Ivanov - El Tren Blindado 14-69 PDF

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EL TRE BLIDADO 14/69

Vsiévolod V. Ivánov

Edición: Progreso, Moscú 1976.


Lengua: Castellano.
Digitalización: Koba.
Distribución: http://bolchetvo.blogspot.com/
EL TRE BLIDADO 14/69

CAPÍTULO I. ¡A TODA PRISA! bromeaban comentando lo fácil que sería, en medio


AMANECÍA entre brumas. Terminada la fiesta, de tanta bruma, raptar a cualquier dama. Nezelásov
los invitados se despedían en el porche. Varia, la creyó oír un ruido sospechoso allá en el fondo de la
novia del capitán Nezelásov, tardaba en salir, pegadiza neblina, quizás en la muralla del fuerte o en
entretenida en los aposentos interiores con Vérochka, sus cercanías. Apoyando la mano en la muñeca del
la hija del coronel Katin: comandante de la fortaleza. coronel Katin, inquirió:
Nezelásov, en el umbral, sostenía entre las manos un -¿Ha oído?
chal de seda, humedecido por la niebla. -Yo no. ¿Y usted?
Ríen los oficiales. Un centinela hace su ronda y -Habrá sido una figuración -respondió el capitán
viene lentamente, desde la muralla del fuerte, oculta sonriendo y remedando ligeramente la voz del
entre la neblina, hacia la coquetona casita. A unos comandante de la fortaleza.
treinta pasos de ella, da media vuelta y se oculta de -Cosas de la niebla -bostezó éste-. Bueno, ya
nuevo entre la vaporosa oscuridad. En el interior de estarnas en el portalón. ¡Eh, centinela! ¡Abra paso!
su domicilio, el coronel Katin, amigo del "aire puro", Espero que no necesitarán de mí para encontrar su
abre las ventanas. Tras de bajar lentamente la tapa camino. Descansaré cosa de una horita, y luego haré
del piano de cola, se aproxima al capitán Nezelásov y mi inspección. Tengan en cuenta que guardo buenos
dice, con su voz firme y sonora, tan del agrado de pájaros en la prisión del fuerte: Peklevánov y sus
todos: compinches.
-¿Satisfechos? ¿Se han divertido bailando? Me Fuera del recinto, la niebla era más tupida todavía.
gusta la gente joven. Hace usted mal en fumar tanto. Los oficiales se cogieron del brazo; arreciaron las
Vérochka se queja de dolores de cabeza. ¡Vérochka, risas, y Varia, muy alegre, dijo a Nezelásov:
Vérochka! ¿No sales a despedir a los amigos? -¡Ay, Sasha! ¡Qué entusiasmo había hoy en la
Dentro se oyó una voz juvenil, muy parecida a la plaza!
del coronel: -Ayer -puntualizó el teniente Von Kün entre risas.
-No, papá. Me siento un poco indispuesta. -Eso es, eso es, ayer -rectificó Varia-. ¡Qué
La que salió fue Varia, quien, cogiendo el chal entusiasmo! Cuando desfilaron las tropas aliadas y
que le ofrecía su novio, indicó mientras arqueaba después pasaron las nuestras, la milicia de la Cruz
significativamente las cejas: Roja, toda la ciudad se puso a recaudar fondos.
-Vérochka está mal, Sasha. Tiene escalofríos. -Y ¡Vencer a los bolcheviques o morir! El general
añadió muy quedo-: ¿No será el tifus? Sajárov, comandante jefe del Ejército, ofrendó sus
Después de acompañar a sus huéspedes hasta las últimos cubiertos y su vajilla de plata antes de salir
murallas, el coronel Katin volvió junto a Nezelásov y camino de la taigá para combatir a los guerrilleros.
le preguntó con la sonoridad y el aplomo habituales -Y el obispo Makari -añadió, presuroso, el cadete
en él: Seriozha- ha donado una cruz cuajada de perlas
-Se dice, capitán, que sale usted para la taigá. ¿Va preciosas.
a pacificar a los mujiks? -Yo tampoco pude reprimir mi entusiasmo y
-El tren blindado es más necesario aquí - ofrecí mi último anillo de brillantes.
respondió secamente Nezelásov-. Sí, mi coronel; aquí -No sería el último o tendrías dos -objetó
será más útil. Nezelásov con una mezcla de ironía y tristeza-;
-¡Qué dice, capitán! Era una broma... Yo no porque llevas otro puesto...
mando en su tren... Hoy le encuentro un poco -Bueno, lo ofrecí, pero todavía no lo he
suspicaz... entregado... ¡Ah, caballeros, felicitad a mi hermano
¡Ay, sobrados motivos de suspicacia tenían el Seriozha! Ha ingresado en la milicia de la Cruz Roja.
capitán, el coronel y todos los demás! Una densa ¿Te imaginas, Sasha, cuando el obispo Makari, que
niebla azulina envolvía a los oficiales, que ha recabado para sí el mando de la milicia, calce las
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botas altas y monte a caballo? -¿Y por qué ha de ser precisamente usted?
Nezelásov contestó frío: -Pues porque ustedes se dedican a emborracharse,
-Un espectáculo imponente. mientras que yo he estudiado la ciudad y la conozco
Seriozha, rasgueando las cuerdas de la guitarra, se como la palma de mi mano. ¿Quién aplastó la
puso a cantar, y le secundaron las damas. insurrección? ¿Ustedes? ¡Yo!
En esto los alcanzó el ayudante del jefe de la
fortaleza, un viejo oficial apellidado Fomín, que, Mientras tanto, dos sombras se deslizaban por la
jadeante, volaba a caballo, rumbo a la ciudad: muralla de la fortaleza, apenas visible. Desde allí, a
-¡Silencio, señores! ¡Ha ocurrido una desgracia! causa de la niebla, tampoco se distinguía el puerto, y
-¿Se ha terminado la guerra civil? -soltó Von Kün mucho menos las casas de la ciudad. Ni siquiera la
una carcajada. propia fortaleza, enclavada en una colina y
-¡Peklevánov ha huido de la prisión! ¡Y todos los suspendida sobre el mar, se divisaba bien. Mas no
cables están cortados! por ello resultaba más fácil arrastrarse.
-Bien decía yo que se oían unos ruidos extraños -¡Al mar, al mar, Iliá Guerásimich! ¡A toda prisa!
junto a la muralla del fuerte -recordó Nezelásov-. -Creo que, por culpa mía, no nos retrasamos,
Peklevánov ha descendido al mar. ¡Fomín! Znóbov.
-¿Por la muralla? ¡Imposible! Tenemos noticia Tintineó una cadena. Peklevánov musitó:
cierta de que salió disfrazado por el portalón y de allí -No haga ruido.
se largó para la ciudad. -Ya le dije, Iliá Guerásimich, que me permitiera
Y, sin pensarlo más, corrió en la misma dirección. limarla en seguida...
Nezelásov le acompañó un momento con una -En la prisión se hubiera oído. Pero aquí siga
mirada despreciativa y masculló: limando.
-¿Con jefes como éstos vas a hacer la guerra? El leve chirrido de la lima pareció estremecer la
Los oficiales, sin cesar en sus risas ni en sus niebla. El centinela, prosiguiendo su ronda entre la
chanzas, caminaban lentamente hacia la ciudad, a lo muralla y la casa del comandante, sonrió, cansino, al
largo de la línea del ferrocarril. oír la vocinglera y desacorde canción de los oficiales,
Tres cadetes llevaban detenido a un marinero. alzó la cabeza y lanzó hacia la muralla una mirada,
-¡Idiotas! -pensó Nezelásov-. De fijo que le han aunque sin poner en ella una atención muy particular.
confundido con Peklevánov." Cesó el ruido de la lima.
Von Kün se encaró con los cadetes: -Échele un poco de aceite; un poco de aceite,
-Un momento, caballeros: éste es el marinero Znóbov. Y no se precipite.
Semiónov, de la dotación de mi lancha. ¿Qué haces -Todo va bien. Según mis cálculos, ahora deben
tú por aquí, Semiónov? los ferroviarios de tocar los silbatos de las
-Pues, mi teniente... un asunto de faldas. Y los locomotoras. Aprovechándonos del estrépito que
señores cadetes han debido de figurarse... armen, nos escurriremos tan tranquilos.
-Es Peklevánov, mi teniente; Peklevánov -Estupendo.
disfrazado... -explicó el mayor de los cadetes. -¿Qué, Iliá Guerásimich?
Von Kün soltó el trapo a reír: -Todo, Znóbov, todo es estupendo. Lástima que
-¿Éste? ¿Semiónov? no se divise la ciudad. Allí tengo a mi prometida.
El capitán, acompañándose a la guitarra, entonó -¿Sabe lo de nuestra fuga?
una cancioncilla que le gustaba hasta enternecerle. -Si me quiere, el corazón se lo dirá.
Las lágrimas asomaron a sus ojos, acaso por la Estallaron a distancia los estridentes silbidos de
emoción de la copla o porque Varia le estaba dando una locomotora. Siguieron los de otra. Luego, los de
unos terribles celos con Von Kün, quien, de cuando una tercera...
en cuando, lanzaba al capitán una mirada de sus Por fin, la hendidura producida por la lima
grandes ojos saltones y pensaba: "Parece que traspasó la cadena. Peklevánov, quitándose el grillete
Nezelásov está que trina." de los pies, preguntó en voz baja:
-¿Qué hago con esto, Znóbov?
Con los rojos acabemos -Tírelo al mar, y asunto concluido.
sin misericordia, El grillete cayó al agua. Días después, al
y a nuestra Rusia daremos encontrarlo cerca de la orilla junto con la lima,
dicha y concordia. adivinaron por qué camino se había escabullido
Peklevánov. Pero, de momento, el centinela,
-Tengo entendido, Nezelásov, que va usted a salir distraído con el silbar de las locomotoras con la
a toda prisa para la taigá con el tren blindado. neblina y con el chapoteo de las olas, continuaba
-Tonterías. Tengo que atrapar a ese Peklevánov. impertérrito su ronda, de la muralla a la casa del
Si no soy yo, no habrá quien le eche el guante, lo coronel, sin sospechar ningún desaguisado.
aseguro. Arrastráronse las dos sombras por la escarpada
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orilla. Znóbov lanzó un guijarro al agua. Apareció, tienda. En la escalerilla de la entrada, el tendero
sigilosa, una barca. Znóbov ayudó a bajar a su Obab, entre bostezo y bostezo, mira al cielo; al ver a
compañero, y la embarcación se esfumó entre la Vershinin, le saluda con una inclinación de cabeza.
neblina. El viejo Obab es hombre fino.
La carreta se detiene ante la herrería. Un abedul
La víspera de la fuga, Nikita Egórich Vershinin amarillento inclina sus ramas. Vershinin, con diestro
salió de su aldea para la ciudad. Por supuesto, nada balanceo, hace que la grada caiga a la sombra del
sabía de la operación que se preparaba. Sólo había árbol.
visto una vez a Peklevánov en un mitin celebrado -¿Nos preparamos para la primavera, Nikita
antes de la ocupación de la ciudad por las tropas Egórich? -inquirió el herrero.
blancas, y nunca hubiera imaginado que sus caminos -Quien no se prepara en otoño, se retrasa en
habían de cruzarse. primavera.
Pero se cruzaron. Vershinin, acompañado de su mujer, pasó de
Su carreta pasó ante la alta iglesia de ladrillo, que largo por la herrería y se detuvo en la linde de una
se erguía sobre una pendiente del camino, desde la campa. Después de contemplarla pensativo, agachóse
que se divisaban los rastrojos, grisáceos ya por el y recogió un puñado de tierra.
otoño, los montes vecinos, la taigá, el ancho y oscuro -Es magnífica -comentó la esposa mientras
río, de mansa corriente, y el nebuloso mar. desmoronaba un terrón.
-Estos campos están pidiendo el arado, la grada y -Magnífico sí lo es, pero veremos si nos permiten
la semilla -murmuró Vershinin. labrarla. Aún no hemos terminado de distribuirla y ya
- Pues ponte a arar -le contestó Nastásiushka. tenemos que agradar a los nuevos amos.
-¿Para quién? Nastásiushka, por toda respuesta, exhaló un
La grada, con sus dientes corvos, ocupaba la suspiro. El tono de Nikita Egórich denotaba la
mayor parte del carromato. Nastásiushka, esposa de turbación de su alma.
Vershinin, la sostenía para evitar que se cayera. Los Ya sin el peso de la grada, la carreta abandonó la
hijos del matrimonio, en lloriqueante porfía, corrían herrería y echó acorrer entre los campos.
tras la carreta. Nastásiushka los amenazó señalando a
su marido, que volvió la cabeza y les sonrió. El camino entre la aldea y la ciudad era largo: al
En dirección contraria, procedentes del río, venían llegar al río con la carreta había que cruzarlo en
varios pescadores con sus redes y su botín. Uno de balsa; venía luego la taigá de roja arcilla, con sus
ellos, Kolsha, inquirió: frondosos pinares y sus alerces; a renglón seguido
-¿A la herrería, Nikita Egórich? debían viajar en barca, junto a las húmedas y azules
-A la herrería y a la ciudad -explicó Nastásiushka rocas de la costa, para atravesar posteriormente un
con voz trémula-. Fíjate cómo lloran los chiquillos, estrecho y, por último, penetrar en una ensenada
Kolsha. donde se hallaba el puerto. Con el otoño se espesaban
-No tiene importancia. Dentro de un par de días, las nieblas sobre el mar, y era tan difícil remar como
ya estáis de vuelta. respirar. ¿Para qué darse tanta prisa ni tomarse tales
-Pero ¿y la guerra, Maxímich? Cuentan que en la molestias? ¿No les hubiera valido más encender la
ciudad están los mericanos, los aponeses y los estufa y tumbarse encima, con el calorcito?
franchutes... ¿Tumbarse? ¡Adelante, a toda prisa! La época era
-¿La guerra? ¿Aquí? -sonrió sarcástico Vershinin- azarosa; la pesca había sido abundante, y el pescado
. ¿A quién se le va a ocurrir meterse en estas selvas estaba a buen precio. Magnífica ocasión para
perdidas de la taigá? comprarles unos trapos a los chiquillos y a los viejos.
-Todo lo perdidas que quieras, Nikita Egórich - En la guerra son de más utilidad las nuevas armas
objetó Sumkin, un pescador chaparrote-; pero en los que las propias trincheras. Aunque Vershinin sonríe,
cinco días que hemos estado de faena, fuera de la pensando que las peripecias de la guerra respetarán la
aldea, nos han dicho que nuestra gente ha armado un taigá, en el fondo de su corazón no alienta la
motín. ¿Qué hay de cierto? seguridad de que ocurrirá así.
-¿Qué motín ni qué niño muerto? Estaba Los aldeanos son propensos al silencio y al
celebrándose la fiesta del santo. Los guardias retraimiento. Vershinin lo sabe. "La marta cebellina
comenzaron a meterse con las mozas, y después se es el más callado y el más curioso de los animales;
les ocurrió exigir a los aldeanos aguardiente casero. por eso es el más bello", suele decir. De ahí que
Y, claro, les dieron para el pelo. -Vershinin se puso solamente hable largo y tendido durante las
derecho el gorro y gritó, severo, a los niños: "¡Andad reuniones de la comunidad campesina; en casa o en
para casa!", pero luego, incapaz de mantener su compañía de sus amigos prefiere salir del paso y
rigurosa actitud, se apeó de un salto y los llenó de evadirse con breves parábolas o aforismos,
besos. inventados por él en su inmensa mayoría.
Y otra vez la aldea, los huertos, las casuchas, la A decir verdad, le cuesta mantenerse en silencio,
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dada su curiosidad. Tiene algunos libros, de Ciencias cuando el padre de su mujer se arruinó por completo
Naturales en su mayoría. Los volcanes, las tormentas y las calamidades de hicieron enformar, el único que
y los terremotos le intrigan sobremanera. "¿Andas le socorrió, llevándole pan, y pescado y ropa, fue
buscando la fuerza de Dios?", le pregunta alguno de Nikita. "No lo hago por usted -explicóse para
los que saben leer al ver los volúmenes que Nikita responder a la gratitud del suegro-, sino por su hija,
Egórich luce sobre el iconostasio. Vershinín que tiene la majestad de un cedro."
responde evasivo: "Dios no está mal; pero le estorban Interpretadas en su sentido literal, estas palabras
los popes." Cuando va a la ciudad, no deja de asistir a no carecían de sentido: Nastasia era alta, de largas
una función cinematográfica, mas no le interesan las pestañas, semejantes a las agujas de las coníferas.
películas de argumento, sino los documentales Hábil y diligente en los quehaceres domésticos,
geográficos. "¡Qué hermosa es la tierra! -dice a su discutía muy rara vez con su marido, y a Nikita le
mujer, contemplándola cariñosamente al salir del agradaba extraordinariamente hasta su voz, baja y un
cine-. ¡Y el hombre, qué malo! ¿Por qué?" tanto ronca. ¿Cómo no iba a gustarle? Había sido en
No es nada viejo: acaba de cumplir la treintena. tiempos una cantarina perpetua, pero perdió la voz
Pero su barbaza, su enorme estatura y el cuerpo un mientras segaba; y no porque cogiera un aire, sino
tanto encorvado le hacen aparentar más edad. Él, que porque cuando Nikita se le declaró, ella se puso a
lo sabe, se enfada: "Le tengo miedo a la vejez. Los cantar hasta quedar afónica.
ancianos mienten mucho." Así se explica, de seguro, -¡Gracias a Dios! ¡Qué a gusto estoy contigo! -
que, pese a su enorme curiosidad, pregunte muy rara decía Vershinin a su esposa, contemplándola
vez a los viejos; a quienes recurre con más frecuencia dulcemente con sus ojos alargados y pardos-. Lo que
es a los peregrinos, a los caminantes y a los siento es tener poca tierra.
vagabundos, entre los cuales tiene fama de -Ya tendrás más. .
"dadivoso". Sin ser rico, tampoco es pobre. Se dedica -Es que voy envejeciendo. Hasta en la guerra
a la pesca y a la caza de animales de pieles valiosas. contra los alemanes estuve y, sin embargo, ¿qué vi?
De buena gana labraría la tierra, pero hasta mil Hospitales y vendajes.
novecientos diecisiete carecía de ella, y después de la Así fue. Llevaron soldados del Extremo Oriente;
revolución de febrero diríase que a cada momento de los vagones los condujeron, sin más ni más, a los
estaba a punto de atraparla, pero siempre se le iba de helados pantanos de Prusia oriental; al amanecer,
entre las manos. cuando amainó la borrasca, el ataque, una herida en
-¡No tengas tanta ansia de riqueza, Nikita, que el pecho, un camastro en un hospital de campaña
sólo trae quebraderos de cabeza! -replica a sus junto a las posiciones, otro vagón, la ciudad de
discursos sobre la tierra algún ricachón por el estilo Ornsk, un alto muro de ladrillos en torno a un
del vejete Obab. edificio de tres plantas y ventanas increíblemente
-Mi ansia esde tierra, no de riqueza -contesta angostas; y allí, el reconocimiento médico y la
Vershinin-. Quiero purificarla, porque está maleada. licencia absoluta. La herida se había cicatrizado; no
-¿Maleada? ¿Por quién? le impedía realizar ningún trabajo, ni siquiera
-Por vosotros. dedicarse a la cacería; y la cabeza parecía estar hasta
-Déjate de monsergas. Como tu suegro se arruinó, más despejada y alegre. AI referirse a su herida,
tú quieres sacarlo del atolladero. Vershinin decía con una sonrisa amarga: "Poco favor
En efecto, el padre de Nastásiushka, rico en me han hecho los médicos mandándome de vuelta al
tiempos, poseía una gran hacienda; pero, llevado de pueblo", y pronunciaba estas enigmáticas palabras en
la avaricia, tuvo la ocurrencia de meterse a un tono tan significativo, que su interlocutor
comerciante para, también en estas lides, batir al palidecía. Ciento o doscientos años antes, aquel
viejo Obab. Casó a tres de sus hijas con ricachones hombre hubiera podido ser veterinario o hechicero.
que le exigieron buenas dotes, de suerte que para la Pero se mofaba de las hechicerías: "En la universidad
pequeña, Nastasia, no quedó un ochavo. Los han descubierto tales cosas, que los brujos de antaño
pretendientes, al cerciorarse de su ruina, pusieron no sirven ni para limpiar las zapatillas a los
tierra de por medio, y hubo que casar a Nastásiushka científicos de ahora." Asistía a misa, no por devoción
con Nikita Vershinin, que venía ron dándola desde ni por mojigatería, sino para no dar la nota
hacía tiempo. discordante. Si alguien sacaba a relucir en su
El nuevo yerno tardó poco en significarse. Ante el presencia el tema de la religión, siempre saltaba él:
altar observó una actitud de seria gravedad, mas -Recuerdo que cuando chico iba con mi padre a
apenas terminó su misión el cura, el recién casado no los yacimientos de oro de Irkutsk. Allí veía
pudo reprimir una carcajada y atronó con su voz la frecuentemente a los santones indígenas. ¡Aquello sí
iglesia entera: "Está visto que los pobres, para ser que era fe! ¿En qué creían los santones? En que el
felices, lo que tenemos que hacer es arruinar a hombre podía convencer a Dios. "Así, pues,
ustedes, los ricos", dijo, señalando a su suegro. Con poseyendo el don de la palabra, poco puede
todo y con eso, resultó ser el mejor de los yernos: importarte Dios." ¿Qué os parece? Ni que decir tiene
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que nuestros popes acabaron con todos los santones pidió tabaco y cargó la pipa; pero, en vez de ponerse
por predicar tales creencias y por tener al hombre en a fumar, tiró al agua la cerilla, que ya había
tan gran estima. encendido, y profirió enigmático:
A partir de mil novecientos diecisiete, las juntas -No debieras darte tanta prisa en ir a la ciudad,
de la comunidad campesina comenzaron a celebrarse Nikita Egórich.
a menudo. Llegaban agitadores, representantes de -Es que se pudre el pescado.
diversos partidos; hubo elecciones a los Soviets -Preferible es que se pudra él a que te pudras tú.
rurales y comarcales; eligiéronse luego diputados a la -Yo no estoy metido en líos.
Asamblea Constituyente; por último, se presentaron -Metido o no, registran a todo el mundo.
los guardias blancos con sus ametralladoras, y todo -¿Qué buscan?
quedó como petrificado. -Buscan a Peklevánov.
Poco antes de la llegada de los blancos, los -Yo daría también algo por encontrarle. Dicen que
bolcheviques y Lenin concedieron la tierra a los es hombre de luces: que ha estado en el extranjero y
mujiks. Cuando, en la reunión de la comunidad rural, en las cárceles del zar, aunque parece que comenzó a
se leyó el Decreto sobre la tierra y se hizo un vivir allá por el año cinco.
embarazoso silencio, Vershinin preguntó: -Viene a tener tu edad, Nikita Egórich.
-¿De balde? ¿De balde nos dan la tierra? -No son los años los que enseñan sino la lucha.
-De balde -respondió el orador. -Eso es muy cierto.
-Entonces, presidio a la vista. -Pues parece más cierto aún, Jmárenko, que los
-¿Cómo interpretar sus palabras, ciudadano? - blancos han metido a Peklevánov en la cárcel de la
intrigóse el que había leído el Decreto. fortaleza y que han puesto para guardarlo todo un
-Quiero decir que ya se las arreglarán los ricachos tren blindado.
para meternos en la cárcel -respondió Vershinin-. -El tren blindado catorce-sesenta y nueve. Su jefe,
Procuraremos salir de la trampa, con la ayuda de amigo, es un tal Nezelásov; un mocoso que desde
Dios. Cuando las espaldas pican, señal de tormenta. muy joven se ha acreditado de criminal.
Los guardias blancos, los agentes de los japoneses -O sea, que le guardan bien...
y de los americanos y otros elementos de la misma -Le guardaban.
laya, que pretendían demostrar que todas las naciones -¡Cómo! -exclamó Vershinin sin inmutarse.
se habían concitado contra los bolcheviques, -Como que se ha escapado.
invadieron la región con la rapidez de un alud, de -¿De la fortaleza? ¿Con un tren blindado
suerte que, aunque las espaldas picaban, no hubo vigilándolo? ¡Caramba, qué valor! ¿Le habéis
tiempo ni de blandir el puño, como dice la antigua escondido en alguna parte?
canción. -¿Yo? A mí no me metas en eso.
Cada cosa a su tiempo. -Déjate de cuentos, que te veo de parte a parte.
Seguía la barquichuela atravesando la ligera -Pues no, todavía no lo hemos enviado a ningún
niebla entre las Rocas Azules. Ya estaban cerca el sitio -confesó Jmárenko tras una pausa.
puerto y la ciudad. Vershinin bogaba con parsimonia. -Sería cosa de darse prisa.
Su pensamiento se detuvo en el herrero: juerguista y -Desde luego; pero no podemos confiar
jaranero hasta hacía poco, se había reducido a un Peklevánov a cualquiera.
silencioso recogimiento; había atestado de iconos el -¡Hombre, claro, a cualquiera no!
rincón delantero de su alcoba y, colocando ante ellos -A ti sí te lo confiaría el partido, Nikita Egórich,
una mariposa ardiendo, todas las tardes, al decir de la ¿serías capaz de esconderlo en la taigá?
gente, rezaba las vísperas. ¿Por qué? ¿Por miedo a Vershinin sonrió:
los guardias blancos? -¡Por vida del Señor, Jmárenko! ¿Qué se me ha
-Fíjate Nikita -le dijo Nastásiushka-: ¿no es perdido a mí en vuestro pleito? Somos gente de alma
Jmárenko el que viene por allí? cristiana y mansa. Lo nuestro es el arado, la tierra,
Jmárenko, carpintero y antiguo marino, vivía una barca en el mar. Yo no veo otra cosa que los
junto a la posada donde solía parar Vershinin. campos. ¿Qué vela vamos a llevar en el entierro de
Arrastraba una vida muy precaria, y era de suponer esa guerra?
hasta que pasase hambre, a juzgar por su alborozo Terció Nastásiushka:
cada vez que Vershinin le daba algo de pescado. No -Nuestras almas cristianas y pacíficas están en
se concebía que sufriese hambre una persona tan nuestro armario, señor Jmárenko, y no tenemos por
instruida, al parecer: los libros que procuraba para qué meternos a pelear.
Vershinin eran de mucha enjundia y, según todos los Prosiguió su razonamiento Vershinin:
indicios, el antiguo marinero sabía infinitas cosas. -Además, somos gente ignorante y analfabeta, con
-¿De pesca? una familia grande que mantener. Sin contar a los
-¿De pesca dices? En busca tuya vengo. viejos, tengo mujer, sobrinos y dos hijos: Mitka y
Jmárenko acostó su barca a la de Vershinin, le Sashka.
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-¡Y qué hijos! Tan diligentes y tan trabajadores... más quedo todavía.
-Desde luego, son buenos, cariñosos, alegres. No, -¿Triste? -inquirió Nastásiushka exhalando casi
conmigo que no cuente nadie para meterme en un alarido.
laberintos. -¿De qué se trata? -preguntó estremecido
Y arqueó el cuerpo sobre los remos. La Vershinin.
barquichuela de Jmárenko no se rezagaba: -Una desgracia, Nikita Egórich -respondió
-Se dice que vuestros aldeanos se han Sumkin-.La aldea nos ha enviado por ti.
amotinado... -Si es la aldea la que os manda, mal deben de
-¿Amotinado? ¡Qué fantasía! Lo que pasó es que andar las cosas.
les dieron una zurra a dos guardias borrachos. -Una expedición de castigo rodeó el pueblo. La
-Pues a mi hermano lo fusilaron anteayer los mandaba el hijito de nuestro tendero Obab, con grado
blancos, Nikita Egórich. de alférez. Emplazaron unas ametralladoras. A poco
-¿A Pavlusha? de marcharte tú empezaron a disparar, sin fijarse en
-A Pavlusha, sí. si mataban viejos o niños.
-Pero si no tendría ni diecisiete años... Buen mozo -¿Niños, dices?
era... Dios le tenga en su gloria... -Niños, Nastasia Mítrevna.
-¡Nikita Egórich! -¿Niños? ¿Qué es esto, Dios de los cielos? ¿A
-Que no, Jmárenko, que no puedo. Compréndelo, quién han matado? ¿A cuál de ellos? -inquirió
por el amor de Cristo. ¿Cómo vaya ocultar a un Vershinin.
militar si no estoy en guerra? Yo soy hombre de paz. -Cuando salíamos del pueblo, tu padre, Egór
-Y tras un breve silencio, levantó los remos y añadió Ivánovich, se quedó en la iglesia celebrando un
maligno-: Otra cosa sería, por ejemplo, un peregrino funeral por tus hijos. Por el alma de Mitia y por la de
que pasara junto a mi cabaña de la taigá... Uno que, Sáshenka.
digamos, se cruzase ahora con nosotros en una barca -¿A Mitia y a Sáshenka han matado? ¿A los dos?
y que estuviera oculto por aquí cerca, entre los -A los dos.
peñascales... De uno así me compadecería, le -¡Madre mía! -lanzó Nastáshiuska un penetrante
ocultaría, le mantendría y le defendería; ya podían grito mezclado con rezos incoherentes-. ¡Mítenka,
ofrecerme millones, que no lo entregaría. ¿Me Sáshenka! ¡Hijos míos!...
entiendes?
-Entendido... Llegado que hubieron a la ciudad, los pescadores
Y Jmárenko entonó a media voz: "Mucho tiempo se apresuraron a ir a la posada. No contentos con
arrastré las pesadas cadenas", viró con su haber avisado a Vershinin, deseaban visitar a
embarcación y desapareció entre la niebla, tras las Jmárenko. El ex marino se alegró de verlos y se
rocas de la orilla. contristó al oírlos. Le apenaba la desgracia de
Vershinin, acompañándole con la mirada, Vershinin, pero estaba ya seguro de que habría en la
pronunció pensativo: taigá un escondite para Peklevinov. Sin pérdida de
-Tengo una mala corazonada, Nastasia. momento envió a su amigo Semiónov, también
-¿Y por qué vas a ocultar a Peklevánov? marino, a entrevistarse con Znóbov, oculto entre las
-Lo que me inquieta no es el asunto de Rocas Azules.
Peklevánov, sino otra cosa... Creo que nos hemos Jmárenko, miembro del comité revolucionario
precipitado, pero las desgracias tienen las piernas clandestino, sabía que Znóbov, organizador de la
más largas que nosotros. Me temo que Jmárenko no fuga de Peklevánov, se proponía tenerle
haya venido a nuestro encuentro tan sólo por lo de temporalmente escondido entre las quiebras de las
Peklevánov. ¿No oyes la voz de Kolsha detrás de Rocas Azules. Semiónov, enterado ya del motín que
esas peñas? ¡Nos ha adelantado! estallara en el pueblo de Vershinin, desconocía los
-¿Kolsha, el pescador? ¿Qué puede traerle por pormenores e ignoraba que los hijos de Nikita
aquí? Egórich habían perecido en el ametrallamiento. Sólo
-Lo único que sé es quenas ha adelantado -repitió sabía que los aldeanos, después de una escaramuza
receloso Vershinin. con los blancos, se habían refugiado en la selva.
Entre las brumas percibíase ya netamente la voz Como las escaramuzas no son siempre sangrientas, el
de Kolsha, el pescador: marino Semiónov estaba tranquilo, y Peklevánov
-¡Nikita Egórich! ¡Nastáshiuska! ¿Estáis por aquí? tampoco se mostraba preocupado.
-¡Alguna desgracia! -exclamó ella levantándose -¿Qué le parece si le afeitamos esa maraña, Iliá
en la barca-.¡Aquí estamos! Guerásimich, antes de ver a Vershinin? Con la barba
Se les acercó otra barca con varios pescadores. le quitaremos de encima los últimos recuerdos de la
-En busca tuya venimos, Nikita Egórich -dijo cárcel, ¿eh?
Kolsha en voz queda. -Bueno, adelante.
-Un caso triste, Nikita Egórich -murmuró Sumkin -¿Y si le dejamos una especie de perilla, Iliá
El tren blindado 14/69 7

Guerásimich? -¿Quiénes son esos "ustedes"? -preguntó con


Peklevánov respondió sonriente: amargura Vershinin.
- Bueno, pues llevaremos la perilla, no vaya a -Los mujiks.
creer Vershinin que el presidente del comité Znóbov trató de dar una explicación:
revolucionario es un chiquillo. -Si apretamos todos, lo conseguiremos. Nosotros
-Tampoco él es ningún viejo. en la ciudad; vosotros en la taigá. Vamos a ver,
-Ya lo sé, ya lo sé. ¡Hay que ver la lata que me Nikita Egórich: tú querías que Iliá Guerásimich
estáis dando con vuestro Vershinin! pasara cerca de tu casa con hábito de peregrino...
-Tenga por seguro que de todas las cabezas Vershinin, enardecido de cólera, replicó jadeante:
aldeanas la suya es la primera. -¡Se acabó lo de los peregrinos! Vivíamos, y
Znóbov cogió agua en un cubo. Peklevánov, teníamos hijos, y teníamos casa, y teníamos respeto,
arqueándose sobre el mar, se lavó con visible y teníamos una aldea. Pero los blancos iluminaron
fruición. Mientras tanto, Znóbov buscó algún trapo ayer el cielo con nuestras casas. El fuego devoró en
con una ojeada y, al no encontrarlo, hizo un guiño a un suspiro el trigo campesino. ¿El trigo solo? Junto
Semiónov, quien se despojó rápidamente de su con él quemaron a mis hijos. Se fueron allí, al cielo,
blanca y liviana guerrera. A Semiónov le hizo gracia con el humo de los incendios.
que Peklevánov ni siquiera advirtiese con qué se -Es una tremenda desgracia la suya, Nikita
había secado la cara. "Un sabio distraído", se dijo Egórich -profirió Peklevánov en voz queda y
alborozado. entrecortada-. ¡Cuánto lo siento, cuánto lo siento!
Peklevánov preguntó: Las barcas navegaban lentamente.
-¿Ha leído usted El Conde de Montecristo, Peklevánov dijo a Vershinin:
Znóbov? -La paz, la gran paz del trabajo y del socialismo,
-Sí, Iliá Guerásimich. será el fruto de luchas enormes. El arte de vencer a
-¿Se acuerda usted de aquel marino que se los invasores, a los terratenientes y a la burguesía no
llamaba Dantés, si mal no recuerdo, y que se escapó es nada fácil. Hemos de aprender infinidad de cosas.
de la prisión del castillo de If con una pelambre por Tómese usted mismo como ejemplo, Nikita Egórich:
el estilo de la mía? ¡Ja, ja! tiene ascendiente sobre una comarca entera, pero
-Su situación era muy otra: después de tantos años quizá no sepa ni la tabla de multiplicar.
de cárcel, nadie le conocía en la población, mientras -No la sé, hermano -corroboró Vershinin sin alzar
que usted no ha estado más que un mes... la cabeza-. Has acertado.
-Pues a pesar de todo, tengo gana de ir a la -Pues es algo que debe aprenderse de niño.
ciudad. ¡Cuánto me gustaría! Pero, dígame: ¿no -¿De niño la tabla de multiplicar? Si los míos
correrá peligro Vershinin por entrevistarse con pudieran aprenderla... ¡Ay!
nosotros? Y rompió a llorar, apoyando las manos en los
-Para un pescador no hay sitio más seguro que el hombros de su esposa.
mar; Iliá Guerásimich -repuso Znóbov. La niebla, el mar, las barcas...
-¿Y están seguros los miembros del comité Peklevánov dijo:
revolucionario de que la candidatura más apropiada -Los guerrilleros actúan dispersos, Nikita Egórich.
es la de Vershinin? Yo no lo he visto nunca. ¿Ha Seamos bolcheviques; unamos las guerrillas en un
servido en el ejército? ¿Cuánto tiempo? ¿Con qué ejército. ¡En un ejército disciplinado y firme!
graduación? Seguían navegando cerca de la orilla. En tierra se
Entre la niebla resonó un grito de mujer. oían los sones de una flauta. Peklevánov miró
interrogativamente a Znóbov, quien explicó:
La barca de Znóbov se deslizaba silenciosa junto -En el malecón hay un estudiante tocando la
a la de Vershinin. Los pescadores se mantenían a flauta. Es un simpatizante, Iliá Guerásimich. Tengo
cierta distancia. Vershinin iba encorvado en su distribuidos a muchos partidarios por la orilla para
asiento, con las dos manos sobre la cabeza de su que nos hagan señales. Contamos con adictos hasta
mujer. Peklevánov, apoyando la espalda en el mástil, entre los refugiados.
los miraba en silencio. Atardecía. La humareda -A propósito de los refugiados -observó
azulina de la niebla se estremecía por encima de las Peklevánov-: si caen algunos en sus manos, Nikita
dos embarcaciones. Egórich, no les toque usted e1pelo de la ropa.
Por fin, Peklevánov rompió el silencio: -¿Por qué?
-Mientras veníamos para acá, Nikita Egórich, los -Porque son muy valiosos auxiliares -respondió
componentes del comité revolucionario hemos hecho Peklevánov con una leve sonrisa-. Siembran el
un recuento de nuestras fuerzas. Estamos seguros de pánico, y eso nos conviene muchísimo.
salir airosos. Se necesita que también la ciudad se Encorvado en su asiento, con una pierna sobre la
subleve. ¡Esta vez venceremos! Naturalmente, si otra, miraba al fondo de la barca. Vershinin le había
ustedes nos ayudan. causado excelente impresión, y de buena gana
8 Vsiévolod V. Ivánov

hubiera prolongado largo rato el diálogo con él... madre de Nezelásov, los inspeccionaba minuciosa y
Exhalando un suspiro, levantó la cabeza: atentamente y ordenaba que los desembalasen cuanto
-Muy breve ha sido nuestra entrevista, Nikita antes.
Egórich, ¿qué se le va a hacer? Esperemos que las Le ayudaba en su tarea Semión Semiónich, un
sucesivas sean más largas. remotísimo pariente, linajudo y bondadoso, pero
Vershinin contestó emocionado: estúpido si los hay. Su necedad era tan imponente
-Gracias, Iliá Guerásimich. Eres hombre justo y como su barba. ¡Dios mío, qué maraña! Cuando,
sencillo. Después de hablar contigo parece como si posteriormente, ya en la taigá, Nezelásov recordaba
se hubiera encendido una luz en mi alma. ¡Tengo una la tienda de flores y su imaginación recaía en Varia o
comezón en la espalda! ¡Qué comezón! Señal de en las innumerables macetas que formaban columna
tormenta... en todos los rincones de la casa, creía ver en cada
tiesto la barba de Semión Semiónich: aquella
CAPÍTULO II. LOS EUGAEOS pelambre colosal no cabía en el tiesto y se salía de él,
Sáshenka, vino a verte Obad. Acababa de llegar exuberante...
de una expedición punitiva que dirigió en su pueblo. Nezelásov, por supuesto, amaba a su madre, pero,
De aquí se fue a casa del comandante de la fortaleza ¿por qué se le ocurrían a ella tales bobadas y por qué
en busca tuya. ¿Te encontró? Semión Semiónich asentía solemnemente con su
-Sí, sí... frondosa e impresionante barba rubia?
-¿Habló contigo? -Continúa llegando gente y más gente, Sáshenka -
-Creo que sí... Durante la fiesta... suspira Nadezhda Lvovna-. Refugiados y más
"Pero, bueno, en la fiesta que dio el comandante refugiados...
yo no le dije a Obab ni una palabra -recapacitó -Refugiados y más refugiados -remacha Semión
Nezelásov, mirando, soñoliento, a su madre-. Es más: Serniónich.
¿estuvo él allí? No me acuerdo. Evidentemente, nos -A ver si ponéis un poco más de cuidado,
hemos hecho muy tolerantes y, por así decirlo, soldaditos -resuena de nuevo la voz de Nadezhda
atraemos a gente del pueblo a la defensa de la patria; Lvovna-. Eso es un jarrón. Resulta que tenemos
pero, de todas maneras, el hijo de un tendero de una jarrones, pero flores no las hay ni siquiera en la
aldea de la taigá, obtuso y estúpido... No, es seguro floristería. -Va contando los bultos-: Dieciocho...,
que no conversé con él. Me acuerdo perfectamente. veintiuno... Bueno, creo que ya están todos. ¿Han
Y ahora tendré que recibirle en este mísero encargado ya la estantería para los libros de
apartamento... ¡Qué odio le tengo a esta vivienda, Sáshenka, Semión Semiónich?
qué odio! Todo en ella es pobre y ruin. Sin embargo, -Sí.
mamá está tan satisfecha, y lo mismo le pasa a -Ahora no se necesita más que un biombo para
Sernión Semiónich y a Seriozha, e incluso a Varia, a Várenka, y nos habremos instalado como es debido.
pesar de su gusto exquisito y sutil... -siguió el capitán Semión Semiónich, con aire hosco, cual si le
sus cavilaciones, mientras contemplaba con repulsión molestase la sola idea de que alguien le creyera
los líos que iba desatando el asistente-. ¡Menudo inteligente, se apresuró a soltar una de sus habituales
palacio! ¡ja, ja, ja! Más que una casa es una guarida." tonterías:
En aquel inmueble, situado en el centro de la -Alexandr Petróvich, hoy he visto a Trofím
ciudad, había antes una gran tienda de flores, Efímovich Preobrazhenski, el alcalde de nuestra
mientras que luego, ¡oh, capríchos del destino!, vivía ciudad, ¿le recuerda usted? ¡Qué tío con más valor!
el famoso capitán Nezelásov, tan elogiado de todos - Desde Samara hasta Omsk fue en su troika, y luego
incluso del mando aliado-, aunque los encomios no le siguió huyendo hasta el mismísimo Krasnoiarsk. ¡Mil
valieran para ascender. ¡Envidias, envidias, intrigas, verstas! Sólo en Krasnoiarsk cogió un tren, y eso
miedo a un nuevo Bonaparte! porqué se le reventaron todos los caballos. Sigue tan
A lo largo de las paredes se extendían los amplios campechano como siempre. Me obsequió con un
estantes vacíos, y en un rincón se amontonaban cigarro puro.
todavía las macetas, de horadados fondos, metidas -¿Con un cigarro puro? ¿Y no le obsequió con la
las unas en las otras. Por la vitrina se veía la calle; novedad del día, Semión Semiónich? ¡Peklevánov ha
algo más allá, las instalaciones del puerto y los huido de la cárcel y ha desaparecido sin dejar rastro!
edificios del ferrocarril; y al fondo, el espigón y el -¿Y quién es Peklevánov?
mar. Por las aceras se movía una multitud de gente; ¡Santo Dios! El capitán cogió un voluminoso
de tarde en tarde, alguien se detenía ante el tomo de una enciclopedia y buscó una palabra con la
escaparate, se miraba en él con obtusos ojos que se había tropezado la víspera. Un término muy
mortecinos, se arreglaba nerviosamente la pechera y significativo: algo que recordaba a Guinea, adonde,
reemprendía su camino. según muchos indicios, habrían de emigrar todos
El asistente y dos artilleros del tren blindado ellos, y al Evangelio y, sencillamente, a uno de los
seguían acarreando bultos. Nadezhda Lvovna, la absurdos que tanto abundan en nuestra vida.
El tren blindado 14/69 9

Leyó en voz alta, entre triste y socarrón: quien le coja.


