-¡Dale un mojicón en los hocicos y tíralo de la gracia.
torre abajo! -¿Por qué os inmiscuís en nuestros asuntos?
El tren blindado 14/69 31
-¡Os obligan a luchar contra vuestros propios ¡Existe, existe esa palabra!
hermanos? Así diciendo, agitó alegremente los brazos, asió al
Vershinin pronunció con gravedad: americano de la guerrera, lo atrajo hacia sí y le gritó
-Como buena gente que sois, debéis comprender a quemarropa:
las cosas. Sois campesinos como nosotros, que -¡Escucha bien, muchacho!
labráis la tierra y vivís de vuestro trabajo. El japonés Y, elevando el tono más y más, silabeó la palabra
es distinto: no sabe más que comer arroz, y con él mágica:
hay que hablar de otra manera. -Le-e-e-nin... ¡LENIN!
Okorok se plantó delante del americano y, El nombre resonó como un trueno sobre el tejado,
atusándose el bigote, trató de darle una explicación: sobre la escalera, cubierta de guerrilleros, y sobre la
-Nosotros no nos dedicamos al pillaje, sino que plaza. Hombres, mujeres y niños levantaron las
imponemos el orden. Tal vez eso no lo sepáis allá cabezas hacia la torre, se asomaron a las tiendas,
lejos, al otro lado del mar; además, tu alma es de otra quedaron inmóviles sobre los caballos.
tierra... -¡LENIN!
-Muy bien dicho: es un hombre de otras tierras. -¿Lenin? -inquirió el americano muy quedo, cual
Intervino Sin Bin- U: si no reconociese su propia voz-. ¿Lenin?
-¿Hay olden en tu país? En mi China también se En torno suyo volvieron a agolparse los mujiks
necesita imponel olden. Pelo tu orden no lo con su olor a pan negro y a tabaco.
necesitamos aquí. -Lenin -repitió, recio y firme, Vaska; y sonrió
-¡Muy bien, muy bien, chino! como instintivamente, retrocediendo un poco.
-Ya lo veis: también éste es un hombre de otras El prisionero se estremeció de arriba abajo y,
tierras, y, sin embargo, sabe distinguir. fulgurantes los ojos, exclamó regocijado:
La algarabía arreciaba. El prisionero, mirando -That is a boy!10
impotente alrededor, dijo: Okorok se dio un golpe en el pecho y, repartiendo
-I dont understand!9 palmadas de contento sobre los hombros y las
Entre los guerrilleros se hizo el silencio, y Vaska espaldas de los guerrilleros allí reunidos, gritó:
Okorok lo aprovechó para dirigirse al americano: -¡La República Soviética!
-Tú no entender. No saber ruso. ¡Pobrecillo! El americano, tendiendo las manos hacia los
Los mujiks retrocedieron ligeramente. mujiks, contestó entusiasmado, con un
Vershinin se sintió un tanto confuso: estremecimiento nervioso en las mejillas:
-Lleváoslo, y que se incorpore a su convoy. ¿Para -Hurra, hurra! All right11.
qué vamos a rompernos la cabeza aquí con él? Rieron los guerrilleros alegremente:
Vaska, que disentía de su opinión, no cesaba de -Resulta que entiende, el muy ladino.
repetir: -¡Habrá granuja!
-¡Que no, ea! Tengo que hacer que me -Pues fíjate en Vaska: chamulla el americano.
comprenda. El asunto es encontrar la palabra... ¡Qué -A ver, Vaska, dile algo de sus burgueses...
pena que no haya a mano un cuaderno con dibujos!... Abriéndose paso entre la multitud, la mujeruca de
¡Traed un libro con dibujos, malditos diablos! la toquilla rosa llegó con un enorme icono, que había
-¿De qué iban a servirte los dibujos, Vaska? - encontrado abajo, en la iglesia. Por el camino iba
objetó la mujeruca de la toquilla rosa a la cabeza-. explicando:
Teníamos libros, pero todos estaban en ruso, y -Acaso sirva este cuadro. Aunque es religioso,
además os los habéis fumado. representa una escena santa.
-¡Acabará por comprenderme! Lo que se precisa Vaska cogió el icono y, sin titubear un instante,
es un libro... o una palabra... que... dijo embargado de júbilo:
El cautivo, apoyándose tan pronto en un pie como -¿Una escena santa? De santidad entendemos aquí
en otro, se balanceaba ligeramente. La angustia lo nuestro.
estremecía su rostro casi imperceptiblemente, como A renglón seguido se humedeció el dedo con
la brisa el heno. saliva y lo restregó por la inscripción para poder
Sin Bin-U se tendió en el suelo junto al americano leerla.
y, tapándose los ojos con la mano, entonó una El icono, de escaso valor pictórico, representaba
quejumbrosa canción china. una leyenda bíblica: Dios, para probar la fe de
- Esto es un verdadero martirio -entristecióse Abraham, le ordenó que sacrificase a su hijo Isaac. El
Vershinin-. No hay una palabra que consiga patriarca obedeció al instante y, colocando a su hijo
entender. sobre una pira de leña, le aplicó a la garganta la punta
-¡Sí que la hay! -afirmó Vaska pensativo e del cuchillo. El Señor, desde los cielos, contemplaba
irresoluto, no muy convencido de poder imprimir a la emocionado el acto del sacrificio. La imagen era
palabra en cuestión la suficiente claridad y fuerza-.
10
"¡Éste es un buen mozo!»
9 11
«No comprendo.» «Muy bien».
32 Vsiévolod V. Ivánov
Cuando Semiónov y Znóvob salieron, Masha correaje del japonés y dijo como compadecido:
exclamó como ofendida: -¡Eres un idiota, amiguito, un tonto de remate!
-¡Precedente! ¡Qué expresión tan estúpida! La lluvia, de una frialdad casi invernal, azotaba
-¿Por qué? una vez y otra los acalorados rostros de los dos.
-Porque da idea de un hombre del pasado. El japonés desapareció. En el jardincillo, una
-Bueno, ¿y qué tiene eso de ofensivo? Al hablar bandada de gorriones piaba a coro; dijérase que los
de un "hombre precedente", quiere decir que se trata unos animaban a los otros. Al contemplarlos, Znóbov
de un participante en la revolución anterior, o sea, en pensó en el japonés: de no haber ido solo, sino en
la de mil novecientos cinco. compañía de algún nipón más, acaso hubiera sido
-Pues mira, yo no lo entendí. posible entablar conversación.
-Semiónov habla de una manera enrevesada, pero ¡Pero uno solo no piaba!
es simple en sus hechos y en sus ideas.
-Quizá lleves razón. Ahora dime: ¿existe, a juicio La helada llovizna penetraba a través de la niebla.
tuyo, el centro paralelo? Iba disminuyendo la amplitud de las olas marinas.
-Eso se me había ocurrido antes. En uno u otro "Lo que son las cosas -pensó Nastásiushka
caso, es grato suponerlo, ¿verdad? Y, por supuesto, agarrándose a la borda de la barca-: unas simples
no cejar en el trabajo... Un momento: ¿qué es esto y cañaveras han bastado para aplacar el mar. ¿Traerán
quién lo ha traído? brújula los pescadores? No vayamos a desviarnos de
Peklevánov entornó los ojos y se inclinó. nuestra ruta."
Junto a una pata de la mesa había una botella de Cual si le hubiera adivinado el pensamiento, el
vodka semioculta por un mantel calado. pescador Sumkin le dijo:
-La trajo Semiónov. Y el salchichón, también. -De nuestro rumbo no nos apartamos; pero, a lo
-Pues las dos cosas son excelentes. que parece, patrullan por aquí muchas lanchas
Peklevánov cortó un trozo de embutido, se tomó japonesas. Quietos los remos, muchachos. Tenemos
un trago de vodka y, contemplando la pared, en la que orientarnos. . .
que pululaban las moscas, dijo: En medio de la niebla se oyó un lejano silbido.
-Bien... Un hombre precedente. Incorporóse Sumkin y silbó, a su vez. Instantes
Con una sonrisa de satisfacción, cogió un pliego después aparecía una piragua rápida y estrecha. La
de papel y, produciendo un ruidoso rasgueo con la tripulaba un anciano muy viejo, oculto por completo
pluma, se dedicó a redactar unas instrucciones para entre las redes, quien, agitando la mano, como quien
las unidades militares sublevadas. espanta a los mosquitos, profirió impasible:
Al salir del callejón y entrar en la calle, Znóvob se -Da la vuelta, Sumkin, y aconseja a los demás, si
tropezó, junto a una empalizada, con un soldado alguien viene, que se vuelvan también. A cada
japonés. cuarenta varas hay una chalupa. ¿Cómo vais a pasar?
Éste, tocado con una gorra de escarapela roja, -¿De modo que tendrá ella que tomar el ferrocarril
enfundadas las piernas en unas polainas amarillas, para entrar en la ciudad?
llevaba en las manos una fuente de porcelana -Creo que no habrá más remedio.
esmaltada. El nipón tenía la boca pequeña y dura y La barca puso rumbo a la desembocadura del río.
usaba un bigotillo ralo, semejante a un chorro de Camino de la estación, Nastásiushka y Sumkin se
hormigas. encontraron con Sin Bin-U, quien, con paso lento y
-¡Aguarda! -le gritó Znóbov asiéndole de una corto, llevaba a la espalda un gran saco de pipas de
manga. girasol.
El japonés se desprendió de un tirón y vociferó -¿Vas a la ciudad, chino?
enfadado: -No -respondió, jovial, Sin Bin-U-. Mía envial de
-¡Déjame en paz! nuevo a estación. Mía tenel que milal de nuevo tlen
Znóbov contrajo la cara y le remedó: blindado del capitán Nezelásov.
-¡Qué gruñón! Eres un cerdo. Me acerco a ti con -Un día de estos te ahorcan -bromeó Sumkin-, y
buenas intenciones, y tú me sueltas un gruñido. entonces si que vas a nidal bien.
¿Crees en Dios? -Tú no conocelme, y entonces no me aholcalán -
El japonés entornó los ojos y, por entre las corvas replicó el chino con su jovial sonrisa anterior-. Tú no
pestañas, lanzó a Znóbov una mirada de través, de conocelme.
hombro a hombro; trasladó luego la vista a las botas -Está bien, está bien, no te conoceremos -
y, al observar en ellas el barro amarillo y seco, arrugó prometió Nastásiushka-. Pero dime una cosa: ¿le han
los labios y carraspeó: llegado a Nikita Egórich los caballos para arrastrar
-Luso canalla, ¡vete! los cañones?
Y, apretando la fuente contra su cuerpo, siguió su -Caballos no. Dijo a mujiks que tendlán que lleval
camino sin apresurarse. cañones en las espaldas.
Znóbov contempló las brillantes hebillas del -Mal asunto.
