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FACULTAD DE HUMANIDADES

CARRERA: Ciclo de Licenciatura en Ciencias de la Educación


ASIGNATURA: Historia de la Cultura y la Educación
Unidad III

Unidad IV: 1820-1830

1. La crisis del Año Veinte


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El año 1820 marca el derrumbe del centralismo porteño, de las autoridades
nacionales y el surgimiento de las autonomías provinciales. Recordemos que es la
Batalla de Cepeda la que marca la derrota del Directorio, forma de ejecutivo
unipersonal y el triunfo de los caudillos del Litoral, Estanislao López de Santa Fe y
Francisco Ramírez de Entre Ríos.
¿Cómo vio los acontecimientos de 1820 un testigo directo de los mismo, el
General Tomás de Iriarte?
“El año de 1820 hará época en los anales de la República Argentina. La unión de
las provincias quedó disuelta; el edificio social, conmovido en sus cimientos y la
anarquía más negra tiñó de sangre los campos de todas las provincias, porque todas
ellas fueron teatro de feroces guerras de exterminio. Aparecieron muchos aspirantes,
gauchos atrevidos que encontraron en el cansancio y desorden de los pueblos la
ocasión más oportuna para hacer prevalecer la fuerza bruta con violación de todos los
derechos sociales, de todas las garantías públicas, con olvido absoluto de toda idea de
cultura y de progreso. El país retrogradó inmensamente y los males no circunscribieron
a la época, porque el germen que ella produjo retoñó más tarde, hasta ahora, y la
discordia civil parece interminable (...) Fue en el año veinte que hizo su más estrepitosa
explosión ese espíritu mezquino de provincialismo, que ha hecho de los miembros de
una sola familia catorce familias extranjeras entre sí por el odio y prevenciones que
profesan. Después, La República Argentina, siguiendo el orden imprescriptible de todos
los pueblos antiguos y modernos, pasó de la más espantosa anarquía a la más
detestable de las tiranías (...)” 1
Pero la anarquía devoraba a sus autores. Cada provincia se aislaba cada vez más en
su autogobierno. Todas querían imitar a Buenos Aires. Tenían un gobernador y un
capitán general, que era el caudillo máximo, y una sala de representantes del pueblo

1
.-Enrique de Gandía (selección y comentarios), Memorias del General Iriarte. Textos
Fundamentales, Bs. As.: Compañía General Fabril Editora, 1962, T. 1, XVI, pp. 260-261.
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que, en realidad, estaba sometida a la voluntad del gobernador. La guerra civil entre
todas las provincias desmenuzaba cada vez más las antiguas intendencias y zonas
políticas de tiempos anteriores. La provincia de Salta estaba compuesta por esta
ciudad y por la de Jujuy y la de Cuyo tenía tres ciudades: Mendoza, San Juan y San Luis.
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Pues bien, fue necesario reconocer como nuevas provincias a cada una de las ciudades
mencionadas. Si hubiera habido más ciudades en el interior, en vez de catorce
provincias habría habido un número mucho mayor. Cada cual quería mandar en su
lugar.
Tras la disolución de las autoridades nacionales y el nacimiento de las
autonomías provinciales aparece un nuevo fenómeno, que acompañará la vida
argentina durante unos cincuenta años: la montonera, como realidad sociológica. Es
decir, el montón destinado a combatir cuya aparente estrategia es no tenerla. En
suma: una perfecta desorganización organizada contra toda posible organización. A
estas montoneras Fray de Paula Castañeda, una de las figuras más interesantes y
apasionantes de esta época y sobre la que volveremos, las describió como los yentes y
vinientes, que traían la barbarie y la noche refugiadas en los pliegues de sus ponchos:
A los federales voy,
De los federales vengo,
Que, según está la Patria,
Yo vivo yendo y viniendo

Por su parte Fray Cayetano Rodríguez, en carta al Padre Molina, pintaba así al
momento histórico: “(...) el pueblo de Buenos Aires está convertido en una horda de
bandidos, al extremo que es menester que cada casa tenga armas para defenderse de
los mismos ciudadanos”. Y para abundar en la percepción de la tremenda crisis Mr.
John B. Prevost, el cónsul norteamericano, al abrir las ventanas de su casa cada
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mañana preguntaba: “¿Y, quién manda hoy?”. La pregunta se sigue formulando a
ciento ochenta años de distancia temporal.

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.-La orden para que Prevost abandonase Buenos Aires debía cumplirse el 25 de octubre de
1820. Cf. Harold F. Peterson, La Argentina y los Estados Unidos. Tomo 1: 1810-1914, Bs. As.:
Hyspamerica, 1986, VI, , pp. 92-93.
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Fue en medio de este caos que llegó de Europa Bernardino Rivadavia. Enemigo
a muerte de Mariano Moreno y de Martín de Alzaga, por resentimientos personales,
había chocado fuertemente con San Martín, que lo despreciaba y era considerado
como un sujeto vanidoso, visionario y grosero. Se había labrado fama de hombre culto;
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pero su cultura no aparecía en escritos ni en discursos. Se sabía que en París había
frecuentado los salones y trabado amistad discipular con Destutt de Tracy. Rivadavia
fue nombrado ministro de gobierno de Buenos Aires por Martín Rodríguez.
Como decíamos, con el nacimiento de las autonomías provinciales la autoridad
central se diluye. Concentraremos nuestra atención en la provincia de Buenos Aires.
Una vez organizada su Legislatura se elige como Gobernador a Martín Rodríguez, un
ganadero absentista, que gobernará apoyado por una coalición de ganaderos
bonaerenses y comerciantes porteños vinculados a los intereses anglo-portugueses. En
el transcurso del gobierno de Rodríguez muere Pancho Ramírez; desaparece de la vida
política Artigas y queda neutralizado Estanislao López de Santa Fe; los portugueses
invaden la Banda Oriental, a la cual anexan como Provincia Cisplatina (después de la
reacción de Lavalleja y de los 33 orientales y el Congreso de la Florida estallará la
guerra con el Brasil), se boicotea el Congreso General Constituyente de Córdoba de
1821; San Martín formula su renuncia histórica y se retira de la vida pública. Pero el
período se recuerda especialmente por las llamadas reformas rivadavianas. Ella
fueron:
1. La ley de enfiteusis, es decir el arrendamiento de tierras públicas mediante el
pago de un canon (algunos nombres de estos “arrendatarios” que más adelante
serán convertidos en propietarios: Anchorena, Peña, Lezica, Díaz Velez,
Viamonte). Hacia 1840 cincuenta familias bonaerenses poseían 160 estancias con
un total de 2093 leguas.
2. Empréstito con la Baring Brothers de 1.000.000 de libras esterlinas, de los cuales
a lo sumo se cobró 570.000
3. Reforma eclesiástica, sobre la que volveremos más abajo en ocasión de
presentar al Padre Castañeda.
4. Convocatoria al Congreso Nacional de 1824
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El Congreso comienza a sesionar sin los representantes de las provincias.


Rivadavia aprovecha la oportunidad antes de quedar en minoría. Hace aprobar,
entonces, el 6 de febrero de 1826, la ley electoral que establecía la creación de un
Poder Ejecutivo Nacional a cuya cabeza se encontraba el Presidente de las Provincias
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Unidas. Al día siguiente Rivadavia era elegido Presidente. Vicente Fidel López pudo
entonces afirmar, “(...) en vano fue observar que no habiendo Constitución no podía
haber Presidente y siendo Constituyente, el Congreso no podía elegir un Presidente de
una República Inconstituida”. En marzo de 1826 se sanciona la Ley de Capitalización de
Buenos Aires.

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