-"Euganeos. Pueblo que, en la antigüedad, habitó -¿Y si se equivoca usted? ¿Y si Peklevánov
en las regiones del nordeste de la Península Apenina, organiza otro motín? Repito mi pregunta: ¿quién ha
de donde fue expulsado por los vénetos. "Ya no sofocado todas las insurrecciones de los obreros?
existen ni los euganeos ni los vénetos. A los unos y a ¡Yo! ¡Mi tren blindado! Entonces, ya es hora de que
los otros los echaron de allí, y todo el mundo se ha se me dé el mando de la guarnición y de que se me
olvidado de ellos. A usted y a mí, Semión Semiónich, ascienda, por lo menos, a coronel, porque esto de
nos han echado también. Y nos olvidarán de tal seguir siendo capitán...
modo, que ni en el diccionario se nos encontrará. ¡Ja, Obab, mordiéndose significativamente los labios,
ja, ja! propuso a Nezelásov ir a visitar los depósitos de
Semión Semiónich le escuchaba atento: no en artillería, situados en las afueras de la ciudad.
vano era un admirador de los libros. Y Nadezhda ¡Sí, sí! Allí estaba la solución de todo…
Lvovna proseguía impasible sus temas caseros:
-Mira qué bien: ya podemos almorzar a las horas También el arsenal de artillería estaba envuelto en
de costumbre. Eso nos obliga a combatir como es niebla. Obab, produciendo un chirrido increíble,
debido. Porque, vamos, ¡hemos huido ya hasta el abrió los anchos portalones. Ante sus ojos se
mismísimo océano Pacífico! Más allá, imposible... presentó una larga nave atestada de cañones. El
De manera que hay que dar la cara, quieras o no. De alférez hizo un guiño al capitán:
no hacerlo así, ¿qué será de nosotros? Va una por la -Son unos cañones superiores, Alexandr
calle, y todo son achuchones, todo es barullo; líos de Petróvich. Americanos. Sin embargo, observe usted
ropa y maletas en los poyos de las ventanas..., gente qué poquitos proyectiles: un juego para cada cañón.
por todas partes..., hacinamiento... Yo, al verlo, me -Las granadas deben de hallarse en el depósito
tengo por afortunada con vivir en una antigua tienda contiguo. Sé de muy buena fuente que los
de flores. Porque hay gente que se ha instalado en americanos descargaron un sinfín de ellas.
lugares que son una indecencia... -Que las descargaron es cierto; sólo que el general
-Y que lo diga usted -asintió Semión Semiónich-. Sajárov volvió a cargarlas.
Fíjese en mi caso. Me han ofrecido un empleo y han -¿En los barcos?
hecho grandes elogios de mi voz, asegurando que -En sus propios trenes, Alexandr Petróvich. El
tiene un timbre muy sonoro. Puede que lleven razón general está combatiendo a los guerrilleros. "Hay que
y que yo posea una voz excepcional; pero, ¿a santo barrerlos de la faz de la tierra antes que se unan." No
de qué sacar a relucir la voz? Ni que fuera a cantar en sé si lleva cinco trenes de proyectiles o si son ocho,
la Ópera o en un templo y no a remover papelotes en aunque incluso pudieran ser doce.
la Comandancia de Intendencia... Nezelásov inquirió con voz trémula:
La cháchara de los euganeos es interrumpida por -¿Para qué quiere el general Sajárov tanto
Obab. El alférez penetra en la pieza, y la gorra proyectil? ¡Doce trenes!
tiembla en su mano, sacudida por la excitación: -A decir verdad, son quince.
-Llevo buscándole todo el día, señor capitán. Tres - Por eso le pregunto a usted: ¿para qué los
veces he ido al tren blindado. Por orden del general quiere?
Spasski, jefe del Estado Mayor del Frente del Este, -Los quiere, Alexandr Petróvich, porque tiene
paso a disposición de usted para combatir a los miedo. Los militares de hoy no son gente de fiar.
guerrilleros. Derrota uno a los guerrilleros, regresa cubierto de
-Pero, bueno, ¿no ha acabado usted con ellos? gloria a unirse con sus amigos, y los amigos le
-He quemado casas y matado a muchos, pero no a reciben a cañonazos. -Y Obab añadió en un susurro-:
todos. El general Spasski, jefe del Estado Mayor del Frente
-¿A la taigá, a los bosques, a las montañas? - del Este, afirma que si usted sigue al general Sajárov
pregunta Nadezhda Lvovna suspendiendo la alcanzará con facilidad el grado de coronel, Alexandr
supervisión de los bultos llegados. Petróvich. ¡Qué bien le sentará el título! No que así
Obab, puesta la mirada en Nezelásov, responde: resulta punto menos que una canallada: se lleva todas
-Sí, señora. La orden es salir para la taigá. las municiones a la taigá, y nuestro tren blindado se
Al capitán se le escapó un chillido de indignación: queda sin una bala que disparar. ¿Y si Peklevánov se
-¿La orden? ¿Quién ordena tal cosa? ¿No sabe levanta otra vez?
usted, Obab, quién se ha escapado de la cárcel? Como era de esperar, todo se decidió en los
¡Peklevánov! depósitos. En casa, por supuesto, no faltó un bello
-Ya lo atraparán. gesto. ¿Cómo no iba a realizar tal gesto un euganeo?
-¿Quién? Había que blasonar de valeroso ante Várenka, la
-Los nuestros. Y si no le echan el guante los novia, haciendo creer que, bajo su influencia, el
nuestros, se lo echarán los japoneses; y si no los capitán Nezelásov se había ido a la taigá con el tren
japoneses, los americanos. Descuide, que no faltará blindado. Várenka frecuentaba el domicilio de los
10 Vsiévolod V. Ivánov

Spasski. La generala era una idiota a la que sorbían el capitán Nezelásov "se cargaba" al jefe y se apoderaba
seso los gatos, y su marido, el tío Viacha, se pasaba del mando y de los proyectiles, recorrería en un
el tiempo encuadernando libros, cuyas pastas le santiamén el camino de la gloria.
volvían loco... Pero, en fin: ¡que supieran de una vez -Es la orden número...
que Nezelásov había resuelto partir para la taigá! ¡Números, números y más números! Las órdenes
Convenía que Várenka se fuese de la lengua en casa del general Spasski venían siempre sembradas de
del general comentando la intrepidez de su novio. guarismos.
Éste recordaba que también Bonaparte era osado en "El tren blindado 14-69 deberá presentarse sin
el hablar; y si no lo era, ¡al diablo Bonaparte! dilación, no más tarde del 2 de septiembre, en la
Nezelásov sería más atrevido. estación de Muklionka, tomando posiciones junto al
Como pretexto aprovechó unas palabras del río del mismo nombre, junto al apeadero 85, para
contratista Dúmkov. Aquel señorito rubio y proteger el puente número 37. El jefe del Estado
recompuesto cortejaba a Várenka, quizá con alguna Mayor del Frente del Este, general-mayor Spasski."
esperanza. "¿Qué me importa Várenka y qué se me Números en las portezuelas del tren blindado;
da a mí del amor? -decía el capitán para su capote-. números en los marcos de las ventanas, en el correaje
Lo que me interesa es la graduación de coronel y la y en la funda del revólver. Hasta los cigarrillos
fama. Cuando alcance la una y la otra tendré las americanos que el capitán Nezelásov iba quemando
Várenkas a patadas." uno tras otro, y cuya ceniza se reducía suavemente a
Mientras cenaban amigablemente, algunos polvo en el vientre rotundo de un buda de bronce,
invitados –y sobre todo el contratista Dúmkov- partido por medio, lucían una multitud de cifras.
expresaron la opinión de que sólo las milicias de la -¡El diablo que, Be lleve tanto número! -refunfuñó
Cruz Roja salvarían al ejército blanco. colérico Nezelásov-. Está visto, Obab, que son un
Nezelásov atajó al contratista con una risotada: signo de nuestro tiempo y que tienden a crear una
-¡Menudos cruzados! Cinco mil verstas han apariencia de realidad. El tren blindado, un número;
corrido ustedes hasta el océano Pacífico para que la orden, otro número; la dirección, otro número más.
aquí se les ocurra la estupidez de formar esas milicias Pero la realidad es que nada existe. ¡Cero! ¡Todos
de la Cruz Roja. nuestros actos equivalen a cero! Debiéramos estar en
-¿Y tú, no has corrido? -le atacó Várenka la ciudad, dando caza a Peklevánov, y nos hemos
indignada-. ¿Es que tú has caído del cielo? venido, "en la dirección número tal" para buscar al
-¡Varia! -trató de apaciguarla Nadezhda Lvovna. general Sajárov, que no está aquí ni se sabe por
-¡No, Nadezhda Lvovna! ¡Deje que me dónde anda. "Sin dilación." ¡Ja, ja, ja!
desahogue! Evidentemente, si lo que pretenden es aniquilarme,
-¡Muy bien! -exclamaron a coro el cadete no ha podido ocurrírseles mejor procedimiento; pero
Seriozha, el contratista y hasta el bobalicón de si quieren sacar algún provecho de mí...
Semión Semiónich. -¿Para qué iban a mandarle a la taigá sin utilidad
-Ya sé, ya sé lo que vais a decirme: soy un alguna, mi capitán? -repuso Obab-. Hasta un grano
cobarde emboscado en retaguardia, un charlatán, un que le salga a uno es útil en el mundo. ¡Ja, ja, ja!
intrigante... -Desde luego, salimos como el pus de las heridas:
Dicho esto, el capitán Nezelásov se tornó hacia por los extremos. Nosotros estamos en el extremo de
Obab y, con voz sollozante, blandiendo los puños, la taigá; los fugitivos y el gobierno, en el extremo de
vociferó: la vida.
-¡Alférez! ¡A la taigá con el tren blindado catorce- Obab observó de reojo la contracción de los
sesenta y nueve! músculos faciales del capitán y sugirió evasivo:
-Debería usted ponerse en cura.
"¡Fuera los euganeos!" Era el alférez Obab uno de tantos voluntarios que
Y ya está Nezelásoven la taigá. escalaron la oficialidad en el ejército del almirante
-Orden del general Spasski. Kolchak. Refiriéndose a los oficiales de carrera solía
-¿A qué se refiere? decir: "Están todos enfermos." Respetaba al capitán
-Los trenes de municiones del general Sajárov se Nezelásov: era un "técnico", que había servido en las
encuentran todos en la estación de Muklionka. unidades blindadas en Petersburgo y hasta trató, en
-¡Cómo! octubre del diecisiete, de sacar los tanques a la calle
¡Dios de los cielos, qué horrible estremecimiento para combatir a los bolcheviques. Bien es cierto que
le sacudió al saber que el general Sajárov, jefe del falló en el intento, pero entonces falló todo el mundo
Ejército, se había llevado a la taigá todos, y no había por qué cargar el fracaso en la cuenta del
absolutamente todos los proyectiles de artillería! Y lo capitán. Acababa de presentarse el momento propicio
más terrible era confesarse a sí mismo que aquella y no convenía desaprovecharlo, pues quizá fuera
sacudida tan desapacible tenía algo de agradable: al incluso más favorable que el de octubre: concedíanse
general Sajárov se le consideraba un truhán, y si el cuantiosas recompensas en tierras, en metálico y en
El tren blindado 14/69 11

honores.... El atamán Semiónov favorecía a los suyos Nada podía afirmarse; todo era una mezcla
de tal manera, que daba gusto. Saltaba a la vista la confusa. En vez de esperar al tren blindado 14-69, el
fatiga, la extenuación del capitán Nezelásov... general Sajárov había desplazado sus unidades hasta
-Si no se cuida lo va a pasar mal. ¿Quiere que los accesos a la taigá, dislocándolas en los campos
llame al practicante? inmediatos a Muklionka, que, dicho sea de paso,
Nezelásov, tembloroso y precipitado, sacó otra acababan de serie graciosamente donados por el
cigarro: gobierno. Su actitud resultaba harto comprensible: ni
-Está usted en Babia, Obab. -Y, sacudiendo más ni menos que tres mil fanegas de magnífica
nervioso la ceniza, cacareó-: Esto es muy triste, tierra. Pero ¿por qué no se le ocurrió al muy idiota y
Obab, muy triste. La patria nos ha... dado la patada. miserable dejar siquiera una esquela a Nezelásov,
Nos creíamos necesarios, indispensables, explicándoselo todo y pidiéndole perdón?
imprescindibles, Y de buenas a primeras nos Entre golpes de tos, expeliendo a un tiempo saliva
despiden... Y al fin y al cabo, si fuese una simple y humo, el capitán bramó:
despedida… Pero es un puntapié, un puntapié, un -¡Oh, esclavos indolentes y estúpidos! Se asfixia
puntapié... uno entre vosotros...
-¿Mandarle a la taigá significa despedirle? ¡Por Nezelásov levantó la tapa del ventanuco. Obab
Dios, Alexandr Petróvich! Yo lo tengo por una dormía.
misión honrosa: capturar a Vershinin...
-¿Honrosa? Cuando usted mata un animal, ¿qué le Olía a hulla y a tierra calcinada. La estación
corta primero, la cabeza o el rabo? sudaba, atestada de gente, y tenía el aspecto de un
-La cabeza -contestó Obab tras de pensarlo un bote de lombrices. Sus paredes y la campanilla
poco-. Y luego las patas. Si supiera lo que me gusta suspendida junto a la puerta despedían un brillo
la gelatina... aceitoso.
-Pues Peklevánov es la cabeza, y Vershinin la Un maestro de escuela, acicalado como un
cola. figurín, pero con un sucio desgarrón en un hombro,
-¡Oh, eso no! Vershinin es el cuerpo. Y aún está iba y venía por el andén. Las despeinadas cabezas de
por ver si la cabeza es Peklevánov. Yo, Alexandr las señoritas, con una de las dos mejillas tumefactas,
Petróvich, no creo en los obreros, sobre todo en los de un tinte gris rosáceo, denunciaban la dureza de las
de nuestra región de Primorie. ¡Son unos borrachos, almohadas o quizá su ausencia y sus sustitución por
una chusma indecente! A mi entender, la fuerza un simple saco. ¡Polvo, suciedad, el sello de la huida
principal es el mujik, sólo que el muy canalla se ha por doquier!
estropeado a fuerza de mimos. Alexanclr Petróvich. -Otro telegrama, mi capitán -anunció un artillero.
Lo primero que necesita el mujik es un buen -¿De qué se trata? -exclamó Obab despertándose
vergajo. Ahí tiene usted al atamán Semiónov: ése no súbitamente-. ¿Del general Sajárov? ¿Dónde está?
se anda con chiquitas, ni con liberalismos, sino que Con cansina displicencia, el capitán Nezelásov
aplica lo de garrotazo y tente tieso. tabaleó sobre el azulado y tosco papel del mensaje.
-Verdaderamente, el atamán Semiónov tiene sus Como siempre, como en todas partes, números y más
cualidades... Por ejemplo, la energía… números en el telegrama. Las pupilas de Obab tenían
-Desde luego; en dos patadas... su habitual tinte borroso. "¿Temerá algo? Pues si
¡Otra vez los números! Eran como los postes de Obab teme, muy mal deben de andar nuestros
una empalizada o como las pértigas de un redil, asuntos."
destinadas a contener un rebaño loco. Bien estaba -Es del general Spasski -explicó Nezelásov-.
que aquel bruto de Obab anduviera en mitad de la Ordena que demos con el paradero del general
manada aguantando empujones, pero ¿y un hombre Sajárov. Ahora bien, ¿dónde se ha metido ese hijo de
dotado de individualidad y de talento? Allí estaba el perra? ¿Por qué se oculta? ¿No estará fraguando un
alférez Obab, ayudante del capitán Nezelásov, golpe de estado? ¿Se habrá ido con los bolcheviques?
tumbado en un camastro, semejante a un enorme y ¿Por dónde andará, Dios mío?
fofo número 8, con la pelada cabeza hundida en los -Eso es lo cierto.
desproporcionados hombros. ¿De dónde y para qué -¿Qué?
había venido? ¿Dónde le había visto por primera vez, -Pues lo de Dios -explicó se Obab-. Hay que
el capitán? ¿En el séquito del general Spasski? Sí, le encomendarse a algún Dios, y ésos nos miran como a
parecía que había sido allí. dioses.
-¡Exactamente! -¿Quiénes?
"¿Exactamente? -dudó Nezelásov-. En primer -Los refugiados.
lugar, ¿es cierto lo de los proyectiles? En segundo Nezelásov se asomó por el ventanuco.
lugar, ¿será verdad que Peklevánov ha huido a la La masa de refugiados, apiñada junto al tren,
taigá? Y, por último, ¿no es una fantasía la fuerza de contemplaba con embeleso el blindaje de los
Vershinin y de sus guerrilleros?" vagones. Un maestro de escuela, dé limpia gorra y
12 Vsiévolod V. Ivánov

astroso abrigo, sosteniendo cuidadosamente en su taigá, capitán -pronunció a modo de saludo y agregó
pequeña mano una gran tetera de aluminio, preguntó con sorna-: Se lo agradezco en el alma. Allí nos
meloso: encontraremos.
-Señor capitán, a muchos les intriga por qué, Nezelásov se dirigió a él en un tono punto menos
durante las maniobras en la vía, la locomotora está que implorante:
unas veces a la cabeza del convoy y otras veces en -¡Proyectiles, necesito proyectiles, excelencia!
medio de él. Atajóle el general:
Hay en los ojos del maestro tanta tristeza, que -Repito que allí nos encontraremos. A propósito,
parece que ésta, reflejada en la redonda panza de la capitán, ¿le han comunicado que se le ha concedido
tetera, vibra y se multiplica infinitas veces. ¡Tristeza un lote de tierras casi lindantes con las mías?
de hojalata! El capitán se compadece de él un -¿De tierras?
instante y le responde, exagerando la cortesía: -Sí, señor: le han otorgado doscientas cincuenta
-Es que, verá usted, señor maestro: tenemos un fanegas. Pero tengo prisa por llegar al Estado Mayor
maquinista nuevo, trasladado de un tren de del Extremo Oriente. Perdone usted...
mercancías. Como le falta hábito de conducir trenes Y, señalando los manchones de aceite de que
blindados, duda en muchas ocasiones y, llevado de estaba impregnado el uniforme del capitán, el general
sus viejas costumbres, coloca la máquina a la cabeza le lanzó una puntada con una risilla sardónica:
del tren. Sin embargo, es muy afecto a la causa de los -No conviene ponerse en evidencia con tanta
blancos y nunca nos traicionará. ¡Eh, Nikíforov, mancha, ¡ja, ja, ja! Tengo entendido que es usted de
déjate ver! origen plebeyo... En fin, no tiene importancia; ha
¡Es un gesto magnífico! Los refugiados mueven la sido una broma...
cabeza con satisfacción. Confían en la fuerza del
capitán Nezelásov; pero si, además, su fuerza se En el preciso instante en que Nezelásov se
multiplica por la fidelidad del nuevo maquinista, disponía a "mostrar su agradecimiento" a los obreros
tanto mejor. ¡Qué grato es contemplar un tren de los depósitos, que estaban fumando a la entrada,
blindado tan poderoso! ¡Cuánto acero, cuántos llegó el chino Sin Bin-U, que reconoció al capitán
cañones, cuánto estrépito y cuánto humo! ¡Qué pese a estar embadurnado de aceite. Sin Bin-U hizo
marciales son los artilleros y qué cortés el ademán de escabullirse, pero las sonrisas de los
comandante del tren, a quien, sin duda, le espera un trabajadores, quizá deliberadamente afectuosas, le
brillantísimo porvenir! detuvieron. El chino explicó furioso, indicando al
"Todo está muy bien -dijo Nezelásov para sus capitán con un movimiento de hombros:
adentros-. Pero ¿dónde se habrá metido ese miserable -Ella quelel matal a mí. Casa mía aquí estaba. Yo
general Sajárov?" caval tlinchelas en flente. Llego aquí, y no hay casa,
Y se le vinieron a la memoria la ciudad, la ni niños, ni mujer.
estación y un menestral de botas rojizas que, ebrio y -¿Te han acusado de insurrecto? -bromeó el
desgarbado, bailaba en la taberna cercana al depósito cerrajero Lijántsev, fornido y corpulento.
adonde Nezelásov, en compañía de Obab y del nuevo -Sí, sí. Ello insulección acusalme. Tiene mal
maquinista Nikíforov, fue para inspeccionar el tren. colazón. Necesita enfadalse.
El capitán le hizo una revisión completa; pasó por El viejo ferroviario Filónov, mostrándole un
entre las ruedas y hasta subió para acabar atadijo, respondió al chino:
exclamando sorprendido: -Te enfades o no te enfades, la vida hay que
-¡Qué buena reparación han hecho los muy pillos! tomarla como es. Dos semanas hace que intento
-Con arreglo a las instrucciones -comentó llevar esto a mi hijo y no me lo permiten... También
Nikíforov. lo han detenido como rebelde...
-Quisiera "darles las gracias". Tanta precisión me -Mía complendel tuya -exclamó el chino.
huele mal. ¿No habrán acondicionado tan bien el tren -Sería cosa de encontrarle algún trabajillo -sugirió
pensando que les va a servir a ellos? A lo mejor se Lijántsev.
les ha ocurrido: "En cuanto se descuide el capitán -Podríamos mandarlo al puerto, con los
Nezelásov, nos apoderamos de este armatoste y cargadores.
adivina quién te dio." -No, es mejor dejarlo con los cerrajeros -opinó en
Pero el general Sajárov le impidió "dar las voz baja Shurka, ayudante del maquinista Nikíforov-.
gracias" a los trabajadores. En un caminillo cercano Así le será más fácil irse con los guerrilleros...
al depósito apareció su coche. Nezelásov, después de No obstante, Lijántsev condujo al chino al puerto,
amenazar a los obreros con el puño, corrió solícito: pero también allí consideraron que le valdría más
-¡Excelencia, excelencia! escapar a las zonas de las guerrillas. Sin Bin-U tomó
El carruaje se detuvo y se oyó la voz impasible y el camino de la estación de Muklionka. Creían los
ronca del general: obreros que, por tratarse de un nudo ferroviario, los
-Me han dicho que ha accedido usted a ir a la guerrilleros atacarían precisamente aquella estación,
El tren blindado 14/69 13

donde podría incorporárseles Sin Bin-U. corte...


-No sólo me hacía la corte, mamá, sino que me
CAPÍTULO III. E LA LAGUA DE quiere. Me ha pedido por esposa y yo le he dado mi
KUDRÍSKAIA consentimiento.
El doctor Sotin, entrado en años, rugoso y abatido -¡Esposa de un presidiario fugitivo!
por las preocupaciones, debía visitar a un enfermo y Masha salió en silencio detrás de su padre. Ya en
tenía prisa: en la ciudad imperaba el estado de guerra, la calle, intercambiaron una mirada de inteligencia y
y ya comenzaba a oscurecer. De buena gana hubiera se despidieron. Sotin tomó el camino del mercado, y
permanecido en su casa, arrellanado en su sillón y la hija dirigió sus pasos a la zona del puerto.
viendo a Masha hojear, a su lado, un libro de Gleb
Uspenski y acariciar al gato, que tan pronto se le Anochecía. En la torre del parque de bomberos
subía a las rodillas como saltaba a la mesa y daba iban a dar pronto las ocho, después de lo cual sólo se
leves manotazos a la cubierta del libro. permitiría el tránsito por la ciudad a los poseedores
De pie ante un maletín abierto, la mujer del de salvoconductos especiales. Todos los viandantes
médico miraba unas veces al rostro de su marido y se daban prisa y nadie mirada a nadie. Hasta la
otras al de su hija. ¡Qué inquietud reflejaban sus niebla, que en densos remolinos llegaba del mar, se
ojos! ¡Cuán profunda era su sensibilidad ante lo que apresuraba a esconderse en las calles, y
ocurría y cuán superficial su comprensión de todo especialmente, por no se sabe qué ocultos designios,
aquello! en las callejuelas, donde la suciedad y el fango eran
De repente se incorpora Masha, ahuyenta con el mayores.
libro al gato, coloca su silla junto a la pared y coge Sin reparar en el barro resbaladizo, el viejo
una toquilla. ferroviario FiIónov avanzaba a buen paso por el
-¿Otra vez a hacer gestiones, Masha? malecón, balanceando el atadijo en la mano. De
La madre cala el sentido de todos los pronto se detuvo ante el callejón de Prolomni, donde
movimientos de la hija. También los comprende el tenía su domicilio, y pensó: "¿Y si regresara a la
padre, que exhala un suspiro y dice: fortaleza para pedir una vez más que le entreguen
-Las peticiones a las autoridades son inútiles. esto? Quizá me dé tiempo hasta las ocho." No le
Replica la hija: seducía la idea de entrar en casa. Su mujer volvería a
-Pero el coronel Katin me prometió hace tres recibirle con gritos y lamentaciones. Estando juntos,
días... su dolor era irresistible.
-Tampoco sus promesas valen ya para nada. El En esto pasaron a su lado dos desconocidos con
caso es que… traje de ferroviarios. Uno de eIlos, el de estatura más
Las facciones del médico traslucen temor a las baja, se volvió, encaróse con él y le estrechó la mano.
autoridades, resignación ante la realidad, admiración -¿Iliá Guerásimich? -preguntó Filónov asombrado
por la hazaña de que ha tenido referencia y el simple y confusa-. ¿De dónde viene?
afán de dar a conocer una novedad. -Voy de paso -repuso Peklevánov con una
-...el caso es que ha telefoneado Iván sonrisa-. ¿Y tú, qué haces por aquí tan tarde?
Nikoláievich: Peklevánov ha conseguido... -Y el -Quería llevar un paquete a mi hijo, que está en la
doctor añadió en voz queda-: Ha conseguido huir. fortaleza.
-¿De dónde? -preguntó la madre, no obstante -¿Es artillero?
saber perfectamente en qué lugar se encontraba -Por hacer propaganda entre los artilleros le han
Peklevánov. detenido -dijo Filónov con ceño, y continuó con
-De la cárcel de la fortaleza. ¡Se ha escapado con amargura-: Está usted corriendo un peligro, Iliá
los grilletes puestos! Un nuevo Casanova. Guerásimich. ¿No ha leído los anuncios?
-Pero no evitará que le capturen. Son tan fuertes -¿Qué anuncios?
las autoridades... -Los que hay en esa garita.
El médico replicó entre burlón y serio: Y Filónov torció hacia la fortaleza, murmurando:
-A un gobierno endeble se le derriba; de un -¡Aviados estamos! Llevo un paquete para mi
gobierno fuerte se huye. A lo que se ve, Peklevánov hijo, y me encuentro aquí a Peklevánov... Quiere
ha buscado refugio en la taigá. Por no sé qué razón, decirse que el muchacho lo va a pasar peor. ¡Qué
todo el mundo cree que se ha escondido en la zona de desgracia!
la laguna de Kudrínskaia. El lugar es de lo más Znóbov leyó el anuncio ofreciendo una
propicio: la selva remota. Pero precisamente por recompensa a quien capturase a Peklevánov. El
tratarse de un lugar apropiado me parece que él no retrato tenía poca semejanza con el original. Tras de
habrá ido a ocultarse allí. corroborarlo en la comparación, Znóbov sonrió
La madre, dándose cuenta, por fin, de lo ocurrido, satisfecho: ¡no lo reconocerían!
se santiguó ante el icono y dijo temerosa, a su hija: -Treinta mil rublos ofrecen por Iliá Guerásimich.
-¡Qué contrariedad! Como Peklevánov te hacía la Una cabeza cara -iba mascullando Filónov al
14 Vsiévolod V. Ivánov

desaparecer entre la niebla. -Detrás de aquellos escombros está nuestra


No era para creído. ¡Peklevánov en persona! ¡Y mansión, Iliá Guerásimich. En aquel escondite, nadie
con qué impavidez se le acercó! Diríase un sueño. le encontrará.
¿De manera que estaría preparando otra -Nadie más que el amor.
insurrección? De no ser así, ¿a qué preocuparse tanto Procurando no pensar en el amor, sino en alguna
por los artilleros? ¡Ay, Señor! Bueno sería que le otra cosa, en la artillería, por ejemplo, Peklevánov
diese tiempo a liberar a Seriozha. Pero ¿y si llegaba sonrió:
tarde? ¡Dios santo! "No, no voy a la fortaleza. Me -Pues sí, amigo: fui artillero, e incluso con
vuelvo a casa. ¿Le cuento a la vieja el encuentro que graduación de oficial. ¿No le parece extraño,
he tenido? Muy indiscreta no es, pero, a pesar de Znóbov?
todo, parece que Peklevánov tiene su escondite en -¿Qué, Iliá Guerásimich?
nuestro propio callejón de Prolomni. Más nos valdría -¡Que el presidente del comité revolucionario sea
callarnos la boca." un antiguo oficial!
No, Peklevánov no se ocultaba en el callejón de -Ésa era una idea anticuada mía: la de que todos
Prolomni. Pasó de largo y, saliendo a un espacioso los oficiales eran unos canallas. Ahora ya sé
descampado, lo atravesó. Densas capas de niebla distinguir. Pero, eso sí, había buenos granujas entre
flotaban junto a los sombríos edificios de los ellos. Recuerdo a un infame que teníamos en el
arsenales. barco. ¡Qué vozarrón! Enteramente el de un
Peklevánov, sonriente, dijo a Znóbov: protodiácono. Se ponía a cantar y temblaba todo el
-El corazón me late con más fuerza. ¿No son ésos buque como azogado.
los depósitos de artillería? Siento debilidad por los -En eso no veo ninguna infamia.
cañones... De fijo que tia serán pocos los que hay ahí -La infamia consistía en otra cosa. Después de la
dentro. Y también habrá su buena cantidad de revolución le echamos mano y le preguntamos:
municiones. ¿Tenemos ahí gente nuestra? "¿Cuáles son tus ideas?" "Soy monárquico",
-¿Nuestra? ¿Bolcheviques? respondió. "¡Vaya, hombre! Pues mira: como la
-No, monárquicos -sonrió Peklevánov. monarquía se ha hundido, también te toca hundirte a
-No, Iliá Guerásimich. ti." Y lo tiramos al mar. Se hundió el hombre como
-Pues debiéramos tenerla. Desde hace tiempo. un pez de plomo. A no ser por sus tendencias
Un individuo con quien se tropezaron le pareció políticas, como oficial no estaba mal.
sospechoso a Znóbov, que introdujo a Peklevánov en Mientras tanto, Masha arrancaba los anuncios de
el hueco de un portalón. En espera de que la calle los quioscos de la calle. Su padre, acercándose
quedase desierta, Peklevánov inquirió quedo: silenciosamente, le puso la mano en el hombro:
-Usted es artillero, ¿verdad, Znóbov? -Masha, a casa.
-Lo fui durante el servicio en la Marina. -Yo no vuelvo, padre.
-Pues también yo lo he sido, sólo que de tierra. -Las cosas hay que hacerlas con talento. Vente,
Incluso estudié cierto tiempo en una academia. - que quiero explicarte algo.
Peklevánov, riendo, se enjugó las mejillas con la El doctor y su hija entraron en el comedor de su
palma de la mano-. ¡Cuánta humedad! Hablando de domicilio. Jadeante, el padre extrajo de su cartera un
artilleros, no parece muy original evocar a León paquete de carteles bastante voluminoso y, no sin un
Tolstói. ¿Recuerda usted La guerra y la paz? matiz de orgullo, lo arrojó sobre la mesa. Su mujer,
-No la he leído, Iliá Guerásimich. que se disponía a poner el mantel, se quedó como
-¿Que no ha leído La guerra y la paz? petrificada. Sotín, adoptando una expresión glacial,
-No pude aguantar la lectura, Iliá Guerásimich. En le explicó:
El Conde de Montecristo conseguí llegar hasta el -Mis buenos dineros me ha costado.
final, pero con La guerra y la paz no pude. La mujer guardó silencio. En cambio, la hija
-¡Bah! Ya podrá en otra ocasión. Las cosas exclamó con emoción:
requieren tiempo. ¡Pues sepa que es una obra -¡Gracias, papá! Pero no creo que con ello
maravillosamente escrita! -Y, señalando a unas casas, dificultes las pesquisas para capturar a Peklevánov.
preguntó-: ¿Sigue estando aquí el albergue de los Sonaron las ocho en la torre del parque de
cargadores? ¿Y tenemos entre ellos tantos bomberos. Los tres miembros de la familia se
simpatizantes como en otros tiempos? tornaron hacia el gran reloj del comedor, montado en
-Quizá más. madera de roble, que iba ligeramente retrasado, y se
Una vez que dejaron atrás el albergue, Peklevánov pusieron a esperar que diese la hora. Cuando se
y Znóbov descendieron a la hondonada en que se extinguió el ruido de la última campanada, el médico,
extendía el barrio chino: tugurios, garitos, sucias cruzadas las manos a la espalda, recorrió el aposento
callejuelas; y, presidiéndolo todo, una colina sobre la pausadamente, se detuvo luego junto al paquete de
que se divisaban las ruinas de una casa de los anuncios y pronunció emocionado:
mampostería. -Yo me enorgullezco de Peklevánov. Es un
El tren blindado 14/69 15

auténtico defensor de Rusia. Todos los partidos Peklevánov la estrechó entre sus brazos:
políticos, excepto los bolcheviques, están dedicados a -¡Amada mía, vida mía, esposa mía!
lamer las botas a los invasores.
Su esposa, roja de indignación, hizo tintinear las Una noche oscura, a cosa de treinta verstas de la
pinzas sobre el azucarero: laguna de Kudrínskaia, Vershinin, acompañado de
-¡Te prohíbo que hables así! ¡Te lo prohíbo! unos cuantos campesinos, recorría, con un farol en la
-¡Y yo prohíbo que nuestra hija permanezca aquí! mano, una aldea incendiada por una expedición
En momentos de tanto peligro, su obligación es estar punitiva blanca. Uno de sus acompañantes, con
junto a él. ruidoso jadeo, arrastraba una ametralladora. Habían
-También tú deberías irte con él. expulsado a los enemigos hacía poco, y las huellas de
-A lo mejor me voy. los incendios estaban frescas: aún crepitaban,
La mujer, indignada, salió dando un portazo, chisporroteantes, los troncos de las paredes de las
mientras la hija, llorosa y conmovida, abrazó al isbas quemadas.
doctor. La madre, entreabriendo la puerta, les gritó: La luz del farol iluminó un cadáver que yacía
-¡Yo os maldigo! ¡A los dos! junto a la escuela, incendiada también. Oíanse en las
-Escucha, Masha... tinieblas los sollozos de los hijos de la maestra.
A Sotin le agradaba comprobar la fuerza de Vershinin volvió la cara y murmuró:
convicción de sus palabras; se complacía en ver que -¡Y yo que pensaba que la guerra pasaría de largo!
su hija y él eran buenos y honrados, que ayudarían a Ahí tenernos cómo ha pasado. "No queremos la
los demás a establecer una vida honrosa y tranquila. guerra." ¿Y quién la quiere? Los invasores, los
¡De ser necesario, no habría vacilado en ofrendar su guardias blancos y las bandas represivas. ¡Eh,
vida por semejantes ideales! mujiks! -y su voz tronó sobre las ruinas de la aldea-:
Las lágrimas brotaron de sus ojos: ¡Basta de lloriqueos! ¡Reuníos, aldeanos! Que cada
-¡Vete, Masha! ¡Vete con él! cual se lleve las armas que pueda, amigos.
- Pero, padre, ¿cómo voy a encontrarle? Además, Al amanecer, numerosos ancianos, delegados de
todo el mundo me conoce. Si la policía me vigila, diversos pueblos, acudieron al campamento de su
temo ponerla sobre su pista. guerrilla, que se había desplazado casi unas quince
-Coge unos cuantos anuncios y vete a los verstas hacia la laguna de Kudrínskaia. Como no
arrabales. Allí te pones a pegarlos. Donde más te cabían en la caseta de cazadores donde pensaban
increpen -pudieran llegar a golpearte-, da por seguro celebrar la asamblea, muchos se habían sentado en el
que Peklevánov no está lejos. Sus amigos te suelo, al pie de la ventana y de la puerta. Vershinin
reconocerán y te llevarán con él... Déjame que te se acercó a una tosca mesa de palos trenzados sobre
bendiga. Aunque soy ateo y esto de la bendición no la cual había extendido un mapa de la región el
me va, la costumbre es la costumbre. -Y, poniendo en estudiante Misha.
su voz toda la fuerza de que era capaz, exclamó -¿Hay representantes de todos los distritos? -
imperioso-: ¡Anda, vete en busca suya! Si fuera inquirió Vershinin haciendo una reverencia a los
menester, basta en la laguna de Kudrínskaia debes ir ancianos reunidos-. Esperamos de vosotros, nuestros
a buscarle. mayores, un consejo; y de vosotros, jóvenes, vuestra
Ya fuera por haber seguido los consejos del padre energía y vuestro esfuerzo.
o por cualquier otra circunstancia propicia, lo cierto -¡Quiere que le aconsejemos!
es que un día, en el preciso instante en que el reloj de -Pide nuestro esfuerzo…
los bomberos daba las ocho con una sonoridad -Sería cosa de hablar…
desusada, Masha batía el aldabón de la puerta del -¡Silencio!
tugurio en que se escondía Peklevánov. Oyéronse en Una vez que se callaron todos, el jefe guerrillero,
el zaguán unos pasos que ella conocía, y la puerta de entornando un ojo, volvió a dirigirse a los ancianos:
la casucha se entreabrió. -¡Ayudadnos, mujiks! Hay que salvar a Rusia.
-¿Por qué has venido, Masha? ¿Por qué? -Sí, desde luego... -asintieron, perezosos, los
La joven, amorosa y ligeramente enojada - viejos.
¡esperaba una acogida más afable!- contempló el Sus palabras eran sinceras, pero carentes de ardor.
rostro juvenil y pálido de su amado. Su mirada se Vershinin, encolerizado por tanta frialdad, enrojeció
detuvo después en las muñecas de él, donde y, apretando los dientes, rugió:
perduraban las huellas de los grilletes, y la -Sí, desde luego... Pero ¿no podríais responder
muchacha, entre sollozos, apoderándose de sus con más entusiasmo?
manos, balbució angustiada: -Ya hemos respondido, Nikita Egórich.
-¡Porque quiero estar contigo! ¡A la cárcel, a la -Vamos, Nikita Egórich.
clandestinidad, a presidio, a cualquier parte iría con -Nosotros, Nikita Egórich.
tal de estar a tu lado, Iliá! ¡Me iría incluso a -Hay muchos delegados de allí.
Kudrínskaia! Vershinin cogió una talega, sacó de ella un
16 Vsiévolod V. Ivánov

paquete de fotografías envueltas en papel de -Cubre sus terrenos con la fotografía.


periódico, lo desenvolvió lentamente y dijo: Los campesinos estaban consternados, mirándose
-Según cuentan, las autoridades blancas han perplejos los unos a los otros y posando luego las
concedido al general Sajárov cinco mil fanegas de coléricas miradas en el mapa, tapado enteramente por
tierra en el distrito de Sósnovo, precisamente en las las fotos.
inmediaciones de la laguna de Kudrínskaia. También Vershinin resumió, abriéndose de brazos:
cuentan que Sajárov ha llevado tropas a aquella -Toda la tierra está ya repartida, amigos. O se la
región. ¿Es cierto? han dado a un ricacho, o a un comerciante, o a un
-Sí, sí -repitieron a coro varios campesinos. atamán de cosacos, o a un general. Y no olvidéis que
-Es un bocado muy apetitoso. aún quedan los invasores para participar en el
-¡Se explica que haya llevado tropas! reparto. Ésos se llevarán buena tajada. Para todos
Vershinin continuó: ellos tendréis que cultivar los campos.
-El camarada Peklevánov me ha proporcionado un -¡Los señoritos van a apoderarse de la tierra,
mapa de todos los distritos, y entre ellos, uno del hermanos! -resonó la voz excitada de un hombre que
vuestro. Y mientras yo conversaba con él, estaba en parecía acabar de despertarse.
la orilla, tocando la flauta... -¡Pretenden quítárnosla!
Vershinin, recordando su entrevista con -¡Eso nunca!
Peklevánov, quedó pensativo, movió la cabeza y -¡No permitas que nos arrebaten lo que es nuestro,
mostró ceño: Nikita Egórich!
-Estaba en la orilla, tocando la flauta, el estudiante Vershinin, henchido de satisfacción, escucha con
Misha, este que aquí tenéis, y que es agrimensor. alegría el griterío creciente.
-Yo estudiaba en el Instituto de Montes, Nikita -¿Qué partido tomar, mujiks?
Egórich. Un anciano de cabello gris, abriéndose paso a
-¿De cuándo acá los montes no son tierra? Lo son, empujones, se acercó a la mesa.
aunque un poco más dura que la de labranza. ¿No -¿Qué quieres, abuelo? -le interrogó Vershínin
sabes medir las montañas? ¿Pues por qué no has de sonriente.
saber medir y distribuir los terrenos labrantíos? -¡Quiero tierra!
Un vozarrón preguntó: -¿De qué distrito eres?
-Pero ¿ha llegado la hora de que distribuyamos la -Del de Mutióvskoie, Nikita Egórich.
tierra? Vershinin extrajo una fotografía y la mostró a -¿Dónde está ese distrito, Misha?
los presentes: -En ninguna parte, Nikita Egórich.
-¿Lo conocéis? -¿Cómo que en ninguna parte? -indignóse el viejo.
-¡El jefe de los salteadores! Vershinin explicó, encogiéndose de hombros:
-¡El general Sajárov! -Ya lo ves, abuelo: no aparece por ninguna parte;
-El mismo -corroboró Vershinin-. La tierra que le los retratos de los señores ocupan todo el mapa.
han concedido ocupa en el mapa exactamente el -¡Pues ahora van a ver esos señores!
mismo espacio que su retrato. ¿No es verdad, Misha? El vejete, asiendo un pico del mapa, dio un tirón y
-Aproximadamente, Nikita Egórich. arrojó al suelo todas las fotografías.
-Para que luego digas que no entiendo de Los mujiks soltaron una carcajada.
agrimensura. La expedición de castigo, después de retirarse, se
Así diciendo, colocó la fotografía de Sajárov atrincheró en Bolshoie Mutióvskoie. La aldea,
sobre las tierras que en el mapa figuraban como rodeada de grandes huertas, se extendía a lo largo del
otorgadas al general. Hecho esto sacó otra fotografía río Muklionka: el mismo río cuyo puente había de
y se la alargó a Misha: proteger el capitán Nezelásov con su tren blindado.
-¿Quién es éste? La letra es muy menuda y no El Muklionka, serpenteando entre florestas y
consigo entenderla. montañas, desembocaba en la laguna de Kudrínskaia.
Misha leyó: La distancia del pueblo al ferrocarril no pasaría de
-El ganadero Pímenov, ministro de Agricultura veinte verstas.
del gobierno de Primorie. Entre las líneas férreas y la aldea abundaban los
-Cubre sus tierras con la foto. Veamos ahora de prados y las tierras de labranza, fértiles y fecundas,
quién es ésta. que antes de la revolución pertenecían al Gabinete de
-Es la del atamán Malashin. Su Majestad. Después de la revolución; los
-Ponla sobre el mapa. campesinos las cultivaron y usufructuaron, pero toda
-¿Y quién es éste, aldeanos? ¿Lo reconocéis? la zona le había sido graciosamente regalada al
-El comerciante Grigori Ivánich Baliáiev. general Sajárov, que se proponía dedicarlas al cultivo
-Colócala también ahí. del trigo y a la ganadería, con prioridad para ésta
-¿Y éste? última. Los prados eran de una exuberancia
-Obab, un propietario rico. asombrosa, sobre todo junto a las colinas que
El tren blindado 14/69 17

resguardaban la laguna de Kudrínskaia. Ésta, por distraer la atención de sus guardianes:


desgracia, tenía poca profundidad y sólo era -Yo quelel complal pipas. Vine este pueblo
navegable para barcas de poco calado; pero el complal pipas. Se me han acabado. ¿Cómo voy a
general, seguro de enriquecerse con la ganadería, ganalme vida sin vendel pipas?
proyectaba drenar el fondo y abrir un canal que, El oficial pelirrojo, descargando un puñetazo
partiendo de allí, permitiera transportar los cereales y sobre la mesa, vociferó:
el ganado. -¡Despierten ustedes, señores! Ahí fuera hay
De momento, en las inmediaciones de la aldea no alguien. Tenemos que comprobarlo.
había ni lo uno ni lo otro, y las enormes huertas Antes que terminase de formular su orden, el
aparecían llenas de abrojos. Entre ellos avanzaban marco de la ventana voló hecho añicos, y Vershinin,
ocultos los mujiks, armados de granadas y de con una bomba en la mano, irrumpió en la habitación
escopetas. Aunque brillaba la luna, los centinelas no y se subió a la mesa de un salto.
los distinguían: temerosos de montar la guardia en las
huertas, preferían andar por la calle. No podía La laguna de Kudrínskaia. Praderas, campos,
afirmarse que, de noche, la disciplina rayase a gran colinas... ¡Cuánta lozanía, cuánta luz, cuánta
altura entre las tropas blancas. inmensidad! ¡Qué abundancia de heno, qué mieses
En casa de la hostiera, haciendo cama redonda ubérrimas brindarían esos campos si los prados no
sobre un montón de heno, dormían varios oficiales. hubiesen sido hollados por la soldadesca, si las
El de más graduación dormitaba con la cabeza tierras de labranza no estuvieran surcadas por
apoyada sobre la mesa, los puños a guisa de trincheras protegidas con alambre espinoso y si en las
almohada. Con tal motivo, el interrogatorio del chino colinas, algo distanciadas, no se hubiera fortificado el
Sin Bin-U transcurría en el zaguán. Un alférez propio general Sajárov, que, al decir de la gente,
bisoño, bajándose a cada momento del baúl revestido había traído consigo varios trenes llenos de granadas
de resbaladiza hojalata, que le servía de asiento, de artillería! Sajárov había ordenado requisar las
contemplaba displicente el rostro del chino, que tenía carretas en los cinco distritos circunvecinos. Dos
las manos atadas. Había poco petróleo en el quinqué, semanas había durado el acarreo de los proyectiles, y
y el oficial sacaba más la mecha mientras los artilleros se habían pasado diez días enteros
preguntaba, entre bostezos: ayudando a los tiros de mulas a arrastrar los cañones
-¿Cómo has venido a parar aquí, chino? ¿Querías hasta sus emplazamientos: los caminos estaban
unirte a los bolcheviques, a los guerrilleros? sumamente escurridizos a causa de las lluvias.
-Yo nesesital ilme a China. Menos mal que había dejado de llover; de no ser
-Mentira. China está en la dirección contraria. así, ¡cualquiera probaba a arrastrarse por aquel
El alto oficial pelirrojo que dormía apoyando la terreno, negro y resbaladizo, hasta las posiciones del
frente en la mesa, se levantó. Entumecido y cansado general! Iba a ser difícil tarea la de atacar en la
por lo incómodo de su posición, avanzó cojeando, región de Kudrinskaia. ¡Ay, quién tuviera aunque no
chirriantes las altas botas, y dijo al alférez: fuese más que un par de cañones y medio vagón de
-¡Qué sueño he tenido, Pável Andréievich, qué proyectiles! Pero ¿cómo soñar con piezas de artillería
sueño! El Volga, Nizhni Nóvgorod, la feria... cuando faltaban hasta municiones para las
-No moleste -protestó el interrogador-, que no ametralladoras? Eso no hablando ya de la carencia de
consigo escribir el nombre de éste. ¿Cómo te llamas? fusiles. Ciertamente, el mujik siberiano sabe
-Buena gana tiene usted de perder el tiempo con economizar las balas, mas para satisfacer la sed de
ese chino. Péguele un tiro, y asunto concluido. O si le venganza acumulada en tantos pechos, para aplacar
parece mejor, déjeme que se lo pegue yo. tanta cólera, no bastarían miles de millones de
El azafranado oficial puso la mano sobre la funda cartuchos...
del revólver. Suspendió el alférez el interrogatorio y, Muy en vanguardia del grueso de la guerrilla,
llegándose a la mesa, se sirvió en un bote de hojalata tendidos en la seca y agostada hierba, Vershinin, el
un poco de té frío, que se tomó de mala gana. Los estudiante Misha, Sin Bin-U y tres mujiks
oficiales se aburrían soberanamente. observaban las colinas donde se habían atrincherado
-¿Qué hora es? los blancos y en las que resonaban disparos de fusil.
-Las tres y media. Vershinin, mirando al cielo, preguntó:
-¡Dios mío, qué sueño! -¿Vienen los demás? Mucho parece que tardan.
El más alto de los dos alzó la cabeza, aguzó el Como nadie le respondiera, volvió a inquirir
oído y pronunció con gravedad: nervioso y enojada:
-Oigo pasos junto a la ventana. -Pregunto si han llegado las restantes compañías.
-Será el centinela. -No han llegado, no, Nikita Egórich -le contestó
-Me parece que no es gente nuestra. Misha.
Sin Bin-U, tal vez por comprender también que -No -dijo también el chino-. Nadie venil.
algo raro estaba sucediendo fuera de la casa, trató de -A ver, Petrov, ¿qué pasa con los mujiks? ¿Dónde
18 Vsiévolod V. Ivánov

están?
Petrov llegó a rastras. El jefe guerrillero le miró Petrov, haciendo grandes aspavientos con los
interrogativamente. brazos, corrió hasta una vaguada en la que se habían
-Se han vuelto -declaró Petrov con un pesaroso reunido los guerrilleros al retirarse.
suspiro-. Han retrocedido. -¿Os dais cuenta, mujiks? Vershinin se ha puesto
-¿Por miedo a los fusiles? de pie bajo las balas, y vosotros, mientras tanto, os
-A los fusiles, no, Nikita Egórich. Fíjate en las refugiáis y os tendéis a la bartola en este barranco.
posiciones del general Sajárov... Sabed que ha dicho que va a morir por amor a
Vershinin miró con atención. vosotros. "Aquí voy a quedarme a pie firme hasta que
-Son cañones, Nikita Egórich. Cuando menos lo me maten los blancos." ¿No os dicen nada estas
pienses pueden tronar. palabras, por el amor de Dios?
-Verdaderamente, son cañones... -terció Misha Siguió una pausa hasta que, por fin, de entre la
con una sensación mezcla de respeto y de envidia. tropa guerrillera salió una voz grave:
Vershinin le atajó colérico: -Hemos hecho muy mal, muchachos.
-Cañones, cañones... ¿Qué tiene eso de particular? -Muy mal -le secundó otra voz al cabo de un
Y se encaró bruscamente con Petrov: breve silencio.
-Ve en busca de los mujiks y diles que... que los Petrov se acercó al que había dicho: "Muy mal", y
quiero como a hermanos... le susurró:
Tras de lo cual repitió, esta vez con cierta -Ha sido un acto feo y vergonzoso.
emoción: El mujik se levantó gritando:
-Diles que los quiero como a hermanos; que los -¡Me arrepiento y me avergüenzo de lo que hemos
quiero tanto, que ahora mismo voy a ponerme de pie hecho! ¿Cómo se me ocurriría seguiros, idiotas?
ante aquellas trincheras, ante aquellas alambradas, -Sí, pero ¿y los cañones?
aguantando el fuego de los fusiles y de los cañones. -¿Qué importan los cañones? -replicó el
Y que así permaneceré a pie firme hasta que regresen guerrillero-. Más me importa el peso que llevo en el
ellos o me mate el enemigo. Moriré por nuestra corazón. ¡Si matan a Vershinin, me sentiré
tierra, por Rusia. deshonrado para toda mi vida!
Petrov se retiró arrastrándose. Se hizo de nuevo el silencio, pero un silencio muy
Vershinin lió un cigarrillo y, dándole un par de distinto del anterior. Petrov, percatándose del cambio
chupadas, se lo entregó a Misha. que se había operado en los corazones, echó mano a
-No fumo, Nikita Egórich. ¿De veras que va usted su fusil:
a ponerse ahí de pie? -¡A formar!
-¿Y por qué no? Y los mujiks abandonaron la vaguada.
-No me entra en la cabeza. Prados. Colinas. ¡Qué hermosa era la zona de
-Ni falta que hace. Tú sigue ahí cuerpo a tierra, Kudrínskaia!
Misha, ¿En qué estás pensando? Las balas no llegaban hasta Vershinin o pasaba
-¿Yo? Pues estoy pensando en el porvenir y por encima de su cabeza.
recordando el pasado. ¿Sabe usted que es una De repente, el chino Sin Bin-U se levantó:
ocupación la mar de agradable? Y tengo ganas de -¡Imposible! Yo no podel tendido. Necesito
leer. ¿Quiere que le recite a Turguéniev de memoria, panelme a su lado.
Nikita Egórich? -Verdaderamente, da vergüenza, y me extraña mi
-¿Qué dices? cobardía -dijo también Misha levantándose.
-Si desea que le recite un libro. ¡La fila constaba ya de tres hombres!
-A ti te falta algún tornillo. ¿No te das cuenta de Los otros tres mujiks se aproximaron a rastras y
dónde estamos, Misha? también se alinearon.
Nikita Egórich incorporóse lentamente, se irguió Uno de ellos, observando la trayectoria de las
y, en silencio, se puso a contemplar las trincheras y balas, comunicó alborozado a Vershinin:
las colinas que se divisaban en lontananza. -Nikita Egórich, los soldados blancos no tiran a
Arreciaron los disparos de fusil procedentes de las darnos.
posiciones enemigas. -¡Bah, no sueñes!
-¡Qué lástima de prados, amigos! -exclamó -¡Por la santa cruz que sí!
Vershinin con un suspiro de tristeza-. ¡Qué hermosa Alguien razonó con gravedad:
hierba sin cortar! Da verdadera pena. Le llega a uno a - Puede que no tiren a dar; pero puede que no
la cintura, y parece que está pidiendo una guadaña... - sepan.
Poniéndose una mano a modo de visera, observó Cuando el tableteo de una ametralladora vino a
atentamente las posiciones de los blancos-. Pues si añadirse al fuego de fusilería, un mujik, dando con el
que son cañones. El general Sajárov es también codo a Vershinin, exclamó con alegría:
diligente, a su manera. -Fíjate: alguien viene arrastrándose desde las
El tren blindado 14/69 19

posiciones de los blancos. El muy truhán debe de ser provocar la cólera de Dios. Sentémonos antes de
un valiente; no se le pueden poner reparos. atacar.
Los mujiks aprestaron las armas, pero Vershinin Obedecieron todos.
ordenó en voz queda: Vershinin, el fusil entre las manos, repiqueteando
-¡Quietos! -Y después preguntó alzando el tono-: con los dedos sobre el cañón, explicó pesaroso a
¿Quién va? Okorok:
-Soy de los vuestros -sonó una voz entrecortada. -También aquí hay combatientes de tres al cuarto.
-Sois muchos los que decís lo mismo -replicó Ya lo ves: casi todos se rezagaron. Y luego se llaman
Vershinin poniendo el dedo en el gatillo-. Responde: bolcheviques.
la tierra... -Lo que aquí necesitáis es una célula, Nikita
La voz entrecortada iba aproximándose: Egórich -sugirió Vaska Okorok-. De haber tenido una
-Para el pueblo. célula, nadie hubiera retrocedido.
-Las fábricas... -¿Y de dónde quieres que saque yo esa célula?
-También. -Quizá pudiéramos formarla...
-La paz... -Ese es un asunto a consultar con Peklevánov.
-Sin anexiones ni contribuciones. Tiene mucha confianza en mí. "Ponte en campaña -
Vershinin bajó el fusil: me dijo-, porque toda la comarca está bajo tu
-Acércate. influencia." ¿La comarca? Me conformaría con un
De entre la hierba surgió Vaska Okorok con un distrito. Yo lo tomé por una incitación: "A ver si
camisote de un rojo desvaído. Llevaba en la mano consigues esa influencia." Y claro, tuve que
una gorra, también descolorida, con un ribete azul esforzarme por conseguirla. Lo curioso del caso es
cielo. Ensangrentado todo él, manteníase de rodillas, que no mandó ningún comisario conmigo. Es porque
como maravillado de verse a salvo. confía en mí, pero yo confío en él diez veces más.
-Quería fusilarme el general Sajárov, y yo... El jefe de la guerrilla arrancó un manojo de
-¿Fusilarte? ¿Por qué? hierba, la contempló largo rato, pensativo, y luego
-Porque soy el secretario del ciento veinticuatro preguntó a Vaska:
regimiento revolucionario y me infiltré en sus filas -¿De manera que el general Sajárov y todos sus
para sembrar en ellas la descomposición. altos oficiales están allí, en la colina?
-¿Dónde está tu regimiento? -Detrás de ella, en un blocao, Nikita Egórich, Si
-Conforme volvía del frente, todo el mundo se atacamos de flanco podríamos irrumpir en la
dispersó y se fue a su casa. Yo, en cambio, no tengo retaguardia del enemigo.
casa: como soy el secretario de un regimiento -Eso es lo que se me ha ocurrido a mí, camarada...
revolucionario, me la quemaron los blancos. Haced lo que haga yo.
-¿Sabes leer? Todos se levantaron al ver incorporarse al jefe,
-Leo y escribo para salir del paso. quien, humedeciéndose un dedo con la lengua lo
-¿Conoces la tabla de multiplicar? levantó en alto. Los restantes, sin la menor
-Bastante mal, Nikita Egórich. vacilación, le imitaron. Tan sólo el estudiante Misha
-¿Dónde has aprendido mi nombre? sintió un escrúpulo: "¿Voy a meterme en la boca un
-Me lo dijeron los muchachos a quienes habían dedo sucio?" Pero ¿qué remedio?
encargado que me fusilaran: "Aquel que está allí Sentáronse de nuevo. Vershinin preguntó:
desafiando las balas a pie firme no puede ser otro que -¿Os habéis dado cuenta de dónde sopla el viento?
Nikita Egórich Vershinin -me animaron-. ¡Anda, -A mí me daba en la espalda, Nikita Egórich -
huye!" Para guardar las formas dispararon muchas respondió diligente Okorok.
veces cuando me escapé, pero sólo me rozaron este -Un momento, amigo: ¿cómo te llamas?
carrillo. Míralo. -Vaska Okorok.
Silbaron balas. -¿Okorok? ¿Eres de la familia del cerdo?2
-¡Ay! -exclamó Vershinin-. ¡Valiente tirador! -Mi nombre y apellido son Vasili Okorótok. Pero
Otro fallo... los mozos se reían de mí: "¿Cómo te llamas
-¿Le han herido? Okorótok siendo tan largo?3. Pues mira, nosotros te
-Algo peor: me han destrozado una bota. A ver, acortaremos. En vez de Okorótok te vas a llamar
tira de ella. Okorok." Y así he acabado por llamarme Vasili
Vaska le descalzó, y alguien le vendó la herida. Okorok.
-Ya está todo el mundo aquí, Nikita Egórich. -Misha, ¿de dónde viene el viento?
El jefe se tornó hacia sus huestes. -A mí me pasa una cosa, Nikita Egórich: como
-Ya hace tiempo que debierais haber llegado. En tengo las espaldas humedecidas por la emoción, me
fin podemos sentarnos un poco1. No conviene pareció que soplaba de detrás.
1 2
Es costumbre antigua entre los rusos sentarse antes de Juego de palabras. Okorok significa «jamón». (N. del t.)
3
emprender un viaje. (N. del t.) Okorótok quiere decir «corto». (N. del t.)
20 Vsiévolod V. Ivánov

Llegó arrastrándose Petrov: los cuervos.


-El regimiento está a punto, Nikita Egórich. Un oficial bisoño, de nariz achatada, avanzó unos
-Estupendo. Recógeles a todos los fósforos. Los pasos y, saludando militarmente, presentóse a
más jóvenes, que recorran el frente prendiendo fuego Vershinin:
a la estepa. Protegidos por las llamas, lanzaremos -Soy el ayudante del general Sajárov. Es un
nuestro ataque. monstruo. Siempre me ha indignado su proceder y
Los jóvenes guerrilleros, arrancando manojos de me sigue indignando. Ciudadano jefe: permíteme
heno y apilándolos en montones, los quemaron. enjabonar...
El viento llevó las llamas por los campos de heno -¿Cómo?
seco hacia las trincheras de los blancos. -Permíteme enjabonar la cuerda. Será para mí un
El humo y el fuego flotaban sobre las posiciones, verdadero deleite.
penetraban en los blocaos y envolvían los Vershinin miró al ayudante con ojos desorbitados
emplazamientos artilleros. y hasta retrocedió un par de pasos. A renglón seguido
-¡Hurra! avanzó y, no se sabe si impresionado o sorprendido,
Los mujiks armados de fusiles, de carabinas o de colocó la mano sobre el hombro del ayudante como
simples hachas, se lanzaron al asalto. para cerciorarse de que existían individuos tan
Cortaron las alambradas e irrumpieron en las despreciables.
trincheras, dispersándose por ellas y batiendo a los -¿La cuerda para tu jefe? ¡Oh, hijo de perra, hijo
defensores. de mala madre! Y a lo mejor sabes la tabla de
Al pie de la colina en que estaban emplazados los multiplicar...
cañones, un grupo de oficiales rodeaba al general Después se volvió hacia Sajárov:
Sajárov junto a un blocao. -Por mí, te fusilaría, general; pero ya has oído a
Vershinin se acercó lentamente al general, los ancianos. Nuestros viejos están terriblemente
detúvose y, cruzando los dedos de ambas manos, se enojados. Vaska, escribe la sentencia. Aunque,
encaró, impasible, con él: espera un poco…
-¿El general Sajárov? Tras una breve meditación, señaló con el dedo al
El interpelado, sin dignarse mirar al jefe ayudante y profirió, inflexible:
guerrillero, preguntó a su vez: -¡A ése aplícale la misma pena! ¡Y que lo
-¿Y tú quién eres? cuelguen primero!
-Vershinin, un mujik4.
-Ya veo que no eres una baba5. CAPÍTULO IV. LOS GUERRILLEROS E
Vershinin, arrancándole las charreteras al general, LA VÍA
las arrojó lejos de sí: Los guerrilleros merodean por la vía -carraspeó
-No tienes derecho a llevar encima oro ruso. -Y, Obab mostrando unos telegramas-. Aquí se dice que
tornándose hacia los ancianos que le seguían, les los destacamentos de Vershinin operan en la línea
pidió consejo-: ¿Qué hacemos con él, abuelos? férrea. En cambio, la ciudad está tranquila.
Los viejos intercambiaron miradas. Se oyó a uno Con pesado movimiento, apartóse de la ventana:
sacar la tabaquera, llevarse una brizna de rapé a la -Todo es obra de los judíos, mi capitán: lo mismo
nariz y estornudar, mientras que otro tosía azorado. lo de la ciudad que lo de Vershinin. ¿Me da un
Por último un tercero, gris y enteco, dictaminó cigarro? Ese Peklevánov tiene que ser un judío de
con voz de bajo profundo: marca mayor.
-¡Fusilarlo! -¿Por qué?
Otro mujik, de lengua barba y venerable aspecto, -Pues porque a todos se la ha dado con queso. De
miró al general de arriba abajo y se dirigió a fijo que está con Vershinin. De no ser así, ¿cómo iba
Vershinin: Vershinin a hacer lo que ha hecho con el general
-Lo suyo sería colgarlo, Nikita Egórich. Créeme Sajárov?
que eso sería lo mejor. -¿Qué es lo que ha hecho con el general? ¿Le ha
-¿Cómo? pasado algo?
-¿No se ha dedicado él con tanta saña a ahorcar a Obab levantó una mano y la balanceó en el aire. A
los nuestros? Pues debiéramos pagarle con la misma Nezelásov se le quedó frío el corazón.
moneda. Además, si lo fusilamos habrá que cavar Incorporándose de un salto, preguntó
luego una fosa y perder tierra y esfuerzo para atropelladamente:
enterrarlo, mientras que si lo colgamos de un pino, se -Oiga, alférez, ¿dónde está nuestro mando?
quedará ahí balanceándose y servirá de alimento para ¿Quién es nuestro jefe inmediato?
-El general Sajárov,
4
Mujik suele significar aldeano, campesino; pero -¡Ah! ¿Y dónde se halla?
literalmente equivale a «hombrecillo». (N. del t.) -Los guerrilleros lo han ahorcado.
5
Baba es un peyorativo de «mujer», como mujik lo es de -¡Cáspita! ¿De modo que estamos solos usted y
«hombre». (N. del t.)
El tren blindado 14/69 21

yo? Mayor? ¿No llevaría razón Obab? Tal vez fuera


-Los americanos acudirán en nuestra ayuda. Y Peklevánov quien dirigía las operaciones de los
también los japoneses. guerrilleros. Por consiguiente, él debía aniquilar a
-¿Conocen ellos la suerte corrida por Sajárov? Vershinin fuese como fuese. Si lo conseguía, lo
-De momento no. natural era que le colocasen en el puesto dejado
-Pues no los informe. vacante por Sajárov. ¡No podía ser de otro modo!
-¿Cree que pondrán pies en polvorosa? Procedía, pues, indagar, ante todo, el paradero del
-Eso, de seguro. grueso de las fuerzas de Vershinin. "¡Estupendo! ¿De
Obab dejó caer los brazos, largos y escuálidos manera que piensa atacar la estación? Mejor que
como cuerdas flojas. mejor: aquí le esperaré." ¿Con cuántos americanos y
-¡Qué maravilla! -exclamó el alférez al notar fijos japoneses contamos? Podríamos colocarlos en el
en él los abultados ojos de Nezelásov-. Cuando los centro de las líneas a fin de que la animación
aliados huyen es una delicia: abandonan tantas cundiese por todas partes al ver a los aliados. Por lo
cosas... tanto, hay que esperar a que lleguen las tropas
-¿Y si hacen lo mismo con usted? aliadas.
-¿Qué? "¡Oh, qué estación tan repugnante y tan sucia!
-Dejarte tirado. ¿Será posible que ésta sea la cuna de mi fama?"
-Yo tengo siete vidas como los gatos. Ya verá Un soldadillo canijo, vestido con unos andrajos
cómo me salvo. franceses, de un azul desvaído, y calzando enormes
-Que carguen agua y que preparen el tren para botazas, le hizo el saludo militar.
salir. Nezelásov, deseoso de evitar los apretujones del
Obab preguntó estúpidamente, cual si tratara de andén, dio la vuelta junto a los acorazados vagones
rimar con las palabras de su jefe: de su tren y echó a andar entre los de mercancías,
-¿Y adónde vamos? -tras de lo cual añadió-: llenos de refugiados fugitivos.
Quiere decirse, Alexandr Petróvich, que las tierras de "La Rusia inútil -reflexionó abochornado y
Sajárov pasarán ahora a poder de usted, ¿no es enrojeció al redondear su pensamiento-: Tú
verdad? perteneces a esa Rusia."
El capitán, apretándose el cinturón pareció a Instintivamente, profirió una exclamación en voz
punto de vociferar rudamente: "¡Déjese de pamplinas alta:
y cumpla la orden!"; pero, en lugar de hacerlo, volvió -¡Majadero!
la espalda y, arañando, como aburrido, la pintura del Una mujer con mucho colorete en las mejillas
marco de la ventana, inquirió en voz baja: volvió la cara. Tenía los ojos tristes y mortecinos y la
-¿A quién vamos a obedecer, alférez? A ver, ¿de frente estrecha y surcada de profundas arrugas.
quién dependemos, según el telegrama? Aguarde un Los vagones de refugiados estaban revestidos de
instante. madera grisácea. En las bisagras de las puertas
Obab dio un papirotazo al barrigón del ídolo de brillaba una especie de herrumbre verdosa y
bronce y trató de encajar cierta idea en su cerebro, descolorida. Sonaban, al abrirse y cerrarse, las
mas la idea se le escabulló. puertas con correas en lugar de picaportes. De unas
-Pues no lo sé... ¿Cargar agua? Pues escarpias, clavadas en las paredes, pendían bolsas de
carguémosla... ¿Que nos ordenan disparar? Pues malla con carne, aves y pescado. Sobre algunas
dispararemos. La cesa tiene poca ciencia. puertas se veían ramas de abeto, y en el interior de
Y, al modo de un ganso de alas desplumadas, los vagones resonaban juveniles voces femeninas. En
abombado el pantalón de montar, el alférez echó a uno de ellos estaban tocando el piano.
andar por el pasillo, mientras murmuraba: Olía dentro a sudor y a pañales sucios, y de la vía
-Yo no tengo la obligación... de pensar... ¿Qué se elevaba un acre hedor de excrementos pisoteados.
soy yo? Una partícula, un peón de la guerra... En uno de los vagones, un soldado, en cuclillas,
Bastante necesidad tengo de calentarme los sesos... apretados los dientes amarillentos, aullaba sin cesar:
El capitán descendió al andén. Debía comprobarlo -¡Ooo-eee!...
todo personalmente: el maquinista Nikíforov era tan "Disentería -pensó el capitán mientras encendía
cumplidor como Obab, pero tan estúpido como él. un cigarrillo-. Ése no lo cuenta."
Por otra parte, cabía esperar la llegada de un La sensación de vergüenza y aquella remota
telegrama de la ciudad. El puesto de Comandante cólera, que parecía llegarle hasta los talones no
Jefe había quedado vacante. ¿A quién designarían? cesaban.
No iban a nombrar al tío Viacha, al general Spasski, Un viejo de espaldas planas, levantando con
tan chocho con su manía de encuadernador. ¡De dificultad una pesada hacha, trataba de cortar una
veras que daba miedo, por vida del diablo! ¿Cómo traviesa medio podrida.
pudo Vershinin, un lugareño analfabeto, coger -¿Viene de muy lejos? -inquirió Nezelásov.
prisionero al Comandante Jefe, con todo su Estado Repuso el anciano:
22 Vsiévolod V. Ivánov

-De Sizrán. El alférez Obab reía a carcajadas:


-¿Y adónde va? -¡Ventrílocuos! ¡No os acobardéis!
El interpelado bajó el hacha y, arrastrando un pie Y, cual si trataran de atrapar la risa en el aire, sus
desnudo, de negras y agrietadas uñas, contestó largos brazos se extendían ansiosos.
apático: Una refugiada tísica, de rostro terroso y abrigo
-A donde me lleven. marrón, ceñido al talle por una cuerda de las que se
Tenía la nuez muy grande, del tamaño del puño de usan para atar los sacos de azúcar, correteaba con
un niño, y cubierta de fláccidas arrugas. Al hablar se paso diminuto por la estación murmurando sin cesar:
le veían en el cuello pequeñas franjas, como hilillos, -Los guerrilleros... los guerrilleros... han quemado
de piel blanca. la taigá... y fusilan a diestro y siniestro... Se acerca
"A lo que se ve, no se le presentan muchas Vershinin.
ocasiones de conversar con gente", se dijo La vieron a la vez en los doce trenes allí
Nezelásov. estacionados. Llevaba el abrigo de terciopelo marrón
-En Sizrán tengo fincas -declaró el viejo como cubierto de ceniza, y sus sienes hundidas se habían
deleitándose en el recuerdo-. Magnífica tierra negra: perlado de sudor. Todos experimentaban una desazón
una tierra que es oro puro, del que podría acuñarse angustiosa, semejante a la que produce el hambre.
moneda... Y, sin embargo, todo lo he abandonado. El jefe de la estación -los soldados le llamaban
-¿Lo lamenta? "Cuatropisos"-, de cabeza gorda y mostachos blancos
-Pues claro que sí. Pero, no obstante, allí dejé mi y transparentes como carámbanos de hielo, pretendía
hacienda. Tendré que volver. imponer la calma:
-El camino será largo... muy largo... -Conservad vuestra integridad espiritual. No os
Sin soltar el hacha, el anciano movió ligeramente asustéis.
la cabeza y exhaló un suspiro mezclado con un -¡Es que han tomado Chitá! ¡En Vladivostok están
silbido, al tiempo que se encogía de hombros: los bolcheviques!
-Desde luego, está lejos... Además, señor capitán, -Os equivocáis de medio a medio. Tenéis
se dice que Vershinin ronda la línea del ferrocarril. demasiado grandes los oídos. Mantenemos
-Eso es mentira. No hay un solo guerrillero. comunicación con Chitá. Hace un momento han
-¿Que no? Entonces serán inciertos los rumores - telegrafiado desde allí preguntando por la niñera del
asintió el viejo, volteando animoso el hacha-. Pues se general Nox.
asegura que todo lo arrasa a su paso y que no tiene Y, reprimiendo en la garganta una risilla
piedad ni del ganado. La única defensa, según irrespetuosa, recalcó las sílabas:
muchos, es el tren blindado. Eso y nada más. Ahora -¡El general inglés Nox ha perdido a su niñera y
bien..., ¿quiere decir que es mentira? anda buscándola! Han ofrecido una recompensa a
-No hay un solo enemigo en las vías... quien la encuentre. ¡Qué diantre, se trata ni más ni
-Pues más vale así, mi capitán. Acaso podamos menos que de una niñera diplomática!
llegar a Vladivostok... El que viva, lo verá. ¿Cómo Un muchacho rizoso y rubio -enteramente un
voy a volverme a Sizrán, por vida del Señor? cerezo en flor- iba pegando por los vagones carteles
-No lo resistiría... Pero no se apure, hombre. y partes de operaciones del Estado Mayor; y aunque
-Es lo que yo digo: hallaría la muerte en el nadie sabía dónde se encontraba el tal Estado Mayor
camino. ni quién hacía frente a los bolcheviques, todo el
-¿No le gustan estos parajes? mundo cobró ánimos.
-La gente es muy distinta a la nuestra. Allí todo el Una tupida lluvia tibia cayó repentinamente.
mundo se muestra amable, mientras que aquí no Estalló un trueno. Rugió la taigá.
saben ni hablar. Los chinos ni siquiera entienden el Disipóse el humo, pero cuando cesó el chaparrón
ruso. Esto es como para agusanarse. ¿No me valdría y salió el arco iris, afluyó de nuevo, en densas
más volverme atrás, arrostrándolo todo? Los oleadas, la azulina humareda, y el ambiente se tornó
bolcheviques también son hombres, ¿no le parece? otra vez cálido e irreparable. El viscoso fango
-¡Qué se yo! -evadió la respuesta el capitán. atenazaba los pies al suelo.
Olía a tierra húmeda, y tras las casetas de los
Al atardecer, la estación se llenó de humo. chinos rumoreaban levemente las remojadas zahínas.
Ardía el bosque. En esto llegaron al andén dos cosacos con el
La humareda era vaporosa y cálida, y en derredor cadáver de un sargento que habían encontrado detrás
olía a resina quemada. de la torre del agua.
Los minúsculos edificios de la estación, la torre -Han sido los guerrilleros... -masculló la refugiada
del agua, semejante a una jarra de arcilla, las del abrigo marrón-. Los de Vershinin... Ellos...
casuchas chinas y los amarillos campos de zahína Los ocupantes de los pardos vagones de
exhalaban un hálito azulino, y los rostros palidecían mercancías se agitaran entre murmullos:
como por ensalmo. -Los guerrilleros..., los guerrilleros...
El tren blindado 14/69 23

La del abrigo marrón, de pie sobre la plataforma pronunciar bien la erre:


de un vagón, preguntaba, nerviosa, a los soldados: -Soy el teniente Tanako Muzzo…Sí señol-r. Se
-Vuestro tren no nos abandonará, ¿verdad? me ha ol-rdenado ponel-rme a sus ól-rdenes.
-No moleste -le dijo Nezelásov que había tomado Y, elevando súbitamente el tono, escandió un
un odio repentino a aquella mujer de nariz aguileña-. lema, que debía de haberse aprendido de memoria, en
¡No se debe hablar con la tropa! medio de un chifle de erres y eles:
-Es que los guerrilleros van a degollamos, -¡Aniquilal-rlos, aniquilal-rlos!
capitán... Bien lo sabe usted... Hallábase a su vera un corresponsal de prensa
Nezelásov dio un portazo y vociferó: americano, con una guerrera de relucientes botones
-¡Váyase al cuerno! verdes y altas medias rayadas, dentro de las cuales
Trajeron un nuevo telegrama. Algún jefe, con llevaba recogidas las perneras del pantalón. Con
prosa ininteligible, en la que, como siempre, rápido ademán, también aprendido, abarcó de una
abundaban las cifras, ordenaba aniquilar las bandas ojeada la estación y garrapateando aceleradamente
de Vershinin, apostadas a lo largo del ferrocarril. con el lápiz, inquirió:
-Pero ¿dónde están los americanos, Obab? -¿Y ésta? ¿Y ésta? ¿Qué?
-Ya se acercan. Obab y otro oficial, entre sudores y golpes de tos,
-¿Y los japoneses? le explicaron lo que les pareció que había
-Ahí al lado. Más allá del puente, en la orilla preguntado.
opuesta del río Muklionka. -Está bien -dispuso Nezelásov-. Obab, dé usted
-¿Y quién es ese chino? orden de preparar el tren para el combate.
-Se dedica a vender pipas. Y cerró de golpe la pesada puerta de acero.
-Para despistar. Todos esos amarillos de ojos -¡Arranca, arranca! -chilló.
oblicuos son iguales. Pregúntale a ver si tiene Allá en su interior se acentuó el deseo de ver, de
cocaína. palpar la angustia que se había trasplantado desde los
-¡Eh, chinito! ¿Llevas cocaína? convoyes de fugitivos al tren blindado 14-69.
-Cocaína no. Pipas llevo. El capitán recorría el tren amenazando a todo el
Obab y Nezelásov se retiraron. Sin Bin-U, sin mundo con el revólver; hubiera deseado agigantar su
quitarles la vista de encima, preguntó al maquinista grito para que fuese capaz de reventar las paredes de
Nikíforov: los vagones, revestidas de fieltro y de acero... Al
-¿Es muy selio ese capitán? ¿Tenel pocos cabo de unos instantes, no comprendía ya para qué
soldados? Mucho teme guelillelos. había vociferado de aquella manera.
-Soldados le sobran. Los soldados, sucios, se colocaron en posición de
-Pelo ¿cuántos tiene? firmes y sus caras cuadradas se volvían de hielo.
-¿Qué te importa a ti? El alférez Obab, diligente y taciturno, seguía los
-Mí no impolta nada. pasos de su capitán.
-Bueno, pues cállate esa boca. ¿No sabes que la Rechinaron los topes. La máquina lanzó un breve
ley nos prohíbe hablar? Entérate de una vez: para mí silbido; un cubo de hojalata cayó con estruendo al
la ley está por encima de todo. Y como la respeto suelo; y, apretando los raíles contra la tierra, dejando
tanto, pongo la máquina como en los trenes mixtos: atrás estaciones, casillas de guardaagujas, bosques
delante del convoy, que es laque manda la ley. ¿Te humeantes y colinas graníticas, acariciadas por una
has enterado? brisa cálida y húmeda, las cajas de acero, portadoras
-Eso estal muy bien. de cientos de cuerpos humnos llenos de angustia y de
-Es lo mejor. rabia, se precipitaban incesantemente en las tinieblas.
-¡Mila, amelicanos! El capitán Nezelásov exclamó:
-No, según lo mandado, serán los japoneses los -¡Ea, tren blindado catorce-sesenta y nueve,
primeros en llegar. último grito de la técnica rusa, adelante, a cubrirte de
En efecto, las tropas niponas llegaron antes. Los gloria!
americanos aparecieron unas cinco horas después.
La locomotora, monstruo obeso y bonachón, Las tropas rusas y aliadas, con el apoyo del tren
resoplando como aliviada, arrastró hasta el andén seis blindado 14-69, han puesto en dispersión las bandas
vagones de soldados japoneses. A renglón seguido guerrilleras de Vershinin.
llegó otro tren. Los diminutos y pulcros %uestras bajas se elevan a 42 muertos y 115
hombrecillos, semejantes a pájaros de cabezas heridos. La bravura de los aliados en el combate
amarillas, se dispersaron por el andén. supera a todo elogio. Continúa la persecución del
Un oficial japonés encontró al capitán Nezelásov enemigo.
en la locomotora del tren blindado. Acariciando la El jefe del tren blindado 14-69,
funda del revólver y moviendo levemente los codos, Capitán %ezelásov. Parte n.º 8701-19.
el nipón hablaba en un ruso blandengue, atento a
24 Vsiévolod V. Ivánov

Firmado el parte, el capitán se echó a reír: hormigueros.


-En verdad, no se sabe quién ha derrotado a quién. Al séptimo día se presentó en las montañas el
Sea como fuere, lo cierto es que han colgado al chino Sin Bin-U, quien anunció que Vershinin había
general Sajárov. Una indecencia... derrotado a las unidades de Sajárov, ahorcando al
-¿Le parece que publiquemos la segunda Orden propio general.
del Día, mi capitán? -le preguntó, respetuoso, Obab. Un labriego con la cara vendada, que acompañaba
-¿Cuál? a Sin Bin-U, extrajo de su bolsillo un pliego de papel
-La orden ascendiéndole a usted a coronel. escrito con letra diminuta y, entregándoselo al jefe
-Bueno, publíquela. del destacamento, le dijo:
Nezelásov se sentía muy ufano: no porque el alto -Le traigo la orden de que se incorpore a la
mando, saltándose el escalafón, le hubiera otorgado agrupación de Vershinin.
la graduación de coronel, sino porque en una de las Reunidos en asamblea, los guerrilleros
estaciones del trayecto había conseguido apoderarse deliberaron, y aquella misma noche torcieron a la
de numerosos vagones de proyectiles pertenecientes derecha para, atravesando la cordillera de Granitni,
en vida al general Sajárov. ¡Ni siquiera se había unirse a Vershinin.
preocupado de esconderlos el muy granuja! Éste, mediado el día siguiente, preguntaba al
-¡Ja, ja, ja! ¡Mira que haberle ahorcado!... Lo mujik de la cara vendada, tirándole, nervioso, de la
siento en el alma: hubiera sido mi vecino de manga de la camisa:
hacienda... Ya sabe usted que me han concedido un -¿Habéis traído muchos caballos?
lote de tierra junto a la que le dieron a él... -De -Algunos, Nikita Egórich.
repente, el capitán se levantó de un salto-: ¡Abrid -¿Cuántos?
fuego! ¡Los guerrilleros están en la vía! -Cosa de una veintena.
Obab corría por el interior del tren, gritando a los -¡Cabeza de chorlito! ¡Necesitamos lo menos
artilleros: ciento! Urge trasladar a la vía los cañones que le
-¡Fuego, fuego! quitamos a Sajárov. Estamos en otoño -y miró con
inquietud al cielo-. De buenas a primeras, empieza a
CAPÍTULO V. U HOMBRE DE OTRAS llover, se embarran los caminos, y con esta tierra tan
TIERRAS resbaladiza, ¿cómo vamos a transportar hasta la línea
Los cuerpos llevaban ya seis días experimentando férrea las piezas de artillería? Ten en cuenta que sin
el peso de una especie de losa candente, notando la ellas no podemos capturar el tren blindado. Y, claro,
flaccidez de los árboles, sometidos a un calor a la espalda no vamos a llevarlos, porque pesan lo
asfixiante, pisando la crujiente y seca yerba y suyo, ¿me entiendes?
sintiendo el contacto de una leve brisa. -Tendremos caballos -repuso el campesino con
El peso de los fusiles sobre los hombros acento de indecisión.
repercutía dolorosamente en la cintura. Sin Bin-U, arrimado a una roca, veía desfilar ante
Dolían las piernas cual si estuvieran sumergidas sí el destacamento y, con rabia reconcentrada, iba
en agua helada; y las cabezas parecían huecas, como animando a cada uno de los mujiks:
una cañaheja que ha perdido su savia. -¡Pegal dula a japonés! ¡Uh, cómo necesitamos
Guerrilleros de tres distritos, cuyos cabecillas no pegal! ¡Amelicanos también!
habían conseguido aún tomar contacto con Y, abriéndose de brazos, señalaba cómo había que
Vershinin, llevaban seis días de marcha, camino de batir a los japoneses y a los americanos.
las montañas. Vershinin dijo a Vaska Okorok:
De cuando en cuando, patrullas de cosacos -Un japonés es para nosotros peor que un tigre.
atacaban a los grupos de avanzada. En tales casos se Los tigres, antes de devorar a un chino, le quitan la
oían disparos que recordaban el crujido de los tallos ropa a zarpazos, quizá para dejar que la carne se
secos de las habas al romperse. ventile; un japonés, en cambio, no se para en barras:
Más atrás, a lo largo de la línea férrea, por campos se lo traga con botas y todo.
y bosques, merodeaban los cosacos, los checos, los Sin Bin-U, contento de que hablasen de los de su
japoneses y gentes de otras tierras, que prendían casta, exclamó:
fuego a las aldeas y pisoteaban los sembrados. -¡Es veldad!
Seis días, con breves descansos, durante los que -¡Veldad, veldad!... -le remedó Vershinin presa de
se observaba un silencio religioso, avanzaban, una ligera contrariedad-. ¿Y los caballos? ¿Dónde
extenuados, los guerrilleros, por estrechos caminos están los caballos para llevar los cañones? Se nos va
de mulas, protegiendo los convoyes en los que iban a escapar el tren blindado, ¿no te das cuenta?
sus familias y sus enseres. Hastiados del camino, se -No escapal, no escapal -objetó el chino-. Va
apartaban a menudo de las veredas, internándose coliendo de un lado pala otlo. No sabel qué hacel. Yo
entre las breñas; y, hollando la maleza, seguían en estuve en estación y lo vi.
línea recta hacia los montes, que recordaban enormes -Lo verías; pero, a pesar de todo...
El tren blindado 14/69 25

Los amplios pantalones bombachos, plisados, del El chino, en señal de aprobación, levantó hacia
tamaño de un costal de harina, le ceñían arriba el pulgar de la mano derecha.
estrechamente las rodillas a Vershinin, y su rostro, Pero, como no oyera la carcajada de los
lleno de pecas por efecto de los aires marinos, se guerrilleros que premiaba siempre sus observaciones,
fruncía como ensombrecido. añadió como entristecido:
Vaska Okorok, mirando soñoliento la barba de su -Muy mal, muy mal. -Y lanzó alrededor una
jefe, terció en la conversación, ni más ni menos que mirada de angustia.
si hablara de un pasatiempo: -¿Mal por qué? -le preguntó Okorok,
-En Rusia van a construir una nueva torre de -Porque va a llover -aclaró Vershinin el sentido de
Babel, Nikita Egórich. A nosotros nos dispersarán, las palabras del chino-. Tiene pena porque presiente
como dispersa el milano a los polluelos, para que la lluvia. ¡Adelante, muchachos, adelante!
llegue un día en que ni nos conozcamos los unos a El destacamento avanzó con mayor rapidez.
los otros. Te preguntaré: "¿Quieres un poco de Sin quitar la vista de las montañas, en espera
aguardiente, Nikita Egórich?, y tú saldrás siempre de ver aparecer los caballos, el jefe seguía
chapurrándome en japonés: "Tala-bala." Y Sin Bin- lentamente detrás de sus huestes.
U, mala pedrada le peguen, nos regalará el oído con Junto a la abrupta y rocosa orilla, el camino se
un ruso que ya quisieran hablarlo en Moscú. ¿Qué te interrumpía. De las peñas de ambas márgenes pendía
parece? un puente de ramas trenzadas. La enorme fuerza del
Vaska había trabajado en las minas de oro, y torrente iba a estrellarse sobre las piedras y rugía con
hablaba siempre en broma, como quien ha tempestuosas salpicaduras. La pasarela estaba
encontrado una pepita y no se da crédito a sí mismo húmeda y resbaladiza, pero los guerrilleros no
ni tampoco a los demás. Solía mover perezosamente titubearon un instante en cruzarla.
la azafranada y rizosa cabeza, y parecía extasiarse -Estos campesinos son valientes -suspiró
con la cálida y lenta brisa procedente del mar y con Vershinin-. Si me llegaran los caballos y los
la viva y nostálgica fragancia de la tierra y de los cañones...
árboles. -¡Y si te regalaran el tren blindado! -añadió
-¡Ay!, este calor no es de buen agüero -vaticinó Vaska.
Vershinin-. Creo que tendremos lluvia. -¿De qué te ríes?
Desde los bosques y las colinas, chapoteando, con -¿Cómo vamos a echarle la zarpa al tren, Nikita
apagado y cansino jadeo, desembocaban en los Egórich?
senderos torrentes de hombres, de ganado y de -Más difícil sería lo de tu torre de Babel.
carretas. Arriba, en las rocas, negreaban sombríos los -Ya, pero es que yo lo decía de broma.
cedros. El calor secaba los corazones como ramas -Pues yo lo digo en serio.
desgajadas de sus troncos, y los pies no encontraban -¿Lo de la torre de Babel, Nikita Egórich?
dónde posarse: diríase que andaban sobre ascuas. -No, lo del tren blindado.
A retaguardia resonaron disparos. -¡Caray!
Varios guerrilleros, rezagándose del grueso de la -Consigue los caballos, y después habla.
columna, se aprestaron a repeler la agresión. Una vez que dejaron atrás el puente suspendido,
Okorok sonrió con toda la cara: Vershinin sugirió:
-¡Qué risa durante la marcha! -¿Y si hiciéramos un alto?
-¿Qué sucedió? -inquirió Vershinin. Los mujiks se detuvieron a echar un cigarro.
-Pues que un gallo se puso a cacarear. ¡Los Sin embargo, no hicieron alto para descansar:
malditos se habían traído las aves de corral! Yo les tiempo habría después de atravesar la aldea de Davia,
dije: "Más vale que os las comáis, porque acabaréis internándose nuevamente en las montañas, para hacer
tirándolas." noche.
-Eso de ninguna manera. ¿Qué sería del hombre Junto a un pastizal, lindante con Davia, un
sin los animales? Perdería todo su peso. Todo el peso labriego descalzo, a lomos de un caballo rubicán, se
de su espíritu, quiero decir. acercó e informó a Vershinin:
Sin Bin-U alzó la voz: -Hemos tenido un combate aquí, Nikita Egórich.
-Los cosacos sel muy malos; los nipones muy -¿Con quién?
glanujas: toman mujeles y eso está mal. Cosacos -Los japoneses lucharon contra unos guerrilleros
mala gente. Los ojos de Lusia... en la propia aldea. Las cosas han salido a pedir de
Mordiéndose los labios, soltó un salivazo entre los boca. Entre todos rechazamos a los enemigos, pero
dientes, y su cara, color de oro en bruto, con ojos de hay que suponer que vuelvan mañana. Por eso, cada
pepitas de melón, estrechos y oblicuos, sonrió cual ha reunido sus cachivaches, y quisiéramos
complacida: marcharnos con vosotros a las montañas.
-Shango!6 -¿Qué guerrilleros eran ésos? ¿Quién los
mandaba?
6
«Muy bien».
26 Vsiévolod V. Ivánov