38 Vsiévolod V. Ivánov
-Malo, malo -asintió el chino mostrando los cumplil las instlucciones, ¿veldad?
dientes con su alegre sonrisa-. Adiós. -¿Las instrucciones? Como te dé un mojicón en la
-Adiós. jeta vas a ver lo que son las instrucciones. Las
Aunque la estación estaba separada del mar por instrucciones son la ley, ¿te has enterado? Si no
las montañas y por la taigá, las brumas marinas y la cumple la ley, ¿adónde puede llegar el hombre? A
llovizna eran idénticas. El humo de los bosques, al derrocar al zar, a los mayores atropellos. Te he dicho
mezclarse con la neblina, comunicaba un aspecto que me eches dos vasos de pipas.
siniestro a los edificios de la estación, construidos de Sin Bin-U obedeció:
troncos, a los vagones del tren blindado y al -Dos. ¿Y dinelo?
sinnúmero de vagones de mercancías junto a los -¿Cómo? -rugió indignado Nikíforov.
cuales se arracimaban los refugiados. Vigilantes -Dame dinelo.
centinelas montaban guardia junto a unos convoyes -¿Tienes permiso para vender?
de largas plataformas cubiertas de lonas. Sin Bin-U -¿Pelmiso? No.
merodeaba por los alrededores. "Esas plataformas Nikíforov le amagó como para golpearle, pero, no
deben de llevar proyectiles -dedujo Nastásiushka-. obstante las amenazas de su imponente puño, el
De no ser así, ¿para qué iban a cubrirlas?" chino le siguió por toda la estación. Finalmente, el
Sumkin le hizo entrega de los atadijos que maquinista llamó a la guardia y sólo así logró que su
llevaban por equipaje, y Nastásiushka probó a perseguidor se retirase. Pero entonces se acercó al
introducirse en uno de los vagones de mercancías. La chino Shurka. Sin Bin-U le mostró la cesta de las
dama del abrigo de piel le preguntó: pipas, mas el ayudante del maquinista, mirándole de
-¿A qué se deberá que, apenas llegan nuestros hito en hito y absorto en un solo pensamiento,
trenes a una estación, aparece infaliblemente el tren susurró:
blindado? Y, por si fuera poco, los convoyes de -No necesito pipas, chino, ni es éste un momento
proyectiles. ¿Qué será de nosotros si, de buenas a para ocuparse de tal cosa. Escucha lo que voy a
primeras, se presenta Vershininy vuela todas estas decirte: ¡no quiero ni puedo servir a blancos! Debo
municiones? No sólo arderemos en el incendio de la irme con los guerrilleros.
taigá, sino que, por añadidura, estallaremos. El chino fingió ignorancia:
Nastásiushka vio venir, tambaleándose, al alférez -¿Quiénes guelillelos son?
Obab. "¡Va a reconocerme!" -pensó temerosa y se -No me vengas con monsergas, que te conozco.
cubrió el rostro con los atadijos-. "Los borrachos No pretendo escaparme, sino entregarme a los
tienen aguda la vista, y hay que ver lo alumbrado que guerrilleros con el tren blindado y todo.
viene ése." -El tlen sel del capitán. Tú sel ayudante del
La refugiada del abrigo de piel gritó a Obab: maquinista. No tienes delecho a entlegal el tlen.
-Señor alférez, ¿qué se sabe de Vershinin? Shurka habló atropellado, con pasión:
-Los americanos se lo han cargado -respondió la -¡Escucha, chino!, arrancamos ahora mismo.
voz ebria de Obab-. Vayan diciéndolo por ahí: a Como hay niebla, iremos despacio. Organizad algo
Vershinin lo han apiolado, y se acabaron para en la línea... Colocad, por ejemplo, un cadáver, o
siempre sus andanzas. Dentro de muy poco traerán el haced que alguien se mueva en la vía: un hombre o lo
cadáver al tren blindado. que sea... De acuerdo con las instrucciones...
-¿Conseguiremos verlo? El frío recelo de la desconfianza impedía que el
-No habrá tiempo, no. chino le creyese. Sin embargo, sobreponiéndose a sí
"¡Miente, miente!" -trataba Nastásiushka de mismo, clavó una inquisitiva mirada en el rostro
convencerse a sí misma. enardecido de Shurka. ¡No, no podía ser un traidor!
Aunque no quería entrar en el vagón, el gentío la En medio de las brumas y de la oscuridad reinante, el
arrastró hasta dentro, y el tren arrancó. alma del muchacho pugnaba por encontrar la luz. Sí,
Sin Bin-U continuaba deambulando por el andén se podía confiar en él.
con la cesta de pipas. Cogiendo un puñado, lo vertía -Tu maquinista gusta cumplil instlucciones,
poco a poco en la cesta, al tiempo que gritaba: ¿veldad?
-¡Pipas muy buenas tengo! Comple pipas, comple -Eso es, eso es. Poned un cadáver sobre los raíles.
pipas. Como maquinista de un tren de mercancías, al
Se le acercó Nikíforov, el maquinista del tren observar que hay un cuerpo en la vía, debe detenerse.
blindado, que iba en compañía de su ayudante Hasta ahora se atiene a las normas de los ferroviarios
Shurka. Nikíforov, sombrío y parsimonioso como civiles, ¿me has entendido?
siempre, abrió un bolsillo de su chaqueta y dijo al -No tenel cadável. No hay caballos. Velshinin no
chino: ha podido juntal caballos pala tilal de cañones. Hablá
-Échame dos vasos. que ponel un homble.
-¿Dos? ¡Aaah! Yo conocelte... ¿No eles -Bueno, pues un hombre.
Nikifolov? ¡Ah! Yo conocelte. Tú siemple amigo de - Tendlé que ponelme yo, ¿eh? Maquinista me
El tren blindado 14/69 39
conoce. Pensalá que bandidos han matado chino y Nezelásov muy afortunada, y más afortunada aún, su
necesitalá velme, ¿no te palece? propia ocurrencia respecto a Peklevánov. La ciudad,
-Muy bien, muy bien. novelera de por sí, se había hecho diez veces más
Nikíforov llevaba un buen rato dando voces para habladora por efecto del pánico de los últimos días.
llamar a su ayudante, y Shurka tuvo que musitar El bulo de que Vershinin era un traidor resultaría
aceleradamente: altamente útil: los adictos de Peklevánov serían
-En cuanto el maquinista asome la cabeza, te lo menos tozudos que hasta entonces, y eso permitiría a
cargas de un tiro, ¿entendido? Y yo fingiré que no sé Nezelásov ganar tiempo. Atraería a Vershinin a la
conducir la locomotora. línea del ferrocarril, le incitaría a atacar al tren
-¡Shurka! blindado, dispersaría sus bandas con fuego de
-¡Voy corriendo! ¿Me has comprendido, chino? artillería, y los mujiks, acusando del fracaso a su
Ponéis un hombre en la vía... caballería, le entregarían. Lo esencial estribaba en
Partiendo pipas con los dientes, el ayudante del impedir que los guerrilleros se acercasen a las
maquinista corrió hacia la locomotora. plataformas cargadas de proyectiles, no fuera a ser
que las volaran.
Nezelásov, en su departamento del tren, acogió al -¡Que emplacen ametralladoras en las plataformas
alférez Obab con una mirada furibunda: ¿qué donde van las municiones!
necesidad había de ir a cada momento a ver al -Me atrevo a comunicarle, mi capitán...
telegrafista si las noticias eran siempre las mismas? -Obab, me ha bajado usted la graduación, ¡ja, ja,
El alférez parecía borracho. No, era algo peor: estaba ja!
desconcertado. -Mi coronel, disponemos de pocas ametralladoras
Mientras se reacomodaba en el diván, Nezelásov y no conviene debilitar el tren blindado.
gruñía: -Menos conveniente sería que los guerrilleros
-¡Qué incomodidad! No hay manera de estar a hicieran estallar los convoyes de proyectiles.
gusto aquí tendido. Da miedo pensar la cantidad de Nezelásov observó complacido a los soldados que
gente que, en lo que va de guerra, se habrá tumbado emplazaban las ametralladoras en las plataformas.
en este diván. Acudió Obab:
-¿Me permite informarle? -Ya está cumplida su orden, mi coronel.
-Informe, amigo, informe... -¿La de las ametralladoras? Todavía no...
-Para apaciguar a los timoratos, mi coronel, estoy -Me refiero a la de los mujiks.
difundiendo el rumor de que a Vershinin lo han Los soldados hicieron entrar a tres aldeanos. Uno
matado y de que, de un momento a otro, van a traer de ellos, greñudo, barbudo, con cavernosa voz de
su cadáver a este tren. diácono, se arrojó aterrorizado a los pies de
-No es mala idea. ¿Se ha restablecido la Nezelásov. Los otros dos se mantuvieron serenos, y
comunicación telegráfica con la ciudad? Nezelásov ordenó a Obab, señalándole a ambos:
-Si, señor. -Que fusilen a esos dos, y que éste se venga
-Envíe dos telegramas: el primero, cifrado, al conmigo.
servicio de contraespionaje; y el segundo, sin cifrar, a Dicho esto, se llevó al mujik de las barbas. Obab,
Varia. El texto de este último me lo ha inspirado su pensativo, vio alejarse a su jefe, sacó la pitillera,
ocurrencia de usted: "Mantengo contacto con extrajo de ella un cigarrillo, dio unos golpes con la
Vershinin. Vershinin ha accedido denunciar paradero boquilla sobre la tapa y dijo a los mujiks, exhalando
de Peklevánov." un suspiro:
- Pero ¡eso no es verdad, mi coronel! -¡Ay, qué harto me tenéis! No recuerdo ya la
-¿Es mentira? gente que me habrá tocado matar.
-Mentira del principio al fin. En el departamento de Nezelásov, el mujik peludo
Nezelásov miró al techo, sentóse en el diván, y timorato parpadeaba presa de un miedo insensato.
encendió un cigarrillo y exclamó con aire soñador: El flamante coronel le preguntó:
-¡Qué gusto da soltarle el cabello a la novia de -Bien, ¿has comprendido de lo que se trata?
uno o hacerle la trenza! -No, excelencia.
-Ahora les ha dado a las mujeres por cortarse el Entró Obab abrochando la funda del revólver.
pelo -repuso Obab, embargado de una sensación de Nezelásov, mirando enojado al mujik, repitió su
temor. explicación:
-Precisamente, precisamente; ahora se cortan la -Te presentas a Vershinin y le das la consigna:
melena -repitió Nezelásov y, descargando un "¿Hay frambuesas en el huerto?", a lo que él te
puñetazo sobre la mesita, gritó-: ¡Que me traigan a responderá: "¡En el huerto, bayas!" Después le
algunos mujiks! Los necesito para los mismos fines explicas que Nezelásov tiene prisa. Que te diga
que el telegrama. cuanto antes dónde está Peklevánov. ¿Entendido?
La invención de Obab le había parecido a -No, señor.
40 Vsiévolod V. Ivánov
El aldeano seguía parpadeando embobado. reconocería por dictador; pero si llego con los
-¿No eres del pueblo de Pokróvskoie? -le proyectiles, no habrá quien no me obedezca.
interrogó, severo, Obab al tiempo que desabrochaba ¡Repórtese, Obab! Le propondré para la Cruz de San
la funda del revólver. Jorge. Ya es usted el teniente Obab. ¡El capitán
-Sí, señor. Obab! No crea que no le entiendo: lo que usted
-¿Me conoces? propone es dejar los proyectiles cerca de las tierras
-Creo que no, señoría. que me ha donado el Gobierno del Extremo Oriente y
-Obab. de las que luego me he apropiado yo mismo: me
-¿El hijo del tendero Obab? refiero a la hacienda del general Sajárov. De buena
-Del tendero no; del comerciante. Pues bien, a ver gana me dedicaría a recorrer estas tierras mías, pero
si te enteras de una vez, alma de cántaro: Vershinin la ciudad es la ciudad, el mar el mar, y, ¿qué gloria se
fue el que os traicionó y me llevó a mí para que puede alcanzar sin poseer la zona marítima? ¡Me
prendiera fuego a la aldea. ¿Está claro? abriré paso hasta el océano! Y todo el que se niegue a
-¡Dios mío! obedecerme, ¡al paredón, al paredón con él! ¡Yo soy
-Vershinin es un traidor. ¿Lo comprendes? el dictador! ¡Estoy salvando a Rusia! ¡Yo!...
-Claro que sí. ¡Oh, santo Dios! Llevándose las manos a la cabeza, se tambaleó.
Obab se asomó por el ventanuco y ordenó al Obab le sostuvo y le ayudó a sentarse en el diván.
centinela: "¡Por si fuera poco, es epiléptico!", pensó.
