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1.

Hablar de la figura de François Rabelais es hablar de una de las tríadas que más impactó los
remotos albores del renacimiento y la modernidad (hasta el punto –incluso– de llegar a sentar
bases literarias en relación con la tan inexplorada literatura cómica y disgregar filosofías tanto
espirituales como pedagógicas); quiero decir, Rabelais fue un monje, un humanista y un escritor
satírico: su personalidad y el estilo definitivo de su escritura se condensó a partir de una tríada
bastante disímil; y no solo eso, sino que también fue médico (lo que explica su profuso
conocimiento sobre la anatomía humana), y como se ha mencionado en grandes estudios, como
los que realizaron M. Bajtin o J. Michelet, también mostró agudeza para ejercer como abogado; de
ahí a que –por antonomasia– sea considerado como uno de los escritores ‘más democráticos’ de
su época; condición que también puede evidenciarse a través del análisis minucioso de sus obras.

Para la época en la que vivió Rabelais lo anterior puede antojarse normal, pues siendo hijo de un
padre acomodado, tuvo la oportunidad de experimentar y vivir en diferentes contextos, de los
cuáles sustrajo la materia prima de sus escritos; materia prima que apuntó hacia el faraónico
horizonte del humor y que siempre estuvo en constante conflicto con los valores e imposturas
religiosas de la Edad Media (su primer creación fue un rotundo éxito, pero un éxito censurado y
criticado por las oquedades humanas que se atrevió a suscitar; además, como el mismo Rabelais lo
mencionó, su obra estuvo pensada para ser la cura de los enfermos acongojados, una dosis de
alegría para una época sumida en las transiciones y transfiguraciones reactivas). En consecuencia,
resulta fácil intuir que las obras que más influyeron en Rabelais, aparte de las que compartió con
Erasmo de Rotterdam (un fuerte candidato del humanismo liberador), tuvieron un profundo matiz
cómico o humorista. En ese sentido y realizando una breve consulta en torno a las principales
creaciones del medio evo, podríamos mencionar las siguientes obras como las que mayor influjo
ejercieron sobre el escritor francés:

-Cena de Cipriano (Coena Cypriani)

(bastante destacada en la novela El nombre de la rosa de Umberto Eco)

-Vergilius Maro grammaticus

(en palabras del propio M. Bajtin, se trató de: “un sabihondo tratado semiparódico sobre la
gramática latina, como también una parodia de la sabiduría escolástica y de los métodos
científicos de principios de la Edad Media”1)

-Elogio de la locura y Cartas de hombres oscuros (Epistolae obscurorum virorum)

(Erasmo al acecho)

Otras tantas parodias como:

-Liturgia de los bebedores

1
Mijail Bajtin, La cultura popular en la edad media y en el renacimiento: el contexto de François Rabelais,
Versión de Julio Forcat y César Conroy, Alianza Editorial, 1987 (pág. 13)
-Liturgia de los jugadores

-La mula sin brida

-Aucassin y Nicolette

-El juego de la enramada

Tan solo por mencionar las más relevantes de la Edad Media. Ahora bien, para destacar el aspecto
grotesco manejado por Rabelais y que tuvo que ver mucho con sus intenciones de enarbolar el
espíritu carnavalesco de su entorno, traigo a colación una precisa sentencia de Bajtín:

‘’Se suele destacar el predominio excepcional que tiene en la obra de Rabelais el principio de la
vida material y corporal: imágenes del cuerpo, de la bebida, de la satisfacción de las necesidades
naturales y la vida sexual. Son imágenes exageradas e hipertrofiadas. Muchos bautizaron a
Rabelais con el título de gran poeta de la «carne» y el «vientre» (Víctor Hugo, por ejemplo). Otros
le reprocharon su «fisiologismo grosero», su «biologismo» y su «naturalismo», etc.” 2