-¡Qué sé yo! Desde luego no parecían de nuestro disparó. El perrillo se arremolinó sobre sí mismo; se
distrito, pero también eran campesinos. Llevaban estiró luego, cual si se desperezase después de un
ametralladoras; ametralladoras estupendas; sueño, y quedó muerto.
tableteaban que era un primor. El viejo se rascó la cabeza intranquilo:
En la calle más ancha aparecían, dispersos por el -Fíjate, Nikita Egórich: ese perro se ha muerto de
suelo, carros volcados, cadáveres y reses muertas. pena. El hombre, en cambio, todo lo aguanta... Lo
Un japonés, con el cuello atravesado por una aguanta todo, Egórich. Dicen que un tren blindado va
bayoneta, yacía sobre un ruso al que le colgaba sobre a subir a las montañas, que lo destrozará todo y que
la mejilla, suspendido de un hilo, un ojo azul. Por la lo quemará todo.
guerrera, empapada en sangre, pululaban las moscas. -No le digas a la gente tales tonterías. Para subir a
Cuatro japoneses estaban tendidos junto a una las montañas se necesitan raíles.
valla, de cara al suelo, como avergonzados. Tenían El viejo escupió con rabia:
las nucas destrozadas. Trozos de piel, mezclados con -¡Sin necesidad de raíles subirá! Se han unido con
duros cabellos negros, se habían adherido a las los japoneses, y los japoneses, en compañía de los
espaldas de los pulcros uniformes, y las polainas americanos, todo lo pueden. Estamos perdidos,
amarillas, cuidadosamente lustradas, producían la Egórich. Perdidos sin remisión. La gente se pudre,
impresión de que los nipones se disponían a dar un igual que la cosecha bajo la lluvia... ¿Y ese capitán
paseo por las calles de Vladivostok. del tren blindado es de la familia del zar?
-Sería cosa de enterrarlos -insinuó Okorok-. Es -Déjate de bobadas, abuelo.
una vergüenza dejarlos así. -Cuentan que tiene muy malas pulgas, que mide
Los aldeanos iban cargando sus enseres en carros. más de dos metros y que lleva una barbaza...
Los chiquillos conducían el ganado. La expresión de A Vershinin le fastidiaba la charlatanería del
todos los rostros era la de siempre: tranquila y vejete; llamando al guerrillero de la mejilla vendada,
diligente. le dijo:
Correteando de una casa a otra, un perrillo blanco, -En el puesto de mando del general encontramos
que se había vuelto loco, saltaba y giraba algo de dinamita. ¿Sabes dónde está el puente del río
vertiginosamente entre los cadáveres. Muklionka?
Acercóse un anciano de rostro parecido a una -Tenemos poca experiencia de esas cosas, Nikita
vieja zalea gris: dijérase que los rodales rojos de las Egórich.
mejillas y de la frente correspondían a trozos de la -No contamos con nadie más. Llévate unos
piel en los que la lana se hubiera desprendido. cartuchos, y mientras el tren blindado anda por la
-¿Andáis enzarzados en la guerra? -preguntó a taigá, vuela el puente.
Vershinin con voz lastimera. Desde una colina se veía la carreta avanzar por el
-No hay más remedio, abuelo. prado. Iban en ella tres guerrilleros llevando sobre las
-Ya lo veo; la gente es un asco. Nunca se vio una rodillas un cajón de dinamita. Probablemente, desde
guerra tan repelente como ésta. Antes servíamos al allí divisaban ya el puente sobre el Muklionka, ¡Con
zar, pero ahora, ahí lo tienes: peleamos entre nosotros un par de centenares de carretas como aquélla se
mismos, el diablo que nos lleve. acabarían todas las penas! Los mujiks se habían
-Es igual que cuando estás mucho tiempo en llevado los caballos de las tropas de Sajárov, y
camino y de pronto se te estropea el carro, abuelo. ¡cualquiera los recuperaba! ¡Cuán útil era una bestia
Como estaba podrido desde hacía tiempo, hay que en aquellos momentos! ¡Qué valor había adquirido
hacer uno nuevo. cada una de ellas! Todo estaba clarísimo; pero el
-¿Eh? problema consistía en reunir caballos...
-Digo que la carreta del zar estaba podrida. -¡Nikita Egórich!
El viejo inclinó la cabeza, como atento a un ruido El que llegaba para informar era Vaska Okorok:
que se produjera bajo sus pies, y tornó a preguntar: -Camarada comandante, tropas americanas se
-¿Eh? No te entiendo... mueven en dirección a las antiguas posiciones del
-Digo que la carreta se ha roto. general Sajárov. Parece que acuden en su ayuda.
El anciano, accionando como quien se sacude las -¿Americanos? ¿Son muchos?
manos mojadas, murmuró: -Algo así como una compañía.
-Vamos, vamos... ¿Qué carretas son las de hoy? -Manda a su encuentro a la guerrilla de
Ha nacido el anticristo; no esperes, pues, carretas que Muklionka.
valgan nada. Acercáronse unos mozos, con el fusil en
Vershinin se llevó la mano a los riñones, donde bandolera, vociferando al son de un acordeón:
sentía un dolor mortecino, y lanzó una ojeada
alrededor. ¡Ay, mi tartana americana!
El chucho loco no cesaba de aullar. Soy una moza muy charlatana…
Un guerrillero, apuntándole con la carabina,
El tren blindado 14/69 27

Vershinin arrugó el entrecejo y hasta dio una Silencio.


patada en el suelo: -¿Qué soy yo para vosotros?
-¿No habrán encontrado otra copla que cantar? -El contratista.
-La coplilla no está mal, Nikita Egórich. Es muy -¿Por qué, entonces, no cumplis mis órdenes?
alegre -dijo Vaska un tanto sorprendido. -Cúmplelas tú.
-Estará bien para una juerga, pero no para pelear. -Llamaré a la policía, a los cosacos, a los
En el combate se necesita una canción vibrante, japoneses…
demonios. ¿Cuántos son siete por siete? ¡No consigo -Gaitas.
acordarme! El viejo ferroviario Filónov pasó por su atadijo:
-Le llevo un poco de comida a mi hijo y no me la
También en la ciudad hacía calor. El mar no se admiten. ¿Hasta cuándo va a durar esto, Señor?
movía. La calma chicha reinante parecía estimular la -Hasta que se declare la huelga.
navegación: los buques entraban en el puerto uno tras -¡La huelga! -masculló el contratista retirándose
otro. Desde la fortaleza se disparaban salvas, y los apresuradamente. Filónov dijo a los cargadores:
vecinos que deambulaban a lo largo del malecón -Declaraos en huelga, y ya veréis: os fusilarán a
intercambiaban miradas de optimismo: ¡ay, cuántos todos u os enrolarán en el ejército blanco.
bulos! Se rumoreaba que el general Sajárov se había El cerrajero Lijántsev, que se encontraba entre los
llevado consigo todos los proyectiles. ¿Cómo era cargadores, prosiguió un relato que había
posible que hubiera arramblado con todos si las interrumpido cuando se acercó el contratista:
baterías de la fortaleza disparaban sin cesar? ¡Y aún -Pues bien, amigos: los portuarios franceses les
había quien osaba afirmar que el general Sajárov contestaron a los soldados...
había sido ahorcado por los guerrilleros! -¡Fíjate!
-¡A quienes debieran colgar es a los que hacen Un cargador joven, rubicundo y jovial, se
correr tales bulos, caballeros! incorporó ligeramente y señaló a un barco de guerra.
-¿De qué nacionalidad es ese barco de color La cadena rechinaba, pues estaban bajando el ancla.
rosáceo? -¿Es japonés?
-Es italiano. -Americano -respondió el alegre cargador-. ¿Me
-Usted perdone: no es italiano, sino portugués. entiendes?
-Al fin y al cabo, da igual. -Un barco de bandidos. ¿Cómo no voy a entender
-Efectivamente. ¡Habría que colgar a los bulistas! lo que quieres decir?
El contratista Dúmkov, Nadezhda Nezelásova y Se aproximaba un pelotón de soldados americanos
Varia iban paseando por el malecón. y, en dirección contraria, otro pelotón japonés. Los
-¿Qué tal le van las cosas a Alexandr Petróvich? - respectivos jefes se hicieron el saludo militar, y el
interesóse Dúmkov-. Me refiero a su hijo. jovial cargador comentó:
-Pues allí anda combatiendo -suspiró la madre del -Tanto vale el uno como el otro. ¡Ja, ja, ja!
capitán. -Desde luego, el japonés no tiene nada que
-Aquí nos está haciendo falta. Créame usted. Es envidiarle al yanqui, ¡ja, ja, ja! Muy bien vestidos,
una calamidad esto de tratar con los cargadores. pero se ve que les han zumbado en los morros. Cosas
-Pues ¿qué pasa? de la guerra.
-Que están muy reacios, y yo necesito descargar -Se acabó -dijo uno de los trabajadores y,
ese barco. Los americanos han traído muchas cosas. dirigiéndose a Lijántsev, preguntó con interés-:
-¿Municiones? Bueno, a todo esto, ¿qué pasó con los portuarios
-Con las municiones hay no sé qué lío. De franceses?
momento, lo que han traído son piezas de tela. -...Pues los portuarios franceses contestaron a los
-¡Gracias sean dadas al Señor! Porque viene a soldados: "¡Gaitas!"
resultar que estamos salvando a Rusia desnudos. -Aguarda un momento -volvió a insistir el
Pasaron junto a unos cargadores que, recostados cargador-. Quisiera preguntarte...
sobre una barraca, miraban al cielo. Nadezhda Quería preguntarle dónde estaba Peklevánov, si
Lvovna y Varia no repararon en ellos, pero al en la taigá o en la ciudad, y qué pensaba. Pero, al
contratista le endemoniaba la ostensible indiferencia notar la expresión de sus compañeros, que, al
de los obreros. parecer, deseaban lo mismo, cayó en la cuenta de que
Tras de disculparse ante las dos damas, Dúmkov no era oportuno preguntar por el paradero de
se aproximó a los cargadores, a grandes zancadas, y Peklevánov...
se plantó ante ellos: -¿Qué querías?
-Y bien, muchachos, ¿no se os ha dado orden de -Nada... Era sólo... una bobada...
descargar? Aquella tarde comenzaba la huelga de los
-Sí. cargadores.
-¿Qué hacéis entonces?
28 Vsiévolod V. Ivánov

Por la noche, el cerrajero Lijántsev se presentó en Ardía la taigá.


el escondite de Peklevánov, y media hora después Un destacamento americano avanzaba por la linde
llegó Znóbov. En opinión de éste, la huelga de los de un bosque, contemplando con recelo el incendio,
cargadores se convertiría en paro general, y éste, a su que se acercaba lentamente. Las pavesas cubrían el
vez... arenoso camino y los tupidos y jóvenes pinos de los
Y, conteniendo la respiración, muy abiertos los alrededores. A causa de la humareda, reinaba una
ojos, contempló a Peklevánov quien, haciéndose oscuridad casi total. La ceniza, en alas del viento, iba
cargo de la alegría y de la inquietud que embargaban a posarse en las caras de los soldados. Dondequiera
a su compañero, le dijo, al tiempo que le ponía la que éstos mirasen, todo cuanto veían dejaba en sus
mano sobre el hombro: almas una sensación desapacible.
-Amigo Znóbov: Lijántsev me ha traído una Un pequeño convoy seguía al destacamento.
importantísima noticia. ¡Los depósitos de artillería Uno de los carros, cargado de bidones metálicos,
están verdaderamente vacíos! se rezagó del resto. El carrero, un soldado bisoño,
-Es para creído y no creído, Iliá Guerásimich. ¿No bajo de estatura, se apeó de un salto y se puso a
se tratará de una provocación de los blancos? observar una rueda: al parecer estaba averiado el eje.
-¿Qué provocación? Su compañero, flaco, larguirucho, carilargo, de
-Quizá pretendan suscitar un alzamiento dientes muy grandes y de más edad que el primero,
prematuro. miró a la taigá en llamas y dijo con un carraspeo:
Peklevánov, danelo una palmada, exclamó -All is on fire, all! Why are we here?7
risueño: El soldado joven levantó la cabeza:
-¡Qué bueno! -Il tell you...8
Indeciso, titubeante, como si no diese crédito a tan No terminó la frase. De entre los tupidos pinos
grata noticia, se acercó a Masha: salieron dos aldeanos con sendos fusiles, y dos
-¿Has oído, Masha? ¡Es magnífico! campesinas. El más joven de los soldados pretendió
-Los blancos nunca dejarán de ser los blancos - oponer resistencia, pero una de las mujeres le hizo
repuso ella-. Unos monstruos. morder el polvo de un garrotazo en la cabeza.
-Pero no hasta tal extremo. En un momento tan -¡Amárralo! -se ordenó a sí mismo uno de los
crítico, llevarse de la ciudad todos los proyectiles y mujiks, picado de viruelas y, presto y diligente, ató
dejar los cañones... las manos al soldado larguirucho.
-Piezas de artillería no deben faltarle a Sajárov. Una de las dos mujeres era Nastásiushka, la
-Pero dispone de pocas, de muy pocas. esposa de Vershinin, que presenció en silencio cómo
Al poco rato apareció el marinero Semiónov. su compañera abría un bidón, miraba al interior y,
Znóbov se lo llevó a un rincón para comunicarle el levantándolo en vilo, se ponía a beber. El recipiente
acuerdo del comité revolucionario: debía salir con un le temblaba entre las manos, debido al peso, y el
mensaje para Vershinin. líquido acabó derramándose.
Semiónov palideció. -¡Qué buena está! -extasióse la aldeana
Znóbov, sin darse cuenta de la palidez del marino, tornándose hacia Nastásiushka-. Te miro y me
prosiguió: asombro: ni siquiera has cambiado de color. ¿Es que
-Le pones al corriente de nuestro proyecto de no te da miedo andar metida en estos líos?
insurrección y regresas en seguida. Convéncele de -¡Un miedo horrible!
que intercepte la línea ferroviaria. ¡Necesitamos -¿Por qué te has metido, pues?
proyectiles como el comer! El general Sajárov se -Porque mi marido está fuera de sí -explicó
llevó todas las municiones de artillería. En la ciudad Nastásiushka- No hay palabras para expresar su
hay cañones, pero no granadas. pesadumbre y su tristeza. Con lo alegre que siempre
-Ya lo sé -profirió Semiónov retrocediendo y fue...
palideciendo más aún-. Lo sé, pero no quiero ír. -Vaya, mujer, ya recobrará la alegría.
Peklevánov se acercó al marino y le cogió de un A poca distancia sonaron disparos y gritos. Las
brazo: dos aldeanas, agarrándose de la mano, miraron en la
-No podemos imponer nuestros planes a dirección de donde procedían los tiros.
Vershinin, pero sería de desear que interceptara el Llegaron unos guerrilleros:
ferrocarril y se apoderase del tren blindado. ¡Del tren -¿Qué habéis hecho?
blindado y de los convoyes de proyectiles! El colmo -Pues ya lo ves: hemos dejado frío a un hombre de
de nuestras ilusiones sería que los trajese aquí. ¡Qué otras tierras.
golpe tan formidable!
-Iliá Guerásirnich, yo no quiero participar en la Vershinin subía la cuesta que conducía a la
insurrección. iglesia, dejando atrás las isbas calcinadas.
-Los camaradas insisten, Semiónov.
7
«Todo está ardiendo. ¿Por qué nos habrán metido aquí?»
8
«Si quieres que te diga...»
El tren blindado 14/69 29

Diseminados por la pendiente, se veían jinetes, carros Vershinin.


y tiendas de campaña, entre los cuales había una -¿Qué iba yo a hacer sin ella? ¿O es que no soy
especie de corredor que daba acceso a la iglesia, ruso?
también muy afectada por el fuego. -Pues reza por Rusia, abuelo; por Rusia y por que
-¿Qué noticias hay de la ciudad, Nikita Egórich? - el puente sobre el río Muklionka haya volado por los
le preguntaron desde una carreta. aires.
-Esperamos recibirlas. -¿Has hecho volar el puente? ¿Y a quién le tocará
Un hombrecillo gris, descalzo, de camisa y luego construirlo? ¿Otra vez a nosotros?
pantalones raídos, se detuvo en el camino y gritó con -¿De dónde habrá salido este provocador? -
amargura: exclamó Okorok-. Te parece que le parta los dientes
-¡Estoy que no puedo más, Nikita Egórich! a este miserable, Egórich?
¿Vendrá pronto la revolución mundial? Vershinin, sentado tras la mesa y mirando al
-La revolución mundial somos nosotros. suelo, murmuró:
-¿Quiénes? -Dios... Dios será todo lo Dios que quiera, pero lo
-Tú y yo. que importa es no hacer daño. Dios permitió a los
El mujik descalzo se miró de arriba abajo lleno de blancos quemar el pueblo, y dejó intacto el
indecible perplejidad. campanario para sí. Ese Dios no nos hace falta. Tres
-¡Dios mío! por siete, veintiuno. Eso es lo cierto. En cuanto a
Okorok corrió al encuentro de Vershinin, quien le Dios... ¿Y cuántos son nueve por nueve? Eso Dios lo
preguntó: sabrá. ¿Por qué arman ese griterío ahí abajo, Vaska?
-¿Se sabe algo de los del puente, Vaska? -Es que han llegado refuerzos. -Mirando desde lo
-Hora y media ha transcurrido desde la explosión alto del campanario, Vaska gritó-: ¿De qué comarcas
y no tenemos noticia alguna. El estallido lo oímos sois, muchachos? Han llegado los de Podlísievo y los
todos, pero hasta ahora no hay nada de información. de Komendántskoie, Nikita Egórich. ¡Qué de gente
-Han ido en busca de ellos. nos sigue ya! Yo creo que alcanzamos el millón.
-Hemos tenido noticias de que los nuestros han Chirriaron las tablas del suelo bajo unas fuertes
tomado prisionero a un americano, Nikita Egórich. pisadas, y apareció una aldeana con toquilla rosa a la
¿Te lo han dicho? cabeza y altas botas de cazador.
- No es un triunfo muy brillante... En total, anda -¡Hermanos en Cristo, Nikita Egórich! ¡Traen
por ahí una compañía de ellos. prisioneros! Y cuentan que los ha atrapado tu
Vershinin se puso a subir al tejado de la iglesia. Nastásiushka.
A la pared del templo habían adosado una especie -Si no tuvo miedo de meterse tantas veces mar
de andamio de troncos y algo así como una tarima, adentro, ¿porqué no iba a atreverse a atacar a los
formando escalera, por la que podían ascender varias invasores? -pronuncio impasible Vershinin.
personas a la vez: el tejado de la iglesia estaba Un mujik calvo, medio borracho, llegó, en loca
convertido en puesto de observación y en sede del carrera, sobre. un caballo rubicán. Parecía como
Estado Mayor de la guerrilla. adosado al robusto lomo de su cabalgadura; le
Como el piso del tejado había ardido y la hojalata bailaba la cara, se le estremecían los puños, y su
que le cubría estaba agrietada, los pies tropezaban en garganta vociferaba jubilosa:
ella a menudo, produciendo fuerte estrépito. Los -¡Hemos cazado a un mericano, amigos!
cabrios habían sido retirados; en algunos lugares Okorok chilló:
habían puesto tablas para pasar, y en la torre, debajo -¡Oh, oh, oh!
mismo de la campana, cuyo badajo estaba sujeto por En la callejuela aparecieron tres hombres con
una faja de tela azul, se veía una mesa de escritorio, fusiles.
una caja fuerte y varias sillas. En medio de los tres, cojeando ligeramente, iba un
Vershinin preguntó a un guerrillero de barba soldado americano vestido con fino uniforme de
rasurada, que estaba escribiendo en un cuaderno franela.
escolar: Tenía rasurado el rostro juvenil. El miedo hacía
-¿Hay noticias del puente? temblequear sus labios entreabiertos, y un tic
-Ninguna, Nikita Egórich. nervioso le sacudía el pómulo derecho.
Regresó Vaska, seguido de un viejo decrépito, Un aldeano patilargo y calvo, que venía
que apenas se tenía en pie. custodiando al americano, inquirió:
-¿Qué te trae por aquí, abuelo? -¿Quién es aquí el jefe?
-Pues he venido a rezar; entro en el templo y me -¿De qué se trata? -le respondió Vershinin.
lo encuentro lleno de ametralladoras y de fusiles. -Éste es el jefe, éste -gritó Okorok-. Nikita
¿Qué habéis hecho con la iglesia del Señor, malditos Egórich Vershinin. Y tú cuéntanos cómo lo habéis
diablos? ¿Queréis destruir a Dios? atrapado.
-¿Tú necesitas a Rusia, viejo? -le preguntó El campanario se llenó de gente, entre la que no
30 Vsiévolod V. Ivánov

podía faltar Sin Bin-U. Adelantóse un mujik picado -¿Os vais a poner a juzgarlo? Ya están
de viruela, que formaba parte del grupo que condenados.
acompañó al americano, y pronunció parsimonioso: -¡Menudos amos nos han salido!
-Te lo hemos traído, Nikita Egórich, porque tienes -¡Hay que apiolarlo! -resonó una voz-. ¡Apiolarlo
fama de hombre justo. Aquí lo juzgaréis. y dejarnos de tonterías!
-¿De qué pueblo eres? -le preguntó Okorok. -Quítate de en medio, Vaska, que a lo mejor te
-¿Quién? damos a ti.
- Te lo estoy preguntando a ti. No era Vaska hombre fácil de amedrentar. El
-¿A mí? Nuestra aldea se ha echado toda al americano se apretujó contra él, y Okorok se dirigió
campo… Se llama Pepino. ¿La habéis oído mentar? indignado a la multitud:
-¿No dicen que la han quemado? -¿Apiolarlo? Para matar a un hombre siempre
-Hasta los cimientos. Aquí ha quedado en pie el tendremos tiempo. Es muy fácil matar. Ya veis
campanario, mientras que allí ha ardido el pueblo cuántos cadáveres hay tirados por las calles de
entero. ¡Cochinos! -rugió asestando un puñetazo en nuestros pueblos. Pero ahora estamos de
la cara al americano; quiso repetir la suerte, pero enhorabuena, amiguitos: hemos ahorcado al general
Okorok le detuvo, y el mujík continuó-: Pues verás: Sajárov; hemos derrotado a los americanos; hemos
hace un rato nos encontramos en la carretera a unas destruido el puente del Muklionka y tenemos en una
mujeres que nos dijeron: "Por aquí andan haciendo trampa al tren blindado catorce-sesenta y nueve. De
de las suyas los mericanos, y nosotras les queremos manera que, apenas almorcemos y nos aticemos un
jugar alguna trastada." En fin, nos fuimos con ellas... trago de vodka, nos apoderaremos del tren con
El narrador estuvo tentado de escupir con asco, nuestras manos muy limpias. Viene a resultar que...
pero, echando una ojeada alrededor, se percató de debemos convencer a este cabrón americano,
que se hallaba en la torre de una iglesia, cosa que amiguitos...
hasta entonces no había advertido, se quitó el gorro, Las palabras de Vaska arrancaron una carcajada a
acercóse a los cabrios y escupió desde allí. Con el todos los presentes.
gorro en la mano, y mirando reverenciosamente a la Un mujik de cráneo pelado, salpicando saliva al
campana, el aldeano continuó su relato, lleno de hablar, gritó:
serena furia: -¡Por lo menos, abróchate esa bragueta, Vaska!
-Pues los mericamos iban en carretas..., ¡y -¡Anda, Vaska, haznos unos pucheritos!
llevaban leche en bidones de hojalata! Debe ser una En el tejado y en la escalera, los guerrilleros
gente la mar de chusca: vienen aquí en son de guerra comentaban entre sí:
y, como son tan finodos, toman chocolate con leche. -Este Vaska convence a cualquiera.
El americano, cuadrado militarmente ante -Hay quien hace entender a las mismas piedras, y
Vershinin, en quien debía ver a su juez, no le quitaba éste es un tío como hay pocos.
la vista de encima. -Aplende... -dijo con gravedad el chino.
Los guerrilleros iban agolpándose, y su cólera -¡Zúrrale! -resonó todavía alguna voz vindicativa.
crecía. Aumentaba en torno al prisionero el olor a La robusta Avdotia Steschénkova, recogiéndose la
tabaco y a sudor que exhalaban los mujiks. falda amarilla, se inclinó y dio con el hombro un
La tupida masa de cuerpos producía un calor que empujón al americano:
mareaba, y una cólera reconcentrada iba embargando -Aprende, tonto, que sólo queremos tu bien.
los corazones. El prisionero, mirando las barbudas caras
Levantóse un fuerte griterío: broncíneas de los mujiks y la bragueta desabrochada
-¿Qué están haciendo ahí? de Vaska, y oyendo aquella jerga incomprensible,
-¡A fusilar a ese canalla! contraía el rasurado rostro en una sonrisa que quería
-¡Hay que darle su merecido! ser obsequiosa.
-¡Acabar con él! Los mujiks, entre los que persistía la excitación,
-Y asunto concluido. daban vueltas alrededor de él, llevándole de un lado a
Intimidado por la algarabía, el americano se otro, como hoja arrastrada por la corriente y
encorvó y hundió la cabeza entre los hombros; pero gritándole todos a una, ni más ni menos que si le
esta actitud no hizo sino acrecentar la indignación de creyeran sordo.
los mujiks. El americano, parpadeando con frecuencia, cual si
-¡Van quemándolo todo, los granujas! le entrase humo en los ojos, levantaba la cabeza y
-¡Y dando órdenes por todas partes! sonreía, incapaz de entender una sola palabra.
-Ni que estuvieran en su casa... Okorok le habló a voz en grito:
-¿Para qué han venido aquí? -Cuando vayas allí, explícalo todo. Explícalo
-¿Quién los ha llamado? bien, porque lo que estáis haciendo tiene muy poca
-¡Dale un mojicón en los hocicos y tíralo de la gracia.
torre abajo! -¿Por qué os inmiscuís en nuestros asuntos?
El tren blindado 14/69 31

-¡Os obligan a luchar contra vuestros propios ¡Existe, existe esa palabra!
hermanos? Así diciendo, agitó alegremente los brazos, asió al
Vershinin pronunció con gravedad: americano de la guerrera, lo atrajo hacia sí y le gritó
-Como buena gente que sois, debéis comprender a quemarropa:
las cosas. Sois campesinos como nosotros, que -¡Escucha bien, muchacho!
labráis la tierra y vivís de vuestro trabajo. El japonés Y, elevando el tono más y más, silabeó la palabra
es distinto: no sabe más que comer arroz, y con él mágica:
hay que hablar de otra manera. -Le-e-e-nin... ¡LENIN!
Okorok se plantó delante del americano y, El nombre resonó como un trueno sobre el tejado,
atusándose el bigote, trató de darle una explicación: sobre la escalera, cubierta de guerrilleros, y sobre la
-Nosotros no nos dedicamos al pillaje, sino que plaza. Hombres, mujeres y niños levantaron las
imponemos el orden. Tal vez eso no lo sepáis allá cabezas hacia la torre, se asomaron a las tiendas,
lejos, al otro lado del mar; además, tu alma es de otra quedaron inmóviles sobre los caballos.
tierra... -¡LENIN!
-Muy bien dicho: es un hombre de otras tierras. -¿Lenin? -inquirió el americano muy quedo, cual
Intervino Sin Bin- U: si no reconociese su propia voz-. ¿Lenin?
-¿Hay olden en tu país? En mi China también se En torno suyo volvieron a agolparse los mujiks
necesita imponel olden. Pelo tu orden no lo con su olor a pan negro y a tabaco.
necesitamos aquí. -Lenin -repitió, recio y firme, Vaska; y sonrió
-¡Muy bien, muy bien, chino! como instintivamente, retrocediendo un poco.
-Ya lo veis: también éste es un hombre de otras El prisionero se estremeció de arriba abajo y,
tierras, y, sin embargo, sabe distinguir. fulgurantes los ojos, exclamó regocijado:
La algarabía arreciaba. El prisionero, mirando -That is a boy!10
impotente alrededor, dijo: Okorok se dio un golpe en el pecho y, repartiendo
-I dont understand!9 palmadas de contento sobre los hombros y las
Entre los guerrilleros se hizo el silencio, y Vaska espaldas de los guerrilleros allí reunidos, gritó:
Okorok lo aprovechó para dirigirse al americano: -¡La República Soviética!
-Tú no entender. No saber ruso. ¡Pobrecillo! El americano, tendiendo las manos hacia los
Los mujiks retrocedieron ligeramente. mujiks, contestó entusiasmado, con un
Vershinin se sintió un tanto confuso: estremecimiento nervioso en las mejillas:
-Lleváoslo, y que se incorpore a su convoy. ¿Para -Hurra, hurra! All right11.
qué vamos a rompernos la cabeza aquí con él? Rieron los guerrilleros alegremente:
Vaska, que disentía de su opinión, no cesaba de -Resulta que entiende, el muy ladino.
repetir: -¡Habrá granuja!
-¡Que no, ea! Tengo que hacer que me -Pues fíjate en Vaska: chamulla el americano.
comprenda. El asunto es encontrar la palabra... ¡Qué -A ver, Vaska, dile algo de sus burgueses...
pena que no haya a mano un cuaderno con dibujos!... Abriéndose paso entre la multitud, la mujeruca de
¡Traed un libro con dibujos, malditos diablos! la toquilla rosa llegó con un enorme icono, que había
-¿De qué iban a servirte los dibujos, Vaska? - encontrado abajo, en la iglesia. Por el camino iba
objetó la mujeruca de la toquilla rosa a la cabeza-. explicando:
Teníamos libros, pero todos estaban en ruso, y -Acaso sirva este cuadro. Aunque es religioso,
además os los habéis fumado. representa una escena santa.
-¡Acabará por comprenderme! Lo que se precisa Vaska cogió el icono y, sin titubear un instante,
es un libro... o una palabra... que... dijo embargado de júbilo:
El cautivo, apoyándose tan pronto en un pie como -¿Una escena santa? De santidad entendemos aquí
en otro, se balanceaba ligeramente. La angustia lo nuestro.
estremecía su rostro casi imperceptiblemente, como A renglón seguido se humedeció el dedo con
la brisa el heno. saliva y lo restregó por la inscripción para poder
Sin Bin-U se tendió en el suelo junto al americano leerla.
y, tapándose los ojos con la mano, entonó una El icono, de escaso valor pictórico, representaba
quejumbrosa canción china. una leyenda bíblica: Dios, para probar la fe de
- Esto es un verdadero martirio -entristecióse Abraham, le ordenó que sacrificase a su hijo Isaac. El
Vershinin-. No hay una palabra que consiga patriarca obedeció al instante y, colocando a su hijo
entender. sobre una pira de leña, le aplicó a la garganta la punta
-¡Sí que la hay! -afirmó Vaska pensativo e del cuchillo. El Señor, desde los cielos, contemplaba
irresoluto, no muy convencido de poder imprimir a la emocionado el acto del sacrificio. La imagen era
palabra en cuestión la suficiente claridad y fuerza-.
10
"¡Éste es un buen mozo!»
9 11
«No comprendo.» «Muy bien».
32 Vsiévolod V. Ivánov

nueva: la había donado recientemente a la iglesia el Coincidieron los mujiks:


tendero Obab, que se la encargó en la ciudad, a -No nos traicionará, no.
cambio de medio pud de harina, a un conocido pintor Y Vaska, desde el tejado, cantaba victoria:
de Petersburgo, rico en otros tiempos y a la sazón -¡Lo he convencido! Nuestra propaganda puede
refugiado. El mercachifle, que había oído los llegar a todos. Sólo se necesita corazón.
sermones del obispo Makari acerca de los cruzados y Dicho esto, se puso a cantar, secundado por la
de los sacrificios de Abraham, resolvió no ser menos gente joven:
que el patriarca del Antiguo Testamento y pensó que
su hijo, el alférez Obab, debía estar a la altura de Inglesa es la tabaquera,
Isaac, aunque pedía a Dios que todo terminase como indígena, la guerrera,
la historia de Abraham y de su hijo: el Señor detuvo los galones, del Japón,
la mano que esgrimía el cuchillo... y el gobernador, de Omsk…
Vaska, apuntando con el dedo al icono, leyó
lentamente la inscripción al americano: ¡Ay, mi tartana americana!
-"Abraham sacrificando a Isaac". Estupendo. Soy una moza muy charlatana:
Escucha bien: éste del cuchillo es el burgués; fíjate El tabaco se ha acabado,
qué barrigón; una andorga como ésa está pidiendo a el uniforme está usado,
gritos un reloj con cadena. Y aquí, sobre la pira de los galones se han caído
leña, hay un muchacho, que representa al y el gobernador ha huido…
proletariado. ¿Me entiendes? Éste es el proletariado...
-Proletariado... Obrero... yo... obrero... -dijo por ¡Ay, mi tartana americana!
señas el prisionero-. Auto... I am a worker from
Detroit autoworks12. A los acordes de esta canción bajó Vershinin la
-¿Os habéis dado cuenta? -dirigióse Vaska a todos escalera y se internó entre el gentío que conducía al
los presentes-. Es un obrero. Los burgueses lo han americano, tranquilo y contento ya.
movilizado a la fuerza. Fíjate bien: nuestro -¡Vaska! -gritó el jefe desde abajo-. Dicen que
proletariado está tendido sobre la leña, y el burgués viene alguien a caballo. Mira a ver si son los del
quiere degollarlo; aquí, entre las nubes, están los puente del Muklionka. ¿En dónde se habrán metido?
dioses de la tierra, los americanos, los japoneses, los Vaska bajó de la torre y musitó:
ingleses y toda la canalla del imperialismo, que es la -De ésos no hay la menor noticia. El que viene es
que ha fraguado la guerra. La guerra contra nosotros, otro.
¿te has enterado? Vershinin miró, usando los anteojos, y profirió
-¿Imperialismo? -preguntó el americano-. ¡Abajo con aire intranquilo:
imperialismo! -Es el marino Serniónov, que viene de la ciudad.
-¡Tú lo has dicho! ¡Abajo! -¿Quizás enviado por Peklevánov?
-¡Hay que derribarlo! -¿Quién iba a enviarle sino él? Esto me inquieta,
Okorok arrojó con rabia su gorra al suelo: Vaska. Peklevánov exige que se implante la
-¡Al diablo el imperialismo y los burgueses! disciplina en todas partes, y ya ves lo que sucede
Sin Bin-U corrió hacia el prisionero y, aquí. De fijo que nos preguntará dónde están los
sosteniéndose los calzones, que se le caían, parloteó: caballos y cómo pensamos arrastrar los cañones.
-Lusia lepública. China lepública. Amelicana El jefe de la guerrilla se mantuvo alegre,
lepública, muy mal. Nipones muy mal. Hace falta circunspecto y triste a la vez. Semiónov le elogió y le
lepública, lepública loja... transmitió las felicitaciones de Peklevánov y de todo
Y, mirando en derredor, se puso de puntillas, el comité revolucionario, pero Vershinin, sonriendo
levantó lentamente el dedo pulgar y concluyó su como a regañadientes, murmuró:
arenga: -No merezco tanto elogio. Ya ves: hemos volado
-¡Muy bien! el puente del Muklionka..., espero noticias... y no me
Vershinin ordenó: llegan... ¿Quieres dirigir unas palabras a mis mujiks?
-Dadle de comer, y después llevadlo a la carretera -De buena gana.
y dejadlo en libertad. Semiónov habló a las guerrillas campesinas de la
El anciano que lo trajo custodiado preguntó: huelga declarada en la ciudad, que había terminado
-¿Le vendamos los ojos? No vaya a convirtiéndose en huelga general; les dijo que toda la
traicionarnos... República Socialista Federativa Soviética de Rusia
-¿Vendarle los ojos? Nada de vendarlos ojos a seguía con profunda atención la lucha de los
nadie. Que todo el mundo vea con qué nobleza guerrilleros contra los invasores, y puso tanto fuego
defendemos las tierras soviéticas. en su discurso, que su cazadora de piel, deteriorada y
amarillenta por el uso, se le empapó de sudor y se
12
«Soy un obrero de las fábricas de automóviles de tornó oscura. Mientras tanto, Vershinin no cesaba de
Detroit».
El tren blindado 14/69 33

darle vueltas en la cabeza al río Muklionka, a los -Sin novedad.


cañones de Sajárov y a los caballos. Seguía sin -Es muy inteligente -dijo Vershinin y, tras otra
bestias de tiro. Cuando Semiónov, terminado su breve pausa, agregó-: Cumpliremos todo cuanto
discurso y temblando por la emoción que habia ordene el comité revolucionario.
puesto en él, descendió de la torre y se acercó a Semiónov se marchó en un carricoche. Okorok
Vershinin, le oyó repetir lo mismo de antes: acudió a la carrera y entregó al jefe una caja de
-Seguimos sin noticias del puente, y eso me pañuelos. Vershinin le hizo seña de que había llegado
inquieta. tarde.
-¿Temes que nos derroten? En esto se le acercó lentamente, con aire de
-¿Temer, por qué? -respondió Vershinin-. Claro temor, el mujik de la mejilla vendada.
que a ti y a mí pueden darnos en la cresta; pero, de -¡Pronto! -le gritó Vershinin-. ¿Vienes del
todas maneras, venceremos. Poniéndome la mano en Muklionka?
el corazón, lo que más miedo me da es pensar cómo Retirando hacia atrás la cabeza, como receloso de
vamos a gobernar un país como éste. recibir un súbito puñetazo, el del carrillo vendado
Semiónov, limpiándose la nariz con la manga, masculló con voz ronca:
repuso: -No hemos volado el puente, Nikita Egórich.
-Aprenderemos, Nikita Egórích. -¿Que no lo habéis volado? -extrañó se Vershinin,
-¡Aprenderemos! Mejor que blasonar de lo que que apretó los dientes-. ¿Y el estallido que oímos?
vas a aprender sería que usaras pañuelo. A ver, -Los muchachos tenían poca experiencia...
Vaska, trae para acá los pañuelos del general. Quisieron probar antes… Yo iba detrás, porque se
Okorok se marchó a cumplir la orden. Vershinin me había caído la bolsa del tabaco, y andaba
explicó a Semiónov: buscándola. Bueno, pues vino a resultar que cuando
-Es un buen muchacho, pero un charlatán hacían las pruebas estallaron los explosivos y
empedernido. ¿Por qué dices que no te desagradaría murieron todos. Corrí hacia ellos y no encontré más
que el puente sobre el Muklionka quedara intacto? que los gorros y charcos de sangre... Yo solo me he
-Pues no me desagradaría, Nikita Egórich, porque salvado, Nikita Egórich.
el comité revolucionario te pide que hagas lo posible -¿Que te has salvado? -rugió Vershinin,
por apoderarte del tren blindado y de los trenes de disparando a quemarropa sobre el mujik.
proyectiles que están bajo su custodia. -Y Semiónov Apretados los puños, temblorosos los labios,
añadió en un susurro-: El general Sajárov se llevó a pálido de ira, subió al campanario.
la taigá todas las municiones de artillería, pero sólo Una vez allí, dio la vuelta a la mesa, dejóse caer
una parte de los cañones. ¿Está claro ahora? Nosotros en la silla, se llevó las manos a la cabeza y clamó:
podemos capturar las piezas que han quedado en la -¡Qué vergüenza! Hemos engañado a Iliá
ciudad, pero ¿de qué nos valdrían sin granadas? ¿Me Guerásimich con nuestra fanfarronería. ¡Qué
entiendes? calamidad! "Prepara la insurrección, Iliá
-Como entender, ya lo creo que entiendo... - Guerásimich, que nosotros te llevaremos los
asintió Vershinin e inquirió luego-: Dices que proyectiles." ¡Bonitos proyectiles vamos a llevar! El
aprenderemos. ¿Nos llevará mucho tiempo el tren blindado acudirá a la ciudad.
aprender? Incorporóse de un salto, y, arrancando la tela con
-¿A quién? que estaba atado el badajo de la campana, clamó en
-A ti y a mí. un rapto de cólera:
-Cinco o seis años. -¡Al combate todos! ¡Oíd cómo toco a rebato!
-¡Uf! La campana resonaba sobre la multitud, llamando
-¿Qué, te parece poco? a las armas.
-No, poco no. ¿Y quién me va a dar de comer
todo ese tiempo? La niebla iba posándose sobre el puente del río
-El pueblo. Mukilionka y sobre el terraplén del ferrocarril,
-¿Porqué? cubriendo los campos y aproximándose a la
-Por tus méritos. pendiente sobre la que se alzaba la iglesia, convertida
-Hasta ahora no tengo ninguno -replicó Vershinin, por los guerrilleros en puesto de mando.
y preguntó después en voz baja-: ¿Para cuándo está Había anochecido. El tiempo era apacible. La
fijada la insurrección? llama de un candil de petróleo ardía sin la más leve
-Hoy es domingo... Se dice que para el miércoles. oscilación. Sentados junto a la mesa estaban
¿Está claro? ¿Qué respuesta tuya les llevo, Nikita Vershinin, dos pescadores y Sin Bin-U, y a corta
Egórich? distancia de ellos Vaska Okorok y Nastásiushka. El
El interpelado guardó un breve silencio y eludió, jefe daba órdenes a sus guerrilleros:
de momento, la respuesta: -La niebla ha descendido. Iréis por el mar, cada
-¿Qué tal está de salud Iliá Guerásimich? uno en una barca. Sin Bin-U: tú los acompañarás
34 Vsiévolod V. Ivánov

hasta la orilla. tema-. ¡Ay, quién encontrara a un japonés que


Vershinin tenía la vista clavada en la mesa. Sin supiera leer y escribir!
mirar a los guerrilleros, dijo con voz sorda: Semiónov acercó los pies al agua y, rozando con
-Comunicad a Iliá Guerásimich que tememos no las suelas el vértice de las olas, inquirió:
llegar a tiempo para el miércoles. -¿Para qué quieres al japonés?
-¡Cómo vamos a llegar! -asintió el pescador Tenía una cabeza redonda y lisa como una bola de
Sumkín-. Ya se lo explicaré yo. billar, de la que sobresalían las sucias orejas. Diríase
-He mandado varios destacamentos al puente. que todo él chapoteaba, igual que el mar al contacto
Pero allí están los cosacos armados de con la barca: su camisa, sus anchísimos pantalones y
ametralladoras, que van a combatir por lo menos tres sus flexibles mangas producían un extraño chapoteo
días. Además, el capitán Nezelásov dispone de al moverse. Para él todo flotaba: el malecón, la
artillería. Y, para acabarla de enmendar, la niebla. ciudad...
Puede llover y convertirlo todo en un barrizal... Pedid "Es un hombre feliz -pensó Znóbov-. Para él no
a Iliá Guerísimich que aplace la insurrección aunque hay penas."
sólo sea por tres días, y que la deje para el domingo. -El japonés lo puedo agenciar yo. Pues anda, que
Así diciendo, miró fijamente a los dos hay pocos por aquí...
guerrilleros: Znóbov salió de la barca, inclinó se hacia su
-¿Conseguiréis llegar a la ciudad? compañero y, mirando por encima de su hombro a la
Permaneció pensativo un momento y luego muchedumbre, abigarrada como una manta de
carraspeó: retales, a los tintineantes vagones de los tranvías y a
-¡Nastasia! las chaquetillas de los chinos, cortas y de un color
-Permítame que vaya yo, Nikita Egórich -le rogó azulino-amarillento, pronunció en tono confidencial:
Vaska Okorok. -El japonés que necesitamos no debe ser de los de
-Cállate. ¡Nastasia! aquí, sino muy especial: necesitamos publicar un
La esposa se acercó a la mesa. manifiesto y pegarlo por toda la ciudad. Seria un
-Tú también irás a ver a Iliá Guerásimich. ¿Has golpe... También podríamos distribuirlo entre las
oído lo que hay que decirle? Pero mucho cuidado... tropas niponas.
Si te atrapan los blancos, no sueltes palabra aunque te Mientras decía esto, se imaginó un pliego de
saquen las tripas. papel lleno de signos incomprensibles, y sonrió
-Bien sé yo cuándo hay que callar, Nikita Egórich complacido:
-contestó la mujer-. Pero es que soy tan ignorante... -Ellos lo entenderían.
-Para eso no se necesita instrucción, Nastasia; es -Bueno, pero es muy difícil dar con un japonés de
valor lo que se necesita. ese tipo.
-Es lo que digo yo. Si lo encuentras, será porque
CAPÍTULO VI. AQUÍ LLOVIZA Y ALLÍ te tropieces con él casualmente.
DILUVIA El, marino se puso de puntillas y lanzó una ojeada
Los ocho portalones del mercado miraban al sobre el gentío.
espacioso paseo del mar, humedecido por una fina -¡Cuánta gente! Quizás haya allí un japonés
llovizna a la que, por lo demás, nadie prestaba la bueno, pero ponte a buscarlo...
menor atención. Znóbov suspiró:
Relucían las verduras, las carretas, los artículos de -Será todo lo difícil que sea, pero hay que
alfarería; los dependientes alardeaban exhibiendo sus hallarlo.
telas en las tiendas; un olor a sopa de coles salía de la -Lo hallaremos. -Y Semiónov preguntó en voz
fonda; sonaba una pandereta y cantaba una gitana. baja-: ¿No es hora de que vayamos a ver a
Las escamas del pescado reflejaban el azul del cielo Peklevánov?
y el rojo de los ladrillos de los edificios. Sus aletas -Después, cuando escampe del todo. ¿Qué se dice
conservaban todavía los suaves colores del mar: de las lluvias en la zona de operaciones de
zafiro dorado, amarillo claro y naranja oscuro. Vershinin?
Los chinos, con la impasibilidad de quien mira al -Al parecer han comenzado.
vacío, contemplaban los montones de carne y -¿Molestarán?
gritaban, vocingleros: -Si son torrenciales, sí.
-¿No quelel complal? ¿Eh? -Hay que compensarlas con el manifiesto: a
Znóbov, salpicado de barro amarillo y oliendo a nosotros nos molestan las lluvias; a ellos, los
cieno, estaba sentado en una barca junto a una pasquines...
escalerilla del malecón y hablaba, descontento, con -Así estaremos parejos. ¡Ja, ja, ja!
Semiónov: -Muy risueño te encuentro.
-Estamos dedicados a destruir. Ya fastidia. -Lo da el tiempo. La risa alegra.
¿Cuándo vamos a construir algo? -Y cambió de -¡Ejem! ¿A ellos también les alegra?
El tren blindado 14/69 35