-A este mujik hay que dejarlo en libertad. Tenéis -En seguida se le pasará, mi coronel.
la costumbre de permitir el paso a algunos y Le dio a beber agua. Nezelásov, entre trago y
aplicarles después la ley de fugas. Advierte a los trago, profería con un hilo de voz:
demás para que no ocurra tal cosa. -¿Existe otro mundo radiante, tranquilo y alegre,
El lugareño de las barbas corrió alocado por el distinto de estas paredes hediondas y desconchadas,
andén. Los oficiales, viéndole huir de aquella de las caras obtusas de los artilleros, del vodka y de
manera, intercambiaron una mirada y se echaron a la perversión? Y, si existe, ¿dónde está? ¿Por qué no
reír. veo más que tinieblas y monotonía alrededor? ¿Por
-No creen lo que es verdad, y en cambio los qué todo es gris, horrible, y por qué hasta la sangre
convence siempre la mentira -comentó Nezelásov-. parece gris?
Cierto que este infundio no descuella por su agudeza, Como para airearse, asomóse al ventanuco.
pero contiene su poquito de intriga. -¡Oh, qué mal me siento, Obab! ¿Ve usted al
Dando en el suelo unas patadas de impaciencia, chino sentado allí?
cogió la pitillera de Obab, la abrió y la cerró Así diciendo, se quitó la sortija y se la dio:
maquinalmente y, por último, echó mano al idolillo -¡Necesito cocaína! -abrió los ojos-.¡Pronto, le
de bronce y le dio un golpe con la pitillera en la espero!... Ansío tranquilidad; un sosiego, por
panza. Le ardía el rostro, y todo su cuerpo temblaba. pequeño que sea.
-Cuando Versliinin se entere de que se le tilda de Sobre el andén de la estación, junto a su cesta de
traidor, creo que procurará atacar el punto más pipas, seguía sentado Sin Bin-U.
importante. ¿Cuál es el punto principal, en su
opinión? ¡El Muklionka! Es decir, el puente de ese Los vagones de mercancías, por más que sufrieran
río. Ya pretendió una vez volarlo, aunque fracasó, y mil traqueteos, bandazos y tirones, avanzaban con
ahora lanzará sobre aquella zona todas sus fuerzas: bastante rapidez.
irá él en persona, llevando la artillería capturada al ¡Ay, si no hubiera sido por aquellos horribles
general Sajárov. Por fortuna dispone de pocos pensamientos sobre su esposo, qué a gusto hubiera
proyectiles, y sus cañones no podrán disparar mucho estado Nastásiushka! Se consolaba recordando
tiempo. ¿Qué opina usted de mis cálculos, Obab? cuánto mentían los evacuados. De fijo que la muerte
-Acertadísimos, mi coronel. de Vershinin era también un infundio.
-Pues entonces, ordene que el tren blindado salga Una de las que más se distinguían por sus bulos
con dirección al puente del Muklionka. era una anciana de pelo gris y nariz aguileña, tocada
-¿Y los convoyes de proyectiles, mi coronel? con un ancho sombrero y cubierta con un velo.
-Detrás de nosotros. Nastásiushka, cada vez más apegada a ella, la
Obab se desconcertó. contemplaba afablemente, boquiabierta; y la
-¿Pasa algo? -le preguntó Nezelásov. vejancona, fulgurantes los ojos, repintada la cara de
-Con esta niebla, acaso sea peligroso. Quizá nos colorete, peroraba sin cesar. Al decir de ella, los
valiera más no mover esos trenes. militares sublevados hacía tiempo que se habían
-¿Y dejarlos en la estación? ¿Y si, de buenas a apoderado de Moscú; en Crimea estaban de nuevo
primeras, Dios nos libre, los guerrilleros interceptan los aliados con el ejército de Wrangel; y Ucrania
las comunicaciones y nos quedamos sin granadas? había vuelto a caer en manos de Petliura.
De volver a la ciudad sin ellas; no todo el mundo me El tren se detuvo súbitamente.
El tren blindado 14/69 41
Nikita Vershinin, corpulento, robusto, con la Terminó el mitin y se acordó, sin esperar a que
majestad de un caballo encabritado, gritaba desde un llegase la artillería, probablemente atascada en los
tocón: barrizales de los campos, asediar la vía y contener al
-¡Lo principal es resistir! Pronto vendrá el enemigo como fuera.
ejército... el ejército soviético. ¡Y tú no permitas que Una vez más, cual si hubiera estado esperando el
te quiten la tierra, anciano! acuerdo de la reunión, emergió la niebla de los
Con la misma ansiedad con que el pez caído en la pantanos adyacentes al río y, a ras del suelo, avanzó
red busca un resquicio para salvarse, los congregados hacia los mujiks y hacia el camino.
parecieron encontrar su salvación en una sola -¿Dónde estará la maldita vía? La niebla la ha
palabra: ocultado por completo.
-¡No-o-o! -Allí se ve, Nikita Egórich -señaló Vaska Okorok
Diríase que la rotunda exclamación iba a producir hacia unos mimbrales.
de un momento a otro un estallido incontenible, -Pues yo no veo nada. Y vuestro chino tampoco
como un tirón. aparece por ninguna parte.
En esto, un hombrecillo picado de viruela, con Vershinin se detuvo:
una camisa de seda color frambuesa, llevóse ambas -¡Abrámov, Miátij y Beslov, venid aquí!
manos al vientre y expresó su conformidad con un Los tres requeridos se presentaron.
grito estridente: Chapoteaban las botas sobre la tierra mojada.
-¡Yo creo porque es verdad! Desfilaban los guerrilleros. A uno se le ocurrió
-Porque Petrogrado está con nosotros... ¡No silbar: "¡Ay, mi tartana americana!", y el jefe le gritó
podrán vencernos los de tierras extrañas! Nada hay enojado:
que temer… ¿Qué es para nosotros un japonés? En -¡Silencio! Tendréis tiempo de silbar cuando os
dos patadas lo echamos. apoderéis del tren. -Y, dirigiéndose a los tres
-¡Muy bien, muchacho, muy bien! -chilló el guerrilleros que antes llamara, les ordenó-: Vosotros
hombrecillo. también saldréis para la ciudad a tomar contacto con
La densa, sudorosa y multitudinaria reunión Peklevánov. Los otros han podido no llegar… Vaska,
secundó su grito: explícales en qué consiste su misión.
-¡Muy bien! Reacomodándose la correa del fusil sobre el
-¡No lo permitiremos! hombro, se puso al frente de las tropas.
-¡No-o! Por fin se presentó ante sus ojos el terraplén del
-¡O-o-o! ferrocarril, elevado sobre las inmensas praderas.
-¡O-o-o! Por lo demás, los campos no se distinguían, ni
El hombrecillo de la camisa color frambuesa tampoco la taigá ni las montañas. Todo ello estaba
agarró a Vershinin por el faldón de la pelliza y, envuelto en la tupida niebla.
llevándoselo aparte, musitó misteriosamente: Sin embargo, en la cima del terraplén la
-Te entiendo muy bien. Tú me crees tonto de nubosidad parecía un tanto menos densa.
remate. Pues bien: mi consejo es que les metas una Por la vía, haciendo aspavientos con los brazos,
idea en la cabeza. En cuanto te crean, irán a donde vieron venir al chino Sin Bin-U.
quieras... Lo principal es inspirar confianza... ¿y la -¡Velshinin! ¡Nikita Ególich, Nikita Ególich!
Internacional? No le llegó respuesta alguna. Entre la neblina,
Hizo un guiño malicioso y agregó en voz más pasó volando un ave que no tardó en ocultarse.
baja todavía: El chino prosiguió su carrera por el terraplén
-La consigna para arrastrarlos debe ser muy llamando a Vershinin.
simple. Por ejemplo, "la tierra". Una palabra mágica. A la postre oyó una voz lejana:
-Estoy harto de buenas consignas. -¡Eh! ¿Eres Sin Bin-U?
-Te equivocas. Sólo esas consignas son las que te -¡Sí, sí!
han valido y te valdrán. Procura inculcarles tu idea. -¡Acércate!
Luego, lo que no les haga falta puedes ocultárselo... El chino descendió de la vía y corrió hacía los
Así fue siempre y así será. Ya sabes que cierta gente matorrales desde los que le llamara Vershinin.
necesita patrones colosales. Hay pillo que se niega a -¡Fijaos, mujiks, ha vuelto el chino!
medirte con el palmo y se empeña en aplicar la -Pues es verdad.
versta. Pues bien: déjalos que la apliquen, que midan -¿No ha conseguido Nezelásov pasar todavia, Sin
a su antojo... Como tú conoces tu medida... ¡ja, ja, ja! Bin-U? -inquirió Vershinin.
El vejete dio a Vershinin una palmada en el -No pasó. Capitán Nezelásov estal en estación.
hombro, ni más ni menos que si se conocieran de Quiele colel mucho con su tlen, pelo no puede.
toda la vida. -¿Por qué?
A Nikita Egórich se le contraía el cuerpo. Ardía -Polque niebla no pelmite. Imposible colel más.
de calor. Le estolban tlenes de municiones.
El tren blindado 14/69 43
-¿Quieres decir que los convoyes de proyectiles -Maquinista lespeta instlucciones -intervino Sin
no le dejan avanzar más? Bin-U.
-Eso mismo. -Según las normas vigentes para los maquinistas
Los guerrilleros rodearon al chino, se lo llevaron de los trenes de mercancías y pasajeros -explicó
hasta una vaguada cercana a la vía, y Misha el Misha-, cuando se observa que hay un hombre en la
estudiante procedió a explicar (a sí mismo y a sus vía...
compañeros) las palabras del recién llegado: Sin Bin-U afirmó convencido:
-Eso no tiene nada de particular, ciudadanos. Un -Maquinista debe palal tlen con toda segulidad.
hombre a medio instruir es más bruto que un Shulka, su ayudante, también me lo dijo: es segulo
analfabeto. Cualquier minucia técnica que aprende, que detendlá el tlen.
por insignificante que sea, le parece una revelación Vershinin, tras una breve pausa, profirió:
fantástica. El maquinista del tren blindado... ¿cómo -¡Qué raro! No me entra en la cabeza.
se llama? -¿Tú sabes tilal bien, Nikita Ególich?
-Su apelido es Nikífolov. -Si.
-Pues el tal Nikíforov, en una palabra, es un -Si un homble está tendido en vía, el maquinista
pedante… saca la cabeza pol la ventana pala vel qué es lo que
Vershinin interrumpió a Misha: hay en Iaíles. Entonces, tú le metes una bala en un
-Se oyen silbidos. El tren blindado viene hacia ojo...
acá. -¿Y si colocáramos unos cuantos troncos
-¿Qué dice usted, Nikita Egórich? Ha sido una atravesados en la vía? -sugirió Vershinin.
figuración suya. Todo está en silencio. Se aproxima -Son capaces de barrerlos a cañonazos y de
el crepúsculo, y con la oscuridad seria más fácil estropear los raíles.
apoderarse del tren. -Ya los arreglaríamos.
-¿Más fácil? ¿Por qué? Mientras tanto, entre las montañas de la taigá, a
El estudiante ignoraba por qué. Vershinin dijo con cosa de diez o quince verstas del lugar en que
un suspiro: discutían los guerrilleros, el tren blindado avanzaba
-Necesito acecharle junto al puente del lentamente, silbando a cada momento, a causa de la
Muklionka: pero, a decir verdad, no es nada fácil. niebla.