Ahora bien, con respecto a la propuesta estética podría decir, muy someramente, que las
intenciones de Rabelais estuvieron dirigidas a salirse de los límites delineados por los cánones del
Medio Evo; cánones que apuntaban a la exaltación del héroe y su genealogía (algo de lo que
también se burla el escritor francés). Sí bien existieron autores que intentaron lo mismo pero de
una forma más sobria y plausible, Rabelais prefirió ir al extremo y pensar una estética que
desbordara los márgenes de lo que se había escrito hasta el momento, por medio de la
sublimación de imágenes carnavalescas, grotescas o <<pantagruélicas>>. Pero para no ahondar en
fruslerías basadas en mera especulaciones, me apoyaré de nuevo en M. Bajtín para así obtener
una visión más lucida y amplia de lo que intento exponer:

“(…) en Rabelais, las imágenes grotescas conservan una naturaleza original, se diferencian
claramente de las imágenes de la vida cotidiana, preestablecidas y perfectas. Son imágenes
ambivalentes y contradictorias, y que, consideradas desde el punto de vista estético «clásico», es
decir de la estética de la vida cotidiana preestablecida y perfecta, parecen deformes, monstruosas
y horribles. La nueva concepción histórica que las incorpora les confiere un sentido diferente,
aunque conservando su contenido y materia tradicional: el coito, el embarazo, el alumbramiento,
el crecimiento corporal, la vejez, la disgregación y el despedazamiento corporal, etc., con toda su
materialidad inmediata, siguen siendo los elementos fundamentales del sistema de imágenes
grotescas. Son imágenes que se oponen a las clásicas del cuerpo humano perfecto y en plena
madurez, depurado de las escorias del nacimiento y el desarrollo.” 3

Por tanto, para no extenderme tanto, me atrevería a decir, con riesgo de equivocarme, que la
propuesta estética de Rabelais es una propuesta fundada en: lo carnavalesco y lo grotesco; en

2
Mijail Bajtin, La cultura popular en la edad media y en el renacimiento: el contexto de François Rabelais,
Versión de Julio Forcat y César Conroy, , Alianza Editorial, 1987 (pág. 16)
3
Mijail Bajtin, La cultura popular en la edad media y en el renacimiento: el contexto de François Rabelais,
Versión de Julio Forcat y César Conroy, Alianza Editorial, 1987 (pág. 22)
primera instancia. En segunda instancia, es una propuesta estética demoledora en cuanto a la
elucubración de discursos y retóricas paródicas de la comedia. Y en tercer lugar, es una propuesta
estética que intenta vislumbrar aquellas sombras del cuerpo y la mente humana, que el Medio Evo
intento mancillar, esconder, tachar y hasta prohibir. Sin duda alguna es una propuesta
revolucionaria desde donde se le vea.

2. La postura de Rabelais frente a la literatura y su época podría definirse como un rechazo directo
hacia todo lo dogmático y formal. Considerando que una de sus mayores aspiraciones consistía en
criticar el tipo de educación que se impartía en su tiempo. Según el propio escritor francés, las
bases de la educación tenían que estar basadas en una experiencia realista y de suma utilidad,
pero siendo consciente de las implicaciones que dicha premisa acarrea, Rabelais considera que
negar la autoridad y estimular el juico propio serán los canales ideales para alcanzar la verdadera
formación humanista (una idea bastante apremiante de su periodo: un periodo lleno de curiosidad
ilimitada).

Entre otras cosas a considerar, serían algunas de sus posturas. Rabelais:

-Estaba en contra del ascetismo.

-En contra de las reglas de pobreza

-En contra de las leyes de la obediencia

-En contra de la enseñanza dogmática

Así las cosas, sobra decir que su postura frente a la literatura de su época estuvo tornasolada por
un duro sentimiento de rechazo y de renovación; se burló de la genealogía del héroe y reprocho la
supuesta ‘’perfección’’ del cuerpo humano. De ahí a que su propuesta de lo ‘’grotesco’’ le sirviera
como bandeja para ofrecer un nuevo plato exquisito de pensamientos y hechos realmente
humanos, dedicados a todo aquello que en la Edad Media se buscaba ignorar y que el
Renacimiento pedía a gritos con su furor humanista y explorador.

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