-¿A quiénes? Los manchones de las casas semi destruidas


-A ésos, a los invasores. durante el último levantamiento herían los ojos como
Pasaba por delante de ellos un grupo de agua de jabón.
canadienses, pulcramente vestidos, que reían El mar, muy distinto que de ordinario, seguía su
ruidosamente. Desfilaban en silencio los japoneses, perenne chapoteo.
semejantes a figurillas de cera. Los cosacos, de También el viento era muy distinto que otras
plateados galones, marcaban un pasacalle con las veces: sutil y tintineante como el alambre, venía del
espuelas. verde océano, de la lejana línea del horizonte, y
Fatigábase el mar en su inútil pugna con el rozaba la ciudad con sus alas.
granito. El viento, húmedo como la espuma y con Semiónov se apresuraba a saludar a todo superior
olor a pescado, revolvía los cabellos. En la bahía, que pasara, aunque lo hacía con cierto aire socarrón.
como dibujos estampados sobre tela azul, destacaban -¿No tienes miedo a los confidentes? -preguntó a
los buques de un gris liliáceo, las chalupas chinas, de Znóbov.
blancas proas, y las barcas de los pescadores. Éste iba pensando en los japoneses y,
-¡Esto no es Rusia; es un burdel! entresacando la respuesta del cúmulo de sus
Semiónov se levantó de un salto, como despedido pensamientos, respondió un tanto atropellada:
por un muelle y se echó a reír: -Al principio les temía, pero a última hora he
-No te apures: les daremos para el pelo. terminado por acostumbrarme. Ahora se espera a los
-¿Vamos? -insinuó Znóbov. bolcheviques, y como todo el mundo teme las
-¿Apuestas a ver qué viento llevamos? Yo digo represalias que pudieran sobrevenir, no te delatan
que viento de popa, ¡ja, ja, ja! aunque te conozcan. -Sonrió ligeramente y agregó-:
Subieron por la cuesta de la calle llamada de ¡Qué miedo inspiramos! En diez años no se
Pekín. extinguirá.
Las casas despedían tufo a carne asada, a ajo, a -Pero también hemos aguantado lo nuestro.
mantequilla. Dos mozos de cuerda, reacomodándose -Desde luego... ¿Ha habido arrestos entre
sobre las espaldas unas balas de piezas de tela vosotros?
fuertemente sujetas con correas, miraron a los dos -Se han llevado a tres.
marinos y soltaron una insolente carcajada: -Vaya... Sólo que no se te ocurra decírselo a
-¡Eh, marinerillos! ¿De quién es ahora el océano? Peklevánov. ¿Qué necesidad hay de ponerlo
¿De los japoneses, de los americanos o de los rusos? nervioso?
Znóbov y Semiónov pasaron de largo para evitar -Descuida, que no se inmutará. Además, le llevo
compromisos. El primero refunfuñó: noticias alentadoras.
-¡Hay que ver cómo se ríen los muy cochinos! Y -¿Cuáles?
yo llevo la barriga como si dentro me estuvieran -Ya las oirás.
construyendo una casa. ¡Maldito tipo! De buena gana -¿Proceden de Vershinin?
les hubiera chafado la nariz a esos perros... -No, son de aquí, de la ciudad.
Semiónov removió el cuerpo dentro del caparazón -¡Caramba!
de la camisa y tosió: Peklevánov estaba sacando punta a un lápiz con
-Cada cual ve las cosas a su modo. un cortaplumas. Los rayos del sol rozaban los
Diríase que la enorme ciudad marítima vivía su cristales de sus lentes y los iluminaban, arrancando a
existencia habitual. sus ojos destellos desconocidos.
Pero el deprimente efecto de las derrotas había -Viene usted con mucha frecuencia, camarada
dejado ya sus huellas en los rostros de las gentes, y Znóbov -observó Peklevánov-. Con demasiada
aun en los animales, en los edificios y hasta en el frecuencia. ¡Vaya, si está aquí Semiónov! ¿Llegó
mar. usted al campamento de Vershinin?
Tras las brillantes vitrinas de los cafés, sentados -La duda ofende.
en torno a diminutas mesas, los oficiales bebían -¿Y qué?
coñac, vaciando las copas de un trago, cual si con El marino colocó sobre la mesa los dedos,
cada una de ellas creyeran ponerse una inyección de agrietados por el viento y por el agua, y pronunció
ánimo. Sus espaldas, encorvadas, denotaban fatiga, y como a regañadientes:
sus párpados, mustios, se cerraban como por inercia. -La gente quiere actuar.
Esqueléticos caballos, extenuados por la continua -¿Y qué?
retirada, y cojeando por no poder apenas mover las -No se lo permiten, y está de un humor de perros,
pezuñas, arrastraban unas carretas cargadas de ropa porque la llevan de un lado para otro. Yo allí me
sucia, que, por equivocación, habían mandado sentía como sobre ascuas, ni más ni menos que si
evacuar de Omsk en lugar de los proyectiles y de los estuviera tratando de convencer a una muchacha rica
cañones. A todos se les antojaba que aquella ropa para que se casara conmigo.
interior procedía de gente muerta. -Ya entiendo.
36 Vsiévolod V. Ivánov

Semiónov, retransmitiendo el ambiente reinante los nuestros. Y hay tres más...


entre los guerrilleros, prosiguió su relato con una -¡Maravilloso! ¡Qué alegría!
tensión impropia de él: El presidente del comité revolucionario se rascó
-Están hartos de esperar. La inactividad les sienta un codo. Tenía la tez de un color enfermizo, como de
como un tiro: quisieran atacar los trenes, quemarlos, haber pasado en vela toda la vida, pero allá en lo
batir a los cosacos... Tienen allí el tren blindado; los profundo de su ser alentaba la alegría, y sus latidos,
japoneses son peores que el fuego; no entienden por recónditos como los de una criatura en el vientre de
qué se los tiene inactivos. su madre, le coloreaba en aquel momento las
-Todo pasará. mejillas.
-De sobra lo sabemos. Si no pasara, ¿para qué El marino alargó la mano y estrechó la de
morir? Piensan volar el puente. Peklevánov con la fuerza de quien trata de exprimir
-Estupendo. Se necesita promover la iniciativa. un limón hasta la última gota:
¡Es magnífico! -Yo también me alegro, Iliá Guerásimich.
- Vershinin me aseguró: "Comenzad la Znóbov, por su parte, pensó conmovido:
insurrección, que yo llegaré a tiempo". "¡Hay que ver cómo son estos bolcheviques! Otro
-¿Eso dijo? habría protestado: "¿Qué viene a ser eso de crear un
-Con todas las letras. centro paralelo sin informarme a mí? ¿Es que no
-¡Soberbio! Porque la ciudad está preparada, tenéis confianza en mis aptitudes? Se habría
¿verdad? enfadado, pero éste se alegra."
Quitóse la gorra Znóbov y se alisó el pelo cual si Debido a sus muchas preocupaciones y
con ello tratara de corroborar que la ciudad estaba quehaceres, Peklevánov había cambiado mucho en
preparada: los últimos días y estaba demacrado. "Serán también
-No lo dude un instante. repercusiones de la vida carcelaria", prosiguió
-¡Viento de popa, ja, ja, ja! Znóbov sus reflexiones, mirando compasivamente a
-¿Qué significa eso? -interrogó Peklevánov. Iliá Guerásimich.
-Significa que el barco lleva el rumbo debido, "Eres muy buena persona, pero para jefe estás
camarada presidente del comité revolucionario. muy... endeble." Hubiera querido ver en su puesto a
Y el marino continuó: un hombre robusto, de barba rasurada y con una
-No sé qué pensará usted, camarada presidente, calva que le cubriera toda la cabeza.
pero yo tengo la impresión de que no estamos solos Encima de la mesa había un periódico sobre el
en la ciudad. que se veían un gran trozo de pan negro, unas rodajas
-Hombre, eso por descontado... Somos miles, de salchichón muy finas y, junto a él, en un plato de
decenas de miles. color azul, dos patatas. Al lado del plato había un
-No me refiero a eso, sino a la dirección. terrón de azúcar.
-¿O sea? "La comida de un pajarillo -pensó contrariado
"¡Ah, ésta es la sorpresa agradable que le tenía Znóbov-. ¿No se deberá a la desnutrición tanta
preparada!", se dijo Znóbov mirando intrigado a delgadez? Lo mismo le pasa a su mujer. Si en algo
Semiónov. La curiosidad de Peklevánov no era pudiera ayudarlos..."
menor. Se abrió de brazos, cual si con ellos tratara de
-O sea, Iliá Guerásimich, que hay síntomas de que abarcar la mesa entera, y musitó:
en la ciudad existe otro centro bolchevique; otro -Debiera usted editar una proclama para los
centro, por así decirlo, para... para... japoneses. A ver si les inflama los corazones…
-¿Paralelo al nuestro? -¿La imprimiría usted?
-Eso mismo. Terció Semiónov:
-Y ¿para qué? -extrañó se Znóbov. -¿Para qué tenemos la imprenta del Estado Mayor
-Para que si uno cae, se haga cargo de la de la Circunscripción Militar? Allí existe una célula...
insurrección el otro, y no fallemos el tiro. De no ser -y pronunció con un esfuerzo ímprobo-, una célula
así, encuentro incomprensibles muchas cosas... paralela.
-¿Incluso muchas? -preguntó Peklevánov, cada -Bueno, pues a imprimirla.
vez más intrigado por las palabras de Semiónov-. Y Peklevánov entregó a Semiónov un manifiesto
¿Cuáles, por ejemplo? escrito aquella mañana. El marino lo cogió con mano
-Hay células del partido en lugares inaccesibles temblorosa por efecto de la almiración y el júbilo,
para los miembros de nuestro comité. Por ejemplo, pensando:
en el Estado Mayor de la Circunscripción Militar. "¡Éste sí que es un revolucionario! No podemos
Hoy se me acercó un elemento que presta servicio medirnos con él." Levantada ya la pierna para cruzar
allí y me dio como contraseña el día de la el umbral, dijo:
insurrección. En un principio lo tomé por un -Adiós. Eres un hombre precedente, Iliá
provocador, pero luego me convencí de que era de Guerásimich.
El tren blindado 14/69 37

Cuando Semiónov y Znóvob salieron, Masha correaje del japonés y dijo como compadecido:
exclamó como ofendida: -¡Eres un idiota, amiguito, un tonto de remate!
-¡Precedente! ¡Qué expresión tan estúpida! La lluvia, de una frialdad casi invernal, azotaba
-¿Por qué? una vez y otra los acalorados rostros de los dos.
-Porque da idea de un hombre del pasado. El japonés desapareció. En el jardincillo, una
-Bueno, ¿y qué tiene eso de ofensivo? Al hablar bandada de gorriones piaba a coro; dijérase que los
de un "hombre precedente", quiere decir que se trata unos animaban a los otros. Al contemplarlos, Znóbov
de un participante en la revolución anterior, o sea, en pensó en el japonés: de no haber ido solo, sino en
la de mil novecientos cinco. compañía de algún nipón más, acaso hubiera sido
-Pues mira, yo no lo entendí. posible entablar conversación.
-Semiónov habla de una manera enrevesada, pero ¡Pero uno solo no piaba!
es simple en sus hechos y en sus ideas.
-Quizá lleves razón. Ahora dime: ¿existe, a juicio La helada llovizna penetraba a través de la niebla.
tuyo, el centro paralelo? Iba disminuyendo la amplitud de las olas marinas.
-Eso se me había ocurrido antes. En uno u otro "Lo que son las cosas -pensó Nastásiushka
caso, es grato suponerlo, ¿verdad? Y, por supuesto, agarrándose a la borda de la barca-: unas simples
no cejar en el trabajo... Un momento: ¿qué es esto y cañaveras han bastado para aplacar el mar. ¿Traerán
quién lo ha traído? brújula los pescadores? No vayamos a desviarnos de
Peklevánov entornó los ojos y se inclinó. nuestra ruta."
Junto a una pata de la mesa había una botella de Cual si le hubiera adivinado el pensamiento, el
vodka semioculta por un mantel calado. pescador Sumkin le dijo:
-La trajo Semiónov. Y el salchichón, también. -De nuestro rumbo no nos apartamos; pero, a lo
-Pues las dos cosas son excelentes. que parece, patrullan por aquí muchas lanchas
Peklevánov cortó un trozo de embutido, se tomó japonesas. Quietos los remos, muchachos. Tenemos
un trago de vodka y, contemplando la pared, en la que orientarnos. . .
que pululaban las moscas, dijo: En medio de la niebla se oyó un lejano silbido.
-Bien... Un hombre precedente. Incorporóse Sumkin y silbó, a su vez. Instantes
Con una sonrisa de satisfacción, cogió un pliego después aparecía una piragua rápida y estrecha. La
de papel y, produciendo un ruidoso rasgueo con la tripulaba un anciano muy viejo, oculto por completo
pluma, se dedicó a redactar unas instrucciones para entre las redes, quien, agitando la mano, como quien
las unidades militares sublevadas. espanta a los mosquitos, profirió impasible:
Al salir del callejón y entrar en la calle, Znóvob se -Da la vuelta, Sumkin, y aconseja a los demás, si
tropezó, junto a una empalizada, con un soldado alguien viene, que se vuelvan también. A cada
japonés. cuarenta varas hay una chalupa. ¿Cómo vais a pasar?
Éste, tocado con una gorra de escarapela roja, -¿De modo que tendrá ella que tomar el ferrocarril
enfundadas las piernas en unas polainas amarillas, para entrar en la ciudad?
llevaba en las manos una fuente de porcelana -Creo que no habrá más remedio.
esmaltada. El nipón tenía la boca pequeña y dura y La barca puso rumbo a la desembocadura del río.
usaba un bigotillo ralo, semejante a un chorro de Camino de la estación, Nastásiushka y Sumkin se
hormigas. encontraron con Sin Bin-U, quien, con paso lento y
-¡Aguarda! -le gritó Znóbov asiéndole de una corto, llevaba a la espalda un gran saco de pipas de
manga. girasol.
El japonés se desprendió de un tirón y vociferó -¿Vas a la ciudad, chino?
enfadado: -No -respondió, jovial, Sin Bin-U-. Mía envial de
-¡Déjame en paz! nuevo a estación. Mía tenel que milal de nuevo tlen
Znóbov contrajo la cara y le remedó: blindado del capitán Nezelásov.
-¡Qué gruñón! Eres un cerdo. Me acerco a ti con -Un día de estos te ahorcan -bromeó Sumkin-, y
buenas intenciones, y tú me sueltas un gruñido. entonces si que vas a nidal bien.
¿Crees en Dios? -Tú no conocelme, y entonces no me aholcalán -
El japonés entornó los ojos y, por entre las corvas replicó el chino con su jovial sonrisa anterior-. Tú no
pestañas, lanzó a Znóbov una mirada de través, de conocelme.
hombro a hombro; trasladó luego la vista a las botas -Está bien, está bien, no te conoceremos -
y, al observar en ellas el barro amarillo y seco, arrugó prometió Nastásiushka-. Pero dime una cosa: ¿le han
los labios y carraspeó: llegado a Nikita Egórich los caballos para arrastrar
-Luso canalla, ¡vete! los cañones?
Y, apretando la fuente contra su cuerpo, siguió su -Caballos no. Dijo a mujiks que tendlán que lleval
camino sin apresurarse. cañones en las espaldas.
Znóbov contempló las brillantes hebillas del -Mal asunto.
38 Vsiévolod V. Ivánov

-Malo, malo -asintió el chino mostrando los cumplil las instlucciones, ¿veldad?
dientes con su alegre sonrisa-. Adiós. -¿Las instrucciones? Como te dé un mojicón en la
-Adiós. jeta vas a ver lo que son las instrucciones. Las
Aunque la estación estaba separada del mar por instrucciones son la ley, ¿te has enterado? Si no
las montañas y por la taigá, las brumas marinas y la cumple la ley, ¿adónde puede llegar el hombre? A
llovizna eran idénticas. El humo de los bosques, al derrocar al zar, a los mayores atropellos. Te he dicho
mezclarse con la neblina, comunicaba un aspecto que me eches dos vasos de pipas.
siniestro a los edificios de la estación, construidos de Sin Bin-U obedeció:
troncos, a los vagones del tren blindado y al -Dos. ¿Y dinelo?
sinnúmero de vagones de mercancías junto a los -¿Cómo? -rugió indignado Nikíforov.
cuales se arracimaban los refugiados. Vigilantes -Dame dinelo.
centinelas montaban guardia junto a unos convoyes -¿Tienes permiso para vender?
de largas plataformas cubiertas de lonas. Sin Bin-U -¿Pelmiso? No.
merodeaba por los alrededores. "Esas plataformas Nikíforov le amagó como para golpearle, pero, no
deben de llevar proyectiles -dedujo Nastásiushka-. obstante las amenazas de su imponente puño, el
De no ser así, ¿para qué iban a cubrirlas?" chino le siguió por toda la estación. Finalmente, el
Sumkin le hizo entrega de los atadijos que maquinista llamó a la guardia y sólo así logró que su
llevaban por equipaje, y Nastásiushka probó a perseguidor se retirase. Pero entonces se acercó al
introducirse en uno de los vagones de mercancías. La chino Shurka. Sin Bin-U le mostró la cesta de las
dama del abrigo de piel le preguntó: pipas, mas el ayudante del maquinista, mirándole de
-¿A qué se deberá que, apenas llegan nuestros hito en hito y absorto en un solo pensamiento,
trenes a una estación, aparece infaliblemente el tren susurró:
blindado? Y, por si fuera poco, los convoyes de -No necesito pipas, chino, ni es éste un momento
proyectiles. ¿Qué será de nosotros si, de buenas a para ocuparse de tal cosa. Escucha lo que voy a
primeras, se presenta Vershininy vuela todas estas decirte: ¡no quiero ni puedo servir a blancos! Debo
municiones? No sólo arderemos en el incendio de la irme con los guerrilleros.
taigá, sino que, por añadidura, estallaremos. El chino fingió ignorancia:
Nastásiushka vio venir, tambaleándose, al alférez -¿Quiénes guelillelos son?
Obab. "¡Va a reconocerme!" -pensó temerosa y se -No me vengas con monsergas, que te conozco.
cubrió el rostro con los atadijos-. "Los borrachos No pretendo escaparme, sino entregarme a los
tienen aguda la vista, y hay que ver lo alumbrado que guerrilleros con el tren blindado y todo.
viene ése." -El tlen sel del capitán. Tú sel ayudante del
La refugiada del abrigo de piel gritó a Obab: maquinista. No tienes delecho a entlegal el tlen.
-Señor alférez, ¿qué se sabe de Vershinin? Shurka habló atropellado, con pasión:
-Los americanos se lo han cargado -respondió la -¡Escucha, chino!, arrancamos ahora mismo.
voz ebria de Obab-. Vayan diciéndolo por ahí: a Como hay niebla, iremos despacio. Organizad algo
Vershinin lo han apiolado, y se acabaron para en la línea... Colocad, por ejemplo, un cadáver, o
siempre sus andanzas. Dentro de muy poco traerán el haced que alguien se mueva en la vía: un hombre o lo
cadáver al tren blindado. que sea... De acuerdo con las instrucciones...
-¿Conseguiremos verlo? El frío recelo de la desconfianza impedía que el
-No habrá tiempo, no. chino le creyese. Sin embargo, sobreponiéndose a sí
"¡Miente, miente!" -trataba Nastásiushka de mismo, clavó una inquisitiva mirada en el rostro
convencerse a sí misma. enardecido de Shurka. ¡No, no podía ser un traidor!
Aunque no quería entrar en el vagón, el gentío la En medio de las brumas y de la oscuridad reinante, el
arrastró hasta dentro, y el tren arrancó. alma del muchacho pugnaba por encontrar la luz. Sí,
Sin Bin-U continuaba deambulando por el andén se podía confiar en él.
con la cesta de pipas. Cogiendo un puñado, lo vertía -Tu maquinista gusta cumplil instlucciones,
poco a poco en la cesta, al tiempo que gritaba: ¿veldad?
-¡Pipas muy buenas tengo! Comple pipas, comple -Eso es, eso es. Poned un cadáver sobre los raíles.
pipas. Como maquinista de un tren de mercancías, al
Se le acercó Nikíforov, el maquinista del tren observar que hay un cuerpo en la vía, debe detenerse.
blindado, que iba en compañía de su ayudante Hasta ahora se atiene a las normas de los ferroviarios
Shurka. Nikíforov, sombrío y parsimonioso como civiles, ¿me has entendido?
siempre, abrió un bolsillo de su chaqueta y dijo al -No tenel cadável. No hay caballos. Velshinin no
chino: ha podido juntal caballos pala tilal de cañones. Hablá
-Échame dos vasos. que ponel un homble.
-¿Dos? ¡Aaah! Yo conocelte... ¿No eles -Bueno, pues un hombre.
Nikifolov? ¡Ah! Yo conocelte. Tú siemple amigo de - Tendlé que ponelme yo, ¿eh? Maquinista me
El tren blindado 14/69 39

conoce. Pensalá que bandidos han matado chino y Nezelásov muy afortunada, y más afortunada aún, su
necesitalá velme, ¿no te palece? propia ocurrencia respecto a Peklevánov. La ciudad,
-Muy bien, muy bien. novelera de por sí, se había hecho diez veces más
Nikíforov llevaba un buen rato dando voces para habladora por efecto del pánico de los últimos días.
llamar a su ayudante, y Shurka tuvo que musitar El bulo de que Vershinin era un traidor resultaría
aceleradamente: altamente útil: los adictos de Peklevánov serían
-En cuanto el maquinista asome la cabeza, te lo menos tozudos que hasta entonces, y eso permitiría a
cargas de un tiro, ¿entendido? Y yo fingiré que no sé Nezelásov ganar tiempo. Atraería a Vershinin a la
conducir la locomotora. línea del ferrocarril, le incitaría a atacar al tren
-¡Shurka! blindado, dispersaría sus bandas con fuego de
-¡Voy corriendo! ¿Me has comprendido, chino? artillería, y los mujiks, acusando del fracaso a su
Ponéis un hombre en la vía... caballería, le entregarían. Lo esencial estribaba en
Partiendo pipas con los dientes, el ayudante del impedir que los guerrilleros se acercasen a las
maquinista corrió hacia la locomotora. plataformas cargadas de proyectiles, no fuera a ser
que las volaran.
Nezelásov, en su departamento del tren, acogió al -¡Que emplacen ametralladoras en las plataformas
alférez Obab con una mirada furibunda: ¿qué donde van las municiones!
necesidad había de ir a cada momento a ver al -Me atrevo a comunicarle, mi capitán...
telegrafista si las noticias eran siempre las mismas? -Obab, me ha bajado usted la graduación, ¡ja, ja,
El alférez parecía borracho. No, era algo peor: estaba ja!
desconcertado. -Mi coronel, disponemos de pocas ametralladoras
Mientras se reacomodaba en el diván, Nezelásov y no conviene debilitar el tren blindado.
gruñía: -Menos conveniente sería que los guerrilleros
-¡Qué incomodidad! No hay manera de estar a hicieran estallar los convoyes de proyectiles.
gusto aquí tendido. Da miedo pensar la cantidad de Nezelásov observó complacido a los soldados que
gente que, en lo que va de guerra, se habrá tumbado emplazaban las ametralladoras en las plataformas.
en este diván. Acudió Obab:
-¿Me permite informarle? -Ya está cumplida su orden, mi coronel.
-Informe, amigo, informe... -¿La de las ametralladoras? Todavía no...
-Para apaciguar a los timoratos, mi coronel, estoy -Me refiero a la de los mujiks.
difundiendo el rumor de que a Vershinin lo han Los soldados hicieron entrar a tres aldeanos. Uno
matado y de que, de un momento a otro, van a traer de ellos, greñudo, barbudo, con cavernosa voz de
su cadáver a este tren. diácono, se arrojó aterrorizado a los pies de
-No es mala idea. ¿Se ha restablecido la Nezelásov. Los otros dos se mantuvieron serenos, y
comunicación telegráfica con la ciudad? Nezelásov ordenó a Obab, señalándole a ambos:
-Si, señor. -Que fusilen a esos dos, y que éste se venga
-Envíe dos telegramas: el primero, cifrado, al conmigo.
servicio de contraespionaje; y el segundo, sin cifrar, a Dicho esto, se llevó al mujik de las barbas. Obab,
Varia. El texto de este último me lo ha inspirado su pensativo, vio alejarse a su jefe, sacó la pitillera,
ocurrencia de usted: "Mantengo contacto con extrajo de ella un cigarrillo, dio unos golpes con la
Vershinin. Vershinin ha accedido denunciar paradero boquilla sobre la tapa y dijo a los mujiks, exhalando
de Peklevánov." un suspiro:
- Pero ¡eso no es verdad, mi coronel! -¡Ay, qué harto me tenéis! No recuerdo ya la
-¿Es mentira? gente que me habrá tocado matar.
-Mentira del principio al fin. En el departamento de Nezelásov, el mujik peludo
Nezelásov miró al techo, sentóse en el diván, y timorato parpadeaba presa de un miedo insensato.
encendió un cigarrillo y exclamó con aire soñador: El flamante coronel le preguntó:
-¡Qué gusto da soltarle el cabello a la novia de -Bien, ¿has comprendido de lo que se trata?
uno o hacerle la trenza! -No, excelencia.
-Ahora les ha dado a las mujeres por cortarse el Entró Obab abrochando la funda del revólver.
pelo -repuso Obab, embargado de una sensación de Nezelásov, mirando enojado al mujik, repitió su
temor. explicación:
-Precisamente, precisamente; ahora se cortan la -Te presentas a Vershinin y le das la consigna:
melena -repitió Nezelásov y, descargando un "¿Hay frambuesas en el huerto?", a lo que él te
puñetazo sobre la mesita, gritó-: ¡Que me traigan a responderá: "¡En el huerto, bayas!" Después le
algunos mujiks! Los necesito para los mismos fines explicas que Nezelásov tiene prisa. Que te diga
que el telegrama. cuanto antes dónde está Peklevánov. ¿Entendido?
La invención de Obab le había parecido a -No, señor.
40 Vsiévolod V. Ivánov

El aldeano seguía parpadeando embobado. reconocería por dictador; pero si llego con los
-¿No eres del pueblo de Pokróvskoie? -le proyectiles, no habrá quien no me obedezca.
interrogó, severo, Obab al tiempo que desabrochaba ¡Repórtese, Obab! Le propondré para la Cruz de San
la funda del revólver. Jorge. Ya es usted el teniente Obab. ¡El capitán
-Sí, señor. Obab! No crea que no le entiendo: lo que usted
-¿Me conoces? propone es dejar los proyectiles cerca de las tierras
-Creo que no, señoría. que me ha donado el Gobierno del Extremo Oriente y
-Obab. de las que luego me he apropiado yo mismo: me
-¿El hijo del tendero Obab? refiero a la hacienda del general Sajárov. De buena
-Del tendero no; del comerciante. Pues bien, a ver gana me dedicaría a recorrer estas tierras mías, pero
si te enteras de una vez, alma de cántaro: Vershinin la ciudad es la ciudad, el mar el mar, y, ¿qué gloria se
fue el que os traicionó y me llevó a mí para que puede alcanzar sin poseer la zona marítima? ¡Me
prendiera fuego a la aldea. ¿Está claro? abriré paso hasta el océano! Y todo el que se niegue a
-¡Dios mío! obedecerme, ¡al paredón, al paredón con él! ¡Yo soy
-Vershinin es un traidor. ¿Lo comprendes? el dictador! ¡Estoy salvando a Rusia! ¡Yo!...
-Claro que sí. ¡Oh, santo Dios! Llevándose las manos a la cabeza, se tambaleó.
Obab se asomó por el ventanuco y ordenó al Obab le sostuvo y le ayudó a sentarse en el diván.
centinela: "¡Por si fuera poco, es epiléptico!", pensó.
-A este mujik hay que dejarlo en libertad. Tenéis -En seguida se le pasará, mi coronel.
la costumbre de permitir el paso a algunos y Le dio a beber agua. Nezelásov, entre trago y
aplicarles después la ley de fugas. Advierte a los trago, profería con un hilo de voz:
demás para que no ocurra tal cosa. -¿Existe otro mundo radiante, tranquilo y alegre,
El lugareño de las barbas corrió alocado por el distinto de estas paredes hediondas y desconchadas,
andén. Los oficiales, viéndole huir de aquella de las caras obtusas de los artilleros, del vodka y de
manera, intercambiaron una mirada y se echaron a la perversión? Y, si existe, ¿dónde está? ¿Por qué no
reír. veo más que tinieblas y monotonía alrededor? ¿Por
-No creen lo que es verdad, y en cambio los qué todo es gris, horrible, y por qué hasta la sangre
convence siempre la mentira -comentó Nezelásov-. parece gris?
Cierto que este infundio no descuella por su agudeza, Como para airearse, asomóse al ventanuco.
pero contiene su poquito de intriga. -¡Oh, qué mal me siento, Obab! ¿Ve usted al
Dando en el suelo unas patadas de impaciencia, chino sentado allí?
cogió la pitillera de Obab, la abrió y la cerró Así diciendo, se quitó la sortija y se la dio:
maquinalmente y, por último, echó mano al idolillo -¡Necesito cocaína! -abrió los ojos-.¡Pronto, le
de bronce y le dio un golpe con la pitillera en la espero!... Ansío tranquilidad; un sosiego, por
panza. Le ardía el rostro, y todo su cuerpo temblaba. pequeño que sea.
-Cuando Versliinin se entere de que se le tilda de Sobre el andén de la estación, junto a su cesta de
traidor, creo que procurará atacar el punto más pipas, seguía sentado Sin Bin-U.
importante. ¿Cuál es el punto principal, en su
opinión? ¡El Muklionka! Es decir, el puente de ese Los vagones de mercancías, por más que sufrieran
río. Ya pretendió una vez volarlo, aunque fracasó, y mil traqueteos, bandazos y tirones, avanzaban con
ahora lanzará sobre aquella zona todas sus fuerzas: bastante rapidez.
irá él en persona, llevando la artillería capturada al ¡Ay, si no hubiera sido por aquellos horribles
general Sajárov. Por fortuna dispone de pocos pensamientos sobre su esposo, qué a gusto hubiera
proyectiles, y sus cañones no podrán disparar mucho estado Nastásiushka! Se consolaba recordando
tiempo. ¿Qué opina usted de mis cálculos, Obab? cuánto mentían los evacuados. De fijo que la muerte
-Acertadísimos, mi coronel. de Vershinin era también un infundio.
-Pues entonces, ordene que el tren blindado salga Una de las que más se distinguían por sus bulos
con dirección al puente del Muklionka. era una anciana de pelo gris y nariz aguileña, tocada
-¿Y los convoyes de proyectiles, mi coronel? con un ancho sombrero y cubierta con un velo.
-Detrás de nosotros. Nastásiushka, cada vez más apegada a ella, la
Obab se desconcertó. contemplaba afablemente, boquiabierta; y la
-¿Pasa algo? -le preguntó Nezelásov. vejancona, fulgurantes los ojos, repintada la cara de
-Con esta niebla, acaso sea peligroso. Quizá nos colorete, peroraba sin cesar. Al decir de ella, los
valiera más no mover esos trenes. militares sublevados hacía tiempo que se habían
-¿Y dejarlos en la estación? ¿Y si, de buenas a apoderado de Moscú; en Crimea estaban de nuevo
primeras, Dios nos libre, los guerrilleros interceptan los aliados con el ejército de Wrangel; y Ucrania
las comunicaciones y nos quedamos sin granadas? había vuelto a caer en manos de Petliura.
De volver a la ciudad sin ellas; no todo el mundo me El tren se detuvo súbitamente.
El tren blindado 14/69 41

Un corpulento ferroviario, abriendo las puertas de leía una inscripción:


par en par, anunció a los fugitivos con la jovialidad
de quien comunica una alegre noticia: ESPÍA Y GUERRILLERO
-De aquí no pasamos.
-¿Vershinin? Era el mujik enviado por Vershinin para
-No es a causa de Vershinin, pero tenemos que establecer contacto con Peklevánov. "¿Cómo se
dejar paso una vez más al tren blindado. llama este hombre, madre de Dios?", se preguntaba
-¡Caracoles! Alguna vez acabará de pasar, ¿no? Nastásiushka desconcertada; mas como le fue
-No sabemos nada. Si fuera solamente el tren imposible recordar el apellido del mujik, sintió una
blindado... Pero están, además, los trenes de desazón irresistible, no exenta de temor.
municiones. Como les dé por estallar, iremos a hacer
compañía a los diablos. La orden que traigo para CAPÍTULO VII. ¡LA VÍA!
ustedes, señoras y señores, es que si desean ir a la Hacia tiempo que deberían haber arrastrado los
ciudad, tiren por ese camino. cañones para atacar al tren blindado en cuanto
Anduvieron largo tiempo a campo traviesa, entre apareciese.
interminables bosques de abedules empapados de Pero los cañones continuaban lejos de la vía; por
agua. Arreciaba la lluvia. Al amanecer llegaron a un más caballos que mandaba, todos eran pocos, y a los
río. La vieja del sombrero y el velo probó con la artilleros enviados con ellos parecía que se los
mano la temperatura del agua: hubiera tragado la tierra. Afortunadamente, el tren
-¡Dios mío, qué fría! debía de haberse atascado en algún sitio.
-Es otoño, señora. -Nikita Egórich, ¿dónde habrá que emplazar las
-Yo no puedo vadearlo, Grigori Petróvich -dijo la piezas cuando las traigan?
anciana a su hermano, que le ayudaba a llevar la -Todas en la zona del puente del Muklionka.
maleta-. Y tú padeces de reúma... -Desde aquí también dispararíamos a placer: el
Nastásiushka, arremangándose la falda, penetró sitio no puede ser mejor.
en el agua. -¡Déjate de mítines, y obedece!
-¡Danos tu bendición, Señor! -¿Cómo voy a dejarme de mítines cuando estamos
Los refugiados, creyéndola conocedora del vado, en pleno mitin?
y temiendo que se les perdiese de vista, la siguieron En efecto, hasta entonces todo había sido prisa
en tropel, entre gritos y blasfemias. por avistar el terraplén de la vía, pero bastó que aquél
Salieron a un camino vecinal. Como ya no se divisase en lontananza y que no se oyera el
tendrían que cruzar ningún otro río, se dispersaron. traqueteo del tren -lo cual daba a entender que no
Un labriego que iba a la ciudad a vender una carga de había por qué apresurarse- para que, de por sí, se
zanahorias accedió a llevar a Nastásiushka en la iniciase un mitin. Un viejecillo bajito preguntó
carreta. quiénes tenían mayor interés en apoderarse de la
-Dentro de media hora estarás allí sana y salva -le tierra de los mujiks: ¿los japoneses, los guardias
dijo-. ¿De dónde eres? blancos o los americanos?
-De muy lejos -respondió ella. -¡Sean quienes sean, hay que echarlos!
-Eso ya se ve por lo asustada que estás. He notado -¡Hay que echarlos campesinos!
que cuanto más lejos de la ciudad vive la gente, más -Permitidme una pregunta, ciudadanos: ¿qué pasa
miedo tiene. con la tierra en Rusia, en la región de Moscú, por
Echándose la pelliza por encima, se amodorró. ejemplo?
Pero de pronto el caballo dio un brinco. -¿Acaso aquí no estamos en Rusia?
Despertóse el aldeano y tiró fuertemente de las -Pido la palabra, ciudadanos.
riendas. -¡Basta ya! ¡A la vía todo el mundo!
Entre la grisácea neblina se dibujaban, borrosos, -¡Ya le hemos dado bastante a la lengua!
los edificios de una ciudad. O acaso no fuera tal. .. -¡No permitas que el japonés se apodere de
El carrero, cubierto con su pelliza, tornó a nuestra tierra, Nikita Egórich!
adormilarse. Mas he aquí que el caballo se espantó de -Yo no pienso permitirlo. Pero tú y la comunidad
nuevo; su amo, apoderándose de las riendas, levantó campesina tenéis que echar una mano. Sobre todo
la cabeza y se santiguó. ahora.
En la oscuridad, frente al carruaje, se veía un El mitin continuó.
poste del telégrafo semi derrengado, del que, casi El rostro de Vaska Okorok, amarillento como un
rozando el suelo con los pies, pendía, tambaleante, el girasol, aparecía tan pronto en un lado como en otro,
cuerpo de un hombre. entre la multitud, y sus labios, agrietados por el calor,
-¡Dios mío! murmuraban:
Nastásíushka se apeó de un salto. Sobre un cartel -¡El pueblo..., el pueblo somos millones,
blanco, suspendido del escuálido y largo cuello, se camaradas!...
42 Vsiévolod V. Ivánov

Nikita Vershinin, corpulento, robusto, con la Terminó el mitin y se acordó, sin esperar a que
majestad de un caballo encabritado, gritaba desde un llegase la artillería, probablemente atascada en los
tocón: barrizales de los campos, asediar la vía y contener al
-¡Lo principal es resistir! Pronto vendrá el enemigo como fuera.
ejército... el ejército soviético. ¡Y tú no permitas que Una vez más, cual si hubiera estado esperando el
te quiten la tierra, anciano! acuerdo de la reunión, emergió la niebla de los
Con la misma ansiedad con que el pez caído en la pantanos adyacentes al río y, a ras del suelo, avanzó
red busca un resquicio para salvarse, los congregados hacia los mujiks y hacia el camino.
parecieron encontrar su salvación en una sola -¿Dónde estará la maldita vía? La niebla la ha
palabra: ocultado por completo.
-¡No-o-o! -Allí se ve, Nikita Egórich -señaló Vaska Okorok
Diríase que la rotunda exclamación iba a producir hacia unos mimbrales.
de un momento a otro un estallido incontenible, -Pues yo no veo nada. Y vuestro chino tampoco
como un tirón. aparece por ninguna parte.
En esto, un hombrecillo picado de viruela, con Vershinin se detuvo:
una camisa de seda color frambuesa, llevóse ambas -¡Abrámov, Miátij y Beslov, venid aquí!
manos al vientre y expresó su conformidad con un Los tres requeridos se presentaron.
grito estridente: Chapoteaban las botas sobre la tierra mojada.
-¡Yo creo porque es verdad! Desfilaban los guerrilleros. A uno se le ocurrió
-Porque Petrogrado está con nosotros... ¡No silbar: "¡Ay, mi tartana americana!", y el jefe le gritó
podrán vencernos los de tierras extrañas! Nada hay enojado:
que temer… ¿Qué es para nosotros un japonés? En -¡Silencio! Tendréis tiempo de silbar cuando os
dos patadas lo echamos. apoderéis del tren. -Y, dirigiéndose a los tres
-¡Muy bien, muchacho, muy bien! -chilló el guerrilleros que antes llamara, les ordenó-: Vosotros
hombrecillo. también saldréis para la ciudad a tomar contacto con
La densa, sudorosa y multitudinaria reunión Peklevánov. Los otros han podido no llegar… Vaska,
secundó su grito: explícales en qué consiste su misión.
-¡Muy bien! Reacomodándose la correa del fusil sobre el
-¡No lo permitiremos! hombro, se puso al frente de las tropas.
-¡No-o! Por fin se presentó ante sus ojos el terraplén del
-¡O-o-o! ferrocarril, elevado sobre las inmensas praderas.
-¡O-o-o! Por lo demás, los campos no se distinguían, ni
El hombrecillo de la camisa color frambuesa tampoco la taigá ni las montañas. Todo ello estaba
agarró a Vershinin por el faldón de la pelliza y, envuelto en la tupida niebla.
llevándoselo aparte, musitó misteriosamente: Sin embargo, en la cima del terraplén la
-Te entiendo muy bien. Tú me crees tonto de nubosidad parecía un tanto menos densa.
remate. Pues bien: mi consejo es que les metas una Por la vía, haciendo aspavientos con los brazos,
idea en la cabeza. En cuanto te crean, irán a donde vieron venir al chino Sin Bin-U.
quieras... Lo principal es inspirar confianza... ¿y la -¡Velshinin! ¡Nikita Ególich, Nikita Ególich!
Internacional? No le llegó respuesta alguna. Entre la neblina,
Hizo un guiño malicioso y agregó en voz más pasó volando un ave que no tardó en ocultarse.
baja todavía: El chino prosiguió su carrera por el terraplén
-La consigna para arrastrarlos debe ser muy llamando a Vershinin.
simple. Por ejemplo, "la tierra". Una palabra mágica. A la postre oyó una voz lejana:
-Estoy harto de buenas consignas. -¡Eh! ¿Eres Sin Bin-U?
-Te equivocas. Sólo esas consignas son las que te -¡Sí, sí!
han valido y te valdrán. Procura inculcarles tu idea. -¡Acércate!
Luego, lo que no les haga falta puedes ocultárselo... El chino descendió de la vía y corrió hacía los
Así fue siempre y así será. Ya sabes que cierta gente matorrales desde los que le llamara Vershinin.
necesita patrones colosales. Hay pillo que se niega a -¡Fijaos, mujiks, ha vuelto el chino!
medirte con el palmo y se empeña en aplicar la -Pues es verdad.
versta. Pues bien: déjalos que la apliquen, que midan -¿No ha conseguido Nezelásov pasar todavia, Sin
a su antojo... Como tú conoces tu medida... ¡ja, ja, ja! Bin-U? -inquirió Vershinin.
El vejete dio a Vershinin una palmada en el -No pasó. Capitán Nezelásov estal en estación.
hombro, ni más ni menos que si se conocieran de Quiele colel mucho con su tlen, pelo no puede.
toda la vida. -¿Por qué?
A Nikita Egórich se le contraía el cuerpo. Ardía -Polque niebla no pelmite. Imposible colel más.
de calor. Le estolban tlenes de municiones.
El tren blindado 14/69 43