Podría retener acosado al tren si dispusiera de El maquinista Nikíforov y su ayudante Shurka
cañones, pero ¿dónde están? Vergüenza da pensarlo: iban fumando. El primero de los dos, que lanzaba
no puedo reunir los caballos que necesito. frecuentes ojeadas por la mirilla, dijo:
-Con semejante barro, Nikita Egórich, no habría -Eres un imbécil, Shurka. Todavía no has
bestia que diera un paso. Nuestra tierra es muy aprendido el oficio, mientras que yo lo aprendí sin
jugosa, y así se explica la afición de los señores por subir a una máquina. ¡Oh, cuánto enseña la tierra!
ella. -Viene a resultar, Iván Semiónich, que la
Vershinin, después de dar algunos pasos a lo largo instrucción, incluso la que da la tierra, tiene aspectos
del terraplén, se detuvo: muy distintos.
-Ni un roce, ni un rumor, ni un silbido. Ni se oye -¡A callar! Mi padre tenía cien fanegas de tierra y
ni se ve nada. El capitán Nezelásov debe estar muchos braceros... Por eso, cuando los bolcheviques
dormido y soñando con su novia... Vaska, ¿tienes me quitaron mi hacienda, violaron la ley, que yo
novia tú? respeto tanto como a Dios. ¿Qué es aquello que se ve
-No, Nikita Egórich. a lo lejos?
-¿Y tú, Misha? Shurka aplicó el ojo a la mirilla.
-Por supuesto que sí. -¿Qué ves?
-Tss... -Yo nada más que la niebla.
Todos aguzaron el oído. -Fíjate bien.
-No, no parece oírse nada. ¿Qué hacemos, Nikita -Esté tranquilo, señor maquinista.
Egórich? ¿Talamos árboles para interceptar la vía? -Muy fino te veo hoy, so granuja. Tanta
-Aguarda un poco... Seis por siete, cuarenta y cumplimentería me da mala espina.
siete. Otra vez he metido la pata. ¿Cuántos son seis -Es que hoy, señor maquinista, estoy muy amable
por siete, Misha? con todo el mundo. Al señor Obab le he regalado un
-Cuarenta y dos -respondió el estudiante, sin dejar perrillo.
de pensar en lo que le preocupaba-. Nikita Egórich: -¿Qué?
haces mal en desdeñar lo que dice el chino. Para mí -Cuando iba a arrancar el tren, me encontré un
que tiene mucho sentido. perrillo abandonado en el andén, y se me ocurrió
-¿A qué te refieres? regalárselo al señor alférez para ver si se acuerda de
-A las instrucciones. mí cuando quede vacante el puesto de maquinista.
-¿Qué tiene eso que ver? -Muy suelto de la lengua estás, necio. A ver si te
44 Vsiévolod V. Ivánov
Pasaremos; nos abriremos paso sin falta... Pero usted toda la vida... ¿Qué pensé? Resulta que me
dese prisa... Sea como sea... equivoqué... Semejante equivocación está bien a la
El fogonero, señalando con un dedo a las hora de morirse... Pero yo tengo treinta años, Obab.
tinieblas, preguntó: Treinta años, y una novia que se llama Várenka... Sus
-¿Ven ustedes aquello... junto a la línea roja? uñas son de color de rosa, Obab...
Nezelásov miró a los ojos del maquinista, negros Las ideas del alférez, bastas como la punta de la
de humo, y su imaginación calenturienta le hizo bota de un soldado americano, se dispersaron
concebir disparatados pensamientos sobre la "línea confusas. Obab se retiró a su departamento, cogió un
roja": al traspasarla estallaría la locomotora; se cigarro y, aun antes de encenderlo, se puso a escupir:
volvería loca... al principio, en el suelo; después en el cristal de la
-Todos nosotros..., sí..., con la locomotora... ventana, en las paredes y hasta en la manta; y cuando
Había un desagradable tufo de carbón y de aceite. se le secó por completo la boca, sentóse en el
Venían se a la memoria del coronel los obreros camastro y posó la vidriosa mirada, en el húmedo
amotinados. ovillo viviente que aullaba en el suelo.
De repente, Nezelásov abandonó la máquina -¡Lombriz! ¡Cómo se da cuenta de la suerte que le
como una exhalación y corrió por los vagones espera!
vociferando:
-¡Fuego, fuego! Misha se acercó nuevamente a Vershinin para
Apretándose los correajes, los soldados se decirle:
apostaron junto a las ametralladoras y dispararon en -Nikita Egórich, le ruego una vez más que me
la oscuridad. La rutina de su acción les daba náuseas. oiga. Hace ya un rato que vengo hablando con el
Apareció Obab, carnosos los labios, sudorosa la chino. Dice que en la estación se enteró de que el
frente, preguntando una y otra vez lo mismo: maquinista del tren es nuevo y hasta hace poco
-¿Nos atacan, nos atacan? trabajó en trenes de pasajeros y de mercancías.
Nezelásov le ordenó: -Acaba pronto.
-¡Apártate! -Resulta que, según las instrucciones vigentes
- Explíquese, coronel... para el tráfico ferroviario civil, el maquinista viene
Todo corría y gritaba en el tren: los objetos y los obligado a detener el tren si ve sobre los rieles un
hombres. El perrillo gris aceleró también sus aullidos cuerpo de hombre o animal.
en el departamento del alférez. -Eso suponiendo que lo vea desde lejos. Pero ¿y si
El coronel daba rápidas chupadas al cigarrillo: está cerca?
"-¡Idos... al diablo! Comed... todo lo que queráis... -¿Si está cerca? Entonces debe acelerar la marcha,
Sin vosotros nos arreglaremos. -Y gritó a voz en para pasar sobre el cuerpo sin correr peligro, y
cuello-: ¡Al-fé-rez! después parar el convoy y levantar acta de lo
-A sus órdenes –respondió Obab-. ¿Qué necesita? sucedido.
-Nos abriremos paso... Digo que nos abriremos -¿Levantar acta? ¡ja, ja, ja! Como para actas están
paso… ahora ésos.
-Está clarísimo. Nada nos falta... -Tenga por seguro que detiene el tren. El
El coronel bajó el tono: maquinista es de una cerrazón...
-Nada ¡Lo hemos perdido todo! No nos queda más que un-Por balancín…No tenemos
nada del mundo ni platillos para la balanza ni pesas.
lo detendrá.
-Ya me encargaré yo... -Espera un poco, Vaska -prosiguió decididamente
Nezelásov se metió en su departamento, Vershinin-. Escúchame con atención, Misha. ¿Y si en
farfullando: los raíles hay un cadáver? ¡Oídme también vosotros,
-Pues... La tierra está ahí..., más allá de las mujiks! En el tren blindado se atienen a reglas
ventanas… De momento... ella... le maldice a usted, antiguas. Son las normas viejas las que rigen. Según
¿verdad? esas normas, resulta que si un maquinista ve un
-¿A qué me viene con tales desvaríos? Me gustan cadáver en la vía tiene que parar el tren... Vamos a
muy poco. Sea más breve. ver, amigos, ¿quién será capaz de ponerse sobre los
-Alférez: somos cadáveres... del mañana. Usted, y raíles para que...? Ha de saberse que el peligro es
yo, y todos los que vamos en el tren no pasamos de grande... El tren viene a la carrera, y hay que
ser polvo... Hoy asistimos a un entierro, y mañana... aguantar el tirón... Sólo que, a mi entender, el
traen la pala para nosotros. Así es el mundo. maquinista conseguirá detener el convoy. En cuanto
-Tendría usted que ponerse en cura. lo detenga y asome la cabeza para observar la vía,
Nezelásov se llegó hasta Obab y, aspirando tengo que meterle una bala en un ojo como si se
ansiosamente el aire, musitó: tratase de una ardilla. Lo más seguro es que se
-El acero no se repara; hay que fundirlo de parará, porque no va a cortar en dos el cuerpo de un
nuevo... Este acero se mueve si... si funciona... Pero hombre... A ver, camaradas...
si está enmohecido... Yo pensé toda mi vida, y para Después de un silencio momentáneo, algunos
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de las traviesas; apartóse de ellas y, balanceándose, -¿Que la pare? Ahora vas a ver cómo la paro. –Y
elevóse sobre los raíles, tras de lo cual se volvió le asestó otro puñetazo con toda su fuerza.
hacia sus compañeros. Shurka, aturdido, retrocedió hasta la puerta. Pero,
De entre la maleza asomaron la cara los silentes recobrándose pronto y llevándose las manos a la
mujiks, con ojos ávidos y expectantes. cabeza, gritó frenético:
Sin Bin-U se tendió. -¡Lo has matado!
Pero se levantó de nuevo, y varios centenares de -¿A quién? ¿Dónde? -murmuraba desconcertado
cabezas estremecieron los arbustos y se tornaron el maquinista.
hacia él. -¡Ahí, ahí! ¡Has destrozado a un hombre, canalla!
El chino volvió a tenderse. Nikíforov quedó confuso. Shurka, agarrándole del
Un hombrecillo encorvado, de barba rubia, le cuello, le arrastró hasta la puerta y la abrió con un
gritó: esfuerzo ímprobo:
-Échame la cantimplora, hombre. Y también -¡Míralo!
podrías dejarme el revólver. ¿Para qué los necesitas Resonaron, uno tras otro, dos disparos.
ya? ¿Eh? A mí, en cambio, pueden hacerme falta... El maquinista Nikíforov cerró la puerta y se
Sin Bin-U, sin levantar la cabeza, volteó la mano desplomó.
con el revólver, cual si se dispusiera a arrojarlo a los El tren continuaba su marcha.
matorrales, pero, de pronto, se disparó un tiro en la También Shurka estaba gravemente herido. No
sien. obstante, reuniendo las últimas fuerzas, se arrastró
Su cuerpo quedó estrechamente apretado contra hasta la palanca.
los raíles. La locomotora sufrió una sacudida y paró en seco.
Los pinares expelieron de su seno al tren -Estamos copados -sentenció Obab-. Se acabó, mi
blindado. Era gris, cuadrangular; las pupilas de la coronel. Conozco de sobra a los mujiks.
locomotora refulgían con destellos de un escarlata -¿Cómo, cómo? ¿Por qué se acabó?
siniestro. El cielo se tapizó de un verdín grisáceo; los -Porque sí.
árboles eran pañuelos azules tendidos en el campo. -Escuche -dijo Nezelásov tirando de las dos
El cadáver del chino Sin Bin-U, fuertemente mangas de Obab con ánimo de atraerlo hacia sí.
apretado contra el suelo, oía el trepidante chirrido de Obab se volvió, escurriendo el bulto como quien
los raíles... esconde el forro raído de su chaqueta.
Shurka, el ayudante del maquinista, había pegado -¿Están disparando? ¿Serán los guerrilleros?
los ojos a la mirilla. Nikíforov, contemplando irritado -Escúcheme...
sus redondos carrillos, pálidos de temor, le preguntó: Tenía Obab los párpados hinchados y húmedos
-¿Qué miras? ¿Está libre la vía, o ves algo? por efecto del calor, y sus ojos vidriosos, semejantes
-Yo diría que es un caballo... o quizás un becerro, a dos puñaladas en un pedazo de trapo, tenían
señor maquinista. -De pronto, apartándose de la borrosa la mirada.
mirilla, exclamó azorado-: ¡Es un hombre! Tendido -¿Es que no merezco un lugar... entre la gente,
sobre los raíles, agita las manos. Probablemente Obab? Compréndame... Necesito... recibir carta.
estará herido. Carta de mi casa...
-¡Acelera la marcha! El alférez repuso, ronco:
-¿Que acelere, señor maquinista? Según las -Es hora de dormir; apártese.
instrucciones... - Necesito... recibir de casa..; ¡Pero no me
-Te estoy diciendo que aceleres, Shurka. Y si escriben! No tengo noticia alguna. Al menos,
tienes miedo a partirlo por medio, lo acribillaré con escríbame usted, alférez... -Nezelásov soltó una
la ametralladora... risilla ruborosa-: Yo... así… sin que se note... ya sabe
El maquinista comenzó a subir por una escalerilla que, a veces... ¿eh?
hacia un nido de ametralladoras situado en una Obab se apartó de un salto, se estiró la caña de las
torreta, en el techo de la locomotora. botas con mano temblona y, por último, gritó,
-¡No haga eso! carraspeante:
Shurka asió por el cinturón al maquinista, quien, -¡En cosas del servicio, lo que quiera! Pero eso no
volteando el brazo, le descargó un puñetazo en el lo permito... También yo tengo novia..., en el distrito
rostro, mas no por ello logró verse libre. de Barnaúl... -El alférez se enderezó con marcialidad
El ayudante cogió una llave de tuercas y, de desfile-. Quizá no estén limpios los cañones.
amenazando a Nikíforov, repitió: Habrá que dar orden de engrasarlos. Los soldados
-¡No haga eso! están borrachos, y, mientras tanto, tú... ¡No tienes
El maquinista, tardo de imaginación, acabó por ningún derecho! –Tras de hacer algunos aspavientos
enfadarse completamente en serio: y de apretarse el cinturón, añadió-: ¿Qué me importas
-¡Voy a matarte, miserable! tú? ¿Por qué he de tener compasión de ti? ¡No me da
-¡Para la máquina! la gana!
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-Es que siento una angustia, alférez... Y usted, a estuvo un buen rato mirando las dos brillantes franjas
pesar de todo..., es una persona... de acero que corrían hacia occidente.
-La tuya es una vida de perversión, y tú mismo -¿Qué haces? -inquirió Okorok.
estás corrompido... ¡A buena hora se pone a pedir El jefe volvió la cara y, descendiendo del
ternuras! terraplén, preguntó con gesto sombrío:
-Póngase en mi situación... Obab. -¿Vivirán bien las generaciones del porvenir?
-¡No son cosas del servicio! -¿Es todo lo que se te ocurre preguntar?
-Yo se lo ruego... -Todo.
Vociferó el alférez: Vaska abrió los brazos y respondió complacido:
-¡No me da la gana! -Eso es cosa de ellas. A mi entender, están
Y, repitiendo una y otra vez la exclamación, cada obligadas a vivir bien, mal rayo las parta.
vez que la repetía perdía el color del rostro. Su
garganta emitía un rugido enorme, ronco y pavoroso Acudieron cuatro mujiks, anunciando a coro:
como el fragor de un ejército en desbandada: -¡Nikita Egórich, han llegado los caballos!
-¡O-o-a-a! -¡Ahora mismo traerán los cañones!
Sin oírse el uno al otro, estuvieron gritando los -¡Y les haremos ver lo que es bueno!
dos hasta quedar afónicos, secas las gargantas. Vershinin sentenció:
El coronel, fatigado, tomó asiento en el camastro -No os las deis de valientes antes de hincarles el
y, poniéndose el perrillo en las rodillas, dijo con diente.
amargura:
-Yo le creía... una piedra, Obab. Pero resulta que CAPÍTULO VIII. EL ATAQUE
el témpano de hielo... ha salido ardiendo. Un individuo paticorto, de rostro rasurado,
El aludido abrió la ventana de par en par y, dando repechándose sobre la mesa, ni más ni menos que si
un salto en dirección al coronel, se apoderó del no pudiera mantenerse en pie, argumentaba con voz
perrillo, al que agarró del pescuezo. ronca:
Nezelásov se le colgó de la mano gritando: -No se puede actuar así, camarada Peklevánov. El
-¡No hagas eso! ¡No te atrevas a tirarlo! comité revolucionario no cuenta para nada con la
El animalillo exhaló un berrido lastimero. opinión del Consejo de los Sindicatos. La acción es
-¡Suel-ta! -arrastró el alférez su vozarrón-. ¡Suél- prematura.
ta-me! -En el Consejo de los Sindicatos predominan los
-Te digo que no te suelto... mencheviques -replicó Peklevánov-, y no entra en
-¡Suél-ta-me! nuestros cálculos contar con su opinión. ¿No es casi
-No temas... Yo... general la huelga? Lo es. ¿Por qué, pues, vamos a
Obab se zafó de un tirón y, como acentuando considerarla prematura?
adrede el ruido de sus pisadas, salió del Uno de los obreros presentes intervino, sarcástico,
departamento. desde un rincón:
Continuaba el perrillo aullando mientras -Los japoneses han declarado que se mantendrán
arrastraba, inseguro, sus grises patitas por el suelo y neutrales. No vamos a esperar hasta que se marchen
por la manta, de color grisáceo. Era un manchón por las buenas a sus islas. Teniendo nosotros el poder
blandengue y reptante. se irán antes.
-¡Pobrecillo! -se dijo Nezelásov y, de repente, El paticorto se mantenía en sus trece:
sintió un nudo en la garganta y una humedad viscosa -El Consejo de los Sindicatos, camaradas, no
en la nariz: estaba llorando, desea riesgos inútiles; podríamos esperar...
-¿A que los japoneses saquen a otro personaje
Los mujiks se descubrieron y se santiguaron por para gobernarnos?
el alma del chino. -Bastante hemos esperado ya.
-¡Ahora, a parapetarse! -les previno Vershinin-. La asamblea iba agitándose. Peklevánov, entre
Hemos detenido el tren, pero habrá que esperar de él sorbo y sorbo de té, calmaba a los reunidos:
mucho fuego. -Un poco de tranquilidad, camaradas.
Y los guerrilleros corrieron a atrincherarse. Continuó sus protestas el paticorto representante
Vershinin, agachándose ligeramente, recorrió las del Consejo de los Sindicatos:
posiciones acompañado de Vaska. Así llegó a la -No os hacéis cargo de la situación. Cierto que
curva, desde donde se divisaba el puente sobre el entre los campesinos reina un ambiente de excitado
Muklionka. fanatismo, pero... Ya habéis mandado agitadores a la
-Nikita Egórich, déjame que lave mi culpa... comarca; los campesinos avanzan sobre la ciudad;
Permíteme ser el primero en atacar el tren blindado. los japoneses se mantienen neutrales... Todo es
Sin darle respuesta alguna, Vershinin subió al cierto... Puede que Vershinin consiga retener el tren
terraplén y, apretando los pies entre dos traviesas, blindado, pero, a pesar de todo, vuestra insurrección
El tren blindado 14/69 49
rasurada barbilla, pensó atropelladamente: "Pero ido aunque sólo fuese una persona alegre y normal!...
¿para qué sirvo yo?", Y tornó a situarse en el centro "Un momento: ¿es que yo soy un anormal?"
del vagón: -¡Fuego! ¡No escatiméis los proyectiles!
-¡Que nadie tire sin previa orden! Seis horas largas llevaban ya las ametralladoras
El tren aguantaba el tiroteo tranquilamente, y tras disparando contra la maleza, contra los árboles,
las aceradas ventanas corrían los soldados de vagón contra la oscuridad, contra las rocas en que se
en vagón, intercambiando puestos y manejando ya, reflejaban las sombras de las hogueras; y nadie
muchos de ellos, armas distintas a las suyas. Al comprendía por qué los guerrilleros, sabiendo que
tiempo que se frotaban los sudorosos pechos, se con sus balas no lograrían perforar el blindaje de los
decían: vagones, continuaban tirando.
-¿Dónde estarán los mujiks, Dios mío? ¿Qué Nezelásov sentía una fatiga que le aturdía el
esperan cerebro. Las botas, secas y duras como si fuesen de
En efecto, ¿qué o a quién esperaban? madera, le apretaban estrechamente los pies.
¿A Peklevánov? Giraba el techo, se combaban las paredes, olía a
"¿Y qué tiene que ver con todo esto Peklevánov?" carne quemada. ¿De dónde, por qué? Y la
-Entonces, ¿quién tiene que ver? locomotora, silba que te silba:
Verdaderamente ¿quién? -Pi·i-i...
-¿Y si atacásemos nosotros, mi coronel? -¡Qué espera, qué horrible espera! Da miedo abrir
-Obab, usted no es tonto. ¿Con qué fuerzas vamos los ojos, levantar la cabeza... ¿Por qué? -mascullaba
a atacar? Disponemos de proyectiles, pero ¿y los el coronel, encorvado sobre las rodillas-. ¿Deseo
hombres? ¿Dónde están nuestros intrépidos cosacos vivir o temo padecer unos dolores desconocidos?
blancos? ¡Qué angustia, qué angustia!
-Han huido. Reinaba en torno una oscuridad mortecina, casi
-¿Dónde se han metido los aliados, los japoneses, sepulcral. Los fogonazos de los cañones iluminaban
los americanos?... la torreta del tren y las piezas de artillería, cuyos
-Deben de estar al llegar. servidores dormitaban, apáticos y cansados, junto a
-Usted lo ha dicho: "al llegar". ¿Al llegar adónde ellas. Sus movimientos traslucían su extrema fatiga.
y de dónde? Puede que estén al llegar a sus barcos, y Al pie de los cañones había verdaderas pilas de
no a nuestro tren. No tengo gente para pasar al cascotes vacíos.
ataque, Obab. Nezelásov, sentado en un cajón de municiones,
Le horrorizaba presentarse ante el maquinista. Los tenía el color del musgo. Ansioso de disipar la
pensamientos, como los soldados dentro de las cajas deprimente tiniebla de la noche, el alférez Obab,
de acero, se agitaban en el interior de su cerebro y, a despojado de su guerrera y vestido con una sucia y
veces, en lugar de decir lo que quería, el coronel húmeda camisa, paseaba junto a los cañones.
gritaba a voz en cuello: -¡Preparadas la primera y la segunda piezas! -
-¡Canallas! murmuraba Nezelásov por teléfono-. Batir el
Pero la palabra que había querido pronunciar le terraplén en profundidad. Objetivo treinta y cinco,
repercutía en las piernas y en los brazos, convertidos ángulo treinta y cinco. ¡Fuego!
en carne de gallina. Resplandor de cañonazos.
Nezelásov blandió los puños: -¿Contra quién dispara usted, mi coronel? -
-¡He dicho... que ni proyectiles... ni compasión! inquirió Obab colocándose junto a la mirilla-. Eso
¡Infames, truhanes!... está oscuro como boca de lobo.
Pateando el suelo, descargó una palmada sobre el -¡No me fastidie! ¿Qué tal en la locomotora?
cojín que hacía de almohada y echó a correr una vez -El maquinista ha muerto, y el ayudante está
más por los vagones. gravemente herido.
Los soldados no miraban a su coronel. Su figura, -Que los sustituyan los cadetes.
ancha de huesos, pero delgada, semejante a un papel -Entre ellos no hay ninguno que sepa manejar una
de fumar descolorido y convertida en un espectro, se locomotora, mi coronel.
desplazaba con un rumor casi imperceptible. -Este dolor de cabeza es monstruoso. Creo no
"Sí, la vida tiene algo de horrible. ¡Cómo no! Pero haber dormido todo un siglo. En casa del comandante
el caso es que sólo tú tienes la culpa. ¿Sólo yo? de la fortaleza estarán cenando ahora, y después
Discúlpenme: a mí me empujaban desde todas partes. jugarán a las cartas. Varia, recostada en el diván, se
¿Quién te empujaba, hijito? Piénsalo un poco." pondrá a leer. ¡Ja, ja, ja! Lo de siempre.
-¡Maldita sea! Ya empiezo a hablar solo.
-¿Qué dice, mi coronel? No, lo de siempre no. Las cosas distan mucho de
-No te estoy hablando a ti. ¡A callar! ser las de siempre.