-¿Quieres decir que los convoyes de proyectiles -Maquinista lespeta instlucciones -intervino Sin
no le dejan avanzar más? Bin-U.
-Eso mismo. -Según las normas vigentes para los maquinistas
Los guerrilleros rodearon al chino, se lo llevaron de los trenes de mercancías y pasajeros -explicó
hasta una vaguada cercana a la vía, y Misha el Misha-, cuando se observa que hay un hombre en la
estudiante procedió a explicar (a sí mismo y a sus vía...
compañeros) las palabras del recién llegado: Sin Bin-U afirmó convencido:
-Eso no tiene nada de particular, ciudadanos. Un -Maquinista debe palal tlen con toda segulidad.
hombre a medio instruir es más bruto que un Shulka, su ayudante, también me lo dijo: es segulo
analfabeto. Cualquier minucia técnica que aprende, que detendlá el tlen.
por insignificante que sea, le parece una revelación Vershinin, tras una breve pausa, profirió:
fantástica. El maquinista del tren blindado... ¿cómo -¡Qué raro! No me entra en la cabeza.
se llama? -¿Tú sabes tilal bien, Nikita Ególich?
-Su apelido es Nikífolov. -Si.
-Pues el tal Nikíforov, en una palabra, es un -Si un homble está tendido en vía, el maquinista
pedante… saca la cabeza pol la ventana pala vel qué es lo que
Vershinin interrumpió a Misha: hay en Iaíles. Entonces, tú le metes una bala en un
-Se oyen silbidos. El tren blindado viene hacia ojo...
acá. -¿Y si colocáramos unos cuantos troncos
-¿Qué dice usted, Nikita Egórich? Ha sido una atravesados en la vía? -sugirió Vershinin.
figuración suya. Todo está en silencio. Se aproxima -Son capaces de barrerlos a cañonazos y de
el crepúsculo, y con la oscuridad seria más fácil estropear los raíles.
apoderarse del tren. -Ya los arreglaríamos.
-¿Más fácil? ¿Por qué? Mientras tanto, entre las montañas de la taigá, a
El estudiante ignoraba por qué. Vershinin dijo con cosa de diez o quince verstas del lugar en que
un suspiro: discutían los guerrilleros, el tren blindado avanzaba
-Necesito acecharle junto al puente del lentamente, silbando a cada momento, a causa de la
Muklionka: pero, a decir verdad, no es nada fácil. niebla.
Podría retener acosado al tren si dispusiera de El maquinista Nikíforov y su ayudante Shurka
cañones, pero ¿dónde están? Vergüenza da pensarlo: iban fumando. El primero de los dos, que lanzaba
no puedo reunir los caballos que necesito. frecuentes ojeadas por la mirilla, dijo:
-Con semejante barro, Nikita Egórich, no habría -Eres un imbécil, Shurka. Todavía no has
bestia que diera un paso. Nuestra tierra es muy aprendido el oficio, mientras que yo lo aprendí sin
jugosa, y así se explica la afición de los señores por subir a una máquina. ¡Oh, cuánto enseña la tierra!
ella. -Viene a resultar, Iván Semiónich, que la
Vershinin, después de dar algunos pasos a lo largo instrucción, incluso la que da la tierra, tiene aspectos
del terraplén, se detuvo: muy distintos.
-Ni un roce, ni un rumor, ni un silbido. Ni se oye -¡A callar! Mi padre tenía cien fanegas de tierra y
ni se ve nada. El capitán Nezelásov debe estar muchos braceros... Por eso, cuando los bolcheviques
dormido y soñando con su novia... Vaska, ¿tienes me quitaron mi hacienda, violaron la ley, que yo
novia tú? respeto tanto como a Dios. ¿Qué es aquello que se ve
-No, Nikita Egórich. a lo lejos?
-¿Y tú, Misha? Shurka aplicó el ojo a la mirilla.
-Por supuesto que sí. -¿Qué ves?
-Tss... -Yo nada más que la niebla.
Todos aguzaron el oído. -Fíjate bien.
-No, no parece oírse nada. ¿Qué hacemos, Nikita -Esté tranquilo, señor maquinista.
Egórich? ¿Talamos árboles para interceptar la vía? -Muy fino te veo hoy, so granuja. Tanta
-Aguarda un poco... Seis por siete, cuarenta y cumplimentería me da mala espina.
siete. Otra vez he metido la pata. ¿Cuántos son seis -Es que hoy, señor maquinista, estoy muy amable
por siete, Misha? con todo el mundo. Al señor Obab le he regalado un
-Cuarenta y dos -respondió el estudiante, sin dejar perrillo.
de pensar en lo que le preocupaba-. Nikita Egórich: -¿Qué?
haces mal en desdeñar lo que dice el chino. Para mí -Cuando iba a arrancar el tren, me encontré un
que tiene mucho sentido. perrillo abandonado en el andén, y se me ocurrió
-¿A qué te refieres? regalárselo al señor alférez para ver si se acuerda de
-A las instrucciones. mí cuando quede vacante el puesto de maquinista.
-¿Qué tiene eso que ver? -Muy suelto de la lengua estás, necio. A ver si te
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callas. El crepúsculo de aquellas regiones tiene la


-A sus órdenes. brevedad de las ideas de un demente. La oscuridad
sobreviene de pronto, y el cielo queda cuajado de
Obab llevó al departamento un cuerpecito parpadeantes luceros. Las estrellas corren en pos de
blandengue hecho un ovillo, que pasó, indeciso, de la locomotora, y la locomotora machaca los rieles,
las manazas del alférez al camastro, donde lanzó horada las tinieblas y gime, impotente y
unos aullidos quejumbrosos. quejumbrosa.
-¿Para qué lo quiere? -inquirió Nezelásov. Tras ella vuelan los montes y los bosques. Si le
Obab sonrió de una manera muy peculiar: cayeran encima, la aplastarían como la pezuña de un
-Al fin y al cabo, es un animal. En mi pueblo se le buey a un escarabajo.
consideraría parte del ganado. Soy del distrito de En tales ocasiones, el alférez Obab optaba por
Barnaúl. comer. Extrayendo presuroso de la talega de las
-Pues es inútil, alférez. provisiones unos cuantos huevos, les quitaba la
-¿Qué? cáscara y se los metía en la boca revueltos con pan,
-¿Qué necesidad tiene nadie de su distrito de con mantequilla y con carne. Le gustaba la carne
usted? Usted es... el alférez Obab, un hombre que medio cruda, y la masticaba con los incisivos,
lleva galones y, por consiguiente... un enemigo de la derramando sobre la manta del camastro una saliva
revolución. No hay más que eso. viscosa como la miel. Pero en su interior seguía
-¿Y bien? -inquirió adusto el alférez. sintiendo bochorno y hambre.
El coronel, con una satisfacción apenas Su asistente le rebajaba el alcohol con té;
perceptible, redondeó su idea: descendía en las estaciones para llenar la cesta de los
-Pues resurta que, como enemigo... de la víveres, y al regreso le informaba perplejo:
revolución..., ha de ser aniquilado. ¡Aniquilado! -Seguimos sin comunicación con la ciudad, señor
Obab posó los vidriosos ojos en sus rodillas; alférez.
contempló luego sus anchas manazas, de nudosos Obab guardaba silencio, cogía la canasta, con los
dedos, semejantes a raíces secas, y respondió con voz sarmentosos dedos arrancaba trozos de las hogazas
incierta y titubeante: de pan, y cuando saciaba su hambre, pellizcaba con
-¡Bah! Los haremos papilla. fruición la miga, la estrujaba y acababa tirándola.
Dentro del tren reinaba un bochorno agobiante. El Había colocado al perrillo en el suelo y seguía sus
cuerpo se derretía en sudor, y las manos se pegaban a movimientos con mirada desvaída, desde el camastro
las paredes y a los bancos. en que permanecía inmóvil. El cuerpo comenzaba a
Se divisó un fragmento de cielo plomizo, y ante la transpirar. Le causaba una desazón extraordinaria
mirilla pasaron, revoloteantes, frágiles hojas de arce, que le sudase la cabeza.
arrancadas de sus ramas. El cachorrillo, también sudoroso, exhalaba tristes
El perrillo aullaba lastimero. aullidos. Rechinaban las botas en el pasillo, y
Nezelásov recorría atropellado los vagones, trepidaba el acero cual si estuvieran remachándolo...
soltando blasfemias de grueso calibre. Los soldados Allá en su departamento, con el ánimo
tenían la expresión mustia y las caras largas, y el apagándosele y encendiéndosele por momentos,
coronel disparaba una tras otra las maldiciones: como la llama de una vela a la intemperie, Nezelásov
-¡Callaos, parásitos! Silencio, meteos la lengua murmuraba:
en... -¡Nos abriremos paso... al infierno! No
Abultábanse más todavía los salientes pómulos de reconocemos mando alguno... ¡Todos nos importan
los soldados, que se asustaban de sus pensamientos un bledo!
subversivos. Al oír las vociferaciones del coronel les Pero el tren, igual que el día anterior, iba
parecía que alguien, refractario a la disciplina, tragándose kilómetro tras kilómetro, con la misma
refunfuñaba sordamente junto a las ametralladoras y voracidad que Obab engullía la carne, sin saciarse
los cañones. Y ante esta idea, volvían la cara jamás. Desfilaban, fugaces, las casillas de los
recelosos. guardagujas; y al final de la vía, la ciudad,
Las placas de acero que cubrían las frágiles incomprensible y pavorosa en su silencio, rodeada de
chapas de madera, corrían por los raíles, derechos campos, de vientos y de mar, seguía su vida...
como velas, hacia el Este, hacia la ciudad, hacia el -Nos abriremos paso -gruñía el coronel y corría a
mar, hacia el puente del río Muklionka. consultar al maquinista.
Por la noche, el bochorno se hizo asfixiante; Éste, impulsivo, de rostro oscuro, hacía una seña
densas e irresistibles oleadas de calor llegaban de los con todo su cuerpo y gritaba a Nezelásov:
campos brumosos y sombríos, de los bosques -¡Váyase, váyase!
circundantes; para los labios eran como chorros de El coronel, con una mueca imperceptible,
agua hirviendo; y a cada resuello, el pecho se llenaba procuraba sosegar al maquinista:
de una angustia pesada como el barro. -No se apure... Aquí no hay guerrilleros...
El tren blindado 14/69 45

Pasaremos; nos abriremos paso sin falta... Pero usted toda la vida... ¿Qué pensé? Resulta que me
dese prisa... Sea como sea... equivoqué... Semejante equivocación está bien a la
El fogonero, señalando con un dedo a las hora de morirse... Pero yo tengo treinta años, Obab.
tinieblas, preguntó: Treinta años, y una novia que se llama Várenka... Sus
-¿Ven ustedes aquello... junto a la línea roja? uñas son de color de rosa, Obab...
Nezelásov miró a los ojos del maquinista, negros Las ideas del alférez, bastas como la punta de la
de humo, y su imaginación calenturienta le hizo bota de un soldado americano, se dispersaron
concebir disparatados pensamientos sobre la "línea confusas. Obab se retiró a su departamento, cogió un
roja": al traspasarla estallaría la locomotora; se cigarro y, aun antes de encenderlo, se puso a escupir:
volvería loca... al principio, en el suelo; después en el cristal de la
-Todos nosotros..., sí..., con la locomotora... ventana, en las paredes y hasta en la manta; y cuando
Había un desagradable tufo de carbón y de aceite. se le secó por completo la boca, sentóse en el
Venían se a la memoria del coronel los obreros camastro y posó la vidriosa mirada, en el húmedo
amotinados. ovillo viviente que aullaba en el suelo.
De repente, Nezelásov abandonó la máquina -¡Lombriz! ¡Cómo se da cuenta de la suerte que le
como una exhalación y corrió por los vagones espera!
vociferando:
-¡Fuego, fuego! Misha se acercó nuevamente a Vershinin para
Apretándose los correajes, los soldados se decirle:
apostaron junto a las ametralladoras y dispararon en -Nikita Egórich, le ruego una vez más que me
la oscuridad. La rutina de su acción les daba náuseas. oiga. Hace ya un rato que vengo hablando con el
Apareció Obab, carnosos los labios, sudorosa la chino. Dice que en la estación se enteró de que el
frente, preguntando una y otra vez lo mismo: maquinista del tren es nuevo y hasta hace poco
-¿Nos atacan, nos atacan? trabajó en trenes de pasajeros y de mercancías.
Nezelásov le ordenó: -Acaba pronto.
-¡Apártate! -Resulta que, según las instrucciones vigentes
- Explíquese, coronel... para el tráfico ferroviario civil, el maquinista viene
Todo corría y gritaba en el tren: los objetos y los obligado a detener el tren si ve sobre los rieles un
hombres. El perrillo gris aceleró también sus aullidos cuerpo de hombre o animal.
en el departamento del alférez. -Eso suponiendo que lo vea desde lejos. Pero ¿y si
El coronel daba rápidas chupadas al cigarrillo: está cerca?
"-¡Idos... al diablo! Comed... todo lo que queráis... -¿Si está cerca? Entonces debe acelerar la marcha,
Sin vosotros nos arreglaremos. -Y gritó a voz en para pasar sobre el cuerpo sin correr peligro, y
cuello-: ¡Al-fé-rez! después parar el convoy y levantar acta de lo
-A sus órdenes –respondió Obab-. ¿Qué necesita? sucedido.
-Nos abriremos paso... Digo que nos abriremos -¿Levantar acta? ¡ja, ja, ja! Como para actas están
paso… ahora ésos.
-Está clarísimo. Nada nos falta... -Tenga por seguro que detiene el tren. El
El coronel bajó el tono: maquinista es de una cerrazón...
-Nada ¡Lo hemos perdido todo! No nos queda más que un-Por balancín…No tenemos
nada del mundo ni platillos para la balanza ni pesas.
lo detendrá.
-Ya me encargaré yo... -Espera un poco, Vaska -prosiguió decididamente
Nezelásov se metió en su departamento, Vershinin-. Escúchame con atención, Misha. ¿Y si en
farfullando: los raíles hay un cadáver? ¡Oídme también vosotros,
-Pues... La tierra está ahí..., más allá de las mujiks! En el tren blindado se atienen a reglas
ventanas… De momento... ella... le maldice a usted, antiguas. Son las normas viejas las que rigen. Según
¿verdad? esas normas, resulta que si un maquinista ve un
-¿A qué me viene con tales desvaríos? Me gustan cadáver en la vía tiene que parar el tren... Vamos a
muy poco. Sea más breve. ver, amigos, ¿quién será capaz de ponerse sobre los
-Alférez: somos cadáveres... del mañana. Usted, y raíles para que...? Ha de saberse que el peligro es
yo, y todos los que vamos en el tren no pasamos de grande... El tren viene a la carrera, y hay que
ser polvo... Hoy asistimos a un entierro, y mañana... aguantar el tirón... Sólo que, a mi entender, el
traen la pala para nosotros. Así es el mundo. maquinista conseguirá detener el convoy. En cuanto
-Tendría usted que ponerse en cura. lo detenga y asome la cabeza para observar la vía,
Nezelásov se llegó hasta Obab y, aspirando tengo que meterle una bala en un ojo como si se
ansiosamente el aire, musitó: tratase de una ardilla. Lo más seguro es que se
-El acero no se repara; hay que fundirlo de parará, porque no va a cortar en dos el cuerpo de un
nuevo... Este acero se mueve si... si funciona... Pero hombre... A ver, camaradas...
si está enmohecido... Yo pensé toda mi vida, y para Después de un silencio momentáneo, algunos
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contestaron: rumor del viento en el follaje. Las ruedas producían


-¡Es capaz de atropellar a cualquiera! un zumbido en el bosque al contacto con los raíles.
-¿Qué le importa a él partir en dos a otro? ¿Va a Vaska levantó la cabeza y lanzó en voz baja una
tenerle lástima? pregunta a los de los matorrales:
-¡Camaradas! -¿No tenéis un poco de aguardiente? Me arde el
-Tiéndete tú... cuerpo.
-¿Yo? Pues bien, yo me tenderé. Un guerrillero de barba rubia se le acercó a gatas
-¿No permitamos que lo haga Nikita Egórich! con una cantimplora de aguardiente casero. Vaska se
-¿Y quién lo va a hacer si no lo hago yo? tomó un trago y colocó el recipiente a su lado.
Vaska Okorok, apartando a Vershinin del A renglón seguido levantó la cabeza y,
terraplén, tiró el fusil. sacudiéndose con la mano la tierra de la mejilla, echó
Todos a la vez volvieron la cabeza impulsados por un vistazo a la vía: zumbaban, azules, los árboles;
un motivo idéntico: sobre el bosque se extendía una zumbaban, azules, los rieles.
humareda semejante a la niebla, pero más espesa. Se incorporó apoyándose en los codos. Su rostro
-¡Ya viene! -exclamó Okorok. se contrajo en una arruga amarilla, y sus ojos se
Repitieron los mujiks: tornaron dos lágrimas bermejas...
-¡Ya viene! -¡No puedo más! ¡El alma se me va!
-¡Camaradas! -les arengó Okorok-. ¡Hay que Los guerrilleros se mantuvieron en silencio.
detenerlo! -Se explica su actitud, Nikita Egórich -murmuró,
Los mujiks corrieron hasta el terraplén, se quedo, el estudiante Misha-. Vaska no cree en la
tendieron sobre las traviesas y, cargando los fusiles, cerrazón del maquinista, mientras que Sin Bin-U está
se aprestaron. seguro de ella y hasta se ha puesto de acuerdo con el
Gemían los rieles bajo el peso del tren en marcha. ayudante.
Alguien auguró en voz queda: -¿Y si el ayudante ha mentido? Mira, lo mejor
-Pasará por encima de nosotros, y asunto será que me tienda yo...
concluido. Ni siquiera disparará para no gastar Vershinin se levantó súbitamente, y al instante
munición en balde. resonaron voces tratando de disuadirlo:
Como compenetrados con esta idea, todos se -¡Va a destrozarte!
arrastraron en silencio hacia la maleza, dejando -Lo que da miedo no es que lo destroce a uno; lo
expedita la vía. horrible es tenderse solo.
El humo iba espesándose; aunque el viento lo - Permite que nos tendamos todos, Nikita Egórich.
zarandeaba, seguía flotando tenazmente sobre la -La comunidad no puede permitirlo -dijo un
arboleda. anciano guerrillero a Vershinin-. Tú no puedes
-¡Ahí viene! ¡Ahí viene! -gritaron los guerrilleros sacrificarte. Es preferible que nos tendamos todos los
corriendo hacia Vershinin. demás.
El jefe guerrillero y todos los miembros de su El chino, abandonando el fusil, se arrastró
Estado Mayor permanecían tendidos en silencio, terraplén arriba.
entre los matorrales, y empapados hasta los huesos. -¿Adónde vas? -le gritó Vershinin.
Vaska Okorok daba furiosos puñetazos en el suelo. Sin Bin-U, sin volver la cara, respondió:
El chino, en cuclillas, arrancaba manojos de hierba. -Vas ka se abule ahí solo.
-¿Qué hemos hecho, camaradas? -vociferó Y se tendió al lado de Vaska.
Vershinin. Su rostro amarillo se contraía, oscurecido como
Sus huestes callaron. una hoja de árbol en otoño. Lloraban los raíles. Sin
Vaska se arrastró hasta lo alto del terraplén. Bin-U no distinguió a un hombre que descendía por
-¿Adónde vas? -le gritó el jefe. el terraplén y al que los matorrales acogían...
El interpelado repuso colérico: -¡No puedo, hermanos! -aulló Vaska, retirándose
-¡Idos todos a la..., mamarrachos! de la vía.
Y, estirando los brazos a lo largo del cuerpo, se -No tiene importancia -le dijo el estudiante
tendió de través sobre los raíles. Misha-. No es un caso de cobardía, sino de
Exhalaban los árboles su ululante hálito, y sobre inseguridad en la actitud del maquinista. A mi
sus vértices, como la espuma de las olas, se mecía, entender...
oscilante, un humo purpúreo amarillento. -¡Guárdate tu entender! -le amonestó Vershinin-.
Vaska se colocó boca abajo. Olían las traviesas a En un momento tan delicado nos sale él con sus
resina. Arrojando sobre una de ellas un puñado de explicaciones. Ya nos explicaremos si salimos con
tierra, Okorok apoyó la mejilla. La tierra era cálida y bien de ésta.
gruesa. Goteaba la hierba; goteaba el cielo…
Diseminados entre los arbustos, los mujiks Sin Bin-U estaba solo.
sostenían una conversación ininteligible, como el La achatada cabeza del chino percibió el contacto
El tren blindado 14/69 47

de las traviesas; apartóse de ellas y, balanceándose, -¿Que la pare? Ahora vas a ver cómo la paro. –Y
elevóse sobre los raíles, tras de lo cual se volvió le asestó otro puñetazo con toda su fuerza.
hacia sus compañeros. Shurka, aturdido, retrocedió hasta la puerta. Pero,
De entre la maleza asomaron la cara los silentes recobrándose pronto y llevándose las manos a la
mujiks, con ojos ávidos y expectantes. cabeza, gritó frenético:
Sin Bin-U se tendió. -¡Lo has matado!
Pero se levantó de nuevo, y varios centenares de -¿A quién? ¿Dónde? -murmuraba desconcertado
cabezas estremecieron los arbustos y se tornaron el maquinista.
hacia él. -¡Ahí, ahí! ¡Has destrozado a un hombre, canalla!
El chino volvió a tenderse. Nikíforov quedó confuso. Shurka, agarrándole del
Un hombrecillo encorvado, de barba rubia, le cuello, le arrastró hasta la puerta y la abrió con un
gritó: esfuerzo ímprobo:
-Échame la cantimplora, hombre. Y también -¡Míralo!
podrías dejarme el revólver. ¿Para qué los necesitas Resonaron, uno tras otro, dos disparos.
ya? ¿Eh? A mí, en cambio, pueden hacerme falta... El maquinista Nikíforov cerró la puerta y se
Sin Bin-U, sin levantar la cabeza, volteó la mano desplomó.
con el revólver, cual si se dispusiera a arrojarlo a los El tren continuaba su marcha.
matorrales, pero, de pronto, se disparó un tiro en la También Shurka estaba gravemente herido. No
sien. obstante, reuniendo las últimas fuerzas, se arrastró
Su cuerpo quedó estrechamente apretado contra hasta la palanca.
los raíles. La locomotora sufrió una sacudida y paró en seco.
Los pinares expelieron de su seno al tren -Estamos copados -sentenció Obab-. Se acabó, mi
blindado. Era gris, cuadrangular; las pupilas de la coronel. Conozco de sobra a los mujiks.
locomotora refulgían con destellos de un escarlata -¿Cómo, cómo? ¿Por qué se acabó?
siniestro. El cielo se tapizó de un verdín grisáceo; los -Porque sí.
árboles eran pañuelos azules tendidos en el campo. -Escuche -dijo Nezelásov tirando de las dos
El cadáver del chino Sin Bin-U, fuertemente mangas de Obab con ánimo de atraerlo hacia sí.
apretado contra el suelo, oía el trepidante chirrido de Obab se volvió, escurriendo el bulto como quien
los raíles... esconde el forro raído de su chaqueta.
Shurka, el ayudante del maquinista, había pegado -¿Están disparando? ¿Serán los guerrilleros?
los ojos a la mirilla. Nikíforov, contemplando irritado -Escúcheme...
sus redondos carrillos, pálidos de temor, le preguntó: Tenía Obab los párpados hinchados y húmedos
-¿Qué miras? ¿Está libre la vía, o ves algo? por efecto del calor, y sus ojos vidriosos, semejantes
-Yo diría que es un caballo... o quizás un becerro, a dos puñaladas en un pedazo de trapo, tenían
señor maquinista. -De pronto, apartándose de la borrosa la mirada.
mirilla, exclamó azorado-: ¡Es un hombre! Tendido -¿Es que no merezco un lugar... entre la gente,
sobre los raíles, agita las manos. Probablemente Obab? Compréndame... Necesito... recibir carta.
estará herido. Carta de mi casa...
-¡Acelera la marcha! El alférez repuso, ronco:
-¿Que acelere, señor maquinista? Según las -Es hora de dormir; apártese.
instrucciones... - Necesito... recibir de casa..; ¡Pero no me
-Te estoy diciendo que aceleres, Shurka. Y si escriben! No tengo noticia alguna. Al menos,
tienes miedo a partirlo por medio, lo acribillaré con escríbame usted, alférez... -Nezelásov soltó una
la ametralladora... risilla ruborosa-: Yo... así… sin que se note... ya sabe
El maquinista comenzó a subir por una escalerilla que, a veces... ¿eh?
hacia un nido de ametralladoras situado en una Obab se apartó de un salto, se estiró la caña de las
torreta, en el techo de la locomotora. botas con mano temblona y, por último, gritó,
-¡No haga eso! carraspeante:
Shurka asió por el cinturón al maquinista, quien, -¡En cosas del servicio, lo que quiera! Pero eso no
volteando el brazo, le descargó un puñetazo en el lo permito... También yo tengo novia..., en el distrito
rostro, mas no por ello logró verse libre. de Barnaúl... -El alférez se enderezó con marcialidad
El ayudante cogió una llave de tuercas y, de desfile-. Quizá no estén limpios los cañones.
amenazando a Nikíforov, repitió: Habrá que dar orden de engrasarlos. Los soldados
-¡No haga eso! están borrachos, y, mientras tanto, tú... ¡No tienes
El maquinista, tardo de imaginación, acabó por ningún derecho! –Tras de hacer algunos aspavientos
enfadarse completamente en serio: y de apretarse el cinturón, añadió-: ¿Qué me importas
-¡Voy a matarte, miserable! tú? ¿Por qué he de tener compasión de ti? ¡No me da
-¡Para la máquina! la gana!
48 Vsiévolod V. Ivánov

-Es que siento una angustia, alférez... Y usted, a estuvo un buen rato mirando las dos brillantes franjas
pesar de todo..., es una persona... de acero que corrían hacia occidente.
-La tuya es una vida de perversión, y tú mismo -¿Qué haces? -inquirió Okorok.
estás corrompido... ¡A buena hora se pone a pedir El jefe volvió la cara y, descendiendo del
ternuras! terraplén, preguntó con gesto sombrío:
-Póngase en mi situación... Obab. -¿Vivirán bien las generaciones del porvenir?
-¡No son cosas del servicio! -¿Es todo lo que se te ocurre preguntar?
-Yo se lo ruego... -Todo.
Vociferó el alférez: Vaska abrió los brazos y respondió complacido:
-¡No me da la gana! -Eso es cosa de ellas. A mi entender, están
Y, repitiendo una y otra vez la exclamación, cada obligadas a vivir bien, mal rayo las parta.
vez que la repetía perdía el color del rostro. Su
garganta emitía un rugido enorme, ronco y pavoroso Acudieron cuatro mujiks, anunciando a coro:
como el fragor de un ejército en desbandada: -¡Nikita Egórich, han llegado los caballos!
-¡O-o-a-a! -¡Ahora mismo traerán los cañones!
Sin oírse el uno al otro, estuvieron gritando los -¡Y les haremos ver lo que es bueno!
dos hasta quedar afónicos, secas las gargantas. Vershinin sentenció:
El coronel, fatigado, tomó asiento en el camastro -No os las deis de valientes antes de hincarles el
y, poniéndose el perrillo en las rodillas, dijo con diente.
amargura:
-Yo le creía... una piedra, Obab. Pero resulta que CAPÍTULO VIII. EL ATAQUE
el témpano de hielo... ha salido ardiendo. Un individuo paticorto, de rostro rasurado,
El aludido abrió la ventana de par en par y, dando repechándose sobre la mesa, ni más ni menos que si
un salto en dirección al coronel, se apoderó del no pudiera mantenerse en pie, argumentaba con voz
perrillo, al que agarró del pescuezo. ronca:
Nezelásov se le colgó de la mano gritando: -No se puede actuar así, camarada Peklevánov. El
-¡No hagas eso! ¡No te atrevas a tirarlo! comité revolucionario no cuenta para nada con la
El animalillo exhaló un berrido lastimero. opinión del Consejo de los Sindicatos. La acción es
-¡Suel-ta! -arrastró el alférez su vozarrón-. ¡Suél- prematura.
ta-me! -En el Consejo de los Sindicatos predominan los
-Te digo que no te suelto... mencheviques -replicó Peklevánov-, y no entra en
-¡Suél-ta-me! nuestros cálculos contar con su opinión. ¿No es casi
-No temas... Yo... general la huelga? Lo es. ¿Por qué, pues, vamos a
Obab se zafó de un tirón y, como acentuando considerarla prematura?
adrede el ruido de sus pisadas, salió del Uno de los obreros presentes intervino, sarcástico,
departamento. desde un rincón:
Continuaba el perrillo aullando mientras -Los japoneses han declarado que se mantendrán
arrastraba, inseguro, sus grises patitas por el suelo y neutrales. No vamos a esperar hasta que se marchen
por la manta, de color grisáceo. Era un manchón por las buenas a sus islas. Teniendo nosotros el poder
blandengue y reptante. se irán antes.
-¡Pobrecillo! -se dijo Nezelásov y, de repente, El paticorto se mantenía en sus trece:
sintió un nudo en la garganta y una humedad viscosa -El Consejo de los Sindicatos, camaradas, no
en la nariz: estaba llorando, desea riesgos inútiles; podríamos esperar...
-¿A que los japoneses saquen a otro personaje
Los mujiks se descubrieron y se santiguaron por para gobernarnos?
el alma del chino. -Bastante hemos esperado ya.
-¡Ahora, a parapetarse! -les previno Vershinin-. La asamblea iba agitándose. Peklevánov, entre
Hemos detenido el tren, pero habrá que esperar de él sorbo y sorbo de té, calmaba a los reunidos:
mucho fuego. -Un poco de tranquilidad, camaradas.
Y los guerrilleros corrieron a atrincherarse. Continuó sus protestas el paticorto representante
Vershinin, agachándose ligeramente, recorrió las del Consejo de los Sindicatos:
posiciones acompañado de Vaska. Así llegó a la -No os hacéis cargo de la situación. Cierto que
curva, desde donde se divisaba el puente sobre el entre los campesinos reina un ambiente de excitado
Muklionka. fanatismo, pero... Ya habéis mandado agitadores a la
-Nikita Egórich, déjame que lave mi culpa... comarca; los campesinos avanzan sobre la ciudad;
Permíteme ser el primero en atacar el tren blindado. los japoneses se mantienen neutrales... Todo es
Sin darle respuesta alguna, Vershinin subió al cierto... Puede que Vershinin consiga retener el tren
terraplén y, apretando los pies entre dos traviesas, blindado, pero, a pesar de todo, vuestra insurrección
El tren blindado 14/69 49

fracasará. por tu cabeza...


-¡Dadle a ése!... -No temas, Masha, Todo se arreglará. Está
-¡Es pura demagogia! lloviendo de nuevo. Tengo irritada la garganta, y el
-¡Pido la palabra! catarro nasal me dura ya tres días. Pero estos chinos
El de las piernas cortas, aprovechando un instante no saben hacer pañuelos. Más que pañuelos, son
de calma, cuchicheó con Peklevánov: cuadros en los que el sol desciende sobre el océano.
-Le siguen a usted los pasos. Tenga cuidado… Un pañuelo debe ser sencillo...
Ha hecho mal en enviar al marino Serniónov a la -Temo que te detengan en cualquier momento.
comarca… Cuando salí a comprar pan, vi frente a nuestra casa
-¿Por qué? un japonés con una cesta de flores de papel; pero iba
-Pues porque tiene una lengua muy larga. ¡Dios vestido como un señorito.
sabe las necedades que habrá dicho por ahí! Hay que -Será un espía. Confidentes no faltan por aquí,
andarse con pies de plomo al elegir a la gente. pero puede que no me atrapen... Pierde cuidado,
-La cosa es que conoce bien a los mujiks -objetó Máshenka. Aunque no te sobren ánimos, procura
Peklevánov. mantenerte tranquila.
-A los mujiks no hay quien los conozca. -Tranquila me mantengo, Iliá; pero sabes que,
Semiónov es muy ligero de cascos en todo, y esa físicamente… A propósito, has dejado sobre la mesa
ligereza, verdaderamente, influye sobre ellos, pero, aquellos documentos importantes y hasta el revólver.
no obstante... ¿Irá usted al mitin? Mientras se guardaba el arma en el bolsillo,
-¿A cuál? Peklevánov dijo:
-Al de los depósitos de la estación del ferrocarril. -En efecto, esto conviene ocultarlo. Pero, por
Los obreros desean verle. Sin haberle visto a usted no pocas que sean tus fuerzas físicas, Máshenka, tengo
quieren lanzarse a la acción. Desconfían de las que darte una mala noticia... A uno de nuestros
palabras; necesitan la presencia de los hombres... compañeros...
Pese a la vigilancia que hay, y aunque saben que le -¿Qué le ha sucedido?
fusilarán si le atrapan, se empeñan en verle... "¿Está -Han perpetrado con él un crimen feroz. Me ha
entre nosotros?", se preguntan. Hacen ustedes mal en traído la noticia Znóbov: los japoneses han quemado
proyectar la insurrección y el ataque. Es peligroso - a Serguéi Lazó en la caldera de una locomotora.
terminó el paticorto, pensativo. -¡Dios mío!
-Una insurrección entraña siempre un peligro. La Atenta al ruido de un coche de alquiler que por la
una no existe sin el otro. Le agradezco el haberme calle pasaba, Masha gritó:
puesto en relación con Vershinin. Se ha convertido -¿No vendrán por ti?
en un magnífico jefe de guerrillas. -No, no. El que llega es Semiónov. Viaja en
Apartándose de su interlocutor, Peklevánov se fue coche, pues finge ser un tronera.
en busca de Znóbov para decirle en un tono Entre las ramas de unos arbustos se veía el
confidencial: sombrero de paja de Semiónov, que lucía un bigotillo
-Si, por la razón que fuere..., la insurrección... amarillento y recortado, por el estilo de un cepillo de
todo puede ocurrir... Si, por cualquier motivo, no veo dientes. El caballo bufaba.
a Vershinin dentro de poco, comuníquele que el Masha estaba llorando. Tenía unos labios de línea
comité revolucionario ha decidido que en cuanto perfecta y un rostro sonrosado. Sobre sus coloreadas
restablezcamos el enlace con Moscú, él debe formar mejillas y sobre el fino mentón, las lágrimas
parte de la primera delegación del Extremo Oriente resultaban un despropósito:
que vaya a visitar a Lenin. ¡Qué gratos nombres: -Me tienes muerta. Me paso los días temblando,
Moscú y Lenin! A decir verdad, también a mí me no sea que te detengan... Sabe Dios... Una sola cosa
gustaría muchísimo ir a la capital... te pediría: ¡no vayas!
Cuando los miembros del comité revolucionario y Recorría nerviosa la habitación. De pronto se
los representantes de los sindicatos se marcharon, plantó junto a la puerta y, asiéndose al picaporte,
Peklevánov dijo, mirando por la ventana: profirió:
-Evidentemente, el mar es una maravilla en estos -¡No te dejaré marchar! ¿Quién será capaz de
parajes, pero Moscú me parece todavía mejor. devolvérteme si te fusilan? ¿El comité
¿Habrá algo más hermoso que el otoño moscovita? revolucionario? Me importan muy poco todos ellos.
Sobre todo cuando se inaugura la temporada teatral. -Está esperándome Semiónov.
Al extremo inferior del anuncio, donde va el pie de -No es más que un canalla. Te digo que no te
imprenta, se ha adherido una hoja de árbol, húmeda y dejaré salir de aquí, ¡ea!
marchita, que el viento ululante no consigue Peklevánov, echando una ojeada alrededor, se
arrebatar. Te acercas tú… dirigió a la puerta. Masha se encorvó como un
-En la ciudad hay una gran agitación, Iliá. Otra arbolillo azotado por el viento. En la mano contraída
vez han puesto carteles ofreciendo sumas enormes se le notaba la tensión de los tendones.
50 Vsiévolod V. Ivánov

Peklevánov, confuso, se retiró hacia la ventana: Peklevánov no consiguió penetrar en el depósito.


-No consigo comprenderos... Pronunció un discurso en los astilleros y regresó a su
-Tú no quieres a nadie, Iliá. Ni a mí ni a ti mismo. escondite coincidiendo con la llegada de Masha, que
No te vayas. volvía del mercado.
La voz ronca de Semiónov llegó desde el coche: -¿Es cierto que la mujer de Vershinin se encuentra
-¿Va usted a tardar mucho, Vasili Maxímich? en la ciudad? ¿La has visto, Masha?
Mire que va a oscurecer y cerrarán las tiendas... -Sí, pero me dio miedo traerla. Me seguía el
Peklevánov murmuró: japonés con la cesta de las flores de papel.
-Esto es una vergüenza, Masha. ¿Es que voy a -Abundan los espías -observó Peklevánov,
tener que hacer lo mismo que Podkoliosin y saltar pensando, al mismo tiempo, en los obreros de los
por la ventana? No puedo negarme a ir. Podrían depósitos de ferrocarriles, entre los cuales se echaba
tomarme por un cobarde. de ver la influencia de los mencheviques-. Pero, sin
-Pero es que vas a una muerte cierta. No te dejaré embargo, necesito irme al depósito.
marchar. -Temo mucho por ti, Iliá. La ciudad está otra vez
Peklevánov se pasó la mano por la cabeza: llena de anuncios. Ya no ofrecen treinta mil rublos
-Habrá que hacer lo que Podkoliosin. por tu cabeza, sino doscientos cincuenta mil.
Rebuscando algo en los bolsillos de la chaqueta, -¡Caramba! ¿Sube de precio Peklevánov? Quiere
con una sonrisa forzada, comenzó a subir al alféizar decirse que sus negocios van viento en popa. -Y,
de la ventana: después de un corto silencio, afirmó decidido-: Ahora
-¡Valiente tontería! Mira que tener que recurrir a estoy ya seguro.
esto... -¿De qué?
-¿Recuerdas que Semiónov dijo que en la ciudad
El guerrillero enviado por Vershinin en se nota la actuación de un segundo centro
seguimiento de Nastásiushka la encontró junto al bolchevique?
mercado. Le dijo que andaba desde por la mañana -Eso es una fantasía.
temprano buscando a Peklevánov, que se hablaba -Pues yo lo creo, Masha. De veras que lo creo, Y
mucho de éste, que la ciudad estaba en huelga y que no es por efecto de la soledad, sino tal vez por exceso
su promotor y dirigente era Peklevánov, pero que no de energía. Ya sabes que estudié en Simferópol. Allí
había modo de averiguar su paradero. Como hay mucho sol. Cuando iba al instituto llevaba el
conclusión añadió: alma radiante de alegría; veía mi sombra tan
-Por aquí he encontrado a un vejete muy beato netamente delineada cual si estuviera hecha con tinta
que me ha prometido llevarme a donde está él. Yo iré china; tan acusada, que yo diría que era digna de mi
a verle, Nastásiushka, y tú espérame. fe.
-Está bien, esperaré. En este carro no tengo nada -Tu sombra es Vershinin, y no ese imaginario
que temer. segundo centro de la insurrección. ¿Para qué se
Lloviznaba. El aire era brumoso; en el morro, tras necesita?
el malecón, se estrellaban las turbias olas del mar. -Supónte que tenemos un tropiezo nosotros. En
Nastásiushka, echándose la blusa por encima, ese caso, el segundo centro toma las riendas.
dormitaba medio aterida. -Ya nos arreglaremos sin esos paralelismos -
Pasó a poca distancia el japonés de las flores de protestó Masha con una rudeza impropia de ella.
papel y miró inquisitivamente a la carreta. Poco Peklevánov la miró atentamente y se echó a reír.
después se acercó una mujer entrada en años con una Oscurecía. Encendiéronse en el puerto las luces de
pelliza bajo el brazo, que, metiendo la mano en el los barcos y, acto seguido, como por reflejo, ardieron
carro, preguntó: las de las casas. Resplandecieron por última vez los
-¿Qué vendes? rayos del sol sobre la cúpula de la catedral, y sonó la
-Lo he vendido todo ya -respondió displicente campana cual si quisiera darles la despedida. Fuera
Nastásiushka. de la casucha se oyeron pasos cautelosos.
Una mujer joven, acompañada del guerrillero a Peklevánov, después de mirar intrigado por la
quien enviara Vershinin, pasó muy cerca, a toda prisa ventana, se dirigió a la puerta.
la Nastásiushka le pareció un sueño), y musitó: -¿Adónde vas, Iliá?
-No conseguirá usted ver a Iliá Guerásimich... Le -De momento, al huerto.
siguen la pista... Soy su mujer... Márchese, Desde el huerto se divisaba una pendiente que
Nastásiushka. descendía hacia el malecón; junto a ella, unos
Y desapareció entre el gentío. caminos arenosos con diminutas casuchas dispersas;
Nastásiushka escrutó los alrededores, se apeó del y más allá la negra mancha del jardín municipal. Los
carro y corrió hacia el malecón, en busca del aire del vientos de los últimos días, atravesando la espesura
mar. Allí se sentiría aliviada. de la niebla, habían despojado completamente de
hojas todos los árboles, y el jardín parecía circundado
El tren blindado 14/69 51