Aunque ordenaba que se callasen, le complacía En efecto, los invitados van congregándose ante la
que conversaran con él. ¡Oh, si en aquel tren hubiera coquetona casita del coronel Katin, y el cadete
El tren blindado 14/69 53
Seriozha empuña ya el picaporte. Pero todos oyen lo damas, sale detrás del médico, quien, ante la nueva
que relata en voz baja el contratista Dúmkov: mirada inquisitiva, responde en voz baja:
-Vershinin ha accedido a entregar a Peklevánov. -Por desgracia, lo que tiene su hija es el tifus.
Noticia de buena fuente. -¿Vérochka-a?
-¿A cambio de cuánto? El coronel retorna a la sala y contempla con ojos
-De un cubo de rublos zaristas. extraviados a los huéspedes. Éstos presagian alguna
-Señores, no se rebajen a sí mismos creyéndose desgracia, y Nadezhda Lvovna dice lo primero que se
capaces de sobornar a Vershinin -se oyó la voz de le ocurre:
Varia. -Mucha gente de la ciudad está haciendo las
-Por favor, Várenka -gritó Dúmkov-. ¿No fue maletas, y se asegura que varios buques americanos
usted misma quien me comunicó la noticia? vienen por nosotros.
-¡Qué tontería! ¿Cuándo? El coronel Katin murmuró:
-Caballeros, venimos como huéspedes a una casa -Perdonen ustedes. Es algo tan inesperado...
ajena; contengan sus nervios y cesen en sus Parece que mi hija tiene tifus...
discusiones.
El cadete Seriozha abrió la puerta de la casa del Es de noche. Los caminos están tan embarrados,
coronel Katin y cedió el paso a las damas. que el fango llega a la cintura. Atascados en él, los
Todo prometía seguir el camino que, allá en su hombres y los caballos pugnan por arrastrar los
tren, se imaginaba Nezelásov. Pero no todo había de cañones. Se rompen los tirantes, los ejes de hierro,
ser igual. las ruedas...
El recibidor estaba vacío. Nadezhda Lvovna, -¡No cedáis, camaradas, empujad!
contrariada, preguntó a Varia: -¡Estos cañones hacen falta en el Muklionka!
-¿Seremos los primeros? -Los proyectiles están preparados allí. ¡Os
-Usted, Nadezhda Lvovna, siempre va de prisa. esperamos, compañeros!
-¡Oh, calle, Varia! Eso sí: no se le olvide -Hay que cambiar los caballos, porque a éstos no
preguntar... les quedan ya fuerzas ni para mover las pezuñas.
-Ya lo sé, ya lo sé. -¡A ver esos látigos! ¡Zurradle duro al caballo de
-No, si no me refiero a Vershinin, hijita. varas!
Vershinin me tiene sin cuidado. Lo que me importa -¿No veis que no puede ya con su alma?
saber es si vendrán por nosotros los buques -¡Es lo que yo digo, hay que cambiarlos!
americanos. -¡Daos prisa, amigos, daos prisa! No vaya a ser
¡Santo Dios, qué tonta era aquella vieja! Sin que le lleguen refuerzos a Nezelásov...
reparo alguno, ni más ni menos que si estuviera en su -Lo principal es que avancen los cañones.
casa, conjeturaba en voz alta: -Solamente nos quedan cinco verstas hasta llegar
-Lo más seguro es que Sasha haya guardado en el al río.
tren buena cantidad de divisas. Quizás haya vendido -Cinco verstas que son como cinco mil.
las tierras que le han otorgado. Estamos hartos de -Más vale que metas el hombro, Ermil.
guerra, y nuestro mayor deseo sería descansar en -Bien que lo metemos, Vaska, pero más nos
América. metemos en el barro. ¿Qué tal está Nikita Egórich?
-Nadezhda Lvovna, tss... -Vivito y coleando. Pero quiere veros pronto allí.
-¿Por qué tss? Aquí todo el mundo quiere -¡Ea, ea, empujad, mujiks!
marcharse a América, sólo que unos se lo callan y -¡Ese hombro, ese hombro!
otros lo declaran. ¿Cree usted que el coronel Katin no -Habrá que colocar troncos bajo las ruedas.
está deseando huir a los Estados Unidos? ¡Troncos!
Pregúnteselo. -Todo se sume en el barro, Vaska.
El coronel Katin, saliendo de su gabinete, acude al -¿Será cosa de enviaros unos cuantos mujiks para
encuentro de los huéspedes. Están colocadas las que os ayuden?
mesas con manjares para obsequiarlos; también hay -Mujiks y caballos sobran, pero este barrizal no
una mesita dispuesta para jugar a las cartas. Varia hay quien lo pase.
coge un libro y se sienta en un diván... Todo como -Estamos hundiéndonos, Vaska.
siempre, pero no como siempre. -¡Tirad, mujiks, tirael de los cañones! ¡Aprisa!
El coronel tiene una expresión de inquietud y de -Prisa ya nos la damos, pero no se puede dar un
desconcierto. De pronto vuelve la cara hacia atrás. paso.
Rechina la puerta del dormitorio y sale el doctor -¡Reina de los cielos! ¡Un carro le ha cogido una
Sotin. Ante la mirada interrogativa del comandante pierna a Lábeznikov!
de la fortaleza, se encoge de hombros, saluda con una -¡Her-ma-nos!
reverencia a las señoras y se retira. Katia, -¿Por qué, Madre de Dios?
olvidándose hasta de presentar sus respetos a las El tren blindado, con la esperanza puesta en la
54 Vsiévolod V. Ivánov
haciéndolos rodar lentamente delante de ellos, La maleza cubría hasta el vientre, hasta el pecho.
avanzaban a rastras. El tren blindado disparaba Enredábanse en los tallos de los arbustos las pobladas
contra ellos casi a quemarropa. barbas, entre cuyos pelos, sudorosos y húmedos,
Los troncos eran como cadáveres, y los cadáveres asomaban los labios:
como troncos. Crujían las ramas de los unos y los -¡O-a-a-a-o!
brazos de los otros; y tanto los cuerpos de los árboles Habían quedado detrás las hogueras; a poca
como los de los hombres eran jóvenes y sanos. . distancia se levantaban las oscuras siluetas de los
-¡No escaparéis, no! vagones, semejantes a graneros; mas no había modo
-Si llegaran pronto los cañones... de acercarse a los hombres temerosamente ocultos
-Llegarán... tras los tabiques de hierro.
El cielo, oscuro y pesado, como hecho de hierro, Un guerrillero arrojó contra las ruedas una bomba
tronaba, allá en lo alto, con un estrépito semejante al cuya explosión repercutió en todos los pechos.
de la locomotora. Los mujiks retrocedieron.
Santiguábanse los mujiks, cargaban sus fusiles y Amanecía.
seguían haciendo rodar los troncos. Olían éstos a Cuando, a la luz del alba, vieron tanto cadáver,
resina; aquéllos, a sudor. lanzaron las mismas lamentaciones que si estuvieran
Vaska, encorvándose junto a la casilla del despellejándolos, y se abalanzaron de nuevo sobre
guardagujas, reía a carcajadas: los vagones.
-¡No tienes nada que beber, canalla! Mañana Vershinin, que se había despojado de las botas,
daremos cuenta de ti. No creas que vas a escabullirte. avanzaba descalzo. Vaska Okorok le contemplaba
¿O es que hemos sacrificado al chino en balde? inquieto y le gritaba:
-Mañana se les acaba el agua. Les echaremos -¡Eres un héroe, Nikita Egórich!
mano. Eso, por descontado. -Un héroe que todavía no ha hecho nada.
Vershinin estaba serio: Resplandecía de júbilo el rostro de Vaska, y en
-Tenemos que acudir en ayuda de la ciudad. sus ojos brillaban lágrimas de emoción.
Caían los hombres como frutas maduras, El tren no cesaba de disparar.
zarandeadas por el viento; y daban a la tierra su -¡Hay que cerrarle la boca! -exhaló Okorok un
último beso: el de la muerte. estridente chillido al tiempo que se erguía; pero, de
Ya no se apoyaban en las manos al caer; pronto, llevándose las manos al pecho, parloteó con
desplomábanse dulcemente, con todo el cuerpo, sin una vocecilla de niño enfadado-: ¡Señor, también a
dolor alguno: la tierra tenía compasión de ellos. Al mí!...
principio caían por docenas. Lloraban Se desplomó.
silenciosamente las mujeres en la linde del bosque y Los guerrilleros, sin detenerse a mirarle, subían
en los caminos cercanos. Después sucumbían por hacia el terraplén, alto y amarillento, como el túmulo
centenares, y los sollozos iban en aumento. Ya no de una inmensa tumba.
había quien evacuara tanto herido, y los cadáveres Se contorsionaba febrilmente el cuerpo de Vaska.
impedían que los troncos rodasen por la vía. Díríase que, como siempre, tenía prisa.
Los guerrilleros continuaban el asedio, cada vez Los guerrilleros retrocedieron otra vez.
más estrecho. Amanecido ya, llegó un enlace del comité
El tren blindado proseguía su incansable y revolucionario de la ciudad para comunicar que
mortífera tarea. Peklevánov había iniciado la insurrección, que los
Mucho antes que resonase el grito de Vershinin: obreros estaban batiéndose con intrepidez, que "la
"¡Adelante, camaradas!", los mujiks se lanzaron al lucha es la lucha" y que Nastásiushka, la esposa de
asalto. Vershinin, detenida por los blancos, había sido
-Si tuviéramos cañones... recluida en los sótanos de la fortaleza.
-Siquiera uno... Vaska Okorok, herido en el pecho, deliraba.
-De momento, vamos a probar sin ellos. Vershinin, sentado junto a él, le había cogido la
-¡Porque necesitamos llegar a tiempo! -gritó mano; con la vista fija en su rostro redondo, de
Vaska-. ¿Verdad... Nikita Egórich? Lo prometido es pálidas pecas, y en sus cabellos, totalmente rojos,
deuda. quizá por efecto del sudor, comentaba triste:
-Desde luego, Vaska, desde luego. -De todas maneras, mejor es su situación que la
Partículas de plomo y de cobre, despedidas desde mía. ¿Quién acarreará tantas amarguras a los
las paredes de hierro, se precipitaban sobre los hombres? ¿Quién?
cuerpos y destrozaban los pechos, atravesándolos y Vaska abrió con dificultad los ojos; dibujando una
abriéndoles un ojal donde la muerte pondría su eterno sonrisa torcida, musitó con voz apenas audible:
botón. -Llevaba razón el chino, Nikita Egórich, en lo del
Rugían los guerrilleros: maquinista... ¡Con qué puntería... lo apiolamos!
-¡O-a-a-ao!... Después, de manera casi ininteligible ya, añadió:
56 Vsiévolod V. Ivánov
las piernas, los brazos y las espaldas. De pronto se le barbudos! Las balas rebotaban en el suelo, pues de no
hundieron los hombros, la hierba se le escapó de haber sido así...
debajo de los pies, y se doblaron sus rodillas. El coronel Nezelásov estuvo disparando a lo loco,
El coronel vio ante sí un camisote felpudo, un contra las tinieblas, hasta que se le acabaron los
galón ensartado en una bayoneta y un trozo de cartuchos. Mejor dicho, quiso disparar, pero su mano
carne... era incapaz de alzar la carabina.