de alambre espinoso. -Con estos barrizales endemoniados, los caminos


Abrióse de par en par la puerta de una de las están impracticables, y de nada les valdría tener ahí
chabolas de la pendiente. Una mujeruca de largo cien Peklevánov. Por otra parte, mi coronel, no le
vestido rosa sacó un enorme samovar que refulgía en suba tanto de precio, que aquí estamos entre gente
sus manos como un lingote de oro. nuestra.
-Se queda uno embelesado -dijo Peklevánov a -¿De veras?
Znóbov, que, tendido entre las coles del huerto, tenía Nezelásov no podía distinguir los rostros de los
puesta la vista en el cielo. soldados en el tren. Apagábanse los candiles, y las
-Verdaderamente -respondió Znóbov-, estos caras adquirían una palidez mayor que la de los
cielos tan estrellados se ven ahora muy rara vez. Pero amarillos pabilos.
no hable usted tan fuerte, que el enemigo vigila. El cuerpo del coronel obedecía dócilmente; su
Peklevánov, con un dejo de ironía, preguntó: garganta tenía una sonoridad un tanto brusca, y su
-¿Y fumar se puede? mano izquierda se apretaba en el aire.
Arrancando una hoja de col, se puso a Quería gritar a los soldados algo consolador, pero
desmenuzarla entre las manos. desistió al pensar: "Ellos mismos lo saben."
-Quiere decirse, Iliá Guerásimich, que, en primer Y se sintió de nuevo enojado con el alférez Obab.
lugar... "¿Gente nuestra? ¡Ja, ja, ja! Los de Vershinin sí
-En primer lugar sublevaremos a los obreros de que son gente suya. Tiene un millón de adictos, ¡ja,
los depósitos y ocuparemos los arsenales de ja, ja! ¿Quién dijo eso? Creo que fue un campesino
artillería... guerrillero en el momento en que iban a fusilarle.
-¿Y luego a los cargadores? Flaco y debilucho como era, en cuanto vio los fusiles
-Sí, después atacaremos el puerto y la fortaleza. apuntándole y amenazándole con una muerte cierta,
La tomaremos por asalto. se enfureció, y gritó: "¡No tiene usted bastantes balas,
Siguió un breve silencio. señor. Vershinin es un millón de hombres!» ¿O fue
-Nosotros somos de la misma opinión, Iliá Obab el que me refirió el caso de este mujik?"
Guerásimich -dijo Znóbov-; sólo que abrigamos -¡Qué aburrimiento, Dios de los cielos! Todos los
ciertos temores respecto a los arsenales de artillería. martes hay velada en casa del comandante. Varia se
Supóngase que nos apoderamos de los cañones y que sentará en el diván y abrirá el libro... Pero ¿qué libro
Vershinin tarda en llegar con los proyectiles... se puede leer en una noche como ésta?
-No tardará. Sí, aquella noche era difícil leer.
-¡Los traerá! -afirmó Semiónov, que se acercó a Los guerrilleros habían encendido hogueras que
rastras. ardían despidiendo enormes lenguas de fuego de un
Se produjo una nueva pausa, al cabo de la cual color amarillo lechoso; y como era arriesgado
Semiónov anunció con la voz demudada: acercarse a ellos y alimentar el fuego, lanzaban la
-Iliá Guerásimich, han detenido a la mujer de leña desde lejos, de modo que cada hoguera se
Vershinin. ensanchó hasta alcanzar el tamaño de una isba
-Un motivo más para que aceleremos los campesina.
preparativos de la insurrección. A ambos lados de la línea férrea serpenteaban,
-¿Le parece que enviemos unos enlaces a pues, las llamas, pero no aparecía ninguna figura
Vershinin para pedirle que se dé prisa? ¿Debemos humana, de suerte que los disparos procedentes de la
decirle lo de su mujer, o conviene ocultárselo? taigá parecían ser el chisporroteo de los húmedos
-Hay que decírselo todo. Es hombre estoico, leños al arder. Al coronel se le antojó que su cuerpo,
muy pesado, sobrecargaba un extremo del tren y,
Tableteaban las ametralladoras. Disparaban los llevado de esta idea, corrió a situarse en el centro.
vagones con las ametralladoras. Las ametralladoras Con visible deseo de imponer respeto, iba
estaban recalentadas, igual que la sangre. gritando:
De entre la maleza subían al terraplén guerrilleros -¡No escatiméis... las municiones!.. . -Y, para
heridos que ya no se ocultaban ni temían dar la cara a consolarse a sí mismo, vociferaba-: ¡A vosotros os lo
pecho descubierto frente al enemigo. digo! ¿Es que no os enteráis? ¡Que nadie escatime las
Pero los que no estaban heridos seguían ocultos. balas! -Volviendo la cara, se reía con sordina, detrás
Prados apacibles; arbustos dorados y grisáceos; de la puerta, y agitaba la mano izquierda, irónicos el
charcos en los caminos; colinas; bosques. A veces gesto y el ademán-: Lo principal es sacar a relucir el
parecía que sólo disparaba el tren blindado. depósito de lugares comunes, de frases
-¿Habrán traído ya los guerrilleros sus cañones? estereotipadas: "¡No escatiméis las municiones!"
-De ningún modo, mí coronel; aún no tienen Nezelásov echó mano a un fusil y probó a
piezas de artillería -contestó Obab. disparar en la oscuridad, pero recordó la norma de
-¿Quiere decirse que tampoco se halla entre ellos que el jefe es necesario como ordenador de las
Peklevánov? operaciones y no como simple unidad. Palpóse la
52 Vsiévolod V. Ivánov

rasurada barbilla, pensó atropelladamente: "Pero ido aunque sólo fuese una persona alegre y normal!...
¿para qué sirvo yo?", Y tornó a situarse en el centro "Un momento: ¿es que yo soy un anormal?"
del vagón: -¡Fuego! ¡No escatiméis los proyectiles!
-¡Que nadie tire sin previa orden! Seis horas largas llevaban ya las ametralladoras
El tren aguantaba el tiroteo tranquilamente, y tras disparando contra la maleza, contra los árboles,
las aceradas ventanas corrían los soldados de vagón contra la oscuridad, contra las rocas en que se
en vagón, intercambiando puestos y manejando ya, reflejaban las sombras de las hogueras; y nadie
muchos de ellos, armas distintas a las suyas. Al comprendía por qué los guerrilleros, sabiendo que
tiempo que se frotaban los sudorosos pechos, se con sus balas no lograrían perforar el blindaje de los
decían: vagones, continuaban tirando.
-¿Dónde estarán los mujiks, Dios mío? ¿Qué Nezelásov sentía una fatiga que le aturdía el
esperan cerebro. Las botas, secas y duras como si fuesen de
En efecto, ¿qué o a quién esperaban? madera, le apretaban estrechamente los pies.
¿A Peklevánov? Giraba el techo, se combaban las paredes, olía a
"¿Y qué tiene que ver con todo esto Peklevánov?" carne quemada. ¿De dónde, por qué? Y la
-Entonces, ¿quién tiene que ver? locomotora, silba que te silba:
Verdaderamente ¿quién? -Pi·i-i...
-¿Y si atacásemos nosotros, mi coronel? -¡Qué espera, qué horrible espera! Da miedo abrir
-Obab, usted no es tonto. ¿Con qué fuerzas vamos los ojos, levantar la cabeza... ¿Por qué? -mascullaba
a atacar? Disponemos de proyectiles, pero ¿y los el coronel, encorvado sobre las rodillas-. ¿Deseo
hombres? ¿Dónde están nuestros intrépidos cosacos vivir o temo padecer unos dolores desconocidos?
blancos? ¡Qué angustia, qué angustia!
-Han huido. Reinaba en torno una oscuridad mortecina, casi
-¿Dónde se han metido los aliados, los japoneses, sepulcral. Los fogonazos de los cañones iluminaban
los americanos?... la torreta del tren y las piezas de artillería, cuyos
-Deben de estar al llegar. servidores dormitaban, apáticos y cansados, junto a
-Usted lo ha dicho: "al llegar". ¿Al llegar adónde ellas. Sus movimientos traslucían su extrema fatiga.
y de dónde? Puede que estén al llegar a sus barcos, y Al pie de los cañones había verdaderas pilas de
no a nuestro tren. No tengo gente para pasar al cascotes vacíos.
ataque, Obab. Nezelásov, sentado en un cajón de municiones,
Le horrorizaba presentarse ante el maquinista. Los tenía el color del musgo. Ansioso de disipar la
pensamientos, como los soldados dentro de las cajas deprimente tiniebla de la noche, el alférez Obab,
de acero, se agitaban en el interior de su cerebro y, a despojado de su guerrera y vestido con una sucia y
veces, en lugar de decir lo que quería, el coronel húmeda camisa, paseaba junto a los cañones.
gritaba a voz en cuello: -¡Preparadas la primera y la segunda piezas! -
-¡Canallas! murmuraba Nezelásov por teléfono-. Batir el
Pero la palabra que había querido pronunciar le terraplén en profundidad. Objetivo treinta y cinco,
repercutía en las piernas y en los brazos, convertidos ángulo treinta y cinco. ¡Fuego!
en carne de gallina. Resplandor de cañonazos.
Nezelásov blandió los puños: -¿Contra quién dispara usted, mi coronel? -
-¡He dicho... que ni proyectiles... ni compasión! inquirió Obab colocándose junto a la mirilla-. Eso
¡Infames, truhanes!... está oscuro como boca de lobo.
Pateando el suelo, descargó una palmada sobre el -¡No me fastidie! ¿Qué tal en la locomotora?
cojín que hacía de almohada y echó a correr una vez -El maquinista ha muerto, y el ayudante está
más por los vagones. gravemente herido.
Los soldados no miraban a su coronel. Su figura, -Que los sustituyan los cadetes.
ancha de huesos, pero delgada, semejante a un papel -Entre ellos no hay ninguno que sepa manejar una
de fumar descolorido y convertida en un espectro, se locomotora, mi coronel.
desplazaba con un rumor casi imperceptible. -Este dolor de cabeza es monstruoso. Creo no
"Sí, la vida tiene algo de horrible. ¡Cómo no! Pero haber dormido todo un siglo. En casa del comandante
el caso es que sólo tú tienes la culpa. ¿Sólo yo? de la fortaleza estarán cenando ahora, y después
Discúlpenme: a mí me empujaban desde todas partes. jugarán a las cartas. Varia, recostada en el diván, se
¿Quién te empujaba, hijito? Piénsalo un poco." pondrá a leer. ¡Ja, ja, ja! Lo de siempre.
-¡Maldita sea! Ya empiezo a hablar solo.
-¿Qué dice, mi coronel? No, lo de siempre no. Las cosas distan mucho de
-No te estoy hablando a ti. ¡A callar! ser las de siempre.
Aunque ordenaba que se callasen, le complacía En efecto, los invitados van congregándose ante la
que conversaran con él. ¡Oh, si en aquel tren hubiera coquetona casita del coronel Katin, y el cadete
El tren blindado 14/69 53

Seriozha empuña ya el picaporte. Pero todos oyen lo damas, sale detrás del médico, quien, ante la nueva
que relata en voz baja el contratista Dúmkov: mirada inquisitiva, responde en voz baja:
-Vershinin ha accedido a entregar a Peklevánov. -Por desgracia, lo que tiene su hija es el tifus.
Noticia de buena fuente. -¿Vérochka-a?
-¿A cambio de cuánto? El coronel retorna a la sala y contempla con ojos
-De un cubo de rublos zaristas. extraviados a los huéspedes. Éstos presagian alguna
-Señores, no se rebajen a sí mismos creyéndose desgracia, y Nadezhda Lvovna dice lo primero que se
capaces de sobornar a Vershinin -se oyó la voz de le ocurre:
Varia. -Mucha gente de la ciudad está haciendo las
-Por favor, Várenka -gritó Dúmkov-. ¿No fue maletas, y se asegura que varios buques americanos
usted misma quien me comunicó la noticia? vienen por nosotros.
-¡Qué tontería! ¿Cuándo? El coronel Katin murmuró:
-Caballeros, venimos como huéspedes a una casa -Perdonen ustedes. Es algo tan inesperado...
ajena; contengan sus nervios y cesen en sus Parece que mi hija tiene tifus...
discusiones.
El cadete Seriozha abrió la puerta de la casa del Es de noche. Los caminos están tan embarrados,
coronel Katin y cedió el paso a las damas. que el fango llega a la cintura. Atascados en él, los
Todo prometía seguir el camino que, allá en su hombres y los caballos pugnan por arrastrar los
tren, se imaginaba Nezelásov. Pero no todo había de cañones. Se rompen los tirantes, los ejes de hierro,
ser igual. las ruedas...
El recibidor estaba vacío. Nadezhda Lvovna, -¡No cedáis, camaradas, empujad!
contrariada, preguntó a Varia: -¡Estos cañones hacen falta en el Muklionka!
-¿Seremos los primeros? -Los proyectiles están preparados allí. ¡Os
-Usted, Nadezhda Lvovna, siempre va de prisa. esperamos, compañeros!
-¡Oh, calle, Varia! Eso sí: no se le olvide -Hay que cambiar los caballos, porque a éstos no
preguntar... les quedan ya fuerzas ni para mover las pezuñas.
-Ya lo sé, ya lo sé. -¡A ver esos látigos! ¡Zurradle duro al caballo de
-No, si no me refiero a Vershinin, hijita. varas!
Vershinin me tiene sin cuidado. Lo que me importa -¿No veis que no puede ya con su alma?
saber es si vendrán por nosotros los buques -¡Es lo que yo digo, hay que cambiarlos!
americanos. -¡Daos prisa, amigos, daos prisa! No vaya a ser
¡Santo Dios, qué tonta era aquella vieja! Sin que le lleguen refuerzos a Nezelásov...
reparo alguno, ni más ni menos que si estuviera en su -Lo principal es que avancen los cañones.
casa, conjeturaba en voz alta: -Solamente nos quedan cinco verstas hasta llegar
-Lo más seguro es que Sasha haya guardado en el al río.
tren buena cantidad de divisas. Quizás haya vendido -Cinco verstas que son como cinco mil.
las tierras que le han otorgado. Estamos hartos de -Más vale que metas el hombro, Ermil.
guerra, y nuestro mayor deseo sería descansar en -Bien que lo metemos, Vaska, pero más nos
América. metemos en el barro. ¿Qué tal está Nikita Egórich?
-Nadezhda Lvovna, tss... -Vivito y coleando. Pero quiere veros pronto allí.
-¿Por qué tss? Aquí todo el mundo quiere -¡Ea, ea, empujad, mujiks!
marcharse a América, sólo que unos se lo callan y -¡Ese hombro, ese hombro!
otros lo declaran. ¿Cree usted que el coronel Katin no -Habrá que colocar troncos bajo las ruedas.
está deseando huir a los Estados Unidos? ¡Troncos!
Pregúnteselo. -Todo se sume en el barro, Vaska.
El coronel Katin, saliendo de su gabinete, acude al -¿Será cosa de enviaros unos cuantos mujiks para
encuentro de los huéspedes. Están colocadas las que os ayuden?
mesas con manjares para obsequiarlos; también hay -Mujiks y caballos sobran, pero este barrizal no
una mesita dispuesta para jugar a las cartas. Varia hay quien lo pase.
coge un libro y se sienta en un diván... Todo como -Estamos hundiéndonos, Vaska.
siempre, pero no como siempre. -¡Tirad, mujiks, tirael de los cañones! ¡Aprisa!
El coronel tiene una expresión de inquietud y de -Prisa ya nos la damos, pero no se puede dar un
desconcierto. De pronto vuelve la cara hacia atrás. paso.
Rechina la puerta del dormitorio y sale el doctor -¡Reina de los cielos! ¡Un carro le ha cogido una
Sotin. Ante la mirada interrogativa del comandante pierna a Lábeznikov!
de la fortaleza, se encoge de hombros, saluda con una -¡Her-ma-nos!
reverencia a las señoras y se retira. Katia, -¿Por qué, Madre de Dios?
olvidándose hasta de presentar sus respetos a las El tren blindado, con la esperanza puesta en la
54 Vsiévolod V. Ivánov

llegada de los aliados, arreciaba su fuego. kerzhátskaia, un grupo cismático.


-Tú tira, tira todo lo que quieras -gritaba -Menudos creyentes estáis hechos.
Vershinin con los labios resecos-. Sigue tirando, que -Bueno, Nikita Egórich, déjame siquiera ir a pegar
ya llegará nuestra hora; fíjate cuánto mujik acude. unos cuantos tiros.
Llegaban sin cesar aldeanos que, dejando en el -Imposible. Como perteneces al Estado Mayor,
bosque las carretas con sus familiares, salían a la tienes que permanecer en el puesto de mando.
linde, fusil al hombro, y desde allí, a rastras, seguían -¡Un proyectil! ¿Lo oyes?
hasta el terraplén para apostarse en sus Un cristal se estremeció y cayó al suelo
inmediaciones. produciendo un leve tintineo.
Las mujeres, entre rezos, acogían y evacuaban a Vershinin, repentinamente enojado, empujó a su
los heridos. Los más leves blasfemaban a gritos secretario:
contra ellas, mientras que los graves, rebotando sobre -Estáte ahí. En cuanto se haga de noche, que
las carretas, exponían sus heridas al aire y a la enciendan hogueras, no vaya a ser que Nezelásov se
hojarasca que, desprendiéndose de las ramas, caía escabulla del tren y se pierda en el bosque. Yo voy a
sobre los ensangrentados carros. acercarme un poco.
Una viejecilla diminuta y picada de viruelas, con Así diciendo, condujo su carro a lo largo de la
un jarrón de agua bendita, iba y venía por la linde del línea férrea sin dejar de gritar:
bosque, rociando a los heridos, que se volvían hacia -¡No escaparás, no!
ella. Vershinin, desde una carreta emplazada tras la Al caballo, lanudo como un perrillo de aguas, se
garita del guardagujas, oía los partes que le iba le balanceaba el vientre, redondo como un tonel.
leyendo el secretario del Estado Mayor. Saltaba, entre vaivenes, la carreta. Vershinin
Vaska Okorok musitó como temeroso: poniéndose en pie junto al varal, tiró de las riendas:
-¿No tienes miedo, Nikita Egórich? -¡Arre e-e!
-¿De qué? -inquirió, ronco, Vershinin. La bestia enderezó las patas, meneó la cola y salió
-De llegar tarde a la ciudad disponiendo de tanta al galope.
gente. El jefe guerrillero no cesaba de castigarle con el
-¿Y a ti, qué? Responderá la comunidad látigo el sudoroso lomo.
campesina. Vaska le gritó desde la puerta de la garita:
A partir de la muerte del chino, Okorok andaba -¡Zúmbale duro, Egórich! El Estado Mayor
como intimidado y miraba a todos con una sonrisa inspecciona las tropas. Y al coronel ese, con todo su
forzada, de culpabilidad. tren, nos lo meteremos en el bolsillo. ¡Adelante,
-Mucho tardan, Nikita Egórich. Llevo una Egórich!
desazón por dentro… Corría la carreta ante los parapetos de los mujiks,
-Pues cállate y se te pasará. Nosotros no que se incorporaban sobre las rodillas y, después de
dormimos de noche, mientras que tú, Vaska, con tu acompañar con la vista al intrépido jefe, aprestaban
frivolidad de diablo pelirrojo, tomas la vida por un los fusiles y se ponían a la espera.
eterno jolgorio. Vaska entornó los ojos:
Vaska emitió un suspiro: -A un hombre de esa altura no hay quien le
-Pues se cuenta que en no sé qué país eximen de alcance. Deben de estar aturdidos, porque ni siquiera
la mili a los pelirrojos, mientras que yo he servido al le ven.
zar siete años: cuatro en paz y tres en la guerra contra Erguido sobre el carruaje. Vershinin ofrecía un
Alemania. espectáculo majestuoso. Las cejas, hirsutas, le caían
-Es una suerte que no volaran el puente... -dijo sobre la sudorosa cara:
Vershinin. -¡No cedáis, camaradas!
-¿Por qué? -¡Manteneos firmes! -vociferaba Okorok.
-Porque no podríamos llevar a la ciudad el tren Trepidaba la carreta; en los costados, con
blindado. estrépito, golpeaban las ruedas: de debajo del asiento
Okorok hundió la rizosa cabeza en los hombros y caían manojos de heno sacudidos por el traqueteo.
se levantó el cuello de la pelliza: Los mujiks, apostados entre la maleza, respondían en
-¡Cuánto lamento lo del chino! Yo creo que irá a discordante coro, muy distinto del grito de una
la gloria, pues sufrió por la fe cristiana. formación militar:
-Eres un mentecato, Vaska. -¡No pasa nada!
-¿Por qué? -¡Y si hay que diñarla, la diñamos, mozo!
-Porque crees en Dios. -¡Lo atraparemos!
-¿Y tú no? Entre las hogueras estallaba, en la oscuridad, un
-Vamos, hombre... torrente de fragorosos proyectiles.
-Allá tú, Nikita Egórich. Ahora hay libertad, pero La hirsuta figura de la carreta daba órdenes. Los
yo estoy obligado a creer. Mi familia es de la secta mujiks llevaban troncos de árboles al terraplén y,
El tren blindado 14/69 55

haciéndolos rodar lentamente delante de ellos, La maleza cubría hasta el vientre, hasta el pecho.
avanzaban a rastras. El tren blindado disparaba Enredábanse en los tallos de los arbustos las pobladas
contra ellos casi a quemarropa. barbas, entre cuyos pelos, sudorosos y húmedos,
Los troncos eran como cadáveres, y los cadáveres asomaban los labios:
como troncos. Crujían las ramas de los unos y los -¡O-a-a-a-o!
brazos de los otros; y tanto los cuerpos de los árboles Habían quedado detrás las hogueras; a poca
como los de los hombres eran jóvenes y sanos. . distancia se levantaban las oscuras siluetas de los
-¡No escaparéis, no! vagones, semejantes a graneros; mas no había modo
-Si llegaran pronto los cañones... de acercarse a los hombres temerosamente ocultos
-Llegarán... tras los tabiques de hierro.
El cielo, oscuro y pesado, como hecho de hierro, Un guerrillero arrojó contra las ruedas una bomba
tronaba, allá en lo alto, con un estrépito semejante al cuya explosión repercutió en todos los pechos.
de la locomotora. Los mujiks retrocedieron.
Santiguábanse los mujiks, cargaban sus fusiles y Amanecía.
seguían haciendo rodar los troncos. Olían éstos a Cuando, a la luz del alba, vieron tanto cadáver,
resina; aquéllos, a sudor. lanzaron las mismas lamentaciones que si estuvieran
Vaska, encorvándose junto a la casilla del despellejándolos, y se abalanzaron de nuevo sobre
guardagujas, reía a carcajadas: los vagones.
-¡No tienes nada que beber, canalla! Mañana Vershinin, que se había despojado de las botas,
daremos cuenta de ti. No creas que vas a escabullirte. avanzaba descalzo. Vaska Okorok le contemplaba
¿O es que hemos sacrificado al chino en balde? inquieto y le gritaba:
-Mañana se les acaba el agua. Les echaremos -¡Eres un héroe, Nikita Egórich!
mano. Eso, por descontado. -Un héroe que todavía no ha hecho nada.
Vershinin estaba serio: Resplandecía de júbilo el rostro de Vaska, y en
-Tenemos que acudir en ayuda de la ciudad. sus ojos brillaban lágrimas de emoción.
Caían los hombres como frutas maduras, El tren no cesaba de disparar.
zarandeadas por el viento; y daban a la tierra su -¡Hay que cerrarle la boca! -exhaló Okorok un
último beso: el de la muerte. estridente chillido al tiempo que se erguía; pero, de
Ya no se apoyaban en las manos al caer; pronto, llevándose las manos al pecho, parloteó con
desplomábanse dulcemente, con todo el cuerpo, sin una vocecilla de niño enfadado-: ¡Señor, también a
dolor alguno: la tierra tenía compasión de ellos. Al mí!...
principio caían por docenas. Lloraban Se desplomó.
silenciosamente las mujeres en la linde del bosque y Los guerrilleros, sin detenerse a mirarle, subían
en los caminos cercanos. Después sucumbían por hacia el terraplén, alto y amarillento, como el túmulo
centenares, y los sollozos iban en aumento. Ya no de una inmensa tumba.
había quien evacuara tanto herido, y los cadáveres Se contorsionaba febrilmente el cuerpo de Vaska.
impedían que los troncos rodasen por la vía. Díríase que, como siempre, tenía prisa.
Los guerrilleros continuaban el asedio, cada vez Los guerrilleros retrocedieron otra vez.
más estrecho. Amanecido ya, llegó un enlace del comité
El tren blindado proseguía su incansable y revolucionario de la ciudad para comunicar que
mortífera tarea. Peklevánov había iniciado la insurrección, que los
Mucho antes que resonase el grito de Vershinin: obreros estaban batiéndose con intrepidez, que "la
"¡Adelante, camaradas!", los mujiks se lanzaron al lucha es la lucha" y que Nastásiushka, la esposa de
asalto. Vershinin, detenida por los blancos, había sido
-Si tuviéramos cañones... recluida en los sótanos de la fortaleza.
-Siquiera uno... Vaska Okorok, herido en el pecho, deliraba.
-De momento, vamos a probar sin ellos. Vershinin, sentado junto a él, le había cogido la
-¡Porque necesitamos llegar a tiempo! -gritó mano; con la vista fija en su rostro redondo, de
Vaska-. ¿Verdad... Nikita Egórich? Lo prometido es pálidas pecas, y en sus cabellos, totalmente rojos,
deuda. quizá por efecto del sudor, comentaba triste:
-Desde luego, Vaska, desde luego. -De todas maneras, mejor es su situación que la
Partículas de plomo y de cobre, despedidas desde mía. ¿Quién acarreará tantas amarguras a los
las paredes de hierro, se precipitaban sobre los hombres? ¿Quién?
cuerpos y destrozaban los pechos, atravesándolos y Vaska abrió con dificultad los ojos; dibujando una
abriéndoles un ojal donde la muerte pondría su eterno sonrisa torcida, musitó con voz apenas audible:
botón. -Llevaba razón el chino, Nikita Egórich, en lo del
Rugían los guerrilleros: maquinista... ¡Con qué puntería... lo apiolamos!
-¡O-a-a-ao!... Después, de manera casi ininteligible ya, añadió:
56 Vsiévolod V. Ivánov

-Ése... quería... jugárnosla... incomprensible, le daba miedo entrar en él; por la


Y, sobreponiéndose al dolor, acabó de expresar su puertecilla se veía un retrato litográfico de Kolchak,
idea: un mapa del teatro de la guerra europea y el idolillo
-... Pero se... fastidió... de bronce que hacía de cenicero. El coronel presentía
que si entraba en el departamento rompería a llorar y,
Sudando a chorros y armando un enorme ruido acurrucándose en un rincón, como el gimiente
con los bidones, los soldados refrigeraban las perrillo, no volvería a salir de él.
ametralladoras junto a las troneras. Sus manos, llenas Continuaba el asalto de los mujiks.
de arañazos, tenían movimientos tímidos, presurosos, A Nezelásov le daba reparo reconocer que
y puede que hasta un tanto avergonzados. ignoraba cuántos asaltos había sufrido ya el tren; y
Estremeciase el tren con febriles sacudidas, y no era posible preguntárselo a los soldados, en cuyos
ardía todo él como un enfermo de tifus. ojos leía un odio implacable. No se habían apartado
Una oscuridad rojiza, de oscilantes coágulos, un momento de los cerrojos de los fusiles ni de las
llenaba el cerebro de Nezelásov. Un temblor cintas de las ametralladoras, y hubiera sido imposible
lacerante, mezclado con escalofríos, partía de sus apartarlos, pues al primer momento de raciocinio le
sienes como un punzante triángulo, cuyo vértice, habrían dado muerte. El coronel iba y venía entre
invertido, bajaba hasta su corazón para clavarse en él. ellos; la carabina, cuya culata le golpeaba la caña de
-¡Miserables! -tronaba el coronel-. ¿Qué hacéis? la bota, le parecía liviana como un junco. En
-Es que, mi coronel... ocasiones se le antojaba oír el rumor del viento en el
Nezelásov corrió hacia un soldado medio dormido bosque... Los soldados, sombríos y apáticos, batían la
y le dio una patada: oscuridad con fuego de fusil y ametralladora, cuyas
-¡Eh, so cerdo, aquí no se duerme! balas parecían horadar un gigantesco cuerpo que
-¡Estamos muertos de cansancio, mi coronel! gritaba furiosamente. Un soldado de cabello rubio
-Y no tenemos agua para los cañones. añadía petróleo al candil. El petróleo llevaba ya un
- Verdaderamente, se han recalentado -corroboró rato vertiéndosele sobre las rodillas. El coronel, que
Obab-. Es peligroso seguir disparando, mi coronel. se detuvo a poca distancia, percibió un leve olor a
-¡Yo no puedo ni dormir ni tumbarme! Siento en manzanas.
el cuerpo un enorme vacío. ¡Oh, Dios de los cielos! -Habría que dar de comer al perrillo -sugirió
A ver, el primer cañón, el segundo, el tercero, todos: atropellado.
¡Preparados para el combate! Doce grados, contra el El rubio soldado frunció los labios, obediente, y
terraplén, granadas rompedoras. ¡Fuego! se puso a llamarle:
Resonó una andanada. -Ps, ps, ps...
Sin saber él mismo cómo ni cómo no, vio que Otro, de manos muy finas, pero brazos
tenía en las manos una carabina de las que se usaban extraordinariamente cortos, que estaba poniéndose
en caballería, con el cerrojo extrañamente cálido y las botas, se llevó a la nariz un peal, lo olfateó un
corredizo. Nezelásov, rozando las puertas con la buen rato y dijo, muy tranquilo, al coronel:
culata, correteaba por los vagones. -Eso es petróleo, señor. En mi pueblo, la libra
-¡Miserables! –berreaba-. ¡Canallas! cuesta un rublo...
Le enfurecía no dar con una palabra que pareciese -¿Y qué?
una orden, y los insultos se le antojaban los más El soldado guardó silencio, aunque sus ojos
oportunos y los más fáciles de recordar. querían decir: "El petróleo está caro; cuesta a rublo la
Los mujiks proseguían el asalto. libra, mientras que la vida de un soldado no vale un
Por las aspilleras se veía correr cuerpos ochavo. ¿Por qué, mi coronel? Al fin y al cabo, son
encorvados que, llevando a su flanco los fusiles, ustedes quienes fijan el precio."
semejantes a listones de madera, atravesaban la -¡No os durmáis, malditos, no os durmáis! La cara
lejana maleza, enmarañada como un ovillo de lana. se te cae de sueño, soldado, pero no te duermas.
Tras los matorrales erguían su imponente masa los ¡Manténte en vela! ¡Están atacando! ¿No lo oyes?
bosques y las sinuosas lomas verdinegras, siempre de Nos atacan los guerrilleros.
un tamaño inesperado. Pero todavía más temibles que -¡Adelante, camaradas!
las enormes peñas eran las espaldas corvas ¿De quién era aquella voz? ¿Sería la de
(caparazones pintiparados) que corrían de un arbusto Vershinin? ¿O tal vez la de Peklevánov? ¡Cualquiera
a otro. Los soldados se atemorizaban y, para evitar lo adivinaba! En cambio, se sabía perfectamente de
que se oyese el ronco rugir de las breñas, procuraban quién era la respuesta: ¡de los guerrilleros!
ensordecerlo con fuego de ametralladoras. Una de Sobrepujando el estruendo de las ametralladoras,
éstas disparaba sin cesar, incomparablemente más y penetrando por los pequeños orificios de las
que las otras, contra los matorrales. El coronel troneras, retumbó en los vagones un pétreo y
Nezelásov pasó muchas veces, a la carrera, ante su formidable bramido:
departamento. Por efecto de una superstición -¡O-o-u-o!
El tren blindado 14/69 57

Y un leve lamento: Nezelásov estaba ciego.


-¡Ay, ay! -¡Jamás!
El soldado de la cara soñolienta dijo: -¿Qué dice, mi coronel?
-En la taigá rezan por ellos las mujeres. Por -Digo que jamás, Obab. ¿Vamos a permitir que
nosotros nadie rezará. nos asfixien con el humo como a simples mosquitos?
Y se dejó caer sobre un banquillo. ¡Ja, ja, ja!
Una bala le había entrado por un oído y le había El coronel cogió el teléfono:
salido por el otro lado de la cabeza abriéndole un -¡A ver! ¡Preparados los cañones! Granadas
agujero del tamaño de un puño. rompedoras contra el terraplén. Primera pieza,
-¿Cómo ven en la oscuridad? -extrañó se el segunda, tercera, ¡fuego! ¡Fuego, por vida del diablo!
coronel-. Allí hay hogueras. Aquí debe estar oscuro. Los cañones permanecían silenciosos.
Además, la humareda: están tratando de asfixiarnos El alférez arrancó el aparato de manos de
con humo. ¿No lo notáis? Nezelásov:
Hogueras en las tinieblas. Tras ellas, los sollozos -¡Rompedoras contra esos miserables! ¡Fuego!
de las mujeres. ¿O tal vez eran los montes los que -¡Ja, ja, ja! Duermen como troncos. Resulta que
lloraban? los artilleros prefieren dormir a salvar a Rusia.
"¡Monsergas! Lo que hacen los montes es arder." Bueno, pues que se vayan al cuerno. Habéis perdido
"No, ésa es otra monserga. Las que arden son las a Rusia por dormir, y yo se la entregaré a los
hogueras de los guerrilleros." americanos, o a los japoneses, o a quien pague mejor.
Un ametrallador, con el costado ardiendo, se echó Obab, apague la luz...
a llorar igual que un chiquillo. -Mi coronel... -farfulló desconcertado el alférez.
Un voluntario, viejo y barbudo como un pope, lo -Míreme a los ojos, Obab. ¿Verdad que estoy
remató de un pistoletazo. loco? ¡Ja, ja, ja! A ver, mi abrigo…
Al coronel le entraron ganas de gritar, pero, sin Obab le ayudó a ponerse el abrigo. Nezelásov
saber él mismo por qué, guardó silencio y se limitó a echó mano a la carabina, se llenó de cartuchos los
pasarse las manos por los párpados, de una tersura de bolsillos y hasta se metió algunos en el seno:
papel. Tenía novia en la ciudad y, probablemente, en -Abra la puerta sin hacer ruido y sólo lo suficiente
aquel momento, ella... para que yo pueda salir de costado. Le deseo suerte,
La noche tocaba a su fin. Pronto saldría el sol. La alférez. Regresaré dentro de un par de horas, o quizá
novia estaba leyendo un libro. Se había dormido dentro de una, trayendo conmigo al maquinista de
sobre sus páginas. Tenía los párpados húmedos de uno de los trenes de proyectiles.
sueño. -¡Por vida de Dios! ¿Cómo no se me habrá
El soldadillo rubio dormía a la vera de la ocurrido tal idea?
ametralladora, y el otro disparaba soñoliento. Aunque Obab apagó la luz y entreabrió la puerta.
tal vez no fuera su máquina la que disparaba, sino la Nezelásov sacó la cabeza y después un hombro.
del vecino. O quizá también la del vecino permanecía Por fin, dijo en un susurro:
amodorrada, mientras su servidor gritaba: -Un poquito más...
-¡Allí, allí! Resonó un disparo en la oscuridad. El coronel
"¿Qué libro podría leerse en una noche como cayó murmurando:
ésta?" - Buen tirador; estupendo...
Un dolor intenso le subía a Nezelásov de la Obah se apartó de un salto de la puerta y se
garganta al mentón; el coronel sentía como si le apretujó contra la pared opuesta. No le quedaban
arañasen la piel con un clavo. De pronto vio a muy ánimos para cerrar.
pocos centímetros de su rostro unas manos de largas La puerta iba abriéndose más y más, como por sí
y sucias uñas que temblaban estremecidas. ¿Sería sola.
Obab? -Se acabó -masculló el hijo del tendero-. Está
Después se olvidó. Olvidó mucho aquella noche... visto que debo despedirme de condecoraciones, de
Unas cosas hay que apartarlas de la memoria; de lo tierras y de honores.
contrario, resultaría demasiado angustioso llevarlo -Por fin nos encontramos, alférez Obab, Iván
todo en ella... Aristárjovich, asesino de mujiks. A ver, sal a hablar
Súbitamente se hizo el silencio... con los aldeanos, que te estamos esperando.
Callaban los matorrales que rodeaban los -Sal de ahí...
vagones. Había que descabezar un sueño. ¿Era "¿Será Vershinin? ¡El mismo!"
mañana o tarde? No conviene recordar todos los días. -Baja ese revólver, Iván Aristárjovich, que no es a
Ya no tiraban desde los montes. Junto al terraplén ti a quien toca disparar. ¿Me oyes?
yacían, yertos y ensangrentados, mucho mujiks. Por
supuesto, debían de estar incómodos. Nezelásov experimentó un mareo repentino. Las
Pero allí, junto a sus ojos, reinaban las tinieblas. náuseas le revolvían el vientre y le afectaban también
58 Vsiévolod V. Ivánov

las piernas, los brazos y las espaldas. De pronto se le barbudos! Las balas rebotaban en el suelo, pues de no
hundieron los hombros, la hierba se le escapó de haber sido así...
debajo de los pies, y se doblaron sus rodillas. El coronel Nezelásov estuvo disparando a lo loco,
El coronel vio ante sí un camisote felpudo, un contra las tinieblas, hasta que se le acabaron los
galón ensartado en una bayoneta y un trozo de cartuchos. Mejor dicho, quiso disparar, pero su mano
carne... era incapaz de alzar la carabina.
Era carne suya, del coronel Neze!ásov... Abandonó el arma. Rodó desde la pequeña loma a
"Albóndigas de cerdo... Restaurante Olimpia... Un un matorral y, hundiendo el rostro en el suelo, expiró.
negro mejicano dirige una orquesta rumana… Un Su ataque había terminado.
pobo... El otoño... Os quedo agradecido, Rusia...
mundo… eslavismo entero... por este silencio... CAPÍTULO IX. E LA VIEJA FORTALEZA
Silencio en toda la tierra…" -desvarió. Y E SUS ALREDEDORES
-¡Fuego, duro con ellos, zurradles de firme! ¿Porqué callas, bonita? ¿Por qué callas? -preguntó
Gira, da vueltas, se parte en trozos la peonza... Von Kün amablemente, aunque en voz alta, como
No estaba el tren blindado sobre el terraplén. Por ordenaba el reglamento.
consiguiente, debía de ser noche. Palpando el espacio El escribano y el médico de la prisión se
que tenía bajo su mano, encontró el coronel cabellos mantenían a cierta distancia, junto a la puerta de la
humanos llenos de sudor. La mitad de la oreja que le larga cámara. Von Kün los miró y exhaló un suspiro.
quedaba parecía de paño; estaba como desgarrada Ambos callaban. ¿Por qué abrían aquellos ojos? ¿No
con un clavo... se estaba portando con la debida severidad?
Tenía en la mano un tallo de arbusto. Podía Metiéndose las manos en los profundos bolsillos, el
cortarlo y hasta metérselo tranquilamente en la boca. interrogador recorrió la estancia.
Aquello no era la oreja. Por la ventalla se divisaba el mar. Todos creían
Llevaba la carabina al hombro. ¿Quería decirse que los calores tocaban a su fin, pero se había
que se había marchado del tren? presentado un día de bochorno. Dijérase que no
Nezelásov se alegró. No recordaba dónde se había existían ni la niebla, ni los vientos fríos, ni las
provisto de aquel cinturón de municiones que tenía lluvias. Sin embargo, al atardecer comenzaron a
ceñido por encima de la guerrera. enfriarse de tal manera el malecón, las calles y las
Concibió súbitamente la esperanza de salvarse. casas, que todo el mundo se olvidó del calor. Los
"¡Estoy vivo, estoy vivo! Me abriré paso. Llegaré." botes de conserva vacíos relumbraban a través del
Pero se echó a reír: "¿Adónde? Al fin y al cabo, da agua transparente y opalina, ele aspecto puramente
igual." otoñal. Las sombras imprecisas de las cañas de
El matorral vecino despedía un acre olor a sangre pescar oscilaban entre las virutas que flotaban sobre
caliente. De los montes vecinos soplaba un viento una finísima capa de petróleo. No se veía a ningún
negro y punzante que penetraba entre el ramaje, largo pescador. Por lo demás, para eso están las cárceles:
y húmedo. ¿Húmedo de sangre? ¿De sangre de para que desde ellas no se vea la gente.
quién? ¿De él mismo? No, de Obab. -¿Por qué callas? Sabemos muy bien que eres la
"Pasó Obab a rastras con el perrillo bajo el brazo. mujer de Vershinin...
Su pantalón de montar se asemejaba a las ruedas de ¿Qué más hubieran querido ellos! Nada sabían.
una carreta. ¿De manera que también estaba vivo? Sencillamente, el mando, que desconfiaba del
El soldado rubio se cuadró marcialmente y coronel Katin, había decidido enviar al interrogatorio
preguntó en voz baja: a Von Kün, quien, a su juicio, se distinguía por su
-¿Ordena que pongamos el tren en marcha, mi escrupulosidad y no era propenso a las componendas.
coronel? Quizá no lo fuera. Pero, por desgracia, Von Kün no
-¡Vete al diablo! creía que aquella campesina, con su humilde vestido
La evacuada del abrigo marrón le musitó al oído: de percal y su toquilla de lana gris sobre los
-¡Ahí vienen, ahí vienen! hombros, fuese la esposa del ya célebre Vershinin.
De sobra sabía Nezelásov que venían. ¡Era el ¿Qué necesidad tenía éste de haberla enviado a la
ataque! Necesitaba ocupar una posición ventajosa. ciudad, exponiéndola a tan graves peligros? El
Arrastróse hasta un alto. nombre del marido corría de boca en boca, y era
Levantó la carabina. Disparó... Mejor dicho, quiso natural que parasen su atención en ella hasta personas
disparar... que jamás la tuvieron en cuenta para nada.
Le faltaba una mano, al parecer. Podría tirar de El médico de la prisión, bilioso, fofo,
rodillas. Pero así no vería el punto de mira... "¿Por aguardentosa la voz, tocó ligeramente en el codo a
qué no se me ocurriría disparar en el tren y aquí se Von Kün y, con la mirada, le hizo seña de que
me ha ocurrido?" -siguió su delirio. saliese.
Estaba solo, y los enemigos se acercaban Una vez fuera, le dijo quedo:
arrastrándose... ¡De ellos eran aquellos canallas -Creo que basta. A mi juicio, su demencia es
El tren blindado 14/69 59

pasajera. No la asustemos, Mijal Mijálich. suficientes proyectiles. Al coronel Nezelásov le


Atravesaron el pasillo. El coronel Katin los sobran. ¿Me entiende usted?
esperaba en un alto y luminoso aposento al que se -Ni palabra.
daba el nombre de Sala de Separación. Al ver el -El poder debe hallarse en manos de rusos
semblante apático y decaído de Von Kün, se mordió auténticos. ¿Me comprende ahora?
los labios y dijo: -No.
-Al parecer, Mijal Mijálich, no ha sacado usted la El coronel Katin lo comprendía todo
convicción de que esa lugareña sea la mujer de perfectamente, como también comprendía que las
Vershinin. ¿Quién tuvo tal ocurrencia? intrigas y los golpes de estado eran una calamidad
Von Kün repuso secamente, con una ligera siniestra. ¿Hasta cuándo iba a durar semejante
irritación: situación, Jesús? ¿Para qué tanta conjura si nadie
-El mando recibió una confidencia de los agentes. podía conjurar el tifus? ¡Dios santo, qué retruécano
-¡Una confidencia, una confidencia! ¿Y no le han tan estúpido y tan vulgar le había salido!
dicho a usted que el señor Karantáiev se ha Katin corrió a la ventana y se asomó. Respirando
ahorcado? ansiosamente, lanzó una mirada obtusa a la muralla
-¿Qué señor Karantáiev? de la fortaleza, otra vez envuelta en la niebla.
-Pues el señor Karantáiev: el ministro de Varia cogió perezosamente un libro y tomó
Hacienda de nuestro gobierno. He pasado por su asiento en el diván. Al oír el roce del papel, el
casa. Tenía la frente fría y dura como la tela de la coronel volvió la cara. La joven, con su anterior aire
mortaja que le han puesto. Si, señor. En la descuidado, le dijo:
información oficial, como es de suponer, no habrá la -El mejor y más concienzudo médico de la ciudad
más mínima alusión al suicidio. Aquella casa huele es Sotin. Solamente él sería capaz de definir si el
ya a incienso; el sacristán recita salmo tras salmo; en estado de esa mujer es normal.
la catedral ensayan los cantores, y el campanero se -¿El de qué mujer?
escupe en las manos, preparándose para darle de -El de esa que dicen que es la mujer de Vershinin.
firme a la cuerda. Sotin debe ayudarle a usted.
-Me ha dejado usted estupefacto, mi coronel. -¡Nunca! Vérochka tiene cuarenta grados de
-A mí me asombró la noticia no menos que a fiebre, y él es el doctor que la cuida. ¡Nunca!
usted. Además, su Nezelásov de usted no pasa de ser un
-Por desgracia, las confidencias de los espías son charlatán.
siempre dudosas -prosiguió-. A propósito, Varia se levantó de su asiento y replicó con mayor
comunique a sus agentes que los barcos americanos y frialdad aún:
japoneses van acercándose a la ciudad, lo mismo que -Coronel, si mi prometido es un charlatán, usted
el tren blindado del capitán..., es decir, del coronel sólo quiere salvar su pelleja. Nezelásov le fusilará.
Nezelásov. Que difundan el rumor. -Y, tras un breve Acuérdese bien.
silencio, añadió angustiado-: Mi hija tiene cuarenta -La pelleja lo será usted. Entérese de una vez.
grados de fiebre. Mal veo las cosas, muy mal... ¡Dios de los cielos, qué acto tan necio, tan ruin y
Cuando se hubo separado de Von Kün, el coronel tan imperdonable! Katin corrió en pos de Varia.
volvió a morderse los labios, lanzó un profundo En el porche oyó el rudo estrépito de unas ruedas
suspiro y, como a regañadientes, penetró en su casita. sobre el empedrado: el capitán Petrov, que se dirigía
En la sala de estar le esperaba Varia, quien le a la ciudad, había ofrecido a Varia un sitio en su
anunció que, al parecer, el estado de Vera había coche. Retumbó la campana de la catedral. ¿Estarían
mejorado: tenía menos fiebre, respiraba con más ya enterrando al ministro suicida? Un poco pronto
facilidad, y había desaparecido el intenso sudor. parecía.
-¿No será la crisis? -conjeturó. El doctor Sotin, cabizbajo y como conteniendo el
-Estamos muy lejos de ella, Várenka; muy lejos. aliento, caminaba lentamente, atento al repique de la
-¿Ha leído usted, coronel, el telegrama de campana.
Nezelásov respecto a Vershinin? -¿Qué tal se encuentra nuestra enferma, coronel?
-¿Por qué se inmiscuye usted en los asuntos de la -Mal. -Y de pronto, inesperadamente para sí
guerra, Varia? mismo, Katin sugirió-: Antes de ver a mi hija, le
-Cada uno de nosotros debe ayudar al mando en la rogaría que entrase allí, a reconocer a una reclusa.
medida de sus fuerzas. Incluso propagando bulos. Así diciendo, señaló a la prisión.
-Lo que yo debo hacer no es propagar bulos, sino -En la cárcel tienen su médico, mi coronel.
imponer el orden, y, como representante de la -Está enfermo. Además, dudo que otra persona
autoridad... que no sea usted consiga descifrar este enigma. La
-¿De cuál? -inquirió Varia con frialdad-. ¿De la mujer de un importante general, destinado
que sólo figura sobre el papel o de la que existe actualmente en el Japón, desapareció un buen día. Se
realmente? La autoridad está en manos de quien tiene supone que la raptaron los guerrilleros y que allí
60 Vsiévolod V. Ivánov

perdió la razón. Creo que se trata de ella... ¡Peklevánov está en su poder! Estupendo. ¿Por qué
Sotin bajó la cabeza más todavía: estupendo? Pues porque de los depósitos ferroviarios
-Dispénseme, coronel. Esta ciudad es pequeña; a la fortaleza van unos raíles. Si los blancos
vivimos en guerra, y los vecinos como yo sabemos esperasen la irrupción de Vershinin con el tren
muchas cosas. blindado, ordenarían destruir esta vía, pero como
-Magnífico. Conque ¿no tengo que explicarle Vershinin, según ellos, es ahora amigo de Nezelásov,
nada? y los blancos esperan a ambos, no levantarán los
-Casi nada. raíles, y nuestro tren blindado podrá llegar hasta las
El doctor alzó la frente y añadió: mismas puertas de la fortaleza. Deme otro cigarrillo.
-Pero yo sí tengo algo que explicarle: el solo "¿Habrá atravesado sin novedad los huertos o...?"
hecho de expresarle a una humilde campesina la -pensaba mientras tanto Masha, de pie en el porche,
sospecha de que ella es la mujer de Vershinin puede con la vista puesta en las blanquecinas sombras del
provocarle la demencia. ¡Comprenda usted la ocaso. La niebla iba arremolinándose en el arquillo
crueldad de semejante actitud! Y encima quiere usted de mampostería del portalón, a través del cual se oía
que yo "la identifique..." el trepidante ruido del motor de una lancha en el mar.
-Como la salud de mi hija está en sus manos, La lancha salía a las seis en punto. "¿Te has dado
abusa usted del respeto que le profeso. cuenta, Masha? ¿Comprendes ahora que un
-Del tratamiento de su hija seguiré ocupándome, bolchevique, por orden del partido, debe sacrificarlo
pero en la cárcel no entraré. todo, incluso la vida, en cualquier momento? Tú, en
-Acabaré deteniéndole. cambio, apoderándote de la llave, te empeñas en tu
-Hay tifus en la ciudad, y no se atreverá usted, idea: "¡No te dejaré salir!" Eres la mujer de un
porque no tiene derecho a detener a un médico. bolchevique, y debes comprender..." -"Sí, sí, ya lo
-¿Dónde está su hija? comprendo. Toma la llave"-. "¿Qué pasa? ¡Uf, qué
-En casa de unos amigos, fuera de la ciudad. diablo! Voy a salir por la ventana. Procura
-¿Cómo se llaman esos amigos? ¿Por qué no entretenerle." ¿A quién? Debía de ser al que se
contesta? ¿No se trata de Peklevánov? aproximaba con la cesta de flores (¡a las seis de la
Cuando Sotin, tras de reconocer a Vera, dictaminó mañana!) al porche de la casa.
que la enferma se hallaba verdaderamente muy -¿Qué se le ofrece?
mejorada y que no padecía tifus, sino unas fiebres, el -Nada, nada -contestó el japonés y, tirando las
coronel Katin, dando un suspiro de alivio, profirió: flores, irrumpió en la habitación para volver a salir
-Es una situación diabólicamente estúpida, doctor; disparado y echar a correr por los huertos.
pero me veo obligado a detenerle. De todas maneras, -Oiga, ¿y la cesta?
habría sido peor que le arrestase el Estado Mayor; yo, Masha cogió el revólver y se lanzó tras el japonés.
por lo menos, no voy a fusilarle. "Procuremos no armar ruido ni dar un escándalo..."
-No blasone de bondadoso -repuso el médico
contrayendo los labios en una risilla forzada-; firme -¡Qué tíos! ¡Son unos demonios! Heridos y todo,
la orden de detención y llame a su ayudante. conducen la máquina.
-¡Bushman! -Yo estoy sano y salvo, abuelo -replicó Misha el
-Eso es, eso es. estudiante.
Antes de trasponer el umbral, Sotin se detuvo y -No, si me refiero a ése -indicó el vejete a Vaska
dijo a Katin, mirándole a los ojos, fríos y serenos: Okorok-. Ahí lo tienes, dando órdenes; y parece un
-Ahora que ya me ha detenido, coronel, voy a entendido...
refutar mi premeditada mentira: su hija no tiene unas -El que entiende es Shurka; yo es por puro
simples fiebres, sino verdadero tifus. Tendrá usted pasatiempo.
que mandarme fusilar. Shurka, el ayudante del maquinista, herido y
-¡Infame! cubierto de vendajes, observaba las maniobras de
-Todavía está por ver quién es el infame. Misha el estudiante desde un sillón traído del
Al quedarse solo, el comandante contempló a su departamento de Nezelásov. La locomotora silbó.
hija, cuyo rostro ardía, y se preguntó a sí mismo: Sonó el teléfono. Se puso al aparato Vaska
"Verdaderamente, ¿quién es el infame?" Okorok, oyó lo que se le decía y respondió:
-Imposible correr más, Nikita Egórich. -Pero, sin
Atravesando huertos y buscando con la vista la soltar el auricular, preguntó a Misha-: ¿O a lo mejor
silueta de los depósitos ferroviarios, Peklevánov se puede? ¿Me entiendes?
decía a Znóbov: -Claro que se puede. Para algo han de servir mis
-Las argucias, ¿sabe usted?, son una arma de dos estudios en la Escuela de Peritaje.
filos. Nezelásov ha hecho correr la especie de que -Aceleramos la marcha, Nikita Egórich,
Vershinin ha prometido entregar a Peklevánov, y el El tren blindado, aumentando la velocidad por
Estado Mayor de los blancos se ha tranquilizado: momentos, volaba entre los abruptos peñascos que
El tren blindado 14/69 61

pendían sobre la línea férrea. ¡Una cinta!


Vaska Okorok adelantó a un vejete barbilampiño ¡O-o-o-o!
y penetró en el departamento donde, hasta poco -¡Aprieta, Gavrila!
antes, solía arrellanarse el capitán (o coronel, ya daba -¡A-a-a!...
igual) Nezelásov: Una cinta.
-¡Cómo corremos, Nikita Egórich! De fijo que nos Sobre el tren blindado 14-69 tremola una bandera
tragamos cien verstas a la hora. roja. ¡Una cinta!
-Gracias a Dios. Ahora está aquí la rueda; dentro de un minuto
-Esas gracias no las das de muy buena gana. estará dos verstas, tres verstas más adelante. Los
-Quizá por no ser buen creyente. Mas Él me raíles guardan silencio; perplejos de asombro, no
perdonará, pues es misericordioso. zumban. Callan.
Misericordioso, pero no tanto. Vershinin, al -¡Ah!
quedarse solo, se acordó de su mujer, de la dulce Tra-ta-ta... Tara-ra...
expresión de su rostro, de su blanco cuello, de sus -¡Cualquiera lo entiende!
bien trazadas cejas y de sus ojos, semiocultos tras -Un momento: por la mirilla entra humo. ¿Será de
unas pestañas que acaso no las hubiera ni en el la locomotora?
Paraíso. Si, al menos, Nastásiushka hubiera dado con -¡Los blancos tratan de asfixiarnos con humo,
Peklevánov para que retrasara la insurrección un par camaradas! ¡Acabemos con ellos!
de días... Pero ¿y si no llegaban a tiempo los -Acaba tú de gruñir, imbécil. Es un túnel.
guerrilleros con el tren? -¡Ah!
-Nikita Egórich, dicen los mujiks que el alférez -De qué buena gana vería el túnel.
ese tenía aquí un pantalón de repuesto. -¿De noche lo vas a ver?
-Bueno ¿y qué? Unos calzones no son una bomba, -Pues es verdad: es de noche.
que puede estallar... -Está amaneciendo.
-Pero es que yo me los probaría: me da la -Camaradas, por orden de Peklevánov llevamos
impresión de que me vendrán a la medida. detrás de nosotros los trenes de proyectiles. ¡Todos,
Ante la puerta del departamento, el vejete sin faltar uno solo! Eso bien merece echar un trago.
barbilampiño, probándose los anchísimos y azules -Muchachos, dadle a éste un cubo de agua.
pantalones de montar del alférez Obab, gritaba con -¿Cómo la quiere usted, de la fuente o del lago,
pueril regocijo: caballero?
-¡Qué tío! Pero si esto es enteramente una saya... -¡Ja, ja, ja!
Y deja las pantorrillas al descubierto. ¡Vaya chasco! En seguimiento del tren blindado salen del túnel
Ceniza sobre la mesilla. Entra una gran humareda. los convoyes de proyectiles. Guerrilleros
Las ventanillas están de par en par. Las puertas, ennegrecidos por el hollín de la locomotora montan
de par en par también: los baúles abiertos. guardia arriba de los vagones, junto a las
El dios tibetano yace en el suelo, lleno de ametralladoras. Se miran y sueltan una carcajada.
escupitajos, y sonríe lastimero. ¡Qué chusco y qué -Aquí revienta uno, ¡qué diablo!
ridículo! -Dicen que Nikita Egórich va muy triste.
Más allá del terraplén, otro dios va emergiendo -¿No echará de menos a su mujer?
desde detrás de las colinas. Es amarillo, redondo y -¿Qué graznas? Ahora tendria todas las mujeres
cascabelero... que se le antojaran... ¿Quién te da derecho a...? Mira
Las jugosas yerbas son negras. que te rompo los morros.
Relucen como la mirada del hombre harto y -Pues tú, antes de abrir el pico, muérdete la
satisfecho. lengua, no sea que te la corte yo. A mí no hay quien
-¡O-jo-jo! me moje la oreja, y estoy por la verdad. El propio
-¡Ya han llevado lo suyo esos demonios! Dios me protege con su mano...
-¡Y lo que te rondaré! -¡Oh!
Los mujiks se habían subido a la locomotora; -¡A ver si os calláisl
dijérase que sus cuerpos, cálidos y ebrios de victoria, -¡O-oh!
se habían adherido al acero. El retrato de Kolchak anda por los suelos. Las
Uno de ellos, de camisa roja, amenazaba con el órdenes andan por los suelos. Los periódicos andan
puño alzado: por los suelos...
-¡Te enseñaremos lo que es bueno! La gente no repara en el suelo; anda por él, mas
¿A quién? ¿Quién? no lo siente.
Nadie lo sabía. . -¡A-a-a!
Pero siempre hay que amenazar. ¡Siempre! El 14-69 lleva encima una bandera roja.
Una camisa roja, una cinta roja sobre un capote -¡Ah!
gris. Colosal y majestuoso, flota en el viento el tren, un
62 Vsiévolod V. Ivánov

trozo de paño rojo, ensangrentado, vivo, ululando: -¡Ja, ja, ja!


¡O-a-o! -Ya tendremos tiempo de reír en la ciudad, en la
-En América menudean las huelgas. fortaleza.
-Ya lo sé... Yo mismo he estado haciéndole
propaganda a un burgués americano. ¡Ay, mi tartana americana!
-Han aprendido... …………………………..
-Y en Inglaterra, camaradas. El tabaco se ha acabado,
el uniforme está usado,
¡ARRIBA, PARIAS DE LA TIERRA! los galones se han caído
y el gobernador ha huido…
-¡O-o-o!
El tren blindado sale del túnel y vuela por la orilla Al otro lado de la puerta, alguien lloriqueaba con
del mar. ebrias lamentaciones:
-Esos canallas... mataron a Sin Bin-U... Para
Ay mi tartana... vengarlo, tengo que abrir en canal a cinco de ellos...
Malditos sean...
Vershinin, Vaska y unos cuantos guerrilleros más, -Que se vayan al... esos perros...
sentados en el departamento que perteneciera a -Ya les daré yo lo que se merecen, para vengar al
Nezelásov, juegan a las cartas, a "la nariz". Gana chino...
Vaska: Vershinin se asomó: uno de los que se lamentaba
-A ver, Nikita Egórich, pon la nariz. era el vejete barbilampiño. Nunca había mostrado
-¡No me mates! -sonríe con desgana Vershinin. mucho afecto a Sin Bin-U, pero de buenas a
El tren silbó y se detuvo. primeras, todo salía a la luz. Sí, muchas cosas se
Cesaron las canciones. revelaron aquella noche. ¡Qué mirada tan emotiva la
-¿Qué pasa? ¿Quién va? -inquirió el jefe. de aquellos ojos de entornadas pestañas!
Entró presuroso Misha: -¡O-o-o! ¡Yoy!
-Ha llegado un enlace de Peklevánov, Nikita -Senka, Stiopka, Kikimora...
Egórich. La insurrección ha estallado en todas -A ver, un cuento.
partes... Estos hombres, revestidos de acero, tienen el
Vershinin cerró los ojos: rugido bronco y parecen ufanarse de ello; se doblan
-¿Nos hemos retrasado? las aceradas placas, tiembla la enorme máquina, y las
-El comité revolucionario, camaradas, con la tinieblas se expanden como una mancha de aceite:
intención de… -¡U-o-u-a! ¡U-u-u-u!
-¡Ya lo sabemos! ¡Es el tren blindado 14-69!
-Basta ya, que también yo tengo ganas de gritar: -Toda la línea lo conoce, la ciudad toda, Rusia
entera... De seguro que en el lago Baikal y en el río
Ruiseñor, ruiseñor, pajarillo; Obi es ya célebre nuestro tren.
¡canario mío! -¡Desde luego!
Las cintas de ametralladora yacen en el suelo. Los
Vershinin está tendido en el camastro. Su cartuchos recuerdan el grano esparcido. Sobre las
respiración es profunda y acompasada. Arde por bocas de las máquinas de guerra sécanse al sol las
dentro. Su aliento caldea el departamento, aunque la ropas de los guerrilleros. Hay en sus cañones sangre
puerta está de par en par. Se respira un ambiente seca, semejante a vieja seda color de burdeos.
pesado, enrarecido con el sudor de los mujiks. -Pues bien: una vez iba por tierras del Turquestán
-¡Mísha, Shurka! ¿Quiénes sois vosotros? ¿Los el Sha de Persia cuando se encontró con la reina de
maquinistas de los trenes de proyectiles? Oídme Inglaterra...
bien: o estamos allí dentro de cinco horas, o se acabó -¡Mira qué ladino!
nuestra historia para siempre. ¿Es que no vamos a ser -Cierra el pico y no molestes.
capaces de dar ese ejemplo? Aunque las locomotoras Escuchan todos con ávida atención. Aunque han
queden hechas papilla, tenemos que llegar. oído el cuento mil veces, quieren que se repita.
Requisaremos por el camino carbón o leña; Una estación. El tren blindado levanta una ráfaga
derribaremos casas para alimentar las calderas o de viento frío que recorre el andén. La luna es
haremos lo que sea, pero hemos de llegar a la ciudad. pequeña y como además está velada por las nubes,
Estamos salvando el país, ¿entendido? sus rayos no pueden abrirse paso. La estación
-Entendido, Nikita Egórich. aparece sombría, como entristecida. Zumban las
-Llevaremos nuestra carga. moscas en los destrozados marcos de las ventanas;
-Y todos los convoyes irán en línea, como va la hace frío en la desierta cantina; ulula el viento, y la
gente a comulgar. plazoleta de delante de la estación está llena de
El tren blindado 14/69 63

hogueras. Alrededor de ellas, en las calles poco!


requemadas, se ven unas tiendas extrañas. ¡Oh, son Los guerrilleros traían conducido a un oficial con
los japoneses! cara de niña, que venía sollozando. Lloraba también
-Desean parlamentar, Nikita Egórich. como una chiquilla: retorciendo los ojos y los labios.
-Pues que vengan. Un mujik que llevaba un saco sucio y vacío
Un oficial nipón, saliendo de entre las tinieblas, se suspendido del brazo, se acercó al oficial y, con la
acercó al tren con andares acompasados y extraños. mano libre, le asestó un puñetazo en la cara:
Se traslucía en él una fuerza exótica, oculta en la -¡Para que no lloriquees!
oscuridad, que producía a un tiempo hilaridad, frío y Entonces, uno de los de la escolta, como cayendo
temor. súbitamente en la cuenta de algo, levantó ambos
Vershinin salió a su encuentro. brazos y, dando un salto como en un ejercicio de
El oficial le tendió, rápido y diligente, la mano y esgrima de fusil, hundió la bayoneta en el pecho del
pronunció en ruso, deformando adrede las palabras: oficial.
-Nosotlos, neutlalidat... Otra estación.
Acto seguido, elevando el tono, dijo algo, sonoro Un farol amarillo, unos rostros amarillentos y una
e imperativo, en japonés. Su voz denotaba desprecio tierra negra.
y una especie de tedio incomprensible. La noche.
Vershinin replicó: -Somos neutlales.
-La neutralidad está muy bien, pero ¿son ustedes -Muy bien; marchaos, pues, a vuestras islas.
muchos? -Es olden del Mikado.
-Veinte mil... -afirmó el japonés. -Estupendo. Adiós, que tenemos prisa.
-¡Pues nosotros somos un millón, so canalla! - -Adiós, señor comandante -respondió el oficial
intervino Vaska Okorok señalando a su herida con no japonés con una sonrisa extraña y lastimera.
se sabe qué intención. "¿Qué le pasará? ¿Tanto les habremos asustado?
-¡Cálmate, Vaska! no te precipites -le aconsejó Ni yo mismo me lo creo. No, lo que le sucede,
Vershinin y, tornándose hacia el japonés, le dijo-: No probablemente, es que está enfermo", pensó
tocaremos a ninguno de vuestros veinte mil hombres, Vershinin mientras se dirigía a la oficina del tren
pero hay entre ustedes uno, el capitán de caballería blindado.
Ribakov, que debéis entregárnoslo, o se acaba la -Apunta lo que voy a decirte.
neutralidad. ¿Qué le parece? El escribano, borracho, no le entendió. Por otra
-No tenemos Libakov. parte, ¿quién entendía nada de lo que pasaba?
-Bueno, allá ustedes. Si no lo tienen, tampoco -¿Qué?
tendrán neutralidad. Vershinin permaneció pensativo un instante.
-No; nosotlos somos veinte mil. Había que hacer algo; necesitaba decir algo a
El nipón dio media vuelta al estilo militar, con alguien...
tieso destaque de su figura grotesca y peregrina, y se -Escribe... -pronunció haciendo un esfuerzo.
retiró. Y el obeso escribano, con letra tan ebria como él
Vershinin, virando también en redondo, repitió las mismo, empezó a escribir:
palabras de Vaska: "Orden. Por disposición..."
-¡Pues nosotros somos un millón, so canalla! -Nada de órdenes. Escribe: "Puesto que hemos
Y escupió su ira en la palma de la mano, diciendo: dado palabra de llegar dentro de cinco horas, lo
-¡Y todavía, el muy bribón, se atreve a haremos aunque tengamos que pasar por encima de
estrecharme la mano! nuestros propios cadáveres. Lo único que se precisa
-No va a quedarnos otra solución que colgarlos a es que tú resistas, Iliá Guerásimich". ¿Te parece
todos. bien?
-Soltarles una descarga con todos nuestros -Magnífico -asintió el escribano y se durmió al
cañones. instante, apoyando la gorda cabeza en una frágil
Los guerrilleros reclamaban: mesita, donde se veían huellas de chinchetas clavadas
-Ordena atacar, Nikita Egórich. y manchas de tinta azul.
-¡Hay que hacer fuego! Quedaron, pues, sin anotar las palabras de
De pronto, sofocado de júbilo, Vershinin señaló Vershinin, como tampoco se escribieron tantas de
con el dedo al extremo del andén: las cosas acaecidas en aquellas asombrosas jornadas.
-¿No lo conocéis? El viejo Filónov, con su sempiterno atadijo en la
-¡Es Ribakov! mano, pasaba por delante del depósito de
-Nos han entregado al capitán... ferrocarriles. El cerrajero Lijántsev le salió al
-Nikita Egórich -se oyó una voz al fondo del encuentro:
andén-. ¡Traemos al asesino!... -Debes entrar en el depósito, Filónov. Es una
-Echaremos una parrafada con él. ¡Eh, aguarda un misión honrosa.
64 Vsiévolod V. Ivánov

-¿Qué me importa a mi la honra? ¿Y de quién es -Hemos llegado a nuestro destino -dijo Znóbov-.
la misión? -inquirió tristemente Filónov-. Le he Al parecer, todo ha salido a pedir de boca, gracias a
llevado a mi hijo unas empanadillas y no me las han Dios.
admitido. Quise ver al comandante, pero no me A sus espaldas, desde detrás de una esquina,
permitieron ni siquiera entrar en la fortaleza. alguien disparó un tiro que retumbó como un trueno.
Lijántsev se llevó a Filónov junto a la sirena del Znóbov, volviéndose instantáneamente, descargó su
depósito: pistola. El japonés de las flores se desplomó con la
-¿Está claro? celeridad de quien recibe un violento empujón. Pero
-¿Qué? no era Znóbov quien le había alcanzado con su
-Mira, Filónov: por ser tú quien más ha sufrido las disparo: torciendo la misma esquina, apareció Masha
arbitrariedades de los guardias blancos, se te ha con el revólver en la mano:
confiado tocar la sirena, dando la señal para la -¿He llegado tarde?
insurrección. -¿Qué dices, Masha! ¿Y por qué has venido?
El viejo movió la cabeza negativamente: -¿Estás herido, Iliá?
-Conmigo no contéis. Aunque me lo ordenara el -Sí; parece que la bala me ha rozado -declaró
mismísimo Peklevánov, me negaría. Peklevánov como disculpándose-. Sosténgame,
-¿Te has vuelto loco? Semiónov. Todavía estoy en condiciones de
-Los que os habéis vuelto locos sois vosotros. Yo pronunciar el discurso que he preparado… Le ruego
tengo un hijo preso en la fortaleza. Si la asaltáis, los que abra la sesión cuanto antes y que me conceda la
invasores lo fusilarán. ¿No os da lástima de él? palabra el primero... La insurrección ha de comenzar
-Verdaderamente, éste no puede dar la señal; aquí, en el depósito...
significa la muerte de su hijo. -¡Yo no toco la sirena!
La multitud obrera se alborotó: los unos por Por el portalón del depósito sacaron en una
simpatía; los otros con indignación. camilla el cadáver de Peklevánov.
-¡Él no es el indicado! Filónov contempló estupefacto la cara del difunto,
-¡Da la señal, Filónov! Hay que comprender las mientras el mazo se le caía de entre las manos. Tras
cosas. de palpar el cuerpo sin vida, atronó el depósito con
-Debes tocar la sirena, abuelo. ¿Qué le vas a un grito: "¡Lo han matado! ¡Han matado a
hacer? Son cosas de la guerra. Peklevánov!"
Filónov, asiendo un mazo que yacía en el suelo, El zumbido de la sirena voló sobre el depósito y
se apretó contra la sirena, la cubrió con su cuerpo, sobre la estación.
alzó el mazo y rugió: Los obreros, a tiros y a bombazos, se abrían
-Ni yo toco ni os dejo hacerlo a vosotros. camino, por la vía del ferrocarril, hacia los arsenales
El viejo ferroviario Vasin sacó un revólver: de artillería.
-Hemos trabajado juntos veinte años, Filónov, y -¡Han matado a Peklevánov!
nunca hemos ni siquiera discutido. Fui yo quien -¡Lo que pretenden es amedrentarnos, camaradas!
propuso que te dieran la misión de tocar la sirena, y -¡Pues van arreglados!
ahora resalta que te niegas… -¡Los cadetes!
-Me negaría ante el propio Peklevánov. -¿Dónde están?
-Preparaos al combate, compañeros.
Por fin dejaron atrás los huertos y los Irrumpieron en el arsenal; pero cuando
descampados. Atravesaron presurosos la línea del desalojaron de él a los cadetes, y les hicieron buscar
ferrocarril, pasaron bajo una plataforma y refugio en la fortaleza, los asaltantes se miraron
contemplaron, llenos de cólera e indignación, a una sorprendidos:
anciana que yacía sobre los raíles, hundida la -Un momento, muchachos: aquí hay algo que
revuelta cabeza en almohadón. "¿Quién será? -pensó huele mal…
apesadumbrado Peklevánov-. ¿Qué delito ha podido -¿Qué es lo que te da mala espina, Znóbov?
cometer? ¿Qué bala asesina ha segado su vida? -Pues que no hayan volado los arsenales al
¿Tardarán mucho en ser castigados tales crímenes? abandonarlos.
La cólera me sofoca... Se necesita, verdaderamente, -Se habrán asustado.
un centro paralelo..." Sus pensamientos eran un -¿Asustarse los cadetes?
agitado enjambre y, para encauzarlos un poco -Yo tengo la explicación, camaradas -intervino,
mediante la conversación, se dirigió a Znóbov: chillón, Semiónov-. En el arsenal no hay proyectiles.
-¿Qué se dice del centro paralelo? Viene a confirmarse que el general Sajárov se los
-No le entiendo, Iliá Guerásimich. llevó.
-Lo del centro paralelo se lo comuniqué yo - -¡Valientes bandidos!
intervino Semiónov. -Guardias blancos, ¿qué más quieres?
Estaban a dos pasos del depósito. -¡Znóbov, que venga Znóbov!
El tren blindado 14/69 65

-Voy corriendo. centro paralelo y dijo a Vershinin:


-Aquí no tenemos proyectiles. -Acaso ella esté en la fortaleza.
-Ya lo sé, pero Vershinin los traerá. -¿Quién?
-De Vershinin no hay la menor noticia. De sobra había entendido que se refería a
Nastásiushka. "¿No vendrá en esa carreta? Pero no:
La ciudad los acogió con calma. no vienen más que soldados..."
Ya en el último apeadero, un guardia les anunció La carreta en cuestión traía un cargamento de
temeroso: muertos.
-Aquí no ha estallado insurrección alguna. Y si ha Una vieja, de toquilla rosa, lloraba. Trajeron
estallado, yo voy a lo mío, que es el ferrocarril. El detenido a un cura que venía contando algo muy
jornal es mísero, y... chistoso y haciendo reír a carcajadas a los que le
Tenía la barba grisácea, de color de estiércol seco, escoltaban.
y olía a gallinero. Un americano cuidadosamente rasurado se subió a
En la sala del jefe de estación numerosos una pila de traviesas y disparó varias veces el flash
oficiales, llenos de pánico, se arrancaban los galones. de su aparato fotográfico.
Desde lo alto de sus camiones, situados junto al -¿De dónde ha salido ese fotógrafo?
andén, gritaban jubilosos los chóferes. Del depósito -Es un americano. Ésos, igual que los japoneses,
salían obreros entristecidos. se han declarado neutrales.
-¿Es Vershinin? -Bueno, pues entonces que tome las fotos que
-El mismo. quiera.
Al jefe guerrillero le dio un vuelco el corazón.
Observando angustiado el rugoso rostro grisáceo y -¡Ha comenzado la insurrección, la insurrección!
pálido de un obrero, le preguntó: -La encabezan Peklevánov y Vershinin...
-¿Quién eres tú? -Déjense de monsergas, que tenemos sueño: nos
-Me llamo Filónov. Han asesinado a Peklevánov, hemos pasado la noche confeccionando un plan de
Nikita Egórich. Su cuerpo está en el depósito. Le defensa con los americanos.
acompaña su mujer... ¿Tú adónde piensas dirigirte, al -¡Pero si los yanquis se han declarado neutrales!
depósito o a la fortaleza? Mi hijo está allí preso... -¿Sabe una cosa, amigo? Usted ha perdido la
Racimos de guerrilleros saltaban de los vagones chaveta.
con ametralladoras y fusiles. Casi todos iban En efecto, el Estado Mayor del general Spasski
destocados, y en sus ojos se reflejaba el cansancio. nada sabía.
-¿Qué pasa por aquí? Muchachas de exuberante cabellera tecleaban en
-Emplaza esa ametralladora. las máquinas.
-Trae para acá esa máquina, negro. Oficiales con bandas amarillas en los pantalones
Se acertaban camiones. En la oficina del jefe de corrían por las escaleras y por los pasillos,
estación, estrépito de cristales y disparos de revólver. estrepitosos como una traca. Cantaba un canario en
Unas pálidas señoritas estaban colocando en la su jaula, en el recibidor, y sobre un sofá de madera
cantina de primera clase una bandera roja desgarrada. dormitaba el soldado de guardia.
-No esperaba yo que me recibieras así, Iliá De repente aparecieron unos camiones por una
Guerásimich -murmuró Vershinin aproximándose al esquina. La muchedumbre rugió sordamente al caer
cadáver de Peklevánov-. Con la de tierras que hemos sobre el portalón. Sonaron los timbres de los tranvías
ganado para ti... y las bocinas de los automóviles; los guerrilleros
Llegó casi a la carrera un destacamento de obreros corrieron escalera arriba.
armados con carabinas. Uno de ellos, rechoncho, Otra vez papeles por los suelos, máquinas de
fornido, con gafas y largos cabellos, dejó oír su voz escribir destrozadas, hombres muertos.
de bajo profundo: Escalera abajo conducían a un general de pelo gris
-¿Ordena usted que nos lancemos contra la y orejas coloradas. Le mataron en el escalón inferior
fortaleza? y lo arrastraron hasta el sofá donde dormitaba el
-¿De dónde sois? soldado.
-De la serrería y del arsenal; también se nos ha Un guerrillero corría por la escalera sosteniéndose
unido un destacamento de tropas sublevadas. Yo soy el vientre con una mano. Demacrado el rostro, antes
el centro paralelo... de bajar la mitad de los peldaños exhaló un grito
-¿Cómo has dicho? penetrante y contrajo la cara.
Verdaderamente, ¡qué palabreja! Hasta la pobre Una mujer lanzó un alarido.
Masha, abatida por el dolor, levanto la vista y miro El canario, allá en la jaula, arreció en su concierto.
asombrada a aquel individuo. "¡El centro paralelo!" A muchos oficiales los recluyeron en el sótano.
Conque ¿era cierto que existía? Pero, embargada de Ninguno de ellos, al bajar la escalera, reparó en el
nuevo por la tortura de su dolor, pronto se olvidó del cadáver del general. Un soldadito de polainas azules
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y gruesas botas quedó de centinela a la entrada del -Los rojos nos han intimado a rendirnos,
subterráneo que servía de encierro a los oficiales. amenazándonos con fuego de artillería. Creo que
Empuñaba una bomba inglesa, y había recibido blasonan de lo que no tienen. Pero, por desgracia, no
una orden tajante: "En caso de necesidad, les largas podemos responderles con la misma amenaza porque
un bombazo y que se vayan a la porra." nadie nos creería. El mando supremo nos ha
En la puerta azuleaba un ventanuco cuadrangular. traicionado y ha huido. Los aliados no acuden en
Dentro se oía un incoherente y rápido cuchicheo: nuestra ayuda. Disponemos de tan pocos cartuchos,
diríase que estaban rezando... que no nos bastan ni para fusilar a los detenidos y,
El soldadito se preguntaba, intrigado y abúlico: con harto sentimiento, me veré obligado a quemarlos.
"¿Rebotará " la bomba en el ventanuco cuando la A propósito, conviene comprobar... Tengan la
tire, o no rebotará?" bondad de esperar un poco, caballeros. Tenemos
Escribía versos en sus momentos de ocio, pero todavía media hora.
eran tan breves esos momentos, que en toda la guerra El coronel se apartó de la formación. Llevaba el
no había compuesto más que una decena de poesías, rostro demudado y los ojos llorosos. Su hija estaba
de dieciséis líneas cada una. muy grave.
Penetró en la prisión. Los cadetes habían llenado
Desde la muralla de la fortaleza, el coronel Katin los pasillos de virutas, astillas, paja y tablas.
miró a la ciudad con los anteojos. Después se los -Que rocíen todo eso con gasolina.
pasó a su ayudante y le preguntó: -Ya está rociado, mi coronel.
-¿No es una bandera blanca? ¿Será que quieren -Haga el favor de darme una cerilla -pidió Katin-.
entregarse, Bushman? Yo no fumo.
-Naturalmente, mi coronel. Si nosotros carecemos Acto seguido, prendió fuego a la paja, que estalló
de proyectiles, ¿cómo van a tenerlos ellos? Además, en súbita llamarada.
y a lo que parece, Nezelásov se acerca. El fuego se propagó con tal rapidez, que el
El coronel, enfurecido, golpeó un puño contra el coronel retrocedió.
otro: -Y mi hija sigue delirando -murmuró mientras
-¡Ay, si yo tuviera municiones, podían venirme volvía ante la formación.
con banderas blancas! Los oficiales estaban fumando. Alguien ordenó:
Y, bajando el tono, agregó: "¡Firmes!", y todos tiraron los cigarrillos. El coronel
-A mi hija no hace más que subirle la fiebre... Katin prosiguió su interrumpido discurso:
Al cabo de un corto silencio, el ayudante inquirió: -Señores: disponemos de cañones, pero no de
-¿Qué ordena, mi coronel, respecto a los de la proyectiles. Creo que lo mismo les sucede a los
bandera blanca? insurrectos. Quedan las bayonetas. Pero en un cuerpo
Descendieron de la muralla, silenciosos los dos. a cuerpo tendrían ellos una superioridad aplastante.
-¿Qué ordeno? Parlamente con ellos, Bushman. Quiere decirse -y permaneció callado un momento,
Prométales perdonarles la vida. mirando al suelo-, quiere decirse que el dilema
-¿La vida, mi coronel? consiste en capitular o suicidarse. Quien opte por la
-Ni siquiera Dios Nuestro Señor cumple siempre claudicación, que dé dos pasos al frente.
sus promesas. ¿Cómo hemos de cumplirlas nosotros, Todos los oficiales y cadetes, salvo cinco de los
los pecadores? primeros, avanzaron dos pasos. El coronel se cubrió
Después de atravesar una plazoleta cubierta de los ojos con la mano, y los que prefirieron rendirse se
cadáveres, Vaska Okorok y el marino Semiónov, dirigieron al portalón de la fortaleza. Los cadetes-
portadores de una bandera blanca, se dirigían hacia la cruzados iban arrancándose del pecho las cruces
fortaleza por la línea del ferrocarril. blancas cosidas sobre el uniforme.
Les salieron al encuentro Bushman, ayudante del El ayudante del coronel, Bushman, desplegó una
coronel Katin, y tres cadetes: bandera tricolor, y el jefe de la fortaleza, con voz
-¿Guerrilleros? apagada, pronunció:
-Exactamente -respondió riendo Vaska-. Somos -Capitán Koliosin.
los destacamentos unidos de Vershinin... -¡A la orden!
-...y la clase obrera sublevada -añadió Semiónov, -La primera bala, para usted, capitán.
encarándose, audaz y retador, con Bushman-. Esas Koliosin se disparó un tiro y se desplomó en
cosas se nos dan bien, señor oficial. tierra.
-Capitán Grigóriev, capitán Petrov, Von Kün.
Los oficiales y los cadetes habían formado ante la Los tres oficiales se suicidaron simultáneamente.
casa del jefe de la fortaleza. A lo largo de la El coronel miró a su ayudante, que desabotonó la
formación, el coronel Katin, encorvado, las manos a funda de su revólver.
la espalda, iba y venía, hablando como si tuviera al -Espere un momentito.
suelo por interlocutor: Katin reflexionó un breve instante para decir
El tren blindado 14/69 67

luego: embargo, las piezas de la muralla:


-Apunte usted el texto de un radiograma que -¡Tenemos que desahogarnos con unos cuantos
acaba de recibir. -Y le dictó-: "Dieciséis buques disparos, Nikita Egórich! Créeme. Lo que sale por
japoneses y americanos con proyectiles y cañones esta boca es la pura verdad.
van rumbo a ese puerto. Encuéntranse a unas seis -No, si yo te creo, Vaska. Tu boca es la que
millas. Esperen confiados esta ayuda. Captado por el predica el Evangelio. ¡Preparad los cañones!
teniente Bushman." Ahora ponga el año, la fecha, la -¡Preparad los cañones! Primera pieza, segunda...
hora y el minuto. -¡Tercera, cuarta...! -corrió la orden de boca en
Para que cumpliera este requisito, mostró su reloj boca.
al ayudante: Y, como si obedeciera el mismo mandato, la
-Y ahora, teniente, sostenga el radiograma en la niebla se alejó de la orilla, dejando despejado el
mano izquierda. La derecha le queda libre. Adiós. puerto.
El teniente Bushman se descerrajó un tiro. El No se veían más que las lanchas encargadas de
coronel recogió la bandera tricolor, cubrió con ella evacuar a los fugitivos.
los cadáveres de los oficiales, sacó su revólver y se Seguía distanciándose la niebla. El horizonte
dijo a sí mismo: estaba claro, y los guerrilleros, ante el cuadro que se
-Coronel Katin, la última bala es para usted. ¡A la les ofrecía, se regocijaron:
orden! -¡Mira, Nikita Egórich! ¡No ha quedado uno!
Y se disparó en la sien la última bala. -Y la niebla parece haberse llevado con ella los
cruceros de los invasores, Nikita Egórich.
Por los raíles que conducían al interior de la -Ya lo veo -asintió Vershinin sacando el pañuelo-.
fortaleza entró lentamente un tren de proyectiles. La Esto es una delicia -agregó con dificultad, por tener
niebla tornó a arremolinarse sobre el mar. resecos los labios.
Los guerrilleros acarrearon los proyectiles hasta Contemplando el pañuelo con una mirada de
los cañones de las murallas. incomprensible alborozo, acabó por soltarlo y por
-¡Cargad las piezas! -resonó la voz de Vershinin. enjugarse con la bocamanga la sudorosa frente:
Presidiendo la escena, sobre un montículo, estaba -¡Qué delicia! -exclamó-. A ver, muchachos,
la camilla con el cadáver de Peklevánov. Hallábanse vamos a celebrarlo con una salva al aire.
presentes Masha, Nastásiushka, Znóbov, Semiónov, No tintineaban los tranvías. Tampoco llegaba el
Jmárenko y el doctor Sotin. rumor de la multitud en las aceras de las calles. El
Vershinin, con grave y majestuoso continente, calor, denso y amarillento, agobiaba la ciudad.
subió al montículo, se detuvo ante el cadáver de Saturaba el aire una leve y cálida neblina, que
Pekleváhov y se descubrió. El estudiante Misha también hay neblinas cálidas. Semejantes a los
corrió a entregarle el falso mensaje recientemente peñascos de la sierra, las casas se erguían, inmóviles
dictado por el coronel Katin: y adustas, en torno a la bahía.
-Se acercan los barcos de los invasores, Nikita En sus aguas verdiazules se balanceaban, con
Egórich. frágil ingravidez, los silentes barcos de "los aliados".
Vaska Okorok llegó en ese momento conduciendo El canario expandía sus trinos armoniosos en la
a los telegrafistas, quienes, al leer el texto, afirmaron: antesala del puesto de mando, y en alguna parte,
-Nosotros no hemos recogido ese radiograma. como siempre, alguien lloraba.
-Por el contrario, hay noticias de que la escuadra El obeso secretario del Estado Mayor
enemiga, al enterarse de la toma de la fortaleza por revolucionario, sonriendo con media cara, escribía
los guerrilleros, se internó mar adentro. sobre un banco, aunque todas las mesas estaban
-Con esta niebla, Nikita Egórich, no hay quien libres.
distinga un bulto a dos pasos. Cuatro guerrilleros, conversando en voz baja, pero
Y Vaska añadió: excitada, pasaron a la carrera. Olía a cuero mojado, a
-Pero junto a la orilla sí que se divisa algo, Nikita brea...
Egórich. Fíjate: los fugitivos están embarcándose en El secretario buscaba el sello, pero se lo había
unas chalupas, ¿no podríamos largarles unos cuantos llevado Vershinin. Recogiendo el tintero, pareció
pepinazos? querer llamar a alguien.
-¿Y por qué no? ¡Fueg...! ¡Una salva! El estampido fue atronador, enorme,
Iba ya a dar la orden de abrir fuego; pero, capaz de estremecer a cualquiera.
recobrándose, dijo a Vaska: Regresaron los cuatro guerrilleros:
-No. Peklevánov prohibió disparar contra los -¿Son los invasores, camarada secretario?
fugitivos. Que se vayan. Ésos, hermano, meten más El interpelado soltó el auricular del teléfono y
pánico que los piojos. respondió con una sonrisa:
Mientras hablaba, cogió los anteojos de Okorok. -No, son los nuestros, que disparan en son de
Los servidores de los cañones cargaban, sin júbilo.
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-Hacen bien. Todos los corazones se han Y también los pescadores del río Jor, y los del
alegrado. golfo de Santa Olga, fornidos, habituados a arrostrar
-¡Cómo no! los vientos marinos, que vienen a morir a los
El secretario se puso a terminar la carta. Escribía a cañaverales del continente.
su mujer, comunicándole que, al parecer, el enemigo Y los aldeanos de la llanura, de rostro atezado y
había sido derrotado definitivamente, que se habían paso uniforme y cansino, como el de un rebaño
sufrido bajas, "pero la guerra es la guerra", y que fatigado...
Nikita Egórich, sin cesar de repetir la palabra Abrían la marcha, sobre un automóvil, Vershinin
"delicia", por la que sentía una gran predilección en y Nastásiushka. Ardían el rostro y el cuerpo de la
los últimos tiempos, había dicho que acaso tuviera esposa, ataviada con un vestido de vivos colores.
tiempo de arar las tierras y sembrar el trigo de Casi le sangraban los agrietados labios, y su fuerte
invierno: "¡Qué delicia!" vientre se acusaba bajo el vestido. Manteníanse los
-Verdaderamente, es una delicia. dos inmóviles en sus asientos, sin ladear la vista a
-¿Es cierto, camarada secretario, que vamos a derecha o izquierda; sólo se movía el viento, un
celebrar un desfile pasado mañana? viento como el de las montañas, denso, que traía el
-Esa orden tenemos. aroma del mar, de las rocas y de las yerbas y que
hacía tremolar el vestido de Nastásiushka.
Desfilaron mezclados obreros y campesinos. Sobre un guardacantón, apoyándose en un farol,
Pasaron los mineros de los yacimientos de oro, un corresponsal norteamericano garrapateaba con su
con sus anchos pantalones plisados y sus azules lápiz en un cuadernillo. Pulcramente vestido y
camisas de percal. Tenían los rostros huesudos, rasurado, contemplaba la manifestación con fugaces
cubiertos de una pelambre grisácea, como de musgo. miradas ratoniles.
Refulgían sus ojos redondos, acostumbrados a la Frente por frente, en la acera opuesta, había un
piedra. soldadillo enclenque, enfundado en un capote
Marchaban luego los pescadores de los lagos de semejante a la bata de un hospital, ceñidas las
Zeisk, de brazos largos, hasta más abajo de las pantorrillas por unas polainas azules y calzado con
rodillas. Decíase que usaban pantalones de piel de unas botazas inglesas. Miraba al americano por
lota. Sus largas melenas, tupidas como la hierba en encima de la multitud que desfilaba, procurando
primavera, olían a pescado... grabarlo en su memoria. Pero el yanqui, nervioso y
Iban después, rítmico y duro el paso, los pastores movedizo, resultaba tan difícil de apresar como un
de la cordillera de Sijote-Alin, de estrechos ojos pez en el agua, y esto irritaba al soldado: era un poeta
achinados, llevando escopetas de largos cañones, ansioso de recordar todo cuanto de sorprendente y de
heredadas de sus tatarabuelos. sublime ocurría en aquellas memorables jornadas.

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