Era carne suya, del coronel Neze!ásov... Abandonó el arma. Rodó desde la pequeña loma a
"Albóndigas de cerdo... Restaurante Olimpia... Un un matorral y, hundiendo el rostro en el suelo, expiró.
negro mejicano dirige una orquesta rumana… Un Su ataque había terminado.
pobo... El otoño... Os quedo agradecido, Rusia...
mundo… eslavismo entero... por este silencio... CAPÍTULO IX. E LA VIEJA FORTALEZA
Silencio en toda la tierra…" -desvarió. Y E SUS ALREDEDORES
-¡Fuego, duro con ellos, zurradles de firme! ¿Porqué callas, bonita? ¿Por qué callas? -preguntó
Gira, da vueltas, se parte en trozos la peonza... Von Kün amablemente, aunque en voz alta, como
No estaba el tren blindado sobre el terraplén. Por ordenaba el reglamento.
consiguiente, debía de ser noche. Palpando el espacio El escribano y el médico de la prisión se
que tenía bajo su mano, encontró el coronel cabellos mantenían a cierta distancia, junto a la puerta de la
humanos llenos de sudor. La mitad de la oreja que le larga cámara. Von Kün los miró y exhaló un suspiro.
quedaba parecía de paño; estaba como desgarrada Ambos callaban. ¿Por qué abrían aquellos ojos? ¿No
con un clavo... se estaba portando con la debida severidad?
Tenía en la mano un tallo de arbusto. Podía Metiéndose las manos en los profundos bolsillos, el
cortarlo y hasta metérselo tranquilamente en la boca. interrogador recorrió la estancia.
Aquello no era la oreja. Por la ventalla se divisaba el mar. Todos creían
Llevaba la carabina al hombro. ¿Quería decirse que los calores tocaban a su fin, pero se había
que se había marchado del tren? presentado un día de bochorno. Dijérase que no
Nezelásov se alegró. No recordaba dónde se había existían ni la niebla, ni los vientos fríos, ni las
provisto de aquel cinturón de municiones que tenía lluvias. Sin embargo, al atardecer comenzaron a
ceñido por encima de la guerrera. enfriarse de tal manera el malecón, las calles y las
Concibió súbitamente la esperanza de salvarse. casas, que todo el mundo se olvidó del calor. Los
"¡Estoy vivo, estoy vivo! Me abriré paso. Llegaré." botes de conserva vacíos relumbraban a través del
Pero se echó a reír: "¿Adónde? Al fin y al cabo, da agua transparente y opalina, ele aspecto puramente
igual." otoñal. Las sombras imprecisas de las cañas de
El matorral vecino despedía un acre olor a sangre pescar oscilaban entre las virutas que flotaban sobre
caliente. De los montes vecinos soplaba un viento una finísima capa de petróleo. No se veía a ningún
negro y punzante que penetraba entre el ramaje, largo pescador. Por lo demás, para eso están las cárceles:
y húmedo. ¿Húmedo de sangre? ¿De sangre de para que desde ellas no se vea la gente.
quién? ¿De él mismo? No, de Obab. -¿Por qué callas? Sabemos muy bien que eres la
"Pasó Obab a rastras con el perrillo bajo el brazo. mujer de Vershinin...
Su pantalón de montar se asemejaba a las ruedas de ¿Qué más hubieran querido ellos! Nada sabían.
una carreta. ¿De manera que también estaba vivo? Sencillamente, el mando, que desconfiaba del
El soldado rubio se cuadró marcialmente y coronel Katin, había decidido enviar al interrogatorio
preguntó en voz baja: a Von Kün, quien, a su juicio, se distinguía por su
-¿Ordena que pongamos el tren en marcha, mi escrupulosidad y no era propenso a las componendas.
coronel? Quizá no lo fuera. Pero, por desgracia, Von Kün no
-¡Vete al diablo! creía que aquella campesina, con su humilde vestido
La evacuada del abrigo marrón le musitó al oído: de percal y su toquilla de lana gris sobre los
-¡Ahí vienen, ahí vienen! hombros, fuese la esposa del ya célebre Vershinin.
De sobra sabía Nezelásov que venían. ¡Era el ¿Qué necesidad tenía éste de haberla enviado a la
ataque! Necesitaba ocupar una posición ventajosa. ciudad, exponiéndola a tan graves peligros? El
Arrastróse hasta un alto. nombre del marido corría de boca en boca, y era
Levantó la carabina. Disparó... Mejor dicho, quiso natural que parasen su atención en ella hasta personas
disparar... que jamás la tuvieron en cuenta para nada.
Le faltaba una mano, al parecer. Podría tirar de El médico de la prisión, bilioso, fofo,
rodillas. Pero así no vería el punto de mira... "¿Por aguardentosa la voz, tocó ligeramente en el codo a
qué no se me ocurriría disparar en el tren y aquí se Von Kün y, con la mirada, le hizo seña de que
me ha ocurrido?" -siguió su delirio. saliese.
Estaba solo, y los enemigos se acercaban Una vez fuera, le dijo quedo:
arrastrándose... ¡De ellos eran aquellos canallas -Creo que basta. A mi juicio, su demencia es
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perdió la razón. Creo que se trata de ella... ¡Peklevánov está en su poder! Estupendo. ¿Por qué
Sotin bajó la cabeza más todavía: estupendo? Pues porque de los depósitos ferroviarios
-Dispénseme, coronel. Esta ciudad es pequeña; a la fortaleza van unos raíles. Si los blancos
vivimos en guerra, y los vecinos como yo sabemos esperasen la irrupción de Vershinin con el tren
muchas cosas. blindado, ordenarían destruir esta vía, pero como
-Magnífico. Conque ¿no tengo que explicarle Vershinin, según ellos, es ahora amigo de Nezelásov,
nada? y los blancos esperan a ambos, no levantarán los
-Casi nada. raíles, y nuestro tren blindado podrá llegar hasta las
El doctor alzó la frente y añadió: mismas puertas de la fortaleza. Deme otro cigarrillo.
-Pero yo sí tengo algo que explicarle: el solo "¿Habrá atravesado sin novedad los huertos o...?"
hecho de expresarle a una humilde campesina la -pensaba mientras tanto Masha, de pie en el porche,
sospecha de que ella es la mujer de Vershinin puede con la vista puesta en las blanquecinas sombras del
provocarle la demencia. ¡Comprenda usted la ocaso. La niebla iba arremolinándose en el arquillo
crueldad de semejante actitud! Y encima quiere usted de mampostería del portalón, a través del cual se oía
que yo "la identifique..." el trepidante ruido del motor de una lancha en el mar.
-Como la salud de mi hija está en sus manos, La lancha salía a las seis en punto. "¿Te has dado
abusa usted del respeto que le profeso. cuenta, Masha? ¿Comprendes ahora que un
-Del tratamiento de su hija seguiré ocupándome, bolchevique, por orden del partido, debe sacrificarlo
pero en la cárcel no entraré. todo, incluso la vida, en cualquier momento? Tú, en
-Acabaré deteniéndole. cambio, apoderándote de la llave, te empeñas en tu
-Hay tifus en la ciudad, y no se atreverá usted, idea: "¡No te dejaré salir!" Eres la mujer de un
porque no tiene derecho a detener a un médico. bolchevique, y debes comprender..." -"Sí, sí, ya lo
-¿Dónde está su hija? comprendo. Toma la llave"-. "¿Qué pasa? ¡Uf, qué
-En casa de unos amigos, fuera de la ciudad. diablo! Voy a salir por la ventana. Procura
-¿Cómo se llaman esos amigos? ¿Por qué no entretenerle." ¿A quién? Debía de ser al que se
contesta? ¿No se trata de Peklevánov? aproximaba con la cesta de flores (¡a las seis de la
Cuando Sotin, tras de reconocer a Vera, dictaminó mañana!) al porche de la casa.
que la enferma se hallaba verdaderamente muy -¿Qué se le ofrece?
mejorada y que no padecía tifus, sino unas fiebres, el -Nada, nada -contestó el japonés y, tirando las
coronel Katin, dando un suspiro de alivio, profirió: flores, irrumpió en la habitación para volver a salir
-Es una situación diabólicamente estúpida, doctor; disparado y echar a correr por los huertos.
pero me veo obligado a detenerle. De todas maneras, -Oiga, ¿y la cesta?
habría sido peor que le arrestase el Estado Mayor; yo, Masha cogió el revólver y se lanzó tras el japonés.
por lo menos, no voy a fusilarle. "Procuremos no armar ruido ni dar un escándalo..."
-No blasone de bondadoso -repuso el médico
contrayendo los labios en una risilla forzada-; firme -¡Qué tíos! ¡Son unos demonios! Heridos y todo,
la orden de detención y llame a su ayudante. conducen la máquina.
-¡Bushman! -Yo estoy sano y salvo, abuelo -replicó Misha el
-Eso es, eso es. estudiante.
Antes de trasponer el umbral, Sotin se detuvo y -No, si me refiero a ése -indicó el vejete a Vaska
dijo a Katin, mirándole a los ojos, fríos y serenos: Okorok-. Ahí lo tienes, dando órdenes; y parece un
-Ahora que ya me ha detenido, coronel, voy a entendido...
refutar mi premeditada mentira: su hija no tiene unas -El que entiende es Shurka; yo es por puro
simples fiebres, sino verdadero tifus. Tendrá usted pasatiempo.
que mandarme fusilar. Shurka, el ayudante del maquinista, herido y
-¡Infame! cubierto de vendajes, observaba las maniobras de
-Todavía está por ver quién es el infame. Misha el estudiante desde un sillón traído del
Al quedarse solo, el comandante contempló a su departamento de Nezelásov. La locomotora silbó.
hija, cuyo rostro ardía, y se preguntó a sí mismo: Sonó el teléfono. Se puso al aparato Vaska
"Verdaderamente, ¿quién es el infame?" Okorok, oyó lo que se le decía y respondió:
-Imposible correr más, Nikita Egórich. -Pero, sin
Atravesando huertos y buscando con la vista la soltar el auricular, preguntó a Misha-: ¿O a lo mejor
silueta de los depósitos ferroviarios, Peklevánov se puede? ¿Me entiendes?
decía a Znóbov: -Claro que se puede. Para algo han de servir mis
-Las argucias, ¿sabe usted?, son una arma de dos estudios en la Escuela de Peritaje.
filos. Nezelásov ha hecho correr la especie de que -Aceleramos la marcha, Nikita Egórich,
Vershinin ha prometido entregar a Peklevánov, y el El tren blindado, aumentando la velocidad por
Estado Mayor de los blancos se ha tranquilizado: momentos, volaba entre los abruptos peñascos que
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-¿Qué me importa a mi la honra? ¿Y de quién es -Hemos llegado a nuestro destino -dijo Znóbov-.
la misión? -inquirió tristemente Filónov-. Le he Al parecer, todo ha salido a pedir de boca, gracias a
llevado a mi hijo unas empanadillas y no me las han Dios.
admitido. Quise ver al comandante, pero no me A sus espaldas, desde detrás de una esquina,
permitieron ni siquiera entrar en la fortaleza. alguien disparó un tiro que retumbó como un trueno.
Lijántsev se llevó a Filónov junto a la sirena del Znóbov, volviéndose instantáneamente, descargó su
depósito: pistola. El japonés de las flores se desplomó con la
-¿Está claro? celeridad de quien recibe un violento empujón. Pero
-¿Qué? no era Znóbov quien le había alcanzado con su
-Mira, Filónov: por ser tú quien más ha sufrido las disparo: torciendo la misma esquina, apareció Masha
arbitrariedades de los guardias blancos, se te ha con el revólver en la mano:
confiado tocar la sirena, dando la señal para la -¿He llegado tarde?
insurrección. -¿Qué dices, Masha! ¿Y por qué has venido?
El viejo movió la cabeza negativamente: -¿Estás herido, Iliá?
-Conmigo no contéis. Aunque me lo ordenara el -Sí; parece que la bala me ha rozado -declaró
mismísimo Peklevánov, me negaría. Peklevánov como disculpándose-. Sosténgame,
-¿Te has vuelto loco? Semiónov. Todavía estoy en condiciones de
-Los que os habéis vuelto locos sois vosotros. Yo pronunciar el discurso que he preparado… Le ruego
tengo un hijo preso en la fortaleza. Si la asaltáis, los que abra la sesión cuanto antes y que me conceda la
invasores lo fusilarán. ¿No os da lástima de él? palabra el primero... La insurrección ha de comenzar
-Verdaderamente, éste no puede dar la señal; aquí, en el depósito...
significa la muerte de su hijo. -¡Yo no toco la sirena!
La multitud obrera se alborotó: los unos por Por el portalón del depósito sacaron en una
simpatía; los otros con indignación. camilla el cadáver de Peklevánov.
-¡Él no es el indicado! Filónov contempló estupefacto la cara del difunto,
-¡Da la señal, Filónov! Hay que comprender las mientras el mazo se le caía de entre las manos. Tras
cosas. de palpar el cuerpo sin vida, atronó el depósito con
-Debes tocar la sirena, abuelo. ¿Qué le vas a un grito: "¡Lo han matado! ¡Han matado a
hacer? Son cosas de la guerra. Peklevánov!"
Filónov, asiendo un mazo que yacía en el suelo, El zumbido de la sirena voló sobre el depósito y
se apretó contra la sirena, la cubrió con su cuerpo, sobre la estación.
alzó el mazo y rugió: Los obreros, a tiros y a bombazos, se abrían
-Ni yo toco ni os dejo hacerlo a vosotros. camino, por la vía del ferrocarril, hacia los arsenales
El viejo ferroviario Vasin sacó un revólver: de artillería.
-Hemos trabajado juntos veinte años, Filónov, y -¡Han matado a Peklevánov!
nunca hemos ni siquiera discutido. Fui yo quien -¡Lo que pretenden es amedrentarnos, camaradas!
propuso que te dieran la misión de tocar la sirena, y -¡Pues van arreglados!
ahora resalta que te niegas… -¡Los cadetes!
-Me negaría ante el propio Peklevánov. -¿Dónde están?
-Preparaos al combate, compañeros.
Por fin dejaron atrás los huertos y los Irrumpieron en el arsenal; pero cuando
descampados. Atravesaron presurosos la línea del desalojaron de él a los cadetes, y les hicieron buscar
ferrocarril, pasaron bajo una plataforma y refugio en la fortaleza, los asaltantes se miraron
contemplaron, llenos de cólera e indignación, a una sorprendidos:
anciana que yacía sobre los raíles, hundida la -Un momento, muchachos: aquí hay algo que
revuelta cabeza en almohadón. "¿Quién será? -pensó huele mal…
apesadumbrado Peklevánov-. ¿Qué delito ha podido -¿Qué es lo que te da mala espina, Znóbov?
cometer? ¿Qué bala asesina ha segado su vida? -Pues que no hayan volado los arsenales al
¿Tardarán mucho en ser castigados tales crímenes? abandonarlos.
La cólera me sofoca... Se necesita, verdaderamente, -Se habrán asustado.
un centro paralelo..." Sus pensamientos eran un -¿Asustarse los cadetes?
agitado enjambre y, para encauzarlos un poco -Yo tengo la explicación, camaradas -intervino,
mediante la conversación, se dirigió a Znóbov: chillón, Semiónov-. En el arsenal no hay proyectiles.
-¿Qué se dice del centro paralelo? Viene a confirmarse que el general Sajárov se los
-No le entiendo, Iliá Guerásimich. llevó.
-Lo del centro paralelo se lo comuniqué yo - -¡Valientes bandidos!
intervino Semiónov. -Guardias blancos, ¿qué más quieres?
Estaban a dos pasos del depósito. -¡Znóbov, que venga Znóbov!
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y gruesas botas quedó de centinela a la entrada del -Los rojos nos han intimado a rendirnos,
subterráneo que servía de encierro a los oficiales. amenazándonos con fuego de artillería. Creo que
Empuñaba una bomba inglesa, y había recibido blasonan de lo que no tienen. Pero, por desgracia, no
una orden tajante: "En caso de necesidad, les largas podemos responderles con la misma amenaza porque
un bombazo y que se vayan a la porra." nadie nos creería. El mando supremo nos ha
En la puerta azuleaba un ventanuco cuadrangular. traicionado y ha huido. Los aliados no acuden en
Dentro se oía un incoherente y rápido cuchicheo: nuestra ayuda. Disponemos de tan pocos cartuchos,
diríase que estaban rezando... que no nos bastan ni para fusilar a los detenidos y,
El soldadito se preguntaba, intrigado y abúlico: con harto sentimiento, me veré obligado a quemarlos.
"¿Rebotará " la bomba en el ventanuco cuando la A propósito, conviene comprobar... Tengan la
tire, o no rebotará?" bondad de esperar un poco, caballeros. Tenemos
Escribía versos en sus momentos de ocio, pero todavía media hora.
eran tan breves esos momentos, que en toda la guerra El coronel se apartó de la formación. Llevaba el
no había compuesto más que una decena de poesías, rostro demudado y los ojos llorosos. Su hija estaba
de dieciséis líneas cada una. muy grave.
Penetró en la prisión. Los cadetes habían llenado
Desde la muralla de la fortaleza, el coronel Katin los pasillos de virutas, astillas, paja y tablas.
miró a la ciudad con los anteojos. Después se los -Que rocíen todo eso con gasolina.
pasó a su ayudante y le preguntó: -Ya está rociado, mi coronel.
-¿No es una bandera blanca? ¿Será que quieren -Haga el favor de darme una cerilla -pidió Katin-.
entregarse, Bushman? Yo no fumo.
-Naturalmente, mi coronel. Si nosotros carecemos Acto seguido, prendió fuego a la paja, que estalló
de proyectiles, ¿cómo van a tenerlos ellos? Además, en súbita llamarada.
y a lo que parece, Nezelásov se acerca. El fuego se propagó con tal rapidez, que el
El coronel, enfurecido, golpeó un puño contra el coronel retrocedió.
otro: -Y mi hija sigue delirando -murmuró mientras
-¡Ay, si yo tuviera municiones, podían venirme volvía ante la formación.
con banderas blancas! Los oficiales estaban fumando. Alguien ordenó:
Y, bajando el tono, agregó: "¡Firmes!", y todos tiraron los cigarrillos. El coronel
-A mi hija no hace más que subirle la fiebre... Katin prosiguió su interrumpido discurso:
Al cabo de un corto silencio, el ayudante inquirió: -Señores: disponemos de cañones, pero no de
-¿Qué ordena, mi coronel, respecto a los de la proyectiles. Creo que lo mismo les sucede a los
bandera blanca? insurrectos. Quedan las bayonetas. Pero en un cuerpo
Descendieron de la muralla, silenciosos los dos. a cuerpo tendrían ellos una superioridad aplastante.
-¿Qué ordeno? Parlamente con ellos, Bushman. Quiere decirse -y permaneció callado un momento,
Prométales perdonarles la vida. mirando al suelo-, quiere decirse que el dilema
-¿La vida, mi coronel? consiste en capitular o suicidarse. Quien opte por la
-Ni siquiera Dios Nuestro Señor cumple siempre claudicación, que dé dos pasos al frente.
sus promesas. ¿Cómo hemos de cumplirlas nosotros, Todos los oficiales y cadetes, salvo cinco de los
los pecadores? primeros, avanzaron dos pasos. El coronel se cubrió
Después de atravesar una plazoleta cubierta de los ojos con la mano, y los que prefirieron rendirse se
cadáveres, Vaska Okorok y el marino Semiónov, dirigieron al portalón de la fortaleza. Los cadetes-
portadores de una bandera blanca, se dirigían hacia la cruzados iban arrancándose del pecho las cruces
fortaleza por la línea del ferrocarril. blancas cosidas sobre el uniforme.
Les salieron al encuentro Bushman, ayudante del El ayudante del coronel, Bushman, desplegó una
coronel Katin, y tres cadetes: bandera tricolor, y el jefe de la fortaleza, con voz
-¿Guerrilleros? apagada, pronunció:
-Exactamente -respondió riendo Vaska-. Somos -Capitán Koliosin.
los destacamentos unidos de Vershinin... -¡A la orden!
-...y la clase obrera sublevada -añadió Semiónov, -La primera bala, para usted, capitán.
encarándose, audaz y retador, con Bushman-. Esas Koliosin se disparó un tiro y se desplomó en
cosas se nos dan bien, señor oficial. tierra.
-Capitán Grigóriev, capitán Petrov, Von Kün.
Los oficiales y los cadetes habían formado ante la Los tres oficiales se suicidaron simultáneamente.
casa del jefe de la fortaleza. A lo largo de la El coronel miró a su ayudante, que desabotonó la
formación, el coronel Katin, encorvado, las manos a funda de su revólver.
la espalda, iba y venía, hablando como si tuviera al -Espere un momentito.
suelo por interlocutor: Katin reflexionó un breve instante para decir
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-Hacen bien. Todos los corazones se han Y también los pescadores del río Jor, y los del
alegrado. golfo de Santa Olga, fornidos, habituados a arrostrar
-¡Cómo no! los vientos marinos, que vienen a morir a los
El secretario se puso a terminar la carta. Escribía a cañaverales del continente.
su mujer, comunicándole que, al parecer, el enemigo Y los aldeanos de la llanura, de rostro atezado y
había sido derrotado definitivamente, que se habían paso uniforme y cansino, como el de un rebaño
sufrido bajas, "pero la guerra es la guerra", y que fatigado...
Nikita Egórich, sin cesar de repetir la palabra Abrían la marcha, sobre un automóvil, Vershinin
"delicia", por la que sentía una gran predilección en y Nastásiushka. Ardían el rostro y el cuerpo de la
los últimos tiempos, había dicho que acaso tuviera esposa, ataviada con un vestido de vivos colores.
tiempo de arar las tierras y sembrar el trigo de Casi le sangraban los agrietados labios, y su fuerte
invierno: "¡Qué delicia!" vientre se acusaba bajo el vestido. Manteníanse los
-Verdaderamente, es una delicia. dos inmóviles en sus asientos, sin ladear la vista a
-¿Es cierto, camarada secretario, que vamos a derecha o izquierda; sólo se movía el viento, un
celebrar un desfile pasado mañana? viento como el de las montañas, denso, que traía el
-Esa orden tenemos. aroma del mar, de las rocas y de las yerbas y que
hacía tremolar el vestido de Nastásiushka.
Desfilaron mezclados obreros y campesinos. Sobre un guardacantón, apoyándose en un farol,
Pasaron los mineros de los yacimientos de oro, un corresponsal norteamericano garrapateaba con su
con sus anchos pantalones plisados y sus azules lápiz en un cuadernillo. Pulcramente vestido y
camisas de percal. Tenían los rostros huesudos, rasurado, contemplaba la manifestación con fugaces
cubiertos de una pelambre grisácea, como de musgo. miradas ratoniles.
Refulgían sus ojos redondos, acostumbrados a la Frente por frente, en la acera opuesta, había un
piedra. soldadillo enclenque, enfundado en un capote
Marchaban luego los pescadores de los lagos de semejante a la bata de un hospital, ceñidas las
Zeisk, de brazos largos, hasta más abajo de las pantorrillas por unas polainas azules y calzado con
rodillas. Decíase que usaban pantalones de piel de unas botazas inglesas. Miraba al americano por
lota. Sus largas melenas, tupidas como la hierba en encima de la multitud que desfilaba, procurando
primavera, olían a pescado... grabarlo en su memoria. Pero el yanqui, nervioso y
Iban después, rítmico y duro el paso, los pastores movedizo, resultaba tan difícil de apresar como un
de la cordillera de Sijote-Alin, de estrechos ojos pez en el agua, y esto irritaba al soldado: era un poeta
achinados, llevando escopetas de largos cañones, ansioso de recordar todo cuanto de sorprendente y de
heredadas de sus tatarabuelos. sublime ocurría en aquellas memorables jornadas.